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Artículo. Psicología. 5 de junio de 2014
¿Qué hacer con los estudiante de psicología para que construyan un modelo
propio de intervención y lo aplique en sus prácticas clínicas?
Cada persona tiene su interpretación de las cosas que pasan (positivas
o negativas) y a la vez, también tienen una forma para solucionarlas, lo que
sucede es que en algunas situaciones esas soluciones, al parecer, están
bloqueadas, amarradas, estresadas y paralizadas que impiden resolver o
afrontar la situación presente y es ahí donde las personas necesitan los
servicios de un profesionista que sea profesional que ayude a encontrar las
herramientas justas que han de utilizar para enfrentar la situación. Bien, pero
cómo habilitar al cliente, usuario u paciente para que construya la herramienta
adecuada; cómo es que el terapeuta debe de poner atención y construir junto
con la o las personas que atiende la herramienta necesaria. Para esto, tendrán
que compartirse: libertad, espontaneidad, escucha activa, observarse y
preguntarse, ha! Y tendrán, que hacer uso de su caja de herramientas que les
permitan ir utilizando las más idóneas y fáciles de usar o complicadas de
utilizar…conceptualicemos:
Libertad: aun cuando no es inadecuado llevar una secuencia (además es una
exigencia) tanto terapeuta y cliente necesitan de libertad, es decir, de una
situación donde las técnicas (que son importantes) no rebasen la
espontaneidad, seguramente, teniendo ésta, los movimientos por pequeños
que sean posibilitarán la manifestación recurrente de movimientos que
permitan el poder gozar del hacer siendo ser y ser lo que se es sin dejar de ser
entre el terapeuta y en el cliente, usuario u paciente.
Espontaneidad: ésta no es directiva* y va más a promover la comprensión y el
crecimiento personal†, cuando se expone directiva se refiere a que el terapeuta
debe de seguir una línea consistente en ayudar a las personas a cambiar a
como diese lugar diciéndoles lo que tienen que hacer para salir más rápido de
su situación estresante, para esto, habrá que decirles qué hacer, organizarles
y dejar tareas para promover acciones.
Escucha activa: el terapeuta debe ser coparticipe de su propio proceso de
solución pues el que no ve, no escucha y no siente, será incapaz de darse
cuenta cuándo la situación planteada, escuchada, sentida y vista pudiese ser
una dificultad, un problema o una patología, es decir, el terapeuta puede
confundirse en el nivel de intervención y, lo que podría solucionarse
fácilmente, se transforma en caminos sinuosos que producirán cansancio y
abandono del proceso y, es que en el terapeuta radica la confusión, en la
imposibilidad de definir y diferenciar entre dificultades, problemas o patologías,
empero, el lector querrá saber cuáles son las diferencias de una y de otra, pues
bien, se amplia y se hará desde el punto de vista del mismo que escribe,
desde la propia experiencia.
Dificultad como un evento u acción que suele presentarse en lo cotidiano y
que tiene solución en una intervención psicoeducativa, es decir, no es ni será
una instrucción ya que caeríamos en lo directivo‡, tan solo se requiere el
sentido común o de información, una intervención que oriente, una asesoría
que permita salir adelante de la situación presente.
* Aun cuando se le pide al alumno que lo sea y si lo dejara, la espontaneidad deja de tener sentido..†En inglés… Insight.‡ Lo que hay que hacer
Los problemas serán pautas repetitivas que generarán disfuncionalidades que
limiten la búsqueda de alternativas y se bloquea la transformación natural del
ser, de tal forma que las situaciones, la personalidad y la conducta en cuanto a
emociones y pensamientos se estereotipan y llegan a paralizar los sujetos, los
despersonalizan, dejan de reconocerse y toman las manos que no son suyas
para hacerlas el báculo que les pueda sostener mientras el desenlace espera y
es ahí donde entra el terapeuta o cualquier miembro de la familia.
Patologías: ésta tiene que ver con ver, sentir y escuchar los trastornos de la
personalidad o situaciones graves familiares, individuales y de pareja, es aquí
donde se necesita ser claro y puntuar, que si no se sabe distinguir si la
situación presentada representa una dificultad, problema o patología, la
intervención que se realice estará equivocada, esto permitirá que no solo ayude
al cliente (paciente) a construir y fortalecer su situación (negativa) sino que se
le ayude a puntuarlo.
Observar: al hacerlo se puede encontrar con un lenguaje verbal y no verbal en
su historia narrada, el origen de sus situaciones desde donde se puede
descubrir el dilema y promover el cambio. Es obvio que al observar al
terapeuta le dice mucho del paciente y éste, unido al respeto, el interés y la
comprensión, generará empatía.
Escuchar: tan solo activamente posibilita que los sujetos atendidos sientan,
vean y escuchen cómo es que su narración de vida es atendida, comprendida y
que ésta tiene solución, una escucha activa generará un cincuenta porciento de
resultados positivos en cualesquiera que sea la situación identificada.
Preguntar: es introducirse en la narrativa, en la historia, es explorar para
clarificar, intensificar o puntuar en lo que se observa y se escucha del cliente,
paciente o persona.
En conclusión:
Atender a una persona desde su ser y reconocerlo como tal, es extinguir
etiquetas e introducirlo al fascinante mundo donde pueda encontrar y
redescubrir su propia magia, siendo, magníficamente ser.
Miguel Ángel Rodríguez Guízar