preferiría no hacerlo

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PREFERIRÍA NO HACERLO ALBA GIMÉNEZ UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA Como diría Russell al inicio de su ensayo “Elogio de la ociosidad”, Como la mayoría de mi generación, fui educado en el espíritu del refrán “la ociosidad es la madre de todos los vicios”. Niño profundamente virtuoso, creí todo cuanto me dijeron, y adquirí una conciencia que me ha hecho trabajar intensamente hasta el momento actual (Russell, 1989: 9) Incluso a día de hoy, la carrera desesperada por obtener la máxima productividad en cualquier circunstancia –el trabajo, la vida social, el sexo...- continua siendo una curiosa mezcla entre el espíritu de sacrificio cristiano y el utilitarismo propio de los sistemas liberales. En todo caso, nos encontramos ante un marco productivo que define desde lo que concierne, propiamente, a las dinámicas de trabajo hasta el espacio social, asaltando todas las fronteras que quedaban fuera de su campo de acción (Comeron, 2007: 22). Emplearemos para esto la metáfora de una fábrica de Volkswagen de vehículos gama alta en Dresde. Esta fábrica es transparente y, desde sus paredes de cristal, se da una estetización de la producción en que el espacio de trabajo se convierte, prácticamente, en una escenografía. El trabajo material, de algún modo, mediante esta “escenificación de sí”, se funde con el orden simbólico. También actúa como una metáfora del hecho de que en las sociedades posfordistas y en plena era del capitalismo de la información, se da asimismo una fusión entre el tiempo productivo –o de trabajo- y otras esferas de la subjetividad de los individuos (ídem: 23-25). Si nos centramos especialmente en aquellas prácticas artísticas de sensibilidad más kitsch (podemos ir de la tradición que se iniciaría con artistas Pop como Warhol, hasta Koons o Hirst), vemos cómo “el hedonismo (…) de la clase media (…) que estimula el deseo de consumir hasta tal punto que el consumo se convierte en un tipo de ideal social regulador” se traslada asimismo a la sensibilidad artística. Las poéticas del

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#ZaragozaPiensa. Mesa: Crisis del Arte y de la Literatura. Trazos actuales. Alba Giménez

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  • PREFERIRA NO HACERLO

    ALBA GIMNEZ

    UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIN A DISTANCIA

    Como dira Russell al inicio de su ensayo Elogio de la ociosidad,

    Como la mayora de mi generacin, fui educado en el espritu del refrn la

    ociosidad es la madre de todos los vicios. Nio profundamente virtuoso, cre todo

    cuanto me dijeron, y adquir una conciencia que me ha hecho trabajar intensamente

    hasta el momento actual (Russell, 1989: 9)

    Incluso a da de hoy, la carrera desesperada por obtener la mxima

    productividad en cualquier circunstancia el trabajo, la vida social, el sexo...- continua

    siendo una curiosa mezcla entre el espritu de sacrificio cristiano y el utilitarismo propio

    de los sistemas liberales. En todo caso, nos encontramos ante un marco productivo que

    define desde lo que concierne, propiamente, a las dinmicas de trabajo hasta el espacio

    social, asaltando todas las fronteras que quedaban fuera de su campo de accin

    (Comeron, 2007: 22).

    Emplearemos para esto la metfora de una fbrica de Volkswagen de vehculos

    gama alta en Dresde. Esta fbrica es transparente y, desde sus paredes de cristal, se da

    una estetizacin de la produccin en que el espacio de trabajo se convierte,

    prcticamente, en una escenografa. El trabajo material, de algn modo, mediante esta

    escenificacin de s, se funde con el orden simblico. Tambin acta como una

    metfora del hecho de que en las sociedades posfordistas y en plena era del capitalismo

    de la informacin, se da asimismo una fusin entre el tiempo productivo o de trabajo-

    y otras esferas de la subjetividad de los individuos (dem: 23-25).

    Si nos centramos especialmente en aquellas prcticas artsticas de sensibilidad

    ms kitsch (podemos ir de la tradicin que se iniciara con artistas Pop como Warhol,

    hasta Koons o Hirst), vemos cmo el hedonismo () de la clase media () que

    estimula el deseo de consumir hasta tal punto que el consumo se convierte en un tipo de

    ideal social regulador se traslada asimismo a la sensibilidad artstica. Las poticas del

  • usar y tirar y el consabido Less is bore de Venturi se convierten en los principales

    paradigmas de produccin artstica posmoderna (Calinescu, 2003: 241).

    Sumado a esta dinmica productiva, vemos como, adems, o quiz en parte por

    ello mismo, la praxis artstica actual ha llegado a un punto de colapso. Como dira

    Lyotard, en La posmodernidad explicada a los nios,

    Un artista, un escritor posmoderno, est en la situacin de un filsofo: el texto

    que escriben, la obra que llevan a cabo, en principio, no estn gobernados por reglas ya

    establecidas, y no pueden ser juzgados por medio de un juicio determinante, por la

    aplicacin a ese texto, a esa obra, de categoras conocidas. Estas obras y estas categoras

    son lo que la obra o el texto investigan. () Posmoderno ser comprender segn la

    paradoja del futuro (post) anterior (modo) (Lyotard, 1987: 25).

    Ante esta necesidad de redefinir, simultneamente, el terreno en el que se

    produce arte y los propios contenidos, ante esta falta de lenguajes y formas de

    legitimacin ya establecidos a priori, lo cierto es que no hay ms remedio que convertir

    la contingencia en el fundamento del pensamiento esttico actual. Como dira Agamben

    en El hombre sin contenido, solo en la casa en llamas es posible detectar el problema

    arquitectnico fundamental (Agamben, 2005: 185). Es en este perodo de crisis donde

    el arte puede tomar conciencia de cules son los puntales en los que sustentan o

    sustentaban- sus categoras y valores estticos. Y dado que, como bien diagnostica

    Agamben, toda esta construccin ahora est ardiendo, se hace necesario ver qu

    posibilidades se nos abren de reinventarnos.

    Paradjicamente, y a pesar de lo aparentemente desolador de esta imagen del

    incendio, lo cierto es que la crisis de la cultura y el arte posmodernos se caracterizan por

    una ausencia total de drama. Como bien afirma Byung-Chul Han en su lcido ensayo

    La sociedad del cansancio, las sociedades posfordistas se caracterizan por un exceso de

    positividad y de rendimiento. Eso significa que, a pesar de la crisis que estamos

    viviendo y que, como hemos visto, no se limita a la economa sino que es

    inevitablemente poltica, social y cultural- no nos detenemos a comprender y analizar

    qu es lo que est sucediendo, sino que se da una reafirmacin de los mecanismos

    productivos propios del capitalismo, en una especie de autoengao pletrico. Ante la

    adversidad, lo nico que parecemos capaces de hacer es rechazar y expulsar el problema

    corriendo hacia delante (Byung-Chul Han, 2012: 18).

  • La violencia de las sociedades posfordistas ya no se corresponde con los

    mecanismos disciplinarios de las prisiones o psiquitricos que denunciaba Foucault.

    Tampoco son las dinmicas burocrticas y rutinarias que asfixiaban a los personajes

    kafkianos en obras como El proceso. Hemos salido de la dictadura de la mediocridad

    para entrar en una situacin diametralmente opuesta: nos encontramos ante un individuo

    que encarna el hombre soberano de Nietzsche. Y eso, lejos de hacerle libre, lo

    convierte en esclavo de su propia voluntad. El sujeto posmoderno, el sujeto del

    rendimiento, es un animal laborans que se explota a s mismo () voluntariamente,

    sin coaccin externa. l es, al mismo tiempo, verdugo y vctima. Y ante la duda, o ante

    las situaciones de crisis, nos vemos sumidos en una libertad obligada de maximizar

    nuestro rendimiento. Ante la incertidumbre que nos produce ver nuestras construcciones

    sociales y culturales al borde del colapso, continuamos con una dinmica del ms y

    mejor, negando sistemticamente que aqu hay algo que va mal.

    Sin embargo, y como es obvio, a menudo llega un momento en que este sujeto

    de rendimiento, tan aparentemente dueo de s, no puede poder ms. Eso lo sume en

    la depresin, consistiendo esta en un cansancio del crear y del poder hacer. De algn

    modo, el nada es posible del individuo depresivo es casi un acto de resistencia en un

    entorno en el que nada es imposible y en la que la libertad para poder adquiere un

    carcter coercitivo (dem: 31). Probablemente la depresin o la neurastenia incluso, a

    pesar de ser enfermedades, puedan llegar a otorgarnos una suerte especial de lucidez

    ante una sociedad presa de la histeria y ofuscada por la absolutizacin unilateral de la

    potencia positiva (dem: 60).

    Volviendo de nuevo al terreno del arte, cmo se traducira este cansancio y

    apata causados justamente por un exceso de entusiasmo y rendimiento- en la prctica

    artstica? Cmo puede el arte cuestionar el rol de este sujeto del rendimiento

    posmoderno? Veremos a continuacin cmo el hecho de cuestionar crticamente las

    nociones de productividad propias de una sociedad capitalista pueden convertirse en

    formas de comprender la crisis en los medios y lenguajes artsticos, entendiendo que

    esta dinmica del exceso y de la hiperactividad se filtra tambin en la forma que

    tenemos de hacer y entender el arte. Partiremos para ello de los paradigmas de

    Bartleby, el escribiente de Herman Melville y La soledad del corredor de fondo, de

    Alan Sillitoe.

    Como es conocido, Bartleby era un copista que trabajaba en el despacho de un

    abogado de Wall Street. A pesar de ser eficiente en su trabajo, un da, ante la

  • perplejidad de su jefe y sus compaeros, decide responder con la frmula Preferira no

    hacerlo a cualquier orden, pregunta o proposicin. Tras esto, el escribiente se sume en

    un estado prcticamente de catatonia, en que no hace ms que mirar a la pared ciega que

    hay en frente de su ventana. Finalmente, muere en la crcel tras no haber perpetrado

    ningn crimen en absoluto y tras no hacer nada ms que responder con su consabida

    frmula a todo aquello que se le pueda proponer en un momento dado. La declinacin

    tranquila, educada y desesperante de Bartleby se convierte en una actitud subversiva

    ante un mundo de trabajo hostil, lgubre, en que los copistas e incluso el propio

    abogado- se sumen en sus dinmicas de animales laborans sin salir de ellas y sin

    siquiera cuestionarlas (Melville, 2011).

    La soledad del corredor de fondo, por su lado, explora la apata desde una

    perspectiva distinta. Prototipo de la narrativa realista de los Angry Young Men, grupo

    literario ingls de los aos 50 cuya obra radica en torno a las condiciones de vida de la

    clase obrera de su poca, se trata del relato de un joven ingls que es internado en un

    reformatorio por haber robado dinero en una panadera. El chico, Colin Smith, no solo

    no roba por necesidad, sino que adems no se arrepiente, en ningn punto, del crimen

    cometido. Debido a sus buenas dotes como atleta, goza de los favores del director del

    reformatorio y se entrena para participar en una carrera de fondo contra un colegio de

    lite. Sin embargo, cuando llega el da del acontecimiento, Colin deja de correr a media

    competicin y rechaza convertirse en el caballo ganador de la institucin (Sillitoe,

    2007).

    El contexto tanto de Bartleby como de Smith probablemente se corresponde ms

    con el de las sociedades disciplinarias descritas por Foucault. Pero aun as tambin

    pueden servir de ejemplo para un contexto en que los mecanismos de coercin, en lugar

    de depender de agentes externos, funcionen mediante la auto-explotacin. De algn

    modo, la apata de estos personajes es bastante ms honesta que el entusiasmo forzado

    de aquel que en su productividad inexorable se incapacita a s mismo para actuar

    libremente. El rechazo de Smith a convertirse en un triunfador, e incluso la catatonia de

    Bartleby son, al cabo, posicionamientos ms consecuentes que no verse sumido en una

    actividad constante que funcione conforme a la estupidez de la mecnica (Byung-

    Chul Han, 2012: 55).

    Eso no implica que la inaccin en el arte funcione siempre como un revulsivo

    a esta lgica de la productividad capitalista. Los ejemplos en el arte y en la literatura en

    el que el no-hacer cobra ms inters que el acto afirmativo y palpable son muchos y

  • parten de motivaciones (o desmotivaciones) muy diversas. Difcilmente podra hacerse

    un recorrido coherente siguiendo la trayectoria de todos aquellos artistas que, como

    Bartleby o Colin Smith renunciaron a ser productivos. En algunos casos incluso no se

    trata de una total desercin del terreno de la produccin artstica, sino simplemente de

    una reduccin del hacer artstico a su mnima expresin, o de una continuacin de la

    praxis artstica por otros medios. Nos podra servir como ejemplo de esto la obra de

    Enrique Vila-Matas, Bartleby y compaa. Como su propio ttulo indica, el autor parte

    del paradigma del escribiente de Melville para construir un relato que, estructurndose

    como una serie de notas al pie de un texto que no existe, hace un recuento de artistas u

    escritores que en un momento dado dejaron de producir o que, como Duchamp,

    conciben la obra mucho ms desde una especie de silencio creativo que no desde una

    serie de gestos centrados en la autoafirmacin del autor. Este recuento de posiciones

    descredas en torno a lo que significa producir arte termina construyendo una especie de

    no-literatura que puede llevarnos hacia un cuestionamiento de por qu tenemos que

    ser miembros productivos de la sociedad para que aquellos textos que podamos

    articular sean odos y tengan unos mnimos de credibilidad. Construyendo una suerte de

    contra-historia del arte, el centro de inters se desplaza justamente hacia lo que no se ha

    dicho o todo aquello que, como las notas al pie, se considera como un aadido mnimo,

    insignificante incluso, a la gran obra maestra. (Vila-Matas, 2004)

    Sea como sea, estos Bartlebies o Smiths que un da perdieron el tren y nunca lo

    volvieron a coger de algn modo apuntan al conflicto que emerge cuando nos sumimos

    en la ilusin de que cuando ms activo se vuelva uno, ms libre se es. La pura

    actividad no es ms que inercia. La toma de conciencia, en cambio, requiere la

    negatividad de la interrupcin. (Han, 2012: 54). Es a travs de esta negatividad propia

    del detenerse donde el sujeto puede afrontar la contingencia y la incertidumbre; algo

    que, en una situacin de crisis, es ms que necesario. La vacilacin y las dudas no son

    buenas en s, pero son indispensables para no caer en un hacer estpido y mecnico. En

    todo caso, Bartleby, Colin Smith o el silencio creativo de Duchamp -que luego ha

    podido influir ms o menos en artistas como John Cage o Isidoro Valcrcel Medina-

    podran llevarnos, trasladados a una dimensin poltica y social, hacia formas de

    desobediencia basadas en la resistencia pasiva. Obviamente, esto no nos aporta

    respuestas evidentes. Permanecemos todava en el terreno de la duda, pero como

    mnimo, s podemos saber qu preferiramos no hacer.

  • Bibliografa

    AGAMBEN, G. (2005). El hombre sin contenido. Barcelona: ltera

    BYUNG-CHUL HAN (2012) La sociedad del cansancio. Barcelona: Herder

    COMERON, O. (2007) Arte y Postfordismo: Notas desde la fbrica transparente. Madrid:

    Trama

    CALINESCU, M. (2003) Cinco caras de la Modernidad. Madrid: Alianza LYOTARD, J.F. (1987) La postmodernidad (explicada a los nios). Barcelona: Gedisa

    MELVILLE, H. (1998). Bartleby: the scrivener en Billy Budd and other stories. London:

    Wordsworth Editions

    (2011) Bartleby, el escribiente, en Preferira no hacerlo. Bartleby el escribiente

    seguido de tres ensayos. Valencia: Pre-textos

    RUSSELL, B. (1989) Elogio de la ociosidad en Elogio de la ociosidad y otros ensayos. Barcelona: Edhasa

    SILLITOE, A. (2007). The loneliness of the long distance runner. London: Harper

    Collins Publishers VILA-MATAS, E. (2004). Bartleby y compaa. Barcelona: Anagrama