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PROBLEMATICAS Y DESAFIOS DEL NIVEL MEDIO TEMA: Autoridad Pedagógica y Violencia en la Escuela ALUMNO: Olguín Néstor Emanuel CURSO: 3° Año de Matemática Cuando hablamos de autoridad pedagógica lo hacemos desde la definición de autoridad, hacia la forma de construcción de esta autoridad dentro de la escuela, teniendo presente que ésta es una relación, un vínculo, un vínculo emocional. Y las estrategias metodológicas a diseñar, sabiendo que cuando se habla de autoridad pedagógica se está poniendo el acento en cómo se enseña y no qué se enseña. En el terreno educativo la autoridad está por todos lados. Se rechaza, teme y desea. Se añora y combate. Se afirma que falta y/o sobra. Se denuncian sus excesos y su inacción. Se hacen esfuerzos por calibrar su forma, su justa medida, su dosis necesaria. La autoridad no es una cosa. No se acumula en cajas ni se reparte en dosis. Como el poder o el conocimiento, no es una sustancia. Hoy en día la relación entre los docentes con los alumnos debe ser repensada. Las condiciones sociales, culturales y económicos se han transformado. Existe una realidad que nos interpela, es decir, nos hace pensar, nos desafía como futuros docentes. Beatriz Greco dice que la autoridad es aquel que es autor, el que origina algo, produce algo y aquel que aumenta. El docente no es sólo el autor de lo que va a hacer sino que enriquece, aumenta y produce despliegue, genera crecimiento en el otro; no es el dueño y creador de aquello que origina pero sin embargo tiene un lugar especial en dar origen y transformar lo que se necesita. Ejercer la autoridad no tiene nada que ver con el autoritarismo es ejercer un rol de autoridad sin excesos, es el modo ideal de establecer la relación pedagógica. Esta relación se da en condición de asimetría estructural entre maestros y alumnos, no es una relación automática ni espontánea sino una relación que debe construirse. La pregunta es desde dónde se construye ese poder. Cómo lo autorizamos, qué le permitimos, qué no. Si hemos de entender la pedagogía como una práctica que reflexiona sobre las formas de transmisión de la cultura, y es la practica misma de transmitirla la pregunta que debemos abordar es

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PROBLEMATICAS Y DESAFIOS DEL NIVEL MEDIO

TEMA: Autoridad Pedagógica y Violencia en la Escuela

ALUMNO: Olguín Néstor Emanuel

CURSO: 3° Año de Matemática

Cuando hablamos de autoridad pedagógica lo hacemos desde la definición de autoridad, hacia la forma de construcción de esta autoridad dentro de la escuela, teniendo presente que ésta es una relación, un vínculo, un vínculo emocional. Y las estrategias metodológicas a diseñar, sabiendo que cuando se habla de autoridad pedagógica se está poniendo el acento en cómo se enseña y no qué se enseña. En el terreno educativo la autoridad está por todos lados. Se rechaza, teme y desea. Se añora y combate. Se afirma que falta y/o sobra. Se denuncian sus excesos y su inacción. Se hacen esfuerzos por calibrar su forma, su justa medida, su dosis necesaria. La autoridad no es una cosa. No se acumula en cajas ni se reparte en dosis. Como el poder o el conocimiento, no es una sustancia. Hoy en día la relación entre los docentes con los alumnos debe ser repensada. Las condiciones sociales, culturales y económicos se han transformado. Existe una realidad que nos interpela, es decir, nos hace pensar, nos desafía como futuros docentes. 

Beatriz Greco dice que la autoridad es aquel que es autor, el que origina algo, produce algo y aquel que aumenta. El docente no es sólo el autor de lo que va a hacer sino que enriquece, aumenta y produce despliegue, genera crecimiento en el otro; no es el dueño y creador de aquello que origina pero sin embargo tiene un lugar especial en dar origen y transformar lo que se necesita. Ejercer la autoridad no tiene nada que ver con el autoritarismo es ejercer un rol de autoridad sin excesos, es el modo ideal de establecer la relación pedagógica. Esta relación se da en condición de asimetría estructural entre maestros y alumnos, no es una relación automática ni espontánea sino una relación que debe construirse. La pregunta es desde dónde se construye ese poder. Cómo lo autorizamos, qué le permitimos, qué no. Si hemos de entender la pedagogía como una práctica que reflexiona sobre las formas de transmisión de la cultura, y es la practica misma de transmitirla la pregunta que debemos abordar es desde donde apoyamos el poder que la sustenta. Esto no es fácil, implica preguntarse por el fundamento de la autoridad de la escuela e intentar instalarse desde una orilla no autoritaria ni dejada sino  democrática.  Un poder democrático, transparente, capaz de dar cuenta de su actuar y aceptar el disenso como respuesta.

El tipo autoritario nos muestra el docente que ante la más mínima falta establece sanción, se coloca en una posición omnipotente, mantiene el orden a través del miedo, no genera empatía, y mantiene a la clase en actitud pasiva; Si bien el anterior no es un buen modelo, es aún peor el docente demagógico, que no pone límites, enseña y exige poco, consiente todo, y muy probablemente sus clases muestren descontrol disciplinario y falta de cumplimiento de los contenidos curriculares. Esto solo fomentará la falta de responsabilidad y de compromiso de ambas partes. La autoridad docente se construye sobre una base institucional y condiciones personales y profesionales. La base institucional consiste en el apoyo que la institución a través de quienes conducen ofrece a los docentes. 

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Antes la autoridad estaba dada por el rol, el docente representaba la autoridad y a nadie se le ocurría cuestionar a la maestra. Hoy en día es necesaria una construcción de la autoridad pedagógica, para ello Greco propone pensar la autoridad pedagógica ligada a: - La transmisión: Un docente que transmite, que busca las formas de enseñar para promover el crecimiento propio de cada alumno. - La confianza: saber escuchar y saber decir, consientes de la existencia de una asimetría, pero no desde el lugar de superioridad. Se trata de una confianza que da oportunidades, que confía en el alumno que se le ha dado a cargo y del cual es responsable. - La igualdad y la ignorancia: Ello implica romper con la idea de saber y poder, entre ignorantes y sabios, ser maestro sin ser amo y dueño, sino que insista en la necesidad de que el alumno realice su trabajo intelectual, que se ubica en igualdad, que considera que la ignorancia puede provocar el deseo de saber, que está allí no por ser sabio o superior. - La emancipación: Una autoridad que permita el despliegue de las posibilidades de todos y cada uno, que no sujete, sino que busque que sus alumnos descubran el poder de su pensamiento, que acompañe, movilice y sostenga.

Para construir una correcta autoridad pedagógica es necesario no ser un espacio áulico o de enseñanza- aprendizaje donde ya esté todo dicho por el docente, sino un espacio que forma inteligencia, identidades, seguridades y autoestima. 

Con respecto a la violencia en las escuelas vemos en los últimos tiempos, que este problema ha ocupado y preocupado a actores de la más diversa índole: medios de comunicación, políticos, académicos y, por supuesto, miembros de la comunidad educativa (maestros, padres y alumnos). En el campo analítico, gran parte de los trabajos e investigaciones ocupadas en el tema han establecido una fuerte vinculación entre aquello que puede encuadrarse como ‘violencia’ en las escuelas y las profundas transformaciones económicas y sociales experimentadas por la sociedad argentina en las últimas décadas del siglo XX. Desde estas perspectivas, la violencia que se produce en las escuelas sería resultado de una multiplicidad de factores que, gestados en las condiciones sociales que rodean el espacio escolar, desbordan esos ámbitos particulares e inciden en las instituciones educativas.

La violencia en la escuela puede ser física, un mechoneo; verbal, un grito o un insulto; sexual, toqueteos o violaciones. Son sus formas más evidentes y burdas, no por ello menos graves. Sin embargo hay otra forma de violencia en la escuela, es la violencia simbólica. Es aquella violencia que somete al otro de modo tal que este ni siquiera lo percibe como algo violento, puede llegar incluso a dar gracias por ella. Son ejemplos de violencia simbólica: La construcción del éxito y el fracaso escolar, la naturalización de las diferencias de género, la normalización de estudiantes con la consecuente negación de las diferencias, la segmentación del rendimiento escolar por clase social.

La escuela surgió en un contexto que ya no existe, o que al menos va en franca retirada, es desde allí que se anclan algunas de sus violencias. Es por eso importante que nos preguntemos desde donde apoyamos las miles de pequeñas “obviedades” de lo escolar herederas del convento, el ejército y la fábrica: el uniforme, la agenda, el izamiento de la bandera, la campana o el timbre, el levantar la mano para hablar y el formarse en fila. ¿Son esas las prácticas que nos interesan? ¿Son esas la mirada de la sociedad que validamos como pertinentes?

No son pocas las personas que ante estas noticias añoran tiempos pasados. Tiempos utópicos en los cuales todos éramos buenos: niños y niñas obedientes; padres y madres que se inclinaban ante la figura docente, una escuela que funcionaba. Eso sólo ha existido en un edén

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imaginario en el que gustamos de refugiarnos ante la imposibilidad de crear conceptos explicativos del presente y utopías que nos marquen el horizonte hacia el que deseamos avanzar.

Conclusión.

La realidad social nos convoca hoy a replantearnos el tema de la autoridad pedagógica, teniendo en cuenta los nuevos escenarios escolares, las nuevas culturas escolares, que se construyen con docentes, alumnos y padres El lugar de autoridad, que se le asignaba a la institución educativa, y que no se discutía como tal, se fue relegando, hasta encontrarnos hoy en un seria dificultad para re posicionar la autoridad pedagógica. Construir una autoridad pedagógica, que integre, que una y re fortalezca los lazos vinculares entre docentes y alumnos es una tarea primordial, donde serán las estrategias que se llevan a cabo, las encargadas de que deje de ser una utopía y pase a ser una realidad.