reflexiones y problemáticas en torno al estudio de los signos rupestres paleolíticos

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Las representaciones de signos han sido frecuentemente relegadas a un segundo plano por la histo- riografía del arte paleolítico que ha dado preferencia al estudio de las figuras zoomorfas y antropomorfas. Sin embargo, desde mediados del siglo XX ha ido paulatinamente incrementando la importancia que los in- vestigadores conceden a estas imágenes. Su predominio cuantitativo en un buen número de estaciones ru- pestres, su variada morfología y sus heterogéneas disposiciones contextuales son aspectos que confieren a esta categoría temática una gran complejidad. En este trabajo, se plantean una serie de reflexiones y pro- blemáticas que, desde nuestra perspectiva, surgen inevitablemente cuando nos enfrentamos al estudio y do- cumentación de los signos rupestres paleolíticos. Igualmente, se desarrolla la relevancia que está adquiriendo el enfoque investigador que defiende el valor de los paralelismos de las imágenes paleolíticas, especialmente en los signos, como uno de los aspectos fundamentales para identificar no solo la sincronía de los conjuntos y la existencia de semejantes mundos ideológicos sino también la territorialidad de los grupos humanos pleistocénicos.

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  • UNED. Espacio, Tiempo y Forma. Serie I, Nueva poca. Prehistoria y Arqueologa, t. 1, 2008. 113

    REFLEXIONES Y PROBLEMTICAS EN TORNO ALESTUDIO DE LOS SIGNOS RUPESTRES PALEOLTICOS

    Reflections and problems concerning the studyof palaeolithic rock signs

    Alberto Mingo lvarez*

    Recibido el 28 de noviembre de 2007. Aceptado el 10 de octubre de 2008.

    Resumen. Las representaciones de signos han sido frecuentemente relegadas a un segundo plano por la histo-riografa del arte paleoltico que ha dado preferencia al estudio de las figuras zoomorfas y antropomorfas.Sin embargo, desdemediados del siglo XX ha ido paulatinamente incrementando la importancia que los in-vestigadores conceden a estas imgenes. Su predominio cuantitativo en un buen nmero de estaciones ru-pestres, su variada morfologa y sus heterogneas disposiciones contextuales son aspectos que confierena esta categora temtica una gran complejidad. En este trabajo, se plantean una serie de reflexiones y pro-blemticas que, desde nuestra perspectiva, surgen inevitablemente cuando nos enfrentamos al estudio y do-cumentacin de los signos rupestres paleolticos. Igualmente, se desarrolla la relevancia que estadquiriendo el enfoque investigador que defiende el valor de los paralelismos de las imgenes paleolticas,especialmente en los signos, como uno de los aspectos fundamentales para identificar no solo la sincronade los conjuntos y la existencia de semejantes mundos ideolgicos sino tambin la territorialidad de losgrupos humanos pleistocnicos.Palabras clave: Signos. Arte rupestre paleoltico. Ideologa. Territorialidad.

    Abstract. The representations of signs have been frequently relegated to a background by the historiography ofthe paleolithic art that has given preference to the study of the zoomorphic and anthropomorphous figures.Nevertheless, from middle of the 20th century the importance that researchers grant to these images hasbeen increasing gradually. Their quantitative predominance in a good number of rock sites, their variedmor-phology and their heterogeneous contextual situations are aspects that provide a great complexity to this the-matic category. Under our point of view, the reflections and problems posed in thiswork arise inevitablywhenwe face the study and documentation of paleolithic rock signs. Equally, we bring up the relevancy that is ac-quiring the investigative approach defending the value of parallelisms in paleolithic images, specially in signs,as one of the fundamental aspects to identify not only the synchrony of sets and the existence of similar ide-ological worlds but also the territoriality of pleistocenic human groups.Key Words: Signs. Palaeolithic rock art. Ideology. Territoriality.

    (*) Dpto. Prehistoria y Arqueologa. UNED. Senda del Rey, 7. 28040 Madrid. E-mail: [email protected]

    Espacio, Tiempo y Forma. Serie I, Nueva poca. Prehistoria y Arqueologa, t. 1, 2008. pp. 113-122

    1. INTRODUCCIN

    La historiografa del fenmeno llamado arte paleol-tico ha reconocido, de un modo general y errneo, que latemtica de estas expresiones grficas giraba en torno atres categoras bsicas: animales, motivos antropomorfosy signos. Desde los primeros descubrimientos de piezasdecoradas mobiliares y posteriormente con la aparicin y

    aceptacin de las imgenes parietales se extendi el con-vencimiento de que se trataba de un fenmeno figurativoen donde predominaban las figuras zoomorfas, en espe-cial los herbvoros, muy por encima de las otras dos ca-tegoras. El testimonio de S. Reinach as lo corrobora,he constatado primeramente que los motivos referen-tes al mundo animal son con mucho los ms numerosos;los animales representados son, a ttulo exclusivo, aque-

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  • llos de los que se nutre un pueblo de cazadores recolectores(Reinach, 1903: 258). Esta idea perdur hasta casi finales delsiglo XX, donde no eran infrecuentes afirmaciones como: Elartista trata de representar el mundo exterior, la realidad desu quehacer diario, la caza o mejor dicho el producto de lamisma: el animal (Jord, 1964; citado en Casado, 1977: 13).La creencia en la existencia de una esencia faunstica delfenmeno conllev desde las primeras publicaciones unaatraccin investigadora hacia este tipo de imgenes, dejandoa un lado y subyugando el resto de categoras, que pasan aocupar un lugar subsidiario. La importancia otorgada a lossignos poda aumentar si estaban prximos o se podan poneren relacin con otras figuras animales o con la finalidadde dar una interpretacin al conjunto del arte (Casado,1977: 13). Los estudios modernos de las cuevas, ms siste-mticos, estructurados y globales que los iniciales, hanpuesto de manifiesto lo errado de la perspectiva anterior.

    Los primeros investigadores, apoyndose en comparacio-nes etnolgicas, sostenan que muchos de estos signos tenanun modelo autntico en la realidad, es decir, estaban refle-jando un objeto o un elemento real. Sin anlisis minuciosos,ni la necesaria prudencia, se embarcaron en la tarea de iden-tificar y bautizar signos bajo un prisma subjetivo. Actual-mente los anlisis proyectan una realidad de la iconografarupestre paleoltica bien diferente a este respecto: Paradji-camente y desde una ptica numrica son ms abundantes ydiversificados (los signos) que el resto de los temas y, portanto, ms representativos del arte que tratamos; en ciertascuevas son poco menos que exclusivos, y en consecuenciasiempre estaremos tentados de afirmar que el arte parietalpaleoltico se caracteriza por la plasmacin de signos (San-chidrin, 2001: 246). Una vez que los signos, y esto se debeen buena medida al ingente trabajo de A. Leroi-Gourhan y alpapel central que otorg a estas representaciones, tuvieronsu reconocimiento, se ha asumido ese desplazamiento anal-tico injusto y han comenzado a gozar de un mayor protago-nismo en la investigacin: Descuidados durante largo tiempo,estos motivos de tipo geomtrico aparecen, en realidad, nosolo como mucho ms numerosos, sino tambin como muchoms variados que las representaciones zoomorfas (Groenen,2000: 41). Estas inferencias se demuestran con los datos enla mano, as D. Vialou (1986: 350), en un estudio global sobrelas cuevas (11 en total) con representaciones paleolticas dela regin de LArige, en el Pirineo oriental francs, calculaque de las 2600 unidades grficas atestiguadas, 1400 son sig-nos; M. Lorblanchet (1989: 88) constata como en la cueva dePech Merle, en la regin del Lot (Francia), de 662 motivos sehan registrado 562 signos, mientras que en la gruta de Coug-nac, prxima a aquella, de 305 figuras, un porcentaje supe-rior al 80% lo constituyen los signos; Sanchidrin (2001: 246)

    reconoce que en Andaluca un buen nmero de composicio-nes parietales de supuesta cronologa solutrense contienenproporciones de entre el 92-99% de estas imgenes. Esta va-riacin y cantidad se deben indiscutiblemente al criterio deexclusin que define a esta categora, que est formada pormanifestaciones que comparten la imposibilidad actual devinculacin figurativa.

    La heterogeneidad en las formas y los contextos dondeaparecen, la cantidad presente y la complejidad morfolgicae incluso tcnica de algunos de estos signos, dibujan un pa-norama de este fenmeno en el que se debe admitir un papelpreponderante a estas representaciones en su globalidad.Como elementos grficos activos de mensajes construidosen un proceso comunicativo de la sociedad paleoltica es ab-solutamente innegable que cada imagen (representacin ex-presiva de signos, animales, antropomorfos, etc.) porinsignificante que pudiera parecer tiene su importancia.

    En definitiva, la constatacin en el registro de conjuntosnicamente formados por signos; otros en los que no se puededistinguir con certeza si stos han sido realizados en conjun-cin con otras figuras o bien si conforman composiciones ais-ladas1; y otros donde los paneles de estas representacionesson alternados con figuras de animales, evidenciando unasdiferencias tcnicas notables y un distinto patrn en cuantoa las superposiciones, sugiere que en ciertos perodos de de-coracin de algunas cavidades los signos fueron las nicasimgenes plasmadas o las dominadoras dentro de los regis-tros. De modo que se podra desmontar fcilmente una de lasgeneralizaciones simplificadoras heredadas y aceptadas enel acervo comn del arte paleoltico: los signos seran merosacompaantes de las simblicamente ms importantes figu-ras animales (Gonzlez Morales, 1994; 297).

    2. APROXIMACIONES HISTORIOGRFICASAL ESTUDIO DE LOS SIGNOS:LAS CLASIFICACIONES

    Porque su significado es incierto, la comprensin intui-tiva de las figuras no puede usarse para la identificacin designos. Es extremadamente difcil clasificar los numerosos, amenudo nicos, motivos en conjuntos que puedan ser con-siderados como unidades significantes (Layton, 1987: 220).Los investigadores han adoptado en su aproximacin al es-tudio de estas formas dos diferentes perspectivas, parcial-mente influenciados por su interpretacin de este fenmenoen conjunto. Por un lado, los especialistas de la primera mitaddel siglo XX, con H. Breuil a la cabeza, procuraban descubrirparecidos o semejanzas de esas imgenes con objetos o es-tructuras materiales reales. De este modo, por ejemplo, sur-gieron los signos tectiformes (por apreciarse en ellos una

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    (1) Como sucede en un buen nmero de casos en la zona cantbrica (Mazaculos, Balmori, La Herrera en Asturias; Santan, Fuente del Saln, ElCalero, El Cudn en Cantabria; entre otras).

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  • posible cabaa con un techo saliente) (fig. 1), claviformes(por atisbarse en ellos un diseo de clavos), aviformes (porasemejarse supuestamente a aves), escutiformes (por re-cordar e escudos), laciformes (por parecerse a lazos), etc.Por otro lado, se encuentran las clasificaciones ms recien-tes (Sauvet, 1977; Casado, 1977; Vialou, 1986, Sanchidrin,1994) que se basan en criterios estrictamente morfolgicosy rechazan expresamente emitir y conjeturar identificacionesy con ello apuntar a un significado. No obstante, a pesar delesfuerzo de los especialistas que defienden una nomencla-tura ms morfolgica (generalmente geomtrica), lo ciertoes que los nombres heredados tienen tal raigambre entre lacomunidad investigadora que debemos resignarnos a asumir,muy probablemente, una larga vigencia de los mismos.

    La transicin entre el modelo clasificatorio, llammosle,de semejanza de los primeros tiempos y el modelo morfol-gico empleado ms recientemente lo encarna el estudio que A.Leroi-Gourhan llevo a cabo sobre los signos (figs. 2 y 3). Podradecirse que las posteriores sistematizaciones se nutren de lasmodalidades que l defini, al ser stas construidas sobre unabase morfolgica. Sin embargo, a diferencia de las posteriores,en su clasificacin se manifiesta un considerable influjo de suteora interpretativa. Este vnculo clasificacin / interpretacines primordialmente el aspecto que le une con los iniciales in-tentos sistematizadores. A diferencia del modelo de A. Leroi-Gourhan, los especialistas que vinieron tras l y que, por otraparte, desarrollaron sus trabajos desde una misma concepcinestructuralista, establecieron los tipos en funcin de las mor-fologas y de la variedad regional, dejando a un lado aparen-temente sus inclinaciones de significado.

    En nuestra opinin, el modelo ms asptico y cientfico declasificacin de estas imgenes en concreto es el que sigue unaspautas exclusivamente tipolgicas. Los trabajos de G. Sauvet(1977) (figs. 4 y 5), D. Vialou (1986) (fig. 6) y P. Casado (1977)(fig. 7) seran idneos, ya que dejan a un lado aquellas compa-raciones libres de los primeros tiempos que sin fundamentos su-ficientemente consistentes se sostenan. Muy posiblemente(consciente o inconscientemente) tales comparaciones preten-dan dar ms solidez a la teora en boga en aquellos momentos:la magia de la caza y de la fertilidad.

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    FIGURA 1. Diferentes tipos de signos tectiformes de la reginde Perigord (Francia).

    FIGURA 3. Serie de signos plenos (interpretados comofemeninos) de A. Leroi-Gourhan.

    FIGURA 2. Serie de signos tenues (interpretados comomasculinos) de A. Leroi-Gourhan.

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  • En opinin de D. Vialou Los signos deben ser estudia-dos por s mismos en el mbito concreto de cada cavidadpara conseguir una primera tipologa de cada estacin ru-pestre (Vialou, 1986: 347), con el fin de evitar las dificulta-des que se puedan presentar para encajar formas enclasificaciones tipolgicas realizadas para otras regiones y

    as no dar lugar a posibles distorsiones en los hechos gr-ficos. De igual modo, todos los signos deberan ser estudia-dos concedindoles gran relevancia y no dar prioridad aarbitrarias subcategoras (signos complejos) y discriminarotras (como los trazos, manchas y puntos). Para este inves-tigador, los signos ms simples tienen un lugar bien mar-

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    FIGURA 4. Clasificacin morfolgica de G. Sauvet, S.Sauvet y A. Wlodarczyc (1977) I-V Cls.

    FIGURA 5. Clasificacin morfolgica de G. Sauvet, S. Sauvety A. Wlodarczyc (1977) VI-XII Cls.

    FIGURA 6. Clasificacin morfolgica de D. Vialou paralos signos de llas cavernas de LArige(Francia).

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  • cado en el abanico simblico de los dispositivos parietales(Vialou, 1986: 347). Aceptando estos razonamientos, cree-mos que lo ms conveniente en el estudio de los signos decualquier estacin rupestre es edificar una clasificacin cen-trada en ellos mismos y no insertarlos en formas que posi-blemente les puedan constreir y que no reflejen fielmentela veracidad de estas imgenes.

    A pesar de estas reflexiones, que como punto de partidaapriorstico son adecuadas y ecunimes, es curioso como elpropio D. Vialou, una vez analizadas las representaciones delas cuevas de lArige (Francia) y contrastados otros trabajos,no duda en afirmar, a posteriori, con relacin a los signos quepudieran considerarse ms complejos (geomtricos, consubdivisin interna, claviformes, etc): El anlisis compara-tivo de los conjuntos regionales magdalenienses [] eviden-cia el papel preponderante que juegan ciertos signos en laelaboracin grfica de las identidades culturales (Vialou,1996: 8). Ahondando en posibles subdivisiones nacidas decriterios de discriminacin simblica se puede hacer men-cin a la postulada por M. Groenen: nos parece que una pri-mera distincin debe operarse entre los motivos complejos,como los tradicionales tectiformes de la regin de Les Eyzies,los aviformes de la regin de Lot-Charente o los cuadrangu-lares tabicados del Cantbrico, por un lado y los trazadossimples, como las puntuaciones, los bastoncillos y las manosfrotadas o los trazados indeterminados, por otro (Groenen,2000: 43). La razn para esta divisin estribara en la regio-nalizacin, bastante especfica, de los diversos signos del pri-mer grupo y, contrariamente, en la omnipresencia no sologeogrfica sino tambin topogrfica dentro de las mismascuevas de los signos del segundo grupo. Para M. Groenen,muchas de estas ltimas representaciones responden o pue-den ser debidas ms a acciones tcnicas que expresivas.

    Segn M. Lorblanchet, esta subcategora podra alcanzar unacifra de entre un tercio y la mitad de las unidades grficasplasmadas en el arte parietal paleoltico.

    Para ese primer grupo de signos, al que refiere M. Gro-enen, A. Leroi-Gourhan, que fue el primero en calificarloscomo signos plenos, estim ya al final de su carrera inves-tigadora que podran servir como marcadores tnicos, cuyareparticin regionales poda servir de base a la estimacinde la identidad cultural (Leroi-Gourhan, 1979). Para l, lasimilitud estilstica en representaciones figurativas com-portara excesivos riesgos a la hora de identificar posiblesmarcadores tnicos. A nuestro juicio, estas reflexiones sonbastante acertadas, como ms adelante abordaremos.

    Los aspectos contextuales, topogrficos y tcnicos de lossignos paleolticos ms simples o menos elaborados formal-mente gozaron de una importancia variable en la investigacinde la primera mitad del siglo XX, en funcin de su relacin deproximidad con las figuras zoomorfas. En caso de no existiruna cercana suficiente, la posibilidad de un discreto e insufi-ciente anlisis se cerna sobre ellos. Es decir, el conjunto decaracteres que proporcionan informacin sobre estas expre-siones (contextos, tcnicas, morfologas, etc.) no eran anali-zados minuciosamente puesto que el inters de losespecialistas en ellas era reducido. La aplicacin de la teoraexplicativa de la magia y de la fecundidad y de cmo sta va-loraba diversos signos es, en gran parte, responsable de esta si-tuacin de indiferencia contextual y tcnica: La relacin conlas figuras de animal ha tenido una gran difusin como uno delos medios explicativos de la magia de la caza para el arte pa-leoltico ya que muchos de estos signos: lneas en forma deflecha, claviformes, ciertos signos de forma rectangular fueroninterpretados como armas o trampas. (Casado, 1977: 15-16).No obstante, creemos que tambin pueden existir otras razo-

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    FIGURA 7. Formas de las categorasA y B, definidas por PilarCasado (1977), con sustipos.

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  • nes que pueden ayudar a comprender ese aislamiento inves-tigador al que muchas de estas imgenes se han visto some-tidas. La dificultad a la hora de su clasificacin por esa elevaday variada cifra de signos diferentes existentes, los problemasque acarrea la interpretacin de algunos de ellos y la falta deesa mal concebida espectacularidad y belleza de algunas re-presentaciones de animales han podido contribuir a convertiresta categora de representaciones en el patito feo de nues-tra disciplina. Los trabajos estructuralistas de mediados delsiglo pasado transformaron la aproximacin a su estudio,como previamente se ha puesto de manifiesto.

    3. REFLEXIONES EN TORNOA LOS DIVERSOS PLANOS DE ANLISIS

    Las diferentes categoras temticas del fenmeno ex-presivo pleistocnico se localizan, a menudo, en asociacincontextual, ocupando los mismos espacios y conformandoas reas de superposicin y yuxtaposicin. Las caractersti-cas de la pared o el techo (con sus infructuosidades y susformas sugerentes) donde se ubican las imgenes nos apor-tan, del mismo modo, gran cantidad de informacin. Reali-zar inferencias universales de cualquier orden sobre laglobalidad de los signos paleolticos es, adems de una te-meridad, un ejercicio de reduccionismo, ya que la heteroge-neidad de tales manifestaciones es uno de sus principalesrasgos. No obstante, s se pueden apreciar con la pertinentelaxitud algunas tendencias en la disposicin de algunas for-mas. As, parece constatarse una conexin contextual entreciertos signos, como los llamados aflechados (algunos con-vergentes), con algunas figuras animales, posibilitando eneste caso su interpretacin como venablos o heridas y ha-ciendo pensar a los investigadores que se trata de animalesheridos (Figura 8). Esta disposicin de los signos aflechadossobre los vientres y flancos de los animales es una asociacinrecurrente y extendida en todas las zonas geogrficas dondese presenta este fenmeno. Desde la perspectiva estructura-lista de A. Leroi-Gourhan esta situacin en concreto es in-terpretada en su clave de binomio sexual.

    Si, con respecto a la globalidad de las representacionespaleolticas, las asociaciones temticas universales son du-dosas, stas se hacen ms visibles al realizar anlisis en m-bitos geogrficos ms concretos (regiones). De la mismamanera, contemplamos relaciones entre los tipos de signos ylas topografas de las cavidades. A pesar de la dispar distri-bucin de los espacios en las cavernas y de no poderse esta-blecer un nico modelo de configuracin del paisajesubterrneo, A. Leroi-Gourhan intent definir reas topo-grficas esenciales y diferenciables en el interior de las cue-vas analizando los tipos de representacin, las asociaciones,la cantidad de las imgenes, etc., que se documentaban enestos espacios definidos. De esta forma, distingui entrepaneles centrales, reas de entrada, divertculos, corredores,

    salas finales, etc. (fig. 9). Esta diferenciacin topogrfica nose ajusta en un notable nmero de casos a la realidad: enprimer lugar, debido a la falta de uniformidad topogrfica delas cuevas; y, en segundo, a la contrastacin, en la mayorade ocasiones, de que su modelo ideal de disposicin de figu-ras no se verifica en las cuevas con arte paleoltico. En cam-bio, s se identifican reas que coinciden con divertculos ycamarines, algunas de difcil acceso, donde se localizan con-juntos de signos. ste sera el caso del divertculo de los es-caleriformes en rojo de Altamira, el camarn de lostectiformes o rectangulares rojos con divisin interna deEl Castillo (fig. 10), el camarn de los signos vulvares de TitoBustillo, los claviformes de La Cullalvera, etc. Es muy posibleque los distintos espacios cavernarios albergasen un conte-nido/valor ideolgico o religioso diferencial para las culturasresponsables del fenmeno expresivo paleoltico. Para algu-nos autores (entre ellos A. Leroi-Gourhan 1958a), ciertos sig-nos (generalmente los puntos, lneas y trazos) localizados encorredores y pasillos podran sealar o advertir topogrfica-mente la entrada en un lugar peligroso, el anuncio de unpanel con figuras, el fin de un corredor, etc. A primera vista,stos muy numerosos puntos o bastoncillos pintados solos oen lnea, en paquetes, prximos a las figuras o en los gruposcentrales, no parecen distribuidos al azar; parece, por lotanto, que su presencia en los inicios y fin del santuario, enlos pasos entre sus distintas partes o cara a los divertculosen los que se disimulan figuras, son producto de intencindeliberada. Varias veces el abate Breuil ha mencionado estasmarcas en Niaux, que interpretaba como paneles de adver-tencia y parecan sealar los peligros de la cueva [] lo queparece claro es que se tiende a la unidad del dispositivo fun-cional, con sus marcas de entrada y de fondo, sus marcas deadvertencia y sus superficies de contornos inacabados(Leroi-Gourhan, 1958a; citado en 1984: 362-364, 369). Msrecientemente, M. Groenen tambin ha apuntado en esta di-reccin al referirse a estas representaciones concretas: al-

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    FIGURA 8. Bisonte que supuestamente presenta un proyectilen su flanco. Cueva de Trois Frres (Arige, Francia)(Calco H. Breuil).

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  • gunos trazados, por el contrario, se situaron aisladamente enlugares de confluencia de las galeras subterrneas: podranservir como seales que aportaran indicaciones sobre el re-corrido a efectuar (Groenen, 2000: 44).

    En el plano tcnico, las representaciones de signos correnparalelos al resto de los temas de esta iconografa. Para P. Ca-sado (1977), que estudi de forma general los signos paleol-ticos en la Pennsula Ibrica, se observa un predominio de lapintura sobre el grabado y dentro de la primera, del color rojosobre el negro y el amarillo. Para esta especialista, los signosgrabados aparecen tan solo de forma aislada y considera comoms asequible para esta tcnica las lneas, las retculas y losmacarroni. Es factible que la eleccin de las tcnicas res-ponda, adems de a un contenido meramente cultural o sim-blico, a la decisin del autor en base al tipo y caractersticasdel soporte donde se quiere realizar la imagen. Las diferentes

    tcnicas utilizadas pueden ser tambin indicativas de crono-logas diacrnicas en la realizacin de las representaciones.

    4. LA PROBLEMTICA DE LOS TRAZOSINDETERMINADOS

    Como una subcategora dentro de los signos, en nuestraopinin, habra que considerar al conjunto de representacio-nes conocidas como trazos indeterminados, trazos ininteligi-bles, trazos inorganizados, trazos no caracterizados, trazos noestructurados, trazos inclasificables, trazos indeterminados,trazos pintados, trazos coloreados, manchas, trazos-manchas,etc.. Apelaciones que, segn M. Lorblanchet (1993a: 235), hansido empleadas indistintamente por los prehistoriadores enmomentos recientes al referirse al grupo de signos que los in-vestigadores primigenios (H. Breuil, Conde Begoen, etc.) de-

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    FIGURA 10. Signos rectangulares con divisin interna asociados a bandas de puntuaciones y localizados en el Rincn de los Tectiformesde la cueva de El Castillo (Cantabria), segn H. Alcalde del Ro et al., (1911).

    FIGURA 9. Esquema del santuario ideal segn A. Leroi-Gourhan.

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  • nominaban trazos parsitos. Como vemos, los adjetivos paradefinir estos trazos son muchos y la unanimidad de un usoconsensuado de alguno de ellos, con la debida discriminacinde otros, por parte de los especialistas, est ausente. En un es-tudio dedicado expresamente hacia estas manifestaciones, M.Lorblanchet no solo hace patente el problema y la dificultadque existen al abordar la caracterizacin y denominacin deestos grafismos heterogneos, como l les llama, sino quetambin propone una definicin plausible y ajustada a la rea-lidad de stos: los trazos indeterminados son trazos o man-chas polimorfas, generalmente mltiples, a menudo retorcidosy superpuestos, aparentemente desprovistos de toda organi-zacin interna (Lorblanchet, 1993: 235). Se constata, as, lagran variedad de este conjunto de trazos, a pesar de la se-mejanza formal por exclusin (del resto de signos) queexiste entre todos ellos (fig. 11).

    No obstante, y contrariamente a lo que se cree, el lmiteentre los trazos indeterminados y las otras categoras de mo-tivos no es siempre fcil de fijar objetivamente. Su presenciaes frecuente en gran parte de las estaciones con arte parie-tal paleoltico y es an mayor en el arte mobiliar. Tienen unarelacin estrecha con otras categoras temticas al presen-tarse, a menudo, asociados a ellas, si bien, en un buen n-mero de ocasiones se localizan aislados. Algunosespecialistas, entre ellos H. Breuil (1952), A. Laming-Empe-raire (1962), A. Leroi-Gourhan (1965), L. Pales (1969), D. Via-lou (1986), etc., han juzgado estas manifestacionesposicionndolas dentro de rangos confusos morfolgicos, te-

    mticos y de significado. Es curioso asistir a las afirmacionesque realiza al respecto A. Leroi-Gourhan cuando se refiere aellos: graffiti mejor que obra de arte, y los compara con losgarabatos que se trazan escuchando en el telfono (Leroi-Gourhan, 1965; citado en M. Lorblanchet, 1993: 239).

    La intencionalidad de estos trazos ha sido igualmentedebatida. Mientras que muchas manifestaciones evidencianuna notoria y buscada morfologa, per se, en otras oportuni-dades parecen ms bien ser el fruto de la regularizacin delsoporte (paredes, techos, fragmentos seos, etc.) para poste-riormente plasmar otras figuraciones. A. Laming-Emperaire(1962) fue la primera especialista que se plante seriamentelas dificultades interpretativas que suscitan estos trazos encuanto a su posible involuntariedad o su intencionalidad. Enla actualidad, han cobrado protagonismo, aunque siempre esvariable en funcin de la representatividad que supongan encada conjunto. Hoy por hoy, es innegable el reconocimientode su valor expresivo o simblico (Foucher, 1989).

    5. LOS SIGNOS, EL ARTE PALEOLTICOY LA TERRITORIALIDAD: UN ENFOQUEINTERESANTE Y AL ALZA

    Aunque no se trate realmente de una interpretacin, enlos ltimos aos se viene utilizando el arte paleoltico, y den-tro de ste fundamentalmente se apela a los signos, para iden-tificar territorios de explotacin de un mismo grupopleistocnico: Los signos, cuyo valor muchas veces es el de

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    FIGURA 11. Panel con trazos indeterminados grabados de la cueva de Font de Gaume (Perigord, Francia).

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  • ayudar a establecer territorios (Alcolea y Balbn, 2003: 251);En lo que respecta a la iconografa, y pese a lo problemticode la interpretacin, son los signos los que con ms facilidadpueden actuar como referente de relacin (Moure, 1994:327); En el arte paleoltico, pueden intuirse un fenmeno si-milar (territorialidad) en la proliferacin o ausencia de ciertotipo de signos y en la acumulacin de elementos aparente-mente secundarios dentro del conjunto parietal (Fdez-Tres-guerres, 2003: 258). Como ya comentamos, el primero enplantear seriamente la relacin arte-signos-territorialidad fueA. Leroi-Gourhan (1958b), si bien fue al final de su carreracuando ms desarroll esta va de investigacin (Leroi-Gour-han, 1978; 1979; entre otros), llegando a calificar a algunossignos plenos de su clasificacin (tectiformes, aviformes, cla-viformes, etc.) como verdaderos marcadores tnicos.

    En 1994, A. Moure, en un magnifico artculo para el bri-llante nmero especial de Complutum en homenaje a losprofesores M. Fernndez Miranda y C. Martn de Guzmn ydedicado al Arte Paleoltico, penetr en las posibilidades queesta aproximacin de estudio poda ofrecer, llegando a re-veladoras conclusiones. Segn l, varios aspectos del arte pa-leoltico se pueden poner en relacin con la movilidad,territorialidad y organizacin social de los cazadores-reco-lectores (Moure, 1994: 316).

    En su estudio, identifica algunas concordancias icono-grficas, tcnicas y estilsticas de las representaciones figu-rativas y no figurativas de varias estaciones rupestressituadas entre el rio Asn y el Sella, y cruza estos datos conlos provenientes de los lugares de ocupacin (periodos cul-turales documentados, restos materiales, industrias ltica ysea, y fundamentalmente la especializacin en la caza y ladisponibilidad de las materias primas) para sostener la cons-tatacin de una divisin geogrfica, de estrategia econmicay de utilizacin de materia prima entre los grupos paleolti-cos de la parte astur-cantbrica y el Pas Vasco, que ademsse corrobora en sus manifestaciones expresivas grficas(Moure, 1994: 326-327). Los paralelos de ciertos signos ru-pestres le proporcionan argumentos de peso para apoyar sushiptesis. Entre los ms importantes se hallan la presencia designos de estilo IV (incluye los signos rectangulares y cua-drangulares) en esta rea. Para l, se trata de un territoriocon una singularidad expresiva e ideolgica definida: con-viene subrayar la personalidad artstica del tramo cantbricosituado en los aproximadamente 90 km de franja que hayentre el Sella y el Pas, y muy especialmente en el Oriente deAsturias (45 km entre el Sella y el Deva). La presencia de de-terminados signos parietales que faltan fuera de la misma yla concentracin de otros referentes estilsticos (como lasconocidas ciervas tipo Castillo-Altamira) atestigua la movi-lidad y/o intercambio de ciertos grupos dentro de esos terri-torios (Moure, 1994: 327).

    A partir de este trabajo, otros equipos investigadores hanllevado a cabo estudios centrados en la identificacin de las

    reas de movilidad (territorialidad) de los grupos humanospaleolticos basndose en las caractersticas e interpretacinde los restos arqueolgicos presentes en los yacimientos y,fundamentalmente, en las similitudes de las evidencias ar-tsticas. M. Menndez y su equipo, por ejemplo, han adver-tido la existencia de un grupo paleoltico que debi moversepor la cuenca fluvial del ro Sella con la base residencial enel conjunto de yacimientos del entorno marino de Ribadese-lla y el apoyo logstico en los yacimientos de un interior nocostero pero muy accesible por distancia y orografa, con re-cursos complementarios (Menndez, 2003: 197). Entre lasanalogas que detectan se encuentra la similar tipologa delos tectiformes de El Buxu (en su gran mayora grabados)con algunos de Tito Bustillo (principalmente dispuestos enel panel central) (fig. 12).

    En nuestra investigacin, tambin hemos advertido unacierta uniformidad icnica en la regin central de Cantabria(en el territorio comprendido entre el valle del Pas, el sistemaSaja-Besaya, el valle de Camargo, la ra de la Raba, llegandohasta el valle del ro Pontones) a principios del Magdale-niense que se manifestara en:

    la presencia de los rectngulos subdivididos en las ci-tadas cuevas (algunos datados en torno al 15.000 BPcomo en Altamira y Chimeneas);

    los omplatos y paredes grabados con crvidos detrazo estriado en Altamira, Castillo, Juyo, Rascao, ElPendo o El Cierro;

    la existencia de las denominadas mscaras en lasgaleras fnales de Castillo y Altamira, y prximas a

    REFLEXIONES Y PROBLEMTICAS EN TORNO AL ESTUDIO DE LOS SIGNOS RUPESTRES PALEOLTICOS

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    FIGURA 12. Serie de signos tectiformes de la cueva de El Buxu(Cangas de Ons, Asturias).

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    signos rectangulares tabicados negros (quizs po-dramos incluir a la mscara del Juyo);

    y en la riqueza formal y similitudes estilsticas de laindustria sea de estas capas (azagayas de seccincuadrada decoradas con motivos semejantes).

    Estos constataciones nos inducen a considerar que du-rante el citado perodo los yacimientos de Altamira, Castillo,La Garma o El Juyo pudieron ser habitados por grupos conuna misma unidad ideolgica, que se plasma en modelos ico-nolgicos semejantes (Bernaldo de Quirs y Mingo, 2005:226). Junto a estos grandes yacimientos, considerados comolugares de agregacin, encontraramos otros como Rascao,El Pendo o El Cierro con menor intensidad de ocupacin, unabase econmica algo diferente donde no se constata el pre-dominio aplastante de restos de ciervo como en Altamira yCastillo y s un mayor equilibrio entre especies e incluso unaespecializacin en cabra, pero por los que tambin circula-

    ran estas gentes con parecido universo ideolgico y cultural.La aplicacin de los estudios en arte paleoltico, espe-

    cialmente de los signos, para aproximarnos al conocimientodel aprovechamiento y uso del territorio en perodos pleisto-cnicos es muy interesante pues se ha revelado, a travs de lacomparacin, como una herramienta fundamental a la horade valorar y definir no solo la posible sincrona de los con-juntos sino la identificacin de un semejante mundo expre-sivo y por tanto ideolgico y/o religioso, lo que puede indicarla movilidad de un grupo o de una serie de bandas que com-partiesen una misma cultura material y simblica. La infor-macin proveniente del registro arqueolgico puede reforzarla constatacin de una territorialidad grupal, o viceversa, losparalelos expresivos pueden fortalecer las conclusiones deri-vadas de los anlisis y comparaciones de los restos materia-les. En definitiva, se puede afirmar que nos encontramos anteuna propuesta investigadora central en Prehistoria.

    Alberto Mingo lvarez

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