relatos ateos muestra
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RELATOS ATEOS
Arte de Portada: Cristian Monasterio.
Autor: Gusmar Carleix Sosa Crespo.
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A continuacin presento uno de los diez relatos que componer mi coleccin deRelatos Ateos, disponible en amazon:
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CUENTO TRES
Su rostro parece un nido de la muerte. Las lgrimas lastiman las heridas,
pero reprimirlas duele an ms. As como ha dolido disimular durante diez aosun matrimonio feliz, como duelen las distracciones que aunque disfruta seran
mejores si no fueran para distraerse. Mientras llora los golpes, el infeliz marido
duerme como si nada ha pasado, como si no le importara ella. Amanecer, de
nuevo todo seguir como si nada, ella servir el desayuno con los moretones
maquillados, sonriendo, l desayunar a toda prisa, se quedar mirndole el
rostro con un destello de vergenza que no durar diez segundo, no hablar de
lo sucedido; ella pasar el resto de la semana rogndole a dios que no vuelva a
tomar, agonizando cada noche sin saber si vendr directo a casa despus del
trabajo o se desviar al Mandril, un bar en la avenida principal del norte de la
ciudad. No le importara que l pasara toda la semana en el Mandril, hasta le
gustara tenerlo lejos siempre, pero lo que le angustia es ese carcter violento
que emana de l bajo los efectos del alcohol.
Cuando su marido llega a casa ella se acerca con cautela para detectar
el olor a ron, si no ha bebido disimula su acercamiento con un abrazo que
parece planeado. l la recibe y besa su frente, caminan juntos hasta la
habitacin, ella le cuenta su da mientras l escucha, o al menos parece que la
escucha desnudndose y entrando al bao. Luego del bao se instala frente al
televisor, ella prepara la cena, se acercan ambos a la mesa, sirve con una
solemnidad que l ha exigido a lo largo de los aos aunque no de forma
directa. Siempre sonre porque as l se mantiene calmado y cmodo. Cenan,
l vuelve al sof frente al televisor, ella continua alguna lectura. A veces desea
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entrar a las redes sociales, pero eso est reservado para las horas de ausencia
del esposo, pues l no soporta verla pegada al computador.
Si el celular del esposo suena durante la noche, ella tiembla, suda, seinquieta, camina en crculos, intenta escuchar la conversacin desde una
distancia prudente. Ruega a dios que no sea un compaero de trabajo
invitndolo a beber, preferira que sea la amante citndolo, quedara feliz si
percibe el nerviosismo tpico del marido cuando se inventa alguna excusa para
encontrarse con ella. Si l sale con alguna excusa forzada y descubierta por
ella, queda feliz, enciende el computador, sube volumen a la msica. Abre su
cuenta en la red social de su preferencia y chatea con sus amigas, re a
carcajadas mientras lee las ocurrencias de ellas, se olvida del mundo real, de la
infidelidad del marido, se olvida del marido. Durante horas el rinconcito donde
est su computador se vuelve el mundo completo, amplio, de colores, como si
esa es la vida verdadera.
Es joven, tiene treinta aos de edad, su cuerpo es esbelto, no envidia la
silueta de su juventud, reconoce que los aos le han hecho bien. Se toma
fotos, las sube a su perfil, lee los halagos de sus amigos mientras sonre, el
mundo es tan lindo por esas horas, la vida perfecta, dios tan bondadoso y
protector. Tal vez dios se ha mudado a las redes sociales y es ah donde su
cuidado se percibe, en la armona y la paz que produce la interaccin virtual.
No es lo mismo si tras la llamada es evidente que se ir con sus amigos
al Mandril. En ese caso el miedo la consume, se desespera mientras l se
acicala para la salida, intenta ser mucho ms cariosa antes de su partida,
creyendo que as cuando la bestia despierte, al regreso, el cario que dej
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impregnado en l podra hacerlo reaccionar, no le importa si nunca ha
resultado. Lo ve salir, se queda asomada por la ventana, como si el tiempo
pudiera detenerse as. Pero el reloj avanza, su miedo se incrementa, intenta
distraerse, se acerca a su computador, los nervios le imposibilitan disfrutar del
mundo virtual. Se encienden los recuerdos de golpizas anteriores, revive el
dolor antes de las nuevas heridas. Recuerda que algunas madrugadas l
regresa tranquilo, que ella no dice nada que encienda su ira y todo termina
bien. Cmo saber qu le tocar en esa oportunidad?
Ella sabe dnde est el Mandril, nunca ha entrado, l no la lleva a ese
tipo de lugares. Sin embargo, desde que su marido solt el nombre del bar
entre sus alucinaciones de borracho, decidi averiguar sobre el lugar. La
fachada es gris, tiene aire de ser un antro antiguo en la ciudad, donde toma
gente bohemia, no es bullicioso, la msica permite las tertulias sin gritos. No es
como los ambientes para jvenes.
Una noche, tras la partida del esposo, llam un taxi, lo sigui hasta el bar
y cuando se asegur que no saldra del lugar por horas, se fue a una heladera
dos cuadras ms abajo, se sent en las mesas extendidas en la acera del local,
sabore su helado sonriendo, jug a ser coqueta, a ser feliz. Luego fue hasta la
Plaza Bolvar, ah se sent otro rato, viendo a nios recorrer el lugar con sus
bicicletas, mujeres patinando, parejas felices como recin enamoradas. Tom
fotografas, permiti que un tipo se acercara y convers con l. No tena
intenciones de un romance, slo quera sentir que era libre, quera tambin
reunir una coleccin de fotos para su pgina. Y no hubo romance, tan pronto
not la medianoche se despidi del extrao, se alej dejndole el aroma de una
noche fresca y diferente. Lleg quince minutos antes de la llegada del marido.
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Imagin la escena de haber llegado l primero que ella. Aunque con menos
intensidad, la escena imaginada cobr vida minutos despus, esa vez ella
recibi los golpes sintiendo que los mereca por su escape. Tal vez era parte de
la justicia, no poda si quiera pensar que era un descuido divino, pues ella lo
mereca.
Las lgrimas se detienen, la vida ha debido ser diferente. Su matrimonio
no debi ser as. Ella obedeci a sus padres, ella sacrific su verdadero deseo,
su amor verdadero. Renunci a Armando, aunque reconoci que todava lo
amaba. Pens de inmediato que tal vez los golpes recibidos, al menos dos
veces al mes, eran castigo porque an pensaba en l. Qu haca
pensndolo? Cmo podra arrancarlo de sus recuerdos? Intent levantarse,
pero finalmente decidi que se quedara sentada en ese rincn, esa sera su
forma de protestar, l se levantara y la encontrara all, se sentira mal porque
ella no durmi a su lado, el remordimiento lo herira, se acercara a ella y le
pedira perdn, le prometera que no beber ms, cambiara las noches en el
Mandril por noches a su lado, dejara a su amante, se sentira avergonzado por
su infidelidad, porque ella era una buena mujer, porque ella ha soportado sus
golpes en silencio, porque hasta ese da cada maana ella amanece a su lado
como si nada pas la noche anterior, porque l sabe que ella est al tanto de
sus escapadas con la secretaria de la empresa y no ha reclamado en ninguna
medida por eso. Pero en el fondo lo sabe, nada de eso suceder. Por qu
mejor no se levanta y va a dormir al lado de su marido?
No lo har, no se levantar de su rincn, ni si quiera lavar su rostro o
disimular los moretones. No esa noche. Se quedar en ese lugar, lo har
porque ya no seguir siendo sumisa, con soberbia decide recordar a Armando,
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deja que sus pensamientos giren alrededor de los recuerdos que hasta ahora
ha intentado suprimir. Ese ser su acto de rebelda, as castigar a su esposo.
Armando sin duda es mejor hombre que l, seguro con l ella sera feliz, sabra
satisfacerla sexualmente, la tratara como a una reina. As la trat siempre.
Lo conoci a sus diecisiete aos de edad. l tena veintitrs, cursaba el
ltimo semestre en la universidad, listo para recibir su ttulo de licenciado en
Filosofa. Era el nuevo de la cuadra, sus padres alquilaron la casa que estaba
al final de la calle. Tropezaron cuando l esperaba el bus de la universidad y
ella cruzaba la calle para ir caminando a la institucin educativa, era su ltimo
mes de bachillerato. Pronto cumplira sus dieciocho, eso la emocionaba pues,
aunque seguira viviendo con sus padres y respetando sus normas y
costumbres, al menos podra asegurarse a s misma que lo haca porque era
su decisin como mujer adulta e independiente. Lo vio y le sonro con toda su
inocencia brillando en los ojos, l correspondi su sonrisa sin dejar de mirarla
mientras ella se alejaba. Al otro da ella sali de su casa a la hora exacta del
da anterior ligando que l estuviera en la parada ese da tambin, l no tena
clase pero camin hasta la parada esperando que la chica volviera a pasar por
ah. Y as el segundo da volvieron a sonrerse. Por cuatro das se repiti el
intercambio de sonrisas hasta que el da viernes de esa semana l decidi
abordarla. Fue el comienzo de un romance bonito, as lo recuerda ella. Se
encontraban cada maana, lo das que l no tena clases la acompaaba por
las cuadras hasta llegar a la unidad educativa. Ella se quedaba sonriendo como
una tonta, pensando en l y l caminaba sonriendo como un tonto de regreso a
casa, pensando toda la maana en ella. Al medioda iba a buscarla a la
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institucin y de nuevo caminaban las cuadras sonriendo como dos tontos que
se encontraron en la vida.
Los padres de ella siempre fueron respetuosos de las tradiciones ymandamientos de la Santa Iglesia. Cada domingo asistan a misa, repetan los
credos, participaban de la ceremonia, se persignaban y volvan a casa
contentos por haber cumplido con dios, siendo ciudadanos catlicos y no
ladrones o violadores. Dos semanas despus de la llegada de los Santana al
pueblo los padres de Luca, se escandalizaron pues no los vieron entrar
ninguno de los domingos siguientes a la catedral. Durante el almuerzo,
intentaban adoctrinar a su nica hija, Beatriz, inculcndole la necesidad de
creer en dios para poder ser buenas personas. Una familia como los Santana
no florece, no transmite valores, no se puede tener una buena moral sino se
cree en dios. Ella escuchaba argumentos como esos, manteniendo en silencio
el romance con Armando Santana. Con el tiempo descubri que Armando era
ateo, no crea en dios, tampoco sus padres, por esa razn nunca iban a la
catedral del pueblo. Sin embargo, haban logrado vencer las dificultades, y
finalmente su padre trabajaba en una empresa prestigiosa que lo mantena en
constante movimiento por el pas.
A un ao de romance oculto, Armando la llev a su casa un medioda,
almorz con los Santana, no hubo conversacin religiosa durante el almuerzo,
hablaban de ellos mismos, sonrean, eran libres. Los Santana parecan
emocionados de tenerla en la mesa junto a ellos. Imagin cmo seran sus
padres con Armando. Cmo reaccionaran frente a su atesmo. Entonces supo
que su relacin estaba condenada, que sus padres no aceptaran nunca a su
novio. La obligaran a dejarlo, la castigaran por su rebelda al pensar si quiera
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en una relacin con un ateo. Para sus padres los ateos eran personas sin
moral, asesinos, ladrones, violadores, irrespetuosos, irracionales. No merecan
estar entre los seguidores de dios. No le import, decidi mantener su relacin
oculta de ellos, aunque Armando le insista que deban formalizar el romance
frente a sus padres.
Luca sonre en su rincn, recuerda el aroma de los rboles del pueblo.
Armando le deca que nunca haba conocido un lugar tan hermoso, recuerda
las tardes junto a la quebrada Agua Santa, ellos dos sentados en la orilla, bajo
el sol de junio, an siendo mayo para ella la luz del sol era clida y mgica
como la de junio. Extraa el pueblo, extraa an ms ser libre en el pueblo.
La clandestinidad no pudo mantenerse ms del ao de romance. Una
tarde, cuando ella supuestamente volva de una reunin con los jvenes
misioneros de la iglesia, su madre la recibi con una cachetada, con una
docena de reproches y una sentencia: No volvers a ver a ese patn!
Armando no era un patn, l la respetaba, con l poda conversar de
cualquier cosa, exponer sus miedos, hasta su rebelda, poda ser libre.
Armando nunca le puso una mano encima, tena detalles con ella, estaba
dispuesto a enfrentar el infierno de exponerse frente a su familia religiosa por
ella.
Entiende, Luca, ellos son ateos. No lo ves porque eres joven e
inexperta, pero no podras imaginar el infierno que te espera al lado de un
hombre que no respeta los valores de la Santa Iglesia, que no cree en dios.
Y qu si no cree en dios! Al menos respeta mi albedro! Al menos me
deja pensar! Ustedes ni me respetan ni me dejan pensar y dicen que son
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mejores porque creen en dios! Prefiero no creer en dios entonces y estar al
lado de Armando!
Sinti otra cachetada en su rostro. Su padre la mir con los ojos comoencendidos en llama, la apunt con el dedo ndice de su mano derecha
dicindole No volvers a ver a ese muchacho.
Estuvo encerrada por dos meses, sus padres tenan la obligacin de
protegerla de malas decisiones. En esos dos meses Armando intent
acercarse, los Santana notaron la incomodidad que ocasionaba el hijo tras susintentos de hablar con Luca, por esa razn decidieron entregar la casa
alquilada y mudarse a otro pueblo.
Luca tuvo que enfrentar la desaparicin de Armando, nunca ms lo
volvi a ver. Pens que l regresara un da, que volvera por ella, continuaran
la historia de amor que qued suspendida por los caprichos de sus padres. Dos
aos despus Abel Bustamante comenz a pretenderla, l s era un buen tipo
segn la opinin de sus padres. Se empearon en convencerla de aceptarlo,
ella no quera darle si quiera una oportunidad, segua esperando el regreso de
Armando. Sus padres insistan. Es un buen muchacho, lo he visto cada
domingo en la misa, no falta un domingo. Sus padres han hecho donaciones
importantes a la Iglesia, sin duda es una familia con valores.
Un ao despus se casaba con Abel Bustamante, sus padres moran de
la alegra el da de la boda, sentan el alivio de saber que su hija finalmente no
se unira a ningn ateo o protestante, ella se casaba con un catlico.
El primer ao de matrimonio fue como un cuento de hadas. Abel fue
contratado por una filial de la compaa petrolera del Estado. Se mudaron a la
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capital, todo pareca un progreso milagroso. Los padres de Luca le recordaban
que gracias a la severidad de ellos frente a su desvo de andar escondida con
un ateo, dios finalmente la estaba bendiciendo. Dios honra la obediencia hija,
ves cmo te est yendo? Ahora te irs a la gran ciudad junto a tu marido.
En la gran ciudad compraron una casa de lujo. Intentaron tener un hijo y
descubrieron que ella era estril. Fue agobiante la tarde cuando el mdico les
explicaba los resultados de los exmenes y les sugera la adopcin como una
opcin para cumplir el deseo de ser padres. Desde el rincn Luca reconoce
que ese da la magia se acab. Fue como una pared inmensa y ancha que
cay en medio de los dos. Abel comenz a llegar tarde, ya no conversaban del
futuro. Dej de ir a misa. Ella continu yendo a pesar de su descontento con
dios, haba sido obediente, estaba casada con un hombre religioso que ahora
abandonaba la Iglesia por el propio capricho divino de hacerla estril.
Su esposo llegaba cada noche ms borracho. Ella vio como, poco a
poco, fue mutando aunque nunca esper aquel golpe que la lanz contra la
pared en su habitacin. Haba intentado ayudarlo a sentarse en la cama porque
l perda el equilibrio. Escuch un no me toques mujer maldita, sinti la
quijada tronar y desprenderse de su rostro, cay inmvil, asustada, agitada.
Toc su rostro temiendo que el golpe le hubiese arrancado la mitad de la cara
pues no lo senta. Cerr los ojos y repiti por mi culpa, por mi culpa, por mi
grandsima culpa. Era cierto, ella haba sido maldecida con la esterilidad, no
era digna de ser vista como una buena mujer, as lo reflejaban los relatos del
Antiguo Testamento. Desde entonces, por un tiempo aprendi a recibir los
golpes del esposo como un castigo por su incapacidad de darle hijos, tambin
por ir a misa los domingos y cuestionar al mismo tiempo el amor de dios.
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Ya no iba a misa, nunca pudo recobrar completamente la fe en dios.
Ahora que lo piensa, nunca haba sido una ferviente creyente de dios. Asisti
siempre a misa para complacer a sus padres, luego por complacer a su
esposo, cuando su esposo dej de asistir ella continu hacindolo porque ya
estaba acostumbrada. Dios continuaba golpendola, castigndola,
maldicindola. Su vida cada da iba tomando ms forma de infierno.
Sus padres no saban de los golpes, ni de sus miedos. No saban que el
ejemplar hombre, Abel Bustamante, haba dejado su costumbre de ir a la
Iglesia los domingos. Ella iba al menos tres veces al ao al pueblo,
acompaada por l. Sus padres la vean orgullosos de haber hecho lo correcto.
No podan imaginar la vida que llevara si no hubiesen descubierto aquel nocivo
romance. Lo haban hecho bien con su hija. Algunas veces ella deseaba
escupirles en la cara la realidad de su matrimonio, mostrarle las cicatrices
debajo de la ropa, las cicatrices en el alma, quera hacerlos sufrir junto a ella.
Pero no poda hacerlo, despus de todo slo en los das en su pueblo era feliz,
junto a sus padres se crea el cuento de la esposa dichosa, se crea una mujer
con suerte. Algunas veces caminaba por las calles, soaba que Armando
volva, la encontraba, ella no estaba casada, no era estril, se unan en un
abrazo y caminaban juntos por las calles que los conduca a la unidad
educativa donde curs su bachillerato. Cuando regresaban a la gran ciudad
asuma los golpes como el castigo merecido por sus deseos.
Se levanta del rincn y va al espejo. Ve su rostro hinchado, no es tan
grave. Un poco de maquillaje cubrira la herida, pero no la cubrir, no
disimular ms. Frente al espejo imagina la vida que tendra con Armando. Es
cierto que igual sera estril, pero l le dira que no es un castigo divino, que no
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existe un dios que juegue tan cruelmente con la humanidad, no puede haber un
dios al control de lo bueno e indiferente respecto a las desgracias. l la
consolara, y ella sera su consuelo, no el alcohol, no una amante.
El amanecer lleg. Abel despert y se encontr slo en la cama. No le
extra, as eran todas las maanas, entr al bao, se visti para irse a la
oficina. Ley un mensaje en su celular, era su amante advirtindole que
despus del turno esperaba por l para celebrar ocho aos de romance. El
mensaje estaba ledo ya, se pregunt si l lo haba ledo inconsciente por la
ebriedad o su esposa haba revisado el celular antes. No le preocup mucho,
ya haba superado el miedo a ser descubierto, a veces sospechaba que ella lo
saba pero si todo segua normal entre ellos no haba nada de qu
preocuparse. Entr a la cocina listo para partir. All la encontr de espalda. Gir
tan pronto lo sinti, l la vio sonriendo, maquillada. Se sent en la mesa y ella
le sirvi el desayuno. Desayunaron sin mediar palabras. l la mir por cinco
segundos a la cara mientras ella disimulaba no notarlo. Sinti dolor al ver que
su maquillaje cubra los golpes, se pregunt si podra lograr controlar su ira
alguna vez, jur intentar dejar el alcohol. El celular son anunciando otro
mensaje, interrumpi sus pensamientos, ley, era la secretaria, un mensaje
lujurioso lo hizo sonrer. Se despidi con un beso en la mejilla. l no regresara
ms. Vio el auto alegarse desde la ventana. Luego subi, encendi la radio a
todo volumen, encendi el computador sonriendo. Desde esa noche sera libre,
sera feliz ella no lo saba.
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