prensa y opinión en los inicios republicanos

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54 HISTORIA CRÍTICA NO. 42, BOGOTÁ, SEPTIEMBRE-DICIEMBRE 2010, 256 PP. ISSN 0121-1617 PP 54-83 Prensa y opinión en los inicios republicanos (Nuevo Reino de Granada, 1808-1815) Magíster en Historia de la Universidad Nacional de Colombia y Doctor en Sociología de la Uni- versidad París III-Iheal (Francia). Profesor titular del Departamento de Historia de la Universi- dad del Valle (Cali, Colombia). Director del grupo de investigación Nación-Cultura-Memoria, en proceso de clasificación ante Colciencias. Su línea de investigación es la historia intelectual de Colombia, siglos XIX y XX. Sus temas de interés son las relaciones entre intelectuales y política y las prácticas de sociabilidad político-religiosa. Es autor de dos estudios biográficos, Luis Tejada y la lucha por una nueva Cultura. 1898-1924 (Bogotá: Tercer Mundo-Colcultura, 1995) y Manuel Ancí- zar y su época, 1811-1882 (Medellín: EAFIT-Universidad Nacional, 2004). [email protected] Gilberto Loaiza Cano The press and public opinion in the early Republic (New Kingdom of Granada, 1808-1815) ABSTRACT This essay examines the complex process of adop- ting freedoms of the press in what had been until that moment the New Kingdom of Granada. Bet- ween 1808 and 1815, a period of intense political mutations, the freedom of speech and the press were conceded though with restrictions. There was also the rhetorical inheritance that served as a common repertoire among the main political and educated figures of the period. The transition from an Enlightenment-based press to one that expres- sed political opinions was evident during these years. La Bagatela, published by Antonio Nariño, was one example of this transition. KEY WORDS Public opinion, journalism, censorship, Enlightenment. Prensa y opinión en los inicios republicanos (Nuevo Reino de Granada, 1808-1815) RESUMEN Este ensayo examina el proceso complejo de adopción de las libertades relacionadas con la publicación de periódicos en lo que había sido hasta entonces el Nuevo Reino de Granada. Entre 1808 y 1815, época de intensas mutaciones políti- cas, las libertades de opinión e impresión fueron concedidas y practicadas con restricciones; a eso se agrega la herencia retórica que sirvió de reper- torio común de los principales agentes políticos y letrados de aquella época. La transición de una prensa ilustrada a una prensa de opinión política fue evidente en esos años; La Bagatela, publicada por Antonio Nariño, fue ejemplo de esa transición. PALABRAS CLAVE Opinión pública, periodismo, censura, ilustración. ARTÍCULO RECIBIDO: 5 DE ABRIL DE 2010; APROBADO: 30 DE JULIO DE 2010; MODIFICADO: 6 DE AGOSTO DE 2010.

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Gilberto Loaiza

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    Historia Crtica No. 42, Bogot, septiemBre-diciemBre 2010, 256 pp. ISSN 0121-1617 pp 54-83

    Prensa y opinin en los inicios republicanos (Nuevo Reino de Granada, 1808-1815)

    Magster en Historia de la Universidad Nacional de Colombia y Doctor en Sociologa de la Uni-versidad Pars III-Iheal (Francia). Profesor titular del Departamento de Historia de la Universi-dad del Valle (Cali, Colombia). Director del grupo de investigacin Nacin-Cultura-Memoria, en procesodeclasificacinanteColciencias.SulneadeinvestigacineslahistoriaintelectualdeColombia, siglos xix y xx. Sus temas de inters son las relaciones entre intelectuales y poltica ylasprcticasdesociabilidadpoltico-religiosa.Esautordedosestudiosbiogrficos,Luis Tejada y la lucha por una nueva Cultura. 1898-1924 (Bogot: Tercer Mundo-Colcultura, 1995) y Manuel Anc-zar y su poca, 1811-1882 (Medelln: eafit-Universidad Nacional, 2004). [email protected]

    Gilberto Loaiza

    Cano

    The press and public opinion in the early Republic (New Kingdom of Granada, 1808-1815)

    aBstractThis essay examines the complex process of adop-

    ting freedoms of the press in what had been until

    that moment the New Kingdom of Granada. Bet-

    ween 1808 and 1815, a period of intense political

    mutations, the freedom of speech and the press

    were conceded though with restrictions. There was

    also the rhetorical inheritance that served as a

    common repertoire among the main political and

    educated figures of the period. The transition from

    an Enlightenment-based press to one that expres-

    sed political opinions was evident during these

    years. La Bagatela, published by Antonio Nario,

    was one example of this transition.

    Key WordsPublic opinion, journalism, censorship,

    Enlightenment.

    Prensa y opinin en los inicios republicanos (Nuevo Reino de Granada, 1808-1815)

    resumeNEste ensayo examina el proceso complejo de

    adopcin de las libertades relacionadas con la

    publicacin de peridicos en lo que haba sido

    hasta entonces el Nuevo Reino de Granada. Entre

    1808 y 1815, poca de intensas mutaciones polti-

    cas, las libertades de opinin e impresin fueron

    concedidas y practicadas con restricciones; a eso

    se agrega la herencia retrica que sirvi de reper-

    torio comn de los principales agentes polticos

    y letrados de aquella poca. La transicin de una

    prensa ilustrada a una prensa de opinin poltica

    fue evidente en esos aos; La Bagatela, publicada

    por Antonio Nario, fue ejemplo de esa transicin.

    palaBras claveOpinin pblica, periodismo, censura, ilustracin.

    Artculo recibido:

    5 de Abril de 2010;

    AprobAdo: 30 de julio

    de 2010; modificAdo:

    6 de Agosto de 2010.

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    Gilberto Loaiza Cano

    Prensa y opinin en los inicios republicanos (Nuevo Reino de Granada, 1808-1815)

    iNtroducciNEste ensayo parte de suponer que en el lapso comprendido entre 1808 y 1815, con-

    sideradoporelcanonhistoriogrficohispanoamericanocomounaprimeraetapadeun balbuciente republicanismo, tuvo lugar la puesta en marcha de la libertad de opi-nin y, tambin, de la libertad de informacin. Esta situacin indita en la vida pblica de las antiguas posesiones de Espaa en Amrica fue proclamada en legislaciones de esa poca y puesta en prctica por los criollos doctos que, a la vez que se preparaban para legitimarse como personal poltico, desplegaron sus conocimientos y ardides de publicistas para darle cimiento a un mecanismo que, en adelante, hasta buena parte del siglo xx, sera sustancial para el engranaje de la democracia representativa. Ese personal ilustrado era poseedor de un capital simblico y de destrezas retricas que se plasmaron en la apretada y muchas veces incierta circulacin de peridicos y otras formas de comunicacin cotidiana impresa. Tomando algunos ejemplos, qui-zs no tantos como para complacer a los exigentes lectores de esta revista pero los suficientescomoparasealarlosustancialdelfenmenovividoenaquellostiempos,he querido mostrar en este ensayo cmo los peridicos constituyeron desde entonces un dispositivo concienzuda y conscientemente elaborado por un grupo de individuos capacitados para las tareas de difusin y persuasin, en un espacio pblico de opinin quecomenzabaaexpandirseyatornarseconflictivo.

    Entre 1808 y 1815, en lo que haba sido el virreinato de la Nueva Granada hubo un despliegue de frmulas de organizacin de un incipiente sistema republicano que apel al principio de la sobe-rana del pueblo y que erigi algunas libertades, cuyos principales beneficiarios fueron loscriollos letrados.Enesosaoshubouna

    Este ensayo es resultado de una investigacin mayor registrada en la Vicerrectora de Investigaciones de la Universidad del Valle, acerca de la historia de la prensa y la opinin pblica en la primera mitad del siglo xix colombiano.

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    eclosin de interpretaciones en torno al nuevo orden y se ampli el espectro de par-ticipantes en la vida pblica. Todo eso qued registrado en la creacin de juntas, en la redaccin de proclamas, constituciones polticas y peridicos. Los peridicos funda-dos en esa etapa testimonian el legado intelectual de la Ilustracin, las primeras pujas entre la potestad civil y la potestad eclesistica, la preeminencia de los individuos letrados, las luchas fundacionales entre facciones polticas y la puesta en discusin de un repertorio de libertades relacionadas con el derecho a opinar y a estar informados sobre los asuntos de gobierno.

    En el fructfero cruce caminos de la historia intelectual con la historia poltica, anunciado y explicado a su manera por Franois-Xavier Guerra1 y, ms recientemente, por Elas Jos Palti2, el estudio de la prensa, tanto en su papel difusor de ideas como en su condicin de sntoma de una situacin cultural y poltica, constituye un objeto de estudio que demanda una plural mirada acerca de unas tradiciones en el mbito lite-rario y retrico que tuvieron una reelaboracin en la coyuntura de 1808 a 1815; de la aparicin de un orden legal que intentaba responder a las demandas de un orden pol-tico en ciernes; del tipo de individuo que asumi el liderazgo de ese proceso indito de expansin del mundo de la opinin y de la informacin polticas; y, claro, del momento discursivo de la poltica. Por supuesto, los historiadores podemos agregar otros aspec-tos dignos de anlisis, pero por ahora basta insistir en los que acabo de mencionar.

    1. tiempos de camBioA partir de 1808 hubo cambios ostensibles en la produccin y circulacin de

    peridicos en Hispanoamrica. Los prospectos de los peridicos de entonces y la legislacin sobre libertad de imprenta, entre 1808 y 1815, testimonian una intensa mutacin entre el personal letrado que admita la importancia persuasiva y didc-

    tica de la prensa. Cualquier cronologa bsica sobre la historia de la opinin pblica debe otorgarles a estos aos la importan-cia de una primera etapa en que se volvieron indispensables el taller de imprenta, las libertades en el ejercicio de la opinin, la difusin escrita de impresos publicados con alguna regularidad. Entre 1808 y 1810 fue evidente la mutacin en las prioridades de comunicacin de la prensa; uno de los ejemplos ms ostensibles es el Semanario del Nuevo Reino de Granada, nacido en 1808 y soste-nidocomounpapelcientfico,unpapelserioqueconstatabay lamentaba la paulatina prdida de suscriptores y la divisin de

    1. Principalmente su libro ya clsico y, aun as, poco y mal ledo: Modernidad e independencias. Ensayos sobre las revoluciones hispnicas (Mxico: Fondo de Cultura Econmica, 1993).

    2. Principalmente en Elas Jos Palti, La invencin de una legitimidad. Razn y retrica en el pensamiento mexicano del siglo xix. Un estudio sobre las formas del discurso poltico (Mxico: Fondo de Cultura Econmica, 2005).

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    gustos entre el pblico. Un peridico cuyo mximo responsable en la redaccin fue FranciscoJosdeCaldas(1768-1816),afinesde1809apelabatodavaalaautoridaddel Rey, pretenda reunir a los sabios del Reino, crea interpelar a los individuos ilustrados y, por tanto, admita que su semanario estaba fuera del alcance comn; a medida que se extingua, el peridico dio paso a otro tipo de escritura en la prensa y a otro tipo de lectores3. El propio Caldas dej de ser el escritor y promotor de memo-riascientficasparaparticipar,en1810,enlaredaccindelDiario poltico de Santaf. Ellenguajedelalealtadmonrquicaylasdescripcionesjuiciosasdelcientficodieronpaso al debate pblico en torno a la encrucijada poltica que ofreca la posibilidad de desprendersedefinitivamentedeldominioespaol.Entre1808y1810,delasumisincolonial se pas al cuestionamiento de la larga tirana administrativa y poltica espa-ola y a la enunciacin de un pretendido orden republicano.

    Ciertas circunstancias empujaron a las lites hispanoamericanas a recurrir de manera cada vez ms sistemtica al uso de publicaciones regulares que sirvieran para hacer circular sus opiniones, sus prcticas legislativas en representacin del pueblo. La circunstancia ms evidente fue la incertidumbre poltica que oblig a aquellos indi-viduos a competir en la exposicin de variantes doctrinales para legitimar un viejo o un nuevo orden. Otro factor fue la tradicin deliberante y crtica que, en el caso de la lite criolla, podra encontrar despliegue erigindose como tribunal supremo de la opinin. Para el personal criollo de aquellos aos no eran nada extraos los efectos didcticos y persuasores del periodismo; tampoco ignoraban un arsenal retrico aprendido den-tro y fuera de los protocolos de la educacin durante la segunda mitad del siglo xviii, que les sirvi para expresar sus opiniones y para legitimarse como un grupo selecto de individuos que saban ejercer con regularidad el uso de la razn. Hubo una matriz cultural que les permiti a los hombres letrados de la poca, principalmente sacerdo-tes catlicos y abogados, acudir a un repertorio de estrategias discursivas exhibidas con alguna destreza y, en ciertos casos, con excepcional lucidez. Eso les sirvi para debatir entre iguales, para cuestionar antiguas autoridades e instituciones y, quizs lo ms importante, para asentarse como miembros de una repblica de las letras que hallaronenlaopininpblicapolticaunmediomuyeficazdelegitimacin.

    Se trataba de una revolucin letrada nada despreciable. Era,porlomenos,laafirmacindelpoderdelaescrituraydequie-nes detentaban con holgura la capacidad de leer y escribir. Situarse y afirmarse poltica y culturalmente como la lite destinada a asumir el control de una etapa todava incierta y aparentemente

    3. Vanse, por ejemplo, el Semanario del Nuevo Reino de Granada, Santaf de Bogot, 3 de enero, 1809, 1; 16 de abril, 1809, 117; 24 de diciembre, 1809, 371 y 372.

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    catica fue una de las tareas ms apremiantes, expuestas con franqueza en los prime-ros peridicos de entonces. Parte sustancial de esa revolucin fue el hecho de recurrir a un medio de comunicacin de las ideas, que implicaba una evolucin tecnolgica importante y una nocin de pblico mucho ms amplia a la que haba predominado en los dos siglos precedentes. Aunque en Europa, desde inicios del siglo xviii ya se haban percibido las implicaciones de hacer circular peridicos que sostenan una conversacin casi imaginaria con un pblico en su mayora fsicamente ausente, lejano, en Hispanoamrica y ms estrictamente en la Nueva Granada, mientras tanto, la experiencia de hacer circular peridicos por todo el reino era todava incipiente4. De modo que para las lites criollas multiplicar los impresos era un reto novedoso cuyas consecuencias eran difciles de pronosticar; esa ampliacin del auditorio, del pblico, hace parte de los cambios importantes que se concentraron en aquella coyuntura.

    La libertad de imprenta tiene sus races histricas en la necesidad individual y colectiva de adquirir el derecho a conocer lo que haba sido por mucho tiempo los actos secretos del Estado. En Hispanoamrica, corresponde a la necesidad de darle solucin a una encrucijada histrica, de darle publicidad a los actos de gobiernos improvisados que intentaban obtener rpidamente un consenso favorable mediante el recurso de la publicidad. Los primeros peridicos fueron, principalmente, minis-teriales, rganos de difusin de las actividades de quienes haban sido delegados por la soberana del pueblo para cumplir con inditas tareas de representacin poltica. Los representantes del pueblo necesitaban instruir, persuadir o disuadir permanen-tementealpuebloyel instrumentomsrpidoyeficazera,entonces,elperidico. De manera que el nacimiento de peridicos, sobre todo a partir de 1810, estuvo sig-nado por la necesidad de darle sustento a un incipiente sistema de representacin poltica. Los mismos peridicos eran una pieza en el engranaje representativo; quienes dirigan y redactaban los peridicos no slo actuaban como voceros o intermedia-

    rios de una junta suprema que era su principal protectora poltica yfinanciera,sinoqueellosmismosseconsiderabancomoungrupodeliteratos,filsofososabiosqueestabancumpliendounastareasapremiantes; veamos, por ejemplo, los propsitos expuestos en el prospecto del Diario poltico de Santafe de Bogot, el 27 de agosto de 1810: Difundir las luces, instruir a los pueblos, sealar los peli-grosquenosamenazanyelcaminoparaevitarlos,fijarlaopinin,reunirlasvoluntadesyafianzarlalibertadylaindependenciaslopuede conseguirse por medio de la imprenta5. La designacin de

    4. Sobre una percepcin temprana y quizs pionera de los alcances de la circulacin masiva de peridicos en Europa: Caspar Stieler, Zeitungs Lust und Nutz (1695); citado y comentado por:SlavkoSplichal,Principles of publicity and Press Freedom (Boston: Rowman&LittlefieldPublishers,2002) 4 y 5.

    5. Prospecto, Diario Poltico de Santaf de Bogot, 27 de agosto, 1810, 1.

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    miembros de las juntas supremas y la redaccin de las primeras constituciones polti-cas, entre 1810 y 1815, siempre en nombre del pueblo, fueron eventos que no podan aislarse de la aparicin de un peridico encargado de contribuir a cierto consenso y sosiego pblico necesarios para la actuacin del cuerpo poltico.

    El peridico, por tanto, estaba vinculado a la bsqueda inmediata de una espe-cie de consenso patritico, deba evitar cualquier fisura en una situacin nuevae inciertapara la sociedad; esepropsito se condensaba en fijar la opinino enreunir las voluntades. La imprenta y el peridico exhiban unos atributos indispen-sables para aquella situacin nueva y apremiante; los redactores eran conscientes de que la circulacin rpida de los papeles pblicos, la brevedad de los discursos, entre otros atributos, hacan de los peridicos un instrumento muy apropiado para afianzarelreconocimientopblicodelaactividaddelosrepresentantesdelpueblo. Esamisinque se autoconfirieronera el reconocimiento,no tan implcito, del ini-cio de una etapa incierta de disputas por la legitimidad poltica; en torno al proceso poltico que se iniciaba no haba opiniones unnimes ni voluntades acordes, sino al contrario. Pero los redactores del peridico hicieron precisiones todava ms categ-ricasysignificativasenladefinicindelaimportanciay,anms,delaexclusividadautorizada del peridico. El Diario poltico de Santafe de Bogot haba nacido, sin duda, para contribuir a dotar de legitimidad al personal poltico reunido por delegacin del pueblo, segn la insistencia del peridico para redactar una constitucin pol-tica. Tambin en el prospecto se atrevieron a hacer una prescripcin que despus veremos extendida en la mayora de constituciones polticas que se escribieron en Hispanoamrica en el lapso de 1811 a 1815. Para los responsables del peridico, la opinin que se expanda por medio de la imprenta era la nica vlida; solamente los papeles pblicos [] pueden inspirar la unin, calmar los espritus y tranquilizar las tempestades.Cualquierotromedioesinsuficiente,lentoysospechoso6.

    En el relato que fue fabricando el Diario poltico de Santafe de Bogot, desde su pri-mer nmero del 27 de agosto de 1810 hasta el ltimo del 1 de febrero de 1811, la reunin espontnea de las gentes en las calles o en las plazas provocaba inquietud. La opinin vertida en el peridico o plasmada en leyes mediante la actuacin sose-gada de representantes elegidos por el pueblo era la nica aceptable; lo dems poda incitar a la disgregacin de una unidad indispensable. Entre el buen uso de razn de quienes conformaban la Junta Suprema y las peticiones popula-res apareca a veces un abismo que admitan los redactores del peridico: No todas las peticiones del pueblo eran justas. Muchas

    6. Diario Poltico de Santaf de Bogot, 27 de agosto, 1810, 1.

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    respiraban sangre y dureza. La Junta Suprema conceda unas, olvidaba otras, otras enfinnegabaconpersuasiones.Y,enseguida,comunicabanlainquietudprovocadapor las reuniones de gentes del pueblo: Ya muchos ciudadanos ilustrados prevean las consecuencias a que daran origen las reuniones frecuentes de un pueblo nume-roso y embriagado con la libertad7. Enfin, el peridico y el personal polticoquehablabaporsuintermedioprefirieronexaltarlosbeneficiosdelusodelaimprentay,en contraste, reprobaron por inquietantes o perturbadoras las prcticas asociativas o la simple presencia multitudinaria de las gentes.

    2. la liBertad de impreNta y el aporte de jeremy BeNthamPara el personal poltico hispanoamericano que adquiri preeminencia entre

    1810 y 1815, la libertad de imprenta fue una necesidad poltica apremiante. La comu-nicacin regular con un pblico vasto mediante impresos fue tarea ineludible en un momento de afanosa bsqueda de legitimidad poltica y en que comenzaba a discutirse cul era el tipo de gobierno ms conveniente ante el impasse histrico de un rey cautivo. Para ello era necesario elaborar una legislacin adecuada a las circunstancias de tiempo y de lugar o, para decirlo mejor, que respondiera a los inte-reses particulares en la nueva reparticin del poder poltico que tuvo lugar. Por los nfasisde lasconstitucionesqueseproclamaronenesosaos,por lasreflexionesque aparecieron con frecuencia en los peridicos, podramos suponer que las li-tes hispanoamericanas buscaban hallar un punto de equilibrio entre la necesidad de recurrir a la libertad de imprenta y evitar cualquier abuso en el disfrute de esa libertad. En consecuencia, saban que el uso sistemtico de la imprenta traa enor-mesbeneficiospara lacomunicacinde laopininpoltica,pero igual sabanquelas virtudes de la imprenta y de los peridicos, por ejemplo la rapidez y la brevedad, podan convertirse en elementos perturbadores de un orden deseado. En suma, era una libertad que deba ser otorgada y a la vez controlada.

    Ahora bien, es necesario hacer una precisin. Los peridicos y los textos constitu-cionalesserefirieronmayoritariamentealalibertaddeimprentacomounalibertadgeneral acerca de la publicacin de impresos, entre ellos principalmente los peridicos y los libros.La imprentaeratanslounmedio,elmseficazcomohechotecnol-

    gico, por el cual los individuos podan difundir sus pensamientos, susopinionespolticaso sus inventos cientficos. Esdecir, podahaber otros medios de difusin que no solan ser detallados en los enunciados constitucionales. Al referirse de manera genrica a la

    7. La Historia de nuestra revolucin, Diario Poltico de Santafe de Bogot, 7 de septiembre, 1810, 58 y 59.

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    libertad de imprenta, entendemos que los redactores de las normas estaban hablando, tambin de forma genrica, de la libertad de opinin, de expresin de esa opinin, que poda ser acelerada o expandida por un elemento tecnolgico la imprenta cuya eficaciaapenasempezabaapercibirseenelcasohispanoamericano.

    La aclimatacin y las primeras aplicaciones de una legislacin novedosa, con-tradictoria y vacilante sobre la libertad de imprenta tuvo lugar entre 1808 y 1812. Asegurar una libertad en la rbita de una tradicin ilustrada, segn los antece-dentes de los derechos universales proclamados por la Revolucin Francesa, tena que compaginar con las prevenciones y los castigos a los posibles abusos. Si se com-para el decreto casi inaugural del 10 de noviembre de 1810, emanado de las Cortes deCdiz,esmuchomsafirmativoquelosartculosalrespectoproducidosporlamayor parte de las constituciones escritas en la Amrica espaola hasta 1815. En el decretosedeclaracategricamenteelfindelacensuraprevia:Todosloscuerpos y personas particulares, de cualquier condicin y estado que sean, tienen libertad de escribir, imprimir y publicar sus ideas polticas sin necesidad de licencia, revisin o aprobacin alguna anteriores a la publicacin...8. Mientras tanto, las constitucio-nesamericanasde lamismapocaprefirieronescribirartculosqueconcedan lanueva libertad y, de inmediato, hacan advertencias sobre las responsabilidades de los autores de impresos. Veamos algunos ejemplos de artculos elaborados en constituciones redactadas en lugares y tiempos diferentes, aunque cercanos, con variantes ostensibles en la escri-tura y unos ms profusos que otros:

    cuadro 1: comparativo de primeros artculos coNstitucioNales soBre liBertad de im-preNta eN hispaNoamrica

    8. Citado por Emilio Parra Lpez, La libertad de prensa en las Cortes de Cdiz (Valencia: nau Libres-Biblioteca Vir-tual Cervantes, 2005 [1984]), 13.

    Constitucin de Cundinamarca(30 de marzo de 1811 y promulgada el 4 de abril de 1811)

    Art. 16- El Gobierno garantiza a todos sus ciudadanos los sagrados derechos de la Religin, propiedad y libertad individual, y la de la imprenta, siendo los autores los nicos responsables de sus producciones y no los impresores, siempre que se cubranconelmanuscritodelautorbajolafirmadeeste,yponganenlaobrael

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    Fuentes: Diego Uribe Vargas, Las Constituciones de Colombia, vols. i y ii, Bogot, Ediciones Cultura Hispnica, 1985; Academia Nacional de la Historia. El pensamiento constitucional hispanoamericano hasta 1830 (Madrid: Ediciones Guadarrama, 1961), vols. i, iii y v.

    Admitamos que el solo hecho de proclamar una libertad que antes no se tena cons-tituy un paso hacia la modernidad poltica y cultural, pero tambin consideremos que se anunciaba un nuevo espacio pblico todava restringido y temeroso. El uso de la libertad de imprenta no poda perturbar ni la tranquilidad pblica ni el dogma, ni la moral cristiana ni la propiedad, ni la estimacin ni el honor de los ciudadanos. Tanto la reglamentacin gaditana como las constituciones elaboradas en las provincias

    nombre del impresor, el lugar y el ano de la impresin; exceptundose de estas reglas generales los escritos obscenos y los que ofendan al dogma, los cuales, con todo eso y aunque parezcan tener estas notas, no se podrn recoger, ni con-denar, sin que sea odo el autor. La libertad de la imprenta no se extiende a la edicin de los libros sagrados, cuya impresin no podr hacerse sino conforme a lo que dispone el Tridentino.

    Constitucin del Estado de Antioquia (21 de marzo de 1812)

    Art. 3-La libertadde la imprentaeselmsfirmeapoyodeungobiernosabio

    y liberal; as todo ciudadano puede examinar los procedimientos de cualquiera ramo de gobierno, o la conducta de todo empleado pblico, y escribir, hablar, e imprimir libremente cuanto quiera; debiendo s responder del abuso que haga de esta libertad en los casos determinados por la ley.

    Constitucin federal para los Estados de Venezuela, Caracas, 1811

    Art. 181- Ser libre el derecho de manifestar los pensamientos por medio de la imprenta; pero cualquiera que lo ejerza se har responsable a las leyes, si ataca y perturba con sus opiniones la tranquilidad pblica, el dogma, la moral cris-tiana, la propiedad y estimacin de algn ciudadano.

    Constitucin de Apatzingn, Mxico, 1814.

    Art. 40- En consecuencia, la libertad de hablar, de discurrir, y de manifestar sus opiniones por medio de la imprenta, no debe prohibirse a ningn ciudadano, a menos que en sus producciones ataque al dogma, turbe la tranquilidad pblica, u ofenda el honor de los ciudadanos.

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    americanas partan de una misma matriz. Al parecer, el liberalismo espaol y la diri-gencia criolla en Amrica bebieron de la fuente comn proporcionada por algunos escritos de Jeremas Bentham (1748-1832), transmitidos y comentados por Jos Mara Blanco White (1775-1841) en su peridico El Espaol, redactado en Londres. Si se revisa la Gaceta de Caracas (abril de 1811), el Semanario ministerial de Santafe de Bogota (julio de 1811) y aun La Bagatela, redactada por Antonio Nario (diciembre de 1811), ser fcilconstatarunaamplificacindealgunosprimigeniosescritosdeBenthamsobrela libertad de imprenta en momentos de discusin y debate en la elaboracin de las primeras constituciones polticas en Venezuela y Nueva Granada.

    Existe una historiografa que durante varios decenios nos ha ilustrado sobre elinflujoejercidoporBenthamenlasprimerasgeneracionesdepolticosrepubli-canos en Hispanoamrica. Intercambios epistolares y legislaciones lo testimonian, perohayequvocosyexcesosenlavaloracin.Nosehaponderadobiensuinfluen-cia temprana, aquella anterior al inicio de la dcada de 1820. Digamos que desde 1978 la historiografa inglesa admite que hacia 1810 o antes, hubo una relacin entre Francisco Miranda (1750-1816) y el legislador britnico que luego se exten-di al publicista espaol residente entonces en Londres, Jos Mara Blanco White9. PeroelexamenmatizadodeeseencuentroydelasupuestainfluenciadeBenthamson ms recientes. Es cierto, Miranda y Blanco White fueron el puente de trans-misin de unos escritos de Bentham sobre la libertad de imprenta que pudieron servir de sustento a los liberales espaoles y a la dirigencia criolla, especialmente en Venezuela y Nueva Granada, para redactar las primeras constituciones. Sin embargo, ni la ancdota cierta de la relacin temprana con el jurista ingls ni la difusin de sus manuscritos bastan para darrespuestacerterasobreelgradodesuinfluencia.Porqu? Una cosa crea Bentham acerca de la libertad de imprenta, otra cosa necesitaban los legisladores en Hispanoamrica. Bentham, como otros intelectuales britnicos, vea entonces con enorme simpata los sucesos del otro lado del Atlntico; el paso a un rgimen de libertades individuales le pareca el ms auspicioso. Por otra parte, el momento ideolgico del jurista ingls era muy particular; se dice que su amistad con James Mill (1773-1826), hacia1809,habainfluidofuertementeensuinclinacinfilos-ficaradicalquelehizoexaltarunademocracialiberal,enquelalibertad de opinin ocupaba un lugar privilegiado10.

    9. Theodora McKennan, Jeremy Bentham and the Colombian Liberators, The Americas 34: 4 (1978): 460-475. La autora se basa en un remoto artculo de derecho comparado escrito en 1948 por: Kurt Lipstein, Bentham: Foreign Law and Foreign Lawyers, en Jeremy Bentham and the Law, dir. George W. Keeton y G. Schwarzenberger (London: Greenwood, 1948), 202-221.

    10. Un interesante artculo sobre la evolucin ideolgica de Bentham: J.R. Dinwiddy, Benthams Transition to Political Radicalism, 1809-10, Journal of the History of Ideas 36: 4 (Oct. - Dec., 1975): 683-700.

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    UnexamentodavasuperficialdelastesisdeBenthamyloplasmadoenlascons-tituciones redactadas en Hispanoamrica entre 1810 y 1815, permitira pensar que el Sabio Bentham como ya lo denominaban no fue seguido al pie de la letra. En princi-pio, los constituyentes criollos pudieron haber compartido las premisas de asegurar la libertad de imprenta e impedir los inconvenientes que esta libertad puede pro-ducir11; tambin pudieron haber compartido la importancia concedida a la libertad de imprenta como medio de vigilancia de las conductas de los funcionarios pblicos. Pero quizs no compartieron el optimismo del pensador ingls en lo concerniente a laconfianzaquepodadepositarseenelpuebloyen la importanciaconcedidaalnmero, a la mayora, como fundamento de la discusin pblica. La distancia entre los manuscritos del jurista ingls y una realidad inquietante debieron inclinar a los legis-ladores hacia una libertad concedida con ambigedades y temores. Lo cierto es que los artculos sobre libertad de prensa narran, a su manera, tempranas pugnas entre faccionespolticas,dificultadesparalograrconsensospolticosylanecesidaddecon-solidar a un personal poltico consagrado a las tareas de representacin. La libertad deimprentatenaqueemplearseparafijarlaopinin,paragarantizarconsensos,para lograr algn nivel de unanimidad y de adhesin en torno a gobiernos incipientes. Adems, el manuscrito de Bentham nada dice ante un elemento de ostensible inters para los polticos hispanoamericanos, como lo era la relacin con la Iglesia catlica. La preocupacin por el respeto al dogma catlico estaba ausente en su opsculo, mien-tras que para las lites criollas y para los liberales espaoles era una preocupacin inmediata. Los nuevos estados, segn las primeras constituciones polticas, deban ser confesionales, protectores de una religin en particular.

    Vigilar y controlar la nueva libertad implicaba en la sociedad hispanoamericana impedir que prosperaran acciones que contrariaran el sistema representativo que intentaba erigirse. Cualquier conducta, individual o colectiva, por fuera de ese sistema era un atentado a la tranquilidad pblica, un cuestionamiento al necesario consenso. Por eso, ante tantas precauciones que rodeaban la puesta en marcha de la libertad de imprenta, vale la pena indagar si su aplicacin fue armoniosa y difana o si estuvo

    plagada de incoherencias, de vacilaciones e, incluso, de atropellos a la libertad misma que se acababa de proclamar.

    3. liBertades y restriccioNesEntre 1810 y 1815, a pesar del fracaso de la tentativa de for-

    macin de gobiernos republicanos, tuvo lugar en lo que hasta

    11. Artculo extractado de los manuscritos ingleses de Bentham y publicado por el seor Blanco en su Espaol, en La Bagatela, Santafe de Bogot, n.o 23, 1 de diciembre, 1811, 86.

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    entonces haba sido el Nuevo Reino de Granada la consagracin pblica del individuo letrado. En ese lapso se hizo evidente que el personal letrado iba a consolidarse como el principal emisor y consumidor de opinin, que se iba a erigir en ciudadano activo, endetentadorde la representacindel pueblo, en empleadopblico y, enfin, quesu condicin letrada iba a ser la premisa del reconocimiento como agente poltico. Las constituciones de esa poca fueron casi obsesivas en su redaccin al otorgarle a ese grupo de individuos una gama de funciones, derechos y deberes. Dicho de otro modo, el hombre de letras logr en aquella coyuntura un papel protagnico que le permiti fabricar el espacio pblico para su actuacin.

    El pueblo categora cuya sustancia no podemos dilucidar del todo aqu haba delegado la soberana en sus representantes, quienes se dedicaron a redactar cons-tituciones que, desde el prembulo y a lo largo de sus articulados, construyeron una institucionalidad fundada en el mecanismo legitimador de la representacin. La pieza central de ese mecanismo fue el sistema electoral que en muchas de esas constitucio-nes fue reglamentado con minuciosidad. Para participar como sufragante o elector se necesitaba reunir requisitos superiores al de ser ciudadano. Aunque el sistema electoral de estas primeras constituciones ha merecido y merece estudio aparte, nos interesa destacar al menos lo siguiente: primero, el camino electoral fue expuesto como el nico vlido en el reconocimiento de la representacin poltica o, mejor, el representante del pueblo era el fruto de un proceso electoral que era, a la vez, un proceso selectivo de una capa ilustrada y pudiente de ciudadanos. Por ejemplo, la Constitucin de Cartagena de 1812 exiga, como otras, las siguientes cualidades para ejercer el derecho a elegir:

    Las cualidades necesarias para tener en ejercicio este derecho son: la de hombre

    libre, vecino, padre o cabeza de familia, o que tenga casa poblada y viva de sus ren-

    tas o trabajo, sin dependencia de otro; y sern excluidos los esclavos, los asalariados,

    los vagos, los que tengan causa criminal pendiente, o que hayan incurrido en pena,

    delito o caso de infamia, los que en su razn padecen defecto contra-

    rio al discernimiento, y, finalmente, aquellos de quienes conste haber

    vendido o comprado votos en las elecciones presentes o pasadas12.

    En segundo lugar, y en conexin con esa reglamentacin electoral, algunas cartas constitucionales adelantaron precisio-nes en torno al tipo de individuos que podan ocupar cargos en cualquiera de los tres poderes; para ser presidente de un estado

    12. Constitucin de Cartagena de 1812, ttulo ix, art. 2, en: Diego Uribe Vargas, Las Constituciones de Colom-bia, vols. i y ii (Bogot: Ediciones Cultura Hispnica, 1985), 559. En adelante, todas las citaciones de las constituciones provienen de esta compilacin.

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    o una provincia se exigi, principalmente, que fuese magistrado o juez letrado. La Constitucin de Cartagena de 1812 y la de Cundinamarca del mismo ao determina-ron que para ser miembro del poder ejecutivo era necesaria la instruccin en materias de poltica y gobierno13. Esta consagracin pblica del hombre letrado como hombre poltico estuvo basada, entonces, en la elaboracin de un sistema electoral altamente selectivo que determin, en buena medida, la ndole futura del personal profesional de la poltica. La simple redaccin de constituciones fue, visto as, un ejercicio neto de poder,dedefinicindeuncuerpopoltico,aunqueenlarealidadsufuncionamientoestuviese sometido a las tensiones y la incertidumbre.

    Esas constituciones estuvieron precedidas y acompaadas por tensiones de diversa ndole. Las lites criollas de la Amrica espaola temieron los desbordamientos popu-lares y socio-raciales que haban dado seales de profundos descontentos durante la administracin colonial; los sucesos de Hait o la rebelin comunera de 1781 no podan despreciarse. Entre la misma lite criolla no haba unanimidad acerca del diagnstico y del horizonte que poda disearse en lo que haban sido, hasta entonces, unidades adminis-trativas de la Corona espaola. Relaciones familiares, de amistad, de vecindad; intereses comerciales, viejas disputas entre parroquias, resistencias al cambio en nombre de la tradicin, ambiciones geoestratgicas segn las mutaciones en la reparticin del mundo; todo eso, y otras cosas ms estuvieron en juego durante el perodo que va de 1808 a 1814 en los antiguos dominios espaoles en Amrica. En la intensidad e importancia de ese momento de trnsito no es necesario insistir porque la historiografa universitaria ha dicho ya cosas contundentes. Pero lo que interesa aqu es recalcar la existencia de ese clima de tensiones para entender el nimo con que se legisl y se obr en materia de nuevas libertades individuales, cmo se exhibi un tmido liberalismo en la enunciacin y aplicacin de, por ejemplo, la libertad de imprenta y la libertad de asociacin.

    Las primeras legislaciones sobre la libertad de imprenta fueron contradictorias; mezclaron el otorgamiento entusiasta de la nueva libertad con un listado de res-tricciones. Ya decamos que la libertad de imprenta estuvo inscrita en la libertad de opinin; al ciudadano se le otorg el derecho de manifestar sus opiniones por medio de la imprenta o de otro cualquier modo. En algunas constituciones, como la de la provincia de Mariquita, se pretendi conferirle a la libertad de opinin la

    capacidad de intervencin, de examen y vigilancia sobre la repre-sentacin poltica y los funcionarios del gobierno, algo que haba sido materia de discusin en Francia en los aos inmediatamente posteriores de su revolucin:

    13. Constitucin de Cartagena de 1812, ttulo v, art. 26, p. 531; Constitucin de Cundinamarca de 1812, ttulo v, art. 29, p. 601.

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    La libertad de imprenta es esencialmente necesaria para sostener la libertad del

    Estado. Por medio de ella puede todo ciudadano examinar los procedimientos del

    Gobierno en cualquier ramo, la conducta de los funcionarios del pueblo como tales,

    y hablar, escribir, reimprimir libremente lo que guste, exceptundose los escritos

    obscenos y los que ofendan al dogma, quedando responsable del abuso que haga de

    esta libertad en los casos fijados por la ley14.

    La Constitucin del Estado de Antioquia de 1812 es ms generosa en contradic-ciones y nos permite sospechar un ambiente poltico repleto de tensiones; es la que mejor condensa las aprensiones del personal poltico-letrado de la poca. Como otras, comenzanunciandoque la libertadde imprenta eselmsfirmeapoyodeun Gobierno sabio y liberal; al parecer, el deseo ms inmediato de los gobiernos pro-visorios de aquel tiempo fue encontrar en los impresos un medio de difusin de la actividaddelosnuevosgobernantesy,portanto,unrecursorpidoyeficazdelegi-timacin. Enseguida hay un artculo, como en casi todas las legislaciones de la poca, consagrado a advertir que no se permitirn escritos que sean directamente contra el dogma y las buenas costumbres. La defensa del dogma catlico, se entiende, siempre estuvoencorrespondenciacondeclararalareligincatlicacomolanicaoficialdelEstado. Pero he aqu lo que ms nos interesa por ahora; sigue otro artculo que dice: Tampoco se permitir ningn escrito o discurso pblico dirigido a perturbar el orden y la tranquilidad comn, o en que se combatan las bases de gobierno adoptadas por la provincia, cuales son la soberana del pueblo y el derecho que tiene y ha tenido para darse la Constitucin que ms le convenga. La impresin y puesta en circulacin de escritos que pudieran cuestionar las bases de un gobierno, su legitimidad, todo aquello que no contribuyera a la urgencia de un consenso podra ser considerado como un crimen de lesa patria15. Esta preven-cin podra ser comprensible en 1815, ante la inminente llegada de la expedicin militar de reconquista en cabeza del general Pablo Morillo (1778-1837), momento en que las lealtades polticas y mili-tares eran primordiales.

    4. uN retorNo a la ceNsuraLos historiadores coinciden en considerar los ltimos decenios

    del siglo xviii y los primeros del siglo siguiente como un perodo de trnsito, en que un primer liberalismo debi convivir y mezclarse

    14. Constitucin de Mariquita, 21 de junio de 1815, ttulo I, artculo 9, p. 647. Sobre la semejanza con la libertad de opinin como ejercicio del poder devigilanciaoderatificacindelosactos legislativos, Pierre Rosanvallon, La dmocratie inacheve (Pars: Galli-mard, 2000), 44-46.

    15. Constitucin del Estado de Antioquia, 21 de marzo de 1812, seccin ii, art. 3, p. 466. No hay ostensibles cambios en la Constitucin de 10 de julio de 1815, tambin del Estado de Antioquia.

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    con los principios intelectuales y morales de la Ilustracin y con los remanentes de una sociedad que an no se rega por valores inherentes al individualismo. Dicho de otro modo, un orden jurdico nuevo y proclive a la extensin de libertades indi-viduales contrast por algn tiempo con una sociedad que vea todava con recelo la emergencia de una categora inquietante que empezaba a llamarse opinin pblica. En ese tiempo hubo tensiones entre quienes proclamaron y quisieron poner en prctica la libertad de imprenta, y aquellos que estaban acostumbrados a ciertas restricciones en la expresin con tal de evitar la perturbacin de la tranquilidad pblica. La apari-cin de peridicos e incluso impresos de factura ms modesta en que los individuos difundan sus opiniones polticas fue una novedad difcil de admitir para una comu-nidad letrada acostumbrada a ver en los peridicos un instrumento de difusin de noticiasmoralycientficamentetiles,decuriosidades,derecetasdeurbanidad,deleyes que pretendan contribuir a la felicidad general. De hecho, los primeros gobier-nosprefirieronpromover gacetas oficiales que garantizaranunnecesario y rpidoconsenso y, al mismo tiempo, intentaron restringir e incluso prohibir la existencia de peridicos redactados por individuos interesados en la polmica poltica16.

    Endefinitiva,hubounaetapadesapacibledurantelaqueseenfrentaronaquellosque comenzaban a apelar al naciente y aparentemente imparcial tribunal de la opi-nin pblica, que preferan someterse a la aceptacin o censura del pblico en vez de seguir apelando a la tradicional aprobacin de un monarca, y aquellos que seguan creyendo que los impresos deban promover las buenas costumbres y la obediencia a las autoridades. A ese dilema, muy visible a partir de 1808, se va a agregar luego, hacia 1813, la urgencia de garantizar la unanimidad en la lucha contra un enemigo. Por eso, la libertad de opinin fue en aquel tiempo un precioso dato jurdico al que se poda acudir a la hora de reclamar justicia y respeto a un derecho individual recin conquistado y, con frecuencia, conculcado por gobiernos que todava ponan en duda la autoridad annima y general del tribunal de la opinin. El enfrentamiento de esas

    dos percepciones acerca de la ndole que deban tener los impresos fue, por supuesto, origen de polmicas.

    Hacia1814yasehabanacumuladosuficientesenfrentamien-tos entre realistas y patriotas, entre federalistas y centralistas, como para que en la Nueva Granada y Venezuela se impusieran medidas draconianas. Entre enero y agosto de 1812, el Estado de Cundinamarca, al mando de Antonio Nario (1765-1823), les declar la guerra a las Provincias Unidas; mientras tanto, en

    16. Una caracterizacin de ese perodo detransicinlahaceAnnickLem-prire, Repblica y publicidad a finalesdelAntiguoRgimen(NuevaEspaa), en Los espacios pblicos en Iberoamrica. Ambigedades y problemas. Siglos xviii-xix, eds. Francois-XavierGuerrayAnnickLemprire(Mxico: Fondo de Cultura Econ-mica, 1998), 54-79.

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    Venezuela, el 4 de abril de 1812 se le otorg facultades extraordinarias al poder ejecu-tivo. El 15 de junio de 1813, Simn Bolvar (1783-1830) declar la guerra a muerte a los espaoles. En un momento lgido de alinderamientos polticos y militares, de con-centracin del poder en un individuo para entonces el Libertador ya era, tambin, un dictador que reuna las facultades de los tres poderes la libertad de imprenta consagrada en las primeras constituciones qued sometida al arbitrio de un frreo poder ejecutivo concentrado en la direccin de la guerra17. El retorno a la censura previa pareci entonces inminente.

    En la Gaceta de Caracas del 28 de febrero de 1814, el secretario de estado de la rep-blica confederada de Venezuela les comunic a los redactores del peridico que haban publicadoavisosoficialesyparticularesquehandesagradadoalLibertador.Portalmotivo, dijo enseguida, Bolvar tuvo la intencin de suprimir el peridico y, en vez de eso,resolviquetododocumentooficialpodaserpublicadoperoconsupreviaauto-rizacin; que sobre los procedimientos de los dems gobiernos no se podan publicar reflexionessinconsultarlasantesconlaSecretaradeEstado,paralapreviaaproba-cindelLibertador.Aunquealfinaldeloficioseagregqueestasdeterminacionesnosignificabancoartarlalibertaddeprensayqueerapermitidomanifestar[enLa Gaceta] las opiniones que quiera, hay que admitir que se trataba de imponer un con-trol sobre los impresos18. La Gaceta de Caracas comenzaba apenas a reponerse de una etapa de control por parte del ejrcito realista y volva a ser baluarte de la causa eman-cipadora; aun as, la tensin de la guerra haba arrastrado a Bolvar a amenazarla; ahorabien,qupodrahabersucedidoenaqueltiempolgidoconloscasosdeaque-llosindividuosqueespordicamentedesearonimprimirypublicarsusopiniones?

    Para comienzos de 1814, cuando ya haba retornado el rey Fernando VII al trono en Espaa, en territorio americano hubo serios amagos reaccionarios. El Argos de la Nueva Granada contiene testimonios de debates en torno a una nueva legislacin que contribua al retorno de la Inquisicin o, al menos, a los tiempos de la censura eclesistica previa sobre cualquier impreso; adems se denunciaba la represin de lasautoridadesqueordenabanconfiscaralgunosimpresospues-tos en circulacin. Las denuncias y argumentos difundidos en el peridico del 24 de febrero de 1814 no slo hablaban de una legisla-cin que pretenda imponer de nuevo el lenguaje de los anatemas contra supuestos herejes, sino que coartaba las conquistas recin adquiridas por el espritu liberal de entonces; se denunciaba, ade-ms, que no se convocara regularmente a elecciones. Por eso, una

    17. Sobre ese momento poltico, tanto en la Nueva Granada como en Vene-zuela, Clment Thibaud, Repblicas en armas (Bogot: Planeta, 2003), 140-148.

    18. OficiodelSecretariodeEstadoala redaccin de la Gaceta, Gaceta de Caracas, 28 de febrero, 1814, 2.

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    de las denuncias presentadas por quien se presentaba como un suscriptor del peri-dico en mientes, remataba as:

    A Dios mi amigo, no vengas por ac hasta que est restablecida la constitucin;

    que reine la ley y no la voluntad caprichosa de los hombres: que haya libertad de

    imprenta, que se respeten los derechos del hombre; que haya elecciones peridicas

    sin interrupcin, que los Ciudadanos puedan libremente hablar y escribir, y en fin

    que no haya Dones ni Cruzados, sino Ciudadanos en todo iguales delante de la ley19.

    Ladenunciamanifestabaquehaciafinesde1813fueronaprobadasporelCongresodel Estado de Cundinamarca algunas leyes que restablecan para la Iglesia catlica potes-tades en torno a la delacin, persecucin e incluso condena de aquellos individuos que atentaran con sus opiniones contra la preeminencia del dogma catlico; adems, el poder ejecutivo haba dispuesto suspender la convocatoria del Colegio Electoral20.Enfin,elpeli-gro de que el Gobierno mutara de popular representativo a monrquico u oligrquico como lo deca el annimo suscriptor, que hubiese un probable retorno o triunfo de lospartidariosdeunaregenciayqueseconsolidaraundefinidopartidoafavordeunacausa patritica, todo eso volva inexorable la apelacin a lo que l llamaba el Tribunal de la opinin pblica. Este Tribunal de la opinin pblica era el ltimo y supremo recurso para lograr el triunfo de la razn, por su carcter incorruptible e imparcial.

    Pero, precisamente, ese recurso estaba en entredicho porque un rgimen ms amplio de libertades estaba en peligro; eso afirmaba enseguida Sinforoso Mutis

    (1773-1822) sobrino del director de la Expedicin Botnica, com-paero de Antonio Nario en la campaa militar de 1812 en la representacin que envi al Senado el 16 de febrero de 1814 y que acompaaba la denuncia anterior expuesta en El Argos de la Nueva Granada21. La carta acudi a un epgrafe aleccionador, cit una frase seguramente proveniente de los manuscritos de Bentham publi-cados en uno de los primeros nmeros de El Espaol: La libertad de la imprenta no depende de la censura anterior o posterior, sino de la libre circulacin de los escritos. El epgrafe anunciaba bien la ndole del reclamo que expuso Mutis; por orden del poder ejecutivo un alguacil recogi 131 ejemplares de un impreso de su autora que haba puesto a la venta en una tienda. Es interesante ver cmo el autor de la representacin y del impreso acude a la Constitucin poltica para demostrar que varios derechos le haban

    19. Noticias del interior, Argos de la Nueva Granada, Tunja-Bogot, 24 de febrero, 1814, 63.

    20. El denunciante cita, por ejemplo, en materia de opiniones sobre la religin catlica, el acuerdo del 30 de octubre de 1813, publicado en Gaceta ministerial de Cundinamarca del 11 de noviembre del mismo ao; y el decreto del 7 de diciembre de 1813, publicado tambin en la Gaceta ministerial del 16 del mismo mes, sobre suspensin de la convocatoria del Colegio Electoral.

    21. Representacin que ha dirigido el ciudadano Sinforoso Mutis al Exmo. Senado, Argos de la Nueva Granada, Tunja-Bogot, 24 de febrero, 1814, 63.

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    sido vulnerados y que haba, por tanto, un abismo entre los derechos consagrados y los actosdelpoderejecutivo.Conlaconfiscacindelimpresopuestoyaenventa,Mutispensaba que le estaban conculcando varias libertades conexas: la de impresin, la de circulacin de impresos, la de disponer de sus bienes y rentas, la de gozar y disponer delfrutodesuingenio.Endefinitiva,unagamadelibertadesquecirculabandesdeladifusin de los derechos del hombre y el ciudadano y que fueron tambin proclamadas en casi todas las constituciones del interregno de 1811-1815.

    Esta primera etapa de enunciacin y aplicacin de libertades individuales fue sinuosa para la libertad de imprenta; as comienza una historia menuda de avances y retrocesos en materia de difusin de impresos que hace falta documentar. Hemos reunido algunos ejemplos y, con seguridad, hallaremos otros. Hasta ahora podemos hablar de un momento indeciso durante el cual quienes abogaban por la instaura-cin de principios liberales hallaban en los primeros gobiernos temores, fundados o infundados, sobre el otorgamiento pleno de ciertas libertades individuales. Como lo analizaremos en otra parte, el asunto fue ms evidente y casi unnime en el caso de la libertad de asociacin; la libertad de imprenta pareca ser parte de las premisas de ins-tauracin de un sistema representativo, mientras que la libertad de asociacin poda ser uno de los elementos ms peligrosos para el buen funcionamiento de ese sistema.

    Para entender an mejor los dilemas y contradicciones de esta primera etapa de apelacin sistemtica a la opinin pblica, hemos considerado muy apropiado acudir al testimonio generado con lucidez por Antonio Nario en su polmico y sustancioso peridico La Bagatela, publicado entre el 14 de julio de 1811 y 12 de abril de 1812.

    5. el peridico de opiNiN polticaHacia 1810, los criollos ilustrados de la Nueva Granada, como en otros lugares de la

    Amrica espaola, eran asiduos lectores de gacetas, peridicos o papeles que se daban regularmente al pblico. Estaban familiarizados con lecturas individuales y colecti-vas de jornales, diarios o mercurios venidos de Europa; ya haba antecedentes de asociaciones cuyos objetivos principales haban sido recibir, leer y comentar prensa extranjera. Estaban iniciados en la lectura de los asuntos polticos, un asunto nuevo entre quienes le haban dado hasta entonces mayor importancia a temas relacionados con la economa y las ciencias aplicadas. Muchos de ellos haban encontrado delez-nableeloficiodeabogadoyhabanexploradootrasocupacionesypreocupaciones. De todos modos, ya saban apreciar la importancia de dirigirse regularmente a un pblico lector y tambin eran conocedores de ardides didcticos y retricos para

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    persuadir a sus destinatarios. Eran poseedores de un arsenal retrico fraguado prin-cipalmente en la formacin jurdica y en el diletantismo adjunto que les condujo a lecturas diversas y dispersas que se fueron revelando en el orden personal de sus bibliotecas.Mezcladeabogados,cientficosaficionadoseiniciadosenasperezasteo-lgicas; comerciantes de variada mercanca, entre ellas libros; ocasionales y frustrados funcionarios al servicio de la Corona; escritores que ya haban sido aleccionados sobre las implicaciones de publicar impresos sin permiso de las autoridades reales22.

    A partir de 1810, cuando pareca inminente la consagracin a la tarea de difundir la opinin poltica, mucho de lo que entonces saban y hacan, es decir, el acumulado simblico que posean lo pusieron a disposicin de los trabajos de publicar peri-dicos. Esos peridicos, desde el ttulo, el epgrafe y el prospecto hasta el anuncio msnfimorelacionado,porejemplo,conellugardeventa,proporcionanahoraunainformacin densa. Sus ttulos son, por ejemplo, una revelacin de propsitos, de las condiciones de circulacin de los impresos en aquella poca, de la situacin poltica que los moviliz, de las referencias polticas o literarias que los inspir. Aquel peri-dico que apareci en 1801 con el ttulo Correo Curioso, Erudito, Econmico y Mercantil de la ciudad de Santaf de Bogot,evocabaunacreencia,quesehabaafirmadoduranteelsiglo xviii, segn la cual los peridicos eran una ampliacin de una relacin episto-lar; adems de eso apelaba a una tradicin europea de exitosos y tambin fracasados peridicos con ttulos y propsitos muy semejantes. Llamarse El Efmero (Cartagena, 1812) pareca aludir a la certeza de una pronta e irremediable desaparicin, o a que la misin que pretendan cumplir los redactores tomara poco tiempo o a que cada nmero sera pronto materia de olvido para el pblico.

    Los ttulos que escogieron los peridicos neogranadinos que aparecieron entre 1810 y 1814 aluden a un repertorio de ttulos que deambularon por el periodismo europeo del siglo xviii y que sugieren una hiptesis de clasificacin. Las gacetas ministerialesdebieroncorresponderconunatradicindeinformacinpolticafielal Gobierno; informacin poltica sin comentarios que se reduca a publicar decre-

    tos, leyes y consignas de un gobierno. Aquellos denominados El Argos o El Observador dan testimonio de un largo listado de peridicos efmeros con igual ttulo en que se imbricaban la noti-ciaescueta,elrelatoficticio,lastirayelafnmoralizadordeunpersonaje narrador omnipresente en la vida social. Entre 1810 y 1814 se esbozaron, sobre todo entre los peridicos que fueron publicados en Bogot y Cartagena, los dos principales lugares de

    22. Una semblanza bien documen-tada de las prcticas de lectura y de escritura de los criollos ilustrados haciafinesdelsigloxviii y comien-zos del xix, en: Renn Silva, Los ilustrados de Nueva Granada, 1760-1808 (Bogot-Medelln: eafit-Banco de la Repblica, 2002).

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    eclosin de la opinin poltica, por lo menos tres tipos de peridicos: la gaceta de informacin poltica escueta, aparentemente neutral y que esperaba aglutinar un consenso sobre el orden poltico emergente; el peridico hbrido que combinaba la publicacin de decretos, leyes y actos de gobierno con la opinin editorial de un grupoderedactoresparticularesqueeran,enprincipio,afinesalGobierno;yaque-llos que eran el resultado de una libertad individual neta que esperaba expresar su opinin poltica. Estos peridicos nacidos de esa voluntad individual podan ser adeptos o contrarios al Gobierno, en todo caso podan ser crticos y, en consecuen-cia, incmodos o hasta peligrosos.

    Los epgrafes, mientras tanto, esas citaciones que encabezan un libro o cualquiera otro texto, fueron asiduos en la prensa decimonnica por su condensacin de ideas, porresumir ladivisade losredactores;pertenecieronaunatradicindereflexio-nes, sentencias y mximas ledas, aprendidas y comentadas en tertulias. Cada uno de esos epgrafes era una caracterizacin colocada en la fachada del peridico con eldeseodevolversesuinsignia,unatentativadedefinicintempranaariesgodevolverse equvoca del carcter de la publicacin y del compromiso de sus auto-res. Los epgrafes prolongaron una tradicin retrica en circunstancias histricas y polticas distantes; toda una sabidura ligada a los mtodos y asuntos aprendidos en la formacin jurdica y teolgica del siglo xviii, con las inherentes nociones de rep-blica o de ciudadana o de libertad, que los responsables de los peridicos pusieron en exhibicin. La inicial abundancia de frases extradas de las lecturas de Cicern, Platn o Tito Livio contrastara poco a poco con citas provenientes del pensamiento de un Washington o un Franklin, mientras los ilustrados franceses Rousseau o Montesquieu parecieron marginales o proscritos por varios lustros. Y luego el prospecto, la primera y principal orientacin para el lector; all se anunciaban los propsitos, el plan de trabajo, las prioridades temticas, las adhesiones polticas, se advertan las rivalidades o simpatas que incitaron a fundar tal o cual semanario. El prospecto, a diferencia del ttulo y el epgrafe, estaba ms cerca del espritu mer-cantil que iluminaba la fundacin de un peridico; su funcin era publicitaria porque se concentraba en presentarse ante el pblico lector, en ofrecer unos servicios, en prometer la satisfaccin de deseos o necesidades. El prospecto era, entre todos los elementos liminares del peridico, el que se ocupaba por representar los sentidos atribuidos al escrito, al escritor y al lector. Toda esta informacin colocada en el umbral de los peridicos no es nada despreciable, nos remite a unos cdigos y pro-tocolos de la escritura y nos introduce en un mundo simblico que nos es cada vez

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    ms lejano, pero que nos permitira entender mucho mejor cmo fueron empleados ciertos recursos retricos para persuadir un auditorio que se ampliaba23.

    Quizs seamuy evidente y poco cuestionable que aquellos ilustrados de finesdel siglo xviii y comienzos del xix, que emergieron como una nueva lite gobernante a partir de 1810, eran unos avezados productores y consumidores de smbolos de todo tipo.Sinembargo,esacondicinnolesfuesuficienteparaconstruirsintropiezosuna nueva estructura poltica sustentada en nuevas bases de legitimidad; tampoco lesfuesuficienteparaestablecerosiquieraaceptarqueelnuevoordenimplicabaunas relaciones imprevisibles, y por tanto difciles de controlar, entre el poder polticoeindividuoslibres.Demaneraqueapartirde1810sefueronrevelandodifi-cultades en la constitucin de un cuerpo poltico, en la enunciacin y elaboracin de las reglas de existencia de una estructura poltica emergente; eso podra expli-car en parte la proliferacin provincial de reglamentos constitucionales. El personal poltico-letrado haba entrado en disputa por garantizar el predominio de tal o cual concepcin del orden poltico, y a eso se agregaba que entre esa lite haba indivi-duos persuadidos de la necesidad de disfrutar de nuevas libertades, entre ellas la de presentar de manera peridica y pblica sus opiniones polticas. Divididos en torno al tipo de gobierno que deban erigir y escindidos en torno al uso pblico de la pala-bra escrita, los polticos-letrados delataron as su incertidumbre ante una situacin indita para la cual no parecan preparados.

    No fue sencillo, entre la dirigencia poltica de la poca que examinamos, aceptar que los individuos expresaran libremente sus opiniones polticas. El Diario poltico de Santafe expuso de manera clara las vertientes de la tensin entre la necesidad de excluir alpueblode laesferapblicaycontrolarelprocesodefijar laopinin.El relatopredominantedesuscuarentayseisnmerosseconcentraenlatareadejustificarel papel de los representantes del pueblo y en la importancia de alinderar la opinin a favor de un apremiante consenso poltico; una opinin unnime y un consenso patritico entre el personal poltico deban caminar al lado de un pueblo desmovi-lizadoquedejabatranquilayconfiadamentelastareasdegobiernoenmanosdesusrepresentantes.Laaparienciaoficialdelperidico,anunciadadesdeelprimernmeroal advertir que el peridico se debe a la franqueza y liberalidad de la Suprema Junta,

    que nos ha dado fondos y tambin su proteccin, contribua a la afirmacinde su tareade fabricacinde launanimidad. Suape-lacin indistinta a literatos, a sabios, pero tambin a hombres pblicos para que hicieran uso responsable de sus plumas, nos

    23. Para una iniciacin en estos anlisis peri o para textuales: Gerard Genette, Seuils (Pars: Editions du Seuil, 1987).

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    sugierelaconcienciaolaexistencia?deunaesferapblicapolticaenquelasper-sonas se sentan libres, tal vez sin serlo, para producir y hacer circular sus opiniones24.

    Sin embargo, en aquella tempestad poltica son palabras tambin del primer nmero del Diario poltico el peridico que mejor condens el despliegue comuni-cativodeunarsenalretricoilustradoylasdificultadesparaejerceraplenitudunalibertad individual evidentemente anunciada, aparentemente conquistada, pero en la prctica con frecuencia conculcada, fue La Bagatela, publicada por Antonio Nario (1765-1823) entre el 14 de julio de 1811 y 12 de abril de 1812. Antonio Nario conoci bajoelrgimenpolticoespaol lacensura, laconfiscaciny lacrcel.Fuepioneroen el establecimiento de un taller de imprenta en Bogot y tambin pionero en con-ferirle un estatus comercial a la circulacin de libros e impresos. Su peridico naci en medio de la fragmentacin del cuerpo poltico, de pugnas de facciosas, de clanes que buscaban tener el control de la nueva situacin, de soberanas provinciales que desalentaban cualquier tentativa de cohesin. Segn una interpretacin reciente muy plausible, las rencillas entre facciones, entre 1810 y 1811, tenan antecedentes ligados asediciones,aproyectosconspirativos,alacirculacindepanfletoseneldecenio1790que, entre otras cosas, llevaron a la prisin al mismo Nario25. Entre el temario de las disputas que impedan la constitucin de un cuerpo poltico, se destacaba la discusin acerca de la naturaleza que debera tener el nuevo orden poltico; la aparicin de su peridico La Bagatela fue el inicio de una estrategia poltica a favor de la difusin del pensamiento anti-federal neogranadino26. Teniendo esta apreciacin como una de las premisas, examinemos enseguida esa estrategia de persuasin, los antecedentes histricos de su dispositivo retrico y las tensiones y censuras que parecieron circular en el mundo de la opinin en aquel momento lgido de pugnas facciosas.

    6. las Bagatelas de La BagateLaEl breve formato de cuatro pginas, su ttulo en apariencia fr-

    volo y evasivo, la enunciacin reducida, tambin en apariencia, a un solo responsable; todo eso podra invitar a un examen rutina-rio de un peridico que conoci apenas treinta y ocho nmeros y que circul durante algo ms de ocho meses. Sin embargo, su ttulo, su antiprospecto, su primer nmero y si slo hubiese sido recuperado por la posteridad un ejemplar de ese primer nmero todo eso ya habra bastado para un desafo crtico. Porqu?Porquedeinmediatosepercibeunvariadorepertorio

    24. Prospecto, Diario poltico de Santafe de Bogota, 27 de agosto, 1810, 1.

    25. Una caracterizacin reciente de la poltica y los polticos en este perodo: Daniel Gutirrez Ardila, Un Reino nuevo. Geografa poltica, pactismo y diplomacia durante el interregno en Nueva Granada (1808-1816), Tesis de doctorado, Universi-dad Pars I, 2008.

    26. Daniel Gutirrez Ardila, Un Reino nuevo, 245.

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    retrico, una apelacin a recursos discursivos y, principalmente, una evocacin de un legado simblico que el autor de La Bagatela no pudo o no quiso abandonar. Porque el autor es consciente de la transicin de lo privado a lo pblico, de las ambigedades de ese trnsito; porque conoce y emplea frmulas de ampliacin, de fabricacin de un auditorio, sabe que est sometido a una competencia persuasiva regulada por la circulacin de la opinin. Porque presenta sin ambages las tensiones y contradiccio-nes del momento. Y porque, en consecuencia, el peridico condensa un momento histrico muy tenso, vacilante, de disputas en la creacin de un nuevo cuerpo pol-tico. Todo eso, que no es poco, vuelve ineludible una aproximacin a lo que hace de La Bagatela un texto no hemos dicho documento apasionante.

    El ttulo anuncia bastante, no solamente por el sentido de la palabra bagatela entre losescritoresdefinesdel sigloxvii y comienzos del siguiente: cosa de poca impor-tancia, tambin diversin galante y, en asuntos de arte, una obra muy corta y ligera. Aquellosescritoresqueprefirieron,enlaprimeramitaddelsigloxviii, el adorno de la stira y de otros desvos literarios para hacer crtica social y moral, escogieron La Bagatelacomounodelosttulospreferidosparasusperidicos.HabraledoNarioa Pierre Marivaux (1688-1763) o habra conocido al menos los peridicos que propag JustusVanEffen(1684-1735)enlaprimeramitaddelsigloxviiienEuropa?Cualquieraquesealarespuesta,esbuenoadvertirqueelholandsVanEffentuvounatrayectorianada despreciable como para que fuera ignorado por un hombre tan bien informado comoNario.FueVanEffenelprimeroenllamaraunperidicoLa Bagatela (1718) para asociarlo con la difusin de discursos irnicos; en la elongacin de los siglos xvii y xviii, l sirvi de puente de comunicacin de la literatura inglesa con la francesa, pues fue responsable de las primeras traducciones a la lengua francesa de las obras de Daniel Defoe (1660-1731), Jonathan Swift (1667-1745), Joseph Addison (1672-1719) y Richard Steele (1672-1729), entre otros. Mientras tanto, la apariencia de un humor inofensivo sin causa importante para defender proviene de Marivaux, especialista en ese perio-dismo de mscaras, como suelen denominarlo algunos estudiosos. El siglo xviii conoci una pltora de peridicos efmeros de buen humor, dotados de disfraces, de seudni-

    mos,deperiodistasficticios,de conversacionesentrepersonajescon alegoras o parodias del mundo real27.

    El peso de la tradicin ilustrada es evidente de otras maneras. Su prospecto, que es crtica del uso corriente de los prospectos, demuestra que Nario conoca bien los artificios de la prensahasta entonces: Es costumbre de todos los Periodistasafirma

    27. Para una visin panormica del periodismo del siglo xviii en Europa, Pierre Retat, dir., Le Journalisme dAncien Rgime. Questions et proposi-tions (Lyon: Presses Universitaires, 1982).

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    de entrada dar un prospecto de sus Peridicos, y amontonar en l todas las voces tcnicas de las materias que ofrecen tratar. La ltima pgina del primer nmero reproduce un elogio del legislador norteamericano William Penn (1644-1718), visto entonces como modelo de legislador para una sociedad liberal; el elogio de Penn hace inevitable laevocacindealgunascartasfilosficasdeVoltairededicadasal ilustrecuquero ingls28. El responsable de La Bagatela acudi al recurso establecido por la prensa del siglo xviii de inventar un auditorio, de darle la palabra al pblico, sobre todo acudiendoacartasficticias29.Elprimernmeroinauguraeserecurso,unfilsofosen-sible denominacin muy propia del espritu ilustrado establece un dilogo que va a prolongarse con una dama su amiga; esa conversacin es una alegora continua de lasmujeresinteresadaseinfluyentesenlapolticayquelesirvepararepresentarunmundo de tertulias que se ocupaba de discutir los asuntos polticos del da. An ms, el director de La Bagatela ya se haba percatado de que las tertulias se animan, y se oyen cosas que antes era prohibido pensar30.

    Laconversacinficticiaqueseprolongaenvariosnmerosyquesetrasladaluegoa un amigo, le permiti al autor disfrazar con personajes sus opiniones polticas y las de sus contradictores; pero tambin le sirvi para denunciar los impedimentos para la circulacin de su peridico. De hecho, habra que destacar la irona de acudir al gnero epistolar para denunciar que el Gobierno estaba violando la corresponden-cia de los particulares. En cuanto a epgrafes, Nario parece haberse cuidado de no imponerlo, ms bien de sugerirlo; la anomala de su ausencia fue materia de la pri-mera pgina del nmero 8. El redactor advierte que recibi una carta correccional, cuyo autor no quiere que la publique; el supuesto autor de la carta oblig a Nario a anunciar el olvidado epgrafe: Pluribus unum31. El mensaje para los destinatarios de su poca pareca contundente. El autor del peridico estaba adoptando la divisa uno a partir de varios, que desde 1776 ornaba la documentacin oficial deEstados Unidos, consigna que resuma el logro poltico de un pas compuesto de trece colonias independientes que se integraron en una sola unidad poltica. Para la discusin sobre la organiza-cin poltico-administrativa del que haba sido el Nuevo Reino de Granada, el epgrafe era declaracin rotunda de adhesin a uno de los proyectos polticos en contienda.

    La Bagatela no es un simple compendio del buen uso de una retrica ilustrada. Nario apel conscientemente a unos recursos

    28. Ms exactamente, habra que evocar la cuarta carta de Voltaire, concentradaenlafigurade William Penn.

    29. Un estudio de esos recursos, sobre todo en los peridicos que fund Pie-rre Marivaux, en Alexis Lvrier, Les Journaux de Marivaux (Pars: Presses Universitaires de France, 2007).

    30. Carta del Filsofo sensible a una Dama su amiga, La Bagatela, Santaf de Bogot, 14 de julio, 1811, 3.

    31. Este comienza por una adverten-cia, La Bagatela, Santaf de Bogot, 1 de septiembre, 1811, 29.

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    depersuasinparavolverloseficacesduranteunacircunstanciapoltica.Elttuloesun desafo para la discusin; para qu discutir con alguien que escribe cosas en apa-riencia anodinas. El ttulo es la primera mscara que este antiguo funcionario criollo utiliz para disfrazar un severo y continuo dictamen sobre el gobierno de Nueva Granada. El reto para los lectores era tomar en serio o en broma al autor de las baga-telas.Eneselenguajeambivalente,mezcladeseriedadybroma,derealidadyficcin,Nario denunci desde el primer nmero la violacin de la correspondencia privada, y luego denunci que el Gobierno le haba obligado a hacer una contribucin de 20 ejemplares. Como buen comerciante, el responsable de La Bagatela destac que la contribucin era onerosa para cualquier particular que quisiera disfrutar de la libertad de imprimir; pero tambin denunci las posibles motivaciones del Gobierno: Es cosa bien sabida que cuando se quiere prohibir indirectamente un gnero, no hay mtodo ms sencillo que recargarlo de impuestos32. Las acusaciones se ampliaron y precisaron luego con nombres propios y su conversacin epistolar con una dama fue otra forma de sealar los malos tiempos para la opinin libre33. La publicacin de los extractos de los manuscritos del sabio Bentham sobre libertad de imprenta quiso cumplir un propsito persuasivo en un momento de dudas acerca del otorga-miento de esa nueva libertad.

    El bagatelista fue representando o reproduciendo dos palabras dignas de dis-cusin un escenario y unos mtodos de discusin poltica. Fue claro que Nario expona pasiones e intereses de una faccin poltica, propona un orden poltico y unas modalidades de legitimacin del personal poltico; an ms, inaugur discu-

    siones que iban a ocupar buena parte del proceso de formacin republicana, como por ejemplo aquella de cuestionar el papel poltico de los eclesisticos; considerado por algunos historia-dores muy juiciosos como parangn de los modernos, Nario esboz una discusin que ocup buena parte del siglo xix y que a menudo fue violenta34. Utilizando otra vez la estrategia de una conversacinficticia,elautorde laBagatela,comoseautode-nomin en varios pasajes, hizo amplio esbozo de un debate que iba ocupar el resto del siglo y que en varias ocasiones pas de la discusin escrita al enfrentamiento armado; se trataba, ni ms ni menos, del lugar de la Iglesia catlica en el nuevo orden, del lugar y del papel del personal eclesistico en la vida pblica o, dicho mejor, la pugna por erigir un cuerpo poltico laico. Pero tambin

    32. Imprenta, La Bagatela, Santaf de Bogot, 21 de julio, 6.

    33. El Filsofo sensible a una Dama su amiga, suplemento a La Bagatela, Santaf de Bogot, 28 de julio de 1811, 2.

    34. El gran Antonio Nario, parangn delosmodernos,afirmacindeClment Thibaud y Mara Teresa Cal-dern, De la majestad a la soberana en la Nueva Granada en tiempos de la Patria Boba (1810-1816), en Las revoluciones en el mundo Atlntico, eds. Mara Teresa Caldern y Clment Thibaud (Bogot: Taurus-Universidad Externado de Colombia, 2006), 380.

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    ponaenevidenciaotra cosa: ladificultadpara comunicarse conunpblicoacos-tumbrado a seguir la literatura protegida y promovida por los templos catlicos. Por esosuamigoficticioleapostabaaconseguirmsdineroylectoresredactandounanovena que un peridico. En los ltimos nmeros, Nario ya contaba que su Bagatela andaba en los plpitos, es decir, ya era materia de anatemas; pero lo que ms le molestaba es que los sacerdotes catlicos eran ciudadanos o eclesisticos segn la conveniencia: Dicen que gozan de todos los derechos de Ciudadanos en lo favora-ble, y se llaman a Eclesisticos en lo adverso: as es que los vemos mezclados en los empleos de gobierno revolviendo el mundo y cuando se trata de imponerles alguna pena pecuniaria o personal, se llaman al fuero35. Para Nario no fue agradable ver a clrigos ocupando puestos en el Colegio Electoral. El bagatelista estaba anunciando ladisputaentreelletradolaicoqueseconsiderabadispuestoadesplazardefinitiva-mentealtradicionalletradoeclesisticocomofiguracentralenelcontrolsocialyladireccin poltica; eso pareca estar incluido, en todo caso, en la agenda revoluciona-ria de Antonio Nario, segn como lo expuso en su peridico.

    Pero las preciosidades de La Bagatela anuncian algo ms que disputas entre facciones polticas, algo ms que disputas por imponer las condiciones de una nueva organiza-cin poltica, algo ms que discusiones acerca de la naturaleza poltica del momento incierto que se estaba viviendo. El peridico deja entrever que exista una intensidad diaria en la circulacin de la opinin y que incluso impedir su libre circulacin era parte inherente de una cultura poltica en gestacin; que el momento exiga una pro-duccin constante de opinin, de discursos que expresaban alianzas, fraternidades y rivalidades. Sin embargo, eso puede parecer muy obvio para cualquier historiador o lector contemporneo debidamente informado de las circunstancias de aquella poca. Quizs es menos obvio decir que se trataba de un momento de despliegue de energas que no parecan rendir frutos econmicos para gentes que necesitaban, de todos modos, ganarse la vida; un comerciante como Nario, que haba sufrido bruscos altibajos en su economa personal, se preguntaba con frecuencia en su peridico si vala la pena dedicarse a publicar bagatelas o si era preferible cultivar y vender arroz. El asunto no era una nota adicional de buen humor del escritor; pona ms bien en evidencia que la elaboracin y la puesta en circulacin de un peridico en aquellos tiempos no era solamente un hecho poltico e ideolgico indis-pensable, tambin era un hecho econmico costoso, arriesgado y, por tanto, de enorme preocupacin para quienes comprometan sus esfuerzos en la empresa. Habra que decirlo de manera simple:

    35. El Bagatelista a su Amigo, La Bagatela, Santaf de Bogot, 12 de enero, 1812, 110.

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    la revolucin poltica de esos aos tambin era un asunto de dinero, de mercado. Verlo de ese modo no tiene nada de ofensivo con quienes se han dedicado en serio a hacer revoluciones; desde los tiempos del emblemtico Robespierre, la ruina o el lucro estaban en discusin a la hora de montar un taller de imprenta y de poner a circular un peridico. Conquistar un listado de abonados era una de las prioridades para garanti-zar la circulacin de la opinin de los ms revolucionarios, de los ms legtimos o de los ms abnegados. Por eso, quizs, una investigacin acerca del mundo de la opinin pblica tiene que pensar en la relacin y en la diferencia de tres categoras contiguas: el pblico como una categora poltica; el lector o los lectores como una cate-gora sociolgica; y el mercado como una categora econmica. En La Bagatela, como en cualquierpapelquecirculenesostiemposlgidosdenecesariasdefiniciones,esastres palabras tuvieron un uso consciente y frecuente36.

    coNclusiN. la NociN de lucro y la circulaciN de la opiNiN La Bagatela, como muchos peridicos de su poca en Hispanoamrica, naci

    y muri haciendo clculos; primero reclamando por los veinte ejemplares que per-da entregndoselos por obligacin al gobierno provisorio que era, por dems, otro competidor poltico. En todos los peridicos del lapso de tiempo comprendido entre 1810 y 1815 se halla al menos un anuncio que deploraba la escasez de papel, el costo de la mano de obra en el taller de imprenta; tambin se exaltaban los donativos y bajos precios que garantizaban algunos impresores; las incertidumbres en la dis-tribucin por fuera de la capital. Uno de los desafos de la distribucin de impresos en el siglo xix fue determinar con alguna aproximacin la amplitud o la estrechez del mercado; entre 1810 y 1815, la distribucin o, mejor dicho, en cuanto al intercambio de impresos entre Bogot y Cartagena, dos polos de actuacin poltica importantes, la conquista del mercado lector en ambos lugares era tan importante como la con-

    quistadeadeptosyladefinicinderivalidades.Estacartade1811queindicael intercambio constante entre dos hermanos impresores, el uno responsable de la edicin de La Bagatela y el otro distribuidor en Cartagena de los peridicos provenientes de Santafe de Bogot, enuncia bien los dilemas relacionados con la distribucin y venta de peridicos y otros impresos:

    Mi estimado hermano: En este correo me ha sido muy sensible

    que no me hayas escrito por las circunstancias, pero ni aun las

    Bagatelas han venido. El nmero 10 y 11 que me mandaste el

    36. Para una idea comparativa, para que dejemos de pensar en singula-ridades o anomalas inexistentes, sugiero la lectura de un fenmeno semejante en el caso de la prensa mexicana: Susana Delgado, Libertad de imprenta, poltica y educacin: su planteamiento y discusin en el Diario de Mxico, 1810-1817 (Mxico: Instituto Mora, 2006).

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    correo pasado fue visto y desaparecido, en cantidad de 50 que me remitiste, de modo

    que si te da gana de mandar 100, como hiciste en los dems, todas se te hubieran

    vendido; pero quin haba de creer que tuviese tanta salida, en vista de que los

    anteriores apenas se han vendido de cada uno 30.

    En fin, as son las cosas de la imprenta, que no se atina con el nmero que se

    ha de tirar37.

    Lasnoticiasacercade la llegadaderesmasdepapelo,mssignificativoan, lainstalacin de un taller de fabricacin de papel, eran hechos de enorme trascen-dencia para el funcionamiento mercantil de la circulacin de la opinin poltica. Precisamente, el montaje de una fbrica de papel en Bogot, en el vrtigo poltico de 1811, tuvo para los redactores de peridicos un alto valor patritico, adjetivo que mide la importancia concedida a la necesidad apremiante de producir y difundir opi-niones en aquel tiempo: Se ha presentado a la Junta la muestra de papel fabricado en esta Capital por D. Juan Bautista Estevez, noble, hbil y distinguido Patriota, quien ha decorado la Patria con esta nueva fbrica, la primera que da este gnero en estos Reinos de Amrica38. El sentido de oportunidad y de lucro no pareca estar ausente en este trance polticamente intenso.

    Antonio Nario en su peridico La Bagatela expuso con lucidez los dilemas de una estructura poltica balbuciente y tambin indic los postulados de una cultura poltica queseestabaconstruyendoconmuchadificultad;esaculturapolticasealabaunatransicin en la que ciertos valores comenzaban a ser predominantes, entre ellos, por supuesto, el anuncio de una situacin histrica en que tena cada vez ms importan-cia un universo de sujetos muy activos en la deliberacin poltica. Y, adems de eso, expuso sin pudor que ese universo de la opinin estaba regido y poda ser medido por las pautas mercantiles. En la despedida de su peridico, Nario exhibi la relacin directa entre conquistar el poder, ganar legiti-midad poltica, obtener el favor de la opinin, garantizar lectores y tener compradores; el listado de suscriptores, un dato que fue vital en los procesos de existencia de aquellos peridicos, lo puso comoelementodefinitoriodelapopularidaddeunimpreso:Noes la opinin de un miserable babiecas la que decide la bondad de un pblico, la generalidad de los lectores es la que forma la opi-nin.Ycmosesabeestaopinin?Claroestqueporelnmerode los compradores39. As que les demand a sus rivales polticos

    37. Carta de Diego Espinosa a don Bruno Espinosa de los Monteros, Cartagena, 10 de octubre de 1811, en Archivo Nario, comp. Guillermo Hernndez de Alba (Bogot, Funda-cin Biblioteca de la Presidencia de la Repblica, 1990) vol. 3, 27.

    38. Noticia, Aviso al Pblico, Santaf de Bogot, 19 de enero, 1811, 483.

    39. La ltima palabra que haba reser-vado, La Bagatela, Santaf de Bogot, No. 38, 12 de abril, 1812, 145.

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    Prensa y opinin en los inicios republicanos (Nuevo Reino de Granada, 1808-1815)

    que, como l lo hizo con su peridico, presenten una lista de suscriptores. Nario cumpli en lo que le concerna, con la parte del desafo que propuso. Para su Bagatela escogi como el ms digno eplogo la publicacin de la lista de suscriptores y la cuenta minuciosa de las ventas40.

    Estamos, parece, ante una revolucin poltica que exiga o gustaba de hacer clculos que, muchas veces, no podan ser estric-tamente polticos.

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