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#PS Todo se reinventa, el periodismo también.

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¿Qué tienen en común un argentino, un venezolano y una española? El Perú es para ellos un nuevo escenario de progreso. Si quieres saber más sobre el tema, lee la nueva edición de Punto Seguido desde el lunes 24 de Junio.

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Page 1: Punto Seguido Ed. 54 - Artículo promocional

#PS

Todo se reinventa, el periodismo también.

Page 2: Punto Seguido Ed. 54 - Artículo promocional

*Ilustraciones: Elva Arrieta Tabuzo

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¿Qué tienen en común un apicultor, un estudiante de arquitectura y una educadora social? A primera impresión, es probable que nada y mucho menos si se tiene en cuenta que provienen de distintos países. Pero si nos aproximamos un poco a la historia del argentino Daniel Agustín Rojo (24), el venezolano Jonathan Reque (21) y la española Belisa Gadea (39), descubriremos que más de un motivo une sus vidas en un nuevo escenario llamado Perú. Ninguno de ellos imaginó abandonar el medio al que estaban acostumbrados, pero se vieron obligados a hacerlo para buscar un mejor futuro. Cuando la crisis económica, política y social de sus países recrudeció, una salida decisiva se convirtió en la solución.

Analizan Carolina Cusirramos

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Como una espectadora, Belisa Gadea vio no solo su vida transformarse, sino también la de su esposo y sus tres

hijos. Si bien la crisis española inició en el 2008, fue recién en el 2011 cuando la vorágine no le dio escapatoria a su familia. Belisa recuerda que el gobierno español canceló el presupuesto destinado a la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID), para la que trabajaba en el área de promoción laboral para peruanos residentes. Así quedó desempleada.

Su esposo, Constantine Pinciuc, quien trabajaba como gasfitero y se convirtió en el único sustento para su familia, empezó a ser menos requerido. Los estragos comenzaban a notarse: tuvieron que despedir a la persona que se encargaba de cuidar a sus hijos porque ya no podían pagarle. A esto se sumó la noticia de que el Gobierno ya no podía brindar el servicio de alimentación escolar gratuita. “En el colegio de mi hijo mayor, el comedor escolar permaneció abierto con la condición de que los padres pagaran 100 euros mensuales por la comida. Nadie la pudo pagar y cerró”. Belisa, como si sintiera la misma preocupación que sintió en ese momento, recuerda: “la crisis cada vez estaba más cerca, se nos venía como una ola”.

Pero España no era el único país que afrontaba problemas. La crisis monetaria y política también llegaría a América Latina con consecuencias desfavorables.

Un curso básico de dos meses de iniciación apícola en Buenos Aires bastó para que Daniel Agustín Rojo descubriera su pasión por la vida en el campo. Pero, como cualquier joven de su edad, otra de las metas que tenía era ser independiente. El problema era que la situación de su país no se lo permitía, pues ser apicultor era un oficio poco remunerado. Con la crisis económica argentina del 2001, la inestabilidad de la moneda pasó a ser otro impedimento para vivir solo. “Lo que te pagan por un mes, termina al mes siguiente valiendo nada. Nunca llegas a ahorrar”, cuenta con molestia Daniel. Su historia no es la única, pues la crisis llegó a afectar a toda una generación. Comenta que sus amigos decidieron gastar el dinero de su sueldo en actividades productivas en otros países.

¿Te imaginas despertar un día con la noticia de que tus estudios no sirvieron de nada solo por un antojo del gobierno? A Jonathan Reque le tocó vivir esa pesadilla. La universidad privada Santa María de Caracas, donde estudiaba,

sentir que la inseguridad era cada vez mayor. Caracas, la ciudad en la que vivía con su madre, se había convertido en tierra de nadie. “Estaba en mi casa escondido todo el tiempo. Incluso dejé de salir a la calle porque tenía miedo de que me mataran por robarme”, afirma.

fue uno de los blancos de las expropiaciones que el ex presidente Hugo Chávez puso en marcha en todo su país. La cerraron en junio del 2009 y estuvo en manos del Gobierno por 5 meses. Jonathan decidió no esperar. Para cuando la universidad fue restituida a sus dueños, él ya no estaba en Venezuela. Tres ciclos consecutivos de Administración de Empresas y Diseño Gráfico se esfumaron. Ya sin ganas de estudiar porque tendría que buscar una nueva universidad, sus ánimos disminuyeron al

“La crisis cada vez estaba

más cerca, se nos venía como

una ola”.

BELISA GADEA Y SU PAREJA CONSTANTIN PINCIUC. Ambos continúan en la búsqueda de un mejor futuro para sus hijos.

*Ilustraciones: Elva Arrieta Tabuzo

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Belisa Gadea nunca imaginó que dejaría España –tierra que le brindó una segunda nacionalidad– pero, luego de 20 años, retornó al país que dejó y que se convirtió en el salvavidas frente a la oleada de dificultades: Perú. “Es complicado encontrar otro destino, pero en mi caso fue fácil porque cuento con un plan B: mi país de origen”. Así, a inicios del 2012, llegó a Lima para instalarse con toda su familia.

Para Daniel, la incertidumbre sobre su futuro encontró una salida gracias a su novia peruana. Con la convicción de seguir al lado de su compañera sentimental y con la necesidad de buscar un mejor futuro para ambos, no dudó en embarcarse hacia Perú.

Al momento de escoger su nuevo país de residencia, Jonathan Reque tenía dos posibilidades: irse a vivir a Italia con su padre o a Brasil con sus tíos. El idioma se presentaba como una barrera pues no hablaba ni italiano ni portugués. Por eso eligió el Perú. Una vez definido su destino, tuvieron que adaptarse poco a poco a la sociedad que los iba a recibir y eso fue complicado.

UNA NUEVA OPORTUNIDAD LLAMADA PERÚ

que genera conmoción para los migrantes está relacionado a los estudios. Mientras en el Perú una profesión es símbolo de estatus, un oficio genera un estigma

“Cuando llegué a Lima, tuve que enseñarles a mis hijos a mirar a todos lados antes de cruzar la pista. Aquí no puedes confiarte de que los coches van a parar cuando la luz del semáforo este en rojo”, cuenta Belisa mientras le da un beso de buenas noches a su hija. Al vivir aquí, el contraste fue claro: en España, podía caminar con tranquilidad y sin temor a ser asaltada, pero en el Perú la inseguridad la asustaba. D a n i e l también se siente inseguro en las calles limeñas. “En Buenos Aires, estaba acostumbrado a movilizarme en bicicleta. En Lima, me da miedo que las camionetitas –así es como llama a nuestras “combis”– puedan atropellarme”. Para ambos, el caos vehicular les produce inseguridad, pues afirman que no existe tanto respeto a las normas sociales como en Madrid y Buenos Aires.

Pero este shock en los migrantes resulta normal. El sociólogo Carlos Viaña

aclara que vivimos en una sociedad donde impera la “criollada”, es decir, donde aprovecharse del otro es una práctica normal, a diferencia de las ciudades

de donde provienen Belisa y Daniel. Por esta razón, les cuesta tanto acostumbrarse a la falta de respeto por las

normas.

O t r o a s p e c t o

“¿Te imaginas despertar un día con la noticia

de que tus estudios no sirvieron de nada por un

antojo del gobierno?”

y vergüenza social. Esta situación la vive el esposo de Belisa, Constantine Pinciuc. En España, el sueldo que ganaba como gasfitero era similar al de un profesional. Sin embargo, en nuestro país, su situación laboral es diferente: lo que gana como gasfitero es mínimo en relación con lo que ganaba en su país de origen. Viaña señala que, en otras partes del mundo, cualquier trabajo es visto como digno y puede ser remunerado de la misma manera que una profesión. Lograr la formalidad es otro de los problemas a los que se enfrentan los migrantes al llegar. Diana Miloslavich, secretaria de la Red Peruana de Migraciones, explica que muchos extranjeros trabajan de manera informal porque no regulan sus documentos. Este es el caso de Jonathan, que aún no ha tramitado su carnet de extranjería. De no hacerlo, no contará con beneficios sociales ni estará en planilla. “Así es más fácil que el empleador se aproveche de ellos”, menciona Miloslavich.

Aunque el Perú es ahora el país que los acoge, su futuro en él aún es incierto. Estar desempleados no les permite a Belisa y Constantine vivir con tranquilidad. Por el momento, se sostienen con sus ahorros, pero saben que estos no durarán por mucho tiempo. “Estamos dispuestos a viajar a cualquier lugar en el que haya trabajo, así sea Marruecos, donde tengo unos amigos” dice Belisa.

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[PUNTO SEGUIDO]

Mientras tanto, Daniel regresará a Argentina en agosto. “Lo que quiero es continuar trabajando en el campo como apicultor, es lo que me gusta”. Espera que su país logre salir de la inestabilidad monetaria en la que se encuentra para así poder ahorrar dinero y a sus 24 años ser independiente.

Por su parte, Jonathan no tiene deseos de volver a Venezuela. Lo único que quiere es conseguir trabajo, pues no está seguro de que la situación laboral de su madre –quien trabaja allá y así lo mantiene– continúe estable. Teme que el gobierno venezolano expropie el centro comercial en el que ella tiene su joyería.

¿Qué tienen en común un venezolano, una española y un argentino? El Perú es para ellos una pausa a la vida que tenían en sus países. Una estadía larga para Jonathan, que quiere terminar su carrera de Arquitectura; incierta para Belisa, que no sabe si seguir aquí o volver a viajar en busca de trabajo; y breve para Daniel, que partirá a Argentina a seguir su vida entre árboles, colmenas y arbustos.

EN EL TRABAJO. Daniel Agustín Rojo en la cancha de fútbol de Depor Centro. UNA NUEVA CARRERA. Jonathan Reque estudia ahora la

carrera de Arquitectura.

Se cree que el peruano es acogedor con los turistas, lo que sería un punto a favor para la imagen del país a los ojos del mundo. Incluso campañas como “El peruano más amable”, impulsada por el Ministerio de Comercio Exterior y Turismo, buscan premiar a los que traten a los extranjeros de la forma más amigable. ¿En el Perú sobra la buena voluntad?

Según el sociólogo Carlos Viaña, las actitudes de los peruanos hacia personas de otros países no son necesariamente por hospitalidad. “Detrás de eso, hay una intención mercantil. Si eres rubio y con acento extraño, te ofrezco mi casa así no te conozca para tenerte cerca y lograr mayor estatus”. De esta manera, el ascenso social que representa andar junto a un extranjero explicaría la cortesía que los peruanos tienen hacia ellos.

La diferencia en el trato a un migrante del exterior y a uno del interior del país es muy notoria en la sociedad peruana. Para Viaña, esto responde a la admiración que los peruanos tienen por los que estudian, viven o trabajan en el extranjero. “Mencionas la palabra extranjero y uno se derrite. No pasa lo mismo si el migrante es de Puno porque ser su amigo representaría menor estatus”, agrega.

UNA NUEVA CARRERA. Jonathan Reque estudia ahora la

carrera de Arquitectura.