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IVº Jornadas de Trabajo sobre Historia Reciente Rosario, 14, 15 y 16 de mayo de 2008
Presos y desterrados. Los opcionados de la última dictadura militar1
I. Introducción
Entre las partidas hacia el exilio iniciadas en la provincia de Santa Fe desde la
instauración del Estado de Sitio de 1974 hasta el retorno a la democracia en 1983, se
cuentan las protagonizadas por los presos políticos que lograron hacer uso del derecho a
“la opción”. Durante este período quedaron suspensas las garantías constitucionales,
fijado que quienes se encontraban a disposición del Poder Ejecutivo Nacional debían
permanecer encarcelados en el territorio nacional, o se les permitía ser libres en el
extranjero2. De estos sujetos – que son también exiliados, desterrados y/o emigrantes
políticos- nos ocupamos a continuación.
En este trabajo, analizamos cómo se produjeron sus salidas hacia el exilio,
considerando prioritariamente las experiencias atravesadas por cuatro individuos que
fueron apresados en el territorio de la Provincia de Santa Fe y que posteriormente
partieron hacia el exilio desde diferentes unidades penales de la República. Se trata de
presos políticos que lograron hacer uso del derecho constitucional a “la opción” bajo la
vigencia del estado de sitio y del terror de estado en la Argentina, acrecentado luego del
golpe de estado de 19763.
A continuación, los caracterizamos e identificamos y reconstruimos los traslados
que protagonizaron al interior del circuito represivo, atendiendo a los dispositivos de
control que intervinieron habilitando o constriñendo sus acciones en pos de la partida.
Además, consideramos las redes que fueron movilizadas a tal fin.
Atento a ello, abordamos la tarea mediante la construcción y el análisis de fuentes
orales, por lo que trabajamos con entrevistas desgrabadas, que efectuamos a estos cuatro
sujetos (Mario, Ignacio, Ricardo y Hugo), y las esposas de los dos últimos (Ana y Olga,
respectivamente). Y asimismo consideramos –como parámetro de cotejo- las entrevistas 1 Este texto es fruto del cursado del seminario “Asilo, refugio y exilio en la historia contemporánea: el caso de México” dictado por el profesor Pablo Yankelevich en la Universidad Nacional de General Sarmiento en el mes de septiembre de 2007. El mismo es deudor de las críticas y comentarios de Luciano Alonso, Silvina Jensen, Daniel Lvovich, Hernán Apaza y Yanina Hoffman, a quienes les agradezco profundamente. 2 En el Articulo 23 de la constitución entonces vigente. 3 La etapa que trabajamos está atravesada por un gobierno legítimamente electo (el peronismo estuvo en el poder entre 1973-76), pero ciertas acciones paramilitares que se dieron en su seno nos permiten señalar que se trató de una etapa signada por el “terror de estado”, noción que Lafer emplea para analizar el período dictatorial (LAFER, 1994: 225).
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realizadas a un hombre (Fernando) y una mujer (Neli) que fueron “liberados” durante la
dictadura, tras lo cual partieron hacia el exilio; y recuperamos el testimonio de Lucas,
quien partió hacia el exilio con su familia cuando era un niño.
Todas las entrevistas fueron realizadas por separado en las ciudades de Santa Fe y
Rosario, entre noviembre de 2004 y diciembre de 2007. Llegamos a ellas por
encadenamiento; y si bien es cierto que las experiencias recogidas no pretenden ser
representativas del total de situaciones vinculadas a “la opción”, pensamos con
Carnovale que los testimonios recogidos “sin ser representativos en términos
estadísticos, lo son o, mejor, los consideramos representativos, de ciertas dinámicas y
dimensiones de un proceso histórico”, en este caso del exilio (CARNOVALE en
FRANCO y LEVÍN, 2007: 171).
Recurrimos también a otras fuentes de información sobre las experiencias
carcelarias y del exilio, disponibles en el Archivo del Arzobispado de la Provincia de
Santa Fe y en el Archivo del Servicio Penitenciario de la Provincia de Santa Fe.
Consultamos asimismo bibliografía sobre el tema y materiales periodísticos y literarios
al respecto.
II. Los entrevistados
Los cuatro entrevistados opcionados militaron dentro de la Tendencia
Revolucionaria del Peronismo: Ignacio en la Unión de Estudiantes Secundarios -UES-
en la zona de Rosario, Ricardo en la Juventud Universitaria Peronista -JUP- en ámbitos
de la Universidad Nacional del Litoral de Santa Fe, Mario en la Juventud Trabajadora
Peronista -JTP- , aunque también tuvo un breve pasaje previo por la Juventud
Universitaria Peronista -JUP-, y Hugo en el gremio docente, también dentro de la
Juventud Trabajadora Peronista -JTP-.
Asimismo, todos ellos - a excepción de Ignacio- manifiestan haber estado
vinculados a distintos movimientos o espacios del catolicismo liberacionista4, en donde
iniciaron su vida militante para luego migrar desde allí hacia el peronismo. Ricardo
participó del Movimiento de Juventudes de la ciudad de Santa Fe, un espacio
coordinado por un sacerdote integrante del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer
Mundo (MSTM). Hugo por su parte se empapó del clima postconciliar en las
4 Un tipo de catolicismo que pese a sus rasgos de apertura “no deja de ser antiliberal e integral” (DONATELLO, 2005: 243)
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instalaciones del Colegio Mayor Universitario de la misma localidad, en donde residió
durante el cursado de la carrera5.
Por otra parte, las edades de los entrevistados varían entre los 19 y los 31 años al
momento de la detención, lo cual se correlaciona con la formación recibida. Mientras
Hugo (31 años) era Ingeniero Químico, Mario (29 años) se encontraba trabajando en el
Banco de la Provincia de Santa Fe en su sede de la ciudad capital, tras haber tenido que
interrumpir sus estudios de abogacía por causas familiares. Cuando cayeron presos,
Ignacio (19 años) y Ricardo (20 años) recién habían comenzado sus estudios
universitarios en las Facultades de Ciencias Económicas de Rosario y Santa Fe
respectivamente. Así, pese a haber ingresado en la Universidad, Ignacio continuaba
militando en el frente estudiantil secundario cuando fue secuestrado.
Todos ellos fueron presos políticos, estuvieron a disposición del Poder Ejecutivo
Nacional, y permanecieron alojados, al menos durante cierto período de su reclusión, en
el Instituto Correccional Modelo (U.I) ubicado en Coronda, una pequeña localidad
situada a 40 km de la capital provincial. Continuando con sus historias, advertimos que
solicitaron su salida reiteradamente, y les fue denegada en diversas ocasiones. En
efecto, la dictadura permitió la emigración política “por goteo”, evitando así el aluvión
de exilios que caracterizó al caso chileno y al espacio-temporalmente más lejano exilio
español republicano. En cuanto a ello, Clara E. Lida apunta que el exilio argentino – con
características de “éxodo individual”- dependió fuertemente “de la ayuda directa de los
países receptores”, tal como veremos a continuación (LIDA 2002: 207 y 212).
III. Represión y dictadura “Los familiares creemos que la situación que viven nuestros presos no da para más (…) Legalmente se han inventado e instrumentado todo tipo de atropellos para pisotear la Constitución Nacional. Desde el derecho de opción que no se aplica (…) hasta la cómplice lentitud con que los procesos judiciales son resueltos, pasando por la aceptación de los tribunales
5 En Santa Fe había dos Colegios Mayores Universitarios: uno en calle San Jerónimo, a cargo de la Orden de los Jesuitas, y otro bajo la égida del Arzobispado correspondiente. Eran residencias estudiantiles entre cuyos pensionistas se encontraban muchos de quienes luego tendrían actuación destacada en distintos frentes de lucha estudiantil, gremial y político-militar, hacia el despuntar de los setenta. Entre las agrupaciones que surgieron de este seno se encuentra el Ateneo Universitario, en donde participó Hugo. El Ateneo surgió en la Facultad de Ingeniería Química de la Universidad Nacional del Litoral y desde allí se extendió a otras facultades de la misma Casa de Altos Estudios; y parte de sus integrantes estuvieron en la base de la conformación de Montoneros en Santa Fe (DIBURZI y VEGA, 2005; DIBURZI, 2007).
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especiales (militares)”. Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas, 19816.
El epígrafe introduce la voz de denuncia de los Familiares de Desaparecidos y
Detenidos por Razones Políticas, a raíz de la situación atravesada por los presos
políticos durante la última dictadura argentina, y en período inmediatamente previo (74-
76). El colectivo aludido no presenta homogeneidad, pero sí algunas marcas particulares
como ser la ligazón a las luchas populares desarrolladas en América Latina y el
consecuente compromiso político7.
Una alta proporción de los presos políticos alojados en las unidades penales del país
fueron recluidos antes del golpe de estado; no obstante, con posterioridad al 24 de
marzo de 1976 se dio una escalada de la represión, aumentando exponencialmente el
número de detenidos en centros clandestinos de detención, y los asesinatos-
desapariciones. Al respecto Ana nos narra:
Ana: En junio de 1975 cae preso mi compañero, Ricardo, y en noviembre de ese mismo año sale rumbo a México haciendo uso del “derecho de opción". Estando yo en Buenos Aires para despedirlo, allanan mi casa en Santa Fe y la de mi hermano en Buenos Aires, por esto estoy un tiempo fuera de mi casa (…) Dejé de ir a la Facultad después del golpe de Estado, no recuerdo bien esa etapa. Era de mucho miedo (…) A Santa Fe comienzan a llegar compañeros de otras ciudades, en especial de Córdoba. El accionar se hace cada vez más difícil.
En efecto, la dictadura marcó un punto de inflexión, “tanto por la amplitud de sus
objetivos como por las estrategias que desplegó para reestructurar y fundar sobre nuevas
bases el ordenamiento político, social, económico y cultural vigente en la Argentina
hacia mediados de los años 1970” (ÁGUILA, 2006: 64). Fue la primera en instaurarse
con el acuerdo unánime y activo de las tres armas que se embarcaron así en la
realización de una operación de cirugía mayor sobre el cuerpo social de la Argentina, si
bien es cierto que la represión política se había iniciado mucho antes.
Las acciones de terror de estado comenzaron de la mano de la Triple A y se
profundizaron en el año 1975 con el desarrollo del Operativo Independencia. En ese
contexto, los militares lograron hacerse muy rápido con el poder y avanzaron con la
6 26 de julio de 1981 - documento remitido a Vicente Zazpe, Arzobispo de Santa Fe, el 26 de julio de 1981 a propósito de la institución de la última semana de julio como la de los DETENIDOS POR RAZONES POLÍTICAS- ARCHIVO DEL ARZOBISPADO DE SANTA FE caja nro 28. 7 El supuestamente uniforme grupo de subversivos estuvo conformado por individuos juzgados por acciones guerrilleras –presuntas o comprobadas-, y por otros que carecían se causa formal pero de quienes se sospechaba a raíz de su militancia social, o por su probable filiación política de izquierda o revolucionaria. Este colectivo también estuvo integrado por familiares o amigos de personas con algún tipo de militancia, entre los que se cuentan los padres y hermanos que fueron tomados como “rehenes” a fin de que el perseguido compareciera ante las fuerzas de la represión.
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represión sistemática en todo el territorio nacional, en un proceso con matices
regionales. Por ejemplo, en el Norte de la provincia de Santa Fe - en Reconquista y
zonas aledañas-, la ola de represión que acompañaría al Golpe de Estado se adelantó 45
días; puesto que el 30 de enero de 1976, se allanaron decenas de hogares buscando
subversivos, en un operativo conjunto entre el ejército, la aeronáutica, la policía federal,
provincial y la Guardia Rural Los Pumas. Durante el mismo se aisló la zona, pues se
cerraron los accesos de la ciudad y “para crear un clima propicio de miedo” se dispuso
que aviones Pucará sobrevolaran durante el procedimiento (BORSATTI, 2005: 28).
A su vez, analizando los sucesos de la fecha clave del 24 de marzo de 1976, Clara E.
Lida apunta que “esta velocidad y exactitud explicarían, hasta cierto punto, la dificultad
para muchos argentinos de huir del país” (LIDA, en YANKELEVICH (Coord.), 2002:
206). Y sumado a esto, hay que considerar el peso del contexto geográfico- político,
puesto que el régimen se articuló –a través del Plan Cóndor- con otros análogos en el
resto del Cono Sur, donde durante las décadas de 1960-1970 también se sucedieron
dictaduras que originaron corrientes de emigrantes políticos hacia países
latinoamericanos y europeos.
La instauración y el desarrollo de la dictadura institucional de las Fuerzas Armadas
1976 – 1983 (QUIROGA, 2004: 47) -que constituyó una forma de ejercicio del poder
estatal que involucró a las Fuerzas Armadas en su conjunto8- no dio lugar a una realidad
uniforme en el tiempo y en el espacio. En efecto, el carácter territorial de las fuerzas de
la represión - dado por la división y superposición de ámbitos de incumbencia-,
determinó perfiles específicos para las distintas áreas, a escala nacional, zonal y
provincial. Acentuados por las fisuras al interior de la coalición en el poder, que dieron
lugar a múltiples espacios intersticiales donde operaron plenipotenciarios señores de la
guerra (CANELO, 2007), bajo el manto de impunidad del Estado. Ellos decidieron la
vida, la muerte y los tormentos aplicados a sus prisioneros.
IV. Traslados al interior del circuito represivo.
Mario: - Entonces dijimos “estamos hasta las pelotas, acá nos están trasladando para liquidarnos”; y nos llevaban vendados. Cuando nos bajan nos hacen caminar a todos; nos sacan, nos hacen caminar a todos agarrándonos, estábamos esposados, pero agarrándonos unos con otros, y con vendas en los ojos, y empezamos a caminar por el pasto. Dijimos, “¿Dónde mierda nos trajeron?, ¿qué aeropuerto es éste?” (...) En un
8 Como organismo supremo de gobierno se estableció una Junta Militar tripartita, integrada por un comandante en jefe de cada una de las armas, y se fijaron pautas de sucesión. En todos los niveles se repartió el poder siguiendo el mismo principio. No obstante, en el puesto de presidente se desempeñó siempre un oficial del Ejército.
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momento escuchamos una voz que despacito dice “muchachos tranquilícense, los milicos en este momento están como a 20 m nuestros, y estamos en un aeropuerto, hay gente, cerca hay gente”, o sea, no nos van a matar acá. Era el aeropuerto de Resistencia (…) así que ahí nos tranquilizamos, nos subieron a un camión y nos llevaron a la cárcel de Resistencia donde había ocurrido lo de Margarita Belén9 un año antes.
La detallada narración de Mario nos introduce en el tema de los traslados, y también
refiere a los dispositivos de control que operaron sobre los presos políticos. Él fue
llevado en avión junto a un grupo de internos desde el aeropuerto de Sauce Viejo
(relativamente vecino a Coronda) hasta la Prisión Regional del Norte (U.7) –
Resistencia (Chaco), y una vez alojado ahí consiguió hacer uso de la opción.
La incertidumbre que manifiesta el entrevistado (“no sabíamos dónde íbamos,
porque no nos dicen dónde nos llevan ni nada”), contrasta con la precisión de los
memorandums internos del Servicio Penitenciario de la Provincia de Santa Fe10. La
consulta de los mismos evidencia que los traslados eran solicitados, registrados y
autorizados.
Conforme la lógica del terror de estado, los ciudadanos carecieron de interlocutores
en instancias estatales, recurriendo habitualmente a las “autoridades espirituales” para
efectuar sus reclamos, tal como lo evidencia la variedad de solicitudes recibidas por el
entonces Arzobispo de Santa Fe, Monseñor Vicente Zazpe, entre ellas:
“Hoy nos ponemos en contacto con usted a raíz de la detención del Padre XXX (…) El día 24 de marzo, al saber que habían ido a buscarlo a su domicilio –Casa de la Juventud- se presentó detenido ese mismo día (…) Ayer se le comunicó que pasaba a disposición del Poder Ejecutivo y que sería trasladado a la cárcel por la tarde. Es de destacar que en todo este mes no fue interrogado, ni fueron a su casa, ni tampoco se conoce ninguna acusación contra él”, Carta personal – La Plata, 5 de mayo de 197611.
También en este contexto fueron buscados en sus domicilios Mario e Ignacio, y este
último –como no se hallaba allí- fue posteriormente secuestrado en las calles de Rosario
en el mes de junio de 1976, y permaneció detenido-desaparecido antes de ser legalizado
(o “blanqueado” como dicen los actores). Este modus operandi semiclandestino se
traduce en la multiplicidad de fechas consignadas en la documentación del sujeto:
habiendo ingresado al Servicio Penitenciario de la Provincia de Santa Fe el 19 de Julio 9 El 13 de diciembre de 1976 a la hora 6,30 fueron fusilados en un camino lateral próximo a Margarita Belén (Provincia de Chaco) un conjunto de presos y presas políticos que aún no han sido identificados en su totalidad. Los varones fueron sacados de la unidad penal de Resistencia, no obstante se presume que entre ellos había también militantes detenidos sin legalizar. Entre los cadáveres había también mujeres, que aún no han sido identificadas. 10 En Archivo del Servicio Penitenciario de la Provincia de Santa Fe. 11 ARCHIVO DEL ARZOBISPADO DE SANTA FE – caja número 24 – La Plata, 5 de mayo de 1976. Carta dirigida a Zazpe por dos particulares.
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de 1976, se registra su llegada al Instituto Correccional Modelo I el día 9 de septiembre
de 1976, pero se aclara que fue detenido el 30 de junio de ese mismo año. Son estas las
pocas pistas que desnudan la realidad del chupadero.
En efecto, las experiencias de Mario e Ignacio combinan la estancia en centros
clandestinos de detención, previa al “blanqueo” y consecuente paso a Unidades del
Servicio Penitenciario de la Provincia de Santa Fe. Mientras tanto, Hugo estuvo preso
desde diciembre de 1975, momento en que Ricardo salió hacia el exilio, en calidad de
opcionado, tras haber permanecido inicialmente detenido en la Jefatura de Policía de
Santa Fe, luego legalizado en el Instituto Correccional Modelo I - Coronda y
posteriormente trasladado a instancias de la Policía Federal y conducido a Ezeiza, desde
donde partió hacia México12.
A Hugo lo buscaron en su domicilio en noviembre de 1975, e inmediatamente fue
recluido en la Guardia de Infantería Reforzada de la ciudad de Santa Fe y en enero de
1976 legalizado en el penal antes citado. Encontrándose a disposición del Poder
Ejecutivo Nacional –al igual que el resto de los presos políticos aquí considerados-, fue
recurrentemente conducido a la Guardia de Infantería Reforzada, debiendo luego
retornar al penal en el que se encontraba alojado. Dentro de este derrotero se inscribe
uno de los traslados narrados a continuación, del cual no existen registros en el Servicio
Penitenciario de la Provincia de Santa Fe13.
Hugo: Permanecí detenido en Coronda hasta que se levantó Coronda en el `79. En ese momento nos trasladan a la mayoría a la nueva cárcel que se inauguró en Caseros, Buenos Aires; ya para esto era el `79, fines del `79. No… abril, mayo del `79 (...) Bueno, ahí, estando en Caseros ya viene el… 1980, `81, ya empieza el proceso de un poco… no sé si llamarlo de deterioro o (no se entiende la cinta) está la visita de la Cruz Roja, la visita de… Y comienza a abrirse un poco más la válvula de salida, empieza a haber libertades vigiladas, libertades sin condiciones –que eran los menos-, y algunas… se empiezan a ver cada vez más concesiones de salida con opción.
Tal como vimos, todos ellos fueron apresados en el territorio de la Provincia de
Santa Fe, e inicialmente fueron destinados a dependencias de las fuerzas represivas
situadas en esta misma jurisdicción, desde donde –en ocasiones - fueron conducidos a
penales de otras provincias, y luego trasladados a instalaciones de otras fuerzas con
motivo de su partida (Policía Federal concretamente). 12 El hecho de que su detención haya ocurrido durante la dictadura –y no durante el período inmediatamente precedente- se advierte al analizar su prontuario y compararlo con los de sus compañeros que cayeron detenidos con posterioridad al golpe. En efecto, su prontuario cuenta con fotocopia del dictamen del fiscal a propósito de la causa por la cual fue detenido, mientras que el resto de los opcionados carece de cualquier tipo de información al respecto. 13 Los archivos de la época son fragmentarios. Ricos en especificar las sanciones a las cuales fueron sometidos los presos por “faltas de disciplina”, callan sobre determinados traslados.
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V. Las gestiones por la opción, en tiempos de dictadura
En un clima signado por el terror de estado, fueron los familiares de los presos
políticos quienes se encargaron de diligenciar los trámites necesarios para obtener los
visados necesarios para partir al extranjero en calidad de asilados/ refugiados.
Usualmente, hicieron múltiples presentaciones, tal como se observa, por ejemplo en una
nota interna del Instituto Correccional Modelo (U.1) –Coronda (Santa Fe) que data del
30 de noviembre de 1976, donde se comunica el envío a la Dirección Nacional del
Servicio Penitenciario Federal de cincuenta y cuatro (54) solicitudes para hacer uso de
la opción, entre las cuales se contaban la de Hugo y también la de Ignacio14. No
obstante, este último salió a fines de 1978, y Hugo tuvo que esperar casi seis años hasta
poder hacer uso de la opción, en septiembre de 1981, aunque a lo largo de todo el
período continuó manifestando su voluntad de ejercer este derecho.
A las dificultades que entrañaba conseguir el visado y obtener la anuencia del Poder
Ejecutivo Nacional para salir del país, se sumaban también las limitaciones impuestas
por las autoridades con respecto al destino escogido. El mismo entrevistado indica que
contando con visa para Italia, Francia, Suecia, tuvo que tramitar otra hacia los Estados
Unidos, puesto que según las autoridades penitenciarias, en Europa estaban “todos los
jefes Montoneros”. Una vez tramitada esta nueva visa, y poseyendo una nota con
promesa de trabajo -conseguida a través de redes profesionales y de amistad-, Hugo
consigue salir acompañado por su esposa y sus hijos hacia Minnesota.
En términos similares, el resto de los entrevistados narra las peripecias que entrañó
la gestión para hacer uso de “la opción”:
Ignacio: - Muchas veces se conseguía la visa y después no te dejaban ir. Yo tuve –a raíz de los trámites que hicieron mis padres- tuve... Hubo tres países en realidad que me aceptaron. Uno fue Italia (…) el otro fue Suecia; y el tercer país fue Venezuela. Y un poco la decisión de ir a Venezuela la tomaron mis padres, ¿viste? Porque... - fue la primer visa que se consiguió-... y un poco por la cercanía, la cuestión del idioma...
Este fragmento reproduce lo que implicó, en términos prácticos, hacer uso de la
opción bajo un régimen que “no instituyó la pena del exilio como tal (si bien hay casos
de expulsiones directas)” pero que utilizó este derecho constitucional como mecanismo
de expulsión, reservándose la capacidad de veto sobre los pedidos efectuados. Ese
derecho se suspendió en 1976 y se restableció con ciertas prohibiciones en 1977, de
modo que sólo entre 1979 y 1980 -a raíz de las presiones internacionales- se permitió
14 En sección prontuarios del Archivo del Servicio Penitenciario de la Provincia de Santa Fe
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una salida importante de prisioneros políticos haciendo uso de esta prerrogativa
(FRANCO, 2007: 172).
Durante la década del `70, en el ámbito de los presos políticos las políticas de asilo y
refugio desarrolladas por diversos países dieron como resultado la partida de cientos de
argentinos hacia destinos latinoamericanos, entre los que se destacan México y
Venezuela como países de acogida. También el vecino Brasil recibió –en calidad de
migrantes - a una ingente masa de argentinos que huían de la dictadura de su país;
puesto que en ese momento, el régimen brasileño era más laxo que el argentino (VIZ
QUADRAT, 2007). Y también hubo exilios que se desarrollaron en distintos países
europeos, entre los que podemos contar a España, Francia, Italia, Suecia, Dinamarca; y
en destinos más remotos también, tal como ocurrió en los casos de quienes acudieron a
Israel (SZNAJDER Y RONIGER, 2007).
VI. Redes e itinerarios. “Es bien sabido que los itinerarios del exilio no son solamente geográficos. Todo exiliado transita por espacios nuevos y desconocidos, y a partir de esa experiencia crea y construye su propio itinerario vital” (LIDA en YANKELEVICH (Coord.), 2002: 214).
La cita de Clara E. Lida trasluce una impresión que se ve reflejada en los relatos de
nuestros entrevistados. El exilio, que es por definición un espacio de incertidumbre, dio
lugar a múltiples y variados itinerarios. Ninguno de los que se fue había estado
previamente en el sitio de llegada, ni tampoco sabía cuándo iba a volver.
Interrogado sobre sus conocimientos acerca del sitio de destino, Hugo no duda en
responder riendo “Absolutamente ninguno”, mientras que Ignacio aclara:
Ignacio: - Sobre el lugar de llegada muy poco conocimiento, muy- muy poco. Tenía -como te contaba- una pequeña base ahí de algunas personas que eran conocidas de mi padre, que también fueron importantes en su momento, porque en las cosas más simples te podían dar una mano, qué sé yo, en lo más elemental como ir a buscarte al aeropuerto el día que llegabas, ¿viste?
En medio de este panorama, Ricardo –que fue a México- narra en términos
dramáticos su “encuentro” con el exilio republicano español:
Ricardo: A nosotros nos impactó mucho la República española en el exilio, que residía en México. Y nosotros pasábamos por los bares por donde estaba la gente de la República española, y ellos se habían exiliado en el ´39, y estábamos festejando en el año ´75 que se había muerto Franco. Entonces nosotros hacíamos nuestros números y decíamos “ahá... 30 años después... o sea que nosotros vamos a estar como esos viejitos que están tomando café en ese mismo café y para cuando se cumpla el año 2010 o 2015 nos vamos a poner a brindar de que cayó la dictadura” (…)Nos producía rechazo y mucha cosa. Admiración, porque siempre tuvimos mucha admiración por la República española, pero rechazo de pensar que toda la vida se te puede ir en un gobierno en el exilio. Era como... qué terrible que a uno le toque ahí.
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Fue grande el peso del exilio republicano en el imaginario de los exiliados
latinoamericanos. Los entrevistados hacen reiteradas alusiones al respecto, sobre todo
para recordarnos su imposibilidad de proyectar el retorno, frente a la evidencia de
quienes desembarcaron en América pensando que sería “un generoso asilo temporario
mientras cambiaban las condiciones políticas en España” y permanecieron durante
décadas (LIDA, 1997: Cap. V). Así, Mario –que estuvo en Venezuela- apunta:
Mario: Porque nosotros veíamos otras cosas en América Latina. Te digo, dictaduras de decenas de años, de Somoza en Nicaragua... En Paraguay Stroessner, en Chile estaba Pinochet e iba a seguir por largo... En España gobernaba Franco de hacía 30 años! Entonces nosotros decíamos, “¿qué sé yo cuándo voy a volver? Vamos a trabajar para que se vayan cuanto antes los milicos”, pero hay que ver... Por eso hacíamos denuncias internacionales, por eso nos reuníamos con políticos del mundo, cada uno en el lugar en que estuviera, porque fue una diáspora…
Esta diáspora a la que Mario alude fue encarada en forma individual, en el caso
argentino. Conforme los testimonios recogidos no existió una estrategia colectiva entre
los miembros de la Tendencia Revolucionaria del Peronismo, de la cual formaban parte
todos nuestros entrevistados. No correspondería entonces hablar de una inmigración
coordinada y/o dirigida, sino de una inmigración libre y –en ocasiones- encadenada
(Cfr. LIDA, 1997: Cap. I).
La partida dependió de las acciones de las familias encargadas de gestionar los
visados y permisos necesarios, de los vínculos previos del migrante (redes laborales, de
militancia, y basadas en lazos afectivos) y también de factores fortuitos que hasta el
momento no estamos en condiciones de responder, puesto que no alcanzamos a
dimensionar porqué hubo militantes de base que no pudieron gozar de la opción,
mientras que sí lo hicieron otros con mayor grado de responsabilidad al interior de las
organizaciones político-militares15.
Sobre la base de las escasas evidencias recogidas hasta el momento, nos inclinamos
a pensar que fueron determinantes las presiones internacionales desatadas en algunos
casos clave y las vinculaciones políticas de determinadas familias que consiguieron
“sacar” a sus hijos16. Ello explicaría por qué en el caso del exilio argentino -a diferencia
del chileno- estuvieron sobrerrepresentada la clase media y tuvo escasa participación la
clase obrera (Cfr. JENSEN, 2007). En efecto, para esta última no estuvo disponible la 15 Los documentos del Archivo del Servicio Penitenciario de la Provincia de Santa Fe consultados hasta este momento callan al respecto. 16 No obstante, esta intuición, evidentemente no sirve para explicar la sobrevivencia o no de individuos detenidos, y menos aún de aquellos alojados en centros clandestinos de detención, por fuera del circuito represivo “legal”.
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profusa red de contactos que asegura la pertenencia a la clase media o a las clases
dominantes.
Es cierto también que la movilización internacional se manifestó más fuertemente
en los casos de la dirigencia, que gozó de ciertas prerrogativas de las que carecieron los
militantes recientes, los de base e inclusive los cuadros medios. El caso del reducido
núcleo de sindicalistas que salió hacia el exilio –entre ellos Ongaro y Chaves- no es
representativo, puesto que para la gran mayoría de los trabajadores la partida del país se
produjo con escasos apoyos internacionales (BASUALDO, 2007: 196). Uno de nuestros
entrevistados –que era un niño cuando partió hacia el exilio- nos narra en estos términos
la partida de su familia, perteneciente a la clase trabajadora:
Lucas: mi viejo era pobre (era plomero) y pudimos irnos gracias a que mi abuela (se había ido en 1975 con mi tía y mi abuelo que salieron de la carcel con “la opción” -que habilitaba la salida del país, pero a países no limítrofes) consiguió un crédito blando y nos pagó los pasajes a mí, mis hermanos, mi tía y mi 2 primas. Mi viejo salió en 1979 por Brasil, ya que no podía sacar su pasaporte. Se fue a México por un pasaporte de la Cruz Roja.
Desde otra perspectiva Hugo explica su partida atendiendo a las presiones ejercidas
por Amnesty Internacional; Ricardo –que salió antes del golpe- atribuye su salida a las
gestiones de su tío que era un importante abogado y político radical y a Illia; Mario e
Ignacio en cambio, no se esfuerzan por explicar lo que atribuyen a un golpe de suerte
luego de incansables trámites. Además todos insisten en que sólo cuando el avión
despegó estuvieron tranquilos de que podían partir, puesto que era frecuente que a
último momento se negaran a dejarlos partir, pese a contar con el pasaporte, el visado y
el pasaje. En este sentido, Ignacio rescata una historia:
Ignacio: - Una situación media cómica dentro de lo trágico (…) Me hace acordar el caso de un compañero, allá de Santa Fe. Él estaba preso en Devoto, y un día lo liberan. El día que lo liberan era el día que estaban las visitas, que tenía visita... las visitas entraban, y hasta que no terminaba el horario de visitas no las dejaban salir de la cárcel; y a él lo liberaron ¡justo en el momento en que la familia estaba adentro!
Esta “anécdota condensadora de sentido”, nos permite entender más cabalmente la
arbitrariedad con que operaron las autoridades al momento de conceder o denegar el
derecho a salir del país (Cfr. CARNOVALE en FRANCO y LEVÍN, 2007: 165). El
relato de Ignacio nos acerca a la realidad del penal, cuya lógica impredecible estuvo
signada por la voluntad de las autoridades represivas, y condicionada por el peso social
y político de las redes que se consiguieron movilizar los distintos reclusos con motivo
de su partida.
12
En cambio, otras fueron las circunstancias en el exilio, donde todo dependió de la
capacidad de cada sujeto “para establecer sus propios vínculos con otros inmigrantes
residentes en un determinado país o para integrarse a redes comunales o familiares ya
existentes, que le abrieran camino personal en el extranjero” (LIDA, 1997: Cap. I).
Sorprende que los opcionados estudiados se hayan establecido en forma definitiva
en los países que les otorgaron asilo o refugio; pues sólo Ricardo y Ana migraron a
otros territorios (cuando apostaron al retorno). Ello llama especialmente la atención
porque los emigrantes políticos no contaban con trabajo asegurado en los países de
destino, por lo general recorrieron “un camino que empezaba por actividades
ocasionales, mal remuneradas, alejadas del interés o vocación”, y fueron escasos los
casos de quienes tuvieron una inserción rápida y privilegiada (YANKELEVICH, en
BLANCK CEREIJIDO y YANKELEVICH, 2003:124). La escasa movilidad territorial
que apreciamos entre quienes se reubicaron en destinos americanos – y no en Europa- se
debe fundamentalmente a la limitada cantidad de opciones de refugio que se manejaban
en el continente, como apunta Silvina Jensen. En efecto, salvo Venezuela, México,
Cuba y pocos países más, el resto de Latinoamérica estaba bajo dictaduras articuladas
entre sí.
Por otra parte, a la par que los costos y distancias no estimularon la transmigración,
en la región, la “afinidad cultural” facilitó la inserción de los exiliados. En cambio, ello
no fue así en el caso de Europa, donde numerosos reexilios se fundaron en la
imposibilidad de aclimatarse a los países de recepción. A excepción de España e Italia,
destinos como Dinamarca, Suecia o Alemania entrañaron grandes dificultades para los
exiliados hispanohablantes.
Los exilios analizados estuvieron signados por las redes que integraban nuestros
entrevistados al momento de sus partidas y que intervinieron en la consecución de las
mismas. Estas redes resultan difíciles de reconstruir, ya que los sujetos reconstruyen sus
historias desde un “nosotros” que precisan en escasas ocasiones. No obstante, podemos
advertir que se trata básicamente de tres tipos de tejidos que se solaparon entre sí: 1) de
parentesco y basados en lazos afectivos; 2) articulados en el seno de la militancia
(revolucionaria y/o ligada al catolicismo liberacionista); y 3) laborales, estudiantiles
y/o profesionales.
Conforme las limitadas pero elocuentes descripciones recogidas al respecto, los
emigrantes políticos entrevistados y sus familias de origen pertenecían a los sectores
medios de profesionales y pequeños comerciantes urbanos, por lo que estuvieron en
13
condiciones de movilizar los recursos materiales y simbólicos necesarios para encarar
los exilios de sus miembros. Además, usualmente se trataba de nietos, bisnietos o
tataranietos de inmigrantes europeos, cuyos antecesores habían hecho una travesía
similar a la que ellos emprenderían en los `70. Sobran ejemplos sobre el particular:
Ignacio contaba con la doble ciudadanía, Ricardo no dejaría de evocar en su relato la
trayectoria de su abuelo español venido al Chaco al despuntar el siglo XX. A su vez,
Fernando había nacido en España luego de la guerra civil y había llegado con sus
padres a la Argentina cuando era apenas un bebé.
Sobre este mosaico de experiencias personales y familiares se pensaron y
concretaron –individual y colectivamente- los itinerarios de los emigrantes políticos, en
donde se apeló a los recursos materiales, relacionales y simbólicos que movilizaron las
redes en las que se encontraban insertos. Ello contribuye a explicar el perfil
eminentemente urbano de este colectivo (que también prefirió las ciudades para
asentarse en el extranjero), integrado en forma predominante por gente joven, altamente
calificada (emigró una masa ingente de profesionales y estudiantes universitarios), entre
quienes estuvieron representados hombres y mujeres con valores semejantes, al menos
para los casos de México y Cataluña (YANKELEVICH- JENSEN, 2007).
En la gestación de las salidas confluyeron habitualmente las redes de parentesco y
basadas en lazos afectivos con aquellas articuladas en el seno de la militancia. En
consecuencia, las fuerzas represivas operaron sobre ambos tejidos; p.e. Ana recuerda
que allanaron su casa y la de su hermano en Buenos Aires (donde ella estaba residiendo
circunstancialmente) cuando fue a Ezeiza a despedir a Ricardo que partía opcionado.17.
En este mismo sentido es sintomático descubrir en el prontuario de Mario, una nota con
sello de “estrictamente secreto y confidencial” y firmada por un delegado del Servicio
de Informaciones del Estado -SIDE-, solicitando al Director General de Institutos
Penales información y antecedentes del interno y en particular sobre “la vinculación con
la actividad subversiva de la esposa del causante”18.
En cambio, inferimos que menos fluida –pero no por ello irrelevante- fue la relación
de las redes laborales, estudiantiles y/o profesionales con estos tejidos. Hugo, y también
Neli y Fernando, fueron detenidos junto a colegas profesionales que también actuaban o
17 Mientras estaba preso, Ricardo había solicitado autorización para contraer matrimonio con Ana; y si bien es cierto que el casamiento no se realizó, a su prontuario se anexaron los datos personales y domicilio de la joven. Sección Prontuarios del Archivo del Servicio Penitenciario de la Provincia de Santa Fe. 18 Sección Prontuarios. Archivo del Servicio Penitenciario de la Provincia de Santa Fe.
14
habían actuado en el gremio docente. Ello también se constata en el caso de Mario,
quien se había desempeñado en el ala combativa del gremio bancario y fue secuestrado,
al igual que otros de sus compañeros.
En todo el arco de la militancia revolucionaria, esta interrelación aseguró la
incorporación de cuadros que garantizarían la apertura del frente de lucha y la
consiguiente continuidad de la gesta iniciada. No obstante, hubo también cruces y
superposiciones de tejidos que no respondieron al cálculo estratégico de los actores.
Situándonos dentro del espectro del peronismo, advertimos que la política
desarrollada por la organización político-militar Montoneros, e implementada por sus
colaterales (JTP-, JUP, etc) expuso a sus miembros, constriñéndolos a recurrir a redes
laborales, estudiantiles y/o profesionales o basadas en el parentesco y lazos afectivos en
su intento de sobrevivir al terror de estado. Esta situación se agudizó con el pasaje a la
clandestinidad de Montoneros en el año `74, que dejó desprotegidos a los militantes de
base, los cuales eran fácilmente identificables y carecían de la cobertura de la
organización. En tales casos, las redes fundadas en el parentesco y los lazos afectivos
desempeñaron un rol preeminente con motivo de las partidas hacia el exilio.
Por otra parte, en la elección de los destinos (cuando se pudieron escoger)
intervinieron activamente los tejidos articulados en función de la militancia, tal como lo
demuestra la partida de Ricardo a México, con el explícito objetivo de reunirse con sus
compañeros de militancia allí exiliados. Al respecto, en los relatos de los entrevistados
se observa cómo funcionaron las redes de apoyo al momento de la llegada de los
migrantes. Allí se advierte también el rol desempeñado por el Alto Comisionado de las
Naciones Unidas para Refugiados -ACNUR- y Amnesty Internacional, que actuaron
como aglutinantes del exilio, estimulando las salidas y ofreciendo ayuda económica y
psicológica en los comienzos de la experiencia de destierro. Ambas instituciones
brindaron un apoyo limitado, pero no por ello menos eficaz. Y de forma semejante se
condujeron otros organismos que no aparecen mencionados en el reducido corpus de
experiencias consideradas.
Ninguno de los entrevistados manifestó haber viajado absolutamente solo, y todos
establecieron relaciones con otros emigrantes en igual situación, en el país de destino.
Se armaron así fuertes vínculos entre connacionales en el exilio, alentados por la
semejanza de los experiencias atravesadas, y abonados por la cercanía generacional, que
no ocluyó los contactos intergeneracionales (p.e. es conocido el rol desempeñado por
15
Puigross en México, apoyando al exilio argentino montonero, mediante decenas de
becas para jóvenes universitarios).
Conforme lo relevado hasta el momento, en la concreción de las salidas de los
detenidos a disposición del Poder Ejecutivo Nacional influyeron las políticas
migratorias de los distintos países, y fueron condicionante las acciones de las Fuerzas
Armadas: prohibiendo las partidas hacia países limítrofes, e impidiendo aquellas con
rumbo a Europa luego de constatar la capacidad de ofensiva del exilio en el viejo
continente (expuesta durante el boicot al mundial 1978, a través de la denominada
“campaña antiargentina”). A su vez, en este contexto cobraron un peso decisivo las
presiones de familiares, estados y organismos nacionales e internacionales, avalando
migraciones en cadena.
VII. Asilados/ refugiados: exiliados Olga: Podía tener la libertad afuera, mi marido. De todos modos nos dieron la visa a todos. Todos teníamos el sello de refugiados, aun los chicos. Ricardo: Vivimos a México como una tortura, porque era el país que no nos permitía volver a la Argentina (…) Nos daba documentación, nos atendía, nos daba calificación de refugiados, estaba todo bien... pero no era nuestro país, entonces chocábamos con todo.
En los fragmentos precedentes, nuestros entrevistados fijan algunas coordenadas
que deseamos retomar. Ambos mencionan la posesión del estatuto de “refugiados”; no
obstante, en el caso de Ricardo la categoría obtenida fue la de “asilado” porque en
México la condición de refugiado fue reconocida recién con la sanción de las Leyes
migratorias de 1990. Esta confusión es harto frecuente “ya que a través de ambas
instituciones se intenta igualmente acordar protección a los individuos que no pueden
recibirla del gobierno” (IMAZ, 1995: 15). No obstante, es interesante señalar que
mientras que en el derecho internacional sólo existe la institución de “refugio”, en el
plano del derecho interamericano existe también una de “asilo” con un claro acento
político, a diferencia de la anterior que es de corte “apolítico”. Sin embargo, ambas
comparten su carácter humanitario.
En cambio, Olga, su esposo Hugo (que salió opcionado) y los hijos de ambos, se
exiliaron en Estados Unidos bajo el estatuto de refugiados. Debido a circunstancias
excepcionales, en ese momento el accionar de Amnesty Internacional se vio favorecido
por la política de derechos humanos del presidente Carter, que no era (ni es) la política
habitual del estado norteamericano. Esto se vio posibilitado también por contactos
16
personales de Hugo, quien a través de un colega Ingeniero Químico consiguió una visa
de trabajo y la documentación necesaria para partir.
Volviendo sobre la narración de Ricardo, encontramos allí expuesta una de las
tensiones constitutivas del exilio. La contracara de sobrevivencia fue la imposibilidad
del regreso19, contradicción que atraviesa las representaciones de los actores de modo
diverso en las distintas etapas de su itinerario (en un primer momento el exilio suele
aparecer como una “tortura”, pero usualmente luego sobreviene la adaptación al medio),
y conforme las particulares circunstancias de partida.
Tal como lo indica el entrevistado, su breve exilio en México se basó
exclusivamente en la relación con connacionales, limitando el desarrollo de las
dimensiones de valorar-conquistar-conocer que constituyen “el trípode semiótico donde
se procesa la posibilidad de encuentro con la alteridad” (BLANCK-CEREIJIDO en
BLANCK CEREIJIDO y YANKELEVICH (Comps.), 2003: 26). Sin embargo es
posible que esta experiencia se hubiera modificado de haber permanecido en México,
pero él retornó a la Argentina junto a Ana, su compañera, tal como lo recuerdan:
Ricardo: Y más o menos la gente que estaba así como yo, que no éramos ningunos grandes jefes, nos habían aclarado que nos tocaba volver a Argentina. Porque todo el tema era que estabas para volver a Argentina. Cuando la Federal me lleva hasta Buenos Aires, me llevan hasta la escalerilla del avión, el oficial de la Federal que me lleva me dice: “Hijo de puta, te metemos ahí y sabemos que vas a volver, pero la próxima vez te vamos a matar”, esas fueron las últimas palabras del oficial de la Federal. La tenía clara, porque yo pensaba exactamente lo mismo, pero pensé que yo lo iba a matar a él (…) Ana: Inmediatamente comencé a trabajar en la Casa Argentina (…) Nuestra vida transcurría entre compañeros argentinos, nuestra meta era regresar! Trabajábamos cada uno en lo que podía o sabía hacer y luego entregábamos el dinero que se redistribuía equitativamente para todos. Casi no teníamos contacto con mexicanos salvo en el trabajo (en mi caso nada porque trabajaba con argentinos). Pero los mexicanos nos brindaban su solidaridad total. La meta era el retorno al país.
Ricardo participó de la fundación de la Casa del Exilio en México ubicada en Roma
I, en el momento de constitución de las redes sociales de apoyo a los emigrantes
políticos, que resultaron fundamentales para la instalación de los recién llegados. Y 19 A título individual, distintos entrevistados recuerdan haber llevado una vida de ghetto (Cfr. YANKELEVICH en BLANCK CEREIJIDO y YANKELEVICH (Comps.), 2003: 119). Crítico de esto Hugo interpreta que, en general, hubo tres actitudes en el exilio “está la gente que no termina de asumirlo nunca y se siente mal, todo lo ve mal, no ve la hora de volver porque compara, que está continuamente comparando, no se ubica, no se relaciona, no se integra. Después está el que adopta directamente la cultura y niega lo otro prácticamente, entonces dice “bueno, yo estoy acá, y tengo que adaptarme, y trato de ser uno más como ellos”, y después está la lectura que me parece más sensata, es decir “bueno, yo estoy acá de visita”, y cuando vos estás de visita en una casa tratás de comportarte de acuerdo a las costumbres de tu anfritrión, digamos, pero no por eso vas a renunciar a tu propia… identidad (…) terminás siendo extranjero de dos países; uno tiene que convivir con eso y uno lo acepta y lo asume, pero es así”.
17
dentro de ese emprendimiento también se integró Ana, quien se desempeñó en “una
guardería infantil para los hijos de los compañeros, donde comencé a trabajar al día
siguiente de llegar” (Ana). No obstante, el desarrollo de tales labores de solidaridad en
exilio, no fue la opción jerarquizada por la pareja, que regresó al Cono Sur a fines del 77
(luego de casi dos años de exilio mexicano) con el propósito de armar una serie de citas
de la organización político militar Montoneros en Montevideo. Allí fueron secuestrados
por fuerzas argentino-uruguayas y llevados ilegalmente a la Escuela de Mecánica de la
Armada –ESMA-, en donde permanecieron detenidos-desaparecidos durante 15 meses,
pero esa es otra historia.
Sintetizando, advertimos que en los casos de los militantes que permanecieron
encuadrados en el exilio, la meta era el regreso (al menos hasta que se comprobó en
rotundo fracaso de la contraofensiva de Montoneros). Para ellos, el destierro constituyó
una estrategia de sobrevivencia temporal para luego regresar a la lucha; pues no
confiaban en la posibilidad de articular una efectiva resistencia desde el exterior20. En la percepción del repliegue como algo “momentáneo” pensamos que no sólo
peso la adscripción militante de los emigrantes políticos y la política de la organización
político-militar que integraban, sino también otros factores individuales, entre ellos, la
duración de las estancias de reclusión. Así, el breve encarcelamiento atravesado por
Ricardo (desde junio de 1975 hasta diciembre de ese mismo año) contrasta
abruptamente con los prolongados períodos de detención sufridos por el resto de los
opcionados entrevistados. Y en la evaluación de los actores seguramente influyó
también el contexto en el que salieron del país, que en el caso de Ricardo y Ana
antecedió al golpe de estado del 24 de marzo de 1976.
En cambio, Ignacio, Mario y Hugo dan cuenta de otro tipo de representaciones del
exilio. Y evidencian otras prácticas en lo que refiere al intento de integrarse a la
sociedad de acogida, y la relación (más limitada) con la colonia de argentinos en el
exilio. Además, esta colonia era más pequeña y menos significativa en Venezuela que
en México, y mucho menos aún en Estados Unidos.
A su vez, Mario estuvo preso tres años (entre septiembre de 1976 y el mismo mes
del año 1979), e Ignacio durante dos años y medio (desde septiembre de 1976 hasta el
primer trimestre de 1979, y previamente estuvo detenido-desaparecido en la Jefatura de 20 Esta limitada concepción del exilio, que niega su carácter militante, se aprecia también en el testimonio de una mujer, ex prisionera política, asilada en México, que sentenció: “Si no puedo hacer política en serio, que es lo que haría estando allá, no voy a hacer este simulacro de militancia que es el exilio” (YANKELEVICH en BLANCK CEREIJIDO y YANKELEVICH (Comps.), 2003: 113).
18
Rosario durante tres meses)21. Ambos partieron opcionados hacia Venezuela, en donde
consiguieron trabajo, alojamiento y rehicieron sus vidas.
Ignacio: Bueno, yo me traslado a Venezuela (…) Entonces yo me instalé en un departamento ahí, de una señora española, me acuerdo que era... Me alquiló una habitación. Y el primer día que me quedé solo (porque su familia que lo acompañó a Venezuela regresó a la Argentina) salí a buscar trabajo, eso sí. Ahí tuve suerte, porque la verdad al primer lugar donde fui a buscar trabajo, conseguí. Sí. Me tomaron un examen (…) y empecé a trabajar. Y al poco tiempo... yo había ido incluso a otra empresa – donde me habían entrevistado- y me llamaron para trabajar. Como me pagaban más, me fui. ¡Así que me di el lujo de elegir trabajo! Bueno, trabajé... Después, a partir de ahí ya me quedé trabajando en ese lugar hasta que me volví.
Mario: Si, si, salgo con un sello. Si,si. Te ponían un sello que decía “expulsado del país por vigencia del Estado de Sitio” (…) (En Venezuela) Vendía por la calle máquinas de... en las oficinas entraba (y) vendía alfombras, cortinas y máquinas de escribir Olivetti, y me iba bien. “Me iba bien” significa: podía pagar el alquiler y podía darles de comer, sin ningún tipo de pretensiones. Nuestra casa la armamos recogiendo por las noches muebles que la gente dejaba en la calle. Salíamos con mi mujer y el bebé a ver qué podíamos conseguir, y como era una sociedad próspera en ese momento Venezuela –con el boom petrolero-, qué sé yo, la cuna del bebé la sacamos de la calle, un cochecito lo sacamos de la calle, un triciclo para él lo sacamos de la calle; el colchón lo sacamos de la calle, de dos plazas para nosotros (…) Por ahí los milicos han dicho que los que nos íbamos al exterior éramos económicamente asistidos por las organizaciones armadas; absoluta mentira. Por lo menos yo no recibí un mango! (risas) Incluso fui y me refugié... fui a pedir mi estatus de refugiado a las Naciones Unidas. Entrevistadora: - ¿ACNUR? Mario: - El ACNUR. Tuve mi estatus de refugiado, pero recibí de ahí una ayuda económica mínima que para lo único que me servía –recuerdo- era para pagar el transporte, moverme durante el mes en colectivo, ¿no? Y ofrecimiento de ayuda psicológica, que creí que no la necesitaba y no la utilicé. Pero nada más.
En el exilio, Ignacio se casó con una venezolana y Mario se reunió con su esposa
argentina y con su hijo que había nacido mientras él se encontraba detenido. Así, el
exilio aparece en sus vidas como un momento de construcción personal, que se enlaza
con algunas acciones colectivas de resistencia. El mismo patrón se repite en el caso de
Hugo, quien se integró al país de acogida: tomó cursos de inglés, se insertó
laboralmente y realizó estudios de postgrado. Con respecto a su destino, Minnesota
(Estados Unidos), Hugo recuerda:
Hugo: Había pocos argentinos, es decir, la mayoría eran… los argentinos que estaban eran becarios… Bah, es decir, lo que pasa es que yo… era gente con la que yo me contactaba fundamentalmente. Yo vivía en un barrio ligado a la Universidad (…) ahí convivíamos con gente de todos los países del mundo, entre ellos muchos latinoamericanos. (…) La militancia que había era social, y yo de alguna manera tuve alguna ligazón y tenía gente amiga y trabajaba con Amnesty, que eran los que nos habían facilitado la cosa. Pero no,
21 Si bien es cierto que la Jefatura de Policía de Rosario era una dependencia oficial, los detenidos allí recluidos no eran legalizados en el mismo momento de la detención. Por ese sitio se calcula que pasaron alrededor de 3000 prisioneros, muchos de los cuales fueron vistos con vida por última vez ahí; y actualmente se encuentran desaparecidos.
19
más que eso no… digamos, algún tipo de solidaridad con cosas que pasaban en el mundo, por el tema de derechos humanos, ese tipo de cosas, no? Y después generalmente siempre había algún tipo de acto cultural.
En este relato, la militancia en el exilio ocupa un “lugar menor”, no obstante
sabemos que ello no fue así. El exilio fue tierra de desarrollo de campañas de
solidaridad con los perseguidos y represaliados, y también conllevó redefiniciones para
muchos actores que se volcaron a movimientos de otra índole, entre ellos el ecologista,
feminista, etc.
Desde otra perspectiva se recortan las apreciaciones sobre el exilio de los detenidos
que no pudieron hacer uso de la opción mientras se encontraban a disposición del Poder
Ejecutivo Nacional, pero que fueron “liberados” en plena dictadura con todos los riegos
que ello entrañaba. En esas circunstancias, y ante el riesgo de ser nuevamente recluidos
“legalmente” o secuestrados, una alta proporción de ellos decidió migrar al extranjero.
Como ejemplo de ello, deseamos considerar los testimonios de Neli y Fernando.
Ambos fueron presos políticos durante años, a lo largo de la última dictadura. Él fue
detenido en abril de 1976, pues luego del allanamiento de su domicilio se presentó ante
las autoridades provinciales y fue recluido en las dependencias de la Guardia de
Infantería Reforzada, en la ciudad de Santa Fe, desde donde inició un derrotero que lo
llevaría al Instituto Correccional Modelo I - Coronda. Ella, en cambio, fue detenida
ilegalmente a principios de enero de 1977 y permaneció en un centro clandestino de
detención durante alrededor de 20 días, y posteriormente fue derivada a la comisaría
cuarta de la ciudad de Santa Fe. Luego la legalizaron y trasladaron a la Guardia de
Infantería Reforzada, desde donde fue llevada en el mes de mayo hacia el penal de
Devoto, en la Provincia de Buenos Aires, y allí permaneció hasta el 24 de diciembre de
1978, completando un total de casi dos años como presa política.
De acuerdo a sus relatos, los dos se desempeñaron dentro de la Tendencia en el
frente gremial docente22, pero no circularon por los mismos ámbitos ni por las mismas
redes de militancia/solidaridad. Tras recuperar la “libertad”, uno y otra hicieron las
gestiones necesarias para obtener becas y realizar así estudios de postgrado en el
extranjero. Él partió junto a su esposa hacia Estados Unidos y ella hacia Austria. Ella
hizo una especialización en Ciencias Sociales –porque era profesora de Historia- y él
alcanzó su doctorado en Química.
22 El se desenvolvió como docente universitario de ingeniería química y ella como docente universitaria y especialmente secundaria de Historia.
20
Contactados con objeto de este trabajo, ambos se ofrecieron a compartir su
testimonio, no sin antes resaltar que tal vez no serviría para el estudio iniciado porque
ellos no habían sido exiliados. Vía mail, Fernando nos hizo saber que su exilio “fue de
estómago y de conciencia”23, y Neli respondió a nuestras preguntas de este modo:
Entrevistadora: - ¿Vos no te considerabas exiliada en ese momento? Neli: - No, yo nunca me consideré exiliada; o sea, yo ese peso no lo tuve, lo que veía, lo que sentía, bah... (...) El peso del exilio, del exiliado es enorme, porque ellos no podían volver. Entrevistadora: - ¿Y hoy te ves como exiliada en esa época o no? ¿o mantenés tu postura? Neli: - No, no. Yo no lo sufrí a eso, no lo sufrí.
Entre lo apuntado por Neli y Fernando por un lado, y nuestro análisis por otro, se
juegan sentidos en pugna sobre exilio. Si bien comprendemos las razones por las cuales
ellos rechazan el uso del rótulo de “exiliados”, nosotros consideramos que lo son.
Abogamos por un uso amplio del término, puesto que consideramos que no es correcto
aplicarlo sólo a los opcionados. Las representaciones de ambos colectivos (opcionados
y “liberados”) se encuentran atravesadas por sus actuales vivencias y por su experiencia
carcelaria previa. En diversos puntos responden al imaginario forjado al interior del
penal, y en otras dependencias de las fuerzas represivas, tales como la Guardia de
Infantería Reforzada de Santa Fe, las comisarías (especialmente la 4ta de la ciudad
capital) y las Jefaturas de Policía de Rosario y Santa Fe en donde los presos soportaron
y construyeron un mundo chiquito con sus propias leyes (Cfr. ASOCIACIÓN CIVIL
EL PERISCOPIO, 2003)24.
VIII. Conclusiones
El recorte planteado forma parte de una historia compartida con otros países
americanos, cuyos procesos análogos arrojaron saldos similares, entre ellos: miles de
emigrantes políticos. Partiendo de la base de que el exilio “rara vez se historia a sí
mismo, aunque abunde en testimonios y memorias” (LIDA, 2002: 205), consideramos
los relatos recogidos y las otras fuentes consultadas con el objeto de rehabilitar en clave
política e histórica estas experiencias. De este modo, procuramos avanzar en la
construcción de una historia que contemple a estos individuos en sus ambigüedades y
23 Señalado por el entrevistado vía mail. 24 En ese mismo espacio, gobernado por una lógica eminentemente autoritaria, las esposas de los casados (Hugo, Carlos y también el recientemente mencionado Fernando) gestionaron visitas de media hora con sus parejas, que les fueron otorgadas esporádicamente luego de difíciles peregrinajes, dado que los detenidos se encontraban parcial o totalmente incomunicados p.e. “El Señor Director General se servirá adoptar las medidas necesarias y efectuar las comunicaciones pertinentes, a los fines de posibilitar que los detenidos XX y XX sean visitados por sus señoras esposas y el señor Cónsul de España, el 03 Dic 76 18.00 a 18.30 horas” (En Prontuario del entrevistado Fernando, en Archivo del Servicio Penitenciario de la Provincia de Santa Fe).
21
contradicciones, y también en sus ansias y proyectos (YANKELEVICH y JENSEN,
2007: 10)25.
En este primer acercamiento no hallamos bibliografía específica respecto al
colectivo de opcionados, quizás porque hace poco tiempo que la historiografía
argentina ha comenzado a ocuparse de la historia reciente. En efecto, “en los últimos
años, este campo se encuentra en franco proceso de expansión e institucionalización”
(FRANCO- LEVÍN, 2007: 57). Originado en el intento de sobrevivir/resistir al terror de
estado, este destierro presenta características propias, por cuanto involucra una nutrida
red de contactos y relaciones nacionales e internacionales, entre otras cosas.
La dictadura se asentó sobre una endeble red de lealtades personales y corporativas
entre los miembros de las fuerzas represivas, a lo largo y ancho del territorio nacional.
La saturación y superposición de autoridades en algunos ámbitos (p.e. el penitenciario)
y la falta de organicidad en la división de las tareas generó espacios de confrontación
entre las fuerzas y obstaculizó el funcionamiento de la cadena de mandos. Dentro de
este contexto se dirimieron las salidas del país de los opcionados, para quienes la
“experiencia extrema” del exilio estuvo precedida por un prolongado proceso de
extrañamiento al interior de los penales en los que estuvieron recluidos.
Si bien es cierto que “indagar los exilios es penetrar un territorio marcado por
prácticas de ocultamiento y clandestinidad” (YANKELEVICH y JENSEN, 2007: 16),
su estudio nos permite comprender de forma más cabal las sociedades en donde se
gestaron y las de acogida. Desde esta perspectiva pretendimos contribuir a explicar ¿qué
sucedió en los `70? ¿cómo operaron las fuerzas represivas al momento de conceder la
opción? ¿cuál fue el rol de las redes sociales, de las instituciones y de los individuos
afectados ante la urgencia por salir del país? Y por otra parte procuramos también
ejercitar nuestro deber de memoria, enfrentando el silencio y los mitos elaborados al
respecto, pues estamos convencidos de que “para todas estas historias no hay punto
final: la reivindicación de justicia y de verdad no sirve para clausurar la memoria sino
para mantenerla abierta” (PORTELLI, 2004: 9).
IX. Bibliografía. Águila, Gabriela (comp.), Nueva Historia de Santa Fe, Tomo XI: De los cordones industriales a la
integración del eje Mercosur (1940-2005), Prehistoria y La Capital, Rosario, 2006.
25 Al decir de los autores, “Esa dificultad para contar el destierro en clave política y colectiva retardó su inclusión en la historia dictatorial y sancionó el predominio de una memoria subterránea, habitada por recuerdos vergonzosos, prohibidos o indecibles” (YANKELEVICH y JENSEN, 2007: 10).
22
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