le goff, jacques - pensar la historia, modernidad, presente y progreso

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  • 7/22/2019 Le Goff, Jacques - Pensar La Historia, Modernidad, Presente y Progreso

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    construido un "saber de los fines ltimos" la escatologa o a lasutopas del progreso, la principal de las cuales es el marxismo, queyuxtapone una ideologa del sentido y del fin de la historia (elcomunismo, la sociedad sin clases, al internacionalismo). Sin embargo,al nivel de la praxis de los historiadores se est desarrollando una crticadel concepto de orgen y la nocin de gnesis tiende a sustituir a la deorigen.

    5) Al contacto con otras ciencias sociales, el historiador tiende hoy adistinguir duraciones histricas diferentes. hay un renacimiento delinters por el acontecimiento; sin embargo, seduce sobre todo la

    perspectiva de la larga duracin. Esta llev a algunos historiadores, atravs del uso de la nocin de estructura, o a travs del dilogo con laantropologa, a adelantar la hiptesis de la existencia de una historia.

    "casi inmvil". Pero puede existir una historia inmvil? Y cules sonlas relaciones de la historia con el estructuralismo (o losestructuralismos)? No hay un ms amplio movimiento de "rechazo dela historia""?

    6) La idea de la historia como historia del hombre ha sido sustituida por laidea de historia como historia de los hombres en sociedad Pero existe,

    puede existir slo una historia del hombre? Ya se ha desarrollado unahistoria del clima no habra que hacer tambin una historia de lanaturaleza?1. Desde su nacimiento en las sociedades occidentales nacimiento

    situado tradicionalmente en la antigedad griega (Herodoto, en el siglo V a C.,sera si no el primer historiador, al menos "el padre de la historia"), pero quese remonta a un pasado ms lejano, en los imperios del Cercano, Medio yExtremo Oriente la ciencia histrica se define en relacin con una realidadque no est construida ni observada como en las matemticas, las ciencias dela naturaleza ni de la vida, sino sobre la cual "se investiga", se "atestigua".Este es el significado del trmino griego totopin y de su raz indoeuropea wid-

    ,weid-, "ver". La historia empez siendo un relato, el relato de quien puededecir: "v, sent". Este aspecto de la historia-relato, de la historia-testimonio,

    nunca dej de existir en el desarrollo de la ciencia histrica. Paradjicamente,asistimos hoy a la critica de este tipo de historia mediante la voluntad desustituir la explicacin a la narracin, pero tambin al mismo tiempo alrenacimiento de la historia-testimonio a travs del "retorno delacontecimiento" (Nora) vinculado con los nuevos medios, con la aparicin de

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    periodistas entre los historiadores y con el desarrollo de la "historiainmediata".

    Sin embargo, desde la antigedad, la ciencia histrica, el recogerdocumentos escritos y convertidos en testimonios, super el lmite del mediosiglo o el siglo alcanzado por los historiadores testigos oculares y auditivos y

    pro la transmisin oral del pasado. La constitucin de bibliotecas y archivossuministr los materiales de la historia. Fueron elaborados mtodos de crticacientfica que otorgan a la historia uno de sus aspectos de ciencia en sentidotcnico, a partir de los primeros e inciertos pasos del medioevo (Guene), perosobre todo de fines del siglo XVII con Du Cange, Mabillon y los benedictinosde Saint-Maur, Muratori, etc. Sin embargo no hay historia sin erudicin. Peroas como en el siglo XX se hizo la crtica de la nocin del hecho histrico queno es un objeto dado puesto que resulta de la construccin de lo histrico, as

    tambin se hace hoy la crtica de la nocin de documento, que no es unmaterial bruto, objetivo e inocente, sino que expresa el poder de la sociedaddel pasado sobre la memoria y el futuro: el documento es monumento(Foucault y Le Goff). Al mismo tiempo se ampli el rea de los documentos,que la historia tradicional reduca a los textos y productos de la arqueologa,una arqueologa demasiado a menudo separada de la historia. Hoy losdocumentos llegan a comprender la palabra, el gesto. Se constituyen archivosorales; se recogen etnotextos. El hecho mismo de archivar documentos hasufrido una revolucin con los ordenadores. La historia cuantitativa, desde lademografa a la economa y la cultura, est vinculada con los progresos de losmtodos estadsticos y la informtica aplicada a la ciencias sociales.

    El abismo existente entre la "realidad histrica" y la ciencia histricapermite a filsofos e historiadores proponer desde la antigedad hastahoy sistemas de explicacin global de la historia (en el siglo XX, y consentido sumamente diferente, podemos recordar a Spengler, Weber, Croce,Gramci, Toynbee, Aron etc.). La mayor parte de los historiadores manifiestauna desconfianza ms o menos marcada respecto de la filosofa de la historia;

    pero a pesar de eso no se vuelven al positivismo, triunfante en la historiografaalemana (Ranke) o francesa (Langlois y Seignobos) a finales del siglo XIX y

    comienzos del XX. Entre la ideologa y el pragmatismo son sustentadores deuna historia problema (Febvre).Para captar el desarrollo de la historia y convertirlo en objeto de una

    ciencia propiamente dicha, historiadores y filsofos desde la antigedad seesforzaron por encontrar y definir las leyes de la historia. Los intentos msdestacados y los que han sufrido un mayor fracaso son las antiguas teoras

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    cristianas del providencialismo (Bossuet) y el marxismo vulgar, que a pesar deque Marx no habla de leyes de la historia (como en cambio s lo hace Lenin),se obstina en hacer del materialismo histrico una pseudociencia deldeterminismo histrico, cada da ms desmentida por lo hechos y por lareflexin histrica.

    En compensacin, la posibilidad de la lectura racional a posteriori de lahistoria, el reconocimiento de ciertas regularidades en el curso de la historia(fundamento de un comparativismo de la historia de las diferentes sociedadesy estructuras), la elaboracin de modelos que excluyen la existencia de unmodelo nico (el ensanchamiento de la historia al mundo en su conjunto, lainfluencia de la etnologa, la sensibilidad a las diferencias y al respeto por elotro van en ese sentido) permiten excluir que la historia vuelva a ser un merorelato.

    Las condiciones en que trabaja el historiador explican adems por quse plantea y se ha planteado siempre el problema de la objetividad de lohistrico. La toma de conciencia de la construccin del hecho histrico, de lano inocencia del documento, lanz una luz cruda sobre los procesos demanipulacin que se manifiestan a todos los niveles de la constitucin delsaber histrico. Pero esta constatacin no debe desembocar en un escepticismode fondo a propsito de la objetividad histrica y en un abandono de la nocinde verdad en la historia: al contrario, los continuos progresos en eldesenmascaramiento y la denuncia de las mistificaciones y las falsificacionesde la historia permiten ser relativamente optimas al respecto.

    Esto no quita que el horizonte de objetividad que debe ser el delhistoriador no debe ocultar el hecho de que la historia tambin es una prcticasocial (Certeau), y que si se deben condenar las posiciones que en la lnea deun marxismo vulgar o de un reaccionariosmo ms vulgar todava confundenciencia histrica y compromiso poltico, es legtimo observar que la lectura dela historia del mundo se articula con una voluntad de transformarlo (porejemplo en la tradicin revolucionaria marxista, pero tambin en otras

    perspectivas, como la de los herederos de Tocqueville y Weber, que asocianestrechamente anlisis histrico y liberalismo poltico).

    La crtica de la nocin del hecho histrico comporta adems elreconocimiento de realidades histricas largamente descuidadas por loshistoriadores. Junto a la historia poltica, a la historia econmica y social, a lahistoria cultural, naci una historia de las representaciones. Esta asumidiferentes formas: historias de las concepciones globales de la sociedad, ohistoria de las ideologas: historia de las estructuras mentales comunes a una

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    categora social, a una sociedad, a una poca o historia de las mentalidades:historia de las producciones del espritu vinculados no con el texto, las

    palabras, el gesto, sino con la imagen, o historia de lo imaginario, que permitetratar el documento literario y el artstico como documentos histricos a ttulo

    pleno, con la condicin de respetar su especificidad; historia de las conductas,las prcticas, los rituales, que remiten a una realidad escondida, subyacente, ohistoria de los simblico, que tal vez conduzca un da a una historia

    psicoanaltica, cuyas pruebas de status cientfico no parecen reunidas todava.La ciencia histrica misma, en fin, con el desarrollo de la historiografa ohistoria de la historia, se plantea en una perspectiva histrica.

    Todos estos nuevos sectores de la historia representan un notorioenriquecimiento, siempre que se eviten dos errores: ante todo la subordinacinde la realidad de la historia de las representaciones a otras realidades, las

    nicas a las que correspondera un status de causas primeras (realidadesmateriales, econmicas) renunciar, entonces, a la falsa problemtica de lainfraestructura y la superestructura. Pero, adems, no privilegiar las nuevasrealidades, no otorgarles a su vez un rol exclusivo de motor de la historia. Unaexplicacin histrica eficaz tiene que reconocer la existencia de los simblicoen el seno de toda realidad histrica (incluida la econmica), pero tambinconfrontar las representaciones histricas con las realidades que representan yque el historiador aprende a travs de otros documentos y mtodos: porejemplo, confrontar la ideologa poltica con la praxis y los acontecimientos

    polticos. Y toda historia debe ser una historia social.Por ltimo, el carcter "nico" de los acontecimientos histricos, la

    necesidad por parte del historiador de mezclar relato y explicacin hicieron dela historia un gnero literario, un arte al mismo tiempo que una ciencia. Si estoha sido cierto desde la antigedad hasta el siglo XIX, de Tucdides a Michelet,lo es menos en el siglo XX. El creciente tecnicismo de la ciencia histrica hizoms difcil al historiador aparece tambin como escritor. Pero siempre hay unaescritura de la historia.

    2.- El material fundamental de la historia es el tiempo: la cronologacumple una funcin esencial como hilo conductor y ciencia auxiliar de la

    historia. El instrumento principal de la cronologa es el calendario, que vamucho ms all del mbito histrico, siendo ante todo el marco temporalfundamental del funcionamiento de las sociedades. El calendario revela elesfuerzo realizado por as sociedades humanas para domesticar el tiemponatural, utilizar el movimiento natural de la Luna o el Sol, del ciclo de lasestaciones, la alternancia del da y la noche. Pero sus articulaciones ms

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    eficaces la hora y la semana estn vinculadas con la cultura, no con lanaturaleza. El calendario es producto y expresin de la historia: est vinculadocon los orgenes mticos y religiosos de la humanidades (fiestas), con los

    progresos tecnolgicos y cientficos (medida del tiempo), con la evolucineconmica, social y cultural (tiempo del trabajo y tiempo de diversin). Locual pone de manifiesto el esfuerzo de las sociedades humanas paratransformar el tiempo cclico de la naturaleza y los mitos, el eterno retorno, enun tiempo lineal pautado por grupos de aos: lustro, olimpada, siglo, era, etc.Con la historia estn ntimamente conectados dos progresos esenciales: ladefinicin de los puntos de partida cronolgicos (fundacin de Roma, eracristiana, gira etc.) y la bsqueda de una periodizacin, la creacin deunidades iguales, mensurables, de tiempo: das de veinticuatro horas, siglo etc.

    Hoy la aplicacin a la historia de los datos de la filosofa, la ciencia, la

    experiencia individual o colectiva tiende a introducir, junto a estos cuadrosmensurables del tiempo histrico, la nocin de duracin, de tiempos vividos,de tiempos mltiples y relativos, de tiempos subjetivos y simblicos. Eltiempo histrico encuentra, a un nivel muy sofisticado, el antiguo tiempo de lamemoria, que atraviesa la historia y la alimenta.

    3-4 La posicin pasado/presente es esencial en la adquisicin de laconciencia del tiempo. Para el nio "comprender el tiempo significa liberarsedel presente (Piaget), pero el tiempo de la historia no es ni el del psiclogo niel de lingista. Sin embargo, el anlisis de la temporalidad en estas dosciencias valora el hecho de que la oposicin presente/pasado no es un datonatural, sino una construccin. Por otra parte, la constatacin de que la visinde un mismo pasado cambia de acuerdo con las pocas, y de que el historiadorest sometido al tiempo en que vive, ha llevado tanto al escepticismo encuanto a la posibilidad de conocer el pasado como a un esfuerzo por eliminarcualquier referencia al presente (ilusin de la historia romntica a lo Michelet

    la "resurreccin integral del pasado" o de la historia positivista a loRanke "lo que exactamente sucedi"). En efecto, el inters del pasadoreside en aclarar el presente; el pasado se alcanza a partir del presente (mtodo regresivo de Bloch). Hasta el Renacimiento, e incluso hasta el siglo

    XVIII, las sociedades occidentales valoraron el pasado, el tiempo de losorgenes y los antepasados que se les aparece como un tiempo de inocencia yfelicidad. Se han imaginado edades mticas: la edad de oro, el paraso terrenal...la historia del mundo y de la humanidad apareca como una prolongadadecadencia. Esta idea de decadencia fue retomada para expresar la fase finalde la historia de las sociedades y las civilizaciones; ella se inserta en u n

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    pensamiento ms o menos cclico de la historia (Vico, Montesquieu, Gibbon,Spengler, Toynbee) y en general es producto de una filosofa reaccionaria dela historia, concepto de escasa utilidad para la ciencia histrica. En la Europade finales del siglo XVII y de la primera mitad del siglo XVIII la polmicasobre la oposicin antiguo/moderno, surgida a propsito de la ciencia, laliteratura y el arte, manifest una tendencia a una inversin de la valoracindel pasado: antiguo se convirti en sinnimo de superado y moderno ensinnimo de progresivo. En realidad, la idea del progreso triunf con las lucesy se desarroll en el siglo XIX y comienzos del XX, atendiendo sobre todo alos progresos cientficos y tecnolgicos. Despus de la revolucin francesa secontrapuso a la ideologa del progreso un esfuerzo de reaccin , cuyaexpresin fue sobre todo poltica, pero que se fundado en una lectura"reaccionaria" de la historia. A mediados del siglo XX los fracasos del

    marxismo y la revelacin del mundo estalinista y el gulag, los horrores delfascismo y sobre todo del nazismo y los campos de concentracin, los muertosy la destruccin de la Segunda Guerra Mundial, la bomba atmica primeraencarnacin histrica "objetiva" de un posible apocalipsis, eldescubrimiento de culturas diferentes de las occidentales, llevaron a unacrtica de la idea de progreso (recordemos La crise du progrs, de Fridmann,en 1936). La creencia en un progreso lineal, continuo, irreversible, que sedesarrolla de acuerdo con el mismo modelo en toda las sociedades, ya casi noexiste. La historia que no domina el futuro se enfrenta con creencias queexperimenta hoy todo un revival: profecas, visiones generalmentecatastrficas del fin del mundo, o, por el contrario, revoluciones iluminadas,como las que involucran las milenaristas tanto en las sectas de las sociedadesoccidentales como en ciertas sociedades del Tercer Mundo. Es el regreso de laescatologa.

    Pero la ciencia de la naturaleza, y especialmente la biologa, mantienenuna concepcin positiva, aunque atenuada, del desarrollo en cuanto progreso.Estas perspectivas pueden aplicarse a las ciencias sociales y a la historia. Asla gentica tiende a dar de nuevo vigencia a la idea de evolucin y progreso,

    pero dando un espacio ms amplio al acontecimiento y a las catstrofes

    (Thom): la historia tiene inters por sustituir en su problemtica con la idea degnesis dinmica la idea pasiva de los orgenes, que ya criticaba Bloch.5. En la renovacin actual de la ciencia histrica, que se acelera, aunque

    ms no sea en su difusin (el incremento esencial le vino con la revistaAnnales, fundada por Bloch y Febvre en 1929), una nueva concepcin deltiempo histrico cumple una importante funcin. La historia seguira ritmos

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    diferentes, y la funcin del historiador sera, ante todo, reconocer esos ritmos.Ms importante que el nivel superficial, el tiempo rpido de los sucesos, serael nivel ms profundo de las realidades que cambian lentamente (geografa,cultura material, mentalidad: en lneas generales las estructuras ): es el nivelde "larga duracin" (Braudel). El dilogo de los historiadores de largaduracin con las otras ciencias sociales de la naturaleza y la vida laeconoma y la geografa ayer, la antropologa, la demografa y la biologahoy llev a algunos de ellos a la idea de una historia "casi inmvil"(Braudel, Le Roy Ladurie). Se ha anticipado la hiptesis de una historiainmvil. Pero la antropologa histrica proviene por el contrario de la idea deque el movimiento, la evolucin, se encuentra en todos los objetos de todas lasciencias sociales, dado que su objeto comn son las sociedades humanas ( lasociologa la economa, pero tambin la antropologa ). En cuanto a la historia,

    no puede ser sino una ciencia del cambio y de explicacin del cambio. Con losdiferentes estructuralismo la historia puede tener relaciones fructferas con doscondiciones: a) no olvidar que las estructuras que estudia son dinmicas; b)aplicar ciertos mtodos estructuralistas al estudio de los documentoshistricos, al anlisis de los textos (en sentido amplio), no a la explicacinhistrica propiamente dicha. Cabe preguntarse si la moda del estructuralismono est vinculada con cierto rechazo de la historia concebida como dictaduradel pasado, justificacin de la "reproduccin" (Bourdieu), poder de represin.Pero tambin la izquierda ha reconocido que sera peligroso "hacer tabla rasadel pasado" (Chesneaux): El "fardo de la historia" en el sentido "objetivo" deltrmino (Hegel) puede y debe encontrar su contrapeso en la ciencia histricacomo "medio de liberacin del pasado" (Arnaldi).

    6.- Al hacer la historia de sus ciudades, de sus pueblos, de sus imperios,los historiadores de la antigedad pensaban que estaba haciendo la historia dela humanidad. Los historiadores cristianos, los historiadores del Renacimientoy de las luces (A pesar de que reconocieran la diversidad de las "costumbres")crean hacer la historia del hombre. Los historiadores modernos observan quehistoria es la ciencia de la evolucin de las sociedades humanas. Pero laevolucin de las ciencias ha llevado a plantearse el problema de saber si no

    puede haber una historia que no sea la del hombre. Ya se ha desarrollado unahistoria del clima; que slo presenta cierto inters para la historia en la medidaen que esclarece ciertos fenmenos de la historia de las sociedades humanas(modificacin de las culturas, del hbitat, etc). Actualmente se piensa en unahistoria de la naturaleza (Romano), pero ella valorar asi duda el carcter"cultural" por consiguiente histrico de la nocin de naturaleza. As pues,

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    a travs de las aplicaciones de su mbito, la historia se vuelve siemprecoextensiva al hombre.

    La paradoja de la ciencia histrica hoy es que precisamente cuando bajosus diversas formas (incluida la novela histrica) conoce una popularidad sinigual en las sociedades occidentales, y precisamente cuando las naciones delTercer Mundo se preocupan ante todo por darse una historia lo que por otra

    parte permite tal vez tipos de historia sumamente diferentes de los que losoccidentales definen como talsi la historia se ha convertido en elementoesencial de la necesidad de identidad individual y colectiva, precisamenteahora la ciencia histrica pasara por una crisis (de crecimiento?): en dilogocon las otras ciencias sociales, en el considerable ensanchamiento de sus

    problemas, mtodos, objetos, se pregunta si no est perdindose.

    Primera parteLA HISTORIA.

    Casi todos estn persuadidos de que la historia no es una ciencia comolas dems, para no hablar de quienes consideran que no es una ciencia enabsoluto. No es fcil hablar de historia, pero estas dificultades del lenguajellevan al centro mismo de las ambigedades de la historia.

    En este captulo vamos a esforzarnos, al mismo tiempo que centramosla reflexin en la historia, en su duracin, por situar a la ciencia histricamisma en las periodizaciones de la historia, y no reducirlas a la visin

    europea, occidental, aun cuando por ignorancia de quienes escribe y el estadosignificativo de la documentacin, habr de hablar sobre todo de la cienciahistrica europea.

    La palabra "historia" (en todas las lenguas romances y en ingls) derivadel griego antiguo totpin, en dialecto jnico (Keuck, 1934). Esta forma derivade la raz indoeuropea wid weid"ver". De donde el snscrito vettas "testigo" yel griego totwp "testigo" en el sentido de "el que ve". Esta concepcin de lavista como fuente esencial de conocimiento lleva a la idea de que totwp "elque ve" es tambin el que sabe: totopetv, en griego antiguo, significa "tratar desaber", "informarse". As que totopin significa "indagacin". Tal es el sentidocon que Herodoto emplea el trmino al comienzo de susHistorias..., que son"indagaciones", "averiguaciones" (Vase Benveniste 1969; Hartog, 1980) ver,de donde saber, es un problema primordial.

    Pero en las lenguas romance (y en las otras) "historia" expresa dos,cuando no tres, conceptos diferentes. Significa: 1) la indagacin sobre "las

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    acciones realizadas por los hombres" (Herodoto) que se ha esforzado porconstituirse en ciencia, la ciencia histrica: 2) el objeto de la indagacin, loque han realizado los hombres. Como dice Paul Veyne, "la historia es ora lasucesin de acontecimientos, ora el relato de esta sucesin deacontecimientos" (1968, pg. 423): Pero historia puede tener un tercersignificado, precisamente el de "relato". Una historia es un relato que pude severdadero o falso, con una base de "realidad histrica", o meramenteimaginario, y ste pude ser un relato "histrico" o bien una fbula. El inglselude esta ltima confusin en tanto distingue history de story: "historia" de"relato". las dems lenguas europeas se esfuerzan ms o menos por evitar estaambigedad. El italiano manifiesta la tendencia a designar si no la cienciahistrica, al menos los productos de esta ciencia con el termino"historiografa"; el alemn trata de establecer la diferencia entre esta actividad

    "cientfica", Geschichtsschreibung, y la ciencia histrica propiamente dicha.Geschichtswisssenschaft. Este juego de espejos y equvocos se prolonga en elcurso de los siglos. El siglo XIX, el siglo de la historia, inventa tanto lasdoctrinas que privilegian la historia en el saber, hablando, como veremos, de"historismo" o de "historicismo", como una funcin, o mejor dicho unacategora de lo real, la "historicidad" (el trmino aparece en francs en 1872).Charles Moraz la define as: "Hay que buscar ms all de la geopoltica, delcomercio, las artes y la ciencia misma lo que justifica la oscura certeza de loshombres en que son slo uno, transportados como se ven por el enorme flujode progreso que los especifica oponindolos. Se siente que esta solidaridadest vinculada con la existencia implcita, que cada cual experimenta en s, decierta funcin comn a todos. Vamos a llamar a esa funcin historicidad"(1967, pg. 59)

    Este concepto de historicidad se desprendi de sus orgenes histricos,vinculados con el historicismo del siglo XIX, para desempear una funcin de

    primer plano en la renovacin epistemolgica de la segunda mitad del sigloXX. La historicidad permite, por ejemplo, rechazar en el plano terico lanocin de "sociedad sin historia", rechazada por otra parte por el estudioemprico de las sociedades que observa la etnologa (Lefort, 1952). Sin

    embargo ella obliga a insertar la historia misma en una perspectiva histrica:"Hay una historicidad de la historia. Implica el movimiento que vincula unapractica interpretativa con una praxis social" (Certeau, 1970, pg. 484). Unfilosofo como Paul Ricoeur ve en la supresin de la historicidad a travs de lahistoria de la filosofa la paradoja del fundamento epistemolgico de lahistoria. En efecto, segn Ricoeur, el discurso filosfico hace estallar la

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    historia en dos modelos de inteligibilidad, un modelo vnementiel y unmodelo estructural, lo cual hace desaparecer la historicidad: "El sistema es elfin de la historia en la medida en que ella se anula en la lgica; tambin lasingularidad es el fin de la historia en tanto toda la historia se niega en ella. Sellega a este resultado, absolutamente paradjico, que est siempre en lafrontera de la historia, del fin de la historia, y se comprenden los ragosgenerales de la historicidad" (1961, pg. 224-225).

    Por ltimo, Paul Veyne (1971) extrae del fundamento del concepto dehistoricidad una doble moral. La historicidad permite la inclusin en el campode la ciencia histrica de nuevos objetos de la historia: lo non vnementiel;se trata de acontecimientos todava no aceptados como tales: historia rural, delas mentalidades, de la locura o de la bsqueda de la seguridad a travs deltiempo. De modo que ha de denominarse non vnementielle la historicidad

    de la que no hemos de tener conciencia como tal. Por otra parte, la historicidadexcluye la idealizacin de la historia, la existencia de la Historia con Hmayscula: "Todo es histrico, as que la historia no existe".

    Pero hay que vivir y pensar con este doble o triple significado de lahistoria. Luchar, s, contra las confusiones demasiado burdas y mistificadorasentre los diferentes significados; no confundir ciencia histrica con filosofade la historia. Comparto con la mayora de los historiadores profesionales ladesconfianza ante la filosofa de la historia, "tenaz e insidiosa" (Lefebvre,1945-6), que en sus diversas formas tienden a reconducir la explicacinhistrica al descubrimiento, o a la aplicacin de una causa nica y primera, areemplazar precisamente el estudio mediante tcnicas cientficas de laevolucin de las sociedades, mediante esta misma evaluacin concebida enabstracciones fundadas en el apriorismo o en un conocimiento sumario de lostrabajos cientficos. Es motivo de gran estupor para m, la repercusin quetuvo el panfleto de karl Popper, The Poverty of historicism (1966) ciertoque sobre todo fuera de los mbitos de los historiadores. Nos se mencionaall a ningn historiador. Pero no hay que hacer de esta desconfianza entre lafilosofa de la historia la justificacin de un rechazo de este tipo de reflexin.La misma ambigedad del vocabulario revela que la frontera entre las dos

    disciplinas, las dos orientaciones de investigacin, no est trazada conexactitud ni es posible de serlo, cualquiera sea la hiptesis. El historiador nodebe sacar la conclusin de que tiene que alejarse de una reflexin tericanecesaria para el trabajo histrico. Es fcil percibir que los historiadores ms

    propensos a remitirse nicamente a los hechos, no slo ignoran que un hechohistrico resulta de un montaje, y que establecerlo exige un trabajo tanto

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    histrico como tcnico, sino que tambin y sobre todo estn cegados por unafilosofa inconsciente de la historia, a menudo sumaria e incoherente. Reiteroque la ignorancia de los trabajos histricos de la mayor parte de los filsofosde la historia que corresponde al desprecio de los historiadores por lafilosofa no facilit el dilogo. Pero por ejemplo la existencia de una revisade alto nivel comoHistory and Theory, Studies in the Philosophy of Historyeditada desde 1960 por la Weslevan University en Meddletown (Connecticut,Estados Unidos), es una prueba de la posibilidad y del inters de unareflexin comn a filsofos e historiadores, y de la formacin de especialistasinformados en el campo de la reflexin terica sobre la historia.

    La brillante demostracin de Paul Veyne relativa a la filosofa de lahistoria tal vez vaya ms all de la realidad. Considera (1971) que se trata deun gnero muerto "y que sobrevive slo en epgonos de tono un tanto

    popularizantes", "un gnero falso". En efecto, "salvo que se trate de unafilosofa revelada, una filosofa de la historia ser un duplicado de laexplicacin concreta de los hechos y remitir a las leyes y mecanismos querigen esta explicacin. Slo dos casos lmites son vitales: por una parte el

    providencialismo de Civitas Dei, y por otra la epistemologa histrica. Todo lodems es espurio".

    Sin llegar a afirmar, como Raymond Aron, que "la ausencia y lanecesidad de una filosofa de la historia son elementos igualmentecaractersticos de nuestro tiempo" (1961 a pg. 38). Cabe decir que es legtimoque en los mrgenes de la ciencia histrica se desarrolle una filosofa de lahistoria y otras mas del saber. Es de desear que no ignore la historia de loshistoriadores, pero estos deben admitir que ella pueden tener con el objeto dela historia otras relaciones de conocimientos que las suyas.

    La dualidad de la historia como historia-realidad e historia-estudio sueleexplicar, al menos as me parece, las ambigedades de algunas declaracionesde Claude Lvi-Strauss sobre la historia. En una discusin con MauriceGodelier, quien habiendo detectado que el homenaje rendido a la historiacomo contingencia irreductible en Du miel aux cendres se volva contra lahistoria, y equivala a "dar a la ciencia de la historia un estatuto (...) imposible,

    reducindola a un comportamiento", Lvi-Strauss replicaba. "No s a qullaman una ciencia de la historia. Me conformara con decir la historia toutcourt; y la historia tout court es algo de lo que no podemos prescindir,

    precisamente porque esta historia nos pone constantemente ante fenmenosirreductibles" (Levi-Strauss, Aug y Godelier, 1975, pg. 182-3). Toda laambigedad del trmino historia est en esta declaracin.

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    As que abordamos la historia tomando en prstamo a un filsofo la ideabsica: "La historia no es historia sino en la medida en que ella no accede ni aldiscurso absoluto ni a la singularidad absoluta, en la medida en que su sentidose mantiene confuso, mezclado (...) la historia es esencialmente equvoca, enel sentido de que es virtualmente vnementielle y virtualmente estructural.La historia es verdaderamente el reino de lo inexacto. Este descubrimiento noes intil, justifica lo histrico. Los justifica de todas sus incertidumbres. Elmtodo no puede ser sino un mtodo inexacto (...) La historia quiere serobjetiva y no puede serlo. Quiere hacer revivir y slo puede reconstruir.Quiere convertir a las cosas en comntemporneas, pero al mismo tiempo tieneque restituir la distancia y la profundidad de la lejana histrica. Al fin, estareflexin tiende a justificar todas las aporas del oficio de historiador, las queMarc Bloch haba sealado en su apologa de la historia y del oficio del

    historiador. Estas dificultades no remiten a vicios de mtodos, son equvocosbien fundados" (Riccour, 1961, pg. 226).Un discurso excesivamente pesimista en ciertos aspectos, pero que

    aparece verdadero.De modo que hemos de presentar primero las paradojas y ambigedades

    de la historia, pero para definirla mejor como una ciencia, ciencia original,pero fundamental.

    Despus se tratar de la historia en sus aspectos esenciales, a menudomezclados, pero que hay que distinguir; la cultura histrica, la filosofa de lahistoria, el oficio de historiador.

    Lo haremos en una perspectiva histrica en sentido cronolgico. Lacrtica, hecha en la primera parte, de una concepcin lineal y teleolgica de lahistoria alejar la sospecha de que quien escribe identifique la cronologa conel progreso cualitativo, aun cuando subraye los efectos acumulativos delconocimiento y lo que Meyerson llama "el crecimiento de la concienciahistrica" (1956 pg. 354).

    No pretendemos ser exhaustivos. Lo que importa es mostrar en primerperspectiva, con algunos ejemplos, el tipo de relacin que las sociedadeshistricas han entablado con su pasado, el lugar de la historia en su presente.

    En la ptica de la filosofa de la historia habra que mostrar, remitindose alcaso de algunos grandes espritus y de algunas corrientes importantes depensamiento, cmo, ms all y fuera de la prctica disciplinaria de la historia,la historia fue conceptualizada, ideologizada, en ciertos ambientes y en ciertaspocas.

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    El horizonte profesional de la historia va a dar paradjicamente mayorespacio a la nocin de evolucin y perfeccionamiento. En efecto, al colocarseen la perspectiva de la tecnologa y de la ciencia, encontraremos la inevitableidea del progreso tcnico.

    Una ltima parte dedicada a la situacin actual de la historia va a volversobre algunos temas fundamentales de este artculo y algunos aspectosnuevos.

    La ciencia histrica conoci hace medio siglo un impulso prodigioso;renovacin, enriquecimiento de tcnicas y mtodos, horizontes y dominios.Pero al entablar con las sociedades globales relaciones ms intensas quenunca, la historia profesional, cientfica, pasa por una profunda crisis. El saberde la historia est tanto ms sacudido cuanto ms aument su poder.

    1.- Paradojas y ambigedades de la historia1.1 LA HISTORIA ES CIENCIA DEL PASADO O SOLO HAY HISTORIA

    CONTEMPORANEA?A Marc Bloch (1941-1942) no le gustaba la definicin de la historia

    como "ciencia del pasado", y consideraba "absurda la idea misma de que elpasado en cuanto tal pudiera ser objeto de ciencia".

    Propona definir a la historia como "la ciencia de los hombres en eltiempo". Con eso entenda subrayar tres rasgos de la historia. El primero en sucarcter humano. Si bien la investigacin histrica engloba de buen grado

    algunos campos de la historia de la naturaleza (vase Le Roy Ladurie, 1967),en general se admite que la historia es historia humana, y Paul Veyne subrayque "una diferencia enorme" separa la historia humana de la historia natural:"el hombre delibera, la naturaleza no; la historia humana se convertir en unno sentido si nos olvidamos del hecho de que los hombres tienen objetivos,fines, intenciones" (1968, pg. 424).

    Esta concepcin de la historia humana invita, por otra parte, a muchoshistoriadores a pesar que la central, esencial de la historia es la historia social.Charles-Edmond Perrin dijo de Marc Bloch: "Le asigna a la historia comoobjeto el estudio del hombre en tanto integrado a un grupos social" (enLabrousse, 1967, pg. 3); y Lucien Febre aada: "Una vez ms, no el hombre,nunca el hombre. La sociedades humanas, los grupos organizados" (ibidem),Marc Bloch crea adems en las relaciones que entablan en la historia el

    pasado y el presente. Consideraba que la historia no slo tiene que permitir"comprender el presente a travs del pasado" actitud tradicional, sino

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    tambin "comprender el pasado mediante el presente" (1941-2). Al afirmarresueltamente el carcter cientfico, abstracto, del trabajo histrico. MarcBloch negaba que este trabajo fuera estrechamente tributario de la cronologa:el error grave consistira en creer que el orden adoptado por los historiadoresen su investigacin tiene que modelarse necesariamente sobre el de losacontecimientos. Salvo al restituir a la historia su verdadero movimiento,tendrn la ventaja de empezar a leerla, como deca Maitland, "hacia atras". Deah el inters por "un mtodo prudentemente regresivo" (ibidem):"Puedentemente", esto es, que no lleva ingenuamente el presente hacia el

    pasado, no recorre hacia atrs un trayecto lineal que sera tan ilusorio como elde sentido opuesto. Hay rupturas discontinuidades, que no se pueden saltar, nien un sentido ni en otro.

    La idea de que la historia est dominada por el presente descansa en

    gran parte en una clebre frase de Benedetto Croce, quien declara que "todahistoria" es "historia contempornea". Croce quiere decir con eso que "porlejano que parezcan cronolgicamente los hechos que la constituyen, lahistoria est siempre referida en realidad a la necesidad y a la situacin

    presente, donde repercuten las vibraciones de esos hechos" (1938, pg. 5). Enefecto, Croce cree que desde el momento en que los acontecimientoshistricos pueden ser repensados constantemente, no estn "en el tiempo"; lahistoria es "el conocimiento de eterno presente" (Gardiner, 1952). As estaforma extrema de idealismo es la negacin de la historia. Como bien ve Carr,Croce inspir la tesis de Collingwood, expuesta en The Idea of History(1932), coleccin pstuma de artculos donde el historiador britnico afirma

    mezclando los dos significados de historia, la investigacin de los histrico,y la serie de acontecimientos pasados sobre los que se investiga que "lahistoria no trata del pasado en tanto tal ni de las concepciones de los histricoen tanto tales sino de uno y otro trmino vistos en sus relaciones recprocas"(Carr, 1961). Concepcin al mismo tiempo fecunda y peligrosa. Fecunda

    porque es verdad que lo histrico parte de su presente para plantearlepreguntas al pasado. Peligroso porque si el pasado tiene a pesar de todo unaexistencia repecto del presente, es en vano creer en un pasado independiente

    del que constituye el historiador (vase el suplemento 16 de History andTheory. The Constitution of the Historical Past, 1977. Esta consideracincondena todas las concepciones de un pasado "ontolgico", tal como el que seexpresa por ejemplo en la definicin de la historia de Emile Callot: "Unanarracin inteligible del pasado que ha transcurrido definitivamente" (1962,

    pg. 32). El pasado es una construccin y una reinterpretacin constante, y

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    tiene un futuro que forma parte integrante y significativa de la historia. Locual es verdad en un doble sentido. Ante todo porque el progreso de losmtodos y tcnicas permite est an por descubrirse. Parte material: laarqueologa descubre incesantemente monumentos ocultos en el pasado, losarchivos siguen enriquecindose sin tregua. Pero tambin nuevas lecturas dedocumentos, frutos de un presente que nacer en el futuro, deben asegurar unasupervivencia mejor dicho una vida al pasado que no ha "transcurridodefinitivamente". As que a la relacin esencial presente-pasado hay queaadir el horizonte del futuro. Tambin aqu los significados son mltiples.Las teologas de la historia la han subordinado a un objetivo definido como sufinalidad, su culminacin y su revelacin. Es cierto en cuanto a la historiacristiana, signada por la escatologa: lo es tambin en cuanto al materialismohistrico en su versin ideolgica que basa en una ciencia del pasado un

    deseo de porvenir que no remite slo a la fusin de un anlisis cientfico de lahistoria pasada con una praxis revolucionaria esclarecida por este anlisis. Unade las funciones de la ciencia histrica es la de introducir, de modo noideolgico y respetando lo impredecible del porvenir, el horizonte del futuroen su reflexin (Erdmann, 1964; Schulin, 1973): Pinsese simplemente en estaconstatacin trivial, pero cargada de consecuencia. Un elemento esencial delos historiadores de las pocas antiguas es que saben lo que sucedi despus.

    Los historiadores del tiempo presente lo ignoran. La historiacontempornea propiamente dicha difiere as (son tambin otras las razones deesta diferencia) de la historia de las pocas precedentes.

    Esta dependencia de la historia del pasado respecto del presente debeinducir al historiador a tomar algunas precauciones. Ella es inevitable ylegtima en la medida en que el pasado no deja de vivir y de hacerse presente.Pero esta larga duracin del pasado no debe impedir al historiador tomar susdistancias del pasado, distancias reverenciales, necesarias para respetarlo yevitar al nancronismo.

    Creo en definitiva que la historia es la ciencia del pasado, con lacondicin de saber que ste se convierte en objeto de la historia a travs deuna reconstruccin que se pone en cuestin continuamente. No se puede, por

    ejemplo, hablar de cruzadas como se hubiera hablado antes del colonialismodel siglo XIX, pero cabe preguntarse si y en qu prospectivas el trmino"colonialismo" se aplica a la entrada de los cruzados medievales en Palestina(Praweer, 1969-70)

    Esta interaccin entre pasado y presente es lo que se ha llamado lafuncin social del pasado o de la historia.

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    As, Lucien Febvre (1949): la historia "recoge sistemticamente,clasificando y reagrupando los hechos pasados, en funcin de sus necesidades

    presentes. Slo en funcin de la vida interroga a la muerte (...) Organizar elpasado en funcin del presente: as podra definirse la funcin social de lahistoria". Y Eric Hobsbawm se ha preguntado sobre la "funcin social del

    pasado" (1972; vanse tambin las pg. 174-194).Veremos ahora algn ejemplo de cmo cada poca se fabrica

    mentalmente su representacin del pasado histrico.Georges Dudy (1973) resucita y recrea la batalla de Bouvines (27 de

    julio de 1214), victoria decisiva del rey de Francia Felipe Augusto sobre elemperador Otton IV y sus aliados. Orquestada por los historigrafos francesesy convertida en legendaria, despus del siglo XIII la batalla cae en el olvido;conoce despus resurrecciones, en el siglo XVII porque se exaltan los

    recuerdos de la monarqua francesa, bajo la monarqua de julio porque loshistoriadores liberales y burgueses (Guizot, Augustin Thierry) ven en ella laalianza benfica entre la realeza y el pueblo, entre 1871 y 1914 como "primeravictoria de los franceses sobre los alemanes". Despus de 1945 Bouvines caeen el desprecio de la histoire-bataille.

    Nicole Loraux y Pierre Vidal-Naquet mostraron cmo en Francia de1750 a 1850, de Montequieu a Victor Duruy, se construye una imagen"burguesa" de la antigua Atenas, cuyas principales caractersticas seran"respeto de la propiedad, respeto de la vida privada, florecimiento delcomercio, del trabajo y la industria", y donde se encuentran tambin lasvacilaciones de la burguesa del siglo XIX: "Repblica o Imperio? Imperioautoritario? Imperio liberal? Atenas asume simultneamente todas esasfiguras" (Loraux y Vidal-Naquet, 1979, pgs. 207-8, 222). Sin embargo, ZviYavetz, al preguntarse por qu Roma haba sido el modelo histrico deAlemania a principios del siglo XIX, responda: "Porque el conflicto entreseores y campesinos prusianos, arbitrado despus de Jena (1806) por laintervencin reformista el Estado bajo el impulso de los estadistas prusianos,

    proporcionaba un modelo que se crea encontrar en la historia de Romaantigua: Niebuhr, autor deRmische Geschichte, que apareci en 1811-2 era

    un estrecho colaborador del ministro presuano Stein" (1976, pgs. 298-90).Philippe Joutard (1977) sigui paso a paso la memoria dellevantamiento popular de los calvinistas hugonotes de las Cevenas a principiodel siglo XVIII. En la historiografa escrita se produce un vuelo hacia 1840.Hasta entonces tanto los historiadores catlicos como los protestantes sloalentaban desprecio por esa revuelta de campesinos. Pero con la Histoire des

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    pasteurs du dsertde Napolen Peyrat (1843). Les Prophtes protestants deAmi Bost (1842) y con la Historie de France de Michelet (1833-67), sedesarrolla una leyenda dorada de los calvinistas, a la que se opone una leyendanegra catlica. Esta oposicin se alimenta especialmente de las pasiones

    polticas de la segunda mitad del siglo XIX, haciendo chocar a los partidariosdel movimiento contra los partidarios del orden, quienes convierten a loscalvinistas en los precursores de todas las revueltas del siglo XIX, de los

    pioneros "del eterno ejrcito del desorden", "los primeros precursores de losque tomaron la Bastilla", los precursores de los comuneros y de los"socialistas actuales, sus descendientes directos", con quienes "reclamaran elderecho al saqueo, al homicidio, al incendio, en nombre de la libertad dehuelga". Sin embargo, en otro tipo de memoria transmita mediante latradicin moral, que discierne "otra historia". Philippe Joutard encontr una

    leyenda positiva y viviente de los calvinistas, que tambin acta en relacincon el presente, que hace de los revoltosos de 1702 "los laicos y republicanos"de finales del reino de Luis XIV. El despertar regionalista los transforma enrebeldes occitanos y la Resistencia en maquisards.

    Tambin en funcin de las posiciones e ideas contemporneas naci enItalia despus de la Primera Guerra Mundial una polmica sobre el medioevo(Falco, Severino): Recientemente, el medievalista Ovidio Capitani evoc ladistancia y la proximidad del medioevo en una coleccin de ensayos que llevaun ttulo significativo: Medioevo passato prossimo: "La actualidad delmedioevo es sta: saber que no puede dejar de buscar a dios donde no est. Elmedioevo es "actual" precisamente porque es pasado; pero pasado comoelemento que se ha apegado a nuestra historia de manera definitiva, parasiempre, y nos obliga a tenerlo encuentra, porque encierra un formidableconjunto de respuestas que el hombre ha dado y no puede olvidar, aun cuandoha verificado su inadecuaci. La nica sera abolir la historia (...)" (1979, pg.276).

    As la historiografa aparece como una serie de nuevas lecturas delpasado, llenas de prdidas y resurrecciones, de vacos de memoria yrevisiones. Esta actualizacin puede influir sobre el vocabulario del

    historiador y con anacronismo conceptuales y verbales falsear gravemente lacalidad de su trabajo. As en ejemplos referidos a la historia inglesa y europeaentre 1450 y 1650, a propsito de trminos como "partido" y "clase" Hexterreclama una gran rigurosa revisin del vocabulario histrico.

    Collingwood vio en esta relacin entre el pasado y el presente el objetoprivilegiado de la reflexin del historiador sobre su trabajo: "El pasado es un

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    aspecto o una funcin del presente; as es como ha deaparecer al historiadorque reflexiona inteligentemente sobre su trabajo o, en otros trminos, apunta auna filosofa de la historia" (Debbins, 1965, pg. 139).

    Esta relacin entre pasado y presente en el discurso sobre la historia esen todo caso un aspecto esencial del problema tradicional de la objetividadhistrica.

    1.2 SABER Y PODER: OBJETIVIDAD Y MANIPULACION DEL PASADODe acuerdo con Heidegger, la historia no sera slo proyeccin por parte

    del hombre del presente en el pasado, sino proyeccin de la parte msimaginaria de su presente, la proyeccin en el pasado del porvenir elegido, unahistoria novelada, una historia-deseo hacia atrs. Paul Veyne tiene razn alcondenar este punto de vista y decir que Heidegger "no hace ms que elevar a

    filosofa antiintelecualista la historiografa nacionalista del siglo pasado".Pero, no es acaso optimista cuando aade: "Al hacerlo, como el bho deMinerva, se despert demasiado tarde"? (1968, pg. 424).

    Ante todo porque hay por lo menos dos historias, y sobre esto he devolver; la de la memoria colectiva y la de los historiadores. La primera partecomo esencialmente mtica, deformada, anacrnica. Pero es la vivencia de estarelacin nunca conclusa entre pasado y presente. Es de desear que lainformacin histrica suministrada por historiadores profesionales,vulgarizada por la escuela y al menos as debiera ser por los mediosmasivos de comunicacin, corrija esta historia tradicional falsedad. La historia

    debe esclarecer la memoria y ayudarla a rectificar sus errores. Pero elhistoriador mismo es inmune a la enfermedad si no del pasado al menos del

    presente, y tal vez de una imagen inconsciente de un futuro soado?.Hay que establecer una primera distincin entre objetividad e

    imparciabilidad: "La imparciabilidad es deliberada, la objetividadinconsciente. El historiador no tiene derecho a perseguir una demostracin adespecho de los testimonios, a defender una causa, sea cual fuere. Debeestablecer y hacer manifiesta la verdad, o lo que cree que es la verdad. Pero lees imposible ser objetivo, hacer abstraccin de sus concepciones del hombre

    especialmente cuando se trata de medir la importancia de los hechos y susrelaciones causales" (Gnicot, 1980, pg. 112).Hay que ir ms lejos. Si esta distincin bastar, el problema de la

    objetividad no sera, segn la expresin de Carr, a famous crux que hizocorrer tanta tinta. (Vanse especialmente Junker y Reisinger, 1974; Leff, 1969,

    pgs 120-29; Passmore, 1958; Blake, 1959.)

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    Vamos a sealar ante todo la incidencia del ambiente social sobre lasideas y mtodos del historiador. Wolfgang J. Mommsen revel tres elementosde esta presin social: "1) la imagen que de s tiene el grupo social del que elhistoriador es intrprete o al que pertenece o con quien est comprometido(self-image). 2) Su concepcin de las causas del cambio social. 3) Las

    perspectivas de cambio social por venir que el historiador considera probableso posibles y que orientan su interpretacin histrica" (1978, pg. 23).

    Pero si no se pude evitar algn "presentismo" alguna influenciadeformadora del presente sobre la lectura del pasado la objetividad puedelimitar sus consecuencias nefastas. En primer lugar, y he de volver sobre este

    punto capital, porque existe un cuerpo de especialistas habilitados paraanalizar y juzgar la produccin de sus colegas. "Tucdides no es un colega",dijo sensatamente Nicole Loraux (1980), mostrando que su Guerra del

    Peloponeso, aunque al discurso histrico, no es un monumento en el sentidomoderno del trmino, sino un texto, un texto antiguo, que ante todo es undiscurso que pertenece tambin al mbito de la retrica. Pero ms adelante voya mostrar como bien sabe Nicole Loraux que todo documento es unmonumento o un texto, y nunca es "puro", es decir, puramente objetivo. Elhecho es que desde que hay historia hay acceso a un mundo de profesionales,exposicin a la crtica de los otros historiadores. Cuando un pintor dice delcuadro de otro pintor: "Est mal hecho" nadie se engaa: slo quiere decir:"No me gusta". Pero cuando un historiador crtica la obra de un "colega"

    puede engaarse y una parte de su juicio depender de su gusto personal. perola crtica ha de fundarse, al menos en parte, en criterios "cientficos": Desde elalba de la historia el historiador es juzgado con el metro de la verdad. Conrazn o sin ella Herodoto pasa ampliamente por "mentiroso" (Momigliano,1958, vase tambin Harlog, 1980) y Polibio en el libro XII de susHistorias,donde expone sus propias ideas sobre la historia, ataca sobre todo a un"hermano", Timeo.

    Como dijo Wolfgang J. Mommsen, las obras histricas, los juicioshistricos, son "intersubjetivamente comprensibles" e "intersubjetivamenteverificables". Esta intersubjetividad est constituida por el juicio de los otros,

    y ante todo por el de los otros historiadores. Mommsen detecta tres modos deverificacin: a) se utilizaron fuentes pertinentes y se tom en cuenta el ltimoestadio de la investigacin?: b)hasta qu punto estos juicios histricos seacercan a una integracin ptima de todos los datos histricos posibles?: c) losmodelos explcitos o subyacentes de explicacin. son rigurosos, coherentes yno contradictorios? (1978, pg. 33): Tambin se podra encontrar otros

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    criterios, pero la posibilidad de un amplio acuerdo de los especialistas sobre elvalor de gran parte de toda obra histrica es la primera prueba de su"cientificidad" y la primera piedra de parangn de la objetividad histrica.

    Si a pesar de todo se pretende aplicar a la historia la mxima del granperiodista liberal Scott, "los hechos son sagrados, los juicios son libres"(mencionada por Carr, 1961), hay que hacer dos advertencias. La primera esque el campo de la opinin en la historia es menos amplio de lo que crece el

    profano, si nos quedamos en el campo de la historia cientfica (ms adelantevamos a hablar de la historia de los diletantes, de los apasionados); lasegunda es que en cambio los hechos son mucho menos sagrados de lo que secree, dado que si no se pueden negar hechos bien establecidos (por ejemplo, lamuerte de Juana de Arco en el hoguera de Run en 1431, de la que slo dudanlos mstificadores y los ignorantes empedernidos), en la historia el hecho no es

    la base esencial de la objetividad, tanto porque los hechos histricos sonconstruidos y no dados, porque en la historia la objetividad no significa merasumisin a los hechos.

    Sobre la construccin del hecho histrico encontraremos indicacionesen todos los tratados de metodologa histrica (por ejemplo Salmon, 1969, ed.1976, pgs. 46-48; Carr. 1961: Topolski 1973, parte VI. Citamos slo aLucien Febvre en su clebre introduccin al Collge de France (1933): "Nodado, sino creado por el historiador y cuntas veces? Inventado yfabricado mediante hiptesis y conjeturas, a travs de un trabajo delicado yapasionante (...) Elaborar un hecho significa construirlo. Si se quiere,

    proporcionar la respuesta a una problema. Y si no hay problema, eso quieredecir que no hay nada". No hay hecho o hecho histrico sino dentro de unahistoria-problema.

    Aqu hay otros dos testimonios de que la objetividad no es la merasumisin a los hechos. Ante todo Max Weber (1904): Un caos de "juiciosexistenciales" sobre infinitas observaciones particulares sera la nica salidaque podra llevar el intento de un conocimiento de la realidad seriamente"privada de presupuestos" Carr (1961) habla con humos del fetichismo delos hechos de los historiadores positivistas del siglo XIX: Ranke tena una

    confianza piadosa en el hecho de que la divina providencia se ocupara delsentido de la historia si l se ocupaba de los hechos (...) La concepcin de lahistoria propia del liberalismo del siglo pasado muestra afinidades estrechascon la doctrina econmica del laissez-faire (...) Era la edad de la inocencia ylos historiadores vagaban por el jardn del Edn (...) desnudos y sin vergenzaante el dios de la historia. A partir de entonces, conocimos el pecado y

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    vivimos la experiencia de la cada: y los historiadores que al da de hoysimulan prescindir de una filosofa de la historia, considerada aqu en elsentido de una reflexin crtica sobre la prctica histrica, buscan simplementerecrear, con la ingenuidad artificiosa de los miembros de una colonia nudista,el jardn del Edn en un parque de la periferia.

    Si la imparcialidad no exige por parte del historiador nada ms quehonestidad, la objetividad requiere algo ms. Si la memoria es un lugar de

    poder, si autoriza manipulaciones, conscientes e inconscientes, s obedece aintereses intelectuales o colectivos, la historia, como todas las ciencias, tienecomo norma la verdad. Lo abusos de la historia son asunto del historiador slocuando l mismo se convierte en un partidario, un poltico o un lacayo del

    poder poltico (Schieder, 1978: Faber, 1978). Cuando Paul Valery declara que"la historia es el producto ms peligroso que haya elaborado la qumica del

    intelecto (...) La historia justifica lo que se quiera. No ensea con rigor nada,porque contiene todo y ofrece ejemplos de todo" (1931, pgs. 63-64), esteespritu, en otros aspectos tan agudo, confunde la historia humana con lahistoria cientfica, y demuestra su ignorancia del trabajo de historiador.

    Aun cuando muestra cierto optimismo. Paul Veyne tiene razn cuandoescribe: "Significa no comprender nada del conocimiento histrico y de laciencia en general no ver que en ella subyace una norma de veracidad (...)Asimilar la historia cientfica a los recuerdos nacionales que surgi significaconfundir la esencia de una cosa con su origen: significa no distinguir laqumica de la alquimia, la astronoma de la astrologa (...) Desde el primer da(...) la historia de los historiadores se define contra la funcin social de losrecuerdos histricos y se plantea como perteneciente a un ideal de verdad y aun inters de mera curiosidad" (1968, pg. 424).

    Objetivo ambicioso, la objetividad histrica se construye poco a poco, atravs de revisiones incesantes del trabajo histrico las laboriosasrectificaciones sucesivas, la acumulacin de las verdades parciales. Tal vezdos filsofos sean quienes mejor expresan esta lenta marcha hacia laobjetividad.

    Paul Riccour: "Esperamos de la historia cierta objetividad, la

    objetividad que le corresponde; el modo como la historia nace y renace loatestigua: procede siempre por la rectificacin del ordenamiento oficial ypragmtico de su pasado operado pro las sociedades tradicionales. Estarectificacin no tiene un espritu diferente del que la ciencia fsica representarespecto del primer ordenamiento de las apariencias en la percepcin y en lascosmologas que le son tributarias" (1955, pgs. 24-25).

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    Y Adam Schaff (1970): "El conocimiento se configura (...) como unproceso infinito que perfeccionando el saber bajo aspectos los diversos yrecogiendo verdades parciales, una simple suma de conocimientos, cambiosslo cuantitativos del saber, sino tambin necesariamente modificacionescualitativas de nuestra visin de la historia".

    1.3 LO SINGULAR Y LO UNIVERSAL: GENERALIZACIONES YREGULARIDADES DE LA HISTORIA.

    La contradiccin ms flagrante de la historia est constituida sin dudapor el hecho de que su objeto es singular, un acontecimiento, una serie deacontecimientos, personajes que no se producen sino una vez, mientras que suobjetivo, como el de todas las ciencias, es captar lo universal, lo general, loregular.

    Ya Aristteles haba expulsado a la historia del conjunto de las cienciasprecisamente porque se ocupa de lo particular, que no es objeto de ningunaciencia. Cada hecho histrico acaece solo una vez, y no volver a producirse.Esta singularidad constituye tambin para otros un productores yconsumidores de historia su principal atractivo: "Amar lo que nunca se verdos veces".

    La explicacin histrica debe tratar objetos "nicos" (Gardiner, 1952, II,3). Las consecuencias de este reconocimiento de la singularidad del hechohistrico pueden reducirse a tres; ellas cumplen una funcin considerable en lahistoria de la historia.

    La primera esta constituida por la prioridad del acontecimiento. Sipensamos que el trabajo histrico consiste en establecer acontecimientos,basta aplicar a los documentos un mtodo que haga desprenderse losacontecimientos de ellos. As Dibble (1963) distingue cuatro tipos deinferencia que llevan de los documentos a los hechos, en funcin de lanaturaleza de los documentos, que pueden ser: testimonios individuales(testimony), fuentes colectivas (social bookkeeping), indicadores directos(direct indicators), correlatos (correlates). Este excelente mtodo solo tiene elinconveniente de fijarse un objetivo discutibles. Hay, ante todo, una confusin

    entre acontecimiento y hecho histrico, y hoy se sabe que el objetivo de lahistoria no consiste en establecer esos datos falsamente "reales" se bautizancomo acontecimientos o hechos histricos.

    La segunda consecuencia de limitar la historia a la singularidad resideen privilegiar el rol de los individuos y, ms especialmente, de los grandeshombre. Edward H. Carr mostr como esta tendencia se remota en la tradicin

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    occidental a los griegos, que atribuyeron sus epopeyas mas antiguas y susprimeras leyes a individuos hipotticos (Homero, Licurgo y Soln), y serenov en el Renacimiento con la moda de Plutarco; encuentra lo que en

    broma llama la teora del "mal rey Juan" (sin tierra) (the bat King Jonhtheory of history) en la obra de Isaiah Berln Historical Inevitability (1954)(Carr, 1961). Esta concepcin, que desapareci prcticamente de la historiacientfica, sigue desafortunadamente vigente gracias a los divulgadores y a losmedios de comunicacin de masas, empezando por los editores. No confundola explicacin vulgar de la historia como hecha por individuos con el gnero

    biogrfico, que a pesar de sus errores y su mediocridad es uno de losprincipales gneros de la historia y produjo obras maestras de la historiografa,como el Kaiser Friedrich der Zweite de Ernst Kantorowicz (1927-31). Carrtiene razn en recordar lo que deca Hegel de los grandes hombres: "Los

    individuos csmicos histricos son (...) los que quisieron y realizaron no unobjeto de su fantasa o de su opinin, sino una realidad justa y necesaria.. losque saben, por haber tenido la revelacin en su intimidad, lo que ya es frutodel tiempo y de la necesidad" (Hegel, 1805-31).

    A decir verdad, como bien dijo Michel de Certuau (1975), laespecialidad de la historia es lo particular; s pero lo particular, como lodemostr Elton (1967), es diferente a lo individual, y especifica tanto laatencin como la investigacin histrica no en tanto objeto pensado sino, porel contrario, en tanto lmite de lo pensable.

    La tercera consecuencia abusiva derivada de la funcin de lo particularen la historia consisti en reducirla a una narracin, a un relato. Comorecuerda Roland Barthes, Augustn Thierry fue uno de los partidarios, enapariencia de los ms ingenuos, de la creencia en las virtudes del relatohistrico: "Se ha dicho que el objetivo del historiador era contar, no probar; nos, pero estoy seguro de que en la historia el mejor gnero de prueba, el mscapaz de afectar y convencer a los espritus, el gnero que permite un mnimode desconfianza y de duda es la narracin completa" (1840, ed. 1851, II pg.227). Pero qu quiere decircompleta? Se omite el hecho de que un relato,histrico o no, es aun construccin que bajo una apariencia honesta y objetiva

    procede de una serie de elecciones no explcitas. Toda concepcin de lahistoria que la identifique con el relato me parece inaceptable. Es cierto que lasucesin que constituye la tela de material de la historia obliga a otorgar alrelato un lugar que parece sobre todo de orden pedaggico. Es simplemente lanecesidad en historia de exponer el cmo antes de investigar el porqu lo quecoloca el relato en la base de la lgica del trabajo histrico. As que el relato

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    no es una fase preliminar, aun cuando le exija al historiador un prolongadotrabajo de preparacin. Pero este reconocimiento de una retrica indispensablede la historia no debe llevar a la negacin del carcter cientfico de la historiamisma.

    En un libro fascinante, Hayden White (1973) consider la obra de losprincipales historiadores del siglo XIX como una pura forma retrica, undiscurso narrativo en prosa. Para llegar a explicar, o ms bien para lograr un"efecto de explicacin", los historiadores tienen que optar entre tres estrategiasmediante argumento formal, por enredo (emplotment) y por implicacinideolgica. Dentro de ella hay cuatro modos de articulacin posibles paraalcanzar el efecto de explicacin: para los argumentos est el formalismo, elorganicismo, el mecanismo y el contextualismo; para los enredos, la novela, lacomedia, la tragedia y la stira; para la implicacin ideolgica, el anarquismo,

    el conservadurismo, el radicalismo y el liberalismo. La combinacinespecfica de los modos de articulacin da como resultado el "estilo"historiogrfico de cada autor. Este estilo se logra con un acto esencialmente

    potico, para el cual Hayden White utiliza las categoras aristotlicas de lametfora, la metonimia, la sincdoque y la irona. Aplica este entremado acuatro historiadores: Michelet, Ranke, Tocqueville y Burckhardt, y a cuatrofilsofos de la historia: Hegel, Marx, Nietzche y Croce.

    El resultado de esta investigacin es ante todo la constatacin de que lasobras de los principales filsofos de la historia del siglo XIX difieren de las dequienes les corresponden en el campo de la "historia propiamente dicha" sloen el nfasis, no en el contenido. A esta constatacin respondo enseguida queHayden White no hizo ms que descubrir la relativa unidad de estilo de unapoca y descubrir lo que Taine haba relevado en una perspectiva an msamplia para el siglo XVII: "Entre una prgola de Versalles, un razonamientofilosfico de Malebranche, un precepto de verificacin de Boileau, una ley deColbert sobre las hipotecas, una sentencia de Bossuet sobre el reino de Dios,la distancia parece infinita, los hechos son tan diferentes que a una primeramirada se los juzga como aislados y separados. Pero los hechos se comunicanentre s a travs de la definicin de los grupos donde estn comprendidos"

    (mencionado en Ehrard y Palmade, 1964, pg. 72).Est adems la caracterizacin de los ocho autores elegidos del modosiguientes: Michelet es el realismo histrico como novela. Ranke el realismohistrico como comedia. Tocqueville el realismo histrico como tragedia.Burckhardt el realismo histrico como stira. Hegel la potica de la historia yel camino ms all de la irona. Marx la defensa filosfica de la historia segn

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    el modo metonmico, Nietzsche la defensa potica de la historia segn elmodo metafrico, y Croce la defensa filosfica de la historia segn el modoirnico.

    En cuanto a la siete conclusiones generales sobre la conciencia histricadel siglo XIX, a las que llega Hayden White, pueden condensarse en tresideas: a) no hay una diferencia fundamental entre la historia y la filosofa de lahistoria: b) la eleccin de las estrategia de explicacin histrica es de ordenmoral o esttico ms que epistemolgico: c) la reivindicacin de un carctercientfico de la historia no es ms que el disfraz de una preferencia por esta oaquella modalidad de conceptualizacin histrica.

    Por ltimo, la conclusin general incluso ms all de la concepcinde la historia en el siglo XIX es que la obra del historiados es una forma deactividad intelectual al mismo tiempo potica, cientfica y filosfica.

    Sera demasiado fcil ironizar sobre todo a partir del esquelticoresumen que di de un libro lleno de sugerentes anlisis de detalle sobre estaconcepcin de la "metahistoira", sobre sus a priori y sus simplismos.

    Percibo dos posibilidades interesantes de reflexin. La primera es quecontribuy a aclarar la crisis del historicismo a finales del siglo XIX, de la quevamos a hablar ms adelante. La segunda es que permite plantear sobre unejemplo histrico el problema de las relaciones entre la historia comociencia, como arte y como filosofa.

    Me parece que estas relaciones se definen ante todo histricamente, yque donde Hayden White ve una especie de naturaleza intrnseca, est lasituacin histrica de una disciplina; y que cabe plantear sintticamente que lahistoria, ntimamente mezclada hasta finales del siglo XIX con el arte y lafilosofa, se esfuerza y logra parcialmente ser cada vez ms especfica, tcnica,cientfica, y menos literaria y filosfica.

    De todos modos hay que advertir que algunos de los ms grandeshistoriadores de hoy reivindican todava para la historia el carcter del arte.Por ejemplo Georges Duby; "Considero que la historia es ante todo un arte, unarte esencialmente literario. La historia existe slo con el discurso. Para quesea buena, tiene que ser bueno el discursos" (Duby y Lardreau, 1980, pg. 50):

    Pero por otra parte, afirma tambin: "La historia, si debe ser, no puede serlibre: puede ser un modo del discurso poltico, pero no tiene que ser unapropaganda, bien puede ser un gnero literario, pero no debe ser literatura"(ibidem, pgs. 15-16). Est claro, pues, que la obra histrica no es una obra dearte como las dems, que el discurso histrico tiene su especificidad.

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    Roland Barthes plante bien la cuestin: "La narracin de losacontecimientos pasados, que habitualmente en nuestra cultura, a partir de losgriegos, est subordinada a la sancin de la "ciencia" histrica, colocada bajola imperiosa caucin de lo "real", justificada por principios de exposicin"racional", difiere verdaderamente en algn rasgos especfico, en una

    pertenencia indudable, de la narracin imaginaria tal como puede encontrarseen la epopeya, la novela y el drama?" (1967, pg. 65) Emile Benveniste (1959)respondi a esta pregunta insistiendo en la intencin del historiador: "Laenunciacin histrica de los acontecimientos es independiente de su verdad"objetiva": Solo cuenta la intencin "histrica" del escritor".

    La respuesta de Roland Barthes, en trminos de lingstica, es que enla historia "objetiva", lo "real" no es nunca ms que un significado noformulado, protegido tras de la omnipotencia aparente de referente. Esta

    situacin define lo que podra llamarse el efecto de realidad (...) el discursohistrico no sigue de cerca lo real, no hace ms que signficarlo, sin dejar derepetirsucedi sin que esta afirmacin pueda ser nunca ms que el significadoinverso de toda la narracin histrica (1967, pg. 74): Barthes concluye suintervencin explicando el decaer de la historia-relato, hoy, con la bsquedade una mayor cientificidad: "As se comprende que la cancelacin (si nodesaparicin) de la narracin en la ciencia histrica actual, que trata dereferirse a las estructuras antes que a las cronologas, implica algo ms que unsimple cambio de escuelas, una verdadera transformacin ideolgica: lanarracin histrica se muere porque el sino de la historia es hoy menos lo realque lo inteligible" (ibidem, pg. 75).

    Sobre otra ambigedad del trmino "historia", que en la mayor parte delas lenguas designa la ciencia histrica y un relato imaginario, la historia yuna historia (ya dijimos que el ingls distingue story de history (vase Callie,1963, pgs. 150-72), Paul Vyne fund una visin original de la historia.

    Para l la historia es un relato, s, una narracin, pero de "hechosverdaderos" (1971). Se interesa por una forma particular de singularidad, deindividualidad que es lo especfico: "La historia se interesa proacontecimientos individualizados ninguno de los cuales es una reiteracin

    intil de otro, y sin embargo es cierto que no es su individualidad en tanto tallo que le interesa. Trata de comprenderlo, es decir, de encontrar en ellos unasuerte de generalidad, o ms precisamente de especificidad" (ibidem, pg.102). Y tambin: "La historia es la descripcin de lo especfico es decir, locomprensible en los acontecimientos humanos" (ibidem, pg. 106). Lahistoria se parece a una novela. Esta hecha de enredos. Vemos lo que hay de

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    interesante en esta nocin en la medida en que preserva la singularidad sinhacerla caer en el desorden, rechaza el determinismo pero implica ciertalgica, valora el rol del historiador que "construye" su estudio histrico comoun novelista su "historia" .

    A los ojos de quien escribe esa nocin tiene el fallo de hacer creer queel historiador tiene la misma libertad del novelista, y que la historia no es unabsoluto una ciencia, sino por muchas precauciones que tome Veyne ungnero literario; ella aparece como una ciencia que tiene lo cual es trivial

    pero hay que decirlo tanto los rasgos de todas las ciencias como rasgosespecficos.

    Una primera precisin. Frente a los partidarios de la historia positivistaque creyeron por excluir toda imaginacin y toda "idea" del trabajo histrico,muchos historiadores y tericos de la historia reivindicaron y reivindican el

    derecho a la imaginacin.Willian Dray defini tambin "la presentacin" (imaginative re-enactment) del pasado como una forma de explicacin racional. Las"simpata" que permite sentir y hacer sentir un fenmeno histrico no seraotra cosa que un procedimiento de exposicin (Dray, 1957; Vase Berr, 1963);Gordon Leff opuso la reconstruccin imaginativa de lo histrico al

    procedimiento del especialista en ciencias de la naturaleza: "El historiador, adiferencia de quien opera en el campo de las ciencias naturales, debe crearsesu propio marco para evaluar los acontecimientos de que se ocupa; debe haceruna reconstruccin imaginativa de lo que por su naturaleza no era real, sinoms bien contenido en acontecimiento individuales. Debe abstraer el conjuntode actitudes, valores, intenciones y convenciones que forma parte de nuestrasacciones para captar su significados" (1969, pgs. 117-8).

    Esta apreciacin de la imaginacin del historiador parece insuficiente.Hay dos tipos de imaginacin que puede ostentar el historiador. La queconsiste en animar lo que est muerto en los documentos y forma parte deltrabajo histrico, dado que muestra y explica las acciones humanas. Es dedesear esta capacidad de imaginacin que vuelve concreto el pasado, as comoGeorges Duby deseaba al historiador talento literario. Es an ms deseable por

    que es necesario que el historiador d prueba de esta forma de imaginacinque es la imaginacin cientfica, y que se manifiesta con el poder deabstraccin. Nada distingue ni debe distinguir aqu al historiador de los demscientficos. Tiene que trabajar sobre sus documentos con la mismaimaginacin de los matemticos en sus clculos o la del fsico o qumico ensus experimentos. Es un problema de estado de nimo, y no podemos sino

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    seguir a Huizinga (1936) cuando declara que la historia no es slo rama delsaber, sino tambin "una forma intelectual de comprender el mundo".

    Hay que deplorar en cambio que un especialista como Raymond Aron,en su pasin emprica. haya afirmado que los conceptos del historiador sonvagos porque "en la medida en que nos acercamos a lo concreto se elimina lageneralidad" (1938a pg. 206). Los conceptos del historiador son el efecto novagos sino a menudo metafricos, precisamente porque remiten a lo concretotanto como a lo abstracto, siendo la historia lo mismo que las demsciencias humanas o sociales una ciencia no tanto del conjunto, como setiende a decir, cuanto de lo especfico como sostiene Veyne.

    Como toda ciencia, la historia tiene que generalizar y explicar. Lo hacede manera original. Segn Gordon Leff, y muchos otros el mtodo deexplicacin en la historia es esencialmente deductivo. "No habra historia, ni

    discurso conceptual, sin generalizacin (...) La comprensin histrica nodifiere por los procesos mentales inherentes a todo razonamiento humano,sino por su estatuto, que es el de un saber deductivo antes que demostrable"(1969, pgs. 79-80). El significado en historia se plantea tanto a travs de lainteligibilidad de un conjunto de datos separados desde el comienzo, como atravs de una lgica interna de cada uno de los elementos: "El significado enhistoria es esencialmente contextual" (ibidem pg. 57).

    Por ltimo, las explicaciones de la historia son ms evaluaciones quedemostraciones, pero comprenden la opinin del historiador de modo racional.inherente al proceso intelectual de explicacin: "Algunas formas de anlisiscausal son claramente indispensables para todo intento de correlacionar losacontecimientos; as como hay que distinguir entre el azar y la necesidad, elhistoriador tiene que decidir si cada una de las situaciones est regulada porfactores de largo o corto plazo. Pero lo mismo que sus categoras, estosfactores son conceptuales. No corresponden a entidades empricamenteconfirmadas o desmentidas. Por esta razn las explicaciones del historiadorson ms bien evaluaciones" (ibidem, pgs. 97-98).

    Los tericos de la historia se esforzaran en el curso de los siglos porintroducir grandes principios susceptibles de proporcionar claves generales

    para la evolucin histrica. Las dos principales nociones expuestas fueron poruna parte la de un sentido de la historia, y por otra la de las leyes de la historia.La nocin de un sentido de la historia se puede descomponer en tres tipo

    de explicaciones: la creencia en grandes movimientos cclicos, la idea de unfin de la historia que consiste en la perfeccin de este mundo, la teora de unfin de la historia colocado fuera de la historia misma (Beglas; 1975). Se puede

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    deducir que las concepciones aztecas o, en ciertas medidas, las de ArnoldToynbee caen dentro de la primera opinin, el marxismo en la segunda y elcristianismo en la tercera.

    En el cristianismo se establece una barrera entre quienes, con Agustn yla ortodoxa catlica, fundndose en la nocin de las dos ciudades la ciudadterrestre y la ciudad celestial expuesta en De civitate Dei subrayan laambivalencia del tiempo de la historia., presente tanto en los caos aparente dela historia humana (Roma no es eterna y no es el fin de la historia) como en elfluir escatolgica de la historia divina, y quienes, con milenaristas comoJoaqun da Fiore, tratan de conciliar la segunda y la tercera concepcin delsentido de la historia. La historia terminara una primera vez con eladvenimiento de una tercera era, el reino de los santos sobre la tierra, antes deconcluirse con la resurreccin de la cane y el juicio universal. La opinin de

    Joaqun da Fiore y sus discpulos es del siglo XIII. No salimos aqu slo de lateora histrica, sino tambin de la filosofa de la historia, para entrar en elteologa de la historia. En el siglo XX la renovacin religiosa ha generado enalgunos pensadores una recuperacin de la teologa de la historia. El rusoBerdiaev (1923) profetiz que las contradicciones de la historiacontempornea daran lugar a una nueva creacin conjunta del hombre y Dios.El protestantismo del siglo XX vo enfrentarse diversas corrientesescatolgicas: por ejemplo, la de la "escatologa consecuente" de Schweizar,la de la "escataloga desmitificada" de Bultmann, la de la "escatologarealizada" de Dodd, la de la "escatologa anticipada" de Cullmann (Vase LeGoff J.El orden de la memoria, cap. II) Volviendo al anlisis de Agustn, elhistoriador catlico Henri-Irne Marrou (1968) desarroll la idea de laambigedad del tiempo de la historia: "Basta con avanzar un poco en elanlisis para que aparezca la ambigedad radical del tiempo de la historia (...)Este tiempo vivido se revela de naturaleza mucho ms compleja, ambivalenteambigua de lo que convenca al optimismo de los modernos que (...) noqueran ver en ello otra cosa, que un "factor de progreso" convirtiendo aldevenir en un verdadero dolo (...) Todo lo que sucede al ser a travs deldevenir est necesariamente destinado a la degradacin, y a la muerte".

    Sobre la concepcin cclica y la idea de decadencia vase adems elcaptulo III, prrafo 3, deEl orden de la memoria; ms sofa de la historia deSpengler.

    Sobre la idea de un fin de la historia que consiste en la perfeccin deeste mundo, la ley ms coherente que se haya formulando es la del progreso.Para el nacimiento, el triunfo y la crtica de la nocin del progreso remitimos

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    al pargrafo especificamente dedicado al tema de las pginas 196-234; aqunos limitamos a algunas anotaciones sobre el progreso tecnolgico (vaseGallie, 1963, pgs. 191-3).

    Gordon Childe, despus de afirmar que el trabajo del historiadorconsiste en encontrar un orden en el proceso de la historia humana (1953, pg.5) y de sostener que la historia no hay leyes sino "una suerte de orden", tomcomo ejemplo de este orden a la tecnologa. En su opinin, existe un progresotecnolgico "desde la prehistoria a la edad del carbn" que consiste en unasecuencia ordenado de acontecimientos histricos. Pero Childe recuerda queen cada una de las fases el progreso tcnico es "un producto social", y sitratamos de analizarlo desde ese punto de vista nos damos cuenta de que loque pareca lineal es irregular (erratic) y que, para explicar "estasirregularidades y fluctuaciones", hay que volverse a las instituciones sociales,

    econmicas, polticas, jurdicas, teolgicas, mgicas, las costumbres ycreencas que actuaron como estmulos y frenos en suma, a toda lahistoria en su complejidad. "Pero.es legtimo aislar el campo de la tecnologay considerar que el resto de la historia actan sobre l slo desde afuera? Latecnologa no es un componente de un conjunto ms amplio cuya parte noexiste sino en virtud de la descomposicin ms o menos arbitraria delhistoriador?.

    Este problema fue planteado recientemente de modo relevante porBertrand Gille (1978. pgs. viii y sigs). Propone la nocin de sistema tcnico,conjunto coherente de estructuras compatibles unas de otras. Estos sistemastcnico-histricos revelan un "orden tcnico": Este "modo de aproximacin defenmeno tcnico" obliga a un dialogo con los especialistas de los demssistemas: el economista, el lingista, el socilogo, el poltico, el jurista, elfilsofo...

    De esta concepcin se desprende la necesidad de un periodizacin,desde el momento en que los sistemas tcnicos se suceden unos a otros y loms importante es comprender, si no explicar del todo, el paso de un sistematcnico al otro. As se plantea el problema del progreso tcnico, donde por otra

    parte Gille distingue entre "el progreso de las tcnicas" y el "progreso

    tcnico", que se distingue a su vez por el ingreso de las invenciones en la vidaindustrial o corriente. Guille subraya adems que "la dinmica de lossistemas" as concebida otorga un nuevo valor a las que se denomina, con unaexpresin al mismo tiempo vaga y ambigua. "revoluciones industriales". Se

    plantea s el problema que se considerar de modo ms general como en elproblema de la revolucin en la historia. Se le ha planteado a la historiografa

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    tanto en el campo cultural (revolucin de la imprenta [vase McLuhan, 1962;Eisenstein, 1966], revoluciones cientficas [vase Kuhn, 1957] como en elhistoriogrfico [Fussner, 1962; vase Nadel, 1963] y en el poltico(revoluciones inglesa de 1640), francesa de 1789, rusa de 1917).

    Estos episodios y la nocin misma de la revolucin se constituyerontodava recientientemente en objetos de animadas controversias. Parece que latendencia actual fuera, por una parte, plantear el problema de correlacin conla problemtica de la larga duracin (vase Vovelle, 1978) y, por otra, ver enlas controversias alrededor de "la" revolucin o "las" revoluciones un campo

    privilegiado de las revoluciones ideolgicas preconcebidas y las opcionespolticas del presente. Es uno de los terrenos ms "sensibles" de toda lahistoriografa (Chartier, 1978, pg. 497).

    En lo que me concierne, considero que no hay en la historia leyes

    comparables con las que se descubrieron en el campo de las ciencias de lanaturaleza opinin ampliamente difundida hoy con el rechazo delhistoricismo y el marxismo vulgar y la desconfianza ante las filosofas de lahistoria. De todos modos, mucho depende del significado que se atribuya a las

    palabras. Por ejemplo, hoy se reconoce que Marx no formul leyes generalesde la historia, sino que conceptualiz el proceso histrico unificando teora(crtica) y prctica (revolucionaria) (Lichtheim, 1973). Runciman dijo

    justamente que la historia, como la sociologa y la antropologa, es "unaconsumidora, no una generadora de leyes" (1970, pg. 10).

    Pero frente a las afirmaciones a menudo ms provocativas queconvencidas de la irracionalidad de la historia, quien escribe est convencidode que el trabajo del historiador tiene como objetivo hacer inteligible el

    proceso histrico, y que esta inteligibilidad conduce al reconocimiento deregularidaden la evolucin histrica.

    Es lo que reconocen los marxistas abiertos, aun cuando tiendan a hacerdeslizar el trmino "regularidad" hacia el de "ley" (vase Topolski, 1973).

    Hay que reconocer esas regularidades ante todo dentro de cada una delas series estudiadas por el historiador, que las vuelve inteligiblesdescubriendo en ellas una lgica, un sistema, trmino preferible al de enredo,

    en la medida en que hace ms hincapi en el carcter objetivo que subjetivode la operacin histrica. Despus hay que reconocerlas entre series: de aqu laimportancia del mtodo comparativo en historia. Un proverbio dice:"Comparacin no es razn", pero el carcter cientfico de la historia residetanto en la valoracin de las diferencias como en el de las semejanzas,mientras las ciencias de la naturaleza tratan de eliminar las diferencias.

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    Claro que el azar tiene un lugar en el proceso histrico y no perturba suregularidad, dado que precisamente el azar es un proceso constitutivo del

    proceso histrico y de su inteligibilidad.Montesquier declar que "si una causa particular, como el resultado

    accidental de la batalla, llev al Estado a la ruina (...) exista una causa decarcter general que provoc la cada de ese Estado por culpa de una nica

    batalla" (mencionado en Carr. 1961); y Marx escribi en una carta: "historiauniversal tendra un carcter verdaderamente mtico si excluyera el azar. Claroque a su vez el azar se convierte en parte del proceso general de desarrollo yest compensado por otras formas de la causalidad. Pero la aceleracin y lademora dependen de estos "accidentes", que incluyen el carcter "causal" delos individuos que esta a la cabeza de un movimiento en su fase inicial"(ibidem, pags. 108-9).

    Hace poco se intent evaluar cientficamente la parte del azar enalgunos episodios histricos. As Jorge Basadre (1973) estudi la serie deprobabilidades en la emancipacin de Per. Utiliz los trabajos de Vendrys(1952) y de Bousquet (1967): Este ltimo sostiene que el esfuerzo pormatemarizar al azar excluye tanto el providencialismo como la creencia en undeterminismo universal. En su opinin el azar no intervine ni en el progresocientfico ni en la evolucin econmica, y se manifiesta como la tendencia aun equilibrio que no elimina el azar mismo, sino sus consecuencias. Lasformas ms "eficaces" del azar en la historia seran el azar meteorolgico, elasesinato, el nacimiento de los genios.

    Habiendo esbozado as el problema de la regularidad y la racionalidaden el historia, quedan por considerar los problemas de la unidad y diversidad,la continuidad y la discontinuidad. Como estos problemas estn en el centromismo de la actual crisis de la historia, volveremos a ellos al fin de estecaptulo.

    Nos limitaremos a decir que si el objetivo de la verdadera historiasiempre fue el de ser una historia global y total integral, perfecta, decan losgrandes historiadores de finales del siglo XVI en la medida en que seconstituye en un cuerpo de disciplina cientfica y escolstica, debe encauzarse

    en categoras que pragmticamente la fraccionan. Estas categoras dependende la evolucin histrica misma: la primera parte del siglo XX vio nacer lahistoria econmica y social, la segunda la historia de las mentalidades.Algunos com Perelman (1969), pg. 13), privilegan las categoras

    periodolgicas, otros las categoras esquemticas. Cada una de ellas tiene suutilidad, su necesidad. Son instrumentos de trabajo y de exposicin. No tienen

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    ninguna realidad objetiva sustancial. As la aspiracin de los historiadores a latotalidad histrica puede y debe cobrar formas diferentes, que evolucionantambin con el tiempo. El cuadro puede esta constituido por una realidadgeogrfica o un concepto: as Fernand Braudel, primero con el Mediterrneoen los tiempos de Felipe II, despus con la civilizacin material y elcapitalismo.