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RETIRO JESED NESTOR VARGAS 1 1. INTRODUCCION El comportamiento ético del ser humano puede considerarse la esencia del cristianismo. Los sacramentos, ritos, las plegarias, las normas y tradiciones se convierten en engranajes, estructuras de apoyo para que las acciones humanas converjan en un comportamiento moral coherente, capaces de contribuir a la preservación y evolución de la humanidad. Desde la perspectiva cristiana Dios creó al hombre con el fin de que éste, con sus actos y obras, complete la Creación Divina. Por ello lo creó a su “imagen y semejanza”. Y en esta “alianza” de colaboración Dios-Ser Humano, le corresponde al hombre imitar Su bondad, Su sabiduría creativa, Su misericordia, que para ello fuimos creados a su semejanza. Esa es nuestra responsabilidad como seres humanos. El proceder ético, entonces, se convierte en el principal precepto judío, que emana de la misma palabra de El Eterno, a través de la LEY: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”, “No hagas a otros lo que no quieras para ti. Esto es toda la Ley; lo demás es comentario”. Este pronunciamiento, otro enfoque del versículo anterior, subraya cuán importante es, en el proceso que le toca vivir a la humanidad, guardarse de actuar mal, de ultrajar o herir al prójimo; y desde una perspectiva positiva, actuar responsablemente, con amor y bondad, esto es, con Jésed. Un santo, sostenía que el mandamiento de amar al prójimo era la esencia misma de la LEY, porque equipara el sentimiento de amor humano con el amor de Dios, quien ama a los hombres. “Bueno es Dios para con todos, y Su misericordia está en todas Sus obras” proclama el Salmo 145,9. Jésed, es un término que se desprende del Libro de Oséas, en el Capítulo 2. Una manera de definirlo es "Amor misericordioso de Dios", pero para comprenderlo mejor es necesario recurrir a una historia: El Profeta Oséas se enamora y decide desposar a una mujer que le es infiel. El amor que Oséas tiene por esta mujer es tan grande, que a pesar de su infidelidad sale en busca de ella y paga para recuperarla. Dios entonces le dice: "dile a mi pueblo que así los amo yo, que a pesar de sus infidelidades mi amor permanece fiel". Este amor compasivo y fiel es el Jésed de Dios. Dios nos repite incesantemente este amor en varios pasajes bíblicos: Isaías 54,10 "Aunque se aparten las montañas y vacilen las colinas, mi amor no se apartará de ti, mi alianza de paz no vacilará, dice el Señor, que se compadeció de ti". Isaías 49,15 "¿Se olvida una madre de su criatura, no se compadece del hijo de sus entrañas? ¡Pero, aunque ella se olvide, yo no te olvidaré! Juan 3,16 "Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna". Apocalipsis 3,20 "Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo". Representa el deseo de compartir incondicionalmente, la voluntad de dar todo de sí mismo y la generosidad sin límites. La extrema compasión. La palabra hebraica utilizada en el Antiguo Testamento es Jésed. Tiene principalmente dos significados: uno más legalista en el sentido de "cumplir aquello que fue acordado" o de dar al otro aquello que le es debido según lo previamente acordado, y un segundo sentido, más intuitivo y espiritual, que asume el significado de acto gratuito y espontáneo de bondad y amor

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Page 1: Retiro Jesed

RETIRO JESED

NESTOR VARGAS 1

1. INTRODUCCION

El comportamiento ético del ser humano puede considerarse la esencia del cristianismo.

Los sacramentos, ritos, las plegarias, las normas y tradiciones se convierten en

engranajes, estructuras de apoyo para que las acciones humanas converjan en un

comportamiento moral coherente, capaces de contribuir a la preservación y evolución de

la humanidad. Desde la perspectiva cristiana Dios creó al hombre con el fin de que éste,

con sus actos y obras, complete la Creación Divina. Por ello lo creó a su “imagen y

semejanza”. Y en esta “alianza” de colaboración Dios-Ser Humano, le corresponde al

hombre imitar Su bondad, Su sabiduría creativa, Su misericordia, que para ello fuimos

creados a su semejanza. Esa es nuestra responsabilidad como seres humanos.

El proceder ético, entonces, se convierte en el principal precepto judío, que emana de la

misma palabra de El Eterno, a través de la LEY: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”, “No

hagas a otros lo que no quieras para ti. Esto es toda la Ley; lo demás es comentario”.

Este pronunciamiento, otro enfoque del versículo anterior, subraya cuán importante es, en

el proceso que le toca vivir a la humanidad, guardarse de actuar mal, de ultrajar o herir al

prójimo; y desde una perspectiva positiva, actuar responsablemente, con amor y bondad,

esto es, con Jésed. Un santo, sostenía que el mandamiento de amar al prójimo era la

esencia misma de la LEY, porque equipara el sentimiento de amor humano con el amor

de Dios, quien ama a los hombres. “Bueno es Dios para con todos, y Su misericordia está

en todas Sus obras” proclama el Salmo 145,9.

Jésed, es un término que se desprende del Libro de Oséas, en el Capítulo 2. Una manera

de definirlo es "Amor misericordioso de Dios", pero para comprenderlo mejor es necesario

recurrir a una historia: El Profeta Oséas se enamora y decide desposar a una mujer que le

es infiel. El amor que Oséas tiene por esta mujer es tan grande, que a pesar de su

infidelidad sale en busca de ella y paga para recuperarla. Dios entonces le dice: "dile a mi

pueblo que así los amo yo, que a pesar de sus infidelidades mi amor permanece fiel".

Este amor compasivo y fiel es el Jésed de Dios. Dios nos repite incesantemente este

amor en varios pasajes bíblicos:

Isaías 54,10 "Aunque se aparten las montañas y vacilen las colinas, mi amor no se

apartará de ti, mi alianza de paz no vacilará, dice el Señor, que se compadeció de

ti".

Isaías 49,15 "¿Se olvida una madre de su criatura, no se compadece del hijo de

sus entrañas? ¡Pero, aunque ella se olvide, yo no te olvidaré!

Juan 3,16 "Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo

el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna".

Apocalipsis 3,20 "Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me

abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo".

Representa el deseo de compartir incondicionalmente, la voluntad de dar todo de sí

mismo y la generosidad sin límites. La extrema compasión. La palabra hebraica utilizada

en el Antiguo Testamento es Jésed. Tiene principalmente dos significados: uno más

legalista en el sentido de "cumplir aquello que fue acordado" o de dar al otro aquello

que le es debido según lo previamente acordado, y un segundo sentido, más intuitivo y

espiritual, que asume el significado de acto gratuito y espontáneo de bondad y amor

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El término hebreo (Jésed), traducido ordinariamente en griego por una palabra que

también significa misericordia (eleos), designa de suyo la piedad, relación que une a dos

seres e implica fidelidad. Con esto recibe la misericordia una base sólida: no es ya

únicamente el eco de un instinto de bondad, que puede equivocarse acerca de su objeto o

su naturaleza, sino una bondad consciente, voluntaria; es incluso respuesta a un deber

interior, fidelidad con uno mismo.

Las traducciones de las palabras hebreas y griegas oscilan de la misericordia al amor,

pasando por la ternura, la piedad o conmiseración, la compasión, la clemencia, la bondad

y hasta la gracia (heb. hen), que, sin embargo, tiene una acepción más vasta. A pesar de

esta variedad, no es, sin embargo, imposible circunscribir el concepto bíblico de la

misericordia. Desde el principio hasta el fin manifiesta Dios su ternura con ocasión de la

miseria humana; el hombre, a su vez, debe mostrarse misericordioso con el prójimo a

imitación de su Creador. EL DIOS DE LAS MISERICORDIAS. Cuando el hombre adquiere

conciencia de ser desgraciado o pecador, entonces se le revela con más o menos

claridad el rostro de la misericordia infinita.

En socorro del miserable. No cesan de resonar los gritos del salmista: «¡Piedad

conmigo, Señor!» (Sal 4,2; 6,3; 9,14; 25,16); o bien las proclamaciones de acción

de gracias: «Dad gracias a Yahveh, pues su amor (Jésed) es eterno» (Sal 107, 1),

esa misericordia que no cesa de mostrar con los que claman a él en su aflicción,

por ejemplo, los navegantes en peligro (Sal 107,23), con los «hijos de Adán»

cualesquiera que sean. Se presenta, en efecto, como el defensor del pobre, de la

viuda y del huérfano: éstos son sus privilegiados.

La salud del pecador. Pero ¿qué sucederá, sin embargo, si este elegido se

separa de él por el pecado? La misericordia se impondrá todavía, por lo menos si

el pecador no se endurece; porque, conmovida por el castigo que acarrea el

pecado, quiere salvar al pecador. Así, con ocasión del pecado, entra el hombre

más profundamente en el misterio de la ternura divina.

La revelación central. En el Sinaí es donde Moisés oye a Dios revelar el fondo de

su ser. El pueblo elegido acaba de apostatar. Pero Dios, después de haber

afirmado que es libre para usar gratuitamente de misericordia con quien le plazca

(Éx 33,19), proclama que sin hacer mella a su santidad, la ternura divina puede

triunfar del pecado: «Yahveh es un Dios de ternura (rahum) y de gracia (hanun),

lento para la ira y abundante en misericordia (jésed) y fidelidad (emet),

manteniendo su misericordia (jésed) hasta la milésima generación, soportando

falta, transgresión y pecado, pero sin disculparla, castigando la falta... hasta la

tercera y cuarta generación» (Éx 34, 6s).

Dejar que repercutan sus consecuencias en el pecador hasta la cuarta generación, lo cual

muestra qué cosa tan seria es el pecado. Pero su misericordia, conservada intacta hasta

la milésima generación, le hace aguardar con paciencia infinita. Tal es el ritmo que

marcará las relaciones de Dios con su pueblo hasta la venida de su Hijo.

Misericordia y castigo. En efecto, a todo lo largo de la historia sagrada muestra Dios

que, si debe castigar al pueblo que ha pecado, se llena de conmiseración tan luego éste

clama a él desde el fondo de su miseria.

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Misericordia y conversión. Si Dios mismo se conmueve de tal manera ante la miseria

que acarrea el pecado, es que desea que el pecador se vuelva hacia él, que se convierta.

Si de nuevo conduce a su pueblo al desierto, es porque quiere «hablarle al corazón» (Os

2,16); después del exilio se comprenderá que Yahveh quiere simbolizar con la vuelta a la

tierra la vuelta a él, a la vida (Jer 12,15; 33,26; Ez 33,11; 39,25; Is 14,1; 49,13). Sí, Dios

«no guarda rencor eterno» (Jer 3,12s), pero quiere que el pecador reconozca su malicia;

«que el malvado se convierta a Yahveh, que tendrá piedad de él, a nuestro Dios, que

perdona abundantemente» (Is 55,7).

El llamamiento del pecador. Israel conserva, pues, en el fondo del corazón la convicción

de una misericordia que no tiene nada de humano: «Él ha herido, él vendará nuestras

llagas» (Os 6,1). «¿Qué Dios como tú, que borra la falta, que perdona lo mal hecho, que

no excita para siempre su ira, sino que se complace en otorgar gracia? Una vez más, ten

piedad de nosotros, conculca nuestras iniquidades y arroja a lo hondo del mar nuestros

pecados» (Miq 7,18s). Así resuena constantemente el grito del salmista resumido en el

Miserere: «Apiádate de mí en tu bondad. En tu gran ternura borra mi pecado» (Sal 51,3).

Misericordioso con toda carne. Aunque la misericordia divina no conoce más límite que

el endurecimiento del pecador (Is 9,16; Jer 16, 5.13), sin embargo, durante mucho tiempo

se la tuvo como reservada a sólo el pueblo elegido. Pero Dios, con su sorprendente

magnanimidad, acabó por fin con este residuo de tacañería humana (cf. ya Os 11,9).

Después del exilio se comprendió la lección. La historia de Jonás es la sátira de los

corazones estrechos que no aceptan la inmensa ternura de Dios (Jon 4,2). El Eclesiástico

dice claramente: «la piedad del hombre es para su prójimo, pero la piedad de Dios es

para toda carne» (Eclo 18,13).

Finalmente, la tradición unánime de Israel (cf. Éx 34,6; Nah 1,3; Jl 2,13; Neh 9,17; Sal

86,15; 145,8) es magníficamente recogida por el salmista, sin la menor nota de

particularismo: «Yahveh es ternura y gracia, lento para la ira y abundante en misericordia;

no disputa a perpetuidad, no guarda rencor para siempre; no nos trata según nuestras

faltas... Cuan tierno es un padre para con su hijo, así lo es Yahveh para con el que le

teme; sabe de qué hemos sido amasados, se acuerda del polvo que somos» (Sal

103,8ss.l3s). «Dichosos los que esperan en él, pues de ellos se apiadará» (Is 30,18),

porque «eterna es su misericordia» (Sal 136), porque en él está la misericordia (Sal

130,7).

2. LO QUE YO QUIERO ES MISERICORDIA

Si Dios es ternura, ¿cómo no exigirá a sus criaturas la misma ternura mutua? Ahora bien,

este sentimiento no es natural al hombre: homo homini lupus! Lo sabía muy bien David,

que prefería «caer en las manos de Yahveh, porque es grande su misericordia, antes que

en las manos de los hombres» (2Sa 24,14). También en este punto va Dios

progresivamente educando a su pueblo. Condena a los paganos, que sofocan la

misericordia (Am 1,11).

Lo que quiere es que se observe el mandamiento del amor fraterno (cf. Éx 22,26), muy

preferible a los holocaustos (Os 4,2; 6,6); quiere que la práctica de la justicia sea

coronada por un «amor tierno» (Miq 6,8). Si se quiere verdaderamente ayunar, hay que

socorrer al pobre, a la viuda, al huérfano, no hurtar el cuerpo ante el que es nuestra

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propia carne (Is 58,6-11; Job 31,16-23). Cierto que el horizonte fraterno está todavía

limitado a la raza o a la creencia (Lev 19,18), pero el ejemplo mismo de Dios ensanchará

poco a poco los corazones humanos hasta las dimensiones del corazón de Dios: «Yo soy

Dios, no hombre» (Os 11,8; cf. Is 55,7).

El horizonte se extenderá sobre todo gracias al mandamiento de no saciar la sed de

"venganza, de no guardar rencor. Pero sólo quedará realmente despejado con los últimos

libros de sabiduría, que en este punto esbozan ya el mensaje de Jesús; el perdón debe

ejercerse con «todo hombre» (Eclo 27,30-28,7).

El rostro de la misericordia divina. Jesús, «. sumo sacerdote misericordioso (Heb 2,17).

Jesús, antes de realizar el designio divino, quiso «hacerse en todo semejante a sus

hermanos», a fin de experimentar la miseria misma de los que venía a salvar. Por

consiguiente, sus actos todos traducen la misericordia divina, aun cuando no estén

calificados así por los evangelistas. Lucas puso muy especial empeño en poner de relieve

este punto. Los preferidos de Jesús son los «pobres» (Le 4,18; 7,22); los pecadores

hallan en él un «amigo» (7,34), que no teme frecuentarlos (5,27.30; 15, ls; 19,7). La

misericordia que manifestaba Jesús en forma general a las multitudes (Mt 9,36; 14,14;

15,32) adquiere en Lucas una fisonomía más personal: se dirige al «hijo único» de una

viuda (Le 7,13) o a un padre desconsolado (8,42; 9,38.42).

Jesús, en fin, muestra especial benevolencia a las "mujeres y a los "extranjeros. Así

queda redondeado y "cumplido el universalismo: «toda "carne ve la salvación de Dios»

(3,6). Si Jesús tuvo así compasión de todos, se comprende que los afligidos se

dirijan a él como a Dios mismo, repitiendo: iKyrie eleison!» (Mt 15,22; 17,15; 20,30s).

3. EL CORAZÓN DE DIOS PADRE.

Este rostro de la misericordia divina que mostraba Jesús a través de sus actos, quiso

dejarlo retratado para siempre. A los pecadores que se veían excluidos del reino de Dios

por la mezquindad de los "fariseos, proclama el evangelio de la misericordia infinita, en la

línea directa de los mensajes auténticos del AT. Los que regocijan el corazón de Dios no

son los hombres que se creen justos, sino los pecadores arrepentidos, comparables con

la oveja o la dracma perdida y hallada (Le 15,7.10); el "Padre está acechando el regreso

de su hijo pródigo y cuando lo descubre de lejos «siente compasión» y corre a su

encuentro (15,20). Dios ha aguardado largo tiempo, y aguarda todavía con "paciencia a

Israel, que no se convierte, como una higuera estéril (13,6-9).

La sobreabundancia de la misericordia. Dios es, pues, ciertamente el «Padre de las

misericordias» (2Cor 1,3; Sant 5,11), que otorgó su misericordia a Pablo {ICor 7,25; 2Cor

4,1; ITim 1,13) y la promete a todos los creyentes (Mt 5,7; ITim 1,2; 2Tim 1,2; Tit 1,4; 2Jn

3). El cumplimiento del designio de misericordia en la "salvación y en la "paz, tal como lo

anunciaban los cánticos al alborear el Evangelio (Le 1,50.54. 72.78), lo muestra Pablo

claramente en toda su amplitud y sobreabundancia. El ápice de la epístola a los Romanos

está en esta revelación.

Mientras que los judíos acababan por desconocer la misericordia divina estimando que

ellos se procuraban la "justicia a partir de sus "obras, de su práctica de la "ley, Pablo

declara que ellos también son pecadores y que por tanto tienen necesidad de la

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misericordia por la justicia de la "fe. Frente a ellos los paganos, a los que Dios no

había prometido nada, son atraídos a su vez a la órbita inmensa de la misericordia.

Todos deben, pues, reconocerse pecadores a fin de participar todos de la

misericordia: «Dios incluyó a todos los hombres en la desobediencia para usar con todos

misericordia» (Rom 11,32).

4. SED MISERICORDIOSOS

La «perfección» que Jesús, según Mt 5,48, exige a sus discípulos, consiste según Lc 6,36

en el deber de ser misericordiosos «como vuestro Padre es misericordioso». Es una

condición esencial para entrar en el reino de los cielos (Mt 5,7), que Jesús reitera

después del profeta Oseas (Mt 9,13; 12,7). Esta ternura debe hacerme "prójimo del

miserable al que encuentro en mi camino, a ejemplo del buen Samaritano (Le 10,30-37),

debe llenarme de compasión para con el que me ha ofendido (Mt 18, 23-35), porque Dios

ha tenido compasión conmigo (18,32s). Así seremos nosotros juzgados según la

misericordia que hayamos practicado, quizás inconscientemente, para con Jesús en

persona (Mt 25,31-46).

Mientras que la ausencia de misericordia entre los paganos desencadena la ira divina

(Rom 1,31), el cristiano debe amar y «simpatizar» (Flp 2,1), tener una auténtica

compasión en el corazón (Ef 4,32; IPe 3,8); no puede «cerrar sus entrañas» ante un

hermano que se halla en la necesidad: el "amor de Dios no mora sino en los que

practican la misericordia (1 Jn 3,17).

5. JÉSED ( ֶחֶסד ),

«bondad; amor constante; gracia; misericordia; fidelidad; devoción». Este vocablo se usa

240 veces en el Antiguo Testamento, con particular frecuencia en los salmos. El término

es uno de los más importantes en el vocabulario teológico y ético del Antiguo Testamento.

La Septuaginta casi siempre traduce Jésed con eleos («misericordia»), uso que se

refleja en el Nuevo Testamento). Las traducciones modernas, por otro lado, generalmente

prefieren acepciones más próximas a «gracia». Las versiones católicas más recientes

usan «amor» o «clemencia». En general, es posible identificar tres significados

fundamentales del vocablo (que siempre interactúan): «fuerza», «constancia» y «amor»

Cualquier traducción del término que no expresa las tres acepciones inevitablemente

perderá algo de su riqueza. El «amor» de por sí se sentimentaliza o universaliza si se

desconecta de la alianza. Al mismo tiempo, «fuerza» o «constancia» solo comunican el

cumplimiento de una obligación, legal o de algún otro tipo. El vocablo tiene que ver sobre

todo con los derechos y las responsabilidades recíprocas entre las partes de una

relación (en particular, de Yahveh e Israel). Pero Jésed no es únicamente un asunto de

obligación; también tiene que ver con generosidad.

No solo entra en juego la lealtad, sino también la misericordia. La parte más débil busca la

protección y bendición de su patrocinador o protector, pero no puede exigir derechos

absolutos. La parte más fuerte permanece comprometida con cumplir su palabra, pero

mantiene su libertad, sobre todo en relación de cómo llevará a cabo sus promesas. Jésed

indica involucramiento y compromiso personal en una relación que sobrepasa los

límites de la ley.

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6. EL AMOR CONYUGAL A MENUDO SE RELACIONA CON JÉSED.

Por cierto, el matrimonio es un compromiso legal y cuando este se infringe, la ley lo

sanciona. Con todo, la relación, cuando es sana y fuerte, va mucho más allá de un asunto

legal. El profeta Oseas aplica la analogía al Jésed de Yahveh para con Israel dentro de la

alianza (p. ej. 2,21). No hay una sola palabra en castellano que sea capaz de captar los

matices del original. La frase que tal vez más se aproxima es «amor constante».

Los escritores hebreos a menudo subrayaban el elemento de constancia (o fuerza)

ligando a Jésed con ˒emet («verdad, veracidad») y ˒emûnah («fidelidad»). La Biblia se

refiere a menudo a personas que «hacen», «demuestran» o «guardan» Jésed. En plural

se entiende mejor el contenido concreto del vocablo. Las «misericordias», «bondades» y

«fidelidades» de Dios son sus hechos específicos de redención en el cumplimiento de su

promesa. Encontramos un ejemplo en Is 55,3: «Y haré con vosotros alianza eterna, las

misericordias firmes a David».

Los sujetos de Jésed son Dios y los hombres. Cuando el hombre es sujeto de Jésed,

el vocablo generalmente describe la bondad o lealtad de una persona hacia otra; cf. 2 S

9.7: «No tengas temor, porque yo a la verdad haré contigo misericordia por amor de

Jonatán tu padre». Contadas son las veces en que el término se refiere explícitamente al

afecto o fidelidad del hombre hacia Dios; el ejemplo más claro de esto tal vez sea Jer 2,2:

«Ve, proclama a los oídos de Jerusalén y diles que así ha dicho el Señor: Me acuerdo de

ti, de la lealtad de tu juventud, del amor de tu noviazgo, cuando andabas en pos de mí en

el desierto».

Como seres humanos, practicamos Jésed con los varios componentes de la

sociedad hacia familia y parientes, así como con amistades, huéspedes, patrones y

sirvientes. A menudo se requiere Jésed hacia los humildes y necesitados. La Biblia

distingue el término Jésed para resumir y caracterizar la vida de santidad interior y en

respuesta a la alianza. Por eso, Os 6,6 declara que Dios desea «misericordia [«amor

constante»] y no sacrificios», es decir, lo que Él quiere son vidas de fidelidad y no solo

culto.

En términos parecidos, Miq 6,8 destaca Jésed en el resumen que el profeta hace de la

ética bíblica: «Él te ha declarado lo que es bueno … solamente hacer justicia, y amar

misericordia». Sin embargo, por detrás de estos casos del hombre como sujeto de Jésed

se encuentran todas las ocasiones cuando se habla del Jésed de Dios. Es una de sus

características más destacadas. Dios ofrece «misericordia» y «amor constante» a su

pueblo tan necesitado de redención del pecado y liberación de sus enemigos y sus

tribulaciones. Una frase recurrente que describe la naturaleza de Dios es «abundante

[grande] en Jésed» (Éx 34,6; Neh 9,17; Sal 103,8; Jon 4,2).

La totalidad de la historia de la relación de Dios con Israel en la alianza puede

resumirse en términos de Jésed. Este es el único dato permanente en todo el flujo de la

historia de la alianza. Aun la creación es el resultado del Jésed divino (Sal 136.5–9). Su

amor dura hasta «mil generaciones» (Dt 7,9; cf. Dt 5,10 y Éx 20,6) o «para siempre»

(véase particularmente los refranes de algunos salmos, como Sal 136).

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Hay palabras usadas en paralelismo sinónimo con Jésed que lo ayudan a explicar. El

vocablo que con más frecuencia se asocia con Jésed es ˒emet («fidelidad; confiabilidad»):

«Que tu misericordia y tu verdad me guarden siempre» (Sal 40,11). Otro término,

˒emûnah, que tiene un significado similar, es también común: «Se ha acordado de su

misericordia [Jésed] y de su fidelidad [˒emûnah] para con la casa de Israel» (Sal 98,3). La

investigación etimológica sugiere que el significado primitivo de Jésed puede haber sido

«fuerza» o «constancia».

Jasîd ( ָחִסיד), «piadoso; devoto; fiel; santo». El adjetivo jasid, derivado de Jésed, se usa a

menudo para describir a un israelita fiel. El Jésed divino ofrece el patrón, modelo y fuerza

que debe orientar la vida del jasid. Encontramos una mención del hombre «santo» en Sal

12,1: «Salva, oh Dios, porque se han acabado los piadosos. Han desaparecido los fieles

de entre los hijos del hombre». Por lo general un pronombre posesivo se prefija al vocablo

para señalar la relación especial que Él guarda con los que le tienen como patrón de sus

vidas: «Amad a Dios, todos vosotros sus santos. A los fieles guarda El Señor, pero

retribuye en abundancia al que actúa con soberbia» (Sal 31,23). Siguiendo la

terminología griega (hosios) y latina (sanctus), la biblia a menudo traduce el término

como «santos». Esto se debe entender en el contexto de la santificación que es de

gracia y no una cualidad innata ni una conducta moralista.

7. ENTENDIENDO EL VERDADERO SIGNIFICADO DE JÉSED

Una definición más precisa de jésed sería “un rasgo caracterizado por límites

desbordados o ausentes”. Una importante consecuencia de esto es la benevolencia, ya

que el jésed causa que la persona quiera compartir con los otros de forma abundante,

rompiendo sus límites de egoísmo. Sin embargo, esta es sólo una de las tantas

manifestaciones de jésed, y como en todas las características de personalidad, el jésed

también tiene aspectos negativos. Una manifestación negativa del jésed es que la

persona puede perder el sentido apropiado de los límites. El comportamiento inmoral

involucra ignorar la aseveración de la LEY de que ciertas relaciones rompen los límites

adecuados. Consecuentemente, la Torá describe ciertas formas de inmoralidad como

jésed.

Lot creció en el hogar de Abraham y por lo tanto se acostumbró a hacer jésed con los

demás, algo que quedó demostrado en su gran hospitalidad en Sodoma. Sin embargo,

Lot claramente desarrolló un entendimiento de jésed pervertido, por ejemplo, cuando la

gente de Sodoma amenazó con abusar de sus huéspedes, él prefirió ofrecer en cambio a

sus propias hijas. Él hizo jésed con sus invitados a expensas de sus propias hijas.

Como vemos, incluso un rasgo que generalmente es positivo como el jésed puede tener

ramificaciones indeseables si no se aplica de la manera correcta. Por ejemplo, una

persona con una inclinación natural al jésed puede realizar acciones de bondad de

una forma o en una cantidad equivocada. Otro error común que suelen cometer las

personas naturalmente bondadosas es esperar que las demás personas sean tan

dadivosas como ellas. Consecuentemente no dudan en exigir que otros les hagan favores

importantes, ya que ellos harían lo mismo por los demás.

Hemos visto que jésed no sólo significa bondad, sino que representa la propensión a

desbordarse y la ausencia de límites, y vimos también que esto puede ser utilizado tanto

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para bien como para mal. Es más, hay una gran diferencia entre una persona que

tiene el rasgo de jésed gracias a la genética o al hábito y una que lo ha desarrollado

dentro de la perspectiva de la LEY. Quiera Dios que todos utilicemos el rasgo de jésed

sólo para bien.

La "Jésed" no pocas veces invade el campo de la rajamim, la misericordia, que

implica el abajarse de Dios hacia el hombre. La Jésed muchas veces se traduce por

gracia, uno de los términos más bellos del cristianismo, que en hebreo se dice

propiamente "jen", raíz que en su forma verbal originaria significa inclinarse. Dios

abajándose hacia el hombre. Supone la idea de gratuidad. La Septuaginta lo traduce por

"jaris" (gracia).

Se tiene la impresión de que la "Jésed" es algo más profundo que la gracia. Sin embargo,

en el NT prevaleció el término gracia, que asume todo ese vocabulario que se generó en

torno a la "Jésed". De hecho, en hebreo, entre los nombres con que se denomina al

santo, se encuentra la palabra "jasid".

El Jésed no consiste en una piedad extrema, lo que podría desembocar en un acto

contrario a lo que se intenta reparar, en un retroceso moral. Es imprescindible, finalmente,

tomar en consideración otros dos aspectos involucrados con la compasión: no puede

existir discriminación alguna en cuanto al actuar compasivamente.

Por otro lado, el comportarse compasivamente con el prójimo que lo necesita, tiene el

poder de expiar las transgresiones. Toda compasión desinteresada, al final, redundará

en beneficio de quien la pone en práctica. “No desesperes, hijo mío. Aún poseemos un

medio por el cual expiar nuestras transgresiones, que equivale a ese lugar. ¿Sabes cuál?

Hacer actos de misericordia, como está escrito: ‘Porque quiero Jésed, no sacrificio...’”

(Oseas 6,7).

8. CONCLUSIONES

El vocablo en cuestión no tiene equivalencia en nuestras lenguas

modernas. La Septuaginta (traducción griega) lo vierte por

misericordia.

Puede ser traducido también por gracia, fidelidad, bondad, amor fiel.

"Jésed" es una fuerza que hace sólida la alianza, fuerte y duradera.

En los Salmos y en los textos litúrgicos es frecuente escuchar: "Guarda la

alianza y la Jésed". Aparece en ocasiones solemnes: Ex 34,5:

"Yahweh, Yahweh, Dios benigno y misericordioso, lento para la ira y

rico en "Jésed" y "emeth".

"Jésed" es aquello que permite a Yahweh ser siempre fiel a sí mismo. Es a

esta "Jésed" a quien todo miembro de la alianza puede siempre apelar.

Se extiende más allá de la alianza, cuando ésta falla, aún queda la

"Jésed": "Te desposaré para siempre por medio de la justicia, del juicio,

de la Jésed y de la misericordia" ( Os 2,21; cf Jr 3,12). "Con gran

ternura (rajamim) te reuniré... y con Jésed eterna tendré compasión de

ti" (Is 54,7-8).