recopilación documental; apuntes sobre el revisionismo del partido comunista de rumanía

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Se trata de una recopilación documental que permitirá comprender el desarrollo histórico del Partido Comunista de Rumanía –PCR– y su deriva ideológica revisionista debida, claro está, en lo fundamental a que en él anidaron los oportunistas y sus políticas. No hablaremos en esta ocasión del revisionista Nicolae Ceaușescu sino de su homólogo y predecesor Gheorgiu-Dej.La parte inicial está preparada para que el lector pueda comprender las acciones y declaraciones del PCR que demuestran objetivamente la degeneración del mismo hacía el revisionismo bajo posiciones que le llevaron al nacionalismo y al jruschovismo, por eso hemos recuperado análisis y fragmentos de las memorias de Enver Hoxha: «Los titoistas, apuntes históricos» (1982) y «Los jruschovistas, memorias» (1980) donde se deja constancia sobre sus encuentros e impresiones acerca de la figura de Gheorghiu-Dej y de la situación en la propia Rumanía tras su liberación; también se aborda la abdicación del Rey Miguel, la reacción del PCR en cuanto al acercamiento de Jruschov a Tito en 1954, la controversia sobre el culto a la personalidad dentro del PCR, y la conferencia de Moscú de 1960 donde el PCR apoyó a Jruschov, etc.Para demostrar el inevitable carácter jruschovista y la nula defensa de Stalin, tanto de su figura como de su teoría y obra política desde el PCR en esos años a nivel público y en el panorama internacional, se añaden unas líneas al respecto de la lucha llevada a cabo por el marxista-leninista Nikos Zachariadis que reflejan, sin ninguna duda, el cambio de camisa –políticamente hablando– de Gheorghiu-Dej y su decidida ayuda a los jruschovistas en virar el rumbo ideológico del KKE hacía posiciones revisionistas, acordes con Jruschov.En el texto se agrega un documento del autor-historiador burgués, Vladimir Tismáneanu, que recoge puntos que pueden ayudar a comprender el proceso de descomposición del PCR, sobre todo nos será de utilidad para demostrar el oportunismo de Gheorghiu-Dej a la hora de tratar el tema de la figura de Stalin dentro del PCR: intentando hacer recaer todos los defectos del Partido desde 1944 en la sección «moscovita» de Ana Pauker purgada en 1952.Y como texto adicional final hemos realizado una recopilación de observaciones de Enver Hoxha sobre el revisionismo rumano durante 1958-1968 donde se tratan temas varios. Este compilado de citas de Hoxha, trata sobre todo del llamado frente común antisoviético sino-rumano, el cual trataba «independizarse» y rechazar el revisionismo soviético acercándose al imperialismo norteamericano.Así pues, lo temas son variados y esperamos que de gran interés al lector en general y en especial al lector marxista-leninista.

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  • Bitcora de un NICARAGENSE

  • Apuntes sobre el REVISIONISMO del

    Partido Comunista de RUMANA

    Recopilacin Documental

  • EDITORES

    NG

    Pedro Jos Madrigal ReyesMK 9

    Bitcora de un NICARAGENSE

    BIBLIOTECA del Soldado Rojo

    La presente edicin, sin nimo de lucro, no tiene ms que un objetivo,

    promover la comprensin de los fundamentos elementales del

    marxismo-leninismo como fuente de las ms avanzadas teoras de

    emancipacin proletaria:

    Proletarios de todos los pases UNOS!

  • Los COMUNISTAS consideran indigno ocultar sus ideas y propsitos.

    Proclaman abiertamente que sus objetivos slo pueden ser alcanzados

    derrocando por la violencia todo el orden social existente. Que las

    clases dominantes tiemblen ante una REVOLUCIN COMUNISTA. Los

    proletarios no tienen nada que perder en ella ms que sus cadenas.

    Tienen, en cambio, un mundo que ganar K BM L-1917. (Karl Marx y Friedrich Engels;

    Manifiesto del Partido Comunista, 1848)

  • Contenido Introduccin del Bitcora--------------------------------------------------------pg.01 Captulo I: Los titoistas, apuntes histricos, 1982; Enver Hoxha------------pg.02 Viaje de incgnito a Rumania en relacin con la traicin de Tito; encuentro con Vyshinski y Gheorghiu-Dej-----------------------------pg.02 La lucha contra el titoismo, una necesidad histrica---------------------pg.14 Notas------------------------------------------------------------------------pg.15 Captulo II: Los jruschovistas, memorias, 1980; Enver Hoxha---------------pg.16 La piedra de toque---------------------------------------------------------pg.16 El partido padre pretende dirigir-------------------------------------pg.17 El proyecto del imperio---------------------------------------------------pg.20 Mi primera y ltima visita a China--------------------------------------pg.21 Retirada temporal con fines de revancha-------------------------------pg.22 De Bucarest a Mosc------------------------------------------------------pg.23 Notas-----------------------------------------------------------------------pg.24 Captulo III: La lucha de los comunistas griegos contra el revisionismo----pg.25 Captulo IV: Gheorghiu-Dej y el PCR: de la desovietizacin al surgimiento del comunismo nacional; Vladimir Tismneanu----------------------------------pg.28 Captulo V: Obras Escogidas, Tomos II, III; IV; Enver Hoxha, 1958-1968-pg.32 Tomo II: Escritos sobre Rumana---------------------------------------pg.32 Tomo III: Escritos sobre Rumana--------------------------------------pg.34 Tomo IV: Escritos sobre Rumana--------------------------------------pg.39 Notas-----------------------------------------------------------------------pg.43

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    Introduccin de Bitcora Se trata de una recopilacin documental que permitir comprender el desarrollo histrico del Partido Comunista de Rumana PCR y su deriva ideolgica revisionista debida, claro est, en lo fundamental a que en l anidaron los oportunistas y sus polticas. No hablaremos en esta ocasin del revisionista Nicolae Ceauescu sino de su homlogo y predecesor Gheorgiu-Dej. La parte inicial est preparada para que el lector pueda comprender las acciones y declaraciones del PCR que demuestran objetivamente la degeneracin del mismo haca el revisionismo bajo posiciones que le llevaron al nacionalismo y al jruschovismo, por eso hemos recuperado anlisis y fragmentos de las memorias de Enver Hoxha: Los titoistas, apuntes histricos (1982) y Los jruschovistas, memorias (1980) donde se deja constancia sobre sus encuentros e impresiones acerca de la figura de Gheorghiu-Dej y de la situacin en la propia Rumana tras su liberacin; tambin se aborda la abdicacin del Rey Miguel, la reaccin del PCR en cuanto al acercamiento de Jruschov a Tito en 1954, la controversia sobre el culto a la personalidad dentro del PCR, y la conferencia de Mosc de 1960 donde el PCR apoy a Jruschov, etc. Para demostrar el inevitable carcter jruschovista y la nula defensa de Stalin, tanto de su figura como de su teora y obra poltica desde el PCR en esos aos a nivel pblico y en el panorama internacional, se aaden unas lneas al respecto de la lucha llevada a cabo por el marxista-leninista Nikos Zachariadis que reflejan, sin ninguna duda, el cambio de camisa polticamente hablando de Gheorghiu-Dej y su decidida ayuda a los jruschovistas en virar el rumbo ideolgico del KKE haca posiciones revisionistas, acordes con Jruschov. En el texto se agrega un documento del autor-historiador burgus, Vladimir Tismneanu, que recoge puntos que pueden ayudar a comprender el proceso de descomposicin del PCR, sobre todo nos ser de utilidad para demostrar el oportunismo de Gheorghiu-Dej a la hora de tratar el tema de la figura de Stalin dentro del PCR: intentando hacer recaer todos los defectos del Partido desde 1944 en la seccin moscovita de Ana Pauker purgada en 1952. Y como texto adicional final hemos realizado una recopilacin de observaciones de Enver Hoxha sobre el revisionismo rumano durante 1958-1968 donde se tratan temas varios. Este compilado de citas de Hoxha, trata sobre todo del llamado frente comn antisovitico sino-rumano, el cual trataba independizarse y rechazar el revisionismo sovitico acercndose al imperialismo norteamericano. As pues, lo temas son variados y esperamos que de gran inters al lector en general y en especial al lector marxista-leninista.

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    I

    Los titoistas, apuntes histricos; 1982

    Enver Hoxha

    Viaje de incgnito a Rumania en relacin con la traicin de Tito; encuentro con Vyshinski y Gheorghiu-Dej

    En el verano de 1948 se dio a conocer a todo el movimiento comunista y obrero, y a la opinin pblica mundial, que Tito y sus compaeros haban traicionado al marxismo-leninismo y al campo socialista. En este perodo las contradicciones entre nosotros y los titoistas yugoslavos eran tan grandes que podan llegar a transformarse en peligrosos conflictos. Los soviticos, conociendo mejor a Tito y desde haca tiempo, pensando que nosotros nos encontrbamos geogrficamente aislados por ellos y rodeados por Estados enemigos, desearon conversar con nosotros de la forma ms prxima y directa posible sobre las medidas que debamos adoptar en esta situacin. Asimismo consideraron necesario escuchar directa y detalladamente nuestras opiniones e ideas sobre el prolongado conflicto que habamos sostenido con la direccin yugoslava. Esto servira a los posteriores anlisis del Kominform sobre las posiciones y la lnea antimarxista de los cabecillas de Belgrado. Precisamente por estas razones, en el verano de 1948 se organiz una reunin en Bucarest en la que tombamos parte Vyshinski, Gheorghe Gheorghiu-Dej y yo. [...] Partimos una maana hacia Bucarest con un avin sovitico. Atravesaramos el espacio areo d Yugoslavia, a pesar de que nos habamos enemistado con ellos. Pilotaba el avin un hroe de la Unin Sovitica. Los soviticos haban enviado a este piloto a que me recogiera, ya que conoca la ruta que seguira el avin y esto era ms seguro para m en el caso de que la agencia yugoslava de espionaje se enterara de mi viaje. Viajbamos Chuvakin y yo solos. No estbamos obligados a detenernos en Belgrado, incluso en aquel tiempo no se permita que el avin pasara por esta ciudad, sino que la dejaba al norte. Y no slo eso sino que ms tarde, durante muchos aos hasta que Jruschov lleg al poder, cuando las relaciones entre los titistas y la Unin Sovitica y nuestros Estados socialistas se agravaron mucho, los yugoslavos no permitan en absoluto que los aviones regulares soviticos volaran sobre sus tierras, de modo que a nosotros nos pareca poco hacer ocho das de camino hasta Odesa, en buques soviticos de mercancas y no de grandes dimensiones, que te sacudan bien, y otros dos das de tren y raramente de avin desde Odesa a Mosc. El tiempo era bueno, con sol y sin nubes, y veamos desde el avin las tierras de Yugoslavia, campos que no se colectivizaron nunca, tierras no reglamentadas,

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    tal como estaban en la primera poca tras la liberacin tanto las nuestras como las de Rumana que sobrevolamos en avin. En el aeropuerto de Bucarest nos esperaba Dej, Anna Pauker, el embajador sovitico y algunos otros camaradas. Por lo que recuerdo nosotros todava no tenamos embajada en Bucarest, ni tampoco los rumanos en Tirana. No se haban cumplido las formalidades y las relaciones entre nuestros pases de democracia popular en la primera poca despus de la liberacin no haban sido plenamente sometidas an a las reglas diplomticas, continuaban desarrollndose al estilo guerrillero. En nuestro pas todo estaba en regla, el poder popular se haba establecido sobre slidas bases constitucionales pero en Rumania no. A sta le hizo falta cierto tiempo para acabar con la monarqua y con el rey Miguel, las potentes relaciones capitalistas que an existan, los residuos fascistas de la Guardia de Hierro de Antonescu, que todava se movan cuando yo viaj a Bucarest, etc. El factor decisivo en la liberacin de Rumania y en la liquidacin de estos peligrosos residuos era el Ejrcito Sovitico. Todo lo dems eran fanfarronadas y jactancias de Gheorghiu-Dej, como mostrar ms adelante, en las conversaciones que mantuve con l durante mi estancia all. Abrazamos a Dej, Anna Pauker y otros camaradas. Mi primera impresin al encontrar a Gheorghiu-Dej en el aeropuerto fue buena, no slo porque haba odo a los soviticos hablar bien de l, sino tambin porque tena fama de viejo comunista que haba padecido en la crcel Doftana. Ms tarde conocimos un suceso de su vida. Durante el tiempo que permaneci encarcelado en la Doftana, se produjo un terremoto en Bucarest [1] y guardianes y detenidos, comunes y polticos, salieron huyendo presos del miedo. Slo Gheorghiu-Dej no se movi de la crcel y cuando volvieron los guardianes y le encontraron dentro le preguntaron asombrados: T no te largaste?. No, les respondi Dej, yo respeto la ley. Dej era un hombre de elevada estatura, ojos; cejas y pelo negros, bien vestido, sonriente y que daba la impresin de ser un perijan cmo llamamos en Gjirokastra a la gente que es enrgica en los gestos y en las palabras, con una cierta presuncin y orgullo por su persona, satisfecha de s misma por lo que dice y lo que hace. Anna Pauker por su parte era una persona de naturaleza ms tranquila que la de Dej, aunque pareca enrgica. Era una mujer corpulenta, de facciones gruesas, y pareca haber sufrido en la crcel ms que Dej, tena los cabellos encanecidos y cortados, como dicen, a la gargonne1. Sub junto con Dej a un gran automvil sovitico ZIS. Tambin los dems subieron a los coches. Cuando lo hice yo el chfer me abri la puerta y no me di cuenta de que el automvil era blindado. Lo vi al salir y abrir la puerta desde dentro. No haba tenido ocasin de ver nunca una cosa as, slo haba ledo en revistas y libros que estos automviles eran utilizados por los reyes y dictadores para defenderse de los atentados, as como por los gnsteres para protegerse de los ataques de la polica. Cuando penetr en l, no me pareci encontrarme en un coche, sino en un verdadero arsenal: tanto a mi lado como al de Dej tenamos sendas automticas alemanas con dos cargadores de reserva cada una, a mis

    1Francs en el original.

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    pies y a los de Dej otras dos automticas alemanas con sus respectivos cargadores y, con toda seguridad, el guardia y el chfer llevaban lo mismo. Le dije a Dej bromeando: Podemos combatir veinte das con estas armas, es como si estuviramos en la torre de Oso Kuka [2] y le expliqu en un momento quin era Oso Kuka. Pero me dije a m mismo: Ya quisieran ser como Oso Kuka, que combati como los hombres y no se entreg. Mi impresin no era buena, no porque Dej hubiese pensado en tomar medidas defensivas sino porque eran excesivas. Mostraban o que los camaradas rumanos eran tan cobardes que no les llegaba la camisa al cuerpo, o que la situacin en su pas no era ni mucho menos tranquila, como queran aparentar. Cuando le hice a Dej la observacin sobre el arsenal, me respondi: Debemos ser vigilantes! De acuerdo que debemos ser vigilantes, me dije, pero no temer al enemigo. Somos nosotros quienes debemos atemorizarle a l y hacerle temblar. Segn pareca, en Rumania el enemigo no haba recibido lea como en nuestro pas. En l trayecto del aeropuerto a Bucarest, Dej me dijo: No entraremos en la ciudad, iremos a una casa en el campo, fuera de Bucarest, donde hemos tomado medidas para establecerles ya que estn de incgnito y Vyshinski no ha llegado an. Le esperamos maana o a lo sumo pasado maana. Donde nos dirigimos prosigui Dej es una familia muy segura, una antigua base en la que yo he estado antes de la liberacin. El hijo es comunista y la abuela una vieja muy cariosa y callada. Estar all muy bien. Para m no tiene ninguna importancia le dije. Donde hayan decidido que me quede, estar muy bien. A pesar de ello el asunto me sorprendi y me pregunt a m mismo: Tan mal estn stos en la ciudad que no me llevan all a algn apartamento? Tan inseguros estn que no me pueden proteger a m que no me conoce nadie, o acaso quieren mantener riguroso secreto sobre la reunin? Pero tampoco estos ltimos interrogantes me resultaban convincentes. Llegamos a la casa. Se trataba en efecto de una casa de campo, en medio del llano, pequea pero agradable tanto por fuera como por dentro y rodeada de rboles y flores. En la puerta nos esperaban el hijo y la madre, ambos muy simpticos, ella de alrededor de 60 aos y l hijo en torno a los cuarenta. Entramos, dentro todo estaba limpio, las paredes encaladas, todo amueblado con gusto, a la rumana. Dej les dijo a los dueos de la casa que yo era un camarada suyo muy prximo, que sera su husped por un tiempo muy breve, etc. Ellos, contentos, le respondieron en su lengua que yo comprenda algo por el italiano y el francs. Al marcharse Dej, Chuvakin se dispens diciendo que deba ir a la embajada sovitica a tratar con el embajador sobre lo que deba hacer y que regresara a ponerme al corriente.

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    De modo que me qued solo con los dueos de la casa y con un traductor de francs que me dej Dej. Despus de comer junto con mis anfitriones me fui a descansar. Todo en aquella casa de campo era limpio, tranquilo, simptico. Esto me quitaba el mal humor por haberme quedado solo, pero adems me permitira que en la tranquilidad de la noche clasificara los materiales y las ideas que presentara en la reunin con Vyshinski y Dej. Durante la comida y despus de la siesta aprovech la conversacin de los dueos de la casa para enterarme de la situacin en el pas, en la medida en que ellos la conocan y pudieran responder a mis preguntas. La situacin no est todava completamente clara dijo la mujer, pero la dominamos nosotros. Expulsamos al rey y liberamos el pas gracias al Ejrcito Rojo de Stalin. Ganamos adems otra cosa, que no se nos quem ni se nos asol el pas, a excepcin de unas cuantas cosas; nuestra industria est en pie. Nuestro pas es frtil, y de ahora en adelante ser, an ms frtil y floreciente. A decir verdad continu la anciana, la economa no est an en manos de nuestro Estado, los capitalistas continan estando en pie, los grandes y medianos comerciantes poseen y explotan libremente sus riquezas y se mantienen bien, independientemente de que nuestro Estado les ha establecido impuestos. Vamos, le digo a Dej prosigui la anciana cuando tengo ocasin de verle, qu estis haciendo? Todava dejis actuar a stos y a los propietarios de las tierras que nos han chupado la sangre, que eran el sostn de los alemanes y de Joheranu [3] y el Conductor2 Antonescu [4], que mandaron a nuestros muchachos a Rusia, asesinaron a los rusos e incendiaron ese pas? Ten paciencia, me responde Dej, todo llegar a su tiempo. As transcurri una parte del tiempo hasta el da siguiente al anochecer cuando Dej me recogi para marchar a Bucarest. Los dueos de la casa y yo nos separamos como buenos amigos. La anciana me bes, me regal un pequeo jarrn de madera labrada por ella misma durante el invierno y me dijo: Vuelve alguna vez, no nos olvides! An hoy, despus de tantos aos, no he olvidado a esta buena y sencilla gente del campo rumano, slo que desconozco sus nombres, ellos no me los dijeron y yo no pregunt, respet las reglas del incgnito qu haba establecido Dej. En el automvil, ste me dijo que Vyshinski llegara al da siguiente y que yo junto con Chuvakin me alojara en el que haba sido palacio del rey. Me ha sucedido como a los personajes de los cuentos de los hermanos Grimm, de la choza del campesino al palacio del rey! le dije a Dej. Por favor no me lleve all, no me gusta, no es para m ese lugar, deseo establecerme en un apartamento en medio de la ciudad, en medio del pueblo, nadie me conoce y no existe ningn peligro para m.

    2Rumano en el original.

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    No dijo Dej, te quedars all, ayer fue una vergenza para nosotros dejarte fuera de la ciudad, adems la reunin se celebrar all, tiene todas las comodidades. Protest nuevamente y le dije: Para m fue un gran honor alojarme con aquella sencilla y simptica familia y no tienen ustedes porque avergonzarse. A pesar de todo, quisiera o no, deba ir. Llegamos a uno de los famosos palacios de los reyes rumanos. Este no era uno de los grandes. Se trataba de una construccin de considerables dimensiones, con grandes galeras con columnas, rodeada de muros, con algunos pequeos parterres de csped entre los cuales, aqu y all, asomaban algunas flores, como si hubieran sido sembradas por una mano que no se haba ocupado nunca de ese trabajo. Nos condujeron a algunas habitaciones desnudas a las que no se poda calificar ni de grandes ni de pequeas; para ir al bao haba que salir al corredor. Resultaba evidente que se trataba de un palacio abandonado, sobre todo las habitaciones altas. A la construccin no slo no le daba apenas el sol, sino que adems faltaba la luz elctrica y el agua. En la planta baja haba salones algo mejor arreglados, al parecer haban cuidado mejor de ellos porque all se alojara Vyshinski y se celebrara la reunin. No tuvimos nada que hacer durante todo el da. Le planteamos a Dej salir a ver la ciudad de Bucarest. l estuvo de acuerdo y nos propuso dar un paseo por la ciudad e ir a la sede del Comit Central. All le presentar a un camarada del Bur Poltico dijo Dej, uno de nuestros mejores camaradas, Kishinievski. Es un sovitico de Bucovina, combati en Rumania y nos ayud, y despus de la liberacin yo le ped a Stalin que permitiera que Kishinievski abandonara la ciudadana sovitica, adquiriera la rumana y le retuviramos aqu. Stalin acept y as se hizo. Segn atravesbamos las calles de Bucarest, en parte a causa de la velocidad del automvil, y obligado por otro lado a escuchar lo que deca el traductor de Dej, no pude ver muchas cosas, aunque por lo que pude observar las calles parecan limpias, con verdor, ninguna ruina, ninguna destruccin de la guerra, las tiendas llenas, los escaparates repletos. Y tal como me suceda siempre que estaba lejos de la patria, tambin esta vez pens en mi pas incendiado y asolado por la guerra; segn vea los comercios repletos de Bucarest, pensaba en las tiendas vacas de nuestras ciudades, pero nunca ca en la desesperacin. Tambin nosotros tendremos de todo, lo crearemos nosotros mismos, nuevo, hermoso, nosotros y estamos orgullosos de haber luchado con herosmo contra los enemigos, de conquistar la libertad derramando sangre sin esperar a que nadie nos la regalara. Cuando llegamos a la sede del Comit Central Dej abri una puerta sin llamar y nos introdujo en una habitacin. En un ngulo haba una pequea mesa en la que escriba sentada una persona, que se levant, se dirigi a nosotros, nos dio

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    la mano y se present. Era Kishinievski. Se trataba de un hombre de pequea estatura, de cuerpo y rostro enjutos, con, unas gafas negras que, al quitrselas, dejaron al descubierto dos ojos brillantes, inteligentes. Apenas encontr espacio en la habitacin para disponer algunas banquetas para nosotros, no porque la habitacin fuera pequea sino porque estaba llena de paquetes apilados en grandes montones, tirados por el suelo como los ladrillos que descargan los camiones ante los edificios en construccin. Eran billetes de banco. Bromeando le dije a Dej: Continuo viviendo entre maravillas de cuento. Al parecer nos encontramos ahora en la cueva de Al Bab y no en la sed del Comit Central. Dej nos explic que los billetes haban sido retirados; del Banco porque all no estaban seguros, podan ser robados por los funcionarios, quienes, segn dijo, eran de los viejos y no ofrecan ninguna garanta. Por tanto, a pesar de su vanagloria, en el pas prosegua la inseguridad aunque Kishinievski no dejara de hablarnos sobre el herosmo de los comunistas rumanos, y nos dijera que el partido lo tenan bien organizado y fuerte. Respecto a las grandes hazaas de Dej, despus, de la cena nos las relatara l mismo. Tras cenar con Dej en nuestra nueva residencia, nos cont entre otras cosas como obligaron a abdicar al rey Miguel. Saba que el rey en cuestin era uno de los ms infames y fracasados de Europa. Era hijo de Carlos II, que no fue ms que el rey de los escndalos, opresor del pueblo; pro-italiano y pro-alemn. Esta especie de rey no tena nada de rumano, ni en la sangre, ni en las vestiduras. No tena ms que el respaldo de los fascistas y de los grandes latifundistas rumanos y una de sus principales mantenidas era Lupescu. Su hijo Miguel era exactamente igual que el padre, se le ajustaba perfectamente la expresin de tal palo tal astilla. A pesar de ello esta especie de rey de carnaval hizo lo que hizo y recibi la ms alta condecoracin sovitica de guerra, la Orden de la Victoria, que slo Eisenhower y Tito tenan entonces entre los extranjeros. Tito al menos haba combatido en aquel tiempo y los guerrilleros yugoslavos se haban distinguido en la lucha. Pero los rumanos qu hicieron? Quemaron Ucrania, Odesa y otras ciudades soviticas junto con los hitlerianos. Y Miguel qu haca entonces? Se diverta en sus palacios. Se trataba de un oportunismo inadmisible por parte de los soviticos. A este despojo no slo no se le deba dar la Orden de la Victoria, sino que no se deba pensar en darle medalla alguna, incluso la ms insignificante. Se le concedi la medalla por no resistir el ataque del Ejrcito Rojo? Pero qu poda hacer este canalla? Levantar las manos, como lo hizo. Por eso deba drsele la Orden de la Victoria? Por qu levant las manos? Esto no se poda tragar. Le expres a Vyshinski estas ideas que me golpeaban en la cabeza como martillazos tras la reunin, en conversacin libre con l, cuando nos cont cmo haba sido recibido en audiencia por Miguel, cmo Vyshinski fue vestido de frac con faldones, y cmo el rey le condecor y l Vyshinski haba cogido la medalla y se la haba puesto... por detrs, en los faldones del frac.

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    Por la tarde, en el pequeo jardn del palacio del ex rey Miguel, hablando sobre su lucha contra este rey, Dej nos cont la historia de cmo l y Petru Groza, entonces primer ministro, prepararon la abdicacin de aqul y el derrocamiento de la monarqua rumana. Nos dijo que el rey dispona de una parte del ejrcito mandado an por generales adictos a l. Viva en su palacio real en Bucarest junto con la reina madre y una serie de mantenidas. El palacio era guardado por soldados y altos oficiales, fieles a l. Aunque no tena nada en sus manos dijo Dej, continuaba siendo un gran obstculo para nosotros, ya que debamos atenernos a los preceptos de la Constitucin en relacin con l, as como a los artculos del acuerdo que se firm con los soviticos. Pero finalmente lo asumimos todo y decidimos imponerle la abdicacin. Habl antes con Groza, quien lo acept, slo que se inclinaba hacia la idea de que no debamos agravar la situacin, sino hacerlo por las buenas. Yo elabor el texto de abdicacin relataba Dej Groza introdujo algunos cambios formales, y l como primer ministro y yo como secretario del Partido Comunista Rumano, solicitamos audiencia al rey, que nos la concedi. Me dirig con Groza al palacio en automvil. Estaba rodeado por oficiales flamantemente uniformados. Penetramos en el interior y subimos las escaleras, a ambos lados de ellas se haban alineado altos oficiales vestidos con correajes, adornados con filigranas, condecoraciones, el cabello lleno de brillantina, que resplandeca a causa de los candelabros y las lmparas del palacio: Se mostraban arrogantes y nos miraban sombros, pero estaban obligados a respetarnos porque saban que tenamos el poder. Nosotros ascendimos las escaleras con aire grave, Groza llevaba en la mano la cartera con el documento en cuestin. El general ayudante del rey continuaba Dej nos introdujo en un saln y nos pidi que esperramos, despus, tras cierto tiempo, nos condujo a la sala del trono, segn la llamaban. No estaba el rey, sino la reina madre que se puso en pi y nos salud. Groza le bes la mano, yo no dijo Dej. Comenzamos hablando de la lluvia y del sol hasta que se dignara a venir el rey, cuyo silln estaba a mayor altura que el de la madre, que a su vez era ms alto que el nuestro. La madre del rey era una vieja puta dijo Dej, pero tambin astuta como una zorra, saba maniobrar. Entr Miguel y nos dio la mano. Era como una ternera perfumada que cuando hablaba resoplaba como un toro. Groza comenz la conversacin con prembulos. Yo contaba Dej apenas me poda contener, pero qu le iba a hacer. Al fin y al postre Groza entr en el tema y le solt la bomba. Miguel escuchaba y cuando Groza acab, dijo con brutalidad: No pienso abdicar de ninguna manera, yo soy rey por la voluntad del pueblo y slo el pueblo tiene derecho a deponerme, etc, etc. La reina escuchaba y mova la cabeza, en direccin a su hijo, aprobando su decisin. Groza comenz nuevamente con su poltica, pero el toro resoplaba y no aceptaba. La madre propuso que descansramos un rato y que ambas partes, reflexionramos. As lo hicimos, nos reunimos de nuevo y de nuevo los mismos

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    argumentos. La madre, de Miguel, con su zorrera, intent imponemos algunas concesiones para posponer an durante algn tiempo este hecho inesperado. Nosotros no aceptamos, pero tampoco ellos lo hicieron y el rey, despus de pedirnos excusas, sali. Le dbamos vueltas a la sesera: pensando por qu haba salido y tenamos razn al hacerlo, porque haba telefoneado a la guardia para que nos arrestara cuando saliramos y con el fin de que las fuerzas situadas en torno al palacio y en la ciudad dieran un golpe de mano. Pero nosotros continu Dej habamos previsto esto y habamos establecido un cerco al cerco. Cuando el rey volvi al saln le indiqu con una sea a Groza que le alargase el documento y se lo presentase para firmar. Entonces tom la palabra yo y en tono grave le dije que deba firmar porque de lo contrario le derrocaramos por la fuerza. No debes tener ninguna ilusin relataba Dej, no debes dar ninguna orden, le subray al rey, todo ser intil para ti porque hemos tomado todas las medidas necesarias en torno al palacio y a tus adeptos. Se retorci un rato y finalmente se sent y firm la abdicacin. As termin la monarqua. El rey, como un toro herido volvi a salir, seguramente para anular la orden que haba dado, y cundo nosotros salimos del palacio, por las escaleras vimos nuevamente a los mismos oficiales, slo que ahora no arrogantes sino desesperados, algunos estaban sentados en los escalones, otros se haban quitado los uniformes, otros an, sostenan la cabeza entre las manos. Nosotros dijo Dej bamos a travs de ellos con la cabeza alta y el documento en la cartera. Brillante victoria sobre un rey fracasado, me dije cuando Dej pronunci estas palabras lleno de orgullo. Pero an no haba acabado con la historia del rey de la reaccin. Acordamos con l el da de su marcha de Rumana continu relatando Dej y, segn su deseo, le permitimos que se llevara consigo su riqueza personal y algunas personas que le servan, entre ellas dos o tres de sus queridas. Antes de marcharse solicit ir al palacio de Sinaia a recoger algunos objetos personales. Se lo permitimos. Haba acumulado all un gran nmero de relojes de los que se llev las cajas de oro y los rubes. Les hicimos partir en tren hasta fuera de nuestras fronteras, escoltados por nuestros guardias. En territorio rumano ni l ni su squito hablaban, pero cuando el tren sali a territorio extranjero, l comenz, en presencia de nuestros guardias, a insultarnos a nosotros, a nuestro rgimen, a los guardias, etc. Pero all dijo Dej ya no podamos hacerle nada. Habrselo hecho cuando estaba dentro le dije yo, pero dejasteis que el pjaro se os escapara de las manos. Pero tambin nosotros dijo Dej con presuncin le hicimos de todo, a l y a la reaccin. A l le obligamos a abdicar y a que se marchara vencido y avergonzado. Tambin a la reaccin le hemos dado lo suyo. Era arrogante, pero tambin nosotros hemos sido arrogantes con ella. Incluso cuando todava era poderosa la desafibamos. Yo iba solo, junto con un guardia se envaneci Dej, a todos los locales, cafs, donde tenan su centro y me sentaba con la pistola al

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    cinto para decirles: Los dueos del pas somos nosotros, los comunistas, y no vosotros. Escuchando a Dej comparaba entre ellos y nosotros. Qu lejos estbamos de ellos! All la lucha de clases an no haba comenzado. La historia del rey Miguel, que tan largamente nos cont Dej, mostraba con claridad esta situacin. Pero lo observaramos nosotros mismos an mejor y ms concretamente cuando visitramos a pie algunas calles de Bucarest. Le di las buenas noches a Dej y junto con Chuvakin sub a dormir a las habitaciones que nos haban asignado, ya que al da siguiente vendra Vyshinski y comenzara la reunin. La habitacin donde dorma comunicaba con otra a travs de una puerta. La abr para averiguar qu haba al otro lado. Era una gran habitacin vaca, completamente desnuda, slo en un rincn haba una mesa, encima de la cual un libro grande y lujoso. Me acerqu y hoje el libro con cubiertas doradas. Era un lbum real! Toda la dinasta de los reyes, reinas y prncipes rumanos estaba all. Tom el lbum bajo el brazo y llam a la puerta de Chuvakin. Te he trado un libro le dije por si no tienes qu leer para conciliar el sueo. El rey de Dej se llev los relojes, pero olvid esto, mralo y dselo maana a Dej para que se lo enve por correo a Miguel que es a quien le hace falta, a nosotros no nos vale ni como papel higinico, no es adecuado. Re a carcajadas con Chuvakin. Junto con el lbum se cerr la historia del rey Miguel de Rumania. Un da despus comenzara la historia de otro rey, nuevo, que se estaba erigiendo, el rey Tito de Yugoslavia. Al da siguiente llegara Vyshinski desde Mosc. Para todos nosotros el nombre y la personalidad de Vyshinski eran grandes y conocidos por el importante papel que haba jugado como procurador general en los procesos de Mosc contra los trotskistas, bujarinistas, derechistas y otros traidores a la Unin Sovitica. Durante la guerra haba cado en mis manos una traduccin francesa del desarrollo de los procesos de Mosc y haba tenido la posibilidad de estudiar la actividad criminal y la traicin de estos enemigos jurados del comunismo. All se reflejaba cabalmente y se desenmascaraba por completo su culpabilidad y su colaboracin secreta con los enemigos exteriores de la Unin Sovitica. Todo era convincente y las afirmaciones de los enemigos externos acerca de que las declaraciones de los criminales haban sido supuestamente extradas por la fuerza y mediante torturas, son calumnias. Nuestra lucha contra los enemigos internos, los procesos judiciales que se desarrollaron en nuestro pas despus la guerra contra los enemigos del pueblo, la lucha que iba desarrollando nuestro Partido contra los elementos trotskistas, todo ello fortaleca an ms nuestra confianza en la lucha justa e implacable que haba emprendido el poder en la Unin Sovitica contra estos criminales. Los enemigos externos e internos de nuestros pueblos, han utilizado las formas y mtodos ms inhumanos cuando detentaban el poder. Naturalmente los enemigos externos defenderan a sus amigos en el interior de nuestros pases, y

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    nuestra tarea ha sido y contina siendo aplastar a los enemigos del pueblo y privarles de toda posibilidad de accin contra la obra constructora del pueblo. Esto es lo que hizo el poder sovitico por medio de los procesos de Mosc. En ellos Andri Vyshinski, jurista y marxista-leninista destacado, jug un importante papel. Demostr capacidad, agudeza, inteligencia, valor y firmeza en esta importante tarea. Con su perspicacia y su lgica vigorosa, sobre la base de un profundo anlisis dialctico marxista-leninista, desentra todos los aspectos oscuros de los problemas, las intrigas, los planes de los enemigos que se sentaban en el banquillo de los acusados, pero tambin de los que desde el exterior manipulaban los hilos de esta terrible y peligrosa red de agentes. Era precisamente este mtodo infalible de desentraar las cuestiones el que asombraba a los enemigos externos y a sus agencias de espionaje al ver descubiertos sus planes secretos y les obligaba a calumniar, y a afirmar en su propaganda que todo, cada afirmacin, cada declaracin de los acusados, haba sido arrancada por medio de las torturas, de las drogas, etc. [...] A continuacin Vyshinski nos demostr cmo los renegados dirigentes yugoslavos atacaron, tergiversaron los principios bsicos, universales, del marxismo-leninismo y cmo enmascararon estas desviaciones con el pretexto de estar aplicando los principios marxista-leninistas a las condiciones concretas de la postguerra en Yugoslavia. [...] En su intervencin, Dej puso de manifiesto entre otras la gran peligrosidad de esta agencia de criminales y asesinos, hizo una interpretacin de las decisiones conjuntas que haban adoptado en la Oficina de Informacin, mostr la arrogancia de los camaradas yugoslavos en esta reunin contra el Partido Comunista de Francia y el de Italia, etc. Adems de otras cosas mencion algunos episodios de su primer viaje oficial a Yugoslavia y su primera entrevista con Tito. Tito dijo Dej se comport con nosotros de forma despreciativa y evidenciando esto desde los primeros encuentros. Pretenda menospreciar nuestra lucha de liberacin nacional, nos recibi adoptando una gran pomposidad para imponerse a nosotros con sus trajes, sus condecoraciones, sus anillos en los dedos y sus palacios. Al ver esta situacin dijo Dej yo me arm de coraje y en una conversacin le dije a Tito: Tanto t como yo somos obreros y comunistas, hablemos sencilla y directamente sobre los problemas que nos preocupan, etc, y l continu Dej aparent estar de acuerdo, pero su vida lujosa de antimarxista megalmano y burgus era ya una realidad viva y l no poda separarse de esta forma de vivir. A tal punto llegaron las cosas, qu Tito nos llev a m y al ministro de Asuntos Exteriores de Rumana que era un burgus, y ms tarde fue destituido y condenado, a qu visitramos los establos de los caballos. Nos condujo l mismo Tito vestido con uniforme negro y botas y el pecho lleno de condecoraciones. Cuando nos acercamos a las

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    cuadras seal Dej: le grit a uno de sus oficiales secr secr3 y un oficial le trajo un gran cuenco con azcar donde Tito meta la mano, dando seguidamente de comer a los caballos. Cuando nos separamos de Tito y nos marchamos de su pas, tras subir al automvil, mi ministro del exterior prosigui Dej me dijo confidencialmente: Camarada Dej, Dimitrov es un comunista y un buen hombre, pero con Tito se puede ir al comunismo hasta el fin. Tas a Tito el burgus finaliz Dej. [...] Yo qued muy satisfecho, primero porque esclarecimos las cosas, pero tambin por la positiva valoracin que hizo Vyshinski del trabajo de nuestro Partido. Al da siguiente de finalizada la reunin, Chuvakin y yo le pedimos permiso a Dej para visitar en automvil y a pie la ciudad de Bucarest. Dej acept con satisfaccin nuestra solicitud. Al parecer se haba levantado la clandestinidad de mi visita. Subimos a los automviles despus de desayunar y emprendimos la excursin. Cruzamos de punta a punta Bucarest, nos detuvimos junto a algunos lagos de gran belleza, llenos de rboles y flores en sus orillas, que la ciudad posea en gran nmero. En los alrededores de uno de ellos haba bonitas villas, palacios y entre ellos otro palacio real. La burguesa rumana oprima al pueblo y se diverta llevando una vida opulenta a costa de la sangre de ste. Rumana era un pas rico, exportaba cereales mientras el pueblo no tena pan, para comer. Posea yacimientos petrolferos y se distingua por la famosa zona petrolfera de Ploieti, pero esta riqueza perteneca a la burguesa rumana y a los consorcios extranjeros del petrleo. Rumana posea en el pasado un comercio bastante desarrollado con diversos pases capitalistas y amplias relaciones con ellos, la influencia del capitalismo, del modo de vida capitalista, haba introducido en el pas la degeneracin poltica y moral. Reinaba en l la corrupcin, el soborno, los cabarets; las componendas. Los comerciantes albaneses de antao, sobre todo korgars, haban encontrado tambin sus rincones en Rumana. Lograron hasta cierto punto enriquecerse. Familias procedentes de Kora haban emigrado en busca de trabajo o perseguidos por los griegos. Esta pequea colonia de albaneses, muy activa y con sentimientos patriticos y combativos en pro de la causa de la liberacin de Albania, se transform en uno de los centros ms ardientes de la causa nacional y de all surgieron destacadas personalidades, progresistas y de excepcional talento como Vctor Eftimiu y otros. Los rumanos llamaban a Bucarest el pequeo Pars; yo haba ledo el libro de Paul Morand [5] sobre la capital rumana. Como ya dije antes, cuando se vea esta ciudad daba la impresin de que no supiera lo que era la guerra, de que ni la ms pequea bomba la hubiera golpeado durante la Segunda Guerra Mundial. No se vea ninguna ruina, ningn escombro, ningn dao. Qu diferencia con nuestras pobres ciudades! Estas haban sido bombardeadas e incendiadas por los italianos, los alemanes e incluso por los aliados ingleses.

    3En serbocroata: azcar, azcar.

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    Pareca que aqu, en Bucarest, no se haba dado un solo tiro, que slo se haban puesto las manos en alto. Cuando salimos a la calle ms bonita y con ms movimiento de Bucarest, donde herva el comercio, dejamos los automviles y caminamos a pie. Nos acompaaba un miembro del Comit Central y unos cinco o seis camaradas del servicio de seguridad. Qu es lo que no haba all! Las tiendas estaban llenas de mercancas que saltaban inmediatamente a la vista, tan lujosas eran; cada una contena productos de una especialidad concreta como pieles de marta, de zorro y toda clase de pieles de lujo; haba suntuosas tiendas de zapatos, de maravillosas porcelanas, de telas, de ropa confeccionada, libreras. Todos los escaparates resplandecan a causa del lujo y los anuncios llamativos. Pareca que estuvieras no en una ciudad que hubiera salido de la guerra, sino en los Campos Elseos parisinos antes de ella. Y todo aquello era todava propiedad de la burguesa rumana, estaba en sus manos, era ella quien haca la ley en el comercio. Chuvakin y yo mirbamos los escaparates con curiosidad y asombro. Yo, como siempre, pensaba en las tiendas vacas de Tirana, pero tambin Chuvakin pensaba en las de Mosc que, con seguridad, no estaban repletas como aqu. Preguntamos al camarada rumano que nos acompaaba: Son del Estado estos comercios? No, stos an no estn nacionalizados nos respondi. Pero por favor entren en alguno de ellos y vemoslos por dentro. Nos rogaba que entrramos cuando nos detenamos ante algn escaparate, pero nosotros no cumplamos su deseo. Ms tarde comprendimos la causa de la preocupacin del camarada rumano. Haba recibido la orden de Dej de que eligiramos lo que quisiramos en las tiendas en que entrramos y de que no nos dejara pagar. Seran regalos del Comit Central del Partido Comunista Rumano. Finalmente entramos en una tienda que, segn nos dijo nuestro acompaante, estaba asociada con el Estado. Se trataba de un establecimiento grande y lujoso. Nosotros entramos, naturalmente para ver, para complacer al camarada rumano que se haba cansado pidindonoslo, y no para comprar. Observamos que hablaba aparte con el director del almacn y con seguridad le encarg que nos sirviera. Entonces l y el vendedor se desvivieron por darnos gran cantidad de cosas, pero nosotros no aceptamos todo lo que nos ofrecan. Yo eleg un cuchillo y unas tijeras para abrir libros y una carpeta de piel para el escritorio. Chuvakin eligi tambin algo parecido. Cumplimos el deseo del camarada rumano! Al salir de la tienda nos sentamos a descansar en una gran cafetera. Haba all mucha gente que se haca notar por el lujo de su indumentaria. Nos miraban con curiosidad, con el rabillo del ojo; a nosotros no nos conocan, pero conocan sin duda a la gente del servicio de seguridad que nos acompaaba. Se trataba de una de aquellas cafeteras sobre las que Dej nos dijo que eran frecuentadas por los burgueses y donde l con la pistola al cinto y rodeado de agentes de seguridad, entraba y les provocaba dentro de sus propias guaridas. Iba a provocarles al caf! Pero qu les importaba a ellos esto cuando tenan en sus

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    manos la economa, el mercado, la riqueza? Esto me escandalizaba y me haca pensar: Qu clase de comunistas son stos? Qu clase de socialismo es ste? Pocos aos despus mostraran plenamente lo que eran: Dej, este riguroso combatiente contra Tito, en cuanto Jruschov cambi de camisa, fue el primero en hacerse defensor y sostenedor del primero. Cuando regresamos al palacio, en la cena de despedida con los camaradas rumanos al da siguiente regresaramos a la patria, les habl de las muy buenas impresiones que tenamos sobre Rumana, l pueblo, la gente. Pero habl tambin sobre nuestra experiencia y puse de manifiesto mi asombro en forma de preguntas: Por qu no expropian a los burgueses, sino que permiten que exploten al pueblo? Dej me explic que todo se har en su momento, porque la situacin aqu es distinta de la de ustedes y otras teoras. Al da siguiente nos separamos de Dej, Anna Pauker y otros camaradas rumanos que nos despidieron en el aeropuerto.

    La lucha contra el titoismo, una necesidad histrica [...] Pero, como en todos los campos, tampoco en la actitud hacia la camarilla de Belgrado limit Jruschov su negra obra a dar ejemplo personal. Pronto lleg el momento en que mediante rdenes y dictados cortantes Mosc nos exigi qu interrumpiramos nuestra lucha de principios, nos sometiramos y nos abrazramos con Tito. Rechazamos esto con indignacin y no aceptamos ni por un solo instante actuar al margen de la verdad. Incluso, tal como he aclarado detalladamente en el libro de memorias Los jruschovistas, la actitud ante los renegados de Belgrado se transform para nosotros en una de las piedras de toque para distinguir quines eran los nuevos dirigentes que haban tomado el poder en la Unin Sovitica despus de la muerte de Stalin, quines eran tambin los dirigentes de los dems partidos, que cambiaron de camino inmediatamente despus de que el revisionismo jruschovista saliera a la luz [6]. Los acontecimientos rodaron velozmente y las dos partes, los jruschovistas y los titoistas, en colaboracin y unidad, tramaron planes y comenzaron su actividad para transformar la situacin en el movimiento comunista y obrero internacional y sobre todo en los pases de democracia popular, en favor de los objetivos revisionistas de Jruschov y del agente del imperialismo, Tito. Desgraciadamente esta febril actividad antimarxista dio sus amargos frutos en los partidos de los dems pases. Se confirm que no habamos sido nosotros, sino los dems partidos quienes se haban dejado llevar por la corriente en 1948 cuando tambin ellos desataron el ataque contra Tito y su gente, junto al Partido Comunista Bolchevique. El mismo Dej que tiempo atrs se ufanaba de su valenta con la pistola al cinto con un rey cado de la higuera, el mismo Dej que presentaba informes en el Kominform para desenmascarar a la direccin revisionista yugoslava, fue uno de los primeros que corri a pedir disculpas a Tito. Lo mismo hicieron los

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    polacos, quienes, entre otras cosas, sacaron de la crcel al viejo titoista, al tristemente clebre Vladislav Gomulka y le colocaron directamente en el puesto de secretario general del Partido Obrero Unificado Polaco, para introducir a toda prisa a Polonia en el camino del caos completo y dramtico; lo mismo hicieron los hngaros, por supuesto los blgaros, y por turno todos los dems. Se confirm as muy pronto la conclusin de nuestro partido de que, si no se combata al revisionismo con todas las fuerzas y de modo constante, la plaga yugoslava se abatira tambin sobre los dems, como en efecto sucedi.

    Notas [1] El 10 de noviembre de 1940. [2] Comandante de un destacamento de voluntarios albaneses en los aos 60 del siglo XIX. Luchando en defensa de las tierras albanesas en una torre cerca del lago de Shkodra, cercado por bandas montenegrinas, vol la torr para no caer en sus manos, sacrificndose junto con sus 23 compaeros y causando graves prdidas a los enemigos montenegrinos. [3] Corneliu Zelea Codreanu, poltico fascista rumano. [4] General, dictador fascista de Rumania de 1940 a 1944. [5] Escritor francs. [6] Vase: Los jruschovistas, Memorias; Enver Hoxha. Ed. en espaol, pg.107. Tirana, 1980.

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    II

    Los jruschovistas, memorias; 1980

    Enver Hoxha

    La piedra de toque Los oscuros partidos se sometieron a la decisin de Jruschov y al deseo de Tito de que, detrs de Jruschov, los dirigentes de los partidos del campo socialista fueran a Belgrado a besar la mano y pedir perdn a Tito. All fueron los Dej y compaa, nosotros no. Nosotros continuamos la lucha contra los revisionistas. Fue vana la visita de Levichkin, embajador sovitico en Tirana, para convencernos de que debamos renunciar a nuestra oposicin. [...] Respecto a la cuestin yugoslava fue tomada la decisin de condenar la actividad antimarxista de la direccin yugoslava, nosotros no ramos miembros del Kominform. Pero Stalin, el Partido Comunista de la Unin Sovitica y los dems partidos, miembros del Kominform, nos consultaron repetidas veces en aquel perodo y tambin escucharon con mucha atencin nuestra opinin acerca de nuestras relaciones con la direccin yugoslava. Stalin y los otros camaradas hicieron esto no slo porque ramos partidos hermanos y segn las normas leninistas haba que proceder a un amplio intercambio de opiniones, sino tambin por el importante hecho de que nosotros, dados los particulares lazos que mantenamos desde los aos de la guerra con la direccin yugoslava, tenamos mucho que decir en torno a sta. Entre los numerosos encuentros y consultas sobre este problema, recuerdo aquel encuentro incgnito que tuve con Vyshinski en Bucarest, al que tambin asista Dej, y donde intercambiamos nuestras opiniones acerca de la actitud comn que debamos mantener frente a la actividad traidora de la direccin yugoslava. Los numerosos hechos y argumentos incontestables que expuse en el curso de este encuentro fueron muy apreciados por Vyshinski y Dej, calificndolos de una valiosa contribucin que aportaba nuestro partido para el mejor conocimiento de la actividad hostil y antimarxista de los dirigentes de Belgrado. No es ste el lugar para extenderme acerca de este encuentro, del que guardo muchos recuerdos, mas si lo he mencionado es para indicar solamente con qu cuidado y sensatez proceda Stalin y el Kominform en sus anlisis y en las decisiones que adoptaban. Era, de hecho, todo lo contrario a lo que estaba ocurriendo ahora con Jruschov y los otros dirigentes soviticos. Los mismos que condenaban ahora al Kominform y a Stalin de haber actuado y juzgado en una va incorrecta, violaban ostensiblemente las reglas ms elementales que rigen las relaciones

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    entre partidos, se hacan pasar por dueos indiscutibles que desoan totalmente las opiniones de los dems. Esto no poda dejar de desilusionarnos e inquietarnos. Levichkin vino durante aquellos das a hacernos algunas otras visitas. Su centro, parece ser, le peda con urgencia que nos persuadiera a renunciar a nuestras opiniones y a conciliarnos con las actitudes de Jruschov. Eran momentos delicados y difciles. [...]

    El partido padre pretende dirigir Durante la guerra, a diferencia de lo que haba ocurrido con los yugoslavos, o incluso con los blgaros, que haban enviado en una ocasin a nuestro pas a Belgaranov que nos puso en conocimiento de su trabajo en Macedonia y solicit que contribuysemos a organizar la lucha de los albaneses en el territorio macedonio ocupado por los nazi-fascistas, con los rumanos no habamos tenido ningn contacto. Despus de la guerra habamos escuchado, de parte de los soviticos, buenas palabras del Partido Rumano y de Dej, considerado un viejo revolucionario que haba sufrido mucho en las crceles de Doftana. Pero a decir verdad, cuando le conoc por primera vez en un encuentro que tuvimos para discutir el problema de los revisionistas yugoslavos, el cual he mencionado ms arriba, sufr una desilusin. No es el momento de hablar de mis recuerdos de este encuentro, pero s quiero acentuar que por lo que vi y escuch en Rumana y por las conversaciones informales que sostuve con Dej, la impresin que me produjeron del Partido Rumano y el propio Dej no fue nada positiva. Independientemente de lo que los dirigentes rumanos pretendan, en Rumana no se vea la dictadura del proletariado y las posiciones del Partido Obrero Rumano no eran nada slidas. Declaraban que estaban en el poder, pero se vea claramente que quin de facto lo ocupaba era la burguesa. Esta tena en sus manos la industria, la agricultura, el comercio, continuaba expoliando al pueblo rumano, viviendo en villas y palacios suntuosos. El propio Dej viajaba en automvil blindado seguido de sus guardaespaldas, cosa que da una idea de lo seguras que estaban sus posiciones. La reaccin en Rumana era poderosa y de no ser por el Ejrcito Rojo quin sabe cul hubiera sido el destino de este pas. Durante las conversaciones que mantuve en aquellos pocos das en Bucarest, Dej me bombarde con sus bravuconadas acerca de la valenta que haban demostrado obligando a abdicar al corrompido rey Miguel, al que no slo no lo haban condenado por sus crmenes contra el pueblo, sino que lo haban dejado marchar al exterior, a occidente, llevndose consigo sus riquezas y sus cortesanas. Eran sorprendentes las vanaglorias que el propio Dej se dedicaba a s mismo, sobre todo cuando me mostraba cmo desafiaba a los reaccionarios, yendo a las cafeteras, que stos frecuentaban, con la pistola al cinto.

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    Desde este primer encuentro, pues, saqu una impresin desfavorable no slo de Dej, sino tambin del Partido Rumano, de su lnea, que no era sino una lnea oportunista. Por eso, lo que ms tarde ocurri con Dej y su partido no me sorprendi. Los cabecillas revisionistas de este partido han sido de lo ms vanidosos que pueda concebirse, eran los fanfarrones que se jactaban en grandes dosis de una guerra que ellos no haba hecho. Cuando emprendimos la lucha contra el grupo renegado de Tito, Dej se convirti en luchador ardiente contra este grupo. En las reuniones histricas del Kominform, fue el encargado de presentar el informe principal contra el grupo Tito-Rankovich [7]. Mientras la resolucin del Kominform estuvo en vigor y Stalin vivi, Dej se mostraba un furibundo anti-titoista. Pero cuando los traidores revisionistas con Jruschov a la cabeza usurparon el poder en sus propios pases y cometieron todas las traiciones que ya conocemos, entre otras hacer la corte a Tito, Dej fue uno de los primeros que cambi de casaca, que cambi de color como el camalen. Todo lo que antes haba sostenido lo borr de un plumazo, se autocrtico pblicamente y al final march a Brijuni para pedir pblicamente perdn a Tito. As, Dej recobr su verdadero molde, tal era en realidad, el de un oportunista con muchas banderas. Naturalmente despus de la liberacin nosotros establecimos relaciones amistosas con Rumana, igual que con los otros pases de democracia popular. Por nuestra parte, desebamos desarrollar lo ms posible las relaciones con este pas, especialmente con el pueblo rumano, y no solamente porque ramos dos pases socialistas, sino tambin porque conservbamos un sentimiento particular de amistad y de simpata suscitado por la ayuda que les haba sido prestada a los patriotas albaneses del renacimiento que vivan en Rumana. Pero nuestros deseos y esfuerzos en este sentido no se concretaron en la medida que anhelbamos a causa del indiferentismo de la direccin rumana. Y esto tena sus razones, que nada tenan que ver con nuestras posturas y deseos. Sea como fuera, las relaciones entre nuestros dos pases evolucionaron de manera correcta, mas fueron relaciones totalmente formales. Los dirigentes rumanos no mostraron el menor signo de afecto y de amistad por un pequeo pas socialista, como el nuestro, que tanto haba luchado y se haba sacrificado en el combate contra los ocupantes fascistas. Rumana fue el pas socialista que se mostr ms indiferente hacia el desarrollo de Albania y el menos preocupado por vitalizar las relaciones entre nuestros partidos y Estados. Cuando fui ms tarde a Rumana con una delegacin, vi en el curso de nuestras visitas muchas cosas interesantes; me mostraron los mltiples progresos registrados en la economa del pas. Entre otros lugares visit Ploeti, que comparado con nuestra Kugova era un centro colosal de la industria petrolera. El proceso de la explotacin del petrleo se atena a los procedimientos ms modernos, y recuerdo que Dej, en el ltimo encuentro que mantuvimos, me dijo todo orgulloso que haban comprado a los norteamericanos una refinera de petrleo muy grande, de las ms modernas. Me dijo que la haban comprado con dlares en mano, pero como se pudo ver ms tarde, aqulla haba sido adquirida a crdito. Ya en aquel tiempo Rumana socialista vena entablando

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    sus tejemanejes con el imperialismo norteamericano. Me hicieron visitar igualmente un centro siderrgico que produca numerosos aceros, as como una serie de fbricas de todo tipo, granjas agrcolas modelo, un gran combinado de confecciones, etc. Me mostraron despus, el campo rumano, gran museo al aire libre, donde haba un conjunto de construcciones rurales, con los enseres y los trajes caractersticos del campo rumano, algo muy original y muy bonito. Todo lo que vimos en el curso de nuestras visitas fue de nuestro agrado, haba muchas construcciones nuevas, pero la herencia del pasado era igualmente muy considerable. Los rumanos haban creado, cierto es, cooperativas agrcolas, mas el trabajo en este medio no marchaba muy bien; faltaba la direccin, la organizacin y el trabajo poltico. Como quiera que fuese, el pas en su conjunto haba hecho progresos y era obvio, como ellos mismos nos decan, que la ayuda sovitica haba sido muy grande en todos los sentidos, y esto hasta para la construccin del gran palacio donde, en la poca de nuestra visita, era editado el peridico Scnteia y tenan lugar diversas actividades culturales. En cuanto a la ayuda a Albania, debo decir que hasta la ruptura de nuestras relaciones con los yugoslavos, ninguno de los pases de democracia popular nos conceda el ms pequeo crdito. Ms tarde, tambin estos pases, en diversos grados, nos prestaron una cierta ayuda. Hay quien, en un principio, lo haca desinteresadamente, otro con fines premeditados y malicia y hay quien nicamente para cubrir el expediente, queriendo hacer ver su solidaridad socialista o incluso para decir a la Unin Sovitica, de quien reciba grandes ayudas y crditos, vea, tambin nosotros damos algo a Albania socialista. Cuando tengamos ms le daremos ms. Ms de una vez hemos pedido crditos tambin a los rumanos, pero ellos o bien nos los han denegado o bien nos han dado algo irrisorio. En lo que se refiere a la experiencia, por ejemplo en el dominio del petrleo, de la industria y de la agricultura, la cosa quedaba en promesas, todo eran palabras, pues no nos dieron nada substancial. En materia de experiencia de partido o de construccin del Estado ni les hemos pedido ni hemos recibido de ellos ninguna ayuda. Pero, por qu en los rumanos se haca ms acentuada esta actitud, independientemente de que tambin con los otros chocbamos con muchas dificultades a la hora de conseguir ayudas? En los otros partidos exista en un comienzo un espritu ms o menos sensible de unidad y de ayuda internacionalista entre nuestros partidos y esto se reflejaba respecto a nosotros tambin en la prctica, mientras que en el Partido Rumano este espritu de unidad y de ayuda era muy dbil. De un modo general, los dirigentes rumanos se distinguan tanto por su megalomana hacia los pequeos como por su servilismo hacia los grandes. En sus conversaciones con nosotros eran muy breves, se limitaban, puede decirse, a mover la cabeza o a darnos la mano. En reuniones y congresos se mostraban tan preocupados que daban la impresin de llevar sobre sus hombros toda la carga. En estos casos se les poda ver siempre junto con los

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    principales dirigentes de la Unin Sovitica. Ciertamente eran unos serviles, unos oportunistas, cosa que se hizo evidente cuando lleg el momento de luchar por la defensa de los principios. [...]

    El proyecto del imperio Jruschov recurri a todos los medios; Gottwald muri, Bierut muri, Gomulka y Kadar volvieron a asumir el poder. Dej cambi de camisa, Rakosi y Chervenkov fueron liquidados. Nosotros fuimos los nicos a los que Jruschov no consigui liquidar. [...] Como lo muestran los hechos histricos tambin Dej y consortes eran y siguen siendo satlites de Jruschov. Son elementos que han girado con el viento. La ntima amistad Tito-Jruschov, por ejemplo, tuvo tambin sus querellas, provocadas entre otras cosas, por la cuestin hngara, polaca, etc, es decir que haba querellas y rencores aunque despus viniesen las reconciliaciones y los abrazos de amigos. Dej, sin el menor escrpulo poltico, se haba dejado arrastrar totalmente por el torbellino de la actividad traidora antimarxista de Jruschov, que lo zarandeaba y lo estrellaba como y donde se le antojaba. Ms adelante hablar de los acontecimientos de Bucarest y Mosc en 1960, mas quiero sealar aqu que Dej, en el curso de estos acontecimientos, demostr una vez ms su esencia permanente de hombre que no repugnaba enarbolar o pisotear cualquier bandera. Son algunos momentos, los momentos clave en la vida y en la actividad de un hombre que, tomados en conexin, te dan su retrato. He ah, pues, el de Dej: en 1948 y 1949 anti-revisionista, anti-titoista resuelto y celoso; despus de 1954 pro-revisionista y pro-titoista activo y entusiasta; en 1960 pro-jruschovista de primera lnea, ms tarde pareci que tambin enarbolaba esta bandera con actitud vacilante y tenda a maniobrar con dos o tres banderas a la vez. En pocas palabras, era el poltico de las piruetas coyunturales, de la lnea de estar a bien con todos, con Tito, con Jruschov, con Mao Zedong; y sus sucesores llegaran a entenderse incluso con el imperialismo norteamericano. Dej y sus sucesores podan estar, y lo estuvieron de hecho, con no importa quin, mas no estuvieron ni podan estar con el marxismo-leninismo consecuente. Hemos acabado de ver tanto el perodo de florecimiento de la amistad Dej-Jruschov como el perodo de fisuras en esta amistad. Jruschov pensaba que tena a Dej en el bolsillo de su chaleco, igual que el cortaplumas de marfil que sacaba para jugar en el curso de las reuniones. Es como su cortaplumas que pensaba manejar a Dej. Despus de 1960, juzgando la situacin madura, Jruschov plante su plan anexionista, segn el cual el territorio comprendido entre la regin de Bucarest y la frontera con la Unin Sovitica sera econmicamente unido a la Ucrania sovitica en un complejo agro-industrial. Mas esta idea era demasiado torpe. Dej haba aguantado muchas otras, pero esta vez lanzaba coces.

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    Slo cuando Jruschov hiri en lo vivo a Rumana, Dej puso sordina a sus ataques contra nosotros. Pero, jams, ni siquiera despus de esto, Dej tuvo el coraje civil, y mucho menos marxista-leninista, para hacerse la menor autocrtica ante nuestro partido por todo lo que haba dicho y haba hecho. Este revisionista, que no repar en besar la mano a Tito, no se excus ante nuestro partido. Se dijo que Dej haba muerto de cncer. Enviamos una delegacin a su entierro en seal de amistad por el pueblo rumano. All, Ceauescu, que sustituy a Dej, se limit a dar la mano a nuestra delegacin. Y nosotros respondimos con la misma moneda a este nuevo revisionista, que desde que se hizo con el poder adopt como lema permanente la poltica de componendas con todos los cabecillas revisionistas e imperialistas: con Brzhnev, Tito, Mao, Nixon y toda la reaccin mundial. Este individuo, que haba sido un pequeo lacayo de Dej, a la toma del poder desenmascar totalmente a ste y, reforzando sus propias posiciones, lucha por convertirse en una personalidad mundial como Tito, para ocupar el lugar de ste, gracias a una cierta resistencia frente a las supuestas presiones bajo cuerda de los soviticos. Incluso despus de las contradicciones que surgieron entre los rumanos y los soviticos, las relaciones estatales con nosotros permanecieron inalterables, fras e inconsistentes, insulsas. Nosotros no tenemos ni tendremos relaciones con el partido rumano mientras ste no reconozca pblicamente los errores que ha cometido haca nuestro partido. Naturalmente lamentamos que Rumana se haya convertido en un pas capitalista como Yugoslavia, la Unin Sovitica, etc, un pas que de socialista no tiene ms que el nombre. Todos los Dej, Yivkov, Ceauescu, etc. son engendros del revisionismo, a los que Jruschov y los jruschovistas han utilizado y utilizan para sus objetivos. [...]

    Mi primera y ltima visita a China El kominformista Dej, que algunos aos antes haba presentado el informe de la Kominform condenando la actividad de los revisionistas de Belgrado, se haba reconciliado ahora con Tito en Bucarest y se aprestaba a saborear tambin sus besos en Belgrado. Me voy a Belgrado a ver a Tito nos dijo apenas nos encontramos en Pekn donde tambin haba venido invitado al congreso. Tito continu es un buen camarada, positivo, no es como Kardelj y Popovich. Tenamos que escuchar ahora en rumano estas consideraciones, que hace tres meses habamos escuchado en ruso!. Cuando Tito parti en junio hacia Mosc prosigui Dej, lo invitamos a que se detuviese en Bucarest para conversar con nosotros, pero no acept. Qu hicimos entonces? Nos hemos reunido toda la direccin del partido y del Estado y hemos salido a esperarle a la estacin de ferrocarril. Que

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    iba a hacer Tito, no tena por donde salir! Y lo hemos obligado a descansar no slo 45 minutos como era su plan, sino dos buenas horas! Bonita obligacin que le han impuesto a Tito me dije. Cuando estaba por regresar a la Unin Sovitica continu Dej el camarada Tito nos avis que quera hacer escala en Bucarest para tener conversaciones con nosotros. Aceptamos con placer su peticin, tuvimos un encuentro, conversamos... y, Dej nos fue narrando de manera detallada cmo, Tito y l, se haban llegado a encandilar. Ahora que voy a Belgrado quieren que le hable de ustedes? me pregunt. Si tiene el deseo de hablarle de nosotros le dije a Gheorghiu-Dej, dgale que hagan cesar sus actividades subversivas y sus complots contra la Repblica Popular de Albania y el Partido del Trabajo de Albania. Dgale tambin que antes, durante y despus de la conferencia de Tirana, los diplomticos yugoslavos han desplegado una actividad infame... y en pocas palabras le puse al corriente de lo que haba pasado en nuestro pas despus del XX congreso. S, s! deca, y pude ver su gesto de desagrado. No le gustaba verme desenmascararle a Tito. Este mismo sentimiento manifest tambin ms tarde, cuando me entrevist con l despus de que haba realizado su deseado viaje de reconciliacin a Belgrado y se haba avenido con Tito. Unos meses despus de esta visita, de paso por Bucarest encontr a Dej y Bodnaras y me entrevist con ellos. En el curso de la conversacin, Bodnaras el mayor, Emilio, sac a colacin a Tito y me dijo que en la conversacin que tuvieron con l se haba hablado tambin de Albania. Tito dijo Bodnaras habl bien y con simpata de su pas, de su pueblo heroico, expres el deseo de tener buenas relaciones con ustedes, etc. En otras palabras, este portavoz titoista se haca intermediario para propiciar nuestra reconciliacin con Tito, tratando de triunfar en lo que Jruschov haba fracasado. Puse en su sitio a Bodnaras, dicindole que con Tito y el titoismo estaremos en lucha hasta el fin, porque Tito es un renegado del marxismo-leninismo. Por nuestra parte no habr reconciliacin con Tito dije tajantemente a Bodnaras. Al tiempo que lanzaba a Bodnaras estas flechas, que iban dirigidas a Tito, observaba que Dej, evidentemente nervioso, garabateaba con su lpiz sobre una hoja de papel blanco, pero no dijo ni una palabra; mis palabras deban saberle a vinagre. [...]

    Retirada temporal con fines de revancha Cuando Gomulka hizo su propuesta en la conferencia, los representantes soviticos montaron en clera y, sin ser ellos mismos los primeros en salir a escena, azuzaron a los dems a lanzarse sobre Gomulka.

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    Un largo debate estall en torno a este problema. Por nuestra parte, aunque cada da cristalizaba ms en nosotros la idea de que la direccin de la Unin Sovitica se iba desviando del camino del socialismo, continubamos defendiendo la tesis con la Unin Sovitica a la cabeza por razones de principio y de tcticas. Sabamos perfectamente que Gomulka y sus sostenedores, al pronunciarse contra esta frmula, buscaban de hecho echar por tierra de manera abierta y sin vacilar todo lo que haba de bueno y valioso en la experiencia de decenas de aos de la Unin Sovitica dirigida por Lenin y Stalin, echar por tierra la experiencia de la Revolucin de Octubre y de la edificacin socialista en la Unin Sovitica del tiempo de Stalin, negar el papel que le corresponda jugar a la Unin Sovitica por el triunfo y al avance del socialismo en muchos pases. De esta manera los revisionistas Gomulka, Togliatti y otros, unan su voz al rabioso ataque que haban desatado en aquellos aos el imperialismo y la reaccin contra la Unin Sovitica y el Movimiento Comunista Internacional. La defensa de estos importantes logros marxista-leninistas era para nosotros un deber internacionalista, y es por eso que nos opusimos enrgicamente a Gomulka y a los dems. Esto era una cuestin de principios. Por otra parte, defendiendo a la Unin Sovitica y la tesis con la Unin Sovitica a la cabeza tanto en 1957 como dos o tres aos despus, nuestro Partido aplicaba una tctica que tenda a golpear al propio revisionismo moderno jruschovista. [...] Con unos objetivos y por razones totalmente diferentes, ajenos al marxismo-leninismo, algunos otros, como Ulbrieht, Novotny, Yivkov evidentemente, Dej, etc, se lanzaron tambin contra Gomulka. Estos hicieron la corte a la Unin Sovitica y a Jruschov, y respecto a este problema dejaron a su hermano ideolgico en minora. Mao Zedong, desde su asiento, iba soltando argumentos.

    De Bucarest a Mosc Pero a la par de esta febril actividad antialbanesa y antimarxista, Jruschov y los jruschovistas nos atacaron abiertamente en el documento que le enviaron a los chinos, en el que tambin a estos ltimos les iban sus ataques. Este documento fue distribuido a todas las delegaciones, incluida la nuestra. En este material, como se sabe, los jruschovistas no incluan a Albania entre los pases socialistas. Por otro lado, Jruschov le haba dicho en el curso de una conversacin a Liu Shao-chi: Nosotros hemos perdido a Albania, pero no hemos perdido una gran cosa. El Partido del Trabajo de Albania ha sido y es un eslabn dbil en el Movimiento Comunista Internacional. La tctica de los jruschovistas, para nosotros estaba clara. Ellos pretendan en primer lugar amenazarnos, dicindonos: Depende de nosotros que sean o no un pas socialista y por tanto en el documento que les entregamos, Albania ya no figura entre los pases socialistas, y en segundo lugar, amenazar a los dems sealndoles que el Partido del Trabajo de Albania no es un partido marxista-

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    leninista y quien lo defienda como tal cometer un error y ser condenado de igual modo. En otras palabras, esto quera decir: ustedes, partidos comunistas y obreros que asistirn a la conferencia, deben tener claro desde ahora, que lo que en ella va a decir Enver Hoxha son calumnias, palabras de un antisovitico. En la Conferencia se vio claramente cmo Ibrruri, Gomulka, Dej, etc, haban sido preparados desde hace tiempo. [...] No voy a extenderme acerca del contenido del discurso que pronunci en nombre de nuestro Comit Central en Mosc, pues est publicado y los puntos de vista de nuestro partido acerca de los problemas que planteamos ya son notoriamente conocidos [8]. Slo quiero subrayar la manera cmo reaccionaron los seguidores de Jruschov al escuchar nuestros ataques contra su patrn. Gomulka, Dej, Ibrruri, Ali Yata, Bagdash y no s cuntos otros suban a la tribuna y rivalizaban en su afn por vengarse de los que haban levantado la mano contra el partido padre. Era trgico y a la vez cmico ver a esta gente, que pasaban como polticos y dirigentes sesudos, actuar de esta manera, como mercenarios, como hommes de paille4, como tteres montados y manejados desde los bastidores.

    Notas [7] Informe titulado El partido comunista yugoslavo en manos de asesinos y espas, publicado en el rgano de la Oficina de Informacin de los partidos comunistas y obreros, Por una paz duradera, por una democracia popular, 2 de diciembre 1949, N56. [8] Vase: Enver Hoxha. Obras Escogidas III, Casa Editora, 8 Nnton, Tirana, 1980, ed. en espaol, pgs.98-173.

    4Francs en el original testaferros.

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    III

    La lucha de los comunistas griegos contra el revisionismo

    Movimiento por la reorganizacin del Partido Comunista de Grecia;

    1918-1955 Publicado por el Colectivo Comunista Griego Anasintaxi; vinculado a

    la CIPOML, 2012 [...] Poco despus de la muerte de Stalin en 1953, la fraccin revisionista de Jruschov, Mikoyn y Brzhnev que se impuso en el PCUS empez a aproximarse a los secretarios generales de los Partidos Comunistas para evaluar su buena disposicin a adoptar su lnea contrarrevolucionaria. Ellos descubrieron que la direccin del KKE encabezada por Nikos Zachariadis no quera abandonar el revolucionario camino marxista-leninista-stalinista y seguir el rumbo revisionista anti-stalinista. En particular, ellos pidieron que revisara su actitud en tres cuestiones fundamentales del Movimiento Comunista Internacional: 1. Considerar a la Yugoslavia capitalista como un pas socialista. 2. Volverse contra Stalin escribiendo artculos en Pravda sobre el culto a la personalidad este infame mito jruschoviano de origen idealista. 3. Consentir la liquidacin de la Kominform. La respuesta dada por el gran e inquebrantable lder comunista sobre todas las cuestiones de arriba fue negativa. [...] En febrero de 1956, durante el contrarrevolucionario XX congreso del Partido Comunista de la Unin Sovitica, PCUS, comenzaron las farsas judiciales contra los comunistas griegos, refugiados polticos, en Taskent. En esta farsa, los veteranos del DSE curtidos en la lucha, como Giorgos Kalianesis (general), Dimitris Vyssios (lugarteniente-coronel) y otros, fueron procesados por vandalismo y vagabundeo. Cumpliendo sus condenas, fueron deportados a Siberia y enviados a campos de concentracin que estaban intencionadamente contiguos a los campos de concentracin de criminales de guerra alemanes condenados a 25 aos de prisin, la pena mxima segn el derecho penal sovitico. Los alemanes no trabajaban por su status de prisioneros de guerra y, aparte de que se les daba la comida de un soldado sovitico, reciban paquetes de medicina y comestibles de la Cruz Roja de la Alemania del Oeste cada diez das. Los refugiados condenados se alimentaban con patatas podridas y cereales molidos y mohosos. Esta dieta la seguan bajo condiciones de trabajo pesado y agotador (D. Vyssios: Carta abierta a M. N. Ponomarov, antiguo Director

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    del Departamento de Relaciones Internacionales del CC del PCUS, enero de 1991). La oposicin de los comunistas griegos al revisionismo jruschoviano fue expresada en masa. La abrumadora mayora, 95% de los miembros de la Organizacin del Partido en Taskent se declar en contra de la intervencin jruschoviana en el KKE y defendi la lnea revolucionaria del partido y del CC liderado por Nikos Zachariadis mostrando una contundente firmeza y un valor sin precedentes. La actitud de los comunistas cautivos en la crcel y en los campos de concentracin en Grecia fue similar. Fue precisamente esta abrumadora oposicin de los comunistas griegos que oscila desde el 85 al 95% en Taskent y en las Repblicas Populares la que impidi que el KKE fuese transformado en un partido burgus de tipo socialdemcrata. El KKE revolucionario es el nico partido comunista de un pas capitalista que no haba sido transformado an en un partido contrarrevolucionario, burgus, socialdemcrata. Este hecho forz a los revisionistas jruschoviano a crear un partido completamente nuevo en lugar del viejo. En el momento del XX congreso del PCUS, los jruschoviano formaron el infame Comit Internacional, el cual supuestamente tena como objetivo examinar la situacin en el KKE. Comprenda cuadros de seis partidos comunistas: 1. Yugov, del Partido Comunista de Bulgaria. 2. Kovac, del Partido de los Trabajadores Hngaros. 3. Mazur, del Partido Obrero Unificado Polaco. 4. Dej, del Partido de los Trabajadores de Rumana. 5. Kuusinen, del Partido Comunista de la Unin Sovitica. 6. Barak, del Partido Comunista de Checoslovaquia. El presidente del Comit Internacional era, formalmente, Gheorghiu-Dej el ttere de Jruschov pero de hecho era Otto V. Kuusinen, miembro del Politbur del PCUS. Nikos Zachariadis, dirigindose a Dej durante uno de las sesiones del comit, dijo lo siguiente en relacin a su intromisin en los asuntos internos del KKE: Quin le otorg el derecho de examinar los problemas del heroico KKE a usted, que durmi en agosto de 1944 bajo fascismo y se despert un da bajo una Repblica Popular, fundada por los tanquistas rojos que marcharon desde Stalingrado cuando destruyeron la fascista Divisin Rumana y te la ofrecieron a ti como regalo? Qu experiencia tiene usted para criticar la lucha de los comunistas griegos, quienes, dicho sea en su honor, por medio de la lucha, no permitieron ni siquiera a un solo ciudadano griego luchar en el Frente Oriental contra la URSS? (K. Karanikola, pp.70-71).

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    El Comit Internacional intervino abiertamente y sin pretextos en el KKE convocando arbitrariamente el infame VI pleno en marzo de 1956. En este encuentro ilcito el informe no fue ledo por un griego, sino por el presidente del Comit Internacional, Dej. Los antiguos cuadros y los miembros expulsados participaron, pero no el Secretario General, elegido legalmente, del Partido, Nikos Zachariadis. La brutal intervencin de los revisionistas jruschovianos a travs del VI pleno dio como resultado la liquidacin actual del KKE, 1918-1955. Esto fue llevado a cabo por: a. La ilegal y forzosa eliminacin de la direccin revolucionaria elegida del KKE, incluyendo al Secretario General del Partido, que fue arrestado y aislado, y designada una direccin ttere, oportunista de derecha. b. Las expulsiones masivas de miles de comunistas. c. La liquidacin de las restantes organizaciones del partido en 1958. El nuevo partido que fue creado en 1956, el KKE [ntese que es una traduccin del griego y que las comillas recaen en la sigla comunista] no tena ni tiene ninguna relacin en absoluto ideolgica, poltica y orgnicamente con el antiguo KKE revolucionario (1918-1955). Fue una escandalosa creacin de los revisionistas jruschovianos que adoptaron la lnea contrarrevolucionaria y socialdemcrata promulgada en el XX congreso del PCUS, concretamente la transicin pacfica al socialismo. Por esta razn, el nuevo partido ha sido, desde el mismo comienzo, un partido burgus socialdemcrata ya no guiado por el marxismo-leninismo-stalinismo, sino por la tendencia contrarrevolucionaria del revisionismo jruschoviano, una variante de la ideologa burguesa.

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    IV

    Gheorghiu-Dej y el PCR: de la desovietizacin al surgimiento del comunismo nacional

    Los comunistas rumanos y el XX congreso del PCUS

    Vladimir Tismneanu

    [...]

    La delegacin rumana en el XX congreso estuvo encabezada por Gheorghiu-Dej,

    e incluy, miembros del Bur Poltico como Miron Constantinescu, Isif

    Chiinevschi y Petre Boril. Obviamente, la delegacin no tena idea de que se

    iba a lanzar en ese congreso la bomba anti-Stalin que estaba preparando

    Jruschov. No es difcil imaginar que Gheorghiu-Dej, sin duda, un verdadero

    adorador de Stalin estuviera muy entusiasmado con las severas crticas que

    recibira el fallecido lder sovitico. Segn Miron Constantinescu, Gheorghiu-

    Dej se molest profundamente por las revelaciones del discurso secreto de

    Jruschov. A ojos de Gheorghiu-Dej, denunciar al dolo del comunismo mundial,

    Jruschov estaba cometiendo un error histrico. En este sentido, el lder rumano

    comparti la inicial opinin de dirigentes comunistas como Mao Zedong o

    Maurice Thorez al expresar desprecio por el sentimentalismo que tomaba

    Jruschov respecto al tocar el tema.

    En realidad est frustracin inicial anti-Stalin de Gheorghiu-Dej sobre del lder

    sovitico Jruschov, puede ser considerado como el primer paso en el desarrollo

    de la controversia rumano-sovitica que vino tiempo despus. Por ello,

    Gheorghiu-Dej comenz a cortejar a los chinos, de hecho, despus de 1956, los

    comunistas rumanos tenan ms en comn en el tratamiento de la cuestin de

    Stalin y el tema de la des-stalinizacin con la China de Mao y la Albania de

    Enver Hoxha que con la Polonia de Gomulka. Sin embargo, Gheorghiu-Dej

    tambin utiliz sus habilidades de maniobra para mejorar las relaciones de su

    pas con Yugoslavia, cuyos dirigentes haba estigmatizado a la Kominform de

    noviembre de 1949 como una pandilla de asesinos y espas. En base a las

    declaraciones posteriores y confesiones improvisadas, sobre todo en lo que fue

    revelado durante el diciembre-noviembre de 1961 en el pleno del CC, los

    miembros de la delegacin rumana al XX congreso del PCUS gastaban sus

    tardes jugando al domino, tratando de entender que pasaba en esos instantes en

    lo alto del partido sovitico.

    En resumidas cuentas durante el XX congreso del PCUS los lderes comunistas

    rumanos estaban desorientados, confusos, y traumatizados; su mundo entero se

    deshaca una vez que su antiguo dolo haba sido atacado como un criminal, un

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    monstruo paranoide y un intil militarmente hablando. Independientemente de

    sus sentimientos hacia Jruschov antes de febrero de 1956, es obvio que a partir

    de aquel momento Gheorghiu-Dej desconfi profundamente del primer

    secretario sovitico. Para l, como para Thorez, Novotny, o Ulbricht, la

    disolucin del mito de Stalin era una equivocacin principal desde el punto de

    vita estratgica e ideolgica, algo cado del cielo para la propaganda de

    imperialista y una concesin al revisionismo titoista.

    Finalmente, en marzo-abril de 1956, una serie de reuniones del comit se

    convocaron con el fin de informar al aparato superior sobre el XX congreso del

    PCUS. Estas sesiones estaban bien orquestadas y destinadas a ser una especie

    de ritual de purificacin en el que se le pidi a cada miembro de la cpula

    comunista suprema que se dedicara a la notoria prctica leninista de la crtica y

    la autocrtica. En el pleno de 23 hasta 25 marzo, Gheorghiu-Dej, present un

    informe del Bur Poltico Dare de Seama en el que criticaba a Stalin y

    especialmente la prctica del culto a la personalidad. Sin embargo, el discurso

    secreto no se mencion explcitamente. En cuanto a las manifestaciones del

    stalinismo en su propio partido, Gheorghiu-Dej habl sobre stalinistas rumanos

    sin mencionar nombres, pero insisti que en el PCR se les haba expulsado en

    1952, y, por lo tanto, implicaba que los stalinistas slo en Rumana ya haban

    sido degradados en su da: Pauker, Luca y Georgescu, y daba a entender que l,

    Gheorghiu-Dej, mereca todo el crdito por haber iniciado una valenta des-

    stalinizacin mucho antes del propio XX congreso del PCUS. Asimismo, destac

    que el II congreso del PCR marc una nueva fase en el hecho de que el liderazgo

    colectivo se volvi a establecer y donde presuntamente el centralismo

    democrtico fue verdaderamente erigido en la vida interna del partido. En pocas

    palabras, el juego de Gheorghiu-Dej era invocar la lucha contra la faccin

    moscovita expulsada en 1952 como un argumento para una profticamente

    correcta poltica de su grupo en cuanto a comportamiento poltico. A diferencia

    con otras partes de Europa del este, Gheorghiu-Dej mantuvo el liderazgo en el

    PCR, y adems logr evitar los peores excesos asociados con el culto de

    Stalin. El expresaba que cualquier cosa que hubiera de ser rectificada en su da

    se lleg a solventar bsicamente como resultado de la purga antiPauker. No hay

    palabra alguna sobre el destino de Foris, Koffler y Patrascanu todos liquidados

    por orden del propio Gheorghiu-Dej, o sobre el tratamiento ilegal dado a Luca,

    Ana Pauker, Teohari Georgescu y otra gran parte de militantes purgados

    entonces.

    En este Pleno, Isif Chiinevschi y Miron Constantinescu, ambos miembros de

    la delegacin al XX congreso del PCUS, y cada uno por motivos muy diferentes,

    desafiaron a Gheorghiu-Dej y a su autoridad, de modo que la reunin fue

    transformada en un verdadero debate, hasta el punto que no haba llegado a

    existir ninguna reunin de ese tipo tan lgida desde la purga de los

    derechistas. Esta es la razn por la que de los documentos de este pleno

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    Gheorghiu-Dej slo public el informe sobre XX congreso del PCUS a medias y

    aun as en una versin esterilizada. Miron Constantinescu, apoyado por

    Chiinevschi, abog por la regeneracin del partido en el espritu de la lnea

    antistalinista promovida por Jruschov. Ellos invocaron el lema del XX congreso

    del PCUS sobre la restauracin de las normas leninistas en la vida interna del

    partido para debilitar as la posicin de Gheorghiu-Dej y reestructurar el

    liderazgo del partido a sus intereses. Tambin, Miron Constantinescu critic a la

    Securitate, incluyendo el hecho que la polica secreta funcion sin consultar a

    los ministerios y sin consultar con altos funcionarios, incluso si aquellos, como

    era su caso, servan al politbur.

    En el lenguaje leninista, esto era un ataque total, y Gheorghiu-Dej no omiti el

    punto. A la crtica de Constantinescu y Chiinevschi, Gheorghiu-Dej, quien fue

    capaz de combinar una afabilidad seductora personal con la lgica stalinista,

    oponiendo a la teora de que el culto de personalidad de verdad haba existido

    dentro del PCR, creyendo que ni haba existido ni haba contado con

    consecuencias abominables y trgicas, ya que todo esto se haba vencido al final

    con la eliminacin de los bandidos fraccionalistas, los oportunistas como

    para l eran: Pauker, Luca, Teohari. Despus de 1952, Gheorghiu-Dej y sus

    partidarios reclamaron que el liderazgo colectivo fue instalado de nuevo.

    Vale la pena acentuar que los dos opositores principales de Gheorghiu-Dej lo

    atacaron por motivos muy diferentes. En el caso de Chiinevschi, era por su

    oportunismo duradero en el tiempo, era un tipo de camalen sin igual en cuanto

    a conducta poltica materializada en su voluntad para asociarse con el grupo que

    fuera el ms probable de ganar la batalla. Un seguidor verdadero de la lnea de

    Mosc, independientemente de su torcedura o vuelta, l agarr una

    oportunidad de minar Gheorghiu-Dej y recomponer para l la imagen de un

    luchador para la democracia al interior del partido. Como Jruschov pareci

    llevar la voz cantante en Mosc, Chiinevschi pens, que no slo era probable

    una revaluacin crtica de las purgas en Rumana sino que era inevitable. De

    hecho, en la prxima reunin del politbur, atac a Gheorghiu-Dej directamente

    diciendo que, aunque l reconociera las virtudes del primer secretario, l quera

    subrayar sus defectos, considerando que la actitud hasta ahora completamente

    incrtica de Gheorghiu-Dej era una posicin equivocada, no leninista, Miron

    Constantinescu por otro lado crey que l podra contar con el apoyo de los

    intelectuales dentro del partido, as como entre algunas figuras principales de la

    cultura que haban sido lanzadas al ostracismo despus de la entrada en

    funciones del comunismo.

    Los confidentes principales y partidarios de Gheorghiu-Dej en aquel momento eran Gheorghe Apostol, Emil Bodnaras, Alexandru Moghioros, y Petre Borila. En realidad, la tentativa de Miron Constantinescu de atraer a Alexandru Moghioros a su lado fracas, le sali el tiro por la culata completamente: Alexandru Moghioros quien antes haba traicionado a Vasile Luca y a Ana

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    Pauker, fue inmediatamente a Gheorghiu-Dej a informarlo sobre la formacin de una plataforma antipartido. Isif Chiinevschi fue menos astuto con Prvulescu, que de todos modos despreci Gheorghiu-Dej, por ello se trat de atraer su ayuda en este esfuerzo para culpar al primer secretario de los abusos, pero parece que Prvulescu no entendi que la accin sugerida de Chisinevschi ascenda de hecho a la sustitucin total de Gheorghiu-Dej, no entendi o quizs fingi no entender el mensaje claramente. Su falta de informacin sobre la invitacin de Chiinevschi a hablar del pasado a la luz del XX congreso leninista le paso factura. Este coste se tradujo en que en junio de 1957 en el pleno del CC, Prvulescu fue criticado con severidad, y despus en el tercer congreso del PCR en 1960 l perdi su asiento en el politbur, y en el pleno de diciembre-noviembre de 1961; fue criticado por su miopa poltica y oportunismo. Las acaloradas discusiones del bur poltico en los meses de marzo-abril de 1956 dio lugar a la decisin de mantener bajo estricto control los debates de masas del partido en la des-stalinizacin jruschovista. Las explicaciones oficiales ponan de relieve la justicia de la lnea del partido y cualquier intento de cuestionar lo dado daba lugar a sanciones inmediatas. Todos los miembros del politbur fueron instruidos para oponerse al revisionismo y a tendencias liberales anrquicas. Leonte Rutu fue el encargado de dirigir los esfuerzos de propaganda destinados a ocultar las implicaciones reales de Jruschov en la campaa de des-stalinizacin. Las llamadas a la democratizacin dentro del partido no se escucharon y en cambio se puso nfasis en la teora del temprano abandono rumano a los peores excesos, presuntamente impuestos antiguamente por la fraccin moscovita de Pauker-Luca-Georgescu. Tales son los orgenes del llamado stalinismo nacional sobre la reaccin al XX congreso del PCUS.

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    V

    Obras Escogidas de 1958-1968

    Enver Hoxha

    Tomo II: Escritos sobre Rumana La segunda cuestin que plante a Krylov era: En la carta se dice que el CC del PCUS ha favorecido la eleccin de Janos Kadar como primer secretario del Partido de los Trabajadores Hngaros, pero no sabemos claramente dnde se ha formado el Comit Central del Partido de los Trabajadores Hngaros, en Crimea? Y qu me respondi Krylov? Contest con lo siguiente: No. Las cosas han debido desarrollarse as: Los camaradas hngaros han ido a Crimea y han discutido sobre la eleccin de un secretario para ocupar la direccin de su partido; el CC del PCUS ha mostrado sus prefere