presentación - pablo iglesias posse · 2021. 4. 27. · presentación. el 14 de abril de 1931,...

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Las imágenes más recientes de quienes huyen de la guerra y de sus consecuencias se reflejan hoy desde las pantallas a nuestras retinas. Para algunos son imágenes que retrotraen a otros tiempos, pero tenemos la obligación de acompañar y acercar a los más jóvenes a las imágenes tan parecidas de quienes, en nuestro propio país, tuvieron que partir sin mayor equipaje que una derrota y maletas cargadas de incertidumbres.

Nuestro país padeció hace 80 años un éxodo similar al que hoy recogen las noticias. La diáspora de 1939, la tercera gran diáspora en cinco siglos en nuestro país, supuso una quiebra de infinidad de proyectos de vida, personales y familiares, para miles de compatriotas sin más “delito” que haber defendido los más altos valores que deben mover y conmover al ser humano.

Quienes salieron de España al término de la Guerra Civil, forzados por la victoria del franquismo, formaron nuevas vidas que fueron el fermento, dentro de un trágico origen, de un inmenso legado social, político y cultural expandido por todo el mundo, no sin penurias pero con una superación de las mismas, en muchísimos casos, inconmensurable.

La riqueza cultural generada por las comunidades españolas de exiliados, sustentada por el amor sin fisuras a su país, es un fruto que España no va a poder pagar bastante, pues no hay nada en el mundo que pueda reparar a quien, desterrado de su país, lo ensalza por el resto del mundo con una pasión incalculable.

Sí, desterrados de su país, no hicieron otra cosa que ensalzarlo, porque no tenían problema alguno con España, sino con la dictadura cruel que se había apoderado de ella. Contrariamente a un franquismo que les negaba su ser como españoles, que los tildaba de “anti España”, los exiliados demostraron, aun en la distancia, que España no era un concepto uniforme, que España no era un país gris, cerrado y ensimismado en una grandeza rancia, como quería la dictadura, sino que había otra España, perdedora en la guerra pero vencedora en la ciencia, la academia, las artes y, fundamentalmente, en explicar la esencia de nuestro existir como españoles.

Todo lo que podamos decir sobre el exilio republicano español es poco. Primero por lo extenso, geográficamente hablando. Y segundo, por el largo, larguísimo tiempo que suponen cuarenta años de exilio, correspondientes a los mismos cuarenta de dictadura. Una pequeña aproximación, humilde, es el objeto de este libro, que debe servir, al menos, para que los más jóvenes, que hoy observan huidas desesperadas de guerras lejanas, sepan que hubo un tiempo en que los exiliados podían haber sido ellos mismos.

Beatriz Corredor

Presentación

El 14 de abril de 1931, tras la celebración de las elecciones municipales, se proclamó la Segunda República española.

La República tuvo como objetivo configurar España como Estado social de Derecho, modernizarla y europeizar-la. Inició una reforma agraria, pro-mulgó una avanzada legislación social, transformó la educación con la construcción de 16.409 escuelas, reformó la Administra-ción de la Justicia y el Ejercito y dio un nuevo rumbo a nuestra po-lítica exterior al tiempo que aco-metió un importante número de obras publicas.

La sublevación militar contra el poder legítimamente establecido provoco la Guerra Civil (1936-1939) que derrocó el orden constitucional. Francisco Franco implantó una dictadura implacable y condenó a muerte, a la prisión y al exilio a cientos de miles de españoles.

La República

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REPÚBLICA ESPAÑOLA

14 de abril de 1931 [alegoría de la II República

Española]. Autor artístico: LLuis Dubón.

Madrid: LYF, 1931.

La cuantificación del éxodo republicano ha dado lugar a estimaciones muy variadas. Algunos han hablado de un millón y medio pero es casi imposible fijar una cantidad pues la cifra estaba variando continuamente por las repatriaciones y emigraciones que se produjeron. El informe Valière, realizado a petición del Gobierno francés, ofrecía el 9 de marzo de 1939 la cifra de 440.000 refugiados de los que 170.000 eran mujeres, niños y ancia-nos. 220.000 soldados o milicianos, 40.000 inválidos y 10.000 heridos. Un año más tarde quedaban en Francia según el Ministro del Interior, 167.000 refugiados a los que habría que sumar los que llegaron a América y Norte de África. Fueron aproximadamente estos 200.000 españoles los que constituyeron nuestro exilio.

La retirada

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Sin tiempo para reponerse de la derrota y la expulsión de España el inicio de la Segunda Guerra Mundial impulsó la diáspora de miles de refugiados españoles por todos los continentes. Europa, América, África e incluso Asia y Oceanía conocieron la presencia de republicanos españoles.

La diáspora

Tarjeta postal del “Sinaia”, 1939. La primera expedición hacia México organizada por el SERE (Servicio de Evacuación de los Refugiados Españoles) en el vapor Sinaia zarpó de Sète el 25 de mayo de 1939.

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La invasión de Francia por los ejércitos de Hitler hizo conocer de nuevo a los españoles los centros de in-ternamiento, los trabajos forzados y los campos nazis de exterminio.

En marzo de 1945 el Gobierno francés, en reconocimiento a la participación de los republicanos es-pañoles en la Resistencia y en la victoria sobre el fascismo, concedió la condición de refugiado a los

españoles republicanos.

Con la derrota de los ejércitos hitlerianos, los exiliados españoles dieron nuevo impulso a las ins-tituciones republicanas. Pero ni la fórmula de la reinstauración de la República, ni la apertura de

un nuevo proceso constituyente mereció el apoyo de los Aliados, cuando el mundo iniciaba ya su camino hacia la Guerra Fría. La segunda derrota de la democracia española se había

consumado.

La segunda derrota

Sesión del Congreso de la Unión de los Estado Unidos de México para conmemorar el 12 de octubre y rendir homenaje a la República española, asiste en representación de la República española el Presidente de las Cortes Diego Martínez Barrio y diputados españoles. Aspecto parcial de la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, en los escaños, entre otros, Edmundo Lorenzo, Ramón Lamoneda, Ramón González Peña y Margarita Nelken. México D. F., 12 de octubre de 1943.

México y la República española en el exilio

Recuperada la esperanza de un inmediato regreso, el Gobierno republicano se estableció en México en 1945 y posteriormente se trasladó a Francia en 1946.

A pesar del apoyo internacional a la República española manifestado en la resolución de la Asamblea de Na-ciones Unidas del 12 de diciembre de 1946, en la que se excluía al gobierno de Franco de los organismos internacionales de la ONU y se recomendaba a todos los estados miembros la retirada inmediata de Madrid de sus representantes diplomáticos, a principios de los años 50 el gobierno de Franco comenzó a ser reconocido por la comunidad internacional.

El 15 de diciembre de 1955 la Xª Asamblea General de Naciones Unidas voto la admisión de España.

Trasterrados

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Los exiliados trataron no solo de sobrevivir, sino también de mantener viva la legalidad constitucional y otra idea de España, culta, tolerante, social y europea. La España que no pudo ser, la otra España.Argentina, Bolivia, Colombia, Chile, Cuba, Ecuador, Estados Unidos, Francia, Guatemala, Inglaterra, México, Panamá, Paraguay, Puerto Rico, Uruguay, Santo Domingo, Venezuela y la URSS dan fe a través de la obra de numerosos exiliados: científicos, historiadores, filósofos, médicos, escritores, cineastas, escultores, arquitectos, periodistas…..

La Numancia errante

Exilio en AlemaniaManifestación del 1º de Mayo en

Berlín (Alemania). 1948. Los ugetistas españoles desfilan

junto a trabajadores alemanes.

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En el interior de España se intensificó la oposición al régimen de Franco. Aumentaron las relaciones entre el exilio y el denominado “exilio interior”. Poco a poco revivieron con fuerza aquellos ideales que condenaron

al exilio a miles de españoles: la soberanía nacional y el Estado de Derecho.

Tras cuarenta años de dictadura y recuperadas en España las libertades con las elecciones del 15 de junio de 1977, el presidente de la República en el exilio José Maldonado y el presidente del

Gobierno Fernando Valera hicieron una declaración poniendo fin a las instituciones republicanas.

Los retornos

Mesa XIII Congreso PSOE, entre otros, François Mitterrand, José Martínez Cobo,

Alfonso Guerra y Manuel Garnacho (Suresnes, octubre de 1974).

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Manuel Azaña Díaz (1880-1940) puede considerarse, como así ha sido en múltiples ocasiones, el auténtico padre de la II República española. Aunque vinculado a la política desde 1912, tendría que esperar hasta 1931 para dar el salto hacia la primera plana de la vida pública, momento en el que, de la mano con su nombramiento como ministro de la Guerra y presidente del Consejo de Ministros, pasa-ría a situase como máximo defensor de la modernización y racionalización del Estado en España. Su decidida voluntad por erradicar las excesivas propor-ciones e influencia del Ejército en el orden público y político, unido a sus esfuerzos por hacer cumplir la Constitución republicana en lo que a disminución de los ámbitos tradicionales de dominio de la Iglesia se refiere, lo convertirían en el blanco principal de muchos de los odios del bando sublevado durante la Guerra Civil.

Tras más de dos años en la oposición y una breve detención, Azaña sería aupado en febrero de 1936 hasta la presidencia del gobierno, un puesto que abandonaría durante el mes de mayo tras ser elegido nuevo presidente de la República. Sería precisamente este

Manuel Azaña: entre la espada y el exilio

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Miembro de una familia de intelectuales, Antonio

Machado Ruiz se destacaría por llevar una vida mar-

cada por la pasión y la reflexión, pero también por

hondas frustraciones. Nacido en Sevilla en 1875 no

tardaría en ser llevado a Madrid en donde sería rá-

pidamente integrado junto a dos de sus hermanos

en la recién nacida Institución Libre de Enseñanza

(ILE). En 1899, después de que su familia se hubie-

se despeñado en una espiral de empobrecimiento

económico a causa de los fallecimientos del padre

y el abuelo, Antonio se trasladaría brevemente a Pa-

rís en donde, junto a su hermano Manuel, tendrían

la suerte de conocer a personajes como Pío Baroja

u Oscar Wilde, al tiempo que fortalecieron lazos con

jóvenes que ya comenzaban a despuntar como el

propio Juan Ramón Jiménez. Tras un periodo de

itinerancia entre Madrid y la capital francesa y des-

pués de que Soledades, su primer libro, viese la luz

en 1903, comenzaría a preparar las oposiciones

que lo conducirían a convertirse en 1907 en pro-

fesor de francés en Institutos. Su carrera como do-

cente arrancaría en la provincia de Soria, localidad

en la que, además de inspirarse para escribir su

Campos de Castilla, conocería a Leonor Izquierdo,

Antonio Machado: una vida en movimiento

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La guerra civil española, fue una guerra total en la que los niños sufrieron. Nada mas estallar el conflicto, miles

de hogares se deshicieron porque los padres se incorporaron al frente, se vieron obligados a huir, fueron encar-

celados o fusilados. Miles de niños y niñas tuvieron que abandonar España para escapar de los bombardeos,

del hambre y del miedo. La guerra rompió su mundo de infancia en mil pedazos, y les obligó a crecer demasiado

deprisa en un lugar que no les correspondía.

Las evacuaciones se iniciaron en sep-

tiembre de 1936, pero las primeras

expediciones organizadas datan de

marzo de 1937. Los lugares de des-

tino fueron Francia, Gran Bretaña,

Bélgica, la Unión Soviética, México y

Suiza principalmente. La repatriación

fue lenta, y en algunos casos como el

ruso, solo se pudieron llevar a cabo

tras la muerte de Stalin.

Aquellos menores que quedaron en

España fueron de especial interés

para “Auxilio Social”, la organización

de beneficencia del gobierno fran-

quista. Los que no salieron del país,

hijos de presos, represaliados, fusila-

dos o padres vinculados con la Repú-

blica, tuvieron que soportar humillaciones y rechazos. Todo parecía señalarles como culpables de algo que no

entendían.

Como ellos, hoy en día millones de niños viven en campos de refugiados, y llaman “mi casa” a una tienda de

campaña o a un barracón.

El exilio de los niños