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Monte Chingolo EL ASALTO AL ARSENAL EL 23 DE DICIEMBRE DE 1975 Argentina, diciembre de 1975 Por Alberto Amato Fue la semana en la que vivimos en peligro. Un anticipo despiadado de la vida en peligro que nos esperaba de allí en más. Entre e 18 y el 23 de diciembre de 1975 el país fue sacudido por la violencia: un intento de golpe de Estado encarado por la Fuerza Aérea intentó derrocar al gobierno de la entonces presidente María Estela Martínez de Perón. Cinco días después, el mayor ataque guerrillero contra una instalación militar, el arsenal Domingo Viejobueno de Monte Chingolo, terminó en desastre para los irregulares y marcó el final del accionar armado del ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo) diezmado ya en los montes tucumanos. Tres meses después de estos dos hechos, el 24 de marzo de 1976, el golpe militar de las fuerzas armadas lideradas por Jorge Videla, Emilio Massera y Orlando Agosti no sólo derrocaría a la viuda de Perón: instauraría en el país el terrorismo de Estado, la práctica de secuestrar, torturar, asesinar y ocultar luego los cadáveres de miles de opositores a quienes se calificó con el eufemismo de "desaparecidos". La pesadilla de la más cruel tiranía padecida por la Argentina terminaría, seis años después, con la derrota de Malvinas a manos de Gran Bretaña. Pero todo eso parecía imposible en diciembre de 1975. Un año y medio antes, junto con Juan Perón, habían muerto en el país las últimas esperanzas de un renacer de la democracia y de un sistema civilizado de convivencia. Acosada por su incapacidad, por los militares, por el poder económico que vació las góndolas de los supermercados, por los gremios que corrían en pos de igualar los salarios a los caprichos de una inflación desorbitada y con una causa judicial pendiente por una presunta defraudación, Isabel, la l 1

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Monte Chingolo EL ASALTO AL ARSENAL EL 23 DE DICIEMBRE DE 1975

Argentina, diciembre de 1975 Por Alberto Amato Fue la semana en la que vivimos en peligro. Un anticipo despiadado de la vida en peligro que nos esperaba de allí en más. Entre e18 y el 23 de diciembre de 1975 el país fue sacudido por la violencia: un intento de golpe de Estado encarado por la Fuerza Aérea intentó derrocar al gobierno de la entonces presidente María Estela Martínez de Perón. Cinco días después, el mayor ataque guerrillero contra una instalación militar, el arsenal Domingo Viejobueno de Monte Chingolo, terminó en desastre para los irregulares y marcó el final del accionar armado del ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo) diezmado ya en los montes tucumanos. Tres meses después de estos dos hechos, el 24 de marzo de 1976, el golpe militar de las fuerzas armadas lideradas por Jorge Videla, Emilio Massera y Orlando Agosti no sólo derrocaría a la viuda de Perón: instauraría en el país el terrorismo de Estado, la práctica de secuestrar, torturar, asesinar y ocultar luego los cadáveres de miles de opositores a quienes se calificó con el eufemismo de "desaparecidos". La pesadilla de la más cruel tiranía padecida por la Argentina terminaría, seis años después, con la derrota de Malvinas a manos de Gran Bretaña. Pero todo eso parecía imposible en diciembre de 1975. Un año y medio antes, junto con Juan Perón, habían muerto en el país las últimas esperanzas de un renacer de la democracia y de un sistema civilizado de convivencia. Acosada por su incapacidad, por los militares, por el poder económico que vació las góndolas de los supermercados, por los gremios que corrían en pos de igualar los salarios a los caprichos de una inflación desorbitada y con una causa judicial pendiente por una presunta defraudación, Isabel, la

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viuda de Perón, se debatía en vano por continuar al frente de la presidencia y se negaba a renunciar. El Congreso, con mayoría peronista, se negaba a iniciarle un juicio político. Las fuerzas armadas, que ya tenían planificado el golpe e, incluso, la fecha del alzamiento, esperaban cruzadas de brazos a que "todo se deteriorara más", como reveló este diario en 1998 al analizar una serie de documentos de la época cruzados entre la Embajada de los Estados Unidos y el Departamento de Estado de ese país. El 17 de diciembre el gobierno decidió anticipar las elecciones generales de 1977 para el 17 de octubre de 1976. Fue la salida ideada por el gabinete de la viuda de Perón como un intento de aplacar al golpismo en acecho. Era tarde. Y fue inútil. Ese mismo día, el general Antonio Bussi se hizo cargo de la V Brigada de Infantería de Tucumán, el general Leopoldo Galtieri asumió como segundo jefe del Estado Mayor del Ejército y el general Reynaldo Bignone se hizo cargo del Colegio Militar. Al día siguiente se sublevó la Fuerza Aérea. Los golpistas obedecían al brigadier Jesús Orlando Capellini, un militar nacionalista que detuvo al jefe de la fuerza, Luis Fautario, en pleno Aeroparque Jorge Newbery. El gobierno designó a Agosti como jefe de la fuerza mientras los golpistas dejaban en claro sus pretensiones: "1) Considerar totalmente agotado el actual proceso político que agobia al país; 2) Desconocer las autoridades que detenta el gobierno nacional y 3) Requerir que el comandante del Ejército asuma en nombre de las FF.AA. la conducción del gobierno nacional." Los sublevados sobrevolaron la Casa de Gobierno y arrojaron panfletos mientras el gabinete de Isabel (el actual senador Antonio Cafiero y el hoy gobernador de Buenos Aires Carlos Ruckauf eran entonces ministros de Economía y Trabajo) intentaba superar la crisis. La Armada y el Ejército se mantuvieron al margen. Todavía no era la hora. Videla instó a "dar un ejemplo de cohesión, disciplina, desinterés y responsabilidad", cualidades que echaría por la borda tres meses después. La sublevación militar terminó el lunes 22, después de que los amotinados se refugiaran en la base aérea de Morón, que fue bombardeada. La débil reacción del entonces poderoso sindicalismo y la indiferencia con la que la ciudadanía siguió el levantamiento llevaron tranquilidad al golpismo: el ensayo general del 24 de marzo de 1976 había sido perfecto. El martes 23, a menos de veinticuatro horas de superado el alzamiento aeronáutico, la guerrilla lanzó su golpe más ambicioso de los tantos que había dado desde finales de los años 60. Un grupo de cerca de 270 guerrilleros, en su mayoría del ERP (se dijo en su momento que había también miembros de la guerrilla peronista Montoneros), intentó copar el Batallón de Arsenales 601, Domingo Viejobueno.

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Los estaban esperando. Un agente de inteligencia del Ejército, Juan "Oso" Ranier, infiltrado en el ERP, había anticipado el golpe guerrillero. La madrugada del miércoles 24 encontró la zona sur del Gran Buenos Aires en pie de guerra. Tanques, aviones, incluso tropas de la Armada tomaron parte de una batalla por la recuperación del cuartel. Las tropas ingresaron luego a una villa miseria cercana donde, se dijo entonces, se habían refugiado los atacantes. Se cree que al menos 85 irregulares murieron esa noche, lo mismo que un número nunca determinado de inocentes alcanzados por los tiroteos que se extendieron por Lanús, Villa Dominico y Lomas de Zamora. También murieron un capitán, un teniente primero, un sargento ayudante, cuatro soldados y dos policías. La noche del 24 de diciembre, desde Tucumán, Videla dijo observar "con la sana rabia del verdadero soldado, las incongruentes dificultades en las que se debate el país, sin avizorarse la solución" El país estaba helado por la sorpresa. Oscilaba entre el desconcierto y el terror. Intentaba descifrar las andanzas de un dólar financiero especial ($82,45) y otro dólar financiero ($58). Y también intentaba sobrevivir, claro. La clase media pugnaba por el dos ambientes ($650.000 en Devoto) o por el Citroen 2CV ($85.000 un usado) y hasta arañaba de vez en cuando un traje de fibra poliester ($3.199). Tampoco veía soluciones. Y ni siquiera avizoraba lo que Videla y compañía tenían en mente. También intentaban sonreír. En el Teatro Astros, dos grandes de la revista, Alfredo Barbieri y Don Pelele, apostaban a la esperanza. Cada noche salían con sus disparates a representar: "Entre julepe y julepe llegaremos al 77" Pero no, no llegamos. Clarin, 2000

Qué pasaba en la Argentina en 1975 El deterioro del gobierno de Isabel Perón aumenta cada día más. Este año hay 860 muertos por causas políticas y la inflación alcanza al 330 por ciento. El país tiene cuatro ministros de Economía en un año. Uno de ellos, Celestino Rodrigo, vinculado a López Rega, decreta una brutal devaluación del 150 por ciento y un aumento de tarifas del 200 por ciento. La nafta aumenta un 172 por ciento. Es el famoso “Rodrigazo”. Los sindicatos se resisten a esta política, abandonan la Gran

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Paritaria Nacional, que intentaba reeditar el pacto social y, en una gran movilización, piden la expulsión de López Rega. Finalmente, la presidenta debe acceder a que “El Brujo” renuncie a sus cargos y abandone el país. Antonio Cafiero asume en el Ministario de Economía. Pero el alejamiento del siniestro personaje no mejora las cosas. En Tucumán, cae un avión en el que viajaba el general Enrique Salgado, que llevaba soldados para enfrentar a la guerrilla rural: mueren 13 personas. El 4 de Febrero, las Fuerzas Armadas reciben la orden de reducir a la guerrilla del E.R.P. en Tucumán, quienes habían derribado un avión Hércules C-130. Según el Ejército, se producen 350 bajas. Posteriormente, Montoneros intenta atacar un regimiento de Formosa y no tiene éxito. Los atacantes huyen en un avión de línea secuestrado pero la Mayoría es capturada. El 23 de Diciembre, hay un ataque conjunto del E.R.P. y Montoneros contra el Regimiento 601, ubicado en Monte Chingolo. La operación también fracasa y hay 100 guerrilleros muertos. Otros hechos de violencia ocurridos este año son el asesinato del general Jorge Cáceres Monié y su esposa, cerca de Paraná; la bomba, atribuida a la Triple A, que destruye los talleres del diario cordobés La Voz del Interior; la destrucción por parte de Montoneros de una fragata que se estaba construyendo en Río Santiago y la explosión que afecta el Teatro Estrellas, donde se presentaba Nacha Guevara y que provoca dos muertes. Después de varios cambios, la presidenta designa comandante en jefe del Ejército al general Jorge Rafael Videla. Luego, pide licencia y se establece en Córdoba para cuidar su salud. Por un momento se cree que la presidenta renunciará y que será reemplazada por Italo Luder. El déficit de la balanza comercial y la salida de capitales acentúan aún más el nivel de endeudamiento. La estatización de las deudas del sector privado y los créditos que contrae el Estado desde 1976 disparan el endeudamiento en forma exponencial. Sobre Isabel pesa una grave acusación por manejos irregulares en la Cruzada de la Solidaridad, similar a la Fundación Eva Perón. La acusación es por la firma de un cheque por 3.000 millones de pesos. Pero después de un mes, Isabel reasume la presidencia y, aún sin la influencia nefasta de López Rega, se la ve vacilante y errática y crecen los rumores sobre un golpe militar. Una virtual sublevación de la Fuerza Aérea, ocurrida hacia fines de año, es como un anticipo de lo que inevitablemente va a suceder en pocos meses. Este año muere Aníbal Troilo, “Pichuco”, intérprete del tango y renovador

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de su música. Por otra parte, inicia sus actividades la Universidad Nacional de Mar del Plata. Pero el desarrollo cultural es menor al de años anteriores. Leopoldo Torre Nilsson estrena El pibe cabeza, una de sus películas menos logradas, y Yo maté a Facundo, de Hugo del Carril, pasa casi inadvertida. También tiene escasa repercusión el decreto que, el 7 de Octubre, firma la presidenta y que encarga a las Fuerzas Armadas el cuidado del orden interno y la lucha contra la subversión. Esta norma será el amparo que luego reclamarán las Fuerzas Armadas para justificar su accionar contra las organizaciones guerrilleras. Y aunque convoca a elecciones para fines de 1976, son pocos los que creen que el gobierno de Isabel llegará hasta entonces. La gente está harta de la violencia, de la inseguridad, del problema económico y descree de la democracia. El reclamo de orden se extiende a todos los sectores y ya se sabe cuál es la institución que puede imponerlo, aunque sólo sea mediante el uso de la fuerza. El grupo Sui Generis se despide con dos recitales en el Luna Park. El 7 de Septiembre reunen a 30 mil personas. El 14 de Agosto, y después de 18 años, el equipo de River Plate gana el torneo Metropolitano. www.todo-argentina.net

1975 - Lorenzo Miguel, Isabel Perón, Casildo Herreras y el ministro Mondelli

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A 30 AÑOS DE MONTE CHINGOLO Carlos Torrengo http://rionegro.com.ar, sabado 24 de diciembre de 2005 La mayor batalla de la guerrilla que marcó también su final Aquel diciembre del ’75 siempre será difícil de olvidar. Un país ensangrentado por la violencia de índole política se encerraba en sí mismo y esperaba un golpe militar que se tornaba inexorable. En ese marco, el ERP atacó en Monte Chingolo, en un intento desesperado por recuperar poder. No lo logró. El recuerdo de tanto horror borra la textura del material que cubría los cuerpos destrozados. Pero está latente que, fuera lona o tela, una u otra se habían pegado a las heridas transformadas en costras. Cuerpos de adolescencia casi sin terminar cuando se toparon con la muerte. El calor los descomponía aceleradamente. Se imponía el olor a muerte. Arboles desgajados por la furia del combate. Maceteros descuajeringados. Paredes cribadas por ráfagas. En una de ellas, una inmensa mancha de sangre con restos humanos pegados. Muchos años después, el minucioso relato de Gustavo Plis-Sterenberg develaría la naturaleza de esa casi estampa de cuerpo: un guerrillero del ERP fue atado a la trompa de un Carrier y estrellado contra el muro de ese depósito de Batallón de Arsenales “Domingo Viejobueno”, situado en Monte Chingolo, al sur del Gran Buenos Aires. Quien escribe estas líneas entró en el predio de la unidad en las primeras horas de la tarde del 25 de diciembre de aquel terrible 1975. Acompañaba a un oficial de la Armada que, en situación de retiro, sospechaba que una sobrina suya había caído como miembro del ERP en lo que la historia recupera como “la última batalla de la guerrilla en la Argentina”. – Mire rápido, señor –le advirtió al oficial de la Armada un civil de porte militar–. El periodista entró en condición de “un familiar”. El ERP había perdido más de setenta militantes dentro de la unidad y en zonas aledañas. El Ejército y la Bonaerense, diez. Pero estaban los otros muertos, los de la población civil: ocho, según el parte oficial. Más de cuarenta, según la investigación de Gustavo Plis-Sterenberg. Una nena de cuatro años degollada por una esquirla. A otra, de once, una ráfaga le borró el pecho y la vida. El marino y el periodista se encontraron circunstancialmente en aeroparque. Uno llegaba desde Jujuy; el otro, desde Bahía Blanca. Los une una sólida amistad forjada en años, incluso de desacuerdos que aún mantienen. – Acompañame, vamos a Monte Chingolo... creo que ahí puede estar la hija de Guillermo, mi cuñado –dijo el marino–. Una hora larga después, en un marco propio del Saigón de la Ofensiva del Ted, entraban al batallón de

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Monte Chingolo. El grueso de los cuerpos había sido retirado. Posiblemente no habría más de ocho o diez alineados en un potrero que los años imaginan lindero a una cancha de fútbol. Lonas o telas crujían al despegarse de la sangre coagulada. Casi como resistiéndose a revelar la cara del horror. Semana terrible aquella que precedió la Navidad del 25 de diciembre de 1975. Un eslabón más en un tiempo en el que desde largo en la Argentina mandaba la violencia política. Mandato que se prolongaría por varios años más; aún restaba la noche larga de dictadura. El régimen de la cupletista Isabel Perón se desvanecía zamarreado por contradicciones y luchas intestinas y desafiado por la violencia de la izquierda y la respuesta de la derecha. El poder estaba muy disperso en el país de aquellos tiempos. Y desde un punto de la estructura de poder ya se dibujaba cómo cohesionarlo en un único vértice. Ya en aquel diciembre ese dibujo tenía forma de golpe militar. Pero no era ese diciembre el momento para que tronara la lugoniana y fascistoide “Hora de la Espada”. Y eso fue lo que no entendió en aquel diciembre del ’75 el ultramontano brigadier Jesús Orlando Capellini. El 18 se sublevó en la Zona Militar del aeroparque Jorge Newbery. Lo hizo bajo invocaciones varias. La patria. Cristo Rey. Alguna Virgen. Una larga lista de valores supuestamente ligados a los argentinos. Y, fundamentalmente, la necesidad de orden. – ¡Qué pelotudo este Capellini! –recupera la historia que dijo Jorge Rafael Videla desde el exterior–. Inmediatamente, el Ejército se corre de toda especulación sobre su rol en ese cuadro. Está con el orden constitucional. La Armada se le suma. A Capellini –“Capelletti” para “Tato” Bores– se le suma Base Aérea de Morón. Y aquí, también con atisbos lugonianos, un joven oficial de la Fuerza Aérea que acompaña la chirinada sentencia solemnemente por radio: la vida se modela en cuatro verbos de acción: “armar, combatir, mandar y enseñar”. Capellini y Morón se juramentan: caerán en la cruzada. Pero, a los primeros tiros, se rinden. Aunque hay alguien que no repliega planes ni acciones. Se llama Roberto Santucho. Lidera el ERP, en aquel diciembre del ’75 acorralado por la represión. En los montes tucumanos está en vías de ser diezmado. En el teatro urbano, desde mayo pierde sistemáticamente cuadros y militantes. Es complejo imaginar que el desánimo ganara al ERP. Se lucha y muere heroicamente. La entrega es total y exenta de fanatismo. Pero la poda y los términos en que se lo poda es brutal. Hoy se sabe que en la intimidad de cada militante y cuadro estaba instalado el revulsivo generado por aquel todo y nada. La respuesta que Santucho y el alto mando del ERP dan al cuadro de situación apela a lo demencial: intensificar la lucha. Nada de repliegue. Más vanguardismo. Más militarismo. Gustavo Plis-Sterenberg es un hombre fino, culto. Director de orquesta sinfónica en Europa. Cuando habla de su estremecedor “Monte Chingolo,

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la mayor batalla de la guerrilla argentina”, confiesa no querer hablar de dónde estuvo él en toda esa tragedia. Pero explica: – El ataque al batallón de Monte Chingolo se explica como un acto de desesperación política. Santucho quería, mediante una acción militar de envergadura contundente, revertir el cuadro de situación desfavorable que sobrellevaba el ERP, plantear un nuevo escenario político... el mejor momento del ERP fue cuando no se olvidó de la política, cuando puso la política por delante. O sea, cuando tenía frente sindical, estudiantil, militar e incluso frente legal. Pero ya para mediados del ’75 todo eso había dejado de existir o estaba en vías de hacerlo... entonces la desviación fue el militarismo puro... balazo por balazo. ¿Línea sin objeciones? Bajo un régimen de represión que buscaba el exterminio, no se podía mantener una dinámica de debate democrático ni autocrítico... se cayó en un verticalismo feroz. Y así se fue a Monte Chingolo. En el atardecer del 23 de diciembre del ’75, más de cien cuadros y militantes del ERP atacan el batallón de Monte Chingolo. Están armados precariamente para semejante operación. Y los están esperando. Porque hace años que, de la mano del un coronel de Inteligencia de apodo “Españadero”, el Ejército tiene infiltrado al ERP. “Oso” Ranier, ése es el nombre del infiltrado. En sus memorias, Enrique Gorriarán Merlo (Edt. Planeta) dice que a lo largo de ese lapso, Ranier entregó operaciones y centenares de cuadros y militantes. Santucho no ignora que hay un infiltrado, pero sigue adelante. Hasta la madama de un cabaret lindero al batallón sabe que el ataque está por suceder. El ataque termina en una carnicería. Las escenas que adquiere la represión en las imágenes que se han recuperado dejan sin palabras. El 24 a la noche, Videla habla desde el monte Tucumano. No hay golpe sin advertencia. Marzo del ’76 estaba a la vuelta de la esquina. Sólo era cuestión de tiempo y de más sangre. La sobrina del marino no estaba en Monte Chingolo. El golpe Por GABRIEL RAFART http://rionegro.com.ar, sabado 24 de diciembre de 2005 Diciembre del ’75. Tiempo acuciante para la clausura trágica del último capítulo de una democracia que había aceptado vivir la época de la militarización de la política desde su propio advenimiento, en 1973. Desde mediados del ’75, después del “Rodrigazo” y de la caída de López Rega, la situación en todos los frentes del gobierno peronista era dramática y no había actor que supiera cómo contener la salida militar que muchos entendían irreversible. La sucesión de ministros y los intentos fallidos por promover la salida institucional de la propia Isabel dieron lugar a otros cauces. Los militares empezaron a manejar el tiempo de la política, mientras se extendía la imagen del caos y de una situación de ingobernabilidad producto también de ese peronismo extraviado por arriba

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y por abajo que era incapaz de encontrar su equilibrio. En diciembre, los mandos militares estrecharon aún más sus filas. Aun así, propiciaron el clima de ingobernabilidad, amplificando a su medida la idea del desborde social, del caos y de la necesidad de una salida ejemplificadora para la sociedad. Ese mes fue demasiado urgente, de ingobernabilidad por la fragilidad de un orden político peronista que muy pocos creían posible reconstruir. La salida electoral estaba muy lejos del menú de opciones. Por ello no hubo obstáculo al plan elaborado desde los comandos militares. Se impondría un proyecto que no conocía antecedentes en la historia argentina. Para el último mes de 1975 estaban en camino los componentes de un régimen de naturaleza mesiánica, capaz de disponer de una la voluntad que colocase a la patria en orden y a la sociedad bajo los dictados de una cultura “cristiana y occidental” que la Argentina había extraviado por aceptar el ingreso del germen de la descomposición de la lucha de clases entre tantos intelectuales, estudiantes y obreros fabriles. Y para ello había que desatar la furia de su versión extrema de la militarización para la política, aunque sus acciones ocurrieran mayormente en la noche, sin uniformes ni insignias a la vista, y supusieran torturas interminables y desapariciones masivas; en definitiva, el imperio de la muerte en campos ilegales de detención. La cuestión pasaba por la construcción de una nueva sociedad depurando la totalidad del orden vital heredado. La última dictadura tuvo su fecha el 24 de marzo de 1976, pero su momento de partida se puede hallar en ese diciembre urgente de 1975.

Monte Chingolo Por Daniel De Santis [Fragmento del documento Carta abierta a Eleuterio Fernández Huidobro, por Daniel De Santis (pdf) sobre la supuesta colonización de MLN Tupamaros pel PRT-ERP, 24/02/2005] "...En este contexto nacional el ERP realizó, el 23 de diciembre de 1975, el asalto al Batallón de Arsenales de Monte Chingolo, ubicado a menos de 20 km. de la casa de Gobierno. El objetivo militar que se perseguía era el siguiente: “De acuerdo a lo se sabía de seguro que había, y a la capacidad instalada de nuestros depósitos, se pensaba sacar: 900 FAL con 60.000 tiros, 100 M-15 con 100.000 tiros, 6 cañones antiaéreos

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automáticos de 20 mm. con 2.400 tiros, 15 cañones sin retroceso con 150 tiros, italasas con sus proyectiles, 150 subametralladoras, etc., totalizando aproximadamente unas 20 toneladas” y desde el punto de vista operativo “Se consideraba posible cumplir ese objetivo aislando por varias horas el Cuartel mediante el corte de los 9 puentes carreteros del Riachuelo y las dos rutas La Plata-Capital Federal, únicos accesos para los refuerzos militares enemigos, y neutralizando las Comisarías principales con ataques de hostigamiento. Además se estableció un cordón defensivo en las calles principales de acceso, a una distancia aproximada de 2000 metros del Arsenal”14. En tanto que el principal objetivo político era dificultar y retrasar los planes golpistas del Partido militar. Una acción revolucionaria de tamaña envergadura, si resultaba exitosa, obligaría los militares a una mayor preparación del golpe y podría alentar la movilización de masas lo que también dificultaba los planes enemigos. Como es conocido ese día se produjo el mayor encuentro de armas entre la burguesía y el proletariado de toda la historia Argentina. De la derrota sufrida por nuestras fuerzas y de las críticas a nuestros dirigentes se han escrito páginas que consumieron ríos de tinta y pocos se detuvieron a analizar en detalle lo ocurrido en la, ahora denominada, Batalla de Monte Chingolo por Gustavo Plis-Sterenberg en su libro que precisamente lleva este nombre. Del relato de Gustavo surge un tipo de militante y un tipo de organización revolucionaria de nuevo tipo (muy alejada del marxismo-leninismo pensamiento Mao) que sólo se pudo forjar, como ya le he dicho antes y usted lo sabe por su experiencia, por una línea política también revolucionaria y de nuevo tipo. Lo que aquí nos importa decir es si esta acción estaba justificada políticamente y si se inscribía en la línea del PRT o se debía a que los dirigentes del PRT “a esta altura estaban perdiendo totalmente la conciencia, la iniciativa y entraban en la desesperación”15 como afirma el renunciante en el libro que usted cita. Respecto a lo primero es necesario considerar todos los elementos de la realidad y no hacerlo bajo un corte populista de la misma. Respecto a lo segundo creo que significaba un necesario salto en el desarrollo de la guerra y de las fuerzas militares revolucionarias, opiniones que paso a exponer. La mayoría de los análisis del período critican la continuidad de la lucha armada bajo un gobierno constitucional pero, esos análisis, no mencionan un hecho determinante en la situación política, tan o más importante que la enorme fiesta popular que significó la asunción del Presidente Cámpora, representante de Perón y del ala progresista del peronismo, y su punto culminante con la liberación de los presos políticos el 25 y 26 de mayo. Nos referimos a la Masacre de Ezeiza el 20 de junio de 1973, a sólo veintiséis días de asumido el nuevo Gobierno. Ese día, para recibir a Perón que regresaba del exilio, se realizó la movilización de masas más grande de toda la historia argentina, alrededor de dos millones de personas. La derecha peronista, responsable de la organización del acto, planificó y ejecutó una verdadera emboscada a las enormes columnas de Montoneros

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y la Juventud Peronista y en realidad contra todos los asistentes al acto. Desde el palco y desde distintos puntos elegidos tácticamente se lanzó una lluvia de disparos, con armamento de guerra, sobre la masas indefensa. ¡La misma cúpula peronista masacró a sus propios simpatizante! Perón, jefe del peronismo, realizó declaraciones esa misma noche avalando completamente la matanza. Decir esta verdad es muy difícil en la Argentina ya que se nos responde con una suerte de terrorismo ideológico. Les respondemos: ¡no nos crean a nosotros, lean a Perón! Este hecho marcó el inicio de la contraofensiva derechista contra las fuerzas populares que la habían tomado el 29 de mayo de 1969 con el Cordobazo. El BP [Buró Político] del Partido, debido a varios hechos de signo progresista del gobierno, consideró la posibilidad de suspender la continuidad de las acciones militares, posibilidad descartada después de Ezeiza. Decisión reforzada luego de consumado el autogolpe contrarrevolucionario del 13 de julio de 1973, que derrocó a Cámpora, a sólo cuarenta y nueve días de asumido el nuevo Gobierno. De todas maneras el ERP no realizó ninguna acción armada durante el Gobierno de Cámpora, ni luego de derrocado este, hasta el mes de setiembre, pese a que nuestro compañero Eduardo Giménez, mientras realizaba una pegatina, fue detenido y asesinado el 29 de julio. Es necesario remarcar la verdad histórica ya que, muy superficialmente, casi todos nuestros críticos no se toman el trabajo de investigar los hechos y nos achacan haber realizado acciones durante el Gobierno de Cámpora y soslayan a la Masacre de Ezeiza. Los análisis que ven en Monte Chingolo las causas de la derrota, por un lado parten de los mismos supuestos que los que critican la lucha armada revolucionaria, el más utilizado es que: las masas no habían madurado lo suficiente, por lo tanto no era el momento, se debía esperar. Para los críticos nunca llegará el momento de la lucha con la esperanza infantil de que las masas le saquen las castañas del fuego. En cambio para la concepción guevarista hay una relación, si me permite, dialéctica entre lucha de masas y lucha armada en la que una se alimenta de la otra, y, en particular nuestros críticos, no tienen en cuenta que se trataba de una gran acción de cuyo resultado dependía la situación política posterior. Un éxito hubiese fortalecido política y orgánicamente al Partido y al ERP, hubiese multiplicado al menos por 10 su poder de fuego, se podrían haber armado varias compañías en la zona rural -hombres y mujeres dispuestos había- y completado el armamento de todas las urbanas. Pero la afirmación que puede resultar más controvertida, que está en la esencia de la línea del PRT y en la del guevarismo, es que una acción victoriosa en ese momento hubiese repercutido favorablemente en el estado de ánimo de las masas, fortaleciendo políticamente al conjunto del movimiento revolucionario. Debemos recordar que en la otra región estratégica, el Monte, habíamos sufrido pocos meses antes, el 28 de mayo, una derrota en el plano político aunque, paradójicamente, un triunfo militar. El ERP por intervención de su

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Compañía de Monte (reforzada) se dirigía al departamento de Famaillá, en la Provincia de Tucumán, donde estaba asentado el Comando Táctico de la V Brigada del ejército enemigo con el objetivo de tomarlo completamente. Para ello debió salir del Monte o sea operar en terreno desfavorable. En la marcha de aproximación, en el paraje llamado Manchalá, la cabeza de la columna fue atacada por fuerzas enemigas. La actuación de los combatientes y oficiales del ERP fue muy destacada ya que pese a la sorpresa batieron a las fuerzas enemigas, y se retiraron ordenadamente. Pero esta suerte de emboscada enemiga abortó los objetivos de la acción. Este desenlace negativo del proyectado copamiento del Comando Táctico y una línea táctica errada que había fijado la guerrilla al terreno, sobre la cual no nos vamos a referir ahora, llevaron a que el ERP perdiera la iniciativa militar en la Región y con ella la política. Por su parte no había sido completamente exitosa la mayor acción militar llevada adelante por los Montoneros. El 5 de octubre de 1975 se ocupó parcialmente y se recuperó importante armamento del Regimiento de Infantería de Montaña N° 29 con asiento en la ciudad de Formosa, cercana a la frontera paraguaya. Anteriormente sólo hemos detallado algunos de los hechos más importantes, los que dan cuenta de un año de enormes avances y de un despliegue inusitado de las fuerzas revolucionarias, políticas y militares, de las masas y de la vanguardia (debemos agregar que Montoneros y otras fuerzas revolucionarias se mostraban muy activas en el plano militar y en la acción de masas) pero que no habían culminado en la unidad de los revolucionarios y del campo popular sino que este seguía dividido, lo que no permitió explotar al máximo la situación favorable generada por las masas en las jornadas de junio y julio. En este contexto político y militar se inscribe la decisión del PRT, en todo de acuerdo con la tradición revolucionaria mundial: la aspiración a mantener la ofensiva. Dentro de esta concepción hay que analizar la decisión de realizar la ocupación del Comando Táctico de la V Brigada en Tucumán y la toma del Batallón de Monte Chingolo en el Gran Buenos Aires. Sólo después de ocurridas las dos derrotas del ERP (y un éxito parcial de Montoneros en Formosa): una política en el Monte Tucumano, y la derrota militar y política de Monte Chingolo, a las que debemos agregar el desbaratamiento a mediados de febrero de 1976 del intento del ERP de abrir un segundo Frente rural en El Cadillal, al norte de la ciudad de Tucumán y, de un primer frente, en la misma zona y en el mismo momento, por parte de Montoneros; digo sólo después de estos hechos hubiese sido correcto prever que el retroceso en las movilizaciones de los últimos meses de 1975 se podía convertir en un reflujo de masas, producto del golpe militar que se esperaba. Se requería realizar un análisis muy valiente y descarnado de la situación en aquel momento (ahora es muy fácil), pero a su vez muy difícil de realizar por verdaderos revolucionarios que habían logrado, debido a su espíritu de ofensiva, hacer avanzar las luchas hasta las puertas de un situación revolucionaria. Este hipotético análisis nos hubiese indicado que el Golpe militar en lugar de provocar un nuevo auge hubiese producido el efecto contrario. Esta

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conclusión hay que sostenerla con firmeza pero con voz muy serena, con mucho respeto por los compañeros que tuvieron esa responsabilidad porque ellos, desde hace muchos años, no tienen voz. En varios documentos del Partido se afirmaba que, en la Argentina, se vivía un auge ininterrumpido del proceso revolucionario iniciado en 1969 con el Cordobazo, y que este se sostendría por el desarrollo de las fuerzas revolucionarias políticas y en particular militares. Nuestro renunciante, en su libro Hombres y Mujeres del PRT-ERP, atribuye la visión de un auge ininterrumpido al contenido positivista (sic.) del pensamiento de Santucho. A nuestro entender este concepto provenía, más que de un análisis lógico, de una generalización de las revoluciones China, Cubana y Vietnamita, las que eran tomadas como ejemplos de revoluciones donde se había seguido un procesos de guerra popular prolongada, en los que la lucha de las masas se habían sostenido en las fuerzas militares de la revolución. Coherente con esta concepción, al producirse el golpe del 24 de marzo, el Comité Central que se reunió inmediatamente, llegó a la conclusión de que la ofensiva militar era un paso más en la espiral represión-resistencia, la que se quebraría en el momento en que las fuerzas populares y revolucionarias superaran a las del sistema. En consecuencia se redactó un llamamiento en el que se instaba a los ¡Argentinos a las Armas!, en él se analizaban las características de la dictadura y se concluía que: “No se trata de un régimen provisorio... Es el tipo de gobierno definitivo que se dan las fuerzas burguesas-imperialistas para luchar contra las fuerzas revolucionarias argentinas”16. En la misma proclama Santucho puso especial acento en el elemento principal y permanente de su concepción revolucionaria: la necesidad de fortalecer y mantener unido al Partido. Decía al respecto: “Y hoy más que nunca, la principal de nuestras tareas, la que garantizará avances consistentes en todos los aspectos de la actividad revolucionaria, es la construcción del Partido, su consolidación y desarrollo, su fortalecimiento incesante”. Ya ve Eleuterio, no hace falta demostrar que en el centro de nuestra concepción se encuentra la idea del partido revolucionario, aquí Santucho lo reafirma, una vez más, en forma contundente. Pero más interesante resulta leer el párrafo con que el Robi culmina el llamamiento, con el que seguramente usted estará de acuerdo y que nuestro renunciante olvidó dos años después. Cuando muchos años después volví a leer el párrafo que voy a citar me causó una viva impresión, sentí que Santucho estaba expresando un mandato, y a la vez una clara visión del futuro que se avecinaba, ya que era probable que él y otros dirigente cayeran en la lucha pero que la continuidad estaría dada por la unidad en torno al CC, y así lo creíamos firmemente. Leamos con qué convicción lo expresaba: “Estrechamente unidos en torno al Comité Central, siguiendo el elevado y poderoso ejemplo de nuestros héroes y mártires, los militantes del PRT cumpliremos cabalmente y con honor nuestras misiones revolucionarias”.

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En los dos meses siguientes al golpe la imposibilidad de aplicar la línea votada y una serie de caídas de importantes cuadros del Partido y la pérdida de grandes recursos materiales, hicieron comprender a Santucho que se había cometido un “error de apreciación táctica que nos debilitó en lo ideológico y en lo orgánico. En lo ideológico en cuanto dificultó el enraizamiento de la concepción de guerra prolongada, y en lo orgánico en cuanto no nos orientamos con máxima energía a simplificar el aparato y volcar más compañeros a los frentes de masas”17. El error consistía en no haber previsto el reflujo del movimiento de masas. Inmediatamente se reunió el CE, se modificó la línea táctica, la cual consistió en replegar al Partido y al ERP, una reducción general de los aparatos nacionales, y de la Compañía de Monte, dirigir el trabajo de esos compañeros hacia las masas, suspender las grandes unidades militares y por lo tanto las grandes acciones, pero manteniendo activos los comandos guerrilleros ya que “el accionar guerrillero mantendrá viva la llama de la resistencia popular... porque en el presente período la lucha armada ocupa el centro de la lucha política, es y será el eje de la política nacional”18. En un intento por fortalecer al Partido en lo orgánico, entre otras cosas, se resolvió democratizar su vida interna, para lo cual debían ser elegidos por la base todos los responsables de las células, elegir en plenarios estatutarios las direcciones zonales y regionales (los Estatutos contemplaban estas elecciones pero muchas veces no se cumplían). El CC había sido elegido en agosto de 1975, por un Comité Central Ampliado, previo plebiscito en la base del Partido consultada sobre la suspensión del VI Congreso. Santucho siempre estuvo muy atento a la democracia interna, esto es de mucha importancia, porque un partido de combate en el que no hay posibilidad de obtener bienes materiales y en el que la mayor responsabilidad trae como consecuencia mayores riesgos y compromisos, no está ajeno al surgimiento de desviaciones como el burocratismo, el culto a la personalidad y la obsecuencia. Estas desviaciones, en germen, estuvieron presentes en la aceptación pasiva del error de Santucho por el Comité Central y luego del conjunto del Partido de lo resuelto por el CC. Santucho no desfallecía ante las crecientes dificultades, miraba con optimismo el presente y, sin dudas, con mucho realismo percibía la aparente contradicción entre el reflujo de las masas y la creciente toma de conciencia de las mismas. A partir de los nuevos análisis proponía, como corresponde a un revolucionario, nuevas tareas: “En aparente contradicción con el reflujo, las masas viven una intensa vida política de características profundas y singulares... las masas obreras y populares van dejando de ser meras espectadoras del choque entre la guerrilla y las fuerzas represivas y comienzan a tomar partido activamente por los revolucionarios. Al mismo tiempo amplias capas de proletariado y el pueblo acrecientan su interés por el socialismo, comienzan a considerar seriamente la necesidad y la posibilidad de un profundo cambio de

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sistema. Y una nueva vanguardia obrera y popular, mucho más amplia que la anterior irrumpe en la política nacional... Educar y formar esa nueva vanguardia, en el curso de la resistencia a la dictadura de Videla, transmitirle la rica experiencia acumulada, aprender de ella, renovando con su fresco y vigoroso impulso las estructuras revolucionarias, es una de las misiones fundamentales de la reciente ‘promoción’ de templados cuadros que se forjó en los primeros seis años de guerra revolucionaria”19. Pero que Santucho no tenía una visión estrecha de la política revolucionaria y que no se plantaba ante ella con una actitud sectaria para nosotros siempre estuvo claro. El ERP desde su fundación venía levantando una consigna que proponía la unidad de las organizaciones revolucionarias. Cuando esta unidad estaba a las puertas de concretarse nos transmitió su enorme entusiasmo, en su penúltimo escrito que acabamos de citar. Bajo el subtítulo de Un gran paso unitario y a continuación de la frase antes citada escribió: “Esta gran tarea se verá considerablemente facilitada por los recientes avances unitarios en el campo revolucionario que nos han colocado ante la posibilidad real e inmediata de construir una organización frentista integrada por el PRT, Montoneros y Poder Obrero, que unifique la lucha antidictatorial y encauce un transcendental proceso hacia la completa unidad política y militar de las organizaciones revolucionarias proletarias y populares (el partido de la clase obrera, el ejercito popular y el frente de liberación nacional). Dar este paso significará iniciar un proceso de convergencia quizás complejo, pero de un positivismo difícil de exagerar”. Luego analizaba el impacto que este hecho tendría en el ánimo de las masas, la repercusión a nivel internacional y daba una serie de recomendaciones para que este paso no se frustrara. El CE [Comité Ejecutivo] del Partido había resuelto que Santucho saliera del país, este solicitó quedarse unos días más para dejar firmado el acuerdo unitario, él temía que diferencias secundarias pudieran frustrarlo. Insistía en que si se podía realizar un acuerdo que condujera a concretar los tres ejes estratégicos antes mencionados (partido, ejército y frente) era aconsejable, si era necesario, ceder en los demás puntos. Ponía como ejemplo el hecho de que Montoneros impulsaba una CGT en la Resistencia y nosotros no acordábamos con ella. Es así que Santucho además de un héroe y mártir de la revolución lo fue también de la unidad de los revolucionarios. El conjunto de resoluciones que rectificaban la línea nunca pudo ser aplicado plenamente, porque el enemigo fue asestando golpe tras golpe. Poco antes del 19 de julio habían caído el Comandante Juan Manuel Carrizo y Eduardo Castello. La caída de Santucho originó un estado de sospecha entre los dirigentes que nos desviaron de la tarea central que era reorganizar al Partido con la táctica de repliegue. En los meses siguientes cayeron, junto a muchos compañeros, otros importantes dirigentes: Eduardo Merbilháa, Carlos Germán, Leandro Fote y Norberto Pujol, lo que nos impidió reorganizarnos eficazmente. Esto llevó a que un

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error que se apreciaba como táctico20 se convirtiera en estratégico. Queremos insistir sobre esta conclusión: el error que llevó a la desarticulación del PRT, luego de haber realizado los mayores esfuerzos en mantener la ofensiva, fue no prever, y sobre todo no ver, el reflujo de masas en los términos en que lo hemos expuesto. Incluso en junio/julio de 1976 se estaba a tiempo de rectificar el rumbo lo que no se pudo concretar por la caída de Santucho y los demás compañeros. En muchos balances de esta experiencia se pone el acento en que la equivocación fue haber continuado la lucha armada durante el gobierno peronista, o, como veremos, que no fuimos suficientemente marxistas-leninistas. Nosotros ya hemos dado nuestra opinión. Para ser consecuentes con la teoría del conocimiento del marxismo debemos decir que lo primero es un hecho objetivo: muertos, desaparecidos, pérdidas materiales, derrota, exilio, división, desintegración como fuerza política. Lo segundo es un análisis político que no tiene en cuenta que aquellos grupos revolucionarios que apoyaron al gobierno peronista corrieron nuestra misma suerte. En cambio, el punto en común a todas las organizaciones revolucionarias fue no ver el reflujo de masas y replegarse a tiempo. Por su parte la insuficiencia de marxismo-leninismo es una abstracción que no dice nada. Desde el 20 de junio de 1973, con la masacre de Ezeiza, hasta Monte Chingolo la lucha de clases había tomado contornos muy definidos, de un lado la gran burguesía y el imperialismo con su Partido militar, el peronismo burgués y burocrático, la mayoría de la dirigencia radical y las demás formaciones políticas de la burguesía; del otro la clase obrera fundamentalmente la industrial de las grande fábricas, el sindicalismo clasista con sus Coordinadoras de Gremios en Lucha, las Ligas Agrarias, los curas del tercer mundo, los cristianos por el socialismo, el peronismo revolucionario, dignas individualidades del radicalismo y de otros partidos burgueses, la intelectualidad revolucionaria, gran parte del estudiantado universitario y las organizaciones revolucionarias que los acaudillaban. Los dos polos de la lucha de clases se disputaban los sectores intermedios de las masas, en la resolución de esta lucha jugó un gran papel a favor de la burguesía el peronismo burgués y burocrático. La fuerzas revolucionarias pusieron todas sus fuerzas por mantener la ofensiva iniciada con el Cordobazo y esas fuerzas mantuvieron la disputa hasta finales de 1975. Valoro como absolutamente correcto haber aceptado el desafío. Disputa que a nuestro entender comenzó a definirse en la segunda mitad del año 1975 por los motivos enunciados. Como acaba de leer Eleuterio, en mi opinión, la derrota de las fuerzas revolucionarias y de las masas argentinas se dio en el terreno de la lucha política, no en el ideológico. A esta altura del análisis es legítimo preguntarse si el agotamiento de los sectores aliados del proletariado y luego del proletariado mismo se produjo por la táctica del engaño de la burguesía con el Gran Acuerdo Nacional, la acción terrorista de los paramilitares, la cuña metida por Perón y el peronismo burgués y burocrático entre el grueso de la población y sus sectores sociales de vanguardia, los fracasos de las

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últimas y más importantes acciones guerrilleras, o una combinación de ellos y otro factor de suma importancia que hemos mencionado, la división en la vanguardia. Pero como nuestra intensión no es dar una respuesta cerrada, y para que el balance nos sirva como guía ante posibles futuras situaciones revolucionarias, le cedemos la palabra a Santucho quien, en su último escrito, nos dejó como enseñanza cuál debe ser la actitud de un revolucionario ante las más grandes dificultades: “Pero los profundos cambios que registra la realidad nacional no provienen de una evolución lineal e incruenta. Como todo proceso revolucionario se viene desarrollando en espiral, con avances y retrocesos, en tendencia siempre ascendente, y a costa de sensibles pérdidas. Como dijo Mao Tsé Tung ‘luchar, fracasar, volver a luchar, volver a fracasar, volver a luchar hasta la victoria’ es una ley de lucha revolucionaria. En la guerra de nuestra primera independencia los ejércitos patrios intentaron avanzar dos veces por Bolivia hacia Perú, hasta descubrir el triunfal camino de Chile; Bolívar, a su vez, fue 4 veces vencido en Venezuela y 4 veces se exilió, hasta encontrar en su quinto intento el camino de la victoria definitiva. Así ocurre y ocurrirá en nuestra guerra revolucionaria. Cada paso adelante ha sido conquistado atravesando pruebas y errores, sufriendo dolorosas pérdidas... Y en este momento de reflujo de las masas... las fuerzas revolucionarias podrán analizar serenamente las experiencias, ‘hacer un alto en el camino’, reagrupar, reorganizar y consolidar el potencial revolucionario para estar en condiciones de aportar vigorosa y organizadamente para la máxima extensión y potencia del próximo auge obrero-popular”21. Una primera respuesta que, creo, casi nos eximiría de otros comentarios es que usted nos acusa de haber introducido en el MLN una concepción política que no tiene absolutamente nada que ver con la nuestra. Muy difícilmente nosotros hayamos podido introducir en el movimiento tupamaro esa concepción llamada marxismo-leninismo pensamiento Mao ya que nos era completamente ajena y hasta antagónica con la nuestra." NOTAS [La numeración coresponde al documento original] 14 Ambas citas son del Boletín Interno del PRT n° 98 del 27 de diciembre de 1975. 15 Luis Mattini, ob. cit. p 435. 16 Argentinos a las Armas. Editorial de El Combatiente N° 210. Miércoles 31 de marzo de 1976. 17 Con Fuerza hacia las Masas. Editorial de El Combatiente N° 220. Miércoles 9 de junio de 1976. 18 Idem. 17. 19 Boletín Interno nº 121, del 14 de julio de 1976. 20 Los conceptos táctica y estrategia son relativos. Si tomamos en cuenta que el PRT denominaba a su estrategia como de una guerra popular prolongada, el error cometido fue de orden táctico, lo cual no quiere decir que fuera de menor importancia. 21 Diez años de luchas y experiencias. Editorial de El Combatiente N° 225. Miércoles 21 de julio de 1976.

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El poder real de la guerrilla Nunca Más, capítulo XX, El poder real de la guerrilla - CAMPO SANTO - Parte II (Informe de situación) Las permanentes sospechas de corrupción de las que fue objeto, la ausencia de un plan económico concreto por parte del Ejecutivo, y la evidente impotencia política que caracterizó el gobierno de Isabel Martínez -convertida en presidente con la muerte de Juan Domingo Perón en julio de 1974- formó parte de los argumentos indiscutibles en los que se apoyó la Junta de Comandantes para lograr consenso entre la población a la hora de justificar el golpe de Estado del 24 de marzo de 1976. Sin embargo los jefes castrenses sólo aprovecharon el oportuno desquicio en el que se había convertido la gestión de la presidente que gobernaba bajo el alias de Isabel, para poner en marcha los verdaderos objetivos que impulsaron la cruenta intervención militar: aniquilar a lo que denominaron "amenaza subversiva". Anular de raíz todas las actividades de la militancia revolucionaria que, según las repetidas advertencias del entonces teniente general Jorge Rafael Videla, había puesto a la Nación "al borde de su disolución". Ante semejante pronóstico, agitado decenas de veces con apenas pequeñas variantes por la mayoría de los jefes militares, tanto en los meses previos al golpe de Estado como después, durante la dictadura militar, resulta necesario analizar la verdadera magnitud de las fuerzas guerrilleras en ese momento. Determinar si, efectivamente, las organizaciones revolucionarias habían alcanzado el grado de desarrollo militar necesario como para apoderarse del control del país; tal como lo habían advertido las Fuerzas Armadas. Cuál era la composición de sus filas, el porcentaje de combatientes con los que contaban y su real poder de fuego. El engendro del misterio La investigación dispuesta sobre este tema reveló, en principio, la ausencia de datos oficiales certeros sobre las dotaciones armadas con las que contaban las organizaciones guerrilleras. Esto dio lugar a que fueran muchas y muy diversas las cifras extraoficiales que se recabaron respecto a la cantidad de combatientes armados con los que contaban el ERP y los Montoneros, las dos organizaciones político-guerrilleras de mayor envergadura en la década del 70. Una de las dificultades para llegar a determinar el número aproximado de combatientes con los que contaba la guerrilla se debe, en principio, al

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carácter clandestino de estas organizaciones, y el secreto con el que manejaban su estructura interna. De este modo no resulta sencillo diferenciar cuántos de sus integrantes eran combatientes sobre el conjunto de sus militantes políticos, colaboradores y simpatizantes. Ocurre que tanto en el ERP como en Montoneros existían diversos grados de compromiso con las organizaciones, que iban desde los simples adherentes hasta militantes de tiempo completo, pasando por las ramas militares de las organizaciones. Por otra parte, según el especialista español en temas militares, Prudencio García (1), también se debe distinguir entre "dos cifras muy diferentes: el número total de hombres y mujeres que llegaron a empuñar las armas en una organización a lo largo de varios años (en este caso una década entera: 1970-1980) y el número máximo de tales elementos existentes en un momento dado, incluso en su momento de máxima potencia, cifra que incluso puede llegar a ser menos de la mitad que la anterior". Esta variable está relacionada con los cambios que sufre un contingente armado a lo largo del tiempo, como consecuencia de su especial condición. "En efecto -dice Prudencio García-, cierto número de sus miembros son capturados; otros resultan muertos; otros son relevados de la lucha armada; otros incluso abandonan la militancia y desertan. De esta forma, una organización que llegó a contar en su mejor momento, por ejemplo, con 500 miembros armados, a través de los años puede ir acumulando mediante sucesivas bajas e incorporaciones, 600, 700, 800 y, al cabo de una década, tal vez incluso 1000 o 1200 miembros que, en uno u otro momento llegaron a empuñar las armas. Y ello sin haber superado nunca esos 500 combatientes como cifra máxima en su momento de mayor capacidad". Peter Waldmann, en su ensayo "Anomia y violencia" (2), asegura que, según fuentes militares argentinas, "...en 1975, el ERP contaba con 3000 combatientes armados; los Montoneros, en cambio, sólo contaban con 1000". Waldmann estimó, en el mismo trabajo, que cada una de las organizaciones llegó a tener entre 3000 y 4000 integrantes en su momento de máximo desarrollo. Aunque luego advierte que "la estimación no es para nada ajustada". En algo tiene razón. El autor incurrió en un par de errores. Por un lado, no hace falta acceder a los archivos de los servicios de Inteligencia militares ni a los documentos secretos de la propia guerrilla para saber que los Montoneros siempre superaron al ERP en cuanto a cantidad de integrantes. Es posible que Waldmann se haya manejado con datos iniciales, de la época en que Montoneros era primordialmente político, mientras que el ERP siempre fue netamente militar-. Por el otro, Waldmann evita en su trabajo diferenciar claramente qué porcentaje del número total estimado de militantes formaba parte de las

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secciones militares guerrilleras, justo lo que falta revelar. De todos modos, la mención de este estudio resulta útil -pese a sus errores- para conocer las estadísticas que manejaban las Fuerzas Armadas argentinas. Así, según ellos, entre simpatizantes, colaboradores, militantes y combatientes, la guerrilla sumaba un total de 7000 u 8000 efectivos. En otras palabras, la importancia del dato se debe, en principio, a su ausencia. Los jefes militares eludieron en todo momento cuantificar las fuerzas del "enemigo subversivo". No se trataba de una información menor, incluso su difusión -de ser cierta la magnitud que le asignaban- hubiera resultado de mucha utilidad en su permanente campaña dirigida a incrementar el temor en la opinión pública. Sin embargo son contadas las declaraciones en ese sentido que se pudieron encontrar en los archivos periodísticos. La pregunta es: ¿a qué se debe la ausencia de datos sobre la real envergadura de las organizaciones guerrilleras? ¿Por qué todas las declaraciones de los jerarcas militares no superan las repetidas metáforas? Seguramente no se les escapaba que con sólo mencionar la cantidad de jóvenes volcados a la guerrilla, si la cifra era acorde a la peligrosidad que ellos le atribuían, hubiera sido suficiente para ponerle la piel de gallina a los sectores de la sociedad que buscaban impresionar. Pero aparentemente la realidad era otra. Detrás de esta búsqueda, Daniel Frontalini y María Cristina Caiati (3) llevaron a cabo una de las más completas y serias investigaciones sobre el tema. Está basada en una recopilación de material de inteligencia elaborado por las Fuerzas Armadas, datos procedentes de organizaciones guerrilleras, y otros documentos incautados a sus militantes que fueron a parar a manos militares. Este material fue difundido en 1977 durante una conferencia de prensa convocada por el entonces Jefe del Estado Mayor del Ejército, Roberto E. Viola. Entre los expositores se encontraban los jefes de Inteligencia y de Operaciones del Estado Mayor, generales de brigada Carlos Martínez y Luciano Jáuregui. (4) La investigación también recoge las declaraciones de los generales Juan Bautista Sassain ("La Opinión" del 10 de septiembre de 1977 y "Clarín" del 11 de septiembre del mismo año) y de Ramón Camps ("La Prensa" del 4 de enero de 1981), entre otros datos. El estudio sitúa la cuantificación de la guerrilla en su momento de mayor apogeo, y diferencia a los combatientes (rama militar) del resto de los integrantes de las organizaciones. Así, a partir del análisis de los documentos, los autores llegaron a la siguiente conclusión: "En el momento de su mayor apogeo (1975), el total de militantes que integraban Montoneros y el ERP, no llegó a sumar más de 2000 personas, de los cuales sólo el 20% (unos 400) estaban armados".

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Sin embargo, para Prudencio García los números son otros. Según su propia indagación y análisis, llegó a estimar que en el período de máximo desarrollo de la guerrilla argentina, durante la primera mitad de 1975, "...el ERP contaba entre 400 y 500 hombres armados, y entre 600 y 800 los Montoneros, totalizando en su conjunto una cifra máxima situada entre 1000 y 1300 miembros armados permanentes." Si se toma en cuenta esta cifra, se entiende por qué las Fuerzas Armadas conservaban el secreto. El poder de fuego de todas las organizaciones guerrilleras sumaba cuanto mucho, en 1975, 1200 hombres armados en todo el país. Relación de fuerzas La aparición de la guerrilla rural en el monte tucumano fue motivo de alarma nacional. En 1974, el propio jefe del ERP, Mario Roberto Santucho, se ocupó personalmente de entrenar a quienes luego formarían parte de la Compañía de Monte "Ramón Rosa Jiménez", al mando de Hugo Irurzun, un histórico de la organización. El grupo inicial estaba integrado por cuarenta hombres (5) y, según documentos internos de la organización, el ERP jamás llegó a tener en el monte a más de noventa efectivos, de los cuales diez eran mujeres.(6) El 9 de febrero de 1975, el Ejército argentino inició el "Operativo Independencia", al que se destinaron "...un total aproximado de 5000 hombres, con una fuerza de tareas nucleada en torno a la V Brigada de Infantería de Monte. Estaba integrada por los regimientos 19 de Infantería (Tucumán); 28 de Infantería de Monte (Tartagal, Salta); 20 de Infantería de Montaña (Jujuy); el Grupo de Artillería de Montaña 5; las compañías de Comando de Ingenieros, de Comunicaciones, de Sanidad, pertenecientes a la V Brigada; tres escuadrones de Gendarmería; tres compañías de la Policía Federal y fuerzas militares provinciales" (7). Cinco mil efectivos en total. El enemigo no llegaba al centenar. Todos los datos coinciden en señalar que la cifra máxima de guerrilleros concentrados en Tucumán llegó a sumar 117 combatientes armados. Fue a raiz de dos operativos de envergadura que se llevaron a cabo en las localidades de Famaillá y Los Sosa. Una vez que los refuerzos regresaron a su destino original, en el monte tucumano quedó una dotación guerrillera permanente compuesta por unos 50 efectivos, que recién a fines de 1975 comenzó a reducirse debido al accionar represivo de las fuerzas militares enviadas a esa provincia por el gobierno constitucional de la presidente María Estela Martínez de Perón. Los efectivos legales tardaron un año en terminar con el foco guerrillero en Tucumán.

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Se calcula que los cinco mil efectivos a cargo de eliminar a 100 guerrilleros mataron a unas dos mil personas en esa provincia por sus supuestos vínculos con los insurgentes. La caída En el segundo semestre de 1975, las organizaciones Montoneros y ERP ya habían sido declaradas ilegales por el gobierno de Isabel Martínez. Una exultante pasión militarista se había apoderado de los comandantes guerrilleros que festejaron como un triunfo el pase a la clandestinidad. Ese año, tan sólo los Montoneros, consumaron más de quinientas acciones militares en todo el país, algunas de importancia. Pero también en ese año comenzaría el tiempo de la derrota. El 5 de octubre de 1975 Montoneros atacó el Regimiento de Infantería 29, en la provincia de Formosa. En la operación participaron más de cincuenta guerrilleros, en su mayoría vestidos con el uniforme de combate azul que había diseñado la organización. Para llevar a cabo la ofensiva, se robaron más de 20 vehículos y secuestraron un Boeing 739 de Aerolíneas Argentinas en pleno vuelo. Durante el asalto se produjo un intenso enfrentamiento, con un saldo de 13 muertos y 19 heridos en las filas del Ejército y un número similar o mayor de bajas, nunca confirmado, en el grupo guerrillero. La destrucción del aparato militar del ERP, mientras tanto, se produjo a raíz del frustrado copamiento del Batallón de Arsenales 601, en la localidad bonaerense de Monte Chingolo. El operativo ya había sido advertido por los servicios de Inteligencia, y el Ejército se preparó para recibir el ataque. El 23 de diciembre de 1975, minutos antes de las 20, se inició la mayor operación guerrillera urbana contra un objetivo militar, aunque en realidad se trató de la mayor operación militar urbana contra las fuerzas insurgentes, que sufrieron más de 50 bajas en un solo día. A la deserción de centenares de militantes de base y políticos que desarrollaban actividades sindicales y que no compartían la determinación de los comandantes insurgentes de combatir contra las Fuerzas Armadas "de ejército a ejército", se sumaron las numerosas detenciones de sus miembros, a las que se sumaban las bajas producidas en diversos enfrentamientos. A fines de 1975, las organizaciones guerrilleras ya no eran las mismas que habían comenzado el año. Cuando se produjo el golpe de marzo de 1976, tanto el ERP como los Montoneros se habían retirado de los barrios y fábricas, e interrumpido buena parte de su comunicación con las bases, lo que les significó perder una vital infraestructura para llevar adelante su funcionamiento clandestino. Dependían del aparato propio, y del dinero necesario para financiarlo.

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A esto se sumaron las numerosas bajas entre sus cuadros militares, lo que redujo notablemente su capacidad ofensiva. La guerra contra las Fuerzas Armadas que se proponían ganar estaba a punto de culminar con su derrota aun antes de comenzar. La conducción de Montoneros, ante la gravedad de la situación, elaboró un Código Penal de Justicia Revolucionario que castigaba la deserción de su filas con la pena de muerte. Un intento desesperado para frenar la constante fuga de militantes en sus filas. También lanzó lo denominaron "La Tercera Campaña Militar Nacional Montonera", cuyo objetivo principal consistía en eliminar físicamente a cualquier miembro de las fuerzas de seguridad que fuera detectado, donde fuera detectado. Necesitaban triunfos fáciles, militarizar a todos sus cuadros mediante el asesinato. Pobre guerra revolucionaria. En marzo de 1976, el ERP y Montoneros tenían su estructura militar prácticamente reducida a la mitad de lo que habían logrado consolidar un año atrás. En otras palabras, en el territorio argentino no había más de 600 guerrilleros armados; el resto pertenecía a las ramas política, logística y otras igualmente ajenas a las operaciones de combate. Ya en enero de 1976, el propio general Videla, en ese entonces Comandante en Jefe del Ejército, elaboró un informe referido a las organizaciones insurgentes en general, el que se originó tras el frustrado copamiento del Batallón de Monte Chingolo por parte del ERP. En ese documento, después de afirmar que las organizaciones guerrilleras se encontraban ante una "impotencia absoluta" en cuanto a su "presunto poder militar", señalaba que se había demostrado repetidamente "la incapacidad de los grupos subversivos para trascender en el plano militar". (8) Sin embargo, en los últimos meses del gobierno militar, en abril de 1983, bajo la presidencia del general Reynaldo Bignone, la junta de Comandantes elaboró un "Documento final", con el que pretendía dar por cerrada toda revisión del pasado y que, entre otras cosas, afirmaba que los subversivos habían contado con 25.000 militantes, de los cuales 15.000 habían sido combatientes. Una exageración absurda que contradecía los datos aportados por los propios militares, pero políticamente oportuna. www.nuncamas.org

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El combate de Monte Chingolo Hace 30 años, el 23 de dde 1975, a menos de 20 Km. de la Casa Rosada -sede del Poder Ejecutivo Nacional- en un barrio del Sur del Gran Buenos Airalrededor de doscientos combatientes del Batallón Urbano General San Martín deEjército RevolucionaPueblo se empeñaron no sólo la mayor batalla de la guerrilla, sino en la mayor batalla de la lucha de clases en la Argentin ¿batalla? Dburguesía nativa, aliada y smenor del imperialismo, con susinstituciones de poder: el sistema parlamentario, losmedios de comunicación de masas, la jerarquía de la iglesia y las fuerzas armadas y policiales. Del otro, el pueblo argentino: la clase obrera, el campesinado pobre, los estudiantes e intelectuales revolucionarios, la clase media urbana y rural, quienes de lo pequeño a lo grande, de lo simple a lo complejo, de la filosofía a la acción política, habían ido construyendo, también, sus organizaciones de poder: las organizaciones políticas revolucionarias, el sindicalismo clasista, las coordinadoras de gremios en lucha, las ligas agrarias, el movimiento de sacerdotes para el tercer mundo, los cristianos por el socialismo, las fuerzas armadas de la revolución, sus organizaciones guerrilleras y, en particular, el Partido Revolucionario de los Trabajadores, dirección política y militar del Ejército Revolucionarios del Pueblo. ¿Por qué, en la actualidad, la burguesía y los reformistas tratan de ocultar al ERP, por qué tratan de que no quede siquiera su recuerdo, igual que como hicieron con la sublevación de los esclavos en el imperio Romano en el siglo II antes de Cristo? Los esclavos durante años mantuvieron la lucha contra los esclavistas y cuando estos lograron derrotarlos el emperador de Roma ordenó que fueran destruidas todas las construcciones que habían levantado, que no quedara de ellas piedra sobre piedra, para que no dejar ningún rastro de esa ejemplar lucha por la libertad. Pero, aunque no quedó nada material, no pudieron ocultarla: durante dos mil años el nombre de Espartaco fue levantado por las clases oprimidas cada vez que la idea de la libertad se afirmamó en la conciencia de los pueblos. Del

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mismo modo las clases dominantes han intentado enterrar la historia del PRT y del ERP y, en particular, su acción más audaz, más decidida, más emblemática en la lucha por el poder y por la construcción del socialismo en la Argentina. Que no se hable de su grandeza, que no recordemos la pujanza de aquellos combatientes, que no relatemos el desinterés y el altruismo de aquellos jóvenes patriotas, que no veneremos a nuestros héroes y mártires. Y si ello no fuera posible, al menos, que nos avergoncemos ante nuestros hijos y ante nuestro pueblo de haber luchado, de haber tenido la valentía de disputarle el poder al amo imperialista. Pero ¿cómo se explica que los trabajadores y la juventud argentina hayan hecho una gesta tan gloriosa que para encontrar otras de tamaña magnitud tengamos que remontarnos a las batallas fundadoras de nuestra nacionalidad en la guerra por la independencia de Argentina y América Latina? ¿Cómo se explica que en una misma jornada se dieran cita jóvenes heroicos como el tambor de Tacuarí y las niñas de Ayohuma, aguerridos soldados como los infernales gauchos de Güemes y oficiales revolucionarios como la Capitana Juana Azurduy o el Sargento Cabral? La situación política A fines de la década de 1960 la acumulación de fuerzas y experiencias desde el golpe gorila de 1955 -con el consiguiente debilitamiento de la alternativa parlamentaria como forma de dominación burguesa- y del triunfo de la Revolución Cubana en 1959 con sus vientos de renacer revolucionario, comenzaban a darse los frutos organizativos y a extender la conciencia socialista en miles de hombres y mujeres de nuestro pueblo. Es así que el pueblo de Córdoba los días 29 y 30 de mayo de 1969 y el de Rosario los días 16 y 17 de setiembre del mismo año se levantaron en contra de la dictadura de Onganía dando inicio a una serie de puebladas y al nacimiento de poderosas fuerzas revolucionarias en nuestra patria. El 29 y 30 de julio de 1970 el Partido Revolucionario de los Trabajadores, en su V Congreso, fundó al Ejército Revolucionario del Pueblo cuya línea operativa y su programa aspiraban ganar el corazón y la mente de las masas. En un nuevo movimiento semi insurreccional en Córdoba, el 15 de marzo de 1971, conocido popularmente como el Viborazo, ya flamearon acompañando las columnas obreras las banderas del Ejército de los Andes desde cuyo centro alumbraba la Estrella Roja del socialismo. El Viborazo dio por tierra con el dictador Levigston, reemplazante de Onganía. Ya derrotada, la dictadura militar ahora de la mano del nuevo dictador Lanusse, retrocedió y llamó a elecciones para desviar y contener el torrente revolucionario. Pero, al mismo tiempo y contradictoriamente, retrocedía favoreciendo la extensión de la conciencia socialista y la consolidación de una vanguardia combatiente. El PRT intentó responder en el terreno de lucha que proponía la burguesía organizando un partido electoral y un frente político para poder disputarle, también en él, la conciencia de las masas populares a la ideología dominante. Pero no logró

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concretar su participación electoral por sus propias limitaciones y porque estuvo casi solo en esta batalla contra la burguesía argentina que se unía ante el terror a la Revolución Social. En cambio, sí logró responder en el terreno militar, ocupando el 28 de febrero el Batallón 141 de Comunicaciones en Córdoba y alzándose con todo su armamento. Pocos días después, el 11 de marzo de 1973, el peronismo ganaba las elecciones presidenciales y el Presidente Cámpora pedía una tregua a la guerrilla. A este pedido el ERP respondió con un comunicado en el que argumentaba extensamente su negativa. Luego de la enorme fiesta popular que significó la asunción del Presidente Cámpora, representante de Perón y apoyado por el ala progresista del peronismo, con su punto culminante: la multitudinaria y combativa movilización que consumó la liberación de los presos políticos el 25 y 26 de mayo y debido a varios hechos de signo progresista del gobierno, la máxima dirección del PRT consideró la posibilidad de suspender la continuidad de las acciones militares. Esto no llegó a expresarse públicamente ya que a sólo veintiséis días de asumido el nuevo Gobierno, el 20 de junio, se produjo la Masacre de Ezeiza. Ese día, para recibir a Perón que regresaba del exilio, se realizó la movilización de masas más grande de toda la historia argentina. La derecha peronista, responsable de la organización del acto, planificó y ejecutó una verdadera emboscada a las enormes columnas de Montoneros y la Juventud Peronista y, en realidad, contra todo el pueblo peronista. Desde el palco y distintos puntos elegidos tácticamente se lanzó una lluvia de disparos, con armamento de guerra, sobre la masa indefensa. Este hecho marcó el inicio de la contraofensiva derechista contra las fuerzas populares que habían pasado a la ofensiva con el Cordobazo y el Rosariazo. De todas maneras el ERP, pese a que no había aceptado la tregua pedida por Cámpora, no realizó ninguna acción armada durante su Gobierno ni luego de derrocado éste el 13 de julio de 1973, hasta el mes de setiembre y a pesar de que nuestro compañero Eduardo Giménez, mientras realizaba una pegatina, fue detenido y asesinado el 29 de julio. Con la caída de la Dictadura, la ampliación de los marcos democráticos y la liberación de los presos políticos, el PRT se fortaleció mucho. En los tres años posteriores, de 450 pasó a contar con alrededor de 6.000 miembros orgánicos. En los actos de homenaje a los Héroes de Trelew, la masiva concurrencia a los mismos fue otro indicador de la influencia y el prestigio alcanzado. A los pocos días, en las masivas movilizaciones de condena al golpe militar en Chile, varios miles de manifestantes se encolumnaron tras las banderas del ERP. Los sucesivos Congresos del Frente Antiimperialista y por el Socialismo, liderado por el PRT, convocaban cada vez más compañeros para culminar, a mediados del 74, con una concurrencia de veinticinco mil militantes que llenaron el estadio del Club Tiro Federal en la ciudad de Rosario. El PRT centró su trabajo organizativo entre los obreros de las grandes fábricas, en particular en muchas de las doscientas cincuenta con más de quinientos trabajadores, el estudiantado universitario y secundario, en las

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villas y barrios populares, en el campesinado pobre del noroeste y el noreste. El año 1974 fue de un rápido crecimiento y de profunda inserción en el movimiento obrero y de fogueo de los oficiales y combatientes del ERP en cientos de acciones, incluidas dos tomas de cuarteles, una exitosa y la otra frustrada. La maduración del PRT como partido de la clase obrera se reflejó en la reunión de su Comité Central de setiembre, tanto en sus resoluciones sobre organización, como en el folleto Poder burgués poder revolucionario escrito por Santucho: "Las tendencias de la lucha de clases argentinas que se venían marcando cada vez más nítidamente apuntando hacia el fin del proyecto populista, y el comienzo de un período de grandes enfrentamientos de clase, han comenzado a cristalizar a partir del mes de julio de 1974. Perón, líder de masas, pese a su intransigente defensa de los intereses capitalistas conservaba aún alguna influencia sobre sectores de nuestro pueblo. Poseía autoridad, experiencia y habilidad para mantener a flote el desvencijado barco del sistema capitalista en el tormentoso mar de la lucha obrera y popular; y había logrado restablecer trabajosa y precariamente el equilibrio con la maniobra táctica del 12 de junio. Por eso es que su muerte colocó a la burguesía ante la necesidad de adoptar de inmediato definiciones políticas -que explotadores y opresores deseaban postergar aún por unos meses- con la consiguiente agudización de la crisis interburguesa". "Este fenómeno, un notable impulso del auge de las masas, y un fortalecimiento acelerado de las fuerzas revolucionarias, políticas y militares, se combinan para configurar el inicio de una etapa de grandes choques de clases, antesala de la apertura de una situación revolucionaria en nuestra Patria. En otras palabras, entramos en un período de grandes luchas a partir del cual comienza a plantearse en la Argentina la posibilidad del triunfo de la revolución nacional y social, la posibilidad de disputar victoriosamente el poder a la burguesía y al imperialismo". "Pero apertura de una situación revolucionaria... no quiere decir que ello pueda concretarse de inmediato... Ese período -que debe contarse en años- será mayor o menor en dependencia de la decisión, firmeza, espíritu de sacrificio y habilidad táctica de la clase obrera y el pueblo, del grado de resistencia de las fuerzas contrarrevolucionarias, y fundamentalmente del temple, la fuerza y capacidad del Partido proletario dirigente de la lucha revolucionaria". La primera mitad del año 1.975 fue de grandes triunfos populares y del PRT y el ERP en particular. A principios de este año Santucho, en el editorial de El Combatiente del 7 de abril titulaba Nítidas luchas político-revolucionarias y analizaba que: "En cuatro frentes principales se está hoy combatiendo y en ellos es posible comprobar fácilmente que se trata de enfrentamientos políticos, de fondo revolucionario. En el Ingenio Ledesma de Jujuy, en los departamentos de Famaillá, Monteros y Chicligastas de Tucumán, en la ciudad de Córdoba y en las riberas del Paraná, la clase obrera y el pueblo se bate vigorosamente con todos sus recursos y motorizado por las fuerzas revolucionarias... Para comprender cabalmente

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el momento político que vive nuestra Patria es muy importante tener claro que estos cuatro frentes son las trincheras avanzadas del combate político-revolucionario... son los primeros choques de una lucha por el poder, de una verdadera lucha revolucionaria que comienza a tomar fuerza de masas". Seis días después de publicado este editorial el ERP realizó, en las cercanías la ciudad de Rosario, la más importante acción militar exitosa de todo el período revolucionario iniciado con el Cordobazo. El ERP por intermedio de "la Unidad Combate de San Lorenzo escribió una vibrante página militar cubriéndose de gloria en el triunfal ataque al batallón de Arsenales 121 del ejército opresor". Lo que hizo más resonante el triunfo de las armas del pueblo fue que los militares lograron montar el sistema de defensa del Cuartel, pese a lo cual el ERP logró todos sus objetivos derrotando en combate abierto a las fuerzas enemigas. A los cuatro frentes principales se le sumarían, en los meses de junio y julio, las luchas del proletariado de Buenos Aires con toda la significación de su enorme peso numérico. En estas movilizaciones, conocidas como las jornadas de junio y julio, que se dieron en todo el país al calor de las discusiones por los Convenios Colectivos de Trabajo, jugaron un papel dirigente las Coordinadoras de Gremios en Lucha constituidas por militantes del sindicalismo clasista y, entre ellos, jugando en la mayoría de los casos un papel dirigente, los militantes del PRT, de Montoneros y de la OCPO. Las luchas obreras de este año sumaron 25 millones de jornadas de huelga. En el intento de ampliar las libertades democráticas sostenidas por las luchas recientes, el PRT adoptó, aunque tardíamente, la propuesta de convocar a una "Asamblea Constituyente Libre y Soberana". Mientras tanto, Montoneros impulsaba la "Renuncia de Isabel Perón y Elecciones Libre en 60 días" y el PC reclamaba por un "Gobierno de Amplia Coalición Democrática Cívico Militar". Las principales organizaciones del campo popular tenían distintas propuestas y no llegaron a coordinar una política para darle una salida política a ese enorme estado de movilización obrera y popular. Al no lograrse la unidad del campo popular y decaer momentáneamente el accionar de la guerrilla, al no lograr "unir la lucha reivindicativa a la lucha democrática y formular, progresivamente, un único programa democrático y reivindicativo, que exponga sintéticamente las principales aspiraciones del pueblo argentino... en la perspectiva de un extenso Frente Democrático y Patriótico", comenzó un decaimiento en las movilizaciones. El combate El 23 de diciembre de 1975, en el marco de esta cruenta lucha por el poder, el PRT como dirección política y militar del ERP decidió la toma del Batallón de Arsenales 601 de Monte Chingolo con el objetivo de apropiarse de 20 toneladas de armamento para dar un vuelco en la relación de fuerzas político militares y, en lo inmediato, demorar la consumación de un nuevo golpe militar que ya estaba en preparación.

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Ese día a las 19:45 hs. se iniciaban las acciones con el corte de los nueve puentes carreteros que unen la Capital y el Oeste con el Sur del Gran Buenos Aires; se hostigaba al Regimiento 7 de La Plata y las brigadas de la policía provincial de Quilmes, Avellaneda y Lomas de Zamora; se interrumpía el tránsito en los dos caminos que unen La Plata con el Sur de Gran Buenos Aires y se tendían dos anillos de contención alrededor del cuartel de Monte Chingolo. El combate fue encarnizado en muchos de esos puntos, algunos con particular éxito como el de la Avenida Pasco y en el puente La Noria. A esa misma hora, 70 aguerridos combatientes al mando del Capitán del ERP Abigail Attademo iniciaban el asalto al cuartel. Ni bien entraron se encontraron, desde distintos puntos, con nutrido fuego de fusilería y de ametralladoras pesadas, haciendo evidente la preparación previa y con ella la pérdida del factor sorpresa. Pese a ello y sostenidos en su alta moral de combate, los combatientes tomaron parcialmente el cuartel, la guardia central, varios puestos de la guardia y la compañía Servicios. Era tal el empuje de los combatientes del pueblo que las fuerzas del ejército burgués, que los doblaban en número y multiplicaban varias veces su poder de fuego, sintieron que perdían el control de la situación y que el Cuartel caería en las manos insurgentes. Ello no se pudo concretar por la llegada de los refuerzos del Regimiento 3 de La Tablada y el Regimiento 1 de Palermo. A las 21:00 hs., pese a la enorme superioridad del ejército opresor, los combatientes del pueblo se reorganizaron y provocaron un contraataque para favorecer su propia retirada. Monte Chingolo se inscribe en el marco de una contienda de clases en que las fuerzas populares habían pasado a la ofensiva por la revolución y el socialismo y en el cual las fuerzas contrarrevolucionarias, desde junio de 1973, intentaban quebrarla por medio del Terrorismo de Estado. En este contexto político y militar, la decisión del PRT aspiraba a mantener la ofensiva en todo de acuerdo con la tradición revolucionaria mundial. ¿Cómo se explica tanto coraje, tanto heroísmo, tanto despliegue de preparación combativa y combatividad? ¿Cómo explicar que habría que remontarse a las batallas de la guerra de nuestra primera independencia contra el colonialismo español para encontrar hechos que se le puedan comparar? La única explicación es que los combatientes revolucionarios del ERP estaban conscientes de ser protagonistas de una batalla decisiva por la segunda independencia nacional, esta vez en contra del imperialismo norteamericano, principal enemigo de la humanidad y de los pueblos argentino y de toda América Latina. ¡Gloria eterna a los héroes de Monte Chingolo! Comisión de Homenaje PRT, diciembre 2005

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Presentación del libro "Ernesto Che Guevara: Otro mundo es posible" de Néstor Kohan Biblioteca Popular Julio Huasi, Universidad Popular Madres de Plaza de Mayo, editoriales "Nuestra América" y "La Rosa Blindada", 15 de diciembre de 2003. Intervenciones de los panelistas e invitados: Néstor Kohan, Daniel De Santis, Agustín Prina, Noel Pérez y Claudia Korol. Néstor Kohan: A los compañeros que desgrabaron las clases, que luego las corregimos varias veces, pero que era un trabajo muy pesado, y que lo hicieron en forma totalmente gratuita, con esfuerzo de militante, les queríamos agradecer. A Pablo Kilberg, que trabajó mucho, nos ayudó bastante en la Cátedra del Che, y a Delia Matute. Los dos compañeros hicieron ese trabajo a lo largo de todo el año 2002. Al compañero Luciano, de Rebelión, que puso muchas de esas clases y otros materiales de la Cátedra en el sitio de Rebelión. Esta fue una ayuda muy grande para que estos debates, estas discusiones, los invitados que venían se conocieran fuera de este ámbito, que nosotros consideramos muy valioso, pero restringido a un espacio, a un segmento. Y a través de Rebelión llegó a mucha otra gente, nos empezamos a conocer con gente de otros países, a intercambiar. Así que Luciano nos dio también una mano muy grande en la Cátedra. Y Pablo Kilberg, que es el compañero que organizaba el sitio de Madres en Internet, también nos ayudó mucho a poner muchos materiales nuestros en el sitio. Con Claudia (Korol) hicimos la Cátedra. ¿Cómo fue la historia de la Cátedra? Muy brevemente: en el año ’97 hubo varias Cátedras Che Guevara en todo el país, porque se cumplían 30 años del asesinato del Che, y en coordinación con el Centro Che Guevara de La Habana, donde hay muchos materiales sobre el Che, donde están su hija Aleida Guevara, María del Carmen Ariet y otros compañeros, nos pusimos de acuerdo en la idea de la necesidad de difundir ese pensamiento, para que no quedara únicamente en la militancia de izquierda, sino tratar de llegar a un espacio más amplio. Y por distintas vías, distintas experiencias, distintas miradas,

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comenzaron a nacer Cátedras Che Guevara en todo el país. Yo trabajaba en el ’97 en la Cátedra Che Guevara de la UBA (Universidad de Buenos Aires), Claudia trabajaba en la Cátedra Che Guevara de la ciudad de Rosario, y también había otras, las de Salta, Mar del Plata, el Chaco, etcétera… Fue un movimiento bastante interesante, con muchas discusiones. Yo le agradezco a todos los compañeros y compañeras que vinieron hoy, en particular el “Gato” Felicetti, que pasó tantos años preso, tanto durante la dictadura militar como en la –entre comillas- “democracia". Y recuerdo uno de los tantos debates que tuvimos en aquella época, con motivo del segundo juicio a los presos de La Tablada, hecho que dividió muchas aguas, también entre los compañeros que hacíamos las diversas Cátedras del Che. Luego entramos como en un declive. Pasó el auge de las Cátedras del Che, pasó la euforia, la moda mercantil. Porque de un lado había una ofensiva de nuestra parte, pero el mercado también trató de manipular lo que no podía ocultar, de trivializarlo, de frivolizarlo, entonces se inundó el mercado con videos, miles de biografías, etcétera. Y lo siguen haciendo: el diario Clarín acaba de prometer una nueva biografía del Che, también Pacho O’Donnel editó una. Sigue esa disputa, entonces, no solo por un individuo o una biografía personal, sino por un conjunto de ideas, por un proyecto político. Cuando surge la Universidad Popular Madres de Plaza de Mayo, creímos necesario en este espacio plantar una continuidad con todo ese trabajo previo realizado en un ámbito más amplio. Se nos ocurrió entonces, con Claudia Korol, porque aquí también existía una discusión sobre la necesidad de una materia de formación política, que este espacio político-cultural no debía ser sólo para venir a estudiar lo que cada uno deseaba, sin tener una visión social de la Argentina, de nuestra historia, de la política. Entonces veníamos reclamando que hubiera una materia “transversal”, que estudies lo que estudies, ya sea teatro, música, periodismo, derechos humanos, lo que sea; que tenía que ser de formación política. Elemental, mínima, una información que compartiéramos a pesar de todas las corrientes que convinimos aquí adentro, que no son pocas, a pesar de todas las carreras que hay, algo mínimo, para saber donde estamos parados. Entonces reclamamos esa materia, y surgió como una Cátedra del Che… como materia de formación política, y la iniciamos, entonces, en el año 2002. Este libro, y otras cosas que seguramente saldrán en este año próximo, son el resultado de este trabajo. Así surgió la Cátedra del Che en este espacio. También pensamos que había que dar un debate hacia afuera, no sólo

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hacia adentro de la izquierda, con otras corrientes del movimiento popular, de manera fraternal, tratando de evitar ese clima tan salvaje con el que a veces nos valemos dentro de la izquierda, donde el que tiene un matiz distinto al nuestro pasa a ser “el” enemigo, porque no nos da el cuero para enfrentar a nuestro enemigo de fondo: el estado burgués, sus instituciones de represión, sus aparatos de hegemonía. Como no nos da el cuero para enfrentar a ese enemigo histórico, que sigue siendo el que destruyó este país, entonces es más fácil pegarle al grupito que tenemos al lado. Y esa cultura está instalada, aunque algunos lo reconozcan y otros no. Y el debate fraternal, con otras corrientes que no entran en esa salvajada, en ese canibalismo, sigue siendo complicado. Aún no hemos resuelto el confundir al compañero que tenemos al lado con el enemigo histórico. En ese espíritu, el libro intenta dar ciertas polémicas, con las corrientes que hoy están más “de moda”. Como aquella que sugiere que el Che es algo "viejo", como si se estuviera hablando de un tango de Gardel… que "lo nuevo" es Deleuze y Spinoza... A mí me asombra realmente cómo penetró ese discurso en un segmento del movimiento popular. No mayoritario pero sí significativo. ¡Al Che lo mataron hace 36 años, pero Spinoza es del 1600! Si eso es lo “nuevo”… Ese discurso, que ha penetrado también en muchas Asambleas Populares, a mí personalmente no me preocupa que en el suplemento cultural del diario Clarín le den “manija”. El periodista que hizo varias notas en Clarín defendiendo a Toni Negri, un día lo encuentro y le digo “¿vos leíste Imperio, el libro de Negri?”. Y como el tipo sabía que yo había escrito un librito sobre el tema me dice: “la verdad que no…” Y le pregunto: “¿cómo, escribiste varias notas defendiendo las posiciones de Negri y no leíste el libro?”. “Y, no – me contesta – viste como es esto…” Ahora, ¿cuánta gente habrá leído la nota de Clarín, y salió a repetir que “el marxismo está viejo”, que “el Che es del pasado”, que lo nuevo, que viene de la mano de Internet, es Negri, etcétera, etcétera… Eso, a mi, personalmente no me preocupa. Que el suplemento de Clarín sea tan frívolo y superficial, y el suplemento de Página/12 no es muy distinto, tampoco… Sí es distinto el de La Nación, que es más coherente, desde la derecha clásica. Pero La Nación también “levantó” toda esa teoría: le dedicó tres suplementos a revindicar a Negri, a reivindicar el supuesto “autonomismo”. Ese espacio no me preocupa tanto, pero sí que un compañero del movimiento de desocupados “compre” esa teoría, que a mi modo de ver lleva a más división, más fragmentación. Los compañeros del MTD Aníbal Verón aquí presentes pueden contar en carne propia a qué condujo en la práctica ese discurso, aparentemente tan atractivo…

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Parte de este libro, entonces, entra en polémica con esas corrientes. No desde la nostalgia, no para volver a suspirar por los años ’60 - que personalmente no viví - sino porque creemos que el pensamiento del Che puede servir para discutir hoy, con los problemas actuales, con los problemas que se dan en el foro Social Mundial, con los problemas del movimiento piquetero, las fábricas recuperadas, el movimiento estudiantil. Hay también otros segmentos que seguramente Daniel (De Santis) va a comentar: un capítulo – que para mí es el más polémico del libro – sobre (Mario Roberto) Santucho. Ese es el espíritu con el que hicimos este libro, y con el que hicimos la Cátedra. Claudia luego dará el complemento de cómo lo vivió ella. Le damos entonces la palabra a Daniel de Santis, pero antes presentamos al resto del panel. Empezamos con Noel Pérez, que es un compañero que integra el Seminario del El Capital y la Cátedra Che Guevara, y forma parte de la Coordinadora Febrero Boliviano, que jugó aquí un papel importante en las jornadas de movilización en solidaridad con Bolivia. Con él hace tiempo que venimos discutiendo sobre qué tiene que ver el Che con Bolivia. No sólo con la Bolivia del ’67, sino con la Bolivia de hoy en día. Claudia Korol, coordinadora de la carrera de Educación Popular y de la Cátedra del Che, secretaria de redacción de la revista América Libre. Marcelo Cafiso, director de la Editorial Nuestra América, que estaba invitado, no pudo venir porque operaban a su madre. El otro editor del libro, José Luis Mangieri, director de la Editorial La Rosa Blindada. Un histórico nuestro. Un histórico del guevarismo en la Argentina. Y que no pudo tampoco venir porque presentaba – en el mismo horario – un libro de poesía suyo en otro centro. Agustín Prina, un joven de 18 años que nos sorprende a todos, que comparte con nosotros la Cátedra del Che y el Seminario de El Capital. Daniel de Santis, coordinador de la Cátedra del Che en la ciudad de La Plata, y un militante histórico del PRT (Partido Revolucionario de los Trabajadores), que ha compilado los dos tomos de los documentos del PRT. En los comienzos de los años ’90, quienes no vivimos aquellos años, nos quedábamos con el relato de lo que habían dicho los diarios o los “quebrados”, en el que los que habían intentado llevar a la práctica en nuestro país el pensamiento del Che, eran unos “irracionales”, “dementes”. Estas palabras se repiten siempre si uno busca en los textos periodísticos. No usaban el lenguaje de los militares: “la delincuencia

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terrorista”, o “la subversión”. Pero siempre usaban términos como “locura demencial” , “”irracionalidad”, “culto a la violencia”, como si hubiera sido lo mismo todo: la violencia popular del Cordobazo y la violencia de los campos de concentración. Todo era “los años de plomo”. Entonces no teníamos de dónde leer, los que no vivimos esas décadas. Y empezaron a aparecer algunos libros, que devorábamos con pasión: el famoso “Todo o nada”, después “Hombres y mujeres del PRT-ERP”, “Los últimos guevaristas”. Hubo otros materiales, pequeños, pero a estos le daban mucha “manija” porque venían con el sello de las grandes editoriales. Y todavía se siguen vendiendo… Entonces no teníamos de dónde leer, de dónde saber que había pasado, qué habían pensado aquellos compañeros. Y Daniel sacó por Editorial Eudeba, dos tomos que a mí, y a muchos de nuestra generación nos fueron muy útiles, por los documentos que contienen esos libros. No por hacer el cuento positivista de “el documento objetivo”, no para conocer “lo que dijeron que dijo”, sino qué dijo, y después vemos si nos gusta o no nos gusta. Esos dos libros de documentos fueron muy importantes. Así como Baschetti había editado varios tomos sobre la resistencia peronista, de las otras izquierdas no peronistas no había nada, y Daniel jugó un papel muy importante. También me ayudó mucho en el capítulo sobre Santucho. Le damos la palabra… Daniel De Santis: Buenas tardes a todos. Aprovechando que hay dos ausencias en el panel, voy a hablar un rato, para cubrirlas… El libro lo leí ahora casi todo, no sé si me queda algo por leer, pero ya otros capítulos y trabajos los había leído antes, cuando fueron saliendo. Cuando leo éste, me surgió una comparación: yo soy profesor de física en la escuela secundaria, algo bastante aburrido porque cada vez el nivel es más bajo, y lo único que me conmueve un poco es cuando explico las leyes de Newton y la diferencia entre velocidad y aceleración. Y cuando leí este libro me dio esa sensación: esto está escrito por alguien que lo conoce, que lo ha desmenuzado, que lo ha trabajado. No es una cosa de apuro, que lo pensó hoy, cómo desmenuza, y vuelve, y vuelve otra vez, y amplía,,,, Las leyes de Newton se pueden explicar, pero son cosas profundas. Este libro también habla de cosas profundas, pero lo hace de una forma que puede llegar a un público muy amplio. Tiene una forma de exposición muy clara, muy amena. Muy desmenuzada, pero manteniendo una gran profundidad. Uno que algunas cosas conoce, sigue aprendiendo cuando lee los libros de Néstor, y en particular éste. No sólo uno puede hacer de crítico, también aprender con esta lectura.

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Néstor decía recién sobre cómo nos han tratado: siempre nos han tratado mal, y peor también… De lo malo a lo peor, nos han dicho de todo, pero nunca nos han dicho algo bueno. Cuando uno lee este libro, y el capítulo donde habla del PRT y de Santucho, nos llama “los guevaristas”. No sé como decirles lo que uno siente, después de 20 años de agresiones e insultos, que se hable de “los guevaristas”, o de “Santucho y sus compañeros”… Este es un libro que despliega marxismo por todos lados. Y cuando dice “Santucho y sus compañeros”, también lo está haciendo. ¿Por qué digo esto? Porque de Santucho, ¿qué se decía?: Santucho, el héroe revolucionario… pero nunca las ideas de Santucho. Siempre el estandarte, el Che, pero nunca lo que pensaba Santucho. Y cuando habla de “sus compañeros”, también está expresando un profundo contenido marxista. Porque Santucho era el máximo dirigente, el más profundo pensador del PRT, el mejor jefe militar, pero no estaba solo. Estaba acompañado por una organización, no era una cuestión individual. No el mito, no la leyenda, sino las ideas, expresadas en una organización revolucionaria. Todo eso dice la frase “Santucho y sus compañeros”. Esto no lo encontramos en otros escritos, publicaciones, o referencias. En este libro, Néstor desmenuza, explica muy bien, con mucha amplitud, cuestiones que nosotros, como militantes del PRT, formados con una línea política de la cual Santucho fue el principal exponente - aprendió en la práctica, las leyó. En los años ’60 y ’70, después del triunfo de la Revolución Cubana, surge una nueva expresión dentro del marxismo que recupera la visión de ofensiva que éste había perdido. El marxismo había dejado de expresar ese espíritu de ofensiva, y se retoma a partir de la Revolución Cubana. Los que militamos en esa corriente en aquellos años, nos fuimos formando en eso. Desde el punto de vista teórico, discutíamos otro tipo de cosas, por ejemplo la relación entre lo objetivo y lo subjetivo. Por allí, en aquellos años todavía muy mezclado, muy influenciado por la expresión dominante dentro del marxismo, proveniente de la Unión Soviética. Pero la práctica y la visión de la necesidad de la revolución nos hacía incorporar otros elementos, por ejemplo el papel de la subjetividad, el papel del revolucionario. Y lo veíamos esto, claramente expresado en la posición que tenía Santucho, que tenía el PRT ante cada uno de los problemas.

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Esto, que desarrollamos en la práctica y expresado teóricamente muy “en borrador”, en algunos de los capítulos de este libro aparece explicado con mucho detalle, muy minuciosamente, bien desarrollado, como para entender cuál es la esencia del marxismo, ese espíritu de ofensiva, la lucha revolucionaria, el problema del poder. En un documento del PRT, en el IV Congreso, el prólogo comienza diciendo que el problema fundamental del marxismo es el problema del poder y la lucha armada, cosa que los marxistas argentinos no han tenido en cuenta. Así comienza este documento, que es del año 1968. Y la cuestión del poder en el libro “Otro mundo es posible” aparece a cada momento, está permanentemente rondando ese problema fundamental del marxismo, por lo menos en la etapa previa a la toma del poder. Después de la toma del poder, aparecen otros problemas, pero que no dejan de lado, no dejan de contener también el problema de la construcción del socialismo y el tema del poder. Otro tema bien desarrollado en el libro es el de la política como elemento central. Yo lo he explicado de una manera mucho más burda: cuando le explicaba a los compañeros qué es la ideología, qué es la filosofía, qué es la economía, sobre todo la diferencia entre la ideología y la política, la forma de explicarlo es que la ideología es como un camino ancho del cual uno no se tiene que apartar, y que te lleva a una meta. Pero la expresión concreta, de todos los días, es la lucha política. La que nos vincula con la realidad, la que nos hace partícipes de la lucha de clases, es la política. Este tema – mucho mejor explicado, mucho más desarrollado – aparece en el libro, que explica como el Che valoraba ese aspecto en Lenin, y también en Fidel Castro. Todos los demás elementos que hacen a una visión del mundo están influídos, están determinados por el accionar político. Por supuesto que estamos hablando de la política en un sentido revolucionario, transformador de la realidad. Otra cuestión que quería abordar es la importancia que tiene la teoría en la formación de los militantes. Hemos visto en estos últimos veinte años que en general se ha dejado de lado la teoría revolucionaria, pero a un punto extremo. No sólo se ha dejado de lado la teoría revolucionaria, también se ha perdido el lenguaje revolucionario. No soy especialista en ese tema, pero se me ocurre que si no hay palabras, si desaparecen las palabras para explicar una revolución, el camino hacia una transformación de la sociedad, muy difícilmente se pueda hablar de eso, cuando no hay palabras para explicarlo. Lo que ha pasado en el mundo, en particular con la desintegración del campo socialista, es que han desaparecido las palabras. Hace unos años – no hace mucho – uno decía “imperialismo” y te decían que “te quedaste en el ’70…” Y no estamos hablando de algo tan difícil de visualizar como

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es el imperialismo. “Vanguardia”. “Célula”, que debe ser una de las palabras más difíciles de reivindicar. Y si uno se pone a pensar, célula no es andar escondiéndose detrás de algo, la palabra célula viene de la biología. Y muchas otras palabras que nos han robado. Recuerdo el año ’97, participando en la Cátedra Che Guevara de la Facultad de Ciencias Sociales, yo fui a “putear”, en realidad. Pero mi puteada ¿cuál fue?. Vanguardia, partido revolucionario, célula, cuadro político… o sea, todas las palabras que había refrescado en la preparación del tema que tenía que dar, sobre el Che, en ese momento aparecían de esa forma. Esa fue mi puteada en la Cátedra, porque en ese momento algunos pretendían presentar un Che Guevara no leninista. No hace falta buscar mucho para darse cuenta que el Che era leninista. Yo creo que este libro aporta mucho en el tema de la formación teórica. Cuando venía hacía aquí pensaba: por lo menos hoy, este año, el año que viene, en dos o tres años, no sé en cuanto tiempo, pero durante el período que me animo a preveer, corto, de un par de años, yo recomendaría que al lado de “El Estado y la Revolución” de Lenin - un libro que divide aguas, o estás de un lado o estás del otro lado – vamos a tener que poner “Otro mundo es posible”, porque creo que para la formación de los militantes en esta época, es fundamental. Por lo que dice el Che, por lo que dice Santucho, por lo que dice Néstor Kohan, y por cómo lo desarrolla. Con respecto al capítulo que habla del PRT, basado en una charla que hubo aquí, en el Auditorio de la Universidad de las Madres. Claro, uno está acostumbrado a hablar, y en general se hace una reivindicación de Santucho, pero luego venían detrás todas las críticas. Ese día el 19 de Julio del año pasado (2002), Néstor hizo algo que me llamó la atención. Yo no lo conocía mucho hasta ese momento. Se había informado sobre cuáles eran las fuentes del pensamiento y la formación de Santucho, de su juventud, cómo habían ido evolucionando sus ideas, cómo fue incorporando distintos elementos, desarrollando una visión de Santucho de acuerdo a la realidad histórica. Este hombre no era un tonto que lo único con que contaba era voluntad, o no era un hombre que no entendía nada de política – ni siquiera de política sindical, como dijera alguna vez un compañero de Santucho – sino que era un compañero formado en las mejores tradiciones del marxismo revolucionario y del latinoamericanismo. Cuando termina de hablar Néstor, ese día, le digo a Claudia Korol: “¿Y ahora qué digo?”. Porque hasta ese momento, yo estaba acostumbrado a ir a discutir, a defender nuestra historia, y por primera vez me encontré con alguien que se ponía a estudiar en serio esta historia y estas ideas. En estos días – el 23 de diciembre – se cumple un nuevo aniversario del intento de copamiento del cuartel de Monte Chingolo. Yo no quería dejar pasar la oportunidad para, por un lado, homenajear a los compañeros caídos en Monte Chingolo, y también decir algo sobre esa acción, que

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tiene sus aspectos necesariamente críticos, pero también es necesario inscribir a Monte Chingolo – lo mismo que a la Compañía de Monte, en la provincia de Tucumán – dentro de ese rescate que hubo del marxismo a partir de la Revolución Cubana, del espíritu de ofensiva, extraordinariamente positivo, de la Revolución Cubana, del marxismo revolucionario, y de la experiencia del PRT. Dentro de ese espíritu de ofensiva es probable que hayamos cometido errores. Pero hay que poner cada cosa en su nivel, y en su importancia. No puede cometer nunca el “error” de Monte Chingolo un reformista. Nunca lo va a cometer alguien que aún dentro del marxismo, no tiene bien aferrado ese espíritu de ofensiva, pensando en el poder, en la revolución, en la transformación de la sociedad. Y por último. Hace alrededor de un mes, un compañero nos preguntaba sobre qué hacer en este momento. A mí se me ocurrió algo que me tiene muy preocupado. Creo que en la izquierda - argentina, sobre todo, en la cual obviamente me incluyo – no sabemos resolver un problema que sí han sabido resolver aquellos procesos revolucionarios que se han desarrollado. No digo triunfado, sino que se han desarrollado. Uno lo ve en la Revolución Cubana, lo ve en la Revolución Sandinista, lo ve en El Salvador, lo ve ahora en el MST de Brasil, y es la resolución entre la construcción ideológica, estratégica, la formación de cuadros - es decir los cimientos del movimiento revolucionario – con la necesaria acción política en el momento “aquí y ahora”. Ese tema no lo hemos podido resolver. Me parece que en el caso del PRT, en el momento en que comenzó a desarrollarse, en el que por lógica de su desarrollo tenía que participar en la realidad política, necesariamente fue incorporando elementos de análisis político y de participación en la lucha política. Pero parece que hoy estamos nuevamente muy alejados de esa combinación. Otro elemento que planteaba Santucho es el problema de la unidad. A mí me parece que están combinados. El problema de la unidad está combinado con lo que decía antes: es muy difícil que avancemos en unidad si no flexibilizamos nuestra manera de pensar, si no dejamos de pensar que el que no tiene todos los elementos teóricos definidos exactamente iguales a los nuestros, con ese compañero no podemos avanzar. ¿Qué significa este “flexibilizar”? Si nos compenetramos de la acción política real en cada momento, vamos a encontrar los elementos de flexibilidad que nos permitan ir uniéndonos. Y a su vez – como esto es una relación dialéctica – en la medida que se va ganando fuerzas, tiene más posibilidades de incidir en la realidad. Y ese “incidir en la realidad” – que es a lo que yo le llamo “hacer política” - a su vez permite mayor flexibilidad, mayor política, mayor unidad.

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Para terminar, les recomiendo a todos los que les interese el tema del marxismo revolucionario, que al lado del “Qué hacer”, tengan – para leerlos – “Otro mundo es posible”, el libro de Néstor Kohan. Nada más. Agustín Prina: En primer lugar, quisiera subrayar la importancia de este libro, a contracorriente de numerosos escritos y bibliografías sobre el Che pertenecientes a la industria cultural, que además de ser poco rigurosos ocultan el pensamiento, la acción y el proyecto que realmente tenía el Che, utilizando su imagen para una construcción hegemónica de una cultura de resignación. Entonces me parece que hay que situar este libro en la pelea ideológica y teórica vinculada a los intereses de la revolución latinoamericana y el socialismo, ya que no es casual que los ideólogos del poder tiendan a separar al Che de su teoría de la revolución social, y muestran al triunfo de la Revolución Cubana como una excepción histórica. Por lo tanto, las ideas del Che basadas en esa experiencia no tendrían validez para el resto de América Latina, además de mostrar la muerte del Che como un fracaso. De ahí la importancia de este libro, que apunta a un Che no lo suficientemente conocido ni valorado, si bien – en mi opinión – es el más auténtico. Apunta a la vez al hombre de acción y al teórico, no al “voluntarista extremo” ni al “aventurero”, sino que reivindica la figura del dirigente revolucionario poseedor de una rica experiencia, de un pensamiento y un conocimiento de la teoría profundos, y de una ética que no por utópica deja de ser realizable. De esta forma se podría decir que se saca al Che del “poster” y se lo inserta en la Revolución Latinoamericana. No se lo separa de su proyecto político, sino que se toma partido con y por el Che. Y a propósito de esto, no es casual que un capítulo entero esté dedicado a Santucho. Entonces, de esta manera, se dividen las aguas, ya que tomar partido por el Che significa hacerse cargo de la convicción de que el Hombre Nuevo y el Socialismo son realizables, y que por lo tanto la lucha y el sacrificio valen la pena. Es por esto que Néstor toma partido por el Che, en estos tiempos de “socialdemocratización” y posmodernismo, y defiende el proyecto profundo de liberación humana sostenido por el político revolucionario. A partir de todo esto resulta indispensable desentrañar el mito del Che, si bien hay que reconocer que su vida fue realmente excepcional. Pero

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detrás de esta apariencia mítica y novelesca, si se quiere, se halla oculto lo que es mucho más profundo, y es lo que le da sentido a sea vida, y que es justamente la coherencia total y rigurosa entre la teoría y la práctica. Sólo a través de esta coherencia es que se puede entender la experiencia boliviana. Por eso la ideología dominante recupera el mito del “aventurero heroico”, pero es intolerable e imposible de digerir el militante revolucionario consecuente que ha llevado sus ideas a la práctica. En todo caso el heroísmo del Che no es un heroísmo abstracto, sino que es un heroísmo al servicio de la revolución socialista. Para explicarnos la extrema consecuencia entre su conducta personal y sus ideas, no alcanza con recordar que su intransigencia, su austeridad, su entrega total, su heroísmo, su voluntad, lo hace paradigma de revolucionario, sino que es necesario también comprender las relaciones entre teoría y práctica al interior de su posición teórica. Y cómo el Che postula la superación de la separación y contradicción existentes en el capitalismo entre la economía, la política, la ideología, la educación, la ética, como parte de la construcción del socialismo. Entonces, me parece que este libro muestra el pensamiento del Che como un conjunto coherente, desarrollando sus aportes originales a la teoría marxista. Por eso me gustaría señalar – muy por arriba – algunos puntos fundamentales del pensamiento del Che. Porque además de ser un revolucionario, el Che era una persona muy estudiosa, y que tenía una vocación por la conceptualización teórica. Es decir que no era un pragmático desconectado de la teoría social. En primer lugar, me gustaría señalar su antidogmatismo. Él comprendió muy bien la consigna de Mariátegui, cuando reclamaba que “el socialismo en América Latina debe ser creación heroica”, y se va a alejar cada vez más de las posiciones soviéticas para acercarse a una vía alternativa al socialismo, que podríamos llamar “más humana”. De allí que su obra está lejos de ser un sistema cerrado, y por el contrario, es una guía para la acción. Es un desarrollo creador, que va en contra de las verdades eternas e inmutables. El Che es parte de una tradición que incorpora el humanismo al marxismo, y esto Néstor lo desarrolla a fondo en su libro. Él está convencido que el socialismo no tiene sentido si no representa una ética social. El humanismo del Che no es un humanismo abstracto, sino que hay que verlo desde un punto de vista de una perspectiva de clase. De allí que el Che va a oponer al humanismo proletario revolucionario - que se expresa en su visión del Hombre Nuevo y de su ética comunista – al humanismo burgués. Por eso se puede conectar al humanismo del Che con su filosofía de la praxis, que se puede entender como acción humana organizada y

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conciente, como palanca eficaz para transformar una realidad que podemos llamar conocida, en una realidad creada. El Che sostiene que lo objetivo puede ser transformado y hasta superado por el factor subjetivo. Él parte de la lucha de clases, de la que el hombre es expresión viviente, y de que no se puede desligar del análisis de las contradicciones económicas, el hecho histórico de la lucha de clases. De allí hay que situar como punto de partida su crítica al marxismo soviético, ortodoxo, o al materialismo histórico, o a lo que Gramsci llamó acertadamente “ materialismo metafísico”, ya que va más allá de la historia. El Che plantea el desarrollo de la conciencia como el único posible que conduce a la nueva sociedad, que con las armas gastadas del capitalismo el socialismo no puede formar su hombre, y que el estímulo material es un mal necesario. De allí su crítica a la vigencia de la ley del valor en el socialismo y a los criterios mercantiles mantenidos en las relaciones económicas entre los países socialistas. El Che asume una posición filosófica, que privilegia la acción conciente y organizada como creadora de realidades sociales. Es una filosofía de la praxis que se opone al determinismo económico y social que considera que los cambios son producto de la ruptura de una correspondencia entre fuerzas productivas y relaciones de producción, correspondencia que fue extendida a la transición socialista. Sus conceptos sobre la transición socialista, más ligados al campo económico, no se pueden entender sin una concepción moral y ética. Su defensa permanente del sistema presupuestario, radicalmente opuesto al “socialismo real”, conciben que el socialismo presupone un alto grado de participación popular y sólo puede ser mantenido mediante un sistema de gestión que privilegie los estímulos morales, y que tienda a aniquilar las categorías económicas sobre las que se asienta el sistema capitalista de producción. Quisiera concluir retomando el comienzo, ya que me parece central disputar la herencia del Che, cuestionando sus visiones de héroe trágico, que ve su muerte como la expresión de una acción desesperada, entre lo que podríamos llamar una voluntad extrema de combatir y una impotencia real. Frente a eso, hay que reivindicar al revolucionario conciente de las posibilidades y dificultades de la lucha. Es cierto que el Che cayó en condiciones muy difíciles y duras, pero su muerte no es el resultado de una necesidad implacable, ni de una lucha trágica y desesperada. Hay que verla como una posibilidad con la que él contó en un momento dado. Hay que tomar su ejemplo que enseña que la historia la hacen los

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hombres, y que deben hacer la revolución elevándose de la condición de enajenación a la de sujeto de la historia. Quería finalizar con una tesis de Adolfo Sánchez Vázquez, que sostiene que el Che es inconcebible sin el socialismo, pero a su vez el socialismo de Marx y Lenin no se puede entender sin el Che. Gracias. Noel Pérez: Buenas noches. Estaba pensando, a partir de las intervenciones de los compañeros, cómo expresar una opinión sobre el texto que se presenta hoy. Y se me ocurre que una de las maneras es planteando una conceptualización de Sartre acerca del Che. Él probablemente haya hecho el elogio más grande realizado a Ernesto Che Guevara, cuando decía que “es el hombre más completo de nuestra época”. Y me preguntaba si es cierta esta afirmación hoy en día. Pero no por falta de convicción, tampoco por una pretenciosa reflexión filosófica sobre la duda metódica. Nada de eso, lo mío es más sencillo, simplemente tratar de transmitir a ustedes una opinión personal sobre el libro de Néstor. Y creo que la respuesta, a lo largo de estas páginas de Néstor es contundente, no hay duda alguna. Yo comparto esa respuesta en ese sentido: sin duda, para mí también el Che sigue siendo el hombre más completo de nuestra época. Pero, ¿qué significado tiene esto hoy en día? Tomando a Sartre, que calificó a Marx y al marxismo como el horizonte inseparable de nuestro tiempo. Otra vez nuestro tiempo. Sin duda, el tiempo al que él se está refiriendo no es a una cronología, sino a un modo de vivir. O dicho de un modo más clásico: a un modo de producción que se llama capitalismo. En este horizonte es que las reflexiones de Marx y del Che, como un hombre completo de nuestra época, es que deben pensarse. Cuando Sartre se refiere a que el marxismo es el horizonte inseparable de nuestro tiempo, está haciendo alusión, entre otras muchas cosas, a la genialidad de Marx. Marx, como muchos autores reconocen, es un hombre que ha sido capaz de apropiarse de las médulas de su época. Una enciclopedia acerca de lo que fue y es aún la filosofía alemana, todo lo que significó la lucha de clases en Francia y en todos los países que estaban luchando en ese momento. Todo esto fue sintetizado por Marx. Obviamente, por supuesto,

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con un método. Esta suerte de fervor por la síntesis es lo que justamente, como una herencia que recoge de Marx, o más bien Ernesto Che Guevara. Con la peculiaridad que ésta es una visión latinoamericana. Analizando esa visión congelada, eurocentrista, a la que se había condenado al marxismo. Y para ser breve, simplemente señalar un ejemplo concreto: ¿Qué sería el hombre nuevo que nos proponía Ernesto Che Guevara? Es la síntesis de la época. No del ’60, ahora. Es la propuesta teórica, pero también práctica, de Ernesto Che Guevara. Para decirlo a mi modo, y de una manera simple. El hombre nuevo no es algo que nos espera al final de un proceso, sino es algo que debemos construirlo desde ahora, desde el vamos. Y ese hombre nuevo es multifacético, como nos acaba de expresar Agustín Prina. Tiene múltiples facetas que van desde lo ético, pasan por lo económico, pero que en esencia, cuestionan al modo capitalista de producción. Pero también yo me preguntaba - si bien esto que digo puede reflejar y responder a la pregunta de si el Che es un hombre de nuestra época - a qué se refiere esa completud. Creo que esta es la faceta más desarrollada, pero al mismo tiempo más criticada del Che: su práctica, desde su compromiso de defender sus ideas con su cuerpo. Esto también está expresado en un capítulo que Néstor explica muy bien, sobre el “Mensaje a los pueblos del mundo a través de la Tricontinental”, que sin duda fue su mensaje póstumo, y su legado teórico quizás más importante, porque es un llamado a la acción. Y es bueno que esto lo reflexionemos, también planteándonos la misma pregunta: este mensaje, este llamado a la acción, ¿es necesario? Personalmente creo que sí, y hoy más que nunca. Porque entre las muchas cosas que plantea ese “Mensaje…” , de un modo profético, el Che planteó un llamado a crear “uno, dos, varios Vietnam”. Y bueno, ahora estamos viendo en el mundo estos varios Vietnam. Porque si no, ¿qué es lo que está pasando en Colombia? ¿Qué es lo que está pasando en Iraq? ¿Qué es lo que está pasando en Afganistán? Son esos tantos Vietnam que el Che había reclamado en su momento, y que ahora están presentes. Por eso se da el debate, para otra vez llamar la atención sobre la vigencia plena del pensamiento y el ejemplo del Che. Si en su momento fue el gran debate el tema de la coexistencia pacífica y todos los temas que tienen que ver con esto, como los debates acerca de cómo se debe construir el socialismo, etc.

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Si ese debate tenía que ver con el carácter que debe asumir la revolución, este mismo tema de la coexistencia está hoy instalado en los debates de la izquierda. Simplemente ha cambiado el nombre. Ese tema tiene ahora la forma interactiva de la fórmula de Von Clausewitz, que dice que la guerra es nada más que la continuación de la política por otros medios. Esa fórmula ha sido invertida, y ahora nos proponen que la política debe ser la continuación de la guerra. Y esto viene como anillo al dedo acerca de los acontecimientos que acabamos de vivir. Después de que pasó lo del 19 y 20 de diciembre aquí en Argentina, o lo que ha pasado recientemente en Bolivia, con el levantamiento de octubre. Después de esas explosiones violentas de rabia y rebeldía de nuestros pueblos, ¿qué?... Ésta es una de las propuestas. Frente a esto, lo que hay que hacer es hacer política. Es una forma de ver, pero es toda una definición política de quienes sostienen eso. Hace poco, a propósito del acto que tuvimos en Plaza de Mayo, la Marcha de la Resistencia, un compañero boliviano estuvo presente. Él es un hombre histórico, ha sido parte de lo que fue la guerrilla del Che en Bolivia. Actualmente está en el MAS. Es un hombre que en lo personal, merece todo mi respeto, toda mi consideración, aunque es obvio, nadie está obligado a compartir todo lo que él piensa. Pero él hacía alusión a algo que me parecía importante: los problemas que viven Bolivia y nuestros países son complejos, y no admiten simplificaciones. Claro, así como sucede con Marx, como sucede con el Che, pese a esa extraordinaria capacidad de síntesis no es posible sintetizar la vida. La vida, la realidad, nos exigen desafíos, nos exigen respuestas creativas. Y creo que más allá de debatir algo que antes mencionaba sobre esa dificultad que tenemos en la izquierda de construir a partir de lo heterogéneo, creo que las líneas maestras, las líneas principales, están expresadas en todo lo que es el pensamiento teórico. Y a esto, ahora sí refiriéndome al libro, es a lo que creo que Néstor ha intentado explicar. Es eso también lo que me ha permitido recoger en las Cátedras del Che, en las que he tenido la suerte de participar: ese necesario sustento teórico a nuestras convicciones, que más que nunca ahora necesitamos. Y por eso me voy a permitir calificar también a este libro de algo que suena a insulto, que suena provocador: este es un libro peligroso. Y es peligroso porque nos invita a reflexionar, pero nos invita también a la acción. Por eso me permitiría recomendar su lectura, pero más que todo a recoger los desafíos y las aperturas que implícitamente plantea.

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Gracias. Claudia Korol: Después de lo que dijeron lo compañeros, ya no me queda mucho por agregar. Por ahí sí decir lo interesante que se haga la presentación este día, aunque es un poco de casualidad, porque lo habíamos pensado para un tiempo atrás, pero viene bien que sea en esta semana. Mañana se cumplen 10 años del Santiagazo, aquel 16 de diciembre en que ardió la provincia de Santiago del Estero, cuando parecía que de la nada, un pueblo se levantaba y ponía en la mira todos los símbolos del poder feudal, que hasta ahora aún en muchos casos sigue establecido, y contra el cual se sigue peleando allí. Dentro de tres días, el 18 de diciembre, se cumplen dos años de la recuperación por parte de las trabajadoras y trabajadores de Brukman, donde más allá del hecho concreto de esa recuperación, también se estaba planteando la posibilidad de un grupo de obreras y obreros de hacerse cargo de su destino, y tratar de construir un proyecto propio, y también para todos los trabajadores. Es parte de una experiencia que se viene dando en nuestro país, con muchas contradicciones, con muchas dificultades, pero con una tremenda riqueza, donde se ha demostrado que sí se puede crear un movimiento de obreros sin patrones, que abra camino a la creación, al trabajo y a la construcción de los sueños. Y recordar que fue, precisamente, en la carpa de Brukman, cuando ya habían sido desalojadas las trabajadoras de la empresa, donde se inauguró este año la Cátedra del Che. Nos pareció que era el lugar más adecuado, el lugar en ese momento simbólico y políticamente importante, para que la Cátedra del Che justamente tuviera un sentido político concreto, como parte de la lucha de clases que en la Argentina se sigue desarrollando. Y lógicamente, esta semana también nos movilizamos para recordar la presencia del fuego, de la lucha, de la rebelión del 19 y 20 de diciembre. No en nuestra memoria solamente, sino en la nueva subjetividad modelada a partir de esas jornadas de rebelión, en lo que se creó, en la energía que se sigue desarrollando, que se sigue construyendo, más allá de que hoy no sea la noticia principal de los diarios, y por el contrario la noticia principal pase a ser la corrupción y la barbarie que nos muestran sobre los hechos del senado. Sin embargo, los movimientos populares siguen construyendo, siguen trabajando sobre la base de esa energía y de esa rebelión que tuvo un momento de expresión el 19 y 20, y que seguramente encontrará nuevas formas y nuevos momentos para seguir expresándose. Entonces, es muy interesante que el libro se presente justamente en esta

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semana, y es la manera de iniciarla, diciendo que también en el terreno del pensamiento crítico seguimos participando activamente de la rebelión. Y participamos con nuestras ideas y con nuestros cuerpos, y con nuestras emociones, y con nuestras esperanzas, y con nuestros deseos. Como los compañeros hablaron del Che, y además el libro habla todo el tiempo del Che, y además la Cátedra habla todo el tiempo del Che – hace dos años que venimos escuchando a Néstor hablar todo el tiempo del Che - , no voy a hablar del Che. Pero sí quería decir algunas cosas sobre Néstor, a quien le molesta mucho que hablen de él. También porque este año algunos hablaron bastante mal, y lo trataron de manera bastante jodida, yo quería justamente señalar que Néstor, lejos de ser un tipo que escribe sobre el Che, que investiga sobre el Che – que eso lo hace y bien, como aquí se dijo -, lejos de ser un espectador de la historia y las rebeliones, es un tipo comprometido, un tipo que está en la pelea. Lo recuerdo derribando las vallas de la policía en Brukman, lo recuerdo el 20 de diciembre en la Plaza de Mayo, lo recuerdo en muchos momentos de lucha en estos años que nos tocaron vivir; y lo conozco de todo este tiempo de construcción en la Universidad Popular Madres de Plaza de Mayo, en una tarea cotidiana, donde también Néstor se encarga de tirar unas cuantas vallas, de las que nosotros mismos a veces levantamos en nuestras propias prácticas y en nuestras actividades. Hay que decir que Néstor se compromete absolutamente con cada palabra que escribe, y que es un militante de la batalla cultural, de la batalla por crear un pensamiento y una práctica política diferente, alternativa, opuesta a los valores y las ideas y pensamientos que reproducen la dominación. Néstor es polemista. Por eso digo que leyendo los libros de él estoy viendo con quién se enfrenta en cada párrafo. No pone un solo párrafo porque sí, o por nostalgia. Lejos de la nostalgia, en cada uno de sus párrafos está “peleando” con alguien, y su obsesiva curiosidad se refleja en la búsqueda del detalle, de la información, del dato. Lo que lo lleva a buscar en donde sea… Cada uno sabrá del acoso sufrido en sus bibliotecas. Los compañeros de la Biblioteca de las Madres han sufrido varios por parte de él, porque el tipo, hasta que no encuentra lo que buscaba, que explique, que contextualice, que ubique las causas, los por qué, no para… Y se lanza a buscar, a investigar, a averiguar. Y esto se refleja también en las entrevistas que están en el libro, donde las cosas que no pudo resolver trata de preguntar a Aleida, a Borrego, de la misma manera incisiva y curiosa. Me parece muy interesante su modelo de investigación, la manera con que Néstor busca en el Che, no un dogma o un modelo a copiar en este

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tiempo, sino pistas para un pensamiento crítico y creativo que nos permita seguir lo fundamental del Che, de su aporte y de su ejemplo; que es la rebeldía, la capacidad de combatir las injusticias, el desafío del poder, la desconfianza ante un sistema que corrompe y coopta a cada paso. Hablábamos de las rebeliones que estos días vamos a salir a recordar en nuestras movilizaciones, y dijimos muchas veces que no alcanza con la indignación y la rabia, que es necesaria también la teoría, las interpretaciones del mundo que permitan también consolidar el ideario y el proyecto, generar organización y fuerzas que actúen más allá del impulso, afirmando una alternativa de poder con acciones y con reflexiones sobre las mismas. Hace falta desarrollar estas teorías en este tiempo, en diálogo con el pensamiento revolucionario más fértil, como es el caso del Che, de Gramsci, de Rosa de Luxemburgo. Y también en diálogo con los movimientos populares que con sus prácticas de lucha rehacen la realidad, la inventan nuevamente, creando condiciones para su transformación. Néstor en sus trabajos habla y discute con los actores del pensamiento revolucionario, indaga en las circunstancias en las que pensaron una u otra idea, y lo hace también con los actores de estos movimientos populares que hoy están en la calle. No lo hace como una fría entrevista, lo hace en la calle, luchando, marchando a su lado. Creo por eso, que es uno de los intelectuales de la revolución que reclamaba Gramsci, que pone pasión en el gesto de descifrar el mundo y aportar a la creación de un mundo nuevo. Entiendo por eso que es necesario el libro, que es importante. Porque necesitamos de estos aportes, en un tiempo que ya no es de la moda, lo que más vende, sino que es parte de la idea de todos los días. Y en este tiempo, planificar el carácter anticapitalista de la lucha, la idea que repetía una y otra vez el Che, de “revolución socialista o caricatura de revolución”, es una manera también de empezar a dialogar con el tiempo actual. No se trata de acomodarnos en las migajas del festín que nos ofrece un poder que todos los días sigue destapando la podredumbre en que se cocinaron cada una de sus leyes. Se trata de crear otro poder, un poder revolucionario, un poder popular. Y para ello, agrupar las fuerzas capaces de combinar el fuego, la rabia, el proyecto. Creo que en esta dirección apunta el libro, que dice que “otro mundo es posible”. A lo que podríamos agregar que otro mundo es necesario, para terminar con todas estas formas de explotación, dominación, opresión, humillación, hipocresía, dobleces.

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Un mundo nuevo, hecho de hombres nuevos, de mujeres nuevas, que tenemos que ir construyendo aquí y desde ahora, en nuestras relaciones, en las maneras que hacemos andar nuestros proyectos populares y revolucionarios, en las formas de construir nuestras organizaciones, en las maneras en que creamos y recreamos también la amistad, el amor o el compañerismo, como valores que no tienen precio en el mercado. En la firmeza para defender los sueños, para evitar que los rematen al mejor postor. En esto también tenemos un ejemplo en el Che, y creo que otro ejemplo en Néstor.

Discurso de Daniel de Santis el 23/12/2003 en Monte Chingolo “No alcanza cola bronca, es la hora de organizarnos…” Hace exactamente 28 años, a esta misma hora, en este mismo lugar, alrededor de doscientos combatientes del Batallón Urbano General San Martín del Ejército Revolucionario del Pueblo iniciaban, no sólo la mayor batalla de la guerrilla, sino la mayor batalla en la lucha de clases en la Argentina. ¿Quiénes se enfrentaron en esa batalla? De un lado estaba la gran burguesía nativa, aliada y socia menor del

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imperialismo, con sus instituciones de poder: El sistema parlamentario, los medios de comunicación de masas, la jerarquía de la iglesia y las fuerzas armadas y policiales. Del otro el pueblo argentino, la clase obrera, el campesinado pobre, los estudiantes e intelectuales revolucionarios, la clase media urbana y rural, quienes de lo pequeño a lo grande, de lo simple a lo complejo, de la filosofía a la acción política, habían ido construyendo, también, sus organizaciones de poder: las organizaciones políticas revolucionarias, el sindicalismo clasista, las coordinadoras de gremios en lucha, las ligas agrarias, el movimiento de sacerdotes para el tercer mundo, los cristianos por el socialismo, las fuerzas armadas de la revolución, sus organizaciones guerrilleras y en particular el Partido Revolucionario de los Trabajadores, dirección política y militar del Ejército Revolucionarios del Pueblo. ¿Por qué, en la actualidad, la burguesía y los reformistas tratan de ocultar al ERP? ¿Por qué tratan de que no quede siquiera su recuerdo? Igual que como hicieron con la sublevación de los esclavos en el imperio Romano, en el siglo II antes de Cristo, quienes durante años mantuvieron la lucha contra los esclavistas; y cuando éstos lograron derrotarlos, el emperador de Roma ordenó que fueran destruidas todas las construcciones que habían levantado los esclavos, que no quedara de ellas piedra sobre piedra, para no dejar ningún rastro de esa ejemplar lucha por la libertad. Pero aunque no quedó nada material no pudieron ocultarla, durante dos mil años el nombre de Espartaco fue levantado por las clases oprimidas cada vez que la idea de la libertad se afirmó en la conciencia de los pueblos. Del mismo modo las clases dominantes han intentado enterrar la historia del PRT y del ERP y en particular de su acción más audaz, más decidida, más emblemática en la lucha por el poder y por la construcción del socialismo en la Argentina. Que no se hable de su grandeza, que no recordemos la pujanza de aquellos combatientes, que no relatemos el desinterés y el altruismo de aquellos jóvenes patriotas, que no veneremos a nuestros héroes y mártires. Y si ello no fuera posible, al menos, que nos avergoncemos ante nuestros hijos y ante nuestro pueblo de haber luchado, de haber tenido la valentía de disputarle el poder al amo imperialista. Pero ¿cómo se explica que los trabajadores y la juventud argentina hayan hecho una gesta tan gloriosa, que para encontrar otras de tamaña magnitud tengamos que remontarnos a las batallas fundadoras de nuestra nacionalidad en la guerra por la independencia de Argentina y América Latina? ¿Cómo se explica que en una misma jornada se dieran cita jóvenes

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heroicos como el tambor de Tacuarí y las niñas de Ayohuma, aguerridos soldados como los infernales gauchos de Güemes, y oficiales revolucionarios como la Capitana Juana Azurduy o el Sargento Cabral? A fines de la década de 1960, la acumulación de fuerzas y experiencias desde el golpe gorila de 1955, con el consiguiente debilitamiento de la alternativa parlamentaria como forma de dominación burguesa, y del triunfo de la Revolución Cubana en 1959, con sus vientos de renacer revolucionario, comenzaban a dar sus frutos organizativos y a extender la conciencia socialista en miles de hombres y mujeres de nuestro pueblo. Es así que el pueblo de Córdoba a fines de mayo de 1969 y el de Rosario en setiembre del mismo año, se levantaron en contra de la dictadura de Onganía y dieron curso al nacimiento de poderosas fuerzas revolucionarias en nuestra patria. Derrotada la dictadura militar por el pueblo movilizado, retrocede y llama a elecciones para desviar y contener el torrente revolucionario, favoreciendo la extensión en la conciencia del socialismo y la consolidación de una vanguardia combatiente. Pero no todas las fuerzas populares tuvieron cabal comprensión de la situación histórica, y muchas apoyaron la alternativa burguesa encabezada por Perón. El PRT intentó responder, también, en el terreno de lucha que proponía la burguesía, organizando un partido electoral y disputar en ese terreno, también, la conciencia de las masas populares. No lo logró por sus propias limitaciones y porque estuvo casi solo en esta batalla contra la burguesía argentina que se unía ante el terror a la Revolución Social. Este momento histórico fue rico en enseñanzas para los militantes populares. Allí vimos cómo la clase dominante que hasta poco antes estaba acorralada por las masas, logró rehacerse y sobretodo cooptar para su política a miles y miles de militantes populares. Este escenario fue propicio para que la derecha, hasta ayer acorralada, iniciara su contraofensiva con la masacre de Ezeiza el 20 de junio de 1973. Pero la pujanza del movimiento de masas era tan grande que un puñado de militantes revolucionarios destacados de su seno, fundamentalmente por la clase obrera industrial, dieran batalla, encabezaran la mayor y más profunda contienda de clases en nuestra patria, la que por primera vez en nuestra historia puso frente a frente a las dos clases extremas: a la gran burguesía y al proletariado industrial, en disputa por la conciencia y la voluntad de las demás clases y sectores intermedios. En el marco de esta cruenta lucha por el poder el PRT, como dirección política y militar del ERP, decidió intentar la toma del Batallón de Arsenales 601 de Monte Chingolo, con el objeto de apropiarse de 20 toneladas de armamento para dar un vuelco en la relación de fuerzas político militares y demorar la consumación de un nuevo golpe militar que

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ya estaba en preparación. Ese día a las 19:45 hs. se iniciaban las acciones con el corte de los nueve puentes que unen la Capital y el Oeste con el Sur del Gran Buenos Aires; se hostigaba al Regimiento 7 de La Plata y las brigadas de la policía provincial de Quilmes, Avellaneda y Lomas de Zamora; se interrumpía el tránsito en los dos caminos que unen La Plata con el Sur de Gran Buenos y se tendían dos anillos de contención alrededor del cuartel de Monte Chingolo. El combate fue encarnizado en muchos de esos puntos, algunos con particular éxito como el de la Avenida Pasco y en el Puente de la Noria. En nuestro caso nos tocó cortar el puente del camino de Cintura sobre el río Matanza. Allí una escuadra del ERP, mal armada, cruzó muchos automóviles particulares y un gran camión tanque y derramó el gasoil que contenía, provocando con él un enorme incendio. A las 19:15 hs, una columna de camiones y carriers del Regimiento 3 de La Tablada rompió la contención y se dirigió hacia Lanús. La enorme diferencia de fuerzas evitó que entráramos en combate. Recuerdo que en la contención de la calle Montevideo estaba un compañero del Secretariado de la Regional Sur al que le decíamos Juancito. Ese nombre se lo habíamos puesto porque era muy delgado, blanquito, casi transparente. Alejandro Bulit, que así se llamaba Juancito, intentó tirar una granada de fabricación casera -la granada había sido alterada en su funcionamiento correcto por un agente enemigo infiltrado en nuestras filas-, entonces Alejandro acciona el encendido de la granada y aparentemente este no funciona. Alejandro mira el mecanismo y en ese momento explota la granada destrozándole el rostro y una mano. Debido a una reciente investigación sabemos que sus compañeros, dándolo por muerto e inmersos en el combate, lo dejaron allí. Luego el enemigo lo recogió moribundo y lo tiró al Riachuelo para que se ahogara. Alejandro reaccionó con el agua y, pese a su estado, comenzó a nadar. Le tiraron varias ráfagas acribillándolo a balazos. Alejandro Bulit o Juancito era un muchacho de 25 años que no aparentaba gran fuerza muscular, parecía debilucho, pero una vez más demostró que su fortaleza provenía de su mente, de su ideología, de su convicción en la revolución y del amor a su pueblo. A esa misma hora 70 aguerridos combatientes al mando del Capitán del ERP Abigail Attademo iniciaban el asalto al cuartel. Ni bien entraron se encontraron con nutrido fuego de ametralladoras antiaéreas y fusilería desde varios puntos, haciendo evidente la preparación previa y con ella la pérdida del factor sorpresa. De todas maneras el empuje de los asaltantes era tan grande que tomaron parcialmente el cuartel, la guardia central, varios puestos de la guardia y la compañía Servicios. Era tal el empuje de los combatientes del pueblo que las fuerzas del ejercito burgués, que los doblaban en número y multiplicaban varias veces su poder de fuego,

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sintieron que perdían el control de la situación y que el Cuartel caería en las manos insurgentes. Ello no se pudo concretar por la llegada de los refuerzos del Regimiento 3 de La Tablada y el Regimiento de Infantería 1 de Palermo. Pese a la enorme superioridad del ejercito opresor los combatientes del pueblo se reorganizaron y provocaron un contraataque para favorecer su propia retirada. ¿Cómo se explica tanto coraje, tanto heroísmo, tanto despliegue de preparación combativa y combatividad? ¿Cómo explicar que habría que remontarse a las batallas de la guerra de nuestra primera independencia contra el colonialismo español para encontrar hechos que se le puedan comparar? La única explicación es que los combatientes revolucionarios del ERP estaban conscientes de ser protagonistas de una batalla decisiva por la segunda independencia nacional, esta vez en contra del imperialismo norteamericano, principal enemigo de la humanidad y de los pueblos argentino y de toda América Latina. Compañeros: ¿Yo les estoy proponiendo que vayamos a tomar un cuartel? ¿Yo les estoy proponiendo que es la hora de tomar las armas? ¡No! Yo les estoy diciendo que es la hora de organizarnos, de prepararnos para reiniciar la lucha por el poder con la misma determinación que lo hicieron nuestros hermanos hace 28 años. Pero para lograr nuestros objetivos tenemos que ser millones, no alcanza con la bronca de algunos cientos o de varios miles. Entonces, a todas las tareas de organización tenemos que agregarle una muy importante: aprender a disputarle la conciencia de los hombres y mujeres del pueblo a la burguesía. ¡Esa es la lucha fundamental en este momento! Hoy aquí somos trescientos compañeros, cada uno de nosotros debe acercarse a su vecino, a su compañero de trabajo o de estudio, a su amigo, y convencerlo de lo que nosotros ya estamos convencidos. Y para lograrlo tenemos que partir de su nivel de conciencia y no de nuestro estado de ánimo. Porque nosotros ya estamos convencidos, y si vamos con toda la bronca que tenemos por todas las injusticias, quizás el compañero no nos comprenda y no nos acompañe. Entonces tenemos que aprender a ser maestros de nuestros compañeros,

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y para eso es bueno no olvidarse de cómo pensábamos nosotros antes de estar concientizados de la necesidad de la revolución. Entonces así encontraremos la paciencia necesaria, las palabras adecuadas, las propuestas justas, y mañana seremos miles. Y esos miles serán nuevos educadores de su pueblo para pasar a ser cientos de miles y, luego, millones. Nuestras propuestas, nuestras ideas deben lograr enderezar la voluntad del 75 o quizás del 80 % de la población detrás del objetivo revolucionario. Nuestra lucha no debe ser sólo por objetivos aislados: un bolsón de comida, un plan trabajar, un puesto de trabajo, un salario justo, o una salita y una calle de asfalto, o agua potable y cloacas para el barrio. Tenemos que pelear por eso y por mucho más. Pero además nos tenemos que preparar para ser poder, para saber y poder gobernar este país. Tenemos que prepararnos para dirigir la economía, la salud y la educación, para organizar al pueblo en su participación en una democracia directa. Tenemos que aprender a defender ese poder conquistado. En síntesis, tenemos que prepararnos para sustituir el poder de la burguesía y el imperialismo por el poder del pueblo revolucionario. La disputa de la conciencia de las masas es una lucha ideológica, pero en cierto punto comienza a ser una lucha política, es parte de la lucha política. Entonces tenemos que aprender a hacer política, de la buena, la nuestra, una política revolucionaria. En la izquierda argentina no sabemos hacer política, pasamos de la lucha reivindicativa a la lucha ideológica y nos salteamos - porque no sabemos y porque no tenemos fuerza suficiente - la lucha política. Y ¿qué es la lucha política? Es saber valorar las relaciones de fuerza entre las clases enfrentadas y de acuerdo a esas relaciones de fuerza dirigir nuestras acciones para que después de cada una de ellas nuestras fuerzas sean mayores y las del enemigo de clase menores. Pero para hacer política es necesario tener fuerza, si no tenemos fuerza lo que hacemos es ideología, que está bien que la hagamos porque es parte de nuestra lucha, pero no alcanza. Es por esto que la política es lo que más nos cuesta aprender a las fuerzas revolucionarias porque para hacerla hay que tener fuerza, es como el problema del huevo y la gallina y allí radica, hoy, la sabiduría de los militantes revolucionarios, resolver ese "misterio": ¿cómo comenzar, con las pocas fuerzas que contamos, a hacer política revolucionaria? Nuestros compañeros, a quiénes hoy estamos recordando, estaban aprendiendo a hacer política a disputarles espacios de poder a la burguesía. Eso también hemos perdido en estos años y tenemos que

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recuperarlo. Y la política no se hace siempre en el terreno que nosotros elijamos. El terreno de la lucha política, las más de las veces, lo elige el que tiene más poder, en este caso la burguesía. Si no aceptamos esta parte de la verdad no aprenderemos a desarrollar la lucha política de la clase obrera y del pueblo. A veces podremos, con inteligencia y audacia, determinar el terreno de esa lucha, pero, repito, las más de las veces el más fuerte elige el terreno de la lucha, es por ello que las fuerzas revolucionarias deben desarrollar la astucia. Nos han arrebatado la idea de que nosotros, el pueblo, los que trabajamos con nuestras manos, los que hacemos todos los bienes que se ven sobre la tierra, los que hemos sido empujados a la pobreza, a todos nosotros nos han arrebatado la idea de que tenemos derecho al disfrute de los avances de la técnica, a la idea de ser feliz en nuestra vida cotidiana. Compañeros: ¡Nosotros también tenemos derechos, nuestros chicos también tienen derecho a jugar en libertad, a tener algo más que un plato de comida! ¡Tenemos que soñar con un mundo en el que el pueblo alcance la felicidad colectiva y ese mundo hasta ahora se llamó un mundo socialista, un mundo constituido y construido por hombres y mujeres con una nueva conciencia solidaria y socialista. Ese mundo es por el que lucharon y murieron nuestros compañeros. Desde aquí les decimos una vez más: Gloria eterna para los héroes de Monte Chingolo! Rebelión

El sonido y la furia El 23 de diciembre de 1975, el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) intentó copar eBatallón de Arsenales Domingo Viejobueno, cerca de la localidad bonaerense de Monte Chingolo. Por el despliegue de medios y hombres, por la duración del combate, la envergadura del teatro de operaciones y el número de víctimas que se cobró, el episodio Monte Chingolo pasó a la historia como el mayor combate librado en el país entre fuerzas guerrilleras y estatales. Casi 30 años después,

Gustavo Plis-Sterenberg –entonces un simpatizante orgánico del ERP y ahora un músico de prestigio internacional– exhuma las voces de los sobrevivientes, reconstruye el enfrentamiento en Monte Chingolo-La mayor batalla de la guerrilla argentina (Editorial Planeta) y habla con Radar sobre la relación que mantenía a mediados de los ‘70 con la

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organización armada, el trabajo de investigación que el libro le exigió, la minuciosidad obsesiva con que lo emprendió y también sobre el extraño derrotero –a la vez fatal y azaroso– que lo llevó desde la pólvora y la sangre argentinas hasta Rusia, hasta la remota San Petersburgo, donde actualmente dirige la orquesta del teatro Mariinsky (ex Kirov). Por Susana Viau Gustavo Plis-Sterenberg es graduado en el Conservatorio Nacional, diplomado en Composición y Dirección Sinfónica del Conservatorio Rimsky-Korsakov de San Petersburgo, director asistente de Mstislav Rostropovich y Valery Gergiev, becado por el Ministerio de Cultura de la ex URSS y por el Mozarteum Argentino y director permanente de la orquesta del Teatro Mariinsky. Alto, delgado, afable, parece tener bastantes años menos de los cincuenta que bordea. Llega con su hijo, León. El chico está conectado a un walkman que lo aísla de conversaciones escuchadas decenas de veces, y cuando se aburre se recuesta sobre el escritorio y dormita. “Leoncito me acompaña a todas partes”, advierte Plis-Sterenberg a modo de presentación. Tres años le llevó la minuciosa reconstrucción del intento de copamiento del Batallón de Arsenales Domingo Viejobueno, la historia que bajo el título de Monte Chingolo-La mayor batalla de la guerrilla argentina acaba de publicar Planeta. Cualquiera podría preguntarse cuál fue el cortocircuito que fundió al compositor premiado en el IV Concurso Internacional de Música de Viena con las ametralladoras y los helicópteros artillados de aquel atardecer del 23 de diciembre de 1975. Sin embargo, la explicación es sencilla: el muchacho que Plis-Sterenberg era entonces tenía la categoría de “simpatizante organizado” del PRT-ERP. “Sentí que estaba haciendo lo que debía”, dice, y agrega que su intención fue mostrar a los protagonistas de esa jornada tal como eran: seres comunes “a los que les gustaba el rock”. O que tocaban el piano, como el simpatizante organizado que acabó dirigiendo la orquesta del Kirov. ¿Cómo fue a dar a San Petersburgo? –Cursando los últimos meses del Conservatorio Nacional, una comisión de maestros de la URSS pasó por allí. Habían recorrido varias capitales viendo cómo funcionaban los conservatorios del exterior. El rector les recomendó conversar conmigo. Les dijo que había un muchacho que tocaba el piano, que componía y dirigía. A ellos les interesaron mis trabajos, que eran más bien experimentos musicales, y se llevaron unas fotocopias. A los pocos meses me llegó una invitación para ir a estudiar: me costeaban todo, decían que las obras eran muy interesantes, que había que desarrollarlo, que durante cinco años me pagaban. Y me dieron la beca. Era 1986. ¿Desde el ‘76 al ‘86 estuvo en la Argentina? –Bueno, salvo en dos momentos, siempre estuve aquí. Estuve en Israel porque había habido un problema de seguridad en la organización en la que yo estaba, y en el ‘79 estuve en Nicaragua, en una acción humanitaria

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durante la Guerra Civil, como socorrista de la Cruz Roja. ¿Por qué como socorrista? –Había estudiado medicina y quería participar de la lucha contra la dictadura, porque sentía que no era sólo luchar contra la dictadura en Nicaragua. ¿Se compatibilizaban la medicina, la música y la militancia? –Con dificultad, pero la presión de mi mamá fue muy importante: siempre me apoyó y estimuló mi vocación por la música. ¿Es porteño? –Sí, pero mi papá era de una ciudad relativamente importante de Ucrania, parte del imperio ruso. Mis abuelos paternos tuvieron que irse en el año 21 para evitar que fusilaran a mi abuelo, que estaba en un partido socialista moderado que se oponía a los bolcheviques. Sería un poco menchevique su abuelo... –No, no era menchevique; era del Bund. Era un cuadro importante, y durante el régimen zarista había estado deportado en Siberia. Él me contó cosas acerca de la dureza de la deportación. Mi madre nació en Buenos Aires, pero sus padres eran de la ciudad de Boff, que antes era Polonia y actualmente es Ucrania occidental. Todo apuntaba para allá. –Todo. Usted habló de un problema de seguridad en la organización en la que estaba. Me imagino cuál era. –No, te imaginás mal, porque yo fui simpatizante organizado del PRT y me separé por diferencias, por posiciones que no compartía, errores que yo consideraba políticos. Por ejemplo, el PRT siempre dijo que la política presidía la acción. Tenía varios frentes: el estudiantil, donde yo estaba, el frente sindical, el frente militar, que era la parte del ERP. Yo me acerqué en la época del congreso del FAS de Rosario. Bueno: el PRT siempre privilegió la política, y sin embargo en Monte Chingolo se intentó generar un cambio político a través de un operativo militar. Había un gran repliegue de las movilizaciones de masas, producto de la represión y otros factores. Y el PRT, en vez de acompañar ese retroceso, siguió a la ofensiva. Ahí fue cuando se incorporó a otra organización. –Me incorporé con muchas diferencias, y ésa ya no era una organización armada. Lo que más hice allá durante la dictadura fue activar en derechos humanos, en las comisiones de familiares, organizando pequeñas movilizaciones, campañas financieras. ¿Allá dónde, perdón? –¿Allá?... Acá. Estoy pensando que estoy en Rusia. Incluso me tuve que ir de mi casa: nadie sabía dónde vivía por razones de seguridad. En el ‘75 habían matado a los primeros militantes de la fábrica Miluz. El ERP, como acción de represalia, ajustició al gerente de la empresa. En ese momento, la represión, la Triple A, todo era un descontrol. ¿Qué pasó para que después de tantos años y tan lejos apareciera la idea de trabajar este tema? –Yo volví a la Argentina con ciertas dudas. Había leído algo sobre los años

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‘70, y me llamó la atención que en esos libros era como si toda la resistencia hubiera sido peronista y montonera, como si el PRT prácticamente no hubiera existido. Y si aparecía en algo era en el arrepentimiento. Así que traté de ubicar al que había sido mi responsable, Cacho. No lo pude localizar, pero encontré a una Madre de Plaza de Mayo a cuyo hijo, que era de Medicina, también le decían Cacho. A raíz de eso hubo contactos y reuniones con ex compañeros. Se pusieron a hablar. Escuchándolos me di cuenta de que era una pena que toda esa historia se perdiera. Corrí a casa y busqué un grabador y empecé a grabar sin saber bien para qué: creía que podía servir para un archivo o algo así. Fueron los primeros tres casetes. Después comprendí que ese material me servía para explicar un poco la militancia. Explicar por qué jóvenes comunes, de clase media o proletarios, gente que vivía en la Capital o en barrios humildes o en villas, a los que les gustaban el rock y los cantantes melódicos, tomaban las armas y se iban a asaltar un cuartel. El tema de Monte Chingolo daba la oportunidad de explicar cómo había sido la gente del PRT-ERP. A mí el episodio me había impresionado mucho, me había dado una pena muy grande. Yo ya no estaba en el partido, pero sentí que con eso empezaba el fin del sueño revolucionario. Ese es el inicio del libro... –Así empecé a buscar testimonios, personas, documentos, archivos. Fueron tres años de trabajo muy fuerte, en los que traté de tomar distancia para, después de 28 años de ocurrido el combate, encontrar una explicación que no fuera sólo política. También quería darles a los oponentes la oportunidad de exponer su punto de vista. Entre ellos me he encontrado con gente que no quiere hablar, que hizo como un voto de silencio porque no tiene motivos para enorgullecerse. Y hay otros que pensaban que estaban combatiendo a la subversión y creían que lo hacían con honestidad; por ejemplo, el soldado Nessi, que resultó herido en el combate, o un oficial que me llegó a decir: “Yo los respeto porque combatieron por un ideal, sabiendo que tenían un armamento muy inferior al nuestro. Para mí calificaron con un puntaje muy alto”. Pero, claro: ese oficial no hizo carrera dentro de las Fuerzas Armadas. Tuve que andar mucho para lograr los testimonios: busqué en España, en México, en Finlandia, en Argentina, en Buenos Aires, en las villas. A muchos de esos lugares me acompañó Leoncito. ¿Leoncito por Trotski? –No, por mi abuelo. Fue una búsqueda muy difícil: había quedado muy poca gente viva, y cuando encontraba a alguien lo exprimía como a una naranja. Después tuve que cruzar los testimonios, porque el tiempo –involuntariamente– afecta la exactitud y cuando los cotejaba me encontraba con contradicciones. Pero poco a poco todo fue tomando forma. Otra gran ayuda fueron los informes de los propios militares, que con una minuciosidad muy particular describen detalles que se me hizo necesario interpretar. Detallan, por ejemplo, el aniquilamiento de un grupo de militantes, pero sin precisar el momento en el que ocurre. Si se lee con ingenuidad el informe, parece que todo hubiera sucedido durante el combate, y sin embargo fue muy posterior; no fue un enfrentamiento:

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fue un asesinato de prisioneros. Para reconstruir el combate de Villa Domínico tuve que leer los informes de 36 agentes de la Policía Federal. Cruzándolos reconstruí su visión de la batalla. ¿Cómo obtuvo los documentos militares? –Bueno, yo estuve en todas las instituciones militares. Me costó mucho, y no conseguí todo lo que pretendía. Hay materiales que están escondidos. Lo creo porque me lo dijeron personas que me entregaron otros informes. Por supuesto que hubo quien se negó a dar datos. A través de Internet conseguí el teléfono del jefe de la Jefatura II de Inteligencia de Ejército. Pero el interrogado terminé siendo yo, porque este oficial me preguntó dónde había encontrado su número, cuál era mi nombre, mi teléfono, mi dirección, mi ocupación y mi número de documento. Dijo que después me facilitaría la información. Le contesté lo que me pedía, pero le aclaré que el historiador era yo. Cuando lo fui a buscar al comando no lo encontré. Nunca lo pude ver. Fracasos de esos hubo varios, aunque también tuve pequeños éxitos. Había todo un mito de que en Monte Chingolo una guerrillera escondida logró esconderse y vio todo. La llamaban “La Petisa”. Todos sostenían que esa historia no era cierta, que esa mujer no existía. Y yo busqué y busqué hasta que apareció. Otro: todos los informes militares decían que el PRT no había entrado por los fondos del cuartel, no había cruzado la línea de ingreso. Yo, en cambio, tenía el testimonio de un militante que había leído un papelito escrito por un guerrillero y el papelito decía que había llegado hasta el depósito y cortado los alambres. Supe que esa persona estaba viva y la busqué por Europa. Viajé varias veces a España hasta que la encontré, y logré que me diera un testimonio invalorable de lo que pasó aquel 23 de diciembre del ‘75. Debe haber sido muy complicado ordenar el caos que fue la batalla de Monte Chingolo. Establecer secuencias, ubicaciones, roles. –Mi casa en Rusia estaba llena de papelitos. Yo anotaba en hojas que después recortaba y ordenaba en pilitas. Llegué a tener más de cien pilitas: esto pertenece a este lugar, esto a este otro... Y después a entrecruzar, como un rompecabezas. Para reconstruir lo de Villa Domínico tuve que recortar los testimonios de los policías, porque cada uno pertenecía a un móvil distinto y describía a quien tenía delante en función de su ubicación. Uno, por ejemplo, decía: “Yo vi a una mujer vestida así y así”; otro relataba lo mismo y yo, entonces, los ponía juntos. La gente de la villa recuerda mucho de esa noche. Hay un muchacho que se llama Cristian Vitale que publicó en La Maga un trabajo muy bueno sobre la actitud de la gente de la villa, y algunos de sus comentarios yo los reflejo en el libro. Los combatientes decían “Soy del ERP” y la gente los ayudaba, les daba ropa para cambiarse. Conozco una sola excepción: un vecino de cerca del Puente de la Noria que denunció a un combatiente que estaba herido. Cuando los compañeros fueron a rescatarlo no lo encontraron: la policía ya se lo había llevado. Pero incluso a ese militante delatado, la gente de la villa lo había protegido a lo largo de toda la noche anterior. De todos los personajes que surgieron en su investigación, de todo ese universo que participó en la batalla de Monte Chingolo, ¿cuál fue el que más le impresionó?

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–Silvia Gatto, la teniente Inés: por su integridad como ser humano. Era madre de dos chicos y acompañaba a su marido en todo. Cuando a él lo detuvieron ella siguió adelante y se destacó en tareas de mucho riesgo. Al mismo tiempo mantuvo una actitud amorosa con sus dos criaturas; nunca perdió la sensibilidad que la había llevado a integrar una organización que trataba de cambiar una realidad injusta. ¿Qué sensación tuvo al terminar ese libro? –No tengo una respuesta impactante. Lo sentí como un deber cumplido; sentí que había hecho lo que tenía que hacer. Conté, mal o bien, la verdad de un suceso que estuvo oculto. Muchos pretenden que la discusión sobre el tema está cerrada. A mí me parece que todavía estamos muy lejos de eso. ¿Hay algún punto en el que hoy se encuentren la música y aquella etapa de su vida? –Son etapas muy diferentes, pero tienen puntos en común. En Nicaragua venían guerrilleros a la base de la Cruz Roja porque había una huelga de hambre de los trabajadores de la salud. Hacían discusiones políticas y todo terminaba siempre cantando. Un día pusieron el grabador y un campesino, un guerrillero de la GPP sandinista –un indio con unos dedos gordos–, empezó a tocar la guitarra y a cantar una canción que hablaba de los pajaritos y las avecitas. El campesino las imitaba. Me regalaron el casete y lo guardé. Más de una vez, allá, en Rusia, hice obras para música de cámara basándome en los temas que había recopilado con el grabador. ¿Lo defraudó el reencuentro con quienes fueron sus compañeros? –No, de ningún modo. Fue una alegría comprobar la integridad moral de esa gente. Me enorgulleció haber compartido con ellos un pedacito de esa historia. ¿Y ellos? ¿Los sorprende el personaje que usted es? –No sé. Una vez se presentó un libro de Daniel De Santis en Córdoba, en Luz y Fuerza, y fui para contactarme con una persona importante que me iba a dar su testimonio. Esa noche yo dirigía el Cascanueces en el Teatro Libertador. Como me quedaban justo cuarenta minutos antes de que empezara la función de ballet, me había ido con el frac. Con la manía de la izquierda de citar a las siete y empezar a cualquier hora, lo perdí. Pero él sí reparó en mí, por la ropa. Después, cuando le explicaron, dijo: “¡Ah! ¿Así que era el pianista?” Pagina 12, 12/01/04

Crónica de una masacre anunciada Comentario sobre el libro "Monte Chingolo" "La mayor batalla de la guerrilla argentina", de Gustavo Plis-Sterenberg El 23 de diciembre de 1975, el ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo) emprendió la acción guerrillera de mayor envergadura de la historia latinoamericana: el intento de

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copamiento del Batallón de Arsenales 601 "Domingo Viejobueno", ubicado en la localidad de Monte Chingolo, en el sur del gran Buenos Aires. El ERP tenía un doble objetivo para llevar a cabo semejante operación, uno político y el otro militar. El primero era retrasar el inminente golpe de estado, mediante una acción que mostrara la debilidad del Ejército ante la opinión pública. El segundo era apoderarse de toneladas de armamento que en teoría se encontraban en los arsenales del batallón. Sin embargo, un infiltrado del ejército lo puso sobre aviso y los combatientes del ERP corrieron hacia una trampa mortal. La masacre fue el puntapié inicial para el derrumbe definitivo del ERP, que fue diezmado por el ejército en los meses siguientes. Bien, si creen que les conté el argumento del libro... es cierto. Sin embargo, no les cuento nada que no se sepa ni tampoco afecto ni un ápice el interés del potencial lector. ¿Por qué? Porque el autor hace aquí lo mismo que Gabriel García Márquez con "Crónica de una muerte anunciada": arranca por el final y entonces nos lleva, junto a los militantes del ERP hacia ese final que nosotros conocemos, pero ellos no. Confieso que hacía mucho que un libro no me llenaba tanto de angustia como este. Su lectura me llenó los ojos de lágrimas por momentos, me hizo dormir muy mal en otros, me desbordó de desesperación y rabia en otros tantos. Y, por sobre todas las cosas, me hizo preguntarme repetidas veces "por qué". Por qué el ser humano puede llegar con tanta facilidad a tantos extremos. Por qué puede ser tan altruista y por qué puede ser tan sádico. Por qué puede ser tan inocente y por qué puede ser tan hijo de puta. Por qué puede ser tan solidario y por qué puede estar tan cargado de odio. Claro, todas esas preguntas quedan sin respuesta. Aunque hay algo que queda sellado en mi cerebro: nunca, jamás, una idea puede valer más que una vida humana. ¿Qué tiene este libro que lo hace indispensable por encima de otros textos que tratan el tema? La respuesta es sencilla: la manera en que está escrito. El autor reconstruye minuciosamente la previa al ataque, el ataque en sí y sus consecuencias, pero todo ese enorme trabajo no sería más que un encomiable esfuerzo de investigación destinado a un manual sino fuera por lo otro, por las voces. Porque el libro esta contado, casi en su totalidad por los protagonistas de los hechos. Donde no son ellos quienes los cuentan (no olvidemos que buena parte de ellos están muertos o desaparecidos en el caso del ERP, o son reacios -como mínimo- a hablar del tema, en el caso de los militares, excepción hecha de los colimbas), Plis Sterenberg reconstruye diálogos y situaciones a partir de innumerables testimonios recogidos con paciencia china. Eso es lo que permite sentir prácticamente que se está allí, que se conoce a esa gente. Uno puede compartir sus temores, sus dudas y también su entusiasmo. Y uno asiste, impotente y horrorizado, a su espantoso final. Y también se llena de bronca, porque ya sabe que la cosa va a terminar así. El libro también dispara en el lector -más allá de que no hay dudas de la simpatía del autor por el PRT/ERP- un durísimo cuestionamiento hacia los

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líderes de ese movimiento. Porque muchos de los miembros de Inteligencia ya sabían que había un infiltrado, que ese infiltrado había entregado a tres de los principales jefes guerrilleros, quienes conocían en detalle el operativo, y que eran altísimas las posibilidades que el Ejército supiera del ataque y que los estuviera esperando. Cualquier tipo de lógica indicaba que había que suspender el ataque, porque estaba destinado al fracaso. Y ese fracaso, además, implicaba la muerte de decenas y decenas de compañeros. Pero los mandos del ERP llevaron a cabo la operación de todas maneras. ¿Por qué? A mi juicio, el ERP hizo gala una vez más de aquello que lo marcó en todo momento: una sobreestimación de sus fuerzas, errores estratégicos y una lectura equivocada de la realidad. El PRT/ERP quiso trasladar a la Argentina la Revolución Cubana con la pequeña diferencia de que Argentina no es Cuba. Y eso se aplica a varios aspectos, entre los que se cuentan las dimensiones del país (con lo que eso implica en cuanto a logística, movilidad, etc. para desarrollar una guerra de guerrillas), su composición social (el PRT/ERP insistió siempre en la ignorancia del peronismo como fenómeno de masas exclusivo -y excluyente-de nuestro país, un error que le costó demasiado caro) y que el ejército argentino definitivamente no era la banda de rejuntados que era el ejército de Batista. Es decir, y hablando "en porteño", me parece perfecto si querés hacer la Revolución, de hecho -a pesar de no compartir la violencia política como método- las circunstancias político-sociales que vivía el país desde el '66 en adelante invitaban a soñar con una Revolución que cambiara todo y le diera un poquito, aunque sea, de justicia e igualdad a la gente. Pero si vas a hacer la Revolución, hacela bien. Y eso es lo que nunca entendieron los capos del ERP (más allá que el grado de pelotas que tenían Santucho, Ledesma, Menna y tantos otros está fuera de discusión y era admitido hasta por sus enemigos), quienes no quisieron ver que el pueblo no se iba a levantar en armas jamás. Esto llevó a que se cometieran demasiadas errores, siendo el más grosero de ellos el de Monte Chingolo. Claro, esos errores, además costaron vidas. Y una porción demasiado grande de esas vidas perdidas hacen todavía más criticable la irresponsabilidad de los líderes del ERP. Porque me podrán decir lo que quieran decir, pero un pibe de 18 años es energía pura, está cargado de ideales, pero no sabe nada de la vida, del valor de su propia vida, como para mandarlo a morir por un compilado de ideas. Y porque no hay excusa, ni causa válida para que minas embarazadas, o madres de chiquitos de dos meses de vida, conviertan en huérfanos a sus hijos. ¿Querés hacer la Revolución? Reclutá tipos de 25 años para arriba, entrenalos, equipalos (otro error del ERP, nunca quiso comprarle armas a los soviéticos y por eso muchos de sus combatientes estaban armados con poco más que matagatos) y que vayan a combatir. Pero no pendejos, no madres. Algunos testimonios del libro, en ese sentido, me revolvieron las tripas y me hicieron pensar de aquel que testimoniaba: "Todo bien, chabón. Pero sos un pelotudo. Estás enfermo de fanatismo". El marido de Silvia Gatto, madre de dos hijos que terminó literalmente desmembrada

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por una bomba de mortero la recuerda como "un cuadro político muy entusiasta (...), ella era un ejemplo de las virtudes del PRT (...)". Lees eso y decís: "¿Me estás jodiendo chabón? ¿Un cuadro político? ¿Ese es tu recuerdo de la madre de tus hijos? ¿Tamaña pelotudez les vas a contar cuando te preguten por ella?". O, más adelante, cuando otro combatiente recuerda que en su grupo había varios adolescentes, y lo entusiasmados que estaban antes de ir a combatir, y lo lindo que era verles las caritas mientras cantaban la marcha del ERP. Y tambien ahí, es imposible no pensar que el que está hablando es un enfermo... Pero, por otra parte, es imposible no admirar el valor y la convicción de los combatientes del ERP. O acompañarlos, comprenderlos, empatizar con ellos cuando se reproducen sus charlas, esas charlas exentas de la verborragia partidaria y llenas de pasión por sus ideales, de solidaridad con aquellos que la necesitaban. Y es imposible también no llenarse de náuseas ante la cobardía, la hideputez y el sadismo del ejército, de ese ejército que "no era el de San Martín" como dijo uno de los padres de los caídos. Cobardía porque -como hicieron en Malvinas- los que fueron al matadero fueron los colimbas (de las cuatro bajas del ejército, tres fueron colimbas y uno fue un sargento), pibitos que -como los del ERP- casi no entendían ni lo que estaban haciendo, y que -a diferencia de los del ERP- ni siquiera querían estar allí. Hideputez porque ejecutaron a los heridos y a los que se rendían, y porque salieron a masacrar sin ton ni son a la gente de la villa lindante por el hecho de estar ahí al lado y de haber "colaborado con los extremistas". Sadismo porque, a diferencia de lo que el ERP hacía con sus prisioneros, los milicos los torturaron de las maneras más atroces, los mataron de las maneras más espantosas y, no contentos con eso, asesinaron a los familiares. Un compilado de cobardes hijos de puta que probablemente solo conseguían tener una erección matando a culatazos a una mina embarazada o aplastando heridos con una tanqueta. Todo justificado por un compilado de ideas y el odio que ellas generan... Este libro no es un libro más, es de esos que te dejan hecho un moño, en carne viva. Pero es necesario, es indispensable para entender qué caminos hay que evitar recorrer, siempre. Es crucial para desmitificar la épica de la violencia y para comprender que ésta no puede ser solución nunca, porque solo genera muertes sin sentido. Y que, como dije antes, una idea -cualquiera sea su signo- nunca puede valer más que la vida de un ser humano. Nunca.

Beto9, http://ar.livra.com/review.asp?R=567893

Entrevistas a Gustavo Plis-Sterenberg "Monte Chingolo sólo se explica desde la desesperación política" Entrevista a Gustavo Plis-Sterenberg por Carlos

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Torrengo Gustavo Plis-Sterenberg es pianista y diplomado en Composición y Dirección Sinfónica y de Opera en el Conservatorio Rimsky-Korsackov de San Petersburgo, Rusia, país donde reside desde hace años. Y en Argentina acaba de publicar “Monte Chingolo, la mayor batalla de la guerrilla argentina”, libro excepcional. "Bajo la presión de una política de exterminio, el PRT-ERP se olvidó de la política y del debate crítico" Dónde estuvo usted, desde dónde vio lo hecho y sucedido con el ERP? - Disculpe, de eso no voy hablar. Es un tema muy íntimo. - Esta bien, lo imagino. Pero tengo la impresión de que el libro se explica vía una catarsis muy bloqueada de cuestiones que usted sabrá, una cosa así como sacarse de encima algo de una vez y por todas... - Sí, me saqué de encima un peso. Fue muy difícil escribirlo, fue duro traer aquellos hechos al papel. Pero me alentaba una necesidad: explicar el por qué de la militancia, de tanta entrega, tan total. Era necesario contar por qué tanta gente joven y no tanto, de extracciones sociales, culturales, etc., tan distintas, habían tomado las armas. Algo complejo de comprender hoy, ante la frivolidad, la ligereza, la superficialidad conque se vive. Además me alentó el silencio que hay sobre el PRT-ERP, un intento de toma del poder desde lo político-militar muy significativo, una fuerza que tuvo 100 mil ejemplares diarios con “El Mundo”, tirada semanal de 25 mil con “Estrella Roja” , “El Combatiente” con 20 mil. - ¿Qué lecturas hace usted de esas tiradas? - Inserción en la distintas franjas de los argentinos. De todo esto nace mi libro. Además, tenía necesidad de explicar cómo había sido Monte Chingolo. La historia de esa batalla se reduce a una palabra: Terrorismo. ¿Pero cómo se explica que ante toda la maquinaria militar, un pequeño grupo guerrillero tuvo el respaldo de la gente humilde que vivía cerca del cuartel? Gente que pagó con sangre y persecución ese respaldo... - Pero quien lee con reflexión su libro percibe si no desprecio, al menos cierto acritud para con Montoneros, casi como diciendo “el PRT-ERP también cuenta”. - Es correcto. Salí al cruce de una idea muy pregonada cuando se recuerda y hace la historia de aquellos días: que Montoneros eran los únicos que habían desafiado al sistema y resistido al poder militar. - De lo publicado hasta hoy, de la tradición oral sobre todo aquel tiempo, se puede llegar a concluir que el PRT-ERP era, desde lo ideológico, el enemigo más duro del sistema. ¿Es así? - Por algo el ejército, la mayor fuerza armada del país, se dedicó al PRT-ERP y lo exterminó. Muy poca gente de esas estructuras logró sobrevivir. Cosa que no hizo la Armada, que se dedicó a Montoneros y que negoció con centenares de militantes y jefes de esa organización. Massera se reunió con Firmenich en Europa y muchos montoneros se sumaron a los proyectos políticos de Masssera. Esa relación era impensable entre Videla

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y Roberto Santucho. Campo de Mayo fue el lugar donde se exterminó al PRT-ERP, los que sobrevivieron eran porque habían sido detenidos por equivocación. Es más, la única militante del PRT que salió con vida de ese lugar fue la hija de un pastor norteamericano, que zafó gracias a la intervención del entonces presidente Gerald Ford. - ¿Se puede inferir que hubo distinta fiereza en la aplicación de la tortura según si era PRT-ERP o Montoneros? - La tortura se aplicó con distintos grados de ferocidad sin mayor elección, algo que tenía que ver incluso con el capricho de los torturadores. - “Y más duele recordarla”, dice un personaje de Malraux. - Sí, sí... por eso a quien ha sido torturado generalmente no se le pregunta sobre el tema si es que el tema no lo instala él... Pero en cuanto a la pregunta, lo concreto es que para el PRT-ERP, la tortura siempre, inexorablemente siempre, fue un paso previo, ya decidido por la represión: el asesinato. Obtención de información, seguir torturando por venganza o lo que fuere y luego la muerte. En relación con Montoneros, esto no fue tan así... Por algo sobrevivieron tantos militantes y colaboradores de la organización. Es una realidad. Y mucha de la infiltración que hicieron los servicios de inteligencia sobre el PRT-ERP, se logró mediante gente de Montoneros y otras organizaciones armadas peronistas. - Santucho llega muerto a Campo de Mayo y hay injurias a su cuerpo ya muerto, algo muy ancestral en la historia del continente. A Tupac Amaru y toda su familia los descuartizan y tiran sus restos en distintos puntos del imperio. En El Salvador, el mayor D’Abuisson coleccionaba, en tarros, testículos de guerrilleros... década del ’80. A Eden Spadafora lo asesinan, le cortan la cabeza y se la envían de regalo a Noriega en una bandeja. Y aunque usted dice lo contrario en su libro, la historia oficial dice que el ERP estrangula, mientras está preso, al teniente coronel Ibarzabal. - Eso dice la dictadura, pero no fue así. Muere el 20 de noviembre en la intersección de San Martín y Donato Alvarez, San Francisco Solano, mientras el ERP lo trasladaba y la policía intercepta la columna y ametralla la camioneta en la que iba Ibarazabal. El ERP mató, sí, pero jamás torturó. - Pero ejerció presión psicológica . El caso del “Oso” Ranier infiltrado del ejército en el ERP lo demuestra. - Es cierto y en el libro está bien explícito. Era un infiltrado que durante varios años entregó información que llevó a la muerte a más de 120 miembros del PRT-ERP. Además, vendió operativos, Monte Chingolo por caso. El ERP lo juzgó y ejecutó con una inyección. Pero volvamos a la pregunta sobre el por qué de injurias a un cadáver. Creo que con eso se expresa odio, tanto como para agraviar más allá de la muerte, excluir más allá de lo que ya está excluido en un primer acto de violencia que conduce a la muerte. - ¿Una cuestión pulsional? - Sí, pero que se funda en odios de clase, raciales, dictados de venganza, etc. Lo sucedido con el cadáver de Santucho define claramente ese tipo de conductas. Lo expusieron en el campo de concentración de Campo de

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Mayo y lo orinaron... Miembros del ejército desfilaban delante del cuerpo y lo orinaban. Es más, convocaron a agregados militares de distintas potencias, entre ellos el de EE.UU., para mostrarlo. Luego lo desaparecieron. - ¿Qué era Santucho en el ’75? ¿Por qué insiste en atacar Monte Chingolo cuando sabe que la operación está filtrada? ¿Por qué no escucha las dudas que sobre la operación le manifiestan horas antes del ataque los que van a ir al frente? En el libro usted dice que hasta la “madame” de un prostíbulo cercano al regimiento sabía del ataque. María Seoane señala en “Todo o nada” que en diciembre del ’75, Santucho le confiesa a uno de sus hermanos que la guerrilla está liquidada. En Italia, hace muchos años, ese mismo hermano me dijo a mí que el desmoronamiento se denunciaba día a día en cada jornada del segundo semestre del ’75. Sin embargo, Santucho se larga sobre Monte Chingolo. - ¡Ah, tamaña pregunta! Yo le doy mi interpretación. Después de las grandes movilizaciones de junio /julio del ’75 que provocó el Rodrigazo, se agudiza en el gobierno de Isabel su debacle. Se va López Rega, cuestión pedida también desde adentro y fuera del bloque en el poder. Todo ese período esta marcado por un alza muy significativo de auge de masas y de inserción del PRT-ERP en ese proceso, que como contrapartida tiene un endurecimiento brutal de la represión. En esos meses el PRT-ERP pierde muchos cuadros experimentados, con formación de años, muy valiosos y se los remplazaba con jóvenes con toda la formación por delante. - ¿Son los días en que cae Ledesma? - Sí, sí, el segundo del ERP, y cae con el grueso del aparato logístico de Buenos Aires, una pérdida que caló muy hondo y así el PRT-ERP queda incrustado en una situación signada por el alza del auge de masas, represión y disminución del auge de masas. Inversión del fenómeno. Entonces, el PRT-ERP se fue descolgando de la realidad. - ¿Se cae en el vanguardismo? - Vanguardia, aislamiento de todo aquello que los nutría de sentido, en el libro yo hablo de reflujo de la clase obrera en la cual el PRT-ERP tenía muy buena instalación. Y así se marcha rumbo a la “fuga hacia adelante” - ¿Un acto de desesperación política? - Terrible, pero sí. Un tema muy crudo, mucha sangre. - Se cae en el militarismo. - Sucede que los éxitos militares de Villa María y San Lorenzo alentaron en los hechos el accionar militar del ERP. Se fue independizando de las necesidades políticas de la organización, formas que hacían a cómo enmarcar la lucha en el campo político. Se quedó sin política y todo devino en una guerra de aparatos. Se quedó “por delante”, en un cuadro de situación que no se interpreta correctamente . - ¿Y en ese marco nace ir sobre Monte Chingolo? Es increíble. - Pero es la realidad. En su desesperación política, Santucho quería mediante una acción militar de envergadura, contundente, revertir el cuadro de situación, plantear un nuevo escenario político, pero se fue donde se fue... - ¿Cómo era Santucho personalmente?

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- Un ser cálido, hablaba suave, le gustaba cocinar. En las reuniones del buró del PRT siempre cocinaba recetas que decía haber aprendido en el monte tucumano. De pibe le dolía la injusticia, la pobreza. - ¿Cuál fue el mejor momento político del PRT? - Cuando no se olvidó de la política, cuando la política iba por delante. O sea cuando tenía frente sindical, estudiantil, militar, que era el ERP e incluso tenía frente legal. Y todos esos frentes actuaban en base a las normativas políticas que elaboraba la dirección del PRT. - ¿Nadie ya, desde adentro o afuera de la estructura, les advirtió de la desviación hacia la que se deslizaban? - Sí, pero bajo una represión que buscaba el exterminio, no se podía mantener una dinámica de debate democrático ni autocrítico. El PRT cayó en un verticalismo feroz. - ¿Puede afirmarse que al hacer usted en su libro de la militancia un objeto de larga reflexión, desde esta perspectiva se sintetiza lo que usted busca en ese tramo de “Reportaje al pie del patíbulo”, donde Fucik escribe la noche antes que lo maten los nazis:“He vivido por la alegría, por la alegría fui al combate y por la alegría muero”, reflexión que rescata Silvia Gattó en carta a su compañero. Luego muere en Monte Chingolo... - Sí, es así... Silvia Gattó era “Ines” y la carta me la mostró su compañero, hace pocos años. También la carta que les esribió a sus hijos, muy chiquitos. - Impresiona la dulzura que expresa la cara de Inés que usted publica... - Sí, doloroso. - Fue doloroso escribir el libro. - No alcanzan las palabras para definirlo. www.rionegro.com.ar, febrero 2005 Del ERP a la filarmónica de San Petersburgo, una vida de novela Autor de una minuciosa investigación sobre la guerrilla, vive en Rusia desde los 80. Fue becado por los soviéticos y colaboró con el maestro Rostropovich. Daniel Gutman [email protected] Alguien se imagina al célebre chelista y director de orquesta ruso Mstislav Rostropovich interesado en un libro sobre el ataque del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) al Batallón de Monte Chingolo de la Navidad de 1975? Créase o no, Rostropovich ya le pidió especialmente un ejemplar autografiado al autor de ese libro, que acaba de publicarse en la Argentina. El misterio de la anécdota se esconde justamente detrás del autor de Monte Chingolo. La mayor batalla de la guerrilla argentina, una investigación de más de 400 páginas que recoge entrevistas en la

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Argentina y varios países de Europa. Ex miembro del frente estudiantil del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), que tenía en el ERP a su brazo armado, Gustavo Plis-Sterenberg es director de orquesta y ha desarrollado una exitosa carrera en Rusia, donde vive desde los 80. Allí ha sido asistente de Rostropovich y hoy es uno de los seis directores permanentes del prestigioso teatro Mariinsky (ex Kirov), de San Petersburgo. Plis, que está de visita en Buenos Aires y el domingo 14 dirigirá a la Orquesta Sinfónica de Bahía Blanca, cuenta que se crió en Caballito en una familia de clase media. A los 8 años empezó a estudiar piano y en 1974, a los 18, ingresó a la Facultad de Medicina y se unió al PRT. Allí, dice, sus actividades no pasaban de repartir las publicaciones de la organización o de participar en campañas financieras. "En esa época practicaba karate y después de los entrenamientos les pasaba a mis compañeros las revistas Estrella Roja y El Combatiente", recuerda. Y de Monte Chingolo se enteró por los diarios. "Yo era un perejil". En 1979, como estudiante avanzado de medicina, Plis fue socorrista de la Cruz Roja en Nicaragua, durante la guerra civil contra el dictador Anastasio Somoza. Con inocultables simpatías por la guerrilla de izquierda, a pesar de su supuesto rol neutral, Plis dice que estuvo a punto de ser fusilado por el somocismo —cuando escondió en su ambulancia a dos sandinistas— y debió huir antes del triunfo de la revolución. De regreso en la Argentina, dejó la carrera de medicina cuando le faltaba un año para recibirse y colaboró con organismos de derechos humanos en tiempos de represión y clandestinidad. En 1983, con la vuelta de la democracia, cuenta que sintió que había cumplido una etapa y abandonó la política para dedicarse definitivamente a la música. Fue en 1986, mientras estudiaba en el conservatorio nacional y vivía de dar clases de piano, cuando ocurrió el hecho que le cambió la vida: una comisión de maestros rusos enviada a pescar talentos lo detectó y la Unión Soviética le ofreció becarlo por 5 años para estudiar composición y dirección sinfónica. En San Petersburgo (que entonces era Leningrado) vivió la dramática caída del comunismo: "Tengo de recuerdo los talones que daba el gobierno para comprar mensualmente un jabón, un kilo de harina y un kilo de arroz. Pero en los negocios no había casi nada. Con 30 grados bajo cero, yo hacía cola desde las 4 de la mañana para buscar comida. La mitad de los becarios extranjeros se fueron, pero yo me quedé". Tanto se quedó Plis que hoy sigue viviendo en San Petersburgo, la antigua capital de la Rusia zarista, con su segunda esposa y su hijo de un año. A

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falta de otra referencia de la lejana Argentina, muchos en la ciudad lo llaman Maradona. "Los rusos parecen muy hostiles. Pero cuando uno supera la barrera idiomática, como hice yo, se da cuenta de que son cálidos. Yo ya tengo mi vida allá e imagino que ya no voy a volver", explica Plis, que tiene en Buenos Aires a su hijo mayor. "En la Argentina —enfatiza— no hubiera podido desarrollarme de la misma manera. No sólo porque la formación que tuve en Rusia fue muy superior, sino porque aquí hay un grupo que se adueñó de los puestos y no deja que crezcan los jóvenes. En el Colón, por ejemplo, no quieren nuevos directores". ¿Qué motivó al exitoso director, después de haber actuado en el Bolshoi de Moscú y en el Covent Garden de Londres, a escribir sobre el ERP? "En uno de mis viajes a la Argentina —cuenta— busqué a quien era mi responsable en el PRT y me contacté con ex compañeros. Un día, escuchándolos, pensé que esos testimonios no debían perderse y empecé a grabarlos, sin saber bien para qué. Quería escribir sobre las motivaciones de tantos jóvenes que en aquella época tomaron las armas. Ninguno de nosotros teníamos experiencia política porque habíamos crecido bajo una dictadura que generó las condiciones para la lucha armada. La democracia sólo volvió en el 73, con Cámpora, y entonces el ERP cometió el grave error de no guardar las armas". Finalmente, el director decidió centrarse en Monte Chingolo: "A fines de 1975 el golpe militar ya tenía amplio consenso entre los políticos y el ataque del ERP al batallón fue, mal o bien, el último intento de frenarlo" Clarin, 06/12/03

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