protocolo: una expresión de la cultura
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PROTOCOLO: UNA EXPRESIÓN DE LA CULTURA
c.s. Diana Patricia Barreneche H.
c.s. Wilson Ospina G.
Cuentan que cuando se iba a firmar el tratado del cese al fuego en la guerra de Corea,
fue necesario demorar por espacio de una semana la oficialización del fin de los
enfrentamientos, ya que los organizadores no hallaban la forma de ubicar a las partes
de tal manera que ninguna ocupara un lugar más relevante que la otra, puesto que
siempre se veían en el dilema de quien ocuparía el puesto más importante en la mesa.
Se optó al final, y como medida conciliadora, por una mesa redonda donde todos
estuvieran equidistantes y nadie prevaleciera sobre los demás.
Recientemente el Presidente de la República de Colombia no pudo llevar a cabo una
anunciada entrevista con su homólogo de Estados Unidos, George Bush, porque los
encargados del protocolo no planearon los detalles con la debida antelación.
Y es Daniel Samper Pizano quien narra que en la cena de gran gala que antecedió a
la ceremonia de entrega del Premio Cabot, y durante el tiempo que duró este último, le
fue asignado un edecán denominado por él mismo como guardaespaldas encargado
de hacer respetar el protocolo, cuya presencia fue indispensable, según el periodista,
para que nuestro país quedara decorosamente representada en los actos de la
Universidad de Colombia.
Los casos anteriores, son algunos de los muchos que ocurren diariamente en diversas
situaciones, y nos dejan entrever que el protocolo puede entenderse como una seria
de normas y pautas de comportamiento asumidas por la mayoría de las personas de
acuerdo con sus roles sociales. En este orden de ideas el comunicador debe tener
claridad sobre la importancia del uso adecuado de éste, porque de lo contrario
entorpecería las estructuras sociales consolidadas en su medio ambiente e iría en
contra de su propia cultura organizacional, ya que los usos sociales de una nación, o
empresa determinada, son además el sedimento histórico de muchos años de vida en
común.
Las islas no existen en comunicación El hombre es un ser social que basa su existencia en la relación con sus semejantes
ya que “toda nuestra vida discurre de un ambiente social y es probable que ninguna de
nuestras actividades carezcan de significado social” (1); lo que en el campo de las
Relaciones Públicas le compete al comunicador, estableciendo los canales para que
se fortifiquen estas relaciones.
Así mismo, sabemos que en toda sociedad existen, además de un orden de valores,
un orden jerárquico que establece categorías. Ya lo afirmó S.F. Nadel en su libro
Problema del Análisis del Rol: “No hay sociedad alguna que no clasifique su propia
población (padres, doctores, hombres ricos, etc.) según los títulos o
responsabilidades” (2) y el profesional de las Relaciones Públicas tiene que ser
consciente de ellas y procurar que se guarde este orden, que sólo se logra mediante
una correcta y adecuada utilización del protocolo, en cuanto que éste “supone
conservar usos y prácticas tradicionales” (3).
Por tanto, el protocolo puede entenderse como una manifestación cultural que da
cuenta de las diversas normas y valores relacionados con la forma de vida de la
sociedad. “La cultura incluye todas las manifestaciones de los hábitos sociales de una
comunidad, las relaciones del individuo en la medida en que se ven afectadas por las
costumbres del grupo en que vive y los productos de las actividades humanas en que
se ven determinadas por dichas costumbres”, afirmó Boas, citado por J.S. Kahn en
“Conceptos de Cultura” (4) y posteriormente del mismo autor la apreciación de
Goodenough en igual sentido: “La cultura equivale a un grupo de reglas…, debería
definirse como aquello que necesitamos saber crecer en una determinada sociedad de
manera que podamos proceder de una forma que sea aceptable para los miembros de
una misma sociedad” (5)
1 MALLEISKE, Gerhard, Psicología de la Comunicación Social. 4ª. Ed. Quito, 1976. p.13 2 NADEL, Siegfried Frederik. Teoría de la estructura social. Madrid: Ediciones Gudamarra. Sin fecha (fotocopia) p.53 3 CARRASCO BELINCHON, Julián. Manual de Organización y Métodos. Madrid: Tarranilla, 1977. p.133 4 KAHN, J.S. El concepto de cultura. Textos fundamentales. Barcelona: Anagrama. p.14 5 Ibid., p. 19 – 20
Indudablemente vivimos en comunidad y ésta nos da reglas precisas, códigos de
conducta que nos permiten relacionarnos con los demás, ser entendidos y vivir en
grupo”. Alguien tendrá que pasar primero si dos o más personas se cruzan en un lugar
estrecho… estas pautas de conducta constituyen a la vez, la base de la cohesión de
los grupos sociales y el medio de comunicación entre sus miembros” (6).
Lo anterior nos permite comprender cómo el protocolo hace parte de la cultura, de las
costumbres de un pueblo, es algo más que mera etiqueta y normas de precedencia, es
ritual y simbolismo. Todos somos ritualistas sin saberlo, nuestra cotidianidad está
impregnada por el rito. Así por ejemplo, en nuestra sociedad se acostumbra, sin
importar la condición económica, celebrarle a las jóvenes sus quince años y no
sabemos que esto es una simple prolongación del ritual indígena conocido como “La
Chicha Maya” o la “Chicha Cuna”, donde lo aborígenes celebraban la llegada de la
mujer a la pubertad, es un mito modificado pero vigente. “A menudo lo que aquí se
considera uso, allí es rito, lo que constituyó un rito acaba convirtiéndose en uso, etc.”
(7)
Costumbres – Cultura – Protocolo Es un hecho que la existencia del hombre que sobrevive aisladamente no es más que
una figura literaria, ya que es mediante el proceso de socialización que el individuo
adquiere los elementos que integran la cultura, la misma que regula su existencia
colectiva, le ofrece métodos y le impone reglas para adaptarse al mundo circundante y
para controlarse y manejarse dentro de ciertos límites. Se trata de elementos que sin
darnos cuenta se vuelven costumbre.
Sabemos que cuando queremos entender el comportamiento de una sociedad,
debemos empezar por conocer sus costumbres, ya que estas son asumidas como un
gran valor cultural. Montesquieu dijo que “Un pueblo defiende con más pasión sus
costumbres que sus leyes”, es por eso que el protocolo ceremonial en cuanto
suponen conservar y cuidar usos y prácticas tradicionales, merecen conservarse, si
bien, acomodados a las existencias de la hora actual (8).
6 LÓPEZ, Camilo. El libro del saber estar. Oviedo: Nobel S.A., 1990. p. 15 7 MAUS, Marcel. Lo sagrado por lo profano. Barcelona: Barral Editores, 1970. p.48 8 CARRASCO, Belinchon, Op. Cit. p. 133
Podríamos decir que la cultura (y por ende el protocolo) es como la materia, cambia y
se transforma, pero permanece. Nuevos elementos culturales surgen como una
respuesta a nuevas necesidades, a partir de otros que pierden validez.
Sin embargo lo cierto es que cuando más antiguo es un hábito, más se acentúa su
carácter reverencial y no podemos negar que en medida en que la sociedad va
alcanzando mayor nivel de desarrollo y logra formas de convivencia más organizadas,
las normas de conducta más generalizadas van siendo incorporadas al derecho y sin
darnos cuenta cobran fuerza obligatoria formal.
Las sociedades se perpetúan enseñando a sus miembros, generación tras generación,
las pautas culturales referentes a la situación que se espera tengan en la sociedad.
Sin la cultura no habría sistema social alguno de tipo humano, ni forma de adaptar a
éste los nuevos integrantes del grupo, son normas que practicamos cotidianamente,
sin ser consciente que se trata de usos protocolarios que debemos respetar y por los
cuales nos debemos guiar en situaciones específicas, al interior de las organizaciones
y de la misma sociedad para no afectar la buena marca de un sistema que en general
funciona basado en sus costumbres y pautas culturales, es decir, bajo el protocolo.