relación entre la escritura periodística y literaria' una misa, un happy birthday, o acom-...

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Universidad Autónoma de Occidente Relación entre la escritura periodística y la literaria' Resumen La reflexión se centra en la relación pe- riodismo y literatura, resaltando que am- bos profesionales trabajan con la misma herramienta: la palabra escrita. Sin em- bargo, cada uno tiene su propio género, es decir, su normativa textual que justamente facilita la distinción entre lo literario y lo periodístico. Palabras clave Periodismo, literatura, texto, género. Tal vez por el hecho de que García Már- quez haya sido al mismo tiempo reportero de prensa y escritor de ficciones, en Colombia hay cierta obsesión por analizar las relaciones entre periodismo y literatura. La historia vie- ne de más atrás: desde Vargas Vila y Barba Jacob, ha habido en nuestro país una tradición de periodistas que también fueron poetas y novelistas, o, más probablemente, de escri- tores que ejercieron el periodismo como una forma de llevar a la casa una quincena para poder mercar. Quizá por todo esto o por un rito rutinario no pasan muchos meses sin que una universidad o institución me proponga que Héctor Abad Facciolince Abstract The reflection is focused in the relation journalism-literature, standing out that both professions work with the same tool: the written speech. Nevertheless, each one has its own genre; that is to say, that their textual regulation is precisely what facilitates the distinction between what is literary and what is joumalistic. Key words Journalism, literature, text, genre. discurra sobre este tema. Por ello, voy a inten- tar poner en el papel lo que he podido concluir a lo largo de algunas lecturas, muchas charlas y no pocas horas de reflexión sobre el tema. Voy a empezar por lo más obvio que se me ocurre, antes de entrar en la materia. La reflexión más inmediata consiste en que es- critores y periodistas trabajamos con la mis- ma herramienta, la palabra escrita, y que por ese motivo es muy común que nos movamos en estas dos vertientes textuales. Esta herra- mienta, el texto, se puede hacer equivaler a un instrumento, digamos a un violín, y uno con El texto es la transcripción de la conferencia que ofreció el escritor y periodista Héctor Abad Facciolince. en el marco de la séptima versión de Palabras Autónomas. encuentro de lenguajes, invitación realizada por el Departamento de lenguaje de la Universidad Autónoma de Occiden- te . •• Escritor, editor y periodista nacido en Medellín, Colombia. Estudió lenguas y literaturas Modernas en la Universidad de Turín. Esautor de varios ensayos y obras literarias. Habladurtas s No. 6• Enero -Junio 2007

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Universidad Autónoma de Occidente

Relación entre la escritura periodísticay la literaria'

ResumenLa reflexión se centra en la relación pe-riodismo y literatura, resaltando que am-bos profesionales trabajan con la mismaherramienta: la palabra escrita. Sin em-bargo, cada uno tiene su propio género, esdecir, su normativa textual que justamentefacilita la distinción entre lo literario y loperiodístico.

Palabras clavePeriodismo, literatura, texto, género.

Tal vez por el hecho de que García Már-quez haya sido al mismo tiempo reportero deprensa y escritor de ficciones, en Colombiahay cierta obsesión por analizar las relacionesentre periodismo y literatura. La historia vie-ne de más atrás: desde Vargas Vila y BarbaJacob, ha habido en nuestro país una tradiciónde periodistas que también fueron poetas ynovelistas, o, más probablemente, de escri-tores que ejercieron el periodismo como unaforma de llevar a la casa una quincena parapoder mercar. Quizá por todo esto o por unrito rutinario no pasan muchos meses sin queuna universidad o institución me proponga que

Héctor Abad Facciolince··

AbstractThe reflection is focused in the relationjournalism-literature, standing out thatboth professions work with the same tool:the written speech. Nevertheless, eachone has its own genre; that is to say, thattheir textual regulation is precisely whatfacilitates the distinction between what isliterary and what is joumalistic.

Key wordsJournalism, literature, text, genre.

discurra sobre este tema. Por ello, voy a inten-tar poner en el papel lo que he podido concluira lo largo de algunas lecturas, muchas charlasy no pocas horas de reflexión sobre el tema.

Voy a empezar por lo más obvio que seme ocurre, antes de entrar en la materia. Lareflexión más inmediata consiste en que es-critores y periodistas trabajamos con la mis-ma herramienta, la palabra escrita, y que porese motivo es muy común que nos movamosen estas dos vertientes textuales. Esta herra-mienta, el texto, se puede hacer equivaler a uninstrumento, digamos a un violín, y uno con

• El texto es la transcripción de la conferencia que ofreció el escritor y periodista Héctor Abad Facciolince. en el marco de la séptima versión dePalabras Autónomas. encuentro de lenguajes, invitación realizada por el Departamento de lenguaje de la Universidad Autónoma de Occiden-te .

•• Escritor, editor y periodista nacido en Medellín, Colombia. Estudió lenguas y literaturas Modernas en la Universidad de Turín. Esautor de variosensayos y obras literarias.

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Héctor Abad Facciolince

noticias sobre el presente, y su difusión porescrito a través de publicaciones periódicasde circulación masiva.

un violín, si sabe manejarlo, puede tocar unasonata, una misa, un happy birthday, o acom-pañar un joropo o un bolero. Si yo necesito uncontador y tengo ante mí solamente a un abo-gado y a un matemático, escojo al matemáti-co. Si dirijo un periódico y no hay periodistasa mano, escojo a un escritor. Es la práctica,la destreza en el manejo de un instrumento,la palabra escrita, eso simplemente, lo quehace que haya tantos periodistas que escribannovelas, o al contrario, tantos novelistas queejerzan el periodismo o vivan de él.

Dicha esta obviedad, intento analizar mása fondo las relaciones y las diferencias entreestos dos oficios que se ejercen con palabrasescritas". Desde hace algún tiempo se ha ve-nido imponiendo la idea de que el periodismo(o por lo menos algunas de las formas del pe-riodismo), no debe tener ningún complejo dehermano menor frente a la literatura, ningúncomplejo de inferioridad, puesto que ciertaspiezas periodísticas han inaugurado ya unnuevo género literario, tan digno como el delhermano mayor. Como género, el periodismosería uno de los más nuevos, y si no el últi-mo en aparecer, por lo menos el penúltimo(suponiendo que el último sea el blog, porejemplo). La génesis de este nuevo género nopodría situarse en un año específico, sino quese habría gestado a lo largo de los últimos doso tres siglos, a partir de algunos desarrollostécnicos de la Revolución Industrial. La im-prenta, luego la rotativa, el telégrafo y des-pués las señales de radio y el teléfono -con laayuda posterior de la fotografía y los aparatosde grabación-, permitieron la recolección de

En rigor, no hay prensa sin papel o sinpublicaciones periódicas de noticias, avisos ychismes, y esto no empezó a ocurrir en oc-cidente antes del siglo XVII, al principio deforma muy balbuciente y siempre con enor-mes limitaciones y dificultades a causa de lacensura estatal o eclesiástica. El desarrollodel periodismo como género literario y delperiodista como profesional que recoge, di-funde y comenta las noticias, es impensableen ausencia de ciertos avances técnicos, eimposible sin haber alcanzado antes algunasconquistas en materia de derechos ciudada-nos y, concretamente, sin la afirmación delas libertades de prensa, de pensamiento, decredo religioso y de expresión. Sin estas liber-tades, lo que podría catalogarse como perio-dismo es apenas un esbozo o un anuncio de loque éste llegaría a ser. Se puede concebir unaliteratura en medio de la censura y de hechodurante siglos la literatura floreció a pesar dela censura; pero un periodismo censurado esuna contradicción en los términos, un proble-ma insuperable, pues si el periodismo no pue-de hablar con libertad y con verdad de lo queocurre, automáticamente deja de existir.

No es este el sitio para hacer una historiadel periodismo, pero en resumen podemos de-cir que al principio, hacia el año 1600, empe-zaron a imprimirse en Occidente, en particu-lar en Alemania e Inglaterra, algunas hojitascon noticias y comentarios sobre la actualidad

• Aunque hay periodismo radial, televisivo, fotográfico, etc. Aqul me ocuparé solamente del periodismo escrito, bien sea en publicacionesperiódicas o en libros.

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social o política. A partir de este embrión, loque llamamos periodismo fue surgiendo muylentamente en muchas partes del mundo. En1775,en Estados Unidos había unas 30 publi-cacionescon frecuencia definida. Sesenta añosmás tarde, en 1835, había ya 1.200 hojitas deeste tipo en Estados Unidos. Pero el periódi-co moderno, parecido a los que ahora leemoscualquier día, tiene una historia de apenas unsigloy medio de existencia'. En Colombia, sibien desde el final de la colonia y desde losaños de la Independencia hubo publicacionesperiódicas, podríamos decir que el periodis-mo, tal como se lo concibe hoy en día, tieneapenas un siglo de existencia. Su progreso fuegradual. Crecieron tanto los periódicos y lacantidad de noticias, que a principios del sigloXX, Chesterton podría afirmar: "No es que elmundo haya empeorado; es que la coberturainformativa ha mejorado". La historia de losperiódicos empieza, pues, hace relativamen-te poco tiempo, y la de los periodistas comopracticantes de una profesión liberal, es toda-víamás reciente.

Aunque el periodismo pueda ser conside-rado como un género literario más, no creoquetodos los subgéneros que componen el pe-riodismo contemporáneo puedan entrar con elmismo derecho al conjunto de los textos queseconsideran literarios. La noticia a secas, se-gúnel módulo más o menos codificado que seha impuesto en las agencias de noticias y enlos principales periódicos del mundo, no pue-de considerarse un género literario. La cró-nica, el reportaje, la entrevista, el artículo deopinión y lo que se ha llamado "literatura sin

ficción" o "non-fiction novel", en inglés, sí son,en cambio, subgéneros periodísticos que, enalgunos casos, pueden considerarse sin com-plejos como pertenecientes a un nuevo géneroliterario, con todo lo que la palabra "literario"significa en términos de prestigio artístico.

La teoría de los géneros se remonta a laépoca de la Poética de Aristóteles: la tragedia,la comedia, la poesía épica o lírica heroica,eran géneros más o menos codificados desdela antigüedad. Cada género tenía unas normasmás bien rígidas que por ejemplo en el casodel drama (unidad de tiempo, de acción y delugar para cada acto) se respetaron durantemuchos siglos. Con el romanticismo, que tra-jo la afirmación del artista como un individuolibre y más o menos caprichoso, que hace sólolo que a su mente, supuestamente genial, sele antoja, las fronteras de los géneros se handisuelto bastante, con territorios y límites quese superponen y traslapan a cada momento.Cada artista de la palabra reivindica desdeentonces su derecho a hacer lo que le nace,sin limitaciones impuestas por el género enque está escrito. La novela contemporánea noseria reconocida como novela por un escritordel siglo XVIII, porque la novela, en par-ticular, es un género tan libre que cada ratotraspasa y se apodera de nuevas fronteras quepertenecían a otros géneros.

Sin embargo, esta supuesta libertad abso-luta tiene sus restricciones. Si hoy en día ha-blamos de "novela negra" sabemos que quienacometa este tipo de narrativa tendrá que so-meterse a ciertos temas y a ciertas tendencias

• Estriste constatar que lo más probable es que el principal soporte del periodismo escrito. el papel, esté ya en vlas de extinción y no alcance adurar otro tanto.

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ferencias entre periodismo y literatura, creoque podemos llegar pronto a una distinciónfundamental. Me parece que el nuevo géne-ro literario llamado periodismo tiene unasrestricciones éticas que el arte, en general,no tiene. Hay una deontología (es decir, unosdeberes) del periodismo que, en general, laliteratura no tiene que respetar. No creo queexistan sinfonías, cuadros, novelas o poemasinmorales. Seguramente los habrá vulgareso pornográficos o falsos o ridículos, pero es-tas categorías, para mí, tienen mucho másque ver con la estética, pero muy poco quever con la ética. La ficción salva a la nove-la de casi cualquier atadura moral. Tambiénpor eso puede haber novelas a pesar de lacensura, pues una fuga a lo fantástico o alo inventado es allí permisible, mientras enel periodismo esto sería una negación de sumisma esencia.

estilfsticas propias de este género. Es difícilque haya novela negra sin un cadáver o por lomenos sin la sospecha de un oscuro crimencuya autoría hay que resolver. Así mismo,si alguien escribe hoy un soneto tendrá queconfrontarse con ocho siglos de tradición deeste tipo de composición poética que exigepara poderla realizar, una precisión matemá-tica en cada verso y un oído musical indis-pensable para no hacer el ridículo. No haysonetos en prosa ni novela negra sin cadáver,así como no hay círculos cuadrados.

Todos los géneros respetan algún tipode convención e incIuso, como decía Voltai-re, "todos los géneros son buenos, menos elaburrido". La novela, quizá el más libre delos géneros literarios, debe respetar por lomenos la expectativa mínima de contar unahistoria. Novelas que no cuentan nada, tam-bién las hay, puramente descriptivas, comolas del Nouveau Roman francés, o que avan-zan a base de puros juegos Iingüísticos, comoFinnegans Wake de Joyce, son las excepcio-nes que desmienten este aserto, pero han sidotambién callejones sin salida del género, queno han inaugurado ningún filón fértil en eseinmenso semillero de narraciones que llama-mos novela. Surgieron como una propuesta re-volucionaria del género, pero se convirtieronen especímenes únicos, como esos curiososhíbrldos animales, digamos el cruce entre unburro y una cebra, sin duda interesantes, peroinfecundos. Es más, yo diría que esos librosse han salido del género novela para entrar enel género de lo aburrido.

En el tema de las limitaciones y restric-ciones del género, cuando analizamos las di-

¿En qué se basa esta diferencia? En quela materia de la novela es lo ficticio, y la ma-teria del periodismo es la realidad. ¿Qué eslo ficticio? Lo no verdadero, en el sentido deque no se corresponde con la realidad, sinoque simplemente la finge o la simula o in-cIuso crea una realidad alternativa. El verbofingir viene de fictio - fictiones, y de allí mis-mo viene ficción. La ficción suele ser vero-símil, es decir, similar a la verdad, pero noesverdadera en el sentido de que, por ejemplo,cuando alguien escribe "Alonso Quijano" o"Aureliano Buendía", no sirve de nada ir abuscar la partida de bautismo de ninguno delos dos. La literatura se escribe con fantas-mas. Que estos fantasmas tengan al cabo delos siglos mucha más real idad que muchaspersonas de carne y hueso, es otra cosa.

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En cambio, el periodismo tiene unas res-tricciones éticas que hacen que algunas piezasperiodísticas no sean solamente inaceptablessino también dañinas e incluso delictivas. Elperiodismo no se refiere a personajes fabrica-doscon el aire de las palabras, sino a personasde carne y hueso a las que las palabras seña-lan y reemplazan con exactitud. Los poemasno tienen el poder de desatar una guerra ni deacabar con una reputación (como no sea la delmismo poeta); los reportajes periodísticos, encambio, pueden escalar un conflicto y acabarcon el buen nombre de alguien. Nadie se me-rece la cárcel ni una multa por el contenido deuna novela; en el periodismo sí existen lími-tes y por consiguiente las consecuencias pe-nales no parecen desmesuradas en el caso deun periodismo irresponsable, que calumnie odivulgue deliberadamente mentiras. En estesentido, como género literario, el periodísticoes el menos libre, es decir, el más sometido aunas normas de apego a ciertos cánones deveracidad y de discreción. Mientras, en gene-ral, la literatura parece un territorio libérrimo,sin límites (o cuyos límites son los mismos dela lengua en que se escribe), este último reto-ño entre sus géneros tiene que someterse, deentrada, a muchas restricciones, y ante todo ala dictadura de la verdad.

Hace algunos años escribí lo siguiente so-bre este mismo asunto: "La distinción clásicaque hace Aristóteles en su Poética, entre eldiscurso de la poesía y el discurso histórico,quizá pueda servir también para distinguirentre narrativa de ficción y periodismo. ParaAristóteles la poesía es discurso sobre lo posi-bleo lo verosímil, y la historia discurso sobrelo factual. La comedia y la tragedia se corn-

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ponen según verosimilitud". Dice Aristóteles:"No es oficio del poeta contar las cosas comosucedieron sino cual desearíamos hubieransucedido, y tratar lo posible según verosimili-tud o según necesidad. Que, en efecto, no estála diferencia entre poeta e historiador en queel uno escriba con métrica y el otro sin ella ...sino que se diferencian en que el uno dice lascosas tal como pasaron y el otro cual ojalá hu-bieran pasado". Cuando un escritor se dedicaa copiar la realidad en un sentido perezosa-mente pasivo, casi siempre se malogra comocreador de ficciones. Es muy común que el es-critor joven, cuando uno lo critica porque algoen su narración no resulta creíble, responda:"¡Pero cómo, si eso mismo me pasó a mí!"El asunto de la literatura no es si algo pasó ono en la realidad; a veces algo que pasa en larealidad, no puede suceder en la ficción. Losescritores conocen un prototipo de persona:la que nos persigue para contamos algo quele pasó y que es "como de novela". Los cuen-tos verdaderamente acaecidos que parecen"como de novela", en general no sirven paraser contados en una obra de ficción. Muchasveces la realidad es cursi, sentimentaloide, in-verosímil. Es más, yo creo que el propósitode un novelista y el de un periodista son casiopuestos: el novelista quiere que su fantasíasea creíble y por lo tanto parezca verdad; elperiodista, en cambio, quiere que su relato realparezca mentira. Quizá sea por esto mismoque el periodismo persiga lo extraordinario,mientras muchas veces la gran literatura se déen lo más ordinario y familiar que exista.

El papel de tornasol que define si algo esperiodismo o literatura, tiene que ver con dostérminos que, a pesar de lo problemáticos que

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son, usamos todos los días sin dejar de enten-der: la verdad y la realidad. La literatura tie-ne derecho a mentir (o, para decirlo con másprecisión: a tenerle sin cuidado la verdad, queno es su asunto) y tiene derecho a suplantar larealidad, es decir, a ser irreal, o surreal, fan-tástica. ¿Esto hace que una crónica mentiro-sa se convierta en literatura? No, una crónicamentirosa es un fraude. A los periodistas se lospuede demandar por falsedad o por calumnia.A veces a los escritores (Sade, Wilde, Joyce) selos demandó por delitos contra el decoro, lasbuenas costumbres o la moralidad. No tendríaningún sentido demandar a un novelista porfalsear los hechos; es más, decirle mentiroso aun creador de ficciones es un elogio.

Fernando Vallejo (1983) cuenta en sus no-velas crímenes cometidos por el yo que narra,que se supone es él mismo, pero a nadie sele ha ocurrido demandarlo por asesinato. Sinembargo, se pueden cometer fraudes casi de-lictuosos también en la literatura. Yo podríadecir que el autor de Juan Salvador Gaviota oel autor de El Alquimista son tramposos. Perono son tramposos, ni hacen una literatura falsaporque escriban mentiras: son falsos y tram-posos porque explotan de una manera baratael sentimentalismo cursi e irremediable de lasmayorías. El novelista acomoda y recorta losdatos a su antojo; el periodista que acomodalos datos debe ir a la cárcel. Su compromisoes, antes que con las palabras, con los hechos,es decir con eso que Aristóteles llamaba lofactual, lo que efectivamente sucede.

Dice Rosa Montero (2003) en su libro Laloca de la casa: "la diferencia fundamentales que en periodismo hablas de lo que sabes

y en narrativa de lo que no sabes que sabes".Lo literario es una aventura del pensamiento,una apuesta porque ocurra lo irreal; lo perio-dístico nos obliga a un apego al testimoniode los sentidos y a la reproducción de lo quellamamos real.

Hasta aquí me he ocupado de lo que elgénero periodístico no puede hacer desde elpunto de vista del contenido. Pero yo creo quedesde el punto de vista formal, puramente ex-presivo, estilístico, también hay más límites enel periodismo que en la ficción o en la poesía.Tanto la literatura como el periodismo utili-zan la misma herramienta de comunicación: eltexto. La comunicación escrita (a diferencia dela comunicación oral, que es más natural) serealiza gracias a la transmisión de un mensajeemitido por un autor o escritor, que luego serádecodificado por un lector. Tenemos entoncesal redactor de un texto o emitente, tenemos aun destinatario o lector, que leen un mensaje,que está escrito según un código (en nuestrocaso el español) que se refiere a algunos he-chos del mundo real o del mundo imaginado(el referente), y todo este acto comunicativoocurre en determinado contexto, que será unopara el escritor y otro para el lector, puesto quela comunicación textual se da en condicionesdistintas de tiempo y espacio para el emitentey para el destinatario. Por eso es tan importan-te en la escritura aclarar el contexto.

A todos nos enseñaron, en las escuelasde comunicación, el anterior esquema bá-sico de todo intercambio comunicativo. Elgran lingüista y crítico literario ruso, RomanJakobson (1985), añadió algo más al intro-ducir el concepto de funciones en el acto

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comunicativo. Dependiendo del énfasis quese pusiera en este acto, habló de la funciónemotiva, cuando la lengua se orienta hacia elemisor del mensaje, la conativa cuando estáorientada sobre todo hacia el destinatario, yla función poética (que es la fundamental enel arte literario y particularmente en la poe-sía) donde el énfasis lingüístico va hacia elmensaje mismo, hacia la forma en que estáconstruido, bien sea en su materia acústica oen los recursos estilísticos y expresivos quese usan para construir ese mensaje.

Cuando lo que interesa es dar cuenta de larealidad, lo que es importante por encima detodo es el contenido del mensaje; cuando es elmensaje mismo lo que cuenta, la atención sevuelca hacia los mecanismos expresivos conque se construye el mensaje, a la misma cali-dad sonora de las palabras, a la manera en quese construyen las simetrías de una historia.Voy a presentar unos ejemplos muy simplespara aclarar el tema de las funciones. Cuandoel piloto de un avión dice: "¡Abróchense loscinturones de seguridad!", el énfasis de esteacto comunicativo va hacia los destinatarios;las frases imperativas son típicas de la fun-ción conativa. Si un líder político empieza undiscurso con la frase "1 have a drearn", comoMartin Luther King, la función predominanteal menos en ese momento de su discurso esla emotiva: el sueño de un negro en tiemposde un país racial mente segregado. Por último,si un texto empieza con las palabras "tabardoastroso cuelga de mis hombros claudicantesy yo le creo clámide augusta", hasta el senti-do mismo de las palabras se disuelve un poco(unoduda incluso de que sea español) y lo quemás nos llama la atención es la disposición

sonora de las palabras: la función poética. Lapoesía, en general se mueve y nos conmueveen un vaivén comunicativo que va del sentidode las frases a su sonido. En las grandes no-velas la fluctuación va también del sentido dela historia hacia la forma en que se combinanlas palabras y se dosifica la información na-rrativa. Por el contrario, pienso que en la re-dacción periodística un énfasis excesivo en lafunción poética, o en la materia expresiva deltexto, es más lo que estorba y distrae que loque sirve para cumplir los fines de la crónicao del reportaje, que consiste primordialmenteen dar cuenta de hechos factual es.

Esto también lo expuse, de una maneramenos técnica, en una serie de tesis que apa-recieron sobre este mismo tema en el libro Lasformas de la pereza. DeCÍa lo siguiente: "Elproblema con el periodismo literario reside enla cantidad de recursos estilísticos o narrati-vos que puede usar un periodista sin resultarinútilmente farragoso. Cuando la guerrillasecuestra a una niña o cuando los paramili-tares pasan a un campesino por la motosierra,los hechos por sí solos bastan para capturar laatención. Como el lector sabe que leerá algoque es verdad, no es necesario que el perio-dista recurra a estrategias de verosimilitud. Aun escritor de ficciones le conviene ser muypreciso y muy exacto para que su invenciónsea creída: al contar un asesinato dirá cómoera la mancha de óxido en el cuchillo delasesino; hablará del gesto de su rostro, de supsicología; dará la hora del día o de la nocheen que ocurrieron los hechos. Esos mismosdetalles quizá le convengan también al perio-dista, pero si no los sabe puede omitirlos y sunarración seguirá siendo creída. En la prosa

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divulgativa, y más todavía, en la prosa perio-dística, la atención se centra en los hechos ymenos en el verbo. Todo lo contrario ocurreen el arte verbal (cuya mayor decantación sehalla en la poesía, pero también en las formasmás elaboradas del cuento o de la novela),donde la atención está más centrada en el ver-bo que en los hechos, donde la expresión sedebe acomodar al contenido, y no viceversa,como ocurre en el periodismo, donde no sebusca la palabra justa (por su sonoridad o sucarga evocativa), sino la palabra exacta.

En literatura importan mucho el ritmofónico y el ritmo semántico, es decir, el usoestético del lenguaje. Así como es posible da-ñar un chiste, según como se cuente, tambiénes muy posible dañar una idea literaria, segúncomo se la exprese, o según como se dosifiquela información. La única forma en que se pue-de dañar una noticia es mintiendo o cometien-do errores crasos de redacción. El periodismo,cuando usa dosis excesivas de recursos litera-rios, se vuelve irremediablemente amanerado.Como una pareja que llega vestida de gala, decorbata y de vestido largo a una marranada.Pero hay que decir algo más: la narrativa noconsiste solamente en escribir bonito; tam-poco todos los recursos retóricos son merosadornos; consiste sobre todo en la capacidadde construir un mundo. Algo que funcionecomo mundo alternativo a este mundo nues-tro. En cambio, el mundo del periodismo yaexiste, ya está construido, y al periodista loque le corresponde es escoger un fragmentode ese mundo para dar cuenta de él.

Hay cierto tipo de literatura que se valede recursos estilísticos que pueden ser muy

eficaces, a pesar de que son pobres. En ge-neral, esta literatura es hija del periodismo.Un caso típico son los períodos paratácticosde Hemingway. Frases muy breves. Puntosseguidos. Ninguna subordinada. Igual a latortura de la gota china. Este tipo de escritu-ra fue copiada de cierta asepsia y objetividadperiodística (pocos adjetivos, ningún juicio).Algunos de los llamados periodistas litera-rios creen estar haciendo literatura porquecopian el estilo seco de Hemingway. Es al re-vés: Hemingway copió efizcamente el estilode los periodistas. Y este estilo periodístico,paradójicamente, es hijo de una limitacióntécnica: como el telégrafo era caro y el cobrode los mensajes se hacía según el número depalabras empleadas, los periodistas fuerondesarrollando, por motivos de ahorro, unestilo mucho más lacónico que el que solíaemplearse en las narraciones novelísticas. Yeste estilo, a su vez, vivificó el arte narrati-vo de la ficción, ya que esta economía pudolimitar los excesos retóricos de cierta narra-tiva adocenada del siglo XIX.

Mallarmé decía que le servía al burguéslas palabras que él mismo leía por la maña-na en sus periódicos, pero que se las servíacon una combinación déroutante, es decir,con una combinación que los despistaba, lossacaba del camino trillado, de la carreteraasfaltada que es la lengua del periódico. Unescritor juega con su idiolecto, o sea con sulengua personal (su propio diccionario inter-no, sus modos de decir, su memoria de pala-bras), con el idioma que habla y también conla lengua literaria de sus colegas contempo-ráneos o del pasado. La literatura juega convarios planos lingüísticos: dialoga con otros

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escritores, con sus procedimientos e inven-ciones técnicas, con sus argucias narrativas;juega con la lengua en la que habla; trabajacon la lengua literaria de su idioma, se alejade la lenguaje media, del español promedioen nuestro caso, y hace que el lector saltesorprendido, arrancado de su rutina lingüís-tica, con un efecto de extrañamiento quetiene mucho que ver con el éxito de la expe-riencia estética. La lengua literaria no dicesolamente lo que se puede leer a un nivelliteral: la lengua literaria está llena de alusio-nes y de connotaciones que algunos lectoresmás perspicaces perciben, así la mayoría nolas capten. El periodista que emplee estos re-cursos en un diario queda como el ilustradorde prensa que, en vez de presentar al editorunas ilustraciones acordes con su comenta-rio visual, quiera hacer reproducir en el dia-rio un fresco o un óleo muy elaborado. Sinembargo, cuanto más se aleja de la noticia elperiodista, cuanto menos apegado está a loinmediato, su repertorio de recursos estilísti-cos más se acerca al repertorio literario".

Quiero tocar por último el tema de lasventajas o de las desventajas que se tienencuando escribimos ficción, o hechos inven-tados (o basados apenas de lejos en personasy situaciones reales, pero modificados segúnel antojo del escritor), y cuando escribimosde cosas factual es, que es no sólo lo carac-terístico, sino lo obligatorio en la redacciónperiodística. La gente, creo yo, tiene tantased de sueños como de realidades, y quizá,dependiendo del momento histórico o delpropio momento individual, más sed de unao de otra: de fantasía o de realidad. Algodecepcionado por el desinterés que veía en

sus contemporáneos en relación con la li-teratura fantástica, Borges señalaba hacia1970 que había "un cambio en la mente delos hombres. Ahora quieren sufrir, meterseen una pesadilla. Antes nadie deseaba eso".y como la realidad más impactante es, engeneral, una pesadilla, es posible que a esose deba el auge en los últimos decenios delperiodismo literario.

Señala Juan Villoro que las incompren-siones entre periodistas y fabuladores se pa-recen mucho a la incomprensión entre solte-ros y casados: los unos envidian a los otrospor motivos distintos. Los casados añoran laslibertades de la soltería, y los solteros ansíanlos serenos deleites de la vida doméstica. Losescritores envidian el interés inmediato quedespiertan los textos periodísticos, y los pe-riodistas codician lo que perdura en el tiem-po, la duración más larga de la literatura.

Hay algo grandioso en el acto de imagi-nar: poder asomarse a la ventana en el mesde abril, ver que llueve, sentarse luego fren-te al computador y escribir que hay un cieloazul intenso y un sol radiante de enero, esuna especie de conjuro, de invocación, demaravillosa metamorfosis que, aunque nosea real, te da la i1usi ón de una omnipoten-cia pasajera. Uno escribe que acaba de sonarel timbre del teléfono y que al otro lado em-pieza a hablar la voz de Laura, la voz de unapersona amada. No importa si en la realidadel teléfono lleva días sin sonar, uno puedeproducir de la nada una conversación apa-sionante. El periodismo no puede hacer esto,pero no hay conversación con Laura que legane a la descripción con todos los detalles

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Héctor Abad Facciolince

de un gobernador gringo moralista y purita-no que hace mil maromas por llevarse a lacama a una modelo carísima, a la que le pagacon diamantes. El periodismo, sometido ala dictadura de la realidad, tiene como com-pensación que los lectores siempre querránsaber la verdad; mucho más difícil es sedu-cirIos para que quieran conocer una historiainventada.

Fotografla: Guillermo Caicedo

Yo he hecho los dos oficios. El periodis-mo, al principio, lo asumí como un apren-dizaje: una manera de aprender a escribir.En el colegio escribía poemas al escondidoy publicaba con dos compañeros. La poesíame daba pena, y orgullo el periódico. Des-pués, en la universidad, fue ilegal: escribíacuentos que no le mostraba a nadie, y sacabaun periódico que me llevó a ser expulsadode la facultad de periodismo. El periodismosiempre me ha traído más problemas que loslibros de literatura. Nunca me han amena-zado por un cuento, pero por un artículo sí.En compensación, durante decenios no mepagaron ni un centavo por mis novelas, y porcada crónica, siempre algo. Tengo lectoresque prefieren mis libros, y lectores que pre-fieren mis novelas. Yo no sé a cuáles darles larazón. Si yo tuviera que renunciar a algo, re-nunciaría al periodismo, pero al hacerla, talvez, no podría pagarles a mis hijos la univer-sidad. He tenido la suerte de tener una piernaen cada mundo y me parece que ambas acti-tudes no son incompatibles, que casi siempreson complementarias, que se ayudan mutua-mente. El periodismo me mantiene la manocaliente y me obliga a no vivir en las nubessino en contacto con la realidad. La literatu-ra me permite soñar con una vida distinta,con un país mejor, con un cielo más azul. Elperiodismo me recuerda en qué país vivo, yque sin lluvia los días de sol, cuando se repi-ten mucho, como en el desierto, acaban porperder todo el encanto. El periodismo y laliteratura son como los días de lluvia y losdías de sol: aunque nos gusten más unos, losnecesitamos a los dos.

Habladurfas • No. 6 • Enero -Junio 2007

Universidad Autónoma de Occidente

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Habladurfas· No. 6 • Enero -Junio 2007/77