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Retiro, Junio 2014. Enredados Contigo Cuando nosotros hablamos de “corazón” nos suena a los afectos, a las realidades y personas que queremos y “tenemos en el corazón”. Se nos viene la idea de que estamos refiriéndonos a una dimensión de nosotros mismos… pero no a toda nuestra verdad. En cambio, en la mentalidad bíblica, el corazón es mucho más: es todo lo que somos. No sólo es la sede de nuestros sentimientos, también es el lugar donde se albergan los pensamientos y las decisiones. Para la Escritura, el corazón es la imagen de todo lo que somos, de nuestra identidad más profunda que incluye voluntad, entendimiento y afecto. Es, además, el órgano de la escucha, con el que podemos acoger al Tú de Dios cuando sale a nuestro encuentro. Su Palabra se recibe en el corazón y no en los oídos. Es el corazón lo que os invitamos hoy a poner en juego en este día de encuentro con el Señor. Hoy no es día de pensar, evaluar, organizar… es el momento de tomar contacto con nuestra verdad más profunda, con todo lo que somos y vivimos, y, desde ahí, re-cordar... Re-cordar no es “hacer memoria”, no es “traer a la cabeza”… es, más bien, volver a pasar por el corazón. Y, una vez que lo hayamos pasado por el corazón… pasarlo también por el corazón de Dios. Juan Pedro llegaba agotado al final de curso… los buenos propósitos, la iniciativa, la creatividad, la pasión…todo había ido cediendo terreno frente a la avalancha abrumadora del día a día. Lo urgente siempre se imponía a lo importante y poco a poco la rutina y el cansancio se habían ido haciendo los dueños de su corazón. Una vez más, como cada noche, intentaba reservar un último pensamiento para poner en manos de Dios todo lo vivido. Hoy se sentía especialmente cansado, especialmente triste…Nunca estamos preparados para el fracaso y cuando llega el golpe siempre es duro…muy duro.

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Retiro, Junio 2014. Enredados Contigo

Cuando nosotros hablamos de “corazón” nos suena a los afectos, a las realidades y personas que queremos y “tenemos en el corazón”. Se nos viene la idea de que estamos refiriéndonos a una dimensión de nosotros mismos… pero no a toda nuestra verdad. En cambio, en la mentalidad bíblica, el corazón es mucho más: es todo lo que somos. No sólo es la sede de nuestros sentimientos, también es el lugar donde se albergan los pensamientos y las decisiones. Para la Escritura, el corazón es la imagen de todo lo que somos, de nuestra identidad más profunda que incluye voluntad, entendimiento y afecto. Es, además, el órgano de la escucha, con el que podemos acoger al Tú de Dios cuando sale a nuestro encuentro. Su Palabra se recibe en el corazón y no en los oídos.

Es el corazón lo que os invitamos hoy a poner en juego en este día de encuentro con el Señor. Hoy no es día de pensar, evaluar, organizar… es el momento de tomar contacto con nuestra verdad más profunda, con todo lo que somos y vivimos, y, desde ahí, re-cordar... Re-cordar no es “hacer memoria”, no es “traer a la cabeza”… es, más bien, volver a pasar por el corazón. Y, una vez que lo hayamos pasado por el corazón… pasarlo también por el corazón de Dios.

Juan Pedro llegaba agotado al final de curso… los buenos propósitos, la iniciativa, la creatividad, la pasión…todo había ido cediendo terreno frente a la avalancha abrumadora del día a día. Lo urgente siempre se imponía a lo importante y poco a poco la rutina y el cansancio se habían ido haciendo los dueños de su corazón.

Una vez más, como cada noche, intentaba reservar un último pensamiento para poner en manos de Dios todo lo vivido. Hoy se sentía especialmente cansado, especialmente triste…Nunca estamos preparados para el fracaso y cuando llega el golpe siempre es duro…muy duro.

Enredados Contigo 2 Junio 2014

Sus ojos se llenaron de lágrimas al repasar el día, su corazón herido había aguantado callado la dura jornada pero ahora delante de Dios no podía más que dejar salir a borbotones la tristeza que se apoderaba de él. No buscaba respuestas ni buscaba consuelo, solo dejaba fluir sus sentimientos en la certeza de que Dios siempre nos acoge sin juzgarnos, sin dar respuestas fáciles, sin ofrecernos salidas falsas…

Lloró sin parar durante varios minutos y finalmente levantó la cabeza hasta cruzar la mirada con los ojos del Cristo que tenía delante.

Esos ojos volvieron a atraparle, esa mirada tierna y cálida que conquistó su corazón cuando era joven seguía ahora cautivándole. El tiempo se detuvo, las miradas se mantuvieron fijas, “tus ojos en los míos y los míos en los tuyos” y una voz que nacía del corazón se fue, poco a poco, imponiendo: “Recuerda”… “Recuerda”… “Recuerda”… “Recuerda el por qué de lo que vives”… “Recuerda la pasión que te inclinó hacía el Sí”… “Recuerda la alegría de cada encuentro”… “Recuerda quien eres”…

… “Recuerda el camino que el Señor, tu Dios, te ha hecho recorrer”

El libro del Deuteronomio insiste una y otra vez en pedirle al pueblo que recuerde… porque en ello se juega mucho. De ello depende poder caminar en confianza. Y es que cuando los hebreos quieren imaginarse el futuro no lo hacen “hacia delante” como hacemos nosotros. Al revés: para ellos el futuro está “a la espalda” porque no pueden verlo. Lo único que pueden tener ante los ojos es lo que han vivido, su pasado. Recordar cómo Dios ha caminado junto a ellos en lo bueno y en lo malo es lo que les permite avanzar hacia el futuro “de espaldas”, dirigiéndose hacia lo incierto y desconocido con la certeza de que Él seguirá a su lado como ya lo hizo.

Fíjate bien: no se trata de dar la espalda al futuro, ni de agarrarse a lo ya vivido como única verdad (¡cuantas veces la Vida nos sorprende y surge lo inesperado, lo que no podíamos esperar de las circunstancias, lo que parecía impensable desde la lógica de lo ya vivido!...). Más bien se trata de vivir “sabiendo que hemos vivido”, y que lo vivido merece la pena… que avanzamos sin la angustia de “tener que ver” lo que viene para tenerlo todo medido y controlado. Es la sabiduría de la confianza…

Pero recordar no sólo es condición de posibilidad para poder confiar, también es revivir la acción de Dios en su historia. Israel, como nos pasa a nosotros, corría el riesgo de olvidarse de la gran experiencia que supuso la liberación de Egipto cuando “las cosas fueran bien” y se

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instalaran en la tierra (cf. Dt 8,11-18). Por eso se les insiste en recordar qué han vivido, por qué se han puesto “en camino”, qué dificultades han experimentado por el desierto y qué amorosos cuidados han recibido del Señor que caminaba delante de ellos. Este rescatar del olvido todo lo recibido es, en realidad, como volver a acogerlo, porque recordar es reactivar el don de Dios.

Un corazón que recuerda es un corazón que agradece… Eso sí: siempre que sea un corazón que sabe mirar, que sabe ver lo vivido, lo recibido, ¡lo regalado! Por eso podemos decir que recordar reactiva el don de Dios, lo más nuclear de nuestra vida…

Ponte de cara a Dios y vuelve a pasar por el corazón con calma las tareas, las personas, las vivencias, las situaciones… de estos últimos meses. Recuérdalas y saborea el poso que dejan en ti. Tómate tu tiempo. No hay ninguna prisa. Déjate sorprender por los recuerdos que surgen sin pensar y rescata del olvido los pasos más desapercibidos que el Señor te ha hecho dar en este año.

EN CAMINO… DE CORAZÓN

Para recordar no hace falta parar el mundo… Es más: para Israel, el mejor modo de recordar es seguir caminando, como acabamos de decir. Pero si es importante la mirada, también es importante cómo y con quién caminamos.

Ningún camino es fácil. Ningún camino te deja indiferente, para bien y para mal. Tú eres camino. También en este curso que termina.

“Iban de camino subiendo a Jerusalén, y Jesús marchaba delante de ellos; ellos estaban sorprendidos y los que le seguían tenían miedo. Él les dijo «¿Qué

queréis de mí?»” (Mc 10,32.36)

¿Qué queréis de mí’, la pregunta resonaba en su cabeza insistentemente, Juan Pedro estaba acostumbrado a tener más o menos claro lo que quería, pero en este momento de su vida no sabía responder a muchas preguntas y esta era una de ellas: Juan Pedro… ¿Qué quieres?, ¿qué anhela tu corazón?, ¿qué buscas?... ¿qué quieres que haga por ti?.

Hasta ahora se había hecho la pregunta siempre al

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revés, le habían enseñado desde pequeño a preguntarle a Dios: “Señor ¿qué quieres de mí?” y él había pasado su vida intentando responder con sus actos a esa respuesta que intuía de parte del Padre. El discernimiento que tantas veces había hecho estaba enfocado a descubrir la respuesta de Dios para así enfocar la vida según su querer, según su voluntad…

Y ahora, justo ahora, cuando el cansancio y la desesperanza mostraban toda su fuerza, era cuando la pregunta cambiaba radicalmente… Juan Pedro ¿qué quieres de mí?, ¿por qué me sigues?, ¿qué vas buscando?

No era un reproche por parte de Jesús, ni siquiera una llamada a clarificar las motivaciones de su seguimiento, era más bien una pregunta lanzada directa a su corazón… ¿qué quieres?... ¿qué quieres de mí?... ¿por qué me sigues ahora que sabes dónde vamos?, ¿por qué continuas caminando conmigo ahora que sabes cuál es el final que se anuncia para todos aquellos que buscan Amar… hasta el extremo?

La cruz se presentaba terriblemente real, dura, cruel. Juan Pedro no podía idealizarla ya porque había empezado a sufrir sus consecuencias y sentía día a día el dolor de la entrega y el vacío de la ausencia…

Y sin embargo solo pensar en abandonar, en dejar solo a Jesús, en renunciar a todo lo vivido, a todo lo soñado, producía en él un terrible desasosiego.

No sé lo que quiero Señor, pero sé que quiero estar contigo, sé que no quiero dejarte solo y sé que no puedo caminar sin Ti.

Entonces recuerda… vuelve al corazón… al tuyo… y al mío… Recuerda…

Para el evangelio de Marcos el camino tiene una gran importancia. No sólo empieza su relato con una solemne cita bíblica sobre el camino (Mc 1,2-3) sino que, además, hay una gran parte del evangelio que se desarrolla teniendo el camino a Jerusalén como escenario fundamental. En esta llamada sección del camino (Mc 8,27 – 10,52) Jesús se empeña en “dar clases particulares” a los discípulos sobre qué tipo de Mesías es Él y qué significa en realidad ser discípulos suyos. Insiste en “entrenar” a sus seguidores para lo que va a suceder. Es como la “concentración” antes del “partido” que se jugará en el campo ajeno de Jerusalén (la ciudad “que mata a los profetas”). Y, para ello, el Maestro les habla con claridad hasta tres veces de su pasión y de cómo seguirle significa acoger al que no cuenta, ponerse al servicio de todos y caminar detrás de Él hasta la Cruz del amor extremo.

Enredados Contigo 5 Junio 2014

“Jesús marchaba delante de ellos”

No sé cómo ha sido tu camino este año… Sólo sé que Jesús marchaba delante de ti… ¡en todo! Recordar es también retomar las convicciones fundamentales que dan “suelo” a nuestra vida. Esas convicciones internas que a veces ni siquiera puedes razonar pero que en tu corazón “sabes” que son verdad. Lo has saboreado, lo has experimentado… y contra aquello que se ha hecho experiencia en ti, difícilmente puedes dudar.

“Ellos estaban sorprendidos y tenían miedo”

¿Qué les sorprendía? Quizá nunca lo podremos saber. ¿Que Jesús fuera delante?, ¿que caminara hacia Jerusalén con la que se estaba montando?, ¿que lo hiciera del modo que lo hacía?... Tú estás en ese camino tras Jesús. Tú también habrás tenido momentos de sorprenderte y de asustarte últimamente: ¿por qué ha sido?, ¿cómo te has sentido? … ¿qué te asusta?, ¿cómo renuevas el don de la presencia de Jesús que te llama y camina contigo en medio de tantas subidas a Jerusalén? ¿Cuál es la tuya en este momento?

“¿Jesús les dijo: ¿qué queréis de mí?”

Estés como estés, haya sido como haya sido este último tiempo… Jesús una vez más te dice: ¿qué necesitas, qué quieres de mí? Quizá sólo así podemos seguir caminando hacia Jerusalén… recordando, dando gracias, descansando en Él…

Y SENTIR ARDER EL CORAZÓN, CON ÉL… (Lc 24,13-35)

La buena compañía no bastaba ya para disipar la duda y la tristeza, todo era tan injusto, todo era tan distinto a como había imaginado… Durante años había creído que podría cambiar el mundo, que el Amor lo podía todo, que el evangelio era la solución para todos y cada uno de los problemas que pudieran presentarse…

Y ahora la realidad se imponía dura y cruel, Jesús ya no estaba y el mundo seguía moviéndose al son de los poderosos y en contra de los humildes y los pequeños. “La vida no es justa” se repetía una y otra vez, en una cantinela que no hacía más que ahondar su ansiedad y su tristeza.

Enredados Contigo 6 Junio 2014

Y entonces apareció El, como tantas veces, al principio no supo reconocerlo, pero su corazón necesitaba desahogarse y el repitió su canción una vez más: “la vida no es justa”… El escuchó sin interrumpir, permitió el desahogo, la crítica, la ira incluso… y luego recurrió a la Palabra para calmar su corazón herido… “recuerda Juan Pedro”, “recuerda”… acuérdate de cómo Dios conquistó tu corazón; acuérdate de cómo disfrutaste llevando a tu vida su Palabra, acuérdate de cada momento de gozo, de la experiencia de la comunión, de la fraternidad, de la pasión por “Vivir en abundancia”; acuérdate de cada encuentro con un Dios que está vivo y resucitado porque ha vencido al pecado, al dolor, a la muerte, al mal… Recuerda Juan Pedro, desciende, bucea, adéntrate en lo más íntimo de tu ser, de tu persona, de lo que en verdad eres…y recuerda

Y el recuerdo prendió la llama… …y el corazón comenzó a arder de nuevo al recordar… …y la vida se tiñó, una vez más, de posibilidad, de futuro, de esperanza… …y el Señor volvió a hacerse presente para abrir sus ojos… …y las miradas volvieron a cruzarse para enamorar dos corazones que desde el

principio estaban hechos el uno para el otro… …Y Juan Pedro se levantó y corrió hacia su propia Jerusalén para anunciar que la

Vida es más fuerte que la muerte y que El Señor sigue vivo entre nosotros… …Y mientras corría de vuelta no dejó de recordar.

Lucas también recoge la imagen del camino como símbolo de lo que significa seguir a Jesús: Ser cristiano es, en realidad, estar en el camino. Es en él donde el Señor nos sale al paso para cuestionarnos, acogernos, y dar un sentido desde Dios a lo que nos llena el corazón. Algunos autores consideran que este texto, que está casi al final, es para Lucas el culmen narrativo y teológico de su evangelio. Vamos, algo así como “las gafas” con las que poder releer todo lo que había narrado hasta entonces.

El Resucitado es Aquél capaz de abrir la Escritura a sus discípulos de modo que “todo encaje” y adquiera un sentido que ellos, por sí mismos, no eran capaces de encontrar. El empeño amoroso de Dios por establecer una relación con la humanidad que desborda cualquier expectativa estaba ya “entre líneas” de la Escritura, pero necesitan que sea Jesús el que les explique qué relación tiene con el aparente fracaso que han vivido.

Enredados Contigo 7 Junio 2014

“Aquel mismo día iban dos de ellos a un pueblo llamado Emaús, que dista sesenta estadios de Jerusalén, y conversaban entre sí sobre todo lo que había pasado. Mientras conversaban y discutían, el mismo Jesús se acercó a ellos y caminó a su lado; pero sus ojos estaban como incapacitados para reconocerle. Él les dijo: «¿De qué discutís por el camino?»

Siempre hay situaciones en las que nos cuesta especialmente reconocer a Jesús caminando a nuestro lado. Aprovecha esta oportunidad para poner nombre a esas realidades en las que nuestros ojos también están incapacitados para descubrirle. Y si notas que te enredas, te bloqueas, te quedas como atrapado en esa dificultad… busca a alguien con quien hablar…No te quedes dando vueltas contigo mismo…Dios no te quiere liado y encogido ¡nunca!

Ellos se pararon con aire entristecido. Uno de ellos, llamado Cleofás, le respondió: «¿Eres tú el único residente en Jerusalén que no sabe las cosas que han pasado allí éstos días?» Él les dijo: «¿Qué cosas?» Ellos le dijeron: «Lo de Jesús el Nazoreo, que fue un profeta poderoso en obras y palabras delante de Dios y de todo el pueblo; cómo nuestros sumos sacerdotes y magistrados le condenaron a muerte y le crucificaron. Nosotros esperábamos que sería él el que iba a librar a Israel; pero, con todas estas cosas, llevamos ya tres días desde que esto pasó. El caso es que algunas mujeres de las nuestras nos han sobresaltado, porque fueron de madrugada al sepulcro y, al no hallar su cuerpo, vinieron diciendo que incluso habían visto una aparición de ángeles que decían que él vivía. Fueron también algunos de los nuestros al sepulcro y lo hallaron tal como las mujeres habían dicho, pero a él no le vieron.»

Cuéntale a Jesús tus decepciones, tus reveses y heridas. Nárralas ante Él que te escucha y te acoge. Quizá también te ayude recordar a esas personas (“algunas mujeres… algunos de los nuestros”) que pueden haberte “sobresaltado” porque te han dicho en varios momentos que la Vida es más fuerte que la Muerte, que hay salida, que está Vivo y nos revive en cada sepulcro… Quizá no pudiste creerlos… Quizá ahora se te conceda recordar, agradecer, evocar, hacerlo carne de tu carne y permitir que te abra alguna que otra ventana en el corazón.

Él les dijo: «¡Oh insensatos y tardos de corazón para creer todo lo que dijeron los profetas! ¿No era necesario que el Cristo padeciera eso para entrar así en su gloria?» Y, empezando por Moisés y continuando por todos los profetas, les explicó lo que había sobre él en todas las Escrituras. Al acercarse al pueblo a donde iban, él hizo ademán de seguir adelante. Pero

Enredados Contigo 8 Junio 2014

ellos le rogaron insistentemente: «Quédate con nosotros, porque atardece y el día ya ha declinado.» Entró, pues, y se quedó con ellos.

Ahora toca escuchar. ¿Qué te dice Jesús de todo eso? Pasa por el corazón de Jesús lo que has pasado primero por el tuyo. ¡Cuánta Palabra de Dios puedes descifrar entre líneas de tu vida! ¡Cuánto está aún por descifrar y se mantiene confuso, desesperanzador, ambiguo…! Dice la sabiduría de los que han caminado antes que nosotros, que no hay nada como caminar con Él, volcar en sus manos nuestro corazón y dejar que sea Él mismo quien vaya llenando de sentido cada recodo de camino, cada claro, cada revés…

¿Por qué no formulas en esta tarde, vísperas de la Fiesta del Cuerpo y la Sangre de Cristo, tu propia petición para que Él se quede a cenar contigo? No es un espíritu ajeno… No es un fantasma… Es carne, pan, cuerpo, Eucaristía… y quiere quedarse contigo, aunque a veces, tan humano como es, haga “el ademán” de seguir porque sólo desea que tú le pidas que se quede.

Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. Entonces se les abrieron los ojos y le reconocieron, pero él desapareció de su vista. Se dijeron uno a otro: «¿No estaba ardiendo nuestro corazón dentro de nosotros cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?» Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén y encontraron reunidos a los Once y a los que estaban con ellos, que decían: «¡Es verdad! ¡El Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón!» Ellos, por su parte, contaron lo que había pasado en el camino y cómo le habían conocido al partir el pan. (Lc 24,13-35)

Que se me abran los ojos, Señor… y el corazón y el miedo y el recuerdo, y mi voluntad y mis deseos y mi cansancio… Que todo en mí se abra a tu presencia y te reconozca, Carne de mi carne, fuego ardiente dentro de mí. Ponme en pie de nuevo, una vez más. Parte conmigo tu pan… ¡lo necesito tanto!

Toma en tus manos tu corazón, tus entrañas, tu vida… Tal cual. Tómalas. Es la única manera de ponerlo en Sus Manos de verdad, de corazón, con toda la libertad y amor posible. Es todo lo que tienes que hacer en el día de hoy.