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REFLEXIÓN SOBRE EL FENÓMENO DEL PUDOR ANÁLISIS DEL PUDOR DESDE LA PERSPECTIVA FENOMENOLÓGICA Jorge Luis Hernández Torres

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REFLEXIÓN SOBRE EL FENÓMENO DEL PUDOR

ANÁLISIS DEL PUDOR DESDE LA PERSPECTIVA FENOMENOLÓGICA

Jorge Luis Hernández Torres

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REFLEXIÓN SOBRE EL FENÓMENO DEL PUDOR Por Jorge Luis Hernández Torres

Introducción La manifestación del pudor es un hecho universal que causa y ha causado posiciones contrarias en los enfoques de la moral. Estas posturas van desde la simple negación hasta la diatriba más acérrima y sospechosa. Desde la explicación de su inutilidad hasta el deseo de aplicación jurídica penalizante. En todo el mundo, desde la aldea global ínsita en la omnímoda civilización occidental hasta en la aldea más apartada de la virtual realidad comunicacional, ya sean nómades subsaharianos o grupos familiares en Papúa-Nueva Guinea; pasando por las cuasi civilizaciones orientales y musulmanas. Pues es un hecho universal, mas reconocemos que no es total. Influye en los seres humanos pero no a todas las personas, en los adultos más bien que a los infantes; aunque se presenta por igual en los hombres que en las mujeres aunque con diferencias de expresión según podremos ver más adelante.

Definición del pudor El término pudor lo define la Real Academia Española de la Lengua como honestidad, modestia y recato, haciéndola provenir del término latino pudor –ōris, con un homófono en putor –ōris y a la vez antónimo ya que significa mal olor, o hedor. Tiene como sinónimos al recato, la decencia y el decoro en la honestidad y en la modestia a “la virtud que modera, templa y regla las acciones externas, conteniendo al hombre en los límites de su estado, según lo conveniente a él”. En el recato que es encubrir u ocultar lo que no se quiere que se vea o se sepa, cuenta con los sinónimos de reserva y cautela.1 Con estas definiciones nos podemos ir dando cuenta del significado con el que se usa la palabra pudor y podemos determinar que el pudor es la tendencia del ser humano de encubrir ciertos actos en virtud de que no se velen otros de mayor valor. Esta es una definición general que podremos desglosar en varias intensiones particulares.

El pudor; un acercamiento. Pero ante esto, ¿qué es lo que han dicho otros a cerca del pudor? como ya apuntamos arriba unos lo niegan, otros lo denigran, algunos los denostan y pocos lo honran. Nosotros simplemente lo intentamos describir, explicar, verificar y ratificar aplicando la metodología fenomenológica. Así la filosofía aristotélico tomista lo considera no exactamente como una virtud, sino como un sentimiento y una pasión del alma vinculado a cierto 1 (REAL ACADEMIA DE LA LENGUA)

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tipo de manifestaciones, y lo confunde con el sentimiento de vergüenza. Para otros el pudor es un prejuicio injustificado del que conviene librarse. El personalismo lo considera una característica de la persona, como la salvaguarda de la intimidad, la prueba de que la persona posee intimidad y no existencia meramente pública. Freud expone que el poder que se opone al deseo de contemplar o ser contemplado y que es vencido a veces por éste, es el pudor.

Descripción del fenómeno del pudor Dejando a un lado lo que otros han dicho sobre el hecho del pudor, demos una mirada a este fenómeno humano –el pudor- porque descartamos que se dé en los animales algo parecido al pudor, nacido de la constitución propia de la persona humana, es decir en sus capacidades corporales en relación con su naturaleza espiritual. Lo que se puede reconocer en los animales es solamente el temor, el miedo asociado con el instinto de conservación del individuo, cuando por ejemplo los animales se “esconden” de la mirada de otros lo hacen para no ser cazados. O del que se esconde de la percepción de otros para cazarlos a su vez. En lo tocante al instinto de conservación de la especie, ni siquiera se pueden reconocer actividades parecidas al pudor, todo lo contrario, los animales “se muestran” y presumen sus cualidades sexuales para poder ser elegidos como el espécimen más apto para la perpetuación de las características propias de la especie en evolución hasta el momento. Y si algunos pelean y ahuyentan a otros en el momento de la copulación es para impedir la oportunidad a los competidores, nunca por salvaguardar el honor o la intimidad. Entonces, el pudor es una manifestación absolutamente humana, encontrada en todos los grupos humanos, aunque con diferentes expresiones. El pudor se manifiesta en las personas formadas o en proceso de formación. Cuando ya han reconocido su individualidad e inician en la autoafirmación de sus valores propios. De esta manera los niños hasta antes de los ocho años no muestran conductas que expresen un sentimiento de pudor. En las demás personas se manifiesta como un rubor y sentimiento de vergüenza por dar a conocer elementos que pueden ser reconocidos en un sentido diferente. En el cuerpo se constata el aumento de color en las mejillas y en toda la piel en general bajar la mirada y encoger el cuerpo. En la psique se descubre un sentimiento de miedo a la exposición de sus verdades personales o de las verdades de una comunidad de personas;

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con lo que hacemos mención a la etimología de la palabra vergüenza; vere –verdad- cundia –difundida, expuesta- . Se puede sentir rubor por descubrirle a un adolescente que se le ha visto con su nueva amiga, a un joven por desvelarle que en realidad el auto que compró no cuesta tanto como a él se lo dieron, pero en general se aplica sobre todo en cuestiones de exposición de la intimidad y particularmente de la del tipo sexual. Con estos ejemplos hemos concentrado la atención en la manifestación concreta del pudor, con lo cual podemos llegar a investigar cual es el origen de este fenómeno, presente en la persona formada y que se da en el hecho de encubrir ciertos actos en virtud que no se velen otros de mayor valor. ¿Cuáles actos es necesario cubrir para poder desvelar otros que son necesarios exponer? Es claro que los actos que debemos cubrir son los que ya están ahí, puestos, expuestos, patentes como lo son los hechos físicos o la manifestación de la materia en el cuerpo, claro en el cuerpo de la persona como un individuo de naturaleza racional2 y más aún como espíritu encarnado3 de ahí que los que están ocultos, subrepticios, son los hechos espirituales a los cuales es necesario exponer.

Explicación de la esencia del pudor La persona humana participa pues de una naturaleza doble, es un espíritu encarnado; en la carne están ínsitos los deseos y los apetitos, la necesidad de satisfacción corporal, el apetito concupiscible que quiere más y más a cada momento. Se manifiesta en el hambre de placer, de llenar al cuerpo, de cumplir sus apetencias. Además de necesidades básicas como el comer y el beber, los impulsos sexuales y la propensión al descanso, presenta otras urgencias como tener seguridad, sentirse perteneciente a un grupo y sentirse estimado. Estas últimas van apuntando gradualmente a niveles menos físicos, desde lo psíquico hasta lo espiritual. De ahí que descubramos esta naturaleza y esencia espiritual, en la racionalidad, en el campo emotivo, en la afectividad. Estos hechos son los que advertimos como ocultos, no patentes y que son necesarios de presentar, develar. Tenemos pues por un lado las apetencias de origen corpóreo, que se manifiestan en el deseo; y por el otro intenciones originadas en el conocimiento por su razón y en la emotividad por la voluntad, completamente espirituales.

2 Boecio; Individua substantia rationalis naturae.

3 Personalismo.

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Es palpable que las apetencias buscan mecánicamente la complacencia de su precariedad, el placer está íntimamente unido al dolor, si no se llenan estos huecos se manifiesta el dolor, y cuando se sobresaturan sobreviene el hastío pero con dolor. Por esta característica de padecimiento es por la cual se reconoce su sentido de urgencia, de apremio, de exigencia. Pero la intención racional y volitiva no es apremiante, ni exigente de manera fatal, ¿Por qué? Veamos este punto.

Verificación de la universalización intersubjetiva del pudor. El ser humano se descubre persona, individual, racional y corpórea. Se relaciona con las cosas, con lo otro por su cuerpo, se relaciona con los otros con su cuerpo y con su espíritu, se relaciona con El Otro en su espíritu. ¿Cómo se da esto? Sigue aquí un antescriptum sobre la íntima relación del yo con lo demás, con lo no-yo. El ser humano encuentra sentido en la vida, encuentra el ser y el deber ser, el ser de la realidad en sí misma aunque el encuentro de ese ser no sea del todo fidedigno a la cosa, va acercándose sucesivamente cada vez más y más aunque sabe –eso sí- que nunca llegará a la identificación con ella. Ese acercamiento se da en diversos ámbitos, en el de lo otro, puesto ahí enfrente de él como retándolo a aprehenderlo y a tenerlo, como si alguien lo incitase a su apropiación, como si ese fuera su destino. Pero esta realidad se manifiesta de múltiples maneras, la realidad afuera, y la realidad adentro; la realidad afuera entre lo otro y el yo y la realidad adentro entre el ser y el yo. La aprehensión de lo otro afuera le da el reconocimiento y diferenciación de su ser adentro, de su yo y lo remite al descubrimiento de otro yo (o sea al tú) en los otros afuera. Ya tenemos tres aspectos de la realidad; el yo, lo otro y los otros, con los cuales entra en comunidad yo-tú, tú-yo, yo en ti y tú en mí y este descubrirse acompañado lo refiere a otro mayor, lo totalmente Otro. El encuentro otro es a lo que se refiere Julián Marías con el sentido de verdad como alethéia, como develamiento del ser, el encuentro de su patencia, pero como dije no es un encuentro total, así como los velos que lo cubren son múltiples y variados y no se pueden quitar todos de una vez sino que hay que ir ascendiendo –en el infinito de instantes presentes de la vida-- progresivamente hasta el ser total. 4 Es tan importante para el ser humano saber de sí, de los otros y del totalmente Otro, que sin ello dejaría de ser lo que es, y solo su libertad podrá hacer posible que se aparte de este encargo, que se aparte de su verdadero ser. Por ello se reconoce como un ser al que le duele su

4 (Marías, 1993)

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indigencia, su ignorancia sobre sí mismo –no saber que es, lo que es y quién es-; ignorar lo que es-tá delante de sí, lo otro, lo que era, lo que es y lo que será su vida ante el universo de seres puestos ahí y de los que sólo tiene noción de su latencia y muy poco saber de su patencia, o más bien de muy pocos tiene patencia de su ser y ésta es muy limitada. Más le duele desconocer-se en los otros, no encontrar su común-unidad para no sentirse, como se encuentra, solo ante lo otro, y los busca con afán en uno o en otro, pero casi nunca reconociéndose en ellos y sólo los ve como otros “lo otro” en vez de como “otro yo”, menos “yo en los otros”. Tanto es así que o no puede mucho menos encontrar al totalmente Otro en los otros por no poderlo encontrarlo en su yo o no quiere re-conocerlo en su yo por no concederlo encontrar en los otros, lo cual lo hace tomar conciencia de su total indigencia. Una tercera posibilidad es perderse en lo otro superficialmente o en la superficie de los otros para no concentrarse en su propio ser lo que lo remitiría con el reconocimiento de su finitud y de su inminente encuentro con el totalmente Otro. Este es el verdadero diálogo con la falsedad que expresa Marías, refiriéndolo a la época actual. Es un falso diálogo, pues se parece más bien a un monólogo consigo mismo para no salir de sí y encontrar al Otro en los otros por lo otro. Para evitar la discordia y jerarquizar los diferentes modos de vivir con la verdad (para no perderse por agenesia o por abulia), para ser auténtico; es necesario fundamentar la verdad en el ser, ordenarla y jerarquizarla en la certidumbre radical y decisiva de los métodos, en la universalidad del uno en los muchos, en la positividad de la realidad sin imaginarios utópicos, sabiéndola distinguir verdaderamente para sí misma en el reconocimiento de que por su razón encuentra al ser en sí o verdad para nosotros, en la aplicación de la experiencia de vida, en la fe en los otros y en la esperanza en Dios. Todo lo anterior fundamenta la necesidad de la persona de salir de sí mismo de tal manera que reconociendo que él mismo toma a lo otro como objeto para sí mismo, no quiere de la misma manera ser tomado por los otros como un objeto para ellos, sino en cambio ser tenido como otro yo, como otro el otro. La manera humana de tomar al otro como un yo, es el amor. La manera de tomar a lo otro como objeto es la posesión. Para tomar posesión debes tener deseo, para ser tomado y para tomar como otro yo es el amor. De ahí que la persona quiere ser objeto de amor (si vale la expresión) pero no quiere ser tomado como objeto de deseo (cosificación) sin embargo,

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necesita provocar el deseo para que nazca el amor, como vehículo material del amor espiritual.5 Reconocemos pues en las manifestaciones de las personas el hecho del pudor, o en el hecho del pudor las manifestaciones de la persona. Y como dijimos arriba, se manifiesta de manera diferente o diversa en hombres que en mujeres. Lo analizaremos en su especificación de la sexualidad al constatar estas diferencias entre los sexos. En la mujer se manifiesta en la actitud de presentarse como objeto del deseo, con la intención íntima aunque no siempre consciente de provocar en la persona del sexo opuesto el deseo, la compulsión a la posesión corporal, carnal, del objeto que llena las ansias del instinto. Por eso el coqueteo, por eso se descubre un poco más de lo que marca la cultura, la moda, la situación y la posición. Pero al mismo tiempo internamente reconoce que se está presentando, mostrando como objeto, como cosa material, corporal (en ocasiones es un juego semiinconsciente) e intuye que siendo ella algo más –de naturaleza racional, es decir espiritual- distingue que necesita ser amada, no sólo deseada, o precisando, ser objeto de deseo solo como medio para lograr el ser amada, el ser objeto del amor. Por lo tanto le nace el sentimiento del pudor, de darse cuenta que puede ser tomada como cosa, por su acción, o por la intención del otro a quien se dirige su acción. En consecuencia se ruboriza, se cubre de vergüenza y de temor de no ser realmente tomada o tomada como lo que realmente es, una persona, un fin en sí misma y no un medio de satisfacción del deseo para el otro6. En el varón el pudor se manifiesta cuando al presentarse ante la mujer como objeto de admiración, con la intención interna de que se logre el reconocimiento de su valía y pueda mostrarse conforme objeto de amor. El hombre quiere ser admirado por lo que hace o por lo que puede llegar a ser, por su valentía, por sus capacidades, por lo que tiene o puede llegar a tener. Pero se da cuenta que puede ser tomado como un medio, como un proveedor, como un instrumento de satisfacción material –no tanto corporal o sexual aunque no se excluye- y advierte que puede ser aceptado como un medio para otro y no como un fin en sí mismo, por lo cual se ruboriza, le nace el sentimiento del pudor, se envuelve de vergüenza de no ser tomado por la mujer como un ser para sí, sino como un medio en sí, como elemento de satisfacción de necesidades para ella.

5 Cfr. (Wojtyla, 1969)

6 (García Morente, 2000)

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Los dos, hombre y mujer necesitan desde lo más íntimo ser amados, es una necesidad de primer orden el amor y sus manifestaciones como el afecto, el cariño, la simpatía, etc. pero este se puede confundir con el deseo, la pasión, la posesión, el uso. De ahí la necesidad profunda de la comunicación interpersonal que puede llevar a las personas a la común-unión, a la unión de dos en uno, a ser un solo cuerpo con dos almas, o un alma en dos cuerpos. Es esta la aspiración y la proyección esencial del ser humano, el amor, amar y ser amado. De esta necesidad constitutiva surgen todas las otras proyecciones, pero la realidad humana de ser espíritu encarnado, la unidad de dos naturalezas es la que desconcierta, la que trastorna el actuar concreto en el tiempo y en el espacio de las personas. De ahí la necesidad de conocer y dominar estas dimensiones para poder actuar y fraguar la vida propia, el devenir personal en este momento de eternidad que les fue concedido vivir.

San Miguel el Alto, Jalisco. Primavera del 2012 Bibliografía Corbella Roig, Joan. (1994). Descubrir la psicología. Vol. 6. Barcelona.: Ed. Folio.

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Lucas Lucas, R. (2010). Explícame la persona. Roma: ART.

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