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REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA UNIVERSIDAD DEL ZULIA
FACULTAD DE HUMANIDADES Y EDUCACIÓN DIVISIÓN DE ESTUDIOS PARA GRADUADOS
ESCUELA DE FILOSOFIA MARACAIBO, ESTADO ZULIA
HISTORIA Y EDUCACIÓN EN LA OBRA DE AUGUSTO MIJARES.
Autor: Lic. Mavárez, Javier
Tutor: Dr. Tinoco, Antonio
MARACAIBO, JUNIO DE 2008
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DEDICATORIA
A María Borjas de Mavárez, por ser la mejor y más especial de todas las madres
Con todo cariño
Javier.
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AGRADECIMIENTO
A Lisette Pérez, compañera de trabajo y amiga incondicional.
A Jesús Márquez y Mercedes Fariñas, por su apoyo en todo momento
Gracias
Javier
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MAVÁREZ, Javier (2008). HISTORIA Y EDUCACION EN LA OBRA DE AUGUSTO MIJARES. Universidad del Zulia. Facultad de Humanidades y Educación. Escuela de Filosofía y Letras. Trabajo Especial de Grado para optar al Título de Magíster Scientiarum en Filosofía. Maracaibo. Venezuela
RESUMEN
Este estudio está enmarcado dentro de la investigación cualitativa, mediante un tipo de investigación documental e interpretativa, al mismo tiempo. Tuvo como objetivo general: analizar la obra de Augusto Mijares desde su óptica de la historia y la educación. Para alcanzar dicho objetivo, se analizó primeramente a Augusto Mijares: su tiempo y su obra. Seguidamente, las críticas a la concepción positivista de la historia, considerando centro de ellas al positivismo, más allá de la visión heroica, contra todo determinismo y una historia interpretada a favor de la libertad y el reconocimiento del hombre como ser colectivo. Finalmente, la visión educativa, considerando dentro de ella a las críticas a la concepción educativa del positivismo y a la ética y a la educación. Se tomaron en consideración varias de las obras escritas por el mismo autor, así como también las de otros protagonistas de su tiempo, tanto de la generación del 18 como de la generación del 28. Su posición frente al positivismo, núcleo de la investigación lo cual referenció su visión acerca de las consecuencias devastadoras para la Venezuela futura, principalmente desde el punto de vista educativo. Palabras claves: Historia, educación, positivismo.
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MAVÁREZ, Javier (2008). HISTORIA Y EDUCACION EN LA OBRA DE AUGUSTO MIJARES. Universidad del Zulia. Facultad de Humanidades y Educación. Escuela de Filosofía y Letras. Trabajo Especial de Grado para optar al Título de Magíster Scientiarum en Filosofía. Maracaibo. Venezuela.
ABSTRACT
This investigation is classified as a qualitative one. It’s both a documental or interpretative investigation, at the same time. It’s main objective was to analyze the work of Augusto Mijares from its historical and educational points of view. Several of his books were considered in this study, and also some others from his colleagues of both the 18 and 28 generations. The thoughts of Mijares with respect to the historical were he lived, and about positivism were also taken into account. All this made a referential frame for his vision about the devastating consequences for the educational system, which elevated him to a special place without precedence in this country.
Key words: History, education, positivism.
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INDICE
Introducción………………………………………………………………………
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CAPÍTULO I: AUGUSTO MIJARES, SU TIEMPO Y SU OBRA
1.1 Mijares, su tiempo y su obra…………..……………………………………. 12 CAPÍTULO II: CRÍTICAS A LA CONCEPCIÓN POSITIVISTA
DE LA HISTORIA
2.1 El Positivismo…………………………..………………………..…………... 27 2.2 Más allá de la visión heroica de la historia…………………………..…… 53 2.3. Contra todo Determinismo…………………….………………………….. 55 2.4. Una historia interpretativa a favor de la libertad y el reconocimiento
del hombre como ser colectivo…..…………………...………………………....
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CAPÍTULO III: AUGUSTO MIJARES Y SU VISIÓN EDUCATIVA
3.1. Criticas a la concepción educativa del positivismo...……………………. 66 3.2. Ética y Educación…………………………………………………………... 78
CONCLUSIONES
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BIBLIOGRAFÍA 99
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INTRODUCCIÓN
Desde la muerte de Gómez, a fines de 1935, la creación de una Venezuela
moderna y democráticamente producida y compartida, fue el desvelo de toda una
generación. Comprenderla en su historia, pensar su futuro y hacerla, se veía
irreparablemente unido a un formidable impulso a la escuela pública.
Augusto Mijares no sólo fue maestro porque tuvo alumnos en su aula; lo fue
mucho más por su aporte escrito a la comprensión de Venezuela en positivo, que es
como verla sin complejos, descubriendo nuestras cualidades y potencialidades (sin
ignorar las limitaciones), a fin de comprender lo que debemos hacer para que lo
creativo y afirmativo florezca.
Hacer una sociedad así es hacerla cívica y civilizada. La guerra en nuestra
historia es dura, necesidad a veces y maldición casi siempre. La primera nos la
impusieron en 1811 cuando habíamos soñado filosóficamente con un pacífico y
civilizado corte umbilical con la Metrópoli. No fue posible y tuvimos la guerra más
larga y cruenta que pueblo alguno de América haya tenido para afirmar su derecho a
ser. Augusto Mijares nos enseña a descubrir el hilo civil de nuestra historia en medio
de las batallas y a pesar de ellas.
En el caminar indeciso y tambaleante hacia la democracia moderna entre
1928 y 1958, Mijares pensó la escuela como formadora de ciudadanos y
productores. Vislumbró los peligros y las trampas mortales que acechaban a
Venezuela si la nueva condición petrolera daba la mano a la vieja mentalidad
rentista; la de aquella “nobleza” criolla tan tardía que compraba títulos de España en
la segunda mitad del siglo XVIII, cuando ya la Revolución Francesa llamaba al
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mundo a eliminar esa “dignidad” ociosa y vividora de otros y sustituirla por una
sociedad de productores.
En el siglo XIX, la república liberal necesitaba de una base económica que no
tuvo, y no logró cuajar una dinámica productora lo suficientemente generalizada
como para que sus élites pudieran construir una sociedad civilizada y moderna y una
vez más se demostró que las armas son buenas para tomar el poder, pero no para
construir una nueva y pacífica sociedad civil. En esa sociedad de caudillos no había
lugar para la educación pública generalizada.
En la primera mitad del siglo XX la renta petrolera permitió incorporar a
Venezuela con celeridad al consumo y uso de muchos productos de la modernidad,
establecer un Estado civil y eliminar guerras y conflictos mayores. Pero de ninguna
manera las élites de nuestros días acertaron a hacer un sistema educativo-productivo
de modo que la generalización de la educación productora y de la producción
educada diera poder a las mayorías también en el Estado.
Mijares en 1943, quería una sociedad civil productiva y cívicamente fuerte,
para que no fuera sierva de quienes poseyeran el Estado. Al contrario, que fuera una
sociedad civil, plural y de poder repartido, capaz de manejar su Estado como
instrumento del bien común. La alianza de la renta petrolera estadal con un sentido
aristocratizante de la educación, a pesar de la generalización numérica de ésta, ha
llevado al fracaso del sistema educativo y no menos del sistema productivo y político.
Como dice Mijares, en nuestra educación no basta modificar los programas,
es menester cambiar los propósitos y el espíritu mismo para centrarlo
apasionadamente en la producción de la nación que necesitamos; producirlo
cívicamente e industriosamente, pues si no tenemos productores no habrá
ciudadanos.
Para su mejor comprensión, esta investigación se desarrolló en tres capítulos
de la siguiente manera:
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En el Capítulo I: Augusto Mijares: Su Tiempo y su Obra, se presenta el
contexto histórico donde Mijares se desenvolvió, así como también su obra y hechos
importantes de su vida, de manera cronológica.
En el Capítulo II: Criticas a la Concepción Positivista de la Historia, comienza con una disertación acerca del positivismo, seguidamente se trata lo
relacionado a una nueva visión de la historia, para lo cual según Mijares, es
necesario deslastrarse de la influencia del positivismo a fin de interpretar antes que
describir, los hechos históricos que han sucedido en Venezuela.
En este contexto hace referencia a un determinismo que no esta marcado por
la fatalidad ni el pesimismo, sino una historia determinada por la libertad y el
reconocimiento del hombre como ser colectivo.
En el Capítulo III: La Visión Educativa de Augusto Mijares, se consideran
las críticas de Mijares a la concepción positivista de la educación, para luego hacer
un análisis relacionado con la ética y el hecho educativo a luz de su pensamiento.
Propone además un cambio al modelo educativo centrándose en aspectos
esenciales para la formación de un nuevo ciudadano sobre las bases de las virtudes
y valores que hagan de esta nación y Latinoamérica toda, una tierra prospera en lo
cultural, en lo económico y lo político.
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Capitulo I
AUGUSTO MIJARES SU TIEMPO Y SU OBRA
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1.1 MIJARES SU TIEMPO Y SU OBRA
Si el gomecismo recoge la proposición positivista que data del guzmancismo y
la refuerza como sostén doctrinario, en medio de un ambiente de crueldad
susceptible de impedir el desarrollo de ideas diversas, la obra de augusto Mijares es
una distancia temprana en relación con las lecturas del país y del continente que se
habían aclimatado durante la tiranía, pero databan del siglo anterior.
Mijares fue uno de los más destacados representantes de la generación del
18, desempeñándose como historiador, sociólogo, ensayista, escritor, pedagogo y
periodista. Se le considera como uno de los mejores ensayistas venezolanos del
siglo XX. Desde el punto de vista de la historia de las ideas su optimismo histórico lo
remonta al siglo de las Luces. Es ferviente defensor de esa época. El mencionado
autor exalta los valores de la moral burguesa de ese tiempo. Aboga por la realización
de una auténtica revolución burguesa en Venezuela. Reivindica el espíritu burgués,
el talento, la labor tesonera, el ímpetu dinamizador, la constancia, la providencia, la
austeridad, etc.
Mijares (1998:23), dice al respecto, con severidad no exenta de ironía:
Admito que estoy haciendo esto último (predicar virtudes burguesas) e invitando a que se haga mediante todas las formas de la propaganda y en escala nacional. Si, levantar una parte de nuestras masas al estado de burguesía, me parece el primer paso, el ineludible, para intentar sobre base firme la reorganización social del país. Lo cual no es tan burgués en el fondo como parece. Según la ortodoxa de izquierda no es posible salir del estado feudal, sin pasar por una etapa de economía y cultura burguesas. En ese sentido, pues, todavía podemos caminar juntos durante largo tiempo (p. 105).
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En este sentido, al definirse políticamente sostiene que es partidario de un
liberalismo un tanto anacrónico. Su preocupación por la libertad, su empatía con los
esfuerzos y propósitos individuales así lo indican. Esto es comprensible si se ubica a
Mijares en un contexto histórico de creciente intervención del Estado por las
concepciones estatistas y populistas prevalecientes en Venezuela desde antes de la
Segunda Guerra Mundial.
El gran tema es la igualdad, la democracia, la irrupción de las masas a la vida
política y cultural del país. Igualmente por la peculiar circunstancia histórica de
asumir el Estado venezolano muchas tareas que en otras partes del mundo fueron
competencia de la burguesía y de la sociedad civil.
El citado autor ha invertido las posturas habituales de apreciación de la
realidad latinoamericana, para enfrentarse a los letrados del autoritarismo. Las
instituciones son lo propio en lugar de los mandones. Debido a resortes históricos,
las sociedades pueden conducirse en términos plausibles, sin echarse en los brazos
del gendarme necesario. El caudillismo no puede considerarse sino como un sub-
producto transitorio de la guerra emancipadora.
Desde 1890 hasta 1935 se editaron 94 novelas venezolanas. Ninguna
referencia más privilegiada que ellas para inventariar los rasgos más resaltantes de
la sociedad final del siglo XIX y el umbral del XX. A través de estas 94 novelas desfila
un país gobernado por déspotas que ejercen el poder como si la nación fuera su
propio hato, atropellan al rival y se olvidan del pueblo. Es el país donde la adulancia
es una carrera fecunda y los Diputados son elegidos a dedo. Venezuela es nicho de
pasiones. Hay analfabetismo y retraso económico-cultural. Pero el país, a pesar de
las convulsiones, progresa y recorre su ciclo sin quemar etapas.
La dedicación de Don Augusto Mijares a la enseñanza se manifestó en haber
asumido la tarea de dictar cursos en diversos institutos docentes. Era un profesor,
bien relacionado y respetado, lector incansable, escritor constante y un ser humano
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que, sin perder la seriedad, sabía sonreír. Su afán por la vida intelectual se marca, en
esos años, por un predominio de la afición a la poesía, tanto en el estudio de poesías
nacionales, como en la preparación de poemas que aparecen en las principales
revistas y publicaciones periódicas de la época.
Asimismo, considera la historia como la manifestación más viva y directa del
carácter de un pueblo, una vasta experiencia política y un conjunto de problemas
sociológicos. Estudiar historia es estudiar un enigma de actualidad permanente. La
política, para Mijares, era la ciencia del gobierno en su sentido más amplio y no el
mero expediente de urgencia para defender o prolongar situaciones determinadas.
En ciertas etapas de nuestra historia, la forma que nuestros intelectuales usaron para
hacer posible la actividad fue la discusión sobre nuestro pasado, actividad política
que permitió, mediante el estudio de los problemas históricos nacionales, conservar
el mínimo de interés intelectual tolerado en esos momentos.
Inicia su labor historiográfica combatiendo a la escuela positivista. Ningún otro
movimiento intelectual despierta tanta inquietud, apasionamiento y vocaciones
científicas. Ninguno modificó tan hondo el pensamiento venezolano. El positivismo
resultó una reacción contra el clericalismo, contra la filosofía católica (escolástica),
contra la enseñanza estrecha de la universidad, contra la crítica literaria formalista,
contra la política entendida y practicada como oficio lucrativo, contra la enseñanza de
la historia memorista, y no como ciencia del progreso social, contra una ciencia que
no inventa ni analiza.
Frente a la oligarquía ultramontana, el Positivismo inspiró un desarrollo
democrático-burgués. Pero adoleció de una profunda contradicción: sobre la égida
de “orden-paz-progreso”, se montó el capital extranjero que maniató nuestra
independencia y generó deformaciones culturales y corrupciones administrativas.
Más que de desarrollo habría que hablar de explotación. A corto plazo aceleró la
modernización del país y enriqueció a la burguesía, pero a largo plazo, intensificó la
dependencia.
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Augusto Mijares fue el primero que comprendió la necesidad de encontrar
explicaciones más pendientes de la realidad y más separadas del magisterio
tradicional. O, por lo menos, asiduas a otro tipo de magisterio venido de las
metrópolis. No cayó en el abismo con suficiente énfasis, le critica a los pensadores
positivistas, entre otras ideas, las siguientes
1) Refutan el romanticismo en forma incompleta, pues, repiten el culto al héroe,
las exageraciones de los hechos, etc.
2) Hacen generalizaciones a partir de pocos acontecimientos, le dan carácter de
ley a sucesos azarosos o circunstanciales.
3) Sobre las precarias bases anteriores exigen su tesis del Gendarme Necesario,
la cual, eterniza condiciones históricas específicas, para justificar que la única forma
de gobierno adaptable a nuestra idiosincracia es la despótica.
Su propuesta sobre nuestro proceso histórico contiene varios elementos
importantes:
1) Desecha el fatalismo interpretativo
2) Rescata la idea de continuidad histórica en el proceso de formación de
nuestra nacionalidad, desde los tiempos coloniales hasta los republicanos.
3) Revaloriza nuestro siglo XIX al exponer el desenvolvimiento colectivo de una
tradición civilista, intelectual y democrática simultánea a las guerras civiles y el
caudillismo.
4) Reivindica la idea de preeminencia de los factores internos sobre los
exógenos, etc.
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En referencia al humanismo, Mijares propone como ideal de vida adquirir
disciplina espiritual; sugiere la idea de esforzarse por lograr adquisiciones íntimas;
sugiere que por encima del afán de bienes materiales, debemos buscar elevar
nuestra inquietud hasta la obtención de goces desalienantes, que nos permitan
derrotar la monotonía de lo cotidiano, armas del espíritu con las cuales venzamos la
soledad.
En este mismo orden de ideas, Mijares (1998:38), sostiene que:
El hombre no es esencialmente bondadoso o malévolo. En el decurso de su desenvolvimiento ha adquirido valores culturales y morales capaces de domeñar la bestia que llevamos dentro y capaces también de volverla a reducir, si bajo cualquier circunstancia es liberada. Dichos valores son esenciales al ser humano.
El conocimiento de esa heredad espiritual y vivir conforme a ella, es el
fundamento de su concepción humanística. El propone como ideal de vida adquirir
disciplina espiritual; sugiere la idea de esforzarse por lograr adquisiciones íntimas;
saber encontrar lo físico dentro de lo cotidiano. Directamente relacionado con la
importancia que le adjudica al ámbito ético-moral del hombre, se encuentra su
concepto de héroe. Este es la cresta de la ola, el dirigente individual o grupal líder de
los procesos históricos, el motor que empuja a la historia, a la sociedad hacia
delante:
La humanidad ha dado siempre el título de heroísmo, no al combatir vulgar, sino a una íntima condición ética, que es lo que pone al hombre por encima de sus semejantes; héroe es el que resiste cuando los otros ceden; el que se rebela contra la rutina y el conformismo; el que se conserva puro cuando los otros se prostituyen (Mijares, 1998, pp. 32-33).
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Este concepto evidencia que el amor desesperado por la patria que sintieron
los hombres como Miranda, Bolívar, etc., mantuvieron una tradición de trabajo,
honradez, abnegación, bondad, desinterés y justicia que permitieron la persistencia
de un conjunto de ideas sobre lo que estaba por hacerse. En la lógica que impone la
reflexión sobre el hecho educativo, Mijares deriva el proceso de la independencia
hispanoamericana no tanto de la desvinculación política de la metrópoli, como de la
posibilidad de transformar vasallos en ciudadanos, un proyecto social liberal, es
decir, convertidos en seres humanos, gracias a que sus hijos pasarán por sus aulas.
En su obra Lo Afirmativo Venezolano (1998:44), sostiene que
Hasta ahora en los anales de los pueblos más remotos el verdadero crítico busca lo que es todavía para el presente esencia y posibilidad de acción. La única historia que debe escribirse es la historia de lo que vive todavía. Queriendo significar con estas palabras que la historia se estudia en función
del presente, interrogando el pasado para buscarle respuesta a los problemas
actuales y a las interrogantes que nos plantea el futuro.
En el caso del estudio de la vida de Bolívar y su carácter magnánimo y la
guerra de independencia, como algo más que una aventura militar, augusto Mijares
(1998:55), en su obra El Libertador, sostiene que
Su verdadero significado (el de la lucha emancipadora) lo que la hace digna todavía del análisis histórico es que (…) en ella se manifestaron virtudes fundamentales de nuestros pueblos- tenacidad, paciencia, desinterés, disciplina espiritual y la que acaso otra gran voz puede convocar de nuevo. En este sentido, se entiende que para el autor este período de nuestra historia
tiene valor, además, por sus enseñanzas en cuanto a los esfuerzos de
reorganización del Estado y la sociedad sobre bases legales y republicanas.
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Sugiere que por encima del afán de la obtención de bienes materiales y del
confort, debemos buscar elevar nuestra inquietud hasta la obtención de goces
desalienantes, que nos permitan derrotar la monotonía de lo cotidiano: armas del
espíritu con las cuales venzamos la soledad. Porque hasta en los más humildes
ciudadanos lo que hace la vida provechosa y digna es poner algo de desinterés y
espiritualidad por encima de las exigencias diarias del egoísmo.
En este sentido, saca las cuentas y recuerda las estadísticas alarmantes de
los números anteriores a 1936. Pero que nadie se alarme tampoco si se añade
inmediatamente que a lo mejor líneas de continuidad de ese humanismo desarrollado
en la primera parte del siglo XX, se quebrantaron hacia los años sesenta del mismo
siglo y una nueva tradición se impuso: la ahora famosa tradición de la ruptura, que es
otro lío, para otro lugar, si bien es uno de los filtros sobrepuestos sobre la lente que
proyecta estos nombre venezolanos en la pantalla del desenvolvimiento de las ideas.
La posibilidad de plantearse tales cuestiones, sólo ha sido posible por la
existencia de una crítica anterior a nosotros que comenzó a revisar el pensamiento
sobre América Latina con el propósito de encontrar una explicación diversa de sus
pasos. Tal crítica debió asumir la idea de quitarle a los antepasados el opaco
uniforme que les pusieron dos generaciones de pensadores para ocultar sus
potencialidades.
Creían esos pensadores en la existencia de una mala semilla que se debía
extirpar a la fuerza, pero la crítica que se le hizo cuando llegó la ocasión, esto es,
cuando nuevos aires comenzaron a mover la atmósfera que comenzaba a
ahogarnos, entendió que era preciso mirar con ojos benevolentes la siembra y la
cosecha, en lugar de dedicarse a erradicar una cizaña que no existía, o que era
exactamente como había diagnosticado. Más aún, esa crítica encontró una siembra
que los otros se habían empeñado en negar.
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En el centro de esa posición frente a los civilizadores y a los positivistas está
Augusto Mijares. Quiso presentarnos con un rostro más lavado ante la consideración
del mundo, si cambiar del todo la fórmula del jabón. Pero abrió el camino para el
advenimiento de un análisis que desterraba los fatalismos y las premoniciones
oscuras que borraba para siempre la vergüenza de un tránsito que, de puro feo,
estaba destinado al ocultamiento.
Lo sacó a la luz y quiso que nos enorgulleciéramos de él sólo al contemplarlo,
sin el imperio de unas pretendidas leyes que guiaran la observación. Si apenas nos
detenemos en sus planteos en torno a la existencia de la sociedad civil de honda
raigambre en América Latina, encontramos provecho en su lectura y sugestiones
para la actualidad. En consecuencia, nadie puede subestimar la entidad del aporte.
Por fortuna, lo hizo en las pretensiones de un dictamen definitivo. De allí que
podamos hoy atrevernos a acercarnos sin temor a su obra, pero considerándola
como el inicio de una metamorfosis fundamental en el método para la reconstrucción
del pasado de Venezuela.
Su esquema interpretativo no está exento de críticas. Sin embargo,
acercándonos a él con su pasión didáctica y entusiasmo, y sobre todo, con el espíritu
y el propósito que lo lleva a realizarla, se puede decir que se esforzó por extraer de
nuestras analogías los signos, los valores, los ejemplos de decoro, probidad y
altruismo ensanchadores de la dignidad del venezolano actual.
Hizo un extraordinario esfuerzo por evidenciar las características positivas del
venezolano, tales como, generoso, ama a la patria, magnánimo, entre otros. En
función de ello incursionó en el estudio de la historia. En su obra La Luz y el Espejo,
expone que
Otros rasgos de magnanimidad de la historia muerta y darles vida como componentes del carácter venezolano. Y preguntar si no se
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podría proseguir así para valorizar toda una tradición de elevación y gallardía, de la cual todavía nos beneficiamos sin conocerla (Mijares, 1998:28).
A manera de síntesis de sus ideas que confluyen a incrementar lo afirmativo
venezolano, se puede decir que la óptica que se debe formar del país, en
consonancia con sus conceptos, no debe convertirse en leyenda negra o dorada,
simplemente se deben objetivar sus fallas para superarlas y reforzar sus aspectos
positivos.
La sociedad venezolana, a pesar de sus múltiples dificultades, se ha visto
impactada por favorables cambios sanitarios, educacionales y económicos nada
desdeñables y auspiciadotes de nuevas conquistas. Lo sucedido en Venezuela, a
partir de 1936, es para Augusto Mijares, es una revolución acumuladora, basada en
el acopio de pequeños logros, apoyada en una modesta labor organizativa, en la
tenacidad de la comunidad nacional.
Es por ello que, Augusto Mijares (1998:64), en su obra Lo Afirmativo
Venezolano, sostiene que
Esos ejemplos de pensadores progresistas, pueblos tenaces, héroes martirizados y los logros obtenidos a costa de esforzada y paciente lucha son herencia moral de las nuevas generaciones y es necesario explorar, valorar y defender esa dimensión espiritual de Venezuela
Mijares con su vida y con sus libros enseñó a sus contemporáneos y a las
generaciones sucesivas, la trascendencia de existir ateniéndose a las reglas
romanas: no dañar a nadie, actuar honestamente y dar a cada uno lo que es suyo.
Vivió con una devota fidelidad a la molestia, no como muchos la entienden, a modo
de profesión pública de la propia incapacidad para el progreso, sino como manera de
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expresar, con el ejemplo, que lo importante en la vida de las personas no es lo que
tienen, a veces sin mérito alguno, lo importante es lo que logran ser con el esfuerzo,
el trabajo, la inteligencia y la constancia.
Cronológicamente, su vida transcurrió tal y como se explica en las siguientes
líneas:
1897: Nació en Villa de Cura, estado Aragua, un 12 de Noviembre, Salvador Augusto
Mijares Izquierdo. Fue hijo del doctor Daniel Mijares y de Josefa Izquierdo.
1906: Hizo sus primeros estudios elementales en su ciudad natal. Trasladada la
familia a Caracas, estudió en el Colegio Salesiano de Caracas (1906 - 1911).
Culminó los estudios medios en el “Colegio Nacional y en el Colegio San Agustín”.
Se graduó de bachiller en filosofía y letras.
1912: Cursó estudios en la Universidad Central de Venezuela, en la carrera de
Ciencias Políticas. Aunque hizo todos los cursos, no llegó a graduarse por la
oposición a lo que era la práctica de la abogacía, bajo la tiranía gomecista.
1914: Inició su larga actividad docente en la Escuela Andrés Bello. Su dedicación a la
enseñanza fue amplia y llenó prácticamente toda su vida, por ello pasó a la
posteridad con el cognomento de “El Profesor”. Dictó clases a lo largo de su vida en
el Liceo Andrés Bello (1931), en el Instituto San Pablo, en la Escuela Normal de
Maestros, en la Escuela Francisco de Miranda (1943), en el Liceo de Aplicación
(1944), en el Instituto Pedagógico Nacional. En la Universidad Central de Venezuela
y en la Escuela Naval de Venezuela.
1921: Año en que inició su actividad literaria, al publicar el 6 de Marzo en las
columnas de El Nuevo Diario, el más antiguo de sus escritos. Desde ese momento
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se le asoció a los miembros de la Generación del 18. Durante esta época, hasta
1932, cultivó la poesía y el cuento.
1927: Apareció su primer trabajo ensayístico de corte histórico, en las columnas del
diario El Universal. Se trató de la Patria de los Venezolanos en 1779.
1930: Dejó la poesía y la narrativa para consagrarse enteramente al cultivo del
ensayo.
1936: Inició su actividad pública en el Ministerio de Ecuación en e3l período en que
fue ministro el Dr. Caracciolo Parra Pérez (Marzo). Trabajó en la creación de la
Superintendencia de Educación, creada por Mariano Picón Salas. Entre 1936 y 1941,
fue nombrado Director de Educación Secundaria, Superior y Especial del Ministerio
de Educación. Fue también co-fundador de la Escuela Técnica Industrial, junto con
Luís Caballero Mejías. Se casó con Matilde Felce Cottin, quien fue la madre de sus
hijos, Silvia, Matilde Elena, Daniel y Marisela. Ese mismo año publicó por entregas,
en las páginas de El Universal las principales líneas de su obra mayor “La
Interpretación Pesimista de la Sociología hispanoamericana”.
1937: Es nombrado ministro encargado de Ecuación y director del Archivo Nacional.
Al año siguiente se graduó de profesor en el Instituto Pedagógico Nacional y publicó
la primera edición de su obra “La Interpretación Pesimista de la Sociología
hispanoamericana”.
1940: Publicó su libro de ensayos “Hombres e ideas en América”. Es nombrado
ministro consejero y encargado de negocios en México.
1943: Publicó su libro “Educación”.
1945: Volvió a ocupar el cargo de Director del Archivo Nacional. Es nombrado
Consejero y Encargado de Negocios en Costa Rica, Guatemala, Honduras, El
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Salvador y Nicaragua. También es nombrado Inspector Técnico de Educación
Secundaria y Profesor Fundador de la Facultad de filosofía y Letras (Hoy de
Humanidades y Educación de la Universidad Central de Venezuela).
1947: Se incorporó como individuo de número a la Academia Nacional de la Historia.
Como trabajo de incorporación presentó su estudio “Libertad y justicia social en el
pensamiento de Don Fermín Toro”.
1948: Es nombrado Vocal de la Comisión Editora de las “Obras Completas de
Andrés Bello”. Ese mismo año, es nombrado Ministro de Educación. En el
desempeño del mismo, elaboró el Estatuto Provisional de Educación, el cual estuvo
en vigencia hasta 1955. Impulsó el ensayo de Educación Rural en Barlovento.
Reformuló los salarios del personal docente. Creó el plan de edificaciones escolares.
Creó el Instituto de Mejoramiento Profesional del Magisterio, IPASME, el Instituto
Nacional de Deportes, la revista Tricolor y la Orden 27 de Junio.
1950: Es nombrado embajador en España.
1952: Apareció en España la segunda edición ampliada de “La Interpretación
Pesimista de la Sociología hispanoamericana”.
1953: Se incorporó como profesor a la Facultad de Filosofía y Letras de la
Universidad Central de Venezuela. Estuvo encargado de la Dirección de la Escuela
de Educación de la misma facultad. Fue nombrado profesor asociado.
1955: Publicó su libro de ensayos “La Luz y el Espejo”. Nombrado Docto0r Honoris
Causa por la Universidad Central de Venezuela. Recibe el premio nacional de
Literatura, compartido con Miguel Otero Silva, por su libro La Luz y el Espejo.
1958: Publica su única novela, Los Adolescentes.
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1960: Se incorpora a la Academia de Ciencias Políticas y Sociales con su estudio El
Proyecto de América y el estudio preliminar. Publicó su biografía Don Julián.
1961: Nombrado Asesor Cultural de la Comandancia General de la Marina.
1962: Publica su trabajo La Evolución Política de Venezuela.
1963: Publica su libro Lo Afirmativo Venezolano.
1964: Publica su biografía El Libertador. Se retiró de la Escuela Naval de Venezuela.
Obtuvo su jubilación. De allí en adelante se dedicó por entero a su obra como
ensayista. Escribe en adelante un artículo semanal para el diario El Nacional, de
Caracas.
1971: Se incorporó a la Academia Venezolana de la Lengua, como Individuo de
Número. Presentó ante esta academia su trabajo Vida Romántica y Romanticismo
Literario. Publicó el volumen de ensayos Longitud y Latitud.
1974: Es nombrado miembro del Consejo General de la Casa de Bello. Este consejo
es nuestra Academia de Humanidades.
1975: Recibió el premio “Enrique Otero Vizcarrondo” al mejor artículo publicado en el
año por su trabajo No son renovables A los pocos meses lo insertó en su libro
Somos o Estamos.
1977: Publicó su colección de ensayos Somos o Estamos.
1979: Fallece en Caracas, el 29 de Junio.
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Capitulo II
CRITICAS A LA CONCEPCION POSITIVISTA DE LA HISTORIA
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En este capítulo se aborda lo relacionado con la concepción positivista de la
historia para descubrir en el pensamiento de Mijares, su posición opuesta a tal
concepción. En efecto, para estudiar la historia, es preciso conocer los factores
vinculados con los acontecimientos ocurridos en un periodo determinado, pero sobre
todo, es preciso conocer al individuo, los motivos que le han llevado a actuar de una
manera determinada. En el caso de Venezuela, la adopción del Positivismo como eje
filosófico, supuestamente traería paz, orden y progreso, y tuvo como sus más fieles
defensores, a connotados intelectuales de la época.
Esta doctrina, como se señala más adelante, sirvió de base a las más
cruentas dictaduras, y por consiguiente, para mantener en el poder a gobernantes
cuyas actuaciones, sumieron en ruinas al país en que se instauraba. Bien fuera
Venezuela u otro país Latinoamericano, ya que el guión fue el mismo.
Ahora bien, hay un rasgo que caracterizó el pensamiento de Mijares, ese es el
de revelarse ante la actitud negativa de su tiempo y aporta una nueva visión de la
condición venezolana. Halla razones para cambiar y una de ellas es la fuerza moral
de la Historia de Venezuela. Encuentra abundantes testimonios de la fe del
venezolano en un ideal moral y presenta en sus escritos un amplio elenco de virtudes
cívicas venezolanas: el respeto a los principios, el amor a la justicia, la condena de la
fuerza, el culto a la magnanimidad.
La invocación de Lo afirmativo venezolano, que inspira la obra de Mijares, está
basado en hechos y testimonios de la historia. La estructuración social que propuso,
se fundamentaba en el pensamiento de Bolívar, sobre la igualdad y la función social.
Una suerte de revolución basada en la afectividad del venezolano, donde Mijares
expresa un ideario venezolano basado en educar en virtudes cívicas a partir del
ejemplo de personajes, voceros y anécdotas de la historia, que enaltezcan y emulen
a los venezolanos hacia un querer ser mejores, más perfectos.
27
2.1 El Positivismo
A principios del siglo XX aparece en América Latina un movimiento de corte
irracionalista, antipositivista y vitalista que algunos investigadores, han considerado,
de los fundadores de la filosofía latinoamericana. Esta nueva generación de
pensadores indudablemente desempeñó un papel muy significativo en el desarrollo de
la filosofía en esta región, por lo que no se debe subestimar o minimizar su labor
como humanistas de nuevo tipo.
En efecto, el positivismo fue un vasto fenómeno ideológico que abarcó
contemporáneamente la totalidad de los países hispanoamericanos, si bien con
diversa intensidad y con particularidades regionales. Puede caracterizarse como una
de las manifestaciones más violentas y efectivas de la modernización, mucho más
profunda y extendida que la que se vivió en el mundo hispanoamericano en la segunda
mitad del siglo XVIII, por obra de la política y el pensamiento ilustrados.
Según David Hume (1711-1776), citado por Ramírez (2000:7), filósofo
escocés, cuyo espíritu analítico le llevó al escepticismo, el conocimiento está limitado
a los acontecimientos actuales de la existencia, no puede ir más allá, porque no
acepta que existan ideas innatas, ya que todos los contenidos de la conciencia
provienen de la experiencia, y su teoría principal reside en la asociación de las ideas.
Para él, las ideas son copias borrosas sin viveza de las impresiones directas. Tanto
la percepción como la reflexión aportan una serie de elementos que se atribuyen a la
sustancia como soporte de ellos, no limita su crítica a la sustancia material, sino al
propio yo.
Esto significa que las causas y hechos del mundo físico no se pueden
entender, ni por mucho, ni poco; solamente la creemos porque la naturaleza se
comporta siempre así. El escepticismo de Hume no pone en entre dicho la ciencia,
pero le pone un basamento caprichoso: la costumbre, el hábito, la asociación de
28
ideas, los fenómenos naturales, psicológicos; provocan en él la creencia en el mundo
exterior.
Ahora bien, Immanuel Kant (1724-1804), citado por Ramírez (2000:8), filósofo
alemán, formado en el racionalismo, comienza a dudar del valor de la razón al leer a
Hume, planteándose el problema del valor y los límites de ésta. La filosofía kantiana,
supone una síntesis del racionalismo y del empirismo, cerrando una época filosófica
muy importante. Kant procede a un estudio de cómo es posible la construcción de la
ciencia, llevando a cabo una reflexión sobre el problema de las relaciones de la razón
con la realidad, que en ella aparecen vinculadas.
Kant distinguió dos grandes facultades dentro del conocimiento humano: 1) La
sensibilidad: es pasiva, se limita simplemente a recibir una serie de impresiones
sensibles, que Locke había llamado ideas de sensación y Hume impresiones, y 2) El
entendimiento: es activo y espontáneo. Y puede generar, dos tipos de ideas o
conceptos:
Conceptos puros o categorías: ideas o conceptos independientes de la
experiencia (que provienen de la razón). Conceptos empíricos: ideas obtenidas a
partir de la experiencia. Admite que existen categorías o conceptos que no provienen
de la experiencia, pero a la vez sostiene que la aplicación de estos conceptos a la
realidad nunca podrá ir más allá de la experiencia sensible. Constituyendo así, una
síntesis entre racionalismo y empirismo, ya que, el conocimiento es síntesis a priori:
es síntesis porque es organización o conexión de datos sensibles (como lo exige el
empirismo) y a priori, porque el principio de esta organización es nuestra conciencia,
la cual al constituirla, actúa según leyes esenciales a su propia naturaleza, y por eso
mismo leyes universales y necesarios (conforme a la exigencia del racionalismo)
Por otra parte, Claude Saint-Simon (1760-1825), citado por Ramírez (2000:9)
pensador francés, insistió en el progreso industrial y científico con el fin de delinear un
nuevo orden social. El Saintsimonísmo es una doctrina socialista, basada en las
29
teorías del Conde Saint-Simon, según la cual cada uno ha de ser clasificado según su
capacidad y remunerado según sus obras. Considera que hay dos tipos de épocas en
la historia: Las Críticas y las Orgánicas. Las críticas, son necesarias para eliminar las
fosilizaciones sociales; en tanto que las orgánicas, donde el hombre no es una entidad
pasiva dentro del acontecer histórico, sino que siempre trata de descubrir modos de
alterar el medio social dentro del cual vive, dichas alteraciones se imponen como
indispensables para el desarrollo de la sociedad cuando funciona ésta según normas
no correspondientes. No se puede decir en absoluto que existen normas sociales
convenientes a toda organización humana; lo que para una época puede ser
adecuado, para otra no. Así sucede para con la sociedad industrial moderna.
Para Saint-Simon, citado por Ramírez (2000:10), es engañoso suponer que
las clases deben ser niveladas o que deben mantener la estructura de anteriores
épocas, durante las cuales dependía de la jerarquía, pero se mantenía cuando
menos en lo que concierne a la moral y a las creencias religiosas, una cierta
igualdad. Dice que esta igualdad es imposible: “la moral y los sistemas de ideas
deben ser diferentes para cada una de las clases fundamentales de la nueva
sociedad industrial moderna”
El citado autor, atribuyó el poder temporal a los industriales (propietarios,
técnicos y campesinos) y el espiritual, a aquellos a quienes encomendaba la
elaboración de un sistema llamado Nuevo Cristianismo basado frente a los preceptos
negativos desarrollados por el catolicismo, protestantismo y otras religiones en leyes
positivas afirmadoras del desarrollo del trabajo. Dicho sistema tenía como núcleo
fundamental: la idea de fraternidad, que conducía a la concepción de una sociedad
mundial libre, es decir, una sociedad universal continuamente dedicada a la
producción y en la cual la Iglesia pudiese ser sustituida por el taller.
Son elementos destacados de sus ideas: la bondad de la propiedad privada, la
preocupación básica de la sociedad debería ser la mejora de la clase más numerosa
30
y pobre, la herencia debía suprimirse y todos los individuos (clasificados por su
capacidad y retribuidos por sus obras) debían trabajar.
En este mismo orden de ideas, y en función de conocer los autores y
defensores de esta filosofía, a continuación se presenta una breve biografía de cada
uno de ellos, comenzando por Augusto Comte, considerado padre del Positivismo,
Herbet Spencer, John Stuart Mill, Saint Simon, Rafael Villavicencio, Luís Razzetti,
entre otros.
Augusto Comte (1798-1857)
Nació en Montpellier en 1798 y murió en París en 1857. Estudió en París y
luego de diversos avatares académicos, logró el puesto de profesor auxiliar de
matemáticas en la Escuela Politécnica de París. Su vida económica fue bastante
desgraciada, debiendo subsistir los últimos años de su vida de las ayudas de
discípulos y amigos. La hostilidad que sus escritos suscitaron en los diferentes
ambientes académicos fue la principal causa de su desgracia.
Obras: “Curso de filosofía positiva”, “Sistema de política positiva o tratado de
la sociología que instituye la religión de la humanidad”, “Discurso sobre el espíritu
positivo”, entre otras.
Herbet Spencer (1820-1903)
Nació en Derby (Inglaterra) y murió en Brighton en 1903. Durante toda su vida
se mantuvo apartado de los cargos y honores oficiales, dedicándose a su obra
filosófica.
Obras: “Principios de Sicología”, “Primeros Principios” “Principios de Biología”
“Principios de Sociología”, “Carta a cerca de la esfera de acción que le compete al
31
gobierno”, “Estática social”, “La educación intelectual, moral y física”, “Clasificación
de las ciencias”, “La Sociología descriptiva”, “El individuo contra el estado”,
“Principios de una moral evolucionista”, “Una Introducción a la Ciencias Sociales”.
John Stuart Mill (1806-1873)
Nació en Londres en 1806 y murió en 1873. Hijo de James Mill, un destacado
utilitarista inglés, quien le inculca a su hijo, estos principios filosóficos. Crearon juntos
(padre e hijo) el radicalismo filosófico y se propusieron explicar como mecanismos
mentales todas las supersticiones entre las que incluyeron al cristianismo, al cual
consideraban el enemigo mayor de la moralidad. John recibió una cuidada
educación. Las ideas utilitaristas de Bentham, gran pensador inglés de su tiempo y
amigo de su padre, le influyeron decisivamente.
Obras: Entre las más destacadas están: “Principios de economía política y
utilitarismo”, “Filosofía de las ciencias y métodos”, “Autobiografía”, “Sistema de lógica
racionativa e inductiva”, “Sobre la libertad”, “Augusto Comte y el Positivismo”,
“Naturaleza y utilidad de la religión”.
Comte eligió la palabra Positivismo, sobre la base que señalaba la realidad y
tendencia constructiva que él reclamó para el aspecto teórico de la doctrina. Se
interesó por la reorganización de la vida social para el bien de la humanidad, a través
del conocimiento científico, y por esta vía, del control de las fuerzas naturales. Los
dos componentes principales del Positivismo: la Filosofía y el Gobierno (o programas
de conductas individual y social), fueron más tardes unificados en un todo, bajo la
concepción de una religión en la cual la realidad es el objeto de culto.
Por tales razones, el Positivismo no admite como válido científicamente otros
conocimientos, sino los que proceden de la experiencia, rechazando toda noción a
priori y todo concepto total y absoluto, por lo que apoya el relativismo del
32
conocimiento. El hecho es la única realidad científica, y la experiencia y la inducción,
los métodos exclusivos de la ciencia.
Es antes que nada, una Teoría de Historia y un intento de construir una teoría
de la sociedad humana es decir una sociología. El dogma del progreso y los tres
estados de la sociedad (de Comte), son las dos columnas fundamentales que la
sostiene. La base del planteamiento de Comte consiste en afirmar que todo
enunciado o proposición que no se corresponda al simple testimonio de un hecho, no
encierra ningún sentido real e inteligible.
Algunas ideas centrales de su pensamiento son: la concepción historicista del
desarrollo de la ciencia y de la razón; las cuales él desarrolla en tres estados
fundamentales, es decir, la historia del pensamiento transitó por tres senderos y en el
último radica la verdad clara y demostrada; estos estadios son:
Estadio mitológico – teológico: en este estadio el ser humano hace depender
los fenómenos naturales de la voluntad de poderes personales superiores, es lo
conocido como fetichismo donde se atribuyen poderes mágicos a fenómenos
naturales. Es en este estadio donde se vive el proceso del paso del politeísmo al
monoteísmo.
Estadio metafísico: es el estadio en el cual todo es explicado a partir de
entidades abstractas, es un período crítico, en el cual irrumpen las fuerzas
disolventes de la inteligencia; simplemente es transitorio.
Estadio positivo: Es el estadio definitivo y superior porque en él se explica la
realidad mediante la observación y la experimentación. Ya que, el Positivismo busca
explicar los hechos por medio de la formulación de sus leyes y es por ello que
prescinde de la metafísica. En este estadio se renuncia al conocimiento de lo
absoluto, y se pasa a buscar las leyes de los fenómenos.
33
Comte intenta fijar el sentido de la palabra positivo, analizando las diversas
acepciones de la misma:
1) Positivo como real por oposición a quimérico
2) Útil en contraste con inútil
3) Certeza frente a indecisión
4) Preciso frente a vago
5) Positivo como contrario a negativo y/o Relativo en contra de absoluto
Estas precisiones semánticas pueden sirven para ir acotando cuál es la
verdadera esencia de la teoría positivista del conocimiento, donde: 1) la exigencia de
realidad es el postulado fundamental. Comte aclara que con esta exigencia se
pretende limitar el conocimiento filosófico “a las investigaciones verdaderamente
asequibles a nuestra inteligencia, con exclusión permanente de los impenetrables
misterios con que se ocupaba, sobre todo en su infancia” (Alsina, 2000).
Lo asequible a nuestra inteligencia es lo que el Positivismo llama los hechos.
Comte establece como regla fundamental “que toda proposición que no pueda
reducirse estrictamente al mero enunciado de un hecho particular o general no puede
ofrecer ningún sentido real e inteligible” (Alsina, 2000); definiendo los hechos como
las cosas o acontecimientos accesibles a la observación, o dicho de otra manera,
fenómenos u objetos de experiencia.
Esta exigencia va contra toda construcción especulativa, contra toda
elaboración a priori o puramente racional del conocimiento, en definitiva, contra toda
metafísica o todo cuanto no sea sensible – material (Materialismo), valiéndose del
Empirismo para reducir por completo todo conocimiento a sensaciones sensibles, por
medio de regularidades observadas en los fenómenos, a las cuales se llega a través
de la observación por procedimientos inductivos.
34
2) Comte precisa el sentido de la palabra utilidad: el verdadero conocimiento no tiene
un fin en sí mismo (no es “una estéril curiosidad”), sino en el “mejoramiento continuo
de nuestra identidad individual y colectiva”. Es decir, el conocimiento científico,
aparte de su utilidad instrumental y tecnológica, contribuye a un mejoramiento del ser
humano.
El gran destino práctico de la positividad, al hacer al hombre fin último de todo
saber, postula también una ciencia de lo social, lo moral y lo político, unificada por
Comte en la sociología, con sus técnicas correspondientes. Sin embargo, las
precisiones de Comte, no pueden evitar la idea de utilidad asociada al conocimiento
interpretado en el sentido pragmático de conocimiento aplicado y tecnológico.
3) Certeza frente a indecisión, revela el utopismo y refleja el exceso de optimismo
que anima a Comte, y como tal hay que relegarlo al cajón de las grandes ilusiones no
confirmadas por el fallo inapelable de la historia, lo cual no es óbice para que no
sigan formando parte del repertorio ideológico de la modernidad, con
aggiornamentos continuados (Alsina, 2000).
4) Precisión frente a vaguedad. El gran desarrollo de la tecnología y la revolución
industrial no podían fundamentarse en conceptos vagos y confusos, y así nos habla
Comte del “grado de precisión compatible con la naturaleza de los fenómenos” y de
que “el pensamiento de una acción final recuerda siempre la condición de una
precisión conveniente” (Alsina, 2000).
5) Positivo como contrario a negativo y/o Relativo en contra de absoluto. Ambas
acepciones permiten la entrada a un nuevo tema: El sentido histórico, ya que la
historicidad del hombre, junto al nacimiento de la Sociología, vislumbran el más
profundo hallazgo del Positivismo. La historicidad del hombre plantea la relatividad
del conocimiento: “El estudio de los fenómenos, en lugar de poder llegar a ser, en
modo alguno, absoluto, debe permanecer siempre relativo a nuestra organización-
oposición” (Alsina, 2000).
35
Es decir, que la valoración de una teoría científica deberá hacerse en función
de las circunstancias históricas que la rodean. Al descubrir la historicidad del hombre,
Comte descubre también la historicidad de la ciencia. Como consecuencia directa de
este relativismo e historicismo se plantea por primera vez la existencia de la Historia
de la Ciencia como disciplina autónoma; pero los propios dogmas del Positivismo
frustran en parte las expectativas de un descubrimiento tan importante como es la
historicidad del conocimiento.
Visto así, la ciencia se contextualiza en función de su época, de su momento
histórico, pero a su vez, este momento histórico se ve siempre en relación con el
gran final, con el advenimiento del espíritu positivo, y al llegar aquí el movimiento de
la historia se detiene, y lo que era relativo deviene ahora en lo absoluto. Además, la
creencia de que la historia tiene un motor propio se traslada también a la historia de
la ciencia, deduciéndose de aquí que la ciencia tiene un movimiento propio y
autónomo de su entorno social e histórico.
Finalmente se tiene como una temática fundamental en el discurso positivista:
la unidad de la ciencia. Comte la vincula, directamente a la dinámica social,
reafirmando una vez más la tesis de que el Positivismo es, más que una Filosofía o
una Filosofía de la Ciencia, una Teoría de la Historia. Los compartimentos estancos
del conocimiento humano, que llamamos las ciencias, deben articularse en una
superior unidad, una unidad sistemática determinada por su origen y destino común.
En la mente humana esta unificación dará lugar a la armonía mental, de tipo
universal, a la que aspira Comte, y esto se producirá indefectiblemente cuando la
totalidad de los conocimientos humanos hayan alcanzado el estado positivo.
Pero además de definir este ideal de la unificación de la ciencia, que sus
herederos neopositivistas han intentado llevar a la práctica, Comte clasifica y
jerarquiza las ciencias, añadiendo además una discriminación entre las auténticas
ciencias, las positivas, y las que no lo son. La psicología, por ejemplo, no es admitida
entre las ciencias. Partiendo desde su base matemática, las ciencias positivas son
36
jerarquizadas según su grado de generalidad decreciente y de complejidad creciente:
astronomía, física, química, biología y sociología.
Esta ordenación es a la vez lógica, histórica y pedagógica. Indica el orden en
que han ido apareciendo las distintas ciencias, e indica a la vez, la lógica interna del
proceso según los dos parámetros arriba indicados, y también, el orden en que
deben ser enseñadas en una educación positiva. Respecto al orden histórico, cabe
añadir el comentario de que no responde a la realidad: las distintas ciencias no han
aparecido en el orden que Comte quiere imponer. Otra vez la especulación, el debe
ser, la deducción a partir de unos postulados se imponen sobre la observación: de
nuevo triunfa la metafísica.
El desarrollo de la técnica y el progreso de la ciencia acreditaron el estadio
positivo de la ciencias naturales junto al dinamismo que supuso la teoría
evolucionista de Darwin, la cual fue avalada en la compendiosa obra de H. Spencer
cuya directriz esta fundamentada en la evolución natural, en virtud de una ley que
rige el paso de lo homogéneo a lo heterogéneo, de lo indefinido a lo definido, de lo
simple a lo complejo. Spencer aducía, que la evolución se aplica a todas las formas
de la existencia cósmica y a todas las ciencias, en general, integración de materia y
disipación concomitante del movimiento; desde este punto de vista, es un fenómeno
mecánico, evidenciable en la biología, cuando muestra el paso de lo homogéneo a lo
heterogéneo, en la transformación de las células fecundadas en organismos vivos.
En la psicología, explica la génesis de los procesos psíquicos por una
adaptación progresiva de un estado interno, simple al principio, a un medio que cada
vez, va siendo más complejo; dicha adaptación origina las diversas funciones
mentales. En cuanto a la sociología, Spencer señala que en todo organismo social y
en cada órgano en particular (en la familia, en el Estado, en la Iglesia), existe una
complejidad creciente y una densidad cada vez mayor. Dada la radical identidad de
la sustancia universal, todos los fenómenos de la naturaleza forman una serie en la
que no hay lugar a fisuras, ni a ninguna creación: los hechos psico-sociológicos
37
nacen de los hechos biológicos y estos a su vez, nacen de los fenómenos físicos y
cósmicos; la creciente complejidad es suficiente para explicar la aparición de los
reinos superiores.
No obstante, Mill consideró necesario crear un método que permitiera la
indagación de dichos fenómenos de manera positiva, postulando el método inductivo
como vía científica del conocimiento. Considera que la experiencia suministra los
datos, los fenómenos; razón por la cual establece cuatro reglas para averiguar sus
antecedentes:
La Concordancia: que consiste en la observación de un fenómeno y su
circunstancias antecedentes, si las cambiamos todas menos una y el fenómeno
sigue dándose, la conclusión es que esta última circunstancia es la causa del
fenómeno observado.
La Diferencia: si se suprime una circunstancia antecedente y, como
consecuencia, desaparece el fenómeno, se puede afirmar que tal antecedente es
la causa del fenómeno.
Los Residuos: llegado el caso en que se conoce la causa de una parte del
fenómeno, se debe considerar que el resto del fenómeno se debe a causas
desconocidas aún.
Las Variaciones Concomitantes: consiste en partir de los hechos y, mediante el
uso de la inducción, llegar al establecimiento de las leyes físicas; es decir, cuando
un fenómeno varía en función de otro, se podría afirmar que de tal fenómeno es
efecto del segundo.
Según Ramírez (2000:30), Mill funda su ciencia social en la voluntad y la
creencia, toma el egoísmo como el principal motor de las relaciones humanas,
considera los valores religiosos como simple colaboración, en los que la marcha del
hombre va en la búsqueda moral. Afirma que el hombre ante las necesidades
materiales descubre que no existen soluciones espirituales, sino que esas soluciones
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se encuentran en la Sociología. La lógica la declara como una ciencia de prueba, lo
mismo que a la Psicología como ciencia moral.
Ya que, establece que: “La observación y la experimentación, por profunda
que sea, no puede conducirnos al conocimiento absoluto de los fenómenos. Hay que
partir, por tanto, de un cierto relativismo cognoscitivo”. El Positivismo en la actualidad
tiene influencia en muchas personas y lugares, que sin ser conscientes, se sitúan en
esta línea de pensamiento.
Definitivamente, hoy lo social y teórico pierden más espacio que ganan lo
matemático y comprobable. El Positivismo por sus bases empíricas rechaza todo lo
que no se pueda comprobar desde la óptica humana y eso pasa en nuestros días, el
hombre cada vez más acostumbrado a la técnica y a la manera de mostrar las cosas,
a través de laboratorios e investigaciones, se hace más inverosímil ante las tesis de
pensamiento y las especulaciones.
El gran desarrollo de la ciencia en los últimos siglos le ha permitido al
Positivismo posicionarse en nuestros días como una disciplina de verdadero
conocimiento, que mirando atrás, puede situarse con muchos adelantos y muchos
logros, ya que lo que se vende, lo aceptado y lo creíble para nuestros días, es
solamente lo que se puede comprobar por algún proceso positivo.
Las ciencias que han rechazado el Positivismo hoy no despiertan ningún tipo
de seguidores, ya que la conceptualización tan propia en otras épocas, donde fueron
aceptadas y tenidas como fuente de conocimiento, hoy más que nunca son
cuestionadas y tildadas de troncar el verdadero saber, y esto gracias al Positivismo.
De todas maneras, el pensamiento positivista, ha influido en la actualidad, en
especial en nuestro continente donde todos los países han sido marcados por estas
ideas, sobretodo en el campo político y en países subdesarrollados, buscando
formas de progreso. En Latinoamérica, se tiene un peculiar caso, y es que la
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tradición positivista de corte inglés será el telón de fondo de una concepción
neoescolástica de la vida, tanto política como social.
Sin embargo, a pesar de las influencias efectivas del Positivismo en la vida
espiritual latinoamericana, no se puede afirmar que tal influencia posee un carácter
reflejo, pues ya existía en nuestros países un autóctono Positivismo, que empieza a
germinar a partir de la crítica de la escolástica y la teología colonial. Es más, el
Positivismo fue instrumentalizado por un afán de sus seguidores de imprimirlo a las
específicas situaciones históricas. Se arraiga de manera profunda dicha actitud
positivista en la mayoría de nuestros pensadores, también siendo su reacción muy
extraordinaria.
Entre los principales representantes del positivismo en Venezuela, se
encuentran:
Rafael Villavicencio (1886-1896)
Es un insigne representante de la teoría Positivista en Venezuela, ya que su
contribución a la educación define época y marca huellas imborrables. Los aportes
mas interesantes los hizo junto al Dr. Ernest Adolf, quienes desde la primera
exposición que hacían en el periódico La Tribuna y de las lecciones de la cátedra de
Historia Universal a la que luego convirtió en Filosofía de la Historia, ayuda a formar
una generación de pensadores que actúan para comprender y analizar los
fenómenos desde otras perspectivas. La orientación imperante en este momento,
focalizaba su atención en construir una inventiva y un saber afianzado sobre el
método de la ciencia positiva.
Uslar Pietri (1960: 35) dice al respecto: “el Positivismo se presenta como una
de las más fecundas etapas de la historia del pensamiento venezolano. No consistió
solamente en una serie de conceptos aprendidos en libros europeos, sino que
40
despertó la curiosidad por el estudio de nuestros fenómenos sociales, históricos y
provocó así, un mejor conocimiento del país y de su realidad”.
De manera que bajo esta influencia se pasó del conocimiento de la Historia,
como narración a la conceptualización de la Historia como Ciencia. El Doctor
Villavicencio miraba con una aureola de Positivismo comteano, ya que ejerció en
Venezuela el liderazgo de esta Escuela. Entre los años 1866 y 1880 aprendió el
positivismo con Litte con la lectura de una obra titulada: Conservación, Revolución
del Positivismo.
En dos grandes ideas centró la atención esta nueva teoría, ellas son, la
concepción de la historia y la necesidad de estudiar y divulgar la ciencia como base
del progreso. Es importante destacar que en los discursos que pronunciaba
Villavicencio en la Universidad caraqueña en 1866 y 1869, no solo perseguía
trasmitir las ideas conceptuales del Positivismo sino que se deja entrever un mensaje
político, la búsqueda de una Filosofía que vigorice con sus principios el progreso del
país dentro del orden y estabilidad institucional en momentos de grave disolución y
deterioro de fuentes de la riqueza.
Villavicencio era hombre de saberes actualizados y la novedad científica
influye en sus definiciones filosóficas, de manera que su filosofar está muy asociado
a la ciencia. Al respecto dice: “He sido y soy positivista en el sentido de que todo
verdadero conocimiento tiene por base la experiencia, es cuestión de método no de
doctrinas” (Heces, 1994:92). En cuanto a lo epistemológico, su vocación científicista
se caracteriza por la confianza que tiene en la observación y experimentación para la
adquisición del conocimiento, y este se mantiene, dentro de la filosofía positivista.
Villavicencio pone todo el peso en la educación y cree firmemente en la
influencia de esta, para lograr la formación del nuevo estado y la consolidación del
nuevo orden, a partir de la expansión del poder material e industrial. De igual manera
destaca la importancia del dominio de la naturaleza por la inteligencia, tomados como
41
elementos que definen a la sociedad positivista; ya que sostiene que: “La sociedad
es un hecho natural sometido a leyes fijas, y sustraído como tal a la voluntad
humana, pero no de la inteligencia que puede comprenderle y modificar
notablemente su tendencia y determinación” (Heces, l994:97). Asimismo, se dedicó a
la divulgación de dichas ideas positivistas, considerando a las filosofías de
inspiración teológicas o metafísicas, insuficientes para las necesidades del espíritu
moderno acostumbrado a las demostraciones científicas.
En cuanto a las ideas educativas, las resume en tres documentos: a) El
informe de 1890, conocido en el primer Congreso Pedagógico de Caracas en 1895;
b) El informe claustro universitario de Caracas; y c)Las observaciones que hace al
proyecto Código de Instrucción Pública (1909). Al ser interrogado a cerca de la
elaboración de estos documentos, él expresa claramente que los avala la madurez
que produce la experiencia desde el punto de vista comteano. En los cuales, se da
un elemento común que es, la clara modificación al curriculum, fundamentado en el
orden lógico e histórico de las diferentes ciencias. + Luís Razzetti (1896) Fue un insigne educador que durante las postrimerías del Siglo XIX y
comienzo del XX, tuvo una destacada participación en la educación superior
venezolana. Estuvo becado en Francia, específicamente en la ciudad de París
donde recibió una formación caracterizada según Jacques Maritain como cientificista,
determinista, materialista, y positivista. En varias ocasiones, el Dr. Razzetti se define
como: determinista, porque creo que todos los fenómenos de la naturaleza están
sometidos a leyes abstractas. “Soy monista porque creo que la materia y la
energía son dos propiedades esenciales de la sustancia universal, infinita y eterna”
(Hernández, 1984:298)
Luis Razzetti fue un joven que recibió la influencia del Dr. Villavicencio y de
Dr. Adolfo Ernest, los cuales fueron considerados por Razzetti como los apóstoles
42
máximos en Venezuela de la filosofía y ciencias positivista. La enseñanza del Dr.
Villavicencio estimuló el apetito intelectual de Razzetti como para acoger con
admiración las fuentes que nutren su pensamiento científico- filosófico de las obras
de Darwin y Hackel. Del primero, abrazó la idea del principio evolucionista, que
descalifica la tesis creacionista y la espiritualidad del alma. A Hackel lo calificó como
maestro predilecto, en cuyas obras aprendió a amar la verdad; de él toma la idea del
monismo cientificista.
La concepción científica – filosófica de Hackel que negaba la existencia de
Dios y el mundo sobrenatural, consideraba que no había dos mundos uno natural
y otro moral, sino uno solo donde la vida intelectual y moral forma parte del Cosmos.
El hombre forma parte de los vertebrados sociales y tiene dos clases de deberes:
los que surgen de su naturaleza y los que corresponden a su beneficio y progreso
individual. Esto hace que el Dr. Luis Razzetti sea considerado como ateo y le trajo
como consecuencia una serie de disputas con el clero.
Sin embargo, pensaba que las ciencias eran un hermoso producto de nuestro
siglo de verdad, creyendo que las únicas ciencias validas son las naturales y las
ciencias del espíritu, que también son parte de las naturales. Explicando además,
que la verdadera ciencia reposa en el empirismo y no sobre la trascendencia; y que
el verdadero método es el empírico, porque compromete en el desenvolvimiento del
mismo, la actividad de nuestros órganos de los sentidos y de nuestro cerebro.
Todas estas ideas inciden en el desempeño de Razzetti como docente de la
Facultad de Medicina de la Universidad Central de Venezuela, en cuya cátedra
exigía a sus alumnos la presentación de una tesis, con la cual aprenderían a
observar, experimentar, y aprender a expresar; de manera, que se evitaría combatir
el apriorismo, y el abstraccionismo. Logrando extender dicha práctica a todo el
magisterio.
En l893, publica en la Gaceta Médica de Caracas las ideas sobre la
renovación de los estudios médicos, iniciado el planteamiento por la base, es decir,
43
por la necesidad de reformar los estudios del Bachillerato, diversificándolo según
áreas de interés vocacional, de modo que permitan la adecuada preparación básica
para los aspirantes a cursar los estudios médicos. Consideraba que la educación
primaria debía ser tomada como piedra angular de la educación, sin embargo la
educación superior debería quedar restringida y dirigida por las autoridades de la
Facultad de Medicina, ya que la Medicina es una ciencia objetiva, y para que esta
pueda ser aplicada se crea un centro de salud como el Hospital Vargas.
José Gil Fortoul (1912) y Rómulo Gallegos (1895)
Son prácticamente contemporáneos y la formación de uno y otro, coincide
con aquella oleada de positivismo y de libre pensamiento. Desde la época de
Guzmán Blanco se originó en Venezuela, un ambiente hostil a los valores de la
tradición católica. Este ambiente cargado de positivismo conduce al mundo del
agnosticismo que limita el horizonte de valoración a solo los datos inmediatos. Este
agnosticismo condiciona la concepción sobre la moral y la religión, lo lleva
inexorablemente al laicismo, al libre pensamiento, y a una posición ecléctica de la
vida.
Entre las reformas más importante se encuentran: la escuela laica y la libertad
de enseñanza. El tema de la educación laica adquiere más importancia en el país a
medida que se acentúa la influencia política del liberalismo y de la filosofía positivista.
En cuanto al segundo aspecto, es importante que las ideas luchen en el amplio
campo de la discusión, garantizar el derecho a elegir y rodear de un profundo respeto
el pensamiento de los demás.
Gil Fortoul, por su parte opina, que la moral no es nada más que un conjunto
de ideas que se han trasmitido por herencia y dominan tiránicamente en nuestra
sociedad. La ley de la evolución es compartida por todos los seres vivos. En tanto
que la de la evolución cerebral solo es compartida por los seres humanos. En ese
sentido, cree que esto es producto de la ciencia, el arte y la industria. La evolución
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cerebral no depende solamente de la evolución natural sino de otros factores y en el
caso venezolano dice: La raza y el clima son para nosotros, causa evidente de
inferioridad orgánica y la única solución es la inmigración. La educación debe ser un
instrumento para que el hombre modifique el medio, por lo tanto, no se admite
escuela sin práctica.
En 1911, Gil Fortoul es designado Ministro de Instrucción Pública, allí
permanece hasta fines de Abril de l912. Lo acompaña un destacado pedagogo:
Guillermo Todd, cuyas disposiciones estaban orientadas a modificar la observación,
la memoria y el razonamiento. Entre los criterios para orientar el proceso de
enseñanza-aprendizaje se dan los siguientes lineamientos: de lo simple a lo
complejo, que la enseñanza debe ayudarse de la pedagogía con el propósito de dar
al educando una educación integral dentro de la concepción Spenceriana. En
síntesis un sistema educativo basado en la observación, experimentación y critica de
los hechos.
En lo que respecta a Rómulo Gallegos, su proposición educativa consistió en
una perspectiva de expansión cultural, de responsabilidad intelectual y de promoción
socio-política. Se dejo influenciar por las ideas de Sarmiento en Argentina, que
establecía una diferencia entre Barbarie y Educación, sólo puede concebirse la
cultura aparejada al principio y sentido de libertad. La idea central de la idea
educativa de Gallegos, consiste en: personal idóneo y apto, para ello crea las
escuelas normales donde con métodos eficaces se formen verdaderos maestros.
En cuanto al método de enseñanza, opina que debe sustituirse el empirísmo
por métodos científicos de observación y experimentación, y aboga por la aplicación
de aquellos métodos que la Psicología y la Educación indican como pertinente en la
enseñanza. La Reforma al Sistema Educativo es una de sus ideas principales, la
más transcendental y fecunda que debería hacerse su máxima ser resumiría en este
aspecto en el siguiente pensamiento: pensar más en educar que en instruir. Entre el
concepto que merece la Educación esta el actuar sobre el carácter y formar al
45
hombre: en tanto que la instrucción actúa sobre la inteligencia. La influencia, que
tiene la escuela en la sociedad, es motivo de preocupación en la obra de Gallegos,
donde destaca el papel de ésta, en la constitución de una sociedad sana y
productiva.
El Positivismo, es una doctrina filosófica en donde se acepta como
conocimiento válido, el saber científico obtenido a través de la experimentación, es
decir, con la utilización del método científico, se estudian los hechos y a partir de
estos, se deducen las leyes que los hacen valederos. Por ello, el Positivismo es
considerado como analítico, y tiene como características generales: Nomotética:
porque halla las causas que explican los fenómenos, confrontando la teoría con la
praxis, detecta discrepancias y establece conexiones generalizables entre variables.
Propicia la utilización de un método de investigación: el método hipotético-deductivo
como método científico. La neutralidad valorativa: como criterio de objetividad.
Sin embargo, esta doctrina, incurre en dos importantes contradicciones: 1)
Aunque legitimiza el conocimiento científico, no específica de manera clara,
inequívoca y por tanto positiva, en qué consiste exactamente este conocimiento
científico; y 2) Que las más importantes afirmaciones de la doctrina positivista como
la Ley de los Tres Estadios (teológico, metafísico y positivo), no proceden de la
actividad científica ni de la observación, sino de la especulación filosófica y son por
tanto metafísica.
Es por esto, que la proliferación de trascendentales descubrimientos y
avances del mundo moderno, no ha mermado, los cuales, se deben sin lugar a duda,
a la influencia del Positivismo, siendo uno de sus más importantes hallazgos, el
descubrimiento de la Historicidad del Conocimiento Humano a través de la
Sociología, que permite la jerarquización (orden y progreso) de la Sociedad de
acuerdo a su nivel intelectual, a fin de que estos, reciban una remuneración acorde a
su labor desempeñada. A partir de la Sociología se debe ubicar cualquier
46
investigación para que exista un orden, ya que la experiencia que posee el individuo
la sustrae de su entorno, y esta transcurre en un momento histórico, que lo orientará
a través del proceso de experimentación científica.
En Venezuela, los diferentes representantes del Positivismo abogan por
modificaciones educativas que debiesen darse desde las perspectivas metodológicas
y de proyecciones que la educación debe tener en la formación de un ciudadano útil
y productivo para la Sociedad. Actualmente el país, se encuentra en pleno proceso
de desarrollo del Enfoque Humanista: nuevo diseño curricular, proyectos
pedagógicos de aulas, proyectos pedagógicos comunitarios; sin embargo, las
investigaciones que se realizan mantienen un patrón positivista: son cuantitativos-
medibles, porque los datos que se extraen de la realidad, tienen que ser validados
utilizando métodos estadísticos.
Es posible señalar los comienzos del positivismo a mediados del siglo XIX. En
efecto, el venezolano Fermín Toro (1893:115) decía en un escrito de carácter jurídico
y moral a propósito de la usura,
Conozco que el estado actual de nuestra sociedad, en el positivismo que comienza ya a dominarla, es muy difícil hacer valer toda la importancia de un principio moral, absoluto y universal. El hombre positivo -concluye diciendo- es hoy el dominador de la sociedad...
En esta ocasión, se pueden apreciar las reservas del pensador con respecto a
esta corriente de pensamiento y su fuerte influencia en la sociedad sin mayor
evidencia de la necesaria valoración de los principios morales, asunto que le permite
calificar a los seguidores del positivismo, como opresores de la sociedad.
El distanciamiento del positivismo se observaba ya en algunos pensadores
desde fines del siglo XIX, entre ellos José Enrique Rodó, José Martí, y hasta entre
quienes habían abiertamente compartido sus tesis fundamentales como Enrique
José Varona y Justo Sierra. Pero la nueva generación propiamente antipositivista fue
47
la de aquellos filósofos que desarrollan su labor fundamentalmente en el siglo XX.
Entre ellos sobresalieron: en México, José Vasconcelos y Antonio Caso; en
Uruguay, Carlos Vaz Ferreira; en Perú, Alejandro Korn; y en Argentina Alejandro
Deustua aunque también se inscriben en la misma, otros filósofos de menor
resonancia como Raymundo de Farias Brito, en Brasil y Enrique Molina, en Chile; así
como otros significativos intelectuales, como es el caso de Pedro Henríquez Ureña.
Como se ha venido exponiendo, la visión positivista del mundo había tratado
inútilmente de encasillar al hombre en los estrechos parámetros de la biología
decimonónica y pasaba por alto muchos de los elementos esenciales que diferencian
la vida humana de cualquier otro tipo de vida, a pesar de que, tanto el romanticismo,
como el irracionalismo se habían encargado en Europa de sugerir la idea de que el
hombre no puede ser sometido ni al simple análisis de un laboratorio, ni a las frías
estadísticas de los enfoques sociológicos estrechos, cuando se trata de comprender
las razones de su actuación. Tomando como base estos planteamientos, se cita a Rodó (1957:106), como
uno de los primeros pensadores latinoamericanos formados en el positivismo que se
percató de la necesidad de superar esta postura filosófica, al señalar:
“Yo pertenezco con toda mi alma, a la gran reacción que da carácter y sentido a la evolución del pensamiento en las postrimerías de este siglo; la reacción que partiendo del naturalismo literario y del positivismo filosófico, los conduce, sin desvirtuarlo en lo que tienen de fecundos, a disolverse en concepciones más altas”.
Como se observa en esta cita, el autor toma una actitud de rectificación, para
reflexionar respecto de la evolución que seguramente seguiría el pensamiento
positivista advirtiendo con antelación su futuro, en la necesidad de dar paso a
concepciones mayormente contundentes en cuanto a dar respuestas soportadas en
más sólidas bases filosóficas. Esto es, con pautas generales que verdaderamente
sirvan para interpretar la realidad y con ella, nuevas expectativas que permitan al
48
hombre encontrar la verdad, la misma que anhela desde siempre y en quien abriga la
esperanza de un mejor vivir.
Adicionalmente, una de las razones que motivó a la generación finisecular de
pensadores latinoamericanos, admiradora de los progresos técnicos y materiales de
los países desarrollados, para que comenzara a percatarse de las negativas
consecuencias que traía consigo el utilitarismo anglosajón para las conquistas del
humanismo cultivado en América Latina, fue su simplificadora y naturalista
concepción del hombre. Así pues, a inicios del nuevo siglo, la oleada antipositivista
que sacudió a la filosofía en América Latina se caracterizó por tratar de reivindicar el
idealismo frente a lo que se consideraba, constituía las vulgarizaciones del
materialismo. El mismo Rodó (1957: 502), ofrece un testimonio de este giro cuando
plantea:
“Otro de los rasgos fisionómicos del pensamiento hispanoamericano, en el momento presente, es la vigorosa manifestación del sentido idealista de la vida; la frecuente presencia en lo que se piensa y escribe, de fines espirituales, e interés consagrado a la faz no material ni utilitaria de la civilización”.
Como se aprecia, estos rasgos conducen a los representantes del
pensamiento hispanoamericano a reflexionar al respecto y a dar un viraje a lo hasta
ahora expuesto por el pensamiento positivista. Desde ese momento el concepto de
vida no tendría la carga biologizante de la cual el evolucionismo darwiniano era su
máxima expresión por esa época, sino que comenzaría a acentuar el aspecto
irracional y espiritual que parecía haberse descuidado por el positivismo y en sentido
general, por el materialismo filosófico. Esa era una de las razones básicas que hacen
a Rodó, como a tantos otros intelectuales latinoamericanos de la época, distanciarse
del positivismo, aun cuando reconozca, varios aspectos valiosos sobre la evolución
de su pensamiento.
En este sentido, se le considera como un convencido reivindicador del papel
de los sentimientos y la orientación moral de la juventud. Su tarea estaba
49
encaminada a la salvación de la libertad interior, de la razón y el entendimiento, aún
cuando las circunstancias materiales fuesen adversas. Por ello considera, que una
condición para emprender la transformación de las circunstancias materiales y
sociales que exigen ser modificadas, es la educación del espíritu, la cual debe ser
multilateral y dirigida a la naturaleza entera del hombre y no a una de sus facetas.
En el cultivo vital del espíritu, Rodó le otorga gran importancia al sentimiento
de lo bello y a la cultura estética al considerarlos decisivos en la cultura de los
pueblos. Estimuló la creatividad de la juventud partiendo del principio de que cada
generación define su programa propio de vida y lo desarrolla.
En esta misma secuencia, se menciona a Henríquez Ureña (1989:184), quien
combatió cierto afán europeizante que apreciaba principalmente en los positivistas,
enjuiciándolos del siguiente modo:
“Volvamos ahora la mirada hacia los europeizantes, hacia los que, descontentos de todo americanismo con aspiraciones de sabor autóctono, descontentos hasta de nuestra naturaleza, nos prometen la salud espiritual si tenemos recio y firme el lazo que nos ata a la cultura europea. Creen que nuestra función no será crear, comenzando desde los principios, yendo a la raíz de las cosas, sino continuar, proseguir, desarrollar, sin romper tradiciones ni enlaces”.
En lo expuesto por este autor, se observa subyacente la idea de sometimiento
y la intencionalidad de dominación presente en toda corriente de pensamiento
copiada de otras culturas, estimándose la manera ilustrativa de enfocar la relación
entre los cultivadores del positivismo en América Latina y las posturas autocríticas
que con relación a las limitaciones de esta filosofía algunos de ellos, con mayor o
menor razón, asumieron a principios del siglo XX, resultando indispensable analizar
la obra filosófica de Alejandro Korn, quien opinaba así sobre el positivismo:
El positivismo sólo puede ser batido en su propio terreno; es menester reconocerle la verdad relativa, que es su fuerza, y superarla en una concepción más alta. No hemos de borrar de la historia del
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pensamiento humano toda la segunda mitad del siglo XIX. Tenemos que aceptarla como un momento necesario en la evolución filosófica -deficiente, unilateral, monstruoso pero explicable en su desarrollo genético como un corolario del apogeo de las ciencias naturales. La simple negación desconoce su raigambre histórica y el argumento ontológico no la alcanza.
De nuevo, se aprecia el derrumbe que sufrió esta corriente del pensamiento,
que a la fecha, no satisfacía las expectativas del hombre, ya que no le era
completamente adecuado para explicarse su realidad. Por esta razón y en virtud de
estar sometido a impensables cambios que implicaban nuevas exigencias y
necesidades, a la par, que nuevos retos, surgieron las redefiniciones y otros
fundamentos teóricos-filosóficos vinieron a aparecer para llenar el vacío dejado por
este movimiento.
Hasta aquí se revisaron los aportes y posturas adoptadas en su momento por
los positivistas en América Latina, para pasar ahora a referir lo ocurrido en
Venezuela, donde estos pensadores ejercieron gran influencia en sus colegas, entre
los que se puede mencionar a Augusto Mijares, quien a juicio de Uslar Pietri (1960:
59),
“sigue la misma línea de su obra Hombres e Ideas en América, en la cual reivindica a América de los juicios negativos demasiado rápidos y superficiales de los románticos y las hipótesis demasiado imprecisas de los positivistas. Lo que él tiene son los medios y los testimonios para fundamentar una teoría de lo afirmativo venezolano”.
Esta percepción de Uslar Pietri constituye, por una parte, una crítica abierta
hacia el positivismo y sus representantes, y por la otra, la defensa de la venezolanidad
otorgándole un viso de reconocimiento a la obra de Mijares. Como se ha dicho en este
trabajo, un venezolano ejemplo de juventudes, quien con espíritu nacionalista y
soportado en interesantes planteamientos teóricos y acciones prácticas, supo sortear
las visicitudes al enfrentarse a los intelectuales defensores del positivismo en
Venezuela.
51
Ahora bien, con referencia al positivismo, se puede decir que éste fue el
basamento filosófico predominante en el pensamiento latinoamericano desde
mediados del siglo XIX y, fundamentalmente, desde su último tercio, hasta las
primeras dos décadas del siglo XX.
La interpretación pesimista del positivismo fue una concepción cultural formada
por la conjugación de diversas fuentes intelectuales europeas, reelaborada por
historiadores y “publicistas positivistas” a la luz de las experiencias nacionales. Estos
sabios reflexionando sobre los fracasos institucionales y morales, concluyeron, en
nombre de la ciencia, en la necesidad de considerar la “fuerza de los hechos” como
“ley natural” de los prospectos de la vida en común.
Tales fracasos eran, el efecto de la marcha de la evolución; la necesidad de la
historia. Aquel “ethos cultural del positivismo” discriminado en la mayoría de estas
repúblicas a manera de una filosofía de las costumbres, expresaba en forma de
redaccionismo científico acerca de la condición y naturaleza involucionadas de
nuestra identidad colectiva e individual, condenaba todas nuestras agonías humanas;
simplemente no podíamos ser libres ni valían nuestros esfuerzos para serlo.
Es indudable que Mijares echó las bases para una interpretación alterna del
positivismo. Hispanoamérica y Venezuela, sostuvo, tenían en su historia una auténtica
tradición civilística, lo cual no dejaría de sorprender a los incautos y, desde luego, a la
legión de muchos detractores. No obstante, Mijares entiende esa tradición civilista
como una fuerza antitética a la del pensamiento positivista; como verdadero fin del
progreso moral que como proceso histórico, anima la historia de estas sociedades.
Mijares no desarrolla sus conceptos fundamentales ni su filosofía de la historia como
para que puedan explicar y justificar las limitaciones que revelan los avances de su
interpretación histórica.
En algunos casos su objetivo polémico con el positivismo lo llevó a adoptar un
“historicismo orgánico”, difícilmente burkeano; en otros se ha descubierto un liberal
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más o menos kantiano; en otros, expresando sociológicamente el carácter social de
la conciencia colectiva y todavía en otros formulando un juego dialéctico difusamente
hegeliano unido a conceptos de la ética clásica.
Sin embargo, sería una equivocación si se juzgara el valor de su crítica al
positivismo, como la reivindicación de otra manera de concebir y practicar la
sociología. No, Mijares usa conceptos sociológicos pero su ejecución no se amolda al
rigor científico. A la postre, el historiador que hay en él, humanamente triunfa sobre el
posible influjo del autor de las reglas del método social, haciendo que su optimismo
republicano se convierta en la mejor defensa de un liberalismo individualista.
Es este el contexto en que Mijares, preocupado por la realidad, exterioriza su
potencial intelectual y filosófico poniendo al descubierto el pensamiento positivista y
hegemónico de la época, para criticar tenazmente sus débiles y caducos
fundamentos. A decir de Pino Iturrieta (1991:128) en su obra Positivismo y
Gomecismo, y haciendo alusión a esas críticas, apunta: “tal crítica debió asumir la
tarea de quitarle a los antepasados el opaco uniforme que les pusieron dos
generaciones de pensadores para ocultar sus potencialidades”. En franca referencia
a los intelectuales positivistas.
Más adelante, refiere este autor que esos pensadores creían que existía una
mala semilla que debía ser extirpada a la fuerza, sin embargo, llegado el momento
de someterse a una evaluación de sus postulados, comprendieron que era necesario
aceptar que una nueva atmósfera comenzaba a inundar todos los espacios. En el
centro de esa atmósfera, Mijares el combativo abrió el camino para el advenimiento
de un nuevo análisis que desterraba el fatalismo y las premoniciones oscuras, que
borraba para siempre la vergüenza, sacando a la luz ese camino, del que pudiera
sentirse orgulloso, todo venezolano.
Con él coincide Francovich (1985:10), citado por Ramírez (2000), al expresar
que “las doctrinas positivistas eran un alimento intelectual que no exigía muy elevada
53
cultura. La simplicidad, a veces ingenua, de sus afirmaciones, las hacían fácilmente
asimilables aún por los espíritus menos habituados a las complejidades del
pensamiento filosófico”.
2.2. Más allá de la visión heroica de la historia
Lo que se quiere bajo este subtítulo, es precisamente dar a conocer los
planteamientos sobre una historia de Venezuela, diferente a la que se ha tenido hasta
ahora, dedicada casi exclusivamente, a la gesta emancipadora, en la que destaca la
actuación brillante del libertador y el ejercito patriota. No se trata de cambiar la historia,
sino de estudiarla desde el pensamiento de pensadores, que convertidos en
historiadores, quisieron decir sus verdades. Tal es el caso de Augusto Mijares.
En sus obras, deja marcadas huellas de su firme postura a favor de una
historia interpretativa, con una gran carga humanista, para ver desde esta
perspectiva, a los próceres de la independencia venezolana. Muy a menudo el
hombre se olvida de ser hombre, para convertirse en colérico guardián de un recinto
geográfico o ideológico, ficha de partido, o infatuado legionario del que sabe azuzarlo
mañosamente contra sus semejantes; pero también hay otros hombres que no
olvidan la posibilidad de levantar contra las contingencias crueles o angustiosas del
presente la imagen de una vida más segura, más digna y más bella.
Y saben que ese modo de ser y de vivir es accesible a muchos, no por la
conquista de tales o cuales exterioridades accidentales, sino por aquella
reconstrucción íntima que el humanismo pidió al mundo y que puede llamarse libre
examen, espiritualidad, razón y medida contra improvisación y tumulto, fe, moral,
universalidad, o simplemente refinamiento y tolerancia; o ser todo eso a la vez.
En la época posromántica, de Nietzsche, es muy comprensible aquella
apasionada invocación a la violencia; es muy comprensible aquella apasionada
invocación a la violencia; pero hoy, cuando hemos presenciado con pavor que la
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acción de unos cuantos amargados y furiosos produjo tormentos inenarrables para
millones de seres humanos, y sin sentido alguno ni conquista visible al final, parece
que la humanidad no debe sentirse muy inclinada a montar de nuevo aquellas
escenografía colocada “más allá del bien y del mal”.
¿Quién será el que ha de darle vida a un nuevo humanismo que, separado de
los exclusivismos políticos que han esclavizado al hombre, le sirva a éste de asidero
para su próxima etapa de libertad e integración?
¿Será ese humanismo la prolongación de una de esas tres posiciones
fundamentales que hemos examinado, pero con renovado espíritu de universalidad
para absorber y armonizar las otras dos?
Es muy instructivo observar, dice Mijares, que los marxistas, quienes según
sus doctrinas debían desdeñar toda clase de preparación ideológica, puesto que de
acuerdo con el materialismo histórico toda forma de vida colectiva se origina en los
hechos y la ideología correspondiente hace de esa forma de vida pero no la prepara,
los marxistas en contradicción con esa filosofía son los que más se han preocupado
en montar formidables organizaciones de penetración espiritual.
Continúa el mismo Mijares diciendo que para comenzar a pedir el
advenimiento de un nuevo humanismo, teme más a cierto derrotismo de índole
afectiva, casi gozoso, amargamente gozoso, que se ha extendido por los países que
no sufrieron guerra.
El citado autor, considera que la historia es dinámica, donde la conjunción del
presente con los hechos del pasado, forman una realidad propia y permanente que
va enriqueciéndose con el paso de las generaciones. Es por ello, que los héroes no
son los hombres que pertenecen al pasado, sino aquellos que día a día, en el
desempeño del trabajo cotidiano están dedicados a instruirse e instruir a los demás,
elaborar leyes, mantener la regularidad administrativa del Estado, moralizar las
55
costumbres, crear riqueza, organizar en suma la verdadera vida del país y servir de
estímulo a cada generación que aparece.
Desde sus primeros trabajos, Mijares, se propone deslastrar la historia de las
falsas concepciones que se han presentado como determinantes de nuestra vida
social y política para poner de manifiesto la otra tradición de nuestra historia, que es
también genuinamente americana. Una tradición de principios intelectuales y morales
que nos equipara con los pueblos.
2.3. Contra todo Determinismo
El determinismo es una doctrina filosófica que afirma que todo acontecimiento,
incluyendo el pensamiento humano y las acciones, está causalmente determinado
por la irrompible cadena causa-consecuencia. No hay milagros ni ocurren sucesos al
azar. El determinismo sostiene que nuestra vida está regida por circunstancias que
escapan a nuestro control de modo que nadie es responsable de lo que hace o deja
de hacer. Desde el punto de vista humano, el determinismo sostiene que no existe el
libre albedrío.
El determinismo es la teoría de que toda acción humana es causada
enteramente por acontecimientos precedentes, y no por el ejercicio de la voluntad.
En filosofía, la teoría se basa en el principio metafísico de que un evento sin causa
es imposible; el éxito de los científicos en descubrir las causas de cierto
comportamiento y, en algunos casos, controlarlas, tiende a reforzar este principio.
Hay desacuerdo acerca de la adecuada enunciación del determinismo -un tópico
central en la filosofía que nunca deja de ser polémico.
El determinismo físico, que tiene su origen en el atomismo de Demócrito y
Lucrecio, es la teoría de que la interacción humana se puede reducir a relaciones
entre entidades biológicas, químicas o físicas, formulación fundamental para la
56
sociobióloga y la neuropsicología modernas. El determinismo histórico de Karl Marx,
por otra parte, es transpersonal y principalmente económico. En contraste con estas
dos enunciaciones, el determinismo psicológico (base filosófica del psicoanálisis) es
la teoría de que los propósitos, necesidades y deseos de individuos son esenciales
para una explicación del comportamiento humano.
El reciente determinismo conductual de Skinner es una modificación de esta
postura, puesto que Skinner reduce todos los estados psicológicos internos al
comportamiento públicamente observable. Su modelo estímulo-respuesta recurre a
los modernos análisis estadístico y probabilístico de causalidad. Jean Paul Sartre y
otros filósofos contemporáneos ha sostenido que el determinismo es cuestionado por
la introspección, que revela que las acciones son resultado de nuestras propias
opciones y no requieren eventos previos o factores externos.
Los deterministas responden que tales experiencias de libertad son ilusiones y
que la introspección es un método no fiable y no científico de entender el
comportamiento humano. Sin embargo, la comunidad científica ha modificado esta
visión con el principio de incertidumbre enunciado por el físico Werner Heisenberg.
Las ramificaciones de su trabajo en mecánica cuántica llevaron a Heisenberg a
afirmar que el científico, tanto participante como observador, interfiere la neutralidad
y la naturaleza misma del objeto en cuestión.
Su trabajo también se pregunta si es posible definir un marco objetivo a través
del cual uno pueda distinguir causa de efecto, y si uno puede conocer un efecto
objetivo si uno siempre es parte de su causa. A veces se confunde el determinismo
con predestinación y fatalismo, pero en cuanto tal no afirma ni que los asuntos
humanos hayan sido preestablecidos por un ser fuera del orden causal, ni que una
persona tenga un destino inevitable.
En la filosofía de la mente, la pregunta es si las razones en ésta son idénticas
o reducibles a acontecimientos en el cerebro, y de ser asÍ, si los acontecimientos
físicos determinan opciones, decisiones y acciones. Se ha dado una gran variedad
57
de respuestas, incluyendo las derivadas del psicoanálisis Freudiano y las varias
formas de conductivismo. Algunos filósofos de la tradición analítica han afirmado que
el determinismo es un asunto de causas, y las decisiones, una cuestión de razones,
y que ambas son mutuamente excluyentes. El tema sigue siendo polémico.
Puesto que los deterministas piensan que todos los sucesos, incluidas las acciones
humanas, están predeterminados, siempre se sostiene que el determinismo es
incompatible con la libre voluntad.
En lo que respecta al determinismo psicológico, en esta postura la voluntad está
determinada por el motivo o conjunto de motivos más fuertes; veamos cómo lo expone
su más destacado defensor, el filósofo alemán del siglo XIX Arthur Schopenhauer. Él
compara la voluntad con una balanza. La fase de deliberación se asemeja a lo que
sucede en una balanza de dos platillos cuando colocamos pesas en ambos: la balanza
oscila, “delibera”, pero al final, ineludiblemente, vencerá el platillo que tenga la pesa
más grave. Y algo análogo es lo que sucede en la deliberación humana, en la que los
motivos -las pesas- hacen que la voluntad oscile, pero al final, e ineludiblemente- la
voluntad será obligada por el motivo más fuerte y decidirá en tal sentido.
Lo que sucede, seguirá diciendo Schopenhauer, es que nosotros podemos
conocer con toda precisión el peso de las pesas que colocamos en los platillos, y por
ello podemos predecir con seguridad de qué lado se inclinará la balanza; en la
voluntad, la fuerza o peso de los motivos no puede conocerse con precisión en la
mayoría de los casos, y por ello la conducta humana es imprevisible; pero esta
imprevisión no se debe a que la voluntad sea libre, sino a nuestra ignorancia del peso
de los motivos. La prueba de ello, Schopenhauer, es que, cuando los motivos pueden
ser sopesados con nitidez, la conducta humana es perfectamente predecible.
El determinismo en Mijares, se va a evidenciar: Mijares (1998), “No está de moda hoy la interpretación de la historia de acuerdo con las características sociológicas de cada pueblo, pero creo que es un concepto que podría revitalizarse porque es asombroso comprobar como reaparecen en los diferentes países, modos de proceder, prejuicios y sentimientos que a veces le son dañinos y podrían haber desaparecido por el castigo que han recibido”.
58
Y si aquello sucede con las tendencias que son perjudiciales, con mayor razón
ocurrirá con las que son favorables o complacen el sentir colectivo. Es que cada
país, lo mismo que cada individuo, siente complacencia en imitarse a si mismo, o
sea, acentuar y desarrollar la personalidad que posee o debe poseer.
En la antigüedad encontramos por lo menos tres pueblos -el egipcio, el griego
y el romano -con características psicológicas de tanto relieve que la evolución
general de cada uno de ellos sería inconcebible en cualquiera de los otros dos. No
podemos imaginar, en efecto, al pueblo egipcio con la inquietud intelectual y el amor
a la libertad que caracterizaron al pueblo griego, y que por una parte lo llevaron a
prodigiosas realizaciones en el arte y en la filosofía, y por otro lado, políticamente, lo
entregaron en manos de los sofistas y de los demagogos que debían corromperlo y
destruirlo.
Y esto a su vez, marca una diferencia esencial entre el pueblo griego y el
romano. Porque este último, por su sentido de la cohesión y de la universalidad
política, alcanza a ser el dominador del mundo y su legislador, como no hubieran
pretendido serlo ni egipcios ni griegos.
A decir de Hurtado (1999:27), Mijares se impuso a si mismo, una misión
quijotesca, empuñar la lanza y lanzarse sin tardanza, por la puerta de atrás, a luchar
en el campo de la historiografía, porque sentía que allí había “muchos agravios que
deshacer, entuertos que enderezar, sinrazones que enmendar”
A diferencia del Quijote manchego, Mijares se lanzó a lo que creyó ser su
misión, no porque se le hubiese secado el seso, sino porque su lúcido seso le hizo
ver que en la historiografía hispanoamericana, muchos intérpretes, unos por
apresurados y otros por interesados, habían querido presentar como gigantes lo que
no eran más que simples motivos.
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En esta parte hay que resaltar que los escritos de Mijares fueron y siguen
siendo polémicos, precisamente porque tratan de corregir entuertos y poner las
cosas en su justo sitio y eso molestó a mucha gente. Molestó principalmente a los
comodones intelectuales, a los repetidores de oficio, a los que se creían
conocedores de la historia venezolana porque habían leído aunque fuese sólo a
medias a Baralt, a González Guinand, a Gil Fortoul, a Vallenilla Lanz, a Parra Pérez.
Como la historia es a la sociedad, lo que la biografía es al individuo, por eso lo
de vida apasionante puede valer tanto para la vida de un hombre como para la vida
de un pueblo. No acepta Mijares que el historiador tenga que lanzarse a la fría
narración de sus observaciones concretas y que deba renunciar a la generalización y
a la valoración de los hechos y de las personas so pretexto de pretender ser objetivo.
Ese historiador situado fuera de la historia como un ente meramente contemplativo,
prisionero de una realidad exterior que se le impone y que no admite la injerencia de
las ideas, las emociones, las creencias, las opiniones y los propios sentimientos del
historiador, es para Don Augusto Mijares, un despropósito.
Por ello refiere, que el historiador es un descubridor y no un inventor, debe
registrar las luces y las sombras imparcialmente, anotar y tomar en cuenta, y a veces
cuantificar, todo lo que va encontrando, tanto lo que favorece como lo que se opone
a sus particulares preferencias o convicciones y, finalmente, hecho un balance, debe
exponer con total honestidad su verdad, la verdad a la que él ha llegado.
Pero eso sí, después de haber estudiado a conciencia soportes documentales
auténticos, suficientes y serios. Ni engañarse, ni pretender engañar en sólo esto
consiste la “objetividad” del historiador. Heurística confiable y suficiente, crítica
honesta y rigurosa, síntesis bien construida y convincente. Esto es precisamente lo
que emplea Mijares, al defender con pasión y emoción su verdad, tratando de
demostrarla, para sustituir con ella el barullo de falsedades convencionales de
opiniones apresuradas o interesadas, de repeticiones sin reflexión, de simplezas
repetidas de crítica, que han hecho que muchos aspectos de nuestra historia hayan
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llegado deformados hasta nosotros con tanta frecuencia en los manuales con los que
los jóvenes estudian la historia.
En cuanto a la humanización de los héroes, Augusto Mijares la considera una
insufrible pedantería, porque es una posición tan falsa como la deificación de los
héroes, que también es frecuente en la historiografía. Centrando su reflexión en la
figura histórica de Bolívar, ve a los héroes no como a unos dioses que sólo exhiben
perfecciones, sino como hombres excepcionales que no pueden ser reducidos a la
condición de lo común.
En este sentido, opina: humanizar a los héroes no debe ser solamente estar al
acecho de sus debilidades o errores, sino también, disculparlos con los mismos
argumentos que son válidos para disculpar a los demás hombres. Reconoce que los
héroes pueden proceder por los arrebatos de confusión, cólera, temor o
preocupación, en los que solemos caer los demás hombres, pero no por eso se
puede pretender que desciendan de su categoría de hombres excepcionales o
extraordinarios que, por esa misma condición, merecen reconocimiento y justa
admiración.
2.4. Una historia interpretativa a favor de la libertad y el reconocimiento del hombre como ser colectivo.
Como se ha mencionado anteriormente, la intelectualidad que acompañó a los
dictadores que gobernaron a Venezuela, se encargaron de dejar como legado, la
historia del país, contada de manera pesimista. En ella, los rasgos que definen al
venezolano y lo que es propio de su gente, sus costumbres y creencias, son
definidos con esa carga negativa. No hay nada que se tenga como bueno; ni acción
completamente autóctona, es decir propia, a la que dar su valor.
61
Esa historia así contada y heredada para ser estudiada y difundida, no es
sino, la interpretación particular de un grupo de venezolanos con una dote particular
de negativismo, falta de ponderación de las cosas y de corta vista para contar otras
historias; mejores historias, que tomaran en cuenta el gentilicio del venezolano, sus
actitudes y aptitudes, genialidad, humor, ingenuidad. Existían otros calificativos. Todo
no pudo haber sido, no es, ni será nunca tan malo. A lo largo del tiempo ha sido así.
Por ello, hoy, cuando se consultan las fuentes documentales escritas, parece
incomprensible la parcialidad asumida por aquellos acólitos del gendarme. Puesto
que sobraban las escenas de esa realidad, que se quiso borrar para difundir esa
otra, vista con ojos miopes.
Lo que si parece ser una constante, una persistente actitud, en la historia de
todos los pueblos, es la de dejarse envilecer por el poder; dejarse atrapar entre sus
redes irreales para levantar falsos testimonios y cambiarlo todo de manera
acomodaticia, de modo que se tenga y permanezca como cierta, su visión de las
cosas y su interpretación de la realidad.
Lo anterior, resume las razones que quizás tuvo Mijares, para opinar que la
historia está escrita sesgadamente, ya que según testimonios de quienes vivieron y
fueron testigos de esa época, lo que se buscaban eran opciones frente a la fatalidad
del gendarme necesario, surgiendo de allí, una representación de esa generación
que se movían entre el marxismo y el positivismo que quiso contar otra historia, que
a fuerza de tanta injusticia, desarrolló talentos sobrados para tratar de expresarse.
Siendo uno de ellos, él mismo, quien con sus escritos, pudo ir ampliando los
horizontes, fortaleciendo la autoestima civilista y la conciencia democrática e
invitando a estudiar el proceso histórico de Venezuela en positivo.
De eso trata, una historia interpretativa a favor de la libertad y de la gente; de
ese ser humano de carne y hueso que vivió momentos de intensos dolores, de
imborrables escenas de injusticia, que sentía en colectivo sus penas, esperando un
día sin yugos. Un día en democracia, donde todos fueran iguales, tuvieran los
62
mismos derechos y se les aplicara la misma ley. En otras palabras, unos días más
justos y humanos.
Al preocuparse de esta manera, se advierte el nivel de reflexión
experimentado por Mijares (1998:35), cuando al referirse a la sociedad civil señala,
…la sociedad civil no es la multitud usual, ni la militancia partidaria, ni la burocracia del Estado, ni el cortejo de los sindicatos. Es algo con mayor aptitud frente a los borregos que han servido de clientela a los políticos (…) está naciendo una especie de ciudadano de primera, una suerte de avisado analista capaz de enmendarle la cartilla a una administración aberrante.
Aquí, la proposición que esboza este maestro, tiene un alcance mayor, donde
se puede inferir que las aspiraciones de libertad y las doctrinas idealistas, se
convierten en necesidad histórica, no sólo en Venezuela, sino en toda América
Latina. Percibiéndose además, una interpretación amplia, no excluyente, de ese
pueblo que desde la colonia se sostiene en pautas indiscutibles de libertad y amor por
la patria.
Más adelante agrega el autor:
“Al pasar a la categoría de necesidad histórica, los designios democráticos y los proyectos liberales no son piezas accesorias, sino ingredientes esenciales de la personalidad colectiva. No son copias ni solicitaciones superfluas, sino requerimiento y expresión de una peculiaridad que se ha legitimado en la vida anterior”… (Ob.cit, p.36). Como se entiende de esta cita, el autor tiene bien claro lo que significa la
democracia como sistema de gobierno y la libertad, ambos ingredientes
fundamentales para una colectividad, preocupada por su destino, que sabe hacia
donde va, que sabe lo que quiere para sí y los suyos. De allí que refiera que ese
grupo homogéneo llamado sociedad civil, que ha interpretado mejor su rol dentro de
la historia.
Pero la cosa no se queda ahí, el conocimiento del grupo humano en
convivencia se va dando sin ningún guión predeterminado. Los hechos ocurren y los
63
pueblos son transformados por sus propias actuaciones. En esos intercambios y por
la cotidianidad, sin percatarse, se construye la historia. Obviamente, tales
experiencias irán moldeando poco a poco el proceder del grupo y lo prepararán para
defenderse y luchar por lo que mejor convenga, lo cual será, lo que beneficie al
conglomerado.
Esto viene a ser reforzado por el propio Mijares (1998:37), quien señala:
“Apreciadas desde tal perspectiva, nuestras sociedades dejan de ser receptáculo simple para transformarse en agente de su propia metamorfosis. Dejan de permanecer en segundo plano para vivir en protagonismo, acorde con las necesidades de su peculiar desarrollo”. Y es lógico que así fuese, ya que es cada pueblo quien debe tomar la
decisión de trazar el camino que ha de transitar. Nada mejor que bajo la
responsabilidad de cada hombre y cada mujer, para saber que es lo que necesita y
en consecuencia, que hacer para obtenerlo. De lo contrario, será como explica el
autor, lo que los gobernantes se han empeñado en imponer, es decir, que la
sociedad sea un grupo que espera pacientemente que el estado decida qué es lo
que debe dársele, lo necesite o no. O lo que es lo mismo, ser receptáculo de las
migajas que un gobernante quiera o le convenga darle. Pues no, lo que la sociedad
debe procurarse debe estar en consonancia con sus necesidades y sus aspiraciones
de superación y crecimiento.
Pero como se sabe, esto no ha sido tan fácil, ya que las fuerzas y factores que
actúan en cualquier evento no siempre son controlables, entonces, surgen
inconvenientes que en muchos casos, van a influir el comportamiento ante la vida y
ante los hechos, desviando al hombre de sus legítimos propósitos. Mijares (1998:40),
lo plantea de esta forma:
“Pueden aspirar al destino que persiguen conveniente sin temores ni complejos. Ya América Latina no es un juego de niños que pueden manipular los mayores, ni un episodio de adolescentes veleidosos cuya suerte puede cambiar la impresión, sino el corolario de un
64
proyecto acariciado desde el principio de su tiempo y capaz de asentarse con felicidad después”. Puede entenderse claramente, que a estas alturas, es decir, después de
tantas batallas dadas, unas ganadas otras perdidas, pero dando la lucha como en
efecto la han dado los pueblos latinoamericanos, es justo que aspiren a ser dueños
de su propio destino, sin necesidad de que ningún buen amigo, tenga que indicarles
lo que ya ellos saben de antemano. Porque dicho de otra manera, los pueblos
merecen el respeto de los otros pueblos. Sobradas razones han existido de tener no
sólo materia prima para exportar al viejo continente, también, se cuenta con materia
gris para tomar por cuenta propia el desarrollo de estas sociedades, con las
condiciones que sean propicias y acordes a lo aspirado y no por que otras personas
y gobiernos decidan.
Pues bien, es preciso subrayar que la noción de madurez que incorpora
Mijares a la interpretación de la historia latinoamericana, se enfrenta a las versiones
sobre las ineludibles infancia y juventud, no pocas veces entendidas como ineptitud,
necesidad de tutela, o como sociedad civil conformada por una urdimbre tejida por
todos, durante más de quinientos años.
En referencia a la sociedad civil, y a pesar de las tantas voces que hablan en
su nombre, nadie se ha atrevido a definir el término con exactitud, tal vez por que así
convenga como vehículo de demagogia, ya que parecen dispuestos a usarlo como
sinónimo de un solo tipo de individuos. Es propicio acotar que esa sociedad en
colectivo de la que ha hablado Mijares, sigue esforzándose para conseguir sus
ideales de justicia, respeto e independencia cultural, sobre todo en estos tiempos
amenazados por el proceso globalizador.
De lo antes expuesto se desprende la vigencia y preclaridad de este ilustre
venezolano, siempre preocupado por lo propio, lo que nos pertenece, lo recordado y
añorado: este suelo que sigue pidiendo el valor de tantos Mijares anónimos que no
tienen capacidad para difundir sus ideales de justicia y amor por la patria y sobre
todo por su gente, por el venezolano.
65
Capitulo III
LA VISION EDUCATIVA DE AUGUSTO MIJARES
66
3.1. Criticas a la concepción educativa del positivismo Las proposiciones positivistas propulsoras de investigación, progreso y
optimismo prendieron en el ámbito universitario harto de tanto atraso, guerras,
vasallajes y quimeras educativas. La investigación científica no había progresado
más allá de lo que había legado Humboldt. El Positivismo desató una estruendosa
polémica entre ciencia-fe, materialismo-Dios, origen del hombre-Biblia.
En general, el pensamiento positivista venezolano no fue filosófico, es decir,
metafísico. Se desangró en reflexiones diletantes, más literarias e historicistas que
filosóficas. Leopoldo Zea sostiene que el positivismo venezolano fue una ideología al
servicio del liberalismo político y anticlericalismo.. Para Pino Iturrieta, lo que si ha
sido demostrado es que tres generaciones de juristas, médicos, historiadores y
sociólogos divulgan la nueva corriente y hacen que predomine su ascendencia por lo
menos hasta 1935.
López Méndez (1932), en su libro Mosaico de Política y Literatura sintetiza con
mayor sistematización el ideal positivista:
El dogmatismo es herencia de la Colonia. Desconoce las leyes de la evolución
y pretende detener el vuelo de la razón.
Es deber del Estado instrumentar las leyes derivadas del análisis social: No es
la moral privada la que anda desmadrada entre nosotros…lo que nos hace
falta es el espíritu público.
67
La dirección de las sociedades no ha sido encomendada a los teólogos e
iluminados, sino a los sabios y filósofos. La educación laica forma mejores
ciudadanos.
La política, por su parte, no puede ser el arte de los hombres débiles, sino la
ciencia de lo experimental.
Las grandes conquistas del liberalismo social son: la libertad de conciencia, el
matrimonio civil, el divorcio y la instrucción laica.
Bajo el nombre de federales hemos permanecido siendo centralistas…Nadie
tiene derecho para decir que la federación ha sido infructuosa, porque la
federación, en lo que más se recomienda, no ha sido practicada hasta ahora.
Más que la inteligencia y la educación nos hacen falta la fe en los principios y
la perseverancia para realizarlos. El carácter nacional parece huir de todo
esfuerzo continuado y de toda obra lenta…queremos realizar las más difíciles
conquistas de un solo golpe y como por asalto.
Reconocemos el derecho que tiene el pasado a hacerse oír en el
presente…Hay un lazo de solidaridad entre las generaciones que no puede
romperse.
Esta investigación sobre Augusto Mijares, quien fue educador de vocación y
quien desde importantes cargos administrativos trató de poner en práctica una
educación pública de calidad para potenciar la capacidad venezolana de producir
una patria próspera, justa y compartida, se propuso como objetivo principal analizar
la obra de Augusto Mijares desde una perspectiva de la historia y la educación. En
esta sección se analiza el aspecto educativo en contraste con el pensamiento
positivista del cual fue antípoda.
La labor de maestro de Mijares va mucho más allá del aula. En su libro
Educación publicado en México en 1943, señala la estrecha relación que existe entre
los problemas educativos, políticos y sociales y por tanto la educación debe cumplir
con tres finalidades: una económica, otra de estructurar al país y otra
específicamente educativa.
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Seguidamente señala: “La educación pública tiene para nosotros dos fines. Uno es el que por si misma ella representa: deber de cultura y significación individual, derecho de todos los ciudadanos a participar en la más noble y preciada conquista de la humanidad. Otro, el objetivo social y político: necesidad de fortalecer la nación, de modernizarla, de aprovechar todas las fuerzas; de hacerla apta, de una manera duradera, para dirigir su propio destino, libre de dictaduras personalistas o de clase” (p.75).
Se preocupa por aligerar la carga docente de los maestros y profesores con la
finalidad de permitirles dedicar tiempo a la investigación, a las relaciones con
representantes o al trabajo de aula y crea para ello el medio tiempo y el tiempo
completo.
Cuando en 1944 es nombrado para presidir la comisión encargada de realizar
los programas de estudio de Educación Primaria, Educación Normal Urbana,
Educación Normal Rural y Educación Secundaria, en ellos se plasman gran parte de
las ideas que Augusto Mijares consideraba necesarias introducir en los programas
educativos para que llenaran su cometido de lograr una formación integral del
individuo, que lo hiciera capaz de dar respuesta a las necesidades económicas,
políticas y sociales que el país requería.
Augusto Mijares (1998:63), considera que la historia es dinámica, donde la
conjunción del presente con los hechos del pasado forman una realidad propia y
permanente que va enriqueciéndose con el paso de las generaciones. Es por ello
que dice que los héroes no son los hombres que pertenecen al pasado, sino aquellos
que día a día, en el desempeño del trabajo cotidiano, están:
“dedicados a instruirse e instruir a los demás, elaborar leyes, mantener la regularidad administrativa del Estado, moralizar las costumbres, crear riqueza, organizar en suma la verdadera vida del país y servir de estímulo a cada generación que aparece”.
69
Es el primero en enfrentar a los teóricos del positivismo, se ubica de frente a la
teoría pesimista de la historia y de la sociología, busca desterrar del pensamiento
nacional la idea que había tomado cuerpo en nuestras interpretaciones históricas y
sociológicas de que somos incapaces de darnos un gobierno serio y constructivo y
deliberativo en razón de un conjunto de explicaciones causales producto del
pensamiento positivista tan en boga en ese momento. Con relación a esto sostiene:
“El mito de nuestra incapacidad se formó desde el campo político, porque allí es donde fueron más dolorosas las consecuencias de nuestros defectos e infortunios; pero más importante aún es observar que esa leyenda negra ha prosperado sobre una base sentimental y no crítica, repitiendo a cada momento observaciones depresivas, anécdotas malsanas convertidas en símbolos y chismes o calumnias elevadas a la categoría de datos históricos. Para desandar el camino se necesita, pues, la misma insistencia en sentido contrario, arraigar nuevos hábitos mentales, convertir en sentimiento y en convicción profunda lo que de afirmativo podamos encontrar en nuestra historia y en nuestro carácter” (Mijares, 1998:21).
Los escritos de Augusto Mijares fueron y siguen siendo polémicos,
precisamente porque tratan de corregir entuertos y poner las cosas en su justo sitio,
y eso molesto a mucha gente. Molesto, principalmente, a los comodones
intelectuales, a los repetidores de oficio. A los que se creían conocedores de la
historia venezolana porque habían leído – aunque fuese solamente a medias – a
Baralt, a Gil Fortoul, a Vallenilla Lanz o a Parra Pérez, pero no habían hecho otra
cosa que utilizar el “método” que Collingwood llamó de las tijeras y el engrudo.
A los grandes escritores de finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX, hay
que reconocerles que tuvieron el muy loable propósito de hacer una interpretación
científica o sistemática del devenir social de nuestro país; tan sólo miraron a nuestro
pasado con gafas fabricadas en Europa o Norteamérica y adaptadas, como es
lógico, a sus respectivas ópticas.
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Don Augusto mijares fue un hombre que creyó firmemente que ,,, “para lograr
el mejoramiento social y político, se debía tener como base la educación de las
masas, la colaboración de la moral colectiva y la participación casi directa del pueblo
en la vida pública cotidiana”.
Su esquema interpretativo no está exento de críticas. Sin embargo,
acercándonos a él con su pasión didáctica y su entusiasmo, y sobre todo, con el
espíritu y el propósito que lo lleva a realizarla, se pudiera decir como se esforzó por
extraer los signos, los valores, los ejemplos de decoro, probidad y altruismo
ensanchadores de la dignidad del venezolano actual.
Hizo un extraordinario esfuerzo por evidenciar las características positivas del
venezolano; éste es generoso, ama a la patria, es magnánimo, etc. Mijares siente la
urgente y pedagógica necesidad de realizar un balance. Balance de nuestro proceso
de pueblo y balance de su propia labor histórica.
El mismo Mijares hace la descripción motivada de su generación e intenta
plasmar el balance proyectado de sus méritos. Lo hace con agudeza pero con una
modestia terminológica que caracterizará todos sus escritos. Mijares enseña sin
asumir posición de Magíster. Por eso fue un maestro excepcional. Entrega su
enseñanza casi como pidiendo permiso para hacerlo. Y lo hace de manera
formidable, acudiendo a las figuras estelares de nuestra historia.
Califica a la promoción humana de la que forma parte como “una generación
de improvisados”, “1918 o 1928, un poco antes o un poco después”; una generación
que “por sus sufrimientos, su desinterés, su perseverancia y su valor moral, merecen
recuerdo”. En este sentido señala que:
Fue una generación de autodidactas que dejó a los otros lo que ella no tuvo; una generación de improvisados, que quiso evitarles a las que vendrían después todo lo que ella había sufrido. Una
71
generación de pedigüeños que siempre pidieron para sus ideas y nunca para sus apetitos.
Augusto Mijares es el maestro de su generación. Nunca ha sido fácil el
empeño magisterial. Este supone una tarea pedagógica con saludables efectos
éticos, culturales y políticos. Y eso, sin duda, cuenta. Los auténticos maestros como
Mijares, llegan a serlo no por la obtención formal de su título. El título del magisterio
auténtico sólo lo confiere la posteridad, al valorar, respetuosa, la obra meritoria de
quienes no siempre gozaron en vida de los reconocimientos debidos.
Hay, también, una sana estirpe de nuestros intelectuales, de la cual forma
parte Mijares, que tiene conciencia del profundo sentido de su trabajo. Está formada
por aquellos que saben que tiene el rango excelso de magisterio bueno y de honda
huella. Ellos saben que el influjo de su obra y los frutos de su labor trascienden su
propia vida. Así Augusto Mijares viene a ser el pionero, el adalid del revisionismo
positivista que, en 1938, confronta los pesimistas logros de aquella escuela
sociológica que iluminó una ruta oscureciendo la otra mostrando así, que ambas han
sido verdaderas en estas sociedades.
Con ello proporciona, frente al fatalismo histórico étnico, una versión
venezolana de la sociedad civil en la que se revela una tradición de regularidad
política de orden legal, de principios morales, de aspiraciones colectivas, de ideales
políticos. Sobre todo de ideas que están en la tradición y se engarzan en la historia
en una línea de pensamiento basada en la libertad, en la igualdad, la solidaridad
social, en el común destino de la patria preferible por el amor de las virtudes de sus
hijos.
Desde el punto de vista de la historia de las ideas, el enciclopedismo es el
pensamiento inspirador en Venezuela hasta la Guerra Larga. El pensamiento
ilustrado de los líderes de la Emancipación se completó con las ideas liberales de
personas como T. Lander y A. Leocadio Guzmán, puestas en práctica desde el
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Estado por Santos Michelena y otros, quienes forman lo que sería el paradigma de
pensamiento anterior al positivismo venezolano. Todas estas corrientes de
pensamiento adquieren al llegar a nuestro suelo, una originalidad propia, el
enciclopedismo, la ilustración, el liberalismo y el positivismo son refractados por las
peculiaridades y características de la sociedad venezolana.
Bajo esos nombres se cubre el esfuerzo de las élites intelectuales y políticas
por sustituir definitivamente la realidad impuesta por España y heredada por nuestro
pueblo. El afán de ser otros, distintos a los españoles, se expresa a través de la
adopción de esas ideas. De allí la importancia del encuentro con el positivismo para
los pensadores y las élites conductoras de nuevas naciones latinoamericanas,
Venezuela entre ellas, que hasta ese momento habían sido incapaces de resolver la
anarquía social que había seguido al rompimiento de los nexos sociales por el poder
colonial.
Como todo movimiento en el ámbito de las ideas es prácticamente imposible
señalar una fecha de inicio del predominio del paradigma positivista en nuestro país.
Más difícil todavía en un país que se ha caracterizado por ser abierto a la influencia
de las corrientes europeas de pensamiento desde finales del siglo XVIII. La situación
geográfica de Venezuela, la presencia en ella de las Compañías Mercantiles
portadoras también de libros e ideas, la existencia de grupos étnicos como los
catalanes y los vascos que sirven de catalizadores a ideas renovadoras y, luego, la
prolongada lucha por la emancipación que exige la formulación ideológica de la
propia identidad, para la cual fue elemento fundamental el pensamiento de la
ilustración.
Junto a eso, la necesidad de consolidar la nueva república para lo cual fue
necesario ponerse en contacto frecuente y fecundo con el resto del mundo.
Finalmente, el arribo de las ideas liberales que ofrecían un esquema mental
alternativo al de la colonización española para la organización de la sociedad.
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Desde finales del pasado siglo, se impuso el paradigma positivista como forma
de pensamiento original y dominante en Venezuela. Las principales ideas que
conforman este paradigma son las siguientes:
a.- El estatismo determinista: es decir, la convicción de que la humanidad marcha en
su historia a través de etapas determinadas y, por tanto, el momento de anarquía
social que se vive durante el siglo XIX no es un punto de llegada, sino un momento
de transición hacia un nuevo orden. Inspirados en las ideas de John Stuart Mill y
Hebert Spencer, los positivistas venezolanos consideraron a la sociedad como un
organismo vivo, sujeto, como todo organismo a leyes fijas. El problema de nuestras
sociedades era, a su juicio, de reorganización de manera que a través de la
integración progresiva de sus elementos dispersos pueda surgir un organismo
complejo en el que habite la libertad dentro del orden.
b.- "Evolucionarios" en lugar de revolucionarios: el positivismo es ferviente creyente
en la evolución de las sociedades hacia grados de mayor perfeccionamiento social.
La revolución no debe concebirse sino como un momento de aceleración de la
evolución. Si se intenta de alguna manera "quemar etapas", se condena a las
sociedades al fracaso. Los positivistas criticaron a quienes intentaron conducir a la
sociedad venezolana con leyes transplantadas de sociedades en otro estadio de su
evolución y que no son, por tanto, aplicables al nivel de la evolución en que se
encuentra nuestro pueblo.
Igualmente estuvo en esta convicción de la evolución ascendente de la
sociedad, el fundamento de la justificación de las dictaduras como etapa necesaria
para imponer el orden que acabara con la anarquía y asegurara el progreso como
camino expedito a la verdadera libertad. El "gendarme necesario", el "césar
democrático" o el "tirano honrado" serán expresiones de esta necesidad de evolución
de los pueblos desde el viejo orden colonial a la civilización.
c.- Transfusión de sangre: en diversas formas los autores positivistas afrontan el
problema de las razas que forman el sustrato étnico de nuestro pueblo. La
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explicación de por qué, roto el orden colonial, se produce el desbordamiento
incontrolable de la anarquía popular, la encuentran en las características de las razas
que conforman al pueblo venezolano. De allí, que se proponga sistemáticamente la
inmigración de europeos como medio eficaz de acelerar la evolución del pueblo hacia
la civilización.
Dar paso a las “sociedades militares" a las "sociedades industriales", no es
sólo un problema de inversión de capitales, de construcción de caminos y vías
férreas, sino de transformación de las gentes. Por eso, tan importante como
incentivar la inversión de capitales extranjeros en nuestro suelo, era traer europeos
que con su sangre, sus conocimientos, sus hábitos de trabajo y sus industrias, fueran
transformando ese substrato étnico y haciéndonos un "pueblo civilizado".
d.- Lavado de cerebro: la confianza en la educación como forma de transformar los
hábitos del pueblo, es otra de las características del positivo nativo. Una educación
dirigida a abrir las mentes a los nuevos descubrimientos de la ciencia positiva y que
deje atrás las explicaciones metafísicas o teológicas que no hacen más que paralizar
a los hombres haciéndolos conformes con lo que se les ha impuesto, es lo que
propusieron estos autores como otra medida eficaz para acelerar la construcción del
nuevo orden que sustituya la anarquía desintegradora que acaba con las
posibilidades de progreso y de realizar lo que soñaron los libertadores.
e.- El fin de la libertad: el paradigma positivista a largo plazo. La evolución de los
pueblos lleva hacia la libertad en todos los ámbitos de la vida. Lo importante es saber
atravesar cada etapa lo más rápido posible y detener las fuerzas disgregativas
presentes en las etapas más primitivas de la evolución. Esa esperanza en un futuro
de libertad es la que permite pasar el trago amargo de las etapas de orden
necesarias para contener la anarquía que no hace sino alejar ese futuro deseado.
f.- Liberales "realistas": el positivista latinoamericano se considera realizador de las
aspiraciones de los liberales. Estos cumplieron la tarea de romper el orden colonial.
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Ahora les toca a los positivistas la creación de un nuevo orden que sustituya al
destruido.
3.2. Ética y Educación
¿Para qué la educación pública?, plantea Augusto Mijares, en el pórtico de su
pensamiento educativo. Según él, la educación tiene dos fines: el individual de
dignificación y acceso personal a las más elevadas conquistas de la humanidad, y el
fin social y político que consiste en la necesidad de fortalecer la nación, de
modernizarla, de aprovechar todas las fuerzas de hacerla apta de una manera
duradera para dirigir su propio destino libre de dictaduras personalistas o de clases.
Mijares trata el punto de la educación-producción, desdoblándolo en tres
dimensiones y finalidades de la educación:
1) La finalidad económica
2) La finalidad de estructuración social
3) La finalidad específicamente educativa
El fin público de la educación no es otro que la preparación para que los
educados sean capaces de crear esa base económica, cultural y social del país. Esta
triple función de la educación atraviesa los tres niveles de la educación, básica,
secundaria y superior.
Mijares (1968:12), quiere, siguiendo la idea de Cecilio Acosta,
Que por la misma función educativa aplicada en dos aspectos diferentes, las comodidades de la vida se hagan menos costosas y se acerquen así al proletariado; y por otra parte, la obra manual del proletariado llegue a ser intrínsecamente más valiosa y lo acerque a las comodidades que aspira.
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El problema está en que buena parte de las élites económicas han llegado al
consumo de riquezas sin llegar a ser empresarios, productores eficientes y otro tanto
ha ocurrido con la población de menores ingresos que aspira llegar al consumo sin
pasar por la producción. Este milagro destructivo se debe a una deformación creada
por el uso rentista del ingreso petrolero a través de un Estado y unos gobiernos que
ofrecieron a la población llegar al consumo de bienes modernos (vivienda, salud,
educación , ingresos, modernidad…) sin el esfuerzo de ser productores de riqueza.
A pesar de tanta insistencia, es muy positivo y necesario el crecimiento
numérico de la educación, la cual ha sido entendida como un medio para acceder a
la distribución de la riqueza que ya existe; en lugar de entenderla como preparación
para producir la riqueza que no existe, pues la riqueza de una sociedad no es el oro y
la plata, sino el conjunto de bienes y servicios de calidad que produce su gente para
su disfrute.
Para evitar esa mortal ilusión que al final nos ha dejado un 65% de la
población en pobreza, Mijares (1998:39), insiste en la formación masiva en oficios y
la producción de técnicos industriales y agrícolas. Al respecto, agrega:
Mientras nuestros jóvenes al llegar a la edad de la ambición, no pueden ver fuera de las carreras universitarias sino privaciones, trabajo rutinario y subordinación, siempre escogerán las profesiones liberales, aunque sea con la más remota esperanza de sobresalir en ellas.
De ahí la necesidad de crear un buen Politécnico en Caracas y escuelas
industriales agrícolas y comerciales por todo el país, Las ideas de augusto Mijares se
mueven de la realidad nacional a la reflexión educativa. El considera que
necesitamos una nación con “personalidad y vida propia frente al Estado”, porque
una sociedad vigorosa en hombres y en riquezas hace fuerte a un Estado y a un
gobierno y no a revés. Las grandes naciones progresan “por el trabajo íntimo de la
propia nación más que por la acción de sus gobiernos”.
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En este orden de ideas, Mijares (1998:24), mira la realidad venezolana de la
siguiente manera:
“En Venezuela no podemos soñar nada igual; la actividad de la nación refleja la actividad que el gobierno tenga; la moral que el gobierno le imponga; la economía privada está supeditada a la pública; y casi ningún progreso podemos imaginar que no sea iniciado y sostenido por el gobierno. Sencillamente porque la nación no tiene vida propia” (p. 40).
Mijares considera que esto se debe a la falta de una clase media económica y
cultural fuerte que sirva de ejemplo de ascenso a las masas y de contrapeso al poder
de los gobiernos, porque entre nosotros quien comienza a destacarse en cualquier
actividad se encuentra inmediatamente aislado entre el desamparo de la nación y la
omnipotencia del Estado.
Asimismo, opina que en Venezuela se comenzaron a despuntar las élites
económicas y culturales a finales del siglo XVIII, pero quedaron destruidas por la
larga guerra de la emancipación; esto dio paso a una economía destruida y al
caudillismo, hijo de la guerra que ve en las armas el acceso a la riqueza nacional.
Leyes sin contenido real, de la mano de los caudillos que las utilizaban a su antojo,
produjeron durante un siglo una nación sin el sano dinamismo económico y social.
Sin esa dinámica productiva y cultural burguesa, el autor considera que no es
posible crear una sociedad moderna y equilibrada. En este punto se aclara la
finalidad de estructuración social que precisa Mijares para la educación venezolana.
Necesitamos una acción educativa orientada a la finalidad de restablecer el equilibrio
de la nación, mediante la elevación de su nivel de vida en todas las actividades.
De igual manera, considera que por falta de soporte social,
Casi todo el progreso marcado por algunos de nuestros gobiernos fue un progreso de obras públicas, de cosas muertas. El progreso
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viviente del país, de sus instituciones, educación, salubridad, agricultura, etc., avanza durante algunos meses o años, por tales o cuales iniciativas personalísimas y después vuelve a la rutina o se pierde totalmente (Mijares, 1998:44).
En consecuencia hacen falta hombres nuevos. Pero no se puede pedir que
esos hombres nuevos resulten de una creación súbita del Poder Público. Ellos tienen
que salir de una educación nueva y no de una heredada con complejos de doctor y
desdén para el hecho productivo. No se puede seguir considerando al bachiller como
un doctor en pequeño o como un doctor en formación o como un doctor frustrado.
Esa idea frustrada que prevalece en la sociedad a veces contagia a los
propios interesados y los confina a esa categoría de parásitos, de hombres que ya
son incapaces para otra actividad útil que no sea la profesión liberal que la sociedad
les enseña como único fin. El fracaso está en que para el adolescente en general, no
se han abierto otras profesiones que las universitarias. Hay una gran necesidad de
carreras profesionales que son importantes en si mismas y no como un medio de
acceso a otra etapa educativa considerada como la única válida.
Augusto Mijares cita la memoria del año 1939, en la cual el Ministro de
Educación Arturo Uslar Pietri presenta una crítica de carácter unilateral del sistema
educativo que desde el primer grado introduce al joven en una especie de canal
continuo que niega al alumno toda salida eficiente que no sea la de profesión liberal.
En consecuencia, el país no ha acudido en forma eficaz, con su sistema de
enseñanza a preparar el capital humano que necesitan esas actividades (las
económicas).
Han pasado sesenta años y la queja es la misma y hoy ya es una realidad
consumada lo que en 1943 era la amenaza de que los colegios inunden las
universidades con una población heterogénea culturalmente, superabundante y
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anárquica que, después le ocasiona al Estado cuantiosos gastos, produce muy
escasos resultados.
La falta de preparación para la actividad productiva, lejos de provocar el
cambio, muchas veces llega a consagrarlo con el pensamiento fatalista del tipo “qué
le vamos a hacer, no somos suizos”, como si Suiza o Alemania no hubieran sido
naciones muy pobres. Ese diagnóstico sobre la pereza e incapacidad congénita de
los venezolanos, va acompañada del deseo de atraer migración para “mejorar la
raza” o para sustituirla por población más laboriosa.
Augusto Mijares no cae en esta trampa tan generalizada a lo largo del primer
siglo republicano. Se confiesa partidario incondicional de la migración, pero se niega
a que todo remedio sea remitido a ésta, ya que
Esa reconstrucción íntima del país tiene que ser intentada por los propios venezolanos y con sus recursos actuales, si no queremos aplazarla indefinidamente, y comprometerla en último término, por el perezoso criterio de fiarla exclusivamente a la migración que ha de llegar (Mijares, 1998:61).
La falta de estructuración social en torno a la actividad productiva deja al país
en manos de caudillos y de seguidores que esperan recibir su premio a la
incondicionalidad. A medida que van surgiendo el cuadro medio y el líder menor, éste
reproduce la capacidad y los chanchullos del caudillo tradicional, simplemente
porque no hay una nación fuerte que se lo impida. La eficiencia, los valores, la
riqueza social; todos surgen de una estructuración productiva de la nación y la
ausencia de ésta nos deja sin base para la profunda renovación nacional.
Llgado a este punto y cuando la nación empieza a sufrir a causa de la
ineficacia y de la corrupción, pide soluciones al Gobierno de turno, que no las puede
dar por la razón de que la nación no las tiene. Tratadas la finalidad económica del
80
sistema educativo y la finalidad de estructuración social, Mijares pasa a presentar la
finalidad específicamente educativa.
En este punto Mijares ((1998:31), acentúa la formación ciudadana a la
formación para la ciudadanía, pero no sólo en lo profesional o en lo individual, sino
en la capacidad de producir la Venezuela que necesitamos. En este sentido, explica:
“La entiendo en el sentido de que antes de formar profesionales competentes nos interesa formar ciudadanos y sobre todo ciudadanos venezolanos, esto es, capaces de actuar en Venezuela y para Venezuela. Además para una Venezuela nueva y no para la Venezuela deprimida y calumniada, heredada de un siglo de infortunios”.
Luego, continúa explicando que para que la educación logre formar
ciudadanos productores de la Venezuela nueva necesaria, se debe seguir el
siguiente esquema:
a. Que reciban una noción exacta de Patria frente a la visión pesimista y
derrotista de nuestras posibilidades. Educar a los jóvenes para ser miembros
activos de la comunidad y no desilusionados espectadores de nuestras
desdichas o sórdidos logreros en busca de un escape individual.
b. Con capacidad de acción concreta que les permita traducir en realidades
efectivas los altos ideales morales.
c. Para que el sistema educativo pueda formar esos jóvenes es necesario tener
profesores plenamente dedicados y bien pagados. Mientras ser educador no
sea una profesión estable y bien pagada que exija y permita la plena
dedicación, no será posible el cambio educativo.
d. La enseñanza de la Historia y la Geografía de Venezuela es una base
necesaria para la formación de conciencia nacional que despierte el cariño y el
sentido crítico. Una historia que no sea simple recuento de hechos, sino que a
través de ella se busque un conocimiento racial y preciso de las
81
características de raza, carácter nacional, hábitos sociales y políticos,
aspiraciones colectivas, moral pública, etc., que forman para cada pueblo la
base de la nacionalidad. Critica la ausencia de la historia y geografía en el
sistema educativo venezolano.
e. La necesidad de las escuelas industriales y centros educativos agrícolas
comerciales (…) en fin de todas aquellas especialidades para llenar los
múltiplos oficios y funciones sociales.
f. La formación moral la relaciona con la legítima aspiración individual de
atender a su interés pecuniario inmediato. Considera que los jóvenes deben
formar la personalidad incluyendo en ella un interés moral y social superior y
que se preparen para la obra de reconstrucción ideal y material de la Patria.
g. Lo importante es formar en los jóvenes la capacidad de asumir la sociedad en
un conjunto y entender su realización personal en ella. Por eso fustiga la
inutilidad social de nuestros doctorados; y esa separación hostil entre ellos y el
medio. Finalmente recalca que no basta la señalada modificación de
programas, sino que hay que cambiar el espíritu mismo de la educación para
que persiga con pasión la creación nacional. Los egresados deben tener
conocimientos y espíritu público para actuar más allá del estrecho objetivo del
lucro personal.
Ahora bien, la enseñanza, el aprendizaje y la evaluación son tres procesos
que interactúan en forma dinámica. Esa relación es un factor fundamental cuando se
desea hacer un cambio educativo. Los planteamientos curriculares y psicológicos
sobre los cuales se apoya una reforma educativa constituyen la base de la actividad
evaluativa que la acompaña. Mijares (1998: 67), quien durante varios años demandó
ese tipo de educación y reprochó el carácter memorístico que se le ha venido dando
en nuestro país, expresa al respecto:
… “muy a menudo se juzga que una buena sesión de clases es aquella en la que el profesor ha amontonado muchos datos y, cuando más, los ha clasificado en forma fácilmente memorizable. Si falta juicio crítico, capacidad de generalización, espíritu para
82
hacer que aquellas verdades sean trascendentales y útiles, curiosidad intelectual, aún para desvariar un poco alrededor del tema, etc, eso cuenta poco”.
Mediante ese análisis el autor demanda un cambio en las formas de enseñar,
aprender y evaluar que den oportunidad al individuo para desarrollar sus
capacidades tanto intelectuales como actitudinales y de acción. Estos cambios
requeridos desde hace tanto tiempo han sido lentos y difíciles debido a muchas
razones de carácter político y social que han sido tradición en Venezuela. Entre ellas
la falta de continuidad administrativa, la ausencia de un ideal que levante y vivifique
todo lo que se aprende y la finalidad estrecha de nuestra educación que sólo
conduce al lucimiento personal y al propósito exclusivista de pasar bien en los
exámenes.
Ya Grases (1981:9), destacó el léxico de Mijares: compiló como síntomas
estadísticos de su pensamiento 141 vocablos y frases. En este sentido, convendría
repetir ahora mediante el procedimiento poético de la enumeración caótica, una lista
más breve pero indispensable para dibujar sus concepciones:
“Elabora por aquí y por allá, muchas veces repitiéndose, un extenso diccionario de la virtud, materia sobre la cual trata lo que entiende por educación. Anotará pues: benevolencia, amor, refinamiento, justicia, espiritualidad, bondad, compasión, recíproco respeto, dignidad, recato, cortesía, constancia, ánimo sufrido, ambición de lo grande, vuelo intelectual, capacidad de organización, responsabilidad, previsión, iniciativa, entusiasmo, laboriosidad, desinterés, valor y perseverancia, vuelo imaginativo, tenacidad en los propósitos, pensamiento sistemático, disciplina de escuchar y ceder, deliberar y rectificar”.
Desde luego que son virtudes indispensables para que la vida de las ciudades
o repúblicas funcione a cabalidad. Su carencia explica a lo mejor el caos de urbes
como Caracas. Pero asimismo, por una parte no se ofrecen como virtudes morales
83
en abstracto, sino como virtudes históricas e incluso idiosincrásicas tales como la
honradez que tanto ha valorado el pueblo a lo largo de su desenvolvimiento.
En este respecto, Nuño (2000:45), opina que
“En el interregno de transición política que vivió Venezuela de 1935 a 1945 (de la muerte de Gómez a la toma del poder por una Junta Cívico-Militar encabezada por Rómulo Betancourt), declina definitivamente el positivismo como expresión de pensamiento social. No sólo sucede así por la ya registrada vinculación de dicho pensamiento con el régimen dictatorial gomecista, sino que es en parte consecuencia del empuje con que se presentaban nuevos sistemas conceptuales en el agitado horizonte político y social de aquella Venezuela”. Pero el positivismo de corte sociológico, dominante en la época de Gómez,
pronto se transmutó en ideología encubridora del sistema dictatorial. Para ello no
tuvieron sino que desarrollar al límite las tesis deterministas contenidas a la vez en el
positivismo de Comte y en el evolucionismo spenceriano. En efecto, tanto geografía,
clima, composición étnica (todavía se atrevían a decir «raza», aunque ya Arcaya se
muestra abiertamente crítico del concepto), como condiciones sociales, sicológicas y
materiales les sirvieron para levantar la noción del «caudillo» o «gendarme»
necesario.
De lo que se trataba, con esa figura intermedia, y obligada por las
circunstancias negativas, era de asegurar el avance social que garantizara el ingreso
en la idea comtiana e irrenunciable de «progreso», siempre dentro de un «orden».
No es necesario insistir en el hecho de que fue el mismo Comte el encargado de
subrayar la importancia del orden social hasta el punto de enfrentarse abiertamente
con las ideas socialistas de la época, que para Comte eran, en tanto expresión de
violencia revolucionaria, la negación de toda posibilidad de progreso.
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De modo que antes de apresurarse a depositar toda la carga acusatoria sobre
un Gil Fortoul o un Vallenilla Lanz, convendrá tener presente que pertenece al más
clásico espíritu positivista la valoración del orden en tanto condición esencial para
aspirar a cualquier progreso. Por lo mismo, en la medida en que las ideas
positivistas, en su fase social y política de la dictadura, sirvieron de ideología de
respaldo al régimen gomecista, no es de extrañar que, a la desaparición física del
caudillo andino, comenzara la declinación del positivismo como expresión conceptual
representativa del pensamiento venezolano.
Habrá que tener también en cuenta que hasta los años treinta del siglo XX
cualquier manifestación conceptual venezolana era exclusiva de las clases
superiores en la escala social, únicas con posibilidades de acceso a la educación
universitaria, en el país o en el extranjero. En dicho sentido, bien podría tildarse de
«elistesco» el pensamiento positivista venezolano. El que además cobrara su
expresión más representativa a través de las ciencias biológicas y de la historia
puede explicarse por los orígenes académicos y las especializaciones que de ahí
resultaban: los pensadores venezolanos de principios de siglo, hasta el final del
gomecismo, fueron en su mayoría médicos y abogados.
Habrá que tener en cuenta que, desde la extinción del sistema universitario
de la Colonia, de marcado corte teológico, no existían estudios específicos de
ciencias humanas (la tradicional Filosofía y Letras, más las disciplinas sociales y
sicológicas), sino que, en forma fragmentada y subordinada, se encontraban
incluidos en los planes de estudio de la carrera de derecho.
Ello puede explicar el cierto retraso que se registra en la expresión conceptual
venezolana respecto de otros países latinoamericanos. En Argentina, por ejemplo,
pudo darse un pensamiento comprehensivo positivista como el de Alejandro Korn, o
en México, el de José Vasconcelos, por haber continuado ambos países con la
tradición de centros autónomos de formación humanística (Facultades de Filosofía,
Letras e Historia).
85
No así Venezuela, que hubo de esperar a 1946 para que, en el primer
gobierno accióndemocratista, se reabriera una Facultad de Filosofía y Letras en la
Universidad Central. Ello origina una curiosa paradoja. Y es que, con la irrupción en
la escena política de los partidos revolucionarios (Acción Democrática, tras sus
cambios de siglas; URD y, sobre todo, el Partido Comunista), a la desaparición del
gomecismo, entran en escena las clases sociales inferiores, hasta entonces no
representadas ni política ni culturalmente en la vida social venezolana. La paradoja
aludida viene dada por el hecho de que mientras eran las clases mantuanas
elitescas, superiores, las que tuvieron el control del pensamiento nacional, no
consideraron conveniente disponer de un centro académico superior para la
transmisión y enseñanza de las ideas de que se alimentaban.
Mientras que fueron precisamente los representantes populares, tanto del
proletariado, como de la burguesía en ascenso, quienes dieron el paso de restaurar
la vieja Facultad de Filosofía y Letras, expresión tradicional del pensamiento
occidental de corte europeo. En el interregno de transición política que vivió
Venezuela de 1935 a 1945 (de la muerte de Gómez a la toma del poder por una
Junta Cívico-Militar encabezada por Rómulo Betancourt), declina definitivamente el
positivismo como expresión de pensamiento social.
No sólo sucede así por la ya registrada vinculación de dicho pensamiento con
el régimen dictatorial gomecista, sino que es en parte consecuencia del empuje con
que se presentaban nuevos sistemas conceptuales en el agitado horizonte político y
social de aquella Venezuela. Las ideas que desplazan del primer lugar al positivismo
decimonónico son el nacionalismo informe, pero combativo, de los primeros
accióndemocratistas, y el marxismo, deficiente y rudimentario, de los introductores de
las ideas comunistas en Venezuela.
Hay que observar, no obstante, que ninguna de las nuevas ideas logra
suplantar al positivismo en su papel de ideología oficiosa y dominante. Tanto las
ideas nacionalistas como las marxistas se presentaron en estado de agitación y
confusión, más aptas para combatir la ideología establecida (determinista,
86
gradualista y, en el fondo, pesimista) que para reemplazarla por una nueva y potente
ideología de repuesto.
El nacionalismo se alimentó al principio de las ideas indoamericanistas que
estaba desarrollando en el Perú Haya de la Torre, mientras que el marxismo no
penetró a través de influencias directas, sino o por textos de gran simplismo
conceptual (casi todos, breviarios de materialismo dialéctico) o por adaptaciones
latinoamericanas del marxismo, como la efectuada, también en tierras peruanas, por
Mariátegui. De modo que, en esta nueva fase, la dependencia fue doble: no sólo se
trataba de ideas tomadas en préstamo de ideologías eurocéntricas (aquellos
nacionalismos tenían inspiración remota en el francés Maurras y en el fascismo
italiano), sino que en esta ocasión ni siquiera se operaba el préstamo directamente,
sino a través de intermediarios latinoamericanos.
El ejemplo de pensamiento político más representativo de este periodo sigue
siendo Rómulo Betancourt por haber coincidido en él ambas corrientes. Tributario a
la vez de las ideas nacionalistas y americanistas del APRA peruano y de las más
generales categorías marxistas, el Betancourt de la primera época, esto es, el
creador de Acción Democrática, viene a sintetizar la incorporación de la nueva
ideología populista con ribetes de doctrina proletaria. No fue el único representante
de esas tendencias. En el campo marxista, fue más profunda y sostenida la
representación social comunista, con nombres en lo teórico como el de Salvador de
la Plaza y, más tarde, Rodolfo Quintero.
Eran marxistas militantes de la época economicista del marxismo, que ponían
todo el énfasis en la lucha de clases, aplicada a lo social, y en lo político y
económico, en las contradicciones que creían detectar en el sistema capitalista. De
cualquier forma, a partir de entonces, el marxismo hace su aparición en el panorama
de las ideas sociales en la Venezuela contemporánea, por más que conviene
registrar aquí una diferencia histórica: en sus comienzos (período de 1935 a 1950,
aproximadamente), el marxismo era un instrumento de lucha política manejado casi
exclusivamente por militantes comunistas y afines. Pero, a partir de los años
87
cincuenta, el marxismo pasó a ser una filosofía de raigambre universitaria, que se
discute, enseña y polemiza a partir de las aulas o de escritos especializados.
Pero la generación del 28 originó también el surgimiento de nombres
independientes de lo político y abiertos al campo creativo y especulativo que han
cubierto con su obra y expresión conceptual prácticamente todo el periodo. Desde un
Picón Salas a un Úslar Pietri, sin olvidar nombres como Gabaldón Márquez, Enrique
Bernardo Núñez, Isaac Pardo o Briceño Iragorry, los hombres de aquella generación,
por dispares que fueran sus posiciones y diversos sus medios de expresión,
coincidieron en la obsesión de entender y recrear la historia y las costumbres
venezolanas.
Son pensadores más dispersos que sistemáticos en la medida en que
algunos de ellos prefieren elegir géneros literarios de ficción para la exposición de
sus ideas, pero todos acusan el peso de la herencia gomecista para tratar de
sacudírselo mediante el análisis fragmentario y la creación artística. Si la literatura
puede ser a veces vehículo de ideas progresistas y esperanzadoras para un país
convulsionado, como lo fue la Venezuela que sufrió la dictadura gomecista, también
la obra de Rómulo Gallegos debería inscribirse en el recuento de un pensamiento
que pugna por buscarse a sí mismo.
En el plano meramente político, que al fin y al cabo fue predominante en la
fase de transición de la dictadura de Gómez a la de Pérez Jiménez, también
ejercieron cierta influencia las ideas totalitarias, representadas en Europa por el
nacionalsocialismo y el fascismo. En Venezuela, la introducción parcial de
semejantes ideologías se hizo mayormente a través de partidos políticos de la
derecha, como el incipiente Copei, vagamente influido en sus orígenes por la
Falange Española y la derecha de Gil Robles, también de España.
En cierta medida, el golpe de Octubre de 1945, unido a la victoria aliada de
ese mismo año en la Segunda Guerra Mundial, dieron al traste con cualesquiera
pretensiones totalitarias de la derecha. De 1945 a 1948, la ideología que trató de
88
penetrar en los grupos de poder político tenía más de nacionalismo populista que de
otra cosa. Fue el momento en que el gobierno propició la enseñanza laica en los
colegios, no sin cierta resistencia, y fomentó el tipo de enseñanza normalista
inspirada en la pedagogía y experiencia chilenas. Fruto de aquella política fue la
creación del Instituto Pedagógico y, más tarde, de la Facultad de Filosofía y Letras. A
través de ambas instituciones, pero especialmente de la segunda, penetran en
Venezuela nuevas ideas y corrientes de pensamiento.
El vehículo más poderoso para la propagación de teorías científicas y
filosóficas fueron los refugiados españoles de la Guerra Civil. Si bien su impacto
cultural en Venezuela no fue, ni con mucho, tan poderoso como el que experimentó
México, no dejaron de instalarse en el país representantes de calidad que pronto
dejaron sentir su influencia. En lo científico, por ejemplo, un Augusto Pi Sunyer
significó la renovación de la biología y de la medicina en la Universidad caraqueña.
En el campo de la investigación histórico-literaria, la obra de Pedro Grases ha
sido de gran importancia. Pero fue en el terreno del pensamiento especulativo en
donde los republicanos españoles hicieron sentir más acusadamente su influencia.
Ya con anterioridad a la guerra española de 1936-39, los escritos de Ortega y Gasset
habían marcado la pauta: a través de un órgano de divulgación tan prestigioso y
difundido como la Revista de Occidente, los países iberoamericanos de había
española recibieron una marcada formación orteguiana a la par que europeizante.
Es importante tener en cuenta que cuando Ortega hablaba de Occidente,
refiriéndolo a Europa, quería significar, casi exclusivamente, Alemania y el
pensamiento en lengua alemana. Podía hacer ciertas concesiones a pensadores
franceses, pero en ningún momento sirvió la Revista de Occidente para presentar las
ideas de países anglosajones. Conocido es el desprecio de Ortega por Inglaterra, al
que etiquetó de «país sin imaginación», para no hablar de la superioridad con que se
dignaba hablar de los norteamericanos, como por lo demás era la tendencia europea
de la época. Todavía a fines de los cuarenta, Ortega llegó a decir que el triángulo de
89
la ciencia contemporánea quedaba limitado al formado geográficamente por Berlin-
París-Londres.
Conviene señalar tales limitaciones en el enfoque orteguiano porque su
influencia fue notable en Latinoamérica, aunque no tanto en Venezuela, como, por
ejemplo, en Argentina. Pero la mayoría de los pensadores españoles que la guerra
civil aventó al Continente americano o eran orteguianos de formación (caso de José
Gaos) o comulgaban con las ideas germanocentristas de la cultura europea (caso de
García Bacca).
El resultado fue que los sistemas de pensamiento especulativo que prendieron
en Venezuela de fines de los cuarenta y principios de los cincuenta fueron, en su
mayoría, de ascendencia y filiación alemanas. Así, la fenomenología, el
existencialismo heideggeriano y la gnoseología de Hartmann. Ello explica la
formación de una corriente importante de profesionales venezolanos adictos de la
tradición metafísica germana. Sin embargo, fue imposible cerrarse a ciertas
corrientes en boga, tales como el existencialismo de Sartre o, mucho más tarde, ya
en los sesenta, el estructuralismo francés. Unas y otras influencias eran el resultado
de haber creado y puesto en funcionamiento, desde 1946, un centro de estudios
filosóficos superiores.
La figura dominante por muchos años, en la enseñanza y difusión filosófica, y
el maestro que formó a varias generaciones de nuevos investigadores fue el español
Juan David García Bacca. Más tarde aquel centro de estudios, que era la Facultad
de Filosofía y Letras de la Central se vio acompañado de otros cuando, ya en plena
dictadura de Pérez Jiménez, se crea la Universidad Católica.
En ella, así como posteriormente en la del Zulia, surgieron otras Facultades
Humanísticas que vinieron a reforzar los estudios sistemáticos de filosofía en el país.
Los casi diez años de la dictadura perezjimenista tuvieron una doble consecuencia
en el campo de las ideas: por un lado, una creciente influencia de las órdenes
90
religiosas en la educación media y superior. Por otro, como reacción contra la
dictadura, la proliferación de las ideas marxistas y su profundización teórica.
La mayoría de los intelectuales opositores al régimen sintieron la necesidad de
expresar su inconformidad a través de las explicaciones generales revolucionarias
que les brindaba la doctrina marxista. Hasta el punto de que, a la caída de la
dictadura, en Enero de 1958, los grupos marxistas eran dominantes en el panorama
intelectual del país. Agréguese a ello el prestigio que al poco tiempo alcanzó la
Revolución Cubana entre los sectores nacionalistas y avanzados y se comprenderá
por qué, a partir de los sesenta, el cuadro general de las ideas socio-políticas estuvo
dominado por las vivas polémicas que el marxismo militante y el académico
desataron sin tregua.
En el orden económico, la sociedad venezolana había seguido, desde que se
inició la explotación del petróleo a gran escala, una tendencia keynesiana de facto:
era el Estado el dispensador de presupuestos para asegurar tanto la disponibilidad
de empleos como la capacidad importadora de bienes y servicios. Semejante línea
se acentuó con la dictadura, no sólo porque, durante ésta, el auge de la explotación
petrolera se acrecentó al calor de nuevas concesiones a las compañías
multinacionales, sino por esa curiosa tendencia hacia una política del cemento que
parece tener todos los dictadores. En la medida en que Pérez Jiménez no fue una
excepción a tal regla y promovió la construcción de grandes obras, de vialidad
(autopistas), suntuarias (hoteles, teleféricos) o habitacionales (bloques
multifamiliares), la visión keynesiana del Estado venezolano se consolidó.
Los gobiernos posteriores de la democracia no hicieron gran cosa por
abandonar esa tendencia, por más que reorientaran el gasto público hacia obras de
mayor interés social (salud, educación). Durante los sesenta y setenta tal tendencia
se vio complementada con la no menos expansionista de la economía que aportó el
auge del desarrollismo inspirado en las ideas de la Comisión Económica para
América Latina (CEPAL), de ahí, la industrialización forzada y la acumulación de
grandes deudas, fruto de esa política económica de crecimiento a cualquier costo.
91
Ha sido menester que sobrevenga la crisis general de los ochenta para que el
pensamiento económico venezolano se diversifique y surjan expresiones críticas
tanto desde los sectores planificadores y centralistas como desde los más agresivos
neoliberales, en auge en este fin de siglo.
En el campo político-social, la nota más destacada de los últimos veinte años
la proporciona el derrumbe a escala mundial de la ideología marxista y las
consecuencias que ello ha tenido en los países sometidos a su influencia, bien
directa (política) bien indirecta (simplemente filosófica). Primero, fueron las divisiones
internas, desde el titismo y el maoísmo hasta grupos más radicales y utopistas
(Sendero Luminoso, Jemer Rojo) pasando por toda la gama de movimientos de
liberación nacional. Particularmente influyentes fueron en Venezuela durante los
años sesenta las doctrinas indigenistas y tercermundistas de Fanon y las foquistas,
de Debray y el Che Guevara.
Su influencia no fue meramente académica, sino que se llevó al sangriento
terreno de la práctica con una enorme pérdida de esfuerzos y vidas humanas. Todo
ello contribuyó en no pequeña medida al hundimiento de las teorías revolucionarias
de inspiración marxista, que comenzó a registrarse en los setenta y ha alcanzado su
punto más bajo a fines de los ochenta.
Desde el punto de vista político, ello ha supuesto el reforzamiento de las
posiciones moderadas (tanto socialdemócrata como socialcristiana), pero desde el
punto de vista teórico, conceptual, ha marcado un clima de desorientación y
confusión que influye negativamente en las posiciones intelectuales
contemporáneas. Hay que tener en cuenta que, en gran medida., el marxismo había
sido aceptado a modo de doctrina religiosa de salvación en la mayoría de los países
latinoamericanos; lo que significa que su desaparición va a traer consigo un vacío
espiritual para las nuevas generaciones. Ello pudiera explicar la fácil penetración que
en los últimos tiempos han logrado los credos religiosos no tradicionales, de
orientación cristiana (sectas protestantes), orientales (budismo, harekrishna) o
simplemente paganas (magia, hechicería).
92
Por su parte, la evolución del pensamiento filosófico, en su mayor parte de
pertenencia y formación académicas, puede concentrarse en dos palabras: revisión y
pluralismo. Desde fines de los años sesenta, las grandes corrientes del pensamiento
(fenomenología, existencialismo, historicismo hegeliano) pierden la casi exclusividad
temática de que gozaban en los pensa de estudios y tienen que dar paso a otras
escuelas filosóficas, tales como el estructuralismo, tanto en su vertiente marxista
(Althusser) como socio-cultural Foucault) o simplemente lingüística; también cobran
auge las diversas filosofías cientificistas, comenzando por el empirismo lógico y
continuando con la filosofía analítica del lenguaje ordinario y la metodología de las
ciencias.
En parte, en el campo universitario, semejante transformación es una
consecuencia de la llamada «renovación cultural» que experimentaron muchas de
las universidades venezolanas por tardía, pero violenta influencia del Mayo francés
de 1968. Como puede apreciarse, siempre el factor imitativo o de reflejo en la
aparición de las ideas en Venezuela.
Junto con la proliferación de nuevas formas de producción intelectual, se
registraron sucesivas oleadas críticas en la revisión y balance de las doctrinas
tradicionales. Esto permitió, ante todo, sacar al marxismo del terreno de la actividad
política inmediata y poder estudiarlo críticamente con la objetividad debida en toda
investigación académica. También sirvió para evaluar los sistemas metafísicos
tradicionales a la luz de modernas pautas de análisis conceptual y terminológico. Ha
sido posible semejante abundancia de estudios y dispersión de esfuerzos
investigativos gracias a la aparición de centros superiores de enseñanza humanística
en el país: a los varios de Caracas, en donde al menos tres universidades cuentan
con estudios de filosofía, hay que agregar los de Valencia, Mérida y Maracaibo.
Si bien hacia los sesenta se registró un intento de «nacionalización» del
pensamiento abstracto, mediante la adopción de temas tales como «el ser del
venezolano» y afines, tomados por lo general de la filosofía mexicana de la época
(como se ve, siempre la tendencia a copiar), la expresión del pensamiento filosófico
93
en Venezuela sigue siendo, por su misma pluralidad, de referencia modélica
universal.
Si acaso lo que ha sucedido en los últimos veinte años es que se desplazó la
zona de referencias, de Alemania y el centro de Europa a los países de habla
inglesa. Sin embargo, como por doquier se ha dado el mismo fenómeno, a saber, la
pérdida de paradigmas filosóficos estables, el que en la Venezuela contemporánea
se disfrute de un pluralismo de doctrinas y del consiguiente relativismo valorativo, no
hace sino confirmar una vez más la dependencia cultural de las doctrinas generadas
en Europa y en los Estados Unidos.
Por muchas críticas que se le puedan hacer a la actividad intelectual
universitaria, enfrentándola en ocasiones a otra, más abierta y participativa, más
divulgativa y general, hay que reconocer que el pensamiento filosófico venezolano
existe y es creador. Con independencia de la mucha y variada obra que las
sucesivas generaciones de profesionales han aportado al índice editorial en los
últimos cuarenta años largos, hay una obra que se destaca y sirve de epítome de
todo el intenso y fecundo trabajo de este período: la monumental traducción de las
Obras Completas de Platón, efectuada por García Bacca y editada en Venezuela.
Desde el siglo pasado no se hacía una cosa semejante: que un solo
investigador acometa y lleve a feliz término la ardua empresa de verter toda la
ingente obra de un pensador como Platón. Pero si el ejemplo citado es la mejor
muestra del pensamiento creador filosófico en su dimensión académica, conviene no
olvidar que la expresión intelectual de un país no se limita a los muros universitarios.
Los ensayistas, los politólogos, los nuevos historiadores comienzan a aportar los
materiales que determinarán la continuidad del pensamiento de la Venezuela del
futuro.
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CONCLUSIONES
A continuación se presentan las conclusiones surgidas luego de finalizado el
proceso de investigación, ellas son:
Venezuela vive una coyuntura socio histórica que obliga a buscar nuevos
horizontes en el legado que nos han dejado valiosos intelectuales venezolanos, entre
los cuales se destaca el profesor Augusto Mijares por la pertinencia y vigencia de su
pensamiento sociológico, educativo e histórico. Sus publicaciones abarcan una
amplia gama de temas donde expone ideas que todavía no hemos llegado a hacer
realidad, tal vez debido a la compleja dinámica histórica, social, educativa y
económica que vive el país.
La educación no es otra cosa que la potenciación de nuestros talentos para
crear nuestro futuro y hacerlo plenamente humano. La formación de la conciencia
nacional es algo tan simple y trascendente como eso. Augusto Mijares publicó en
México, en 1943, un libro titulado Educación, donde expresa lo que el entiende como
camino para la educación venezolana si quiere responder a los retos del país.
Algunos problemas de orientación educativa que son también problemas
políticos y sociales es el subtitulo del libro y con ello Mijares sabiamente establece la
relación inseparable entre educación y producción de nación y de sociedad
soberana. Unión que por desgracia no la hemos logrado. Mijares no entiende la
formación de la conciencia nacional como un ideal de ensalzamiento patrio, como la
pintura de un bello cuadro nacional que despierta admiración, cariño y adhesión, sino
como un reto productivo, un reto para la acción y la construcción.
Es fundamental apoyarse en el conocimiento que ha acumulado la humanidad
y ello nos obliga a recoger el pasado para comprender el presente y mejorar el
futuro. Para esto es fundamental la formación histórica y su integración con los
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avances tecnológicos. Las computadoras no son la solución, son los hombres y
mujeres creativos capaces de tomar decisiones.
Sólo un proceso evaluativo, participativo y reflexivo que integre la actividad
cotidiana en el aula con la familia, es capaz de conducir a identificar las diferencias
individuales, lo cual nos permite canalizar sus necesidades educativas integrales
dejando de ser sembradores de cenizas y con ello transformar a las nuevas
generaciones en promotores de planes de acción adaptadas a las necesidades de
todos los niños y jóvenes, incluyendo a aquellos que discrepan del promedio en
abstracto, que ha caracterizado loa planificación educativa nacional.
El modernismo venezolano refleja los conflictos entre la burguesía comercial,
financiera y urbana que se va afianzando en el poder y la antigua aristocracia
mantuano-latifundista que va perdiendo su influencia económico-social. Conflicto
entre ciudad y campo, entre títulos de crianza y éxitos económicos.
Hay una corriente que aparentemente evade los contextos sociales como si
mantuviera actitudes de indiferencia frente a los problemas del país. Carentes de
valor patriótico caen en la trampa del gorjeo, en los motivos profanos de Oriente a
través de filtros o senderos europeos. Su patria es el universo o más bien París.
Debilitan la forma con exceso de equipaje lírico. Quieren cambiar el país con la
belleza formal, con el chisporroteo sonoro donde predomina la imagen espectacular,
la música, lo frívolo o lo exótico. Sin embargo, para ellos es una forma de protestar,
su modo de proclamar la necesidad de modernidad.
La segunda corriente se nutre más de la entraña histórica. Es intensamente
política, combativa, visceral. Quiere cambiar el país mediante la palabra encendida.
Con frecuencia caen en el panfleto, en el periodismo novelero, en la anti-literatura.
No analizan ni describen, increpan y condenan.
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