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12 3. EN CAMINO (Actuar: Nuestras Propuestas) 1.- Fijémonos en rostros que sufren cerca de noso- tros. Señalemos cinco situaciones que nos parece deben ser atendidas con más urgencia. 2.- ¿Consideramos que existen cauces adecuados en nuestra comunidad, pa- rroquia y Diócesis para poner en prácca el amor como comunidad?, ¿Qué pasos hemos de dar? 3.- ¿Cómo educar en la solidaridad, en el amor y el respeto según la lógica del Evangelio de Cristo? 4.- ¿Cómo las comunidades crisanas de la Diócesis pueden incidir en la bús- queda de la juscia y “de un trabajo decente” en nuestro Departamento? 5.- ¿Cómo suscitar y formar más agentes de pastoral social? 6 ¿Conocemos todas las obras sociales que existen en la Diócesis? ¿Cuáles de estas enen presencia en nuestra Parroquia? ¿Responden a los criterios que señalan las Encíclicas del Papa y el Documento de Aparecida? 4. ORACIÓN Leemos un texto tantas veces escuchado: Mt 25, 31-46 y hacemos silencio. En el silencio recordamos “rostros” sufrientes de personas de la comunidad, de personas de la Diócesis. ¿Reconocemos en ellos la presencia del Señor? Pedimos nos enseñe a mirar y a actuar. Compartimos nuestras peticiones y después del Padrenuestro: Oremos Señor, tu dijiste que cuantos trabajan por la paz serían llamados hijos de Dios; concédenos entregarnos sin descanso a instaurar en el mundo la única justicia que puede garantizar a los hombres una paz firme y verdadera. Oración de la misa por la Paz y la Justicia. Misal Romano 22. Pueden ver también las oraciones de las misas: Por la santificación del trabajo 25; Por los que padecen hambre 28; Por los exiliados 29; Por los cautivos y encarcelados 30 y 31; Por los enfermos 32… 1 Para que nuestros pueblos tengan vida plena en Cristo Dimensión Samaritana CUADERNILLO SINODAL 14 Profetas de la fe, sacramento de amor, solidaridad y justicia En efecto, en Cristo Jesús, ya no cuenta la circuncisión ni la incircuncisión, sino la fe que obra por medio del amor. Gal 5,6

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3. EN CAMINO

(Actuar: Nuestras Propuestas)

1.- Fijémonos en rostros que sufren cerca de noso-tros. Señalemos cinco situaciones que nos parece deben ser atendidas con más urgencia.

2.- ¿Consideramos que existen cauces adecuados en nuestra comunidad, pa-rroquia y Diócesis para poner en práctica el amor como comunidad?, ¿Qué pasos hemos de dar?

3.- ¿Cómo educar en la solidaridad, en el amor y el respeto según la lógica del Evangelio de Cristo?

4.- ¿Cómo las comunidades cristianas de la Diócesis pueden incidir en la bús-queda de la justicia y “de un trabajo decente” en nuestro Departamento?

5.- ¿Cómo suscitar y formar más agentes de pastoral social?

6 ¿Conocemos todas las obras sociales que existen en la Diócesis? ¿Cuáles de estas tienen presencia en nuestra Parroquia? ¿Responden a los criterios que señalan las Encíclicas del Papa y el Documento de Aparecida?

4. ORACIÓN

Leemos un texto tantas veces escuchado: Mt 25, 31-46 y hacemos silencio.

En el silencio recordamos “rostros” sufrientes de personas de la comunidad,

de personas de la Diócesis.

¿Reconocemos en ellos la presencia del Señor?

Pedimos nos enseñe a mirar y a actuar.

Compartimos nuestras peticiones y después del Padrenuestro:

Oremos

Señor, tu dijiste

que cuantos trabajan por la paz

serían llamados hijos de Dios;

concédenos entregarnos sin descanso

a instaurar en el mundo la única justicia

que puede garantizar a los hombres una paz firme y verdadera.

Oración de la misa por la Paz y la Justicia. Misal Romano 22.

Pueden ver también las oraciones de las misas: Por la santificación del trabajo 25; Por los que padecen hambre 28; Por los exiliados 29; Por los cautivos y

encarcelados 30 y 31; Por los enfermos 32…

1

Para que nuestros pueblos

tengan vida plena en Cristo

Dimensión Samaritana

CUADERNILLO SINODAL 14

Profetas de la fe,

sacramento de amor, solidaridad y justicia

En efecto,

en Cristo Jesús,

ya no cuenta la circuncisión

ni la incircuncisión,

sino la fe

que obra por medio del amor.

Gal 5,6

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PRESENTACIÓN

Nos sabemos llamados a hacer presente en nuestro mundo al Señor que está en medio de nosotros como el que sirve. Nuestros estilos de vida han de re-flejar el de Jesús: su confianza radical en el amor del Padre, su alegría por recibir ese amor, su caminar sin agobios, libre de todo afán de poseer o domi-nar. Cada uno en la comunidad cristiana, en la diversidad de nuestras tareas y funciones, nos sabemos “diáconos” invitados a crecer cada día en el amor. Con la mirada fija en Jesús, seguimos recibiendo su llamada a ser discípulos que, amando como Él, testimonian su verdad.

El Papa Benedicto XVI nos ha dejado un breve mensaje para esta cuaresma y un “motu proprio” sobre el Servicio de la Caridad en los que hace eco de dos de sus encíclicas: Deus Caritas est (DC) y Caritas in Veritate (CV). Cuando nos reunamos para estudiar este cuadernillo, Benedicto XVI será ya Papa emérito pero su enseñanza nos servirá para orientar nuestra tarea y nuestro compro-miso de modo que la fe se haga activa en el amor.

Con la orientación de las enseñanzas del Papa recordaremos los criterios para que el amor de cada uno sea auténtico y eficaz y, sobre todo, insistire-mos en que ,no solo individualmente, sino como comunidad estamos llama-dos a un compromiso de amor y de servicio en esta diócesis nuestra. La mira-da de Aparecida hacia los rostros dolientes nos servirá también de guía en la tarea.

1. CRUCIJADA

(Mirar la realidad)

1. Martin es un obrero que trabaja en una fabrica para

sostener su familia, se desempeña eficiente-

mente en su trabajo y goza del aprecio de sus compañeros y compañeras de trabajo; en reali-

dad es un ejemplo para todos como empleado.

Como Delegado de la Palabra de Dios que es, sufre mucho al ver que en su trabajo la empresa les impone sus

horarios sin consultar, les aplican exámenes de VIH sida, polí-

grafos y pruebas de confianza, pruebas de embarazo cada seis

meses a las mujeres, les registran físicamente su cuerpo y perte-nencias a la salida de sus labores, etc. Pero tiene miedo de de-

nunciar esos hechos, ya que seguramente será despedido y ya

pasa de los 40 años y tiene hijos pequeños.

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Pero la mirada se hace más dolorosa al reconocer algo nuevo en esta reali-dad:

“Una globalización sin solidaridad afecta negativamente a los sectores más pobres. Ya no se trata simplemente del fenómeno de la explota-ción y opresión, sino de algo nuevo: la exclusión social. Con ella queda afectada en su misma raíz la pertenencia a la sociedad en la que se vive, pues ya no se está abajo, en la periferia o sin poder, sino que se está afuera. Los excluidos no son solamente “explotados” sino “sobrantes” y “desechables”.

10.- La práctica comunitaria del amor exige, aquí y ahora, realizar signos del Reino.

La Iglesia no puede ni debe emprender por cuenta propia la empresa política de realizar la sociedad más justa posible. No puede ni debe sustituir al Estado. Pero tampoco puede ni debe quedarse al margen en la lucha por la justicia. Debe insertarse en ella a través de la argu-mentación racional y debe despertar las fuerzas espirituales, sin las cuales la justicia, que siempre exige también renuncias, no puede afir-marse ni prosperar… DC 28

“Despertar las fuerzas espirituales” solo será posible desde quienes, mi-rando el rostro doliente de los exclui-dos, proclaman proféticamente que su situación no se debe a una maldición de Dios, a un castigo por su pecado o el de sus padres, a una consecuencia inevita-ble de las leyes económicas, o a heren-cias genéticas y culturales sino que es efecto de decisiones humanas injustas . Pero esa palabra profética sólo será comprensible y eficaz desde el testimo-nio de una entrega concreta que suscita signos solidarios con toda “la imagina-ción de la caridad”. Desde esa “imaginación” , ahora nos ponemos :

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9.- La práctica comunitaria del amor a los pobres exige prestar atención a los rostros dolientes. Ahora es Aparecida quien viene en nuestra ayuda y lo hace, en primer lugar, invitándonos a mirar “rostros”, no a hacer fríos análisis sociológicos sino a mirar personas, a fijarnos y dejar que nos duelan.

Al menos en tres ocasiones encontramos listas de personas en cuyo rostro-contemplamos el rostro sufriente de Cristo – DA 393. Las listas no pretenden ser completas y en ellas hay repeticiones pero nos sirven para mirar nues-tra realidad más cercana. ¿Qué rostro sufriente tenemos más cerca en nues-tra colonia, en el municipio, en nuestro Departamento?

Desde el número 407 al 430 el Documento de Aparecida se fija especialmente en los rostros de cinco grupos de personas y sugiere cómo responder a su situación:

Los que viven en las calles Los Migrantes

Los enfermos Los dependientes del alcohol y las drogas Los que están en la cárceles En el 65 o en 402 la enumeración es más completa :

“las comunidades indígenas y afroamericanas...; muchas mujeres, que son excluidas en razón de su sexo, raza o situación socioeconómica; jóvenes, que reciben una educación de baja calidad y no tienen oportu-nidades de progresar en sus estudios ni de entrar en el mercado del trabajo para desarrollarse y constituir una familia; muchos pobres, desempleados, migrantes, desplazados, campesinos sin tierra, quienes buscan sobrevivir en la economía informal; niños y niñas sometidos a la prostitución infantil, ligada muchas veces al turismo sexual; también los niños víctimas del aborto… quienes dependen de las drogas, las personas con capacidades diferentes, los portadores y víctima de enfer-medades graves como la malaria, la tuberculosis y VIH - SIDA, que su-fren de soledad y se ven excluidos de la convivencia familiar y social…los secuestrados y los que son víctimas de la violencia, del terrorismo, de conflictos armados y de la inseguridad ciudadana. También los an-cianos, que además de sentirse excluidos del sistema productivo, se ven muchas veces rechazados por su familia como personas incómodas e inútiles. Nos duele, en fin, la situación inhumana en que vive la gran mayoría de los presos, que también necesitan de nuestra presencia solidaria y de nuestra ayuda fraterna.”

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2. El “Tío Pedro”, como se le conoce en el pueblo, es un hombre muy popular y muy trabajador. Con doña Juana llevan ya 30 años de

casados y tienen 9 hijos. Siempre ha trabajado para “Don Jeróni-

mo”, el hacendado del pueblo. Siempre ha sabido que su patrón le agrega agua a la leche para que rinda mas y que en la época de

cosecha de café la medida que usa para recibir el café cortado es

mayor que la que usa para venderlo –ya que solo se mide, no se

pesa. El galón para recibir la tarea de corteros (as) siempre aga-rra más y al galón con que vende, le ha hecho colocar un trozo

de madera en el fondo para dar menos, con lo cual roba al corte-

ro y engaña a los compradores. Recientemente está asistiendo a la Iglesia, debido a la insistencia de doña Juana y ha escuchado

mucho acerca de la justicia, el pecado personal y el pecado so-

cial. Esta situación le ha comenzado a incomodar, pero no se atreve a decirle nada a Don Jerónimo ni a comentarlo con nadie

porque le debe mucho dinero, favores y hasta le ha dado trabajo

a sus hijos y a su mujer en la hacienda, inclusive le has dado

donde vivir en una de las casitas de la hacienda. Sabe que si cuenta, lo despiden y si lo denuncia a la autoridad piensa que

hasta peligra su vida porque su patrón es muy influyente.

3. La relación Iglesia-Mundo tiene como base la dignidad de la perso-

na humana. GS 40. La Diócesis de San Pedro interpuso una de-

manda en contra del Estado de Honduras ante la Corte Interame-ricana de los Derechos Humanos por lo que sucedió el 17 de

mayo de 2004 a los privados de libertad en San Pedro Sula, por

LAS PERSONAS bajo la tutela y responsabilidad del Estado de

Honduras que murieron en el incendio. El Estado de Honduras se avino a reconocer su responsabilidad y asumió la decisión de la

Corte sobre indemnizaciones, mejoras en el sistema penitencia-

rio… A través de la Pastoral Penitenciaria y de Caritas se da seguimiento al cumplimiento de lo dispuesto por la Corte. Esta

actuación de la Iglesia diocesana no ha sido bien vista por mu-

chos - inclusive algunos (as) cristianos (as)- que opinan que lo

que pasó estuvo bien y que así deberían morir todos.

Dialoguemos 1. Sobre los tres casos presentados. ¿Qué nos pide Jesús?

2. ¿Qué haría yo en las circunstancias de cada caso?

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2. BRÚJULA Y MAPA (Juzgar:

Conocer la enseñanza de la Iglesia)

1.- El amor —«caritas»— es una fuerza extraordinaria, que mueve a las personas a com-prometerse con valentía y generosidad en el campo de la justi-cia y de la paz. La caridad es el don más grande que Dios ha dado a los hombres, es su promesa y nuestra esperanza. DC 1 y 2

Reconocemos en estas palabras un eco del capítulo trece de la Primera Carta a los Corintios que nos recuerda cómo el amor es el que permanece y el que sirve de criterio para comprobar la autenticidad de la fe, de la esperanza y de todos los dones de Dios. Un amor que no puede ser un sentimentalismo vacío o simplemente lleno de emotividad sino que ha de guiarse por la verdad, es decir, por la realidad de un Dios que ama y que hace digno a cada uno de sus hijos y por la realidad de un mundo en el que la injusticia y el pecado generan exclusión, miseria y dolor.

2.- Ante todo, la justicia.

Lo recordábamos con Aparecida en el cuadernillo anterior, la misericordia siempre será necesaria pero no debe entrar en el juego de un sistema econó-mico perverso. Lo recuerda el Papa Benedicto:

La caridad va más allá de la justicia, porque amar es dar, ofrecer de lo «mío» al otro; pero nunca carece de justicia, la cual lleva a dar al otro lo que es «suyo», lo que le corresponde en virtud de su ser y de su obrar. No puedo «dar» al otro de lo mío sin haberle dado en primer lugar lo que en justicia le corresponde. Quien ama con caridad a los demás, es ante todo justo con ellos… la justicia es «inseparable de la caridad», intrínseca a ella. La justicia es la primera vía de la caridad o, como dijo Pablo VI, su «medida mínima»…Por un lado, la caridad exige la justicia… Por otro, la caridad supera la justicia y la completa siguien-do la lógica de la entrega y el perdón. CV 6

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8.– Entre nosotros, la práctica del amor a los pobres exige re-saltar la relación entre pobreza y desocupación. De nuevo acogemos la enseñanza del papa Benedicto:

Los pobres son en muchos casos el resultado de la violación de la dig-nidad del trabajo humano, bien porque se limitan sus posibilidades (desocupación, subocupación), bien porque se devalúan «los derechos que fluyen del mismo, especialmente el derecho al justo salario, a la seguridad de la persona del trabajador y de su familia». Por esto, ya el 1 de mayo de 2000, mi predecesor Juan Pablo II, de venerada memoria, con ocasión del Jubileo de los Trabajadores, lanzó un llamamiento para «una coalición mundial a favor del trabajo decente», alentando la es-trategia de la Organización Internacional del Trabajo. De esta manera, daba un fuerte apoyo moral a este objetivo, como aspiración de las familias en todos los países del mundo. Pero ¿qué significa la palabra «decente» aplicada al trabajo?

Significa un trabajo que, en cualquier sociedad, sea expresión de la dignidad esencial de todo hombre o mujer:

un trabajo libremente elegido, que asocie efectivamente a los trabaja-dores, hombres y mujeres, al desarrollo de su comunidad;

un trabajo que, de este modo, haga que los trabajadores sean respeta-dos, evitando toda discriminación;

un trabajo que permita satisfacer las necesidades de las familias y es-colarizar a los hijos sin que se vean obligados a trabajar;

un trabajo que consienta a los trabajadores organizarse libremente y hacer oír su voz;

un trabajo que deje espacio para reencontrarse adecuadamente con las propias raíces en el ámbito personal, familiar y espiritual;

un trabajo que asegure una condición digna a los trabajadores que llegan a la jubilación.CV 63

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…practicar el amor hacia las viudas y los huérfanos, los presos, los en-fermos y los necesitados de todo tipo, pertenece a su esencia tanto como el servicio de los Sacramentos y el anuncio del Evangelio. La Igle-sia no puede descuidar el servicio de la caridad, como no puede omitir los Sacramentos y la Palabra. DC 22

Lo recordábamos en el cuadernillo 6 pero ahora necesitamos concretar nues-tras propuestas del mismo modo que el Papa concreta y da normas específi-cas para la realización del servicio de la caridad además de recordar los princi-pios que dan alma a la “organización del servicio comunitario ordenado”:

Por tanto, en la actividad caritativa, las numerosas organizaciones ca-tólicas no deben limitarse a una mera recogida o distribución de fon-dos, sino que deben prestar siempre especial atención a la persona que se encuentra en situación de necesidad y llevar a cabo asimismo una preciosa función pedagógica en la comunidad cristiana, favoreciendo la educación a la solidaridad, al respeto y al amor según la lógica del Evangelio de Cristo. En efecto, en todos sus ámbitos, la actividad cari-tativa de la Iglesia debe evitar el riesgo de diluirse en una organización asistencial genérica, convirtiéndose simplemente en una de sus varian-tes…Servicio de la caridad

En cada parroquia con todas sus comunidades y en la Diócesis como tal no pueden faltar cauces eficaces para el servicio de la caridad. Caritas es el nom-bre de un cauce lleno de experiencia y de sabiduría en la Iglesia universal, también en Honduras y en nuestra Diócesis. Como toda estructura humana necesita participar en la conversión pastoral permanente a la que invita Apa-recida y de la que el Sínodo Diocesano es expresión. Hagamos propuestas para que Caritas, Comités de Pastoral Social, Justicia y Solidaridad, Obras So-ciales o como consideremos oportuno llamarlos: Estén presentes como organización en la Diócesis y en cada comunidad

parroquial y en cada grupo, movimiento, camino… No se limiten a una mera recogida o distribución de fondos. Presten especial atención a la persona en necesidad y a las necesidades

del bien común de las personas.

Realicen una función pedagógica en la comunidad cristiana educando en la solidaridad, en el amor y el respeto según la lógica del Evangelio de Cristo.

Sean testimonio, en la gestión de sus recursos, de sobriedad cristiana, actúen con total trasparencia y sean coherentes con la legislación del Estado.

Realicen una función profética de denuncia de las estructuras de peca-do que generan pobreza.

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3.- Que se arraiga en la fe

A modo de una lectura orante recogemos esta bella meditación del Mensaje de Cuaresma del Papa:

La fe es conocer la verdad y adherirse a ella (cf. 1 Tm 2,4); la caridad es «caminar» en la verdad (cf. Ef 4,15). Con la fe se entra en la amis-tad con el Señor; con la caridad se vive y se cultiva esta amistad (cf. Jn 15,14s). La fe nos hace acoger el mandamiento del Señor y Maestro; la caridad nos da la dicha de ponerlo en práctica (cf. Jn 13,13-17). En la fe somos engendrados como hijos de Dios (cf. Jn 1,12s); la caridad nos hace perseverar concretamente en este vínculo divino y dar el fruto del Espíritu Santo (cf. Ga 5,22). La fe nos lleva a reconocer los dones que el Dios bueno y generoso nos encomienda; la caridad hace que fructifi-quen (cf. Mt 25,14-30).

Y del mismo mensaje subrayamos una consecuencia sumamente importante:

De aquí deriva para todos los cristianos y, en particular, para los «agentes de la caridad», la necesidad de la fe, del «encuentro con Dios en Cristo “que suscite en ellos el amor y abra su espíritu al otro, de mo-do que, para ellos, el amor al prójimo ya no sea un mandamiento por así decir impuesto desde fuera, sino una consecuencia que se des-prende de su fe”, la cual actúa por la caridad»

Porque creemos en el amor que Dios nos tiene, nos sabemos capacitados para amar. No cumplimos un mandamiento; No damos algo a los pobres; No andamos calculando cuánto nos pide Dios que demos.¡ Dios no nos pide na-da!, ¡Dios nos ama! Y porque creemos en el amor que Dios nos tiene, entra-mos con alegría en esa danza del amor hasta que todos participemos en la misma fiesta en la que la misericordia y la fidelidad se encuentran y la justicia y la paz se besan.

4.- Amar a alguien es querer su bien y trabajar eficazmente por él. Subrayamos la necesidad de la eficacia: Puesto que el amor no es un mandamiento impuesto desde fuera; puesto que no obedece a un sen-timentalismo pasajero; puesto que no es el resultado de una emotivi-dad que se queda solo en el interior de cada uno sino que brota de un corazón nuevo transformado por el Espíritu, por eso, el amor debe

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comprobarse en sus efectos, debe medirse por lo que genera en el otro, en aquel en quien se ama. No nos preguntamos si estamos emo-cionados, si nos sentimos a gusto, si nos hemos liberado de sentimien-tos de culpa, si hemos cumplido con lo que Dios nos pide sino que nos preguntamos si aquel a quien amamos experimenta la dignidad pro-pia de un hijo de Dios y vive en conformidad a ella.

5.- Amar a alguien es ocuparse de su bien y, por eso, compro-meterse con el bien común Pero el bien de cada uno no es algo aislado, independiente del bien comparti-do con otros. No es un bien que se pueda obtener solo para uno mismo sino que solo se puede conseguir real y eficazmente en comunidad social. Es el bien común. De nuevo escuchamos con atención la enseñanza del Papa Bene-dicto:

“Desear el bien común y esforzarse por él es exigencia de justicia y cari-dad. Trabajar por el bien común es cuidar, por un lado, y utilizar, por otro, ese conjunto de instituciones que estructuran jurídica, civil, políti-ca y culturalmente la vida social, que se configura así como pólis, como ciudad. Se ama al prójimo tanto más eficazmente, cuanto más se tra-baja por un bien común que responda también a sus necesidades reales. Todo cristiano está llamado a esta caridad, según su vocación y sus posibilidades de incidir en la pólis. Ésta es la vía institucional —también política, podríamos decir— de la caridad, no menos cualifi-cada e incisiva de lo que pueda ser la caridad que encuentra directa-mente al prójimo fuera de las mediaciones institucionales de la pó-lis… Como todo compromiso en favor de la justicia, forma parte de ese testimonio de la caridad divina que, actuando en el tiempo, prepara lo eterno… En una sociedad en vías de globalización, el bien común y el esfuerzo por él, han de abarcar necesariamente a toda la familia hu-mana, es decir, a la comunidad de los pueblos y naciones, dando así forma de unidad y de paz a la ciudad del hombre, y haciéndola en cier-ta medida una anticipación que prefigura la ciudad de Dios sin barre-ras”. CV 7

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6.- Acoger, acompañar, comprometerse son dimensiones inse-parables del amor.

El compromiso con el bien común, el compromiso a favor de la justicia, la caridad “política” es quizá la dimensión que nos resulta más difícil de asumir y de realizar pero sin ese compromiso el amor no alcanza su objetivo porque no resulta eficaz. No es fácil. Está sujeto a tentación y a trampas. Mejor di-cho, cada uno de nosotros estamos expuestos a la tentación y si nos ocupa-mos solo de denunciar las estructuras injustas o de exigir que el Estado sea el que garantice la felicidad de cada ciudadano, podemos encerrarnos en un egoísmo que se aísla y se desentiende del hermano.

Acompañando y promocionando la capacitación de quien está en situación marginal realizamos una exigencia imprescindible del amor cristiano pero si lo hacemos con frialdad, sin cercanía y sin afrontar la necesidad inmediata no suscitamos motivación ni aportamos fortaleza en el otro para que asuma su propia responsabilidad. Si ,por otra parte , prescindimos de reconocer las causas que han generado la pobreza y marginación, si no nos compromete-mos en cambiar esas estructuras de la sociedad que generan pobreza y margi-nación, surgirá la frustración y el desánimo en quien queremos amar.

Acogiendo con cariño y asistiendo al prójimo en su necesidad inmediata realizamos el primer paso del protagonista de la parábola de Jesús. Pero si no montamos al herido en nuestra cabalgadura, si no nos ocupamos de la rela-ción con el posadero, si lo dejamos en la orilla del camino aunque con las he-ridas desinfectadas, seremos “buenos paternalistas” pero no seremos bue-nos “prójimos” como el samaritano.

Asistencia, promoción y denuncia: acogida, acompañamiento, compromiso con la justicia son dimensiones del arte de amar que hemos de practicar cada uno con la alegría y la entrega del discípulo que ha aprendido a servir como el Señor.

7.- También la Iglesia en cuanto comunidad ha de poner en práctica el amor.

Damos un paso más y también nos guía la enseñanza del Papa Benedicto:

El amor al prójimo enraizado en el amor a Dios es ante todo una tarea para cada fiel, pero lo es también para toda la comunidad eclesial, y esto en todas sus dimensiones: desde la comunidad local a la Iglesia particular, hasta abarcar a la Iglesia universal en su totalidad. También la Iglesia en cuanto comunidad ha de poner en práctica el amor. En consecuencia, el amor necesita también una organización, como presu-puesto para un servicio comunitario ordenado. DC 20