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  • El poder en el trabajo social: Una aproximacin desde Foucault

    Xavier PELEGR VIAA

    Universidad de Lleida

    RESUMEN

    En el presente artculo se pretende repensar el trabajo social desde el ngulo del poder, el cul constitu-ye un componente ineludible de la prctica profesional que debe ser tomado en cuenta en su compleji-dad si no se quiere caer en contradicciones o excesos. Para ello, analizo especialmente la concepcin depoder que nos presenta Foucault, puesto que entiendo que, aun siendo inquisitiva, es lcida y permiteasumir crticamente los efectos positivos de esta dimensin en un contexto profesional ambivalente co-mo es el del trabajo social. Despus de una revisin, a la fuerza superficial y parcial, de sus reflexionessobre el poder, abordo por separado el poder que deviene de las pautas disciplinares para la relacin deayuda que establece el profesional con el cliente, y posteriormente el poder de las regulaciones norma-tivas que sufre y ejerce el profesional como representante de una organizacin y ejecutor de una polti-ca social. En ambas vertientes, se instruye sobre algunos de los diferentes mecanismos que se producenas como de sus manifestaciones concretas.

    Palabras clave: Trabajo Social, relaciones de poder, saberes profesionales, control, resistencias, orga-nizaciones burocrticas, poltica social.

    The power in Social Work: an approach from Foucault

    ABSTRACT

    In this article, I seek to rethink social work from the point of view of power, which constitutes an una-voidable component of professional practice that must be taken into account in all its complexity if onedoes not wish to suffer contradictions. For this, I analyze the concept of power as presented by Foucaultin particular, since I believe that, although inquisitive, his is a clear one which permits us to critically as-sume the positive effects of this measurement in an ambivalent professional context such as social work.After a necessarily superficial and incomplete overview of his reflections upon power, I separately ad-dress power as it comes from disciplinary guidelines in the helping relationship that the professional es-tablishes with the client and, later, the power of normative regulations that the professional wields as arepresentative of an organization and executor of social policy. In both, I inform about some of the dif-ferent mechanisms that result as well as some of their concrete manifestations.

    Key words: Social work, power relationships, professional knowledge, control, resistances, bureaucra-tic organizations, social politics.

    SUMARIO: 1. Marco general de referencia. 2. La concepcin del poder en Foucault. 3. Expe-riencia del trabajador social con el poder. 4. Las relaciones de poder y el trabajo social. 5. Re-laciones de poder con los clientes. 6. El poder profesional en las organizaciones. 7. Bibliografa.

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    ISSN: 0214-0314

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    En la an breve trayectoria de nuestro trabajo social y, por supuesto, en la msexigua de los servicios sociales, creo que existe una variable que, dependiendode las pocas histricas, ha conseguido distintos grados de consideracin peroque, en la actualidad, pasa por una fase de amnesia en la conciencia profesional.Me refiero a la relacin que tienen, tanto la disciplina como sus espacios orga-nizativos, con la nocin de poder1 y, correlativamente, con la idea del poderque ejerce el trabajador/a social en su prctica cotidiana.

    Seguramente este olvido es producto de una cierta analoga reduccionista en-tre poder y poltica, donde slo se entiende el primero asociado a la segunda, ode la censura moral que comporta la nocin de poder totalmente asimilada a do-minacin. Aunque estas percepciones puedan ser en parte justificables, la impli-cacin del poder debera tenerse ms presente en el anlisis terico-prctico deltrabajo social y ser revisada permanentemente en relacin a la propia evolucinde la sociedad.

    Para justificar la importancia que tiene para los profesionales de lo socialplantearse su relacin con el poder podra bastar con decir que se trata de un te-ma que las mentes ms preclaras han situado en el centro de las relaciones so-ciales. Escriba Bertrand Russell (1938): el concepto fundamental de las cien-cias sociales es el poder, en el mismo sentido en que la energa es el conceptofundamental en fsica2. Pero, por si esta razn no fuera suficiente, existen ade-ms justificaciones ms pragmticas para la intervencin profesional. En primerlugar, porque el profesional del trabajo social convive cotidianamente con expe-riencias de injusticia que van ntimamente ligadas con las estructuras de poder,y ante las cuales no encuentra vas de solucin efectivas, an en el marco de unestado social y de una cierta poltica de bienestar social. Es parte de lo que lva-rez-Ura llama la ambigedad constitutiva y constituyente del trabajo social, pues-to que tiene que promover el cambio pero sin alterar el orden (1995:8)3. Estaambivalencia confronta ineludiblemente al profesional con su rol de delegado dedichas estructuras y le hace partcipe del poder que detentan.

    En segundo lugar, pero quizs ms relevante, el inters de pensar en el podertambin se justifica porque la prctica del trabajador social se establece a partirde un saber y un saber hacer que, a la vez que le capacitan para desarrollar sumisin de mejorar las condiciones de vida y la dignidad de las personas, le sit-an ineludiblemente en el centro de una relacin desigual que, quirase o no, im-plica poder. El profesional es responsable de los recursos de que dispone y debesaber qu uso hace de ellos. Es la prctica consciente a la que se refiere Silvia

    1 Este aspecto ha sido recientemente abordado en un interesante artculo, pero desde la ptica dela violencia, por Vctor Jimnez (2002). Espero que, aunque tengan muchos puntos de contacto, puedanentenderse como complementarios.

    2 En Power, a new social analysis. London: allen and Urnvin, 1938, citado por T. Ibez.3 Este texto, como dice el propio autor, tiene dos versiones anteriores: una publicada en el libro El

    malestar en los profesionales de los Servicios Humanos y Sociales. La Corua, Fundacin Paideia; y elotro en la revista Claves de razn prctica, 34, ambos de 1993. Cito el libro porque creo que es ms co-nocido y asequible.

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    Navarro: La principal herramienta de la que disponemos somos nosotros mis-mos, y aquello sobre lo que tenemos ms poder transformador somos tambin no-sotros mismos. Los profesionales debemos ser capaces de autoobservar de for-ma crtica nuestras intervenciones, haciendo conscientes cules son sus efectosy su coherencia (Navarro, 2004:172).

    As pues, en este artculo me propongo aportar mi modesta visin sobre la in-fluencia que considero que tiene el poder en el mbito profesional. No tratar dehacer una exgesis de las mltiples teoras existentes al respecto sino que me li-mitar a hacer una aproximacin provisional e incompleta a la experiencia coti-diana del trabajo social con el poder. Para ello acudir a aquellos autores que con-sidero pueden aportar referentes de mayor relevancia con el propsito de aplicarlosa la reflexin de nuestra prctica. Para una revisin de las teoras y dems deba-tes generales sobre el poder, el interesado encontrar suficientes textos asequi-bles, algunos de los cuales se citan en la bibliografa. En cambio, sobre la inci-dencia real de las relaciones de poder en la prctica profesional del trabajo social,existen muchas menos aportaciones, sobretodo en nuestro contexto disciplinar eidiomtico.

    1. MARCO GENERAL DE REFERENCIA

    Con lo que llevamos dicho, ya debe haber quedado claro que, de las variasacepciones que tiene el concepto poder, nos referimos a una muy concreta. Noestamos hablando del verbo, del poder como capacidad de obrar (poder hacer al-go), sino del sustantivo, del poder como hecho social perceptible en la realidad,pero que no se circunscribe slo al gobierno de una nacin o estado, sino que im-plica a todo el cuerpo social como resultado de las mltiples interacciones; porsupuesto, tampoco nos referiremos a otras acepciones de poder ligadas al mbi-to jurdico (como el documento para actuar en nombre de otra persona) o al de laeconoma (poder adquisitivo, por ejemplo).

    El poder as concebido es un concepto problemtico sobre cuya definicin nohay un acuerdo unnime entre los cientficos sociales, sino mltiples perspecti-vas y enfoques, como sucede a todo concepto estrechamente vinculado con el di-namismo de la realidad social y a sus paradigmas interpretativos4. Como prime-ra aproximacin podemos entenderlo como un concepto que expresa la energacapaz de conseguir que la conducta de los dems se adapte a la propia voluntad(Molina, 1998). Esta definicin sigue en lo bsico a la clsica del que fue uno delos principales tratadistas del poder, Max Weber, para el que significa la pro-babilidad de imponer la propia voluntad, dentro de una relacin social, aun con-tra toda resistencia y cualquiera que sea el fundamento de esa probabilidad (We-

    4 Una aproximacin (pendiente de actualizacin hasta el final del siglo XX) a la historia de la re-flexin sobre el poder, de las disciplinas que lo han tratado, de los autores y de sus perspectivas de estu-dio, puede encontrarse en Ibaez (1983).

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    ber, 1979:43). Al mismo autor se debe la conocida distincin entre poder coerci-tivo o dominacin y poder legtimo o autoridad, y a sus tres fuentes: autoridadcarismtica, tradicional y legal o racional.

    Muchos otros autores han intentado tipificar el poder, sus fuentes y sus rela-ciones. Las formas de poder ms generalmente admitidas son: la coercin (ya seabasada en la fuerza, en la amenaza de sanciones o en la promesa de recompensas),la manipulacin (si se consigue mediante engao), el derecho (cuando se conce-de la autoridad), y la influencia (a veces calificada como persuasin). French yRaven (1959)5 incluyen unas modalidades que son relevantes para la aplicacinen el trabajo social y los servicios sociales: el poder referente (el que produce iden-tificacin, deseo de ser como alguien que supone un modelo), poder de experto(cuando se tienen conocimientos tericos o prcticos) y poder informacional (sise est en situacin de controlar la informacin que afecta a las decisiones).

    Del interesante anlisis que hace S. Lukes (1985) sobre tres enfoques posi-bles del poder que l analiza (pluralista, crtico y radical), nos interesa destacartres consideraciones:

    Toda relacin de poder implica, en ltima instancia, un conflicto de inte-reses entre las partes, pero el conflicto no siempre es manifiesto (puedeser latente o potencial) y los intereses pueden estar en conflicto aunqueno se tenga conciencia de ello (pues la coincidencia de preferencias pue-de estar predeterminada).

    El poder no slo cabe apreciarlo a partir de las decisiones efectivas queproducen actos positivos, sino tambin de las no decisiones o de inaccio-nes para crear barreras bloqueadoras del conflicto o restringir las posibi-lidades de eleccin.

    La influencia y el poder constituyen dos conjuntos en interaccin, coin-cidiendo en una parte y diferencindose en otra. La influencia puede ser o no unaforma de poder segn se de o no un conflicto de intereses.

    Como puede observarse, dicho anlisis tiene que ver con la libertad (ejercerpoder sobre el otro es afectar su libertad) y con la autonoma del sujeto para ele-gir entre todas las alternativas reales. Segn este autor, cuando el grado de auto-noma no se ve afectado o se incrementa se tratara de influencia y no de poder.

    2. LA CONCEPCIN DEL PODER EN FOUCAULT

    Michel Foucault es en la actualidad el principal referente en lo que concier-ne al anlisis del poder. Su reflexin, que transita a lo largo de toda su obra, esespecialmente incisiva para el trabajo social puesto que, aunque raras veces serefiera a l explcitamente, su discurso gira en torno a las tecnologas asisten-ciales y a la sociedad disciplinaria, con referentes tan prximos como la psiquiatrao las instituciones carcelarias. Como no es objetivo de este artculo analizar a

    5 French, J. R.; Raven, B. (1959), Social Power. University of Michigan Press. Citado por T. Ibaez.

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    fondo el pensamiento de Foucault6, me limito a exponer sintticamente los pun-tos principales que afectan a su visin del poder.

    Foucault critica el modelo jurdico-liberal de poder y adopta un paradigma es-tratgico. El modelo jurdico se basa en concebir el poder a partir de la Ley; la leycrea la regla de obediencia, y frente a las ineludibles transgresiones utiliza la re-presin mediante el uso de la fuerza sobre el cuerpo o la denegacin de recom-pensas sociales. Es un modelo en que el poder se concibe como una posesin, quetiene una sola direccin: de arriba (el rey, el Estado) hacia abajo; las instancias in-termedias (escuela, familia, etc.) reproducen el poder delegado; el poder contro-la y utiliza el saber, y se manifiesta en procedimientos de exclusin y de encierro(Ibez, 1983). Este modelo de poder ha venido funcionando tradicionalmente pe-ro, segn Foucault (1992a), ejerce un efecto de enmascaramiento en los indivi-duos al debilitar su resistencia al poder. Por contra, la concepcin del poder quepropone Foucault se caracteriza por las siguientes proposiciones (Bayon, 1995):

    El poder no es algo que se adquiera, el poder se ejerce en el juego de re-laciones mviles y no igualitarias; no existen zonas sin poder o que esca-pen a su control. Se puede decir que toda la sociedad es un complejo derelaciones de poder, o como dice Foucault el poder est en todas partes;no es que lo englobe todo, sino que viene de todas partes [...] El poder noes una institucin, y no es una estructura, no es cierta potencia de la quealgunos estaran dotados: es el nombre que se presta a una situacin es-tratgica compleja en una sociedad dada (Foucault, 1992b:113).

    Las relaciones de poder son inmanentes a otros tipos de relaciones (eco-nmicas, de conocimiento, sexuales), constituyen las condiciones y losefectos de desigualdades y desequilibrios en todos los intersticios del te-jido social: entre un hombre y una mujer, en una familia, entre un maes-tro y su alumno, entre el que sabe y el que no sabe, pasan relaciones depoder que no son la proyeccin pura y simple del gran poder del sobera-no sobre los individuos; son ms bien el suelo movedizo y concreto sobreel que ese poder se incardina (Foucault, 1992a:157).

    El poder viene de abajo, no hay una matriz general que d cuenta total-mente de las relaciones de poder; ms bien se forman lneas de fuerza di-fusas por todo el sistema social que deben ser estudiadas: se trata de co-ger el poder en sus extremidades [...] de asirlo en sus formas e institucionesms regionales, ms locales, sobre todo all donde, saltando por encimade las reglas de derecho que lo organizan y lo delimitan, se extiende msall de ellas, se inviste en instituciones, adopta la forma de tcnicas y pro-mociona instrumentos de intervencin material (Foucault, 1992a:142).

    6 Por suerte disponemos de muchas de sus obras traducidas al castellano gracias al tesn de JuliaVarela y Fernando lvarez-Ura. Adems, recientemente han aparecido dos obras especficamente so-bre Foucault y el trabajo social: la traduccin del libro colectivo de autores americanos (A. S. Chambonet alii, 2001) coeditado por los colegas de la editorial Maristn y de la EUTS de Linares, y desde otraperspectiva, la traduccin del libro de la profesora australiana K. Healy (2001), editado por Morata/Fun-dacin Paideia.

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    El poder no es totalmente, ni tiene por qu ser siempre, negativo (repre-sin) sino que puede tener un aspecto productivo porque promueve sub-jetividades particulares, regula y configura campos de posibilidad a tra-vs de las acciones y el saber: lo que hace que el poder agarre, que se leacepte, es simplemente que no pesa solamente como una fuerza que diceno, sino que de hecho la atraviesa, produce cosas, induce placer, forma sa-ber, produce discursos (Foucault, 1992a:182).

    Donde hay relaciones de poder hay resistencias al poder, un contrapoderque se forma en su misma relacin; que no se pueda estar fuera del poderno quiere decir que se est atrapado, la resistencia est en todas partes den-tro de la red de poder: existe porque est all donde el poder est: es puescomo l, mltiple e integrable en estrategias globales (Foucault,1992a:171).

    Y por ltimo, esta concepcin del poder tambin descubre la sutil trans-formacin de las formas de represin hacia los signos que configuran lanorma disciplinaria que moldea la mente; la disciplina es una frmula ge-neral de dominacin que se basa en el control minucioso del sujeto me-diante el examen sistemtico, la distribucin espacial y la normalizacin:Se puede, pues, hablar en total de la formacin de una sociedad disci-plinaria [...] No quiere decir esto que la modalidad disciplinaria del poderhaya reemplazado a todas las dems; sino que se ha infiltrado entre lasotras, [...] ligndolas entre s, prolongndolas, y sobre todo permitiendoconducir los efectos de poder hasta los elementos ms sutiles y ms leja-nos (Foucault, 1981:219).

    Hecho este superficial repaso al pensamiento de Foucault sobre el poder, di-bujemos el esquema que vamos a desarrollar a lo largo del artculo.

    3. EXPERIENCIA DEL TRABAJADOR SOCIAL CON EL PODER

    Si convenimos en una situacin tpica de ejercicio profesional de un trabaja-dor social, podemos aceptar como probable que su experiencia sobre el poder sebase, al menos, en estos cuatro escenarios, no entendidos como entidades estan-cas sino interrelacionadas:

    La vivencia de los clientes7. El ejercicio del trabajo social permite cono-cer muchas y variadas situaciones sociales que son, en su esencia, actosde abuso o de ejercicio inadecuado de poder, bien sean fruto de la convi-vencia en el mbito privado o bien producto de la injusticia social estruc-tural. Se trata de un conocimiento indirecto o intermediado por la viven-cia de los clientes pero no por ello deja de ser propia y, la mayora de lasveces, menos impactante. Supone una referencia para observar la micro-

    7 Opto por el trmino cliente, a pesar de que su connotacin no guste a muchos, por conside-rarla la ms apropiada a la dimensin general que pretendo darle al anlisis.

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    fsica del poder en los niveles ms elementales y locales que, a su vez,puede ser sistematizada y utilizada como fuente de conocimiento profe-sional para incidir y reactivar la poltica social. An siendo muy intere-sante este escenario, declinamos abordarlo aqu ya que contamos con ml-tiples aportaciones que permiten hacer este ejercicio.

    La relacin de ayuda. En todo el proceso de intervencin, pero especial-mente en el contacto directo con el cliente, el profesional del trabajo so-cial desempea una labor revestida de poder. Cualquier relacin profesio-nal es, por definicin, una relacin asimtrica donde una parte dispone deun saber y de un saber hacer que, en esencia, constituyen una fuente depoder para la parte demandante de atencin. Pero en las profesiones de ser-vicio a las personas, de las que forma parte el trabajo social, este poder seincrementa a causa de la naturaleza de la relacin que debe establecersepara que sea efectiva la ayuda. La especificidad que comportan las rela-ciones de poder en una profesin cuyo propsito es procurar cambios eman-cipadores en las personas es lo que interesa desarrollar en este artculo.

    La estructura organizativa. Normalmente el trabajador social desarrollasu trabajo en el seno de una organizacin y ella es tambin un importan-te escenario donde se producen ingentes relaciones de poder. El profesio-nal, adems de ser un tcnico en su especialidad, es un trabajador asala-riado (en sentido genrico) que, en trminos marxistas, vende su fuerzade trabajo (en este caso trabajo intelectual) a quien le ha contratado. Ade-ms ocupa una determinada posicin en la estructura organizativa y, enfuncin de ella, puede estar en un puesto subordinado o en diversos nive-les jerrquicos que le comportarn situaciones y grados de poder diferen-tes. El espacio organizativo profesional es muy variado, aun as, habre-mos de tenerlo en cuenta por la influencia que ejerce en el quehacerprofesional.

    El aparato poltico. Adopto este concepto necesariamente ambiguo parareunir lo que, a pesar de las diferencias, me parece que configura un con-junto suficientemente homogneo de mbitos institucionales que tienenque ver con el poder relacionado con los profesionales del trabajo social.El aparato poltico, como aqu se entiende, agrupa el sistema poltico y ad-ministrativo en sus diferentes funciones (legislativa, ejecutiva y judicial)y en sus niveles estatal, autonmico y local. Concretamente, se materiali-za en la poltica social, especficamente la que concierne al mbito de losservicios sociales u otros servicios de bienestar; dichas polticas pblicasson las que interrelacionan dichos sistemas de poder con la sociedad, dela que emana a su vez el poder de legitimar legalmente al poder poltico.Pero el aparato poltico tambin representa genricamente el campo defuerzas donde se organizan otras entidades con influencia poltica (em-presas, sindicatos, movimientos sociales, etc.) as como las que instituyenel poder del saber (universidades, colegios profesionales o la comunidadcientfica en general).

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    Las relaciones de poder en que se ve implicado como profesional el trabaja-dor social pueden clasificarse grosso modo en dos direcciones: como sujetode poder o bien como objeto de poder (Bayn, 1995:18). En el primer casohay que situar aquellas relaciones en las que el trabajador social tiene una posi-cin de ventaja respecto a sus interlocutores mediante la cual tiene la facultad deimponer, de alguna manera, su criterio. En el caso opuesto, el profesional ser elreceptor de las dinmicas de poder que otros individuos, estructuras o institu-ciones, ejerzan sobre l. En primera instancia parece lgico pensar que ser su-jeto de poder en la atencin directa a los usuarios y, en cierta manera, en su fun-cin genrica de experto de lo social. En cambio, el trabajador social ser objetode poder respecto a las decisiones de la poltica social que emana del poder po-ltico condicionado por su campo de influencia. En cuanto a la organizacin, nor-malmente el trabajador social tendr una posicin dependiente, sujeto a las r-denes jerrquicas, pero tambin puede tener cierto poder de direccin intermedia.A pesar de todo, no hay que olvidar nunca que las relaciones de poder son mu-cho ms complejas, pudindose producir resistencias que se transforman en ac-tos de poder (contrapoder), sea por parte de los usuarios frente al profesional opor parte de l mismo para mirar de contrarrestar el poder de la organizacin ode las polticas sociales.

    Muchas veces el reconocimiento del poder del trabajo social queda apagadopor las debilidades disciplinarias que se reconocen a la profesin, fruto de sus in-suficiencias cientficas y de un bajo estatus socio-profesional (Barbero, 2002:71).La posicin global que ocupa el trabajo social entre las ciencias sociales y la con-sideracin que se da a su intervencin en los sistemas pblicos de bienestar pue-de conducir a la negacin de que se est ejerciendo algn poder; y lo que es msgrave, que a fuerza de considerar natural este estado de cosas, tampoco sea cons-ciente que se ejerce poder sobre el trabajo social, puesto que los disfraces delpoder son altamente sibilinos. En el otro sentido, es decir cuando los profesio-nales reconocen su poder, se da una percepcin negativa del mismo, como se apre-cia en la siguiente cita: Los trabajadores sociales tienen poder y manejan poder.Este poder se convierte en un handicap, porque no se puede mantener el vncu-lo educativo y la capacidad de dar o no prestaciones simultneamente, y puedehacerles aparecer prepotentes y poco sensibles (gora, 1998:38). Aqu el poderimpotente de antes parece convertirse en poder inservible, lo que significa unanueva contradiccin con el significado que dbamos al poder y evidencia que lacultura del trabajo social no ha asumido adecuadamente toda la complejidad queeste elemento comporta.

    Pero antes de avanzar ms, es necesario esclarecer de inmediato que la citaanterior contiene un ardid de planteamiento. En general apreciamos que el tra-bajador social tiene poder, entre otras cosas, porque maneja recursos. La imagenque se crea da a entender que la disposicin de recursos materiales (prestacioneseconmicas o servicios) es consustancial al rol profesional del trabajador social.Pero esto distorsiona la realidad; primero, porque no se tienen en cuenta los con-textos de trabajo del profesional y se unifica en un nico modelo la identidad del

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    trabajador social; y segundo, porque los recursos no pertenecen al profesional niestn, en su mayor parte, a su libre disposicin. Los recursos son potestad de otrasinstancias o, en el mejor de los casos, de la propia organizacin del profesional,pero sobre los que l difcilmente tiene capacidad de resolucin. La distincin esimportante porque cambia totalmente la relacin de poder del profesional, quepasa de ser el sujeto a estar sujeto por las disposiciones normativas o estratgi-cas que rigen los recursos. El trabajador social slo tiene sobre los recursos unapotestad vicaria, de intermediario entre el cliente y la organizacin o el siste-ma poltico-social, que son quienes dominan fundamentalmente las normas dedistribucin.

    Aclarado este extremo, centremos de momento la atencin en la relacin tc-nica entre el profesional y el cliente, para abordar los mecanismos de poder enjuego. Pero antes vale la pena recordar la ltima definicin que se ha consensuadode la profesin puesto que incide en el ideal que persigue cuando empieza di-ciendo: La profesin de trabajo social promueve el cambio social, la resolucinde problemas en las relaciones humanas y el fortalecimiento y la liberacin delpueblo para incrementar el bienestar... (Definicin de la IFSW y la IASSW).Por otra parte, sabemos que el poder profesional es una cuestin especialmentedenostada para las corrientes crticas o alternativas del trabajo social (los revo-lucionarios en terminologa de Howe) porque cuestiona el ideal de liberar a lospobres de las condiciones de opresin en que viven y ayudar a los que no tienenpoder a reclamar ms poder (Howe, 1999:222).

    4. LAS RELACIONES DE PODER Y EL TRABAJO SOCIAL

    Como se ha sealado anteriormente, la propia posicin estructural que se creaentre profesional y cliente conlleva, de hecho, una diferencia de poder. Podra de-cirse que es precisamente por esta posicin diferenciada por la que: a) el clienteacude a un profesional; b) el profesional est en disposicin de ayudarle; y c) seproduce, de hecho, una relacin de ayuda que resulta efectiva para el cliente. Apesar de ello (o quizs por ello) el anlisis del poder nos invita a examinar los mi-nuciosos cdigos de conducta con que trabajamos, que van de los gestos a los dis-cursos con que nos relacionamos, desde los lugares a los tiempos que emplea-mos. De hecho, el poder est en todas partes y opera a travs de discursos yprcticas que son adoptadas por determinadas posiciones institucionales.

    Como hemos visto, Foucault sostiene que son inevitables las relaciones de po-der y, Healy por su parte afirma que aunque los trabajadores oficiales no pue-dan evitar la utilizacin del poder, s pueden aumentar la responsabilidad, la hu-manidad y la justicia con las que se ejerza ese poder (Healy, 2001:102). De estose trata fundamentalmente aqu, de situar a los clientes y a los trabajadores so-ciales dentro de instituciones y de sistemas de poder y ver cmo las regulacionesinstitucionales nos moldean. Chambon (2001) nos conmina a escrutar nuestraprctica de la misma forma que escrutamos a nuestros clientes, y afirma que la

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    perspectiva de Foucault es especialmente til para examinar las formas menosobvias del poder no cuando imponemos una fuerza que no es querida, sino cuan-do ejercemos nuestra influencia de manera aparentemente aceptada (Chambon,2001:149).

    El poder se manifiesta de muchas maneras segn las circunstancias de la prc-tica y en cada caso se utilizan estrategias diferentes de poder. Esto nos obligara,en primer lugar, a contextualizar los diferentes marcos operacionales en los quese acta, para analizar en cada realidad los detalles finos de las prcticas de po-der que se introducen en la relacin de ayuda. En la modalidad de ejercer el po-der influye el campo operativo donde nos ubiquemos (proteccin de menores,servicios sociosanitarios, etc.), la orientacin de la intervencin (preventiva, re-formadora, etc.), el nivel de actuacin (individual, grupal o comunitario), influ-ye evidentemente la particularidad de cada situacin e incluso la actitud de lossujetos involucrados.

    Pero sin duda, el manejo del poder tambin depende de la concepcin episte-molgica del trabajo social que tenga el trabajador social y de cmo conciba lapresencia del poder en su prctica: lo importante es comprender las prcticas apartir de las cuales se ejerce el poder (Healy, 2001:62). Este auto anlisis es pro-pio de cada trabajador social en su contexto operativo, pero sin engaos o falsasevasiones que nieguen la irremisible presencia del poder: lo que se presenta a smismo como ms all de las cuestiones del poder es lo que se debe examinar co-mo un lugar de poder (Foote y Frank 2001:249).

    De nuevo hay que partir de la contradiccin inherente de la que habla lva-rez-Ura. Laura Epstein argumenta que el trabajo social, para ser eficaz con lamisin conferida por los poderes pblicos de contribuir a la gobernabilidad, de-be influir en las personas, aunque de forma no autoritaria, producir un efecto sinusar la fuerza. La especialidad del trabajo social parece ser el arte comunicativode influir no influyendo y sin que se note demasiado. Se plantea, pues, la di-sonancia intrnseca que supone proclamar como intenciones del trabajo socialtanto la ayuda a la gente para que se acomode al status quo, como el desafo almismo mediante el intento de provocar un cambio social (Epstein, 2001:87). Lomismo se puede expresar, como hace Julliard, como un conflicto entre la funcinimplcita (mantener el orden social) y la funcin explcita (ayudar a la gente): elproblema procede hoy del hecho de que la funcin implcita deviene explcita pa-ra un cierto nmero de personas, a la medida que se dan cuenta de que ciertas ac-ciones que querran realizar para corresponder a su funcin explcita, perfecta-mente necesaria y legtima, les llevan a poner en cuestin su funcin implcita(VVAA, 2001:177).

    Pero cmo reconocer que una institucin aparentemente benigna como eltrabajo social est implicada en estrategias de poder? Al menos para muchos es-tudiantes sta sigue siendo una apora incomprensible, y ms cuando se les ins-truye en los propsitos que reza la definicin oficial a la que hemos hecho re-ferencia anteriormente. Es ms factible comprender la utilizacin poltica queel Estado hace del trabajo social para mantener el orden social que reconocer

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    que ellos, como futuros profesionales, van a verse inmersos en dicha estrategia.Para comprender cmo se ha llegado y qu implica esta situacin recurrimos denuevo a Foucault para rescatar su concepto de sociedad actual a la que llama so-ciedad disciplinaria. Las sociedades modernas regulan y disciplinan a sus po-blaciones no recurriendo a la fuerza y a la reclusin como en pocas anterioressino instituyendo y sancionando unos saberes y prcticas legitimados por lasciencias humanas (medicina, psiquiatra, criminologa, etc. y, entre ellas, el tra-bajo social)8.

    El poder disciplinario encarna las acciones que Foucault denomina prcti-cas que dividen, cuyo objeto principal es construir sistemas de clasificacin y,mediante ellos, diferenciar lo normal de lo que no lo es. La normalizacin dela poblacin implica el desarrollo de formas de saber que establecen ideales depensamiento y conducta humanos, frente a los cuales los individuos son evalua-dos para actuar discretamente sobre ellos y conformarlos a la norma; se trata deuna tecnologa de poder que se desarrolla a partir de la verdad que instituye elsaber de las disciplinas9. Dice Foucault: Por verdad [hay que] entender un con-junto de procedimientos reglamentados por la produccin, la ley, la reparticin,la puesta en circulacin, y el funcionamiento de los enunciados (Foucault,1992a:189). Lo importante es, pues, entender que se producen efectos de verdaden el interior de los discursos (tanto tericos como prcticos) que no son en smismos ni verdaderos ni falsos, pero que crean regmenes polticos, econmi-cos, etc. de produccin de verdad.

    Pues bien, esta ecuacin que explica la sociedad moderna como sociedad dis-ciplinaria, a partir de la verdad que divide y normaliza, es de una gran fuerzaadaptadora puesto que aunque se discutan los trminos exactos de la distincin,el principio general de divisin es una de esas realidades que, a menudo, sonaceptadas como absolutamente evidentes por ambas partes, tanto los creadoresde discursos de verdad como aquellos a quienes se aplican. As, la verdad llegaa ser una forma de poder, de poder internalizado, que ha de ser ejercido, la ma-yor parte del tiempo, por aquellos que estn siendo controlados. El control, eneste sentido, es implcito y generalizado, puesto que al adecuar la conducta auna ley de verdad instituida desde el poder, funciona como un mecanismo msde sumisin.

    8 Otros autores van ms all y plantean que en la actualidad se dibujan disposiciones de controlabierto y continuo, muy diferentes de las recientes disciplinas cerradas (Deleuze, 1989:160). Tomandouna nocin de Serres, Tirado y Domnech han llamado a este nuevo estadio extitucin, en el que la l-gica del poder se ejerce permitiendo el movimiento de los sujetos, a los que se deja hacer porque el con-trol se ejerce a distancia mediante el agenciamiento que permite su vigilancia permanente (Tirado yDomnech, 2001).

    9 Segn John Gledhill (2000:236), Foucault distingue entre lo que denomina estrategias, tecno-logas y programas de poder. [...] Los programas definen formas de conocimiento y discursos sobre losobjetos de conocimiento. Las tecnologas son aparatos de poder destinados a llevar dicho conocimientoa la prctica, las estrategias de poder constituyen lo que los agentes hacen en la prctica al ejercer el po-der y al hacer operativos los programas y las tecnologas. Se desarrollan como respuesta a las circuns-tancias cambiantes, y son, por tanto, improvisaciones.

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    El poder logra su efecto y es aceptado porque produce verdades para las per-sonas, proporciona subjetividades que la gente puede asumir en su vida cotidia-na, configura identidades y regula las visiones del mundo. As es cmo el sabery el poder se constituyen. No es posible que el poder se ejerza sin el saber, esimposible que el saber no engendre poder dice Foucault (1992a:100). Otros au-tores coinciden en esta versin del conocimiento, como Barnes cuando dice quecualquier distribucin especfica de conocimiento confiere una capacidad ge-neralizada para la accin sobre aquellos individuos que lo tienen y lo constitu-yen, y esa capacidad para la accin es su poder social (Barnes, 1990:85).

    Pero esta forma de poder no logra nunca la dominacin total de los sujetos,lo que hace es inducir a participar de la regulacin que se propone. El rechazo to-tal o parcial a esta visin o la participacin de un modo no esperado, es un signode resistencia al poder (Wang, 2001:283). La resistencia es el complemento re-cproco e inherente del poder, de forma que desde el momento en que se da unarelacin de poder, existe una posibilidad de resistencia. La resistencia es lo quediferencia el poder de la dominacin: cuando un individuo o grupo llegan a blo-quear un campo de relaciones de poder, volvindolas inmviles y fijas e impi-diendo toda reversibilidad de movimiento, estamos ante lo que se puede deno-minar un estado de dominacin (Foucault, 1999:395). Las relaciones de poderimplican que haya esta libertad de contraatacar, de huir, de engaar o de adoptarcualquier estrategia que invierta la relacin. En este sentido, el desenmascar-miento de cualquier tecnologa de poder est dirigido a ambas partes de la rela-cin de poder. El potencial para luchar contra la violencia sutil del poder est,pues, abierto tanto para el profesional como para el cliente. No se niega la asi-metra de la relacin ni la disparidad de recursos de que dispone cada parte, sinoque el profesional debe reconocer su ventaja evidente.

    Veamos pues, algunas manifestaciones del poder profesional del trabajador so-cial y cmo contrarrestar sus efectos en sentido positivo. Nos centraremos en larelacin de ayuda de carcter personal y directa, como base para extrapolar cual-quier modalidad de intervencin en otras modalidades y niveles de actuacin. Eneste marco se dan al mismo tiempo las prcticas de ayuda y de control, aunque elmismo Foucault admite que carece de sentido distinguir entre formas controlado-ras y no controladoras de trabajo social, porque en muchos contextos de prctica(por ejemplo los servicios directos a las personas) el control social explcito cons-tituye una dimensin inevitable e irreducible de la prctica profesional. Lo im-portante es reconocer las formas de control e interrogarse sobre cmo hacer queeste poder sea cada vez ms responsable y justo para quienes estn sometidos a l.

    5. RELACIONES DE PODER CON LOS CLIENTES

    La mayor parte de los profesionales del trabajo social se ven involucrados enlos tres procesos que la sociedad adjudica a la disciplina: la vigilancia jerrqui-ca, la sancin normalizadora y el examen. La vigilancia jerrquica implica una

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    super-visin unilateral sobre los sujetos a partir de la cual los profesionales pro-ducen un saber sobre sus clientes. La sancin normalizadora supone el poder dediagnosticar discrecionalmente la conducta de los sujetos en funcin de unos pa-rmetros de normalidad que proporciona el saber profesional. El examen com-bina las tcnicas de la jerarqua que vigila y las de la sancin que normaliza,permitiendo clasificar y sancionar (Foucault, 1981:189) as como reconducir losestilos de vida disfuncionales hacia estadios de normalidad.

    Siguiendo a Healy (2001) podramos decir que hay que distinguir entre la uti-lizacin explcita e implcita del poder. En la forma explcita, aun descartando lasmodalidades autoritarias que ha censurado la corriente crtica, se dan diferentesmanifestaciones que tienen que ver con las funciones y responsabilidades de lostrabajadores sociales ligadas a sus conocimientos tcnicos y a las destrezas paraconseguir los objetivos. Ante la funcin tcnica conferida se puede dar una acti-tud del profesional que sea prepotente, inquisitiva, o bien una actitud potencia-dora de las capacidades y respetuosa con los discursos y las prcticas de los clien-tes. De lo que se trata es de no parapetarse en este poder tcnico sino en prestaratencin a si este saber acta para suprimir o para revelar las voces subordina-das en contextos especficos de accin (Healy, 2001:105). Por el contrario, lasprcticas que se basan en etiquetar negativamente al cliente y no creer en las po-tencialidades de las personas, de las familias y del entorno en que stas viven, pue-den hacer que nuestras actuaciones, a modo de profecas autocumplidoras, acabenteniendo efectos perversos y no deseados, ya que al final paradjicamente lo queacabamos generando es justo aquello contra lo que se supone deberamos luchar(la vulnerabilidad, la dependencia, la cronicidad, etc.) (Navarro, 2004:91).

    Una estrategia de poder consiste en el establecimiento de las distancias sim-blicas entre el profesional y el cliente. La diferencia de roles existente en la re-lacin de ayuda tiende a provocar dicotomas en las posturas de las partes: el sa-no frente al enfermo, el normal frente al desviado, el que sabe frente al que nosabe, etc. que acentan en definitiva la relacin de poder entre el trabajador so-cial y el cliente. Algunos profesionales crticos han abogado por eliminar los l-mites en beneficio de una asociacin mutua y menos jerrquica con los clientes,pero esta postura puede privar a los trabajadores de un recurso muy necesario:la capacidad de mantenerse al mismo tiempo dentro y fuera de varios sistemas,con el fin de negociar un nivel mnimo de asistencia para los miembros ms vul-nerables (Healy, 2001:100). La disolucin del profesional puede llevar a la con-fusin de los clientes respecto a lo que pueden esperar del trabajador social.

    Aun no siendo fcil adoptar un tipo de relacin que sea suficientemente pr-xima y al mismo tiempo que mantenga la distancia que hace posible la objetiva-cin y la ayuda, se pueden implementar estrategias que, sin esconder la relacinde poder, tengan en cuenta las capacidades de los clientes. Se trata, en primer lu-gar, de reconocer el saber que les proporciona su vivencia subjetiva, es decir, laexperiencia concreta que les afecta y aquello que cada uno le asocia como signi-ficacin a partir de su visin de la realidad. Se trata de reconocer otros tipos desaber igualmente legitimados y no circunscritos al poder profesional, mediante

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    la introduccin de tcnicas de reflexin que ayuden a los clientes a elaborar supropio saber (Navarro, 2004:273). Con ello no se est anulando ni minimizandoel poder-saber del trabajador social, se est permitiendo que en la relacin pue-da surgir un poder-saber de mucha ms trascendencia para comprender la situa-cin particular del cliente. Son dos tipos de poder que tienden a complementar-se en la bsqueda de un saber ms completo y adecuado a las prcticas locales,alejndose de las verdades tericas y anquilosadas que, a menudo, no explicansuficientemente los procesos de exclusin.

    El profesional tambin aporta el saber metodolgico que permite aflorar elsaber experimentado y que quizs no era consciente o que, de otra forma, no en-cuentra vas de expresin anulado por el saber tcnico y la verdad impuesta. Co-mo pone de relieve Healy, el saber experto del tcnico se puede utilizar como re-curso explcito de poder en contextos de prctica para organizar y conducirdeterminadas tecnologas (como las terapias grupales) que exigen una prepara-cin y pericia que no permiten que sean asumidas por los clientes. Es ms, estosmismos exigen al trabajador social que ejerza el poder correspondiente para ase-gurar el funcionamiento de la tcnica y un resultado efectivo a sus intereses, co-mo explicita la opinin que recoge la autora en su libro: creo que es una tonte-ra que los trabajadores sociales digan te estoy dando todo el poder porque tsabes que acudes a ellos por una razn... vas a ellos por sus conocimientos o al-go as (Healy, 2001:112).

    En la prctica, es lgico que se d una tensin constante entre aceptar la in-dependencia de los clientes y ejercer el poder de apoyo del proceso, entre cederel poder y utilizarlo con eficacia para maximizar la participacin y el control(Healy, 2001:113). Es una tensin consustancial, que debe reconocerse y gestio-narse sin caer en el extremo que, limitar el poder, provoque defraudar o culpabi-lizar a los clientes. Como dicen Foote y Frank (2001:253) Este poder prcticosupone no slo la capacidad de dirigir a ese otro, sino tambin la voluntad in-cluso la gratitud del otro de ser dirigido.

    La participacin activa de los clientes no elimina, especialmente en contex-tos concretos y en determinados servicios, que los trabajadores sociales tenganla responsabilidad oficial de tomar ciertas decisiones que incumben a la vida desus clientes. Sin duda, sta es la ocasin ms evidente de ejercicio del poder pro-fesional puesto que las decisiones que han de adoptar acostumbran a tener con-secuencias en mbitos polticos, judiciales, econmicos o de distribucin de ser-vicios. Aqu, la utilizacin del poder conferido al profesional puede adoptar unaforma ms responsable y humana en la medida que se aumente la transparenciade las decisiones que se toman y, en lo posible, informar de las razones reales porlas que se adoptan. En algunas circunstancias es imposible pretender la confor-midad de los clientes con determinadas decisiones que, ejerciendo un poder res-ponsable, toman sus trabajadores sociales; pero en otras muchas (quizs anterio-res en la cadena de decisiones que supone un proceso de atencin), se puedeimplicar al cliente o desvelarle la visin que construye el profesional, dndoleoportunidad de maniobrar y ejercer incluso su poder de resistencia.

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    Como se ha visto, la resistencia es a menudo una forma inversa de poder, elpoder que se genera contra el poder oficial u ortodoxo. Esta es una prerrogativade los clientes que no se debe menospreciar puesto que significa la posibilidad deromper la representacin dualista de las identidades en el contexto de la ayuda, deforma que, limitar el poder profesional empieza por no considerar a los clientescomo vctimas pasivas de quienes ejercen el poder oficial sino como sujetos ca-paces de asumir, de alguna manera, la propia causa y poner en juego sus poten-cialidades. Ahora bien, Wang nos recuerda que las pautas de resistencia son cul-turalmente dependientes y, por lo tanto se adecuan a los modos particulares deresistencia aprendidos en base a la cultura, el contexto o los objetivos de que setrate. Tambin nos advierte que la posibilidad de resistencia no est equitativa-mente distribuida entre los individuos y grupos sino que participa igualmente delas situaciones desiguales de poder (Wang, 2001:307). Todo ello permite apreciarque las mltiples formas en que los clientes cuestionan o ponen a prueba al pro-fesional, aunque puedan a veces resultar incomprensibles o incmodas, slo sonresistencias saludables que pueden ser aprovechadas para los objetivos de ayuda.

    Hay otras manifestaciones de poder ms desapercibidas o implcitas que seconfunden a menudo en la prctica cotidiana del profesional. Mientras las ante-riores conectan ms con el poder del experto y de la autoridad conferida al pro-fesional, stas se relacionan con las identidades fsicas y las prcticas discursi-vas. De entrada hay que descartar la imagen unvoca de trabajador social poderosoy considerar que hay mltiples variables que moldean su acceso al poder y su ex-periencia del mismo dependiendo del contexto (Healy, 2001:114). La identidadsexual del trabajador/a social puede significar por s misma y en determinadoscontextos diferencias importantes de poder, especialmente cuando se trata de de-terminadas problemticas de sus clientes que estn basadas en su experiencia degnero. Por lo tanto, el cuerpo del trabajador/a social no siempre es del todo irre-levante respecto a las formas de poder que puedan ejercer. La experiencia, en al-gunos casos, y las aptitudes asociadas a la identidad corporal (de sexo, etnia ysalud sobre todo) pueden ser consideradas como diferencias respecto al poder porlos clientes como tambin lo son, por cierto, por los empleadores de estos profe-sionales.

    En otros casos, los signos del poder tienen una percepcin diferenciada queva implcita al tipo de prctica que se realiza y al saber que se presupone. A me-nudo esto se hace especialmente evidente en equipos interprofesionales o sim-plemente en la comparacin con profesionales de otras disciplinas. Como bienconstata Healy: los tipos concretos de trabajo que realizan los trabajadores so-ciales, que abarcan problemas de relaciones, ntimos y, a veces, vitales y muyprcticos, hacen que sus conocimientos y destrezas estn ms abiertos a la dis-cusin y dependan ms de las identidades independientes del trabajo que los deprofesionales cuyo terreno se circunscribe con mayor claridad a tareas tcnicasconcretas (2001:117).

    A su vez, el discurso como estructura del saber sobre una parcela de la reali-dad, as como las prcticas comunicativas en que se encarna aquello que es co-

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    nocido por la disciplina, entran tambin a formar parte del juego de poder. Estose traduce en que la comunicacin entre profesional y cliente es un vehculo quepuede minimizar las diferencias de poder tanto como puede agudizarlas. El dis-curso es un instrumento que produce poder, pero a la vez se expone a ser cues-tionado, como ocurre cuando se percibe poco saber tcnico del trabajo socialpara ser efectivo con los problemas que se le plantean. El lenguaje, la termino-loga y la jerga profesional como expresin del discursos son, a su vez, expresinconcreta de poder que distancia e incomunica.

    6. EL PODER PROFESIONAL EN LAS ORGANIZACIONES

    Para J. Kenneth Galbraith la organizacin es la fuente de poder ms impor-tante en las sociedades modernas. Cuando se quiere ejercer poder, es preciso dis-poner de alguna forma de organizacin, aunque luego sea necesario someterse ala organizacin para lograr el objetivo comn, que entraa normalmente la su-misin de terceros. (Galbraith, 1984:25)10. La organizacin, aunque puede utili-zar cualquier tipo de poder, se decanta por emplear ms sistemticamente el po-der condicionado. Este autor descubre que en la organizacin se dan trescaractersticas: a) que obtiene sumisin externa slo cuando obtiene sumisin in-terna (simetra bimodal); b) que aumenta su poder con la asociacin a las otrasfuentes (personalidad y propiedad) y en la medida que puede acceder a los tresinstrumentos; y c) que cuanto ms diversos sean los fines a los que aplicar el po-der de la organizacin (excepto el Estado) mayor ser la debilidad para obtenersumisin (Galbraith, 1984:87). La teora de este autor aporta muchos elementosque podran ser estudiados para la aplicacin a las organizaciones donde se des-arrolla el trabajo social.

    Como se ha apuntado anteriormente, buena parte del poder del trabajador/asocial le viene otorgado por la organizacin donde presta sus servicios. Hay in-cluso quien sugiere que toda intervencin en un marco organizativo debe consi-derarse una actuacin por delegacin de los responsables de sta; as al menos escomo interpreto a Thibaud cuando dice: el trabajador social se encuentra siem-pre situado junto a algn tipo de autoridad. Pienso que es una regla absolutamentegeneral. En las prisiones es bastante claro, en las empresas igualmente; el traba-

    10 Para analizar la anatoma del poder este autor sugiere que existen tres instrumentos para ejer-cerlo o imponerlo y tres instituciones o caractersticas que conceden el derecho a su uso. A los tres ins-trumentos para imponer el poder, el autor los llama: poder condigno (aquel que consigue la sumisin me-diante la capacidad para imponer a las preferencias del individuo una alternativa lo suficientementedesagradable, dolorosa o costosa para disuadirlo de considerar tales preferencias de accin); poder com-pensatorio (el que obtiene la sumisin mediante el ofrecimiento de una recompensa positiva, de algo va-lioso para el individuo que se somete); y poder condicionado (el que se ejercita modificando la creencia,mediante la persuasin, la educacin o el compromiso, donde no se advierte la sumisin puesto que coin-cide con la preferencia del individuo). Las tres instituciones son: la personalidad (los rasgos personalesque dan acceso a los instrumentos de poder), la propiedad (o la riqueza) y la organizacin.

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    jador social no tiene autoridad. Tiene un cierto margen de libertad, sin duda, pe-ro no autoridad (VVAA, 2001:176).

    En cualquier caso, lo que aqu interesa tratar son aquellas relaciones de po-der entre el profesional y los clientes que no provienen tanto de las pautas disci-plinares como de las regulaciones normativas. Esta diferencia no es muy usualen el discurso profesional o de los servicios sociales: Para los clientes ambos sefunden en un nico complejo de poder: la institucin y sus mediadores, los tra-bajadores sociales (gora, 1998:39). Aqu la creemos imprescindible para po-der analizar convenientemente este segundo mbito donde el poder que se detentaes vicario, es decir, se ejerce en nombre de, y bajo las condiciones impuestaspor una autoridad jerrquica con la que tambin existe una relacin de poder quea su vez es una relacin contractual.

    Toda organizacin formal establece unos vnculos ms o menos rgidos quedelimitan el comportamiento de sus miembros y regulan las relaciones que sonimportantes para el funcionamiento de la propia organizacin. Los profesionales,no obstante, son un tipo de personal de las organizaciones que, en virtud de su sa-ber disciplinar acostumbran a gozar de un grado ms o menos amplio de autono-ma para realizar su trabajo, es decir, sin demasiada ingerencia de los intereses del poder jerrquico. Aun as, hay diferencias considerables entre los profesiona-les a la hora de hacer prevalecer su autonoma de accin por delante de los reque-rimientos organizativos. Tambin es cierto que no todas las organizaciones se com-portan igual con sus profesionales, siendo la administracin pblica y las grandesempresas las que erosionan ms la autonoma profesional (Guilln, 1990:44). Ve-mos por otra parte que, en esta sociedad que Cohen denomina sociedad de ser-vicios personales, los profesionales de la asistencia han ocupado los puestos msbajos de la escala del estatus: estos grupos son empleados dependientes de bu-rocracias pblicas y a pesar de sus pretensiones o aspiraciones, tienen poco poderpara determinar las decisiones polticas fundamentales (Cohen, 1988:241).

    En la diversidad de organizaciones del contexto social donde se ocupan los tra-bajadores sociales, stos tienen que participar en lo que Barbero denomina ges-tin administrada de problemas. No se trata de una modalidad de trabajo socialdiferente de la ortodoxa o clsica sino de la forma que ha adoptado el trabajo so-cial cuando ha entrado en las estructuras organizativas que operativizan un en-cargo relacionado con contenidos de la poltica social (Barbero, 2002:118). Pue-de que, dada la hegemona actual de esta forma de ejercicio profesional, resultedifcil distinguir lo que proviene del saber disciplinar de lo que imponen las re-glas de juego del complejo organizativo, y que el saber profesional ha tenido queasumir como propio. Lo que resulta evidente es que esta racionalidad a la que We-ber llam burocracia, vuelve ms complejas las relaciones de poder que se es-tablecen en la prctica del trabajo social, porque han de incorporar unos roles, unasfunciones y unos dispositivos incubados desde la disciplina administrativa. En de-finitiva, las prcticas institucionales crean al mismo tiempo al cliente y al traba-jador social, como dos caras de la misma moneda [...] define las actuaciones deltrabajador social y las formas de relacionarse con el cliente (Chambon, 2001:154).

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    La documentacin constituye uno de estos mecanismos de poder de las orga-nizaciones asimilados al trabajo profesional y quizs el ms identificado con elsignificado popular de burocracia. El examen del cliente se complementa y vali-da a partir de una serie de documentos que ha de confeccionar o proporcionar elcliente. Los papeles (como bien saben algunos) aportan al mismo tiempo la po-sibilidad de ser asistido y el control por parte del asistente. Es la forma de hacervisible al cliente para incluirlo en el registro y situarlo en el sistema de vigilancia.En algunos pases, incluso, se exige firmar en un documento especfico la propiapeticin de ayuda: la firma del cliente del formulario de consentimiento para larevelacin es un momento especialmente profundo en el ejercicio de poder porparte del trabajador social. Al firmar el formulario, el cliente da simblica y le-galmente permiso al trabajador para interrogarle, as como para reunir evidenciascolaterales que corroboren la verdad de sus respuestas (Moffat, 2001:318). A par-tir de aqu, el cliente puede perfectamente ser identificado con un cdigo comomedio de formalizacin de lo particular en un todo estandarizado.

    Toda organizacin procura seleccionar sus flujos de entradas y salidas. Est-vez (1985) analiza en un interesante artculo cmo los trabajadores sociales rea-lizan determinadas funciones, dentro de lo que l denomina rol de frontera or-ganizacional (RFO), para gestionar las transacciones (informacin, recursos,imagen... y, por supuesto, clientes) entre el entorno y la propia organizacin. Elexamen exhaustivo del cliente sirve al trabajador social para averiguar la idonei-dad de aqul con respecto a las normas de la propia agencia o del servicio. En losservicios totalmente privados es incuestionable que hay una reserva del derechode admisin, pero tambin en los pblicos y los de iniciativa social o financia-dos con fondos pblicos se establecen normas (formales o informales) que per-miten rechazar (a veces derivar) a los clientes que no encajan en los perfiles pre-definidos. La elegibilidad para la asistencia proporciona el fundamento para lamedicin y recreacin de la persona como caso en la oficina de asistencia so-cial (Moffat, 2001:320). La elegibilidad del cliente no termina con la evalua-cin inicial sino que perdura a lo largo de la vida activa del caso y representaun elemento de control permanente que vincula al profesional y a su cliente me-diante directrices interpuestas por la organizacin.

    Hemos dicho que las organizaciones regulan las normas de comportamientoque han de seguir sus miembros, los trabajadores. La disciplina del trabajo socialha elaborado un saber metodolgico para la relacin del profesional con sus clien-tes, individualmente o en grupos familiares, pero en algunas agencias este dis-positivo ha sido secuestrado por la organizacin, con el objeto de controlar losdatos que hay que recaptar y, a la vez, limitar la autonoma del trabajador social.La conversacin con el cliente se regula mediante formularios, restringindoseas la interaccin y la comprensin de los estados del sujeto en beneficio de unamayor efectividad administrativa. Los formularios estn constituidos para ser-vir a la lgica de una particular racionalidad poltica de la oficina de asistenciasocial. En la prctica, los formularios estructuran la entrevista de tal modo quequeda vaca de cualquier valor existencial ms all del absurdo (Moffat,

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    2001:323). El saber profesional se ve restringido a la verdad que interesa a laagencia o a las instancias polticas de distribucin de recursos, de forma que losdatos estadsticos y cuantificables pasan a ser ms importantes que las explica-ciones significativas.

    Adems, a menudo, se limita el tiempo de conversacin disponible para cadacliente mediante tcnicas de programacin de la agenda. El profesional se ve em-pujado por la urgencia o la productividad que forman parte de las expectativasorganizativas y no son definidas por la relacin trabajador social-cliente. La efi-ciencia econmica se impone a la interaccin profesional y proporciona la excu-sa de esta relacin de poder. En general se ha podido constatar en estudios quelos profesionales asalariados s que pierden dos prerrogativas importantes: laevaluacin del trabajo y del rendimiento, y el nmero de tareas a realizar y el rit-mo de trabajo. La direccin de las organizaciones para las que trabajan es la queha invadido esas reas de control profesional para menoscabar el poder adminis-trativo de los profesionales (Guilln, 1990:45). El trabajo profesional ya no per-tenece a su ejecutor, es propiedad de la organizacin a la que sirve, la cul pue-de, por tanto, marcarle las reglas de juego. Aunque no parece que pueda hablarsede proletarizacin en sentido pleno, los trabajadores sociales s que tienden a asi-milarse cada vez ms con los productores por cuenta ajena, solo que con ciertasventajas por la dificultad de aplicarles un control ms estricto (Cohen, 1988:245).

    El poder tambin se manifiesta en la arquitectura, en la distribucin de su-perficies y espacios de dominio diferencial para los sujetos. La distancia simb-lica que hablbamos anteriormente se refuerza con la distancia fsica entre pro-fesional y cliente: los filtros para el acceso, la invisibilidad que permite ver sinser visto y rehuir al cliente, la mesa que separa, etc. En las instituciones cerra-das que tan bien analiz Erving Goffman, estos signos de poder se multiplicany magnifican con el fin de influir en la identidades segregadas de los internos.Aunque no se corresponda fsicamente con la realidad, la ideografa del panp-tico11, tal como la analiz Foucault para los establecimientos penitenciarios, estpresente en muchas oficinas de servicios sociales. Dice este autor que en la ver-sin idealizada del panptico, el poder es automtico y est desvinculado de lapersona que lo ejerce.

    Situndonos en el nivel poltico del conjunto de organizaciones de bienestar,se puede observar que los datos de los clientes recopilados por el saber profe-sional y los actos de intervencin sobre aqul, son reelaborados para producir es-tadsticas como una nueva verdad poltica. La aritmtica de estas estadsticasrepresenta las relaciones de poder en el estado o la agencia [...] es una estrategiade poder que incrementa la fuerza del cuerpo poltico (Moffat, 2001:333). Lainformacin ya no es slo un asunto entre trabajador social y cliente, por medio

    11 El panptico, definido por Jeremy Bentham, es una forma arquitectnica muy empleada en lascrceles, que se identifica por unas galeras o pabellones perifricos que convergen de forma radial enuna rea central desde la que se puede efectuar la vigilancia. Es pues, una disposicin espacial que seconsider paradigmtica para el control de poblaciones peligrosas.

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    de ella el profesional se convierte en un agente de informacin, y el cliente, pa-ra llegar a serlo, ha de consentir en ser objeto de vigilancia. Adems, puesto quelos datos que los trabajadores sociales renen sobre los clientes estn bajo cons-tante revisin, tambin los trabajadores estn siendo observados desde un lugarcentral (Moffat, 2001:322).

    Este autor llega a plantear que el rastro de vida de las personas que se obtie-ne de la comprobacin cruzada de registros por parte de centros oficiales de con-trol, permite descubrir fenmenos de fraude, de engao o de pagos indebidos querealizan los que llama estafadores de bienestar. Con esta estrategia los clien-tes ofrecen una resistencia al sistema de poder, es el movimiento automtico desupervivencia ante las intenciones de control que forman parte de los programasque vinculan la realidad personal con las polticas. Hoy por hoy, el estado de con-trol generalizado a partir de la explotacin de los estados financiero, laboral, so-cial, etc. no parece ser todava nuestra realidad, aunque quizs sea ms por im-pericia y desorganizacin del Estado que por falta de voluntad. No obstante, sisomos pacientes, todo puede llegar.

    Por su lado, el trabajador social como el cliente tambin puede gene-rar estrategias de resistencia al poder que la organizacin le obliga a ejercer ensu prctica con el cliente. Las normas burocrticas que rigen la poltica socialy las polticas de las agencias no consiguen regularlo todo y, por suerte, tienenrendijas que pueden ser aprovechadas como actos de sana subversin en bene-ficio de los clientes. Cuando se omiten datos no fundamentales del cliente pe-ro que, sin embargo, pueden perjudicarle; o bien cuando se silencian ingresosespordicos para obtener un subsidio necesario; cuando se subvierten los es-pacios panpticos para potenciar una mayor complicidad, etc. el trabajador so-cial configura una racionalidad diferente [...] parece haber un potencial libera-dor en el reconocimiento de las muchas racionalidades que existen en la oficinade asistencia social (Moffat, 2001:327). De hecho, la funcin de defensor delcliente frente a la agencia forma parte de la definicin primigenia del trabajosocial. Pero muchas veces, los dilemas ticos se plantean tambin en estos re-ducidos mrgenes entre lo legal y lo ilegal, lo obligatorio y lo permisible, loformal y lo informal, y en definitiva, entre la racionalidad organizativa y el be-neficio del cliente.

    En conclusin, la omnipresencia de las relaciones de poder aplicadas al pro-fesional del trabajo social permite apreciar cmo se establecen, en las organiza-ciones donde trabaja, relaciones de poder respecto a los clientes y a s mismo, noexentas de interferencias mutuas. La autonoma del trabajador y del cliente sonreguladas por la organizacin de servicios sociales o de bienestar social, de for-ma que se relacionen y funcionen segn regulaciones especficas que se consti-tuyen como relaciones de poder. Los mecanismos estatales de poltica social ylas organizaciones son simplemente un lugar ms donde se manifiesta el poderque est extendido y arraigado en toda la sociedad. En definitiva, como dice Mof-fat, el ejercicio de poder de la oficina de asistencia social es parte de un intrin-cado tapiz, similar a un sistema complejo (2001:320).

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    41 Cuadernos de Trabajo SocialVol. 17 (2004): 21-43

    Foote y Frank inician su captulo sobre la terapia aplicada al duelo pregun-tndose: Puede conservar la terapia su buen nombre despus de Foucault? Unavez que los terapeutas han comprendido, e incluso aceptado parcialmente las ideas de Foucault sobre el poder, pueden seguir con la conciencia tranquila? Es-tas mismas preguntas podran hacerse, cambiando terapia por trabajo social y te-rapeutas por trabajadores sociales. No encuentro, pues, mejor manera de termi-nar este artculo que deseando que estas reflexiones haya contribuido a invertirla pregunta como hacen ellos, y ms que preguntarnos si el trabajo social es po-sible despus de Foucault, hayan sugerido que no se poda ser consciente de to-das sus posibilidades antes de su anlisis del poder.

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