quotidien + parisien · y al intentar sacar dinero sólo me ofrece billetes de cincuenta. no pasa...

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Esta primeraaunqueenrealidadsegunda entrega la escribí hace más de una semana, un día en el que unas cuantas cosas me salieron mal. Hoy, al revisar lo escrito, me doy cuenta que mis quejas son innecesarias. Ayer mi madre tuvo un accidente de coche aquí en París (tenía que venir por una cuestión de trabajo), por suerte está bien (no os preocupéis), unos cuantos golpes y contusiones pero mañana estará de vuelta en Madrid dando guerra. Pero, claro, este suceso eclipsa y relativiza todo. Cruzarte la ciudad, cambiar de hospital y finalmente encontrar a tu madre. Poder acompañarla, y por fin, al cabo de unas cuantas horas llevártela a casa sana y salva (junto con mi padre; acabó viniendo de Madrid y me ha echado un cable enorme) es lo realmente importante que me ha pasado estos últimos días. Esto que sigue, en el fondo, no tiene ninguna importancia. Como dicen en mi casa: te quejas de vicio. *por cierto, mi amigo Fernando Liviano ha montado una web de contenido político, de opinión y otras historias, entre las que hay una sección de exiliados, en la que me ha metido para llenar algún hueco que debía tener. Es la única vez que pondré el link por aquí, ya que esto está concebido como una suerte de diario entre amigos. Gracias a Fer lo leerá más gente, pero también por ello voy a cambiar los nombres de los protagonistas de estos textos, por aquello de la privacidad y esas cosas. Si os véis identificados o identificáis a alguien, o alguna situación os suena familiar, no dudéis, estaréis en lo cierto, solo que llevará otros nombres para evitar jaleo. Dicho esto ahí va el link: http://livianofilms.wordpress.com/category/exiliados QUOTIDIEN + PARISIEN entrega 01 Esta entrega tiene título. Y se llama: El día torcido.

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Page 1: QUOTIDIEN + PARISIEN · y al intentar sacar dinero sólo me ofrece billetes de cincuenta. No pasa nada, tiremos con eso. Entro en la boulangerie, y resulta que andan fatal de cambio

Esta primera­aunque­en­realidad­segunda entrega la escribí hace más de una semana, un día en el que unascuantas cosas me salieron mal. Hoy, al revisar lo escrito, me doy cuenta que mis quejas son innecesarias. Ayer mimadre tuvo un accidente de coche aquí en París (tenía que venir por una cuestión de trabajo), por suerte está bien(no os preocupéis), unos cuantos golpes y contusiones pero mañana estará de vuelta en Madrid dando guerra.Pero, claro, este suceso eclipsa y relativiza todo. Cruzarte la ciudad, cambiar de hospital y finalmente encontrar atu madre. Poder acompañarla, y por fin, al cabo de unas cuantas horas llevártela a casa sana y salva (junto con mipadre; acabó viniendo de Madrid y me ha echado un cable enorme) es lo realmente importante que me ha pasadoestos últimos días. Esto que sigue, en el fondo, no tiene ninguna importancia. Como dicen en mi casa: te quejas devicio.

*por cierto, mi amigo Fernando Liviano ha montado una web de contenido político, de opinión y otras historias, entre las que hayuna sección de exiliados, en la que me ha metido para llenar algún hueco que debía tener. Es la única vez que pondré el link poraquí, ya que esto está concebido como una suerte de diario entre amigos. Gracias a Fer lo leerá más gente, pero también porello voy a cambiar los nombres de los protagonistas de estos textos, por aquello de la privacidad y esas cosas. Si os véisidentificados o identificáis a alguien, o alguna situación os suena familiar, no dudéis, estaréis en lo cierto, solo que llevará otrosnombres para evitar jaleo. Dicho esto ahí va el link:http://livianofilms.wordpress.com/category/exiliados

QUOTIDIEN + PARISIENentrega 01

Esta entrega tiene título.Y se llama:

El día torcido.

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El día torcido ya había empezado la tarde anterior. Había quedado con Alma en ir a la cinemateca francesa, en lazona de Bercy a las 20.00 para ir a ver una película muda del año 26 que empezaba media hora después. A Almano le llegó el mensaje en el que le explicaba que estaba metido en una reunión, que podría llegar tarde y quefuera pillando las entradas. No le llegó, y me estuvo esperando hasta las 21.10, que fue cuando por fin aparecí.Tuvimos que cambiar cine por una caña de despedida, porque se vuelve a vivir Madrid. Está claro que ir al cinecon ella es imposible. De hecho, la semana pasada intentamos sin éxito ir a ver Jules et Jim (era el 50 aniversariode la película, y la proyectaban para celebrarlo). A lo mejor fue entonces cuando realmente empezaron a torcerselas cosas, aunque realmente torcidas sólo han estado hoy (doy fe: ha pasado una semana desde que empecé aescribir esto que ahora reviso, y salvo alguna confusión clásica, tipo confundir una calle con un boulevard y llegar tarde a una cita importante, el resto ha ido todo rodado).

Por suerte hoy dos cosas han salido a derechas, como tenían que salir. La primera era una entrega de llavesclandestina al hermano de Nicholas. Fabien ha venido a la ciudad para una reunión de negocios que tienemañana, y tiene las llaves del portal principal de nuestro edificio y del piso de su hermano (no es la primera vezque viene), pero no de la segunda puerta del portal (aquí en París hay gran cantidad de edificios que tienen unprimer portal en el que marcas un código que te tienen que dar los propietarios, de ahí llegas a un segundo portal,éste con telefonillo, pero en el que muchas veces también necesitas llave especial y luego ya llegas al pisocorrespondiente). Mi misión era dejar la llave en el restaurante griego que hay al lado de casa. Suerte que salí unpoco tarde a trabajar, y suerte que el señor griego abre a primerísima hora su chiringo, porque le he pilladoabriendo el cierre. Así que eso ha salido a pedir de boca, Fabien ha entrado sin problemas y al llegar yo a casa,me lo he encontrado tomando una cerveza tan tranquilo. La segunda, por su parte, tiene que ver con el proyectoque estamos haciendo en el estudio, pero resumiendo, el jefe se ha quedado muy contento con mis últimosavances.

Pero esto iba del día torcido, y la verdad es que en el momento en el que acabé la pasta de dientes y me toméuna de las pastillas de la noche por la mañana, no era capaz de ver de que eran síntomas de que algo mayorestaba por acontecer. Tampoco ví nada raro en teclear mal el código de mi estudio dos veces antes de acertar, niel hecho de tropezarme al abrir la puerta del mismo.

Durante unas horas todo fue bien, delante del ordenador, desarrollando el concurso que estamos haciendo, hastaque llegó la pausa para comer. Tras hacer una larga cola en la boulangerie, cuando me toca pagar misuperbocata de pollo me doy cuenta que no tengo suficiente. No hay problema, me guardan la mercancía paracuando vuelva con el dinero. Así que voy al cajero (que creo el más cercano, pero como estoy en pleno día torcidovoy a uno que está a dos manzanas, en vez de meterme en el que está en el edificio de al lado de la boulangerie),y al intentar sacar dinero sólo me ofrece billetes de cincuenta. No pasa nada, tiremos con eso. Entro en laboulangerie, y resulta que andan fatal de cambio. Me devuelven dos billetes de 10€ y el resto en monedas. No hequerido echar cuentas, pero mi cartera inflada da fe de que son muchas.

Vuelvo al estudio contrariado, pero al menos con mi bocata listo para hincar el diente, y al entrar me encuentrocon mis compañeros comiendo cada uno en su puesto de trabajo. El jefe está tenso, hay urgencias en el curro y noestán las cosas como para que nos juntemos a comer (así se las gastan en el estudio). Cojo aire, me siento en misitio y me digo que ya que no voy a tener nadie con quien compartir la comida, no me vendría mal leer algunanoticia de actualidad. Resaltada en el periódico online, una noticia de cómo está aumentando el número deespañoles que salen del país para abrirse camino fuera. Los expertos lo atribuyen a los latinoamericanosnacionalizados, que según ellos están volviendo en masa a sus países. Si, si... seguro que va a ser así y sólo así elescenario. Cojo más aire, y paso por alto el hecho de imprimir por error unos cuantos dibujos que no debían habervisto la luz del día, y que una compañera me diga que la traducción francesa de mi nombre (Jacques) es unnombre anticuado y de viejos.

Tenía apalabrada la visita a un piso en la Rue de la Bidassoa, a 20 minutos del estudio, teniendo que escaparmeun poco antes para poder llegar a tiempo. Horizonte despejado, el jefe se ha ido. Sólo falta esperar hasta las 18.40para salir por patas. No creo que haga falta explicar quién entró por la puerta a las 18.35, convocando una reunióny soltándonos a las 20.15. Bueno, está bien. Era un piso que tenía muchos pretendientes, y era difíci poderllevármelo. No pasa nada, ahora me voy en metro tranquilamente a la siguiente visita, la de las 9. Cuando por fin

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creo que me he librado del señor S, me doy cuenta que no sólo sale conmigo del estudio y me acompaña untrecho andando, sino que hoy no ha traído su scooter, que se mete en el metro conmigo, en mi dirección y conganas de seguir hablando del proyecto. Por suerte le pregunto que en qué parada se baja, por cambiar de tema. Ydigo por suerte, porque para mi suerte, se había confundido de sentido en el metro y se tenía que bajar en lasiguiente para retomar el camino que debía haber cogido. Parece que la torcedura es contagiosa, ojalá el señor Sse la haya llevado consigo!

Pero no. Llego con tiempo a mi segunda cita. A Matilde la conozco de hace unos años haber hecho un cursointensivo de italiano antes del erasmus y alquila una habitación en una casa compartida. En un principio no meinteresa, pero si que me viene bien verla para evaluar un poco precios.. Pese a haber perdido el papel dondetenía anotado el camino, acierto por intuición la parada en la que me tengo que bajar, y me doy un paseito. Tengotiempo de pasarme por el supermercado a comprar una botella de brut para llevar a la casa, y no hay problemapor haber escogido la caja más lenta. Dos magrebíes están de cachondeo con los productos, marcándolos mal aposta, ligando con otra cajera. Tiene que venir un segurata, echarlos del local (aún no se si eran empleadosintentando que les echaran o se colaron, o qué demonios pasó) y ponerse a pasar él los productos. Uf! Aún haytiempo.

Llego como un clavo a la cita, pero no tengo el código del edificio. Llamo por teléfono a Matilde para que me lo de,y … y Matilde ha sido sustituida por un francés que no sabe de quién le hablo (tiempo después, ella descubriríaque se había confundido en un número al pasármelo). Después de un cuarto de hora sale un señor de su portal(antes habían pasado otras dos personas sin ninguna intención de ayudarme). Resulta ser su portero. Si, conoce aMatilde, a Apollonia, y al resto de compañeros de piso, y tras preguntarme de qué la conozco se fía lo suficiente demí como para dejarme entrar en el edificio, pasar por el patio trasero, y subir al segundo piso a ver si hay alguienen la casa, aunque ya me había advertido que tenían las luces apagadas. Por supuesto no hay nadie, y una vezen casa, he comprobado que es que habíamos quedado al día siguiente pero lo había traspapelado en mi agenda(mañana además no puedo quedar porque tengo acordada otra visita). Buena noticia: puedo volver a casa antesde lo que pensaba y descansar un poco.

Como no me ha dado tiempo a hacer la compra, no va a haber grandes cosas en casa, y tampoco me apeteceponerme a cocinar, no vaya a ser que se me tuerza algo más... así que decido comprar algo en los puestos de laPlace Maubert. Una vez allí compruebo lo inflado de los precios (es zona de turistas, cerca aparcan los autobusesde las hordas que visitan Notre­Dame) y la pinta de congelado recalentado que tiene todo. A otro sitio tendrá queser (con suerte el griego estaba todavía abierto, el tío ha estado trabajando todo el tiempo de mis peripecias, ydecido comprarle unas albóndigas de cerdo, unos hojaldres de espinaca y queso, una porción de queso de cabra,y pan de pita, que me valdrá para esta noche y mañana, y así agradecerle la entrega de las llaves, que salióperfecta).

Subo, y tras una agradable charla con Philippe, me pongo a escribir estas líneas. Aún son menos de las doce.Sólo espero que al darle al botón de salvar, el ordenador no me falle ahora. Si sufro algún percance más, prometono reescribir el texto.

Beso!