poder y vigilancia en el internet: desde el panoptico al sinoptico

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Poder y vigilancia en el Internet: Desde el panóptico al sinóptico Por José Bolbarán R. y Jerson Tralma S. “SANTIAGO.- En Chile, 1.470 localidades rurales se conectarán a Internet gracias al llamado Proyecto de Infraestructura Digital para la Competitividad e Innovación, impulsado por el gobierno, y que a partir de hoy (18 de Marzo) se pondrá en marcha”. (Hrepich, 2009) Que algo así aparezca en un periódico de difusión nacional puede parecer a simple vista, para el lector desprevenido, algo meramente informativo. Sin embargo, no es casualidad que estos fenómenos de supuesta inclusión social, mediante el acceso a la red de redes, se hagan cada vez más cotidianos. Chile se ha posicionado hoy en día como uno de los mayores consumidores de internet a nivel latinoamericano. Según un estudio realizado por la empresa de investigación venezolana Tendencias Digitales , Chile es el líder en el ranking de uso de Internet en América Latina (2008). No es sólo eso, en base a cifras entregadas por Encuestas WIP-Chile: “La tasa de crecimiento de usuarios de Internet se ha mantenido relativamente constante a partir del año 2000, aumentando entre 3 y 4 puntos porcentuales por año. Para el año 2008, la

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Por Jose Bolbaran Rami­rez & Jerson Tralma Soto

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Page 1: PODER Y VIGILANCIA EN EL INTERNET: DESDE EL PANOPTICO AL SINOPTICO

Poder y vigilancia en el Internet:

Desde el panóptico al sinóptico

Por José Bolbarán R. y Jerson

Tralma S.

“SANTIAGO.- En Chile, 1.470

localidades rurales se conectarán a

Internet gracias al llamado Proyecto

de Infraestructura Digital para la

Competitividad e Innovación,

impulsado por el gobierno, y que a

partir de hoy (18 de Marzo) se pondrá

en marcha”. (Hrepich, 2009) Que algo

así aparezca en un periódico de

difusión nacional puede parecer a

simple vista, para el lector

desprevenido, algo meramente

informativo. Sin embargo, no es

casualidad que estos fenómenos de

supuesta inclusión social, mediante el

acceso a la red de redes, se hagan

cada vez más cotidianos.

Chile se ha posicionado hoy en día

como uno de los mayores

consumidores de internet a nivel

latinoamericano. Según un estudio

realizado por la empresa de

investigación venezolana Tendencias

Digitales, Chile es el líder en el

ranking de uso de Internet en

América Latina (2008). No es sólo

eso, en base a cifras entregadas por

Encuestas WIP-Chile:

“La tasa de crecimiento de

usuarios de Internet se ha

mantenido relativamente constante

a partir del año 2000, aumentando

entre 3 y 4 puntos porcentuales por

año. Para el año 2008, la Cámara

de Comercio de Santiago estimó

que los usuarios alcanzaban al

48% de la población, mostrando un

crecimiento ligeramente mayor al

de años anteriores” (Godoy & cols.,

2009).

Es así que podemos ver cómo el

Internet se posiciona como el medio

de comunicación esencial de la era

de la información. Por primera vez en

la historia permite la comunicación

instantánea de muchos a muchos. Ha

penetrado ya profundamente nuestra

forma trabajar, de informarnos, de

relacionarnos, de aprender y de vivir.

(Castells, 2001). Estos datos nos

están hablando evidentemente de

que algo está pasando. Podemos

entenderlo como un síntoma de una

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sociedad postmoderna donde el

“mantenerse al tanto”, estar a la

contingencia, juega un papel

fundamental; no obstante,

pretendemos situar el terreno de

discusión un paso más allá. ¿Es este

afán de tecnificación y conectividad la

verdadera panacea para unir a las

comunidades rurales (posicionadas

en una periferia) con el mundo

globalizado? ¿Qué rol cumple internet

hoy en día? ¿Es este un instrumento

que ofrece el espacio para una libre

expresión de una subjetividad

heterogénea, o un medio para

homogenizar discursos? El presente

ensayo tiene como objetivo último

invitar al lector a una reflexión

analítica, tras posicionarse con una

mirada critica hacia el fenómeno de

internet como propuesta de

conectividad y mecanismo de

inclusión/ exclusión del “mundo

globalizado”, para, posteriormente,

identificar este fenómeno de

“digitalización” de la sociedad dentro

de su función normalizadora

institucionalizada y homogeneizadora

de discursos, apoyada en

mecanismos de poder disciplinario.

Se pretende hacer una lectura a partir

de Ibáñez, y sus reconsideraciones

de los fenómenos de conflicto social

respecto a las temáticas de

conversión, que se visualizan en su

texto Poder, conversión y cambio

social (1987), para enriquecer este

análisis que se trata de proyectar en

cuanto a relaciones

minoritarias/mayoritarias; como así

también generar lazos con ciertas

reflexiones foucaultianas acerca de

las sociedades disciplinarias

(Doménech, 2004), a la vez que lo

complementamos con la idea del

sinóptico según Bauman (Gil

Rodríguez, 2005). Considerando el

límite de palabras, esto no es tarea

fácil.

Primero que todo, debemos hacer

emerger el concepto de “poder” del

que estamos hablando. Como bien

nos explica Tomás Ibáñez, el poder

comúnmente es concebido como

“una característica o propiedad de

la fuente de influencia, de modo

que podría modular los efectos

ejercidos sobre el receptor de

influencia. Una fuente dotada de

poder engendra mecanismos de

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sumisión (…), puede poner en

marcha mecanismos de

identificación, basados en el

prestigio del poder o, simplemente

activar hábitos, profundamente

interiorizados, de obediencia

sistemática a la autoridad.”

(Ibáñez, en S.Moscovici G.Mugny y

J.A. Pérez, 1987, p. 263)

Empero, bajo esta definición nos

encontramos enfrascados en una

visión pasiva de ciertos actores

sociales, relegando a las minorías a

un terreno donde la dependencia

determina un conformismo. Sería, en

este caso, fácil expresar que los

usuarios de Internet caen rendidos

ante una uniformidad dispuesta por el

mismo Gobierno, donde pasivamente

van a ir recibiendo una visión y un

discurso que luego más tarde

reproducirán sin mayor problema. Sin

embargo, no es esto precisamente lo

que nos encontramos. Miles y miles

de personas se suman cada vez más

a redes sociales, o suben sus

imágenes a fotologs y escriben sus

propias historias en bitácoras en

línea. Incluso, varias páginas de

prensa independiente se posicionan

como fuente de información

alternativa ante los medios de

comunicación oficiales. Tras este

panorama, ¿cómo plantear que los

sujetos reciben una homogeneización

de sus puntos de vista, con solo

considerar la conversión como una

facultad de una autoridad que genera

mecanismos de sumisión en los

usuarios? Es necesario complejizar

esta dinámica de relaciones entre las

minorías que son forzadas a

integrarse al mundo de las

comunicaciones instantáneas que es

el Internet, y las mayorías que ven

como sumamente necesaria esta

inserción.

Contemplar los postulados de

Moscovici respecto a la conversión

social, para darle mayor fuerza a la

subjetividad de las minorías (Doms,

M. y Moscovici, S., 1984), sería

desafortunado. No sólo porque un

modelo cognitivista arruinaría

completamente nuestro marco

teórico, sino por la misma crítica que

le hace Ibáñez a este autor:

“Hacer caso omiso de la existencia

del poder que constantemente se

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da entre la fuente y el sujeto, nos

lleva imperceptiblemente a tratar el

conflicto social como si sólo se

tratase de un conflicto cognitivo. O,

más exactamente, a considerar

sólo la vertiente cognitiva e

individual de un fenómeno

profundamente anclado en lo

social.” (Ibáñez, en S.Moscovici

G.Mugny y J.A. Pérez, 1987, p.

263)

Pero entonces, nuevamente nos

encontramos con la influencia del

poder de fondo. Para entender este

poder dinámico, multi-presente, y que

parece no tener cara visible, y que

además, no es el mismo poder de los

tiempos de la sociología del conflicto

marxista, debemos adentrarnos en la

visión de Foucault. Y sin embargo, lo

cierto es que definir el poder es una

empresa demasiado grande como

para contenerla en un pequeño

ensayo de dos estudiantes de

psicología aún en Segundo Año. El

mismísimo Michel Foucault afirma, en

una entrevista con Deleuze, que:

“Esta dificultad, nuestra dificultad

para encontrar las formas de lucha

adecuadas, ¿no proviene de que

ignoramos todavía en qué consiste

el poder? Después de todo ha sido

necesario llegar al siglo XIX para

saber lo que era la explotación,

pero no se sabe quizá siempre qué

es el poder. Y Marx y Freud no son

quizá suficientes para ayudarnos a

conocer esta cosa tan enigmática,

a la vez visible e invisible, presente

y oculta, investida en todas partes,

que se llama poder” (Foucault &

Deleuze, 1980).

Foucault prefiere hablar de las

relaciones investidas de poder, y de

la microfísica del poder (Foucault,

2003) antes que de un poder mirado

en cuanto a autoridad visible. Es el

poder en la cotidianidad, el de las

relaciones sociales mediadas siempre

por la institucionalidad. Un poder

donde idealmente ya no tiene que

haber un castigo permanente, sino la

sensación de una vigilancia eterna

que puede atraer el castigo bajo el

incumplimiento. Es el panóptico de

Bentham en acción (Foucault, 1980).

De allí que Ibáñez concluya Poder,

conversión y cambio social señalando

que tanto la influencia de la mayoría,

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así como el cambio social, “es

engendrado y regulado por las

instancias de poder de la sociedad”

(1987, p. 285). Nada escapa del

poder, aunque el poder no esté en

parte alguna concreta.

Dentro de este contexto, y retomando

nuestro tema, las medidas del

Gobierno que buscan “alfabetizar

digitalmente” a la población,

responden igualmente a un trasfondo

de dinámicas de poder, entre

mayorías y minorías (ambas activas).

Hoy en día, aquella persona que no

domina el uso de las herramientas de

computación, o incluso aquel que

desconoce acerca de las prácticas

cotidianas dentro del mundo del

Internet, puede ser simplemente

marginado de ciertas interacciones

(Innova-Un experto de la UIB avisa

de una "marginación digital" en los

jóvenes que no usen las redes

sociales de Internet, 2009). Quizás

podría yacer allí esta urgencia de

interconectividad nacional, después

de todo, ¿por qué tendría que haber

desventajas respecto al acceso a la

información, y herramientas de

trabajo? Sin embargo, nos topamos

entonces con que esta norma

generalizada de la sociedad de la

información es también una exigencia

que genera el temor al castigo, que

sería el ser distanciado socialmente,

apartado de las prácticas de

convivencia cotidiana. Incluso el

acceso y la permanencia a la

conectividad a los mundos virtuales

se encuentra vigilada por un guardia

que no es visible.

Como nos enseña Foucault

(Doménech, 2004), ahora la sociedad

debe ser entendida como un

“continuo tráfico de una institución a

otra y, como un continuo tráfico de un

sistema disciplinario a otro”. Esto da

pie a una reflexión de mayor

profundidad que apunta a entender a

la sociedad en su totalidad en

términos que caracterizan a las

instituciones de encierro, o como el

filósofo francés lo llama, de

secuestro. De allí se desprende

lógicamente que en las sociedades

modernas el funcionamiento de los

establecimientos institucionales dé

especial énfasis a los aspectos

disciplinarios, motivo por lo cual

Foucault las pasa a denominar como

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sociedades disciplinarias (Doménech,

2004).

Así podemos entender institución en

el sentido sociológico como aquellos

elementos constitutivos de la

sociedad que presentan un grado

relativamente estable de

organización. Por lo mismo nos

advierte Doménech que:

“las instituciones son

eminentemente, aquellos conjuntos

de reglas y convenciones que son

socialmente aceptadas en un

momento determinado, una

especie de pautas preestablecidas,

socialmente legitimadas, que

sirven para regular las

interacciones entre las personas”

(Doménech, 2004, p. 426)

Ahora, según Foucault, la sociedad

entera es una institución

penitenciaria. Existe el temor al

castigo, una amenaza no visible que

parece estar observándonos desde

todos lados (en este caso, con una

marginación). Todo lo anteriormente

referido sirve como base para

proponer el Internet, y los procesos

de digitalización de las minorías,

como una herramienta de control

donde las mecánicas de poder se

están articulando igualmente. Sin

embargo, si ahora situamos al

Internet como una institución más, en

la que se está guiando la acción de

las personas, y se impone disciplina,

obligando a una participación

comunitaria, no podemos obviar lo

que antes habíamos planteado como

pregunta. ¿Qué pasa con la supuesta

subjetividad de los miles de usuarios

que expresan sus opiniones

diariamente? ¿De qué forma se les

podría estar moldeando sus

respuestas, homogeneizando sus

actitudes? Es más, ya que hablamos

tanto sobre el panóptico de Bentham

que evoca en sus textos Foucault,

¿dónde está la vigilancia dentro del

internet? No podríamos ponernos a

articular que “¡el gobierno nos vigila!”,

o que “¡La CIA nos controla a todos!”,

ya que, volviendo a Foucault, el poder

está en todos lados, desde el

psiquiatra que anda por los pasillos

de una institución total, y por qué no,

hasta el moderador de un sitio web

que debe editar las respuestas de los

usuarios que continuamente colocan

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mensajes que ofenden, de alguna

forma, la línea editorial de ese medio

en particular (tema interesante, por

cierto). Es aquí donde quisiéramos

hacer referencia a una publicación de

la Doctora en Psicología Social Eva

Patricia Gil Rodríguez, de la

Universidad Autónoma de Barcelona,

titulada Simulacro, Subjetividad y

Biopolítica; De Foucault a Baudrillard

(2005) donde se nos habla del

simulacro en las sociedades de

control, y las transformaciones de la

relación entre poder y subjetividad en

la era del conocimiento. Ocurre que el

panóptico, el mecanismo de vigilancia

por antonomasia, no está solo,

también existe el sinóptico:

“La sociedad de productores tiene

en la vigilancia su principal

tecnología de poder - mediante el

panóptico - mientras que la

sociedad de consumidores lo tiene

en la seducción - mediante el

sinóptico. Mientras que la primera

vehicula el deseo como carencia

de un objeto a obtener a largo

plazo, la segunda vehicula cortas

pero intensas experiencias de

placer” (Gil Rodríguez, 2005).

En el panóptico unos pocos vigilan a

muchos. En el sinóptico todo lo

contrario, muchos observan a unos

pocos (Bauman, en Gil Rodríguez,

2005). Resulta que ambos

mecanismos se articulan de acuerdo

a esta dinámica existente en la

imperiosa necesidad de consumo que

despierta el sinóptico, que no es más

que la contemplación de modelos de

vida a través de los medios de

comunicación, y la necesidad de

estar dispuesto a trabajar y disponer

de tu cuerpo para ser disciplinado,

precisamente, porque quieres tener

los recursos para alcanzar la

satisfacción que se te estaba

mostrando.

“Por ello, quizás el éxito de los

sinópticos radica simplemente en que

éstos otorgan un espejo en el que la

gente puede vivir y resolver de forma

positiva sus contradicciones, propias,

por otra parte, de una sociedad de

consumidores y de trabajadores, y en

la cual se superpone el modelo de

trabajo, disciplinariedad y esfuerzo a

un modelo de consumo, control y

simulacro - en el que ya no importa

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que te pase, sino que te vean y el

cómo te vean - de placer inmediato y

de consumo ya no de productos, sino

de experiencias” (Gil Rodríguez,

2005)

Por lo tanto, hemos encontrado una

respuesta ante la interrogante que

ahonda en la supuesta subjetividad y

libre expresión que garantizaría un

Internet para todos. En el contexto de

la tecnificación de la sociedad, la

globalización, y el establecimiento de

una era de la información el control

se logra gracias al sinóptico; es decir,

gracias a la persecución de modelos

a seguir. Con el acceso a Internet,

tenemos garantizado un control que

no debe ser vigilado, pues ocurre

espontáneamente. Ciertos grupos

son los que brillan y establecen

ciertos patrones de comportamiento

que siempre van a ir en una

direccionalidad que va ir de acuerdo

al mismo ordenamiento que se forma

en las sociedades de la disciplina.

Dentro de lo que se podría creer

como más privado, lo más subjetivo,

lo más individual, que es estar

sentado frente a un computador

escribiendo cómo te sientes para que

otros cientos los lean - y por

supuesto, sin un otro visible frente a

ti, sino que presente en un formato

virtual- dentro de todo esto, surge el

poder. Se levantan las mismas

maquinarias que los más soñadores

creían que se podían erradicar

gracias a esta utopía del mundo

digitalizado y sin fronteras.

Encontrándonos ya bastante

adentrados en el tema, ha llegado el

momento de responder esas

preguntas que planteamos al

principio. Por supuesto, siempre

considerando que las aportaciones

que se pueden hacer no tienen

límites, y que nuestras respuestas no

buscan cerrar el tema, sino dejarlo

abierto a la discusión de muchos.

Dejando claro esto, podemos decir

que la búsqueda de una

alfabetización digital, y el intento de

querer integrar a los sectores más

desfavorecidos de la sociedad por

medio de la conectividad al Internet,

no deben ser considerados como la

solución a todos los males. Pero

tampoco puede considerarse una

alternativa reprochable per se. Lo

cierto es que hay que ser reflexivos al

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respecto. El buscar integrar personas

que no tienen los medios suficientes

para tener acceso a las tecnologías

actuales facilita una igualdad en

cuanto a recursos, pero no garantiza

que esas personas vayan a vivir

mejor por el sólo hecho de tener

Internet. Este medio fue concebido

idealmente como una herramienta de

trabajo, pero los efectos que

realmente pueda tener están

condicionados al uso y las prácticas

que las mismas instancias de poder

legitiman como correctas. Como ya

antes hemos expuesto, esto no

quiere decir que el Gobierno dictará

lo que los usuarios deban hacer (al

menos no explícitamente), sino que

dentro de un contexto de “pocos que

vigilan a unos muchos”, las prácticas

se hacen legítimas en tanto que

grupos mayoritarios las validan. He

allí que nos encontramos con la

homogeneización de discursos de las

que hablamos en un principio.

Por último, cabe decir que no es

nuestra intención hacer un llamado

tecnofóbico a la comunidad.

Francamente, si a alguien se le

ocurriera extinguir el Internet, hasta

habría suicidios masivos de gente

que está acostumbrada a convivir en

paredes virtuales. El verdadero

llamado es a prestar mucha atención.

Lo privado se está fundiendo con lo

público, y sin que nos demos cuenta,

las redes del poder también se están

entrelazando allí, en las redes

sociales, en los mensajeros, en los

foros de discusión. Sólo que ya no es

necesario que haya una autoridad

para que se nos inyecten normas a

seguir, somos nosotros los que las

perpetuamos.

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Referencias

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Innova-Un experto de la UIB avisa de una "marginación digital" en los jóvenes que no usen las redes sociales de Internet. Europa Press. Obtenido el día 7 de julio de 2009, desde:

http://www.europapress.es/illes-balears/noticia-innova-experto-uib-avisa-marginacion-digital-jovenes-no-usen-redes-sociales-internet-20090401183841.html

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UC, F. d. (2009). Los internautas chilenos y sus símiles en el resto del mundo: resultados del estudio WIP-Chile 2008. Santiago: Centro de Estudios de la Economía Digital CCS.