resena le goff

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Berríos 1 Juan J. Berríos Concepción 21 de julio del 2009 © Reseña crítica del libro: El orden de la memoria de Jacques Le Goff En la obra El orden de la memoria (1992) de Jacques Le Goff 1 , el autor versa sobre la problemática entre tiempo, memoria e historia para aproximarse a esta última dándole paso a la confrontación del tiempo lineal y el tiempo circular. Le Goff nos revela que la toma en consideración del tiempo sacro y el impacto de la visión religiosa en las culturas y la sociedad se traduce en instrumentos de control que el estado y los que ejercen el poder usan con fines propios, los cuales no todas las veces producen beneficios a la gran mayoría de los seres humanos que componen la sociedad. Para elaborar el pensar histórico es necesario tomar en consideración los orígenes y proyecciones de las concepciones del tiempo en sus variadas manifestaciones, las cuales inciden en la vida diaria de todas las culturas, no importa su sencillez o su complejidad. Estas concepciones determinan muchas veces, la forma del comportamiento laico de los integrantes de las diferentes culturas amarrándolos a un pensar cronológico que se caracteriza por la determinación de la interpretación del pasado, del presente y el provenir, el establecimiento de un calendario y la importancia que tiene en éste los día de guardar, fiestas y ferias; el mismo que repercute en las actividades económicas y políticas que le imparten parte del perfil de identidad colectiva de los pueblos. También es de suma importancia el demarcar con cuidado, pero con certeza los documentos/monumentos que nos alimentarán composición de la historia. Le Goff presenta en la primera parte de su obra, la problemática del tiempo como imaginario. Divide en tres aproximaciones esta temática del tiempo: Edades míticas, Escatología y Decadencia. Se adentra a las “Edades míticas” desde la perspectiva de lo que establecen la mayoría de las religiones sobre el origen del universo y de la humanidad, o la sustitución de las mismas desde la perspectiva de un punto máximo de esplendor dentro del acontecer histórico de un pueblo, en donde ambas podrían llamarse la “Edad de Oro”. 1 Jacques Le Goff. El orden de la memoria. Madrid: Paidós, 1992. Para nuestros propósitos estamos usando la traducción al español de la obra Storia e memoria (1977) de Jacques Le Goff. Debo hacer notar que la obra Histoire et memoire (1982) de Jacques Le Goff, que fue publicada por Chez Gallimard tiene una discrepancia en año de publicación entre la información que me ofrece la edición en español acerca de su procedencia en italiano. Tal pareciera que el original de la obra fue publicado en italiano y posteriormente lo fue en francés.

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Reseña de la obra El orden de la memoria (1992) de Jacques Le Goff.

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Berríos 1

Juan J. Berríos Concepción

21 de julio del 2009 ©

Reseña crítica del libro:

El orden de la memoria de Jacques Le Goff

En la obra El orden de la memoria (1992) de Jacques Le Goff1, el autor versa sobre la

problemática entre tiempo, memoria e historia para aproximarse a esta última dándole paso a la

confrontación del tiempo lineal y el tiempo circular. Le Goff nos revela que la toma en

consideración del tiempo sacro y el impacto de la visión religiosa en las culturas y la sociedad se

traduce en instrumentos de control que el estado y los que ejercen el poder usan con fines

propios, los cuales no todas las veces producen beneficios a la gran mayoría de los seres

humanos que componen la sociedad. Para elaborar el pensar histórico es necesario tomar en

consideración los orígenes y proyecciones de las concepciones del tiempo en sus variadas

manifestaciones, las cuales inciden en la vida diaria de todas las culturas, no importa su sencillez

o su complejidad. Estas concepciones determinan muchas veces, la forma del comportamiento

laico de los integrantes de las diferentes culturas amarrándolos a un pensar cronológico que se

caracteriza por la determinación de la interpretación del pasado, del presente y el provenir, el

establecimiento de un calendario y la importancia que tiene en éste los día de guardar, fiestas y

ferias; el mismo que repercute en las actividades económicas y políticas que le imparten parte del

perfil de identidad colectiva de los pueblos. También es de suma importancia el demarcar con

cuidado, pero con certeza los documentos/monumentos que nos alimentarán composición de la

historia.

Le Goff presenta en la primera parte de su obra, la problemática del tiempo como

imaginario. Divide en tres aproximaciones esta temática del tiempo: Edades míticas, Escatología

y Decadencia.

Se adentra a las “Edades míticas” desde la perspectiva de lo que establecen la mayoría de

las religiones sobre el origen del universo y de la humanidad, o la sustitución de las mismas

desde la perspectiva de un punto máximo de esplendor dentro del acontecer histórico de un

pueblo, en donde ambas podrían llamarse la “Edad de Oro”.

1 Jacques Le Goff. El orden de la memoria. Madrid: Paidós, 1992. Para nuestros propósitos estamos usando la

traducción al español de la obra Storia e memoria (1977) de Jacques Le Goff. Debo hacer notar que la obra Histoire

et memoire (1982) de Jacques Le Goff, que fue publicada por Chez Gallimard tiene una discrepancia en año de

publicación entre la información que me ofrece la edición en español acerca de su procedencia en italiano. Tal

pareciera que el original de la obra fue publicado en italiano y posteriormente lo fue en francés.

Berríos 2

Remontándose a la antigüedad explora la manifestación de dichas edades en las culturas

extra europeas y las europeas. Debo hacer notar que esta dicotomía marca de manera notable el

carácter eurocentrista de la obra.

Toma como archivo de esta concepción los mitos fundacionales de las diferentes culturas

que él estudia. La palabra mito procede del griego mythos la cual significa cuento, relato. En

estos mitos se relatan los cimientos del origen de los pueblos. A través de ellos llegamos a

apreciar la frase “todo tiempo pasado fue mejor”. Una gran parte de estos mitos tiene faz

paradisíaca, un jardín del Edén en donde el trabajo no era parte de la estadía, en donde la

abundancia del alimento y el deleite al paladar era un hecho diario, en el cual los animales son

mansos y dóciles, en donde la relación sexual no se lleva acabo, al parecer no hace falta. Así se

cuenta entre los aranda de Australia, o un lugar semejante de donde fueron expulsados como los

hebreos2, también un lugar a donde ir (una isla) con los mismos atributos según lo narran los

guaraníes. Entre los musulmanes el Edén tiene promesas de disfrutes sensuales, además de las

delicias que encontrarán como los demás. Debo añadir a LeGoff que doncellas llamadas huríes

esperan para a casarse con los hombres3, algo bien patriarcal y falogocéntrico.

Entre los grecorromanos algo semejante sucede, pero con ligeras variaciones. Los griegos

a través de Hesíodo4 nos dejan los fundamentos de la Edad de Oro, primera edad entre las cuatro

edades que habían vivido los seres humanos. Luego nos habla de la Edad de Plata, la de Bronce y

la de Hierro edad esta última que estaban viviendo in illo tempore. No habla de creaciones

sucesivas “sino de la evolución de una misma raza humana a través de tres edades.”5 La

descripción de esa Edad de Oro es de la felicidad primitiva, la ausencia de trabajo, lo

paradisíaco. Es de notar la simbología de los metales para signar las edades, un elemento de la

tierra, demuestra el dominio de las artes ígneas. El conocimiento de la metalurgia matiza la

evolución de los griegos demostrando con ello que el poseer la técnica y el conocimiento de la

recuperación de los metales, el uso de las aleaciones y los catalizadores implicaba evolución del

pensamiento6.

2 Para la tradición judeo-cristiana Le Goff usa la mitología que aparece en el primer libro del Pentateuco, el

“Génesis” que es lo mismo que el primer libro de la Torá hebrea, el “Bereshit”. 3 El sagrado Corán 52:17-20.

4 Hesíodo. Los trabajos y los días (mediados del siglo VII a.c.)

5 Le Goff 22.

6 Para un acercamiento más amplio de este tema ver: Mircea Eliade. Herreros y alquimistas. Madrid: Alianza

Editorial, 2001.

Berríos 3

Por su parte los romanos copian relativamente igual a los griegos. Entre ellos

reconocemos la aportación que hace Ovidio en su Metamorfosis (8 a.c.) el cual hace un recorrido

por las mismas Edades que había escrito Hesíodo. De otra parte el insigne Virgilio nos relata en

su Égloga IV el retorno a la Edad de Oro. Esta égloga es de gran interés pues plantea un retorno a

la Edad de Oro desde la Edad de Hierro, aludiendo a una Virgen y al regreso a la edad de

Saturno algo hasta el momento no expuesto de esa manera, una cuestión cíclica. Importante es

añadir a Le Goff que el lugar donde se sitúa el regreso a la Edad de Oro es denominado Arcadia,

el cual servirá de inspiración futura a escritores y artistas plásticos de Europa.

Platón y Aristóteles glosaron sobre un ideal de lugar separándose de la concepción de

Edades previas en existencia. En sus Diálogos Platón habla de tiempos pasados sin idealizarlos,

más primitivos. Sólo en la descripción de la Atlántida se puede observar un acercamiento a un

lugar ideal, pero que tuvo mal término al ser relegados por los dioses a su suerte. Nos informa el

destino de dicha isla: se hundió sin dejar rastro ni trazo de lo que fue una gran civilización. En

Aristóteles no se vislumbra ninguna exaltación a los tiempos primitivos, sólo una exposición en

la idea de la eternidad del mundo, pero de manera “ondulante” y no lineal.

Durante el medioevo tenemos que la idea de una edad idílica, de un tiempo mejor se

centra en la literatura y no en la religión ni en el mito. Se criticó el engaño, la creación de la

propiedad privada, la invención de los príncipes y los impuestos como factores que apartan al ser

humano de la felicidad.7

Por último la alusión a un país inventado, Cucaña, lugar donde no existe la ley y lleno de

excesos, una “unomía” como Le Goff cita a Cioranescu8, estuvo entre algunos círculos de

letrados dentro del medioevo, más como reacción contra el ascetismo cristiano que como utopía.

Al tratar la concepción de la Edad de oro en el Renacimiento, Le Goff se hace partícipe

de las ideas de Cioranescu estableciendo que en esa época son las letras y la cultura la que se

considera la Edad de Oro. Comete el error de señalar que los indios de la Antillas no sembraban

y no trabajaban para reaccionar a la idea de que en ellos y en esas tierras estaba el retorno al

“paraíso terrenal”. La ausencia de documentación sobre esas culturas lo hace incurrir en esta

equivocación.

7 Le Goff cita sobre este particular a Jean de Meung y su obra Roman de la Rose, 38.

8 Ibid. 39.

Berríos 4

Él usa como punto de apoyo la trascendencia de esas ideas de las edades míticas para

elaborar que “esas teorías hoy extravagantes han sido uno de los primeros esfuerzos –un esfuerzo

plurisecular– para pensar y domesticar la historia.”9

En la obra, Le Goff rescata el tema de la escatología, la idea de los tiempos del fin, como

otro de los móviles de pensar la historia. Le Goff se aproxima al tema desde una perspectiva

conceptual y cronológica. Presenta una gama de conceptos y tipología sobre la misma. Hace uso

de los estudios que llevara acabo Mircea Eliade10

sobre la concepción del mito del eterno retorno

sobre este asunto escatológico. La diferenciación ocurre principalmente entre el futuro individual

y el colectivo, ese fin al que la inevitabilidad del hecho individual (la muerte) parece proyectar

de manera teológica, a un colectivo homogéneo y que muchas veces proyectan a los demás desde

la conceptualización de la existencia de ese grupo en particular. Es importante destacar que el

peso mayor de los grupos representados recae sobre aquellos que guardan en común enlaces con

las escatología judeo-cristianas. Para ello hace uso de los testamentos bíblicos. Esto se le puede

adjudicar al entronque europeo de su visión histórica por razones de índole cultural de Le Goff.

Sin embargo, su conclusión del estudio de las escatologías es muy importante y esclarecedor:

“para un historiador, el estudio de las escatologías contribuye a volver más apremiante la tarea de

distinguir entre Historia e historia, entre devenir histórico y ciencia histórica.”11

Finalizando la primera parte de su obra, Le Goff toma el tema de la decadencia, de

invención medieval, como término histórico y confuso, no por ello rechazable sino digno de

estudio. Este término es similar a los términos declinar, caer, ruina. Con relación a la biología

será asociado a la vejez y la idea se proyecta hacia la trama astronómica de las estaciones,

aunque estas no se manifiesten de la misma forma en todas partes del mundo según las latitudes.

Hace claro que el término no es contrario a progreso.

El término para Le Goff, es uno que merece atención por su uso dentro del pensar

histórico. Destaca a Oswald Spengler12

como el teórico más grande sobre ese concepto con una

visión estática de la historia, una visión de continuismo.

A través de un recorrido cronológico europeo nos deja ver cómo se ha aplicado el

concepto de decadencia hermanado con el de renovación. En otras palabras a la idea de

9 Ibid. 44.

10 Mircea Eliada. El mito del eterno retorno.

11 Le Goff 85.

12 Oswald Spengler. La decadencia de Occidente (1918-1920)

Berríos 5

decrepitud se le asocia a la de resurgimiento. Creo que la metáfora del ave fénix sirve para

simbolizar con precisión lo que implica la decadencia en el significado que nos ofrece Le Goff.

Es importante observar que Le Goff destaca a György Lukács, teórico de corte marxista

del siglo XX, que criticó la ideología burguesa dentro del concepto decadencia. Dato muy

interesente éste ya que Lukács concentró su análisis de la decadencia a través del estudio de la

literatura, en la novela en específico, como obra de expresión de la ideología burguesa en la que

se observa una decadencia de la ideología de esa clase social principalmente en la producción de

principios del siglo XX, en la llamadas vanguardias literarias a raíz de la Primera Guerra

Mundial. Estas servían de ruptura con la producción de novelas de corte realista del siglo XIX.

Por último, destaca la figura de Arnold Toynbee, historiador inglés, con su teoría de la

autodestrucción de la civilidades por “rechazo de lo nuevo, idolatría a lo efímero,

autodestrucción del militarismo, intoxicación de la victoria.”13

Hay que señalar que la decadencia en la historia la concentra Le Goff en el siglo XX en

un criterio: la decadencia económica. Previo a este siglo los criterios eran: político, cultural y

moral. Hoy, él puntualiza, dentro del orden político la visión de decadencia guarda interés dentro

de la aproximación de la idea del imperio.

En la segunda parte de su libro, Le Goff destaca el orden de la memoria, concepto

hermanado a la historia como vínculo para ayudar a edificar esta disciplina. Recurre a elaborar el

concepto memoria desde de la definición psicológica, pero inclinándose a la acepción de la

memoria colectiva con sus vínculos históricos y la antropológicos. Esta es considerada

fundamental dentro la concepción de la personalidad e identidad de los pueblos, por tal razón “la

ausencia o la pérdida, voluntaria o involuntaria de memoria colectiva en los pueblos y en las

naciones, puede determinar perturbaciones graves de la identidad colectiva.”14

En otras palabras,

“prohibido olvidar”.

Divide su exposición en cinco partes y una conclusión. Usa la designación de memoria

étnica para aquellos pueblos sin escritura, aunque hace la salvedad de que la escritura hace una

diferencia sin hacerlas distinta. La memoria en la sociedades sin escritura recibe un tratamiento

diferente y marcadamente especial por la preservación del acervo cultural que recae dentro de

algunas personalidades (relatores, cuenteros, chamanes, etc.) que hacen las veces de los

13

Le Goff 111. 14

Ibid. 133.

Berríos 6

preservadores de los archivos de la memoria de esos grupos culturales. Rasgo esencial de la

oralidad es la no conservación estricta de lo pasado, pero la sí preservación de la esencia de lo

que pasó.

En el desarrollo que Le Goff nos presenta de la memoria colectiva nos ofrece la

conservación de las mismas por medio de la estela escrita de forma escultórica. Traza su origen a

la antigüedad, impregnada de significados algunos oscuros, otros de victorias guerreras,

aconteceres funerarios, biográficos, estatutos legales. En otras la epigrafía, principalmente en

Grecia y Roma, cobra un auge superlativo para la conmemoración y perpetuación del recuerdo,

archivos lapidarios. A todo esto se destaca el carácter selectivo de lo que se quiere preservar en

la memoria de los pueblos, el enlace de lo que se preserva con quién lo preserva, hay una

relación estrecha entre memoria y poder político e ideológico. Por eso, en el medioevo el

cristianismo monopoliza por largo tiempo la memoria colectiva, la cristianiza. Hay una base

testamentaria dentro de la Biblia que sirve de soporte y apoyo a esta visión teológica de la

memoria colectiva, que tiene su repercusión en la individual.

En el campo literario las canciones de gesta, los romances, las trovas sirven para la

memorización de los hechos heroicos de la batallas como método de idealizar las acciones de la

guerra.

Se alaba la memoria haciendo de ella parte del estudio universitario, surgen tratados y

reglas (algunas rescatadas de la retórica de los griegos y romanos). Personajes como Alberto

magno, Doctor Universalis, Tomás de Aquino, Erasmo de Rotterdam y Raimundo Lulio entre

otros disertan sobre la memoria. De otra parte con el advenimiento de la imprenta la memoria de

escribe, se empieza a uniformar la misma y a diseminarla uniformemente.

Para la ilustración y el romanticismo veremos nacer dentro de las naciones el

florecimiento de los días conmemorativos, las bibliotecas nacionales, las academias de la lengua

para preservar las mismas y los museos. Todo ello relacionado con la memoria.

Durante el romanticismo la monumentalidad fúnebre cobra singular importancia, renace

al placer por la añoranza como parte del uso de la memoria, se observa esta tendencia

principalmente en la literatura. “El romanticismo encuentra de manera más literaria que

dogmática la seducción de la memoria.”15

15

Ibid. 169.

Berríos 7

En el siglo XX la memoria se preserva de maneras adicionales a los usados hasta el

momento, diferentes. Gracias a los adelantos tecnológicos de las computadoras la memoria

electrónica nos provee de escritura, memoria y lectura en un solo lugar. Los bancos de datos

alteraron la accesibilidad de un nuevo tipo de memoria. A esto se le añade el surgimiento de las

ciencias sociales en las cuales “la memoria colectiva ha experimentado grandes

transformaciones, y desempeña un rol importante en lo interdisciplinario que entre ellas tiende a

instaurarse.”16

Depositaria de esa renovación interdisciplinaria es la llamada “nueva historia” y la

“historia oral” que se construyen dentro de la memoria colectiva. La misma sirve en la medida en

que se democratiza la memoria social “uno de los imperativos de su objetividad científica.”17

Capítulo aparte es al que Le Goff le dedica al calendario. Le concede al calendario una

aproximación de cariz cósmica, cuya unidad es el día de importancia social. No toca la medición

del tiempo en términos abstractos de la hora y su componenda e implementos.

Los calendarios se fundan en la observación astronómica. Son los astrónomos los

encargados de instituirlos y reformarlos. Por siglos los gobernantes y las clase sacerdotal en las

diferentes culturas se apropiaron de ese conocimiento, lo cual implica poder y control. “Aquellos

que controlan el calendario tienen el indirectamente el control del trabajo, del tiempo libre y de

las fiestas.”18

El recorrido que nos brinda Le Goff trata de ser bastante abarcador. Empieza desde

la antigüedad tomando a caldeos, egipcios, chinos, hebreos, griegos y romanos, se aproxima a las

culturas precolombinas usando a la azteca como su representante, mira a los musulmanes y

finaliza en la civilización occidental europea partiendo desde los calendarios del medioevo hasta

nuestros días.

En todos los calendarios hay un desarrollo que va desde lo más sencillo hasta lo más

complejo. Desde la antigüedad los calendarios solares eran conocidos y usados, eran estos los

más complejos. El calendario lunar fue sin duda alguna uno de los primeros en desarrollarse por

la frecuente periodicidad de este astro sobre el cielo de los seres humanos y su observable

influencia sobre las aguas y las siembras.

Por su discrepancia entre el total de días en un año contra el año natural o solar, el

calendario lunar incurre en error y hay que corregirlo con mayor frecuencia que el solar. De otra

parte el calendario solar dado su exactitud en términos fraccionados de días y minutos, en la

16

Ibid. 178. 17

Ibid. 183. 18

Ibid. 192.

Berríos 8

actualidad no hay implantado un sistema lo suficientemente corregible con el menor margen de

error que el desarrollado por los mayas y copiado por los aztecas. Esta información parece no ser

de tanta importancia para Le Goff al escribir sobre los calendarios.

Los calendarios tienen varios propósitos, entre los más significativos está el de cobro de

cuentas, los impuestos, la administración del tiempo, el control de la población de un país por

medio del imaginario cronológico dentro de un espacio dado, esta combinación de tiempo y

espacio en literatura se llama cronotopo.

Dentro de las naciones cristianas ocurre la existencia de un calendario laico solar y el

calendario litúrgico que es principalmente lunar con excepción de la navidad que está dentro del

calendario solar. Esta doble existencia de calendarios laicos y rituales se complicó dentro de los

aztecas y los mayas. Le Goff sólo menciona el sistema de dos calendarios entre los aztecas, pero

entre ellos también hubo un tercer calendario ritual y observable, el calendario venusino que se le

dedicaba al dios Quetzalcoatl. Jacques Soustelle nos dice que “la observación de lo movimientos

de Venus había cobrado una grande importancia en la astronomía y la cronología indígena.

Setenta y cinco años venusinos equivalían a ciento cuatro años solares”19

En otras palabras, cada

dos ciclos de 52 años ocurría un ciclo en conjunción de Venus y el Sol. El grado de desarrollo

astronómico y el cálculo matemático sólo pudo lograr esta elaboración calendárica, que nadie en

su época o en la antigüedad lo había expresado y utilizado.

De la misma forma que el armar un calendario es importante, tan importante es la

designación de los años, las estaciones, los meses, la semana y los días. Probablemente, según

Le Goff, “la semana es la gran invención humana en el calendario. Es el descubrimiento de un

ritmo que tiene siempre más peso en las sociedades desarrolladas contemporáneas.”20

Hay una tradición en los calendarios impresos, los almanaques, los cuales recogen datos

astronómicos, santorales, días feriados, información para agricultores, pescadores, en fin una

gama de información digna de estudio sobre la mentalidad de una época en específico “porque el

calendario es historia.”21

Por último, Le Goff le dedica un capítulo a la conjunción documento/monumento. Esta

conjunción de materiales parten de la herencia del pasado, que él les llama monumentos y los

electos por el historiador, lo documentos. Procede a explicar la etimología de la palabra

19

Citado en: Miguel León Portilla. Filosofía nahuatl: estudiada en sus fuentes. 10a ed. México: UNAM, 2006, 116. 20

Le Goff 212. 21

Ibid. 226.

Berríos 9

monumento en asociación con la mente, con la memoria. Estableciendo que monumento es un

signo del pasado, algo que retenemos de él, algo que alude a ese pasado, pude que el mantenerlo

guarde relación con el verso de una canción popular: “recordar es vivir o volver a vivir”,

preservar como un legado, el recuerdo de algo que estuvo pero que no fue eterno, que debemos

recordar o que nos quieren hacer recordar. Por su parte los documentos nos guardan un legado

que “el interés de la memoria colectiva y de la historia ya no se cristaliza exclusivamente sobre

los grandes hombres, los acontecimientos, la historia que transcurre de prisa, la historia política,

diplomática, militar.”22

Desde esta perspectiva, muy cónsona con la posición de la historia social,

debemos estudiar el legado monumental y documental que hay alrededor de las culturas como

fuentes de rescatar y preservar las historias de ellas. Esto nos trae a una gran cantidad de

documentos disponible, a una cuantificación de documentos que debe matizarse por su calidad.

Es el historiador el llamado a pasar juicio y seleccionar aquellos “documentos”, pero debe de

tener el cuidado en seleccionar pues “el documento es una cosa que queda, que dura y el

testimonio, la enseñanza… que aporta, deben ser en primer lugar analizaos desmitificando el

significado aparente de aquél. El documento es monumento”23

Jacques Le Goff, en esta obra, trata de traernos a dos temas de la historiografía que la

nutren desde perspectivas amplias y singulares: el tiempo y la memoria. La evolución de estos

conceptos desde la perspectiva de la historia abre a un acercamiento más esclarecedor de lo que

compone el estudio del ser humano en su manifestación cultural, arraigado a un quehacer

polítikos. El examen y re-examen de las ópticas y acercamientos de la disciplina de la historia

como un producto de varias fuentes en varias instancias de los grupos culturales nos amplía las

posibilidades de conocer con más certeza el desarrollo de los humanos dentro de determinado

tiempo y determinado espacio. Podemos decir sin dudas ni reservas que Jacques Le Goff logra su

cometido: la probabilidad de la ciencia de la historia.

Bibliografía

Le Goff, Jacques. El orden de la memoria. Madrid: Paidós, 1992. Impreso.

El sagrado Corán. Versión castellana de Julio Cortés. Ed. electrónica. San Salvador: Biblioteca

Islámica “Fátimah Az-Zahara”, 2005. Impreso.

22

Ibid. 232. 23

Ibid. 238.

Berríos 10

Miguel León Portilla. Filosofía nahuatl: estudiada en sus fuentes. 10a ed. México: UNAM,

2006. Impreso.