psicología socia dle los pueblos indígenas de bolivia

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HUMBERTO GUZMAN ARCE Psicología Social de los Pueblos Indígenas de Bolivia

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Page 1: Psicología Socia dle los Pueblos Indígenas de Bolivia

H U M B E R T O G U Z M A N A R C E

Psicología Social de los Pueblos Indígenas

de Bolivia

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CONSIDERACIONES SOBRE LA

PSICOLOGIA SOCIAL

El análisis de la vida mental y afectiva del indio como fenómeno individual, supondría el planteamiento de ciertas dificultades que difícil-mente podrían ser superadas, tanto por que aquél en su condición de ser aislado carece de una dimensión psicológica captable por el sujeto extraño a su medio social, cerrando las puertas de su espíritu al análisis del blanco, como por la razón de que esta clase de estudios de Psicolo-gía no han sido hechos con todo rigor científi-co.

Los fenómenos psíquicos más aparentes a la observación dimanan de las aportaciones socia-les, como productos del pueblo tomado como ente colectivo duradero y organizado, cuyos miembros se ajustan a la comunidad de origen, idioma, costumbres y destino histórico.

Es cierto que varios fenómenos sociales co-mo los dominios de la cultura, tienen por ba-se hechos psíquicos producidos por la interac-ción. Por eso, son explicados con mayor vali-dez Dor la Psicoloaía Social, estudio que esta-blece indudablemente una zona intermedia en-

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tre la Sociología, ciencia que estudia los proce-sos de interacción y las relaciones humanas, cu-yos productos son las estructuras de la sociedad, y la Psicología que analiza los fenómenos del es-pír i tu.

Los procesos psíquicos se producen en la individualidad humana, pero no hay duda que la mayor parte de ellos se realizan con la in-fluencia del medio social. Bajo diferentes for-mas de inf lu jo, como la comunicación, la imita-ción, la sugestión, la tradición, etc., se manifies-ta la concordancia del hombre con las emociones, pensamientos, tendencias y otras expresiones de su propio grupo. Morr is Ginsberg decía "que hay ciertas disposiciones intelectuales, sentimen-tales y de conducta extendidas por un pueblo de-terminado, peculiares de él y manifestadas con mayor o menor continuidad en la sucesión de las generaciones.

En consecuencia, la ciencia intermedia lla-mada Psicología Social, trata de determinar con más acierto las particularidades psíquicas de una sociedad determinada, para conocer los modos de comportamiento y de expresión sentimental y mental que tenga ella.

Según muchos investigadores, la Psicología Social es una ciencia que debe anteceder a la observación y análisis del espíritu individual, ya que el grupo crea la conciencia del individuo y el psiquismo colectivo se encaja en ella. En estos fenómenos se descubre que el alma colec-tiva no representa la suma de expresiones in-dividuales, sino que posee un sentir, una volun-

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tad y un pensamiento que resultan comunes a sus miembros. Conciencia de comunidad que se expresa en forma de la unión psíquica del individuo con el grupo en el que cada sujeto se siente componente de la totalidad a la que se halla sometido.

Esta interdependencia entre el psiquismo individual y el colectivo, trata de establecer la unidad funcional de los fenómenos producidos en las conciencias unitarias y variables en vir-tud de las particularidades de cada persona, con los reflejos que parten de la vida social hacia cada individuo tomado aisladamente. Pues, co-mo dice Recasens, la personalidad humana está integrada por una serie de enseñanzas aprendi-das en el medio social.

Charles Blondel agrega que es sobre la cons-t i tución anatómico-fisiológica, distinta para cada uno de los organismos, donde se asientan las particularidades concretas. Pero, los pensa-mientos, las emociones y los impulsos volit ivos por interacción se uniforman y se repiten hasta formar fuerzas psicológicas socializadas. Los procesos mentales, emotivos y de volición, que se producen con acusado acento individual son comunicables, y es debido a este mecanismo psí-quico que fluye una inteligencia, una emotividad y una voluntad colectivas que constituyen el ob-jeto de estudio de la Psicología Social; fuerzas psicológicas que son los factores activos de los hechos sociales, estudiados en cuanto a las es-tructuras y formas de la sociedad, por otra cien-cia especial que es la Sociología.

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La participación de lo psicológico en los fe-nómenos sociales ha sido estudiada por Tarde y Durkhein. A la inversa, los psicólogos tratan de analizar los aportes de la sociedad sobre la vida emotiva, mental y de volición, dando lugar a las conclusiones que establece Blondel.' "Todo in-dividuo concreto es un ejemplar de la especie y vive en sociedad. El tipo de sus comportamien-tos es debido a la especie a que pertenece y a la sociedad de la cual forma parte". En efecto, el psiquismo del aymara o del quechua dimana de los juicios colectivos, de sus tradiciones, de los impulsos de su grupo, estando su individualidad plenamente encajada en él.

Los estudios de Psicología Social tuvieron magníficos iniciadores como Fouillé, el cual en el "Bosquejo Psicológico de los Pueblos Euro-peos", expresó con agudeza: "Es fácil reconocer en los pueblos un deseo de vivir colectivo que se expresa bajo formas particulares, como el deseo de vivir particular se proyecta en el organismo y en las acciones relativas al medio exterior".

K Al iniciar este somero análisis psicológico de los indígenas bolivianos, hemos querido des-cartar la referencia a las razas por el concepto discutido que entraña este término, para incidir solamente en la idea de los pueblos nativos que son realidades sociológicas fuera de cualquier discusión de la Antropología.

Como los fenómenos psicológicos se produ-cen por el estímulo de las fuerzas externas que residen en la naturaleza, por las condiciones bio-

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lógicas propias de los individuos y por una tra-ma de relaciones sociales, examinamos separa-damente la influencia del medio físico, las con-diciones biológicas y los factores del medio so-cial en su influencia sobre el indio, poblador mayoritario del ter r i tor io nacional.

/ Los agentes geofísicos actúan sobre la evo-lución y conservación de los grupos humanos; su inf lu jo es indirecto sobre el psiquismo y di-recto sobre la parte vital de los individuos por medio de los contactos con la ecología animal y vegetal y por las relaciones telúricas. Pero es-ta idea está distante a un determinismo geo-gráfico, porque el hombre no es un sujeto pasi-vo para recibir sin reaccionar las fuerzas de la naturaleza. El factor psicológico humano es también variable y se convierte en agente trans-formador de la superficie terrestre, al menos si cuenta con el concurso de las mult i tudes, pa-ra aprovechar los recursos naturales valiéndose de las técnicas adquiridas y de las experiencias almacenadas en su equipo de cultura.

Si es cierto que el hombre rodeado por la naturaleza admite una relativa presión de ésta sobre su parte biológica, no hay duda que tam-bién es un ser natural, cuyos inf lujos condicio-nan en alguna forma su vida psíquica, la cual se proyecta a la esfera de lo social. Pero, ocurre que a la inversa, se despiertan las fuerzas socia-les para reducir las influencias netamente orgá-nicas, part icularmente las que se refieren a sus deficiencias y enfermedades.

De la constitución biológica de los seres hu-manos se ha derivado la influencia determinante

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de la herencia, como factor estabilizante en la reproducción. Esta escuela naturalista conside-ra el psíquismo del hombre como una integra-ción de capacidades heredadas. Sin embargo, no ha llegado a reconocer que hay otra clase de factores que modifican los genes contenidos en los cromosomas, como la ingestión de ciertos tóxicos mediante los malos hábitos sociales y la fatiga producida por el trabajo.

Sea cual fuera la importancia que en la he-rencia tengan las células reproductivas, tampo-co se puede desconcer el inf lujo de las condicio-nes del ambiente social, sobre las formas de con-ducta de los hombres.

Ambos factores se hallan en interdependen-cia recíproca, de modo que, los rasgos orgánicos son producto de la herencia, en tanto que el am-biente social puede desenvolver, destacar o repri-mir los caracteres psicológicos, mediante la pre-sión colectiva que se manifiesta por la imitación y el adoctrinamiento educacional.

Estas reflexiones contenidas en la obra de Luis Recasens, se hallan ratificadas por Azeve-do, el cual encuentra en los seres humanos: pri-mero, lo individual, ligado estrechamente a su naturaleza biopsíquica; y segundo, lo social, li-gado a su moral empíricamente observable, que dimana del medio permanente que, es capaz de enaltecer o destruir los factores hereditarios.

Es sabido que las ideas, sentimientos, hábi-tos, creeencias y prácticas, son adquisiciones cul-

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turales, aptitudes, tendencias que se transmiten por la vía social. Por eso, Fernando de Azeve-do, sostiene que el poder de plasticidad de la naturaleza humana, con variedad de aptitudes, * es suceptible de ser orientada en diversos senti-dos, no solamente estimulando, dirigiendo o des-pertando las facultades individuales, sino modifi-cándolas de acuerdo con las necesidades, valores o idiomas de cada grupo.

Esta es la función de la cultura, organizada por un proceso de transmisión de los hechos sociales de un grupo a otro, mediante una di-versidad de medios antes de que la sociedad to-me formas institucionalizadas que mantegan su cohesión.

Estas consideraciones nos obligan a realizar un análisis separado de las causas que promue-ven el psiquismo de los individuos, estudiando el in f lu jo del ambiente físico sobre las poblacio-nes, sus condiciones biológicas y hereditarias y el papel que desempeña el ambiente social, pa-ra sacar en conclusión los rasgos predominantes de la Psicología Social de los pueblos nativos de Bolivia,»cuyos caracteres se deben a la trama concertada de tales factores, sin incurr i r en las exageraciones de los determinismos geografistas y biologistas que han empañado una visión cien-tíf ica, objetiva y valedera de tales fenómenos.

LOS FACTORES FISICOS Y LA PSICOLOGIA SOCIAL

La Psicología Social guarda estrecha rela-ción con la Geografía Humana en cuanto debe

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conocer el in f lu jo que ejercen los accidentes geo-físicos y psicológicos que son de índole natu-ral; pero también actúa frente a fenómenos ex-teriores de la naturaleza circundante que están fuera de la propia persona y que sin duda al-guna influyen directa o indirectamente sobre su evolución personal y colectiva.

Pretender que sólo las fuerzas cósmicas y te-lúricas conforman la vida espiritual, sería crear un determinismo geográfico, completamente dis-cutido. Pero, sin incurr i r en un monismo geo-grafista, es razonable conceder importancia a ciertos agentes naturales que se relacionan con la satisfacción de ciertas necesidades vitales.

Esta influencia de los agentes geográficos es variable en forma e intensidad de acuerdo con el carácter humano y con su equipo de cul-tura. El hombre reacciona de diverso modo frente a las fuerzas geofísicas según el grado de civilización que ha adquirido para sobreponerse a esas influencias y subordinarlas en su benefi-cio.

Según expresa Recasens Siches los- agentes naturales actúan sobre la parte biológica del hombre, y es a través de ésta que influyen so-bre su parte psíquica.

Las fuerzas geofísicas tienen las siguientes consecuencias sobre los pueblos:

A) La distr ibución y densidad de pobla-ción, con las consiguientes concentraciones y dis-persiones humanas teniendo por base los fenó-

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menos de temperatura del ambiente, la alt i tud, la fert i l idad del suelo, la insalubridad del medio físico, la mayor o menor cantidad de recursos orgánicos e inorgánicos.

En Bolivia los centros de concentración han sido las vertientes abrigadas y ricas en recursos de la cordil lera, los valles, las comarcas de la meseta andina, próximas a los lagos, las fértiles vegas. Así se explica que mayor densidad de-mográfica hubieran llegado a tener los departa-mentos de Cochabamba, La Paz, Chuquisaca, Po-tosí y Tanja y algunas comarcas serranas de San-ta Cruz, que gozan de clima atemperado, de fa-ci l idad de producción, particularmente agrícola, y de alt i tud media.

En cambio, la yerma extensión del Altipla-no, la abrupta superficie de las montañas y la boscosa zona de los llanos tropicales han sido ámbitos de dispersión por no ofrecer a los gru-pos humanos condiciones de habitabil idad y te-ner, además, el rigor de las temperaturas extre-mas y las dificultades de acceso.

Particularmente han inf luido sobre la salud los factores climáticos: más o menos humedad, heladas pronunciadas, vientos periódicos, la al-tura del lugar, las posibilidades de alimentación, las facilidades para la construcción de la vivien-da. Por eso, en Bolivia, debemos señalar algu-nas regiones endémicas por las circunstancias anotadas, en los valles cálidos y en algunas zo-nas de la llanura tropical.

Aparte de ia estructura socio-económica de nuestra población rural, habría que añadir tam-

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bién que los problemas de la desnutrición y de la vivienda se deben en cierto modo a los facto-res naturales.

B) Actúan sobre la sociabilidad humana, las características de la fisiografía. Una pobla-ción que se establece en un ambiente de fácil acceso tiene las condiciones naturales para cul-t ivar el espíritu de sociabilidad y de asociación.

El terr i tor io boliviano es un nudo que ama-rra los grupos geográficos más opuestos y mas importantes de Sud América, formando el cora-zón del Continente. Esta tierra de contrastes, es —como se d i j o— síntesis del paisaje universal e indudablemente se manifestó a los primeros hombres con el vigor exultante de los mapas vír-genes. Aquellas expresiones tan contradictorias de la naturaleza en la geomorfia y en el paisaje vegetal, impr imieron también con la acción ais-ladora del relieve cordil lerano y de la impene-trabi l idad de las selvas, la diferenciación de los grupos humanos asentados en comarcas tan opuestas. Cada una de ellas, en función del cli-ma y de sus recursos, de la salubridad y de las facilidades o dificultades de acceso, estableció la asociación restringida de los hombres y la soli-daridad completamente regional.

1¡ Al amparo de las faldas andinas, en perse-cución de los cursos de agua, al abrigo de los valles y de los parajes donde abundaban los re-cursos de subsistencia, nacieron las concentra dones humanas, mientras que el Alt iplano en su parte yerma, las moles de la cordil lera y los bos-

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ques hostiles fueron los espacios de dispersión, en los cuales podemos hallar las áreas del no-madismo, en tanto que los otros parajes propi-cios a la vida humana formaron el hogar de la cultura andina promoviendo, mediante la interac-ción de los grupos aproximados por la Geo-grafía la iniciación cultural con mezclas, pérdi-das y modificaciones del equipo de las socieda-des primit ivas.

Los pobladores de las tierras altas, sean me-setas o montañas, como afirman los tratadistas, crean el aislamiento, con el cual, los hombres guardan celosamente su organización, hasta que las circunstancias los impelen a una acción ex-pansiva.

C) Se ha dicho que no solamente la salud, sino la actividad y hasta el propio recreo están relacionados con las características del ambien-te geográfico. Las poblaciones que se estable-cen en zonas de fácil acceso, organizan su co-mercio de ¡deas y por proceso de interacción transforman sus estructuras. Pero, el problema de las comunicaciones es una causa para el re-traso mental de los indígenas de los parajes ais-lados en los que se manifiestan esencialmente conservadores, como lo son todos los habitantes de las zonas rurales.

La laboriosidad es un fenómeno inf luido di-rectamente por los caracteres geográficos. Pues, un pueblo se manifiesta más o menos activo no sólo por los estímulos socio-económicos, sino por las incitaciones de la temperatura ambiental, por

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la calidad de los alimentos y por la facil idad en la obtención de los recursos naturales para su subsistencia.

Estos agentes crean marcadas diferencias de actividad entre los pobladores nativos de tan vastas como opuestas zonas de nuestro patrimo-nio terr i tor ial que puede ser dividido en las si-guientes zonas geo-físicas:

1.— El Altiplano y las altas montaña».— Que comprende las cordilleras Occidental y Real y la meseta rodeada por ambos cordones de gran al t i tud y desarrollo. Las dos cadenas de serra-nías completamente arrugadas no ofrecen con profusión los elementos indispensables para la vida humana. El azote frecuente de los vientos y de las heladas disminuye las posibilidades de germinación y desarrollo vegetal.

El alt iplano en determinadas zonas es una región menos árida e inhospitalaria. Los indí-genas han mantenido sus labrantíos a costa de mucho trabajo y se han establecido en ellos con derroche de sobriedad y sacrificio. Extraen de la tierra, pacientemente, los recursos que satis-fagan sus necesidades más elementales. Desa-fiando los rigores del clima se dedican a una restringida agricultura y al mismo tiempo com-plementan su actividad ordinaria como construc-tores de sus albergues, pastores de sus manadas y fabricantes de sus elementos de trabajo.

y Bajo la pesadumbre de la naturaleza hostil, se ha dicho que el aymara, poblador de esta

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zona geográfica, es introvert ido y claustral, con energías profundamente represadas y refleja en sus manifestaciones de cultura una expresión de formas, colores y tonos que dimanan de la aus-teridad de una naturaleza desnuda de vegetación y aleccionadora de sobriedad.

2.— La región de los valles y yungas.— Es denominada comunmente intermedia, por ser-v i r de transición entre las vertientes de la Cor-dil lera Real y las llanuras que se extienden hacia el Oriente. Encajada entre los flancos orienta-les de la serranía desciende desde los^2.500 me-tros de altura hasta los 1.500 metros sobre el nivel del mar. Goza de lluvias abundantes arras-tradas por los vientos del Atlántico y las nubes se condensan en las vertientes que son fértiles y productivas de una f lora y fauna variadas. El clima es templado en los valles, debido a la altura y a las brisas de la cordil lera, y cálido pero soportable en las vegas andinas.

3.— La región de los llanos tropicales.—

Comprende, los departamentos de Cocha-bamba, Chuquisaca, Tari ja, algunas comarcas de Potosí y el Norte y Este de La Paz». Los habi-tantes son también aymaras y quechuas, pero de carácter más acomodaticio, ubicuo y flexible en v i r tud del equi l ibr io de los agentes naturales y de la mayor abundancia de recursos.

Es la más extensa y abarca la formación de los llanos de la Amazonia y el Chaco que penetran a Bolivia por la Cuenca Atlántica. Comprende los departamentos de Santa Cruz, el Beni, Pando

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y la extensión del Chaco Boreal. La Amazonia es cálida y húmeda, surcada por ríos navegables caudalosos, de curso permanente. Se dilata co-mo una llanura uniforme, raras veces afectada por pequeñas elevaciones que pertenecen al sis-tema del Brasil. Alternan las praderas con sel-vas de vegetación hidróf i la, sumamente variada y rica.

El Chaco es una llanura sedimentaria, com-pletamente uniforme y subtropical en su clima. Tiene asociaciones vegetales xerófilas en el cen-tro, e hidrófi las en las márgenes de sus ríos. Las estaciones son más marcadas y el cl ima con características continentales.

t J La actividad económica se reduce al aprove-chamiento de la riqueza natural: extracción de la goma elástica, de la castaña silvestre y de las re-sinas. Existen zonas ganaderas de importancia y se practica la agricultura para la satisfacción de las necesidades más premiosas de los peque-ños núcleos de población. La caza y la pesca son frecuentes en los llanos amazónicos.

Los llanos orientales sustentan una pobla-ción típica y diferente a la del resto del país. Conviven los indios civilizados con algunas tri-bus bárbaras, mientras que otras de éstas últi-mas son completamente hostiles a la vida del blanco.

La hidrografía de la región, que es una con-secuencia del relieve, ha inf luido para la forma-ción de núcleos humanos, ribereños a los ríos na-vegables que ejercen una función enteramente regional de comunicaciones.

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En síntesis, cada uno de estos grupos guar-da diferencias profundas en v i r tud de las distan-cias físicas que los mantienen aislados y que pro-vocan distancias psicológicas dimanantes del idio-ma, costumbres y otras expresiones de sus par-ticularidades colectivas.

El paisaje selvático impone al hombre una tenaz lucha contra la naturaleza y establece el uso de los sistemas pr imit ivos de transporte. Consecuentemente, las poblaciones de esa zona no han podido destacar sus cualidades volit ivas, intelectuales y físicas debido a la temperatura tórr ida y a los recursos indispensables logrados con escaso trabajo; esas cualidades las desarrolla el poblador de los llanos cuando se traslada a o t ro ambiente donde puede transformar sus há-bitos sociales.

Así se explica que esa enorme extensión del ter r i tor io nacional, no tenga densidad demográ-fica. Contadas comarcas tienen núcleos de con-sideración, porque los habitantes de la l lanura generalmente viven espaciados en los parajes fa-vorables para su incipiente actividad.

Otros agentes naturales.— Las precipita-ciones pluviométricas.— Otro agente de consi-derable influencia sobre la vida humana es el que se refiere a la periodicidad y abundancia de las lluvias distr ibuidas no siempre de acuer-do con las zonas geomórficas en que hemos cla-sificado el ter r i tor io boliviano.

Es de tener muy en cuenta las precipitacio-nes pluviales, porque él las tienen un l ímite por

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debajo del cual se anula la vida del hombre. Generalmente la escasez de lluvias que no alcan-zan a los 200 mm. agúales ocasiona la imposi-bi l idad de explotar los recursos agrícolas y ga-naderos necesarios para subvenir las necesidades de los agregados primit ivos que, por propia ini-ciativa no pueden dedicarse a otra actividad.

Entre las cuatro zonas del mapa higromé-tr ico de Bolivia, la zona árida que comprende el sud del Al t ip lano con los departamentos de Potosí y Oruro, es de esta condición, por lo cual hay escasa densidad demográfica y falta de arraigo al suelo de parte de los pobladores que frecuentemente se desplazan a los distr i tos mi-neros.

La zona semiárida abarca las provincias del sud de La Paz, las del este de Potosí y parte de los departamentos de Cochabamba, Chuquisaca y Tari ja. Tiene precipitaciones anuales de 500 a 1.000 mm. por año. Aunque no es una zona favorecida por las lluvias, debido a su sistema hidrográfico puede conseguir irr igación art i f ic ial , para convertirse en comarca esencialmente agro-pecuaria, como que, dichos terr i tor ios mantie-nen una densa población de aborígenes.

La zona semi-húmeda comprende los yun-gas de La Paz, las provincias del Norte de Co-chabamba y el departamento de Santa Cruz. Las precipitaciones alcanzan de 1.000 a 1.500 mm. por año. Permite cultivos permanentes y aun-que tiene el peligro de las sequías periódicas, es posible prevenirlas con obras de embalse. Por la contingencia natural de los cultivos y por la

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insalubridad de algunos parajes, tampoco esta zona tiene densidad de población.

Mayor cantidad de precipitaciones alcanza la zona húmeda que corresponde a los departa-mentos Pando, Beni y las provincias septentrio-nales de La Paz que forman una región tórr ida y baja a la que penetran las nubes trasladadas por los vientos alisios; pero, tiene el inconve-niente de ser anegadiza y necesita el permanen-te drenaje de los ríos para prevenir las inunda-ciones. La acción de la temperatura se hace sentir no solamente sobre los grupos humanos, sino sobre los fenómenos de ecología animal y vegetal. El clima crea una vegetación exube-rante que no deja espacio para los cultivos, de ahí que, el esfuerzo del hombre se l imita única-mente a extraer con el menor trabajo los redu-cidos recursos para sus necesidades vitales.

LA REACCION HUMANA ANTE LAS INCITACIONES DE LA NATURALEZA

La influencia de las fuerzas naturales sobre el psiquismo humano, es indirecta. Los elemen-tos geográficos actúan sobre la parte vital o cor-poral del hombre, y a través de ésta provocan los fenómenos psicológicos de los que fluye la creación cultural. El producto social de la cul-tura es la reacción de los agregados humanos an-te las incitaciones geofísicas, para buscar el do-minio de la naturaleza en beneficio de las co-lectividades que han aprendido a uti l izarla para satisfacer sus fines.

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Los elementos geofísicos constituyeron las fuentes fundamentales de los primeros grupos para despertar el sentido orgánico de la existen-cia colectiva, estimulando la apt i tud de sus miem-bros en los diversos órdenes de la actividad crea-tiva.

El patrón cultural adquir ido en la lucha con-tra la naturaleza para subordinar al dominio del hombre sus manifestaciones espontáneas, dio lu-gar al fenómeno del sedentarismo de las pr imi-tivas agrupaciones andinas. El dominio del te-r r i to r io representó un sistema de experiencias para aprovechar los recursos vegetales, mineros y animales que garantizaran la autosuficiencia de cada sociedad, mientras fuera dado establecer el intercambio de tales experiencias. El cult ivo de la patata y del maíz, la domesticación de los au-quénidos, el laboreo del oro y de la plata, son las conquistas de los pobladores primit ivos que se extendieron a las áreas culturales de los que-chuas y aymaras originando la división del tra-bajo dentro de estas sociedades para desarro-llar las aptitudes inherentes a esta clase de la-bores de especialización.

Este patr imonio de experiencias fue acumu-lado no solamente por los pueblos andinos, si-no por las agrupaciones indígenas del Oriente, cuyos rasgos culturales han sido todavía poco es-tudiados. Abarcó las nociones fundamentales sobre el t iempo y los cambios atmosféricos, so-bre la genética y el cult ivo dí¡ algunas plantas y conf ir ió a los hombres ciertos medios para de-fender la salud contra los males e infecciones de los lugares tropicales.

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Por medio de la tradición que representa la memoria social, fueron delineados los rasgos so-bresalientes de cada grupo como aptitudes e in-clinaciones a determinados trabajos como lo de-muestran la construcción de arquitecturas mono-líticas, caminos y puentes, la cerámica variada, los dibujos y relieves y tantas otras manifestacio-nes de arte, agricultura, guerra, moral y vida de formas institucionalizadas, que nos muestra en diversos grados de evolución cultural, la historia de los aymaras, quechuas y hasta de los cambas.

El progresivo dominio de la naturaleza acen-tuó la interacción social para romper las áreas restringidas de los pequeños grupos, para inci-tarlos a un comercio de los elomentos de cultura que produjo la continuidad de los ciclos histó-ricos de tihuanacotas, aymaras y quechuas. Y decir interacción, supone un proceso de acciones y reacciones que tienen por base los agentes geo-gráficos, las condiciones biológicas y los fenó-menos psicológicos, que se manifiestan en forma de instintos, inteligencia y sentimientos indivi-duales, repetidos de modo colectivo.

En síntesis, la geografía es la base natural sobre la que se asientan las sociedades; ella ejer-ce una presión constante sobre el hombre y so-bre las agrupaciones, incitando a detener, acep-tar o transformar sus fuerzas. De aquí dimana esa permanente relación entre la naturaleza y el hombre, tanto más acentuada cuanto que los gru-pos indígenas de Bolivia no han estado en con-diciones de admi t i r los medios de la técnica mo-derna por la especial estructura de la sociedad

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nacional. No obstante de no contar con la ayu-da de la técnica con la cual las colectividades más desarrolladas pueden dominar los agentes de la naturaleza, los indios subsisten con sus propios elementos de cultura, con asombrosa re-sistencia y con admirables reservas vitales, for-mando el capital humano de la nacionalidad.

LAS CONDICIONES VITALES DE LA

POBLACION INDIGENA

La República ha incorporado bajo los víncu-los políticos del Estado a los grupos indígenas que conservan sus ingredientes tradicionales muy poco transformados, tanto por reacciones psí-quicas como por la estructura económica de la sociedad, puesto que parece que ciertas clases de dominio, por propio interés se hubieran opuesto a una solidaridad cultural, manteniendo las separaciones que tuvieron origen en la or-ganización de la Colonia.

En las órbitas rurales del Alt iplano, de los valles y del Oriente Tropical, es manifiesta la subalimentación del hombre, reducida a una die-ta pobre y monótona. El vestuario se reduce a las prendas fabricadas en los talleres domésti-cos. Las viviendas son estrechas e insalubres, tanto más que en ellas existe un hacinamiento de seres que viven en promiscuidad. El descuido sanitario produce un alto índice de morbi l idad y mortal idad, no obstante el número elevado de nacimientos, neutralizando el aumento vegetati-vo de la población indígena. El problema del

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transporte y de las comunicaciones a los lugares más alejados, que aún no ha sido resuelto en los años de la vida independiente, es una causa pa-ra el retraso de los grupos pr imit ivos.

Mas, pese a la subalimentación, al consu-mo ordinar io de coca en los grupos andinos, a la ingestión de bebidas alcohólicas durante sus festividades, los indios subsisten conservando fragmentariamente los elementos de las altas cul-turas andinas. Emplean sus idiomas, sus nor-mas de convivencia, sus tradiciones, costumbres y métodos de cult ivo; generalmente hacen uso de los caminos y puentes de construcción preco-lombina; mantienn los conocimientos adquiridos sobre las plantas y sus cultivos y poseen expre-siones artísticas del más variado y rico folklore.

La masa indígena, mayori tar ia en Bolivia, constituyen el elemento de producción manual. Es el único que labora en las minas en condi-ción de bracero. Suple la falta de industrializa-ción técnica de los campos con su actividad ru-tinaria, pero tenaz. Se ambienta en las regio-nes climáticas más hostiles, en el paisaje desola-do de la Meseta, al pie de las desnudas cordi-lleras, en la fragosidad de las montañas, en las vegas cálidas, en las selvas inaccesibles, en las llanuras anegadizas, allí donde el blanco o el inmigrante extranjero, no ha podido establecer su morada por las deficiencias geofísicas y por falta del estímulo económico.

El indígena es el poblador natural de las re-giones más apartadas, adonde no alcanzan los beneficios de la economía nacional, las relacio-

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nes de la sociedad institucionalizada por normas jurídicas, ni adonde llega la cooperación del Es-tado para prestarle ayuda para producir y co-merciar.

Aunque estuviera establecido en zonas geo-gráficamente favorables, la organización social lo ha mantenido en permanente servidumbre. Re-legado a úl t imo plano en la formación d e j o s estamentos coloniales, se le pr ivó de todo estí-mulo para su desarrollo individual y colectivo bajo el concepto de su ingénita inepti tud para asimilarse a otras formas de civil ización.

Alcides D"Orbigny concretando sus obser-vaciones sobre la vida del nativo refutaba este prejuicio: "No está privado de las facultades que poseen los otros pueblos. Solamente le falta la oportunidad para deservolverlas. Cuando esas naciones indígenas sean libres mostrarán mucha mayor facil idad en todo género de labor intelectual, y si hoy algunas de ellas no son más que sombra de lo que han sido, ello se debe a su actual posición social".

La experiencia pedagógica realizada en los núcleos de Warisata, Vacas, Caquiaviri y ótros, demuestra este aserto. En cuanto puede reci-b i r los estímulos y ejemplos para aculturarse a las técnicas modernas y a un nuevo sentido de convivencia social ha superado su condición hu-mana.

El mejoramiento de las condiciones vitales depende de un programa de adoctrinamiento y

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de trabajo activo, reanimando la disposición in-nata de ios indios por una práctica de coopera-ción y ayuda, a la que tienen inclinación tradi-cional.

LAS CONDICIONES GENETICAS

Después de la reseña de las bases ambienta-les que pueden inf lu i r sobre los fenómenos psi-cológicos, conviene referirse a las condiciones ge-néticas, en v i r tud de las cuales el psiquismo acen-túa sus variaciones en los individuos y en los grupos, por las características que pueden ser transmisibles por herencia biológica.

Sin embargo, es concepto adoptado por la ciencia, que existe cierta di f icul tad para separar las consecuencias de los factores ambientales de los genéticos. Además de esta estimación, exis-te duda sobre las diferencias que pudieran exis-t i r en la constitución psíquica innata de las dis-tintas razas.

Si bien hay un entendido sobre lo que pue-de ser una raza humana, existe una gran con-fusión acerca de las características diferenciales por las cuales pueda hacerse una clasificación biológica de los tipos humanos. Morr is Gins-berg entiende por raza "el grupo individuos que poseen en común, dentro de ciertos límites de variación, una combinación de rasgos heredita-rios que basta para separarlos y distinguirlos de otros grupos. Para que estos rasgos puedan servir como criterios raciales, tienen que ser he-

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reditarios y relativamente constantes a pesar de los cambios en el medio".

Empero, la Antropología no ha podido es-clarecer el cuadro diferencial, puesto que han sido planteados distintos rasgos como puntos de relación. Algunos antropólogos establecen las distinciones en la forma del cabello, otros en la pigmentación; muchos en la forma de la ca-beza; finalmente, en la estatura y dimensiones corporales o en los rasgos somáticos; y por úl-t imo en la clasificación en grupos sanguíneos.

Sería obvio entrar en mayores considera-ciones acerca de la clasificación y de los esque-mas que pertenecen, más bien a un estudio de especialización de Antropología Física. Lo evi-dente es que, la parte fundamental del proble-ma se reduce a pensar con Ginsberg, que la ra-za debe ser entendida como un complejo de ca-racteres logrados con cierta estabilidad por cau-sa de continuado aislamiento y endo-reproduc-ción.

Como este aislamiento sólo existiría hipo-téticamente, la ciencia vuelve a revisar las con-clusiones a que llega la Antropología en los fe-nómenos puramente naturales del hombre, para referirse a las diferencias culturales que dima-nan del desarollo histórico.

Por eso es que, con este criterio, adoptamos más que el término raza, el concepto de pueblo como realidad sociológica históricamente com-probada.

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No obstante de ello, haremos mención con carácter general de las dos razas madres que forman la población boliviana, la blanca y la in-dígena, cuya concurrencia ha formado un t ipo de amalgamación biológica denominado por an-tonomasia, mestizo, o peyorativamente, cholo. Además existe una pequeña proporción de ne-gros que, con sus mestizajes de zambos y mula-tos contribuyen también a variar por su dist into dosaje de sangres, aunque en pequeña propor-ción, el panorama humano de Bolivia.

Pero, es de observar que dentro de esta ma-tización, el cuadro étnico es muy confuso, de donde se infiere que el término raza no encierra un concepto rigurosamente biológico, sino un fenómeno de adecuación social dentro de la es-cala de estamentos y clases, porque «cada grupo, dentro del apelativo de raza, ocupa una catego-ría en la sociedad de acuerdo a su situación eco-nómica, a su actividad predominante y a su equipo de cultura.

Siendo obvio incidir sobre los blancos y mes-tizos y las escasas unidades de negros y sus mes-tizajes, nos concretaremos a los indios. Los de la región Occidental de Bolivia están dedicados a las labores agrícolas, mineras y pastoriles y a la industria doméstica. Estos andinos han mante-nido por efecto de los métodos de la Conquista y la colonización, una acti tud contra-aculturativa, defendiendo los ingredientes de sus propias cul-turas cerradas. En cambio, algunos pobladores indígenas de los llanos tropicales se han asimi-lado a las formas estructurales del blanco, ha-

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biendo opuesto escasa resistencia para defender los elementos de su deficiente cultura, mientras los otros están marginados de la vida nacional manteniendo sus formas primit ivas de existen-cia, las mismas que han sido todavía poco estu-diadas en cuanto a sus proyecciones sobre la vi-da regional y sus aportes como experiencias ad-quiridas en contacto con la naturaleza.

Estos indígenas esparcidos en toda la am-plia extensión del terr i tor io boliviano se hallan divididos en los grandes troncos de los andinos y pampeanos, grupos a los que Alcides D"Orbig-ny añadió a los guaraníes y pobladores del Cha-co. Evidentemente, las grandes líneas de clasi-ficación del sabio francés, han merecido recti-ficaciones parciales de parte de los etnógrafos contemporáneos. Pero, lo cierto es que, a más de ser confuso el origen de estos nativos del te-r r i tor io nacional, así como se pierde en hipóte-sis más o menos explicables el origen de los primeros habitantes del Continente, el cuadro de las razas primit ivas tampoco ha sido aclara-do en cuanto se refiere a sus caracteres físicos y psicológicos. De aquí se infiere que los estudios experimentales y de temperamento sobre las dis-tintas razas es todavía incierto, y cualquier ge-neralización acerca de sus condiciones tiene es-casa validez científica, porque pudiera incurrirse en el defecto metodológico que señalaba el au-tor citado, de "imputar determinados rasgos a extensos agregados de seres humanos, cuya uni-dad racial no ha sido previamente establecida".

En cambio, la metodología histórica y so-ciológica, nos demuestra que ha habido inter-

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cambio de elementos culturales en los grupos autóctonos o modificaciones introducidas en ellos por otros pueblos migradores, de tal mo-do que, la interacción se ha acelerado por las guerras o por el mero contacto de las poblacio-nes que resultaron vecinas. Y agrega Hans Hor-keimer "Especialmente inf luyó la transcultura-ción sobre el nacimiento de las culturas media-nas que en gran parte, no fueron el resultado de una transición desde lo pr imi t ivo hasta lo avan-zado, sino el producto de irradiaciones desde las culturas altas sobre culturas pr imit ivas. Por ra-zones aludidas, al lado de las diferencias entre las culturas americanas hubo cierta semejanza respecto a muchos elementos principales".

Esta es la razón por la cual incidimos, mas bien, en las sociedades indígenas contemporá-neas, clasificadas actualmente según su distr ibu-ción geográfica.

Los pueblos andinos.— Las cuatro nacio-nes: aymara, quechua, atacama y chango, com-prendían la raza andoperuana llamada por D"Or-bigny, el pr imero que esquematizó la clasifica-ción de los americanos Andoperuanos. Es el grupo de los Andidos de la clasificación de Eicks-tedt, modificada por Imbelloni. Las poblaciones mayoritarias de este tronco, dentro del terr i tor io boliviano, son las aymaras y las quechuas, que en concepto de algunos están antropológicamen-te vinculadas, aunque otros buscan sus discre-parrcias somáticas y psicológicas.

Los aymaras, según Horkheimer, "t ienen braquicefalia menos acentuada que sus vecinos,

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el pliegue mongólico aparece en éllos con mayor frecuencia y su tórax es más at lét ico". Consti-tuyen el t ipo somático más asimilado a las espe-ciales condiciones de una vida de altura y de terreno accidentado. "Sin embargo, su amplio desarrollo orgánico está detenido por la desnu-tr ic ión, falta de higiene, ausencia de medios eco-nómicos y condiciones inferiores de vida.

El Dr. Monge en su estudio sobre los fenó-menos anatómicos en el hombre de altura, in-forma que éste tiene pecho elevado, corazón atlé-t ico y pulmones desmesurados por la menor sa-turación de oxígeno en la sangre arterial, me-nor cantidad de ácido carbónico alveolar, reac-ción de lenti tud cardiaca en lugar de aceleración para esfuerzos moderados.

Por consiguiente, el aymara de estatura me-dia por lo general, está completamente famil ia-rizado con la altura, con los rigores de la natu-raleza hostil de la meseta boliviana y con los escasos recursos que ésta le proporciona, de don-de resulta tradicional su sobriedad y su resisten-cia para los ejercicios, particularmente para las marchas forzadas.

Dejemos a David Forbes la descripción de los rasgos de los aymaras: "Puede decirse de una manera general que su estructura es masiva, sin que su talla sea elevada (1 m. 60) y sin que ella exceda de 1 m. 65. Tienen cabeza gruesa, ojos pequeños, anchas espaldas, cuerpo alargado, pier-nas cortas y pies pequeños que denotan más fuerza que belleza. Las formas son bien dise-

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ñadas y rara vez salientes, siendo excepcional un indio obeso.

La nariz es invariablemente aquilina. La bo-ca grande, pero sin exceso. Los labios algo grue-sos, pero no tanto como los de los negros. Los varones tienen la barba rala y ambos sexos ca-recen de vello.

El color de la piel es cobrizo; pero, en las tierras más secas y en los valles sin lluvia de los contrafuertes andinos, el color se transforma en pardo negruzco.

La expresión general del rostro es triste, pen-sativa y melancólica. Ella parece depender de una f i rme determinación como si un combate continuado se l ibrara dentro de los indios, pa-ra ocultar sus emociones bajo el aspecto de una permanente indiferencia.

El aymara es grave, rara vez se lo ve reir o sonreír, entre tanto que los quechuas bajo es-te aspecto, son enteramente diferentes".

Indudablemente, que estos rasgos psicológi-cos sobre los que incidiremos más adelante, tie-nen por causa fenómenos ambientales, heredita-rios y socio-económicos que componen una tra-ma de factores poco discriminados en la intensi-dad de su acción.

Un tratamiento de sumisión hasta doblegar las reacciones de la personalidad humana, bajo la preeminencia de las castas dominadoras del

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Tahuantinsuyo y de la organización feudal-esta-mentaria de la Colonia y la República, aparte del despotismo y desdén que demuestran blan-cos y mestizos con este elemento, han contribuí-do a crearle un complejo condicionado. Ade-más, su existencia en lucha continuada con los elementos de una naturaleza parca en frutos y sombría y monótina de aspecto, ha depr imido to-da disposición natural a expandir sus impresio-nes.

Condiciones materiales de vida: A) Alimen-tación.— Pocos elementos de culturas foráneas han sido incorporados a la dieta ordinaria del ay-mara, el cual se alimenta de los recursos vege-tales tradicionalmente cultivados por él mismo. Sólo consume carne, generalmente de carnero, llama o alpaca en sus grandes festividades.

La patata cocida o convertida en chuño, la quinua, la cañagua o el maíz si puede lograrlo, son sus artículos alimenticios ordinarios. El indio, que por lo común es sobrio, demuestra glotonería con lo que se le ofrece y considera una golosina el pan, el azúcar, la carne y otros raros para él.

B) Vivienda.— El indio contemporáneo poco ha debido modif icar la naturaleza de su vi-vienda precolombina. La fábrica de adobe, el techo de paja, las reducidas proporciones de la habitación para protegerse del f r ío, el menaje de arcilla, las cobijas tejidas en el telar domés-tico demuestran la supervivencia de sus rasgos culturales, ya que por su situación social y eco-nómica no le ha sido permit ido construir con ma-

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teriales de más alto costo que no estaban a su alcance. Tampoco ha enriquecido su menaje con objetos de fabricación extranjera, a los cua-les conceptúa productos de una cultura foránea.

C) Indumentaria.— Con las modificacio-nes introducidas por la Colonia persiste la tra-dicional indumentaria del indio, cuyo vestido es de protección ante los rigores del cl ima. Las ropas tejidas de vellón de oveja o de llama, salen de los telares de la famil ia manejados por la mu-jer, aunque la elaboración de los sombreros es más propia del varón.

En estas manifestaciones de vida material se impone la tradición de los usos y costumbres adquiridos por el rango social del indio dentro de la escala a la que se adecuó y de acuerdo a sus posibilidades económicas. También pu-do haber contr ibuido a esta actitud conservado-ra, el método de dominio que provocó en él una reacción psicológica para rechazar los elementos de un equipo usado por el blanco y el mestizo.

Sin embargo, en cuanto cambian los méto-dos de asimilación, varía también la actitud con-tra-aculturativa, tal como lo demuestran los gru-pos nativos de Huatajata. Según el profesor Oribe Rubio, la formación de maestros indígenas y la promoción de nuevas técnicas y la reforma en la estructura de la propiedad agraria, son fac-tores que conducen a la transculturación del in-dio.

Habiéndose transformado la organización agraria con el reparto de tierras y la enseñanza de nuevas técnicas, ha sido posible ensanchar

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la cultura de los nativos, enseñándoles un nue-vo tipo de edificaciones, el uso de menajes, la adopción de una moderna indumentaria y la for-mación de cooperativas de consumo.

Los quechuas.— La región central de Bo-livia, es decir, los valles templados que compren-den los departamentos de Cochabamba, Chuqui-saca y parte de Tanja, la región Sud de Oruro y el departamento de Potosí, son las zonas geo-gráficas pobladas por los quechuas. ¿Todos es-tos pobladores hablan el queswa, pero es obvio atribuirles unidad racial, puesto que, debido al dominio mi l i tar y político de los Incas y parti-cularmente por el sistema de los mitimaes, gru-pos diferentes se han asimilado a la cultura del Tahuantinsuyo.

Alcides D"Orbigny, en sus estudios intere-santes, sobre el indígena americano, sostenía el parentesco antropológico de aymaras y quechuas. "Por el carácter, las facultades intelectuales, mo-dales, costumbres, usos privados y sociales, por la industria agrícola y la manufactura,, por los vestidos, los aymaras se asemejaron y se aseme-jan todavía en todo a los quechuas. "Por razo-nes semejantes, Imbelloni incorporó a los dos pueblos al grupo de los ándidos.

H. Horkheimer concluye sobre este proble-ma: "Claro está que esta semejanza originaria hace difíci l y hasta imposible señalar la ubica-ción, la actividad y las irradiadas y recibidas in-fluencias que corresponderían a ambas poblacio-nes en un pasado sin tradición exacta. La di-

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f¡cuitad se aumenta por la perpetua fluctuación que seguramente tuvo lugar entre los dos gru-pos, resultando que la diferenciación siempre fue retocada por una nueva aproximación lingüística, somática y cultural. El habitante, durante mu-chos siglos, era esencialmente el mismo para la mayoría de los aymaras y quechuas (es decir, se circunscribió a las alturas serranas), y así se produjeron rasgos físicos semejantes. El con-tacto, por la vecindad geográfica, por invasiones y la subyugación, favoreció la asimilación cultu-ral. Hubo aymaras que fueron quechuizados y quechuas que fueron aymarizados por el siste-ma de los mit imaes".

En definitiva, soslayando problemas que de-ben ser aclarados por las investigaciones de la Arqueología, Etnografía y Lingüística, nos refe-rimos a las actuales áreas culturales para descri-bir a los indios de habla queswa.

Si existen algunas diferencias físicas y men-tales entre éstos, pese a que constituyen un solo agregado cultural, débese ello a las distintas con-diciones del ambiente que han modificado sus caracteres/ Los pobladores de las alturas frías se retraen a la vida de sus grupos restringidos por el aislamiento que impone la arrugada geo-grafía de las montañas, se someten a una dieta más pobre y monótona y hacen uso de vivienda o indumentaria que están en relación con la de-ficiencia de sus medios materiales.

Las particularidades regionales del morador de los valles, guardan armonía en cuanto a un

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mayor sentido de asociación y una existencia más holgada con los recursos que ofrece la naturale-za y sus condiciones ecológicas, favorables para la vida humana.

La talla media de los varones es de 1.60 m.; en algunos valles, como los de Cochabamba, la estatura de los indios es más elevada, mientras tanto que es más baja en los habitantes de las punas.

La contextura del cuerpo ofrece anchas es-paldas, pecho combo y tronco alargado, de mo-do que las extremidades parecen más cortas. D"Orbigny acusa algunos rasgos salientes como la nariz fuertemente aquilina y curva en la ex» tremidad sobre el labio superior; la boca mas bien grande sin que los labios sean muy gruesos, los ojos de dimensiones medianas y horizontales y cuya cornea es algo amari l la; escasa pilosidad y barba muy rala y tardía. Concluye este au-tor: r f"ta fisonomía es más o menos uniforme, se-ria; reflexiva y hasta triste, sin mostrar indife-' renda; muestra más bien penetración. Se di-ría que los indios quieren ocultar su pensamiento bajo la unniformidad de sus rasgos donde las sensaciones raramente se traslucen al exter ior" .

Su sensibilidad depende del ejercicio de ciertos sentidos, altamente desarrollados por la connaturalización con el medio geográfico. Si razón de la al t i tud que disminuye las facultades olfativas y de las peculiares características de ali-mentación, trabajo y vida doméstica, en cambio los sentidos del oído y de la vista están muy afi-

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nados. El canto de ciertos pájaros no percibido por los europeo.\ en medio de otros ruidos, es distinguido por los indios, los cuales también poseen Wna acuidad visual desarrollada para des-cubr ir siluetas humanas y bultos de animales a grandes distancias.

_ Se dice que generalmente los quechuas tie-nen movimientos corporales más sueltos y más adaptables a cualquier ejercicio físico. Esta plasticidad se atribuye también a sus facultades mentales, puesto que son más ubicuos y acomo-daticios que los aymaras y están dotados de ma-yor imaginación para afrontar las situaciones que las resuelven por propia iniciativa.

El poder de adaptación del hombre a su am-biente natural ha despertado su capacidad crea-tiva para dominar las fuerzas de la geografía con paciencia y sagacidad, hasta convertir el paisaje de las montañas en ámbitos de sustentación de las grandes culturas agrarias^ Para el indígena andino, la tierra fue base de subsistencia y sím-bolo de sugerencia para su imaginación. Sus ap-titudes han despertado por las incitaciones de la naturaleza, y sólo así puede explicarse la ponde-rable obra de civilización del Tahuantinsuyo, que ha dejado en la vasta extensión de sus dominios, fortalezas de piedra, acequias, caminos, puentes murallas y andenes.

Otros grupos andinos.— Los changos, ata-camas y urus, ocuparon también los parajes ex-tremos del terr i tor io boliviano. Actualmente, sólo los últ imos son moradores de la parte más

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inhospitalaria del Alt iplano, José María Cama-cho, af irma que los urus, no obstante de sus rasgos antropológicos semejantes a los de los aymaras, formaron un agregado especial, distin-to por sus hábitos, su rudeza y su miseria. Re-ducidos hoy en día a escasas unidades, forman un grupo de importancia para los estudios lin-güísticos y arqueológicos, por el parentesco de su idioma con el puquina.

Aunque hay tratadistas que buscan el paren-tesco somático de los arawak con los uru, Im-belloni admite la f i l iación de la lengua de éstos con la arawak, pero niega semejanza antropoló-gica.

En la raza de los ando-peruanos, f iguran di-ferentes grupos de antisianos o andinos del Nor-te, que ocupan las vertientes orientales de la Cor-dil lera Real de los Andes. Lejos de la meseta yerma o de las frías cabeceras de valle, hallan refugio en las últimas estribaciones de las mon-tañas y viven de los productos que ofrece la abundante y regalada geografía.

Los antisianos son más altos que bajos, tie-nen la piel clara y li jeramente cetrina y las for-mas más proporcionadas.

Se ha incorporado a este grupo a los yura-carés, mocetenes, tacanas, maropas y apolistas.

No hay duda que en comparación con es-tos grupos, el agregado cultural de los quechuas ofrece las más elevadas cualidades intelectivas puestas en evidencia por su organización social,

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su gobierno, sus usos, costumbres e institucio-nes. En tanto que las demás naciones antisia-nas llevaban una vida tr ibal y aislada huyendo del contacto de las sociedades avanzadas.

Sus caracteres psicológicos son de los más variados, pues mientras se les atribuye a los ta-canas un temperamento irr i table y espíritu ín-tegro y lleno de altivez y poca propensión a la alegría, los mocetenes, maropas y apolistas son dúctiles, sumisos y laboriosos.

La raza pampeana.— Agrupa a los mora-dores de la región Oriental, que se ofrece como una vasta planicie apenas alterada por escasas elevaciones que son desprendimientos del siste-ma brasileño y está surcada por ríos que afluyen hacia el norte a la cuenca amazónica. Los unos son agricultores y los ótros navegantes intrépi-dos.

Pertenecen a esa raza los moxos y chiquita-nos de Bolivia. Estos últ imos están dispersos en una extensión comprendida por el Iténez al Norte; el Chaco al Sur; el río Paraguay al Este y el río Grande al Oeste. Forman varias agru-paciones como las de los chiquitos, zamucos, cu-ravés, corabecas, savarecas, otuquis, curumina-cas, paiconecas y churucanecas. Sgún D"Orbig-ny, se destacan los chiquitanos por su alegría y afición a la música y a la danza, su sociabilidad y hospitalidad.

Se dice que estos pueblos fueron sedentarios integrados por pacíficos agricultores que han

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permanecido en medio de sus colinas. La caza para éllos no es más que un entretenimiento. Sumisos y joviales, cedieron fácilmente al adoc-tr inamiento de los misioneros jesuítas. El au-tor citado manifiesta que están dotados de jui-cio sano, pero como los niños aman poco el tra-bajo; en la medida que son poco laboriosos se entusiasman con el placer y se entregan sucesi-vamente al baile y a los juegos de destreza, so-bre todo en las reuniones motivadas por el de-seo de beber licores fermentados que exaltan aún más la hi laridad.

La rama mojeña.— Forma parte también - de la raza pampeana, esparcida en la llanura que

se extiende desde los bosques de Chiquitos y Santa Cruz hasta el pie de los Andes, dilatándo-se hacia el Norte hasta la cuenca de los grandes ríos que desbordan periódicamente sobre las lla-nuras boscosas. Integran esta rama los moxos, los chapacuras, movimas, cayubabas, canicha-mas, pacaguaras, itonomas e iténez.

Los indios de esta raza tienen talla variable de acuerdo con el régimen que llevan y con la herencia biológica, pero en élfos predomina una estatura que pasa de 1.65 m. Aunque»son bien formados, su constitución es más débil por las condiciones naturales del c l ima, por Jas enfer-medades tropicales y por la alimentación libra-da a la caza, a la pesca y a los productos agrí-colas que no son suficientes. Además contribu-ye al mismo resultado la falta de orden y ade-cuación en la dieta alimenticia. En cambio por los rigores del trópico tienen hábitos de aseo. El ambular permanente por la ampl i tud del am-

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biente geográfico ha creado carcteres especiales en el organismo, de modo que los indígenas son sobrios y poseen desarrollo auditivo, visual y ol-fat ivp.

• -Tra tando de generalizar las condiciones del poblador de los llanos del Oriente y del selví-cola del N.O. se puede establecer que su carác-ter es franco, festivo y un tanto veleidoso en sus impresiones e ¡deas. Posee imaginación e ini-ciativa para vencer las dificultades por dominar a la naturaleza y lograr el sustento.

Los pobladores del Chaco.— Mientras que Chervin y D"Orbigny clasifican a los chiriguanos y guarayos entre los brasilio-guaraníes, otros an-tropólogos discuten el origen y la famil ia racial de estos pueblos. Ocurre a la inversa con los to-bas, matacos, chorotis y demás tr ibus chaqueñas, a las cuales el ú l t imo de los autores citados, cla-sifica entre los indios pampas, en tanto que cier-tos escritores difieren de esta aseveración.

Lo evidente es que, tales agregados que de-muestran exteriorizaciones psicológicas variadas y contradictorias, se han asimilado a la vida del blanco en cuanto han encontrado persuasivo el adoctrinamiento de las misiones religiosas, o se han encerrado en el círculo de su cultura pri-maria, llevados de su indómita rebelión.

Se dice que los chiriguanos tienen alternati-vas de soberbia salvaje y de ciega sumisión; que los guarayos que viven a ori l las del río San Mi-guel, entre Santa Cruz y el Beni, son afables, hos-pitalarios, francos y honestos; que los sirionós,

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ubicados entre los ríos Grande y Piray, son fríos y desconfiados; que los tobas, moradores del Chaco, son independientes y apáticos, taciturnos reconcentrados; que los matacos, también cha-queños, son amables, desconfiados y vengativos.

Todos estos caracteres que involucran fa-cultades anímicas; inteligencia, sensibilidad, fuer-za volit iva, emotividad, etc., pueden responder al mecanismo de la herencia y la Etnografía halla-rá en los indios vasto campo de investigación para describirnos la vida primit iva.

Empero, el medio social, los contactos con culturas más desarrolladas, la acción de los nú-cleos indigenales y de las escuelas selvícolas, se-rán factores que transformen los impulsos, el temperamento, los caracteres peculiares de estos pueblos, cuyos componentes no han sido defini-tivamente integrados a la civilización. y

Las funciones mentales de las sociedades primit ivas difieren de las nuestras, no sólo en grado, sino en naturaleza. Según el profesor Fernando de Azebedo, son propiamente irreduc-tibles porque son refractarias a la experiencia y a la razón, ya que las imágenes no son inde-pendientes de las emociones que provocan e im-plican una asociación a esos objetos de poderes misteriosos y de fuerzas ocultas.

La homogeneidad de esos pequeños agrega-dos, su poca densidad, la pobreza de sus medios técnicos, el predominio de la autoridad de ios vie-jos, explican la psicología colectiva estable y con-

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servadora de esas sociedades a las cuales el pro-greso siempre viene de fuera, según Smets.

De todo lo expuesto se infiere que los rasgos psicológicos de los pueblos pr imit ivos de la lla-nura boliviana, no responden precisamente a la mayor o menor capacidad de sus componentes ni-a las aptitudes demostradas por esos agrega-dos, sino —mas bien— al cuadro cultural de su equipo pr imi t ivo, dentro del que, los individuos no han tenido oportunidades de mostrar sus di-ferencias personales ni el desarrollo de sus facul-tades, por incitación de las necesidades, intere-ses y anhelos de una sociedad plenamente evolu-cionada.

En lo que concierne a los andinos, herede-ros de las altas culturas precolombinas que tu-vieron su área cultural en la meseta boliviana y en las vertientes de la Cordil lera, debemos in-cidir en el fenómeno de su actitud contra-acul-turativa que se opuso, por circunstancias histó-ricas, a su asimilación a los blancos.

Labriegos, pastores, trabajadores de las mi-nas, laboreros de su industria doméstica, están privados de los medios auxiliares de la técnica moderna y actúan en situación de inferioridad socio-económica con respecto a las otras capas privilegiadas de la sociedad blanca y mestiza, compuesta por la alta burguesía minera, por la sub-burguesía industrial y comercial, por la feu-dalidad criol la, por las clases medias. Aun el asalariado urbano de parecida extracción indo-mestiza, culturalmente se halla por encima de la

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masa rural, marginada de las actividades nacio-nales.

Cuando el indio de la región andina, a con-secuencia del sacudimiento que significa la Re-forma Agraria, rompa la estructura de la socie-dad casi colonial, demostrará su capacidad in-

trínseca para incorporarse por ascenso en la es-cala colectiva a las actividades de una organiza-ción unitaria y técnica.

LAS INFLUENCIAS SOCIALES, EL FACTOR SOCIO-ECONOMICO

Aunque parece que muchas de las diferen-cias somáticas y anímicas son cualidades natas y hereditarias, son muy complicados los mecanis-mos de la herencia que, al decir de Recasens Si-ches, no son todavía suficientes para aclarar una serie de problemas fundamentales. La medida ' en que lo biológico puede inf lu i r sobre lo psi-cológico débese igualmente a las diferencias de la vida social concordantes con la distinción que

guardan las clases en su alimentación, condicio-nes higiénicas, orden de trabajo, circunstancias a las que se añaden otras formas de cultura que son el papel de las tradiciones, y particularmen-te, el adoctrinamiento educativo, ya que cada grupo, cualquiera que fuere la complej idad de su organización, rudimentaria y embrionaria o altamente evolucionada, ejerce por las generacio-nes adultas la transmisión de sus tipos de cul-tura y de sus modos de vida, a las generaciones que van surgiendo, para que sean asimiladas a

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las condiciones sociales del grupo. (F. de Azeve-do ) .

El comportamiento del indígena en la vida social boliviana, tiene que guardar relación con las formas y caracteres demarcados culturalmen-te por su rango, el cual equivale a una situa-ción económica y a una posición social en la escala del grupo. Morr is Ginsberg sostiene que los individuos adquieren sus hábitos de conduc-ta de la clase social de la que nacieron y que son las condiciones económicas las que determi-nan en su mayor parte el t ipo de educación que los individuos reciben.

Ya el Dr. José Antonio Arze y Arze, a t iempo de enjuiciar la Psicología Social del Imperio In-kaiko, manifiesta que la aplicación de este princi-pio nos permit i rá precavernos de las generaliza-ciones de orden psicológico respecto a la totali-dad de los pr imit ivos pobladores y de los con-ceptos no relacionados con la función de las di-ferentes clases del Imperio. La psicología social de la élite ofrece rasgos casi antagónicos a los de la masa. Este tratadista dice que aquella es una psicología de clase dominadora, puesto que el aristócrata es imaginativo, previsor, activo y tenaz para sus empresas; en tanto que el hatun-runa a lo largo del proceso de sojuzgamiento eco-nómico y político está despojado de su iniciativa personal, es manso y no poco autómata en sus manifestaciones volitivas. Este juicio está des-tinado a refutar las conclusiones de las escue-las socio-etnológicas que consideran que las ma-nifestaciones psíquicas son inherentes a una ra-za determinada.

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Este ordenamiento en grupos cerrados y en-dógenos como todas las castas, evidentemente que.d ió margen a la explotación de los hatun-runes dedicados al trabajo material de parte de los Orejones, depositarios de la alta cultura, pe-ro ren cambio, la administración del Imperio es-taba inspirada por una sabia política demográ-fica y el régimen agrario era un sistema pater-nal para los subditos.

El progresivo dominio de la naturaleza acen-tuó la interacción humana bajo las formas polí-ticas del Incario, a f in de romper las áreas tri-bales de los agregados que aun no se hubieran incorporado al Tahuantinsuyo y proceder al in-tercambio de los elementos de cultura que des-arrol laron más en la sociedad andina. De este modo, se establece cierta continuidad histórica en el proceso que, culminando con la civilización de Tiahuanacu, prosigue en su evolución durante la época aymara —quechua. Y aún se dice que de haber continuado esta influencia recípro-ca de culturas, se habría producido una asimila-ción estructural de los indios pampas, a no ha-ber mediado la conquista española.

La continuidad de los ciclos precolombinos se fracturó con la presencia armada del europeo. Prodújose el choque de dos civilizaciones que no pudieron soldarse por la oposición de valores que cada una llevaba en sí por la violencia de los métodos de la Conquista. A falta de la asi-milación de los indígenas andinos a las formas estructurales de los españoles, se dio lugar al marginamiento de aquéllos, quienes quedaron

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sin embargo, con su patrón cultural fragmenta-do, para seguir formando individualidades socio-lógicas que se empeñan en acentuar su origen, su lengua, sus tradiciones, en un intento de re-chazar los elementos foráneos introducidos por los sistemas de la Colonia.

España durante la Conquista respondió a su fuerte acometividad histórica, a su pronunciado individualismo y a la organización social gene-ralizada en Europa.

Por eso es que la sociedad del Alto Perú, desde la iniciación de la Colonia hasta el t iempo medio de la República, tuvo ordenación esta-mentaria, de modo que los estamentos superio-res, constituidos por europeos y criollos, se apro-piaron de los privilegios de dominio y defendie-ron su posición atendiéndose a los derechos he-redados. En consecuencia, la jerarquía social se basó en el preconcepto de raza, de tal manera, que el pertenecer a una o a otra, significaba una posición variable en la escala social, de acuer-do con los ingredientes económicos y culturales, que cada una poseía, en sus modalidades de vi-da.

En el vértice de la pirámide social se esta-blecieron los españoles y sus descendientes crio-llos para formar el estamento dirigente que go-zaba de todos los privilegios, menos del derecho a gobernar, en condiciones de una feudalidad americana.

La base de la pirámide estaba ocupada por la gran masa indígena, desposeída de sus bienes y obligada a una cruel servidumbre, para man-

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tener con su trabajo la actividad minera y el cul-t ivo del suelo, las dos riquezas en las que se asentaba la economía colonial. En semejantes condiciones depr imió completamente la psicolo-gía del nativo, sin darle oportunidad para el desa-rro l lo de sus aptitudes mentales, pues actuaba

y pensaba en un sitio de infer ior idad con res-pecto a los otros elementos de la sociedad colo-nial. Los criollos y españoles sostenían la ingé-nita inepti tud del indio para asimilarse a la cul-tura europea, recordando que siempre estuvo so-metido a una milenaria servidumbre bajo el do-minio de la aristocracia incaica.

Durante la Colonia, el español, individualis-ta, a tiempo de crear la tr ibutación para la Co-rona y la propiedad privada en provecho pro-pio, estableció la mita, en cuya servidumbre se basaba la economía minera, y las demás obliga-ciones para la atención del agro. Se apropió de los privilegios políticos, económicos y sociales sentando la tradición de su linaje como derecho hereditario.

Transferidos los privilegios de la aristocra-cia indígena al colono peninsular, quedó la ma-sa de los hatunrunas en condiciones sub-huma-nas. Por ello, mitayos y siervos de la gleba des-mejoraron en hábitos sociales. Empeoró la con-dición biológica del indio, con graves consecuen-cias para su progenie, debido a la subalimen-tación, al alcoholismo y al consumo mayor de coca, únicas compensaciones a la regla del so-metimiento. El resultado de este fenómeno fue la desintegración de su patr imonio cultural sin

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que equil ibrara estas pérdidas absorbiendo los elementos del acervo europeo.

Es cierto que a través del t iempo se pro-du jo una lenta amalgama de sangres, particular-mente en las ciudades y en los centros mineros más i mportantes del Alto Perú, donde los con-tactos frecuentes favorecieron la mixigenación, cuyo producto, el mestizo, completó la ordena-ción estamentaria.

Mas, en el vasto mundo rural no ha podido acelerarse la amalgama biológica de las razas ma-dres, como no pudo producirse la asimilación de los indios a la cultura del blanco. Por eso, hasta nuestros días la composición demográfi-ca de Bolivia asigna una proporción mayoritaria al indio con un porcentaje del 50%, frente al 13% de blancos y 35% de mestizos.

Aunque el indígena part icipó a medida de sus alcances en la insurgencia general de 1810, favoreciendo la causa patriota representada por los criollos y cholos, no vio alterada su situación social con el advenimiento de la República, cu-yas instituciones mantuvieron para él las mismas costumbres y obligaciones. La violencia, la de-predación y el engaño abolieron todo estímulo e interés para mejorar su situación económica. Herido por las imposiciones a que se vio some-t ido tuvo que soportar la tr ibutación y la servi-dumbre de postas y postillones, si todavía era co-munario. Como colono, debía soportar el pon-gueaje, la obligación de "cacha", las expoliacio-nes del "mukeo" , "camar ico" y "herbaje" , el

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servicio de transporte en bestias de su propie-dad, la entrega de productos de corral, etc. En tales condiciones, se encajó en el círculo de su cultura cerrada y asumió una actitud contra-acul-turativa para evitar el proceso de osmosis senti-mental, intelectual y de comportamiento de gru-po a grupo. Y si pudo haber unidades aisladas aculturadas, ello constituye una excepción den-tro del fenómeno colectivo. Quiere decir, en-tonces, que ni las capacidades ni las aptitudes del nativo boliviano fueron puestas a prueba den-tro de una estructura social semejante.

Por mucho que estuviera constreñido por la presión del dominador, el indio evitó los contac-tos culturales y continuó conservando importan-tes residuos de su equipo tradicional. "Estos va-lores existen aunque fuera difíci l captarlos, se arraigan mucho más de lo que uno piensa, cuan-do no pertenece al mismo pueblo indígena", ha dicho el profesor Lipchutz. Comprobamos, así, que el nativo se atiene a sus tradiciones, a sus há-bitos motores transmitidos de generación en ge-neración, a sus propias experiencias de vida con respecto a los hombres y a la naturaleza. Sub-sisten las formas del matr imonio de prueba y de organización famil iar. Tienen mayor validez sus normas consuetudinarias que las leyes del dere-cho positivo. Persiste en su folklore y en sus supersticiones y hasta en los ritos religiosos in-crusta el rústico animismo atr ibuido por sus ma-yores a las fuerzas de la naturaleza. Mantiene respeto por el trabajo colectivo del "ayr i i " o "yanapanacu" y prefiere el uso exclusivo de su propia lengua, el quechua o el aymara.

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Raras veces aparenta haber asimilado cier-tos valores del blanco, como cuando celebra sus festividades religiosas ( * ) con entusiasmo que raya en el fanatismo. Sin embargo, se trata de muestras exteriores y confusas de su heterogé-nea religiosidad.

Frente a esta realidad de las culturas cerra-das, pensamos que no puede subsistir esta situa-ción en momentos en que es preciso que la huma-nidad tienda a su integración social y orgánica. Es un anhelo nacional y americano, el que sobre-venga un sistema de comprensiones para estable-cer una base cultural común para las sociedades del Continente, las cuales por su propia felici-dad y por su idéntico destino deben buscar su nexo solidario.

La incorporación del indio ai r i tmo de los pueblos desarrollados, debe part i r de la solución integral de todos sus problemas. A ello tiende la política de la Reforma Agraria, como un pro-pósito humano y patriót ico de otorgarle las ba-ses materiales que le proporcionen posibilidades de adquir ir nuevas técnicas de trabajo, educa-ción, obras de vialidad que lo vinculen con los centros de consumo, normas de higiene.

La conciencia y la solidaridad sociales, flu-yen de la ruptura del aislamiento entre los gru-pos y de la desaparición de la distancia entre las clases. La unificación de los sistemas de la civilización técnica y su beneficio para todos, ne-cesita un proceso que se extienda y abarque a todas las comunidades. Sólo cuando se compar-

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te la suposición de que los miembros de una na-ción, en su totalidad son depositarios de los mis-mos valores culturales, puede existir realmente una conducta de solidaridad social. Por eso, el interés de Bolivia reside en incorporar al indio a una existencia activa haciéndolo económica-mente más productor y políticamente un ciuda-dano imbuido de sus deberes cívicos.

LOS FENOMENOS DEL PSIQUISMO COLECTIVO

Existe una interdependencia entre el ser per-sonal, dimanante de su estructura bio-psicológica y el ser social ligado a su grupo. Ambos aspectos forman parte de la individualidad humana. Las ideas, los sentimientos, las acciones individuales se rigen por la presión de la sociedad, cuyos fe-nómenos se producen por una conducta repeti-da. Estas uniformidades o conformidades del pensamiento, de la afectividad y de la acción, actúan de fuerzas ejemplarizadoras sobre el in-dividuo aislado.

Los miembros de los grupos pr imit ivos po-seen un grado mayor de identidad por la seme-janza de necesidades e intereses, a los cuales se adaptan los hombres por contacto personal di-recto entre las unidades asociadas, que son poco numerosas. Este es el tipo de solidaridad me-cánica o por semejanza, a diferencia de las so-ciedades altamente evolucionadas de solidaridad orgánica. A este proceso responde el desarrollo de las primeras organizaciones gentilicias de nuestro terr i tor io, hasta alcanzar el grado de

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complej idad de las sociedades andinas más avan-zadas.

Indudablemente, este mecanismo de interac-ción ha sido explicado en sus líneas genera-les. Mas, no existen estudios sobre la mentali-dad y los rasgos psicológicos de los primeros agregados humanos que se establecieron en nues-t ro terr i tor io. Apenas se los puede juzgar por los restos que dejaron las civilizaciones desapa-recidas, con la circunstancia de que el equipo cultural de los indígenas contemporáneos, sin duda alguna, dif iere por pérdidas o modificacio-nes introducidas a través del tiempo, de la di-mensión y profundidad de aquellas.

Sin embargo, la presencia de los idiomas nativos, aunque bastante alterados en su expre-sión original, tiene interés objetivo por que ellos demuestran el pensamiento del aborigen como hecho social que lo conduce a sentir y a obrar de acuerdo con la herencia de cultura de sus an-tecesores.

A través del idioma, vehículo-de interacción humana, pueden ser estudiados algunos rasgos del psiquismo indígena que aun sobreviven. Pero es obvio comprender que muchos otros han cam-biado profundamente, en armonía a las transfor-maciones de la vida social del aborigen bolivia-no.

FACULTADES INTELECTUALES

a) Las percepciones En la interpretación de las percepciones, en

cuyo mecanismo también intervienen el juicio

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y el razonamiento, Charles Blondel busca la rela-ción que puede existir entre las experiencias sen-sibles y las reflexiones que ellas motivan. La actividad sensorial tiene su conexión con repre-sentaciones intelectuales fijadas de antemano por la colectividad.

En este sentido, las percepciones del indí-gena se identifican con una serie organizada de representaciones fi jadas por la colectividad, pa-ra definir su concepto sobre el mundo circun-dante en conformidad con las experiencias alma-cenadas. Ellas son abundantes y ricas, como lo demuestran los idiomas nativos quechua y ay-mara, que consignan las más variadas voces ex-presivas de objetos, seres y fenómenos natura-les, voces con las cuales el indio puede buscar las conexiones de su psiquismo, con las ideas formuladas de antemano por el juicio social.

Es evidente que ciertos fenómenos pierden objetividad por el razonamiento del indígena que les atribuye propiedades místicas, inaccesibles a ser captadas por sus sentidos. El rayo, el arco-iris, etc., tienen significaciones animistas que de-muestran la influencia de los juicios y represen-taciones sociales, para la evaluación de todas estas nociones.

La percepción de las distancias, de los in-tervalos de tiempo, tampoco depende de la in-tuición sensible, sino de las experiencias acumu-ladas por la sociedad indígena. Un grupo asen-tado en el paisaje famil iar sabe distinguir perfec-tamente el transcurso de las horas por los fenó-menos de la luz solar sobre ciertos accidentes

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geográficos. Igualmente, por experiencias secu-lares, conoce los cambios de estación, las mu-danzas del tiempo, la proximidad de las lluvias, los síntomas de las sequías y otras nociones úti-les para los trabajos rurales.

b) La atención

Los indígenas aymaras y quechuas son aten-tos observadores de los fenómenos de la natura-leza, para prevenir sus consecuencias. La direc-ción de las nubes, su aspecto, su formación; la consistencia de los terrones en los campos de la-branza, la disposición de las ramas y de un ár-bol, el vuelo de las aves y otros indicios que ofrece la naturaleza para la mudanza de la tem-porada, son objetos sobre los que concentra su atención, para relacionar sus ideas con las no-ciones aprendidas por la experiencia de sus ma-yores, en el estudio de casos semejantes.

Igualmente, hace uso de la atención por t iempo más o menos largo para conocer un ob-jeto nuevo, tratando de explicarse el mecanis-mo de un aparato que recién canoce. Los indí-genas rurales que visitan una ciudad se detienen por tiempo prolongado, en la observación de los escaparates llamativos de los almacenes que re-producen la música en los instrumentos mecá-nicos, etc.

Los indios de ambos sexos examinan con suma curiosidad y desconfianza, a las personas desconocidas que transitan por sus campos, tra-tando de explicar los motives que los conduje-ron por su vecindad.

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c) Inteligencia

Particularmente los indígenas jóvenes de-muestran inteligencia vivaz. Los niños y los ado-lescentes se adaptan a nuevas formas de exis-tencia y se aculturan fácilmente a las normas de los blancos, las cuales pueden perdurar en él los siempre que no sean absorbidos por la vida tra-dicional de su medio. Los adultos están influí-dos por el patrón de cultura de su grupo y de-muestran mayor persistencia de los conceptos que aprendieron en un proceso de absorción in-telectual paulatino.

Las conversaciones atraen su atención siem-pre que se refieren a cosas objetivas expresadas en lenguaje claro y sencillo. Los acontecimien-tos producidos a raiz de la Reforma Agraria, han puesto en evidencia las facultades intelec-tuales del indio para comprender su verdade-ra situación social, a través de largas exposicio-nes, siempre que ellas se adapten a su grado de cultura. Discrimina con precisión sobre ciertos problemas planteados que trata de resolverlos por propia iniciativa. Sin embargo, en ocasio-nes se muestra vacilante cuando no está imbuido de las razones que le asisten para definir una si-tuación.

Debido a las condiciones especiales en las que transcurrió su vida rural, forma una masa analfabeta, pero reconoce las ventajas de la ins-trucción y desea que las nuevas promociones se eduquen en las aulas porque otorga importan-cia y respeto a las personas alfabetizadas, entre

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las cuales f iguran individuos de rigurosa extrac-ción indígena.

"El aguzamiento de su inteligencia por el trabajo, lo afina en forma extraordinaria para percibir cuanto le rodea; una insaciable curiosi-dad le conducirá a la posesión de la ciencia", ha dicho Valcárcel. Por eso el aprendizaje de las letras no ofrece al niño aborigen mayores dif i -cultades que las que dimanan de las deficiencias del método. El activismo en las escuelas rura-les abrirá un cauce nuevo a la pedagogía de los grupos aborígenes. La objetividad de métodos, los equipos auxiliares de cine y estampas f i jas, las experiencias con técnicas renovadas, las de-mostraciones en el trabajo, han concitado la atención de los individuos en los núcleos más distantes y han servido de práctica aleccionado-ra para cambiar ciertas costumbres rutinarias en la producción agrícola. Iguales resultados alentadores han sido obtenidos en las demostra-ciones realizadas ante los espectadores nativos en las granjas experimentales del Estado.

Queda demostrado, pues, que el indígena enriquece su inteligencia con la adopción de nue-vas técnicas y el aprendizaje de nociones antes ignoradas por él.

Hasta en las vastas y alejadas zonas donde habitan los grupos marginados de la civilización han dado resultado los pacientes trabajos de los núcleos indigenales y de las escuelas selvícolas.

La industria del indígena se revela particu-larmente en sus actividades comerciales. Adop-

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ta unidades de peso y de medida, sobre todo los elementos usuales de transacción. Se aviene al empleo de la balanza romana, aprende fácilmen-te a contar, y para sus operaciones hace uso de medios auxiliares como piedrecillas y granos de maíz. Los aymaras, quechuas y chiriguanos se sirven del sistema decimal. Solamente los agre-gados de cultura inferior, como los matacos, cho-rotis y tobas, según el Dr. Chervin cuentan has-ta tres, número después del cual pierden la cuenta.

Actualmente el indio está al tanto de las fluctuaciones de la moneda, y se interioriza de los detalles del mercado local en las ocasiones en que lleva a mercar sus productos. Los nati-vos de los valles cochabambinos muy raras ve-ces son sorprendidos por los blancos o cholos en perjuicio de sus propios intereses, y se cuen-ta el caso de numerosos individuos que han la-brado fortunas de consideración al haberse de-dicado a las actividades comerciales, abandonan-do su condición de labriegos.

Sin embargo, se dirá que es contradictorio el hecho de que pocas unidades indígenas, por iniciativa particular, han conseguido holgura eco-nómica, entre tanto que la masa de pobladores rurales permanece en la miseria. Pero no de-bemos olvidar la estructura de lo sociedad boli-viana, bajo la cual se ha desenvuelto la vida del aborigen, quien ha estado sometido a una perma-nente servidumbre. Obligado a alternar en el trabajo de su parcela y de las tierras patronales, no se concedió oportunidades para una labor

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más remunerativa, tanto más que, cualquier per-sona extraña, autoridad civil o morador mesti-zo o blanco de las aldeas, se había considerado con potestad para imponer al indio cualquier servicio gratuito. De otra parte, siempre pesó sobre él la costumbre de entregar al feudatario criol lo, ciertos productos a los precios que aquél le impusiera.

Desde hace pocos años en que se ha introdu-cido una nueva política social en beneficio de las masas rurales, se ha dado el caso de que las co-tonadas de las haciendas han entrado en trato con los propietarios de los latifundios para con-ducirlos en arrendamientos con el pago del co-rrespondiente canon anual. En la misma forma se ha producido la venta de extensas propieda-des a los mismos colonos, corriendo la recauda-ción y administración de los fondos de los par-celarios, llamados en Cochabamba "piqueros", a cargo de un depositario de confianza, bajo el control de sus comitentes, para el negociado de los productos.

Finalmente, el reparto de tierras que esta-blece la Ley de Reforma Agraria, está destinada a transformar los rutinarios medios de trabajo por nuevas técnicas, cuyo mayor rendimiento me-jorará las condiciones materiales de vida en el campo, como ya se ha ensayado satisfactoria-mente en algunos núcleos campesinos.

También, hay que tomar en cuenta que la mentalidad rural con todas sus manifestaciones de retraso técnico, se debe no a la falta de ap-titudes humanas, sino al aislamiento geográfico.

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Las ¡deas y el comportamiento eminentemente conservadores, están apenas incitados por los factores de la naturaleza. Falta una interacción permanente con los grupos más desarrollados, a f in de que el contacto mental vaya creando una adecuada modificación de conceptos, usos y cos-tumbres. Por ahora, los trabajos de vial idad penetran lentamente a las comarcas más aleja-das y el camión es el vehículo más arraigado en beneficio del mundo rural. Es uti l izado por los indígenas para sus transacciones y el transpor-te a largas distancias, de tal modo que millares de éstos afluyen a las ferias comerciales que pe-riódicamente se realizan en los centros urbanos.

d) El saber vulgar y el lenguaje

Las facultades intelectuales de los indivi-duos se materializan, así mismo, por efecto de la interacción humana, en las expresiones del sa-ber popular, anónimo y acumulado por la ela-boración colectiva. Nociones, creencias y pre-juicios son los productos mentales cristalizados por el aporte conjunto de los miembros de una sociedad.

Las manifestaciones del folk lore de la inte-ligencia son numerosos y comprenden fábulas, cuentos, mitos y leyendas. Particularmente las leyendas con sus cualidades heroicas que fluyen de la transmisión histórica y las fábulas que otor-gan cualidad humana a los animales familiares para los indios, representan un material rico y variado que aun no ha merecido la sistematiza-ción de un estudio.

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El folk lore boliviano, en cuanto guarda con-formidad con el pensamiento indígena, combina reflexiones morales de la observación de los he-chos humanos y de los seres de la naturaleza.

Las normas de vida, la aplicación de las vir-tudes de las plantas como medios curativos pa-ra ciertas enfermedades comunes, las supersti-ciones y el animismo religioso que conserva el indio como una explicación mística de los fenó-menos que constantemente se repiten, pertene-cen a este sistema del saber popular.

Por úl t imo, las representaciones intelectua-les están contenidas en los idiomas nativos de frecuente uso en las poblaciones bolivianas y de empleo excluyente de la lengua oficial en el ám-bito campesino. Corresponderá a la Lingüística, a la Etnología y a la Arqueología, determinar los orígenes, el parentesco y la arquitectura de los idiomas nativos, pero bástenos expresar que, co-mo vehículos del pensamiento indígena son plás-ticos, onomatopéyicos y de riqueza expresiva el quechua y el aymara. Estas dos lenguas, pudie-ron haber perdido su pureza original por mez-clas y modificaciones sufridas por influencia de otros patrones culturales, pero son los únicos idiomas dominantes en el área rural, a cuyo uso deben someterse inclusive los blancos y mestizos.

Como instrumentos de interacción tienen tal importancia, que por el hecho de practicarlos, los indios se consideran pertenecer a una cultu-ra común, diferenciada de cualquier otra.

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Su trascendencia desborda del uso ordina-r io para catalizar los sentimientos más hondos de modo que los mismos blancos y mestizos ape-lan al quechua para expresarse con mayor én-fasis e insinuación.

Sobre todo, estas lenguas andinas constitu-yen los medios más espontáneos del arte popu-lar, sirviéndose de él las los pobladores de todas estas comarcas para las creaciones de su coplero.

LA VIDA AFECTIVA

Aunque pareciera que la vida afectiva, que reside en lo más ínt imo del ser humano, es lo más individualizado en los procesos psíquicos, no deja de tener influencias sociales que tam-bién se expresan por una aparente presión ex-terna sobre el hombre.

Se dice que las emociones son más contagio-sas que las mismas ¡deas, en razón de su natu-raleza. Los sentimientos aislados se debilitarían y por eso es que los individuos buscan la con-formidad del medio social. No nos extrañe ver a los indios prorrumpiendo en gritos de dolor cuando pierden a sus familiares, porque parece que buscaran la conformidad con las prácticas de su grupo e insinuaran la sinceridad de sus sentimientos.

Blondel manifiesta que el idioma afectivo es el más difíci l de traducir por el extranjero. Por eso es que las expresiones públicas de dolor o de alegría de los indígenas, exageradas para el

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blanco, responden a una pauta o gradación es-tablecida de antemano por las prácticas sociales. No cabría ni tristeza ni gozo íntimo, si ellas no se tradujeran mediante formas externas para ser comprendidas por la sociedad indígena. Parece que fuera necesario que en tales trances los in-dios bebieran cantidades de licor para romper su inhibición y su reserva acostumbradas.

El agregado social no apreciaría moralmen-te otras formas de expresión sentimental, sino aquéllas que son enfáticas y capaces de producir por contagio sentimientos análogos.

Por lo demás, fuera de las festividades en las cuales el indio debe hacer demostración de alegría, o de los casos en que debe hacer públi-co su duelo, se mantiene reconcentrado y poco expansivo, porque parece que respondiera en es-ta forma a los patrones de la colectividad que exige mesura y represión de sentimientos, ante la desconfianza de que pudieran ser percibidos por personas extrañas a su propio medio. El descontento, la cólera, la inconformidad perso-nal, por causas comunes a su estado social, de-ben ser reprimidos bajo la presión de que no se traduzcan exteriormente, quien sabe si para no agravar la condición de servidumbre y de so-metimiento a que estaba acostumbrado.

Dentro de su aparente reserva, los indios poseen un sentimiento vivo de amistad. Acogen con muestras de alegría a sus conocidos y son hospitalarios en sus ranchos, particularmente los nativos del valle. En casos de enfermedad o des-gracia, participan del sentimiento de los familia-

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res y acuden solícitos a prestar socorro a los en-fermos y accidentados.

A) Los vínculos de famil ia demuestran sen-timientos f irmes y duraderos. Los padres ma-nif iestan solicitud hacia sus hijos, y part icular-mente la madre se ocupa de sus quehaceres do-mésticos acompañada de los niños. Apenas és-tos cumplen la edad de 6 o 7 años sirven al pa-dre en ocupaciones compatibles con su edad. El padre atiende la educación de los varones y la madre de las mujeres, a quienes se transmiten los usos y costumbres de trabajo, normados por la tradición.

Frecuentemente se ha crit icado la práctica antigua que tenían los indígenas de vender o en-tregar sus hijos por tiempo más o menos largo a familias acomodadas. Sin embargo es explica-ble esta conducta, teniendo en cuenta la situa-ción económica de algunas famlias y el deseo legítimo de los progenitores de que sus hijos mejoren de condición, adquieran cultura y no sufran las consecuencias de su estado social.

El sentimiento f i l ial es igualmente desarro-llado, pues los niños y adultos consagran afecto y respeto a sus progenitores, a quienes expresan su solicitud, particularmente cuando llegan a la vejez.

La mujer es completamente sumisa al ma-r ido y acepta los malos tratos que le proporcio-na en casos de ebriedad, como una consecuencia de la vida conyugal. De ordinario el varón se muestra considerado con la esposa, a quien ja-

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más repudia. A veces se tolera el matr imonio de prueba como una experiencia para el aveni-miento de los cónyuges; pero, queda consuma-do en cuanto sobrevienen los hijos.

Las normas morales de la sexualidad indíge-na son ejemplares y la prosti tución no existe den-t ro de estos grupos.

B) El indígena hace ostentación de cuida-do por sus asnos, bueyes y llamas. Se ocupa de su alimentación conveniente, del tratamiento de sus enfermedades y de que el esfuerzo en el trabajo no sea pesado para él los. Procura re-parar en lo posible el excesivo desgaste que su-fren las bestias en las jornadas de labor. La muerte de un animal se conceptúa como una pérdida irreparable y el abigeato es considerado como uno de los delitos que merece sanción

ejemplarizadora.

Se explica que esta demostración de senti-mientos, tenga por base la unión entrañable del indio con todos los seres que componen la órbita rural, y además del valor económico que repre-sentan los animales domésticos, ellos significan elementos muy importantes de trabajo.

C) Por lo común el indígena, particular-mente el quechua, no es belicoso. Se dice que tranquilos por hábito, los nativos de la Cordille-ra tienen mayor resistencia nerviosa. En pocas líneas no podría discriminarse si poseen sentido del valor personal, pero lo cierto es que, fami-liarizados con el peligro, demuestran coraje. .Los europeos observaron con admiración el aplomo

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con que aquéllos desafiaban las terribles tempes-tades de los Andes y los riesgos de sus andanzas por quiebras y cumbres.

. Si bien el valor es la expresión del carácter individual o colectivo, que tiene origen en el tem-peramento modif icado por las prevenciones so-ciales, no hay duda que es producto afectivo en su raíz y persiste como exaltación emocional.

El aymara tiene por condición caracterís-tica la resignación pasiva ante el sufr imiento.

Tamayo le atribuye una enorme concentra-ción de energías interiores, de modo que es un reprimido. Sin embargo, estallan sus pasiones hasta extremos del paroxismo, sobre todo si actúa en multitudes en las cuales se produce el conta-gio emocional para la evasión de los sentimien-tos represados.

Aunque los quechuas se manifiestan más dó-ciles, a inf lu jo del alcohol exacerban sus pasio-nes, particularmente cuando se sienten víctimas del engaño, de la depredación y de la injusticia. El régimen opresivo al que han estado sometidos, ha sido causa para expresar por medios de vio-lencia su inconformidad con el comportamiento de los terratenientes. Existe en esa actitud una elaboración social que contribuye a crear un es-tado afectivo contra aquellas clases y contra aquellas personas a quienes acusan de ser cau-santes de vejaciones y explotación económica, dentro de un orden deprimente para su dignidad humana.

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D) En el aspecto religioso generalmente los indios obran por el temor. La confusa religio-sidad que poseen, tiene origen en una inconve-niente asimilación de las creencias del Conquis-tador superpuestas a sus mitos primit ivos y a las supersticiones que proceden de su equipo de cul-tura.

E) Con respecto a las representaciones es-téticas que dimanan de sus sentimientos, se ob-serva con más intensidad la influencia colectiva, en la facultad creadora de los individuos que buscan motivos de inspiración en los estados afectivos del pueblo.

Existe una honda tradición musical quechua y aymara, de la que fluyen las melodías melan-cólicas y quejumbrosas como representaciones de la pesadumbre del indio frente a su destino. Las melodías tienen motivos restringidos y te-mas monótonos, pero expresan una sincera emo-tividad.

Los instrumentos empleados son: el tambor, el pinquil lo o flauta de cinco agujeros, la que^a o flauta de siete agujeros, la antara compuesta de varios tubos de caña, y el charango. Asi co-mo la música, la danza forma también parte in-tegrante de la festividad religiosa. Existen cin-co tipos de expresiones coreográficas: las bélicas que son representaciones de guerreros, las mími-cas que imitan los movimientos de los animales; las religiosas que mantienen ia supervivencia del culto y los bailes rítmicos que implican movi-mientos de acuerdo con el r i tmo de las melodías. Finalmente las danzas de motivación histórica,

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que mantienen el recuerdo de acontecimientos anteriores a la Conquista.

Igualmente, el arte vernacular está estrecha-mente vinculado con algunos festivales de religio-sidad animista o de sentimiento panteísta, como aquéllos que se relacionan con la labranza de los campos, con el brote de las plantas, la fecun-

ción de los animales, para manifestar el agrade-cimiento a la Pachamama.

En general, el indio tiene marcada disposi-ción para comprender y ejecutar la música, cu-yos yaravíes penetran hondamente en su espíritu. Estas piezas, son canciones melancólicas que tra-ducen el sentimiento del pueblo como creaciones musicales y literarias de idioma nativo, en las cuales se revela más pesadumbre que acritud, a tono con la tristeza que procede del prolongado cautiverio del pueblo indígena.

LA MEMORIA SOCIAL

Dentro del psiquismo socializado que ha si-do objeto de las investigaciones de la Sociología y de la Psicología, se ha reconocido que ios sen-timientos, como estados afectivos del grupo

contribuyen a mantener la solidaridad. La sim-patía es un sentimiento social que proviene de la

participación en los sentimientos ajenos.

La facultad de ia memoria tiene su equiva-lente colectivo en la tradición que es la que al-macena las experiencias adquiridas por el grupo a través de su historia. Por consiguiente, con-

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tr ibuye a la continuidad de las generaciones, así como la vida afectiva provoca la solidaridad so-cial.

La memoria de los individuos tampoco ten-dría consistencia, si no buscara como punto de relación las experiencias de los demás miembros de un agregado que componen la memoria de una sociedad. Los acontecimientos individuales se encajan en el marco de la historia colectiva para adquir i r mayor relieve en el espacio temporal.

La tradición sirve de norma al comporta-miento de los hombres, sobre todo si no existe un trabajo de adoctrinamiento que haga variar las costumbres.

Sobre todo el indígena andino es un ser me-morizador por excelencia. Como no posee ac-tualmente un sistema de escritura que perpetúe sus recuerdos, apela al desarrollo de la memo-ria. Se ha comprobado que durante la presta-ción del Servicio Mi l i tar , que de todos modos significa un cambio en su medio habitual, la me-morización de nuevas ¡deas y prácticas le pro-porciona algunas dificultades, pero una vez que el indio ha retenido un concepto no lo olvida jamás.

Por consiguiente, se deduce que cuando se ha reintegrado a su propio medio social es ab-sorbido nuevamente por el espíritu eminentemen-te tradicional de su grupo. Las normas apren-didas en el cuartel le sirven para muy contadas ocasiones. Pero, su vida ordinaria de trabajo rural se ajusta a otras ideas igualmente merno-

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rizadas, las cuales dependen de las experiencias adquiridas a través de numerosas generaciones.

Desprovisto de los medios técnicos para la producción agrícola o pecuaria, sigue los mismos métodos que emplearon sus mayores en la agri-cultura, en el apacentamiento de su ganado, en la pesca, en la caza, en sus prácticas de nave-gación, en la construcción de sus utensilios, en su industria cerámica, en la edificación e indu-mentaria. En todas estas actividades se inspira en los patrones de su propia cultura, ya que no ha tenido incitaciones extrañas de fuerte presión social para variar sus costumbres.

El trabajo colectivo, la ayuda recíproca en las faenas de labranza, en las obras de regadío, en la construcción de reparos, nos hablan de la influencia del pasado que echa de menos el abo-rigen, porque su condición humana estaba reco-nocida por las organizaciones precolombinas, an-tes de que se convirtiera en la mercancía de las encomiendas coloniales.

Decíamos que su religiosidad es una super-posición de creencias. El culto funerario a los antepasados, los ritos de- su religión animista, el sentimiento de apego al solar nativo, son otras tantas fuerzas tradicionales que aproximan al aborigen al paisaje famil iar, como si en él ha-llara el regazo materno. Los árboles, las monta-ñas, los animales, el parelio, la tempestad, son fenómenos de la naturaleza imbuidos de espí-r i tu propio al que se debe temer y rendir plei-tesía. Por eso es que, al aproximarse a las apa-chetas o porti l los de la Cordillera, arroja reve-

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rentemente el puñado de la coca que mastica, pa-ra aplacar las ¡ras de la naturaleza. La invoca-ción de sus mayores a la Pachamama que ofrece la fecundidad de la t ierra, persiste en su memo-ria para musitarla antes de empezar las siem-bras. Iguales procedimientos de incienso, flores silvestres y chicha están dispuestos en homena-je de la celosa deidad, antes de dar comienzo a la recolección o al estreno de una vivienda.

Es curioso observar, cómo dentro de las dis-tintas comarcas de las regiones del Alt iplano, los valles y los yungas, los grupos de naturales que pertenecen al área cultural de los aymaras y que-chuas, difieren en ciertas características locales como son las variantes de indumentaria. Los yungueños, los nativos de Caiza, los nacidos en la provincia de Tapacarí, etc., han introducido el uso de determinados instrumentos o prendas de vestir o se caracterizan por una actividad co-mercial concreta. Estas diferencias son entera-mente regionales y en vez de significar una trans-formación en las costumbres, representan por el contrario, la perpetuación de ciertos rasgos con-sagrados por la tradición, en conformidad con las exigencias que les impone su propio medio.

Igualmente, las transacciones que realiza el indio, de ordinario se producen en las ferias pe-riódicas que no varían en cuanto a los días de-terminados por la costumbre. Así pudiera ob-tener resultados económicos más provechosos, variando su sistema de comercio, concurre habi-tualmente a los mismos sitios que están señala-dos por la tradición, donde encuentra a sus clien-

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tes a quienes llama famil iarmente "caseros" y con los cuales comparte su amistad.

Ni la extensión paulatina de las leyes civi-les en los ámbitos rurales, ni la disposición re-ligiosa sobre las uniones conyugales, han podido transformar el llamado matr imonio de prueba, en el que los nuventes se estudian para evitar fracasos de la vida en común. La progenie que resulta de estas uniones, es apreciada por el nue-vo esposo en caso de que se hubiera anulado el matr imonio anterior, porque representa en la mujer un signo de fecundidad, mejor recomen-dado que la virginidad femenina. La mujer tie-ne para sus labores domésticas el aprendizaje de las pasadas generaciones. Atiende a los hi-jos, cuida de las tareas de su sexo, coopera en los trabajos del varón y administra los intereses de la famil ia.

EL COMPORTAMIENTO

El comportamiento del individuo responde generalmente a la adaptación de ciertas capaci-dades personales a las exigencias de su ambien-te.

De este modo, e! comportamiento tiene ori-gen en el psiquismo individual y en la presión del grupo. El mecanismo psíquico de una per-sona, establece una combinación de pensamien-tos, emociones y tendenci 3S Da ra obrar en forma determinada. Esta forma de accionar persiste con la aprobación del medio social, repitiéndo-se después como hábito. Los modos repetidos

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de modo uniforme crean la conducta social per-cibida como la manera más aparente que tiene un pueblo en sus manifestaciones psicológicas.

Recasens afirma que la conducta siempre es compartida. Hay quienes la aprueban o la cen-suran. Entonces, se generalizan los hábitos cuando hay conformidad colectiva.

Es de notar que los hábitos sociales no se transmiten por herencia, sino que el comporta-miento responde siempre a la educación adqui-rida. Por eso, es que es necesario revisar cier-tas afirmaciones que se refieren a esta clase de fenómenos. Se dice, por ejemplo, que el indio no posee hábitos de trabajo. Ello no es cierto, porque el producto de su psiquismo tendría otra explicación, tanto porque carece de interés in-mediato, puesto que no percibe los beneficios de su esfuerzo, en v i r tud de la organización de la propiedad agraria de tipo colonial que ha sub-sistido hasta hace poco, cuanto por el hecho de que no le afecta la aprobación o la crítica de se-res extraños a su medio, hacia los cuales tiene reconcentrada animadversión.

El indio es trabajador manual por natura-leza. Desempeña con agrado sus tareas ordina-rias, porque está consustanciado con el marco rural. Si rompiera los hábitos que le han sido conferidos por la tradición, merecería induda-blemente el repudio de su grupo. El hábito del trabajo, ha tenido origen en sus normas de mo-ral indiana, que datan desde el Incanato, según las cuales se sancionaba la pereza, la mentira y el robo.

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Inalterable, huraño y desconfiado con per-sonas ajenas a su condición y a su cultura, de-cíamos que necesita el estímulo del alcohol para que afloren sus sentimientos más íntimos. El dolor o la alegría necesitan de este in f lu jo ex-terno para traducirse fuera de la conciencia, y en los casos consagrados por la costumbre, este comportamiento está plenamente aprobado por el medio social.

Habitualmente sereno, raras veces cede a la influencia de la cólera. Por eso el blanco le atribuye una actitud de doblez. Disimulo e hi-pocresía. Tampoco es cierto, porque el indio no posee —entre aymaras y quechuas— hábitos belicosos. Cuando acude a la violencia, es por-que actúa con la mul t i tud en la que estallan sen-timientos que se contagian. El estímulo de la emocionalidad activa avasalla al individuo y se produce la liberación de los afectos reprimidos bajo impulsos elementales.

Por lo demás, el indio mantiene buena fe en sus tratos y por lo común desconfía más de los tribunales de justicia que del comportamien-to de sus semejantes.

La perseverancia en sus acciones y en sus ¡deas, es otro hábito adquirido del medio social. Aunque fuera lentamente, conforme a las circuns-tancias, da buen término a lo que se hubiera pro-puesto.

El comportamiento, bajo los moldes de su marco colectivo, responde al respeto a los an-cianos, a la dignidad de su hogar, a la atención de sus trabajos y al cuidado de sus hijos.

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Fuera de la conducta dir igida por la razón existen otras formas automáticas de comporta-miento que devienen en hábitos mecanizados que •los posee el aymara o el quechua frente a sus semejantes, como las fórmulas de cortesía y otras modalidades de su vida social y doméstica.

ACTITUDES DEL INDIO

Puesto que en cada persona se ofrece un complejo de varios deseos, la resolución de este confl icto se denomina actitud. Existe también fuera de lo individual una actitud colectiva pa-ra enfrentar determinadas situaciones. Así co-mo hay una inteligencia y una memoria sociales, también existe la voluntad del grupo que se di-rige a la consecución de sus anhelos.

La cristalización de este fenómeno en los aymaras y quechuas, se halla en sus preocupacio-nes sociales, políticas y económicas. Su actitud frente a las clases sociales de dominio ha sido de continua resistencia a sus determinaciones, o por lo menos, de inhibición de su conformidad. Por eso es que en la práctica se ha debido reconocer el derecho que le asiste al indio para reunir sus asambleas comunales y nombrar a sus autorida-des inmediatas en quienes deposita su confianza, en mengua de los representantes del poder civi l.

Frente al propietario de la tierra, a más de mostrarse desconfiado manifiesta falta de hon-radez, de veracidad y desidia en el trabajo, con

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actitudes que contradicen sus virtudes proverbia-les. Si éstas son hábitos característicos de su grupo parecería una conducta contradictoria el proceder de dist into modo con el blanco o con el mestizo. Pero, Valcárcel sostiene que son ma-nifestaciones de oposición y defensa contra el proceder de sus opresores.

Con el reparto de tierras dispuesto por la Ley de Reforma Agraria, se ha producido un cam-bio aparente en la personalidad del indio. Su act i tud ya no es vacilante. Es franca y categó-rica para conservar las conquistas que le ha otor-gado la sociedad por intermedio de los Pode-res Públicos. Repentinamente aparece transfor-mado ante los ojos de sus dominadores, y sin embargo mantiene consecuencia con los senti-mientos y sus ideas tradicionales.

Si la contraaculturación para resistir los mé-todos que empleaban las clases superiores, era una velada oposición, una negación a asimilar lo que se le impusiera, hoy puede afirmarse que su acti tud es otra de acuerdo con los beneficios recibidos por la masa recientemente liberada.

Antes de que se adoptaran soluciones inte-grales para este problema, los distintos ensayos de injerto cultural habían perdido su validez. Así ha ocurr ido con los planos de asimilación por el Servicio AAilitar o con el intento de simple alfabetización en masa. Es de pensar que ha-bría surgido el confl icto entre los indios acultu-rados y sus comunidades de origen que intenta-rían absorverlos nuevamente.

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El mejoramiento del "s tatus" económico del indio, abre nuevas perspectivas para su asimila-ción en masa, enseñándole normas de higiene, investigación de los suelos y de los cultivos, obras de vial idad, alfabetización de niños y adultos, y en f in, la adecuación de las poblaciones campe-sinas a un proceso de civilización técnica para que ellas sean incorporadas a la Patria, como agentes activos de nuestra Historia, en una nue-va página de dignificación humana.

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