propuesta transdisciplinaria2

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REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA UNIVERSIDAD NACIONAL EXPERIMENTAL RÓMULO GALLEGOS AREA DE ESTUDIOS DE POSTGRADO PROGRAMA: DOCTORADO EN CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN Unidad Curricular: TRANSDISCIPLINARIEDADY CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN PROPUESTA TRANSDISCIPLINARIA CONSTRUIR UN ENTRAMADO TEÓRICO AXIOLÓGICO SOBRE VALORES HUMANOS EN LA FORMACIÓN INTEGRAL DEL ESTUDIANTE DE LA UNIVERSIDAD RÓMULO GALLEGOS. Facilitador: Dr. Jorge Luis España Autora : María Sánchez C.I 11.845.492 Mayo 2012

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Propuesta transdisciplinaria para el curso de transdisciplinariedad

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Page 1: Propuesta transdisciplinaria2

REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELAUNIVERSIDAD NACIONAL EXPERIMENTAL RÓMULO GALLEGOS

AREA DE ESTUDIOS DE POSTGRADOPROGRAMA: DOCTORADO EN CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN

Unidad Curricular: TRANSDISCIPLINARIEDADY CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN

PROPUESTA TRANSDISCIPLINARIA

CONSTRUIR UN ENTRAMADO TEÓRICO AXIOLÓGICO SOBRE VALORES HUMANOS EN LA FORMACIÓN INTEGRAL DEL ESTUDIANTE DE LA

UNIVERSIDAD RÓMULO GALLEGOS.

Facilitador: Dr. Jorge Luis España Autora : María Sánchez C.I 11.845.492

Mayo 2012

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INTRODUCCIÓN: Para la Conferencia General de la UNESCO (1998),

La educación superior es viable dada su capacidad para transformarse y propiciar el cambio y el progreso de la sociedad, pero, según el alcance y el ritmo de las transformaciones, la sociedad cada vez tiende a fundarse en el conocimiento, lo que significa que debe darse un cambio radical que contemple transformación y renovación, para poder trascender, dentro de una sociedad con una crisis de valores, y así asumir dimensiones morales y espirituales arraigadas, considerando siempre que la educación superior debe hacer prevalecer los valores e ideales de una cultura de paz, y se ha de movilizar a la comunidad internacional con ese fin. (s/p)

Respecto a la condición del personal docente de la enseñanza superior, además

recomienda que el personal y los estudiantes deberán, entre otras cosas: (a) Someter todas sus actividades a las exigencias de la ética y del rigor científico e intelectual. (b) Opinar sobre los problemas éticos, culturales y sociales, con total autonomía y plena responsabilidad.(c)Utilizar su capacidad intelectual y prestigio moral para defender y difundir activamente valores universalmente aceptados, y en particular la paz, la justicia, la libertad, la igualdad y la solidaridad, tal y como han quedado consagrados en la Constitución de la UNESCO. (d) Disfrutar plenamente de su libertad académica y autonomía, concebidas como un conjunto de derechos y obligaciones siendo al mismo tiempo plenamente responsables para con la sociedad y rindiéndole cuentas. (e) Aportar su contribución a la definición y tratamiento de los problemas que afectan al bienestar de las comunidades, las naciones y la sociedad mundial.

Las practicas de enseñanza-aprendizaje tradicionales están siendo cuestionados con detenimiento por los nuevos fenómenos históricos y con la transformación de la sociedad en las últimas dos décadas. Como reconoce Miquel Martínez: “El debate sobre la formación en el siglo XXI plantea, sobre todo en los niveles superiores, cuestiones que afectan a conceptos como ciudadanía, ética, moral y valores” (Martínez, 2002, p. 23). En nuestras sociedades de capitalismo avanzado y democracia, donde el desarrollo de la economía y de la ciencia y la tecnología ha alcanzado unos niveles inimaginables hace unas décadas, los retos que se nos presentan exigen no sólo sujetos bien informados, sino personas y ciudadanos bien formados.

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LA ENSEÑANZA DE LOS VALORES EN LAS UNIVERSIDADES VENEZOLANAS

Cuestionarse el sentido y el significado que tiene la formación del siglo XXI es también preguntarse cómo queremos que sea el mundo en este siglo nuevo. Es en este sentido en el que tenemos que hablar de formación global e integral: global porque el alumno debe conocer todo su entorno; la especialización en su parcela de conocimiento no basta para ser un buen profesional, sino que se requieren unas nociones elaboradas de los medios, los fines, las consecuencias y el contexto en el que se aplicará su conocimiento específico; e integral porque debe desarrollar todas las potencialidades humanas, es decir, no sólo el conocimiento lógico-matemático, sino también las habilidades, las capacidades, los sentimientos y los valores.

El papel de las universidades y las escuelas de formación superior es, en este sentido, crucial. Su tarea, como reconoce la declaración de Bolonia, no se reduce a la formación de buenos técnicos o profesionales, sino también ciudadanos responsables que trabajen por un mundo mejor. Para ello debemos superar el paradigma de la instrucción y pasar al de la educación en sentido global y con pretensión universalista, en el que se desarrollen tanto los contenidos como las capacidades, las actitudes y los valores.

Igualmente, considera , que el personal y los estudiantes son los principales protagonistas de la educación superior, por lo tanto, se deberían establecer directrices claras sobre los docentes de la educación superior, que deberían ocuparse sobre todo, hoy en día, de enseñar a sus alumnos a aprender y a tomar iniciativas, y no a ser, únicamente, pozos de ciencia. En relación al tema, Bolívar (2005), señala que las instituciones de educación superior deben contribuir a que los futuros profesionales desarrollen una visión y sentido ético, que pueda guiar su práctica y refleje en sus acciones un conjunto de valores (responsabilidad, solidaridad, sentido de la justicia, servicio a otros). Asimismo, señala que una formación integral de los profesionales, por parte de la universidad, debiera incluir, al menos, tres grandes componentes: a) conocimientos especializados del campo en cuestión, b) habilidades técnicas de actuación y c) un marco de conducta en la actuación profesional.

De hecho, la formación para el ejercicio profesional, es por naturaleza, una actividad moral, en el sentido de no ser sólo un ejercicio técnico, sino una práctica donde los aspectos cognoscitivos, morales y habilidades prácticas se fusionan ineludiblemente. Esto implica la ampliación de la profesionalidad que exige entrar en aquellas dimensiones valorativas y actitudinales que puedan promover una educación acorde con las demandas actuales. Pues, es conocido que, desde hace mucho tiempo, existe un grave déficit en la formación moral y ética para el ejercicio profesional de los egresados universitarios.

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Al respecto, Bolívar (op.cit) considera que la moral puede entenderse como el conjunto de normas presentes en una sociedad; mientras que la ética como reflexión crítica de segundo orden sobre los valores o comportamientos previos, proporciona razones que justifican o no las acciones, analizando los comportamientos morales. En efecto, los valores según el autor citado, son los marcos preferenciales de orientación del sujeto, que se especifican y expresan en normas éticas o morales, como criterios o pautas concretas de actuación, y forman códigos morales, como conjunto de normas o principios y de leyes morales en una sociedad o profesión (deontológicos).

De acuerdo con la UNESCO (1998), la educación universitaria tiene, entre sus objetivos fundamentales, y en relación al tema de la ética y la moral, formar profesionales competentes al servicio de la ciudadanía. Esa profesionalidad comprende, un conjunto de competencias, puesto que supone emplearlas con un sentido ético y social, como acciones éticamente informadas; y debe tener, según Colby y otros (citado en Bolívar, 2005) un lugar en el currículum formativo. Es decir, ser profesional no sólo implica poseer unos conocimientos y técnicas específicas para la resolución de determinados problemas; sino que como profesional se comportará de acuerdo con una ética propia.

Al respecto señala Bolívar (2005), señala que¨: Las instituciones de educación superior son las llamadas a incorporar e integrar los valores en los procesos de enseñanza como contenidos curriculares y, preparar a los docentes para que los incorporen a su desarrollo y los consideren como responsabilidades permanentes en sus actividades profesionales. (p.17)

Porque, quienes trabajan en Educación saben que el aspecto moral está implícito tanto en los procesos como en los contenidos de las propias instituciones, por eso resulta imposible no educar moralmente y corresponde a los profesores, en primer lugar, enriquecer su formación moral a fin de que puedan enseñar a sus alumnos a ser morales. Gervilla (Citado en Palencia, 2003) considera que:

Los docentes deben estar conscientes de la incidencia de su ser y hacer entre sus alumnos, de la fuerza de su ejemplo y de su relación educativa, porque no basta enseñar solo con la palabra, también influyen los ademanes, la inflexión de la voz, la indumentaria, los estilos de relación, bien sea autoritaria o democrática. (p 21)

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Al respecto debe agregarse que, cuando el docente desarrolla la práctica educativa, utiliza modelos de enseñanza que pueden influir en la capacidad de los educandos para aprender, y estos a su vez, son un reflejo de su trayectoria y desarrollo docente, personal e institucional. De este modo se impregnan de valores que sustentan actitudes hacia el logro de metas, tanto individuales como colectivas, de aquellos docentes que reconocen sus compromisos morales y éticos, consigo mismo, con los alumnos y la misma institución. En otros términos, cuando el docente acciona positivamente, de acuerdo a parámetros normales respecto al desarrollo moral, ya está determinando en buena medida su papel en la eficiencia del proceso de formación axiológica que permitirá dotar al estudiante de un instrumental simbólico y de prácticas adecuadas para sobrevivir y desarrollar una vida plena. Es importante destacar que, las dimensiones axiológicas de los docentes se ponen de manifiesto en la acción educativa diaria a través de las relaciones que se establecen en los distintos espacios educativos, con todos los sujetos presentes en ese momento y lugar.

Por su parte, Ortiz (2001), manifiesta:

La educación de los valores en la educación superior es un tema actual y trascendente en la formación de los profesionales que requiere la sociedad. Su carácter complejo, multifacético y contradictorio exige del plantel de profesores una especial preparación teórica y metodológica para el ejercicio de su labor docente-educativa. Es decir, educar en valores exige una mayor eficiencia, eficacia y pertinencia de los procesos formativos en la enseñanza superior, no solo en cuanto a la elevación del nivel técnico-profesional de sus egresados, sino también en sus cualidades morales. (p.51)

Agrega el citado autor, que la educación se dirige a jóvenes que han seleccionado una carrera y su futura labor profesional constituye el centro alrededor de la cual se deben diseñar las influencias instructivas y educativas, por lo que se plantea la presencia del docente como la figura importante capaz de transmitir valores esenciales a sus alumnos.

Del mismo modo, Castro (1987). El docente debe ser un modelo educativo para sus estudiantes, para lo cual en su actuación profesional y en sus relaciones con los estudiantes debe expresar valores como la responsabilidad, el amor a la patria y a la profesión, la justicia, etc.; y además, deben crearse espacios de reflexión en el proceso enseñanza -aprendizaje para que el estudiante aprenda a valorar, argumentar sus puntos de vista y defenderlos con libertad de

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criterios, plantear iniciativas, escuchar y comprender a los demás, teniendo en ese espacio, al docente, como ejemplo a seguir, para de esa forma contribuir a la educación de valores del estudiante. (p.87)

Es de resaltar, que los métodos y los procedimientos que el profesor diseñe para el proceso enseñanza-aprendizaje de su asignatura o curso, determinan en gran medida la eficiencia en el proceso de formación axiológica.

Al respecto, Gómez (2007), expresa “La formación axiológica se ubica en el debate de los objetivos y los contenidos que son objeto del aprendizaje de los estudiantes como parte de su formación universitaria. Coinciden con este planteamiento, Ferrer y Guijarro (2007), cuando afirman que,

Los valores rectores son los éticos profesionales ya que tienen una incidencia directa en los objetivos educativos y en los contenidos de las asignaturas. Además, agregan estos autores, que en la formación universitaria debe privar la ética de la responsabilidad, y que el modelo de formación de valores durante el proceso de enseñanza -aprendizaje en la carrera, determina el sistema de valores éticos, morales que se corresponden con el modo de actuación profesional para cumplir el encargo social.

Todo lo anterior significa la posibilidad de que al incorporar los aspectos éticos al proceso enseñanza-aprendizaje en las universidades, y crear condiciones estimulantes para el aprendizaje ético, se comprenda el papel que juega el proceso docente educativo en cuanto al enfoque integral e instrumentación del diseño del modelo de formación de valores en la carrera. Por esto, Gómez (op.cit) considera que la formación ética debe formar parte del sistema de aprendizaje axiológico, del diseño del modelo de la carrera, e identificar los valores éticos que caracterizan el modo de actuación profesional, en cada una de las direcciones de la formación axiológica que caracterizan al enfoque integral. Esto permite deducir, el papel del profesor como elemento clave por la fuerza de su ejemplo personal y por la capacidad que tenga para lograr un protagonismo consciente de los jóvenes en su propia formación. Particularmente, en el ámbito de la Universidad Experimental Rómulo Gallegos, se proyecta formar académicamente y de manera idónea a sus estudiantes, atendiendo a su identificación con los principios de la justicia social, la autodeterminación nacional, la igualdad, la solidaridad, responsabilidad social, la democracia participativa y protagónica. Todos ellos, valores trascendentales que permitirán ubicarse dentro de los cambios que se producen en Venezuela. Pero, para acometer tal objetivo, se requiere del compromiso de sus docentes como líderes necesarios e importantes en la transmisión y fomento de

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valores. Esto significa, que el docente de la citada Universidad, de acuerdo a su dimensión axiológica, que incluye el conocimiento y preparación que pueda tener en determinada asignatura, debe ser capaz de influir en la formación integral del estudiante de dicha universidad” Esto, en sí, constituye un problema que permite plantearse las siguientes interrogantes:

¿Diagnosticar cuales son los valores humanos indispensables en la formación integral del estudiante de universitario de la Universidad Experimental Rómulo Gallegos?;

¿Describir cual es la importancia de los valores humanos en la formación integral del estudiante de la universitario de la Universidad Experimental Rómulo Gallegos?;

¿Generar una aproximación teórica sobre la relación que existe entre la dimensión axiológica del docente universitario y la formación integral del estudiante del universitario de la Universidad Experimental Rómulo Gallegos?

Ante estas interrogantes debe existir un cambio de paradigma que englobe tanto la parte axiológica como las demás áreas de las ciencias en beneficio de una enseñanza universitaria que prepare a u profesional con valores éticos que le permitan convivir con el medio ambiente y sus congéneres. De acuerdo a lo planteado el paradigma de la transdisciplinariedad es el que pueda tomar el control en esta área ya que responde a las expectativas que en cuento a conocimientos científicos debe tener un egresado universitario así como le da el justo valor a lo axiológico en el proceso de enseñanza en las universidades.

LOS NUEVOS ENFOQUES EN LA EDUCACIÓN UNIVERSITARIA

Las universidades tampoco están produciendo individuos capacitados para la difícil tarea de rescatar el futuro, comenzando por la formación de maestros preparados para implementar los cambios necesarios. Divididas por disciplinas y departamentos, las facultades y los estudiantes circulan en ambientes sufragáneos, grupos que imparten rígidamente sus disciplinas mientras compiten con otros por recursos y estudiantes. Pero el ser humano y las sociedades, nuestro universo, no se pueden reducir a porciones independientes homologas a las disciplinas académicas. Generamos historiadores que no saben Física, físicos que no saben Economía, economistas que no saben Biología, y biólogos que no saben Historia, todo en un ambiente de menosprecio mutuo.

Vemos entonces que la complejidad de la sociedad humana, el volumen creciente de saberes aislados y la imposibilidad de acceder a ellos, inclusive con las tecnologías más avanzadas, ha producido en los últimos siglos la aparición de numerosos enfoques, teorías, visiones, paradigmas o metodologías que, con diversos grados de generalidad, pretenden

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integrar el saber, «armonizar lo uno y lo múltiple» o aportar una mejor aproximación al estudio y solución de los problemas sociales (Saneugenio, 1991) entre estos enfoques están no solamente el método científico positivista y el método dialéctico marxista, sino diversas doctrinas políticas (socialcristianismo, socialdemocracia y fascismo, por ejemplo), así como enfoques de menor escala entre los cuales están la multidisciplinariedad y sus parientes, el holismo (weil,1995), el pensamiento complejo, el cientificismo y el posmodernismo.

La multidisciplinariedad surge a comienzos del siglo pasado como gran innovación, proponiendo que en la solución de problemas complejos participen simultáneamente profesionales de distintas disciplinas. Poco después aparece la interdisciplinariedad como protesta contra el «saber en píldoras» que produce el sistema educativo imperante (palmade, 1979) y por la necesidad de estudiar problemas vinculados a varias disciplinas establecidas. , y más recientemente se crea la transdisplinariedad como actitud de mente abierta, de crítica al tecnocientificismo, de promoción de la comunicación entre las diferentes disciplinas.

¿POR QUÉ COMPLEJIDAD?

Primero, porque el ser humano posee una naturaleza absolutamente compleja en su totalidad, razón por la cual no debe ser entendida de modo fragmentado, sino a partir de su dinámica constitutiva de naturaleza compleja. En segundo lugar, porque la complejidad, como factor constitutivo de la vida y, por lo tanto, del pensamiento, del conocimiento y de la acción, afecta nuestros esquemas lógicos de reflexión y nos obliga a una redefinición del papel de la epistemología, como nos informan Morín, Ciurana y Motta (2003). Y más, la complejidad, como propiedad sistémica, está presente en todos los dominios sistémico-organizacionales de la vida, sea de naturaleza física, biológica, antropológica, social, política o cultural.

Puede ser considerada, por lo tanto, como un concepto-guía del pensamiento y de la acción, y que nos ayuda para entender y para organizar la realidad mutante. Es un concepto-piloto, de valor universal, que colabora en la lectura y la comprensión de los fenómenos, los acontecimientos, los hechos de la vida, en fin, de las cosas que acontecen, pues su discurso afecta a los diversos niveles de la realidad (Ciurana, 2005).

Así, la complejidad es también una guía para la comprensión de los mecanismos funcionales del pensamiento, del conocimiento y de la acción humana. Es una guía del pensamiento considerado de nivel paradigmático, pues la complejidad se refiere tanto a la manera como caracterizamos el ser y su realidad, como también organizamos nuestras

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vidas y nuestras ideas. Envuelve, por lo tanto, las dimensiones de naturaleza ontológica, epistemológica y metodológica para la explicación y operacionalización del Paradigma Educativo Emergente (Moraes, 1997), también reconocido por nosotros como Eco-Sistémico.

Como principio ontológico, su presencia nos revela que la realidad y el individuo constituyen entidades no divididas, que la separación es una distorsión de la realidad y que el patrón de la vida siempre un patrón en red (Capra, 1997; Maturana, 1995, Morin, 2002). Es, por lo tanto, una realidad multidimensional. Esta complejidad constitutiva del ser y de su realidad presenta implicaciones epistemológicas y metodológicas, revelando una serie de desdoblamientos importantes y significativos para diversas áreas del conocimiento humano y, en especial, para la educación.

¿POR QUÉ LA TRANSDISCIPLINARIEDAD?

De acuerdo con el documento original del I Congreso sobre Transdisciplinariedad realizado en el convento de Arrábida, en Setúbal/Portugal, el año de 1994, su presencia y la importancia se deben a la necesidad de reconocer la existencia de una ruptura importante entre la nueva visión del mundo que emerge de los estudios de los sistemas naturales y los valores que todavía predominan en la filosofía, en las ciencias sociales y en la sociedad moderna, valores éstos fundamentados en gran medida en el determinismo mecanicista, en el positivismo y en el nihilismo. Y también en el hecho de considerar que esta ruptura es fuertemente nociva y portadora de amenazas de destrucción de la especie humana (1994).

De acuerdo con este documento (1994), la transdisciplinariedad postula una nueva actitud frente a las cuestiones originarias de la multiplicidad de los saberes, de las disciplinas científicas y de la tecnociencia. Esta complejidad creciente viene provocando la fragmentación de los saberes en las áreas más diversas del conocimiento y que están utilizando lenguajes cada vez más incompresibles. Es Morín (1996) quien, una más vez, nos alerta de que es preciso instaurar un nuevo paradigma que favorezca la transdisciplinariedad del conocimiento humano. Y es la que nos ayudará a romper con los patrones actuales de causalidad linear y de objetividad simplificadora del conocimiento y de la realidad.

¿Por qué la transdisciplinariedad? Porque, según M.C. de Almeida (1997) es necesario asegurar el espacio de la interconexión entre los saberes, porque es necesario religar las disciplinas, lo que exige un pensamiento transdisciplinar, transversal; un pensamiento expandido que religue la parte y el todo, el micro y el macro, lo singular y lo universal. ¿Pero, cuál sería esta moneda de cambio que enlazaría y religaría los intra e inter-sistemas

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de manera transdisciplinar? Según. M.C. de Almeida (1998), las informaciones son, pues, los códigos de la dinámica de complejización de cualquier sistema, por lo tanto estos intercambios suceden intra e inter-sistemas. De ahí que cada sistema, de la célula al mundo de las ideas, al recibir la nueva información, promueve la reorganización del patrón anterior, lo que permite la expresión de singularidades y de los posibles desvíos, resguardada las características universales, comunes a todos los objetos y fenómenos del mundo.

Es la complejidad, constitutiva de la transdisciplinariedad, que liga y religa constantemente el hombre a las cosas, a la naturaleza y a la cultura; que liga y religa el sujeto al objeto del conocimiento, el educador al educando, así como el aprendizaje de las nuevas experiencias imaginativas y afectivas, divulgando que ya no son tan solitarias como se suponía hasta entonces. De ese modo, la transdisciplinariedad es, para nosotros, de la misma forma que la interdisciplinariedad, un principio epistemológico de reorganización del saber, que auxilia el pensamiento, que facilita nuestra comprensión de la realidad, promoviendo el rompimiento de barreras y el traspaso de fronteras al reconocer las posibilidades de un trabajo en las interfaces, al facilitar la migración de conceptos de un campo del conocimiento a otro.

De la misma forma que la interdisciplinariedad, la transdisciplinariedad presupone una actitud de apertura ante el conocimiento, pero una actitud que requiere una lógica diferenciada, una lógica ternaria, una nueva manera de pensar y de comprender la complejidad de nuestra realidad, lo que exige nuevas miradas sobre el objeto del conocimiento. Exige la apertura de nuestras jaulas epistemológicas para que podamos dejar al pensamiento volar en libertad, al mismo tiempo que exige apertura de nuestras jaulas disciplinares, para que podamos dejar de ser prisioneros de nuestras disciplinas, de nuestras teorías, de nuestras certezas y verdades, en fin, prisioneros a un único y mismo nivel de larealidad.

Es la transdisciplinariedad la que, nutrida por la complejidad como uno de sus elementos constitutivos, nos impulsa e incentiva a ecologizar los pensamientos y saberes, a contextualizar el conocimiento y a problematizar siempre que sea necesario. Es la que nos invita a trascender la lógica binaria A y no-A, y percibir la existencia de una lógica ternaria, capaz de rescatar y unificar lo que era contradictorio, revelándonos su complementariedad. Es la que también nos lleva a transgredir y a romper las fronteras disciplinares, reconociéndolas no como barreras, sino como nuevos territorios que serán explotados, como espacios de trueque, de intercambios, de enriquecimiento mutuo, que permiten nuevas miradas al conocimiento.

¿Por qué la transdisciplinariedad? Porque ella también nos religa con nuestro proyecto de vida, con nuestras historias de la vida, poniéndolo al servicio del conocimiento, en busca de una construcción que dé sentido, como nos enseñó Gaston Pineau (2005). Es la

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transdisciplinariedad la que también rescata nuestra conciencia ecológica y relacional, que la articula con la lógica del tercio incluido, cuya dinámica trae consigo un sistema de percepción y de valores que lleva a la religación de los saberes y nos ayuda a percibir la complementariedad de la unidad y la diferencia, de la no contradicción, de la incompletud de los procesos. Este sistema de percepción y esta conciencia más elaborada traen consigo una ética ecológica, una ética centrada en la diversidad, pautada en la solidaridad, en la responsabilidad y en la sustentabilidad ecológica.

Es ella la que nos ayuda a fundamentar y reconocer la emergencia de una bioética nueva, donde cada uno asume su parcela de responsabilidad por la vida del todo, algo que va más allá de nuestras vidas, donde cada uno se coloca a su servicio. Aquella que se emplaza verdaderamente al servicio de la vida, que reverencia la vida, ciertamente, no la destruirá, no la mutilará y no la condenará. Y la que defiende y reverencia la vida estará siempre el servicio de la evolución de la humanidad y de la preservación de la vida del planeta. Por lo tanto, necesitamos, urgentemente, un pensamiento transdisciplinar alimentado por la complejidad, la lógica del tercio incluido y por la comprensión de la existencia de los niveles de la realidad y de sus consecuencias innumerables, para que, como humanidad, verdaderamente podamos responder con mayor seguridad y competencia a los tres grandes desafíos presentados por Edgar Morín (2000): el desafío de la globalidad, de la complejidad y de la expansión descontrolada del saber.

Tales desafíos, según él, vienen acompañados de otros desafíos y de la necesidad cada vez mayor de dominarse e integrar informaciones, transformándolas en conocimiento; de revisarse permanentemente el conocimiento para que el pensamiento pueda ser revisado, reconociendo el pensamiento como el bien más precioso que tenemos. Estos grandes desafíos de la educación actual exigen una reforma paradigmática profunda en la construcción y en la reorganización del conocimiento, lo que presupone para ellos, una reforma profunda en la educación para que ésta pueda viabilizar la reforma del pensamiento, vivenciando un proceso recursivo, que vuelve así a promover otra reforma de la educación y así sucesivamente.

Este enfoque es una reacción poco optimista contra el positivismo y es, al mismo tiempo, un acercamiento suave al método dialéctico al adoptar varias categorías del enfoque marxista, esto es, la historicidad, la contextualización y la responsabilidad social como necesarias para comprender la realidad, lo cierto es que la transdisciplinariedad es valiosa y útil, además, por su énfasis en el rigor, en la apertura y la tolerancia con que deben actuar sus discípulos: «rigor en la argumentación —expresa claramente la declaración o carta transdisciplinaria—, al tomar en cuenta toda la información disponiblecomo la mejor barrera contra toda posible distorsión. Apertura, que implica aceptación de lo desconocido, lo inesperado y lo impredecible y tolerancia que significa un

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reconocimiento al derecho a existir que tienen las ideas y verdades opuestas o distintas a las nuestras»

La unidimensionalidad y la fragmentación del saber han creado un proceso de ruptura y confrontación política muy fuerte, sobre todo entre dos visiones o filosofías globales sobre la sociedad y el ser humano; esto es, entre el positivismo (ligado a la filosofía idealista, al materialismo determinista, al liberalismo económico y al cientificismo), por una parte, y el marxismo (vinculado al humanismo, a la visión dialéctica del mundo y a la economía planificada).el marxismo, y su método dialéctico, se presentan como superación y síntesis del idealismo y del materialismo determinista, y asumen el reto de comprender el mundo planteando que todo cambia. Que el hombre es un ser social con potencialidades múltiples y necesidades materiales y espirituales en constante evolución.

PROPUESTA TRANSDISCIPLINARIA SOBRE VALORES HUMANOS EN LA ENSEÑANZA DEL DOCTOR MORIN

El doctor Morín hace un especial énfasis, acerca de los conocimientos profundos

sobre el ser humano, pero son conocimientos fragmentados; que generan vacios de información ya que no son de utilidad práctica para las personas. No toman en cuenta la esencia del ser humano como parte de la sociedad en que se desenvuelve: su país y el mundo en general. Hay una deshumanización en estos conocimientos que no toman en cuenta la complejidad de cada persona su parte física, psíquica y social que moldea su forma de ver la vida y su interrelación con los demás individuos, su entorno y el planeta.

Esta era de la información que nos desborda cada día con nuevos conocimientos solo puede ser encaminada a través de una educación con sentido humanístico donde el individuo que aprende pueda ser crítico y determine que conocimientos le son útiles no solo en sentido práctico: obtener conocimientos, un titulo y un empleo: sino también para desarrollar una mejor relación con su entorno, que sea capaz de ver la importancia de su contribución al mejoramiento de la sociedad en la cual está inmerso. En “la aldea global” término acuñado por esta era tecnológica en que las comunicaciones son cada vez más inmediatas pero donde paradójicamente hay mas soledad e individualismo en los individuos.

APRENDER A VIVIR

Es la transformación del conocimiento en el propio estado mental donde la información y en conocimiento se transforman en la sampiensa, orientado hacia la escuela de la vida , donde se reconoce los valores, similares que guían la vida humana , nos indican

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en la complejidad del contexto y nos abre la mente a la comprensión de las condiciones humanas, para así sentirnos sujetos y no como objetos, formar al sujeto en los hechos racionalistas, con una aptitud crítica y autocrítica, como un elemento de la lucidez y la compasión humana.

Todos estos elementos nos lleva a enfrentar la incertidumbre como una factor de aprender a vivir donde el orden y el desorden se revela con la concepción del mundo y que solo con la certeza del caos , construiremos una concepción cognitiva donde la incertidumbre nos lleva a una traducción y reconstrucción y interpretación de los hechos con una visión, vinculado entre la historia y los caracteres intrínsecos de la historia humana y con la incertidumbre nos abrimos hacia un futuro donde no hay certeza y que debemos tomar tres caminos , para lograr nuestros máximos deseos , pensar bien es practicar un pensamiento y ser consciente de la ecología donde cada acción es un juego donde interactúan el mundo, se desarrolla una sapiensa , para comprender la información y transfórmala en el conocimiento para preparar los tiempos de incertidumbre.

Debe de existir un cambio en todo este panorama donde la educación tiene un papel primordial en lo antes expuesto y sobre todo los educadores que deben formar en las aulas de clase un ser humano que reconozca la diversidad de conocimientos que existen actualmente; pero, que a la vez lo inste a valorar sus orígenes y las tradiciones que tiene su cultura que comprenda la individualidad que tenemos como país por nuestras características propias; pero, que también formamos parte de un continente, un planeta y al analizarnos profundamente tenemos más semejanzas que diferencias con otras culturas.

Volver a formar parte con la naturaleza de este mundo maravilloso a compartir y a pensar en el bien común como ciudadanos a asumir que somos actores de nuestro propio destino y dueños del rumbo que toma nuestra vida, es una premisa de la educación desde la multiversidad. La importancia de la educación en el desarrollo de la sociedad, es innegable pero; la educación también recibe la influencia de la sociedad en la cual está inmersa no olvidemos que en nuestra sociedad venezolana la educación ha estado dirigida por el proyecto de país que ha querido implantar cada gobernante y su tren ejecutivo.

Actualmente observamos el modelo de educación bolivariano que ha implantado el gobierno socialista que tenemos actualmente. De allí que sea una influencia reciproca educación – sociedad y viceversa a los docentes en ejercicio solo nos queda aportar nuestros conocimientos para formar los ciudadanos que necesita nuestro país críticos, reflexivos y sobre todo inculcar en ellos el valor de la convivencia. Como expresaba el doctor Morín un valor primordial es aprender a vivir con nosotros mismos conociendo nuestras fortalezas y debilidades, nuestro entorno y reconociendo en nuestros congéneres y los demás seres vivos que forman el planeta la gran riqueza humana, espiritual y biológica que tiene nuestro mundo.

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UN NUEVO PARADIGMA EN LA ENSEÑANZA DE LOS VALORES (AXIOLOGÍA) EN LA UNIVERSIDADES DESDE EL PARADIGMA DE LA

TRANSDISCIPLINARIEDAD

Esto equivale a sentar las bases de un nuevo paradigma científico. Esta línea de reflexión es la que ha seguido el movimiento transdisciplinario a nivel mundial y la que ha constituido su centro de interés en los simposios internacionales anuales por él organizados, especialmente por medio de las iniciativas de la UNESCO y del Centro francés CIRET. Estos simposios fijan como principal objetivo de sus estudios el deseo de que el pensamiento transdisciplinar alimente en lo sucesivo la nueva visión de la Universidad.

Su intención es “hacer evolucionar a la Universidad hacia un estudio de lo universal en el contexto de una aceleración sin precedentes de los saberes parcelarios”; y consideran que “esta evolución es inseparable de la búsqueda transdisciplinar, es decir, de lo que existe entre, a través y más allá de todas las disciplinas particulares” (Locarno, Suiza, 1997). En esa línea de reflexión, estos simposios consideran que “la desorientación de la universidad se ha convertido en un fenómeno mundial, y que múltiples síntomas, como la privación del sentido y la escasez universal de éste, ocultan la causa general de esta desorientación” (ibíd.). Acentúan, igualmente, el grave error que consiste en la separación entre ciencia y cultura, cuya fragmentación y caos resultante en filosofía se considera que no es un reflejo del mundo real, sino un artefacto creado por los medios académicos; “esta divergencia se refleja inevitablemente en el funcionamiento de las universidades al favorecer el desarrolloacelerado de la cultura científica al precio de la negación del sujeto y del desvanecimiento del sentido” (ibíd.).

Por ello, consideran que es necesario “hacer penetrar el pensamiento complejo y la transdisciplinariedad dentro de las estructuras y los programas de la Universidad del mañana...; que es necesario reunificar las dos culturas artificialmente antagónicas –cultura Y cultura literaria o artística– para su superación en una nueva cultura transdisciplinar, condición previa de una transformación de las mentalidades” (ibíd.) Y, a su vez, se considera que “el problema clave más complejo de la evolución transdisciplinar de la universidad es el de la formación de los formadores” (ibíd.).

En un plano más fundamental necesitamos una nueva ética global que forme la base sobre la cual se educa al futuro ciudadano. Además de la formación de cuantos trabajan en educación, se hace preciso un sistema de política gubernamental para la concreción de estas ideas y para la construcción de una nueva fase civilizadora. Es por esta razón por la que estamos intentando contribuir con esta construcción teórica en el sentido de buscar de qué forma la perspectiva epistemológica de la complejidad y el Pensamiento

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CONCLUSIONES

Para terminar, es importante reconocer que todo esto requiere, más que nunca, de la competencia teórica, claridad epistemológica y las estrategias metodológicas adecuadas, fruto de una conciencia transdisciplinar que se desarrolla, para que podamos verdaderamente responder, en este inicio del milenio, a los desafíos propuestos por Morín (2000) y relacionados no sólo con los procesos de la construcción y de la reconstrucción del conocimiento y a la formación de ciudadanos/as, sino, principalmente, al desarrollo de una conciencia más desarrollada, como condición fundamental para la supervivencia humana. Dejar la formación laboral para las escuelas o institutos profesionales especializados y convertir las universidades en ambientes donde sus participantes están dedicados exclusivamente a la docencia de alto nivel y a la producción intelectual (científica, técnica y humanística). Si lo anterior no es posible, se pueden modificar las funciones universitarias tradicionales de manera que sean más amplias y pertinentes que las actuales. Esto es sustituir las anacrónicas docencia, investigación y extensión por, respectivamente, educación superior, producción intelectual y acción social.

Promover la formación integral de los profesores y estudiantes universitarios, de manera que todos reciban permanentemente formación especializada y contextual, dominen los rudimentos de las ciencias duras (pero simples) y de las suaves (pero complejas) y puedan desarrollar al máximo todas sus potencialidades (biológicas, intelectuales y sociales). Establecer que todos los estudiantes y profesores universitarios son aprendices pero también docentes; hacen trabajo social pero también productivo; realizan tareas individuales pero también en grupos o equipos y en redes informáticas. Definir que todos los programas de postgrado deben estar vinculados a problemas o proyectos sociales importantes y que las tesis y trabajos de grado que se produzcan deben estar asociados a programas institucionales.

Establecer que la universidad debe adoptar como propia la responsabilidad de la educación continua avanzada y permanente de sus egresados y de otros adultos intelectualmente formados que, por placer o necesidad, requieran de tal servicio. Establecer que la finalidad principal de la educación superior es la formación de profesionales transdisciplinarios, esto es, de perfil amplio (a nivel de grado) y de especialistas cultos (en los estudios de postgrado).Promover la calidad y la excelencia académica asociándolas siempre a la pertinencia social. Fomentar la cooperación horizontal, tanto a nivel interinstitucional como nacional e internacional, con la finalidad de enriquecer las experiencias de todos los participantes. Defender la autonomía universitaria responsable, esto es, la que expresa que la universidad debe servir a la sociedad, pero cuestionar la que

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considera que la sociedad debe servir a la universidad. Se necesita una universidad crítica sí, pero que sea consciente de su responsabilidad social.

Porque formar profesionales para hacer ciencia y producir tecnología socialmente útiles además de poseer los valores para vivir en armonía con sus congéneres debe ser la consigna de la universidad.

La transdisciplinariedad, nutrida por la complejidad, exige que cada docente cree ambientes y contextos de aprendizaje más dinámicos y flexibles, más cooperativos y solidarios, la creación de ecosistemas educacionales en los cuales predominen la solidaridad, la asociación, la ética, la generosidad, el compañerismo, el diálogo en la búsqueda constante de soluciones a los conflictos emergentes, así como el respeto por las diferencias y el reconocimiento de la diversidad cultural, de la existencia de diferentes estilos de aprendizaje que tanto enriquecen las experiencias individuales y colectivas, experiencias que tanto embellecen nuestras vidas.

Ella implica el desarrollo de prácticas educativas que mejoren la capacidad de reflexión de nuestros estudiantes, que desarrollen su autoconocimiento, la capacidad de interiorización y armonización, así como facilitar los procesos de construcción de conocimiento, relacionados con el desarrollo humano. En este sentido, estamos de acuerdo con Agustín de la Herrán y sus colaboradores (2005) cuando dicen que la conciencia más compleja e transdisciplinar, a priori, es menos fragmentada y parcial. Probablemente, pero no ciertamente, decidirá mejor, pues estará en mejores condiciones de tomar decisiones mejor fundamentadas y para desarrollar acciones más compatibles, desde estados de conciencia superiores.

Los valores no se podrían enseñar con lecciones de moral. Ellos deben formarse en las mentes a partir de la conciencia de que el humano es al mismo tiempo individuo, parte de una sociedad, parte de una especie. Todo desarrollo humano debe comprender el desarrollo conjunto de las autonomías individuales. (Morín, 2000:21). Apoyados en sus disertaciones, se puede afirmar, que la ética y los valores morales son esenciales en el desarrollo educativo y cultural de una comunidad, sentada sobre bases democráticas para la formación de individuos solidarios, participativos, proactivos y respetuosos. Por tanto es imprescindible que el docente universitario reciba la preparación psicopedagógica necesaria para diseñar, ejecutar y dirigir un proceso de enseñanza-aprendizaje que propicie la educación de valores.

Nuestro país necesita individuos que contribuyan a su desarrollo y para ello, es fundamental la enseñanza de los valores en los futuros profesionales, que tomen en cuenta las necesidades e intereses de la sociedad, que sean abiertos al cambio, fundamentados en los valores morales y que contribuyan a la transformación del actual sistema. Por ello es

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importante la participación activa del docente y del alumno en la redimensión de la educación universitaria para que esta produzca un egresado integral y proactivo, otorgue las herramientas necesarias que faciliten la competitividad de nuestros profesionales con los del mundo entero, estableciendo una respuesta pertinente de los profesionales a las necesidades sociales en nuestro país.

El docente universitario debe ser un modelo educativo para sus estudiantes. En la medida que el mismo exprese en su actuación profesional y en sus relaciones con los estudiantes, valores tales como: la responsabilidad, el amor a la patria y a la profesión, la honestidad, y la justicia, entre otros, propiciará su formación como motivo de actuación en los estudiantes. Sólo creando espacios de reflexión en el proceso de enseñanza-aprendizaje en los que el estudiante aprenda a valorar, argumentar sus puntos de vista, defenderlos ante los que se oponen a ellos, en los que el estudiante tenga libertad para expresar sus criterios, para discrepar, para plantear iniciativas, para escuchar y comprender a los demás, para enfrentarse a problemas con seguridad e independencia, para esforzarse por lograr sus propósitos; espacios en el proceso de enseñanza-aprendizaje en los que sean los docentes universitarios guías de sus estudiantes, modelos de profesionales, ejemplos a imitar, sólo en estas condiciones se estará contribuyendo a la educación de valores del estudiante universitario.

Tendrían que preguntarse los docentes universitarios de la Universidad Rómulo Gallegos. ¿Estamos preparados para enfrentar este reto?

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