gerardo reichel-dolmatoff: antropólogo de colombia
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Gerardo Reichel-Dolmatoff: antropólogo de Colombia. Bibliografía de
Gerardo Reichel-Dolmatoff 1912-1994
Gerardo Ardila; Claudia Platarrueda
Contenido
Gerardo Reichel- Dolmatoff : antropólogo de Colombia ................................................................... 3
CRONOLOGÍA .................................................................................................................................. 6
INTRODUCCIÓN ............................................................................................................................ 10
GERARDO REICHEL-DOLMATOFF Y LA HISTORIA DE LAS CIENCIAS SOCIALES EN
COLOMBIA ..................................................................................................................................... 12
SUS DIBUJOS .................................................................................................................................. 21
SU OBRA.......................................................................................................................................... 24
SU VIDA ........................................................................................................................................... 28
SUS LIBROS .................................................................................................................................... 37
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Gerardo Reichel- Dolmatoff : antropólogo de Colombia
Gerardo Reichel-Dolmatoff en 1985. FOTO DE INÉS REICHEL
No encontré al "Buen salvaje" ni tampoco al así llamado "primitivo". No encontré aquel
indio degenerado y embrutecido, ni mucho menos aquel ser inferior por entonces descrito
generalmente por gobernantes, políticos y literatos. Lo que sí encontré fue un mundo de una
filosofía tan coherente, de una moral tan elevada, una organización social y política de gran
complejidad, con un manejo acertado del medio ambiente con base en conocimientos bien
fundados.
GERARDO REICHEL-DOLMATOFF, 1987
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Emberá, Costa Pacifica, río Catrú, 1960. Adornado con sus mejores joyas y pintado
de azul, viaja por el río en busca de novia. FOTO DE GERARDO REICHEL-
DOLMATOFF.
Mi deuda con Colombia es grande pues, fuera de haberme dado un hogar, me ha abierto el
inmenso mundo de su pasado y presente indígena, un cosmos tan rico y tan apasionante
como difícilmente lo hubiera encontrado en otra parte. Al haber hecho
conocer, dentro y fuera del país, este mundo aborigen, he tratado de retribuir aunque fuese
una mínima parte de lo mucho que debo a Colombia.
GERARDO REICHEL-DOLMATOFF-, 1987
A aquellos de mis lectores que poco conocen de antropología y de la población aborigen
del país, quisiera decirles lo siguiente: lo que los indios colombianos nos pueden enseñar no
son grandes obras de arte arquitectónico escultural o poético, sino son sistemas filosóficos,
conceptos que tratan de la relación entre el hombre y la naturaleza, conceptos sobre la
necesidad de la convivencia sosegada, la conducta discreta, la opción por el equilibrio.
GERARDO REICHEL-DOLMATOFF, 1988
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Gerardo Reichel-Dolmatoff durante las investigaciones arqueológicas en Tenerife, en
1949. FOTO DE ALICIA DUSSAN
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CRONOLOGÍA
1912
Nace en Salzburgo, Austria, entonces imperio Austro-Húngaro.
1923-39
Estudia en el gimnasio del monasterio benedictino de Kremsmünster, en Austria, luego
asiste a la Akademie der Bildenden Künste,en Munich, Alemania, donde se diploma en
1936. Por último, es estudiante en la École du Louvre y la Faculté des Lettres de la
Sorbona, en la Universidad de Paris.
1937-38
Forma parte en París del “comité de acogida” a los españoles exiliados; así surge su
relación con Pío Baroja, a quien sirve de acompañante por un largo período.
1939
En el mes de octubre llega a Colombia como invitado del presidente Eduardo Santos.
1940
Se desempeña como ilustrador de libros, revistas e informes científicos.
1941
Se inicia como investigador del Instituto Etnológico Nacional de Colombia.
1942
Recibe la nacionalidad colombiana.
1943
El 13 de marzo contrae matrimonio con la antropóloga Alicia Dussan, en Bogotá. El
padrino de la boda es Paul Rivet.
1945-52
Nacen sus cuatro hijos: René, Inés, Elizabeth y Helena.
1946-50
Su familia se traslada a vivir a Santa Marta. Junto con su esposa, fundan el Instituto
Etnológico del Magdalena y el museo etnológico anexo, e inician un gigantesco plan de
investigaciones en arqueología, etnohistoria, etnografía, etnología, lingüística y
antropología aplicada, en toda el área del antiguo departamento del Magdalena (Magdalena,
Cesar, Guajira). Varios de los estudios de este período se convierten en modelos
metodológicos sin precedentes para la época.
1951-53
La familia regresa a vivir a Chía, cerca de Bogotá. Durante estos años realizan la
investigación de una comunidad campesina de la Sierra Nevada de Santa Marta, Este
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trabajo, conocido como “La gente de Aritama’ sigue considerándose uno de los estudios
más completos sobre comunidades campesinas en América Latina.
1954
La familia se desplaza a vivir a Cartagena, desde donde investigan la arqueología,
etnografía y etnología de la región comprendida entre la margen izquierda del río
Magdalena y el Golfo de Urabá.
1957
Como profesor de a Universidad de Cartagena instaura la primera cátedra de Antropología
médica en América Latina y, junto con su esposa, realizan el primer estudio antropológico
de un barrio marginal.
1958
Participa en Costa Rica en la formación del grupo de investigadores que planean el estudio
del período formativo en toda América.
1958
Recibe el doctorado Honoris Causa de la Universidad del Atlántico, en Barranquilla,
Colombia.
1960-63
Junto con su esposa desarrollan el gigantesco plan de investigaciones etnográficas y
arqueológicas de la costa Pacífica.
1962
Por solicitud de Tito de Zubiría se desempeña como profesor de antropología en la
Universidad de Los Andes de Bogotá.
1963-66
Junto con su esposa, fundan el primer Departamento de Antropología en Colombia en la
Universidad de los Andes, en Bogotá, el cual alcanza muy pronto gran prestigio
internacional. Al mismo tiempo, terminan su proyecto en la Costa Pacífica e inician
investigaciones arqueológicas en Puerto Hormiga y San Agustín, las cuales tuvieron gran
impacto internacional.
1966-67
Recibe la Ordre Nationale du Mérite, de la Presidencia de la República Francesa, en el
grado de Gran Caballero (entregada por el General De Gaulle), y la Ordre des Palmes
Académiques, del Ministerio de Educación de Francia, en el grado de Oficial.
1966-69
Realiza la primera fase de sus investigaciones en el Vaupés.
1968
Publica la primera edición de Desana: simbolisrno de los indios Tukano del Vaupés, cuyo
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método y propuestas novedosas lo consagran como uno de los más importantes etnólogos
del mundo. En el mismo año renuncia a su cargo en la Universidad de los Andes de Bogotá,
lo cual constituye un hecho muy importante en su vida.
1971
Se convierte en profesor adjunto de la Universidad de California, en los Ángeles, donde
planea un importante proyecto académico con Johannes Wilbert.
1973
Recibe la Gran Orden al Mérito de la Presidencia de la República de Austria, en el grado de
Oficial.
1973
Publica versiones en francés y japonés del libro Desana y un artículo que tuvo mucha
influencia en la arqueología y antropología americanas: The Agricultural Basis of the Sub-
Andean Chiefdoms of Colombia.
1973
Recibe el premio Caldas de Ciencias, del Fondo Colombiano de Investigaciones
Científicas.
1975
Recibe la Medalla Thomas Henry Huxley, del Royal Anthropological Institute de
Inglaterra. Esta es una de las máximas distinciones académicas de la antropología mundial.
Su lectura para la recepción de esta medalla, titulada Cosmology as Ecological Analysis, la
cual se publicó en la revista Man, le otorgó mayor renombre internacional.
1975
Publica The Shaman and the Jaguar en los Estados Unidos.
1976-77
Regresa a la Sierra Nevada de Santa Marta para una segunda fase de investigaciones
etnográficas y etnológicas.
1983
Es miembro fundador de la Academia de Ciencias del Tercer Mundo - TWAS en Trieste.
1987
Recibe la Ordre des Arts et des Lettres del Ministerio de la Cultura de Francia, en el grado
de Gran Oficial.
1987
Recibe el doctorado Honoris Causa de la Universidad Nacional de Colombia.
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1988
Es invitado como conferencista central para inaugurar el Primer Congreso Mundial de
Etnobiología, organizado por el Museo Emilio Goeldi, en Belém do Pará, Brasil.
1990
Recibe la Gran Cruz al Mérito del Ministerio de Ciencias e investigación de Austria.
1990
Recibe el doctorado Honoris Causa de la Universidad de los Andes de Bogotá.
1991
Recibe en Bogotá el Premio Nacional al Mérito Científico, entregado por la Asociación
Colombiana para el Avance de la Ciencia y Granahorrar.
1994
Muere en Bogotá. Sus restos finalmente reposan cerca de Medellín, en una capilla
benedictina construida en una importante área arqueológica de Antioquia.
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INTRODUCCIÓN
Con indios Yuko, en ceremonia de entierro secundario, acompañado de Alicia Dussan, San Jenaro,
1944. FOTO DE LUÍS MAGIN
Para el Museo del Oro es motivo de gran complacencia presentar la exposición y el
catálogo Gerardo Reichel Dolmatoff Antropólogo de Colombia 1912-1994. Varios aspectos
otorgan a esta muestra una importancia singular. En primer lugar, la inmensidad del
territorio virgen que era Colombia en 1940 para estudios etnológicos y arqueológicos fue
para el Profesor Reichel y para su esposa y compañera infatigable, Alicia Dussán, el punto
de partida de una vida común dedicada a la investigación científica. Desde las llanuras del
Caribe y la Sierra Nevada de Santa Marta hasta las húmedas selvas del Vaupés y del
Chocó, recorrieron a Colombia sorteando dificultades de todo tipo para registrar, analizar y
publicar los resultados de sus valiosísimos y profundos estudios sobre las sociedades
indígenas vivas y la reconstrucción histórica de milenarias sociedades prehispánicas. No
sólo los diarios de campo, informes y publicaciones han sido medios de registro de la
investigación. Las imágenes logradas por Gerardo Reichel-Dolmatoff que forman parte de
esta exposición son un legado invaluable del mundo indígena colombiano.
En segundo lugar, por primera vez el público colombiano tiene acceso a fotografías que
registran al antropólogo, al hombre que con profundo respeto desentrañó el pensamiento, la
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cosmogonía, y el equilibrio en la relación entre las sociedades indígenas y la naturaleza y
también al arqueólogo que con una paciencia y una tenacidad sin igual estableció un primer
panorama global de la arqueología colombiana.
Una especial significación tiene para el Museo del Oro divulgar entre medios no
académicos la vida y obra de quien realizó el primer estudio interpretativo sobre su
colección de orfebrería, publicado en 1988 bajo el título Orfebrería y Chamanismo, trabajo
pionero en este campo que ha abierto a investigadores y estudiosos nuevos caminos de
investigación.
Esta exposición ha sido posible gracias a la iniciativa e impulso del arqueólogo Gerardo
Ardila, curador de la muestra, del Departamento de Antropología de la Universidad
Nacional, y la colaboración de Smurfit Cartón de Colombia. Un especial reconocimiento a
doña Alicia Dussan de Reichel por facilitar las imágenes inéditas del gran antropólogo y
arqueólogo quien dedicó su vida al conocimiento, valoración y legitimación en Colombia y
en el exterior de la riqueza del mundo indígena colombiano del pasado y del presente.
CLARA ISABEL BOTERO
DIRECTORA MUSEO DEL ORO
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GERARDO REICHEL-DOLMATOFF Y LA HISTORIA DE LAS
CIENCIAS SOCIALES EN COLOMBIA
Sierra Nevada de Santa Marta.
Gerardo Reichel Dolmatoff ha sido el más brillante y prestigioso antropólogo de
Colombia. Su obra, su vida y su pensamiento constituyen un modelo de los ideales clásicos
de la antropología. Gerardo Reichel—Dolmatoff concebía la antropología como la
disciplina que permite conocer a los seres humanos desde la esencia de sus actos
(etnología) y sus significados (lingüística), vistos en largas series de tiempo (arqueología).
Como antropólogo, Reichel— Dolmatoff entendía a los humanos como el producto de
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biología y cultura en una misma unidad. Como seres biológicos somos idénticos puesto que
poseemos los mismos órganos, los cuales funcionan de la misma forma para todos. Como
seres culturales somos diversos, puesto que hemos debido desarrollar visiones diferentes
del mundo en que vivimos, las cuales nos aseguran la supervivencia y nos garantizan el
porvenir. Su explicación acerca de “los fosfenos” (esas imágenes que podemos observar
cuando recibimos un estímulo eléctrico o un golpe — “vemos estrellitas”—, las cuales son
inducidas por los chamanes indígenas mediante el consumo de sustancias psicotrópicas
cuidadosamente seleccionadas y preparadas) ilustra muy bien este punto. La gama de
“fosfenos” que podemos observar es limitada por nuestras condiciones biológicas (sólo
podemos ver unas cuantas imágenes), pero su combinación (la inmensa variabilidad de las
representaciones simbólicas) es ilimitada gracias a la cultura.
Gerardo Reichel—Dolmatoff nació en Salzburgo, Austria, en 1914. Su infancia y juventud
las pasó estudiando en Austria, Alemania y Francia, logrando una sólida formación
humanística, en la que siempre reconoció la influencia de los benedictinos. En 1937 se
vinculó al Museo del Hombre, en París, donde formó parte del “comité de acogida” a los
españoles exiliados. Allí le correspondió acompañar a un “viejito de boina y mal genio”, de
quien terminó siendo amigo. Era Pío Baroja, el más impetuoso escritor español de la
Generación del 98, de cuya importancia Reichel—Dolmatoff vino a saber apenas cuando se
encontraba en Colombia. En octubre de 1939 llegó a este país como invitado del presidente
Eduardo Santos, siendo ministro de educación Jorge Eliécer Gaitán. En Bogotá, por ese
entonces, apenas se estaban estrenando los taxis con motor a gasolina y la ciudad no era
mucho más que una pequeña aldea. Reichel-Dolmatoff se convirtió en ilustrador de algunas
revistas, de informes científicos preparados por las compañías petroleras y de algunos
libros de poemas. Su profundo conocimiento del arte europeo, su admiración de entonces
por André Bretón, y sus tendencias artísticas, lo pusieron en contacto con un grupo de
intelectuales que se reunía en la Galería de Arte, abierta en 1940 por Juan Friede e Ignacio
Gómez Jaramillo, donde exponían varios artistas, entre ellos Ramón Barba, Gonzalo Ariza,
Luís B. Ramos, Sergio Trujillo Magnenat y Carlos Rojas. Allí, Reichel—Dolmatoff expuso
algunas de sus plumillas, entre otras La Vieja, e inició una buena amistad con César Uribe
Piedrahita. Pero tal vez lo más importante de su vínculo ocasional con la galería fue su
contacto con Friede y con el ambiente creado en el arte bogotano de entonces por el grupo
de Los Bachués, quienes hacía unos años habían publicado manifiestos muy sugerentes:
Somos un puñado de corazones mozos prestos a la lucha por el pretérito... Queremos hacer
pedazos el velo tedioso de todos los días para dejar una verdad desnuda de todo extraño
ropaje como una diosa magnifica de nuestra leyenda.
EL TIEMPO, LECTURAS DOMINICALES, 15 DE JUNIO DE 1930, P.8.
Nuestro nacionalismo será un americanismo fuerte, en cuanto América tenga de India. No
un nacionalismo a base de mitología, sino de observación psicológica y de comprensión
terrígena. Naturalmente, hay que hacer al indio como factor síntesis de un movimiento
tropical. El retorno al indio es un retorno reflejo a la tierra. No pretendemos hacer estética
indigenista ni revolucionar con exotismo.
EL TIEMPO, 17 DE AGOSTO DE 1930, P.10.
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En 1942, gracias a un reconocimiento de méritos especiales, a la recomendación de Paúl
Rivet y a la intervención del presidente Santos, Gerardo Reichel—Dolmatoff recibió la
nacionalidad colombiana, antes de cumplir tres años de su residencia en el país. Al año
siguiente, contrajo matrimonio con la antropóloga Alicia Dussan e inició con ella su
impresionante carrera como antropólogo. También fue uno de los primeros miembros del
Comité de la Francia Libre en Colombia, donde el profesor Paúl Rivet jugaba un papel
predominante; éste recomendó al General Charles De Gaulle el nombre de Reichel—
Dolmatoff y así fue nombrado como secretario de la Delegación de la Francia Libre para
Colombia, Venezuela y Panamá.
Gerardo Reichel-Dolmatoff hizo todo lo que puede hacerse en una vida dedicada a
entender y a hacer conocer un país al que sus propios ciudadanos se niegan a conocer. Lo
recorrió por todas partes describiendo la vida de la gente común, sus significados y sus
sentidos; descubriendo la historia milenaria de sus pobladores, sin dejarse enredar en las
visiones sesgadas y amañadas de cronistas, gobernantes y misioneros; publicando sus
hallazgos con disciplina y calidad científica y humana sin iguales en la historia del país;
editando textos perdidos de gran valor para una evaluación más justa de la historia;
fundando una escuela que todavía subsiste sobre la base de su trabajo. Consideraba que su
más importante tarea era la de “rescatar la dignidad del indio colombiano” enseñando a
Colombia y al mundo que existe una filosofía profunda, coherente y de gran valor para el
futuro de la humanidad, en las ideas y conceptos que tienen los indios de Colombia sobre
su vida y sobre su mundo. Su visión de la arqueología se enmarcó también dentro de su
idea holistica de la antropología. Para él, las culturas de América tienen una historia tan
antigua y tan rica como las del Viejo Mundo. Los indígenas actuales son los herederos de
tradiciones milenarias que se adaptan al paso de los tiempos para lograr subsistir ante los
nuevos retos de la historia. Creyó que era necesario demostrar esa larga historia y esa
complejidad y, para lograrlo, dedicó mucho de su esfuerzo a desarrollar métodos y técnicas
de investigación que le permitieran responder a sus preguntas.
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A través del conocimiento del trabajo de Reichel—Dolmatoff es posible asomarse, a la vez,
a la realidad de Colombia —un país que se caracteriza por su enorme diversidad natural,
étnica y cultural—, así corno a la historia de las ciencias sociales en Colombia y a la
historia de la antropología mundial. Gerardo Reichel—Dolmatoff estuvo al tanto de los más
importantes desarrollos de las teorías, los métodos y las técnicas de investigación en todos
los campos de la antropología. Muchas veces, él y su esposa llegaron a adelantarse a
planteamientos teóricos y metodológicos y a estrategias de investigación que se
desarrollaron en otras partes del mundo muchos años después de que ellos los habían
desarrollado y aplicado en Colombia. En cuanto al valor de su obra en el contexto del
desarrollo de las ciencias sociales en Colombia, son muchos los ejemplos sobre la calidad
científica y la importancia social y política de su trabajo. Su monografía acerca de los Kogi
llamó la atención sobre la extraordinaria complejidad y coherencia de la filosofía kogi y de
sus preceptos éticos y morales, en contra de la visión “nacional” que concebía a los indios
como pobres ignorantes, incapaces y poco evolucionados; su estudio sobre los procesos de
“campesinización” en la Sierra Nevada de Santa Marta (The People of Aritama) sigue
constituyendo un ejemplo no superado de acercamiento a la realidad de las culturas
campesinas de América del Sur. Su trabajo sobre las culturas amazónicas, en particular sus
estudios entre los Desana, lo llevaron a ser considerado como el fundador de una escuela
muy fuerte en antropología, la etnociencia, la cual parte de considerar el conocimiento
indígena del mundo como conocimiento válido (al mismo nivel de la ciencia occidental),
fundamental para el diseño de nuestro futuro y básico para el entendimiento de la esencia y
la realidad de los seres humanos en general. En arqueología sus propuestas metodológicas
también se adelantaron a su tiempo. El estudio arqueológico de los valles de los ríos
Ranchería y Cesar aportó por primera vez en América del Sur una secuencia estratigráfica
clara y coherente, mientras que su investigación en el antiguo departamento del Magdalena
constituyó un proyecto de investigación regional que, en aquel tiempo, sólo se iniciaba por
parte de grandes equipos internacionales de investigación en México, para estudiar el
mundo maya, y en Perú, para estudiar el valle de Virú. Gerardo Reichel- Dolmatoff
también fue el creador de la primera cátedra de antropología médica en Latinoamérica, la
cual instituyó en la Universidad de Cartagena en 1957.
Para él, la preocupación por los significados fue el punto de convergencia, la posibilidad de
contacto con los indígenas. Consideraba con convicción que la única opción para entender
una cultura indígena consistía en establecer una conversación con un chamán sobre
problemas que atañen por igual a toda la humanidad. Reichel—Dolmatoff comprendió
mejor que nadie, y antes que muchos, que para los indígenas todo el cosmos es parte de un
mundo coherente. Explicó de mil maneras que los sistemas de pensamiento indígena, con
su simbolismo multireferencial, representan el modelo para un sinnúmero de fenómenos y
conceptos. Su perspectiva de la libertad, base de su personalidad, y su interés por conversar
con los sabios indígenas sobre problemas de la humanidad, llevaron a Reichel—Dolmatoff
a descubrir que era desde un plano de igualdad, desde colocarse al mismo nivel de pensador
y filósofo con los chamanes indígenas, como se podía desarrollar cualquier relación
intelectual con ellos.
Gerardo Reichel-Dolmatoff ha sido la mayor influencia de la antropología colombiana,
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pero su obra ha sido un aporte muy estimulante mas allá del círculo de los científicos
sociales. Muchas personas que llegaron hasta el retiro de su casa por muy variadas razones,
no pudieron volver a desprenderse de su carisma y de su discurso claro, sencillo y lleno de
sabiduría. El relato más desgarrador del impacto de su verbo es narrado por el obispo de
Chiapas, Samuel Ruiz, cura de siempre en la iglesia de San Cristóbal de Las Casas.
En abril de 1968, el obispo Gerardo Valencia Cano organizó el primer encuentro misionero
continental en Melgar. Este encuentro ocurrió un poco antes de la II Conferencia General
del Episcopado Latinoamericano —más conocida como Conferencia de Medellín—, la cual
reunió más de 500 personas durante diez días desde el 26 de agosto de 1968 y ha sido
considerada como un auténtico Concilio de América Latina. El profesor Reichel—
Dolmatoff, invitado por monseñor Valencia para presentar una conferencia, preparó un
documento magistral al que tituló El Misionero ante las Culturas Indígenas. El documento
impresionó a varios obispos, de tal suerte que la Santa Sede hizo una publicación en latín.
Pero el discurso de Reichel—Dolmatoff fue mucho más importante de lo que él mismo
imaginó. En 1994, Carlos Fazio publicó en México un libro que contiene una larga
entrevista con Samuel Ruiz, obispo de Chiapas, uno de los más destacados prelados de
América Latina y uno de los más recios defensores de los movimientos indígenas de
Chiapas. Ha sido culpado de ser el inspirador de la rebelión, por lo que ha sufrido atentados
fallidos contra su vida, así como persecuciones por la jerarquía de la iglesia y por e]
gobierno Mexicano. Samuel Ruiz reemplazó a monseñor Gerardo Valencia Cano en la
Presidencia del CELAM (Conferencia Episcopal Latinoamericana), y Pablo VI lo invitó
como ponente a la reunión de Medellín en 1968, después de su actuación en Melgar. Al
término de la Conferencia de Medellín, se convirtió en el “experto” de la evangelización en
el subcontinente latinoamericano. En el libro de Fazio, Samuel Ruiz se refiere al encuentro
de Melgar en los siguientes términos:
Hubo allí un planteamiento muy sacudidor. Recuerdo Cómo me impactó lo que dijo
el antropólogo
Gerardo Reichel-Dolmatoff Me hizo ver que la evangelización tal como se estaba
llevando a cabo en el continente, era simple y llanamente una destrucción de
culturas y una acción dominadora.
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La angustia que me produjo aquel planteo que se descubría ante mi fue grande, Yo
estaba sentado entre los obispos de Guatemala, Flores y Girardí. Formábamos un
grupito entre los obispos invitados a Melgar, todos de zonas misioneras indígenas.
Y cuando Dolmatoff hizo ver que las culturas indígenas tenían una trayectoria
milenaria y una unidad que exigía respeto también de parte de nosotros los
obispos; que esas culturas eran el caminar milenario de pueblos para llegar a
configurar una forma de pensar, de ser, de articularse dentro de la sociedad, y que
la repercusión de un cambio, de una modificación hecha desde el exterior traía una
reacción en cadena, destructiva, me quedé con una gran preocupación.
Me dejó aturdido, confundido, el planteamiento aquel. Pensé: “Si lo que queremos
es el cambio de religión, que dejen de ser paganos para ser cristianos...”
Recuerdo que le di un codazo a monseñor Flores, lleno de coraje y le dije: “Mira,
antes eran los teólogos y juristas los que nos decían que debíamos tener teólogos y
peritos en derecho para ser obispos. Ahora resulta que son los sociólogos y los
antropólogos los que nos tienen que decir cómo hacer nuestro trabajo”.
Me paré y le pregunté al antropólogo: “En las culturas indígenas que usted conoce
hay cosas secundarias y elementos primarios. ¿La religión es algo secundario o
algo fundamental?”. Dolmatoff me respondió: “En todas las culturas indígenas que
yo conozco, la religión es un elemento definitivamente aglutinante de todos los
factores culturales”.
Me senté lleno de desesperación y con una cantidad de interrogantes en la cabeza.
Me quedaba una incógnita terrible: “Entonces, ¿qué cosa era evangelizar? ¿Era
destruir culturas? ¿Debía yo sentarme a contemplar las culturas o hacer que
revivieran en su esplendor precolombino? ¿Por qué permitió Dios la existencia de
tantas culturas? ¿O ha dejado que existan para ser destruidas? El mismo nació y
abrazó una cultura determinada llegando incluso a hablar el dialecto de los
nazarenos del rumbo de la Galilea”.
A fin de cuentas, la pregunta que me atormentaba era “qué cosa significaba
evangelización, ante esa situación?”. Al otro día, Gustavo Gutiérrez [obispo
peruano muy importante a finales de los sesentas, quien tomó parte activa en el
planteamiento de la “teología de la liberación”] nos hizo un resumen simple del
documento Ad Gentes y de la postura misionera del Concilio [Vaticano II] .Y ahí
estaban las respuestas a esas interrogantes que yo y otros obispos teníamos, y que
han formado parte nuclear de las reflexiones subsiguientes en el Departamento de
Misiones del Celam.
Posteriormente, en la reunión de Xicotepec (Puebla, 1970) durante el Encuentro de
Pastoralistas, Indigenistas e Indígenas volvimos a abordar el asunto, en el sentido
de una visión positiva de las culturas que nace de un nuevo concepto de rebelión
(semilla del Verbo), a partir de lo cual dicha visión pasó a ser parte permanente de
la reflexión y planteamiento teológicos en México. Toda esa reflexión está recogida
fundamentalmente en el libro Fundamentos teológicos de la pastoral indígena1.
Debido al ahínco con el cual el Obispo de Chiapas se refirió a Melgar y a la
intervención de Gerardo Reichel—Dolmatoff, Carlos Fazio le preguntó para
terminar;
1 FAZIO, CARLOS, 1994, Samuel Ruiz, el caminante, Espasa Calpe, México, p. 86—87
18
- ¿Se puede concluir que Melgar y Dolmatoff actuaron como una línea divisoria
desde el punto de vista de su discernimiento?
El obispo respondió;
- Creo que sí. Porque aunque ya estaban en el Concilio las respuestas a los
planteamientos, no las habíamos asimilado. Dolmatoff cuestionó la pastoral que
teníamos en el subcontinente, de una herencia donde evangelio y cultura están en
una identificación y se imponen... Yo había pasado por ahí pero no había
profundizado las respuestas. Por lo tanto, despertamos a un momento interesante.2
A través de las palabras de monseñor Ruiz se puede descubrir el impacto que ejerció el
pensamiento de Gerardo Reichel—Dolmatoff sobre la visión que tiene la Iglesia Católica
de su papel misionero en América Latina. Su influjo alcanzó al continente africano, donde
los antropólogos se valieron de su texto para presionar un cambio en las actitudes de los
misioneros católicos. Ante todo, la exigencia que hacía Reichel—Dolmatoff a los obispos
para que respetaran a los indígenas como creadores y como filósofos caló hondo en algunos
de ellos. Muy pocos antropólogos han logrado tanto: Gerardo Reichel—Dolmatoff era, ante
todo, un maestro.
En 1963, junto con su esposa, fundaron el Departamento de Antropología de la Universidad
de Los Andes, en Bogotá, el cual gozó del gran prestigio internacional que tenían por
entonces sus fundadores. Fue profesor y director de esa escuela basta 1968, cuando publicó
la primera edición de Desana: Simbolismo de los Indios Tikano del Vaupés, cuyo método y
propuestas novedosas lo consagraron como uno de los más importantes etnólogos del 2 FAZIO 994: p94.
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mundo. Ese año renunció a su cargo en la dirección del Departamento de Antropología en
la Universidad de Los Andes, lo cual constituyó un hecho muy importante en su vida.
Desde entonces, tomó la decisión de separarse para siempre de la “vida social” de la
antropología colombiana y se dedicó a trabajar con más ahínco que hasta entonces,
llegando a realizar una de las obras científicas más impresionantes de Colombia y, sin duda,
la obra completa más extensa, sobresaliente y mejor conocida en el mundo, de las ciencias
sociales Colombianas.3
Como ocurre con poca frecuencia, Gerardo Reichel—Dolmatoff recibió muchos honores
durante su vida. Fue premiado con varias condecoraciones en Francia, Austria, Inglaterra,
Estados Unidos y Colombia. En 1975, le fue entregada la Medalla Thomas Henry Huxley,
del Royal Anthropological Institute de Inglaterra, una de las máximas distinciones
académicas de la antropología mundial. Su lectura para la recepción de esta medalla,
titulada Cosmology as Ecological Analysis, se publicó en la revista Man, y le otorgó un
mayor renombre internacional. También fue invitado varias veces como conferencista
central a eventos internacionales en Europa, Estados Unidos y Sur América. Pero las
distinciones que más lo emocionaron fueron los doctorados Honoris Causa, concedidos por
la Universidad del Atlántico, en 1958, la Universidad Nacional de Colombia, en 1987, y la
Universidad de Los Andes en 1990.
Era respetuoso de sus opositores, pero no era tolerante. La tolerancia es una forma de
aceptar la mediocridad. Amaba la confrontación inteligente, como esa que mantenía
durante años con los sabios indígenas o con algunos de sus colegas más irreverentes. La
soledad era su compañera y la única posibilidad para entregarse de lleno a uno de los
deleites de su vida: leer, leer con ansiedad y mantenerse al tanto del desarrollo mundial de
las ciencias, en particular de las sociales. Siguió de cerca la carrera de algunos intelectuales
que le llamaban mucho la atención:
Eric Neumann (estudiante de Jung), François Jacob (el genetista), Luís Gernet y Marcel
Detiene (historiadores),y el físico Fritjof Capra, a quien conoció en la Universidad de
California y de inmediato reconoció como uno de los grandes de este fin de siglo. Siempre
encontró tiempo suficiente para extasiarse en la historia del arte y en la lectura de la poesía
inglesa y francesa.
El profesor Reichel—Dolmatoff fue un modelo de científico honesto y consagrado. Para él
cada nueva escritura era un nuevo ensayo para enseñar la realidad desde otra perspectiva y
cada nueva descripción era una nueva interpretación del mundo. Siempre estuvo consciente
de que necesitaba repensar los mismos temas cada vez que descubría una nueva razón para
hacerlo. Como antropólogo, fue un convencido de que la diversidad es la garantía del
futuro. Cada uno de sus escritos es un esfuerzo para demostrar que en la diferencia radica la
gran fortaleza de la humanidad. Por eso, siempre experimentaba una gran ansiedad por
conversar, por intercambiar con el otro puntos de vista sobre el mundo natural o sobre la
conciencia. Lo hizo durante años con los sabios indígenas y buscaba hacerlo cada vez que
encontraba un interlocutor que podía contarle algo nuevo acerca del mundo, Amaba las
3 FAZIO. CARLOS, 1994, Samuel Ruiz, el caminante. Espasa Calpe, México, p. 15—41
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preguntas y podía dedicar horas para construir una respuesta. Su lenguaje era poderoso. Era
un verdadero teatro de imágenes y sentidos, de significados y conexiones que maravillaban
por su maestría; es decir, por su sencillez. Como ocurre siempre con los grandes seres
humanos, los demás no pudimos caminar a su ritmo y necesitaremos muchos años más para
acabar de leer, de entender, y de asimilar haciendo nuestras, las ideas de libertad y de
respeto que Gerardo Reichel—Dolmatoff repitió sin cansancio a través de sus escritos.
Murió en Bogotá en mayo 1994. Sus restos reposan cerca de Medellín, en una capilla
benedictina.
En la historia de las ciencias sociales en Colombia, hay un capítulo aún por escribir: el de
las mujeres de la ciencia. En el caso de Gerardo Reichel—Dolmatoff, su obra completa y su
vida fueron una sinfonía a cuatro manos con Alicia Dussan, su colega y esposa. Es
imposible referirse a la vida y obra del maestro sin tener que eludir mencionarla a ella a
cada paso. Ella fue amiga y compañera en todas sus empresas, refugio y consejo en sus
momentos difíciles, guerrera altiva y convencida de todos sus proyectos. Ella fue el eje
sobre el que pudo mantenerse su familia cuando él se desprendía de este mundo para
conectarse con los dioses. Ella fue su interlocutora más inmediata y su primera crítica. Ella
ha sido su colega. Nada puede decirse acerca de Gerardo Reichel—Dolmatoff que no la
incluya a ella. Tendremos pronto que descubrir su propia obra y evaluar con justicia su
aporte a la que hicieron juntos. Nos falta descubrir a esa Alicia, pionera de la antropología,
lejos de la luz ensombrecedora de su esposo. Sería injusto no mencionar aquí también a sus
cuatro hijos, René, Inés, Elizabeth y Elena, quienes tuvieron que entregar muchas horas que
debían ser suyas, para que los demás seres humanos pudiéramos disfrutar de la creatividad
y el trabajo de sus padres.
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SUS DIBUJOS
Durante sus primeros años en Colombia, Gerardo Reichel-Dolmatoff fue ilustrador de
libros, revistas, periódicos e informes científicos. Más tarde, ilustró sus propios textos
científicos. Sus diarios de campo y sus notas personales (notas para clase, descripciones de
colecciones de museos, preparación preliminar de publicaciones) contienen cuidadosos
dibujos de plumilla, a los que consideraba más ilustrativos que las fotografías.
El fundador, 1941.
El ánfora, 1941.
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La vieja, 1940
Gerardo Reichel-Dolmatoff era, ante todo, un profesor. Preparaba con mucho cuidado sus
presentaciones en público. Para las clases, elaboraba fichas que le permitieran explicar con
claridad sus hallazgos.
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Apuntes para Clase, 1981.
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SU OBRA
Yo he tratado de contribuir a la recuperación de la dignidad del indio, esta dignidad que
desde la llegada de los españoles se le ha negado; en efecto, durante quinientos años ha
habido una abierta tendencia a difamar y a tratar de ignorar la experiencia milenaria de la
población autóctona de todo un continente.
GERARDO REICHEL-DOLMATOFF, 1987
Yo creo que el país debe realizar la herencia indígena y garantizar plenamente la sobre
vivencia de los actuales grupos étnicos. Creo que el país debe estar orgulloso de ser
mestizo. No pienso que se pueda avanzar hacia el futuro sin afirmarse en el conocimiento
de la propia historia milenaria, ni pasando por alto qué sucedió con el indio y con el negro
no solo en la Conquista y la Colonia, sino también en la República y hasta en el presente.
GERARDO REICHEL-DOLMATOFF, 1987
Noanamá, río Docordó Costa Pacifica, 1960
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Espero que mis conceptualizaciones y trabajos hayan tenido cierta influencia más allá del
círculo antropológico. Tal vez soy demasiado optimista, pero me parece que los
antropólogos de viejas y nuevas generaciones, según su época y el cambiante papel de las
ciencias sociales, hemos contribuido a ir develando nuevas dimensiones del Hombre
Colombiano y de la nacionalidad.
También confió que nuestra labor antropológica constituye un aporte a las propias
comunidades indígenas, en su persistente esfuerzo de lograr el respeto, en el más amplio
sentido de la palabra, que les corresponde dentro de la sociedad colombiana.
GERARDO REICHEL-DOLMATOFF, 1987
Juan Pablo Villafañe, Ika, Sierra Nevada de Santa Marta, 1952.
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En la década de los cuarenta el Coto de Urabá era una zona selvática y sin vías terrestres de
comunicación. Llegar hasta los Cuna de este río era toda una aventura. Cuna, río Caimán Nuevo,
Golfo de Urabá, 1 947.
Hablar de “indios de Colombia’, fácilmente lleva a generalizaciones que conducen a una
imagen simplista y totalmente errónea. Hago esta advertencia al lector porque sé que la
mayoría de la gente, sobre todo muchos medios de comunicación, creen que el elemento
indígena constituye esencialmente una sola cultura, imaginada “primitiva”. Pero al tener
que reconocer que en el país todavía existen casi medio millón de indios, representados por
unas sesenta lenguas, hay que darse cuenta de que, por un lado, las diferentes tribus o
comunidades tienen tradiciones, sistemas culturales e idiomas diferentes, y que, por otro
lado, estas muy diversas culturas representan niveles de complejidad socio—cultural y,
además, diversas fases de aculturación.
GERARDO REICHEL-D0LMAT0FF, 1991
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Un encuentro en un caño. El viejo pescador Barasana pasa en silencio. Tukano, Pirá-Paraná, Vaupés, 1968
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SU VIDA
Gerardo Reichel-Dolmatoff en su escritorio de Secretario de la delegación permanente de la
resistencia francesa. Gobierno de Francia Libre, Bogotá, 1942.
Su espíritu de libertad lo llevó a París cuando se cernía sobre Europa la amenaza nazi Allí
se integró a uno de los templos de la libertad: el Museo del Hombre, donde se organizó el
primer núcleo de resistencia. Una vez en Colombia, continuó jugando un papel muy
importante con su apoyo personal a los españoles exiliados, y se convirtió en secretario de
la delegación de Francia Libre, por encargo del general De Gaulle y recomendación de Paúl
Rivet.
La falla no está en el misionero, sino en nuestra misma cultura; está en el etnocentrismo
ciego de nuestra civilización que niega los valores del otro, que niega todo lo que es
diferente. Así, los contactos que establece nuestra cultura con las culturas, están fundados
en una posición a priori: “Los indios deben aprender todo de nosotros! ¡Nosotros no
tenemos que aprender de ellos!” La base del contacto natural es pues una negación ¡y nada
menos que una negación del otro!
GERARDO REICHEL-DOLMATOFF, 1969
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Con la viuda, en una ceremonia de entierro secundario, Indios Yuko, San Jenaro, 1944. FOTO DE
ALICIA DUSSAN
También, y muy enfáticamente, me dirijo a las futuras generaciones de indios Ika, Kogi,
Sanha y Tukano. Vendrá el día en que ellos buscarán las raíces milenarias de su cultura, y
yo quisiera contribuir dándoles algunos nombres que puedan tener significado para su
historia y, con ella, para la historia indígena de Colombia.
GERARDO REICHEL-DOLMATOFF, 1988
Por razones éticas y pragmáticas no podemos desatender el potencial intelectual de los
indios amazónicos. ¿Acaso no tienen ellos la misma estructura cerebral que tenemos
nosotros? ¿O pensamos que ellos pueden entrar a nuestro sistema educativo tan sólo al más
bajo nivel, preparándose tan sólo para llegar a ser trabajadores agrícolas, obreros de
fábricas, o conductores de camiones? No, yo estoy convencido que entre los indios hay
matemáticos, físicos, y químicos potenciales, para no hablar de botánicos, farmacólogos y
zoólogos.
GERARDO REICHEL—DOLMATOFF, 1989
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Con la máma Julián Nolavita y su familia, en San Andrés, Sierra Nevada de
Santa Marta, 1946. FOTO DE ALICIA DUSSAN
Con Manuel Sierra, uno de sus
principales informantes y amigos.
Villavicencio, 1971. FOTO DE
FEDERICO MEDEM
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Dentro de los círculos académicos damos crédito a las extraordinarias contribuciones de los
indios en los campos de la domesticación de plantas, la farmacología, el manejo ecológico,
los avances tecnológicos, y otros muchos aspectos, pero este conocimiento permanece
enterrado en nuestros libros y artículos, y nunca alcanza un público amplio. Además, los
hombres de acción, los encargados de tomar las decisiones, los ingenieros y expertos en
planeación, no están muy interesados en nuestros caballitos de distracción tales como el
matrimonio de primos cruzados, la existencia o no existencia de sistemas duales o, en
tendencias recientes de este o aquel abstruso campo de las ciencias sociales. De tal suerte,
si ellos no nos leen, ¿cómo podría ser su falta?
GERARDO REICHEL-DOLMATOFF, 1988
Hombres Kogi comentando el libro Indios de Colombia. Santa Marta, 1991.FOTO DE
GUILLERMO RODRÍGUEZ
No hay duda que como antropólogos, biólogos, o ecólogos, poseemos una gran cantidad de
información, de experiencia práctica de campo, y de conocimiento de la vulnerabilidad
humana y de las variadas formas de la destrucción del medio natural. Al transformar esta
información en conocimiento práctico, en una manera que la haga inteligible y convincente
para los líderes nacionales y las agencias de planeación, nosotros podemos influenciar los
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procesos de toma de decisiones, podemos convencer a quienes se encuentran en el poder de
la dignidad y el valor de nuestras sociedades indígenas, así como los podemos convencer de
la necesidad biológica y social de conservar estas tierras. Yo no les estoy pidiendo
constituir otro comité, formar otro "lobby", otra sociedad de defensa de esta o aquella
causa. Yo creo que si actuamos como individuos inteligentes, podemos alcanzar grandes
metas.
GERARDO REICHEL-DOLMATOFF, 1988
En una de sus primeras excavaciones arqueológicas. Ricaurte, cerca de Girardot,
1942.FOTO DE ALICIA DUSSAN
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En la ceremonia de grado de Juan Yángües, primer egresado del Departamento de Antropología de
la Universidad de Los Andes. Entre otros, de izquierda a derecha, se observan Julián Arturo,
Helena Uprimny, Antonio Guzmán, el cura Ildefonso Gutiérrez, Juan Yángües, la madre de Juan,
Gerardo Reichel-Dolmatoff, Segundo Bernal, Álvaro Sotoy Luís H. López.
No es suficiente decir que lo que nosotros les debernos a los indios son las papas, el maíz y
la quina. No es suficiente recontar sus mitos y sus historias en florido español o portugués,
ni llevar sus danzas a una presentación pseudos-indígena en la televisión. Lo que debernos
mostrar es la filosofía indígena de la vida, sus esquemas cosmológicos y cosmogónicos, sus
actitudes éticas y estéticas. Lo que nosotros debemos mostrar es su fortaleza para escoger
opciones de otras formas de vida diferentes de las nuestras; el coraje y el genio de haber
construido sus sociedades, sus culturas, basados sobre una sorprendente combinación de
realismo e imaginería.
GERARDO REICHEL-DOLMATOFF, 1988
Me había dado cuenta de dimensiones culturales, tal vez no sólo de la cultura Kogi, que
ningún etnólogo había explorado antes. No sabía cuál podría ser mi metodología pero lo
que no quería era ser como un taxidermista; no quería mirar a los Kogi con lo que André
Bretón llamaba "le regard glacé de l'ethnologue"; ambicionaba ser su intérprete, darles una
voz en nuestro mundo.
GERARDO REICHEL-D0LMATOFF, 1991
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Acompañado de Milcíades Chávez en Las afueras de San Andrés, Sierra Nevada de Santa
Marta, 1946 FOTO DE ALICIA DUSSAN
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En la misión católica del padre Elorza (entre Gerardo Reichel-Dolmatoff y la abuela indígena),
Pirá-Paraná, 1966.
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Durante el XXXIII Congreso Internacional de Americanistas realizado en San José de Costa Rica,
se conformó una comisión encargada de planear y coordinar el estudio sistemático de las
relaciones entre Meso América y la región andina. Este grupo se conoció como "el grupo del
formativo" De izquierda a derecha se encuentran Paul Kircboff, Carlos Zeballos Menéndez,
Ignacio Bernal, Gordon Willey, Clifford Evans, Gordon Ekbolm, Gerardo Reichel-Dolmatoff y
Geoffrey Bushnell. San José, 1958
Durante la visita de Claude
Levi-Strauss a la Universidad
de California, Gerardo
Reichel-Dolmatoff fue el
encargado de dar la
bienvenida y acompañar al
famoso etnólogo. De
izquierda a derecha, Claude
Levi-Strauss, Gerardo
Peichel- Dolmatoff y
Johannes Wilbert. Los
Ángeles, 1984.
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SUS LIBROS
Como todas sus obras precedentes, The People of Aritama es un monumento y un modelo...
Si una obra me reconcilia con los estudios de "aculturación' esa es la suya, por su riqueza,
su densidad, y por su calor humano...CLAUDE LEVI-STRAUSS, 1962
Más allá de su valor como una descripción comprehensiva de un área no reportada antes en
la literatura etnográfica, el constante juego entre teoría y datos, entre personalidad y
factores socio-culturales, hacen este libro excitante [The People of Aritama]. La
presentación de patrones contemporáneos en una perspectiva histórica les confiere
significación y demuestra dramáticamente un hecho al que muchos etnógrafos le prestan
poca atención: que el cambio aculturativo puede ser visto en una forma más fructífera como
reinterpretación y reformulación que como desintegración y deculturación. DWIGHT B.
HEATH, 1962
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Lo que se puede decir sin miedo de contradicción es que durante los últimos 20 años
ningún científico ha hecho una contribución más sólida a nuestro entendimiento de estos
problemas [la complejidad y desarrollo temprano de la metalurgia en Colombia, las
relaciones entre Colombia y Meso América] que Gerardo Reichel-Dolmatoff y su esposa.
DONALD LATHRAP, 1966
He examinado su libro [Desana] con apasionado interés y estoy maravillado ante las
riquezas del universo que usted nos revela en él. A partir de esta obra, la etnografía de
América del Sur nunca será la misma, ya que usted la ha hecho entrar en una nueva era.
Después de las búsquedas superficiales que satisfacían hasta ahora, no se le puede
agradecer lo suficiente por la brillante demostración que usted nos proporciona en cuanto a
las posibilidades insospechadas de la investigación en profundidad. CLAUDE LEVI-
STRAUSS, 1968.
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Este libro [Arqueología del Cesar y Ranchería] es un hito en la arqueología de América del
Sur, Describe las primeras secuencias estratigráficas reportadas en Colombia y, al mismo
tiempo, constituye la más delicada descripción de estratigrafía de basureros nunca antes
escrita en español. Los esposos Reichel Dolmatoff aplicaron los más modernos métodos
arqueológicos en sus excavaciones y han escrito un reporte del cual cualquier arqueólogo
estaría orgulloso... Este trabajo se suma a programas de investigación regional
cuidadosamente planeados, comparables en cuarto a su orientación, tales como el proyecto
del Valle de Virú, en Perú, o el proyecto Maya de la Institución Carnegie. Este bien puede
ser el más importante programa individual de investigación desarrollado en la antropología
de América del Sur en los cuatro años de su duración. JOHN HOWLAND ROWE, 1952.
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Este es uno de los más grandes libros que yo haya leído jamás sobre los indios [Indios de
Colombia]. Las emociones de las fotografías y el conocimiento interior de esta inmensa
civilización, de la cual este libro es la expresión, me han llegado al corazón. JEAN
MALORIE, 1992.