Árboles en la ciudad, Árboles para vivir · una escala de tiempo que supera los cuatro años de...

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ÁRBOLES EN LA CIUDAD, ÁRBOLES PARA VIVIR Los árboles urbanos prestan múltiples servicios en su entorno. Además de embellecer la ciudad y mejorar el espacio público, purifican el aire y reducen la suciedad, actuando como filtro para la contaminación y el polvo. Combaten, así mismo, el estrés y el ruido circundante, por su efecto de pantalla acústica. Proporcionan sombra y resguardo cuando el calor se hace insoportable y protegen a las ciudades de posibles inundaciones. Alcanzar todos estos beneficios no es fácil; requiere saber plantar correctamente las nuevas áreas y, al mismo tiempo, gestionar adecuadamente el arbolado existente, a fin de hacer rendir el esfuerzo de generaciones pasadas. El arbolado urbano es un asunto que toca al bien de la comunidad, por ello, debe hacerse a los ciudadanos partícipes de este servicio público, incrementando la conciencia del beneficio de los árboles en su paisaje cotidiano. ETICA Y SERVICIO PÚBLICO EN LA GESTIÓN DEL ARBOLADO Los parques y jardines públicos son competencia y responsabilidad municipal y, por tanto, los ayuntamientos deben prestar el servicio de “parques y jardines públicos” , de forma autónoma, con responsabilidad y atendiendo siempre, en su programación y ejecución, a la debida coordinación con las demás administraciones públicas. Esto hace que la gestión del verde urbano deba desarrollarse siempre en permanente “equilibrio”. Parque Padre Querbes (Huesca). Foto: Xavier Arqued Un servicio se considera “público”, cuando su finalidad es atender a una necesidad de la sociedad en su conjunto, y los parques y jardines son un buen ejemplo de ello. Así, pues en los municipios, es el propio ayuntamiento el responsable, ya que es la entidad que organiza los recursos de la comunidad. Las condiciones de prestación de este servicio, directa o indirecta, siempre estarán sujetas al control y a la regulación del propio ayuntamiento.

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ÁRBOLES EN LA CIUDAD, ÁRBOLES PARA VIVIR

Los árboles urbanos prestan múltiples servicios en su entorno. Además de embellecer la ciudad y mejorar el espacio público, purifican el aire y reducen la suciedad, actuando como filtro para la contaminación y el polvo. Combaten, así mismo, el estrés y el ruido circundante, por su efecto de pantalla acústica. Proporcionan sombra y resguardo cuando el calor se hace insoportable y protegen a las ciudades de posibles inundaciones.

Alcanzar todos estos beneficios no es fácil; requiere saber plantar correctamente las nuevas áreas y, al mismo tiempo, gestionar adecuadamente el arbolado existente, a fin de hacer rendir el esfuerzo de generaciones pasadas. El arbolado urbano es un asunto que toca al bien de la comunidad, por ello, debe hacerse a los ciudadanos partícipes de este servicio público, incrementando la conciencia del beneficio de los árboles en su paisaje cotidiano.

ETICA Y SERVICIO PÚBLICO EN LA GESTIÓN DEL ARBOLADO

Los parques y jardines públicos son competencia y responsabilidad municipal y, por tanto, los ayuntamientos deben prestar el servicio de “parques y jardines públicos”, de forma autónoma, con responsabilidad y atendiendo siempre, en su programación y ejecución, a la debida coordinación con las demás administraciones públicas. Esto hace que la gestión del verde urbano deba desarrollarse siempre en permanente “equilibrio”.

Parque Padre Querbes (Huesca). Foto: Xavier Arqued

Un servicio se considera “público”, cuando su finalidad es atender a una necesidad de la sociedad en su conjunto, y los parques y jardines son un buen ejemplo de ello. Así, pues en los municipios, es el propio ayuntamiento el responsable, ya que es la entidad que organiza los recursos de la comunidad. Las condiciones de prestación de este servicio, directa o indirecta, siempre estarán sujetas al control y a la regulación del propio ayuntamiento.

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Tanto la ley de bases de régimen local de 1985, como su modificación de 2013, al conformar las competencias de los más de 8.000 municipios españoles, recoge en el apartado de “medio ambiente urbano”, la competencia de todos los municipios sobre los parques y jardines públicos, estableciendo este servicio de “parque público” como obligatorio en los de más de 5.000 habitantes.

Un servicio público no es un negocio y en el de parques y jardines se da la circunstancia, además, de que se trabaja con seres vivos, lo cual lo diferencia netamente de otros servicios municipales en lo tocante a la calidad de la prestación a desarrollar, no debiendo caer en el error de ejercerlo como si se desarrollase con elementos inertes. El papel de los funcionarios encargados de gestionar el patrimonio verde urbano reviste, por ello, una especial responsabilidad. Debe recordarse que, en el caso de los empleados públicos, responde de su calidad e idoneidad su proceso selectivo, en el que se han tenido en cuenta los principios constitucionales de igualdad, mérito y capacidad. Cada técnico municipal adquiere un compromiso de servicio público que garantiza su objetividad y su trabajo a favor del bien común. Incluso en el caso de que existan necesidades técnicas u operativas que excedan los recursos directos disponibles y que, por ello, se solucionen a través de empresas de mantenimiento y profesionales especializados en la jardinería, al técnico municipal competerá la tutela de sus acciones.

MENOS PALOS, MÁS ÁRBOLES

En una ciudad, el arbolado juega un papel importante al actuar como elemento organizador de la trama urbana, como cubierta de nuestros viarios e, incluso, como ayuda para dar escala humana a los edificios que nos rodean.

Bilbao

Sin quitar valor al árbol como individuo, la contribución más significativa del mismo para la ciudad deviene de su diseño como una trama, un sistema que estructura y cohesiona la urbe y la relaciona con el resto del territorio. Como dato, podemos decir que una ciudad española tiene como promedio 14,4 árboles por cada cien habitantes, lo cual da idea de la presencia de estos seres vivos en nuestras sociedades. Podría deducirse, pues, que lo mejor sería plantar gran cantidad de árboles en nuestras calles y zonas verdes, pero eso sería erróneo, porque se trata de

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seres vivos que se desarrollan y precisan un espacio que debe ser tenido en cuenta por el urbanista, para no atenerse a una ratio equivocada desde su concepción. No se trata de tener muchos árboles por habitante, sino de tener una cobertura arbórea adecuada a la población.

Las Ramblas. Barcelona

Los beneficios que los árboles aportan a las zonas urbanas son proporcionales a los tamaños de sus copas, no al número de troncos que flanquean nuestras aceras o llenan nuestros parques. Sin embargo, la realidad actual es que, en la mayoría de pueblos y ciudades, los árboles de gran porte están en clara recesión, a favor del diseño de alineaciones de árboles de porte pequeño o, lo que es más grave, plantaciones que, por la falta de espacio, no pueden desarrollarse adecuadamente y, a la larga, generan más conflictos que beneficios.

Esto se debe, fundamentalmente, a que hay urbanistas que utilizan los árboles como un elemento meramente ornamental, como puntos dibujados en un plano, algo complementario a sus planificaciones y proyectos de espacios urbanos. Con ello, están obviando algo tan simple e importante como que la ciudad es para vivirla, y que ello exige después una continua labor de gestión.

Aunque existen estudios, planes e informes técnicos específicos sobre arbolado urbano, de gran utilidad, aunque existen excelentes profesionales especializados en la materia, tanto en el ámbito de la administración, como en el sector privado, la realidad de los problemas, conflictos y daños causados por árboles en muchas ciudades, -ahora llamados “diservicios”-, pone de manifiesto que hay cosas que no se están haciendo bien. Este “protagonismo” indeseado del árbol cobra especial importancia mediática en verano, coincidiendo con la caída de ramas y ejemplares enteros, lo cual genera la consiguiente alarma social por los daños que, desgraciadamente, se producen en algunos casos.

Cuando el mantenimiento del arbolado en la ciudad es tan esencial como para que influya en la vida y la seguridad de las personas, el trabajo a desarrollar por el servicio público de parques y jardines no puede estar a merced de juicios a la ligera, ni de la desinformación más absoluta, ni de

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opiniones particulares que generan confusión y preocupación en la ciudadanía. Debe realizarse con determinación, primando la seguridad; debe ser un ejercicio de responsabilidad llevado a cabo por profesionales al servicio de lo público.

Asociar el árbol con un “problema” en la ciudad es una ingratitud; señalar a los técnicos municipales encargados de parques y jardines como los “causantes” de los daños que el mismo pueda producir, o de su eliminación en prevención de males mayores es, además de una falta de respeto, una muestra de ignorancia o de mala intención. Apear un árbol, talar un árbol... matar un árbol, en suma, duele, en primer lugar a aquellos técnicos que han hecho de su protección su vida, y que deben renunciar a ese objetivo en aras de la seguridad de sus vecinos. En ocasiones, solucionando, a golpe de motosierra, errores del pasado de quienes consideraron a los árboles como un mero mobiliario sin vida.

Es paradójico, cuando no insultante, acabar señalando a los empleados públicos de jardines como culpables de la desaparición de un árbol, cuya plantación equivocada ha provocado daños personales, en lugar de identificar el motivo que ha llevado a su eliminación.

Porque, ¿cuántas obras realizadas en nuestras calles y plazas, -necesarias y justificadas todas ellas por el bien de la ciudadanía-, se han proyectado sin el menor cuidado ni respeto hacia la parte del árbol que se halla bajo el pavimento? ¿Cuántos de esos proyectos se han analizado previamente por sus autores junto con los responsables de la conservación del verde urbano, a fin de compatibilizar opciones para no dañar al árbol? Y, por último, ¿cómo puede ser que se causen daños en árboles, -o en raíces-, por culpa de obras que no obedecen a urgencias o accidentes, siendo que están reguladas por ordenanzas en la materia?

Es revelador que la mayoría de técnicos municipales de parques y jardines coincidan en la poca consideración hacia el verde en las obras realizadas por los tradicionales servicios de urbanismo u obras, en la consiguiente desconsideración profesional de los propios compañeros municipales que las desarrollan, y, por último, en la sorprendente permisividad de algunos responsables políticos que consideran que “el fin justifica los medios”.

Volviendo a la realidad, el estudio “Análisis de la conservación de la infraestructura verde urbana en España 2015”, elaborado por la AEPJP con la colaboración de ASEJA y la Red de Gobiernos Locales +Biodiversidad de la FEMP con el objetivo de conocer y analizar los modelos de gestión de la infraestructura verde urbana, así como sus principales magnitudes, presupuestos y recursos humanos dedicados a la conservación de dicha infraestructura, y realizado en 54 ciudades diferentes, aporta unos indicadores del presupuesto que los ayuntamientos destinan a la

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conservación del verde urbano, como promedio anual, y el coste económico repercutido a los ciudadanos. Estos datos ayudan a contextualizar la realidad acerca de la conservación de ese verde urbano y ponen de manifiesto los escasos recursos económicos destinados a este servicio en muchas ciudades, lo cual, además de impedir la correcta prestación de este servicio público obligatorio en el día a día, supone un perjuicio directo e irreversible en la supervivencia de árboles y arbustos, que intentan desarrollarse en un medio ajeno al suyo, como es el urbano, y en una escala de tiempo que supera los cuatro años de un mandato legislativo.

Plano urbana Huesca señalando el verde

Los datos hablan por sí solos. El porcentaje medio del presupuesto municipal destinado a la conservación de la masa verde es del 2,7%, y el coste medio de esta conservación por habitante es de 26’8 euros por habitante. El coste medio de la conservación de la superficie verde es de 2,6 euros por metro cuadrado. Por otro lado, el 65% de las ciudades dispone de un modelo de conservación mixto, que combina la realización de las tareas por parte de equipos municipales y de empresas externas.

Sin entrar al detalle, existen varios hechos que evidencian la debilidad actual del sistema público de parques y jardines en las propias instituciones: recursos insuficientes destinados a la conservación del patrimonio verde urbano, preocupante desprofesionalización y, sobre todo, falta de consideración y respeto a los profesionales de parques y jardines por parte de los servicios tradicionales de urbanismo u obras.

Quejarse de ello no aporta soluciones. Las energías de este sector vocacional, de sus profesionales, deben dirigirse a poner en valor el propio sector, haciendo cómplice al beneficiario de este servicio público: la ciudadanía. Ella es la gran aliada que puede hacer que quienes toman decisiones estratégicas de carácter institucional, quienes deciden en política, tomen conciencia del valor real que el verde aporta a la ciudad y a sus habitantes, y actúen asignando los recursos necesarios y proporcionales para la prestación del servicio, confiando y respaldando la labor profesional de los técnicos municipales del servicio de parques y jardines.

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Parque Miguel Servet (Huesca). Foto: Guillermo Farina

EL ÁRBOL, FACTOR CLAVE EN LA INFRAESTRUCTURA VERDE

El árbol es un organismo vivo que convive en el espacio urbano con las personas, y las conecta física y emocionalmente con la naturaleza, apunta el documento “ÁRBOLES PARA VIVIR –Plan director del arbolado de Barcelona 2017-2037”. Seguidamente, extraigo varias consideraciones que son esenciales para entender la importancia del árbol en la ciudad, la necesidad de tenerlo en cuenta por nuestro propio interés, y la obligación de gestionarlo, enmarcado en la infraestructura verde urbana.

El conjunto de árboles permite comunicar entre sí la red de espacios verdes de la ciudad, favoreciendo una infraestructura verde que la articula, que contribuye a su salud, confort y habitabilidad, gracias a los efectos que genera en la mejora de la calidad ambiental, el embellecimiento del paisaje o la creación de espacios socializadores y de contacto con la naturaleza, dentro de la trama urbana. Para muchas personas, el arbolado es el fragmento de naturaleza más a su alcance, un vecino “vivo” que los acompaña a lo largo de la vida, contribuyendo a una urbe más saludable y habitable, evidenciando, entre otros, los espacios de relación y convivencia, el paso del tiempo, la sucesión de las estaciones…

Paseo Sant Joan (Barcelona)

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Los servicios y beneficios que prestan los árboles son un hecho. Las ventajas de su presencia en la ciudad son numerosísimas. El arbolado de las ciudades contribuye de modo decisivo a la mejora de la calidad de vida de las personas, por su influencia ambiental y social sobre la población, y es considerado un elemento urbanístico fundamental en la definición de la estructura urbana y en la valoración de la calidad del espacio público.

Para cuidar y potenciar el valor de los árboles en la ciudad, y para su buen desarrollo y ciclo de vida hay que conocer bien su naturaleza como seres vivos y sus necesidades específicas de recursos naturales (tierra, agua, temperatura, nutrientes…) y de espacio vital. Solo así podrá obtenerse de ellos su máximo rendimiento y un desarrollo armónico que evitará el que sean considerados como fuente de problemas o inconvenientes con el correr de los años.

Inconvenientes de los árboles en la ciudad. Naturalmente, como seres vivos y vecinos que son, generan inconvenientes que la colectividad ha de sufrir, como la estimulación de alergias, las emisiones de COV (compuestos orgánicos volátiles), la capacidad invasora, los efectos negativos sobre el pavimento, la presencia de flores, frutos y hojas sobre las aceras… y, como situaciones excepcionales, los accidentes que pueden causar la caída de ramas o ejemplares. Por ello es tan necesario tener en cuenta las características de cada especie y llevar a cabo una buena planificación, hecha por profesionales, diversificando los géneros y evitando los más problemáticos, así como exigir la continua protección y conservación de los ejemplares, para evitar accidentes. El objetivo de cualquier municipio ha de ser, por supuesto, conseguir el mayor número de beneficios, reduciendo los inconvenientes tanto como sea posible.

Ilustración: “ÁRBOLES PARA VIVIR –Plan director del arbolado de Barcelona 2017-2037”

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Las líneas estratégicas y las acciones. Las propuestas del Plan director del arbolado de Barcelona establecen diez líneas estratégicas que se llevan a la práctica por medio de un abanico de acciones concretas. Estos ámbitos han sido concebidos como una clasificación que permite la mirada transversal y la sinergia. Esta mirada se amplía también en las medidas planteadas en el Plan del verde y de la biodiversidad, puesto que ambos planes están íntimamente relacionados. Las líneas abarcan, tanto el arbolado público de las calles y de los parques y jardines como el arbolado de propiedad privada.

Ilustración: “ÁRBOLES PARA VIVIR –Plan director del arbolado de Barcelona 2017-2037”

ASPIRACIÓN: MÁS Y MEJORES ÁRBOLES

“El papel lo soporta todo”. Cada árbol es un elemento único que no puede ser, simplemente, plantado en un determinado lugar del espacio público, confiando en que el esfuerzo de los técnicos municipales logrará que se acabe adaptando con éxito. A menudo, no es suficiente con este conocimiento y esfuerzo, ya que los requerimientos de los árboles y los condicionantes de cada lugar ponen límites a su capacidad de adaptación. Cada árbol requiere así su lugar concreto y una cantidad determinada de suelo y de espacio para desarrollarse, razón por la que la tarea previa a cualquier plantación debe ser la adecuada identificación de estas exigencias. Así, se optimizan la dedicación y los costes de mantenimiento, maximizando al mismo tiempo los servicios sociales y ambientales que ofrece. Como prueba de ello, podemos ver que, en algunos lugares de la ciudad, el elevado número de árboles se acaba convirtiendo en un problema, por las dificultades de adaptación y las deficiencias que eso ocasiona en algunas especies. Eso hace que sea recomendable aplicar criterios diferentes en cada lugar de la ciudad o, incluso, en algunos casos, renunciar a plantar, para aplicar otras fórmulas de naturalización del espacio urbano. Un

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arbolado de calidad y saludable siempre ofrece muchos más servicios y funciones para el bienestar de la ciudadanía.

Parque Joan Miró (Barcelona). Foto: Andres Flajszer

El cuidado y la protección del arbolado en nuestras ciudades es una prioridad para los técnicos municipales de parques y jardines; asumimos esta responsabilidad de servicio público con capacidad, rigor y determinación. Sólo necesitamos confianza y respeto en nuestra labor.

Lo dicho; menos palos y más árboles.

Francisco Bergua Presidente de la Asociación Española de Parques y Jardines Públicos Jefe del Servicio de Medio Ambiente del Ayuntamiento de Huesca Funcionario de carrera e Ingeniero de Montes 18/9/2017