programación inicial de un valor añadido
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Programación inicial de un valor añadido por Carles Faus BorràsTRANSCRIPT
La negación de un paisaje versus el reemplazamiento de
una imagen. La sustitución de un volumen enfatiza las
principales arterias de comunicación, que a modo de vasos
comunicantes artificiales logra definir parte una promena-
de architecturale que aunque discurre en su interior
abriéndose puntualmente, desde el exterior permite al
espectador trabajar con la imaginación.
De forma más intuitiva lo materializa Yasuaki Onishi, en su
instalación Reverse of Volumen RG donde la negación de
un entorno nos permite intuir diferentes posibilidades
topográficas del terreno, inspiradas en las formas primiti-
vas de la naturaleza. Nos muestra un volumen a través de
la negación del mismo, de forma inversa pero con similar
resultado al que encontramos en algunas de las interven-
ciones de Christo and Jeanne Claude.
Museo Fundación Ibere Camargo by Alvaro Siza (Izquierda)
Reverse of Volumen RG by Yasuaki Onishi (Derecha)
Estas arterias de comunicación se comportan como
elementos vertebradores del espacio, así como de
instrumentos de la suavidad, traducido como dispositi-
vos programados para potenciar recorridos sin esfuerzo.
Todo esto enmarcado en aspectos turístico-comerciales
y ampliado en la velocidad otorgada al consumo del arte,
representado en su faceta menos intensa al menos en la
actualidad, como son los circuitos rápidos para turistas
que en su día se implantaron en el Moma y en la Tate
Modern. Este turismo consumista del arte marca la sub-
sistencia de gran parte de los museos convirtiéndose en
parte de la estructura programática inicial.
De igual modo que la rampa contiene la capacidad de
transformar cualquier espacio sin apenas esfuerzo,
ampliando la cota cero mucho más allá de sus límites, la
antonomasia de este elemento lo encontramos en la
escalera mecánica. Implantar el movimiento a través de
este tipo de maquinaria “ofrece al consumidor un medio
para atravesar sin esfuerzo las distancias y las alturas”,
un ejemplo de ello lo encontramos en la ampliación del
museo del Prado realizado por Rafael Moneo, y al mismo
tiempo cabría plantearse la experimentación del arte y
del espacio con otro ritmo visual. La disposición del
espacio en el que nos encontramos podría adaptarse sin
mayor complejidad al movimiento de velocidad que se
experimenta en el pabellón de Dinamarca que realizó
Biarke Ingels para la exposición de Shangai del 2010, un
dispositivo de movimiento creado bajo las mismas
premisas consumistas del arte, y en donde de forma
anecdótica podemos apreciar esa sensación de movili-
dad en la obra de “Los ciclistas” (1989) realizada por
Ibere Camargo.
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Toda la experimentación en los museos está cada vez
menos diferenciada de la de los grandes almacenes,
empezando por la disposición de la tienda del museo.
Ésta tiene un valor predominante en la distribución del
espacio, abriéndose al atrio sin disponer de ninguna
barrera visual que dificulte su llegada, sirviéndose de las
mismas premisas de la distribución de los productos de
consumo en los centros comerciales.
“En los EEUU el espacio destinado a exposiciones ha
aumentado un 3% desde 1992, en cambio el de las tien-
das de los museos un 29%” (Mutations)
El acondicionamiento del espacio es otro factor predomi-
nante en esta intervención, ya que al igual que ocurre en
las grandes superficies, existe un interés por ubicar al
espectador en el interior de una atmósfera protegida y
controlada, nos encontramos ante una clara declaración
de un edificio sin ventanas “lo artificial se considera más
deseable que lo natural” (Mutations)
La reducción de la comunicación con el exterior atenúa
el interés del visitante en buscar relaciones visuales más
allá del entorno en el que se encuentra, existe un interés
en llamar al interior, enmarcando puntalmente a modo
intervenciones artísticas el paisaje circundante convir-
tiéndolo en obras efímeras. Las aperturas se convierten
en una “versión del paisaje intensificada tecnológica-
mente”, donde cabría estudiar el tiempo de dedicación
que el espectador le dedicaría a la contemplación de la
ladera en el exterior, y el tiempo que emplearía en la
visualización de esa misma materia orgánica enmarcada
en el interior.
El valor del arte puede llegar a complejizar el contene-
dor, las posibilidades para el consumo se incrementan
para satisfacer todas las posibles demandas impuestas
al consumidor, pudiendo aprovechar esta debilidad para
la justificación de un programa. Cabría plantearse como
serían las estructuras museísticas si el contenido no
viniese impuesto de un valor priorizado, es decir, si el
estudio del artista no alberga el mismo planteamiento
funcional de un museo, desde el punto de vista de distri-
bución del espacio, de la morfología externa e interna del
contenedor, y el valor de su contenido es el mismo, ¿Se
deberían reformular todos los programas de desarrollo
inicial, o una vez introducida una obra en el mercado de
valores, ésta impone otra formulación inicial al progra-
ma?
agosto 2012
Carles Faus Borràs
Bibliografía:
Ensayo: “Tras la modernidad”, por Pedro da Cruz
(Doctor en Ciencias del Arte)
“Mutaciones”. Rem Koolhaas – Harvard Project on the City.
Croquis Nº 140. Alvaro Siza.