ramos ética y economia

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Estudios Públicos, 116 (primavera 2009). OPINIÓN ECONOMÍA Y ÉTICA 1 Joseph Ramos No cabe duda que la economía como disciplina tiene un im- portante contenido técnico. Sin embargo, no es éticamente aséptica como sugieren algunos. Por el contrario, este trabajo insiste en que la actividad económica, la política económica e, inclusive, la teoría económica están íntimamente cruzadas por consideraciones valóricas. El trabajo examina cinco de las principales interfaces entre economía y ética. Concluye que la economía se beneficiaría si hiciera explícitas estas considera- ciones en lugar de pasarlas por alto o negarlas. Palabras clave: teoría económica; economía y ética; mercado; políti- ca económica. JOSEPH RAMOS. PhD en economía, Columbia University. Profesor titular de la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad de Chile. Especialista en economía laboral. Su último libro (editor) fue Políticas de Empleo e Institucionalidad Laboral para el Siglo XXI (Editorial Universitaria, Santiago, 2003). 1 Este trabajo es una versión más acabada de la ponencia que el autor presentó en el III Congreso de Ética organizado por las cinco universidades Católicas de Chile y realizado en la Universidad Alberto Hurtado el 11 de junio de 2009. www.cepchile.cl

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  • Estudios Pblicos, 116 (primavera 2009).

    OPININ

    ECONOMA Y TICA1

    Joseph Ramos

    No cabe duda que la economa como disciplina tiene un im-portante contenido tcnico. Sin embargo, no es ticamenteasptica como sugieren algunos. Por el contrario, este trabajoinsiste en que la actividad econmica, la poltica econmica e,inclusive, la teora econmica estn ntimamente cruzadas porconsideraciones valricas. El trabajo examina cinco de lasprincipales interfaces entre economa y tica. Concluye que laeconoma se beneficiara si hiciera explcitas estas considera-ciones en lugar de pasarlas por alto o negarlas.

    Palabras clave: teora econmica; economa y tica; mercado; polti-ca econmica.

    JOSEPH RAMOS. PhD en economa, Columbia University. Profesor titular de laFacultad de Economa y Negocios de la Universidad de Chile. Especialista en economalaboral. Su ltimo libro (editor) fue Polticas de Empleo e Institucionalidad Laboralpara el Siglo XXI (Editorial Universitaria, Santiago, 2003).

    1 Este trabajo es una versin ms acabada de la ponencia que el autor presenten el III Congreso de tica organizado por las cinco universidades Catlicas de Chile yrealizado en la Universidad Alberto Hurtado el 11 de junio de 2009.

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    SIntroduccin

    i bien la economa moderna nace de la filosofa moral, laeconoma y la tica tienen una relacin incmoda. Por un lado, laactividad econmica, como cualquier otra, es, o debe ser, regida porconsideraciones ticas. Y el juicio tico habitual al respecto es bastantecrtico. La actividad econmica ha tendido a ser vista por la mayora depensadores al menos con sospecha si no como un claro mal, aunque talvez un mal menor. En efecto, se considera que la actividad econmicano slo va dirigida a satisfacer los apetitos menos nobles del ser huma-no sino que apela a las motivaciones ms bajas: en economas demercado, al inters propio. Es un avance slo si se compara con elsometimiento y explotacin que caracterizaron las sociedades esclavis-tas y feudales. Slo en forma muy excepcional (aparte de las relacionesdentro de un ncleo familiar) se ha fundado la actividad econmica enmotivos benvolos, altruistas o solidarios. No es de extraar, pues, quehasta pocas recientes se haya considerado la actividad econmicacomo inapropiada para un caballero, tolerndola slo como una nece-sidad.

    Por otro lado, y tal vez como un intento de liberarse de estacrtica, muchos economistas han insistido en la necesidad de distinguirla economa positiva de la normativa2. La primera, la que caracterizarala teora econmica, pretende predecir el comportamiento econmico,sin enjuiciar conductas. Sera dominio de la segunda de la economanormativa el enjuiciamiento de la economa aplicada, donde se valo-ran alternativas u opciones de polticas segn criterios ticos y norma-tivos. Mas insistira que ni siquiera la teora econmica se escapa de latica. En efecto, como bien ha reiterado Amartya Sen3, es imposiblepredecir el comportamiento humano si no se toman en cuenta loscondicionantes ticos que mueven al hombre.

    Es mi conviccin, pues, que la tica y la economa estn entra-ablemente relacionadas, tanto en la teora econmica como en la

    2 Milton Friedman es el que ms claramente ha insistido en este distingo enpocas recientes. Con todo es importante notar que de todas maneras l reconoca elpapel de las consideraciones valricas al momento de tomar decisiones de poltica. Versu ensayo On the Methdology of Positive Economics, en Essays in Positive Econo-mics (University of Chicago Press, 1953).

    3 Ver A. Sen, On Ethics and Economics, 1987.

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    poltica econmica y, por cierto, en la actividad econmica. En lo quesigue quisiera indicar lo que considero las cinco interfaces principalesentre ambas4.

    Pero antes debo aclarar que considero equivocado el menospre-cio que algunos sienten por la economa. La economa, por cierto, serefiere esencialmente a la produccin e intercambio de bienes y servi-cios en el mercado. Es cierto que los estudios muestran que la felicidaddel hombre no es lineal con su nivel de vida material, sino que dependeprincipalmente de su satisfaccin afectiva (buenas relaciones de pareja,con sus hijos y con los amigos) as como de su autorrealizacin. Noobstante, hasta cierto umbral mnimo material, lo econmico importamucho. En efecto, lo material no ser lo ms importante para alcanzarla felicidad, pero la insuficiencia material s puede generar mucha infeli-cidad. De tal modo que considero sobre todo para economas semi-desarrolladas como las de Chile y Amrica Latina que el progresoeconmico y la eliminacin de la pobreza son tal vez las manerasprivilegiadas para amar al prjimo en nuestros tiempos. Por eso es unacausa noble el trabajar por el desarrollo econmico, sea en el diseo debuenas polticas, sea en la creacin o gestin de empresas cada vezms eficientes y generadoras de empleos ms productivos.

    Tema 1: La paradoja valrica del mercado

    El mercado requiere de tica para su funcionamiento; son clavespara ello valores como honestidad, confianza, buena voluntad. A ttuloilustrativo, piensen en el epicentro de la economa capitalista, la Bolsa.Su operacin sera imposible si toda transaccin tuviera que hacersepor contrato y firma frente a notario. En efecto, gran parte de lastransacciones econmicas se hace sin contrato y los contratos que sse escriben adolecen de importantes lagunas. No toda contingencia es,ni puede ser, considerada. De tener que redactar un contrato conclusulas explcitas para toda contingencia, se frenara la mayor partede la actividad econmica, entre otras cosas, por dudar de la buenavoluntad del otro que exigiera tantas clusulas De hecho la judicializa-cin de mucho de la actividad econmica en Estados Unidos tiene un

    4 Ver tambin los ensayos en Joseph Ramos, Ms All de la Economa, MsAc de la Utopa, 1991.

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    alto costo en competitividad frente a sociedades menos legalistas, don-de rige mayor confianza, como Japn5.

    Esto en cuanto a la microeconoma. Mas los valores son decisi-vos tambin en la macroeconoma. De hecho, una de las hiptesisclsicas sobre el desarrollo de Europa, la de Max Weber, es una expli-cacin sobre la base de valores de esfuerzo, responsabilidad, hones-tidad, frugalidad y ahorro, lo que l denomin la tica Protestante.Quin dudara que una economa de mercado con la tica de trabajodel hippie, la falta de austeridad del yuppie y la moral del yosta (mefirst) estara condenada al subdesarrollo, tal como fueron condenadaslas sociedades caracterizadas por la tica de trabajo del caballero y deconsumo conspicuo del aristcrata?

    La tica, pues, no es tanto un freno a la economa como unaliciente. Un problema, sin embargo, es que la economa de mercadono slo usufructa de la tica social, sino que la puede corroer6. Enefecto, en la medida en que el intercambio en el mercado sea determi-nado por la aplicacin sistemtica del principio de inters propio, sobretodo si se extremara con oportunismo, engao y trampa, se corroer yeventualmente se socavar el capital moral necesario para el eficazfuncionamiento del mercado. Y aunque no se extremara, cmo conte-ner la persecucin del inters propio en la esfera econmica sin menos-cabar la solidaridad requerida en la esfera pblica y el altruismo y amorrequeridos en la esfera personal/afectiva?

    En efecto, una primera interfaz entre economa y tica es que laeconoma consume la tica o capital social de una sociedad, pero nocontribuye a la generacin y mantencin de la misma, con lo que a lapostre socava sus propios cimientos.

    Tema 2: El mbito principal del mercado es lo intercambiable, perotiene lmites lo intercambiable?7

    En primer lugar, no todo es intercambiable. El cario no secompra. Pretender comprar o transarlo es conseguir otra cosa, prosti-tucin, pero no amor.

    5 Vase al respecto el libro de F. Fukuyama, Trust, 1995.6 Ver al respecto, por ejemplo, I. Kristol, Capitalism, Socialism and Nihilism,

    1973.7 Ver al respecto M. Walzer, Spheres of Justice, 1983.

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    En segundo lugar, muchas veces en el intento de pasar un bien oservicio a la esfera de intercambio se desvaloriza el bien. Un primerejemplo anecdtico real. Una sala cuna tena el problema de que el 10%de los paps sola llegar tarde a recoger sus hijos, lo que les obligaba aalgunas tas a alargar su jornada ms que lo anticipado. Por tanto,pusieron una multa para frenar el atraso. Sin embargo, al poner la multaaument! el porcentaje que llegaba atrasado a 30%, pues los padres yano lo consideraban un abuso, sino el precio que se pagaba por elatraso. Un segundo ejemplo. Cuando las donaciones de sangre resulta-ron insuficientes para satisfacer las necesidades de ciertos tipos desangre que escaseaban, se comenz a pagar por la sangre. El efecto nodeseado fue que las donaciones voluntarias de sangre cayeron brusca-mente. Lo que se haca para salvar vidas, que no tena precio, ahoratena precio, por lo que las donaciones voluntarias se vinieron abajo8 y,en lugar de conseguir ms sangre, se obtuvo menos.

    Tercero, aun cuando no se desvalorice el bien a intercambiarse,debe permitirse todo intercambio entre adultos con libre consentimien-to? La economa no tiene los recursos propios para contestar estapregunta. De hecho, las dos condiciones clave que se han puesto paratal intercambio que sean intercambios entre adultos y con libre con-sentimiento no provienen de la economa sino de la tica.

    Por ejemplo, se debiera permitir el trabajo infantil, con tal quelos padres lo autoricen? se no es un tema terico, sino prctico. Dehecho, la OIT estima que 13% de los nios menores de doce aos en elmundo (110 millones) trabaja9.

    O debera permitirse la compra-venta de rganos? Basta paraque sea una transaccin socialmente provechosa, como son otros bie-nes, que una persona valorice ms, digamos, US$10.000 que uno desus dos riones, y por tanto est dispuesta a vender uno de los suyospor ese precio, pero que otra persona prefiera un buen rin que esosUS$10.000 o lo que pueda comprar con ese dinero? Todos celebramosla donacin voluntaria de rganos. Pero permitiramos un mercadoabierto de rganos?, pues de hecho hay un mercado negro en ello. Laeconoma sin ms dira que, como ambos pueden beneficiarse segnsus propios criterios, frenar este intercambio sera reducir la utilidad

    8 Ver la obra clsica al respecto de Richard Titmuss, The Gift Relationship:From Human Blood to Social Policy, 1997.

    9 Ver, por ejemplo, K. Basu, The Economics of Child Labor, 2003.

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    social. O ste es un intercambio desesperado, por lo tanto norealmente libre, como cuando el pirata le da a uno la alternativa derecibir un balazo o saltar del buque en alta mar? La economa sencilla-mente no tiene los recursos para decidir si debe haber algn lmite en elintercambio o en qu condiciones este intercambio es realmente libre.

    O debera permitirse el arriendo de vientres para gestar elespermio y vulo de una pareja que no puede tener hijos? De nuevo, lamujer que ofrezca su vientre voluntariamente para gestar al hijo de otraes, con razn, altamente estimada por la sociedad. Pero la que lo hacepor dinero es explotada?, o viola su propia dignidad? ste tampoco esun tema terico. Un artculo reciente de The Economist lo trat enextenso10. Y surge una multiplicidad de interrogantes. Entre otras, dequin es de verdad la criatura (supuesto que la madre postizadecida querer quedarse con ella)? El estado de California considera quela que dio el vulo es la verdadera madre y no la mujer en cuyo vientrese gest la criatura. Otros estados y pases opinan lo contrario.

    Una vez ms, no es la economa la que tiene los recursos parafijar los lmites de lo intercambiable, sino la tica. De hecho, no fue laeconoma la que prohibi contratos de venta o arriendo de largo plazode mano de obra, sino la conviccin moral de que ello conduca a laesclavitud y as fueron excluidos por considerarse un intercambio des-esperado.

    Tema 3: Competencia vs. cooperacin

    Indudablemente, la competencia es un instrumento formidablede organizacin social. Es un gran hallazgo el de Adam Smith, con sumetfora de la mano invisible, que muestra cmo la competenciapuede encauzar los esfuerzos de seres cados (como nosotros, inclu-sive egostas puros que slo buscan el provecho propio) para cumplirun bien social, an sin quererlo.

    Pero a veces, en nuestra oda al mercado, nos quedamos slocon esa metfora y nos olvidamos de la metfora del semforo que-mado. En efecto, imagnense en sus autos en la maana bajando porProvidencia y que al llegar a Vicua Mackenna, de repente, se quema elsemforo de plaza Italia. Cada conductor, intentando cruzar, lo nicoque logra es agravar la situacin para todos, incluyndose a s mismo.

    10 Ver Buying Babies Bit by Bit en The Economist, 23 de diciembre de 2006.

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    La competencia en este caso empeora la situacin para todos, no lasoluciona. Ha habido una falla de coordinacin. Ah se necesita la manodel coordinador (un carabinero o un buen ciudadano) que deje pasar,digamos, veinte autos de un lado y despus veinte del otro. La compe-tencia en este caso agrava en lugar de aliviar el problema.

    Son muchas las situaciones en la economa cuando se requiere,como arriba, la cooperacin y no slo la competencia. En el mbitomacro, pensemos en la crisis actual en Chile. La razn principal porquecay la produccin y aument el desempleo fue que los chilenos recor-taron fuertemente sus gastos, no tanto porque haban cado sus ingre-sos, sino porque fue imposible ver noticias tan alarmantes sobre lacrisis en el exterior sin asustarse y decidir recortar gastos por siacaso. Mas esta prudencia individual multiplicada por 16 millones dechilenos produjo precisamente la recesin que tanto se tema. Impedirlarequera de una accin contracclica del gobierno (el coordinador) parainducir mayor gasto (reduciendo los intereses y los impuestos parainducir mayores compras y aumentando el gasto pblico). Lo que eslocura para cada individuo por s solo (gastar ms en medio de unacrisis) tiene sentido para el colectivo.

    La cooperacin es tambin central en la microeconoma, no slola competencia11. Al interior de la empresa se organiza la produccinno por acuerdos de mercado sino por coordinacin y cooperacin. Secompite hacia fuera de la empresa pero se coopera hacia dentro. Y esesa cooperacin la fuente de las mejoras en productividad, eficiencia ycalidad de productos en la economa.

    Al sobreenfatizar la competencia, la metfora de la mano invisi-ble y la posibilidad de producir en forma eficiente, inclusive con egos-tas, se descuida de este otro organizador social, la cooperacin, tanto oms potente, que no puede sobrevivir con egostas, sino que requierede valores como la confianza, la honestidad, la autodisciplina, la res-ponsabilidad, el sentido de justicia, etc.

    Tema 4: Al homo economicus le mueven slo o principalmenteconsideraciones econmicas (monetarias)?

    Qu duda cabe de que si uno est decidiendo entre jubilarse conun retiro programado o con una renta vitalicia la principal considera-

    11 Ver al respecto, por ejemplo, R. Axelrod, The Evolution of Cooperation,1984, y B. Barry y R. Hardin (eds.), Rational Man and Irrational Society, 1982.

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    cin ser cul renta ms. Sin embargo, no todas las decisiones son as.Slo a ttulo de ejemplo, si alguien quisiera predecir cuntos hijos va atener una pareja, se equivocara del todo si considerase que la decisinfuera tal nmero de hijos que permitiera maximizar el ingreso familiarper cpita. En efecto, normalmente se maximizara el ingreso familiarper cpita con ambos trabajando y sin hijos. Mas el hecho de que lagran mayora de las parejas tenga varios hijos muestra que su motiva-cin principal no fue monetaria (pues ello empeora el nivel medio devida material) sino afectiva.

    Asimismo, si bien todos desean un ingreso decente, no seexplicara que haya jvenes que optan por carreras relativamente malpagadas, como trabajo social, pedagoga, antropologa, periodismo oenfermera, si la consideracin principal fuera monetaria. La autorrea-lizacin es un factor clave en esta decisin, tanto o ms que lasconsideraciones monetarias. Asimismo, para las mujeres resulta unaconsideracin relevante en la eleccin de estudios y de trabajo la posibi-lidad de tener un trabajo que admita una jornada parcial o una participa-cin intermitente, para poder conciliarlo con su deseo de tener familia(un factor obviamente no monetario).

    Aparte de estos macroejemplos, hay ejemplos experimentales ytambin reales que muestran que si bien hay egostas puros (y todostenemos algo de egosta), la mayora de nosotros 1) estamos movidospor un sentido de justicia y no slo por inters propio, y 2) estamosdispuestos a hacer nuestra parte si los dems hacen la suya12. Ambasconsideraciones estn en abierta contradiccin con la lgica egosta,caracterstica del supuesto homo economicus.

    Por ejemplo, innumerables experimentos con el juego del ulti-mtum muestran que las personas no se mueven slo o principalmentepor motivos egostas. En este ejercicio se les presenta a dos desconoci-dos la siguiente opcin. Se les dar $100.000 bajo la siguiente condi-cin: la persona A le propone a la persona B cmo se ha de repartir esedinero, si $90.000 y $10.000, $80.000 y $20.000, $50.000 y$50.000 o de cualquier otra manera. Si B acepta la propuesta, ambos sequedan con los $100.000 segn la reparticin propuesta y aceptada. Encambio, si B rechaza la propuesta, ambos se quedan sin nada. No se

    12 Ver al respecto Gintis, Bowles, Boyd y Fehr (eds.), Moral Sentiments andMaterial Interests, y Sigmund, Fehr y Nowak, The Economics of Fair Play, 2002.

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    permite discusin o negociacin (por eso se llama ultimtum) y no serepite el juego. Si bien no hay respuesta correcta, tpicamente laspropuestas de reparticin menores que 70-30 son rechazadas. Esteresultado est en abierta contradiccin con lo predicho por el supuestodel homo economicus. En efecto, segn ste, A debera ofrecer unadivisin $99.000 y $1.000 en anticipacin de que B la acepte, pues B ose queda con $1.000 (si acepta) o se queda sin nada (si rechaza ladivisin). Como $1.000 es ms que $0, B debera aceptar la divisin de99 - 1. Sin embargo, no es as. La mayora de las personas B rechazanofertas de menos de 70 y 30, pues consideran que ha sido una divisininjusta. Pese a que se quedarn sin nada, de este modo sancionan alque consideran injusto, ya que el otro tambin se quedar sin nada. Quemuchos jugadores A ofrezcan 50 y 50 o 60 y 40 se debe o a que ellosmismos quisieran ser justos o a que creen que mucha gente tiene unsentido de la justicia que quedara ofendida si se les ofrece menos.Confirma esta interpretacin una variacin del juego anterior. Ahora Ano decide qu divisin hacer, sino que saca un nmero de una compu-tadora que le dice qu divisin proponer. En este caso, los B estnmucho ms dispuestos a aceptar reparticiones bien desiguales, pues lareparticin desigual no es culpa del otro sino que fue cosa de lasuerte.

    Considerando que la teora econmica convencional se vanaglo-ria de su valor predictivo y de su realismo, es decir, de contar las cosascomo son y no como nos gustara que fueran, el que sus prediccio-nes resulten tan ampliamente rechazadas en estos experimentos nosdebera tornar escpticos de su aplicabilidad general. Por cierto, stosson apenas juegos, tal vez la vida real se conforme ms a los supues-tos tras los modelos econmicos. Sin embargo, hay evidencia de queen la vida real tambin fallan, y en situaciones de importancia.

    Por ejemplo, se observa que por este sentido de justicia, encrisis somos mucho ms reacios a aceptar cadas en nuestros salariosreales por medio de cadas en el salario nominal (con los precios fijos)que por medio de aumentos en los precios, con nuestro salario nominalconstante. En efecto, la cada en el salario nominal la percibimos comodoblemente mala: no slo ganamos menos sino que creemos que nues-tro salario ha cado en relacin con el de los dems (pues toma tiempodarnos cuenta de que los salarios de los dems tambin han cado), loque nos parece doblemente injusto. En cambio, si nuestro salario real

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    cae porque sube el nivel de precios mientras se mantiene constantenuestro salario nominal, sufrimos slo un mal, el de un menor ingresoreal; pero como la inflacin afect a todos, no hemos sufrido una cadaen nuestro salario relativo, por lo que no nos parece tan injusto. Poresta misma razn las empresas son reacias a reducir durante una crisislos salarios a su personal, pues temen que sus trabajadores se esfuer-cen menos por considerar injusta la rebaja. Todo esto muestra la im-portancia del sentido de justicia en la economa13.

    En otros experimentos se muestra que la gente est predis-puesta a colaborar si cree que los dems harn su parte. Por ejemplo,en el juego de bien pblico se le da $10.000 a cada uno de cuatroparticipantes, quienes no se conocen entre s y no se volvern a ver.Se les indica que por cada $1.000 que se coloca en el pozo comn, elobservador doblar el monto en el pozo. De ah que si, por ejemplo,cada uno deposita $5.000, el pozo llega a $20.000 ms los $20.000adicionales que el observador pone, o sea, a un total de $40.000.Entonces se reparte el pozo por igual, con lo que cada uno terminarecibiendo $10.000 como su parte del pozo, que, sumado a lo quetiene (los $10.000 originales menos los $5.000 que coloc en elpozo), hace que cada uno ahora tenga $15.000. Por cierto, si slouno coloca $5.000 en el pozo, el pozo crece a $10.000, y cada cualrecibe $2.500 de vuelta. De ah que conviene que los dems pongan yuno no, pues el que puso los $5.000 slo recibe $2.500 de vuelta delpozo, quedndose con un total de $7.500, mientras que los que nocolocaron nada incrementan su total de $10.000 a $12.500 cada uno.El homo economicus, egosta por naturaleza, no har aporte al pozo,ansiando que los dems pongan. Sin embargo, en los experimentosrealizados se observa que, a diferencia del egosta que coloca $0, lamayora de las personas coloca una cifra del orden de $5.000. Estomuestra que hay una predisposicin a cooperar; y adems se cree quelos dems van a hacer su parte14.

    En el mundo real se observan variantes de esto en muchassituaciones. Por ejemplo, en una poca yo les mostraba a amigos

    13 Ver al respecto G. Akerlof y R. Shiller, Animal Spirits, 2009, donde utilizaneste tipo de raciocinio para explicar la agudizacin del desempleo en Estados Unidos enla crisis actual.

    14 No deja de ser desconcertante respecto a nuestra profesin que hay evidencia,tanto en Chile como en Estados Unidos, de que la enseanza de la economa reduce estapredisposicin a confiar y cooperar. Para la evidencia de Chile ver J. Nez, L. Miranda

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    extranjeros el centro de Santiago. Cuando caminbamos por el PaseoAhumada me decan que los chilenos eran sucios, pues la calle estaballena de papeles, colillas de cigarrillos y restos de comida. Entonces losllevaba a la estacin del metro de la Universidad de Chile. Tal era susorpresa cuando vean lo limpia que estaba. Entonces me decan quelos chilenos eran suizos. Qu converta a los sucios del PaseoAhumada en los suizos del metro? Obviamente que si uno ve muchospapeles en la calle (como en el Paseo Ahumada) qu tanto importa unpapel ms? En cambio, como el metro se mantiene limpio (siempretiene que haber alguien para los 5% verdaderamente sucios), el 95% denosotros no botamos papel en la estacin. Estamos dispuestos a hacernuestra parte si vemos que los dems hacen la suya.

    Este ejemplo pedestre tiene importantes analogas en la vidaeconmica. Por ejemplo, si uno est en una sociedad donde la mayoraevade los impuestos (digamos Argentina, y mucho), uno aunquehonesto se sentira estpido si pagara todo lo que corresponde. Porlo tanto, el honesto tambin evade, con lo que se genera un crculovicioso y el problema se agrava. En cambio, si esa misma persona setraslada a otro pas donde cree que la mayora de la gente cumple conpagar sus impuestos, entonces l est ms dispuesto a pagar su parte ya no evadir.

    De igual modo, es posible que uno est dispuesto a pagar 5%ms de impuestos con tal que los dems tambin lo hagan y as sepueda eliminar la pobreza. En cambio, si slo uno pagara, ste sevolvera reacio. Por ejemplo, observemos el cuadro. Supongamos quesi nadie paga ms impuestos, es decir, da nada, entonces 13% de loshogares cae bajo la lnea de pobreza. En cambio, si todos fueran apagar 5% ms de impuestos, la pobreza se eliminara. Hay dos situacio-nes intermedias: donde yo doy 5% ms y los dems dan nada, en cuyocaso la pobreza sigue casi igual a 13%; y la segunda, donde los demsdan 5% ms y yo no pongo nada, en cuyo caso la pobreza virtualmentese elimina (es marginalmente superior a 0%). El egosta preferir estaltima opcin, pues l se queda con su ingreso (cosa que le gusta) y seelimina virtualmente la pobreza (cosa que no le disgusta).

    y J. Scavia, Estudios de Economa y Cooperacin Social: Un Estudio Experimentalcon Estudiantes Universitarios en Chile, 2009. Para la evidencia en Estados Unidosver R. Frank, T. Gilovich y D. Regan, Does Studying Economics Inhibit Coopera-tion?, 1993.

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    Sin embargo, si la persona es de los que quieren participar en lasolucin del problema de la pobreza, entonces preferir tambin dar 5%ms y hacer su parte. Resulta que muchas personas son as (coopera-dores condicionales), por lo que, pese a que ellos no estaban dispuestosa donar voluntariamente 5% para los pobres, s estn dispuestos aapoyar una ley que grave sus ingresos en 5% igual que a los de losdems, para as cumplir un importante fin social, como es poner fin ala pobreza. Finalmente, estn los heroicos, los motivados por una ticakantiana, que hacen su parte aun cuando los dems no hagan la suya,pues consideran su deber actuar segn una norma que sea, en princi-pio, generalizable. No obstante, el punto es que no slo hay dos tiposde personas, la gran masa de egostas y unos pocos heroicos, sino quebuena parte de las personas, y tal vez la mayora, son cooperadorescondicionales, dispuestos a hacer su parte con tal de que los demshagan la suya.

    O sea, la economa convencional se equivoca cuando suponeque todos actan exclusivamente movidos por su inters propio, sinconsideraciones de justicia. No seremos Madre Teresa o Padre Hurta-do, pero ciertamente muchos de nosotros y tal vez la mayora estamosdispuestos a hacer nuestra parte si los dems hacen la suya. Por lo quela poltica pblica debe disearse para despertar este tipo de colabora-cin y no ignorarla o, peor an, castigarla. De igual modo debemosestar conscientes de que la gente se mueve por consideraciones dejusticia. Y reaccionar a lo que considera un trato injusto, esforzndosemenos, lo que es particularmente evidente en el mercado laboral.

    Tema 5: La poltica econmica o economa aplicada

    Tpicamente en cualquier asunto econmico hay opciones. Ra-ras veces hay slo un curso de accin, en cuyo caso las consecuenciasson inevitables, por ser nico curso posible, inobjetable ticamente.Donde hay opcin, por definicin, entran consideraciones valricas y

    Los dems dan 5% Los dems dan nada

    Yo doy 5% Pobreza = 0% Pobreza = 13-%Yo doy nada Pobreza = 0+% Pobreza sigue igual =13%

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    no slo monetarias para dirimir qu curso de accin tomar. Y casisiempre hay opciones. Por el contrario, es tan raro que no haya opcinque habra que sospechar si, por ejemplo, un ministro de Haciendainsistiera que algn curso de accin es inevitable. Ms probablementeestara intentando imponer su juicio valrico tcito. Por ejemplo, puedeque el ministro considere que evitar mayor desempleo en la actualidadrequiera no elevar el salario mnimo. Mas su postura, la de no subir elmnimo, es absolutamente vlida si slo importa el empleo y no el niveldel mnimo. Otro, en cambio, podra pensar que aceptar cierto incre-mento en el desempleo puede valer la pena para elevar en forma signifi-cativa el mnimo. Cul opcin es la mejor no puede determinar laeconoma, sino que se requiere de una valoracin tica.

    Esto es tanto o ms as cuando se trata de elegir entre polticascon efectos distributivos significativamente distintos. As, uno puedeestar dispuesto a sacrificar algo de eficiencia en aras de lo queconsidera una mejor distribucin del ingreso. La economa puede deter-minar cul de las dos polticas es ms eficiente para aumentar elproducto, pero no tiene los recursos para elegir entre dos polticas conefectos distributivos significativamente diferentes pero con efectos si-milares sobre la eficiencia15.

    Por lo tanto, en la poltica econmica suele haber opciones, porlo que no basta el criterio tcnico-econmico para elegir entre ellas,sino que la decisin de cul es mejor necesariamente requiere de unjuicio valrico relativo de las opciones. O sea, el juicio tico es intrnse-co a toda la poltica econmica.

    Por cierto, pocos son los que tendran derecho a lanzar la prime-ra piedra en esta materia. Todos pecamos en ver lo que queremos ver,o considerar nuestros propios valores como tan obvios que nadie de-biera disentir de ellos. Caen en esta tentacin de bautizar sus recomen-daciones de poltica econmica como obvias o necesarias tanto los de

    15 En la jerga tcnica, la economa muestra que un punto en la curva decontrato es superior a un punto fuera de ella, pues slo son eficientes, es decir, sloson Pareto ptimo los puntos sobre la curva de contrato. Sin embargo, la economano es capaz de elegir entre dos puntos Pareto ptimos, pues ambos estn en la curva decontrato, por lo que ambos son eficientes. Es as aunque en uno, en el punto A, unapersona tenga el 99% del ingreso y la otra persona tenga el 1% del ingreso, mientrasque en el otro, el punto B, ambas tengan un ingreso parecido. Y la verdad es que lasdecisiones de poltica econmica en su mayora son precisamente para elegir entre dossituaciones con efectos distributivos marcadamente diferentes. Slo, pues, acudiendo aconsideraciones valricas podemos elegir entre tales polticas.

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    derecha, cuando insisten en la importancia del crecimiento o la efi-ciencia, como los de izquierda cuando insisten en la importancia de laequidad. Ambos son valores legtimos, y la economa no puede discer-nir cul de ellos o qu combinacin es la mejor. Le corresponde estejuicio a la tica.

    Conclusin

    En conclusin, no es el propsito de este trabajo negar el impor-tante contenido tcnico de la economa. Sin embargo, advierto el peli-gro de que muchos en la profesin tendamos a exagerar el carcterasptico y tcnico de la economa y a pasar por alto, cuando no amenospreciar, el contenido valrico de la misma. En el mejor de loscasos pecamos de ingenuidad. En el peor de los casos, de intento deencubrimiento.

    Esta tendencia de pasar por alto lo valrico o relegarlo a notas alpie de la pgina se ha agravado por dos consideraciones adicionales.Primero, hay una tendencia reduccionista en la economa: de maximizaruna funcin de bienestar social pasamos a una funcin social que es lasimple suma de las utilidades individuales, como si stas fueran inde-pendientes entre s y, como hemos visto, nos importan mucho losdems y cmo nos va respecto de ellos. Asimismo, tcitamente tende-mos a reducir la utilidad individual al puro aspecto monetario, cuando,como hemos visto, nos importan mucho las consideraciones no mone-tarias, entre ellas, las afectivas, la autorrealizacin y el deseo de untrato justo.

    En segundo lugar, muchos economistas hemos tendido a ciertoimperialismo. El xito del aparataje econmico, la posibilidad de me-dir y cuantificarlo, nos ha impelido a aplicar el mismo tipo de anlisis ambitos aparentemente ajenos a la economa, como son el crimen, elmatrimonio, la poltica, entre tantos otros campos16. No cabe duda deque se enriquece el anlisis cuando se incorporan intuiciones de variasdisciplinas. Mas si la economa entra como la explicacin fundamen-tal, y esta entrada es de la economa en su forma ms reduccionista, no

    16 Tal vez uno de los ms exitosos en estas incursiones ha sido Gary Becker,mas creo importante cuidar de no considerar la explicacin econmica como la explica-cin completa. Ver, por ejemplo, su libro The Economic Approach to Human Behavior,1978.

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    es de extraar que se nos vea como arrogantes. El conjunto de estastendencias el pasar por alto lo valrico, el reduccionismo y ciertoimperialismo disciplinario explica, en mi opinin, gran parte de laincomunicacin entre muchos economistas y telogos, filsofos yotros cientistas sociales. Superarla requiere de una mucho mayor con-ciencia de parte de los economistas de las mltiples interfaces entre laeconoma y lo valrico.

    BIBLIOGRAFA

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