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Mujeres en la educación, en la cultura y en la ciencia. Mª Francisca Bustos Giménez. Universitaria, científica, docente. Huéscar, 1913-2002. 1 © Mercedes Laguna González. © Centro del Profesorado de Baza. © Minerva. Revista de Educación. Número 5, marzo de 2018. Monográfico sobre Mª Francisca Bustos Giménez. 1 Minerva. Revista de educación. Monográfico Mª Francisca Bustos Giménez Relato para recordar MERCEDES LAGUNA GONZÁLEZ Asesora del CEP de Baza Los relatos y la poesía, la filosofía y la literatura son útiles para recuperar la historia, como son necesarios los números irracionales para entender la matemática del mundo Doña Paquita Bustos En Huéscar, en la segunda mitad del siglo XX, todo el mundo sabía quién era doña Paquita; así, sin apellido, sin referencias de profesión. Aunque, si queríamos ser precisos, nos referíamos a ella como doña Paquita Bustos. Y en el ámbito de la vida de la ciudad de Huéscar, por supuesto, no decíamos doña Paquita, la de la Farmacia, sino que era la farmacia la que tomaba el nombre de esta mujer fuerte y emprendedora: la farmacia de doña Paquita (así denominábamos, incluso, la botica de las cuevas (la del Barrio Nuevo), cuyo titular era, en realidad, su marido, don Antonio Iriarte. Nuestra profesora de Matemáticas Para entender el presente de una ciudad y su comarca -y, de paso, de esta manera, comprendernos a nosotros mismos- hemos de utilizar varias perspectivas, escuchar varios puntos de vista, como vamos a hacer hoy: aproximarnos desde distintos puntos de la circunferencia,

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Page 1: Relato para recordar · Nuestra profesora de Matemáticas Para entender el presente de una ciudad y su comarca -y, de paso, de esta manera, comprendernos a nosotros mismos- hemos

Mujeres en la educación, en la cultura y en la ciencia. Mª Francisca Bustos Giménez. Universitaria, científica, docente. Huéscar, 1913-2002.

1 © Mercedes Laguna González. © Centro del Profesorado de Baza. © Minerva. Revista de Educación. Número 5, marzo de 2018. Monográfico sobre Mª Francisca Bustos Giménez.

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Relato para recordar MERCEDES LAGUNA GONZÁLEZ

Asesora del CEP de Baza

Los relatos y la poesía, la filosofía y la literatura son útiles para recuperar la historia, como son necesarios

los números irracionales para entender la matemática del mundo

Doña Paquita Bustos

En Huéscar, en la segunda mitad del siglo XX, todo el mundo sabía

quién era doña Paquita; así, sin apellido, sin referencias de profesión.

Aunque, si queríamos ser precisos, nos referíamos a ella como doña

Paquita Bustos. Y en el ámbito de la vida de la ciudad de Huéscar, por

supuesto, no decíamos doña Paquita, la de la Farmacia, sino que era la

farmacia la que tomaba el nombre de esta mujer fuerte y emprendedora:

la farmacia de doña Paquita (así denominábamos, incluso, la botica de las

cuevas (la del Barrio Nuevo), cuyo titular era, en realidad, su marido, don

Antonio Iriarte.

Nuestra profesora de Matemáticas

Para entender el presente de una ciudad y su comarca -y, de paso, de esta manera,

comprendernos a nosotros mismos- hemos de utilizar varias perspectivas, escuchar varios puntos

de vista, como vamos a hacer hoy: aproximarnos desde distintos puntos de la circunferencia,

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Mujeres en la educación, en la cultura y en la ciencia. Mª Francisca Bustos Giménez. Universitaria, científica, docente. Huéscar, 1913-2002.

2 © Mercedes Laguna González. © Centro del Profesorado de Baza. © Minerva. Revista de Educación. Número 5, marzo de 2018. Monográfico sobre Mª Francisca Bustos Giménez.

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estableciendo radios de búsqueda y aproximación para intentar descubrir qué hay en el centro,

cómo era el centro que atraviesa el eje de la esfera.

Dos imágenes para adentrarnos en la historia, a modo de Stargate efectiva (puerta de las

estrellas aparentemente irracional), necesitada de recuperación, pero real, si nos concentramos y

fijamos la atención.

Primera imagen: un llano por donde se camina con paso lento y confiado, con el sonido de

los álamos y sus hojas. Una visión, con el recuerdo del tacto del agua transparente hasta hacer

brillar las piedras pequeñas y las caracolas negras, estiradas, diminutas. Aparentemente, una

imagen habitual de aquellos años 70, como las clases diarias en el Instituto. Pero, nada más lejos

de la normalidad lógica, por las circunstancias y la situación, cada día en las clases de segunda

enseñanza en un pueblo al pie de la Sagra. (Nosotros nos creíamos que tener un instituto era algo

normal, como los árboles del parque).

Delante de la pradera asequible y llana que suponían los estudios de bachillerato, que

requerían esfuerzo y tesón (desde los diez años con los que entraban algunos), delante -o detrás,

según se mire- de aquella extensión abierta, llena de futuro para los primeros bachilleres

elementales, se abría un foso como vórtice vacío, que atraía hacia el abismo: aquel foso era la falta

de oportunidades. Nosotros, sin embargo, sí tuvimos esas posibilidades que ofrecía la educación.

De hecho, yo no he sabía cuando comencé 5º (y don Rafael Díaz nos habló -entusiasmado-

de la nueva etapa -el nuevo peldaño- que estrenábamos), que el Bachillerato superior había

comenzado en Huéscar solo un año antes.

Los adolescentes de la década de los setenta no éramos capaces de darnos cuenta de la

situación privilegiada que habíamos recibido, como resultado de un tesón y un trabajo continuado

que comenzó puntualmente en 1960 (con el CLA y las becas PIO), y que tuvo su origen mucho antes.

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En toda esta historia, la persona de Francisca Bustos tuvo un papel protagonista, cuyo

objetivo último siempre fue el del servicio y la consecución de oportunidades para las gentes de

Huéscar. Las niñas, sobre todo. Aunque nunca discriminó ni en un sentido ni en otro, doña Paquita

siempre estuvo atenta a la necesidad de ofrecer oportunidades reales: veía el potencial en su

presente gris, se le iluminaba el futuro porque creía en él, y actuaba en consecuencia. Por eso,

mucho antes de aprobar las oposiciones al cuerpo de directores -y de pasar un largo año, lejos de

sus cuatro hijos en Cuevas de Almanzora-, ya en los años 40, doña Paquita iba de casa en casa

haciendo tutorías personalizadas, a domicilio, para ofrecer una oportunidad a las niñas que podían

estudiar y tener un futuro distinto, para levantar el pueblo y hacerlo progresar.

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4 © Mercedes Laguna González. © Centro del Profesorado de Baza. © Minerva. Revista de Educación. Número 5, marzo de 2018. Monográfico sobre Mª Francisca Bustos Giménez.

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Se encontraba con la tozudez y el recelo de los padres que necesitaban a sus hijas para

trabajar en casa, para ayudar en el negocio familiar. En muchos casos, no lo consiguió, no obstante,

aquellas niñas quedaron impresionadas de por vida: la semilla de la necesidad de formarse, de

aprender, de adquirir cultura, quedó bien sembrada en ellas, en la raíz profunda -en medio de

aquel invierno, crudo y terrible que supuso la posguerra. Se les quedó marcada para siempre la

impronta indeleble -imborrable- de la prioridad: lo primero, en cuanto haya oportunidad, son los

estudios. “Todo lo que se aprende en algún momento de la vida nos servirá para algo. Lo que no se

aprende, desde luego, no sirve para nada”. Eran sus palabras que hoy nos llegan a través del

recuerdo, en la visión y el tacto del agua transparente.

Segunda imagen: doña Paquita caminando con paso corto y rápido, vestida de negro (a

veces, con un toque blanco), hacia el instituto o hacia el Natalio. Desde la farmacia, atravesando la

plaza que la vio en sus distintas formas, desde antes de la suscripción popular para edificar el

quiosco -dos veces-. Pasando de madre a maestra y profesora en pocos segundos, y, a la inversa.

Mente privilegiada que puso a disposición de sus alumnas primero, en las escuelas y en el Natalio,

de sus estudiantes de Bachillerato, después. Corazón inmenso -aunque transparente- solo parecía

mostrarse en la superficie algunas veces, pero siempre estaba operativo. Alguien de esta sala me

habló -hace poco- de sus lágrimas, un día, mientras hacían un examen de matemáticas. El interior,

como los ojos del Guadiana, a veces afloraba, y los alumnos lo valorábamos; como cuando nos

repetía las palabras de su hermana Carmen estudiando en Granada: “qué bonito es el mes de mayo

en Granada, sin exámenes, ¿cuándo llegará ese día?” Pero Carmen murió joven, sin tener mucho

tiempo para pasear tranquila, cerca del Darro.

Mujer renacentista, más que interdisciplinar, transdisciplinar. En la farmacia, para las

personas de Huéscar, desde los años 40, fue -casi- la consulta de un médico, la consejera familiar,

la facilitadora de medicamentos que no se podían adquirir. Los conocimientos, en su mente, se

imbricaban, conectados perfectamente, ofreciendo como resultado una sabiduría global y práctica.

Ejemplo de racionalidad práctica, en cada ámbito de su vida.

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Mujeres en la educación, en la cultura y en la ciencia. Mª Francisca Bustos Giménez. Universitaria, científica, docente. Huéscar, 1913-2002.

5 © Mercedes Laguna González. © Centro del Profesorado de Baza. © Minerva. Revista de Educación. Número 5, marzo de 2018. Monográfico sobre Mª Francisca Bustos Giménez.

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Su marido, Antonio Iriarte -también farmacéutico- impulsó siempre su trayectoria

profesional (la quiso y la admiró siempre, profundamente), se quedó con cuatro niños pequeños en

casa, y al frente de la Farmacia, mientras doña Paquita completaba sus prácticas en Cuevas de

Almanzora. Él fue quien la llevó a Madrid al Ministerio de Educación, a pedir las cien becas del PIO

para Huéscar. Creía en sus capacidades, en su voluntad férrea y la ayudó a sacar lo mejor de sí

misma, que era lo mejor para la ciudad y su comarca.

Doña Paquita, mujer fuerte, adelantada a su época, constructora de caminos, defensora de

la justicia, pero, sobre todo, defensora de los becarios, la niña de sus ojos. Siempre, por encima de

todo, su vocación de servicio. La vamos a contemplar hoy desde distintas perspectivas, para

comprender la totalidad de la esfera.

La esfera de la profesora de quien aprendí a utilizar bien las fórmulas convenientes para

cada caso, después de haber entendido, rigurosamente, el proceso de planteamiento y deducción.