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RESEÑAS RELACIONES 115, VERANO 2008, VOL. XXIX

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resEñas

R e l a c i o n e s 1 1 5 , v e R a n o 2 0 0 8 , v o l . x x i x

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Reseñas

Leonardo López Luján, La casa de Las

águiLas. un ejempLo de La arquitectura

reLigiosa de tenochtitLan, sección de

obras de antropoLogía, México, con­

sejo nacionaL para La cuLtura y Las

artes, instituto nacionaL de antropo­

Logía e Historia y Fondo de cuLtura

econóMica, en coLaboración con eL

MesoaMerican arcHive and researcH

project, Harvard university, 2 voLs., iLs,

Mapas, 2006.

desde 1978, año del descubrimien­to del monolito lunar conocido

como Coyolxauhqui, el recinto del Templo Mayor de Tenochtitlan nos si­gue sorprendiendo por su extraordi­naria riqueza arquitectónica y de arte­factos. A partir de febrero del año citado, se iniciaron una serie de traba­jos de excavación que han permitido asombrarnos e ilustrarnos principal­mente sobre la compleja vida ritual que ahí se practicó. Los descubrimien­tos continúan, como el muy reciente del enorme monolito labrado con el enigmático o enigmática Tlaltecuhtli, sepultado por varios siglos en el predio que ocupó la “Casa de las Ajaracas”.

Pero además de la cascada de in­valuables datos que ha caído sobre nosotros, debemos también de recono­cer otro fenómeno muy importante que detonó la aparición de la Coyol­xauhqui. Bajo la coordinación y guía de Eduardo Matos Moctezuma, se han

formado varias generaciones de ar­queólogos y especialistas en otras áreas afines. Esto no es un asunto menor: ahora forman un numeroso grupo que ya está dejando su propia impronta en el conocimiento de nuestro pasado an­terior a la conquista española.

Y precisamente uno de ellos, Leo­nardo López Luján, escribió una tesis doctoral, ahora convertida en un libro en dos volúmenes, profusamente ilus­trado, bajo el título de La Casa de las Águilas. Un ejemplo de la arquitectura religiosa de Tenochtitlan. La magna obra, producto de un trabajo que se prolon­gó por una década, reúne una enorme cantidad y variedad de información procedente de la arqueología, la etno­historia y las ciencias físicas y natura­les. Encontramos también nuevas in­terpretaciones que serán de extrema utilidad, no sólo para los que nos dedi­camos a la historia antigua de México. Si sólo usara un adjetivo para describir el texto, sería el de “provechoso”.

La “Casa de las Águilas” fue des­cubierta en 1980 en la sección norte del recinto ceremonial, muy cerca de la pirámide principal. Se encontraba de­bajo de un patio colonial del siglo xvi, rodeado de columnas. Construida y ampliada tres veces, entre 1430 y 1500, su planta adopta una extraña forma de letra “L”. Una parte, la más antigua, posee un eje oriente­poniente; la otra se acomodó de norte a sur. Las excava­

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ciones han mostrado que se trata de un lugar litúrgico particularmente im­portante, donde se realizaban ceremo­nias ambulatorias, algunas de ellas con muy visibles referencias al vínculo de los tenochcas con la toltecáyotl.

Fiel a sus esquemas de objetividad científica, López Luján se muestra acertadamente cauteloso respecto a emitir juicios generales sin suficientes bases sólidas, comenzando por el mis­mo título del libro: ¿Casa de las Águi-las?, el que reconoce como provisional. En gran medida este problema se deri­va de la imposibilidad de conocer el recinto en su completa integridad ar­quitectónica. Sin embargo, el proble­ma de adscribir identificaciones que tengan una aprobación universal no es sólo suyo: hablamos de un Cuauhcalli (Casa del águila) o Cuacuauhtinchan (Lugar donde moran las águilas) al re­ferirnos al templo monolítico de Mali­nalco, o a los “baños” de Nezahual­cóyotl en Texcotzinco. Frases como, salvo excepciones: “…la configuración arquitectónica de los edificios religio­sos mexicas no fue materia de interés de los cronistas del siglo xvi” o “La mayor parte de los materiales arqueo­lógicos no nos ayudan a vincular la Casa de las Águilas con alguno de los edificios descritos en las fuentes histó­ricas del siglo xvi”; y una tercera, muy adecuada, haciendo referencia a la identidad del conjunto estudiado,

donde se explica que existen “…co­rrespondencias impresionantes aun­que no definitivas con el llamado Tlacochcalco –o– Tlacatecco”.

El intento serio por identificar la estructura llevó al autor a explorar una vasta cantidad y diversidad de fuentes de información, entre las que destacan los códices y relaciones escritas en es­pañol o lenguas indígenas, particular­mente del siglo xvi. Y aquí mencionaré algunos breves comentarios sobre es­tos textos.

Redactadas en época de turbulen­cias sociales e ideológicas, de cambios drásticos y asimilaciones culturales a medias, los documentos que emergen del mundo indígena (pictográficos y en caracteres latinos) aún muestran retos para su uso cabal. Por lo menos ya hemos aprendido dos cosas: no leerlos in prima facie y estar conscientes de la necesidad de crear un corpus edi­torial completo de ellos, accesible a investigadores, estudiantes y público en general. Erróneamente los hemos usado como si uno fuera certero y los demás estuvieran equivocados (de acuerdo al argumento que queremos probar). En algunos se perciben erro­res en el registro, porque tanto tlacui­los como escribanos se movían en un mundo cambiante y de valores contra­dictorios, donde un buen segmento de la información anterior a la conquista se estaba desvaneciendo o era conoci­

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da sólo fragmentariamente. López Luján toma en consideración el pro­blema y esto se refleja en su cauteloso acercamiento al dato escrito al con­frontarlo con el dato arqueológico.

La propuesta final sobre la identi­dad del conjunto que hace el autor, al afirmar que el sitio pudo ser el Tlaco­chcalco (Lugar de la casa de los dar­dos) –o– Tlacatecco (Lugar del gobier­no de hombres) y que en el Glosario de la obra se define como “edificio del re­cinto sagrado de Tenochtitlan donde el nuevo tlatoani ayunaba y hacía peni­tencia antes de su entronización”, me parece muy atractiva, interesante y, sobre todo, verosímil puesto que se basa en un cúmulo impresionante de datos analizados y explicados en el primer volumen de la obra. Esta enor­me riqueza informativa que se nos entrega, dará pie a nuevas preguntas que, seguramente, tendrán nuevas respuestas a la luz de la continua acti­vidad de investigación que se desarro­lla en el Templo Mayor tenochca y en otros sitios contemporáneos. Cito al­gunos ejemplos: ¿Existió una edifica­ción en el lado opuesto, o sea el sur del Templo Mayor, que complementaba los rituales de la Casa de las Águilas? Por ahí cerca se erigió el templo dedi­cado a Tezcatlipoca, con su fachada mirando hacia el norte. También es ex­cepcional la forma de la planta del re­cinto y la manera como se enclaustró:

en las dos últimas fases constructivas se nota que el lado que mira hacia el oriente tiene una barda sólida y, asun­to aún por determinar, parece que la sección más al norte del recinto, sepul­tada por la calle de Justo Sierra y la venerable Librería Porrúa, pudo tam­bién estar limitada por una pared con­tinua. Los accesos a la plataforma, hoy conocidos, son escalinatas ubicadas en el sur y occidente y, de acuerdo con la interesante reconstrucción que hace el autor en la figura 410, el hipotético re­corrido del tlatoani o gobernante teno­chca, se iniciaba por el sur y terminaba bajando por las escaleras del oeste. Por lo tanto, queda todavía por dilucidar si los rituales “cardinales” del norte y el oriente, asociados al Tlacochcalco –o– Tlacatecco, no requerían de algún contacto visual con dichos puntos.

Y en favor de la importancia de la “cardinalidad” de la estructura, men­ciono el más reciente descubrimiento de una gran biznaga lítica, excavada en la parte norte y que, sin duda, resul­ta un marcador del ámbito cósmico septentrional. Como se registra gráfi­camente en la Tira de la peregrinación o Códice Boturini, importante pictografía colonial temprana, la biznaga servía, en ciertos rituales chichimecas, como ara de sacrificio. Otra interesante cues­tión es el cambio drástico en la confi­guración de la plataforma entre la eta­pa 1 y la 2, la mejor conservada. En la

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primera, el trazo es cuadrangular y la escalinata se construyó en el lado occi­dental. Este punto resultó también importante en la etapa 3, cuando le fueron agregadas dos cabezas de águi­la, tan visibles que de ellas se deriva­ron los varios nombres que en un prin­cipio se le dieron al conjunto. La cuestión a resolver sería: ¿por qué en la etapa 2 (ca. 1470, probablemente a fines del reinado del primer Motecuh­zoma o el inicio del de Axayácatl, su sucesor) se adosó –asimiló como se­gunda unidad arquitectónica– un nue­vo conjunto con un eje norte­sur?; ¿Cuáles fueron los motivos que impul­saron a los ideólogos tenochcas a adi­cionar este nuevo espacio?

Me referiré ahora al término “Tla­cochcalco”, uno de los lugares que pro­pone el autor como posible iden­tificación del conjunto, y que tiene relación con el tlacochtli. ¿Y qué es un tlacochtli? López Luján, basado en el diccionario de 1571 de fray Alonso de Molina y otros vocabularios más tar­díos, tradujo el término como “flecha”. Rémi Siméon, autor cuyos bonos como conocedor de la lengua náhuatl han bajado mucho últimamente, pero que su compilación contiene información no incluida en ninguna otra fuente, cita que la palabra se refiere a una fle­cha o dardo hecho con la caña del duro otate o con cualquier otro tipo de ma­dera, y guarnecido con una punta de

obsidiana. Además, en los ejemplos del Códice Mendoza que López Luján incluye en la figura 407, se percibe que en el locativo de Tlacochcalco se repre­sentó con una casa (calli) con merlones a manera de flechas o dardos adorna­dos con plumas y plumones. ¿Intenta­ron mostrar una diferencia simbólica entre “mitl”, la flecha usada por los chichimecas y el tlacochtli que, según Siméon, se manufacturaba con otate y obsidiana? Recordemos un santuario dedicado a un Cristo negro en el Esta­do de Veracruz, llamado Otatitlán (Lu­gar del otate). Se ha planteado, cada vez con más fuerza, la relación entre este culto y Tezcatlipoca. Es innecesa­rio insistir sobre la vinculación directa de esta poderosa deidad con la obsi­diana. ¿Serán acaso estas característi­cas, las que permitieron que este tipo particular de arma ofensiva se convir­tiera en el símbolo del Tlacochcalco, aquí vinculado con el Espejo humean­te? Pero como sucede con frecuencia, leemos también una frase que desca­rrila nuestro esquema interpretativo: Siméon agrega que el dardo también se hacía con cualquier otro tipo de ma­dera…

No puedo dejar de mencionar el cuidado que se puso en la presenta­ción de la obra por parte de los edito­res. La misma naturaleza del texto re­quería incluir una masiva cantidad de ilustraciones, mapas, planos, cuadros

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y gráficas. El problema se solucionó a través de la división en dos volúmenes de la obra, lo que facilita el cotejo entre la explicación y lo explicado.

Anticipo que este estudio sobre la “Casa de las Águilas” se convertirá en un ejemplo a seguir para futuras ex­ploraciones no sólo arqueológicas sino también etnohistóricas.

Xavier NoguezEl Colegio [email protected]

[email protected]

óscar Mazín, una ventana aL mundo

hispánico. ensayo bibLiográfico i, con

La participación de carMen saucedo,

México, eL coLegio de México, bibLiote­

ca danieL cosío viLLegas, 2006, 377 p.

el libro que se reseña está integrado por un estudio preliminar y una

bibliografía comentada organizada en primer lugar por todos los instrumen­tos de interés general necesarios para quien decida emprender la aventura de mirar hacia el mundo hispánico por esa ventana que propone el autor. Si­guen luego cinco grandes capítulos que se estructuran como ejes rectores que según Óscar Mazín, “hunden sus raíces en los siglos vi al xv de la penín­sula ibérica y que podemos seguir en las Indias de Castilla durante los siglos

de los virreinatos y aún más allá”: és­tos son la movilidad espacial y social; la presencia de las ciudades; la voca­ción por el saber y la enseñanza; el rey y sus jueces y la hispanización del otro.

Una revisión rápida a la secuencia de publicaciones del mismo autor, permite entender que ni los problemas planteados ni la bibliografía especiali­zada en los mismos son producto de una coyuntura y en cambio responden a la misma lógica. Así surgió El Gran Michoacán en 1986, con los informes que dan cuenta de la situación del ex­tenso obispado en el siglo xviii y que el autor había localizado en el archivo de Morelia mientras estudiaba la gestión del obispo Pedro Anselmo Sánchez de Tagle, trabajo que como libro se llamó Entre dos majestades, y fue publicado por el Colegio de Michoacán en 1987. De su trabajo sobre el cabildo catedral de Valladolid de Michoacán surgió el enorme esfuerzo de catalogar ese acer­vo documental y vieron la luz tres catá­logos de los documentos pertenecien­tes al Archivo Capitular de Administración Diocesana, Valladolid-Morelia: uno en 1990, el segundo en 1999 y en el 2001 el tercero. Resabio de aquel impulso fue la publicación en el año 2000 del Inven-tario de los libros de coro de la Catedral de Valladolid-Morelia.

Apasionado por los archivos y preocupado por los disparates que

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manos y mentes aparentemente pre­paradas hicieron con muchos acervos eclesiásticos, Mazín trató de demos­trar en la acción, qué se puede hacer con ellos sin necesidad de desmem­brarlos físicamente, sino de compren­der su organización interna, esto es, las distintas oficinas y dependencias que dieron origen a esos fondos. Pri­mero fue en la catedral de Michoacán y luego en la catedral de México, don­de organizó la catalogación y publica­ción de lo que llamó Inventario y guía de acceso del Archivo del Cabildo Catedral Metropolitano de México, publicado en 1999. En estos años decisivos se am­plió el interés por este complejo espa­cio, al que dedicó dos volúmenes que llevan el título de México en el Mundo Hispánico (2000) Prueba evidente de que el interés de Mazín por este espa­cio mayor de las relaciones trasatlán­ticas no es de reciente data, así como tampoco lo es su preocupación por la producción historiográfica mexicana a la que a veces siente demasiado ence­rrada entre los límites de su geografía física y mental.

De ahí, de este cruce de intereses y preocupaciones por la práctica de la historia, surge este ensayo bibliográ­fico, como una aportación a la pro­puesta que abraza con la intención de estimular la producción de estudios comparativos en el ámbito del mundo hispánico. En relación directa con lo

anterior, este ensayo intenta provocar una mejor comprensión sobre la histo­ria de la formación de las instituciones, los problemas, las similitudes y las di­ferencias de ambos lados del Atlánti­co, en un largo recorrido.

Uno de los puntos que más me ha interesado es la discusión sobre la ne­cesidad imperiosa de estudiar la Edad Media para poder realizar el análisis de formas y prácticas que no son me­ros antecedentes de las americanas, sino “una serie de realidades insertas en la larga duración”. El distinto ritmo en el cambio de esas realidades a uno y otro lado del Atlántico no les quita legitimidad. Esta forma de pensar la historia y en especial el periodo me­dieval, se levanta frente a una exitosa historiografía francesa que convirtió a la historia de la monarquía hispánica en “antecedentes” y que colocó a Es­paña misma fuera de Europa, a pesar de las costas compartidas sobre el Me­diterráneo.

Para resolver el aislamiento que se cierne como una amenaza sobre la producción historiográfica mexicana, Mazín propone como tarea perentoria la extensión de este quehacer desde México hacia el resto de Iberoamérica y hacia la Edad Media Ibérica. Esta ini­ciativa responde a la globalización vi­gente: un mundo hispánico, una sola civilización medieval fruto de la co­existencia de varias religiones, len­

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guas, usos y costumbres, cuyos frutos trasladados a América retoñaron de manera desigual según los medios preexistentes, “cada sociedad de las Indias –dice el autor– constituyó una realidad social profundamente ori­ginal en que las diversas culturas pre­hispánicas imprimieron un sello es­pecífico”.

El primer eje rector que se trata es el de “La movilidad espacial y social”, donde Mazín acciona un concepto abarcador de movilidad social que os­cila entre el ejercicio del comercio y la hidalguía, la sangre, el linaje, la carrera de honores y los estatutos de limpieza de sangre entre otros reactivos o dis­paradores sociales. Como el autor re­conoce, la cuestión de la nobleza como forma de movilidad social es comple­ja: por un lado hace falta tener en cuenta el antiguo concepto ibérico de nobleza como categoría moral y social que coexistió con el que dependía de la limpieza de sangre. Para el caso de las Indias de Castilla –para ser coherente con el nombre que se utiliza de mane­ra consistente– Mazín introduce la dis­cusión de la clasificación etnosocial donde reconoce las cinco categorías fundamentales: españoles, indios, ne­gros, mulatos y mestizos. Cada uno de estos grupos desarrolló diversas estra­tegias para escapar o establecerse en estas categorías y lo que es más inte­resante aún, el mundo peninsular qui­

so entender el resultado de estos es­fuerzos.

En cuanto a la movilidad en el es­pacio, Mazín acuerda con Jean­Paul Zuñiga, en que lo que realmente im­portaba a los migrantes era el destino, de tal modo que la geografía mental que forjaron estos sujetos, no recono­ció océanos ni montañas, las distancias se transformaron simplemente en es­pacios a atravesar para llegar a ese destino idealizado y mítico.

Otro de los temas atractivos que se expone a la curiosidad del lector, es el de las ciudades, fenómeno social y material de enorme envergadura tanto por la tradición política y jurídica que significa, sino también por la altura alcanzada en los niveles de creaciones propias. El modelo europeo de ciudad no respondía sin duda a las necesi­dades planteadas en estas tierras: en las amuralladas y meandrosas villas y ciudades de los reinos peninsulares, las separaciones que se fueron dando entre los distintos grupos religiosos y sociales llevó a la creación de guetos como la morería, la judería, o el burdel. Espacios cerrados que de alguna ma­nera pretendían resolver el proble­ ma de una convivencia con un otro que por momentos resultaba intolera­ ble. Las ciudades americanas en cam­bio, de traza regular, con excepción de los centros mineros, son abiertas a pesar de las continuas protestas reales

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para que tanto México como Lima fueran rodeadas por murallas. Con excepción de las costeras que estaban a merced de los ataques de corsarios y piratas, las ciudades americanas nacie­ron con vocación de extenderse en for­ma de damero, custodiadas por las iglesias y las imágenes que funciona­ron como baluartes frente a cualquier peligro.

El gran tema “La vocación por el saber y la enseñanza” pone en la mesa de trabajo varios puntos de enorme im­portancia y a los que se ha dado poca relevancia en el ámbito de la histo­riografía mexicana. Por una parte, la importante tradición de las disputas teológicas que desde el siglo xiii se organizaron en la península donde in­tervenían sabios teólogos de las tres religiones y donde el rey era el árbitro, así como la tradición del derecho roma­no profundamente arraigado en el ám­bito peninsular, cuyo estudio lo convir­tió en la disciplina reina de los saberes como fuente de justicia.

En “El rey y sus jueces” está im­plícito un tema que hoy se encuentra en la mesa de debate: el estatuto ju­rídico de la Nueva España. Por una parte Mazín nombra a estas tierras como “las Indias de Castilla” pronun­ciándose por la asimilación del con­tinente al reino castellano en adhesión al concepto de monarquía compuesta propuesto por Elliott. Sin embargo y a

pesar de tratar de reconstruir las tra­diciones de los términos “imperio” y “reino” para el caso europeo, soslaya la discusión para el caso específico de México y Perú: ¿fueron estos reinos como Aragón o León o la misma Casti­lla? ¿Como aseguran los juristas, la figura no existe, sino las de Reales Au­diencias que organizaron y dieron sen­tido al territorio americano durante el periodo de dominación hispana y des­pués de las independencias a los mo­dernos estados nación? ¿El virreinato y el virrey no son sino construcciones de la burocracia del Consejo de Indias –en la larga tradición de los consejos de Castilla– para resolver la administra­ción y el absentismo real?

Como Óscar Mazín planteó que esta es la primera entrega de una serie de publicaciones en esta misma línea, quizá se decida a abrir algunas de es­tas cuestiones que he dibujado de ma­nera rápida e imprecisa en esta presen­tación que solamente ha tenido como objetivo poner en relieve dos grandes asuntos: la generosidad de quien tra­baja para sí, pero genera al mismo tiempo instrumentos de investigación para otros estudiosos, especialmente los jóvenes y el relieve de las cuestio­nes tratadas que abren un mar de du­das, discusiones posibles e imprescin­dibles debates historiográficos. Creo que ése es uno de los más importantes desafíos planteados: frente a un uni­

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verso dominado por la producción de investigaciones muy locales, regiona­les o microhistóricás, Mazín lanza la propuesta de buscar en las más pro­fundas raíces de nuestra cultura occi­dental de la cual el mundo hispánico forma parte, aquellas líneas que ali­mentaron las nuevas sociedades, las forjaron y al mismo tiempo fueron modificadas por ellas. Las tradiciones del derecho, de los usos y costumbres, lengua, religión, grandes enfoques de larga duración y con la pretensión de ser comparativos. Como él mismo dice, la tarea es inmensa y ambiciosa, pero alguien tiene que comenzar y po­siblemente sean muchos los que se sientan invitados a esta mesa.

La sección bibliográfica se corres­ponde con cada una de estas cinco en­tradas que se acaban de mencionar, además de una primera con obras de interés general. Cada uno de los 549 títulos está acompañado por un sucu­lento resumen que, junto con los índi­ces, convierten a Una ventana al mundo hispánico en un ineludible instrumento de consulta y un acceso a la reflexión sobre el mundo trasatlántico desde la perspectiva del siglo xxi.

Nelly SigautEl Colegio de Michoacán

[email protected]

María teresa vaLdivia dounce, entre yo-

ris y guarijíos. crónicas sobre eL que-

hacer antropoLógico, México, univer­

sidad nacionaL autónoMa de México,

instituto de investigaciones antropo­

Lógicas, 2007, 261 p.

Hace ya muchos años, en un libro que ahora pocos leen, Nigel Bar­

ley retrató con trazos puntuales y un tanto irónicos los obstáculos que en­frentaban los antropólogos sociales en el desarrollo de sus proyectos de in­vestigación, desde las trabas burocrá­ticas de las universidades hasta las múltiples eventualidades que pade­cían durante las temporadas de cam­po; asimismo, destacó las dificultades más recurrentes que se presentaban al adentrarse en las regiones indígenas del mundo, donde solían enfrentarse –más que a una alteridad cultural con­trastante– a condiciones de extrema pobreza, explotación, injusticia, vio­lencia y clientelismo institucional que eran imposibles pasar por alto; por si esto no bastara, también refirió la ur­gencia de los antropólogos por inves­tigar los factores que propiciaban esa realidad y poner en práctica una estra­tegia que permitiera, por un lado, di­señar las posibles soluciones guberna­mentales al problema y, por otro lado, contribuir a una discusión teórica y académica sobre el tema en cuestión. Para ilustrar estos hechos, el mismo

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Barley refirió que echaba mucho de menos el haber desperdiciado tantas horas de clase –en su formación como profesional– atendiendo múltiples li­bros de teoría y omitiendo las enrique­cedoras experiencias que habían acu­mulado sus maestros en el campo, pues tal vez de haber atendido dichas experiencias hubiera comprendido “cómo lidiar con la delincuencia, la burocracia y las enfermedades en Áfri­ca, y hubiera logrado descifrar por qué mi presencia les causaba tanta gracia a los informantes, al grado que me to­maban fotografías con un cuenco roto, simulaban tomar apuntes con hojas de palmeras e incluso no dudaban en in­sultarme […] cuando trataba de asu­mir partido por ellos […]”1

Quise aludir a este texto, pues creo que bien puede servir de epígrafe a la obra que ahora reseño. Tras varias dé­cadas de paciente investigación entre los guarijíos de Sonora, y tras varios años de experiencia como funcionaria indigenista, Teresa Valdivia nos ha dado un cuadro no sólo del quehacer antropológico en una de las zonas in­dígenas más marginadas y aisladas de México, sino también de los múltiples problemas a los que se enfrentan cons­tantemente los antropólogos en el

1 Nigel Barley, El antropólogo inocente, Barcelona, Anagrama, 1997, 108­109.

campo y que no se resuelven con las lecturas de teoría social. De ahí que la autora advierta desde un inicio que Entre yoris y guarijíos no es propiamen­te un estudio etnográfico, sino más bien un acercamiento de los motivos y las perspectivas que el antropólogo y los actores culturales asumen durante el proceso de trabajo de campo.

Es de advertir que este libro se dis­tingue por reunir tres largos ensayos –“Sierra de nadie”, “Como una huella pintada” y “Sobre los testimonios in­dígenas y la tarea antropológica al edi­tarlos”– que aparecieron publicados de manera independiente entre 1992 y 1994, y que dan cuenta del compromi­so social del antropólogo y de la utili­dad de la antropología para solucionar los grandes problemas nacionales. En el caso de “Sierra de nadie”, se trata de un texto novedoso que retrata en pri­mera persona la perspectiva del autor sobre la apremiada realidad de los guarijíos y las difusas políticas indige­nistas que implementaba el Estado mexicano. Si bien es cierto que no se trata de un estudio etnográfico, tam­bién es verdad que “Sierra de nadie” es el primer trabajo científico que re­trata –con un enfoque antropológico y literario– las condiciones sociales, eco­nómicas, políticas y culturales que prevalecen en el territorio guarijío; asi­mismo, pone al descubierto las com­plejas relaciones interétnicas que se

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tejen entre los pueblos indígenas y los vecinos yoris de la región –rancheros, comerciantes y ganaderos no indíge­nas–; de paso, alude el devenir históri­co de los guaríjios y sus raíces ances­trales con los grupos tarahumaras, mayos y yaquis. Debo subrayar que este ensayo pone al descubierto el gran vacío histórico y antropológico que existe sobre los grupos indígenas que ha­bitan la cuenca alta del río mayo y la de­nominada sierra baja tarahumara. No obstante, el énfasis de este ensayo se centra en la lucha que protagonizaron los indígenas contra los yoris –desde 1977 hasta 1990– por el acceso y con­trol de tierras cultivables. Dado esto, no es casualidad que “Sierra de nadie” registre minuciosamente los factores e intereses que orillaron a los guarijíos a vivir desprovistos de tierras y al am­paro de la violencia, el racismo y la in­diferencia de los yoris y funcionarios gubernamentales. En el marco de este ejercicio analítico, la autora tiene la sen­sibilidad y la astucia de retratar la per­sistencia –en pleno siglo xx– de aquellas viejas formas que posibilitaron el des­pojo de la propiedad, la extracción de la producción y la explotación de la energía indígena, vía el peonaje, el avío o la habilitación, y la adjudicación de bienes.

A lo largo de estas páginas, hay también un profundo cuestionamien­to sobre el papel que cumplen los an­

tropólogos al implementar las políti­cas indigenistas, especialmente en aquellas zonas donde el Estado ha po­sibilitado la emergencia de una elite regional –yori, en su mayoría– que controla el acceso de programas gu­bernamentales, la presencia de funcio­narios públicos, el desarrollo de pro­gramas productivos y el flujo de información. Cabe decir que la trama compleja de estas denuncias no sólo se reducen al testimonio vertido por la autora, sino también a las múltiples voces indígenas que sirven de interlo­cutores y, ante todo, ofrecen una pos­tura sumamente clara para mirar con ojos más críticos la labor que desem­peña el Estado en las regiones indíge­nas de México. De hecho, estas voces indígenas le ayudaron a la autora a elaborar el segundo ensayo de este li­bro: “Como una huella pintada”, un trabajo donde Teresa Valdivia recoge la voz de uno de los más lúcidos y acti­vos dirigentes guarijíos –Cipriano Bui­timea– acerca de la cultura indígena, la memoria histórica del grupo y la lu­cha agraria que protagonizaron contra los yoris desde 1977 hasta 1990. La gran virtud de este trabajo radica en el profesionalismo de la autora para re­gistrar la voz indígena, respetar las particularidades de un castellano mar­cado por el acento rural y dejar al des­cubierto la tersura del relato –circular y arrítmico– de Cipriano Buitimea.

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Debe tenerse presente que este esfuer­zo profesional de rescatar la “voz de los sin voz”, obligó a la autora formu­lar una reflexión metodológica que le permitiera recuperar “una lectura de la realidad distinta de la que auspicia el poder y sus detentadores: la que suelen realizar las mayorías silencio­sas desde la necesidad, la subordina­ción, la explotación […]” Dicho esfuer­zo profesional fue documentado en el tercer y último ensayo: “Sobre los tes­timonios indígenas y la tarea antropo­lógica al editarlos”, un trabajo que –parafraseando a Andrés Medina– sitúa al lector en el centro mismo del anda­miaje antropológico y literario, y lo conduce a distinguir la originalidad del trabajo desplegado.

Desde esta perspectiva, puede de­cirse que los trabajos de Teresa Valdi­via parecen una selección particular­mente apropiada para mostrar el quehacer antropológico en el campo de estudio; de ahí que sean trabajos incisivos, altamente originales y con una amplia recepción en el mundo académico. Estos escritos también son muy sugerentes ya que proveen un excelente puente entre los trabajos que rayan en lo teórico y abstracto, y los trabajos que son tan implacablemente empíricos que se reducen a una mera recopilación de datos. Teresa Valdivia tiene la virtud de practicar un queha­cer antropológico que es a la vez teóri­

co y arraigado en la investigación em­pírica, cuidadosa y atenta a los problemas sociales.

Finalmente, Entre yorís y guarijíos tiene dos aportes extras a los ensayos referidos. Primeramente, una excelen­te estudio preliminar a cargo de An­drés Medina Hernández que –entre otras cosas– nos permite rastrear los orígenes y la evolución de la etnogra­fía en México, la postura crítica que asume toda una generación de profe­sionales respecto a las políticas indige­nistas y el quehacer antropológico, y las difusas fronteras que suelen existir entre los trabajos propiamente etno­gráficos y la literatura inspirada en el mundo rural. En segundo lugar, in­cluye una recopilación bibliográfica y hemerográfica sobre los estudios que con un enfoque económico, etnológi­co, geográfico, histórico, lingüístico y periodístico se han elaborado sobre los guarijíos de Sonora. Sobra decir que Entre yoris y guarijíos es una obra in­dispensable que viene a completar el gran vacío que existe sobre la antro­pología aplicada, en general, y los gru­pos indígenas del norte de México, en particular.

Luis Alberto Arrioja Díaz ViruellUniversidad Autónoma

Metropolitana­[email protected]

263

Reseñas

cLaude bataiLLon, un geógrafo fran-

cés en américa Latina. cuarenta años

de recuerdos y refLexiones sobre méxi-

co, México, eL coLegio de México, eL

coLegio de MicHoacán, centro de estu­

dios Mexicanos y centroaMericanos,

2008, 165 p.

No son abundantes los estudios que exploran la historia reciente

de la geografía en México.1 Los espe­cialistas han preferido voltear a los si­glos xviii y xix que fueron pródigos en geógrafos de calidad.2 Por eso, los in­teresados en el tema agradecen a Clau­de Bataillon que se haya concentrado en narrar sus experiencias desde que llegó por primera vez, procedente de Marruecos, en 1962. Leer este libro nos da otra opinión sobre la geografía pro­fesional mexicana, una opinión exter­na que nadie antes había vertido y en la cual tal vez los geógrafos nos sintamos extraños.

El libro está compuesto de siete capítulos ordenados cronológicamen­te en donde aparecen y desaparecen los actores que Bataillon va encontran­do, tanto en el terreno de lo cotidiano,

como en el de la investigación geográ­fica. Con las actuaciones de esos perso­najes, el lector va descubriendo no sólo al gremio de los geógrafos, sino tam­bién al mundo francófono de la ciudad de México, a la clase política priísta, a la atmósfera académica y al exotismo de la identidad mexicana, desnudada esta última por los ojos de quien se pre­gunta desde la primera página del li­bro: “¿cómo un mexicano puede estar enterado de la originalidad de su vida cotidiana si nunca ha salido de ella?”

Bataillon narra primero las condi­ciones en las que trabajó y vivió en el Magreb y cómo surgió la oportunidad de realizar su “gran viaje” a México. La aparición en escena del joven Clau­de Bataillon y su mujer Françoise se da en momentos en que la geografía mexicana vive de su tradición pero no de su presente. La tradición evoca pre­ferentemente los días en que Hum­boldt durmió en la antigua escuela de minas, o cuando se fundó la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, o cuando Antonio García Cubas compu­so el mapa en el que aparecía un Méxi­co cercenado de su porción norte. Pero el presente de los años 1960, a decir de Bataillon, era un tiempo en el que ha­cer geografía era toda una odisea. Era un tiempo en el que los alumnos toma­ban dictado y lo memorizaban para el día del examen. Un tiempo de quietud administrativa en todos los órganos

1 Destacan acaso los trabajos de Atlán­tida Coll (1994) y de Javier Castañeda Rin­cón (2006).

2 Véase por ejemplo: Azuela (2005), Moncada (2003), Moncada et al. (2003), Go­mez­Rey (2003), Mendoza Vargas (1999).

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Reseñas

del Estado que eran la fuente de donde podía obtenerse información sobre el territorio. Un tiempo en el que la in­vestigación en el Instituto de Geogra­fía de la unam y la docencia en la Fa­cultad de Filosofía, avivaban su estéril juego de recelos. El geógrafo francés, acostumbrado al trabajo de campo, a la interpretación de paisajes naturales, a la consideración de la huella históri­ca, a la redacción de trabajos con una estructura académica inteligible y a la lectura de mapas, encontraba entonces pocos espacios de encuentro con sus colegas mexicanos.

En este punto de asombro proba­blemente mutuo entre el geógrafo francés y los geógrafos mexicanos, Ba­taillon comenzó una investigación que pronto se enfrentó a otro tipo de caren­cias. Para poder iniciar su estudio en el medio urbano hubo de familiarizarse con el círculo de los economistas y los urbanistas. Era increíble –recuerda Ba­taillon– pero no había estudios sólidos de geografía urbana en un país que tenía una de las tasas más altas de ur­banización en el mundo. Por su parte, para estudiar el ámbito rural, fue nece­sario acercarse con agrónomos y an­tropólogos quienes, a diferencia de los geógrafos, había producido un mate­rial que “era abundante”. Faltaba “re­colectarlo y descodificarlo”, dice Ba­taillon. Y es que a su juicio, en esas décadas, los geógrafos mexicanos no

estaban produciendo gran cosa sobre el territorio que pudiera dialogar con los criterios franceses en los que él se había formado. Los geógrafos mexica­nos tampoco parecían ser sedientos lectores ni exploradores infatigables de sus tierras. Así que hacer su investi­gación sobre la ciudad y el campo en la región centro de nuestro país (Batai­llon 1971), le implicó un esfuerzo ma­yúsculo, sobre el cual ahora reflexiona: “si hubiera sido menos ignorante, no hubiera elegido trabajar sobre un obje­to tan pesado, rico y complejo como la región central mexicana”.

En los siguientes capítulos, Batai­llon recuerda cómo se enfrentó al reto de recortar el país en regiones dando lugar a la publicación de su popular libro Las regiones geográficas en México, mismo que conoció varias ediciones francesas y mexicanas. “El hecho re­gional –afirma en el libro que ahora reseñamos– no pertenecía a la cultura científico universitaria” de los mexica­nos. No obstante, en esos años, Jorge L. Tamayo, Ángel Bassols y Bernardo García Martínez ya habían comenzado a estudiarlo aunque sus publicaciones aparecieron después y no necesaria­mente compartían los mismos crite­rios. Cabe decir que por esos años, el concepto de “región” era objeto de distintas definiciones, unas de las cua­les insistían en asegurar que se trataba de “hechos objetivos” (Tamayo, 1984;

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Bassols, 1983) mientras que otras deja­ban también una parte de su compren­sión y estudio a la subjetividad (Batai­llon, 1969; García, 1976). Bassols, por ejemplo –nos recuerda Claude Batai­llon– decía “que para mi las regiones eran herramientas descriptivas y no realidades objetivas. Era cierto, y para él era un grave defecto”, concluye así marcando una diferencia conceptual que aún sigue viva.3

Más adelante, Bataillon describe un México en donde el presidencialis­mo y el pri son la clave para estudiar el territorio, pero descubre que “ningún libro podía dar esa clave”. Como buen investigador, se adentra entonces en el ámbito de la cultura mexicana que lo obliga a replantearse creencias forma­das en Francia. Por ejemplo, respecto del “nacionalismo” que había aprendi­do a despreciar, se percató que en el México posrevolucionario era sinóni­mo de soberanía frente al poder del ca­pital y en ese sentido tuvo que matizar su oposición a él. Con aprendizajes

como este, Bataillon fue logrando abrir el cofre de la información tan celosa­mente guardada por un estado casi to­talitario. Era “un Estado al que sólo le interesaba el crecimiento industrial” mediante el cual quería “ponerle fin a todos lo males del país: pobreza, des­empleo, tugurios”. Abrir la ostra que encierra los secretos de una cultura es muy difícil para los propios habitantes y por eso, como dice Ivan Illich (1990) –otro enamorado de México– la cultu­ra sólo es visible para el recién llegado, para el extraño, para quien viene de fuera. En palabras de Bataillon: “es in­dispensable ser un extranjero, como lo soy, para ver algunas realidades me­xicanas triviales”. Bataillon adquiere entonces las formas y protocolos que permiten ser aceptado en los círculos políticos, sociales y académicos, aun­que a decir verdad, sigue sin tener una relación estrecha con el gremio de los geógrafos.

Para advertir la presencia del hijo (para bien y para mal) de Marcel Batai­llon en los círculos más influyentes de México, basta enlistar algunos de los intelectuales y políticos tanto mexica­nos como franceses que aparecen men­cionados en las páginas del libro: Paul Rivet, Alfonso Caso, Pablo González Casanova, Guy Stresser­Péan, François Chevalier, Ricardo Pozas, Enrique Flo­rescano, Daniel Cosío Villegas, Luis Unikel, François Xavier Guerra, Luis

3 En abril de 2008, en entrevista que formulamos al Dr. Bassols, pese a la oposi­ción que pudieron tener en su momento, éste nos señaló con generosidad la impor­tancia que Bataillon había tenido en la in­vestigación regional de nuestro país. La discusión sobre el concepto de región aun continúa y al respecto, es prudente que el lector interesado se acerque al nuevo libro de Bernardo García Martínez (2008).

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González y González, Pierre Monbeig, Eduardo del Río (Rius), Víctor Flores Olea, Alejandra Moreno Toscano, Cuauh­témoc Cárdenas, Helene Riviere d’Arc, Arturo Warmann, Andres Lira. Estos contactos le permitieron no sólo obte­ner información, sino hallar personas con quienes discutir sobre el territorio y sobre la geografía de México. “El geó­grafo “humano” que soy –dice Batai­llon– encontró por fin a sus interlocuto­res, en este medio donde la antropología social se desprende de la arqueología y de la historia para orientarse hacia so­ciedades contemporáneas cada vez más urbanas”. Esto explica por qué Ba­taillon es más conocido entonces en el Colegio de México, en el de Michoacán, en la Facultad de Ciencias Políticas, en el inah y en el ciesas, que en las sedes donde residen los geógrafos. No obs­tante, podemos cofirmar con la vasta obra de su vida académica que Batai­llon hizo geografía, y de la buena.

A lo largo del libro, hay una serie de hilos que unen todos los capítulos. Uno de ellos es su preocupación por la educación en general y por la enseñan­za de la geografía en particular. Por ello se detiene a detallar algunos de los sinsabores de esta práctica en México. Desenfadado, Bataillon no se tienta el corazón para criticar a las vacas sagra­das, para decir que Jorge A.Vivó era “amable” pero que con él no se podía discutir “acerca de las necesidades pe­

dagógicas de los estudiantes”. Lo des­cribe también como un profesor que hablaba “sin apuntes de temas varia­dos que rara vez se renovaban”. De Jor­ge L. Tamayo dice que poseía una “ca­pacidad de enumeración y compilación [que] hacían las veces de legitimidad científica”. En este punto cabe hacer una reflexión que pueda poner en con­texto la experiencia mexicana de Batai­llon y permita también que los geógra­fos hagamos una autocrítica. Quizá suene dura su versión, pero es preciso recordar de qué se quejaban los estu­diantes de geografía en los años si­guientes... y hasta la fecha. Las quejas tienen que ver con la falta de actualiza­ción de los saberes impartidos y con una pedagogía que todavía sienta sus fuertes en el ejercicio memorístico. El estudiante de geografía tiene a menu­do problemas para estructurar un es­crito, para definir conceptos clave de la dimensión espacial, para correlacionar fenómenos naturales y sociales, para exponer una idea con claridad, para representar cartográficamente proble­mas complejos. A sus ojos, estas pre­ocupaciones ya estaban presentes des­de entonces.

Finalmente, no es necesario reite­rar que el contenido y el tono del libro de Claude Bataillon son profunda­mente humanos, como su autor. Quizá haya lectores que no vayan a gustar de algunos pasajes y otros que como no­

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sotros, se deleitaron intensamente en las breves horas de una tarde en que se lee el texto. Lo cierto es que este cari­ñoso libro parece agradecer a México (a todo México, con todo y sus desagra­dables sorpresas) y parece también decir “hasta pronto”.

Notas bibliográficas

azuela, Luz Fernanda, De las minas al laboratorio. La demarcación de la geo-logía en la Escuela Nacional de Inge-nieros, 1895, México, Instituto de Geografía, unam, 2005.

Bassols Batalla, Ángel, México: forma-ción de regiones económicas. Influen-cias, factores y sistemas, México, unam, 1983.

Bataillon, Claude, Las regiones geográ-ficas en México, México, Siglo xxi editores, 1969.

______, Ville et campagne dans la région de México, 1971.

castañeda rincón, Javier, La enseñan-za de la geografía en México; una vi-sión histórica: 1821-2005, México, Plaza y Valdés­Universidad Autó­noma de Chapingo, 2006.

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García martínez, Bernardo, “Consi­deraciones corográficas”, en Da­niel Cosío Villegas (coord.), Histo-ria general de México, vol. 1, México, El Colegio de México, 1976, 5­81.

_______, Las regiones de México. Brevia-rio geográfico e histórico, México, El Colegio de México, 2008.

Gomez rey, Patricia, La enseñanza de la geografía en los proyectos educativos del siglo xix en México, México, Ins­tituto de Geografía, unam, 2003.

illich, Iván, El género vernáculo, Méxi­co, Joaquín Mortiz/Planeta, 1990.

mendoza varGas, Héctor (ed.), Lectu-ras geográficas mexicanas, siglo xix, México, unam, 1999.

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______, (coord.) et al., La geografía de la ilustración, México, Instituto de Geografía, unam, 2003.

tamayo, Jorge L., Geografía Moderna de México, México, Trillas, 1984.

Federico Fernández ChristliebUNAM

[email protected]

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presentation

Herón pérez Martínez

T he Thematic Section of issue 115 of Relaciones focuses on the role of tax authorities (fisco) at different moments and in diverse places in the Hispanic world, including colonial Peru and New Spain at the

onset of the War of Independence, and on the tax measures imposed upon agriculture in contemporary Spain. A problem as old as mankind itself, taxation has been used as a mechanism by one people to conquer another, and as an ever­present means of subsidizing the satisfaction of collective needs through acts of government that cross the extensive net­work of relations of which all societies are made up with regards to their systems of–material or spiritual– needs, and that are resolved as Socrates indicated in this passage from Plato’s Republic:

In my opinion, a city is born when particular individuals find that they face the impossibility of providing for themselves and procuring the many things they require… Thus, a man becomes associated with another in view of that need, and with another for some other one; thus, because of the need they have for many things, they come together in the same domicile as associates and auxiliaries, and this co­existence is given the name πóλις... (III, XI).

The word fisco (roughly, ‘tax­collector’, from the Latin fiscus), origi­nally referred to the rush­ or wicker­basket that tax­collectors used. It is recorded in Spanish speech in the earliest dictionaries of the 16th century –Nebrija’s, for example– and in Cobarruvias’ compendium from the early 17th century. Words derived from this term, such as “confiscate” and “fiscal” are of approximately the same antiquity; though the term “confiscation”, in contrast, was in use as early as the year 1435.

The first article on the topic of taxation is by María Luisa Soux and entitled “Tribute, Constitution and Renegotiation of the Colonial Pact: The Case of Highland Peru in the Process of Independence (1810­1826)”. This essay illustrates how the vassalage relationship established between the King of Spain and his subjects was perceived in Highland Peru as a

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pact through which indigenous peoples agreed to pay tribute in ex­change for recognition of their ownership of the lands in their communi­ties. Though this pact would later be modified substantially upon the introduction of the system of the Courts of Cadiz, it was renegotiated by the Indians in different ways, as they sought to attain the greatest secu­rity possible in the possession of their lands in the face of the two oppos­ing bands, and was used as a political strategy to adapt to the complex processes involved in the War of Independence. This renegotiation of the colonial pact shows how the Indians took advantage of the opportunities that their recognition as citizens offered.

Through this approach, Soux is able to demonstrate the capacity that the Indians and their authorities developed to negotiate in, and adapt to, an unstable period such as that of the War of Independence, thanks to the implicit recognition –not only discursive but also real– of their equal­ity in terms of their civil standing. This opened for the Indians the option of negotiating the colonial pact and, at the same time, modifying those aspects that were disadvantageous to their interests, such as dependence on caciques. The Crown, meanwhile, also saw tribute as a card it could play to assure the loyalty of the Indians by “rewarding” communities or individuals with exemptions from the obligation to pay.

This balance was broken with the onset of the War of Independence. As the King’s coffers gradually emptied, the Vice­regal authorities exer­cised such pressure on the indigenous population that the negotiations carried out during the first constitutional period broke down. As a re­sult, during the liberal triennium of 1820 to 1823, the Crown gave no op­portunity to renegotiate the pact but continued to demand that the Indi­ans pay tribute; measures that led to a weakening of the relationship between the indigenous population and the Realist army. Soux’ article also shows that this dynamic was allowed to emerge because of the rec­ognition of that “other” who was capable of negotiating the pact, and of the need to see the payment of tribute/contributions not only as a sign of domination and vassalage, but also as a central element in the negotiat­ing possibilities of the indigenous groups immersed in that colonial and post­colonial system.

In his article, “The Insurgent Tax­collecting System: New Spain, 1810­1815”, José Antonio Serrano Ortega analyzes the measures and disposi­

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tions related to taxation implemented by the insurgent governments. In doing so, he has three objectives in mind: first, to show that the insurrec­tion’s main leaders not only sought to organize a tax­collecting system, but actually succeeded in that endeavor –at least to a certain degree– by articulating a coherent set of strategies; second, to demonstrate how those strategies were designed to identify the tax­bases that would pro­vide the resources required to sustain the troops that were combating the Realists and make them productive; and, third, to show those lead­ers’ attempts to set up a bureaucracy that would: 1) administer and opti­mize the diverse sources of income that fed the insurgents’ treasury; 2) define and classify the taxpayers; and, 3) distribute the weight of taxa­tion among different social groups. Arguing against the thesis –domi­nant since the time of Lucas Alamán– that the insurgent movement was financed through pillage, robbery and plundering, Serrano assiduously reconstructs the insurgents’ tax­collecting system. Though he recognizes that military actions of that nature did provide the insurgents with sub­stantial resources, they were neither the only nor the most important sources of income. During the prolonged and bloody struggle between insurgents and realists, leaders of the insurrection such as Miguel Hi­dalgo, Ignacio López Rayón, José María Morelos and the members of the Congress of Chilpancingo were largely responsible for designing and instrumenting the tax­collecting system that allowed them to obtain the resources required to sustain their cause.

This taxation system –an articulated series of tributary measures that gathered funds for their movement– was guided by two principle ele­ments: first, reversing the Bourbon government’s tendency to increase tax­generated income and the tax­rates and rents they were collecting in New Spain; and, second, eliminating the inequalities in taxation that were seen as one of the most unjust features of the colonial order. During the war –and in spite of it– the insurgent governments succeeded in maintaining a functioning national treasury from 1810 to 1815. Even in the chaos of war, it is clear that the rebels were, in fact, able to establish order in the area of taxation.

In the third article, “Taxation and Agriculture in Contemporary Spain”, Rafael Vallejo Pousada begins with a review of recent studies on taxation and agriculture in Spain from the Middle Ages to modern times

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that underscores their historiographical nature and their three main goals: 1) to present a synthetic explanation of the lessons that the long­term analysis of the relation between taxation and agriculture under­taken by the participants in the XI Spanish Congress of Agrarian History provides on this question; 2) to elaborate a historiographical balance on this issue in relation to contemporary Spain; and, 3) to propose a research agenda for the 20th century on less­studied topics that may prove benefi­cial for Latin American specialists interested in inquiring into the field of taxation and agrarian activities.

In the Documents Section, Alberto Carrillo presents a text entitled “Testimonial Information on the Miraculous Image of Our Lady of Pó­pulo in Cotija (1679)”, which sheds new light on the origins of the adora­tion of the Virgin Mary in her avocation as Our Lady of Pópulo in the Michoacán town of Cotija, an image, it is said, that is known to exude sweat, as if it were alive. The author of the document was Don Francisco de Aguiar y Seixas, the first bishop of Michoacán before he became Arch­bishop of Mexico and, under this title, the bishop of Sor Juana Inés de la Cruz. In his presentation of this fascinating document imbued with a delicious folkloric flavor, Alberto Carrillo gives the reader information on the image’s Jesuit background, on the enticing traditions that exist in relation to its origin, and on how it came to rest in Cotija at a time when such images were helping to configure local identities in such towns. After a brief incursion into the geography and history of the town of Cotija, the author expounds on how the veneration of “Our Lady of Pó­pulo” came to be established there and on the topic of images that sweat in general, before ending his presentation by reviewing canon law’s pro­nouncements on this matter.

The General Section opens with an essay by Mario Teodoro Ramírez, “Mexico in the Soul of Luis Villoro: Reasonable Reason, an Alternative to Ideological Violence”, in which the author suggests that in striving to understand Mexican reality Villoro calls into play, above all, a historical vision; not from the perspective of the historian but, rather, from a philo­sophical viewpoint which holds that “Mexican reality” cannot be under­stood simply through empirical, phenomenological or psychological approaches that describe behaviors and ways of thinking in an isolated and historically­decontextualized way, as if they had existed forever, or

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emerged only yesterday. Thus, according to Ramírez, the Villoro’s pro­posed alternative for the sociocultural life of Mexico is none other than the defense and pondering of the exercise of human rationality itself (and, first, of philosophical rationality). This alternative is realized –and this is where its specificity lies– through a “plural” (pluralist) conception of reason that unfolds in three dialectically­interrelated moments: a) a theoretical reasoning in the most classic style that actualizes and main­tains the values of discursive, methodical, critical and analytical thought; b) a practical reasoning that defends the axiological dimension of human praxis under the aegis of the ethical­political unity of social life; and, c) a hermeneutical reasoning (not elucidated as such by Villoro) that recog­nizes the “limits” of reason, assumes them, and then opens itself to the interpretation and comprehension of the “non­rational” forms of human experience and cultural traditions: mystic­religious, aesthetic­artistic, and erotic­amorous. Recognizing the limits of reason is what makes a thinker, in addition to being rational, also “reasonable.” Villoro has sought to be –and, indeed, in many senses has been– such a thinker. The author’s conclusion is that what Villoro proposes for Mexico is the con­struction of a new civilizing, political, ethical and sociocultural project; one understood and elaborated historically and philosophically in which philosophical reflection and praxis would play a substantive and inelud­ible role.

Beatriz Urías Horcasitas’ article, “The Power of Symbols/Symbols in Power: Theosophy and ‘Mayanism’ in Yucatán (1922­1923)”, examines the traces of theosophic spiritualism in Felipe Carrillo Puerto’s proposals related to the project of “revitalizing” the ancestral spirit of the Mayan people. Those proposals gave rise to the molding of a political­archaeo­logical scenario in the context of which unprecedented political phenom­ena took on meaning; for example, the changes introduced in the land tenure system; organizing workers in resistance leagues; announcing a radical political rhetoric; and implementing a series of programs in the areas of hygiene and sexual health designed to improve the quality of the population. The author holds that these elements were articulated in a coherent –and politically­functional– ideological universe thanks to Carrillo Puerto’s recovery of theosophic thought and symbolism. The article suggests that the theosophic doctrine was used as an instrument

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to imbue a political experiment that emerged from the Revolution with spirituality and transcendence. By appropriating theosophic proposals and symbols, Carrillo Puerto sought to incarnate universal truths. He presented himself as the direct agent of the designs of a superior power and, at the same time, as a governor elected by democratic vote. His case shows that although the Revolution may well have generated definitive changes, it also produced an ideology that carried with it the risk of au­thoritarianism because it promoted an aggressive program of social en­gineering designed to transform and homogenize the population, while at the same time recognizing that certain emerging political figures were assumed as depositaries of ancestral racial and spiritual essences.

Finally, J. Alfredo Pureco Ornelas offers the study, “Political Actors and the Struggle for Workers’ Rights in the Hot Country of Michoacán: Strikes in Lomba rdía and Nueva Italia, 1930­1933”, which analyzes the episode of the prolonged strikes by workers on the rice haciendas of Lombardía and Nueva Italia as they struggled to reclaim, not lands, but such basic workers’ rights as a maximum working­day and a minimum wage. The presentation is framed in the context of the political conflict that cardenismo sustained in Michoacán during its emergence as a viable social project against the backdrop of Calles’ regime, the so­called “Max­imato”. In his conclusions, the author notes that the article highlights a feature rarely found in the peasant movements that developed in Micho­acán in the immediate post­revolutionary period. According to Pureco Ornelas, the singular aspect of the case he analyzes lies in that in the context of agricultural workers’ claims for land this movement func­tioned as an “induced” demand; one that was created artificially and at a later date, and that consisted in consolidating the leadership of the figure of General Cárdenas, who around 1938 resolved that the best way of put­ting an end to almost a complete decade of worker­management prob­lems was to collectivize the assets from which those disputes had aris­en.

Paul C. Kersey JohnsonTraductor

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abstracts

triBute, constitution and reneGotiation of the colonial pact. the case of hiGhland peru durinG the process of independence (1808-1826)

María Luisa SouxUniversidad Mayor de San Andrés

La Paz, Bolivia

In the Highlands of Peru, the relationship of vassalage established between the King and his subjects was perceived as a pact through which indigenous peoples were obliged to pay tribute in exchange for recognition of their ownership of the lands in their communities. Though this pact was modified substantially by the Cadiz system, it was renegotiated by Indians in different ways as they sought to maximize the security of their holdings in the face of the two opposing groups in the War of Independence and as a political strategy for adapting to the complex processes generated by the conflict. The renegotiation of this colonial pact shows how the Indians took advantage of the opportunities that their recognition as citizens gave them.

Keywords: tribute, colonial pact, Highland Peru, indigenous peoples

the insurGent tax-collectinG system. new spain, 1810-1815

José Antonio Serrano OrtegaEl Colegio de Michoacán

From 1810 to 1815, the insurgent governments in Mexico developed an articulated set of tax­collecting measures through which they were able to gather resources for their cause. This insurgent taxation system was based on two main elements: reversing the Bourbon government’s tendency to increase income generation in New Spain through taxes, interest and rents and, secondly, eliminating the fiscal privileges that were considered one of the most unjust aspects of the colonial order. In spite of the bloody war between insurrectionists

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and realists, in the abovementioned period the insurgent governments succeeded in maintaining a functioning national treasury. Amidst the chaos of the military campaign it is possible to detect order on the insurgent side in relation to the area of tax­collecting.

Keywords: insurgents, realists, taxation system, tithes, sales tax (alcabala)

taxation and aGriculture in contemporary spain

Rafael Vallejo PousadaUniversidad de Vigo

This review of recent studies on taxation and agriculture in Spain from the Middle Ages to the Contemporary period is of a historiographical character and responds to three principle objectives. The first is to explain, synthetically, the lessons on taxation that arise from the long­term analysis of the relations between taxes and agriculture carried out by the participants in the XI Spanish Congress on Agrarian History (Section 1). Secondly, it presents a historiographical balance on this issue in relation to contemporary Spain (Section 2). Finally, it proposes a research agenda on less well­studied topics related to the 20th century (Section 3) that Hispano­American specialists interested in inquiring into the field of taxation and its relationship to agrarian activities may find useful.

Keywords: agriculture, taxation, fiscal system, historiography, Spain

méxico in the soul of luis villoro.reasonaBle reason, an alternative to ideoloGical violence

Mario Teodoro RamírezUniversidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo

This article is an attempt to interpret the thought of Luis Villoro (or, at least, his most important proposals) as he responded to the “problematic” of “Mexico’s

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reality” that had concerned this Mexican philosopher since the years of his youth. As a member of the Hiperión philosophical group (that existed around 1950), that took on the task of elaborating a “philosophy of the Mexican”, Villoro published two books, one on the topic of indigenism, and another on the independence movement of 1810. Both of these works present elements for theoretical, philosophical and political reflections on such problems a ideology, interculturality, the relation between ethics and politics, etc., that Villoro analyzed in great detail over the course of his philosophical trajectory; in which the Mexican leitmotiv has never ceased to be present.

Keywords: Mexico, indigenous, Independence, ideology, reason

the power of symBols / symBols in power: theosophy and “mayanism” in yucatán (1922-1923)

Beatriz Urías HorcasitasUniversidad Nacional Autónoma de México

This essay examines the traces of theosophic spiritualism in the proposals of Felipe Carrillo Puerto in relation to the project of “revitalizing” the ancestral spirit of the Mayan people. These proposals led to the structuring of a political­archaeological scenario in the context of which unprecedented political phenomena became meaningful; for example, the changes introduced in the system of land tenure, organizing workers in leagues of resistance, dissemi­nating a radical political rhetoric, and implementing a series of programs in the areas of hygiene and sexual health that were intended to improve the quality of the population. I suggest that these elements were articulated within a coherent –and politically­functional– ideological universe because of Carrillo Puerto’s recourse to theosophic thought and symbolism.

Keywords: theosophy, Mayan race, political symbols, populist rhetoric, nationalism

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political actors and the struGGle for workers’ riGhts in the hot country of michoacán. strikes in lomBardía and nueva italia, 1930-1933

J. Alfredo Pureco OrnelasInstituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora

This study analyzes a series of strikes organized by workers on rice­producing haciendas in Lombardía and Nueva Italia during their struggle to reclaim, not lands, but basic workers rights, including a maximum working­day and a minimum wage. The context of the presentation is the political conflict in which cardenismo was immersed in the state of Michoacán as it attempted to construct itself as a viable social project against the backdrop of Calles’ so­called Maximato regime.

Keywords: agricultural workers, Michoacán, Maximato, strikes, cardenismo

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Los autores

maría luisa soux. Boliviana. Docente en la Carrera de Historia de la Uni­versidad Mayor de San Andrés (La Paz­Bolivia) e investigadora del Insti­tuto de Estudios Bolivianos de la misma Universidad. Miembro de Núme­ro de la Academia Boliviana de la Historia. Trabaja temas de historia rural, historia de las mujeres e historia del proceso de la independencia de Boli­via. Entre sus trabajos pueden citarse La coca liberal. Producción y mercado a inicios del siglo xx (1993), De terratenientes a amas de casa (1997), Potosí y La Plata en el siglo de Oro (2008), La Paz en su ausencia, vida de las mujeres de la elite paceña a inicios del siglo xIx (2008). Ha publicado numerosos artículos en libros y revistas de Bolivia, Argentina, Chile, Perú, Ecuador, Colombia, Venezuela, México y España.

José antonio serrano orteGa. Profesor Investigador de El Colegio de Mi­choacán. Licenciado en Historia, Universidad Nacional Autónoma de México, y Doctor en Historia por El Colegio de México. Investigador Nacional, Nivel 2. Entre sus últimas publicaciones Igualdad, uniformidad, proporcionalidad. Contribuciones directas y reformas fiscales en México, 1810-1846. (México, Instituto Mora, El Colegio de Michoacán, 2007), y editó con Manuel Chust Calero (editores), Debates sobre las independencias iberoamericanas (Madrid, Frankfurt, Iberoamericana, Vervuert 2007), y con Juan Ortiz Escamilla (editores), Ayuntamientos y liberalismo gaditano en México (México, El Colegio de Michoacán, Universidad Veracruzana, 2007). Premio Francisco Javier Clavijero, INAH, Tesis de Licenciatura en Historia, 1991. Premio de Investigación, Área de Humanidades, Acade­mia Mexicana de Ciencias, 2005.

rafael valleJo pousada es profesor titular de Historia e Instituciones Econó­micas en la Universidad de Vigo. Ha recibido el Premio de Investigación de Humanidades de la Diputación de Pontevedra (1991), por la monografía A desamortización de Mendizábal na provincia de Pontevedra, 1836-1844. Coau­tor con Francisco Comín del libro Alejandro Mon y Menéndez (1801-1882). Pensamiento y reforma de la Hacienda (Madrid, IEF, 2002), obtuvo el Premio de investigación Alejandro Mon, otorgado en 2001 por el Ministerio de Ha­cienda. Es autor de otros libros y de diversos artículos en obras colectivas y en revistas como Revista de Historia Económica, Revista de Economía Aplica-

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da, Hacienda Pública Española, Historia Agraria, Historia Social, Historia y Polí-tica, etc. Acaba de editar Los tributos de la tierra. Fiscalidad y agricultura en España (siglos xII-xx) (Valencia, PUV, 2008).

Beatriz urías horcasitas, Investigadora en el Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM. Ha publicado un artículo en esta revista: “Retórica, ficción y espejismo: tres imágenes de un México bolchevique (1920­1940)”, vol. XXVI, 101, 2005, pp. 261­300. Su libro más reciente: Historias secretas del ra-cismo Historias secretas del racismo mexicano, México, Tusquets Editores, 2007.

mario teodoro ramírez, profesor­investigador de la Universidad Michoa­cana de San Nicolás de Hidalgo y actual director del Instituto de Investi­gaciones Filosóficas de la misma Universidad. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores, nivel II. Ha publicado entre otros libros: El quiasmo. Ensayo sobre la filosofía de Merleau-Ponty (1994); (co­autor), Filosofía de la cultura en México (1997), De la razón a la praxis. Vías hermenéuticas (2003), y Escorzos y horizontes (2008).

alfredo pureco ornelas es profesor e investigador del Instituto de Inves­tigaciones Dr. José María Luis Mora; doctor en Historia por El Colegio de Michoacán y su línea de investigación es “Historia de las instituciones y actividades económicas en el Occidente de México: Michoacán y Jalisco del Porfiriato a la Revolución”.

iLustraciones de este núMero

página 3: Anónimo, Mercado del Parian, siglo XVIII, detalle. páginas 6, 7 y 8: Monedas de la época de Independencia. Moneda de la suprema junta de América. Monedas fiduciarias ocho reales de cobre emitidos por José María Morelos 1812.página 9: Pedro Patiño Ixtolinque, América, siglo XIX.página 18: Anónimo, Alegoría de México, siglo XIX.página 127: Imagen de Nuestra Señora del Pópulo.página 147: Felipe Carrillo Puerto, foto.página 249: Monolito de Coyolxauhqui.

Normas de preseNTacióN de colaboracioNes

relaciones es una publicación editada trimestralmen­te por el colegio de Michoacán, con el fin de difundir trabajos de investigación de alta calidad académica y originalidad en su análisis, acordes al perfil indica­do en la página legal de la revista. en todos los casos, deben ajustarse a las siguientes normas de presenta­ción de originales.

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4. Los autores podrán sugerir los nombres de tres dictaminadores, indicando sus datos de adscrip­ción institucional, especialidades académicas y direcciones electrónicas, para tener referencia de la posible audiencia del trabajo.

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artículos

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6. La bibliografía irá al final del artículo en este orden: autor (apellidos, nombre), obra (en cursiva), lugar de edición, editorial, año. ejemplos: a) taussig, Mi­chael, shamanism, colonialism, and the Wild man. a study in terror and healing, chicago, the univer­sity of chicago press, 1987. b) alarcón, rafael, “La formación de una diáspora: migrantes de chavinda en california” en gustavo López c., coord., diáspo­ra michoacana, zamora, el colegio de Michoacán, gobierno del estado de Michoacán, unidos Mi­choacán, 2003, pp. 289­306.

7. una vez emitidas las evaluaciones de los árbitros con­sultados, será del conocimiento de los autores el acta de dictamen, y tendrán un plazo no mayor de dos meses para entregar la versión final del artículo con las correcciones pertinentes. La dirección de la revista ve­rificara la versión final con base en los dictámenes y comunicará a los autores la información del número de la revista en el que será publicado su trabajo.

documentos

Las colaboraciones para la sección de documen­tos serán trabajos de transcripción, paleografía, traducción y restauración de fuentes primarias o secundarias, relevantes para el estudio de proce­sos de historia y sociedad relacionados con Hispa­noamérica. Los trabajos tendrán una introducción con aparato crítico del presentador del documen­to, e incluido éste no excederá de 12 cuartillas. Los trabajos serán seleccionadas por la dirección y el comité de redacción de la revista en función de su calidad, contribución y pertinencia temática.

reseñas

Las reseñas serán revisiones críticas de libros recientes (últimos cinco años), relacionados con investigacio­nes de las ciencias sociales y humanas. deberán se­ñalar las aportaciones y limitaciones de la obra rese­ñada, así como su vinculación con la literatura previamente publicada sobre el tema que se aborda. La extensión máxima es de cinco cuartillas.

r e l a c i o N e s

e s T U D i o s D e H i s T o R i a Y s o c i e D a D

Fiscalidad en el mundo hispánico

n ú M e r o 11 5 . v e r a n o 2 0 0 8

s e t e r M i n ó d e i M p r i M i r e n e L

M e s d e o c t u b r e d e 2 0 0 8 e n

L o s ta L L e r e s d e i M p r e s i ó n y d i ­

s e ñ o La edición consta de 750

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