precursores de la docencia médica en cuba

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PRECURSORES DE LA PRECURSORES DE LA DOCENCIA MÉDICA EN CUBA DOCENCIA MÉDICA EN CUBA José Antonio López Espinosa José Antonio López Espinosa

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Page 1: Precursores de la docencia médica en Cuba

PRECURSORES DE LAPRECURSORES DE LADOCENCIA MÉDICA EN CUBADOCENCIA MÉDICA EN CUBA

José Antonio López EspinosaJosé Antonio López Espinosa

Page 2: Precursores de la docencia médica en Cuba

Página legal

925-Lop-PPrecursores de la docencia médica en Cuba / José Antonio López Espinosa. -- Ciudad de LaHabana : Editorial Universitaria, 2010. -- ISBN 978-959-16-1264-9. -- 154 pág.

1. López Espinosa, José Antonio

2. Biografías de Científicos

3. Ciencias Médicas; Cuba

Edición: López Espinosa, José AntonioDigitalización: Dr. C. Raúl G. Torricella Morales ([email protected])

López Espinosa, José Antonio ([email protected]), 2010Editorial Universitaria del Ministerio de Educación Superior, 2010

La Editorial Universitaria (Cuba) publica bajo licencia Creative Commons de tipo Reconocimiento No Comercial Sin Obra Derivada, se permite su copia y distribución por cualquier medio siempre que mantenga el reconocimiento de sus autores, no haga uso comercial de las obras y no realice ninguna modificación de ellas.

Calle 23 entre F y G, No. 564. El Vedado, Ciudad de La Habana, CP 10400, Cubae-mail: [email protected]

Sitio Web: http://revistas.mes.edu.cu/elibro

Page 3: Precursores de la docencia médica en Cuba

Dedicatoria

A mi querido e inolvidable maestro y padre José López Sánchez.A todos los que durante casi tres siglos han sido formadores de generaciones de médicos.

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TABLA DE CONTENIDO

Prólogo

Nota preliminar

Introducción

El primer claustro médico en la Universidad de La Habana

Pequeñas biografías de los catedráticos

Br. Francisco González del Álamo y Martínez de Figueroa

Dr. Ambrosio Medrano Herrera

Dr. Louis Fontaine Cullembourg

Dr. Esteban de los Ángeles Vázquez y Rodríguez

Dr. José Arango Barrios Siscara

Dr. José Melquiades Aparicio de la Cruz

Dr. Julián Recio de Oquendo de la Coba

Dr. Agustín Palomino Sanabria

Dr. Juan José Álvarez Franco Rodríguez

Dr. Antonio Miranda

Dr. Domingo Arango y Prado Marocho

Dr. Carlos de Ayala Álvarez

Dr. Blas José Machado Saucedo

Dr. José Julián de Ayala González

Dr. Gregorio del Rey de la Cruz

Dr. Nicolás M. José del Valle y de la Vega

Dr. José de la Cruz Caro Pereira

Dr. Roque J. de Oyarvide San Martín

Dr. José de Jesús Méndez

Dr. Lorenzo Hernández Marrero

Dr. Félix José Gutiérrez

Dr. Luis Machado García del Castillo

Dr. Agustín Florencio Rodríguez Bedía

3

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Dr. Tomás Romay Chacón

Dr. José Pérez Bohorques

Dr. Diego Vicente Silveira Rodríguez

Dr. José María Pérez Oliva

Dr. Juan Francisco Pachón Moreno

Dr. Fernando José Viamonte González

Dr. José Benito Morales González

Dr. Bernabé José de Vargas Díaz

Dr. Francisco Ignacio de Soria Quiñones

Dr. José Antonio Bernal Muñoz

Dr. Marcos Sánchez Rubio y Hurtado de Mendoza

Dr. Nicolás Vicente del Valle Ramírez

Dr. Pedro J. Andreu Zamora

Dr. Antonio Viera Infante

Dr. Simón Vicente de Hevia Rodríguez

Dr. Pablo José Marín Pegudo

Dr. Antonio Machado Borrego

Dr. Francisco Sandoval Infante

Dr. Bernardo José del Riesgo Cepeda

Dr. Agustín Encinoso de Abreu y Reyes Gavilán

Dr. Ángel José Cowley Albirde

Dr. Nicolás José Gutiérrez Hernández

Dr. Vicente Antonio de Castro Bermúdez

Catedráticos regentes por períodos

Decanos de la Facultad de Medicina en la Universidad Pontificia

Iconografía

Bibliografía general

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Precursores de la docencia médica en Cuba / José Antonio López Espinosa

Ciudad de La Habana : Editorial Universitaria, 2010. -- ISBN 978-959-16-1264-9

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Prólogo

Todos los grandes historiadores aceptan que una de las formas más importantes

de división de la historia es la biográfica, pues en ella se da a conocer la vida y

obra de un personaje, que ha dejado su huella de manera destacada en el devenir

humano. Por eso es raro que un historiador no haya incursionado en la biografía,

aun cuando adopte sistemáticamente otras formas de división para sus estudios.

Entre los cubanos me gusta siempre citar al gran historiador de la primera mitad

del siglo XX, don Gerardo Castellanos García (1879-1956), quien publicó 32 libros,

7 de ellos de biografías, además de su fundamental obra en 3 tomos “Panorama

histórico”, La Habana, 1934, en la que ofrece varios cientos de minibiografías. Y lo

mismo puedo decir de los doctores Emeterio S. Santovenia Echaide (1889-1968) y

Emilio Roig de Leuchsenring (1889-1964), por solo citar otros dos.

El primero que se dedicó de preferencia a los estudios biográficos en Cuba fue

don Francisco Calcagno Monzón (1827-1903), quien en 1878 publicó en New York

su extraordinario “Diccionario Biográfico Cubano”, de imprescindible conocimiento

para todo estudioso de la cultura cubana en general. El destacado jurista Antonio

Barreras Martínez-Malo (1904-1973), luego Magistrado del Tribunal Supremo de

Justicia, publicó en La Habana en 1936 su documentado “Diccionario Biográfico

del Poder Judicial en Cuba”.

El erudito bibliógrafo, doctor Fermín Peraza Sarausa, a quien tanto debemos en

el conocimiento de nuestra bibliografía en general, mantuvo durante 20 años una

sección de efemérides biográficas bajo el título de “Vidas Cubanas” en el periódico

El Mundo, que después clasificó en orden alfabético y editó en 11 volúmenes en

La Habana entre 1951 y 1960 como “Diccionario Biográfico Cubano”. Este autor

confeccionó además “Personalidades Cubanas”, aparecido en La Habana en 1957

en edición mimeografiada. Esta obra sirvió de complemento a la anterior, aunque

agrupó sólo a figuras importantes de la cultura o la vida pública no fallecidas.

El académico correspondiente de la Academia de Historia de Cuba e Historiador

Oficial de la provincia de La Habana, doctor Gregorio Delgado Fernández (1903-

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1964), dedicó gran parte de su quehacer intelectual a la confección de una obra de

gran envergadura, a saber, el “Repertorio Biográfico Cubano”, proyectado en cerca

de 15 volúmenes, para el cual reunió más de 14 000 fichas biográficas y que por el

alto costo de su publicación no encontró editores. Por la generosidad de su autor,

este gran cúmulo de información biográfica estuvo siempre a la disposición de los

investigadores cubanos y no pocas de esas fichas vieron la luz en publicaciones

periódicas del país.

El doctor Rafael Nieto Cortadillas, miembro fundador y presidente del Instituto

Cubano de Heráldica y Genealogía, publicó en Madrid en 1954 su importante obra

“Dignidades Nobiliarias en Cuba”, con cientos de fichas biográficas de quienes

poseyeron tales títulos en la isla.

Durante la década de 1980 se publicaron en La Habana dos obras de obligada

consulta para todo interesado en la cultura nacional: el “Diccionario de la Música

Cubana. Biográfico y Técnico” del licenciado Elio Orovio (1938), dado a conocer en

1981, y el “Diccionario de la Literatura Cubana”, divulgado en dos tomos en 1984

por el Grupo de Literatura Cubana del Instituto de Literatura y Lingüística de la

Academia de Ciencias de Cuba.

Los estudios biográficos médicos comenzaron con el doctor Rafael A. Cowley y

Valdés-Machado (1837-1908), quien en la parte final de su clásica obra “Breves

noticias sobre la enseñanza de la medicina en la Real y Pontificia Universidad del

Máximo Doctor S. Jerónimo”, La Habana, 1876, incluyó una larga sección titulada

“Serie de Doctores” (pp. 239-339), con breves fichas biográficas de los doctores en

medicina graduados en la institución, desde su fundación en 1728 hasta la reforma

universitaria de 1842.

Sin pretender reseñar todos los estudios que le continuaron, sólo citaré los del

académico César Rodríguez Expósito (1904-1972), primer Historiador Oficial del

Ministerio de Salud Pública (1951-1972), quien dejó 7 notables ensayos biográficos

sobre los doctores Carlos J. Finlay Barrés, Juan Guiteras Gener, Juan N. Dávalos

Betancourt, Ramón L. Miranda y Torres, Enrique Núñez Palomino, Oscar Amoedo

Valdés y Félix Figueredo Díaz y un “Índice de médicos, dentistas, farmacéuticos y

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estudiantes en la Guerra de los Diez Años”, verdadero diccionario biográfico dado

a la publicidad en La Habana en 1968; así como los del maestro de historiadores

médicos cubanos, doctor José López Sánchez (1911-2004), el más profundo de

los investigadores criollos en materia de biografías médicas quien, además de sus

clásicos estudios sobre Tomás Romay Chacón, Diego Vázquez de Hinostrosa y

Carlos J. Finlay Barrés, nos ha dejado cientos de fichas biográficas de médicos y

en general de científicos cubanos, en obras como “Ciencia y Medicina. Historia de

la Ciencia” y “Ciencia y Medicina. Historia de la Medicina”, publicadas ambas en La

Habana en 1986; “Cuba. Medicina y Civilización. Siglos XVII y XVIII”, La Habana,

1997 y “Voz y Letra por la Historia de las Ciencias”, La Habana, 2007.

Últimamente, el que estas líneas escribe contribuyó con 138 minibiografías de

médicos cubanos al “Diccionario Biográfico Médico Hispanoamericano”, obra de

monumental carácter editada por los doctores Jaime Gómez González (Argentina),

Leopoldo Briceño Iragorry (Venezuela) y Miguel Rabí Chara (Perú) y publicada en

Caracas en 2007.

La obra que tengo el honor de prologar, “Precursores de la docencia médica en

Cuba”, del licenciado José Antonio López Espinosa (1949), viene a incrementar la

larga tradición de más de 130 años de trabajo de estudios biográficos médicos. El

mencionado autor es un competente estudioso de la bibliografía médica cubana y

su trabajo de investigación ha dado ya no pocos frutos como son, entre otras de

sus obras, “Repertorio Médico Habanero” (1840-1843). Bibliografía anotada”, La

Habana, 2001; “El Observador Habanero (1844-1848). Índice analítico”, La

Habana, 2001; “El Eco de París (1858-1859). Índice analítico”, La Habana, 2001;

“La Enciclopedia (1885-1887), La Habana, 2002 y “La Emulación Médica (1859-

1860). Índice analítico”, La Habana, 2002.

Las biografías médicas han sido también motivo de estudio para él. En principio

se encaminó a las biografías e iconografías de los ganadores del Premio Nobel de

Fisiología o Medicina, motivo por el cual lo invité a colaborar en mi libro “Los

cubanos y los Premios Nobel”, que apareció con su coautoría como Cuaderno de

Historia de la Salud Pública No. 86 en 1999.

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Dedicada a su maestro, el doctor José López Sánchez, de quien fuera abnegado

colaborador en los últimos años de su vida, y cuya rica biblioteca y archivo conoció

con gran profundidad, la presente obra aporta una valiosa información acerca de la

enseñanza superior de la medicina en Cuba durante la etapa de la Real y Pontificia

Universidad del Máximo Doctor San Jerónimo de La Habana (1728-1842).

Después de una necesaria introducción y de un esclarecedor capítulo inicial en el

que se describe la integración del primer claustro médico, se pasa a lo medular de

la obra, consistente en 46 pequeñas biografías de los catedráticos que ejercieron

la docencia en la etapa estudiada.

Con verdadero rigor científico y un claro lenguaje, que no deja dudas en lo que

expresa, y apoyado en la mejor información conocida hasta el momento el autor ha

logrado completar definitivamente el conocimiento del tema estudiado como quizá

pocas veces se consigue en la investigación de una etapa del conocimiento de

nuestra historia médica. Sólo baste decir que de las 289 referencias al final de

cada biografía, 112 corresponden a documentos primarios. A continuación se dan

listas de catedráticos regentes por cada cátedra y la relación de los Decanos de la

Facultad de Medicina, a la que siguen 21 ilustraciones, para finalizar la obra con la

bibliografía general, que contiene 47 importantes referencias.

Con todo lo expresado, tengo a bien acreditar la importancia del contenido de

este libro para el conocimiento de la primera etapa de la enseñanza superior de la

medicina en Cuba.

Dr. Gregorio Delgado García

Historiador Médico del Ministerio de Salud Pública

Profesor Jefe del Departamento de Historia de la Salud Pública

de la Escuela Nacional de Salud Pública

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NOTA PRELIMINAR

La enseñanza de la Medicina se comenzó a impartir en Cuba el 12 de enero de

1726 en el Convento de San Juan de Letrán, institución religiosa que, cerca de dos

años después, se convirtió en la sede de la Real y Pontificia Universidad de San

Jerónimo de La Habana, inaugurada el 5 de enero de 1728.

En esta obra se aborda la historia y evolución de la enseñanza de la Medicina en

la Universidad habanera durante su etapa pontificia, que se extendió hasta 1842, a

través de pequeñas biografías de todos los médicos a cargo de las cuatro cátedras

dispuestas para el aprendizaje del arte de curar en ese período, varios de los

cuales llevaron para la posteridad la honra de haber contribuido decisivamente a

convertir en la isla la práctica de ese arte en una verdadera ciencia.

La extensa y paciente labor de búsqueda durante varios años de un abundante

material bibliográfico, posibilita disponer ahora de una información sistematizada

que persigue servir de contribución al conocimiento del desarrollo de una parte

importante de la historia de la ciencia nacional; a la vez que constituirse en modesto

homenaje al aniversario 280 del inicio de la enseñanza superior en Cuba.

El autor.

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Introducción

Aun cuando los religiosos de la Orden de Predicadores se habían establecido en

La Habana desde mediados del siglo XVI, no fue hasta 1578 que tuvieron iglesia

propia. Ese año el dominico fray Diego de Carvajal obtuvo la posesión legal de la

ermita de Nuestra Señora de Consolación, ubicada desde 1569 aproximadamente

en la manzana que hoy día ocupan las calles Mercaderes, O’Reilly, San Ignacio y

Obispo en La Habana Vieja. Por aquel año se identificaba la ermita con el nombre

de iglesia de San Juan de Letrán o de Santo Domingo, cuyo convento anexo se

comenzó a construir en 1587. Fue justamente en ese convento donde alrededor de

una centuria y media después se erigió la Real y Pontificia Universidad de San

Jerónimo.

Esta primera sede de la Universidad de La Habana debe su nombre a que fue

dedicada a San Juan el Bautista, conocido también con el nombre de San Juan de

Letrán, a modo de recordación de la erección en el siglo IV de la célebre basílica

consagrada a su culto en el mismo solar ocupado por el antiguo palacio de Letrán,

así llamado por haber pertenecido durante la época de la antigua Roma a la noble

familia de los Laterani. El calificativo de religiosos dominicos se originó en la fe por

ellos predicada a Santo Domingo de Guzmán, el prócer español fundador de la

referida Orden.

Los detalles en relación con la fundación de la Universidad de La Habana están

muy bien definidos en varias obras escritas en diferentes épocas, en las cuales se

concentra, si bien en ciertos casos con distintas interpretaciones, la información

más exhaustiva y plausible sobre el tema.

La primera persona que recomendó la fundación de una Universidad en La

Habana fue el padre dominico fray Diego Romero, Prior Provincial de la provincia

eclesiástica de Santa Cruz de las Indias, quien en 1670 se hallaba en La Habana y

pudo participar en una reunión del Cabildo, celebrada el 12 de septiembre de ese

año, en la cual solicitó al Ayuntamiento informara al Rey de España acerca de la

conveniencia de crear en la capital de la isla un centro de enseñanza superior

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similar al existente en el convento de Santo Domingo en la ciudad de igual nombre

en la isla La Española. Esta primera gestión no reportó resultados positivos, como

tampoco prosperó la que realizara en 1699 directamente con el Rey fray Diego de

la Maza, también dominico y Prior del propio convento de Santo Domingo. En 1717

se llevó a cabo un tercer intento por parte de otro dominico, el maestro fray

Benardino de Membrive, Procurador General de la Orden de Predicadores en las

Filipinas, México y La Habana. En esa ocasión el Rey Felipe V de Borbón encargó

a su Arzobispo, el Cardenal Aquaviva, que intercediera en su nombre ante Su

Santidad el Papa para que se le otorgara la gracia pedida a los dominicos de La

Habana. Estas diligencias lograron por fin el objetivo deseado, pues cuatro años

más tarde, exactamente el 12 de septiembre de 1721, Su Santidad Inocencio XIII

concedió un breve apostólico, mediante el cual se otorgaba a los religiosos de la

Orden de Predicadores, radicados en el convento de San Juan de Letrán de La

Habana, la facultad de conferir grados en las enseñanzas que allí se profesaren,

con los mismos privilegios, gracias y honores que disfrutaba el convento de Santo

Domingo en La Española.

Así, por disposición del Gobernador y Capitán General Dionisio Martínez de la

Vega, el 5 de enero de 1728 se convocó a un acto solemne en el convento de San

Juan de Letrán, para inaugurar allí la Real y Pontificia Universidad del Máximo

Doctor San Jerónimo de La Habana. Una vez establecida, el Rey Felipe V de

Borbón la aprobó y la confirmó por Real Cédula del 23 de septiembre de 1728 y el

26 de julio de 1734 sancionó sus Constituciones y Estatutos, según los cuales se

tomó a San Jerónimo, entonces máximo doctor de la iglesia, como su patrón y

para darle nombre. En aquellos tiempos su sede radicó en el edificio del convento,

donde se mantuvo desde la fecha de su inauguración, hasta la primera semana de

mayo de 1902, cuando se trasladó al lugar que ocupa hoy día al final de la calle

San Lázaro.

De todos los documentos relacionados con la historia de la Universidad de La

Habana, el fundamental es, sin duda, el breve apostólico de Su Santidad el Papa

Inocencio XIII, por el cual se autorizó en 1721 a los religiosos de la Orden de

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Predicadores erigir una Universidad en su convento de San Juan de Letrán. Hasta

mediados del pasado siglo XX se sostenía que la creación de la institución había

tenido lugar por una bula de concesión del Papa, sobre la base de los testimonios

al respecto de personalidades del prestigio de Rafael A. Cowley, Juan M. Dihigo,

Antonio Bachiller y Morales y Jacobo de la Pezuela. Sin embargo, el viernes 13 de

mayo de 1949 salió publicado en el periódico “El País” un artículo, rubricado por el

doctor Horacio Abascal Vera, en el cual éste aclaraba que la Universidad habanera

se había fundado por un breve y no por una bula, como se había afirmado hasta

entonces. A finales del mismo año, el doctor Luis Felipe Le Roy y Gálvez, profesor

de la Facultad de Ciencias del alto centro docente, emprendió una investigación

para encontrar el valioso documento y de paso comprobar si en definitiva se

trataba de una bula o de un breve. Tras perseverante y minuciosa actividad de

búsqueda dentro y fuera de la isla, que se extendió a cerca de dos años, pudo al

fin localizar el original redactado en latín, nada más y nada menos que en la

Cancillería de Breves de la Secretaría de Estado del Vaticano. Justo es poner de

relieve la eficaz ayuda que tuvo Le Roy en la última etapa de su investigación de

parte del Embajador de Cuba ante la Santa Sede, el doctor Alfonso Forcade Jorrín,

gracias a cuya gestión pudo él obtener incluso una copia auténtica del breve. Esa

reproducción, hecha por un pendolista con tinta china sobre un pergamino con

medidas de 14 por 19 pulgadas, fue donada en 1951 por Le Roy al Rectorado de la

Universidad de La Habana.

En el curso de sus indagaciones por conocer el paradero del breve, este

investigador tuvo noticias de que en el Archivo de Indias de Sevilla se guardaba

gran número de documentos relativos a la fundación de la Universidad habanera.

En virtud de ello, dirigió una carta al Director del Archivo, Don Cristóbal Bermúdez

Plata, quien le dio detalles acerca de su ubicación exacta. Con los datos precisos,

extendió una comunicación al Rector de la Universidad, el doctor Clemente Inclán

Costa, donde expuso la conveniencia de obtener copia de esos documentos y

presentó el importe de los gastos que conllevaría la gestión. El Rector dio calor a la

sugerencia y la sometió a la consideración del Consejo Universitario.

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Después de realizados los trámites de rigor, el máximo organismo universitario

acordó, en reunión celebrada el 1ro. de marzo de 1950, aprobar la propuesta y

trasladar el asunto al Consejo Económico para la concesión del crédito necesario.

Una vez obtenido el crédito, se giró a Sevilla la cantidad estipulada y, el 3 de mayo

de 1951, se recibieron desde allí por correo aéreo cinco paquetes cuidadosamente

sellados, contentivos de un rollo de microfilm y un total de 1494 copias fotográficas

positivas de los documentos solicitados, pero entre ellos no estaba el original en

latín del breve.

Por ello, el doctor Le Roy continuó su búsqueda en el propio Archivo de Indias,

en el Convento de los Dominicos y en la Casa Generalicia de la Orden radicada en

Roma. Todas esas pesquisas resultaron infructuosas, pero no desmayó y, con el

apoyo del Embajador de Cuba ante el Vaticano, logró encontrar el tan buscado

documento en la Cancillería de Breves de la Secretaría de Estado de esa Santa

Sede y, por si ello fuera poco, obtener una reproducción auténtica del original.

La única traducción al español que se conocía entonces del breve apostólico de

Inocencio XIII (hasta aquel momento erróneamente llamado bula), de la cual se

conserva una copia en el Archivo General de Indias de Sevilla, se hizo en 1722 por

el padre Francisco Gracián en Madrid. De esta traducción, que forma parte de una

pieza compuesta por 1494 folios de 56 documentos relativos a la historia de la

Universidad de La Habana de 1717 a 1748 -como se apuntó con anterioridad,

también adquiridos por gestiones del doctor Le Roy-, se atesora una copia en

microfilm en el Departamento de Documentos Raros y Valiosos de la Biblioteca

Central de la docta institución.

La posibilidad de consultar en Cuba las copias de los 56 documentos más

antiguos de la historia de la Universidad de La Habana, entre ellos el breve por el

que se concedió en 1721 el permiso a los frailes dominicos para que la pusieran a

funcionar en su convento de San Juan de Letrán, es algo muy atractivo para todos

los interesados en el tema.

En su etapa pontificia se cursaban en la Universidad los estudios de Teología,

Cánones (Derecho Canónico), Leyes (Derecho Civil), Medicina y Artes (Filosofía).

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Estos estudios otorgaban el grado menor de Bachiller y los llamados grados

mayores de Licenciado y Doctor, salvo en los de Artes o Filosofía, en los que se

expedía el título de Maestro en vez del de Doctor. Además de estos estudios con

categoría de Facultad, existían las cátedras para la enseñanza de Matemática,

Retórica y Gramática.

La institución mantuvo su prestigio durante casi un siglo, hasta que comenzó a

declinar su esplendor como centro docente y en 1820 entró en un período de

franca decadencia. A partir de entonces comenzaron a ser cada vez más escasos

los alumnos, varias cátedras se quedaron sin profesores y algunas cerraron. En

1840 se hallaba prácticamente desprovista de toda acción docente. Esto conllevó

que en 1842 el Gobernador y Capitán General de la Isla don Jerónimo Valdés

propusiera su reforma bajo nuevos Estatutos y Reglamento, aprobados por Real

Orden del 24 de agosto de ese año, con el objetivo de secularizarla en virtud de la

disposición aplicada un año antes, según la cual quedaban extinguidas todas las

comunidades religiosas en el territorio nacional, con la consiguiente enajenación y

venta de sus bienes. En lo adelante se le dejó de llamar Universidad Pontificia,

adquirió la denominación de Real Universidad Literaria y fue recuperando poco a

poco la reputación perdida.

La suma de todos los egresados de la Universidad de La Habana durante su

etapa pontificia ascendió a 858. En los 115 años transcurridos desde su fundación

en 1728 hasta 1842, año en el que tuvo lugar el primer cambio fundamental en su

historia, el total de estudiantes graduados, distribuidos por Facultades, fueron 265

en Leyes, 196 en la Sagrada Teología, 185 en Artes o Filosofía, 121 en Sagrados

Cánones y 91 en Medicina.

En relación con los orígenes de la actividad docente en este centro de altos

estudios, queda aún mucho por investigar y divulgar. Uno de los asuntos poco

explorados en este sentido es el relativo a los pioneros de la enseñanza superior

en Cuba. En la presente obra se trata de poner a la disposición de los interesados

en esta cuestión aspectos de la vida y la obra de los precursores de la docencia

médica en la isla, teniendo en cuenta que fue justamente la enseñanza de la

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Precursores de la docencia médica en Cuba / José Antonio López Espinosa

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Medicina la primera que se impartió en el convento de San Juan de Letrán dos

años antes de que se aprobara la erección allí de la sede universitaria.

De tal modo, sobre la base de la búsqueda y el posterior estudio exhaustivo de

testimonios impresos o manuscritos en documentos atesorados en los archivos,

hemerotecas y bibliotecas de varias instituciones académicas y religiosas cubanas

y extranjeras, se dan a conocer de forma sistematizada retazos de la vida y la obra

de los 46 profesores que regentearon las cátedras de Prima (Fisiología), Vísperas

(Patología), Anatomía y Methodus medendi (Terapéutica) desde que se comenzó a

impartir la enseñanza médica en 1726 hasta que se produjo la secularización de la

Universidad en 1842. Muchos de los numerosos y puntuales datos presentes en

las pequeñas biografías de estos precursores de la docencia médica en Cuba son

hasta ahora inéditos, lo que otorga a esta obra su carácter original. Cada una de

las minibiografías se acompaña de la bibliografía de donde se extrajeron los datos

relativos al biografiado en cuestión

Para todo el que emprende el intrincado camino de la investigación constituye,

además de un justificado motivo de satisfacción, un acto de justicia poder llegar a

un resultado con el cual se logre preservar del olvido y salvar de la ignorancia los

nombres de personalidades que con su consagración y esfuerzo han contribuido

de manera relevante al desarrollo de una rama del conocimiento; mucho más si se

trata de individuos, cuyos aportes en tal sentido han trascendido en muchos casos

a través del tiempo y los hace merecedores de ocupar un lugar prominente para la

posteridad.

Aun cuando la circunstancia de haberse elaborado por manos humanas implique

la posible existencia de lagunas y zonas opacas en su contenido, lo cierto es que

en los años consagrados a la confección de esta obra se ha tratado de imprimirle

el mayor rigor científico posible, al efecto de ser merecedora de que se considere

digna de constituir un homenaje al aniversario 280 del inicio de la práctica de la

docencia superior en Cuba con carácter oficial.

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EL PRIMER CLAUSTRO MÉDICO EN LA UNIVERSIDAD DE LA HABANA

Antes de la llegada en 1518 a la villa de Santiago de Cuba de Domingo de

Alpartill, no existía en toda Cuba persona alguna que ejerciera la Medicina. De ahí

que este valenciano que se hacía llamar Protomédico, ostente el crédito de haber

sido el primero en ejercer el arte de curar en la isla. Después de él y hasta

principios del siglo XVIII llegó apenas a 55 la cifra de individuos que, procedentes

de España y de otros países, desempeñaron en territorio cubano funciones de

médicos, cirujanos, flebotomianos y curanderos. De ellos merecen recordarse al

barbero cirujano Juan Gómez, primero en relacionarse con dicho arte en la villa de

San Cristóbal de La Habana; al malagueño Juan de Tejada de Pina, primer Doctor

en Medicina que llegó a la isla a ejercer su profesión de médico, pues antes de su

arribo en 1610 sólo se registran cirujanos que brindaban sus servicios en Santiago

de Cuba y La Habana; a la india Mariana Nava, curandera autorizada oficialmente

a cumplir esa función, cuando Santiago de Cuba, entonces con una población

aproximada de 4 000 habitantes, se había quedado sin médicos ni cirujanos; al

cordobés Francisco Muñoz de Rojas, primer Protomédico oficial que tuvo la villa de

La Habana y toda la isla de Cuba y a Lázaro de Flores Navarro, natural de la villa

Dos Hermanas, ubicada en las cercanías de Sevilla, quien fuera el autor del primer

libro científico escrito en La Habana y considerado el más notable de los médicos

con que contó la mayor de las Antillas durante el siglo XVII.

En esta relación de nombres no puede faltar el de Diego Vázquez de Hinostrosa,

primer médico habanero que obtuvo su doctorado en la Universidad de México y

quien, luego de presentar su título al Cabildo de La Habana el 16 de abril de 1655,

compartió con Lázaro de Flores la atención del vecindario. Después de él, hubo

varios cubanos más como Francisco González del Álamo, Marcos Antonio Riaño y

Gamboa, José Escobar Morales, Ambrosio Medrano Herrera, Manuel Fernández

Castellón y Jacinto Ruiz de Acevedo, entre otros, que se formaron como médicos y

cirujanos en la Universidad de México y dieron valor legal a sus correspondientes

títulos ante el Real Tribunal del Protomedicato de aquel país.

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En el contexto de la historia de la Medicina cubana durante el período colonial, el

Protomedicato jugó un papel fundamental y es un elemento sugerente en relación

con los conocimientos de aquel tiempo y de los hechos que precedieron a la

instauración de la enseñanza superior y a la fundación de la Real y Pontificia

Universidad de La Habana. El Protomedicato fue un Tribunal establecido por los

reyes de España desde el siglo XV en varias ciudades y provincias de sus

dominios, con el fin de fiscalizar el ejercicio profesional de los médicos, cirujanos,

boticarios y parteras. Entre sus funciones básicas se destacaban la de reconocer la

suficiencia de los que aspiraban a ejercer estas funciones; garantizar la calidad de

los medicamentos y su justo despacho y establecer estrategias para enfrentar las

epidemias, los desastres naturales y otras calamidades. Este Tribunal tenía

jurisdicción en todos los problemas relacionados con la salud pública y sus

acciones en tal sentido tenían carácter didáctico, pues dirigía la enseñanza de la

medicina y la farmacia; correctivo, por cuanto administraba justicia ante las faltas y

excesos cometidos por los facultativos y perseguía el curanderismo; y económico,

ya que fijaba aranceles en los exámenes y en las visitas a las boticas. Los fondos

producto de esos ingresos se distribuían entre los miembros del Tribunal, o bien

éste le daba otra aplicación útil.

Aunque no existe aún suficiente claridad sobre los antecedentes de esta

institución de tanto beneficio a la Medicina en su tiempo, se puede afirmar que sus

raíces se remontan a la Baja Edad Media, época en la que ya se manifestaba

preocupación por legalizar el ejercicio de la profesión. Ejemplo fehaciente de ello

es el de Roger, Rey de las dos Sicilias, quien en 1140 decretó que para poder

ejercer la Medicina en su reino se requería permiso de los oficiales reales. Tiempo

después Federico II, Emperador de Alemania, dio la orden de que la enseñanza de

la disciplina se impartiera durante seis años; dedicados los cinco primeros a

estudiar las doctrinas de Hipócrates, Galeno y Avicena y el sexto y último a las

prácticas del estudiante, siempre acompañado en sus visitas por un médico

previamente autorizado. En 1422, Juan II de Castilla creó el Tribunal de Alcaldes

Examinadores para que juzgara acerca de la competencia de los aspirantes a

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ejercer la Medicina y la Cirugía. Se considera que en ese mismo tribunal se

encuentra el origen del Protomedicato en España, denominación con la que surgió

oficialmente en tiempos de los reyes católicos, en las leyes dictadas en Real de la

Vega en 1491 y en Alcalá en 1498. Por la década de los años de 1520, la atención

de los problemas médicos en México se confiaba a las personas que gozaban de

mayor prestigio en la práctica del arte de curar. Por ello se les designó

protomédicos (de protos, que significa primero o principal). De acuerdo con las

Reales Cédulas, tiempo después se integró el Real Tribunal del Protomedicato

que, hasta 1634, dio valor legal al ejercicio de la profesión de los cubanos que se

graduaban de médicos en la Universidad mexicana.

En 1632 Francisco Muñoz de Rojas, un español graduado de Bachiller en

Medicina en la Universidad Hispalense de Sevilla y residente en La Habana

aproximadamente desde 1626, pidió al Cabildo habanero recabara del Rey de

España su nombramiento de Protomédico, en mérito a los servicios que había

prestado como médico y en virtud de la dependencia del Protomedicato de México

de los cubanos que aspiraban a ser médicos, cirujanos, boticarios, etc. Por una

carta de Provisión Real, fechada en Madrid el 10 de mayo de 1633, se otorgó a

Muñoz de Rojas el título que lo acreditaba como Protomédico examinador de los

doctores, cirujanos, barberos, boticarios y parteras de la ciudad de La Habana e

isla de Cuba. Cuando el 9 de septiembre del siguiente año presentó ese

documento al Cabildo, quedó constituido de manera oficial, si bien con un alcance

personal, el Real Tribunal del Protomedicato en Cuba. Tras su muerte, ocurrida en

1637, no hubo otra solicitud para desempeñar este cargo, hasta el 13 de abril de

1711, fecha en que el andaluz Francisco Teneza Rubira presentó al Cabildo su

título de Protomédico Real de la ciudad de La Habana y su jurisdicción, oficio que

ejerció hasta su fallecimiento en 1742.

Procede destacar que a Teneza correspondió el mérito de haber sido el Primer

Protomédico Regente de un colectivo integrado en principio por un Protomédico

Primero, uno Segundo y un Fiscal y luego por un Protomédico Primero, uno

Segundo, uno Tercero, un Fiscal propietario y otro sustituto. Asimismo cabe

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señalar que fue él quien preparó y mandó a imprimir en 1723, en la imprenta de

Carlos Habré, la Tarifa General de Precios de Medicinas, documento considerado

el primer incunable cubano.

La instauración del Real Tribunal del Protomedicato en Cuba significó un paso de

avance considerable en la evolución histórica de la salud pública, pues su

existencia conllevó la regulación oficial del ejercicio médico en todas sus

manifestaciones, con inclusión de la de conferir autorización legal mediante

examen a los jóvenes que entonces terminaban sus estudios en las Universidades

de otros países, principalmente la de México. Fue, por tanto, el Supremo Tribunal

de la Salud Pública cubana hasta su extinción en 1833.

Todo parece indicar que los primeros en impartir la enseñanza de la Medicina en

Cuba fueron los hermanos de la Orden de San Juan de Dios, la cual ofrecían en su

hospital de San Felipe y Santiago a los jóvenes que aspiraban a hacerse cirujanos

romancistas (categoría profesional que incluía a los que habían cursado estudios,

en lengua castellana, en lugares que no tenían rango de Facultad médica y cuyo

ejercicio se limitaba a la asistencia de las enfermedades puramente externas y de

las internas de los casos mixtos en ocasiones muy urgentes; estas últimas con la

obligación de solicitar de inmediato los servicios de un médico cirujano, de un

médico o de un cirujano latino). Aunque todavía no se ha precisado la posible

fecha de inicio de esta enseñanza, se sabe que fue con posterioridad al

establecimiento del Real Tribunal del Protomedicato, pues era ante él que los

aspirantes se tenían que examinar a fin de lograr la autorización legal para ejercer.

Si bien hasta principios del siglo XVIII, el arte de curar se enseñaba en privado y

en muy poco tiempo -sólo bastaba un breve período de práctica junto a un médico

o en un hospital, para considerar que el aspirante había adquirido la preparación

necesaria y que estaba apto para obtener un título- ya a finales de esa centuria la

Medicina se había ennoblecido en la isla, donde más que un arte se comenzó a

considerar una ciencia, impartida por un ilustrado claustro de más de 25

integrantes. Los fundadores de la enseñanza de la Medicina como ciencia en la

mayor de las Antillas fueron Francisco González del Álamo y Martínez de Figueroa,

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Martín Hernández Catategui y Ambrosio Medrano Herrera, cubanos que se

trasladaron a la Universidad mexicana con el propósito de obtener los

conocimientos que en su época no les era posible adquirir en su país y que, al

regreso, se propusieron divulgarlos. A ese efecto empezaron los dos primeros a

impartir cursos de Medicina, a los que se les otorgó validez académica por la

comunidad religiosa de la Orden de Predicadores, la misma que luego fundara y

sostuviera la Real y Pontificia Universidad del Máximo Doctor San Jerónimo de La

Habana.

Así, el 12 de enero de 1726 el muy R. P. M. Fr. Thomas de Linares, Prior del

convento de San Juan de Letrán de La Habana, con motivo de la concesión

otorgada desde el 12 de septiembre de 1721 a la Orden de Predicadores por el

breve del Papa Inocencio XIII para fundar una Universidad, autorizó la apertura de

cursos de Medicina, que empezó a impartir ese mismo día González del Álamo y,

desde el 20 de octubre siguiente, Hernández Catategui. Sus primeros discípulos

fueron José Arango Barrios Siscara, Esteban de los Ángeles Vázquez Rodríguez y

José Melquiades Aparicio de la Cruz, tres colegiales de ese convento que

abandonaron la carrera eclesiástica para incorporarse a los estudios médicos.

El hecho de que tres jóvenes cursaran Medicina en un período en el que aún no

existía la Universidad en Cuba y en el que todas las aspiraciones se reducían a

ingresar en la Milicia o en el Sacerdocio, tuvo un gran significado en la vida

intelectual del país, por cuanto ellos, conjuntamente con su profesor González del

Álamo, el doctor Ambrosio Medrano, también incorporado a la enseñanza tras su

regreso de México, y el médico francés Louis Fontaine Cullembourg, formaron el

primer claustro médico de la Real y Pontificia Universidad de La Habana, después

que ésta fuera inaugurada mediante el Pase Real del 5 de enero de 1728.

De lo apuntado con anterioridad se desprende que la Medicina fue la rama de la

ciencia con la que se dio inicio, el 12 de enero de 1726, a la enseñanza superior en

Cuba, la cual se comenzó a impartir por el cubano Francisco González del Álamo y

Martínez de Figueroa, quien había logrado el título de Bachiller en Medicina en la

Universidad mexicana. Procede entonces subrayar que la docencia médica

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comenzó aproximadamente dos años antes de la fundación oficial de la

Universidad, con la cual quedaron formalmente establecidos los estudios médicos

en la isla. Esta circunstancia, unida al obvio papel que jugaron en beneficio de la

cultura en general y el desarrollo de la ciencia en particular los primeros profesores

y estudiantes de Medicina en Cuba, con los que se integró más tarde el primer

claustro médico de la Universidad de La Habana, así como todos los catedráticos

que le siguieron en la etapa pontificia de la institución, ha sido la motivación para

poner por este medio sus nombres a la consideración de las actuales generaciones

de profesionales de la salud y demás interesados que, con toda seguridad, sabrán

reconocer sus méritos y virtudes, así como la magnitud de su obra como

precursores de la docencia médica en el país.

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BACHILLER FRANCISCO GONZÁLEZ DEL ÁLAMO Y MARTÍNEZ

DE FIGUEROA (1675-1728) La obra de este cubano fue una primicia en el proceso que posibilitó convertir a

la Medicina en la isla de Cuba de un simple arte de curar en una ciencia, pues fue

el iniciador de la enseñanza de esa disciplina al nivel superior dos años antes de

que se inaugurara de la Real y Pontificia Universidad del Máximo Doctor San

Jerónimo de La Habana.

Este prócer de la docencia médica nació en La Habana el 3 de febrero de 1675,

fruto de la unión del Capitán Lázaro González del Álamo y María Josefa Martínez

de Figueroa. Hizo los estudios en la Universidad de México, donde se graduó de

Bachiller en Medicina el 28 de abril de 1699. Tras ser examinado y aprobado por el

Real Tribunal del Protomedicato de la capital azteca el 24 de mayo de 1700,

regresó a La Habana cuyo Cabildo lo autorizó el 4 de noviembre del mismo año a

ejercer su profesión, previa comprobación de su título por los doctores Francisco

Moreno de Alba y Francisco Teneza Rubira.

El 3 de junio de 1711 informó al Ayuntamiento haber impreso un tratado en

relación con una consulta que hizo en 1706 “sobre si la carne de puerco cebada

sea dañosa y causa de la epidemia y varias enfermedades que ha padecido esta

ciudad”. Respecto al título y al lugar y fecha de impresión del documento, se ha

establecido una polémica entre los bibliógrafos y, aunque éste no ha aparecido, en

las Actas Capitulares del Ayuntamiento de La Habana consta que su autor donó

algunos ejemplares, que “se ordenaron fijar en los autos de la sesión de ese día”.

Ello prueba que la publicación, cuya impresión casi todos los estudiosos del

problema han coincidido en admitir se produjo en Ciudad México, convirtió al

bachiller González del Álamo en el primer publicista médico cubano.

El 12 de enero de 1726 inauguró el primer curso de Medicina que se impartió en

Cuba en el Convento de San Juan de Letrán, en virtud de la licencia otorgada a tal

efecto por el Muy Reverendo Padre Maestro Fr. Thomas de Linares, Prior de ese

Convento, quien tenía autorización para fundar una Universidad que funcionaría en

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el mismo establecimiento. Sus primeros discípulos fueron tres jóvenes que a la

sazón cursaban estudios de Teología para la carrera eclesiástica, en la cual ya

habían alcanzado órdenes menores. Estos jóvenes, que se desviaron del camino

tomado de inicio al ver abiertos nuevos horizontes, se incorporaron más tarde con

su profesor al colectivo que integró el primer claustro médico de la Universidad de

La Habana, después de convertirse en los primeros cubanos graduados de

médicos en esa institución.

Al llegar la noticia de que el breve de concesión de la Universidad había recibido

el Pase Real, se procedió a formar el claustro y a González del Álamo se le

designó catedrático de Prima (Fisiología), la más importante de las materias del

currículo, como justa recompensa a su reconocido talento y a su demostrada

afición a la enseñanza. Sin embargo, aunque fue el primero en ocupar la cátedra,

no pudo ser el primero en explicarla después de creada la Facultad, por fallecer

antes del comienzo del curso docente en la recién inaugurada Universidad, hecho

que le impidió también obtener los grados mayores de Licenciado y de Doctor en

Medicina, a los cuales tenía derecho por su condición de catedrático.

De su ejercicio como médico asistencial la única información disponible es que

compartía con el doctor Teneza la aplicación de sangrías. También se conoce que

terció en un pleito contra el boticario Lázaro del Rey y que le prohibió a sus

pacientes la compra de medicinas en su botica, según él, por la mala preparación

de sus fármacos.

El 26 de febrero de 1701 había contraído matrimonio con María Josefa de Viera

Lizaldo. Su muerte se produjo el 2 de marzo de 1728 y fue enterrado ese mismo

día en el propio Convento de San Juan de Letrán, con hábito del Señor Santo

Domingo de Guzmán, a cuya orden tercera de penitencia pertenecía.

Con su deceso dejó de existir una personalidad, a quien la historia de Cuba en

general y de la Medicina cubana en particular le es deudora de una de sus más

brillantes páginas, pues es a él precisamente a quien se le debe que haya sido

esta la primera disciplina impartida en el país con carácter profesional.

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Page 25: Precursores de la docencia médica en Cuba

BIBLIOGRAFÍA

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Trelles CM. Biblioteca científica cubana. T1. Matanzas: Imprenta Juan Oliver, 1919. p. 87.

DR. AMBROSIO DE LA CONCEPCIÓN MEDRANO HERRERA (1674-1763) A través de la historia han existido hombres connotados por haber puesto al

servicio de sus contemporáneos sus dotes de erudición y talento. Asimismo han

vivido otros que sin muchas virtudes personales y, hasta con actitudes criticables,

merecen ser recordados por haber sido protagonistas de acontecimientos de gran

relevancia. Uno de los nombres que debe figurar en esta relación es, sin duda, el

de Ambrosio de la Concepción Medrano Herrera, uno de los fundadores del primer

claustro de la Facultad de Medicina en la Real y Pontificia Universidad del Máximo

Doctor San Jerónimo de La Habana.

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Hijo de Pedro Medrano y de Tomasa Herrera, Ambrosio Medrano vio la primera

luz en La Habana el 7 de diciembre de 1674. Estudió la carrera de Medicina en la

Universidad del Angélico Dr. Santo Tomás de México, donde obtuvo el grado de

Bachiller el 29 de agosto de 1698. Tras cumplir el reglamentario período de

prácticas, fue aprobado por el Tribunal del Protomedicato de aquella ciudad al

ejercicio de la profesión el 12 de octubre de 1700. A su regreso a Cuba, presentó

su título al Cabildo habanero el 21 de enero de 1701, aceptado luego del dictamen

favorable de los doctores Francisco del Barco Hernández y Francisco Teneza

Rubira.

De su ejercicio profesional como médico en La Habana no existe constancia

alguna hasta la fundación de la Universidad Pontificia. Es posible que hasta

entonces se haya dedicado al trabajo sacerdotal, pues en México no sólo había

cursado la carrera médica, sino también la eclesiástica, por lo que volvió a su país

con el título de Bachiller en Medicina y revestido con los hábitos clericales.

Tiempo después de que González del Álamo inaugurara el 12 de enero de 1726

sus cursos de Medicina en el convento de San Juan de Letrán, el bachiller

Medrano siguió la iniciativa de éste y tomó parte en ellos. La muerte prematura de

González del Álamo, ocurrida el 2 de marzo de 1728, ya designado para integrar el

primer claustro de medicina y para asumir la regencia de la cátedra de Prima

(Fisiología), dio a Medrano entrada en ese claustro, además del nombramiento de

titular de la cátedra, de la que se convirtió de hecho en fundador. A ese efecto

incorporó su título a la Universidad en la misma fecha en que se le otorgó la

regencia de la cátedra, según consta en el primer libro de acuerdos, asiento

segundo, donde se puede leer que “el 10 de Abril de 1728 se incorporó el Br. D.

Ambrosio Medrano y se le despachó título de Catedrático de prima por muerte del

Br. González Alamo”.

Es evidente que gozaba de gran influencia, tanto entre las autoridades civiles

como entre las órdenes religiosas. Ese mismo año de 1728, el Cabildo decidió

informar sus méritos al Rey y, por otra parte, el Gobernador le confirió el título de

Protomédico. Si bien tal designación fue aceptada por el Ayuntamiento el 23 de

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diciembre de 1729 y no tuvo oposición por parte del Protomédico Francisco

Teneza, no fue aprobada por el Rey quien, en Real Cédula del 12 de julio de 1730,

aclaró que un nombramiento de ese tipo era una facultad privativa suya y en ese

caso no se podía aplicar por semejanza o extensión la facultad o prerrogativa que

gozaban los Protomédicos de México y Lima respecto a los catedráticos de Prima.

Según la legislación vigente entonces en la Universidad, todo el que adquiría una

cátedra tenía de oficio derecho a obtener los títulos de Licenciado y Doctor sin

pagar propinas, por lo que, previo el cumplimiento de los requisitos de examen, se

le concedió la investidura y el título de Licenciado el 8 de noviembre de 1830 y el

de Doctor el 25 de agosto de 1831. Ambos títulos ocupan el número tres en la

relación de los concedidos por la Universidad de La Habana desde su fundación.

Para ese objeto expuso como tesis una cuestión del Libro 20 de Aforismos de

Hipócrates: Convultiones en febris. Sus argumentales para la ocasión fueron los

médicos Francisco Moreno de Alba, Felipe Acosta Cerezo, José Arango Barrios y

José Melquiades Aparicio.

A la muerte de Fontaine, ocurrida el 29 de agosto de 1736, Teneza solicitó se

suprimiera la plaza de Protomédico segundo para evitar que Medrano la ocupara.

Sin embargo, el Rey desestimó la petición y se la otorgó el 9 de diciembre de

1737. El 24 de enero de 1738 tomó posesión de ese cargo ante el Cabildo. Al

fallecer Teneza el 15 de marzo de 1742, pasó a ocupar en propiedad la plaza de

Protomédico regente dejada por éste, tras la aprobación del Ayuntamiento el 6 de

abril siguiente.

Una vez en posesión de ese cargo, asumió una actitud impositiva y personalista,

al punto de llegar a denegar los derechos de otros. En una ocasión Arango Barrios

denunció ante el Rey varias irregularidades cometidas por él en el ejercicio de sus

funciones de Protomédico regente, entre ellas la de infringir la Ejecutoria del

Consejo de Indias de 1733, en virtud de la cual estaba obligado a asistir a los

exámenes y al pase de visita de los hospitales. Esto condujo a que por Real

Cédula del 4 de octubre de 1746 se le ordenara el cumplimiento estricto de sus

deberes. Poco escrupuloso en observar la ética, cierta vez fue denunciado por los

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boticarios José y Antonio Urrutia y Francisco de Prados por vender medicamentos,

que traía de México, a través de terceras personas. En más de una ocasión se le

culpó de otorgar títulos de cirujano y boticario a personas ineptas.

No se dispone de información que permita conocer su capacidad teórica y

práctica como médico. Sólo se ha hallado la referencia de un certificado que

extendió a un paciente con el diagnóstico de gota. Asimismo es factible que el

tiempo que dedicaba a sus obligaciones eclesiásticas haya redundado en perjuicio

de sus deberes como catedrático. En este caso es preciso pues preguntarse si

Medrano fue primero médico y después sacerdote o si, como es más probable,

sucedió lo contrario.

No se ha podido precisar la fecha exacta de su fallecimiento pues, aunque su

nombre está registrado en el libro de la parroquia del Espíritu Santo, el deterioro de

ese documento hace ilegibles los datos en su partida de defunción. Es muy posible

que ésta se haya producido entre el 15 de abril y el 18 de mayo de 1753. La

primera fecha indica su último acto como Protomédico y, la segunda, la notificación

de su deceso, hecha ante el Cabildo por el doctor José Arango Barrios cuando

asumió las funciones de primer Protomédico.

De cualquier manera, ha quedado para la historia que, con independencia de su

grado de erudición y de su dedicación al magisterio, Medrano fue el primero en

ocupar en la práctica la cátedra de Fisiología que desempeñó hasta su muerte.

Este hecho, unido al de haber sido uno de los fundadores de la enseñanza de la

Medicina como ciencia en la Real Universidad Pontificia, le confirió el derecho a

que su nombre pasara a la posteridad como precursor de la docencia médica en

Cuba.

BIBLIOGRAFÍA

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Imprenta “El Trabajo”, 1875. p. 307.

DR. LOUIS FONTAINE CULLEMBOURG (1689-1736) A este francés descendiente de una familia de médicos y boticarios, corresponde

el mérito de, además de figurar ante la historia como el primer graduado de Doctor

en Medicina en la Real y Pontificia Universidad de San Jerónimo de La Habana y

como uno de los integrantes de su primer claustro, haber sido el primer Decano de

su Facultad de Medicina.

Hijo del Doctor en Medicina y Regente de la Facultad de Medicina de la

Universidad de París Philippe Fontaine y de Marie Madelaine Cullenbourg, vino al

mundo en Clermont et Beauvaisis el 18 de abril de 1689. Comenzó los estudios de

Medicina en la Universidad de Montpellier el 30 de septiembre de 1711. Allí obtuvo

el título de Bachiller el 26 de enero de 1713 y el 20 de abril del mismo año, tras

haber sido electo consejero, solicitó al Decano le permitiera dar lecciones “sobre

las diferencias de todas las enfermedades”. La solicitud le fue aceptada y, al

terminar el curso, se le expidió una certificación, fechada 20 de mayo y firmada por

los más de 40 doctores, licenciados, bachilleres, consejeros y estudiantes que

participaron en él. El 10 de junio siguiente se graduó de Maestro en Artes y

Filosofía; dos días después de Licenciado en Medicina y el 12 de julio obtuvo el

grado de Doctor. El 6 de octubre de 1714 fue designado Protomédico en la

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posesión colonial francesa de la isla de Guarico, de donde se trasladó el 15 de

enero de 1717 a la Isla Tortuga. Desde allí solicitó al Rey de España le posibilitara

pasar a sus dominios pues, según él, padecía de indisposiciones ocasionadas por

el clima.

El 19 de febrero de 1717 se presentó ante el Protomedicato habanero, a fin de

adquirir la licencia para ejercer en la villa. En virtud de que regía una Ley, en la

cual se establecía que los graduados fuera de los dominios españoles no podían

curar en ellos sin aprobación del Rey, el Cabildo, con el interés de retenerle para

contrarrestar la falta de médicos existentes en La Habana, suplicó a Su Majestad

despachara una cédula que lo admitiera como tal. El Real Decreto fue expedido a

su favor el 15 de enero de 1718, pero él había viajado a México con el objetivo de

revalidarse en aquel Real Protomedicato “para mayor esplendor de sus grados”.

Su solicitud del 15 de mayo de ese año de que se le admitiera acudir a examen fue

aceptada, luego de un largo y laborioso dictamen del Fiscal, quien se apoyó para

su admisión en la dispensa que le concedió de la ley prohibitiva de poder

avecindarse a los extranjeros. En el examen que aprobó el 24 del mismo mes,

expuso el capítulo IV del libro IX del método de Galeno.

El 20 de diciembre de ese año de 1718 viajó a París. En el camino se detuvo en

Veracruz, donde nació su hijo Luis Felipe Graciliano, quien luego falleciera en La

Habana durante su segunda estadía en esta villa. Luego de permanecer en

Francia por algún tiempo, se trasladó a España. El 13 de diciembre de 1722 se le

nombró médico del Real Hospital de la Coruña, donde se mantuvo hasta 1727 en

que regresó a La Habana.

Se supone que la motivación para emprender el segundo viaje a Cuba se debió a

que conocía de la autorización concedida para erigir una Universidad, donde podía

aspirar por sus títulos a ser profesor. El 19 de diciembre de 1727 presentó su

documentación legal al Cabildo y el 15 de enero de 1728 se acordó otorgarle título

de Catedrático en Anatomía, aun cuando tres doctores opinaban que debía

obtenerlo mediante oposición. Es obvio que entonces no era posible cumplir esa

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exigencia, pues existían muy pocos médicos capaces de integrar un tribunal para

juzgar sus conocimientos.

El hecho de haberse prestado a desempeñar la cátedra gratuitamente, es una

demostración de que no fue el lucro el móvil que lo impulsó a ponerse al frente de

ella. En ese tiempo gozaba de un gran prestigio y se le consideraba uno de los

mejores médicos en La Habana. En cuanto a su actividad docente se dispone de

poca información. No obstante, se puede decir que en los 10 años que ocupó la

cátedra de Anatomía no demostró haber promovido avances serios en la materia.

Siempre aceptó que mantuviera su carácter teórico y que no se practicaran

disecciones en cadáveres, proceder que lo mantuvo sometido a las prescripciones

impuestas por los dominicos y que invalida su propia crítica acerca de que ni los

médicos ni los cirujanos conocían la estructura del cuerpo humano.

Al producirse el 2 de marzo de 1728 el fallecimiento del bachiller Francisco

González del Álamo, el Protomédico Regente, doctor Francisco Teneza Rubira, lo

designó para ocupar la plaza que éste dejara vacante de Fiscal del Protomedicato,

hecho que se produjo el 11 de marzo siguiente. Meses después, exactamente el 6

de septiembre, la Universidad le confirió todos los grados de la Facultad de

Medicina y lo nombró su Decano. Con ello se convirtió en el primer graduado de

Doctor en esa institución y también en el primero que ocupó un cargo de tanta

relevancia en ella.

A raíz de este nombramiento, solicitó se creara para él la plaza de Protomédico

Segundo. En el texto donde justificó su petición, planteó como argumentos que él

no deseaba pasar lo mejor de su edad ejerciendo en una ciudad como La Habana,

con una población constituida por tropas y pobres, razón que explicaba por qué

eran tan pocos los médicos que venían a residir y a ejercer en ella. Por eso quería

proveerse de un destino que le posibilitara “algún sitiado” en el futuro. Otra de las

causas que adujo fue que el Protomédico Teneza estaba ya en una edad muy

avanzada, corto de vista y achacoso, lo que le impedía continuar asistiendo a

todos los enfermos del Hospital San Lázaro y del Convento de San Juan de Dios y

demás pobres, labor que podía él hacer en lo adelante. Asimismo enfatizó en su

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solicitud que se le reconociera al Segundo Protomédico el derecho de ocupar la

plaza de Primero en caso de ausencia o muerte del titular, sin necesidad de título

ni despacho, con iguales cargos y comisiones, goce de privilegios y emolumentos.

Su reputación quedó demostrada con el gran número de recomendaciones que

apoyaron su solicitud, entre ellas la del propio doctor Teneza, el Gobernador, el

Rector y el claustro de la Universidad, además de las de todos los Priores o

Presidentes de conventos y órdenes religiosas. Por Real Decreto fechado en el

Puerto de Santa María el 3 de julio de 1729, se le hizo merced del cargo de

Protomédico Segundo, que aceptó el Cabildo el 16 de diciembre siguiente.

Con anterioridad había fungido como Primer Protomédico durante dos años que el

doctor Teneza estuvo asilado en la Parroquial Mayor, para eludir el cumplimiento

de una sanción que le impusiera el Gobernador por un delito de desobediencia a la

autoridad, al no aceptar la Resolución por éste dictada en un pleito seguido por el

boticario Lázaro del Rey contra él como Protomédico.

El primer graduado de Doctor en Medicina en la Real y Pontificia Universidad, a

la vez que el primer catedrático de Anatomía y primer Decano de su Facultad de

Medicina, estaba casado con María Josefa Garavito cuando falleció el 29 de

agosto de 1736. Su entierro se realizó en la Parroquial Mayor de la villa de La

Habana.

BIBLIOGRAFÍA

Archivo de la Catedral de La Habana. Libro 6 de defunciones, folio 45, número 92.

Archivo Central de la Universidad de La Habana. Libro Primero de Doctores, folio 2.

Calcagno F. Diccionario Biográfico Cubano. New York: Imprenta y Librería de Ponce de

León, 1878. p. 281.

Cowley RA. Breves noticias sobre la enseñanza de la Medicina en la Real y Pontificia

Universidad del Máximo Doctor S. Jerónimo. Habana: Imprenta y Librería de Pego, 1876.

p. 293-294.

Delgado García G. Historia de la enseñanza superior de la Medicina en Cuba 1726-1900.

Cuad Hist Salud Pub 1990;(75):27-29.

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1970;(47):181, 183-184, 247-254, 262, 276-277, 282-285, 308, 315.

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1970;(48):11-15.

López Serrano E. Efemérides médicas cubanas. Cuad Hist Salud Pub 1985;(69):17, 145,

150, 211.

DR. ESTEBAN DE LOS ÁNGELES VÁZQUEZ Y RODRÍGUEZ (1692-1742) Uno de los primeros alumnos de la carrera médica en la incipiente Universidad

Pontificia fue Esteban de los Ángeles Vázquez Rodríguez. Hijo de Juan Antonio

Vázquez y de Juana Gerónima Rodríguez, nació en La Habana el 2 de agosto de

1692. Ingresó como novicio en el convento de San Juan de Letrán para estudiar

Artes y, aunque en 1726 poseía ya órdenes menores para cursar la carrera

eclesiástica, decidió abandonar el aula conventual para, con el mismo entusiasmo

que sus compañeros Arango Barrios y Aparicio, sentarse en la banca universitaria

que entonces germinaba en el mismo convento. Tras pasar satisfactoriamente con

sus condiscípulos las clases de Medicina impartidas por González del Álamo, se

graduó de Bachiller el 23 de julio de 1729, después de la lectura de su lección

reglamentaria el 13 de abril anterior. Aprobado por el Protomédico Francisco

Teneza, recibió su título el 30 de octubre de 1730, el cual luego presentó al

Cabildo que lo aceptó al ejercicio de la profesión el 10 de noviembre.

A la muerte del doctor Louis Fontaine Cullembourg en agosto de 1736, quedó

vacante la cátedra de Anatomía, por lo que se convocó a oposición. Vázquez se

presentó como único opositor y la obtuvo por unanimidad, al estimarse que reunía

los conocimientos requeridos para su desempeño. Con ello logró la aptitud para

aspirar a los grados mayores de Licenciado y Doctor en Medicina. El primero le fue

otorgado el 28 de noviembre de 1736 y el segundo lo recibió el 31 de enero de

1737.

En cuanto a su desempeño como catedrático, se puede argumentar a su favor

que su regencia en la cátedra de Anatomía prometía aportar grandes beneficios a

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la enseñanza de esa asignatura, -en virtud de lo incompleto que era su estudio en

aquella época, limitado a la simple descripción sin comprobación ni demostración

en cadáveres- pues en realidad era él el único que disponía de la preparación

necesaria para poder contrarrestar esa deficiencia. Sin embargo, todo quedó en

las buenas intenciones, pues no pudo siquiera completar el período de seis años

como catedrático al sorprenderlo la muerte el 2 febrero de 1742. Había testado

ante Dionisio Pancorbo el 8 de diciembre del año anterior.

BIBLIOGRAFÍA

Archivo de la Catedral de La Habana. Libro 6 de bautismos, folio 366v, número 70.

Archivo de la Catedral de La Habana. Libro 6 de defunciones, folio 106, número 11.

Archivo Central de la Universidad de La Habana. Libro Primero de doctores, folio 16.

Cowley RA. Breves noticias sobre la enseñanza de la medicina en la Real y Pontificia

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1876. p. 161-163, 337.

Delgado García G. Historia de la enseñanza superior de la Medicina en Cuba 1726-1900.

Cuad Hist Salud Pub 1990;(75):28, 32.

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1970;(47):316-318.

López Sánchez J. Biografías de médicos y cirujanos. En: Cuba. Medicina y civilización.

Siglos XVII y XVIII. La Habana: Editorial Científico-Técnica, 1997. p. 280.

López Serrano E. Efemérides médicas cubanas. Cuad Hist Salud Pub 1985;(69):187.

DR. JOSÉ ARANGO BARRIOS SISCARA (1701-1771) Fundador de la cátedra de Vísperas (Patología) en la Facultad de Medicina de la

Real y Pontificia Universidad habanera, donde adoptó posiciones progresistas que

contribuyeron al perfeccionamiento de la enseñanza médica en su época, José

Arango Barrios Siscara nació en La Habana el 28 de octubre de 1701 de la pareja

formada por el teniente Mateo Arango Barrios y Luisa Siscara. En 1714 ingresó en

el convento de San Juan de Letrán con el fin de estudiar la carrera eclesiástica e

ingresar en la orden religiosa de los Dominicos. Allí cursó Artes bajo la dirección

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del maestro fray Tomás de Linares y Teología con el eminente fray Francisco

Martínez. Al abrirse el 12 de enero de 1726 en el propio convento las lecturas de

Medicina por Francisco González del Álamo, se desvió de los estudios religiosos

que había emprendido y se inscribió en ellas. Según consta en los libros de grados

menores y de actos académicos del expresado convento, obtuvo el grado de

Bachiller en Artes el 28 de enero de 1728 y, el 5 de agosto de 1729, sostuvo las

conclusiones de Medicina, para graduarse de Bachiller en esa Facultad el 26 del

mismo mes. Después de cumplir el período de prácticas establecido, fue

examinado y aprobado por el Protomédico Francisco Teneza Rubira, quien le

expidió el correspondiente título el 3 de noviembre de 1730.

El 12 del propio mes y año solicitó, luego de haberse presentado a oposición, se

le dejara leer la cátedra de Vísperas en calidad de interino hasta tanto ésta fuera

provista. Su solicitud fue aceptada con independencia de que, como resultado de

la oposición, el 25 de noviembre se le otorgó la cátedra en propiedad. Por su

condición de catedrático, se le concedió el grado de Licenciado en Medicina el 2

de diciembre de 1730 y la borla de Doctor el 3 de enero de 1731. En ambos actos

fue eximido del reparto de propinas, según era costumbre en aquella época, por

haber alcanzado ambos grados como titular de una cátedra, en cuyo desempeño

demostró los excelentes dotes de inteligencia, laboriosidad, constancia y firme

voluntad que había manifestado desde sus años de estudiante. Tanto en los

exámenes conventuales como en los universitarios, había aprobado siempre con la

calificación de nemine discrepante.

Al terminar el primer sexenio en la regencia de su cátedra, se opuso otra vez y la

obtuvo por unanimidad en 1736 y, cuando en 1742 cumplió el segundo período en

el cargo, hizo nueva oposición y la consiguió por esta vía por tercera y última vez,

en virtud de que Su Majestad lo declaró catedrático vitalicio. En lo adelante,

continuó en el desempeño ininterrumpido de la cátedra hasta su fallecimiento en

1771.

El doctor Arango Barrios demostró también su clara inteligencia y su entrega

profesional en varias mociones que presentó en algunas reuniones del claustro

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Page 36: Precursores de la docencia médica en Cuba

general, encaminadas a elevar el rango de la Facultad de Medicina y a mejorar la

enseñanza de la disciplina. Como a su juicio en ciertos artículos de la Constitución

universitaria se ubicaba a esa Facultad en menor categoría, consagró a su paridad

algunas reflexiones. Por ejemplo, en el claustro celebrado el 11 de septiembre de

1731, exigió la participación de un médico en la redacción de los Estatutos de la

Universidad, así como que todo expediente de solicitud de grados en Medicina

fuera examinado en primera instancia por el Decano de la Facultad. Cuatro años

después, en el claustro que tuvo lugar 18 de octubre de 1735, defendió el criterio

de que la mayor autoridad en cuestiones propias de cada Facultad debía

corresponder a sus doctores respectivos y no a los de Teología, como venía

ocurriendo hasta entonces. Esta posición, de indudable carácter progresista,

contribuyó al cese de los privilegios a favor de los religiosos y a que todas las

preferencias en los actos de Medicina fueran potestad de sus doctores. Ese mismo

año fue nombrado Comisario del claustro.

El 24 de septiembre de 1738 solicitó al rey la creación del cargo de tercer

Protomédico sin sueldo y que éste se le concediera en virtud de la imposibilidad de

Teneza de cumplir todas sus obligaciones, a causa de sus achaques y de su

avanzada edad y de que el otro Protomédico Ambrosio Medrano contaba ya más

de 60 años. El título le fue conferido con fecha 18 de julio de 1741, pero lo recibió,

como era usual en esa época, mucho tiempo después. Cuando lo presentó ante el

Cabildo el 25 de enero de 1743, hacía casi diez meses que Teneza había fallecido

y Medrano había pasado a ejercer por ascenso la función de primer Protomédico,

por lo que a él se le nombró segundo Protomédico. A la muerte de Medrano, ocupó

la plaza de primero dejada por éste, en la que fue ratificado por Real Cédula del 15

de septiembre de 1753.

Su amor al estudio y su ambicioso afán de adquirir conocimientos quedaron

demostrados de nuevo, cuando en 1755 se presentó a las pruebas y ejercicios de

la Licenciatura en Artes. El 15 de octubre de ese año recibió la borla del magisterio

en esa Facultad.

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Page 37: Precursores de la docencia médica en Cuba

Además de su labor docente, ejerció como médico asistencial en el Hospital San

Juan de Dios e hizo visitas voluntarias al Hospital San Lázaro, sin percibir sueldo

alguno por ello.

En el período de la guerra entre España e Inglaterra, una de cuyas acciones fue

la toma de La Habana por los ingleses en 1762, Arango Barrios fue médico del

Estado Mayor de la Guarnición Militar y, en unión de los cirujanos Edward Hamlin y

Antonio Conexa, atendió a los heridos en aquella campaña. En ese tiempo se

había producido una epidemia de fiebre amarilla de tal intensidad que causó gran

preocupación a los invasores, quienes más de una vez consideraron los peligros

que entrañaba desembarcar en tierra firme. La epidemia había comenzado en

1761 y no daba signos de atemperarse, en virtud de la cantidad de personas no

inmunes que se movilizaban. Ante esa situación, el Cabildo habanero convocó al

Protomedicato a fin de conocer su opinión acerca del mal. Sus integrantes

declararon que se trataba de una “enfermedad contagiosa que se transmitía por

los hálitos de los cuerpos y de la respiración de los enfermos y por el contacto de

las ropas”. Aunque éste era el criterio prevaleciente en aquella época con respecto

a la fiebre amarilla, justo es reconocer la significación histórica de que los médicos

habaneros, interesados en entender su naturaleza, iniciaran estudios necrópsicos

a los fallecidos, los cuales denominaban “disecciones anatómicas”. Al doctor

Arango Barrios se le acredita haber sido uno de los propulsores de las autopsias, a

pesar de que no se ha encontrado registro alguno de sus hallazgos.

Este médico cubano miembro de una familia de religiosos de alta jerarquía, que

fue socio de la real Sociedad de Medicina de Sevilla y que no faltó ni a uno de los

claustros plenos y de Decanos convocados durante su época, se había casado

con Petronila de Prado y Marocho el 1ro. de octubre de 1732. Tras una vida

laboriosa y fecunda, durante la cual derramó bien a manos llenas para beneficio de

sus semejantes, falleció en La Habana el 16 de septiembre de 1771. Había testado

ante Francisco García Brito el 11 de noviembre de 1749.

Fue sepultado en el convento de San Juan de Letrán, en el mismo lugar donde

se formó como médico, contribuyó durante 40 años a la formación de varias

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Page 38: Precursores de la docencia médica en Cuba

generaciones de estudiantes de Medicina desde la cátedra de Patología, de la que

fuera fundador, y donde dejó muy gratos recuerdos y muy buenos ejemplos que

imitar.

BIBLIOGRAFÍA

Archivo de la Catedral de La Habana. Libro 7 de bautismos, folio 212, número 160.

Archivo de la Catedral de La Habana. Libro 5 de matrimonios, folio 69, número 32.

Archivo de la Catedral de La Habana. Libro 9 de defunciones, folio 152, número 44.

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López Sánchez J. La Medicina en La Habana (1731-1800). Cuad Hist Salud Pub

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López Serrano E. Efemérides médicas cubanas. Cuad Hist Salud Pub 1985;(69):22, 78,

84, 98, 144, 200.

DR. JOSÉ MELQUIADES APARICIO DE LA CRUZ (1702-1781) Primer estudiante cubano que obtuvo el título de Bachiller en Medicina en la

Universidad de La Habana, de la que más tarde fue también su primer catedrático

de Methodus Medendi (Terapéutica), y uno de los médicos que mejor reputación

logró en su época en el ejercicio de su profesión, José Melquiades Aparicio de la

Cruz, nació en La Habana en 1702. Hijo de Miguel Aparicio, natural de Valencia,

España, y de Beatriz de la Cruz, de La Habana, ingresó en 1718 en el Convento

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de San Juan de Letrán para estudiar la carrera eclesiástica, donde fue en principio

alumno de Artes y años más tarde, en 1722, matriculó Teología.

Cuando en enero de 1726 el bachiller Francisco González del Álamo comenzó a

impartir sus cursos de Medicina, se decidió a abandonar la carrera sacerdotal y se

inscribió en ellos. Graduado de Bachiller en Artes el 22 de junio de 1728, su

nombre es el segundo en el libro de asientos de grados menores universitarios.

Asimismo consta en ese mismo libro que su título de Bachiller en Medicina, que

recibió el 30 de julio de 1729, fue el primero conferido por esa Facultad. Su

disertación para ese propósito se tituló Facultatibus medicamentorum. El 3 de

noviembre de 1730 fue admitido por el Cabildo al ejercicio de la medicina. En

reunión del claustro, celebrada el 16 de junio de ese año, se había acordado

entregarle el título de catedrático interino de Methodus Medendi, que regenteó en

esa condición hasta el 30 de julio de 1735, en que tomó posesión de la cátedra en

calidad de propietario, luego de haber hecho oposición y habérsele adjudicado

ésta por unanimidad. Por su condición de catedrático, se le proporcionó el grado

de Licenciado en Medicina el 2 de septiembre de ese año y el día siguiente el de

Doctor.

Al terminar su sexenio en 1741, hizo una nueva oposición a la misma cátedra y

otra vez la obtuvo por unanimidad. En 1748 fue declarado catedrático vitalicio. Se

le hizo ese reconocimiento, a pesar de la resistencia opuesta en tal sentido por el

claustro, que no lo estimaba digno de ese honor, no por falta de méritos para ello,

sino porque, a su entender, él no era fundador de la cátedra, la cual había obtenido

en principio por oposición.

En 1751 ocupó la plaza de tercer Protomédico por ascenso de José Arango

Barrios y Juan José Álvarez Franco. En ella fue ratificado por real Orden en 1753

y, aunque sin la facultad de ser conjuez, recibió su título el 14 de junio de 1755 con

la prerrogativa de suplir en sus funciones a otros Protomédicos. Fue admitido

como tal por el Ayuntamiento el 11 de marzo de 1756. En 1765 fue nombrado

segundo Protomédico por fallecimiento de Álvarez Franco y, en 1771, ascendió al

cargo de primero. Por otra parte, continuó regentando su cátedra de Terapéutica

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hasta 1775, año en el que renunció a ella para poder darle mejor atención a sus

cada vez más numerosas obligaciones como Protomédico.

El doctor Aparicio fue médico del convento hospital para convalecientes Nuestra

Señora de Belén. Cuando en 1757 el Prefecto de esa institución solicitó se le

autorizara ampliarla, él elevó un dictamen a su favor en el cual argumentó los

beneficios que podía traer consigo la medida para los enfermos, por cuanto su

aplicación les daría la posibilidad de recibir el aire puro.

Quizás el acto más importante que enfrentó como Protomédico fue la solicitud

hecha por el Cabildo de que se llevara a cabo una revisión de la tarifa de precios

de los medicamentos, vigente desde 1723. Tanto esta petición, como la de regular

los honorarios de los cirujanos, recibió de su parte una respuesta negativa. No

obstante los argumentos que esgrimió en su extenso informe, no tenía justificación

alguna para negarse a realizar esa revisión. Si bien, según su razonamiento, la

tarifa contaba con el apoyo de los médicos y boticarios, ésta no redundaba en el

beneficio público, pues era muy evidente el abuso que unos y otros cometían con

los pacientes, por los altos precios que les cobraban por las medicinas.

Con independencia de esa circunstancia un tanto incierta en relación con su

quehacer como Protomédico, hay que reconocer en primer lugar que Aparicio

combinó su clara inteligencia con una sólida instrucción y un gran amor al estudio,

que puso a la disposición del logro de nobles aspiraciones. En tal sentido se

distinguió por su preferente dedicación a la enseñanza una buena parte de su vida

y, gracias a ello, la cátedra de Terapéutica por él estrenada fue ganando cada vez

mayor prestigio. A ésta trasladó siempre la experiencia que adquirió en el ejercicio

privado de su profesión, donde fue merecedor de envidiable reputación, como en

los servicios que prestaba en el convento hospital Nuestra Señora de Belén

primero y en la dirección de una de las salas del Hospital Militar después.

Había contraído matrimonio el 27 de abril de 1733 con Ana Teresa de Ayala

Escobar y su muerte se produjo en La Habana el 18 de abril de 1781. Su vida larga

y laboriosa y su amor a la enseñanza, deben agregarse a su condición de primer

catedrático de Methodus Medendi a la hora de justificar por qué su nombre debe

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Page 41: Precursores de la docencia médica en Cuba

aparecer entre los primeros en la relación de precursores de la docencia médica

en Cuba.

BIBLIOGRAFÍA

Archivo de la Catedral de La Habana. Libro 5 de matrimonios, folio 73, número 3.

Archivo de la Catedral de La Habana. Libro 10 de defunciones, folio 66, número 2.

Archivo Central de la Universidad de La Habana. Libro 1ro. de Doctores, folio 14.

Cowley RA. Breves noticias sobre la enseñanza de la Medicina en la Real y Pontificia

Universidad del Máximo Doctor S. Jerónimo. Habana: Imprenta y Librería de A. Pego;

1876. p. 221, 243-246.

Delgado García G. Historia de la enseñanza superior de la Medicina en Cuba 1726-1900.

Cuad Hist Salud Pub 1990;(75):28, 39.

López Sánchez J. La Medicina en La Habana (1550-1730). Cuad Hist Salud Pub

1970;(47): 296-302, 311-312.

López Sánchez J. La Medicina en La Habana (1731-1800). Cuad Hist Salud Pub

1970;(48):33-34, 168,170-172, 220, 228, 244.

López Sánchez J. Cuba. Medicina y civilización. Siglos XVII y XVIII. La Habana: Editorial

Científico-Técnica; 1997. p. 280-281.

López Serrano E. Efemérides médicas cubanas. Cuad Hist Salud Pub 1985;(69):48, 102,

128.

DR. JULIÁN RECIO DE OQUENDO Y DE LA COBA (1718-1794) Hijo del matrimonio constituido por Matías Recio de Oquendo y Josefa de la

Coba, nació en Santiago de Cuba en 1718. Se graduó de Bachiller en Artes el 29

de marzo de 1731 y en Medicina el 24 de abril de 1737. En las Actas Capitulares

del Ayuntamiento de La Habana consta que presentó su título el 30 de abril de

1739, firmado por el Protomédico Francisco Teneza el 25 de ese mes y año.

En 1742 hizo oposición a la cátedra de Anatomía, vacante por el fallecimiento del

doctor Esteban de los Ángeles Vázquez, de la cual tomó posesión en noviembre

del propio año. A título de catedrático recibió el grado de Licenciado en Medicina el

28 de septiembre y el de Doctor el 5 de octubre del mismo 1742.

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Según Cowley, “por los buenos antecedentes que él mismo sabía tener”,

comprendió que no debía enseñar Anatomía teórica, por lo que renunció a la

cátedra en 1746. En 1748 fue elegido Tesorero de la Universidad y en 1756 Fiscal

del Protomedicato. Asimismo fue complacida su solicitud de que se le dispensase

la gracia de Protomédico Honorario con la opción y el derecho a ocupar la primera

vacante que hubiese en el Tribunal, lo que le fue concedido por Real Despacho.

El 3 de julio de 1757 fue confirmado en su cargo de Fiscal, que desempeñaba

desde que fue nombrado por el doctor Ambrosio Medrano. El 18 de febrero de

1758 tomó posesión ante el Protomedicato, constituido entonces por los doctores

José Arango Barrios, Juan J. Álvarez Franco y José M. Aparicio.

En 1764 solicitó y obtuvo la plaza de Protomédico Tercero, cuando se produjo el

ascenso a Segundo del doctor Aparicio, motivado por incapacidad física del doctor

Álvarez Franco. A la muerte del doctor Arango Barrios, pasó a ocupar el cargo de

Protomédico Segundo el 4 de octubre de 1771, por decreto dictado por el Capitán

General Interino Pascual Ximénez de Cisneros. El 16 de mayo de 1781, por

fallecimiento del doctor Aparicio, ocupó la plaza de Protomédico Regente. Para

completar el Tribunal y dar cumplimiento a lo dispuesto por la Real Cédula que

designó a Recio de Oquendo Protomédico Primero, el Gobernador de la Isla Diego

José Navarro designó con carácter interino a los doctores Matías Cantos y Juan

Bautista Bobadilla Protomédicos Segundo y Tercero, respectivamente.

El 2 de noviembre de ese año, el Gobernador que sucedió a Navarro, Juan

Manuel Cajigal, reiteró a Recio de Oquendo que le diera posesión a los otros

miembros del Protomedicato designados. Éste se negó, pues entendía que ellos

debían prestar juramento ante él y que el Gobernador debía haber hecho los

nombramientos interinos previa su recomendación. Por otra parte, Joaquín Muñoz

Delgado había recurrido al Gobernador porque el doctor Recio de Oquendo le

había retirado la licencia y la aprobación concedidas por el doctor Aparicio para

que ejerciera su profesión de médico. Estos incidentes motivaron un ruidoso

proceso por su negativa a cumplir ambas disposiciones y el Gobernador lo hizo

conducir preso al Castillo de San Carlos de la Cabaña. A los siete días de su

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encarcelamiento, el Gobernador envió un emisario para comunicarle que lo

liberaba y consideraba compurgada su rebeldía, si le daba posesión a los

Protomédicos. En el escrito que elevó al Gobernador para tratar de dar una

solución al conflicto surgido, propuso se nombrara un Protomédico sin la calidad

de conjuez, para suplir las ausencias e impedimentos suyos y sometía su

aprobación al Rey, a quien a la vez suplicaba se le diera la libertad. El Gobernador

interpretó esa actitud como una desobediencia.

En relación con estos hechos, al Protomédico le asistía la razón en la actitud que

asumió en defensa de los fueros del Tribunal, pues si bien el Gobernador tenía la

facultad de hacer nombramientos interinos, era costumbre hacerlos de acuerdo

con el Protomédico Regente. Por otra parte, era improcedente la designación de

Bobadilla, porque no era Doctor y había sido reprobado por la Universidad en unas

oposiciones a la cátedra de Vísperas. En lo relacionado con la invalidación de la

autorización de Muñoz tenía también razón, pues no reunía los méritos para

ejercer la profesión de médico alguien a quien se había sancionado por haber

apaleado a un boticario porque, según él, había despachado mal cierta receta

suya.

Luego de varios meses de litigio, el Rey dictó la Real Cédula del 16 de octubre

de 1782, en la que ordenó se le diera la libertad a Recio de Oquendo, a lo que dio

cumplimiento el 20 de mayo de 1783 Luis de Unzaga, el Gobernador sucesor de

Cajigal. En ese documento el Rey dijo además que el Gobernador Diego José

Navarro había procedido de forma correcta al hacer los nombramientos de los

Protomédicos; aunque no se refirió a la reclamación de Muñoz. Culpó a Cajigal de

haberse excedido al citar al Protomédico en audiencia pública y haberlo mandado

a prisión a un castillo con custodia de dos soldados, cuando en esos casos, dada

la jerarquía y la posición del detenido, lo que debía haberse hecho era arrestarlo

en su casa o en otro sitio decente.

Cuando estaba en prisión, el 24 de mayo de 1782, el Cabildo le pidió a Recio de

Oquendo su opinión acerca de los méritos que aducían los doctores Nicolás del

Valle y Gregorio del Rey para solicitar la plaza de Protomédico Tercero. Él se

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pronunció a favor del doctor del Valle, en franca oposición al dictamen del

Protomédico Matías Cantos, quien favorecía al doctor José Caro.

En 1791 se presentó al Cabildo una memoria, en nombre de los Protomédicos

doctores Recio de Oquendo, Cantos y del Valle, favorable al consumo de casabe,

en la que se hace mención por primera vez a la obra de Buffon y a la Enciclopedia

de Diderot, lo que revela que tenían información acerca de estas obras y evidencia

su erudición y buen nivel desde el punto de vista científico.

El doctor Recio de Oquendo, quien en 1784 fue Decano de la Facultad de

Medicina en la Universidad, falleció en La Habana el 19 de julio de 1794.

BIBLIOGRAFÍA

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Julián Recio de Oquendo. Libro 26 de Actas trasuntadas, 1739 (abril 25). p. 23, 23v, 24.

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Julián Recio de Oquendo. Libro 26 de Actas trasuntadas, 1739 (abril 30). p. 24-25.

Actas Capitulares del Ayuntamiento de La Habana. Real Cédula nombrando Protomédico

Honorario al Dr. Julián Recio de Oquendo. Libro 31 de Actas trasuntadas, 1758 (febrero

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del Protomedicato a Julián Recio de Oquendo. Libro 31de actas trasuntadas, 1758 (marzo

16). p. 24-26v.

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designando al Dr. José M. Aparicio por Primer Protomédico y Segundo al Dr. Julián Recio

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Page 45: Precursores de la docencia médica en Cuba

DR. AGUSTÍN PALOMINO SANABRIA (1717-1793) Durante casi 80 años la cátedra de Anatomía de la Real y Pontificia Universidad

de La Habana funcionó con un carácter netamente teórico, pues los alumnos que

asistieron a ella durante ese tiempo no recibieron una sola demostración práctica;

ni siquiera la que podría haberles proporcionado los modelos de órganos hechos

de cera de que se disponía entonces. Esta situación era incluso desventajosa para

los mismos catedráticos que la desempeñaron, según acredita la renuncia que hizo

a la cátedra el doctor Julián Recio de Oquendo mucho antes de cumplir el tiempo

establecido de su regencia. Entre los catedráticos que en los primeros tiempos

hicieron algún esfuerzo para mejorar las condiciones de la enseñanza de esa

asignatura, aun sin medios eficaces para lograrlo, procede mencionar al doctor

Agustín Palomino Sanabria, quien asumió su regencia en 1746, tras la renuncia del

doctor Recio de Oquendo.

Sanabria nació en La Habana el 18 de agosto de 1717. Estudió en el Convento

de San Juan de Letrán, donde obtuvo el título de Bachiller en Artes el 18 de agosto

de 1735. Siguió los cursos de Medicina en la Universidad y se graduó de Bachiller

en esa Facultad el 17 de marzo de 1739. Luego de cumplir los dos años

reglamentarios de práctica, fue admitido a examen y aprobado por el Real Tribunal

del Protomedicato de La Habana, que le expidió su título el 23 de marzo de 1741,

firmado por el protomédico Francisco Teneza y Rubira, el cual presentó ante el

Cabildo el 14 de abril siguiente. El 17 de julio de 1743 logró el grado de Licenciado

en Medicina, en cuyos ejercicios presentó una tesis sobre los purgantes, y el 28

del mismo mes recibió la borla de Doctor.

Como antes se apuntó, por renuncia que hiciera a la cátedra de Anatomía el

doctor Recio de Oquendo, quien la había obtenido por oposición a la muerte del

también doctor Esteban de los Ángeles Vázquez, hizo oposición a ella el ya doctor

Agustín Sanabria y la obtuvo en 1746. La enseñanza que impartió en su cátedra,

significó un verdadero progreso de la asignatura para la época, toda vez que sus

explicaciones se basaban en el Tratado de Anatomía de J. B. Winslow, quien era

entonces un verdadero astro en la materia. Si bien la obra de este autor era

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notable por su claridad y orden, lo era mucho más porque en cada una de sus

partes se manifestaba con mayor fuerza el estudio de la naturaleza que la consulta

a los autores que le habían precedido. Como prueba de su indiscutible mérito vale

apuntar que su Exposition anatomique de la structure du corps humaine fue objeto

de numerosas reproducciones y traducciones al inglés, alemán e italiano pues,

además de sistematizar los conocimientos de su tiempo, descartó por primera vez

detalles fisiológicos y explicaciones especulativas en relación con la función de los

órganos. De ahí el papel tan importante que desempeñara el doctor Sanabria al

impartir la enseñanza de la Anatomía, encerrada hasta entonces en el estrecho

límite de la teoría, con la aplicación de los postulados de Winslow. Ello implicó a

todas luces un hito en el conocimiento de la anatomía del cuerpo humano en

Cuba.

Después de cumplir en 1751 su primer sexenio en la regencia de la cátedra, hizo

de nuevo oposición a ella y la volvió a obtener por un nuevo período. Dos años

después renunció a ella, sin que consten los motivos.

De los pocos datos biográficos disponibles del doctor Sanabria legados por los

anales del siglo XVIII, se puede poner al descubierto que éste se distinguió por su

cultura y amor a las ciencias; que desde muy joven ocupó un lugar preferente en el

claustro universitario; que fue Maestro de Ceremonias en la Universidad en 1745 y

Comisario de año en 1746; médico del Hospital San Juan de Dios y Promotor

Fiscal del Protomedicato. En 1741 se casó con Clara Antonia Burgielos de quien

enviudó y, en 1747, contrajo segundas nupcias con María Morales de Calvo.

Falleció en La Habana, a los 76 años de edad, el 8 de diciembre de 1793.

BIBLIOGRAFÍA

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45

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Científico-Técnica, 1997. p. 286.

DR. JUAN JOSÉ ÁLVAREZ FRANCO RODRÍGUEZ (1712-1765)

Entre los jóvenes cubanos que estudiaron la carrera de Medicina en los primeros

tiempos de la Real y Pontificia Universidad del Máximo Doctor San Jerónimo de La

Habana y se convirtieron tras su graduación en integrantes de su claustro de

profesores, aparece Juan José Álvarez Franco y Rodríguez quien, en una época

de oscurantismo y atraso, resentida por la escasa preparación y por la notoria

insuficiencia de la enseñanza, figuró entre los médicos más destacados por sus

aspiraciones de progreso y de amor a la ciencia en general y al trabajo docente en

particular.

Hijo de Domingo Manuel Álvarez Franco y Tomasa Rodríguez Machado, nació

en La Habana en fecha no precisada del año 1712. Luego de graduarse de

Bachiller en Artes el 13 de julio de 1729, empezó de inmediato a estudiar Medicina

en la aún naciente Universidad, donde terminó los dos primeros cursos. A fines de

1730 se trasladó a México con el fin de culminar sus estudios y allí logró hacerse

Bachiller en Medicina el 27 de junio de 1733. Las prácticas la realizó con el

catedrático de la asignatura de Vísperas doctor Nicolás Flores y, al dispensársele

por el Virrey el tiempo que le faltaba para cumplir los dos años de trabajo práctico,

fue admitido a examen por el Tribunal del Protomedicato de aquella ciudad, en el

que resultó aprobado nemine discrepante el 29 de marzo de 1934. Después de

examinado regreso a su país y presentó su título al Cabildo habanero, previo el

reconocimiento de éste por el Protomédico Louis Fontaine Cullembourg. El 14 de

enero de 1735 fue admitido legalmente al ejercicio de la profesión. Ese mismo año

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realizó los ejercicios de los grados mayores; el 9 de noviembre obtuvo la muceta

de Licenciado en Medicina y, ocho días después, la borla de Doctor. Sus

argumentales fueron los doctores Louis Fontaine Cullenburg, Ambrosio Medrano

Herrera, José Melquiades Aparicio y de la Cruz y José Arango Barrios Siscara.

Mucho antes de haber terminado su carrera universitaria, Álvarez Franco había

reparado en la insuficiencia de los estudios previos que se exigían para matricular

Medicina. Cuando concentró su atención en la materia médica, notó la falta

absoluta de algunas asignaturas indispensables. La ausencia del estudio de las

plantas medicinales desde el punto de vista botánico, a pesar de que en los

campos de Cuba, cubiertos de exuberante vegetación crecían frondosos árboles,

le hizo concebir la idea de iniciar en la Universidad la enseñanza de la Botánica,

cuyo conocimiento debía abrir el camino para el estudio de la importante flora

cubana, tanto desde el ángulo de la ciencia pura, como en sus aplicaciones a la

industria, las artes, la agricultura y la terapéutica.

En el claustro que había tenido lugar el 15 de octubre anterior solicitó se le

permitiera dar explicaciones de Botánica. Lamentablemente el acuerdo tomado

respecto a esa petición fue que “no se erigiese ni crease la cátedra”. Así la

decisión del claustro, integrado en su mayor parte por frailes, desconoció la

importancia de la Botánica que experimentaba entonces una evolución favorable

en los centros científicos de Europa y, además, chocó con la iniciativa de un joven

dotado de amplia inteligencia y de nobles propósitos de abrir nuevos horizontes a

la ciencia. Por otro lado, esto demuestra el atraso en que se encontraba en aquel

tiempo la Facultad de Medicina y la oposición que se le hacía a cualquier iniciativa

tendente al progreso del conocimiento y al desarrollo de las ciencias naturales, una

característica muy propia del papel de la Orden de los Padres Dominicos en la

Universidad.

En 1740 Álvarez Franco fue nombrado Ordenador de Marina de La Habana.

Establecido como tal en el barrio de San Isidro, se dedicó a tratar los enfermos que

venían de las escuadras que tocaban el puerto. A la muerte del doctor Francisco

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Page 49: Precursores de la docencia médica en Cuba

Teneza Rubira, fundador del Real Tribunal del Protomedicato de La Habana y

primer Protomédico Regente, el Capitán General pidió la plaza de Protomédico

Segundo para Álvarez Franco, ya que el doctor Medrano ascendía al cargo de

Primero. A ello se opuso el doctor Arango Barrios en razón de tener más años de

graduado y haber servido inclusive a ese Tribunal, a lo que accedió el Rey. En

junio de 1943, el Gobernador y el Ayuntamiento acordaron conceder a su favor el

nombramiento de Protomédico Tercero, lo que fue aprobado por Real Cédula de

11 de diciembre de ese año. El 24 de junio de 1744 asumió el referido cargo.

El 28 de octubre de 1951 hizo oposición a la cátedra de Prima y la obtuvo. En su

condición de Doctor en Medicina optó también por la borla de Maestro en Artes, la

cual recibió el 28 de octubre de 1755. Un año después fue elegido Maestro de

Ceremonias de la Universidad. Durante el primer sexenio de su regencia en la

cátedra de Prima logró hacer algunos cambios en ella novedosos para la época,

demostrativos de su sólida instrucción y de su decidido amor a la ciencia y a la

enseñanza. Terminado ese primer sexenio hizo de nuevo oposición a la cátedra y

la obtuvo de nuevo. Esa vez tomó posesión de ella en enero de 1758.

Tras la muerte del doctor Medrano, había ascendido al cargo de Protomédico

Segundo el 18 de mayo de 1753, plaza que ocupó hasta su muerte ocurrida el 9 de

enero de 1765. Un año antes se le había concedido la jubilación, pues a los

achaques de la vejez unía un gran deterioro mental que le impedía continuar

trabajando.

Fue casado con Gertrudis Sánchez de Castro y gozaba de una posición muy

sólida y de gran influencia entre las autoridades de la colonia. Figuró entre los

médicos prácticos de más prestigio de su época por el vigor de su juicio y por la

rectitud de su criterio refinado por el estudio y la observación. Dejó pues en su

paso por la vida el bello ejemplo de sus virtudes y talento.

BIBLIOGRAFÍA

Actas Capitulares del Ayuntamiento de La Habana. Libro 25 de actas trasuntadas. p. 114v,

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Precursores de la docencia médica en Cuba / José Antonio López Espinosa

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Page 50: Precursores de la docencia médica en Cuba

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Científico-Técnica, 1997. p. 282.

DR. ANTONIO MIRANDA (172?- ¿?)

Los pocos datos disponibles acerca de este precursor de la docencia médica en

Cuba, dan cuenta que debió nacido en La Habana por los años 1725 ó 1726; que

se hizo Bachiller en Artes el 16 de marzo de 1747 y en Medicina el 24 de mayo de

1750 y que fue titulado por el Real Tribunal del Protomedicato el 27 de marzo de

1753 y aceptado por el Cabildo el 5 de abril siguiente.

Por vacante de la cátedra de Anatomía al renunciarla el doctor Agustín Sanabria,

aspiró a ocuparla como único oponente; fue aprobado por el jurado calificador en

los ejercicios de oposición y tomó posesión de ella en septiembre de 1753. Por su

condición de catedrático, recibió la Licenciatura en Medicina ese mismo mes y la

borla de Doctor el 14 de mayo del año siguiente.

Cumplido el primer sexenio en 1759, se volvió a presentar a oposición y obtuvo

todos los sufragios, lo que le posibilitó continuar como regente de la cátedra hasta

1765. Fue tesorero de la Universidad en 1756 y 1757.

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Precursores de la docencia médica en Cuba / José Antonio López Espinosa

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Page 51: Precursores de la docencia médica en Cuba

La escasa información encontrada sobre este médico y profesor cubano del siglo

XVIII, ha impedido establecer si ejerció alguna influencia positiva como catedrático

de Anatomía. La misma razón ha imposibilitado tener siquiera una idea al menos

aproximada acerca de su desempeño en el área asistencial y de la fecha y lugar

de su fallecimiento.

BIBLIOGRAFÍA

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95v.

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DR. DOMINGO ARANGO Y PRADO MAROCHO (1740-1780) Hijo del doctor José Arango Barrios Siscara y de doña Petrona Prado Marocho,

nació en La Habana el 15 de noviembre de 1740. Se graduó de Bachiller en Artes

el 18 de enero de 1759 y de Maestro en Artes el 9 de agosto del mismo año. Sus

cuodlibetos los respondió el 18 de junio de 1760 y de inmediato empezó a estudiar

la carrera de Medicina, motivado quizás por continuar la tradición de su padre,

quien fue uno de los médicos más destacados de su tiempo. Luego de graduarse

de Bachiller en Medicina en 1762, fue examinado y aprobado por el Tribunal del

Protomedicato el 26 de marzo de 1764 y recibido por el Cabildo el 14 de marzo del

año siguiente.

El fallecimiento del doctor Juan José Álvarez Franco Rodríguez, ocurrido el 9 de

enero de 1765, dejó vacante la cátedra de Prima (Fisiología), por lo que, tras

aprobar los exámenes de oposición, entró a desempeñarla el 26 de febrero

siguiente. Su condición de catedrático le otorgó de oficio el derecho a los grados

mayores de Licenciado y Doctor en Medicina, los cuales recibió el 22 de febrero y

el 14 de agosto del propio año, respectivamente.

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Precursores de la docencia médica en Cuba / José Antonio López Espinosa

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Page 52: Precursores de la docencia médica en Cuba

En realidad, el período durante el cual ejerció Arango la regencia de esa cátedra

no fue el más fecundo para la enseñanza de la Fisiología en Cuba. Hay constancia

de que, en un claustro celebrado el 10 de septiembre de 1770, hubo necesidad de

amonestarlo por sus frecuentes faltas y que, incluso, se acordó su separación

definitiva de la cátedra, caso de mantener tan negativa actitud. Esto demuestra,

por una parte, que abusaba de la influencia y del prestigio de su padre y, por otra,

que no sentía vocación alguna por la carrera escogida, en la que no dejó traza

alguna de su actividad.

El doctor Arango Prado Marocho falleció el 11 de marzo de 1780. Testó ante

Francisco Xavier Rodríguez.

BIBLIOGRAFÍA

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96v, 98v-99.

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Científico-Técnica, 1997. p. 294.

DR. CARLOS DE AYALA ÁLVAREZ (1709-1775)Hijo de Miguel de Ayala y de Rosa Álvarez, el doctor Carlos de Ayala Álvarez

nació en La Habana, probablemente en 1709 y, si bien en los archivos de la

Universidad Pontificia no aparece su expediente como estudiante, en el Libro de

Grados consta que le fue otorgado el de Bachiller en Artes el 6 de agosto de 1740

y el de Medicina el 7 de abril de 1744. Al quedar vacante la cátedra de Anatomía

cuando a finales de 1765 el doctor Antonio Miranda había terminado el segundo

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Precursores de la docencia médica en Cuba / José Antonio López Espinosa

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Page 53: Precursores de la docencia médica en Cuba

sexenio en su regencia, Ayala se presentó como único opositor para ocuparla y,

tras aprobar los ejercicios, la ganó y tomó posesión de ella el 14 de mayo de 1766.

Al momento de ocupar la cátedra, llevaba 20 años en el ejercicio de la profesión

con notable éxito y había logrado reunir una clientela muy numerosa. A título de

catedrático, le fueron adjudicados los grados mayores de Licenciado y de Doctor

en Medicina el 23 de mayo y el 20 de julio del mismo año.

Luego de cumplir los seis años reglamentarios en dicha regencia y declarada

vacante la cátedra, volvió a hacer oposición a ella y fue de nuevo aprobado para

asumirla por otro sexenio a partir de 1772. Lamentablemente no pudo terminar

este segundo período a causa de la enfermedad que minó su existencia y le obligó

a renunciarla a mediados de 1774.

En honor a la verdad, la regencia de Ayala no ejerció influencia alguna ni en el

cultivo de la Anatomía ni en el progreso de su enseñanza. A pesar de que en su

época habían ocurrido grandes progresos en esa materia, no se esforzó por

ampliar sus conocimientos, puesto que la mayor parte del tiempo la dedicaba a la

atención de su clientela dentro de la cual, justo es decirlo, sí gozaba de gran

prestigio como médico asistencial. Por otra parte, esta cátedra era la menos

ambicionada y muchos médicos aspiraban a ella con el único fin lograr los grados

mayores de Licenciado y Doctor en Medicina y de disfrutar de las prebendas que

implicaba ser miembro del claustro de profesores de la Universidad Pontificia.

Uno de los hijos frutos de su unión con Silvestre González fue José Julián, quien

también se hizo médico y lo sustituyó en la regencia de la cátedra.

El doctor Carlos de Ayala Álvarez falleció el 1ro. de junio de 1775.

BIBLIOGRAFÍA

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Científico-Técnica, 1997. p. 287-288.

DR. BLAS JOSÉ MACHADO SAUCEDO (1739-1809) Blas José Machado Saucedo nació en la villa de Puerto Príncipe, actualmente

Camagüey, el 7 de mayo de 1739, de la unión del Capitán Juan Pérez Machado y

Bernarda Saucedo, naturales respectivamente de La Habana y de Puerto Príncipe.

Se graduó de Bachiller en Artes en marzo de 1761 y en Medicina en 1765.

En 1770 sustituyó en la cátedra de Prima al doctor Domingo Arango en una de

sus frecuentes ausencias. Meses después se presentó como opositor a esa

cátedra, la que ganó y ocupo en febrero de 1771. El 21 del mismo mes recibió los

grados mayores de Licenciado y de Doctor en Medicina.

En su período como catedrático se produjo un incidente con el alumno Vicente

Herrera, a causa de la corrección de una palabra, que trajo consigo que se retaran

a duelo. Éste no se llegó a efectuar por la intervención de los condiscípulos de

Herrera José Dionisio Piedra y José de Jesús Menéndez.

Contrajo matrimonio con María de Jesús Borrego el 3 de octubre de 1765. De

esa unión nació en 1774 el también médico Antonio Machado Borrego, quien en

1816 se hizo cargo de la cátedra de Anatomía.

El doctor Machado Saucedo falleció en La Habana en 1809.

BIBLIOGRAFÍA

Archivo Central de la Universidad de La Habana. Libro Primero de Doctores, folio 824.

Archivo de la Parroquia de Puerto Príncipe. Libro 4c de bautismos, folio 343, número 509.

Archivo de la Parroquia del Espíritu Santo. Libro 4 de defunciones, folio 92, número 977.

López Sánchez J. Cuba. Medicina y civilización. Siglos XVII y XVIII. La Habana: Editorial

Científico-Técnica, 1997. p. 295.

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DR. JOSÉ JULIÁN DE AYALA GONZÁLEZ (1750-1818) Nacido en La Habana el 17 de febrero de 1750, José Julián de Ayala González

siguió las huellas de su padre, el doctor Carlos de Ayala Álvarez y figuró también

en el claustro universitario. Su nombre ha llegado a la época actual con gran

prestigio, si bien no comprobado con testimonios irrecusables, sí sostenido por la

tradición, que lo coloca junto a su predecesor, el doctor José Melquiades Aparicio

como uno de los médicos más entendidos de su tiempo.

Luego de graduarse de Bachiller en Artes el 9 de diciembre de 1768, se dedicó el

estudio de la Medicina con entusiasmo, asiduidad y aprovechamiento. En 1772, el

mismo año que obtuvo el grado de Bachiller en Medicina, fue merecedor de la

honrosa distinción de que se le nombrara catedrático interino de la asignatura de

Vísperas (Patología).

Al quedar en 1774 vacante la cátedra de Anatomía por renuncia de su padre, se

presentó a oposición como único aspirante a ocuparla. Tras cumplir los requisitos

reglamentarios al efecto, se le otorgó la regencia de esa cátedra, de la cual tomó

posesión el 12 de abril de 1775. El 3 de julio y el 29 de septiembre del mismo año

recibió los grados de Licenciado y de Doctor en Medicina, respectivamente. Al fin

de su primer sexenio en la regencia de la cátedra, optó de nuevo por ella, la cual le

fue otra vez adjudicada, esta vez a partir del 21 de mayo de 1781.

Aun cuando no se puede afirmar que durante su período como catedrático hizo

aportes de consideración al adelanto de la cátedra, justo es reconocer que, en

virtud de sus relaciones con los cirujanos españoles y demás médicos extranjeros

que arribaban a la isla, se sentía estimulado a brindar sus lecciones con mayor

novedad y a divulgar los conocimientos que adquiría sobre Anatomía producto de

sus intercambios con esos colegas.

El doctor Ayala ocupó la plaza de médico principal del Real Hospital de Nuestra

Señora del Pilar, hasta su fusión con el Hospital de San Ambrosio. Fue también

Decano de la Facultad de Medicina, cargo en el que sustituyó al doctor Blas José

Machado Saucedo.

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Al igual que otros médicos de su época, lo atrajo la preeminencia que significaba

formar parte del Protomedicato, por que aceptó integrarlo sin nombramiento oficial,

en principio en calidad de Fiscal. Esto le dio oportunidad de ser designado en 1794

Protomédico Segundo y, a partir de 1797, Protomédico Regente, cargo en el que

se mantuvo hasta su fallecimiento ocurrido el 3 de agosto de 1818 cuando contaba

68 años de edad.

BIBLIOGRAFÍA

Archivo Central de la Universidad de La Habana. Libro Primero de Doctores, folio 80.

Archivo de la Parroquia del Espíritu Santo. Libro 7 de bautismos, folio 60.

Archivo de la Parroquia del Espíritu Santo. Libro 15 de defunciones, folio 90v, número 529.

Arce LA de. El Real Hospital Nuestra Señora del Pilar en el siglo XVIII (un hospital para los

esclavos del Rey). Cuad Hist Salud Pub 1969 (41):63-65.

López Sánchez J. Cuba. Medicina y civilización. Siglos XVII y XVIII. La Habana: Editorial

Científico-Técnica, 1997. p. 299-300.

DR. GREGORIO DEL REY Y DE LA CRUZ (1750-1798) Hijo de Carlos del Rey y de Rosa de la Cruz Villafranca, ambos cubanos, nació

Gregorio del Rey en La Habana el 24 de mayo de 1750. Se graduó de Bachiller en

Artes en 1769 y de Bachiller en Medicina en 1772. Dos años después se presentó

a examen ante el Tribunal del Protomedicato y resultó aprobado. Cuando en 1775

el doctor José Melquíades Aparicio renunció a la cátedra de Methodus Medendi

(Terapéutica), hizo oposición a ella y la obtuvo el 12 de abril de ese año, aunque

más tarde hizo también renuncia de ella por motivo de un viaje a Guatemala en

compañía de su cuñado Félix del Rey y Boza, Auditor de Guerra de esta plaza,

quien iba por ascenso a la Audiencia de aquella capital.

Por su condición de catedrático, había recibido los grados de Licenciado y de

Doctor en Medicina el 27 de junio y el 30 de agosto de 1775, respectivamente.

Luego de su regreso, se le concedió en 1780 la plaza de Protomédico Tercero y en

1796 se le inició un expediente por haberse negado a revelar el secreto del

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procedimiento que utilizaba contra “las carnosidades de la uretra”. El hecho no

tuvo mayor trascendencia pues, de acuerdo con las declaraciones de los testigos,

se reconocieron las virtudes del tratamiento de del Rey, el cual superaba a las

terapias tradicionales a base de mercurio y otras sustancias, con las cuales no se

lograban resultados favorables. El propio Tribunal del Protomedicato admitió la

eficacia de esta estrategia terapéutica que, además de curar, “era indolora y no

daba lugar a perjuicio a las partes donde pasaba”. Ésta consistía en un emplasto

en la punta de la candelilla que preparaba su hermano Tomás, quien se complacía

en regalarlo a personas pobres y ricas. Tomás murió sin revelar el secreto.

El doctor Gregorio del Rey falleció en La Habana el 17 de enero de 1798. Había

testado ante el E.P. Gabriel Ramírez el 7 de noviembre de 1797.

BIBLIOGRAFÍA

Archivo de la Catedral de La Habana. Libro 11 de bautismos, folio 56, número 279.

Archivo Central de la Universidad de La Habana. Libro 1ro. de Doctores, folio 88.

Archivo General de Indias. Expediente Estado 16, 1796.

Cowley RA. Breves noticias sobre la enseñanza de la Medicina en la Real y Pontificia

Universidad del Máximo Doctor S. Jerónimo. Habana: Imprenta y Librería de A. Pego,

1876. p. 325.

López Sánchez J. La Medicina en La Habana (17311800). Cuad Hist Salud Pub 1970;

(48):254-256.

López Sánchez J. Biografía de médicos y cirujanos. En: Cuba. Medicina y civilización.

Siglos XVII y XVIII. La Habana: Editorial Científico-Técnica, 1997. p. 302-303.

DR. NICOLÁS M. JOSÉ DEL VALLE Y DE LA VEGA (1751-1821) Entre los médicos cubanos que vivieron durante la segunda mitad del siglo XVIII

y parte del XIX, hay varios cuyos nombres pasaron a la posteridad con el recuerdo

de su talento, ilustración, amor a la ciencia y el buen sentido práctico demostrado,

ya fuera en sus aficiones por tales o cuales estudios, o bien por la forma en que

ejercieron su profesión. Uno de estos médicos fue el doctor Nicolás M. José del

Valle y de la Vega, quien fuera segundo catedrático de Vísperas (Patología) de la

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primera Universidad cubana, tras sustituir al fundador de dicha cátedra, el doctor

José Arango Barrios Siscara.

Hijo de Pedro del Valle Galindo, natural de Cádiz, y de la habanera Beatriz de la

Vega y Muñoz, nació Nicolás del Valle en La Habana el 21 de mayo de 1751. En

1769 se graduó de Bachiller en Artes y en 1773 de Bachiller en Medicina. Hizo sus

prácticas de dos años en el Hospital Militar del Pilar, bajo la dirección de su amigo,

el doctor José Melquíades Aparicio, quien desempeñaba la cátedra de Methodus

medendi (Terapéutica).

Tras el fallecimiento del doctor Arango Barrios en 1771, fue regente interino de la

cátedra de Vísperas, hasta que en 1775 tomó posesión de ella en propiedad, al

obtenerla por oposición. Entre 1773 y 1778 aprendió cirugía con José Coimbra en

el Hospital San Juan de Dios. En esa época había ya obtenido como catedrático el

grado de Licenciado en Medicina el 27 de junio de 1775 y el de Doctor el 17 de

septiembre siguiente.

El doctor del Valle llegó a ser un médico integral, que dominaba la totalidad de

los conocimientos de su época relativos a las enfermedades y su tratamiento. Se le

consideraba un profesional muy estudioso y laborioso. Actuó como conjuez en

exámenes de grados menores y mayores y presidió cuatro actos públicos con gran

beneplácito de los asistentes. Asistía con regularidad y con carácter honorífico al

Hospital de San Lázaro, a la Casa de San Juan de Nepomuceno, al hospital para

convalecientes Nuestra Señora de Belén y al Convento de San Francisco. Además

fue médico de la compañía de morenos del Cuerpo de Artillería, a cuyas familias

atendía. Junto con el doctor Aparicio prestó servicios en el Hospital de San Juan

de Dios y en el Hospital Militar de San Ambrosio.

El 21 de marzo de 1780 fue nombrado Fiscal del Protomedicato por Aparicio y

Julián Recio de Oquendo, para suplir la ausencia de Gregorio del Rey, quien se

había marchado para Guatemala.

Como a su clara inteligencia y amor a la ciencia unió una asidua constancia en la

práctica hospitalaria, estaba bien preparado para dar a sus lecciones todo ese

bagaje de ciencia práctica fruto de la observación. No podía sin embargo realizar,

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ni era de esperarse que lo hiciera, grandes progresos en una asignatura que como

la Patología necesitaba conocimientos de Anatomía y Fisiología muy superiores a

los que se adquirían en su época en la Universidad, en virtud de su carácter muy

elemental y su enseñanza puramente teórica. No obstante, su esfuerzo no quedó

estéril, pues logró algún avance durante los seis años que regenteó la cátedra. Si

bien una vez cumplido su sexenio como catedrático no volvió a presentar nueva

oposición, en diversas ocasiones desempeño la misma cátedra por sustitución. En

1794 fue nombrado Protomédico Segundo y en 1798 fue designado Protomédico

Regente.

Del Valle presidió el Tribunal del Protomedicato cuando el doctor Tomás Romay

Chacón introdujo la vacuna antivariólica en la isla de Cuba e hizo la comprobación

pública de su inocuidad al vacunar a sus propios hijos y a otra niña. Fue él quien

comunicó al Marqués de Someruelos los resultados de la experiencia y afirmó que

los logros de Romay eran idénticos a los conseguidos en Europa.

Contrajo matrimonio en tres ocasiones; la primera con Teresa O’Naghten, luego

con Concepción Rojas y por último con Dolores Ramírez y Fernández Trebejo, con

la que tuvo entre sus hijos a Nicolás Vicente, quien años más tarde fuera también

catedrático de Patología.

Falleció el 30 de septiembre de 1821. Había hecho testamento ante el escribano

Juan Mesa el 13 de septiembre de 1809 y, con posterioridad, hizo un codicilo el 17

de agosto anterior al día de su muerte.

BIBLIOGRAFÍA

Archivo de la Catedral de La Habana. Libro 10 de bautismos, folio 155, número 1.

Archivo Central de la Universidad de La Habana. Libro 1ro. de Doctores, folio 88.

Archivo de la Parroquia del Espíritu Santo. Libro 16 de defunciones, folio 40.

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Universidad del Máximo Doctor S. Jerónimo. Habana: Imprenta y Librería de A. Pego,

1876. p. 208, 337-338.

Dr. Nicolás del Valle. La Clase Médica 1909;3(9):5-6.

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López Sánchez J. Biografías de médicos y cirujanos. En: Cuba. Medicina y civilización.

Siglos XVII y XVIII. La Habana: Editorial Científico-Técnica, 1997. p. 300-301.

DR. JOSÉ DE LA CRUZ CARO PEREIRA (1745-1808)Uno de los médicos cubanos más brillantes del último cuarto del siglo XVIII fue el

doctor José de la Cruz Caro Pereira, quien logró un gran prestigio como hombre de

ciencia, como catedrático entusiasta, como médico práctico y como excelente

ciudadano. Sus padres, los descendientes dominicanos José Caro y María Josefa

Pereira, lo trajeron al mundo en La Habana el 2 de mayo de 1745. Aunque no se

han podido obtener datos acerca de sus primeros pasos en la vida, en el Libro 1ro.

de Doctores del Archivo Central de la Universidad de La Habana aparece que se

graduó de Bachiller en Artes el 5 de marzo de 1761. Lamentablemente en dicho

documento no hay constancia de la fecha en que obtuvo el título de Bachiller en

Medicina, ni tampoco de la de su aprobación por el Tribunal del Protomedicato.

Vacante en 1777 la cátedra de Prima (Fisiología), por haber terminado el doctor

Blas J. Machado Saucedo su sexenio al frente de ella, la obtuvo por oposición el

15 de mayo de ese año. Como era entonces de ritual, la regencia de la cátedra le

otorgó el derecho a los grados mayores de Licenciado y de Doctor en Medicina sin

el pago de propinas, por lo que recibió la muceta, el birrete y la borla el 8 de julio y

el 17 de agosto, respectivamente.

El progreso que impregnó el doctor Caro a la enseñanza de la Fisiología quedó

demostrada con los ilustrados jóvenes que salieron de sus aulas, muchos de los

cuales fueron en poco tiempo también profesores de la Universidad Pontificia, en

la época en que se iniciaba su mayor esplendor. Su alta reputación como médico

instruido influyó de manera notable en el adelanto de la asignatura considerada

entonces como la más importante y la que, obligado su estudio durante los cuatro

cursos de la carrera, exigía de quien la impartía vastos conocimientos médicos y

generales.

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Page 61: Precursores de la docencia médica en Cuba

Al cesar en la regencia de la cátedra en 1783, continuó dedicado por un tiempo

al ejercicio profesional, hasta que en 1805 fue invitado por el entonces Intendente

de Ejército y de Hacienda José Pablo Valiente, de quien era su médico personal, a

viajar a España. Ambos llegaron a Cádiz en ocasión en que aparecía en la ciudad

una epidemia de fiebre amarilla. Los comerciantes de Cádiz, movidos por su odio a

Valiente a causa de la oposición de éste a reconocer privilegios de exportación a

su favor, lo acusaron a él y a su acompañante como portadores de la peste, por lo

que ambos fueron arrestados. Pronto se demostró lo absurdo de dicho cargo y los

dos se trasladaron a Madrid.

El doctor Caro permaneció por algún tiempo en esa ciudad y a su regreso a La

Habana, ya viejo y achacoso, abandonó el ejercicio de la Medicina. Estuvo casado

con Nicolasa Josefa de Aragón y falleció intestado el 4 de marzo de 1808.

BIBLIOGRAFÍA

Archivo de la Catedral de La Habana. Libro 9 de bautismos, folio 454.

Archivo Central de la Universidad de La Habana. Libro 1ro. de Doctores, folios 89v-90.

Archivo General de Indias. Audiencia de Santo Domingo. Sevilla. Legajo 1475. f. 41.

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Universidad del Máximo Doctor S. Jerónimo. Habana: Imprenta y Librería de A. Pego,

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Dr. José Caro. La Clase Médica 1909;3(12):2-5.

López Sánchez J. La Medicina en La Habana (1731-1800). Cuad Hist Salud Pub 1970;

(48):258-259.

López Sánchez J. Biografía de médicos y cirujanos. En: Cuba. Medicina y civilización.

Siglos xvii y xviii. La Habana: Editorial Científico-Técnica, 1997. p. 296-297.

Pezuela J de la. Diccionario geográfico, estadístico, histórico de la isla de Cuba. T4.

Madrid: Imprenta del Banco Industrial y Mercantil, 1866. p. 640.

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DR. ROQUE J. DE OYARVIDE SAN MARTÍN (175?-1818) Entre los médicos que integraron el claustro de la Real y Pontificia Universidad

de La Habana durante el último tercio del siglo XVIII, aparece el nombre del doctor

Roque J. de Oyarvide San Martín; de quien si bien no se sabe la fecha exacta de

su nacimiento, se presume que ello ocurrió en La Habana entre 1752 y 1754. Hijo

del habanero Roque Gil de Oyarvide y de Ana Teresa San Martín, oriunda de la

Laguna en la Isla de Tenerife, cursó sus primeros estudios con el maestro Vicente

Valdés y luego pasó al Seminario de San Carlos, donde se le confirió el grado de

Bachiller en Artes en febrero de 1771. Ese mismo año matriculó la carrera médica

en la Universidad, donde se graduó de Bachiller en Medicina en abril de 1774. La

práctica de postgrado las realizó entre abril de 1774 y mayo de 1775 y durante ese

período sustituyó al doctor Blas Machado en la cátedra de Prima (Fisiología).

Por renuncia del catedrático Gregorio del Rey, quedó vacante en abril de 1780 la

cátedra de Terapéutica. Oyarvide concurrió como opositor; el jurado calificador lo

aprobó y le dio posesión de la cátedra el 30 de mayo de 1780. Por su condición de

catedrático, recibió los grados mayores de Licenciado y de Doctor en Medicina el

15 de junio y el 24 de julio del mismo año, respectivamente. Por Real Cédula del 5

de diciembre de 1786, se le concedió la plaza de Fiscal del Protomedicato. Tras la

muerte en 1794 del doctor Julián Recio de Oquendo, quien entonces ocupaba el

cargo de Protomédico Primero, pasó Oyarvide a desempeñar el de Protomédico

Tercero, al correrse el escalafón del Protomedicato. Tres años después comenzó a

desempeñar la de Protomédico Segundo, luego del fallecimiento del doctor Matías

Cantos.

En 1803 se presentó de nuevo como opositor a la cátedra de Terapéutica, a la

que también aspiraba el bachiller Joaquín Navarro. Al declinar éste su intención, se

le otorgó de nuevo a Oyarvide, quien el 27 de octubre del mismo año tomó

posesión de ella. Ya para esa fecha era un hombre viejo y enfermo, casi ciego y

sordo; por lo que esa vez no pudo atender la cátedra con la exactitud que lo había

hecho durante el anterior sexenio en que la regenteó. Ello conllevó su renuncia el

28 de febrero de 1807.

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En cuanto a su desempeño como catedrático se puede decir que, aun cuando no

brilló como astro de primera magnitud, justo es reconocer que supo mantener el

prestigio y el entusiasmo científico entre sus alumnos y compañeros para bien de

la ciencia y de la clase profesional de la que formaba parte. Su muerte tuvo lugar

en abril de 1818.

BIBLIOGRAFÍA

Archivo Central de la Universidad de La Habana. Libro 1ro. de Doctores, folio 92.

Cowley RA. Breves noticias sobre la enseñanza de la Medicina en la Real y Pontificia

Universidad del Máximo Doctor S. Jerónimo. Habana: Imprenta y Librería de A. Pego,

1876. p. 222, 224-225, 322.

Dr. Roque Oyarvide. La Clase Médica 1910;4(1):6-7.

López Sánchez J. La Medicina en La Habana (1731-1800). Cuad Hist Salud Pub 1970;

(48):259, 265, 280-281, 283, 292.

López Sánchez J. Biografía de médicos y cirujanos. En: Cuba. Medicina y civilización.

Siglos XVII y XVIII. La Habana: Editorial Científico-Técnica, 1997. p. 303-305.

DR. JOSE DE JESUS MENDEZ (1750-1819) Entre los profesores que regentearon la cátedra de Patología en la Universidad

de La Habana en su etapa pontificia, donde figuraron nombres tan pleclaros como

los del doctor José Arango Barrios, su fundador, y los de otros que le sucedieron

como Tomás Romay Chacón, Agustín Encinoso de Abreu y Nicolás J. Gutiérrez

Hernández, ocupó también un puesto, aunque no con tanto relieve como los antes

citados, un modesto médico habanero que, aun cuando no contaba con la especial

facultad de dedicarse voluntariamente a transmitir los conocimientos adquiridos,

por cuanto no demostró tener verdadera vocación por la enseñanza, es innegable

que fue un médico ilustrado y con buen sentido práctico, que supo conquistar

reputación y dejar un nombre limpio y bien conceptuado.

José de Jesús Méndez nació en La Habana en 1750. Estudió la carrera de

Medicina en la Universidad pontificia, donde se graduó de Bachiller el 10 de marzo

de 1777. Fue aprobado para el ejercicio de la profesión por los protomédicos José

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Melquiades Aparicio y Julián Recio de Oquendo el 4 de diciembre de 1779 y el día

17 del propio mes presentó su título al Cabildo. Por la vacante ocurrida al cumplir

su sexenio el doctor Nicolás del Valle, hizo oposición a la cátedra de Vísperas

(Patología), la que obtuvo como único aspirante y de cuya regencia tomó posesión

el 4 de julio de 1781. A título de catedrático, recibió la Licenciatura en Medicina el

12 de septiembre siguiente y el 30 del mismo mes el grado de Doctor.

Según sus colegas de la época que le tocó vivir, al doctor Méndez no le faltaba

buena inteligencia y magnífica ilustración pero, en honor a la verdad, el amor a la

enseñanza no germinaba en él, circunstancia demostrada por su renuncia a la

cátedra antes de cumplir el sexenio reglamentario en su regencia.

Fue médico del Real Hospital de la Marina. Falleció el 2 de octubre de 1819.

BIBLIOGRAFÍA

Actas Capitulares del Ayuntamiento de La Habana. Libro 43 de actas trasuntadas. La

Habana: Ayuntamiento de La Habana; 1779. folios 311-312.

Archivo Central de la Universidad de La Habana. Expediente 8439/777

Archivo Central de la Universidad de La Habana. Libro Primero de Doctores, folio 93.

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Universidad del Máximo Doctor S. Jerónimo. Habana: Imprenta y Librería de A. Pego,

1876. p. 209.

Dr. José de Jesús Méndez. La Clase Médica 1910;4(11):6-7.

López Sánchez J. La Medicina en La Habana (1731-1800). Cuad Hist Salud Pub 1970;

(48):245.

López Sánchez J. Biografía de médicos y cirujanos. En: Cuba. Medicina y civilización.

Siglos XVII y XVIII. La Habana: Editorial Científico-Técnica, 1997. p. 307.

DR. LORENZO HERNÁNDEZ MARRERO (1754-1832) Otro los de médicos cubanos de notable relieve durante el último cuarto del siglo

XVIII y primero del XIX, fue el doctor Lorenzo Hernández Marrero, nacido en 1754

en el barrio habanero de Jesús del Monte, como fruto de la pareja constituida por

Antonio Hernández y Manuela Marrero. Aunque su expediente universitario ni su

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inscripción en el Cabildo no han aparecido, por una certificación puede presumirse

su ejercicio de la profesión médica desde 1780, luego de haber recibido el grado

de Bachiller en Artes en 1774 y en Medicina en 1778, aproximadamente.

Declarada en 1783 vacante la cátedra de Prima (Fisiología), que desempeñaba

desde hacía seis años en la Universidad pontifica el doctor José Caro Pereira, se

presentó Hernández como aspirante a su regencia el 4 de agosto de ese año. Su

único opositor fue el también bachiller Ambrosio de Aragón. Luego de desarrollar

cada uno su correspondiente tesis, Hernández alcanzó una ventaja notable sobre

su contrincante, lo que lo hizo merecedor de la adjudicación de la cátedra por

unanimidad, la cual ocupó el día 9 del mismo mes.

Tanto por la brillantez de su tesis, como por el entusiasmo con el que dio sus

primeros pasos en la docencia, demostró que si bien en aquellos momentos no

poseía gran caudal de conocimientos científicos, su pasión por la enseñanza le

permitiría llegar muy pronto a adquirirlo. Ello quedó bien demostrado, pues fue el

formador de hombres que con su esfuerzo generoso, su clara inteligencia y su

extraordinario amor a la ciencia, al progreso y a su patria, se convirtieron luego en

personalidades gestantes de una verdadera revolución en el contexto intelectual

cubano. Por sólo mencionar dos de sus discípulos, baste citar los nombres de

Tomás Romay Chacón y de José Pérez Bohorques.

Hernández recibió la muceta de Licenciado en Medicina el 19 de agosto de 1783

y la borla de Doctor el 30 del propio mes. Ejerció la docencia con un entusiasmo

que con el transcurso del tiempo se hacía cada vez mayor y la enseñanza que

impartía resultaba cada vez de mayor beneficio para quienes la recibían. Los

conocimientos que logró como catedrático se demuestran por el hecho de que al

terminar en 1789 su sexenio en ese puesto, volvió a aspirar como oponente a la

regencia de la misma asignatura, sin que nadie se atreviera a disputarle la plaza,

que se le volvió a otorgar por votación unánime del jurado el 16 de febrero de ese

año. Al declararse de nuevo vacante la cátedra, tras cumplir con éxito su segundo

sexenio en 1795, se presentó otra vez como aspirante y otra vez la obtuvo por

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unanimidad. El 27 de septiembre de ese año tomó posesión de su querida cátedra

de Prima por tercera ocasión.

Los fundamentos de los progresos aportados por el doctor Hernández al estudio

de la Fisiología, no se reducen tan solo a las tesis que sirvieron de tema a sus

conclusiones y a las de sus discípulos, pues a ellas hay que agregar el haber dado

a conocer los trabajos de Hermann Boerhaave, de Giovanni Battista Morgagni y de

Albrecht Haller, que desde entonces se emplearon en sustitución de los viejos

textos de Hipócrates, Avicena y Galeno. Esto constituyó, sin dudas, una nueva

etapa respecto a los conocimientos médicos en Cuba, en tanto exponentes de la

cultura médica de la primera mitad del siglo XVIII.

El 18 de abril de 1795 se le expidió título de primer Fiscal del Protomedicato. En

aquel tiempo ocupaba también el cargo de Practicante Mayor de Medicina en el

Hospital San Ambrosio. El 21 de septiembre de 1798 se le otorgó el título de

Protomédico Tercero; en 1713 actuó como Protomédico Segundo en sustitución

del doctor Roque J. Oyarvide, incapacitado físicamente. En ese entonces era

además Médico Consultor de los Reales Ejércitos. El 28 de agosto de 1821 fue

nombrado Protomédico Regente.

Estuvo casado con Juana de Torres y residió durante casi toda su vida en la villa

de Regla. Se trasladó a La Habana tras recibir su nombramiento de Protomédico

Regente. Falleció en esta ciudad, a los 78 años, el 16 de diciembre de 1832.

BIBLIOGRAFÍA

Actas Capitulares del Ayuntamiento de La Habana. Libro 48 de actas trasuntadas. La

Habana: Ayuntamiento de La Habana; 1787. f. 26.

Actas Capitulares del Ayuntamiento de La Habana. Libro 48 de actas trasuntadas. La

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Siglos XVII y XVIII. La Habana: Editorial Científico-Técnica, 1997. p. 305-307.

DR. FÉLIX JOSÉ GUTIÉRREZ (¿-1793) Natural de San Fernando de Campeche. No se sabe en qué fecha llegó a La

Habana, pero sí que estudió en la Universidad Pontificia y se graduó de Bachiller

en Medicina en 1780. Se recibió por el Protomedicato el 20 de noviembre de 1782

y fue autorizado por el Cabildo el 27 de abril de 1783. Fue uno de los aspirantes a

ocupar la cátedra de Methodus medendi (Terapéutica) en los ejercicios de junio

1786, en la que resultó ganador Luis Machado García del Castillo. Sostuvo como

tesis Adequantum remedium cacochimia ex purgationen, una cuestión muy simple

que revela la insuficiencia de sus conocimientos terapéuticos.

En 1787 se presentó como opositor a la cátedra de Anatomía y se le concedió.

Ésta era una cátedra que se otorgaba con facilidad pues, por regla general, los

médicos que gozaban de prestigio no aspiraban a ella. A él pareció interesarle, al

punto que propuso hacerle modificaciones que en definitiva no fueron aceptadas,

lo cual hizo que presentara su renuncia el 19 de noviembre de 1791.

Por su condición de catedrático, se le habían conferido los grados mayores, el de

Licenciado en Medicina el 19 de junio de 1787 y el de Doctor el 8 de enero de

1788. Falleció en julio de 1793.

BIBLIOGRAFÍA

Archivo Central de la Universidad de La Habana. Libro Primero de Doctores, folio 102v.

Cowley RA. Breves noticias sobre la enseñanza de la Medicina en la Real y Pontificia

Universidad del Máximo Doctor S. Jerónimo. Habana: Imprenta y Librería de A. Pego,

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Siglos XVII y XVIII. La Habana: Editorial Científico-Técnica, 1997. p. 307.

DR. LUIS MACHADO GARCÍA DEL CASTILLO (1753-1792) Hijo de Juan Machado y de Nicolasa García del Castillo, nació en La Habana el

21 de junio de 1753. Se graduó de Bachiller en Artes el 18 de julio de 1769. No

existen datos disponibles acerca de sus estudios de Medicina, aunque se dice que

sostuvo conclusiones públicas el 22 de septiembre de 1772, lo que puede haber

sido para graduarse de Bachiller, por cuanto ello se corresponde con la fecha de

los años de estudios médicos. Sí consta que ya en 1782 ejercía la profesión.

En junio de 1786 ostentaba la condición de Licenciado en Artes, cuando se

presentó como opositor a la cátedra de Methodus medendi (Terapéutica) ante los

jueces Matías Cantos, Roque Oyarvide y José de Jesús Méndez, bajo la

presidencia del Asistente Real doctor Agustín Sanabria. Sus oponentes fueron

Agustín Florencio Rodríguez, Félix J. Gutiérrez e Ignacio V. Ayala. Ganó la cátedra

el 3 de septiembre de 1786, por lo que recibió los grados de Licenciado y de

Doctor en Medicina el 3 y el 25 de marzo del año siguiente. Fue Segundo Médico

del Ejército de Operaciones en 1789 y Fiscal del Protomedicato.

Según Cowley, falleció el 28 de septiembre de 1792 y fue enterrado en la

Parroquia de Guadalupe, aunque su nombre no aparece en el libro de defunciones

de ese templo religioso.

BIBLIOGRAFÍA

Archivo de la Catedral de La Habana. Libro 10 de bautismos, folio 235, número 103.

Archivo Central de la Universidad de La Habana. Libro Primero de Doctores, folio 102.

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1876. p. 222, 319.

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Page 69: Precursores de la docencia médica en Cuba

DR. AGUSTÍN FLORENCIO RODRÍGUEZ BEDÍA

Nació en La Habana, fruto del matrimonio integrado por Antonio Rodríguez y

Josefa Bedía. No constan sus grados menores. Hizo oposición a la cátedra de

Vísperas (Patología) y resultó aprobado el 1ro. de septiembre de 1784. Por su

condición de catedrático se le otorgó de oficio el grado de Doctor en Medicina, el

cual le fue conferido de manera oficial el 6 de enero de 1787.

Dedicó muy poca atención a la enseñanza, porque comenzó a estudiar Teología

para ingresar en la carrera eclesiástica. Tras renunciar a la cátedra en 1790, se

dedicó por entero al sacerdocio.

Entre sus escasas actividades médicas se cuenta la haber sido uno de los

miembros del Tribunal de oposición de Roque Oyarvide a la cátedra de Methodus

medendi (Terapéutica) en 1803. Conjuntamente con el doctor Francisco Ignacio de

Soria Quiñones ensayó sin resultados la píldora de Ugarte en el tratamiento de la

disentería y de la fiebre amarilla.

BIBLIOGRAFÍA

López Sánchez J. Biografías de médicos y cirujanos. En: Cuba. Medicina y civilización.

Siglos XVII y XVIII. La Habana: Editorial Científico-Técnica, 1997. p. 311.

DR. TOMÁS ROMAY CHACÓN (1764-1849) Si hay un cubano que vive y debe vivir eternamente en el recuerdo de todos sus

compatriotas de una a otra generación, ese es Tomás Romay y Chacón, filántropo

laborioso y figura brillantísima de la cultura científica y social de la segunda mitad

del siglo XVIII y primera del XIX, de quien se exponen a continuación, en apretada

síntesis, algunos de los rasgos más sobresalientes de su fecunda vida, sobre todo

de aquellos vinculados a su actividad docente.

El 21 de diciembre de 1764 nació el primogénito del matrimonio de la clase

media constituida por Lorenzo Romay y María de los Ángeles Chacón, a quien le

pusieron por nombre Tomás José Domingo Rafael del Rosario. De su educación

primaria se encargó su tío paterno Fray Pedro de Santa María Romay, quien lo

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Page 70: Precursores de la docencia médica en Cuba

instruyó en las primeras letras y bajo cuya tutela estudió en el Convento de los

Reverendos Predicadores.

Luego de cursar Latinidad y Filosofía en el Convento de los Predicadores con el

lector de Elocuencia Fray Francisco Pérez, el de Artes Fray José María de Rivas y

los catedráticos de Texto Aristotélico Don Nicolás Calvo y Don Ignacio O’Farril, se

graduó de Bachiller en Artes el 24 de marzo de 1783. Tras obtener este título,

comenzó los estudios de Jurisprudencia en el Seminario de San Carlos, los cuales

pronto abandonó convencido de que, como le había dicho su tío Fray Pedro “el

abogado estaba expuesto a mayor responsabilidad de conciencia”.

A pesar de que en su época la profesión de médico era considerada propia de la

“gente baja” y no era entonces estimada en la colonia, donde la cultura de los

médicos se hacía notar por su extraordinaria deficiencia, fue Tomás uno de los

pocos jóvenes que se dejó llevar más por los impulsos de su vocación que por los

convencionalismos sociales y escogió por su propia cuenta la carrera de Medicina,

de la que obtuvo el título de Bachiller en 1789.

Tas su graduación, hizo los dos años de práctica reglamentarios junto al doctor

Manuel Sacramento, para luego presentarse a examen ante el Real Tribunal del

Protomedicato. En dicho acto, que tuvo lugar el 12 de septiembre de 1791, resultó

aprobado para el ejercicio de la profesión. Ese mismo año aspiró a la cátedra de

Patología en la Real y Pontificia Universidad de La Habana, la cual logró por

oposición el 6 de diciembre. A título de catedrático obtuvo los títulos de Licenciado

y de Doctor en Medicina el 24 de diciembre de 1791 y el 24 de junio de 1792,

respectivamente.

En relación con su desempeño como catedrático, su biógrafo, el doctor José

López Sánchez, escribió que Romay “se limitó en su cátedra a tratar acerca de las

lesiones, a indagar los síntomas y a enseñar a inquirirlos, con lo que le imprimió a

su asignatura una importancia extraordinariamente superior a lo que correspondía

en el pausado movimiento de aquellas horas”. También en alusión a su actuación

en la cátedra de Patología, expresó Villaverde que “comenzó sus lecciones con un

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gesto de valentía, pues se alejó de Avicena y de Galeno. Romay abrió una época,

que con justicia se podría llamar la del inicio de la Medicina cubana”.

Cuando se presentó como aspirante a la cátedra de Patología, venía precedido

del prestigio adquirido en el desempeño de la cátedra de Texto Aristotélico, la cual

había obtenido por oposición en 1785. Hombre de profunda ilustración, de talento

extraordinario y de juicio severo y exacto, dio Romay tal impulso a las lecciones de

su asignatura, que era objeto de admiración por los colegas de su época. Aunque

ante sus ojos Galeno era una gran figura, para él estaba muy lejos la veneración

que aún se le rendía en la Universidad Pontificia y así, en alas de su genio, fijó en

los alumnos la verdadera tendencia de la ciencia a su cargo. Por ello su regencia

de la cátedra de Patología se puede estimar como una de las causales que dieron

lugar a la regeneración médica por él iniciada.

Lamentablemente no se presentó de nuevo como aspirante al terminar su primer

sexenio como catedrático. De haber continuado al frente de la cátedra, hubieran

sido indiscutibles sus éxitos posteriores.

Mientras cumplía los dos años de práctica médica con el doctor Sacramento,

fundó en 1790 con el Gobernador Don Luis de Las Casas el Papel Periódico de la

Havana, primera publicación periódica cubana de la que fue su primer redactor y

director y cuya larga vida se extendió hasta 1848. El 17 de enero de 1793 ingresó

como socio numerario en la Sociedad Patriótica de La Habana, organización de la

que también fue cofundador con Las Casas. Por espacio de 50 años desempeñó

su humanitaria profesión en la Real Casa de Beneficencia, que también fundaran

ambos por entonces.

El 4 de enero de 1796 se casó con Mariana González, la que le dio sus hijos

Pedro María, Juan José, José de Jesús, María de los Ángeles, Micaela y Mariana.

Con motivo de llegar al puerto habanero la escuadra al mando del General

Aristizábal, con una tripulación que venía infectada de fiebre amarilla, e impulsado

sólo por su amor a la ciencia y a la humanidad, dedicó todas sus fuerzas a luchar

contra la epidemia. Como resultado de sus observaciones al respecto, confeccionó

y presentó en la Sociedad Patriótica en abril de 1797 la memoria Disertación sobre

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la fiebre maligna llamada vulgarmente vómito negro, enfermedad epidémica en las

Indias Occidentales, monografía que inauguró la bibliografía científica cubana e

hizo a su ilustre autor merecedor de ser nombrado Socio Corresponsal de la Real

Academia Matritense.

La hazaña que lo inmortalizó fue la introducción y propagación de la vacuna en

Cuba en febrero de 1804, luego de estudiar la información que obtenía acerca del

descubrimiento de Edward Jenner en Europa, de abandonar las comodidades del

hogar para marchar al interior de la isla en busca de ansiado virus y de arriesgar la

vida de sus hijos, a quienes usó como sujetos de prueba para vencer los temores,

dudas y vacilaciones respecto a su efectividad. La inspiración de este aporte fue la

existencia de una epidemia de viruela, iniciada en diciembre de 1803, que causó

serios daños en enero de 1804 y amenazaba extenderse a la llegada del verano;

así como el conocimiento de que demoraría en arribar a La Habana la expedición

enviada al Nuevo Mundo por el Rey Carlos IV al mando de Francisco Xavier de

Balmis, la cual traía consigo el virus salvador. Cuando ésta llegó el 26 de mayo al

puerto habanero, ya se había propagado la vacuna por toda la isla gracias a

Romay, quien la estaba aplicando con éxito desde el 12 de febrero. Después de

esto, se consagró durante más de tres décadas a la vacunación antivariólica.

En 1833 se produjo en Cuba la tan temida aparición del cólera, luego de causar

terribles estragos en Asia y Europa. Esa epidemia, que produjo en un solo día 435

defunciones en La Habana y mató a una de sus hijas, fue también objeto de su

dedicación. A pesar de sus entonces 69 años de edad, estuvo en primera línea en

la lucha contra ella.

Romay, a quien se considera el primer higienista cubano por sus acciones de

prevención de enfermedades y de promoción de la salud, fue hombre de carácter

firme, estudioso, investigador, audaz, persistente, trabajador, honesto y valiente,

cumplidor de su deber y eficiente servidor de la sociedad. Se le ha acreditado una

contribución notable al progreso de la cultura cubana, especialmente en Medicina,

Química, Botánica, Higiene y educación en general. Introdujo una visión científica

de los problemas de la Medicina y combatió al escolasticismo que imperaba en su

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época. Sostuvo y defendió con creces el criterio filosófico de que las posibilidades

cognoscitivas del hombre no nacen limitadas, pues está dotado de las facultades

necesarias para desentrañar con éxito los secretos recónditos de la naturaleza.

Esta es una tesis muy importante y contrastante con el criterio preconizado por la

filosofía predominante en su tiempo, que subestimaba la capacidad cognoscitiva

del ser humano.

Falleció víctima de cáncer, a las 2:30 de la madrugada del 30 de marzo de 1849.

Al momento de su deceso, ostentaba entre sus muchos títulos y distinciones los de

Miembro Corresponsal de la Real Academia de Medicina de Madrid, Médico de la

Real Cámara, Catedrático de Clínica de la Real Universidad, Presidente e

Individuo de Mérito de la Sociedad Económica de Amigos del País, Miembro de la

Comisión de Vacuna de París y de las Sociedades Médicas de Burdeos y Nueva

Orleans y Caballero Comendador de Isabel la Católica.

A pesar del tiempo transcurrido, su prestigio es cada vez más esplendoroso. En

los anales de su laboriosa vida, podrán encontrar siempre los hombres de hoy y de

mañana grandes ejemplos a imitar de virtud, amor, abnegación y patriotismo. Por

ello se debe mantener vivo el recuerdo, que debe ser imperecedero, de este

esclarecido sabio habanero, que fuera una gloria de la ciencia en general y uno de

los más connotados precursores de la docencia médica en particular.

BIBLIOGRAFÍA

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Archivo de la Catedral de La Habana. Libro 18 de entierros de españoles, folio 90, número

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la reflexión. Rev Cubana Hig Epidemiol 1997;35(2):120-123.

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Ciencias Médicas "Dr. Carlos J. Finlay", 1968. p.55-62.

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Habana: Editorial y Librería Selecta; 1950.

López Sánchez J. Tomás Romay y el origen de la ciencia en Cuba. La Habana: Academia

de Ciencias. Museo Histórico de las Ciencias Médicas “Carlos J. Finlay”; 1964.

Monal I. Tomás Romay y la lucha científica contra el escolasticismo en Cuba. Univ Hab

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Presno JA. Homenaje a la memoria del Dr. Tomás Romay. La Habana: La Propagandista;

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Villaverde M. Tomás Romay. En: Figuras cubanas de la investigación científica. La

Habana: Ateneo de La Habana; 1942. p. 29-61.

DR. JOSÉ PÉREZ BOHORQUES (1767-1839) Su verdadero nombre fue José Juan de la Cruz Becerra Pineda. Hijo de Juan y

de Josefa Gertrudis, nació en La Habana el 24 de noviembre de 1767. Aunque no

consta el lugar donde hizo sus estudios de Filosofía, se sabe que las conclusiones

públicas las sostuvo el 14 de agosto de 1785, fecha en la que recibió el título de

Bachiller en Artes, y que el de Bachiller en Medicina le fue conferido el 3 de marzo

de 1790, luego de haber hecho las prácticas reglamentarias con los doctores Juan

Pérez Delgado y José de Jesús Méndez. El 27 de febrero de 1786 había contraído

matrimonio con María de la Luz Borrego.

Hizo oposición a la cátedra de Methodus medendi (Terapéutica) el 21 de julio de

1792 y, a título de haberla alcanzado, le fue otorgada la licenciatura en Medicina el

6 de diciembre y el doctorado el 21 del mismo mes y año. Se recibió como médico

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ante el Real Tribunal del Protomedicato el 29 de julio de 1795.

Su paso por la cátedra de Terapéutica no trajo progreso alguno a esa asignatura

pues, si bien poseía, como luego demostró, talento claro, buen sentido práctico y

espíritu observador, no disponía de las aptitudes y de la vocación necesaria para la

enseñanza y no podía por tanto adaptarse a las exigencias que ella imponía. De

ahí que al terminar su sexenio se retirara del magisterio y se dedicara al ejercicio

práctico de la profesión médica y al desempeño de algunos cargos profesionales

con él relacionados. Fue Médico Segundo del Hospital de San Felipe y Santiago

desde 1797 y ascendió a Primero en 1821 por el fallecimiento de Nicolás del Valle

y de la Vega.

Cuando se creó en extramuros un hospital militar provisional, auxiliar de los

barracones, fue designado su Médico Segundo el 8 de octubre de 1819 y, por sus

méritos, promovido a Primero por Alejandro Ramírez. Se mantuvo en dicho cargo

hasta el 11 de octubre de 1820 por cierre del hospital y traslado de sus enfermos al

hospital de San Ambrosio. También fue desde 1807 médico del Hospital de

Convalecientes de Belén, así como del Convento de Santa Clara y del Seminario

de San Carlos. En 1822 se le nombró Vice Rector de la Universidad Pontificia, al

producirse la exclusión de ésta de los religiosos regulares dominicos por carecer

del carácter de ciudadanos. Al año siguiente fue designado Segundo Alcalde

constitucional.

Cuando en 1833 se creó la Junta Superior Gubernativa de Medicina y Cirugía,

fue postergado con la designación del doctor Pérez Delgado, quien a su vez fuera

luego sustituido por el doctor Tomás Romay Chacón como justo reconocimiento a

sus méritos. Por la muerte de Pérez Delgado y el ascenso de Romay, asumió el

cargo de Primer Suplente.

Aunque su paso por la cátedra de Terapéutica fue poco o nada fecundo, gozó de

buen prestigio como médico, tanto en la práctica hospitalaria como civil donde tuvo

una numerosa clientela. En general fue un ciudadano bueno, culto y laborioso, con

buen talento para la observación y la práctica. Falleció en el año 1839.

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Page 76: Precursores de la docencia médica en Cuba

BIBLIOGRAFÍA

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Archivo de la Catedral de La Habana. Libro 7 de defunciones, folio 167v, número 183.

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1876. p. 223, 322.

Dr. José Pérez Bohorques. La Clase Médica 1910;4(8):5-6.

DR. DIEGO VICENTE SILVEIRA RODRÍGUEZ (1765-1836) Nació en Bayamo el 20 de noviembre de 1765, fruto de la pareja constituida por

Diego Silveira y Fructuosa Rodríguez. Estudió en el Convento de San Ambrosio en

la villa de Guanabacoa con Francisco T. Zaldívar y en la Purísima Concepción de

La Habana, donde fue discípulo del doctor Tomás Romay Chacón en Texto

aristotélico. Alcanzó el grado de Bachiller en Artes el 16 de agosto de 1786 y en

Medicina el 31 de marzo de 1790. Hizo sus prácticas con Nicolás del Valle de la

Vega entre 1790 y 1792 y el 10 de agosto de ese último año se recibió como

médico ante el Protomedicato, con un tribunal integrado por los doctores Nicolás

del Valle, Julián Recio de Oquendo y Matías Cantos, con Roque J. Oyarvide San

Martín como Fiscal.

En julio del mismo año 1792 había hecho oposición a la cátedra de Methodus

medendi (Terapéutica), pero resultó elegido el doctor José Pérez Bohorques En

1793 se presentó como aspirante a la cátedra de Anatomía, esa vez como único

opositor. Tomó posesión de ella el 16 de junio de ese año. Por su condición de

catedrático obtuvo el grado de Licenciado en Medicina el 10 de julio y el de Doctor

el 3 de diciembre siguientes. Mientras profesaba esa cátedra, en 1797 se inauguró

otra en el Hospital Militar de San Ambrosio con un carácter más práctico, en tanto

incluía disecciones en cadáveres por el cirujano de la Armada licenciado Francisco

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Page 77: Precursores de la docencia médica en Cuba

Xavier de Córdova. Cumplido su sexenio en 1799, la cátedra permaneció vacante

por espacio de dos años.

El doctor Silveira no logró éxitos profesionales en La Habana, por lo que se fue a

ejercer a los pueblos del interior de la isla. En principio radicó en Santiago de las

Vegas, donde actuó como Fiscal del Protomedicato y luego pasó al partido de

Alquízar. Antes de 1804 se encontraba ya en la villa de San Antonio Abad de los

Baños, cuestión probada en ocasión de enviar allí el bachiller Pedro Simancas el

fluido vacuno para que lo recibieran el propio doctor Silveira y el cirujano Francisco

Durand, quienes debían propagarlo entre los cafetaleros de este partido. Silveira

fue por cierto el primer médico que ejerció en esa villa, donde en 1821 fue elegido

Alcalde. Cuando ese año se produjo un incendio de considerables proporciones en

el poblado, la destacada labor por él realizada fue merecedora del reconocimiento

del Intendente de Hacienda Alejandro Ramírez, quien fue testigo de la catástrofe

pues, al igual que otros altos personeros de la administración colonial, pasaba

largas temporadas en esa zona hacia donde, por otra parte, huían los temerosos

de las epidemias de fiebre amarilla y de otras enfermedades que azotaban La

Habana, en virtud de que se consideraba un lugar saludable.

Durante la conspiración de los Rayos y Soles de Bolívar en 1823, actuó como

médico de los implicados en ese movimiento político, detenidos en la cárcel de la

localidad. Se dice que falleció en 1836, probablemente en alguna de las fincas de

la zona, si bien su partida de defunción no quedó registrada ni en San Antonio de

los Baños, ni en Alquízar ni en Santiago de las Vegas.

BIBLIOGRAFÍA

Archivo Central de la Universidad de La Habana. Expediente 12,999/786.

Cowley RA. Breves noticias sobre la enseñanza de la Medicina en la Real y Pontificia

Universidad del Máximo Doctor S. Jerónimo. Habana: Imprenta y Librería de A. Pego;

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Page 78: Precursores de la docencia médica en Cuba

DR. JOSÉ MARÍA PÉREZ OLIVA (1772-?) Hijo de Manuel Pérez y de Ana Josefa Oliva, vio la primera luz en La Habana el 7

de septiembre de 1772. Empezó a estudiar Filosofía en el Hospicio de San Isidro

con el lector de Gramática fray José Sidrón y luego pasó al Convento de San

Francisco hasta 1790. Allí tuvo como maestros a fray Antonio Morales en Lógica,

Física, Metafísica y Ética y al doctor Tomás Romay Texto aristotélico. Se graduó

de Bachiller en Artes el 10 de septiembre de 1794. Estudió Medicina con los

catedráticos Lorenzo Hernández Marrero en Prima; Tomás Romay en Vísperas;

Diego V. Silveira en Anatomía y José Pérez Bohorques en Methodus medendi

(Terapéutica).

Al cumplir el tercer curso pidió dispensa del cuarto, pues se acogió al plan de

estudios de las Universidades de Alcalá y Salamanca, que servían de pauta a la

Universidad Pontificia habanera en relación con todo lo que se legislaba entonces

en materia docente. El 26 de marzo de 1795 fue examinado y aprobado y obtuvo el

grado de Bachiller en Medicina. Su tesis manuscrita comenzó con la frase «Phisica

experimentalis utilissima est medico», afirmación reveladora de una concepción

científica avanzada para la época. Hizo sus dos años de práctica con el doctor

Gregorio del Rey y fue admitido por el Protomedicato el 5 de abril de 1797.

En 1798 la Real Sociedad Patriótica de Amigos del País convocó a un concurso

público para premiar la mejor memoria sobre el tema «Describir las enfermedades

del campo de nuestra isla, así de blancos como de negros». Aunque ninguna de

las memorias que se presentaron se consideró merecedora del premio, la suya fue

favorablemente evaluada por los doctores Manuel María Ximénez y Tomás Romay

en sesión de la Sociedad celebrada el 31 de julio de 1800. En definitiva, su trabajo

fue premiado por el Real Consulado y el manuscrito se envió a México para su

impresión. Lamentablemente el documento desapareció en la casa del catedrático

de Botánica Vicente Fernández, según un escrito publicado en 1801 en la Gaceta

de México.

El mismo año de 1798 se había presentado como concursante a la cátedra de

Terapéutica frente a los bachilleres José Gregorio Lezama y Benito Morales. Su

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disertación llevó por titulo Emetica medicamenta conferunt ad curationem febris

intermittentes et quod evacuantia simd sunt et antiespasmodica. En ella planteó un

problema práctico en el tratamiento de enfermedades, cuyo síntoma principal era

la fiebre. Se refería en primera instancia al paludismo y su recomendación

terapéutica era la que se usaba en su tiempo, cuando aún no se había descubierto

la acción vomitiva y purgante de la quinina. El Tribunal fue presidido por el doctor

Antonio Caro, con los también doctores José J. de Ayala, Roque Oyarvide, J. B.

Bobadilla, el licenciado Salas y el bachiller Nerey como conjueces. Estos votaron a

su favor, por lo que pudo tomar posesión de la cátedra el 31 de agosto de 1798.

Obtuvo el grado de Licenciado en Medicina el 10 de julio de 1800 y el de Doctor

el 27 del propio mes y año. Sus argumentales fueron los doctores Tomás Romay y

Francisco Pachón.

En 1803 se dispuso la fijación de nuevos edictos para esa cátedra, pero el doctor

Pérez Oliva había solicitado en abril del mismo año al Ayuntamiento de Veracruz

se le dejara usar y ejercer su facultad de médico graduado, con la promesa de

presentar una copia de su título de Doctor, la cual le fue expedida en La Habana el

5 de septiembre y presentada y aceptada por el Cabildo de esa ciudad el 1ro. de

diciembre siguiente. El 30 de abril de 1805 volvió a México acompañado por varios

vacunadores, con el fin de comenzar allí la propagación de la vacuna.

No hubo más noticias de él hasta 1825, año en que su nombre apareció en la

relación de firmantes del manifiesto de la Junta Promotora de la Libertad Cubana

establecida en México. Esta Junta se constituyó tras el fracaso de la conspiración

de los Soles y Rayos de Bolívar, cuando algunos de los complicados emigraron a

ese país. Con el concurso de otros cubanos residentes y simpatizantes de la idea,

Pérez Oliva constituyó una asociación con el objetivo de lograr la independencia

de Cuba con la ayuda del gobierno de México. Fue elegido miembro de esta Junta

en representación de la villa de Jaruco. Los integrantes de la Reunión Patriótica

promotora de la libertad cubana enviaron un documento al Soberano Congreso

Mexicano, con fecha 19 de septiembre de 1825, donde pusieron de manifiesto los

motivos por los cuales debía ayudarse a la independencia de la isla de Cuba.

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Además de Pérez Oliva, firmaron ese documento varias personalidades cubanas y

mexicanas, entre ellas el médico José Antonio Miralla, el presbítero Félix Varela

Morales y el poeta José María Heredia Heredia.

No se ha logrado obtener más información acerca del biografiado, por lo que no

se puede precisar la fecha y el lugar de su muerte.

BIBLIOGRAFÍA

Archivo Central de la Universidad de La Habana. Expediente 10,140/793.

Archivo de la Parroquia del Espíritu Santo. Libro 11 de bautismos, folio 109, número 626.

Archivo Histórico Municipal de Veracruz. Libro del Ayuntamiento. Tomo 1, folio 26, número

44 (actual) y 95 (antiguo).

Cowley RA. Breves noticias sobre la enseñanza de la Medicina en la Real y Pontificia

Universidad del Máximo Doctor S. Jerónimo. Habana: Imprenta y Librería de A. Pego;

1876. p. 223-224.

Morales Morales V. Iniciadores y primeros mártires de la Revolución cubana. T1. Habana:

Cultural, 1931. p. 110-113. (Colección de Libros Cubanos; 24).

Morales Morales V. Iniciadores y primeros mártires de la Revolución cubana. T3. Habana:

Cultural, 1931. p. 367-379. (Colección de Libros Cubanos; 26).

DR. JUAN FRANCISCO PACHÓN MORENO (1765-?) Nació en La Habana el 4 de mayo de 1765. Se graduó de Bachiller en Artes en

1782 y en Medicina en 1786. Luego de ser aprobado por el Real Tribunal del

Protomedicato de La Habana en 1788, fue a residir a Santiago de Cuba donde

ejerció la profesión médica por espacio de ocho años.

El 5 de abril de 1797 dirigió una comunicación a la Real Sociedad Patriótica de

Amigos del País, considerada erróneamente por algunos como la primera en la

bibliografía de la fiebre amarilla en Cuba. Esa comunicación se recibió justamente

cuando la Sociedad estaba convocada para conocer la disertación que sobre esta

enfermedad ofrecería el doctor Tomás Romay Chacón, por lo que se postergó su

conocimiento para la sesión siguiente a aquélla. Pachón no estuvo presente en la

lectura de la disertación de Romay, pues probablemente aún estaría en Santiago

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de Cuba. Su memoria se leyó el 4 de mayo siguiente. Los bibliógrafos de la época

la citaban, pero sin dar detalles de su contenido y se consideró como perdida,

hasta que en 1985 apareció en la colección de papeles inéditos de Francisco de

Paula y Coronado, que ahora se conservan en la Biblioteca Nacional “José Martí”

de La Habana.

En ese documento Pachón advertía los estragos que podía ocasionar el vómito

negro y daba a conocer un método que había puesto en práctica con resultados

favorables, consistente en sangrías, emolientes y una preparación en la que incluía

ojos de cangrejo entre sus componentes. En realidad, él no venía precedido de

prestigio como médico. En sus oposiciones a la cátedra de Vísperas (Patología), la

cual regenteó entre 1798 y 1804, no dio muestras de haber estado actualizado en

sus conocimientos médicos. El 9 de marzo de 1798 obtuvo la cátedra por haber

sido el único que aspiró a ella.

Por aquel entonces había surgido ya en los hospitales una medicina de mayor

nivel científico. Por ejemplo, en el hospital de San Ambrosio se profesaba un curso

de Cirugía y se llevaban a cabo disecciones anatómicas. También en la Sociedad

Económica de Amigos del País bullían nuevas ideas de progreso, mientras la

Facultad de Medicina se había quedado rezagada, por lo que sus cátedras no

atraían a los médicos de mayor valía.

A título de catedrático, se le otorgó a Pachón el grado de Licenciado en Medicina

el 11 de abril de 1798 y el de Doctor el 15 de julio siguiente. Cuando concluyó su

sexenio en 1804, todo parece indicar que se retiró definitivamente de la docencia,

pues no se han hallado más referencias al respecto. Ese mismo año se publicó en

el Papel Periódico de la Havana un artículo con su firma, en el que mostraba

desconfianza acerca del valor preservativo de la vacunación contra la viruela.

Tanto en lo referente a la fiebre amarilla como a la vacunación antivariólica, los dos

temas más importantes de aquella época, se mostró en sus escritos incapaz de

comprender los progresos que habían alcanzado los conocimientos médicos.

Después de esa fecha, no se dispone de más información sobre sus actividades

y ejercicio profesional. Tampoco se ha encontrado su partida de defunción, por lo

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que no se puede afirmar si permaneció o no en La Habana ni conocer cuándo

falleció.

BIBLIOGRAFÍA

Archivo Central de la Universidad de La Habana. Expediente 9746/784.

Archivo Central de la Universidad de La Habana. Libro Primero de Doctores, folio 116.

Archivo de la Parroquia del Espíritu Santo. Libro 10 de bautismos, folio 8.

Cowley RA. Breves noticias sobre la enseñanza de la Medicina en la Real y Pontificia

Universidad del Máximo Doctor S. Jerónimo. Habana: Imprenta y Librería de A. Pego;

1876. p. 211, 323.

López Sánchez J. Manuscritos sobre fiebre amarilla en la Biblioteca Nacional José Martí.

Rev Bibl Nac José Martí 1986;28(2):123-137.

López Sánchez J. Biografías de médicos y cirujanos. En: Cuba. Medicina y civilización.

Siglos XVII y XVIII. La Habana: Editorial Científico-Técnica, 1997. p. 314-315.

Pachón JF. Si in utroque pecandum malim videri nimis timidus quan parum prudens. Papel

Periódico de la Havana 1804;(32):125-126.

DR. FERNANDO JOSÉ VIAMONTE GONZÁLEZ (1769-1837) La pareja formada por Agustín Viamonte y Mariana González, que contrajo

nupcias el 6 de mayo de 1767 en la Parroquia de La Soledad en la villa de Puerto

Príncipe, hoy día ciudad de Camagüey, trajo al mundo dos años después,

exactamente el 22 de julio de 1769, al hijo que bautizaron con el nombre de

Fernando José quien, cumplidos los 20 años de edad, comenzó a estudiar

Medicina en la Real y Pontificia Universidad de La Habana. Allí cursó la asignatura

de Prima con los catedráticos José León Valdés, Manuel García del Nodal y

Lorenzo Hernández Marrero; la de Vísperas con Francisco Baralt, Agustín

Florencio Rodríguez Bedía, Tomás Romay Chacón y el propio José León Valdés;

la de Methodus Medendi con Diego Vicente Silveira Rodríguez y la de Anatomía

con Félix J. Gutiérrez. Se graduó de Bachiller en Medicina el 29 de enero de 1792.

El 25 de septiembre de 1801 se fijaron los edictos para sacar a oposición la

cátedra de Anatomía, desierta desde 1799 cuando terminó en ella Diego V.

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Page 83: Precursores de la docencia médica en Cuba

Silveira. Entonces se impartía la asignatura por Francisco Xavier de Córdova en el

hospital San Ambrosio, donde su enseñanza era práctica, con instrumentos y con

cadáveres, cuestiones éstas que indudablemente representaban un adelanto de

envergadura. Junto a Viamonte se presentó como aspirante a la cátedra el también

bachiller en Medicina José Gregorio Lezama. En virtud de su mejor preparación

por haber recibido cursos en el hospital San Ambrosio, fue Viamonte quien ganó

esa cátedra. El trabajo que presentó al efecto llevó el título de “Nervus est

instrumentun sensus”, un tema sobre neuroanatomía acorde con el nivel de esa

época.

El 9 de noviembre del mismo año 1801 tomó posesión como titular de la cátedra

de Anatomía y, durante el tiempo que la regenteó, fue también sustituto de la de

Prima. Su condición de catedrático le abrió las puertas para que se le otorgara de

oficio el grado de Licenciado en Medicina el 4 de diciembre siguiente y el de Doctor

el 21 de febrero de 1802.

Antes de terminar el período de seis años reglamentarios al frente de su cátedra,

renunció a ella con el argumento de que la muerte de su suegra lo obligaba a

ponerse al frente de los negocios, situación que le impedía el buen desempeño de

sus funciones como catedrático.

Había contraído matrimonio el 21 de octubre de 1796 con Josefa Candau y

falleció en La Habana en 1837.

BIBLIOGRAFÍA

Archivo Central de la Universidad de La Habana. Libro Primero de Doctores, folio 120v.

Archivo de la Parroquia del Espíritu Santo. Libro 6 de defunciones, folio 306, número 116.

Cowley RA. Breves noticias sobre la enseñanza de la Medicina en la Real y Pontificia

Universidad del Máximo Doctor S. Jerónimo. Habana: Imprenta y Librería de A. Pego;

1876. p. 338.

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DR. JOSÉ BENITO MORALES GONZÁLEZ (1773-1835)Andrés Morales Rodríguez, natural de Tacoronte, una de las Islas Canarias, y

Andrea González Gómez, oriunda de San Felipe y Santiago de Bejucal,

constituyeron pareja en matrimonio que generó como uno de sus frutos al hijo

nacido el 21 de marzo de 1773. Este vástago, al cual pusieron el nombre de José

Benito, comenzó a estudiar en 1790 en el Convento de San Juan de Letrán, donde

se graduó de Bachiller en Artes el 14 de marzo de 1795.

Con este aval empezó la carrera de Medicina en la Real y Pontificia Universidad

de La Habana, donde cursó la asignatura de Prima con los catedráticos doctor

Lorenzo Hernández Marrero y el entonces bachiller Fernando Viamonte González,

la de Vísperas con el doctor Tomás Romay Chacón la de Methodus medendi con

José Pérez Bohorques y la de Anatomía don Diego Vicente Silveira Rodríguez .

Luego de aprobar los tres primeros cursos en la Universidad, solicitó se le

dispensara el curso que le faltaba y se le permitiera someterse a examen ante el

Real Tribunal del Protomedicato para ejercer la profesión, a tenor de lo establecido

en la Real Cédula del 24 de enero de 1774. Había realizado los dos años de

práctica reglamentarios junto con el doctor Juan Pérez Delgado y fue admitido y

aprobado por el Protomedicato el 30 de septiembre de 1799.

Cuando el 26 de octubre de 1801 se presentó como aspirante a regentear la

cátedra de Prima, se le exigió hacer de nuevo sus conclusiones para la categoría

de catedrático, pues en una ocasión anterior se había omitido el requisito de la

presencia de un médico con la categoría de Doctor y ello hizo nulo el acto

entonces efectuado. En definitiva fue aprobado por el jurado integrado por los

doctores Agustín Florencio Rodríguez Bedía, José María Pérez Oliva, Juan

Francisco Pachón Moreno, José de Jesús Méndez y Fernando Viamonte González

bajo la presidencia de Tomás Romay Chacón. En 1798 se había presentado como

aspirante a la cátedra de Mehodus medendi, pero se retiró antes de concluir el

expediente.

Morales González fue también sustituto de la cátedra de Vísperas y recibió el

grado de Licenciado en Medicina el 23 de diciembre de 1801 y el de Doctor el 24

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de febrero de 1802. Sus argumentales para la ocasión fueron los doctores Agustín

F. Rodríguez y Tomás Romay, con José de Jesús Méndez como Pro Decano.

A pesar de su buena preparación médica, nunca se distinguió como catedrático.

Más que eso, no mostraba entusiasmo alguno por la labor docente y faltaba con

reiteración a sus lecciones, por lo que fue reprendido en más de una ocasión. Su

conducta en este sentido conllevó que se viera obligado a abandonar la cátedra,

cuando ésta se declaró vacante. A raíz de este suceso, se trasladó a Güines

donde se dedicó ejercer la labor asistencial.

Falleció en Santa María del Rosario en 1835.

BIBLIOGRAFÍA

Archivo Central de la Universidad de La Habana. Expediente 9,009/795.

Cowley RA. Breves noticias sobre la enseñanza de la Medicina en la Real y Pontificia

Universidad del Máximo Doctor S. Jerónimo. Habana: Imprenta y Librería de A. Pego;

1876. p. 140-141, 223, 319-320.

DR. BERNABÉ JOSÉ DE VARGAS DÍAZ (1783-1833)Vio la primera luz en la villa de Guanabacoa el 11 de junio de 1783. Fue hijo de

los también guanabacoenses Rafael de Vargas y Micaela Díaz, casados el 9 de

abril de 1781. Luego de concluir los estudios de Filosofía en el Convento de San

Juan de Letrán entre 1794 y 1797, comenzó la carrera de Medicina en la Real y

Pontificia Universidad de La Habana. En esa alta institución se nutrió con los

conocimientos que le impartieron los catedráticos Juan Francisco Pachón Moreno,

Tomás Romay Chacón, Lorenzo Hernández Marrero y Domingo Nerey. Aunque

finalizó en 1801, tuvo que examinarse otra vez como aspirante al título de Bachiller

en Artes, pues la ocasión anterior no había concurrido a la prueba un médico con

el grado de Doctor. En ese nuevo examen resultó aprobado el 21 de marzo de

1801. Año y medio después se examinó por el título de Bachiller en Medicina, el

cual obtuvo el 4 de diciembre de 1802.

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Tras hacer el tiempo de práctica reglamentario con el doctor José Pérez

Bohorques, solicitó admisión a examen ante el Real Tribunal del Protomedicato, el

que realizó y aprobó en 1804. Ese año se presentó también como opositor a la

cátedra de Vísperas, vacante por cumplimiento de su término del doctor Pachón. A

ese efecto sostuvo la tesis «Victus ratio observanda est in morborum curatione». El

Jurado que lo aprobó fue integrado por los doctores José de la Cruz Caro Pereira,

Nicolás José del Valle de la Vega, Roque J. Oyarvide San Martín, José de Jesús

Méndez, José Benito Morales González y José Pérez Bohorques.

El 6 de junio de 1804 tomó posesión de la cátedra y, a título de catedrático, le

fueron conferidos los títulos de Licenciado y de Doctor en Medicina el 20 de

octubre y el 25 de noviembre de ese mismo año, respectivamente. Cuando le

faltaban cerca de dos años para cumplir el período de seis de regencia de la

cátedra, exactamente el 26 de noviembre de 1808, renunció a ella y fue a residir a

San Julián de los Güines. Después de cierto tiempo se trasladó a Santa María del

Rosario, donde permaneció hasta 1815, año en el que regresó a San Julián de los

Güines. Allí contrajo matrimonio con Úrsula Seriel y fue designado miembro de la

Junta Subalterna de Vacuna del territorio.

En su carácter de Fiscal del Protomedicato, solicitó al Cabildo se pusiera en

práctica exigir a los médicos, cirujanos, boticarios y sangradores la presentación

de sus títulos en los lugares donde ejercían, a fin de que se les guardaran sus

fueros y se castigara a quienes contravinieran esa disposición.

Falleció en esa ciudad el 10 de abril de 1833, víctima de la epidemia de cólera

morbo que azotó ese año a La Habana y sus alrededores.

BIBLIOGRAFÍA

Archivo Central de la Universidad de La Habana. Expediente 14,437/804.

Archivo de la Parroquia de Nuestra Señora de la Asunción. Libro 12, folio 116, número

363.

Cowley RA. Breves noticias sobre la enseñanza de la Medicina en la Real y Pontificia

Universidad del Máximo Doctor S. Jerónimo. Habana: Imprenta y Librería de A. Pego;

1876. p. 211-212, 338.

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Page 87: Precursores de la docencia médica en Cuba

DR. FRANCISCO IGNACIO DE SORIA QUIÑONES (1742-1815)Nació en Santiago de Cuba en 1742. Se trasladó a La Habana con el fin de

estudiar la carrera de Medicina y, cuando en 1762 tuvo lugar la toma de la ciudad

por los ingleses, se ofreció como voluntario para colaborar en la atención a los

heridos en el Castillo del Morro.

Una vez terminada la contienda, continuó los estudios en la Universidad

Pontificia, donde se graduó de Bachiller en Medicina el 26 de marzo de 1764.

Entre 1765 y 1766 sustituyó al doctor Domingo Arango y Prado Marocho en la

cátedra de Prima (Fisiología). Realizó la práctica médica en el Hospital Militar de

San Ambrosio y fue examinado y aprobado por el Protomedicato en 1766. Ese año

regresó a su ciudad natal, donde ejerció como único médico y como Fiscal del

Protomedicato.

El Gobernador y Capitán de Guerra de Santiago de Cuba elevó al Rey un escrito

con fecha 19 de abril de 1788, en el que recomendó se le concedieran a de Soria

honores de Protomédico del Tribunal en toda la isla de Cuba, con opción de

ocupar la primera plaza que quedara vacante en éste. El Rey le confirió el título de

Protomédico Honorario de La Habana el 8 de agosto de 1890, pero no lo autorizó a

ocupar plazas vacantes, porque ello perjudicaba los derechos concedidos a los

doctores Roque J. Oyarvide San Martín y Lorenzo Hernández Marrero.

En 1806 se presentó como opositor a la cátedra de Prima (Fisiología) y fue

aprobado, aunque se afirma que pudo lograrlo más por sus relaciones con los

integrantes del Tribunal que por los conocimientos que demostró, aun cuando

tenía reputación y buena clientela como facultativo. Tomó posesión de la cátedra el

27 de julio de 1806 a una edad poco a propósito para comenzar a dedicarse a la

enseñanza. Contaba entonces 65 años y sus conocimientos se resentían, más en

una materia como la Fisiología en la que se habían logrado tantos progresos al

momento de él asumirla. La tesis que sostuvo al efecto con el título «Corpus

humanus tantun nutritur a succo nerveo» representaba un atraso tal en esa

materia, que abarcaba varias décadas. Por su condición de catedrático hizo uso de

su derecho a que se le confirieran de oficio los grados de Licenciado y de Doctor

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en Medicina. El primero se le otorgó el 15 de marzo y el segundo el 27 de julio del

año siguiente.

De Soria practicó también la Cirugía en el Hospital de San Francisco de Paula y

logró el título de Cirujano Latino el 21 de junio de 1811. En 1812 realizó en

colaboración con el doctor Agustín F. Rodríguez experimentos con las píldoras del

doctor Ugarte en los enfermos de fiebre amarilla, disentería y vómito. Ese mismo

año publicó también un informe sobre el vómito negro, al que denominó fiebre

atrabiliaria maligna contagiosa-epidémica.

Estuvo casado cuatro veces y falleció en La Habana, a los 73 años de edad, el 4

de septiembre de 1815.

BIBLIOGRAFÍA

Archivo Central de la Universidad de La Habana. Libro Primero de Doctores, folio 126.

Archivo de la Parroquia del Santo Ángel. Libro 6 de defunciones, folios 5v-6.

Cowley RA. Breves noticias sobre la enseñanza de la Medicina en la Real y Pontificia

Universidad del Máximo Doctor S. Jerónimo. Habana: Imprenta y Librería de A. Pego;

1876. p. 141, 331.

López Sánchez J. Biografías de médicos y cirujanos. En: Cuba. Medicina y civilización.

Siglos XVII y XVIII. La Habana: Editorial Científico-Técnica, 1997. p. 297-298.

DR. JOSÉ ANTONIO BERNAL MUÑOZ (1775-1853) Uno de los médicos de origen extranjero que ejerció en La Habana durante la

primera mitad del siglo XIX y que figura en la relación de los precursores de la

docencia médica en Cuba fue José Antonio Bernal Muñoz, nacido en Santiago de

los Caballeros, isla de Santo Domingo, el 6 de agosto de 1775. Hijo de Félix Bernal

y de María Muñoz, se graduó de Bachiller en Artes y en Medicina en la Imperial y

Pontificia Universidad del Angélico Dr. Santo Tomás de Aquino en su tierra natal.

El primer título lo obtuvo el 19 de agosto de 1794 y el segundo el 27 de julio de

1795.

Viajó a Cuba aproximadamente en 1797, pues consta que ese año solicitó la

incorporación de sus títulos en la Real y Pontificia Universidad de San Jerónimo de

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La Habana. Después de hacer la práctica médica con el doctor José Pérez

Bohorques entre 1797 y 1799, fue a residir a la villa de San Juan de Jaruco, donde

actuó como vacunador. A su regreso a La Habana en 1806, optó por la cátedra de

Anatomía, vacante por renuncia del doctor Fernando J. Viamonte González, quien

la desempeñaba desde 1801. Él fue el único concursante luego de impugnar al

bachiller Marcos Sánchez Rubio y Hurtado de Mendoza, excluido del concurso por

no haber cumplido su término de intersticios señalado en las Constituciones. Tomó

posesión de la cátedra el 9 de julio de 1806. Por haberla obtenido por oposición, se

le otorgaron, como era ley en esa época y por los Estatutos de la Universidad, los

títulos de Licenciado y de Doctor en Medicina, recibidos respectivamente el 19 y el

25 de julio.

La deficiencia y casi esterilidad con que se explicaba entonces la asignatura de

Anatomía en la Universidad, tan importante en la carrera médica, chocaban con la

sagacidad de Bernal, a quien no escapaban las dificultades insuperables que se le

presentarían al desempeñarla en tan desfavorables condiciones. Por otra parte,

esta materia era poco pretendida y por regla general se usaba como vehículo para

obtener los grados mayores de Licenciado y Doctor. Él mismo trató de alcanzarlos

con el fin de escalar más tarde posiciones en el Protomedicato y ventajas para la

práctica privada de la Medicina. Por ello, convencido de que lejos de lograr alguna

gloria podía tener más bien algún perjuicio de permanecer al frente de la cátedra,

siguió el ejemplo de algunos de los que la habían regenteado antes y la renunció el

11 de enero de 1809, antes de cumplir los tres años de haberla asumido.

A pesar de la renuncia, se mantuvo en el claustro y su presencia en él no dejó de

reportar algunos beneficios y prerrogativas a su facultad. Gracias a su protesta en

claustro celebrado el 6 de noviembre de 1822, se logró que en el que tuvo lugar el

4 de febrero de 1836 se leyera una Real Cédula, en la cual se declaraba por Su

Majestad que los graduados en Medicina y Filosofía debían ocupar los asientos

que por rigurosa antigüedad les correspondía. Esa medida contrastaba con la

creencia muy arraigada entre los religiosos de que las Universidades se creaban

para elevar unas ciencias y deprimir otras.

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El 20 de mayo de 1811 el Consejo de Regencia designó a Bernal Segundo Fiscal

del Tribunal del Protomedicato. Al fallecimiento del Protomédico Segundo Roque

J. Oyarvide San Martín, el Capitán General José Cienfuegos y Jovellanos ascendió

a esta plaza al doctor Lorenzo Hernández Marrero y a la de Protomédico Tercero

al doctor Juan Pérez Delgado, quien hasta entonces fungía como Primer Fiscal.

Bernal pasó entonces a ocupar la vacante dejada por Pérez Delgado.

En 1814 se trasladó a la isla de Santo Domingo y se dice incluso que fue Rector

de la Universidad dominicana entre 1815 y 1816. Tras su regreso a Cuba, se le

designó Protomédico Tercero el 14 de abril de 1825. Desde entonces se consagró

al ejercicio privado, aunque sin desatender sus deberes con el Protomedicato.

Estableció buenas relaciones con familias de la aristocracia, criollos ricos y figuras

prominentes de la administración colonial. Gozó siempre del apoyo y los privilegios

que le concedía el Gobernador. En 1833 fue nombrado Protomédico Regente, con

lo cual logró su más ansiado galardón que poco pudo disfrutar, pues a los pocos

meses de tomar posesión como tal fue extinguido el Protomedicato.

Bernal ocupó otros cargos médicos importantes, como el de cirujano del Hospital

de Paula para mujeres y del Hospital de la Marina. Fue además Vocal de la Junta

Superior de Estudios de la Sanidad y Caridad e integró la Sociedad Económica de

Amigos del País. En su gestión en el Protomedicato tuvo a su favor la campaña

que puso en práctica contra los charlatanes e intrusos de la profesión; además de

su exigencia de que se les otorgara a los médicos los mismos derechos que a los

demás profesionales universitarios, que disfrutaban de privilegios especiales en

virtud de su dignidad.

Tiempo antes de su muerte comenzó a perder la capacidad de la visión, hasta

quedar completamente ciego. En su testamento no hizo constar sus bienes de

fortuna, pero sí que poseía gran número de esclavos, los cuales distribuyó entre

sus hijos, con la excepción del que lo atendía personalmente a quien le concedió la

libertad. Falleció en La Habana el 14 de noviembre de 1853.

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Precursores de la docencia médica en Cuba / José Antonio López Espinosa

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BIBLIOGRAFÍA

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Bernal Muñoz J. Discurso en la toma de posesión del cargo como Protomédico Regente.

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Calcagno F. Diccionario Biográfico Cubano. New York: Imprenta y Librería de Ponce de

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1876. p. 170-171, 261.

Dr. José Antonio Bernal. La Clase Médica. 1909;3:6-8.

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T4. Santo Domingo: Ediciones de la Universidad Central del Este; 1984. p. 296-299.

Nombramiento. El doctor José Antonio Bernal Muñoz nombrado Fiscal del Real

Protomedicato. Diario del Gobierno de la Habana 1819;(9):3.

DR. MARCOS SÁNCHEZ RUBIO HURTADO DE MENDOZA (¿-1836)Aunque no nació en Cuba, Marcos Sánchez Rubio y Hurtado de Mendoza fue

como médico y hombre de ciencia hijo de ella, a donde llegó muy joven y adquirió

la profesión que ejerció hasta su muerte. Natural de la villa de Moratalla en Murcia,

España, estudió Artes entre 1787 y 1790 en el Convento de Nuestra Señora de las

Huertas, extramuros de la ciudad de Lorca, con el fraile Leonardo Borja. En

certificación expedida por el Protomédico Matías Cantos dice que "practicó la

facultad de cirugía y álgebra desde noviembre de 1790 hasta diciembre de 1793

en la ciudad de Motril, Cartagena, y en los buques en que ha estado enrolado junto

a su maestro, el cirujano Manuel Morón".

En uno de estos viajes desembarcó en Veracruz, donde residió por algún tiempo

hasta su traslado a La Habana en 1795. Solicitó al Protomedicato su incorporación

como cirujano y, tras el examen con Miguel Suárez, fue aprobado y admitido como

tal el 5 de enero de 1796. Luego convalidó sus estudios de Filosofía y obtuvo el

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grado de Bachiller en Artes el 12 de agosto de 1802. Matriculó la carrera médica

en la Universidad de La Habana y recibió el título de Bachiller el 26 de marzo de

1805. Hizo sus prácticas con el doctor José de la Cruz Caro Pereira y en 1807 fue

autorizado al ejercicio de la profesión.

Declarada vacante la cátedra de Anatomía de la Universidad en 1806, se

presentó como opositor a ella, pero tuvo que separarse a instancias de su opositor

José Antonio Bernal Muñoz, quien alegó le faltaba el intersticio de dos años

exigido por el Reglamento para poder aspirar a cátedras luego de obtenido el título

de Bachiller. No obstante, por renuncia del doctor Roque J. Oyarvide San Martín,

quedó vacante al año siguiente la cátedra de Methodus medendi (Terapéutica). Se

presentó como aspirante y en esa ocasión mereció la aprobación del Tribunal.

Tomó posesión de la cátedra el 28 de marzo de 1807 y, a título de catedrático, se

le confirieron los grados de Licenciado y de Doctor en Medicina el 7 de abril de ese

año. Con anterioridad se había desempeñado como sustituto de la cátedra de

Vísperas de 1805 a 1806 e interino de la de Terapéutica en 1806.

Amante como era del estudio de las ciencias naturales, fue algo natural que

encontrara en las lecciones de materia médica una oportunidad para explayarlas y

comprobar su utilidad. Y por ese mismo entusiasmo por las ciencias naturales, se

dedicó a ellas con especial predilección. Fue también un entusiasta vacunador

contra la viruela, a partir de la introducción de este método preservativo por el

doctor Tomás Romay Chacón, quien mucho le elogiara por su constancia en esta

acción. Fue miembro de la Junta Central de Vacuna, en la que laboró de manera

incansable hasta 1810.

En 1814 publicó un Tratado sobre la fiebre biliosa (fiebre amarilla), donde se

adscribió a las tendencias anticontagionistas la época, en particular a las climático

médicas. Sus observaciones en esta obra lo situaron junto a Antonio Robredo y

Miguel Arambarri como iniciador de los estudios sistemáticos de la Climatología y

la Meteorología, si bien su contribución más novedosa fue la importancia que

atribuyó al síntoma fiebre; su preocupación por tratar de explicarla y su interés por

la termometría, a la que en Europa se le daba sólo un valor clínico. Él incorporó el

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termómetro a las afecciones de carácter epidémico, valoró la relación temperatura-

pulso y estableció la temperatura máxima resistible por el ser humano.

Sánchez Rubio fue un buen clínico, porque era un gran observador. Para él

estudiar era un placer. Se ha dicho que en virtud de ello abusó de su potencia

intelectual, por lo que perdió más tarde la razón y falleció demente en el año 1836

en una finca situada en la jurisdicción de Santiago de las Vegas.

BIBLIOGRAFÍA

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Calcagno F. Diccionario Biográfico Cubano. New York: Imprenta y Librería de Ponce de

León; 1878. p. 558.

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Havana: Imprenta de la Capitanía General; 1805. p. 20-21.

Sánchez Rubio M. Tratado sobre la fiebre biliosa y otras enfermedades. Habana: Imprenta

del Comercio; 1814.

DR. NICOLÁS VICENTE DEL VALLE RAMÍREZ (¿-1859) Hijo del que fuera Protomédico y catedrático de Vísperas (Patología) entre 1775

y 1781, el doctor Nicolás M. del Valle y de la Vega, y de María Dolores Ramírez,

nació en La Habana entre 1785 y 1790. Luego de graduarse de Bachiller en Artes

el 8 de abril de 1803, comenzó los estudios médicos hasta el 1ro. de julio de 1806,

fecha en la que obtuvo el grado de Bachiller en Medicina. Realizó los dos años de

práctica con el doctor Tomás Romay Chacón hasta el 18 de julio de 1808. Cinco

días después fue aprobado por el Tribunal del Protomedicato en el examen que

hizo en el Hospital de San Francisco de Paula con el doctor Juan Pérez Delgado.

Los tres casos que le tocaron para demostrar sus aptitudes fue uno de infección

del lagrimal, otro de hidrosis ascitis incipiente y el último de fiebre tísica.

Al renunciar el doctor Bernabé José Vargas Díaz a la cátedra de Vísperas, se

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presentó como aspirante sin opositor. A ese efecto sostuvo la lección «Causa

materiali ex qua intrinsese considerata internas que intemperierum sunt fluide qui

in corpore insunt». La exposición de esta tesis de etiología mereció que el jurado,

integrado por el Decano José Julián de Ayala González y los doctores Tomás

Romay Chacón, Agustín Florencio Rodríguez Bedía, Francisco Ignacio de Soria

Quiñones, José Antonio Bernal Muñoz y Marcos Sánchez Rubio, lo aprobaran de

manera unánime. Tomó posesión de la cátedra el 22 de diciembre de 1808 y a

título de catedrático recibió los grados de Licenciado y Doctor el 9 y el 11 de junio

de 1809, respectivamente.

De lo que representó su paso por la cátedra para el progreso de la docencia, no

se han encontrado datos que puedan servir de indicios de alguna contribución

importante. Después de vencido su sexenio en 1814, no se presentó por segunda

vez a optar por la cátedra. En 1811 había sido nombrado por el Protomedicato

Segundo Fiscal auxiliar, pero este nombramiento fue anulado y el Consejo de

Regencia designó en su lugar al doctor José Antonio Bernal. En 1819 solicitó de

nuevo la plaza de Segundo Fiscal, que había sido suprimida al ratificarse a Bernal

como Primero, pero tampoco le fue conferida. En definitiva asumió el cargo de

Fiscal del Protomedicato en 1833, cuando Bernal era su Regente.

En 1835 y 1849 aparecieron sendos prospectos que anunciaban la publicación

de una Memoria u observaciones sobre el cólera morbo y su curación escrita por

él, pero parece no haberse realizado, pues hasta ahora no se ha visto ningún

ejemplar impreso de ese documento.

Estuvo casado con María Dolores Martínez, natural de Remedios, y uno de sus

hijos fue también médico. Falleció en La Habana el 18 de octubre de 1859.

BIBLIOGRAFÍA

Archivo Central de la Universidad de La Habana. Expediente 14,382/806.

Archivo de la Catedral de La Habana. Libro 8 de defunciones, folio 194, número 485.

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Torriente Brau Z de la, López Sánchez J. Bibliografía Científica Cubana (1790-1848). La

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Trelles CM. Biblioteca Científica Cubana. T2. Matanzas: Imprenta de Juan F. Oliver; 1919.

p. 216.

DR. PEDRO J. ANDREU ZAMORA (1785-1859) Nació en La Habana el 20 de junio de 1785. Hijo de Pedro Andreu, natural de

Hoyosa, Valencia, España, y de Rafaela Zamora, de Guanabacoa. A los 16 años

de edad ingresó en el Convento de San Juan de Letrán, donde estudió Filosofía

con los profesores fray Agustín Roy y el doctor Juan Rafael Santos, y donde se

graduó de Bachiller en Artes el 25 de julio de 1805. Un año antes de graduarse en

ese Convento había empezado los estudios médicos. Obtuvo el grado de Bachiller

en Medicina el 25 de abril de 1807. Cumplió el período de prácticas desde 1807

hasta 1809 con los doctores Francisco Ignacio de Soria Quiñones y Juan Pérez

Delgado y fue aceptado al ejercicio de la profesión el 25 de marzo de 1809 por los

Protomédicos Nicolás del Valle de la Vega y Roque J. Oyarvide San Martín.

A principios de 1810 se presentó como opositor a la cátedra de Anatomía por

renuncia de su titular, el doctor José A. Bernal Muñoz. Según Cowley, dio este

paso "más incitado por sus hermanos fray Antonio y fray Mateo, que impulsado por

sus deseos". Fijados el día y la hora para la lectura de su lección, sostuvo «Vera,

certa qui est sanguinis circulatio in corpore humano». Esa cuestión que no

constituyó contribución alguna, pues no era más que un remedo de lo demostrado

desde 1628 por Harvey, le dio acceso al profesorado al obtener los votos del

Jurado, compuesto por el Protomédico Primero Nicolás del Valle y los conjueces

Antonio Machado, Roque J. Oyarvide, Francisco I. de Soria y José A. Bernal.

Así, desde el 2 de febrero de 1810 en que tomó posesión de la cátedra, Andreu

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regenteó durante seis años una asignatura que le era prácticamente desconocida,

tanto en lo referente a su magnitud como a su importancia. En realidad, cumplió el

sexenio reglamentario sin renunciar a ella, ante la necesidad de que se impartiera

en la Universidad Pontificia, porque por falta de profesores había cerrado la que

había sido inaugurada por el licenciado Francisco Xavier Córdova en el Hospital

Militar de San Ambrosio. Por su condición de catedrático, se le confirió el grado de

Licenciado en Medicina el 14 de abril de 1810 y el de Doctor el 23 del mismo mes

y año. El 9 de septiembre de 1812 comenzó a ejercer el cargo de Tesorero de la

Universidad, el cual desempeñó durante cinco años con absoluta probidad.

Después de practicar la cirugía el tiempo reglamentario, hasta el 2 de enero de

1813 en el Hospital de San Ambrosio con el licenciado Joaquín Muñoz, solicitó al

Protomedicato lo convalidara como cirujano latino. Examinado por el licenciado

Marcos Sánchez Rubio, fue aprobado como tal el 8 de enero de 1813.

Sus hermanos fray Antonio y fray Mateo fueron destacadas personalidades

religiosas y catedráticos de Sagrados Cánones. El primero llegó a ser Rector

cancelario. Él fue médico del Hospital Militar de San Ambrosio, socio de número de

la Sociedad Económica de Amigos del País y, aunque ejerció la profesión médica

por más de 50 años, no dejó huella de alguna acción destacada en su trabajo.

Casado con María Belén Soler, murió en La Habana el 10 de diciembre de 1859.

BIBLIOGRAFÍA

Archivo de la Catedral de La Habana. Libro 15 de bautismos, folio 135, número 503.

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DR. ANTONIO VIERA INFANTE (1784-1834)Nació en La Habana el 13 de noviembre de 1784; hijo de Manuel Vicente y de

María Josefa. Comenzó a estudiar Filosofía en 1801 en el Colegio Seminario de

San Carlos, donde tuvo como profesores al padre José Agustín Caballero y al

doctor Rafael de los Santos. Finalizados estos estudios, empezó el Bachillerato en

Sagrados Cánones, que abandonó, después de vencer los cursos de 1803 y 1804,

para iniciar la carrera de Medicina. Se graduó de Bachiller en Artes el 16 de abril

de 1806 y en Medicina el 21 de marzo de 1807. Sus jueces sinodales fueron los

doctores Nicolás del Valle, José de Jesús Méndez, José Pérez Bohorques, José

Antonio Bernal y Francisco Ignacio de Soria y los bachilleres Ambrosio de Aragón,

Marcos Sánchez Rubio y José M. Leyba. Realizó su práctica con el Protomédico

doctor José Caro y, al fallecimiento de éste, la continuó con el doctor José Pérez

Bohorques. Fue examinado y aprobado por el Protomedicato el 13 de marzo de

1809. Se ocupó también de la Cirugía, cuya práctica llevó a cabo desde 1806

hasta 1811 en el Hospital San Francisco de Paula con el doctor José A. Bernal.

Obtuvo el título de cirujano latino el 5 de marzo de 1811.

Según Cowley, Viera fue el caso de un médico sin vocación profesional, pues en

todos los actos de su vida predominaba un afán desmedido de lucrar por medio de

los negocios. Los títulos y honores que recibió eran medios de que se valía para

satisfacer su extraordinaria ambición, lo que explica su aspiración al Rectorado en

1823 y su interés por graduarse de Doctor en Jurisprudencia. Fue catedrático

vitalicio de Prima, asignatura que asumió por primera vez el 24 de marzo de 1812

como único opositor. Alcanzó los grados de Licenciado y de Doctor en Medicina el

30 de septiembre siguiente. En su segunda oposición tuvo como contendientes a

los bachilleres José J. Navarro, Bernardo J. Riesgo y Francisco Sandoval. Esa vez

tomó posesión de la cátedra el 27 de abril de 1818. En 1824 volvió a concursar, en

esa ocasión sin opositores al igual que en la primera.

Los 22 años que se mantuvo como titular de la cátedra de Prima significaron una

rémora para el avance de los conocimientos fisiológicos, pues realmente ignoraba

los trabajos experimentales de esta ciencia básica de la Medicina y se mostraba

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renuente a aceptar o a introducir cualquier nueva teoría. Esto daba lugar a serias

contradicciones con sus alumnos, sobre todo con los que procedían del Seminario

de San Carlos, quienes habían recibido conocimientos de una Filosofía opuesta al

escolasticismo, que entonces imperaba en la Universidad Pontificia. De otra parte,

entraba también en contradicción con la enseñanza de las otras cátedras en la

misma Facultad, como la de Agustín Encinoso de Abreu en Patología, Ángel J.

Cowley en Terapéutica y Nicolás J. Gutiérrez en Anatomía, con independencia de

la incongruencia que significaba el latín por él mantenido, lengua que chocaba con

el español ya predominante en el alto centro de estudios.

Nunca desistió de su propósito de graduarse de Bachiller en Sagrados Cánones,

cuyo título logró el 23 de junio de 1824. El de Doctor en Derecho Civil lo alcanzó el

27 de junio de 1825; recibió la borla por donación del licenciado Miguel Hernández

Aguilar, catedrático de Prima en Leyes, quien a su vez la había hecho de ella en

herencia de su padre.

En más de 12 ocasiones fue tesorero de la Universidad; Fiscal en 1813; Rector

en 1822; Conciliario en 1823; médico cirujano del Regimiento de Infantería de

Milicias; tercer Protomédico en 1833 y miembro de la Junta Superior de Sanidad.

Falleció en La Habana, el 29 de septiembre de 1834, víctima de la epidemia de

cólera morbo que desde el año anterior había azotado la ciudad.

BIBLIOGRAFÍA

Archivo Central de la Universidad de La Habana. Expediente 1,498/803.

Archivo Central de la Universidad de La Habana. Libro Primero de Doctores, folio 138v.

Archivo de la Parroquia del Santo Cristo. Libro 12 de bautismos, folio 155, número 621.

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Torriente Brau Z de la, López Sánchez J. Bibliografía Científica Cubana (1790-1848). La

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DR. SIMÓN J. VICENTE DE HEVIA RODRÍGUEZ (1788-1849) Nació en La Habana el 27 de octubre de 1788. Hijo de Francisco de Hevia,

Primer Piloto de la Real Armada y natural de la villa de Graña, en Galicia, y de

Bárbara Josefa Rodríguez, de La Habana. Empezó a estudiar Filosofía en 1803 en

el Colegio Seminario de San Carlos, donde tuvo como profesores a José Agustín

Caballero, José R. de los Santos, Remigio Cernada y José Bernardo O'Gavan.

Obtuvo el grado de Bachiller en Artes ante un Tribunal integrado por fray José M.

Espinosa, Dámaso Inestrosa y Francisco Ignacio de Soria. Continuó la carrera de

Medicina con los catedráticos Francisco I. de Soria en Prima; Marcos Sánchez

Rubio, José María Leyba y Nicolás Vicente del Valle en Vísperas; José Antonio

Bernal en Anatomía y Marcos Sánchez Rubio en Methodus Medendi. Se graduó de

Bachiller en Medicina el 1ro. de junio de 1809 con los examinadores Tomás

Romay, José Pérez Bohorques, José Liberato García, fray Manuel Casaverde,

Francisco I. de Soria, Nicolás V. del Valle y José A. Bernal.

Según Cowley realizó sus prácticas con el doctor Andrés Terriles y el licenciado

Alonso F. Romero. Sin embargo, en su expediente consta solamente el certificado

expedido por el doctor José A. Bernal, donde quedó registrado que de 1805 a 1810

practicó con él la Cirugía y desde 1809 hasta 1811 la Medicina. Alcanzó la

categoría de cirujano latino el 19 de diciembre de 1810 y su título aparece firmado

por los doctores Nicolás V. del Valle y Roque J. Oyarvide. Fue convalidado como

tal por el Protomedicato el 20 de febrero de 1811. Con ese motivo presentó una

certificación de Tomás Romay quien, como sinodal en su examen de Bachillerato,

acreditó su capacidad médica, su buena educación y su honorable conducta.

En 1813 fue designado médico del Regimiento de Infantería de las Milicias

Disciplinadas de la plaza de La Habana. Al declararse vacante la cátedra de

Methodus Medendi en 1813, aspiró a ella y la obtuvo con una tesis derivada de los

aforismos de Hipócrates, cuyo título se traduce así: «Desde el punto de vista

médico no hay definición completa y exacta de lo que es y significa la fiebre».

Aunque esa tesis trataba más de una cuestión de patología que de terapéutica, no

se puede juzgar como una elección impropia, pues los opositores debían abordar

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los temas, según los puntos que le tocasen en suerte. En estas oposiciones actuó

como Juez el doctor Tomás Romay y como miembros del Tribunal el Pro Decano

José de J. Méndez y los también doctores Marcos Sánchez Rubio, Pedro Andreu,

Antonio Viera y Nicolás V. del Valle. Tomó posesión de la cátedra el 14 de abril de

1813 y bajo su regencia la asignatura experimentó notables progresos. A título de

catedrático, obtuvo el grado de Licenciado en Medicina el 16 de octubre de 1813 y,

al día siguiente, el de Doctor. Este último lo recibió de manos del Pro Decano José

de J. Méndez. Sus argumentales fueron los doctores Francisco I. de Soria y

Marcos Sánchez Rubio.

En sesión del claustro celebrada el 9 de febrero de 1822, fecha enmarcada en el

breve período constitucional que disfrutó la isla, propuso que ese cuerpo docente

se reuniera una vez por semana hasta tanto se reorganizara la Universidad "con la

perfección de que era susceptible". Su moción, que fue aceptada, significó un

ataque a los privilegios eclesiásticos y de la corona en la regencia de la institución.

Sin embargo, el intento de promoverla quedó frustrado con la abrogación de la

Constitución y el restablecimiento de la monarquía absoluta.

Su impugnación al doctor José A. Bernal sobre las propiedades de la píldora de

Ugarte, dio lugar a una controversia importante en la historia médica. Produjo un

documento revelador de una ética profesional y científica acorde con los progresos

alcanzados en su época y, tras exponer y razonar críticamente las principales

teorías en boga, se pronunció en contra del dogmatismo de los sistemas y se

declaró empirista y ecléctico.

Acerca del doctor Hevia refirió Cowley que, además de buen médico, era de un

carácter afable y jovial. Aunque son escasos los escritos que dejó representativos

de sus conocimientos y dedicación a la Medicina, se debe considerar que junto a él

se formaron médicos de tanta valía y reputación como los doctores Agustín

Encinoso de Abreu y Fernando González del Valle.

Hasta 1833 fue Secretario de la Junta de Sanidad. También fue Fiscal y tercer

Protomédico, Médico Honorario de la Real Familia y Tercer Vocal de la Junta

Superior Gubernativa de Medicina y Cirugía.

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El 1ro. de agosto de 1814 se había casado con María Josefa López Rubio, de la

que enviudó. El 15 de mayo de 1819 contrajo segundas nupcias, esa vez con

María Asunción, la hermana de su primera esposa. Falleció en La Habana el 10 de

noviembre de 1849. Un año antes, el 30 de marzo de 1848, había testado ante

Pedro Vidal Rodríguez.

BIBLIOGRAFÍA

Archivo Central de la Universidad de La Habana. Expediente 6,624/810.

Archivo Central de la Universidad de La Habana. Libro Primero de Doctores, folio 142v.

Archivo de la Parroquia del Santo Ángel. Libro 6 de bautismos, folio 201, número 2.

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1876. p. 226-227, 295-315.

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Habana: Editorial Academia; 1979. p. 88, 123, 126.

Trelles CM. Biblioteca Científica Cubana. Matanzas: Imprenta de Juan F. Oliver, 1919. p.

79, 171.

DR. PABLO JOSÉ MARÍN PEGUDO (1788-1846) Hijo de Francisco Xavier Marín y María de Paula Pegudo, nació en La Habana el

13 de diciembre de 1788. Comenzó sus estudios en el Convento de San Juan de

Letrán con fray José María Espinosa, Remigio Cernada y Fernando Seydel. Se

graduó de Bachiller en Artes el 12 de septiembre de 1808. Luego matriculó la

carrera de medicina en la Universidad Pontificia, donde estudió Prima con

Francisco Ignacio de Soria; Patología con Nicolás V. del Valle; Anatomía con José

A. Bernal y Methodus Medendi con Marcos Sánchez Rubio. El 10 de noviembre de

1812 obtuvo el grado de Bachiller en Medicina y el 2 de septiembre de 1813 recibió

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el título de Cirujano latino, después de acreditar una práctica de 1809 a 1812 -que

simultaneaba con sus estudios médicos- en el Hospital de San Francisco de Paula

con el doctor José A. Bernal. Recibido como médico ante el Protomedicato en

1814, se presentó ese mismo año como único opositor a la cátedra de Vísperas. El

título de la lección que dedujo al afecto fue «Omnes morbi a replectione vel

inactione proveniunt, id est vigore vel debilitate».

Según Cowley, el doctor Marín fue educado en la época de mayor apogeo del

origen dualista de las enfermedades y su proposición en los actos de prueba de la

oposición tenía que ser en ese sentido. Aprobado por el Tribunal, integrado por los

doctores Nicolás V. del Valle, Pedro Andreu, Tomás Romay, José de J. Méndez,

Antonio Viera y Simón V. de Hevia, tomó posesión de la cátedra el 28 de febrero

de 1815. A título de catedrático, alcanzó el grado de Licenciado en Medicina el 6

de marzo de 1815 y el de Doctor el 22 de agosto siguiente. Sus argumentales

fueron los doctores José A. Bernal y Antonio Viera.

El doctor Marín se dedicó con preferencia al ejercicio práctico de su profesión.

Como tenía muy buena reputación, reunió una buena clientela y ello le llegó a

causar dificultades para atender debidamente la cátedra. Eso hizo que renunciara

a ella el 26 de marzo de 1820. Su prestigio como médico fue reconocido por el

doctor Nicolás J. Gutiérrez, Presidente de la Real Academia de Ciencias Médicas,

Físicas y Naturales de La Habana quien, en el discurso que pronunció en sesión

solemne celebrada en esa corporación el 19 de marzo de 1873, dijo al hacer

referencia a él: "...Fue uno de los que por su propio genio consiguió levantarse una

reputación profesional en medio de las circunstancias tan desfavorables de su

época".

En su tiempo fue uno de los médicos que recibió más muestras de gratitud

pública, las cuales aparecían con frecuencia en la prensa escrita, principalmente

en el Diario de la Habana. A pesar de su gran fama de buen médico, no dejó nada

escrito, ni siquiera una simple observación. Fue médico militar del Batallón Isabel

II. Falleció soltero el 11 de abril de1846. Había testado ante el escribano Vicente

Rodríguez.

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Page 103: Precursores de la docencia médica en Cuba

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3,018.

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Rosaín D. Necrópolis de la Habana. Historia de los cementerios de esta ciudad. Habana:

Imprenta "El Trabajo"; 1875. p. 369.

DR. ANTONIO MACHADO BORREGO (1774-1844) Nació en La Habana el 12 de diciembre de 1774. Comenzó sus estudios en 1788

en el Convento de San Juan de Letrán con el lector fray Fernando José de Arce.

Allí fue alumno del doctor Tomás Romay en Texto aristotélico. Se graduó de

Bachiller en Medicina en 1795. No se ha hallado información sobre sus intersticios

y examen ante el Protomedicato. Hay una referencia de que en un lapso de "20

años permaneció en el monte", de lo que se infiere que ejerció en algún lugar del

interior del país.

Al cumplir el doctor Pedro Andreu su sexenio como catedrático de Anatomía, se

presentó como opositor con el cirujano latino José Govín. Con tres votos a favor y

dos en contra, se le concedió la cátedra, la cual asumió el 30 de febrero de 1816.

El 17 de mayo obtuvo el grado de Licenciado en Medicina y dos días después el

de Doctor, en un acto en el que los doctores Tomás Romay y Lorenzo Hernández

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actuaron como argumentadores.

Cuando el profesor Eusebio Valli llegó a La Habana para realizar investigaciones

sobre la fiebre amarilla, el Protomedicato designó a los doctores Tomás Romay y

Antonio Machado para que le acompañaran. Este último fue médico de asistencia

en la enfermedad que llevó a aquél a la muerte. Sus actos posteriores hicieron

presumir que estaba ya cansado de su practica, o bien que no tenía interés alguno

por la profesión, pues tan pronto se le dio una oportunidad renunció a la cátedra.

Dicha acción coincidió con la asunción del cargo de la enseñanza de la Anatomía

práctica por el doctor José Tasso en el Hospital de San Ambrosio. Desde el año

anterior a su renuncia, había comenzado a estudiar en la Facultad de Derecho

Civil, donde se graduó de Bachiller en Leyes el 31 de marzo de 1821.

Había fungido como Fiscal del Protomedicato en varios pueblos limítrofes de La

Habana como El Cano, Guatao, y El Wajay. Falleció en 1844.

BIBLIOGRAFÍA

Archivo Central de la Universidad de La Habana. Expediente 7,760/793.

Cowley RA. Breves noticias sobre la enseñanza de la Medicina en la Real y Pontificia

Universidad del Máximo Doctor S. Jerónimo. Habana: Imprenta y librería de A. Pego,

1876. p. 172-173, 321.

DR. FRANCISCO SANDOVAL INFANTE (1787-1839) Nació en La Habana el 24 de noviembre de 1787, de la pareja formada por José

Sandoval y María Encarnación Infante. Empezó a estudiar Filosofía en 1802 en el

Convento de San Juan de Letrán, donde tuvo como profesores a fray Vicente

Lema y al doctor José R. de los Santos. Se graduó de Bachiller en Artes el 13 de

noviembre de 1806 ante un tribunal compuesto por fray Dámaso de Inestrosa,

Marcos Sánchez Rubio y Fernando Seydel. Enseguida empezó la carrera de

Medicina, en la que cursó Prima con los catedráticos Felipe S. de Moya, Manuel

Bustillos y Francisco I. de Soria; Vísperas con Marcos Sánchez Rubio, quien

también le impartió Methodus Medendi, Bernabé Vargas y José María Leiba; y

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Anatomía con José A. Bernal. Mientras realizaba estos estudios, hizo también los

de Cirugía entre 1804 y 1809 con el doctor José A. Bernal en el Hospital de San

Francisco de Paula. El 4 de julio de 1809 se le expidió el título de Cirujano latino.

El 18 de febrero de 1811 se graduó de Bachiller en Medicina ante los sinodales

Manuel Quesada, Nicolás V. del Valle, Francisco I. de Soria, Marcos Sánchez

Rubio, Pedro Andreu, Antonio Viera y Simón V. de Hevia. Realizó los intersticios

con el doctor José A. Bernal desde septiembre de 1808 hasta abril de 1809 y con

el doctor Diego V. Silveira en Alquízar desde el 12 de abril de 1809 hasta el 27 de

noviembre de 1810. Se recibió como médico ante el Protomedicato el 9 de marzo

de 1811.

En 1818 se presentó como opositor a la cátedra de Prima y, aunque no logró

obtenerla, resultó aprobado en sus ejercicios al efecto. Esto le sirvió de aval para

que se le otorgara el grado de Licenciado en Medicina el 18 de mayo del mismo

año y el de Doctor el 22 de agosto siguiente.

En 1819, cuando se fijaron los edictos para la cátedra de Methodus Medendi, se

presentó a concursar frente a otros dos opositores. Ésta sí le fue otorgada por

mayoría de votos y tomó posesión el 12 de junio de 1819. Aunque al cumplirse su

sexenio volvió a optar por la misma cátedra, se separó antes del acto de lectura e

igual hizo en las siguientes oposiciones de 1831.

Sandoval fue uno de los más entusiastas propagadores de la vacunación contra

la viruela y, durante la epidemia de cólera en 1833, dictaminó, en unión del doctor

Antonio del Noval, en contra de un medicamento conocido por el "específico de

Esponda", sobre el cual afirmó que su cualidad de contener las diarreas no tenía

significación alguna, por cuanto su aparición podía deberse a otras causas. El

Protomedicato suspendió la venta de ese medicamento, cuya aplicación se había

excedido, a pesar de que en un principio sólo se había autorizado ensayar bajo

estricto control en algunos enfermos.

Fue médico del Cuerpo de Dragones, Médico Primero del Hospital de San Juan

de Dios, Fiscal del Protomedicato en Alquízar y Vocal de la Junta Subalterna de

Vacuna. Falleció en La Habana en 1839.

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Diario de La Habana 1839;(342):2.

Dos amigos (seud). Necrología de D. Francisco Sandoval. Dr. en Medicina y Cirugía.

Diario de La Habana 1839;(355):2.

Torriente Brau Z. de la, López Sánchez J. Bibliografía Científica Cubana. La Habana:

Editorial Academia, 1979. p. 73, 99, 103, 122.

DR. BERNARDO JOSÉ DEL RIESGO CEPEDA (1786-1839) Nació en Sancti Spíritus el 23 de marzo de 1786. Se graduó de Bachiller en Artes

el 20 de junio de 1812 ante los jueces Remigio Cernada, Félix Varela y Pedro

Andreu. De inmediato comenzó los estudios médicos, en los que tuvo como

catedráticos a los doctores Antonio Viera en Prima; Nicolás V. del Valle y Pablo

Marín en Vísperas; Pedro Andreu en Anatomía y Simón V. de Hevia en Methodus

Medendi. A partir de 1815, todavía estudiante de Medicina, se desempeñó como

sustituto de la cátedra de Texto aristotélico. El 1ro. de febrero de 1816 se graduó

de Bachiller en Medicina ante un Tribunal integrado por el Pro Decano José de J.

Méndez y los doctores José A. Bernal, Marcos Sánchez Rubio, Pedro Andreu,

Antonio Viera, Simón V. de Hevia y Pablo Marín. El 1ro. de mayo de 1817 obtuvo

la categoría de cirujano latino, tras aprobar el examen que le hizo Sánchez Rubio.

Cumplió los dos años de práctica reglamentarios con los doctores José A. Bernal

y Simón V. de Hevia y fue admitido por el Protomedicato al ejercicio de la Medicina

el 25 de septiembre de 1818. Ese mismo año se presentó con tres oponentes más

como aspirante a la cátedra de Prima. Uno de los oponentes era el doctor Antonio

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Viera, quien había desempeñado la cátedra en el sexenio anterior. Los otros eran

el licenciado José Joaquín Navarro y el bachiller Francisco Sandoval. Riesgo

desarrolló la lección titulada «Omnes corporis functiones affinitatitubus

excrecentur». Aunque fue aprobado en sus ejercicios, la cátedra fue concedida al

doctor Viera.

En 1819 quedó vacante la cátedra de Terapéutica. Para ocuparla se presentaron

como opositores el doctor Francisco Sandoval y los bachilleres Ildefonso Sánchez

y Riesgo. Éste recusó a Antonio Viera como familiar de Sandoval, quien a su vez

recusó al doctor Hevia por amistad íntima con Riesgo. Por fin se constituyó el

Tribunal, que integraron el doctor Tomás Romay, como juez representante del Vice

Real Patrono, y los también doctores Sánchez Rubio y Pérez Delgado. Como

sinodales actuaron los doctores José Pérez Bohorques, Nicolás V. del Valle y

Simón V. de Hevia, quien manifestó, en réplica a Sandoval, "que tenía la suficiente

entereza para hacer todo lo que pudiera por amistad, menos injusticias". Riesgo

sostuvo como tesis «Medicamento agunt agendo vel minuedo sensibiliteten et

contra etilitatem». Según Cowley, Riesgo resolvió su tesis en armonía con las

doctrinas más modernas de aquellos tiempos, en los que se aceptaba que los

medicamentos podían bien aumentar o disminuir la sensibilidad y la contractilidad,

cualidades que se consideraban fundamentos del organismo humano. La cátedra

fue en definitiva adjudicada a Sandoval.

En 1820 se presentaron como aspirantes a la cátedra de Anatomía, además de

Riesgo, el Maestro en Artes y Bachiller en Medicina Ignacio V. de Ayala y el

también bachiller Ángel J. Cowley. En estas oposiciones Riesgo, luego de recusar

a varios jueces, protestó por haberse admitido a Cowley, a quien le faltaban unos

días para cumplir los dos años de graduado. El Rector accedió a su reclamación.

La tesis que sustentó en esa ocasión fue «Nervorum musculorunque actiones a

fluido galvánico, maxime adiuvantur quod fluidum non solum metallicus sed etiam

animali arcu devolvitur, inde, ed Galvani et Voltai opiniones placido sunt foedere

conniugenda».

Esta tesis, aunque no era de Anatomía, demostraba la experiencia que se le

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otorgaba a la experimentación y, además, que se conocían los puntos convertibles

de ambos investigadores acerca de la naturaleza del fenómeno que daba lugar a la

aplicación de la electricidad en el animal. Los jueces fueron los doctores del Valle,

como Asistente Real, Romay, Bernal, Andreu, Hevia y Machado, quienes votaron

de manera unánime por Riesgo. Éste tomo posesión de la cátedra el 29 de mayo

de 1820 y recibió los grados de Licenciado y Doctor en Medicina el 3 de junio de

ese año y el 21 de enero de 1821, respectivamente. Cumplido su sexenio, se

presentó de nuevo en opción a la misma cátedra. Sus oponentes esa vez fueron

los bachilleres Gabriel Morales y Nicolás J. Gutiérrez. Litigante contumaz, Riesgo

recusó a los jueces aun antes de haberse nombrado. En el curso del largo período

consumido por este pleito, Gutiérrez se graduó de Doctor y se dio por separado.

Otro tanto hizo Morales, por lo que se quedó él como único aspirante. En esta

oposición dedujo «Osseum fragibilitas a gelatinosa substantiae copia deperident,

eorum duritis a phosphatis calcis predominium». El tema tenía más contenido

histológico que anatómico y era admitido como cierto en aquella época.

Riesgo ocupó la cátedra esa vez el 22 de junio de 1827. Poco tiempo después, el

Protomedicato lo designó inspector de las boticas en toda la isla. Ya cansado y

rodeado de las enemistades que se creó en las oposiciones, renunció a su cátedra

el 3 de junio de 1829 y se estableció en Sancti Spíritus, donde se dedicó a la labor

asistencial.

Era un hombre de pequeña estatura, barbilampiño, con cicatrices de viruelas en

la cara y una grande en el bigote. Falleció en su ciudad natal el 9 de diciembre de

1839.

BIBLIOGRAFÍA

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Rosaín D. Necrópolis de La Habana: Historia de los cementerios de esta ciudad. Habana:

Imprenta "El Trabajo", 1875. p.446.

DR. AGUSTÍN ENCINOSO DE ABREU Y REYES GAVILÁN (1798-1854) El doctor Agustín Encinoso de Abreu fue uno de los médicos más eminentes de

su tiempo por su vasta erudición y espíritu científico. Catedrático de Patología y

Fisiología en la Universidad Pontificia, fue un verdadero innovador de la docencia

médica, pues fue el primero que propuso sustituir al latín como lengua para la

enseñanza por el idioma vernáculo, el español. De su actuación como profesor, el

último de Prima (Fisiología) en la Universidad, ninguna calificación mejor que la del

doctor Ramón Zambrana Valdés, quien afirmó que en sus materias, Patología y

Fisiología, nunca poseyó La Habana "ni voz más persuasiva ni inteligencia más

clara y fecunda". Fue el profesor más elocuente de cuantos tuvo la Universidad y

el más audaz en la incorporación de nuevas doctrinas médicas. Lamentablemente,

sus múltiples ocupaciones y la atención de sus negocios particulares no le

permitieron dedicarse más a la función de forjador de médicos. Ello se revela en

los certificados de estudios expedidos a los alumnos, en los que aparece una y

otra vez la firma de su sustituto.

Nació en San Agustín de la Florida el 10 de marzo de 1798. El lugar de su

nacimiento fue casual, pues sus padres Francisco Encinoso de Abreu, Abogado de

las Reales Audiencias y Cancillerías de México y Santo Domingo, y María Josefa

de la Luz Reyes Gavilán, ambos cubanos, estaban esa fecha de paso en dicha

ciudad, donde le pusieron por nombres José Agustín Víctor Meliton. Muy pequeño

se trasladó con sus padres a La Habana y en 1813 comenzó a estudiar Filosofía

en el Colegio Seminario de San Carlos con los profesores Félix Varela y Nicolás M.

de Escovedo. Se graduó de Bachiller en Artes el 25 de mayo de 1816 ante los

jueces Luis Hidalgo Gato, Antonio de Guzmán y Simón Vicente de Hevia. En 1815

había empezado a estudiar Medicina con los catedráticos Antonio Viera y Bernardo

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J. Riesgo en Prima; Pablo Marín en Vísperas; Antonio J. Machado en Anatomía y

Simón V. de Hevia en Methodus Medendi. Se graduó de Bachiller en Medicina el

1ro. de agosto de 1818. Sus sinodales fueron José de J. Méndez, Tomás Romay,

José A. Bernal, Marcos Sánchez Rubio, Pedro Andreu, Simón Vicente de Hevia,

Pablo Marín y Ángel J. Cowley. Cumplió sus intersticios con el doctor Simón V. de

Hevia entre el 1ro. de mayo de 1818 y el 2 de junio de 1820 y fue admitido por el

Tribunal del Protomedicato al ejercicio de la Medicina el 27 de enero de 1821.

Con motivo de haber renunciado en 1820 a su cátedra de Vísperas el doctor

Pablo Marín, se fijaron los edictos para cubrirla de nuevo. Abreu se presentó como

aspirante junto a otros cuatro opositores como el licenciado Antonio del Noval y los

bachilleres Gaspar Z. de los Reyes, Ildefonso Sánchez, Domingo Rosaín y Ángel

Pilar Manzano. Estas oposiciones quedaron registradas entre las más sonadas de

la Universidad y entre las de mayor significación en la historia de la docencia

médica. Fue en esa ocasión que Abreu planteó por primera vez que las lecciones

se debían leer y defender en español y no en latín como hasta entonces. Para ello

se apoyó en el dictamen que la Comisión de Instrucción Pública propuso al Rey el

9 de octubre de ese año. Los ejercicios comenzaron, no sin que antes del Noval

exigiera que se hicieran en latín. Manzano, de los Reyes y Sánchez se separaron

antes del inicio de los ejercicios, por lo que sólo quedaron como opositores del

Noval, Rosaín y Abreu. El primero defendió en latín la tesis «Morbis epidemici

peculiarem habet genium ei morbis ejusdem generis diversum»; el segundo leyó la

suya en español que tituló «Las causas de las enfermedades se deben inquirir

tanto en los sólidos como en los fluidos» y la del tercero titulada «La alteración que

experimenta la sensibilidad orgánica es la que constituye la esencia y el principio

de las inflamaciones», fue también defendida en español. Aunque el Fiscal se

manifestó contrario a que no se hubieran debatido dos tesis en latín, como se tenía

dispuesto desde 1422, el Tribunal eligió por mayoría de votos como ganador a

Abreu y, por consiguiente, como merecedor de la cátedra, de la cual tomó

posesión el 21 de junio de 1822.

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Al no poder ir contra una disposición legal que autorizaba el uso del español en

las oposiciones, del Noval recurrió a la argucia de impugnarlas, con el pretexto de

que el ganador no había cumplido los dos años de intersticios. Ello originó un pleito

en el que actuó como representante legal del afectado su hermano, el abogado

Francisco Encinoso de Abreu. En su escrito réplica éste manifestó que el litigio era

una "fatal provisión a que por siempre parece ha de verse reducida la Universidad

de La Habana" y acto seguido denunció las irregularidades del doctor Manuel

Ramírez Gallo, Fiscal de la Universidad y cuñado de del Noval. El fallo fue

favorable a Abreu, quien continuó en el desempeño de su cátedra. Con el

veredicto quedó además a salvo lo que fue el verdadero motivo de la impugnación:

que se pudiera enseñar en español. Aunque durante el proceso no apareció la

pugna entre el latín y el español, lo cierto es que más que juzgar una cuestión tan

fútil como la falta de unos meses a un opositor, que inclusive se había recibido ya

como médico ante el Protomedicato, el problema radicaba en la lengua oficial de la

Universidad. El latín era un arma poderosa para mantener los privilegios de la

institución e impedir la fácil difusión de los conocimientos modernos. Sustituir al

latín significaba pues posibilitar la circulación por los sombríos pasillos claustrales

de las corrientes renovadoras de las adquisiciones recientes de la ciencia y de las

ideas filosóficas antiescolásticas. Tan pronto se reinstituyó el absolutismo en la

metrópoli y se derogaron las reformistas leyes constitucionales, la Universidad

Pontificia desterró los incipientes asomos del español y restableció el latín. Por otra

parte, si se analiza el contenido de las tesis expuestas por los opositores, no hay

duda que la de Abreu fue la que más se acercaba a la concepción más actualizada

de la medicina, en tanto del Noval permanecía adscrito a las viejas doctrinas que

admitían la existencia del “genio epidémico” y Rosaín revelaba confusión en la

naturaleza del tema que escogió. Mientras se ventilaba este pleito, Abreu concurría

a sus clases y asistía en el Hospital Militar de San Ambrosio a las de Anatomía

práctica que impartía el doctor Francisco Alonso Fernández, auxiliado por el

también doctor Antonio Eduardo Castro.

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A título de catedrático obtuvo Abreu la Licenciatura y el Doctorado en Medicina el

4 de julio y el 1ro. de septiembre de 1822, respectivamente. Desde que asumió

la cátedra de Patología, la asignatura tuvo grandes progresos científicos, pues él

dominaba los más modernos textos de esa materia en su época. Fue el primero en

propagar la doctrina de Broussais, de la cual era partidario acérrimo.

Al cumplir el primer sexenio como catedrático, se volvió a presentar a oposición.

Esa vez, en la que tuvo como oponente a José de la Luz Hernández, leyó en latín

su lección titulada «Omnez tuberculi struma net no ám etiat cuiuscumque partis

hepatizationis ad super irritatione cronica germinare videntur», donde trató una

cuestión de medicina práctica. El tribunal, integrado por los doctores Tomás

Romay, Lorenzo Hernández, Pablo Marín, Gabriel Morales, Nicolás J. Gutiérrez y

Vicente Pérez Infante, le otorgaron por unanimidad la cátedra, de la que tomó

posesión el 29 de enero de 1829.

Cuando se produjo en 1833 la epidemia de cólera morbo, Abreu fue uno de los

que asistió al primer caso de la enfermedad, descubierto y diagnosticado por el

licenciado Manuel J. Piedra. Trabajó infatigablemente durante ese período, en el

que fue inclusive nombrado vocal de la Junta de Sanidad. Sin embargo, fue objeto

de una acusación pública, en la que se afirmaba que el número de fallecidos en el

depósito de negros cimarrones, en el cual él ejercía, era excesivo, lo que se

traducía en que no les había prestado a éstos la asistencia médica adecuada. Con

este motivo se inició un expediente por la Real Junta de Fomento. En un artículo

que publicó en el Diario de la Habana, Abreu dijo que esos ataques eran “producto

de la malevolencia y la calumnia”. Expresó asimismo que la verdadera causa de

esta situación radicaba en el hecho de que los enfermos eran esclavos, en los que

incidía una serie de factores adversos. El Protomedicato le designó la misión con

otros profesores de practicar la autopsia a los casos fallecidos y esto le permitió

publicar, en unión del doctor Nicolás José Gutiérrez, una memoria sobre esta

enfermedad, la mejor y más completa de las escritas sobre el tema pues, además

de haberse redactado en un estilo propio de un trabajo científico moderno, es la

que ha ofrecido hasta ahora la más exhaustiva información acerca del modo en

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que se puede presentar, sus síntomas, las lesiones que produce y el tratamiento

adecuado para combatirla.

En 1834 coincidió el termino de su segundo sexenio en la cátedra de Patología

con la vacante de la de Fisiología por el fallecimiento del doctor Antonio Viera. En

unión de los doctores Pedro Hobruitiner y Manuel R. Blanco Solano, así como de

los bachilleres Francisco de Paula Serrano, José de la Luz Hernández y José

González Morillas, concurrió como opositor a la sin dudas más importante de las

cátedras y la que más prestigio confería a los médicos para su ejercicio privado.

Aun cuando los ejercicios se efectuaron en latín, se puede asegurar que fueron las

oposiciones más brillantes de las celebradas en la Universidad Pontifica, dada la

calidad de las tesis allí expuestas y porque todos los concursantes mostraron los

conocimientos más modernos sobre Fisiología. Abreu dedujo «Perstant equidem

aquae in pericardio que certe cordi praestat actionem sicut aliae causae inter quas

nervi simpathetici influxum numarandum». De la Luz Hernández trató de explicar

una cuestión relativa al calórico animal a partir de fuentes distintas a la circulación

sanguínea; Hobruitiner sostuvo que el corazón era la única fuerza impulsora de la

sangre; en tanto González Morillas atribuyó a las arterias un papel, aunque no bien

precisado, en este mismo fenómeno. Para Blanco Solano, la sangre sólo servía de

vehículo a las sustancias provenientes de la nutrición y Serrano trató de explicar

por primera vez en una tesis médica los procesos metabólicos con una

fundamentación química, anticipo remoto de lo que fue la Química fisiológica que

hoy se conoce como Bioquímica. La tesis de Abreu se basó en un asunto médico

más moderno y no en lo meramente relativo a lo digestivo y a lo circulatorio, al

referirse a la influencia de la inervación en los procesos del corazón.

El Tribunal de esas oposiciones, integrado por el doctor Tomás Romay como

Asistente Real y por los doctores José Pérez Bohorques, Nicolás José Gutiérrez,

Fernando González del Valle y Ángel J. Cowley, concedieron por unanimidad al

doctor Abreu la cátedra, de la cual tomó posesión el 15 de diciembre de 1834. Con

referencia a su desempeño en ella, Cowley dijo que “produjo un notable adelanto

al introducir los más modernos textos sobre Fisiología, entre ellos los de Bichat,

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Zimmermann, Richerand y Magendie, en sustitución del pequeño manual de

Dumas”.

En 1835 la Junta Superior Gubernativa de Medicina y Cirugía le encomendó la

tarea de revisar todas las obras de Medicina y Cirugía llegadas del extranjero para

su aprobación, así como de organizar con ellas una biblioteca, con el propósito de

impedir que se consultaran textos inútiles. En 1840 dirigió a la misma institución

una comunicación donde solicitó su convalidación como médico cirujano. La Junta

designó como examinador al doctor Nicolás J. Gutiérrez, quien le propuso tres

casos: hidrocele, úlcera venérea del glande y fractura ósea del antebrazo. En este

examen resultó aprobado, por lo que se revalidó como Licenciado en Cirugía el

1ro. de octubre de ese año.

Por jubilación del doctor Tomás Romay en la plaza de médico del Hospital Militar

de San Ambrosio, Abreu fue nombrado primero Médico Mayor interino y luego en

propiedad, con ratificación del Rey en 1844. En ese hospital tuvo siempre a su

cargo la sala de enfermos de fiebre amarilla y, según opiniones autorizadas, fue

durante el período en que él allí estuvo el que se registraron menos casos de

defunción, como se puede comprobar en los reportes mensuales que se pasaban

a las autoridades. Cuando en 1850 La Habana sufrió un nuevo azote de cólera

morbo, permaneció internado e incomunicado en el hospital, a pesar de que tenía

un hijo gravemente enfermo. En 1852 la Gaceta de la Habana dio la noticia de que

se publicarían las obras del doctor Tomás Romay y que su biografía sería escrita

por él, pero desafortunadamente esto no se llegó a cumplir.

Abreu poseía una vasta inteligencia y una amplia cultura médica. Dotado de una

palabra fácil y elegante, revestía sus discursos de una forma tan fascinadora que

hacía sus lecciones modelos de dicción y buen gusto. Lástima que a tan buenas

dotes no hubiese acompañado la constancia pues, transformado en hacendado en

sus últimos años, descuidó el ejercicio de la medicina, al cual le dejó de prestar la

debida atención por sus frecuentes ausencias.

Testó ante el escribano B. Del Junco el 31 de octubre de 1854 y falleció en La

Habana el 23 de noviembre siguiente, víctima de una afección hepática. Su muerte

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fue profundamente sentida por las personalidades más representativas de la

cultura nacional. El claustro de la Universidad acompañó su cuerpo sin vida hasta

su última morada. Allí los doctores Nicolás J. Gutiérrez y Ramón Zambrana

pronunciaron sendas oraciones fúnebres. El primero de ellos expresó: “... La

muerte te ha herido como hombre; pero tu talento, tus virtudes y tus servicios

vivirán por siempre en los fastos de la medicina”.

BIBLIOGRAFÍA

Agustín Encinoso de Abreu. La Clase Médica 1907;1(7):3-4.

Archivo Central de la Universidad de La Habana. Expediente 3,997/816.

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Brisas de Cuba 1865;1:270-271.

DR. ÁNGEL JOSÉ COWLEY ALBIRDE (1797-1859) Hijo del mexicano José María Cowley y de la cubana Patrocinia Albirde, nació en

La Habana el 2 de octubre de 1797. De cuna modesta y sencilla, los halagos de la

fortuna le comenzaron a dar la espalda a la edad de siete años, cuando falleció su

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padre y quedar sin otro amparo que el que le podía dar una madre sin recursos. En

su caso, la miseria en que se vio sumido desde entonces contribuyó de manera

directa al desarrollo de su precoz talento al verse obligado a buscar desde niño su

sustento y el de su madre en el trabajo como cajista en una imprenta durante las

horas del día y a la copia literal de documentos.

Dos años después, cuando él contaba sólo nueve, murió su madre, con lo que

perdió el amor inextinguible y los consejos bienhechores de la autora de sus días.

Sin embargo, en medio de su tristeza y sin un lejano rayo de esperanza, apareció

la mano compasiva del Reverendo Padre fray Mariano Jiménez de Montemayor,

un tío suyo que, testigo de su buena conducta y laboriosidad, le llevó a su lado, le

enjugó sus lágrimas y le prometió, en recompensa de sus tempranas virtudes, la

protección que necesitaba.

Bajo la ilustrada conducción de ese tío, a quien se puede decir debió todo lo que

fue, cursó la instrucción primaria en la Escuela de Belén y, en 1812, comenzó los

estudios de Filosofía en el Real Colegio Seminario de San Carlos. Se distinguió en

esa institución tanto por su aplicación y aprovechamiento, que su director, el padre

Félix Varela Morales, lo escogió en julio de 1815 para que defendiera conclusiones

de Física.

Terminados sus estudios filosóficos, comenzó el joven a estudiar Medicina en la

Universidad Pontificia, a la vez que dedicaba parte de su tiempo al trabajo material

para sostener con su producto a sus hermanos más pequeños.

El doctor Pablo J. Marín Pegudo, quien había notado las aventajadas virtudes de

Cowley, lo llevó a vivir a su casa, donde residió durante el tiempo que duraron sus

estudios universitarios. Ese rasgo de bondad del doctor Marín tuvo una influencia

notable en la suerte futura del estudioso alumno, quien además de disponer de la

excelente biblioteca de su ilustrado protector, podía pedirle explicaciones y hacerle

consultas, lo que sin duda contribuyó a aumentar sus conocimientos médicos.

El 21 de marzo de 1818 se graduó de Bachiller en Medicinan y en 1819 obtuvo el

título de Cirujano latino y con él, por decreto de la Intendencia de fecha 15 de

septiembre, ingresó de Meritorio en el Hospital Militar de San Ambrosio, donde

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prestó valiosos servicios. En enero de 1820 se le encomendó la tarea de ejercer

como catedrático sustituto de Anatomía, materia que impartió hasta que se le

confirió la cátedra a Bernardo José del Riesgo. Ese mismo año obtuvo los títulos

de Bachiller en Medicina y de Licenciado en Artes; este último en reconocimiento

al premio que contrajo en los actos de oposición a la cátedra de Texto aristotélico.

El 10 de diciembre de 1824 fue admitido como socio numerario de la Sociedad

Patriótica donde, además de agregado a la Sección de Educación y de trabajar en

diferentes comisiones, sirvió los cargos de Contador, Secretario de la Sección de

Agricultura, Médico titular de los empleados y esclavos de Jardín Botánico y llegó a

alcanzar el título de Socio de Mérito en diciembre de 1842.

El 16 de junio de 1825 se le confirió la regencia de la cátedra de Terapéutica, la

que consiguió por rigurosa oposición. Por su condición de catedrático, coronó sus

empeños académicos al recibir la misma fecha el título de Licenciado en Medicina

y lucir el día 31 del propio mes la borla de Doctor. Terminado su sexenio en 1831,

se presentó de nuevo a concurso y otra vez ganó el derecho a la propiedad la

misma cátedra, que volvió a regir hasta 1838. Luego de este segundo período, se

le confirió nuevamente la regencia de la cátedra, la cual desempeñó hasta el 24 de

octubre de 1843, año a partir del cual mantuvo su condición en la misma

asignatura, aunque por otro título tras la secularización de la Universidad. Por una

Real Orden del 6 de marzo de 1840 se le había declarado catedrático vitalicio en

Terapéutica, materia médica y arte de recetar, lo que habla a las claras de la

profundidad de sus conocimientos en esta materia y la confianza que se tenía en la

brillantez de sus explicaciones.

Dotado de una marcada afición al estudio de la Botánica y la Química, consagró

también muchas horas al estudio de estas ciencias. La Sociedad Patriótica declaró

a Cowley alumno sobresaliente en Botánica y, en lo que respecta a su dedicación

la Química, basta sólo mencionar que fue el primero que explicó Toxicología en La

Habana. De estas observaciones se puede inferir el alcance de sus explicaciones

respecto a las propiedades físicas y químicas de los medicamentos, sin descuidar

la apreciación de su acción fisiológica y terapéutica. Lecciones tan completas no

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podían menos que satisfacer a sus alumnos, los cuales se complacían en divulgar

la vasta instrucción de su maestro.

Su mérito como profesor no se limitó a su capacidad de transmitir con acierto los

vastos conocimientos que atesoraba. Él sabía que para garantizar que la palabra

del maestro sonara siempre grata al oído de sus discípulos, era indispensable que

éstos se sintieran amados por aquél. Sabía que no era posible la enseñanza sin

disciplina y por eso mostró solícito cuidado en conservarla. Sabía también que el

entusiasmo es la palanca poderosa de las ciencias y por eso se esmeraba mucho

en despertarlo en sus alumnos. No monopolizó sus conocimientos y siempre quiso

que todos supiesen lo que él sabía a fuerza de un trabajo continuo.

Dentro del mundo de la docencia médica, Cowley no sólo desempeñó su cátedra

con eficiencia, pues a los brillantes servicios prestados en ese sentido se agrega

su designación en dos ocasiones como Decano interino de la Facultad, la primera

en 1843 y la segunda, que ejerció hasta su muerte, en 1856. En Real Orden del 6

de noviembre de 1857, se dignó el Rey nombrarlo Vicerrector de la Universidad y

en otra del 30 de agosto de 1859 le declaró catedrático de término. Es lamentable

que no hubiese podido disfrutar los beneficios de la última declaratoria, pues para

la fecha de su llegada sufría los crueles dolores de la penosa enfermedad que lo

condujo a la muerte el 5 de octubre siguiente.

La historia de su vida es el bello ejemplo de gratitud y honradez de un hombre

que puso sus facultades al servicio de la ciencia que profesaba y a la sociedad a la

que pertenecía, por lo que es merecedor de vivir eternamente respetado por sus

compatriotas.

BIBLIOGRAFÍA

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León, 1878. p. 215-216.

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Trelles CM. Biblioteca Científica Cubana. T2. Matanzas: Imprenta de Juan F. Oliver; 1919.

p. 168.

DR. NICOLÁS JOSÉ GUTIÉRREZ HERNÁNDEZ (1800-1890) Entre los nombres de galenos cubanos que contribuyeron de modo relevante al

desarrollo de la medicina nacional durante el siglo XIX, aparece en primera fila el

de Nicolás José Gutiérrez Hernández, un hombre merecedor de todo el respeto y

la consideración de sus congéneres y compatriotas de todas las épocas por sus

abundantes virtudes y sus numerosas hazañas, entre las cuales se cuentan haber

sido el primero en Cuba en practicar la litotricia; extirpar pólipos uterinos; aplicar

tintura de yodo en las hidroceles de la túnica vaginal; emplear el método de Ricord

para la curación de la sífilis; efectuar la tenotomía del pie equino; hacer la ligadura

de las arterias radial e iliaca interna y externa en los casos de aneurismas; aplicar

la percusión y la auscultación para diagnosticar las enfermedades de los órganos

respiratorios y circulatorios; embalsamar por el método de Gannal; administrar el

cloroformo para la anestesia quirúrgica; operar abscesos del hígado; llevar a cabo

rinoplastias; curar de manera radical la hernia inguinal y en emplear el vendaje

inamovible de fracturas.

A estos ejemplos, entre muchos otros que se pudieran enumerar en relación con

sus aportes dentro la práctica asistencial, se añaden sus grandes contribuciones a

la ciencia y la cultura nacional, entre las que sobresalen la creación de la primera

revista médica cubana, la fundación de la Real Academia de Ciencias Médicas,

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Físicas y Naturales de La Habana y su magnífica ejecutoria en la esfera docente,

en la que también dejó trascendentales huellas.

Esta connotada personalidad nació en La Habana el 10 de septiembre de 1800.

Fue el primer hijo de un total de 11 que tuvo la pareja formada por José de Jesús

Gutiérrez y Josefa Feliciana Hernández, naturales ambos de la misma ciudad. La

instrucción primaria la recibió en principio en una escuela privada, localizada en el

barrio de la Merced y luego en un colegio abierto por Antonio Coello, maestro de

gran reputación, en la cual se distinguió entre sus condiscípulos y donde siempre

alcanzó los primeros premios en los exámenes. En 1817 comenzó los estudios de

Filosofía en el convento de San Juan de Letrán, donde en febrero de 1820 obtuvo

el grado de Bachiller en Artes.

Su vocación por la Medicina se manifestó desde su niñez y se hizo patente el 8

de enero de 1819, fecha en que se abrió en el Hospital Militar de San Ambrosio el

primer curso práctico de Anatomía, Fisiología y Química, impartido por el profesor

italiano José Antonio Tasso, en el cual matriculó cuando estudiaba bachillerato. El

examen público que venció finalizar este curso tan novedoso para su época fue de

tanta brillantez, que le valió la promesa de costear sus estudios médicos en París o

España a cuenta de la Sociedad Económica de Amigos del País. La promesa no

se cumplió y, en compensación, le regalaron algunas obras médicas elementales.

En junio de 1818 había también iniciado las prácticas con miras a lograr el título de

Cirujano latino con el doctor Manuel Antonio Díaz, médico y cirujano del Batallón

de Ligeros de Tarragona, quien era además facultativo en propiedad del Hospital

de San Francisco de Paula. Tres años después, en junio de 1821, fue aprobado al

ejercicio como tal por votación unánime en el Real Tribunal del Protomedicato de

La Habana.

En marzo de 1820 comenzó la carrera de Medicina en la Universidad Pontificia.

Aunque, como él mismo manifestara en sus apuntes autobiográficos, empezó su

educación médica bajo el influjo de añejas doctrinas, quiso su buena suerte que en

su época de estudiante entraran a cubrir las principales cátedras los ilustrados

doctores Agustín Encinoso de Abreu y Ángel J. Cowley, quienes fueron capaces

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de transmitir a sus discípulos los conocimientos derivados de los progresos de las

ciencias médicas en Europa, con el mismo entusiasmo que ellos los asimilaron. El

18 de marzo de marzo de 1823 se le otorgó el título de Bachiller en Medicina, tras

aprobar las asignaturas de Prima, Vísperas, Anatomía y Terapéutica y sostener el

acto de conclusiones públicas. Con la aspiración de lograr los grados mayores de

Licenciado y Doctor en Medicina, comenzó el período de prácticas junto al doctor

Andrés Terriles, médico y cirujano de la Real Armada y socio corresponsal de la

Academia de Medicina y Cirugía de Cádiz. En 1825 recibió del Protomedicato el

diploma que lo acreditó como médico y la autorización para ejercer esa profesión.

Durante su época de estudiante de Medicina alcanzó también el título de socio

numerario de la Sociedad Económica en 1822 y había comenzado un curso de

Botánica profesado por Ramón de la Sagra en 1824, año en el que la Sociedad

Médico Quirúrgica de Cádiz lo nombró socio corresponsal. Por otra parte, desde

abril de 1822 laboraba como médico cirujano en clase de meritorio en el Hospital

de San Ambrosio. En la misma institución fue designado como disector anatómico

sustituto en 1825 sin recibir emolumento alguno. Con la documentación que daba

cuenta de esta labor, se presentó a examen en la Universidad y obtuvo los grados

de Licenciado y de Doctor en Medicina el 13 de enero y el 4 de febrero de 1827,

respectivamente. El 12 de noviembre de este último año contrajo matrimonio con

María del Pilar Arteaga, de cuya unión nació su hija Matilde.

El doctor Gutiérrez, quien sintió desde muy joven vocación por la labor docente,

vio coronados de manera oficial sus sueños en tal sentido cuando el 3 de junio de

1829 fue nombrado catedrático interino de Anatomía general en la Universidad y el

30 de abril de 1830 obtuvo esa cátedra en propiedad por oposición. Durante 1831

sustituyó por enfermedad al doctor Francisco Alonso Fernández en la enseñanza

de Anatomía descriptiva en el Real Hospital de San Ambrosio. El 30 de abril de

1835 logró, también por oposición en la Universidad, la regencia de la cátedra de

Patología.

Al año siguiente de su nombramiento como catedrático de Patología, interrumpió

este magisterio para viajar a París, donde permaneció por espacio de dos años y

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adquirió los vastos conocimientos que lo condujeron luego a ser el protagonista de

las primicias médicas cubanas, enumeradas en los dos primeros párrafos de esta

minibiografía, y que le sirvieron para brindar a sus discípulos información profunda

y actualizada de las materias que enseñaba.

Armado con estos conocimientos, profesó en 1839 en el Hospital San Ambrosio

tres cursos de suma importancia para el desarrollo de la medicina en la isla: uno

de Partos, que ofrecía dos veces por semana en horas de la noche; otro de Clínica

quirúrgica y otro acerca de grandes operaciones de Cirugía con demostraciones en

los cadáveres, los dos últimos impartidos por primera vez en Cuba. Del curso de

cirugía se editaron sus lecciones en un volumen de 270 páginas con el título de

Breve manual de Medicina operatoria, usado como libro de texto durante muchos

años en el hospital y en la Universidad.

Prueba de su interés por mejorar las condiciones de la enseñanza médica fue su

gran número de donaciones al museo anatómico del Hospital de San Ambrosio de

preparaciones anatómicas en cera por él elaboradas, así como la organización por

su conducto de una biblioteca médica en la institución, que atesoraba las últimas

obras publicadas y traídas desde París.

Tras la secularización de la Universidad Pontificia en 1842, que la transformó en

Universidad Real y Literaria, se le nombró catedrático de Anatomía descriptiva y

Patología general, por Real Orden de enero de 1843.

En 1845 le llegó el difícil momento de decidir si debía dedicarse con preferencia

a la labor asistencial, o bien consagrarse por entero al trabajo docente. En ambas

ocupaciones gozaba de gran prestigio, pero el tiempo en realidad no le alcanzaba

para prestarles la debida atención a cada una. Por eso, el 11 de mayo de 1845

optó por renunciar a la enseñanza universitaria de manera sistemática. A pesar de

ello, en 1846 impartió en el Liceo Artístico y Literario de La Habana un curso de

Anatomía dispuesto en 21 lecciones en un volumen de 94 páginas titulado Curso

de Anatomía al alcance de todos. Por otra parte, hacía frecuentes donaciones de

importantes obras a la biblioteca del alto centro de estudios y siempre se mantenía

atento a sus necesidades.

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Tal era su reputación y la huella que había dejado en su faceta como formador

de médicos que en 1879, cuando contaba ya 79 años, se le nombró Rector de la

Universidad. Con motivo de ello, todo el alumnado universitario hizo un desfile en

su honor con antorchas a lo largo de la Calle Oficios, donde radicaba su domicilio,

en que la alegría juvenil, la fanfarria de la música y el baile se extendieron hasta

altas horas de la noche como reconocimiento público de la bondad de su carácter

y de su elevada condición humana.

Otros cargos importantes que asumió fueron los de Teniente Alcalde y Regidor

del Ayuntamiento, Vocal de la Junta de Sanidad, Socio de Mérito de la Academia

Quirúrgica Matritense y de la Real Sociedad Económica de la Habana y Santiago

de Cuba, miembro correspondiente de la Academia de Ciencias Médicas de New

Orleans y Presidente de la Junta Superior de Instrucción Pública. También recibió

entre otros honores el de la Gran Cruz de Carlos III y de Isabel la Católica, así

como el de Médico de Cámara de Su Majestad el Rey de España.

El doctor Nicolás José Gutiérrez Hernández fue un ejemplo vivo de espíritu de

progreso y sus ideas y anhelos juveniles se conservaron a lo largo de toda su vida.

Trabajador infatigable, se mantuvo en permanente contacto con los avances de la

ciencia médica y fue capaz de evolucionar de modo positivo en sus concepciones

filosóficas. Su muerte, acaecida el 31 de diciembre de 1890, produjo prolongado

luto, pero también dejó un bello y valioso legado a la ciencia y a la cultura nacional

que será imperedero.

BIBLIOGRAFÍA

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DR. VICENTE ANTONIO DE CASTRO BERMÚDEZ (1809-1869)Hijo de José Fernando de Castro y María de la Concepción Bermúdez, nació en

Sancti Spíritus el 24 de marzo de 1809. Tras estudiar las primeras letras en la

escuelita de las hermanas Ana, Catalina y Candelaria de Trinidad, pasó al Real

Colegio Seminario de San Carlos, donde se graduó de Bachiller en Artes el 23 de

abril de 1824. Ese mismo año matriculó la carrera médica en la Universidad

Pontificia y el 2 de abril de 1827 obtuvo el grado de Bachiller en Medicina. El 26 de

noviembre de 1829, el Real Tribunal del Protomedicato le confirió el título de

Cirujano latino. Alcanzó el grado de Licenciado en Medicina el 23 de febrero de

1837 y el de Doctor el 5 de marzo siguiente. Un año antes había sido nombrado

catedrático sustituto de Patología.

Castro abrió cursos públicos y gratuitos de Anatomía descriptiva en el Hospital

San Juan de Dios, donde luego explicó también Anatomía topográfica, Anatomía

comparada y Frenología. En 1837, luego de realizar notables ejercicios, le fue

otorgada la cátedra de Anatomía en la Universidad, en la que se mantuvo como

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titular hasta el 24 de octubre de 1842. En agosto del ese año había puesto en

circulación una revista médica titulada Boletín Científico, la segunda editada en

Cuba después del Repertorio Médico Habanero, con la cual se fundió en octubre

de 1843. Con la fundación de esa revista perseguía fomentar y popularizar los

conocimientos teóricos y prácticos sobre la Medicina y las ciencias naturales.

Hábil cirujano, practicó algunas operaciones de gran importancia en su época,

como la talla hipogástrica, la corrección quirúrgica del estrabismo y la ligadura de

arterias, entre otras. Pero, donde más brilló su talento como docente y brindó sus

servicios más importantes a la enseñanza de la Medicina fue en la cátedra de

Clínica médica. Fue él el primero en enseñar la práctica de la auscultación y la de

la percusión como medios de diagnóstico, además de la Anatomía patológica.

Raro era el día que no realizaba una autopsia para evidenciar su diagnóstico, con

lo cual inspiraba la confianza a sus alumnos de que se podía diagnosticar con

exactitud matemática.

Dominaba en propiedad el latín y aprendió por su cuenta el inglés y el francés,

para mantenerse al día de los avances de las ciencias médicas y poder verterlos al

castellano. En la enseñanza no conoció egoísmo alguno y para él significaba un

placer dar a conocer a los demás lo que sabía. Ello quedó demostrado en las

clases que impartía gratis en su hogar a alumnos que deseaban avanzar en los

estudios médicos, a cuyo efecto distribuía los días de la semana para impartir

clases de Obstetricia, Anatomía, Fisiología y Patología.

A esto hay que agregar su protagonismo en un acontecimiento que lo convirtió

en gloria de América Latina, al haber hecho de Cuba el primer país de la región

donde se practicó la anestesia quirúrgica el 11 de marzo de 1847, a sólo 80 días

de haberse introducido en Europa.

El 25 de mayo de 1853 renunció a su cátedra, por el grave estado de salud de su

esposa, que lo obligó a trasladarla a México, cuyo clima era favorable para su

recuperación. Por otra parte, no estaba de acuerdo con la reconvención que el

Gobernador y Capitán General Valentín Cañedo hizo del claustro de profesores,

con motivo de un incidente producido por los estudiantes. Su renuncia fue

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aceptada por el referido Capitán General el 3 de junio de 1853.

Durante su estancia en México se inició contra Ramón Pintó una causa en la que

se le acusaba de conspiración y en la cual salió a relucir su ideal separatista. Ello

dio lugar a que el 17 de junio de 1855 se le impusiera condena de ocho años de

presidio ultramarino. A su regreso a Cuba en 1863, la Academia de Ciencias

Médicas, Físicas y Naturales de La Habana hizo justicia a los servicios por él

prestados y lo nombró Socio de Mérito. Desde entonces dedicó mayormente a la

organización y propaganda de la masonería.

Seis años después, el 12 de mayo de 1869, falleció a la edad de 60 años.

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Catedráticos regentes por períodos

CÁTEDRA DE PRIMA (FISIOLOGÍA)Br. Francisco González del Álamo y Martínez de Figueroa (1728)

Dr. Ambrosio Medrano Herrera (1728-1751)

Dr. Juan José Álvarez Franco Rodríguez (1751-1765)

Dr. Domingo Arango y Prado Marocho (1765-1771)

Dr. Blas José Machado Saucedo (1771-1777)

Dr. José de la Cruz Caro Pereira (1777-1783)

Dr. Lorenzo Hernández Marrero (1783-1801)

Dr. José Benito Morales González (1801-1806)

Dr. Francisco Ignacio de Soria Quiñones (1806-1812)

Dr. Antonio Viera Infante (1812-1834)

Dr. Agustín Encinoso de Abreu y Reyes Gavilán (1834-1842)

CÁTEDRA DE VÍSPERAS (PATOLOGÍA)Dr. José Arango Barrios Siscara (1730-1775)

Dr. Nicolás M. José del Valle y de la Vega (1775-1781)

Dr. José de Jesús Méndez (1781-1786)

Dr. Agustín Florencio Rodríguez Bedía (1786-1791)

Dr. Tomás Romay Chacón (1791-1798)

Dr. Juan Francisco Pachón Moreno (1798-1804)

Dr. Bernabé José de Vargas Díaz (1804-1808)

Dr. Nicolás Vicente del Valle Ramírez (1808-1814)

Dr. Pablo José Marín Pegudo (1814-1822)

Dr. Agustín Encinoso de Abreu y Reyes Gavilán (1822-1835)

Dr. Nicolás José Gutiérrez Hernández (1835-1842)

CATEDRA DE ANATOMIA

Dr. Louis Fontaine Cullembourg (1728-1737)

Dr. Esteban de los Ángeles Vázquez Rodríguez (1737-1742)

Dr. Julián Recio de Oquendo y de la Coba (1742-1746)

Dr. Agustín Palomino Sanabria (1746-1753)

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Dr. Antonio Miranda (1753-1766)

Dr. Carlos de Ayala Álvarez (1766-1775)

Dr. José Julián de Ayala González (1775-1787)

Dr. Félix José Gutiérrez (1787-1793)

Dr. Diego Vicente Silveira Rodríguez (1793-1801)

Dr. Fernando José Viamonte González (1801-1806)

Dr. José Antonio Bernal Muñoz (1806-1810)

Dr. Pedro J. Andreu Zamora (1810-1816)

Dr. Antonio Machado Borrego (1816-1820)

Dr. Bernardo José del Riesgo Cepeda (1820-1830)

Dr. Nicolás José Gutiérrez Hernández(1830-1837)

Dr. Vicente Antonio de Castro Bermúdez (1837-1842)

CÁTEDRA DE METHODUS MEDENDI (TERAPÉUTICA)Dr. José Melquíades Aparicio de la Cruz (1730-1775)

Dr. Gregorio del Rey de la Cruz (1775-1780)

Dr. Roque J. de Oyarvide San Martín (1780-1786)

Dr. Luis Machado García del Castillo (1786-1792)

Dr. José Pérez Bohorques (1792-1798)

Dr. José María Pérez Oliva (1798- 1803)

Dr. Roque J. de Oyarvide San Martín (1803-1807)

Dr. Marcos Sánchez Rubio y Hurtado de Mendoza (1807-1813)

Dr. Simón Vicente de Hevia Rodríguez (1813-1819)

Dr. Francisco Sandoval Infante (1819-1825)

Dr. Ángel José Cowley Albirde (1825-1842)

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DECANOS DE LA FACULTAD DE MEDICINA EN LA REAL

Y PONTIFICIA UNIVERSIDAD DE LA HABANA

1728 Louis Fontayne Cullemburg

1737 Ambrosio Medrano Herrera

1751 José Arango Barrios Siscara

1775 José Melquiades Aparicio de la Cruz

1784 Julián Recio de Oquendo de la Coba

1794 Matías Cantos de Medina

1797 Blas José Machado Saucedo

1809 José Julián de Ayala González

1818 José de Jesús Méndez

1819 Nicolás M. José del Valle de la Vega

1820 Lorenzo Hernández Marrero

1832 Tomás Romay Chacón

*Con la excepción de Matías Cantos de Medina, todos fueron catedráticos.

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Page 130: Precursores de la docencia médica en Cuba

INOCENCIO XIII, AUTOR DEL BREVE DE CONCESIÓN PARA ESTABLECER LA UNIVERSIDAD

PONTIFICIA

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Page 131: Precursores de la docencia médica en Cuba

FELIPE V, QUIEN CONCEDIÓ EL PASE REAL AL BREVE PONTIFICIO

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Page 132: Precursores de la docencia médica en Cuba

FINAL DEL ACTA DE AUTORIZACIÓN DEL GOBERNADOR DE CUBA PARA ERIGIR LA

UNIVERSIDAD DE LA HABANA EL 5 DE ENERO DE 1728

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Page 133: Precursores de la docencia médica en Cuba

FRENTE DE LA ANTIGUA UNIVERSIDAD PONTIFICIA EN EL CONVENTO DE STO. DOMINGO

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Page 134: Precursores de la docencia médica en Cuba

PATIO CENTRAL DE LA ANTIGUA UNIVERSIDAD

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Page 135: Precursores de la docencia médica en Cuba

PRIMERA EDICIÓN DE LAS CONSTITUCIONES DE LA UNIVERSIDAD PONTIFICA (1734)

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Page 136: Precursores de la docencia médica en Cuba

ESCALINATA DE LA UNIVERSIDAD DE LA HABANA A PRINCIPIOS DEL SIGLO XX

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Page 137: Precursores de la docencia médica en Cuba

PRIMER DOCUMENTO IMPRESO EN CUBA

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Page 138: Precursores de la docencia médica en Cuba

TÍTULO DE BACHILLER EN MEDICINA DE FRANCISCO GONZÁLEZ DEL ÁLAMO

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Page 139: Precursores de la docencia médica en Cuba

PRIMERA HOJA DEL TÍTULO DE PROTOMÉDICO DE JUAN JOSÉ ALVAREZ FRANCO

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Page 140: Precursores de la docencia médica en Cuba

FOLLETO SOBRE FIEBRE AMARILLA DE ROQUE J. OYARVIDE

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DR. TOMÁS ROMAY CHACÓN

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Page 142: Precursores de la docencia médica en Cuba

DISERTACIÓN DEL DOCTOR TOMÁS ROMAY SOBRE FIEBRE AMARILLA

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Page 143: Precursores de la docencia médica en Cuba

TEXTO ORIGINAL DE LA TARJA QUE APARECE EN LA CASA NATAL DE ROMAY

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Page 144: Precursores de la docencia médica en Cuba

PRIMERA HOJA DE LA MEMORIA SOBRE EL VÓMITO NEGRO DE JUAN FRANCISCO PACHÓN

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Page 145: Precursores de la docencia médica en Cuba

MEMORIA SOBRE EL VÓMITO NEGRO DE JOSÉ A. BERNAL MUÑOZ (1835)

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Page 146: Precursores de la docencia médica en Cuba

MEMORIA SOBRE LA PÍLDORA DE UGARTE, DE JOSÉ A. BERNAL MUÑOZ (1839)

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Page 147: Precursores de la docencia médica en Cuba

TRATADO SOBRE FIEBRE BIBLIOSA DE SÁNCHEZ RUBIO (1814)

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DR. NICOLÁS JOSÉ GUTIÉRREZ HERNÁNDEZ

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Page 149: Precursores de la docencia médica en Cuba

PRIMERA HOJA DE LA OPOSICIÓN DE NICOLÁS JOSÉ GUTIÉRREZ A LA CÁTEDRA DE

PATOLOGÍA

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Page 150: Precursores de la docencia médica en Cuba

CUBIERTA DEL PRIMER NÚMERO DEL REPERTORIO MÉDICO HABANERO, PRIMERA

REVISTA MÉDICA CUBANA, FUNDADA POR NICOLÁS JOSÉ GUTIÉRREZ

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