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Resumen de Un Antropólogo en Marte de Oliver Sacks por Mauricio López Sabelle La historia de este capítulo cuenta como Oliver Sacks visita a Temple Grandin, una de las autistas más extraordinarias, ya que a pesar de su autismo se doctoro en ciencia animal, enseña en la Colorado State University, maneja su propio negocio y realiza presentaciones, conferencias y charlas alrededor del mundo. Oliver comienza explicando un poco acerca del autismo y de la gran cantidad de matices que cubre esta denominación. El autismo fue descrito independientemente por Leo Kanner y Hans Asperger en la década de los cuarenta. Para Kanner, el autismo era un desastre y una tragedia. La mayoría de los niños autistas tipo Kanner (como posteriormente se les ha denominado) son “retrasados”, demuestran toda una gama de comportamientos repetitivos y automáticos (espasmos, tics, balancearse de un lado a otro, etc.) que pueden ser evidencia de problemas neurológicos. También pueden sufrir de respuestas sensoriales anormales, desde la agudización de algunas sensaciones hasta el punto de ser insoportables (ej. Algunos sonidos), hasta la mitigación o desaparición absoluta de otras (ej. el dolor). En caso de que se desarrollase el lenguaje, este puede sufrir extraños trastornos como “cháchara hueca (sin sentido)”, y un “habla llena de tópicos y frases hechas (o inventadas)”. La psicóloga Doris Allen denomina este aspecto del autismo como un “déficit semántico-pragmático”. En contraste, Asperger encontraba ciertos rasgos positivos o compensatorios en el autismo, como una originalidad de pensamiento que bien los podría conducir a logros excepcionales en fases posteriores de la vida. Los niños autistas del tipo “Asperger” o “autistas de alto rendimiento” a menudo tienen una inteligencia normal (y a veces muy superior) y generalmente tienen muy pocos problemas neurológicos. Pueden alcanzar un nivel aceptable en el lenguaje y las relaciones sociales, y llevar una vida aparentemente normal y autónoma, aun cuando en su interioridad persista su autismo. Un rasgo compensatorio del que hablo Asperger como “inteligencia autista” consiste en una especie de

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Resumen de Un Antropólogo en Marte de Oliver Sacks

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Resumen de Un Antropólogo en Marte de Oliver Sacks por Mauricio López Sabelle

La historia de este capítulo cuenta como Oliver Sacks visita a Temple Grandin, una de las autistas más extraordinarias, ya que a pesar de su autismo se doctoro en ciencia animal, enseña en la Colorado State University, maneja su propio negocio y realiza presentaciones, conferencias y charlas alrededor del mundo.

Oliver comienza explicando un poco acerca del autismo y de la gran cantidad de matices que cubre esta denominación. El autismo fue descrito independientemente por Leo Kanner y Hans Asperger en la década de los cuarenta.

Para Kanner, el autismo era un desastre y una tragedia. La mayoría de los niños autistas tipo Kanner (como posteriormente se les ha denominado) son “retrasados”, demuestran toda una gama de comportamientos repetitivos y automáticos (espasmos, tics, balancearse de un lado a otro, etc.) que pueden ser evidencia de problemas neurológicos. También pueden sufrir de respuestas sensoriales anormales, desde la agudización de algunas sensaciones hasta el punto de ser insoportables (ej. Algunos sonidos), hasta la mitigación o desaparición absoluta de otras (ej. el dolor). En caso de que se desarrollase el lenguaje, este puede sufrir extraños trastornos como “cháchara hueca (sin sentido)”, y un “habla llena de tópicos y frases hechas (o inventadas)”. La psicóloga Doris Allen denomina este aspecto del autismo como un “déficit semántico-pragmático”.

En contraste, Asperger encontraba ciertos rasgos positivos o compensatorios en el autismo, como una originalidad de pensamiento que bien los podría conducir a logros excepcionales en fases posteriores de la vida. Los niños autistas del tipo “Asperger” o “autistas de alto rendimiento” a menudo tienen una inteligencia normal (y a veces muy superior) y generalmente tienen muy pocos problemas neurológicos. Pueden alcanzar un nivel aceptable en el lenguaje y las relaciones sociales, y llevar una vida aparentemente normal y autónoma, aun cuando en su interioridad persista su autismo. Un rasgo compensatorio del que hablo Asperger como “inteligencia autista” consiste en una especie de inteligencia apenas afectada por la tradición y la cultura: nada convencional, ni ortodoxa, extrañamente “pura” y original, parecida a la inteligencia de la verdadera creatividad.

Aunque Kanner y Asperger estudiaron detalladamente el autismo desde un punto de vista clínico, no fue sino hasta la década de los 60’s en que los psicólogos cognitivistas ingleses se centraron en la estructura mental del autismo de una manera mas sistemática. Ellos (y en especial Lorna Wing) plantearon que en todos los individuos autistas hay un problema central, sufren de una “triada de deterioros constantes”: deterioro de la interacción social, deterioro de la comunicación verbal y no verbal y deterioro del juego y de las actividades imaginativas, deterioros que expresan un solo y fundamental trastorno en el desarrollo. Se plantea que los autistas son incapaces de tener una verdadera noción de las mentes de los demás ni sensibilidad hacia ellas y a veces ni siquiera hacia la suya propia, es decir, no tienen una “teoría de la inteligencia”. Sin embargo, Sacks plantea que esto es solo una hipótesis que muy poco se sabe del tema.

De acuerdo al texto, la diferencia fundamental entre ambos tipos de autismo quizás es esta: quienes sufren el síndrome de Asperger pueden hablarnos de sus experiencias, de sus estados y

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sentimientos internos, mientras que los que padecen el “autismo clásico” no pueden. Es decir en el síndrome de Asperger hay conciencia de uno mismo y al menos cierta capacidad de introspección y comunicación. No está claro aún si el síndrome de Asperger es radicalmente distinto al autismo clásico infantil (en un niño de 3 años todas las formas de autismo parecen la misma), o si es un eslabón mas de la cadena que va desde los casos más graves hasta los autistas de alto rendimiento. Incluso hay quienes plantean que hay que ampliar la gama de autismo para incluir a quienes tengan ciertos “rasgos autistas”, como preocupaciones o intereses peculiares e intensos usualmente en combinación con un relativo desapego social, como los que presentan algunas personas normales consideradas a lo sumo excéntricas o ermitañas.

La causa del autismo tampoco está clara. Su incidencia es de uno en mil y ocurre en todo el mundo con extraordinaria constancia inclusive entre culturas muy disimiles. Es difícil reconocerlo al primer año de vida pero ya es obvio al segundo o tercer año. Asperger lo consideraba un defecto biológico innato y congénito mientras que Kanner lo veía como un trastorno psicogénico, un reflejo de malos cuidados por parte de los padres, y en especial de la madre que priorizaba su vida profesional, una madre distante del niño, la “madre frigorífico”. Esta visión hizo que toda una generación de madres se sintiese culpable del autismo de sus hijos, y no fue sino hasta la década de los 60’s que la tendencia cambio y se enfoco en la naturaleza congénita orgánica del autismo. En la actualidad, ya no se pone en duda la predisposición biológica al autismo, aunque aun hoy, los padres de un niño autista que encuentran que su hijo retrocede ante ellos, se vuelve distante, inaccesible e insensible, pueden sentir la tentación de echarse la culpa. Pueden llegar a realizar esfuerzos sobrehumanos por conectarse con su hijo que parece vivir en un mundo ajeno, y todos estos esfuerzos pueden parecer en vano.

El autismo, genéticamente, es a veces dominante y a veces recesivo, es mucho más común en los varones y puede asociarse con otros trastornos genéticos como la dislexia o el síndrome de Tourette.

Pero el autismo también puede ser adquirido, como es el caso de algunos bebes que sufrieron exposición a la rubeola en el vientre de sus madres. También hay casos en los que niños de 2 a 4 años sufren abruptas caídas en su desarrollo lingüístico y de comportamiento (autismo regresivo), casos en los que tampoco hay consenso respecto a si tiene un origen genético, metabólico o medioambiental. También pueden desarrollarse cuadros autistas en adultos, especialmente tras ciertas formas de encefalitis, aunque esto no es frecuente.

En general, no hay dos autistas iguales, su forma de ser, su personalidad, su inteligencia y la forma de expresarse es diferente para cada caso.

Sacks habla de su experiencia en hospitales estatales con niños autistas en los sesenta, en donde noto la diferencia entre quienes sufrían de trastornos de retraso mental, eran violentos y mostraban muchas veces incapacidades (algunos traumatizados por los malos tratos en los hospitales) y aquellos que Sacks denomina “islas de talento”, quienes poseían extraordinarios talentos aparentemente separados del resto de la mente, como por ejemplo habilidades graficas o numéricas, los denominados “síndromes sabios”.

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Sacks también relata cómo inclusive entre aquellos pacientes “sin remedio” había quienes respondían a la atención individual, a la música o la danza, entre otras actividades. Sacks plantea como durante años los autistas habían sido internados desde niños en instituciones agrupados indiscriminadamente con los psicóticos y retrasados, y que solo en las últimas décadas ha cambiado la forma de tratarlos. Sacks cuenta que cuando visito Camp Winston, un campamento para niños autistas, la mayoría parecían físicamente normales, lo extraño era su comportamiento repetitivo y lo distante e inaccesibles que parecían. Algunos en la adolescencia, comenzaban a salir de ese estado: hablaban con fluidez y aprendían relaciones sociales (mucho más difíciles para ellos), a través de educación especial, sin la que probablemente hubiesen permanecido profundamente aislados y discapacitados. Aprendían a “funcionar” hasta cierto punto, a expresar un comportamiento social, pero este comportamiento era de una forma desconcertante, parecía memorizado, mecanizado o casi robótico (sin entonación, sentimiento, tono, etc.).

La Historia de Temple Grandin

La doctora inglesa Uta Frith le recomienda a Sacks que visite a la connotada autista Temple Grandin. Sacks ya había leído su biografía, pero tenía dudas sobre el libro, ya que en esos años se suponía que los autistas era incapaces de comprenderse a sí mismos y a los demás, por lo que tampoco podrían dar una visión introspectiva y retrospectiva de sí mismos. Sacks sospechaba que el libro de Temple fue escrito mayoritariamente por la periodista que colaboro con ella, pero luego de leer los escritos personales de Temple y observar que existía una coherencia y franqueza especial, cambio de opinión respecto a la biografía de Grandin.

La autobiografía y los artículos de Temple muestran como desde niña estaba muy lejos de ser normal. A los seis meses comenzó a ponerse rígida en los brazos de su madre y a los diez meses, a arañarla. El contacto normal con ella era casi imposible. Temple describe las sensaciones agudizadas –en todos sus sentidos- que recuerda (ej. Recuerda los sonidos como confusos micrófonos que transmitían todo a alto volumen hasta agobiarla). Estaba sujeta a fuertes impulsos repentinos, que si eran frustrados devenían en una violenta cólera. No comprendía las reglas y códigos de las relaciones humanas. A los tres años se volvía aun más caótica, violenta y destructiva. Pero luego, como es común en los niños autistas, se desarrollo en ella un inmenso poder de concentración, una atención selectiva tan intensa que era capaz de sustraerla del mundo, de crearle un mundo propio en donde hubiese calma en lugar de caos. Cuenta como ella podía pasar horas observando “cada línea de sus dedos como si fuesen caminos”, ignorando el mundo a su alrededor y a la gente en el. Cuando tenía tres años le diagnosticaron autismo y se insinuó que debería pasar el resto de su vida en una institución psiquiátrica. Sacks se pregunta ¿Como logro superar tan lapidario diagnostico y convertirse en la profesional exitosa que era?

Sacks viaja a Colorado para visitar a Temple. La telefonea y ella le da detalladas instrucciones para llegar a su despacho en la Colorado State University. Temple no tuve problemas en repetir las instrucciones a Sacks, quien observa que Temple las recita como si fuesen una estructura completa, un programa fijo que no podía separarse, las instrucciones debían de repetirse de nuevo de inicio a fin. También observa como Temple modifico las instrucciones cuando recordó que habían cambiado la fachada del restaurante Taco Bell que ella había mencionado en sus instrucciones.

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Temple era una mujer alta y robusta, en la mitad de sus 40’s, llevaba jeans, una camisa y botas camperas, su atuendo habitual. Sacks describe como su ropa, su aspecto y sus modales eran sencillos, francos, espontáneos y directos. Daba la apariencia de alguien poco dada a la conversación, a las convenciones sociales e indiferentes a la apariencia de las personas. Saludo a Sacks levantando el brazo (de una manera un poco rígida y tosca), luego le dio un fuerte apretón de manos y lo llevo a su despacho en la universidad (Sacks escribe que sus pasos le parecieron ligeramente torpes, como es común en el caso de los adultos autistas). Temple atribuye su forma de caminar a una ataxia asociada a un desarrollo defectuoso del sistema vestibular y de parte del cerebelo, pero cuando Sacks le realizo un examen neurológico, no encontró suficiente ataxia para explicar esa forma de caminar.

Se sentaron en su oficina sin ceremonias o convenciones sociales y sin preguntas corteses sobre “como fue el viaje” para Sacks comenzó a hablar de su trabajo, su interés en el comportamiento animal, de las necesidades de los autistas, de su técnica de visualización (explicada más adelante) y de cómo había orientado esta habilidad hacia el diseño de instalaciones para el manejo de animales. Temple le enseño a Sacks un libro con de sus proyectos y trabajos y hablo incansablemente durante un buen rato. Sacks se sentía cansado y sediento, y cuando se dio cuenta de que Temple no se percataría de ello le solicito una taza de café. Sin decir nada, Temple llevo a Sacks a la cafetería. En el camino Temple saludo un tanto bruscamente a las secretarias, lo que le dio a Sacks la impresión de alguien que había aprendido de manera tosca “cómo comportarse” en situaciones sociales sin comprender muy bien como se sentían las demás personas ni las sutilezas sociales implícitas.

Luego fueron a cenar a un restaurant estilo “viejo oeste” en donde comieron con gran apetito y hablaron de los aspectos técnicos del trabajo de Temple y de la manera en que ella concibe los proyectos en su mente (explicado más adelante). Luego fueron a dar un paseo a una pradera cerca de la cual había una vieja línea de ferrocarril. Hay Sacks le pregunto a Temple acerca de los mitos griegos (Sacks había leído en el viaje un libro relacionado con el tema y se preguntaba que podría pensar Temple sobre ello. Temple respondió que comprendió algunos mitos, como el de Ícaro, pero que los amoríos de los dioses la dejaban indiferente y perpleja. Lo mismo le ocurría con las obras de Shakespeare, como Romeo y Julieta y Hamlet (que la confundía por la trama). Aunque ella atribuí esta falta de comprensión a dificultades para secuenciar, parecían surgir de su incapacidad para sentir empatía por los personajes, para seguir sus motivaciones e intenciones. Según ella podía comprender las emociones “fuertes, simples y universales”, pero que le confundían las emociones más complejas y “los juegos que practica la gente”. Ella dijo: “Casi todo el tiempo, me siento como un antropólogo en Marte”.

Temple explica que a lo largo de la vida había acumulado una gran cantidad de experiencias a las que ella llama “videos” que formaban su “biblioteca” de videos. Podía reproducir cada cinta tantas veces como quisiera y poco a poco aprendía como la gente se comportaba buscando aprender cómo comportarse en situaciones similares. Complementaba su experiencia leyendo constantemente. “Se trata de un proceso estrictamente lógico”, expreso.

Temple le cuenta a Sacks algunas experiencias que tuvo, como cuando en una fábrica que trabajo, a algunos de los trabajadores les molestaba que una autista liderara al grupo, les molestaba que

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ella, con su “cabeza que es como un ordenador de cientos de miles de dólares que funciona con energía solar” pudiera dirigir al equipo y ellos fuesen incapaces de hacerlo. La honesta ingenuidad y credulidad de Temple (común en los autistas) hicieron que fuese victima de todo tipo de bromas y abusos, pero a lo largo de los años, a través de la revisión constante de los “videos” (experiencias) en su “biblioteca” (memoria) ha logrado comprender algunos matices de las formas de actuar de los humanos, y ha logrado ser una exitosa empresaria, asesora independiente e ingeniera de instalaciones para animales en el mundo. Laboral y profesionalmente, ella es exitosa, pero reconoce que es incapaz de llegar a otras interacciones humanas (social, sexual), reconoce con congoja, renunciación, resolución y aceptación que “Mi vida es mi trabajo” (para ella lo profesional y lo personal están completamente fusionados). Temple reconoce que no tiene una vida social aparte de los contactos laborales, y que al leer, prefiere los textos de ciencia o tecnología antes que las novelas, pues no puede comprender las complicadas relaciones interpersonales.

A primera hora de la mañana siguiente (sábado), Temple llevo a Sacks a recorrer granjas, ranchos, corrales y plantas de producción de carne. Camino a casa de Temple, ella le conto a Sacks sobre su tesis doctoral sobre los efectos de los entornos enriquecidos o empobrecidos en el desarrollo de los cerebros de los cerdos. Temple cuenta que se encariño mucho con sus cerdos, y que cuando al final del experimento los cerdos tenían que ser ejecutados para analizar sus cerebros, los cerdos dejaron que Temple los guiara en su último paseo y que ellas los calmo, acaricio y hablo con ellos mientras los mataban. Esas muertes la afligieron enormemente: “Llore y llore”, dijo.

Luego llegaron a casa de Temple, una pequeña casa de dos pisos con una agradable decoración en el primer piso, aunque daba la impresión de que no era muy ocupada. En el segundo piso, se encontraba una gran cantidad de libros, trabajos y la máquina de escribir de Temple. Había en la pared una gran piel de vaca en la que había una inmensa colección de distintivos y chapas de identidad de los cientos de congresos a los que Temple había asistido. Temple había publicado más de cien ensayos sobre comportamiento animal, gestión de instalaciones y sobre el autismo.

Finalmente y sin timidez, Temple le enseño su dormitorio a Sacks. Era una austera habitación en la que había un cama individual y una extraña maquina al lado de ella. Temple le explico que aquella maquina era su “maquina de estrujar o abrazar”. Era un compresor industrial (de los que se utilizan para hinchar neumáticos) que ejerce una firme pero cómoda presión en el cuerpo de los hombros a las rodillas. La presión puede ser constante, variable o pulsátil, todo controlable. Sacks le pregunto el por qué quería sentir tal presión, a lo que Temple respondió que desde niña había deseado ser abrazada pero que a la vez, le tenía terror al contacto físico. Cuando la abrazaban se sentía abrumada, agobiada y aterrorizada, una mezcla de placer, paz y terror. Comenzó a soñar sobre una maquina que la pudiese abrazar cómodamente, pero que ella pudiese controlar. Años después siendo ya una adolescente, al ver una foto de una rampa de sujeción (para sujetar animales), se le ocurrió que esa podría ser su máquina mágica. Tras algunos intentos fallidos, logro finalmente construir su máquina de ensueño. Cuenta Temple que la maquina fue esencial para ella durante sus años de universidad, y que la maquina que se encontraba en su habitación provocaba tanto burlas como suspicacia, y que los psiquiatras la consideraban una “fijación” que debía psicoanalizarse y resolverse. Temple, obstinada como siempre, hizo caso omiso a las

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recomendaciones psiquiátricas, y antes de realizar su tesis doctoral, investigo sobre los efectos de la presión fuerte en los autistas, los estudiantes universitarios y los animales. Hoy en día la máquina de Temple ha sido ampliamente investigada, y su creadora se ha convertido en una de las principales diseñadoras de rampas de sujeción para ganado del mundo. Temple se introdujo en la maquina y Sacks noto como su voz, usualmente sonora y dura se volvió más suave y amable mientras estaba en la maquina. Según Temple, ella se relajaba de verdad en la maquina, y se imaginaba que el resto de las personas debía sentir lo mismo relacionándose con los demás, pero además mientras se encontraba en la maquina sus pensamientos se dirigían a otras personas – su madre y profesores-, lograba percibir el amor que ellos sentían por ella y el suyo hacia ellos, era como si se abriese una puerta a un mundo emocional que de otra forma permanecía cerrado. Según Temple, la maquina casi le permitía sentir empatía por los demás. Luego de unos veinte minutos salió, e invito a Sacks a ocupar la maquina, quien acepto. La sensación –según Sacks- era dulce y confortadora.

Luego, abandonaron la casa de Temple y se dirigieron a la granja experimental de la universidad donde Temple realiza gran parte de su trabajo de campo. Temple le conto a Sacks sobre su niñez en la granja de su padre, y que como eso, junto a la experiencia de su propio autismo la habían llevado a pensar en una esfera común de sensaciones y sentimientos entre los humanos y los animales, lo que le permitió mostrar una gran sensibilidad respecto de los animales.

Temple le cuenta a Sacks que “Si eres un pensador visual, es más fácil identificarse con animales… Si todos tus procesos de pensamiento están en el lenguaje, ¿Cómo vas a imaginar la manera de pensar de una vaca? Pero si piensas en imágenes…”. Temple siempre ha sido una poderosa visualizadora, y se quedo atónita al descubrir que su casi alucinante poder e imaginación visual no era algo universal, que había otras personas que, al parecer, tenían otra manera de pensar. De hecho, Temple cuenta que se dio cuenta de que podía dibujar cuando tenía 28 años, tras ver a un dibujante de planos llamado David. Cuenta que fue a una tienda y compro los mismos implementos que David utilizaba y cuando llego a su casa comenzó a dibujar fingiendo que ella era David. “El dibujo se hizo solo y cuando lo acabe no podía creer que lo hubiese hecho yo. No tuve que aprender a dibujar ni diseñar, fingía que era David, me apropie de él, de su manera de dibujar y de todo lo demás”. (Se ha observado en otros autistas esta habilidad de “apropiarse de alguien”, aunque de un modo mucho más lento). De acuerdo a Temple, todos los autistas eran pensadores esencialmente visuales, y que probablemente no podrían comprender como es el pensamiento no-visual y el “pensamiento a través del lenguaje”, con todas sus ambigüedades y sutilezas. Esto llevo a Sacks a pensar si la intensa capacidad de visualización no era sino una clave vital del autismo.

Cuando llegamos a la granja, había un tumulto de bramidos. Temple explico que esa mañana habían separados a los terneros de las vacas. Temple, al acercarse a un vaca, explico a Sacks como el animal se sentía triste por la separación con su cordero, como sus bramidos eran su forma de llorar. Le cuenta a Sacks que cuando estudiaba en la universidad le escribió a B.F. Skinner, el gran conductista y que finalmente lo visito. Ella llego con grandes aspiraciones (“Fue como tener una audiencia con Dios.”) pero salió sumamente decepcionada, ella no estaba de acuerdo con la teoría conductista de Skinner que simplificaba todo a reflejos condicionados y le negaba la capacidad de

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sentimientos a los animales. Temple cuenta que la influencia del conductismo en el trato hacia los animales provoco una era de excepcional crueldad con los animales, tanto en granjas como en mataderos, y que ella deseaba devolver a la ganadería la idea de que había que considerar los sentimientos de los animales. Ver la vaca y sentir sus bramidos enojo a Temple y le hizo pensar de nuevo en las inhumanidades de los mataderos, y menciono el caso de las matanzas de pollos para “McNuggetlandia” y de las técnicas de los mataderos kosher (en el judaísmo lo que puede comerse de acuerdo a sus leyes dietéticas). Luego le cuenta a Sacks que las cosas han ido mejorando en los últimos años respecto a las técnicas más “humanas” de ejecución, y que su aspiración es reformar la industria de la carne, pero no cerrarla, como quieren algunos activistas. “No me gusta nada radical, tengo una radical aversión a los radicales” dice.

Luego Sacks y Temple caminaron hacia un lugar más tranquilo de la granja, en donde una vaca se les acerco. Temple cogió un poco de heno y se lo dio en la boca a la vaca, mientras una expresión feliz y apacible se dibujo en su rostro. “Ahora me siento en casa… Cuando estoy con el ganado, no hay nada cognitivo. Se lo que siente la vaca” dijo Temple. El ganado parecía percibir esto, puesto se acercaban sin temores a ella, mientras que se alejaban de Sacks, quizás percibiendo la incomodidad del habitante urbano.

Sacks expresa lo sorprendido que quedo con Temple respecto a la enorme diferencia entre el reconocimiento inmediato por parte de Temple de los estados de ánimo y signos de los animales, y sus extraordinarias dificultades para comprender a los seres humanos. Temple no carece de sentimientos, ni tampoco hay una carencia de empatía en ella (de hecho su percepción de los estados de ánimo de los animales son tan fuertes que a veces la abruman). Temple cree que puede sentir empatía por lo que es físico o fisiológico (ej. el dolor de un animal), pero carece de empatía para los estados de ánimo y puntos de vista de la gene. Temple cuenta que cuando era más joven, apenas era capaz de interpretar las expresiones más simples de emoción; aprendió mas tarde a “decodificarlas”, sin necesidad de sentirlas. Es decir, ella puede adivinar si un humano está contento o furioso, pero a nivel de lo sensorimotor, lo concreto, lo inmediato, lo animal. Sacks le pregunta si tiene problemas para comprender a los niños (ya que según Sacks eran como un “intermedio” entre humanos y animales). Temple cuenta que siempre ha tenido enormes problemas con los niños, pues según ella, a la edad de tres o cuatro años los niños ya han avanzado demasiado por un camino del que ella, como autista, solo ha recorrido un trecho muy corto. Los niños ya comprenden a los seres humanos de una forma en que ella nunca podrá.

Según Temple, lo que ella no puede comprender, las comunicaciones sociales, tiene que ver con un conocimiento implícito de las convenciones y los códigos sociales, de los presupuestos culturales de todo tipo que se acumulan durante la vida de las “personas normales”. Ella parece carecer de esto, y para subsanar esta carencia, tiene que “computar” las intenciones y estados de ánimo de los demás, intentar convertir en algoritmo y explicito lo que para el resto de nosotros es una segunda naturaleza, algo automático. Ella misma plantea que quizás esto se deba a que nunca tuvo las experiencias sociales normales a partir de las que se construye un conocimiento social normal, y puede que de ahí también provengan sus dificultades con el lenguaje.

Cuando tenía tres años, Temple fue enviada a una escuela especial para niños perturbados y discapacitados, y se sugirió intentar una terapia del habla. De algún modo, el terapeuta logro

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hacer conexión con Temple, según sus palabras “la rescataron del abismo”, y con lentitud logro aprender a hablar. Junto con esto sus impulsos violentos y su sistema sensorial se estabilizaron lentamente. Aunque hubo periodos de recaída y regresión, a los seis años estaba claro que Temple seria una “autista de alto rendimiento”. Con el acceso al lenguaje, la terrible triada de carencias –social, comunicativa e imaginativa- cedió poco a poco. Comenzó a tener contacto con seres humanos, especialmente con 2 profesores que eran capaces de apreciar su inteligencia y podían tolerar su patología (que entonces hablara y preguntara sin parar, y sus “fijaciones” [yo lo entendí como un fuerte interés]). Igualmente importante fue el surgimiento de su faceta creativa, pues comenzó a pintar, modelar con cartón y hacer esculturas, así como también encontró maneras únicas y creativas de ser traviesa. A los ocho años, Temple comenzaba a llegar al juego de fingir que los niños normales alcanzan al empezar a andar, pero que los autistas de bajo rendimiento nunca alcanzan. Junto al apoyo de sus padres y profesores, y tras un lento desarrollo, Temple aprendió a arreglárselas por si misma al llegar a la adultez.

Temple cuenta como había anhelado tener amigos en la escuela, pero había algo en su forma de actuar y hablar que parecía alejar a los demás, sin que ella pudiese entender el por que. Sus compañeros admiraban su inteligencia, pero a la vez nunca la aceptaron como parte del grupo. Temple cuenta como observaba los rápidos intercambios de significados (comunicación) entre sus compañeros, intercambios a una velocidad que ella no podía comprender, que hasta a veces le hacían pensar si sus compañero tenían poderes telepáticos. Ella ahora es consciente de la existencia de esas señales sociales, puede inferirlas, pero no puede percibirlas por ella misma, no puede participar en esa “mágica comunicación” ni concebir los cambiantes estados de ánimo de las personas. Consciente de sus carencias, hace un enorme esfuerzo intelectual para abordar los asuntos que otros comprenden con impensable facilidad. Por eso, a menudo se siente excluida.

Cuando tenía 15 años, ocurrió un suceso crucial, un profesor de ciencias noto su interés en las rampas de sujeción y le sugirió a Temple que construyera la suya propia. El la guio en la construcción, le enseño sobre los animales e inculco en ella un interés general por la biología y la ciencia. Temple, que a menudo tenía problemas para comprender el lenguaje social del día a día, encontró que el lenguaje técnico de la ciencia y la tecnología le eran mucho más claros, mucho mas explícitos, mucho menos dependientes de suposiciones no expresadas.

Luego llego la adolescencia, en donde Temple se enfrento al hecho de que ella jamás podría llevar una “vida normal”, ni disfrutar del amor, las amistades, el recreo y la vida social. Enfrentar esto, en esa etapa de la vida para una joven autista puede desencadenar depresión o incluso intentos de suicidio. Temple se enfrento a esta realidad en parte con renunciación y dedicación: seria célibe y haría de la ciencia toda su vida. La adolescencia y las turbulencias emocionales que esta conlleva también provocaron en ella desequilibrios emocionales, mentales y físicos que solo acabaron una vez que completo la universidad. En ese momento empezó a tomar pequeñas dosis de Imipramina, un antidepresivo. En uno de sus libros, Temple relata que si bien ha dejado de buscar frenéticamente el significado de la vida, y ya no tiene fijaciones obsesivas, también con esto a sobrevenido una disminución de su “ardor” (pasión por sus intereses). Si bien le va mejor en su carrera profesional, en los negocios y en la vida social, además de que ha disminuido el estrés y los problemas relacionados con este, Temple admite que si se le hubiese recetado esta droga cuando

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estaba en la universidad, quizás nunca hubiese logrado lo que logro, pues eran los “nervios” y las fijaciones los que la motivaban, aun cuando provocaban estragos en su bienestar físico. Si bien esta consciente de que el estar calmada disminuye sus fijaciones creativas, ella está de acuerdo en pagar el precio, aunque a veces extraña las emociones y los frenesís de antaño.

Otro aspecto de Temple ha sido el constante desarrollo de talentos y de sus habilidades sociales. Hace 10 años, Temple había comenzado a dar charlas en las que rara vez miraba al público, pero ahora, que pasa el 90 por ciento de su tiempo dando conferencias por el mundo, su estilo de presentación ha mejorado bastante, se ha hecho más fluido, tiene más contacto visual y no tiene problemas en improvisar u ocasionalmente añadir frases humorísticas. Inclusive en su vida personal, Temple había logrado desarrollarse hasta el punto en que era capaz de disfrutar pasando el rato con un par de amigos, algo en extremo raro para los autistas.

Luego de 2 horas, fueron a almorzar. Sacks noto como Temple parecía disfrutar el hecho de no tener que hablar, y que su faceta de “normal”, aunque espléndidamente desarrollada, empezaba a dejar ver a la autista que era interiormente. Conversando Temple menciono a “Data”, su personaje favorito de la serie de Star Trek, un androide a quien, a pesar de su falta de emoción, el ser humano despierta una gran curiosidad y cierta melancolía. Data observa el comportamiento humano, a veces lo encarna, pero anhela sobre todo, ser humana.

Sacks habla de la familia B., una familia de autistas que disfrutaba de crear mundos ficticios en familia, con sus leyes y geografías propias. Los B. reconocen que ellos han aprendido a actuar normal, que se han aprendido las reglas, pero que es solo imitación y que no hay comprensión de las convenciones sociales. También sostienen que algunos autistas llegan a verse a si mismos, medio en broma, como de otra especia, y que el autismo debería verse no solo como una patología, sino que también como una identidad distinta, una forma de ser, y que los autistas deben estar conscientes y orgullosos de tal identidad.

Temple sostiene opiniones parecidas a las de la familia B. Ella está consciente de lo que se está perdiendo en esta vida, pero esta igualmente consciente de sus potenciales y habilidades, como su concentración, su intensidad de pensamiento, su decisión, su tenacidad, su franqueza y su incapacidad para fingir. Tanto ella como Sacks llegaron a creer que los aspectos positivos iban a la par con los negativos (que se compensan), pero aun así Temple (y presumiblemente la mayoría de los autistas de alto rendimiento) siente el deseo de estar en comunión con los demás, de no sentirse excluida, ajena o distinta.

Luego de almorzar, tomaron un avión y Temple llevo a Sacks a un matadero que ella había diseñado. Los mataderos están cerrados al público, pero Temple aun tenía su bata y chapa de identificación, el problema era como infiltrar a Sacks en el complejo. Temple ya había resuelto el problema: le prestó a Sacks un casco amarillo que hacia juego con su ropa y le dijo que “Parecía un ingeniero sanitario. Ahora todo lo que tiene que hacer es comportarse como si lo fuera, pensar como si lo fuera”. Esto asombro a Sacks, ya que se creía que los autistas eran incapaces de practicar juegos de fingir.

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Entraron sin problemas al complejo, en donde Temple saludo con seguridad a los guardias y llevo a Sacks a ver las instalaciones. Temple le enseño el sendero que recorre el ganado en su último viaje, al que Temple llamaba “escalera al cielo”. Una vez mas Sacks quedo sorprendido, pues se dice que los autistas tienen problemas con las metáforas y que jamás utilizan la ironía.

Temple cuenta que cuando era una niña, oyó a un pastor hablar sobre una escalera al cielo. Para Temple, al igual que para muchos otros autistas, todo es literal, por lo que Temple volvió a su casa y comenzó a abrir todas las puertas buscando su puerta al cielo. Finalmente la encontró, era una pequeña puerta que abría al tejado. Temple recuerda la enorme sensación de alivio, amor y felicidad que experimento en ese momento. Había encontrado la puerta al cielo.

Temple le explico a Sacks que había diseñado la rampa de manera que el animal no tuviese motivos para estar nervioso, y a la vez aprovechar la tendencia natural de la vaca para andar en círculos (pues la rampa en partes era curva). Luego a través de una cinta transportadora de sujeción de doble riel (innovación de Temple), los animales eran llevados al lugar donde eran ejecutados por una saeta disparada por aire comprimido que los mataba instantáneamente. Sacks, un poco repugnado por el tema, le pregunto a Temple sobre que sentía al trabajar en el lugar. Temple había investigado sobre el tema y escrito un ensayo. Según ella algunos trabajadores se desensibilizaban y realizaban su labor sin pensar, como si etiquetaran cajas. Otros parecían disfrutar el matar y torturar animales a propósito. Al hablar de esta actitud, Temple hizo una analogía con la forma en que eran tratados los animales y las personas discapacitadas. Esto provoco una furia apasionada en Temple, quien siente un apasionado interés en reformar el trato que se les da a los discapacitados, al igual que quiere reformar el trato que la industria de la carne le da a los animales. Según Temple, el único planteamiento adecuado a la hora de matar animales, el único que muestra respeto por el animal, es el sacrificio ritual o sagrado.

Para felicidad de Sacks abandonaron el matadero. En el camino de vuelta a casa, Temple le cuenta Sacks que ella cree que nadie debería matar animales nunca, y que el personal debería ser rotatorio, de manera que no estuviese constantemente dedicado a matar, conducir o desangrar animales.

Su comprensión de la psicología y comportamiento animal le permiten trabajar en otros lugares mas agradables, trabajos muy importantes para Temple, como cuando es buscada por los esquiladores de ovejas de Nueva Zelanda. Sacks se pregunta si a Temple le gustaría pasar un tiempo en la sabana africana, pero ella dice que logra comprender profundamente solo a los animales de granja, y que a los primates solo logra comprender intelectualmente sus intenciones.

Temple recuerda como una vez, un jefe de planta que aunque incomodo ante su presencia, quedo fascinado con como ella separaba a los animales excitados, por lo que las espiaba a través de un agujero en el techo mientras Temple trabajaba.

Sacks menciona que le llamo mucho la atención la viveza y detalle con los que Temple evocaba en su mente este recuerdo, que parecía repetirse con inmutable consistencia de detalles y hechos. La cualidad de su memoria era prodigiosa en calidad, pero patológica en fijación, más parecido a un archivo de ordenador que a otra cosa.

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La misma Temple hace analogías informáticas a su forma de pensar. Según ella, cuando recuerda sus “videos”, debe reproducir todo el evento de principio a fin, sin poder avanzar más rápido ni más lento.

Temple plantea que ella diseña en su mente las instalaciones más complicadas, visualizando cada componente del sistema, yuxtaponiéndolos de distintas maneras, observándolos desde distintos ángulos, de cerca y de lejos. Luego realiza simulaciones mentales, imaginando toda la planta en funcionamiento, en donde detecta todas las posible fallas, localiza el problema, lo modifica y repite el procedimiento de simulación hasta que la instalación funciona sin problemas. Solo entonces, lo pasa al papel, pero en este punto ya no necesita poner atención, fácilmente puede hacerlo mientras observa televisión. “Es como si pusiese en marcha el ordenador en mi cabeza…” dice ella.

Aunque este tipo de pensamiento la ayuda enormemente en su trabajo, no es tan ventajoso cuando tiene que ponen practica otros tipos de pensamiento: como el simbólico, conceptual o abstracto. Temple plantea que ella no logro comprender la oración “Padre Nuestro” sino hasta que se lo logro imaginar visualmente.

Temple cuento como incluso de niña sacaba la máxima puntuación en los test visuales y espaciales, pero lo hacía bastante mal en las partes abstractas y secuenciales. (Esta extrema dispersión, es decir, puntajes muy buenos y muy malos en un test, es común en los autistas).

Temple señalo correctamente que el pensamiento visual no es anormal en sí mismo y que conoce a varios ingenieros y arquitectos que lo poseen sin ser autistas. De hecho, Temple plantea que a menudo se lleva bien con estas personas, especialmente con su amigo Tom, quien también es al igual que ella, un visualizador poderoso y creativo, una persona heterodoxa, traviesa y a quien le gusta jugar bromas. Según ella, ambos son infantiles, pero de forma creativa, son como niños pequeños jugando con cemento en vez de barro, según ella, “están en la misma longitud de onda”. Al escucharla hablar tan apasionadamente de Tom, Sacks le pregunto si lo amaba o si había pensado en casarse o tener relaciones sexuales con el. Temple le dijo que no, ella era célibe y que jamás había salido con nadie, pues esas interacciones eran demasiado desconcertantes y complejas para poder afrontarlas. No lograba entender las motivaciones de las personas, ni sus pretensiones, presuposiciones o intenciones. Aunque reconoció que los autistas tenían impulsos y deseos sexuales, rara vez lograban salir con alguien o tener relaciones. Pero el problema que inquietaba a Temple era el de enamorarse. Temple reconoció que nunca se había enamorado y que no sabía lo que era enamorarse perdidamente. Para ella enamorarse consistía en preocuparse por alguien, que tenía que ver con la amabilidad. Según Temple, cuando comenzó a interesarse por el ganado, se pregunto si eso era amor, ya no era algo intelectual. Aunque el amor le provoca cierta melancolía, lo cierto es que es incapaz de imaginar lo que sería sentir pasión por otra persona.

La capacidad de “desvanecerse” o de experimentar una reacción emocional apasionada se extiende a otras áreas de su vida. Por ejemplo, la música. Aunque ella tiene oído perfecto (bastante común entre los autistas) y una gran memoria musical, la música no la emociona, solo la

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encuentra bonita. Similar pobreza de respuesta emocional se presenta frente a las escenas estéticas visuales, puedes describirlas, pero no la emocionan.

Para Temple, la explicación es que “El circuito de emoción no está conectado… ese es el fallo”. Por la misma razón dice no tener inconsciente, no reprime los recuerdos y los pensamientos como la gente normal, en sus palabras, “En mi memoria no hay archivos que estén reprimidos”. Según ella, en su caso, la amígdala que cierra los archivos del hipocampo no genera suficiente emoción para cerrarlos. Aunque inicialmente Sacks no compartía esta visión, el recordó de un paciente suyo en que una lesión de los lóbulos frontales del cerebro había liberado algunos recuerdos más profundamente reprimidos -un asesinato que había cometido- y esto le provoco una conciencia afligida por el terror. Otro ejemplo es el de un paciente de Sacks que tras sufrir una lesión en el lóbulo frontal producida por una hemorragia, había perdido la pasión por la ciencia, leía los artículos, pero el sentimiento de asombro e interés ya no estaba ahí.

Una persona autista puede tener emociones violentas, fijaciones y fascinaciones de enorme carga emocional o, como Temple, una ternura y preocupación casi arrolladora en relación a ciertas cosas. En el autismo no es el afecto en general lo defectuoso, sino el afecto en relación con experiencias humanas complejas, predominantemente las sociales, pero también las relacionadas con esta: como la estética, la poética, la simbólica, etc.

Temple, que ve sus pensamientos como imágenes concretas y visuales, y a su proceso de pensar y recordar como análogo al de un computador, cree que las partes visuales de su cerebro y las que se dedican a procesar una gran cantidad de datos simultáneamente están muy desarrolladas, y que las partes verbales y las que rigen los procesos secuenciales están subdesarrolladas. Temple atribuye eso a un defecto del cerebelo (que en su caso está por debajo del tamaño normal), pero la opinión científica está dividida en este punto.

Temple sospecha que su padre, quien era distante, pedante y socialmente inepto tenía el síndrome de Asperger, y que ese factor genético pudo haberla afectado a ella. Aunque sostiene que el ambiente de los primeros años es fundamental para el desarrollo psíquico, no cree que el comportamiento de los padres sea responsable del autismo. De hecho ella cree que es el propio autismo el que dificulta el contacto entre padres e hijos, de modo que el abanico de experiencias sociales y sensoriales (como la presión corporal) queda muy empobrecido. Temple cree que se ha puesto demasiado énfasis en los aspectos negativos del autismo que si bien existen y afectan las vidas de quienes los padecen, conllevan aspectos y habilidades positivas, que podrían ser socialmente valiosos siempre y cuando se les permita ser ellos mismos.

Temple se inclina por una visión modular del cerebro, que este tiene una multiplicidad de facultades computacionales autónomas, de manera parecida a lo que Howard Gardner propone con su teoría de las múltiples inteligencias.

Temple, teorizadora en el aspecto de querer encontrar una explicación general del autismo, y práctica en el aspecto de reconocer la variedad de fenómenos y a la imprevisibilidad de su propio trastorno, se siente fascinada por los aspectos cognitivos y existenciales del autismo y su posible base biológica.

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Ella misma reconoce las variaciones diarias que sufre su sistema sensorial, que en su opinión no pueden ser explicadas por una teoría de la inteligencia, como tampoco el hecho de que ella ya fuese asocial a la edad de seis meses, cuando se ponía rígida en los brazos de su madre. Aun asi, ha estudiado con gran interés a los teóricos de la inteligencia, que ven el autismo ante todo como un trastorno del afecto y de la empatía, o como Gardner, desde un punto de vista de múltiples inteligencias. Temple ha estudiado en profundidad todo tipo de investigaciones respecto al autismo, y la conclusión a la que ha llegado es que aun se sabe muy poco y no hay nada concluyente. “Pero ella se aferra a su idea de que los circuitos emocionales del cerebro son defectuosos e imagina que estos sirven para enlazar las partes filogenéticamente primitivas, emocionales, del cerebro –la amígdala y el sistema límbico- con las de evolución más reciente, las partes específicamente humanas de la corteza pre frontal.” Según ellas, tales circuitos podrían ser los necesarios para formar una conciencia superior, un concepto explicito del yo, de la propia mente y de los demás, precisamente lo que es deficitario en el autismo.

Temple reconoció que si pudiese chasquear los dedos y dejar de ser autista, no lo haría, pues entonces no sería ella. “El autismo es parte de quien soy”, plantea.

El domingo por la mañana, Temple recogió del hotel a Sacks a las ocho de la mañana y trajo algunos escritos para que Sacks los viera. Sacks tuvo la sensación de que Temple trabajaba sin parar, y de hecho, había programado sus 2 días con él cómo trabajo. Parecía no tener ocio, diversiones. Para ella, las 48 horas que pasaba con Sacks tenían un propósito específico, que se realizara un estudio de ella en profundidad. Temple comprendió que Sacks debía observarla en todos los contextos y situaciones posibles, por eso le había enseñado su habitación. (Temple solía invitar a gente a su casa, pero nunca había dejado a nadie entrar en su cuarto). Aunque normalmente Temple nunca iba a las hermosas cumbres del Parque Nacional de Montañas Rocosas, pues no tenía ni tiempo ni ningún impulso que la hicieran pensar en ocio o diversión, se le ocurrió que Sacks podría disfrutarlas, y que eso también le permitiría observarla en otro contexto.

Pasada las nueve de la mañana se pusieron en rumbo. Sacks cuenta lo espectacular del paisaje, y como a cada paso sacaba los binoculares y lanzaba exclamaciones sobre la belleza del lugar. Llegaron a una inmensa meseta montañosa, de vistas ilimitadas en todas direcciones. Sacks le pregunto a Temple si no pensaba en que era sublime el paisaje, a lo que Temple contesto que eran bonitas, pero que no sabía que era sublime, palabras asi la desconcertaban. Temple había buscado en el diccionario la definición de palabras como “sublime”, “misterioso”, “numinoso” o “admiración”, solo para encontrar que se definían unas a otras. Temple repitió que las montañas eran bonitas, pero que ella era incapaz de disfrutar de lo que Sacks parecía disfrutar. A lo largo del recorrido, Temple reacciono de la misma manera, con cierta tristeza, melancolía o patetismo, reflejado en frases como: “Usted mira el arroyo… y veo que eso le da gran placer. A mí eso se me niega”. Temple observo que a menudo su padre expresaba sentimientos parecidos.

Sacks recordó que el viernes que había pasado con Temple, al caminar durante la noche, ella había observado las estrellas y había deseado poder experimentar ese sentimiento “numinoso” que debería experimentar, pero no podía. Solo podía entender la grandiosidad del universo de manera intelectual. También se había preguntado ¿Quiénes somos? ¿Es la muerte el final? Estas profundas

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preguntas dejaron dudando a Sacks si eran solo palabras, conceptos mentales cognitivos o intelectuales, o si de verdad se correspondían con algún sentimiento real, alguna pasión.

Volvieron a emprender el camino y llegaron al lago Grand Lake cerca del parque. Sacks sentía muchas ganas de nadar, y al ver una enorme e incitante superficie plana de agua, corrió hacia ella para darse una zambullida, pero justo antes de que pudiese hacerlo Temple grito “¡Pare!”. Luego logre observar que ese tranquilo lago a unos metros aumentaba aterradoramente de velocidad antes de car hacia una presa hidroeléctrica. Lo más probable es que el agua lo hubiese arrastrado y Sacks hubiese muerto. Posteriormente, Temple le conto a una amiga que le había salvado la vida a Sacks.

Durante el camino de vuelta a casa, conversaron sobre compositores, poetas, científicos y filósofos autistas. Algunos pensadores creen que al carecer de subjetividad e interioridad, la creatividad artística de primer orden esta fuera del alcance de los autistas. Otros piensan que los autistas tipo Asperger pueden alcanzar una creatividad de primer orden, y se pregunta si algunos notables artistas y pensadores – como Ludwig Wittgenstein- no pudieron haber sido autistas. A muchos autistas les gusta considerar a Einstein como uno de ellos.

Temple hablo de cómo a veces le gustaba ser traviesa o picara, como cuando introdujo a Sacks de incognito al matadero, y que le gustaba cometer pequeñas infracciones de vez en cuando. Todo este espíritu de travesura carecía de toda maldad, y Temple revelo que ella temía el castigo divino si realizaba algo malo. Esto sorprendió a Sacks quien nunca había pensado en cómo alguien autista, con una visión totalmente científica y causal del universo y un deficiente sentido de la mediación o intención, pudiese formular asuntos como la justicia o voluntad divina.

Temple es una persona muy moral, con una apasionada noción del bien y el mal, denotada –por ejemplo- en relación al trato con los animales, y la ley para ella no es solo terrenal, sino algo más profundo, divino o cósmico, cuya violación puede ocasionar alteraciones en el curso de la naturaleza.

Conduciendo, Temple le revelo a Sacks que aunque había sido criada en la fe episcopaliana, desde niña había abandonado esa noción de Dios por una mas científica, no como una deidad como Buda o Jesús, sino como una fuerza ordenadora, algo como “orden a partir del caos”. Temple dijo que le gustaba pensar que aunque no haya vida después de la muerte, en el universo queda cierta huella genética… “Casi todo el mundo transmite sus genes. Yo puedo transmitir mis pensamientos lo que escribo… Eso es algo que me preocupa mucho”. Temple, que estaba conduciendo, de repente rompió en llanto. “He leído que la inmortalidad reside en las bibliotecas… No quiero que mis pensamientos mueran conmigo… Quiero haber hecho algo… No me interesa el poder ni amasar montones de dinero. Quiero dejar algo a la posteridad. Quiero realizar una contribución positiva, saber que mi vida ha tenido un sentido. En este mismo momento, estoy hablando de cosas que son la esencia de mi existencia”, dijo Temple, mientras Sacks quedaba perplejo.

Al salir del coche para despedirse, Sacks le dijo: “Voy a darle un abrazo. Espero que no le importe. La abrace y (creo) ella correspondió a mi abrazo.”

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