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EPOCA VII. HABANA 17 DE JULIO DE 1870. NUMERO 42. QERIOooc o xe puIiKcx LOS DOM=NGOS- l•KKCIUb ..L. SUSCRICION: UN PESO AL MES EN LA HABANA y 30 rs. ftes. POR TRIMESTRES ADELANTADOS NN El, IN'1'EItll/lt PRINGO D8 PORTB, vP RIC Iali NTTM. S8 1 IIUNDK DIRICIR. N TODAS LAS COMUNICACIONES y roclamaclonos. EL NII IER0 SUELTO SE VEND EN LA ADML\I8'lIUCIIIN 1 Dii RILLCS Pi'O. PERIÓDICO ARTÍSTICO Y ZITERARSO, DIRECTO}: J. M. VILLEI,GAS. CARICATURISTA: LANDALUZE. AÑO ONCE. ¿QUIENES SON ELLAS? IHolguina 9 de Julio de 1870. Sr. Molo MUZA. Ya sabe Vd., pues nadie lo ignora, el tráfico fin que han tenido los piratas desembarcados en La Herradura; pero quizá pueda yo dar los pormenores de esa historia, y á verlo voy, 'esperando pare- cerme á aquel fraile: franciscano, á quien dijo un devoto:— IIPált e, yo creia que Vd., por lp, órden á que pertenece„ no. podia mon -tar á caballo,» y él contestó:—Lo mismo creia yo' áutes de hacer la prueba; péro me decidí .. á montar, y he visto giie puedo. . .-•Ante =,todo diré, `Si ,7Ioro, que se conoce que Javier Cisneros y'losH lülotos . conducto- res . del buque,. lo q.ue , gLlerian era despachar • pronto y tomar el tole ántés .. con ántes, im- p.ortándoles poco qui todo se perdiese, inclu- so él honor, con tal de quedar ellos vivos pa- ra contarlo. A este fin tuvieron un consejo á bordo, y allá vá èopia del acta de la sesion que celebraron. • «A. bordo del Ç eorge B. Upton á cuarenta • millas de la costí Norte de la Isla de Cuba y á las once de la me,ñaua del dia doce de Junio de Onil óchocientou;setenta, reunidos en consejo isgnsul tivo los CJ. Francisco JaviG>.' Cisneros, 1 ,. J. ^L Daruin, 12. Sóüimer, Coronel Mariano Lo- ñb; ylos CC. José Leite Vidal e Isidro Portillo :y1 Juí çq, representante de los expedicionarios,. `el ultimo actuando como Secretario, el C: Ois - neros, presidente del Consejo, dijo: que había cocido conveniente la reunien para exponer al- gunas òbservacio.>res que le habián, hecho los çapitànes Doruïn:y Sommers acerca del lugar c.u4 e; hs^bia elegido para el desembarque y los •u ;c^orivQuientes que presentaba, y que, atendien- a esas observaciones iba á exponer algunas id as que cieia dignas yle que se tomasen en con- sid l eraeipn por el Consejo: que los ca Titanes le ba iaa. lucho, que. 'estando soplando viento E.; S E.:lles era completàmenteimposible hacer elldesemb'arque en el"tuerto de Banes, sin ex- po'ìíersc á perder el barco entre lós arrecifes: q'i e,dada la hora y efi.lugar donde se encontra- b iíó podian hacer el desembarque sino en el,`tra;mo com'prendid'o entre Punta Lucrecia y Gíbara: que dado el caso de no poder desem -barcar esta noche, no tendrian carbon suficien- te para estar retirándose y arribando á la cos -ta de la Isla de la misma manera practicada hasta la fecha, por cuya razon seria preciso ad- quirir combustibles necesarios en Haití ó Ja- maica, puntos á donde podria llegar el vapor, sin embargo de que, habiendo sido despachado en lastre, era de temerse que la existencia del cargamento determinara la pérdida del barco con lo que contuviera, que era preciso ademas, no olvidar que desde el dia siete estábamos contínuamente en las inmediaciones de la cos- ta de Cuba, que era ya muy crecido el número de buques que habíamos encontrado en nuestro tránsito, que no tardaria el momento en que causando sospecha nuestra presencia se nos persiguiera de cerca en cuyo caso, atendida la pocs, velocidad de este barco, las probabilidades do 'buen éxito disminuirían probablemente; que respecto á sitio de desembarque, creia solamen- te rechazable aquellas en que se conociera la existencia de fuerzas españolas, y todas las demas en que no concurriera esa circunstancia igualmente aceptado, por carecer completa- mente de noticias de la situacion de nuestro L1ército; que Samá reunía en su concepto las condiciones apetecibles; que el capitan Doruín le aseguraba poder verificar on él el desembar- que, profiriendo la orilla de barlovento, por ser de arena: que no- ha llegado á su noticia que en Samá haya existido nunca campamento de los españoles, que antes al contrario, segun debia recordar el coronel bo g o, por aquellas inrne d. iaciones se fabricaba sal para el ejército liber- tádor, y por último, que dadas las condiciones actuales, debia á todo trance verificarse el des- embarque, porque, de posponerlo, se aumenta- ban los peligros de perder barco y cargamento, mientras que el barco deberia considerarse sal- vado pocas horas despues de retirado de las, costas de Cuba, y la misma suerte cabria al cargamento obrando con cautela, con tanta mayor razon, cuanto que en los Berros, distan- te cuatro y media leguas de Samá y en Bijarú, distante siete leguas, existian campamentos cu- banos.—El C. Loño, participando de las mismas ideas, acojió el pensamiento, agregando que en el trayecto designado, Samá era el puerto mas retirado de Gibara, y por lo tanto, el que ofre- cía ventajas sobre los otros. Puesto á votacion el asunto, resultó aprobado por unanimidad, mandándose extender acta por triplicado pa- ra constancia.,, Apresuróse, pues, él desembarco, con lo que Cisneros y sus marinos pudieron lar- garse, diciendo lo del cura de Gabia, y co- menzaron Loño y sus subordinados 'á no ga- nar para sustos. Sin mas que desembarcar Loño y susveiu-' te camaradas, ya creyeron haber ganado bastantes laureles para poder dormir sobre ellos, y efectivamente, se echaron á dormir sobre las hamacas, que son los laureles de los filibusteros, cuando se vieron sorprendi- dos por los valientes voluntarios que man- daba el bravo capitan del partido de Mania -bou (1). Oir la descarga ytomwr el pendingue los que quedaron vivos, todo fue uno, yendo á ocultarse en los montes, sin armas ni efec- to alguno que pudiera comprometerlos. Diez de ellos, con su jefe Loño, tomaron una di- reccion, y D. Manuel Mestre, D. Miguel Batista, D. José Meana y D. Adolfo Leita Vidal se fueron por diferentes rumbos, que- dando en el sitio D. 'Francisco. Puente, D. Cárlos Rengifo, D. Andrés Viñals, D. Fran- cisco Torres, D. Fernando Furton y D. José Joaquín Leita Vidal, digno tio de Adolfo, por ser este digno sobrino suyo. He dicho que huyeron todos los vivos, y no es verdad, porque D. Eduardo La Calle; natural de Matanzas, no despertó, l sta que estuvo en poder de los voluntarios; lo cual consistió en que el tal La Calle era sordo como una tápia. Tan pronto corno el -Sr. Brigadier -D. , Fé- lix Ferrer tuvo noticia del suceso, tomó las medidas que le dictaron su reconocida inte- ligencia y su actividad probada, para que los pollos espantados, de 20 á 25- años todos, y (1) Cuatro hombres acometieron ín, 21;'mataron 5, apri, sionaron á 1 y pusieron en fuga d los demás, quedando duo- ños del campo y de un rico cargamento'. Ese capitan de partido y los hombres que le acompañaban, son acreedores Cv muy especial recompons,. —N. de¿ .1i .

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EPOCA VII. HABANA 17 DE JULIO DE 1870. NUMERO 42.

QERIOooc

oxe puIiKcx

LOS DOM=NGOS-

l•KKCIUb

..L.

SUSCRICION:

UN PESO AL MES EN LA HABANA

y 30 rs. ftes.

POR TRIMESTRES ADELANTADOS

NN El, IN'1'EItll/lt

PRINGO D8 PORTB,

vP

RIC Iali NTTM. S8

1 IIUNDK

DIRICIR. N

TODAS LAS COMUNICACIONES

y roclamaclonos.

EL NII IER0 SUELTO SE VEND

EN LA ADML\I8'lIUCIIIN

1 Dii RILLCS Pi'O.

PERIÓDICO ARTÍSTICO Y ZITERARSO,DIRECTO}: J. M. VILLEI,GAS. CARICATURISTA: LANDALUZE.AÑO ONCE.

¿QUIENES SON ELLAS?

IHolguina 9 de Julio de 1870.

Sr. Molo MUZA. Ya sabe Vd., pues nadielo ignora, el tráfico fin que han tenido lospiratas desembarcados en La Herradura;pero quizá pueda yo dar los pormenores deesa historia, y á verlo voy, 'esperando pare-cerme á aquel fraile: franciscano, á quiendijo un devoto:— IIPált e, yo creia que Vd.,por lp, órden á que pertenece„ no. podia mon

-tar á caballo,» y él contestó:—Lo mismo creiayo' áutes de hacer la prueba; péro me decidí

.. á montar, y he visto giie puedo. ..-•Ante =,todo diré, `Si ,7Ioro, que se conoce

que Javier Cisneros y'losH lülotos . conducto-res. del buque,. lo q.ue ,gLlerian era despachar

• pronto y tomar el tole ántés .. con ántes, im-p.ortándoles poco qui • todo se perdiese, inclu-so él honor, con tal de quedar ellos vivos pa-ra contarlo. A este fin tuvieron un consejo ábordo, y allá vá èopia del acta de la sesionque celebraron.

• «A. bordo del Ç eorge B. Upton á cuarenta• millas de la costí Norte de la Isla de Cuba y á

las once de la me,ñaua del dia doce de Junio deOnil óchocientou;setenta, reunidos en consejoisgnsultivo los CJ. Francisco JaviG>.' Cisneros,

1 ,. J. ^L Daruin, 12. Sóüimer, Coronel Mariano Lo-ñb; ylos CC. José Leite Vidal e Isidro Portillo:y1Juí çq, representante de los expedicionarios,.`el ultimo actuando como Secretario, el C: Ois-neros, presidente del Consejo, dijo: que habíacocido conveniente la reunien para exponer al-gunas òbservacio.>res que le habián, hecho losçapitànes Doruïn:y Sommers acerca del lugarc.u4 e; hs^bia elegido para el desembarque y los

•u ;c^orivQuientes que presentaba, y que, atendien-a esas observaciones iba á exponer algunas

id as que cieia dignas yle que se tomasen en con-sidleraeipn por el Consejo: que los ca Titanes leba iaa. lucho, que. 'estando soplando vientoE.; S E.:lles era completàmenteimposible hacerelldesemb'arque en el"tuerto de Banes, sin ex-po'ìíersc á perder el barco entre lós arrecifes:q'i e,dada la hora y efi.lugar donde se encontra-b iíó podian hacer el desembarque sino enel,`tra;mo com'prendid'o entre Punta Lucrecia y

Gíbara: que dado el caso de no poder desem-barcar esta noche, no tendrian carbon suficien-

te para estar retirándose y arribando á la cos-ta de la Isla de la misma manera practicada

hasta la fecha, por cuya razon seria preciso ad-quirir combustibles necesarios en Haití ó Ja-maica, puntos á donde podria llegar el vapor,sin embargo de que, habiendo sido despachadoen lastre, era de temerse que la existencia delcargamento determinara la pérdida del barcocon lo que contuviera, que era preciso ademas,no olvidar que desde el dia siete estábamoscontínuamente en las inmediaciones de la cos-ta de Cuba, que era ya muy crecido el númerode buques que habíamos encontrado en nuestrotránsito, que no tardaria el momento en quecausando sospecha nuestra presencia se nospersiguiera de cerca en cuyo caso, atendida lapocs, velocidad de este barco, las probabilidadesdo 'buen éxito disminuirían probablemente; querespecto á sitio de desembarque, creia solamen-te rechazable aquellas en que se conociera laexistencia de fuerzas españolas, y todas lasdemas en que no concurriera esa circunstanciaigualmente aceptado, por carecer completa-mente de noticias de la situacion de nuestroL1ército; que Samá reunía en su concepto lascondiciones apetecibles; que el capitan Doruínle aseguraba poder verificar on él el desembar-que, profiriendo la orilla de barlovento, por serde arena: que no- ha llegado á su noticia que enSamá haya existido nunca campamento de losespañoles, que antes al contrario, segun debiarecordar el coronel bo go, por aquellas inrned.iaciones se fabricaba sal para el ejército liber-tádor, y por último, que dadas las condicionesactuales, debia á todo trance verificarse el des-embarque, porque, de posponerlo, se aumenta-ban los peligros de perder barco y cargamento,mientras que el barco deberia considerarse sal-vado pocas horas despues de retirado de las,costas de Cuba, y la misma suerte cabria alcargamento obrando con cautela, con tantamayor razon, cuanto que en los Berros, distan-te cuatro y media leguas de Samá y en Bijarú,distante siete leguas, existian campamentos cu-banos.—El C. Loño, participando de las mismasideas, acojió el pensamiento, agregando que enel trayecto designado, Samá era el puerto masretirado de Gibara, y por lo tanto, el que ofre-

cía ventajas sobre los otros. Puesto á votacionel asunto, resultó aprobado por unanimidad,mandándose extender acta por triplicado pa-ra constancia.,,

Apresuróse, pues, él desembarco, con loque Cisneros y sus marinos pudieron lar-garse, diciendo lo del cura de Gabia, y co-menzaron Loño y sus subordinados 'á no ga-nar para sustos.

Sin mas que desembarcar Loño y susveiu-'te camaradas, ya creyeron haber ganadobastantes laureles para poder dormir sobreellos, y efectivamente, se echaron á dormirsobre las hamacas, que son los laureles delos filibusteros, cuando se vieron sorprendi-dos por los valientes voluntarios que man-daba el bravo capitan del partido de Mania

-bou (1). Oir la descarga ytomwr el pendinguelos que quedaron vivos, todo fue uno, yendoá ocultarse en los montes, sin armas ni efec-to alguno que pudiera comprometerlos. Diezde ellos, con su jefe Loño, tomaron una di-reccion, y D. Manuel Mestre, D. MiguelBatista, D. José Meana y D. Adolfo LeitaVidal se fueron por diferentes rumbos, que-dando en el sitio D. 'Francisco. Puente, D.Cárlos Rengifo, D. Andrés Viñals, D. Fran-cisco Torres, D. Fernando Furton y D. JoséJoaquín Leita Vidal, digno tio de Adolfo,por ser este digno sobrino suyo.

He dicho que huyeron todos los vivos, yno es verdad, porque D. Eduardo La Calle;natural de Matanzas, no despertó, l sta queestuvo en poder de los voluntarios; lo cualconsistió en que el tal La Calle era sordocomo una tápia.

Tan pronto corno el -Sr. Brigadier -D. , Fé-lix Ferrer tuvo noticia del suceso, tomó lasmedidas que le dictaron su reconocida inte-ligencia y su actividad probada, para que lospollos espantados, de 20 á 25- años todos, y

(1) Cuatro hombres acometieron ín, 21;'mataron 5, apri,sionaron á 1 y pusieron en fuga d los demás, quedando duo-ños del campo y de un rico cargamento'. Ese capitan departido y los hombres que le acompañaban, son acreedores Cv

muy especial recompons,.—N. de¿ .1i .

.eme

338 EL MORO _MUZA

en su mayor parte hijos de familias bienacomodadas de Santiago de Cuba, no pudie-ran escaparse, y las disposiciones de dichoilustre Brigadier, perfectamente secundadaspor los buenos patriotas, dieron el resultadoque debía esperarse.

Siete de dichos pollos fueron sorprendidospor la contraguerrilla que mandaba el te-niente D. Vicente Guillen, muriendo todosen la fuga que intentaron, y eran D. NicolásSanchez, D. Manuel Guin, D. Miguel Batis-ta, D. Jacinto Hevia, D. Arturo Estrada, D.Francisco Duany y D. Manuel Espín, todospertenecientes al grupo de los que habianhuido con Loño.

Sin embargo, Loño no estaba ya con ellos,lo cual, por aquello de «el que no está con-migo está contra mí» parece querer decir queLoño estaba contra ellos; pero no señor, nicon ellos ni contra ellos estaba Loño, quien,para dar una prueba patente de su amor ála libertad y á la independencia, procuródesde luego librarse de la compañia de suscamaradas de infortunio y hacerse de todopunto independiente, medio con que sin du-da creyó más fácil burlar la vigilancia de losque le perseguían.

Dis aliter visuni, como ha dicho el autorde la Eneeida. Loño, al querer pasar la líneade nuestros destacamentos, dió de manos áboca con un caboy dos soldados del Batallonde Nápoles, que le exigieron el pase, por pa-recerles sospechoso. Entónces fué cuandoLoño recordó aquello de

¿Y si tales pensamientosMe acreditan de incivil?¡Qué diablo! Preso por mil,Preso por muy quinientos!»

Es claro, su única esperanza de salvacionera obrar á la desesperada, y así, sorpren-diendo al confiado cabo, le hirió en la cabe-za; pero uno de los soldados castigó su au

-dacia dándole muerte en el acto.A todo esto, ¿quién era el muerto? Nadie

lo sabia, si bien todos sospechaban que debiaser alguno de los piratas del Upton; pero enla cárcel habla dos prisioneros de la mismaexpedicion, que pudieron satisfacer á lasAutoridades, no como aquel acompañantede un entierro, á quien preguntaron quiénera el difunto y contestó: «el que va en elataud,» sino diciendo que el cadáver que seles puso á la vista era el de su jefe Loño, delo cual se tomo acta judicialmente, identifi-cándosehasta e reloj y prendas de vestir deltitulado Coronel de los desembarcados fili

-busteros.Sucesivamente, y como para repetir lo del

cuento: «Iban dos por un camino, y siendoel camino angosto, iba el uno tras del otro»fueron, uno tras otro, cayendo en el garlito,en diferentes puntos, D. Manuel Mestre (de-sertor oficial de nuestra Marina, á quien loslibertadores habian hecho de un golpe Al-mirante) y D. José Antonio Collazo, ambosde Santiago de Cuba, D. Isidro Portillo, deMatanzas, D. Adolfo Leita Vidal, de Maya-rí, D. José Meana, escribiente de la Mayo-ria de Marina y natural de Cuba, y D. Agus-tin Batista, hermano del anterior, los cuales,en union de La Calle, el de Matanzas, fue-ron juzgados, sentenciados y ejecutados conlas debidas formalidades.

Todos confesaron su delito, concretándoseen sus descargos á decir que habian sido se-ducidos y engañados en el Norte por variaspersonas, entre las cuales figuraban princi-palmente Adolfo Varona y Doña Emilia.¡Doña Emilia! Caiga sobre ella y otras suri

-pantas, que la ayudan á reclutar víctimas, lasangre de los muertos expedicionarios delUpton!

En honor de la verdad, cuatro de ellos

habian estado ya en la insurreccion, logran-do escapar á duras penas; pero ya se ve, Do-ña Emilia, y otras como ella, les dieron talespruebas de hallarse ya la Isla dominada porsus correligionarios, que los incáutos, hastatemian llegar tarde á recojer el premio desus servicios.

Tambien debo ser justo diciendo que to-dos murieron con serenidad; pero, ¿no es

verdad que, al ver estas cosas, hay razon pa-ra preguntar ¿quiénes son ellas? Si, Sr. Moro,y tambien la hay para responder:

Ellas, suripantas sonQue no tienen corazon.

S. P. MAIIAMUD.

MODO DE ESPANTAR LAS RATAS

(uISTORIA ANTIGUA.)

Tenia un forasteroPoca moneda,

Y al dueño de la fondaPidió la cuenta.No por pagarla,

Sino pbr ver ¡qué diantre!Cuánto sumaba.

El fondista, que nuncaFué desatento,

Pronto gusto, con idem,Dib al pasajero,Pues en la fonda,

Si anda listo el que paga,¿Qué liará el que cobra?

Tomó la cuenta el otro,Con mucha calma;

Miróla con cuidado,Volvió á mirarla,Y al fin vió que era:....

Totalmente imposibleSaldar tal cuenta.

El fondista, entre tanto,Se lamentaba

De ver su rica fondaLlena de ratas;Pero, tan fierasi, -. .

Que ni osaban los gatosReñir con ellas.

Oyólo el pasajero,Y al punto dijo:

uSerft que aquí no estorbanTan fieros bichos;Porque está claro,

Que V. Inisnio el remedioTiene en su mano.

Una cuenta pasarlesPuede conto esta,

Y usted verá, mi amigo,Qué paso llevan;Pues ni las ratas

Querrán el hospedajetic vuestra casa.»

FERDUSI.

CARTA DEL MORO VARGAS AL "MORO MUZA`

(CONTINUA.)

—Piedra que rueda, no -cria moho, di» sen-tenciosamente Tizon.

—Magnífico especta-culo, añadí yo, para unCadí de mi tierra. Allí que se castiza severa-.mente á una mujer por enseíiar la punta de lanariz, no sé que providencia tomarian con estasdespreocupadas. —No es sorprendente, con talesdatos, el pronunciamiento abdominal quo se ob-serva en nulas que no representan mas de duceó trece años.

—El sol vá cayendo, y mientras las damas soacomodan, pasa rato, interrumpió el jefe. Veoque las otras columnas se disponen á emprender la marcha para sus destinos. ¡En marchatambien nosotros!

La tarea de instalar á unas doscientas muje-res en carretas, en volantas, en caballos, en.cuanto se encontraba á mano, fué realmenteprolija. Empezó el movimiento al anochecer, y

era de ver la paciencia con que Oficiales y sol-dados sufrian impertinencias. Una decia, lasti-tneranrente, que era inhumanidad ponerse ácaminar con luna. Otra se quejaba de que sucaballo no tenia paso. Una tercera pedia quela columna volviera al campament .), donde ha-bia dejado la cotorra. Solicitaban alto tres ócuatro, para apartarse un poco á examinar layerba. Si tropezaba un buey, gritaba una doce.-na. Si se oia un tiro en el fianqueó, gritaban to

-das, y los chicos uo necesitaban de estos moti-vos para gritar constantemente.

Aquello era una algarabia infernal.Y á todò acudían aquellos pacientes solda-

dos, subiendo á tinas y bajando áotras; cargan-do á cuestas los chicos; repartiendo así agua ygalleta como consuelos y chistes.

Las seis--de la -maúaua serian cuando se tocóalto para descansar y preparar los ranchos. ElIrigar escogido era un ingenio incendiado y so-litario, muestra patente del paso civilizador delos rebeldes; pero•aun gqebaban allí frutales yganado, que con el repuesto do las acémilasofrecían la perspectiva de un buen almuerzo,precursor de mejor sueúo.

Mientras lo preparaban, no el sueíïo, volví ála série de mis preguntas, que esta vez satisfa-cia un teniente, natural de Santiago de Cuba,guapo chico y mas que guapo, listo. Dos crucesrojas del mérito llevaba sobre el corazon, quedecia.n bastante de sus condiciones militares..

—Creia yo, le dije, que todos los cubanos es-taban en el campo insurrecto. Así lo he vistorepetido en los periódicos, que pintan el levan-tamiento general de ]a isla contra los españoles.

—Ya supongo en qué clase de periódicoshaya V. podido encontrar semejante noticia. No

.hay medio que no crean santo y bueno parasus fines, y este es uno de los que han puestoen juego desde un principio. La insurr•occionha nido hecha por cubanos: en esto no quedadada, pero los mas y los mejores la han anate-matizado, porque no podia ocultárseles que noes guerra de independencia la que se hace, sino

lguerra social y salvaje contra el cristianismo,a propiedad....:. en tina palabra,: contra la ei

-vilizacion: Los cubanos que han dirigido el mo-vimiento revolucionario, son hombres que gas-taron el capital.-de sus abuelos, .y_ que arrgina-dos por los vicios, eran perseguidos, juclicialmen-te, por deuda -2, estafis, .ó cosas peores. Talesson el bígamo Céspedes, Quesada y muchosotros que figuran conco generales, ministros, ocuando menos, representantes.

A estos hombres se agregaron una falange demédicos sin enfermos, abogados sin pleitos, ea-balleros de industria, algunos ociosos, corto nú-mero de-ilusos paganos, dominicanos, venezo-l mos y mejicanos que querían hacer -parénte-sis al hambre; la juventud de las escuelas, quesi- es levantisca y entusiasta en todos los paisesdel mundo, en este venia sufriendo una propa-gan la ele muchos años, y aquí tiene V. la in-surreccion.

Por el tiempo del alzamiento no habia enCuba soldados, ni las ocurrencias de Españapermitían considerar la importancia que pudie-ra tener. _No líe, tendria, tí no Haber coincididoaquellos sucesos. Los campos estuvieron aban-donados, algunos, como los de este Departa-mento, por Iras ele un alio, y su gente sencillaó ignorante como ninguna, creyó conco el evan-gelio cuanto le contabinníenseñándoselo escritoeir letras de- molde. Que los espaúoles eran an-tropófagos, ó poco nienòs; que habian sido ar-rojados de la isla, y que en lo sucesivo ella, nipagaria contribuciones, ni hacia otra cosa masque lo que de su voluntad hiera.

Esta buena gente se acostumbró pronto <itomar el caballo y el buey que veia como pro-piedad comunal, si no era procedente de algunpícaro. paton, á casarse en la manigua, á salu-darse mútuamente con el título de ciudadanoy á llamar Cuba libre al agua con azúcar.

Esta es la insurreccion, exactamente bosque-jada. No busque V. en ella los cubanos de dis-tincion, sea esta por nacimiento, capital ó inte-ligencia; si alguno hay, como excepcion, la ge-neralidad, los mas y los mejores, conco antes hedicho, ostán enfrente.

EL MORO AZUZA 339

Por ello no trausijimos con que se hayanapropiado el nombre de Cubanos, y para la ne

-cesaria distincion, será preciso que nos apelli-demos en lo sucesivo hispano-cubanos, dejá.Ii-doles en completa libertad de denominarse :í suvez cubano-caribes, ó cualquiera otra cosa.

La distincion es tan necesaria, que ya, por lafama adquirida en Nueva-York, les han aplica-do una, colocando en los hoteles rótulos quedicen: -

«SE ADMITEN ESPAÑOLES DE ESPASA.No SE ADMITEN ESPAÑOLES DE CUA.»

—Cómo! ¿A pesar de los consabidos perió-dicos?

—Probablemente, por los mismos} periódicos.Mas no es solo en Nueva-York dondese publi-can: los hay en Mérida y en Veracruz, en San-to Domingo, en Paris, y en el mismo Madrid.

—Hombre, eso ya es mucho. ¿Cómo se con-siente que en la misma capital -de España seinsulte á Espaïla?

—Psí...... Hay libertad de imprenta.¿Libertad para ajar la dignidad do un pue-

blo? No entiendo de esto: pero si•las leyes fue-ran tales que impidieran al Gobierno obrarcomo lo haria el del emperador mi amo, no sécómo el mismo pueblo lo consiente. Ampliasson las libertades en esos Estados-Unidos, tancacareados, y mas do una vez se ha visto salirá la calle, por la ventana, el director, redactores,formas, cajas y hasta el regente de la imprentade algan periódico. En Madrid mismo creo queha sucedido una cosa parecida, no hace muchotiempo.

—Así es, aunque por distinto motivo.Interrumpió esta discnsi.on el almuerzo, in-

terrumpido tatnbien por el sargento Longinos,que, la mano en el sombrero, se acercó á Mon

-taner participando se veia un grupo como decien mambises.

—La de siempre, dijo aquel jefe: han olidofh,milias, y tratarán de embromarnos aprovo

-chando la magnitud de la impedimenta, paramolestar la retaguardia. Observó un momentoen pié los accidentes del terreno y la direcciondel enemigo, y adoptando resolucion, siguió:— Capitan Juarez, tomo V. 25 hombres y vayapor dentro de la manigua á emboscarse enaquel recodó de la izquierda.—V., Tizon, con 40caballos do la contraguerrilla, tome una,. medialegua de ro-feo, y vaya á , salir por detras : delcayo del monte, donde seguramente quierenapostarse. Los domas ; quo sigan almorzando.

Para confirmar esta última parte de la ór-den, volvió á su puesto, y continuó haciendolos honores á los platos con el apetito que dá

• una noche de marcha.• Sonó una descarga. Despues otra.

A la primera, saltaron como por máquina lossoldados, alistando las armas y caballos y fijan-do la impaciente mirada en su jefe. Este, impa-sible, pidió el café, reprendiendo al asistente,que padecía distracciones, desde cl momento

• en que marcharon las fuerzas.Las mujeres se hablan alborotado, y esta voz

nadie so cuidaba ele ellas; pero la espectativano fué muy larga. Tizon y Juarez vinieron :íocupar su sitio, como si tal cosa.

—¿Qué hubo? preguntó Montaner.—Cayeron nueve y los demas se dispersaron;

pero ahí vienen dos sinsontes que nos diránqué partida era esa y tí dónde iba. No suelenya encontrarse con tanta gente.

—¿Son así las batallas de esta guerra? inter-rogué al Comandante, mientras los otros dabanocupacion á los dientes.

—Casi siempre. En un principio elegian losmambises magníficas posiciones, eonstruiantrin-cheras formidables, ó fortalezas formales, comola del Asiento, empleando en ello muchos díasy muchos negros, para abandonar las obras enpocos minutos, por regla general, si bien huboexcepciones, como la de Palo Quemado e119 doeste año, en que nos costó mucha sangro tomaruna. Despues han dejado este sistema y el detoda resistencia. Lo dificil ahora es darles vis-ta, y mucho mas, alcance.

—¡Cobardes cubanos! murmuré entre dientes.—Cobardes mambises, querhí V. decir. Los

cubanos no son cobardes. Cubanos son, en mas

de la mitad, los que componen esta columna;cubanos en totalidad los regimientos de la Ha-bana y do Guines, que tanto se han distinguidoen la campaña; cubanos, los voluntarios do IIol-guin y de Colon y de tantas y tancas partes, re-gadas con su sangre generosa hasta alcanzar elrenombre de quo gozan; cubanos muchos jefesy oficiales del ejército en todas las armas. Losmambises son cobardes, porque no cabe el valoren malas cansas, cuando la conciencia arguyocontra el brazo. Son cobardes, porque jefes dolas condiciones que ya V. conoce, no puedeninspirar confianza: gracias i que inspiren tenorzí loé que mandan.

Nada mo atreví A contestar: estaba perfecta-mente conformo con tales apreciaciones.

Desde allí nada ocurrió notable, hasta la lle-gada á Puerto-Príncipe, donde fié recibida lacolumna con música y vivas, acudiendo inmen-so gentío, ya á buscar entre los presentados,parientes, amigos, ó noticias del campo, ya me-ramente por curiosear tí las recienvenidas, queno estaban muy conformes con exhibirse enaquel pelaje, por mas que hubieran hecho co-natos de toilette en el canlino.

He dicho, Muza, que no estoy para descrip-ciones. Vi despacio la capital del Cauiagiiey:dijéronme á que estado se Babia visto reducidacuando llegaron á bloquearla los insurrectos, yla diferencia que va de ayer á hoy, muy distin

-ta de aquella que lo enseflaba á las flores. Todoesto debe importarte poco, y me importa á mímucho dar fin .í esta carta, que vá picando enhistoria. A no ser así, te diria algo de la cintu-ra de fuertes, tan fuertes como bonitos, que elingeniero cubano .Portuondo dirigió y estable-ció para consuelo de laborantes y espanto devolanderos insurrectos. Bástete saber que latorro de la Merced, aquella que derribó IgnacioAgramonte con el disparo de un cañonde mon

-tafia, situado á nueve kilómetros de distancia,continúa asomando la cúspide por encima de lasotras torres,.y que tiene trazas de retar pormuchos aúos á las turbonadas, algo mas temi-bles que los cañones de Ignacito.

Al grano.Debes suponer que, no habiéndose logrado

mi deseo do conocer personalmente al gran Cés-pedes, había de pretender ver siquiera al Caba-lloro de Rodas, que si no tan grande, es, al fin,Gobernador de esta ínsula, y me es familiar denombre desde la campaúa de Marruecos.

Observé que no habia guardia, ni mas de unordenanza á la puerta de su casa, estando en elcentro de la guerra. Supe que paseaba á pié portodas partes: que era accesible á las viejas y álos negros, dos plagas capaces do tentar la pa-ciencia de Job, y todo ello me animó <í presen-tarme, sirviéndome de introductor el mismoMontaner.

Me recibió afablemente, diciéndose enteradode una parte do mis aventuras, y aunque notengan el interés de las del jóven Anacarsis, lehice completa relaeion, que escuchó complacido.

—¿Desea Vd. todavía mas datos dolos mantbi-sos? Ine dijo.

—Muchos he reunido, contesté, pero no sonlos suficientes.

—Pues voy á dará Vd. cuantos pudiera ape-tecer. Hace pocos días que han ocupado lastro-pas los archivos de la Cámara, de Agramonte,de Manuitt, de Bombeta, do Madriflales, conmas un número crecido de papeles de otrasprocedencias, que forman la historia completade la rebelion, desde su cuna.

—Do modo que puedo ver mt los mambises pin-tados por si mismos?

—En la habitacion contigua puede Vd. versu pintura y su proceso.

Pasé. Allí había un ayudante, con graciososhoyuelos en la cara y trazas de escupir por elcolmillo, pero fué conmigo extremadamenteobsequioso y amable, habiendo oído la órdendel General.

—Vaya, Sr. Moro, me dijo, llevándome á unamesa literalmente cubierta: aquí tiene Vd. don-de divertirse.

Iíabia allí papeles de todas formas, tamaños,colores y figuras, y aun escritos en hojas deplátano ó yagua,' indicando la escasez de recur•

sos de la república: colecciones de periódicosmambises; libros y cuadernos copiadores de ór.denes y cartas; un mundo, en fin, do documen-tos, perfectamente ordenados por materias yfechas.

—Aquí tiene Vd. lo mas fresquito, prosiguióel Ayudante, soíflalando un legajo. Esta es lacorrespondencia cogida á los filibusteros delUpton; pero puedo Vd. elegir cualquiér otro: nohay nada de desperdicio.

Arrellanado en un mecedor, tomó el paqueteindicado, y tiré al azar de una carta quo resultóser de mujer.

«Mo parece muy bien, decía, esa religion es-piritualista que mo esplicas. Me gusta, porquela describes tú; pero has de tenor entendidoquo nací católica y católica ho do morir. Nocabe en mí alteracion en esta materia.»

Alah bendiga á esta nifla. Tuvo la desdichado poner su amor en un...... en un renegado,este es el nombre apropiado del individuo quepretendia que apostatára la mujer de su elec-cion! Digno viajero del Upton.

Otra carta. Despedida á los padres.«Voy en una oxpedicion arriesgada. No se

sabe donde desembarcaremos, ni si habremosdo rodar hasta que quiera el diablo. El diablodigo, porque ya sabois que Dios es para mícoro á la izquierda.»

—¿Sabe V. que, para piratas, no se explicanmal éstos sei"iores?

—¿Por qué?—Porque veo que han suprimido á Dios.—No han sido ellos los supresores, sino el

Gobierno do Cuba libre. Aquí hallará Y. mas deuna prueba .En los primeros tiempos del levanta-miento hubo una grave discusion sobro si habiaó no de adoptarse la fórmula «Dios, Patria yLibertad» de otras repúblicas americanas; peroconviniendo en que estas andan algo atrasadas,se acordó poner P. y L. en los documentos ofi-ciales, y como sin Dios no había para qué tenercorte celestial, se acordó tambien que si una fin-ca se llamaba Santa Tecla, se registrase comoTecla en lo sucesivo, y el individuo apellidadoSantander, fuera conocido por Tander á secas.

Esta regla se ha seguido tan al pié de la lo.tra, que un sub-prefecto Varela, fusilado enPuerto-Príncipe, dijo al capellan que procurabaexhortarle, «que le dejara tranquilo con su Dios,pues que •y a era viejo para andar con mojigan-gas.» Goicuría arrojó el crucifijo que le presen-taban. Agiiero expuso quo no croía mas que enla materia.

—No quiero mas Upton, seúor Ayudante: merepugna lo que he visto.

—Pues aun hay cosas mejores y de distintaíndole: perro es igual. Ese paquete contígnocontiene órdenes de Quesada, Jordan, Agra

-monte, &c. .—Veamos.Orden. Que cuarenta libertos vayan á mo-

ler al ingenio A.Otra. Se envien cincuenta libertos al inge-

nio B.Otra. Treinta libertos al ingenio C.El sub-prefecto del Zanjon consulta si se ha

de dar algo de los frutos á los libertos, comotrabajo del domingo.

Contestacion. Los frutos y el trabajo per-tenecen á la República.

Circular. Que se ha visto con sorpresa quelos libertos y libertas forman campamento, yviven á sus anchas sembrando tabaco y vian-das. Que se les persiga y se hagan caer sus ca-bezas para que no las levanten. (1)

—¡¡Canastos!!—;Qué le pasa á Y., Vargas?—¿No habían dado los insurrectos libertad á

• los esclavos?—S¡; por eso verá V.' que los llaman libertos.

(Ghntinuar d.)

(1) Nada de esto es invencion. Los documentos de don-de se ha extractado todo, existen eu poder de nuestra pri-mera Autoridad. Sépanlo así Mr. Sumner, y todos los filán-tropos que han creido que la república cubana daria la li-bertad al los a_elavos. N. del M. M.

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342 EL MORO MUZA

UN CALDERO ELECTORAL

Entre los documentos recientemente cogi-los á los rebeldes, hay uno . ue puede servirde ejemplo para demostrar que tambien essusceptible de excepciones el popular adagio¿Quién es ella? Me refiero á aquel en que untal Fernando Varona, Sub-prefecto de la re-pública montaraz, dá cuenta de los esfuer-zos extraordinarios que ha tenido que hacerpara poner al servicio de la causa libertado-ra el caldero de un tal Antonio Serrano.

Sí, lectores, porque, tratándose de una cal-dera, el adagio estaria en su lugar; pero setrata de un caldero, que no es Varona, sinovaron, y en tal caso, no debia preguntarse:,; Quién es ella? sino: ¿ Quién es él? (1).

Sea como -fnere, lectores, desde que yo víque habia un caldero en campaña, compren-dí que el negocio tendria importancia cobri-za, y es que al cabo de cerca de diez añosque hace ya que viví en Jesus del Monte, nohe podido borrar de mi memoria el calderoque dejaron en mi calle los que debian asfal-tar un baño de mi casa; caldero que tenia larara virtud de espantar á las caballerias, entérminos de no poder nadie ir á verme á ca-ballo, ó en carruaje, sin exponerseá morir es-trellado; caldero que me hizo variar el nom-bre de dicha calle, á la cual titulé desde en-tónces «Calle del Caldero,» y caldero, en fin,que me obligó á cambiar de domicilio, nopoco alarmado durante mi caminata;

Pues, con verdad lo asevero,Cuando ( la habana volví,Mc pareció que el calderoSe venia tras de mí.

Desde entónces, ¡ay! los calderos son mipesadilla; tanto que no puedo oir en la mú-sica una de esas pausas que denotan lo quese llama un calderon, ni leer las obras de Cal-deron de la Barca, sobre todo, desde que unescritor francés se permitió traducir el men-cionado apellido, [llamando al sublime autorde La Vida es sueño, Mr. Chaudron, sin recor-dar el terrible. caldero de Jesus del Monte.

Y luego, huyan ustedes de los -recuerdosfatídicos, si quieren verse perseguidos porellos, pues parecen ejercer sobre las cosasmorales el atractivo que para los golpes físi-cos tienen las dolencias locales del cuerpohumano. Un dia quiero improvisar, para ol-vidarme del caldero, y me acuerdo en segui

-da del calderero de Puerta Cerrada, fangosoimprovisador á quien dijo Felipe IV:

«Me han dicho que viertes perlas,

y él contestó inmediatamente:

YSí, seiííor; mas son de cobre,

como las vierte un pobre,Nadie se baja fi cuñerlas.»

Apartando la imaginacion del calderero, lallevo á los galanteos del citado monarca, yme encuentro con la célebre actriz conocidapor la Üalderona, do quien nació el segundode los Juanes de Austria, con lo que, á des-pecho mio, vuelvo á pensar en el caldero.

¿Quereis mas, lectores? El sábado últimoale puse á leer el apreciable colega Diario dela Marina, cuyo artículo de fondo estabaconsagrado á refutar las ridículas invencio-nes propaladas por los órganos del laboran-tismo, y dije para mí, corroborando la opi

-nion de dicho estimable colega: «Esos hom-bres que mienten con tanta insolencia, se

conoce que han llegado al extremo de la des-esperaclon,

Y á impulsos del liado fiero,Como no les va á quedarEsperanza, ni dinero,Están dispuestos A echarLa soga tras el caldero.»

(1) Nuestro apreciable corresponsal de Holguin, comoverán nuestros lectores, opina que hay casos en . que se de-be preguntar: ,qufflies son ellas? N. del 11L M.

(1) «Bigia.. por «vigía.. Si los mambises sufren mas sor-presas que nuestros soldados, debe consistir en que estosvigilan con v, mientras aquellos bigilan con b.

arman sus alborotos con chismes de cocina;,i bien debo suponer que los libertadores en-banos quisieron celebrar su fiesta electoralen sábado, dia de Saturno, tal vez para hon-rar así al Dios que devoraba á sus hijos. Pe-ro, señores; si el citado caldero es el de Je-sus del Monte, y tan pronto se ocupa en ha-cer asfalto, como sal ranchos, en derretircera y en 'ayudar .í las elecciones, ¿paracuantas cosas sirve ese maldito caldero? Pro-siga el oficio:

«Hoy, dia de la fecha, ita venido el ciuda-dano Serrano con mucha autoridad á que lediera el caldero.»

Luego, ¡era verdad que el caldero existía!¿Pues no dijo el C. Antonio Serrano que eratilso que no existiese? Pero ahora compren-do que el C. Antonio Serrano habló con im-propiedad, para que le entendiese el Sub-pre-fecto Varona, cuyo oficio sigue diciendo:

«Porque en él cocinaba, y le manifesté,que por ahora y tal vez para luego lo nece-sitaba yo tambien (¡así se respeta la propie-dad privada en la repúblicarnanigiiera!), quesi quería yo le daria una olla de barro, (esoes, ¡una olla de barro por un caldero de co-bre! Esto me recuerda la ganga de aquel quepropuso á otro cambiar un botijo por un relojde oro, fundándose en que, aunque el relojtenia mas valor, no hacia el agua tan frescacomo el botijo,) para que cocinara, y me dijocon mucha cachorrada (sorna, quiso decireste cachorro) que no quería la olla de bar-ro; que lo que quería era el caldero; entón-ces le dije que el caldero no se lo daba por-que no me daba la gana......»

Razon de autoridad republicana, que nopuede ser mas concluyente. Solo faltó elapéndice de la del cedazo: «Tia Fulana, dicemi madre que me preste V. un cedazo claro.»«Anda, hermoso, di á tu madre que no medá la gana, y que si lo quiere mas claro?»Atónito debió quedar el C. Antonio Serra-no y mas cuando el Sub-prefecto añadió losiguiente:

«Que el caldero, él, yoy todos los habitan-tes y eYectos de la, Isla, eran dè la causa,(¡bonita causa la que así dispone de los hom-bres y de los calderos!) y que se retirase in-mediatamente de mi presencia, antes que meobligara it tomar otro procedimiento. (¡De-monlo! ¿querria el hombro romper la cabe-za ele Antonio Serrano en el caldero, 6 elcaldero en la cabeza de Antonio Serrano?)Entonces se retiró diciéndome que iba itquejarse de despojo.»

Y tenia razon, porque el ca'dero electoralera suyo. Al fin debió recobrar el Serrano sucaldero, segun se desprende de esta P. D.del oficio, que prueba que los oficios de losSub-prefectos tienen Post data.

«P. D. Se me olvidaba advertir .1 V. quepor segunda vez mandé por el caldero y me-mandó á decir Serrano que no me lo mandaba,entonces le mandé otra órden diciendo quesin excusa ni pretexto alguno lo remitiera,cuya órden puedo presentar á V.

Zandé, mandó, mandaba,'volví a mandar,Todos mandan en esa república, que no tienenada que ver sin duda con la humana socie-dad, puesto que, segun quevedo, solamente

«Los ricos y los que muerenSon los que en el mundo mandan.»

En cuanto á mí, no me ratifico en que elcaldero que tanto ha dado que hacer á losmambises sea el de Jesus del Monte; pero yaque este me fastidiase á mí tan en grande,celebro que otro turbe el reposo de mis ene-migos, los cuales tienen pendiente sobre sucabeza una espada de Damocles, en forma decaldero, que puede aplastarlos de la noche ála mañana, y aun creo que ha debido caer

¡Vive Dios! exclamé; ya pareció aquello,y despues de enterarme de otras materias,pasé á la lectura de los preciosos documen-tos que nuestros soldados han cogido á losmambises. A poco rato di con la comunica-cion del Sub-prefecto de Cahohabo, en quese dice que el ciudadano A. C. Zaldívar, sa-cudió una paliza republicana á su asistenteel liberto Juan Agüero, por no haber estequerido cargar con un barril de agua, sien-do así que Agüero ya es cosa de agua, y pa- 1

rece que nadie mejor que un Agüero debesurtir de agua á los sedientos libertadores:Pues señor, dije, ya quebró la cuerda por lomas delgado, aun entre los nias rabiosos de-mócratas; pero ¡qué diablo! con .tus caldel'oviejo se remienda otro nuevo...... y he aquíotra vez el recuerdo del caldero de Jesus delMonte viniendo á turbar mi regocijo.

Continué la lectura de los documentos ci-tados, en los cuales hay cosas tan divertidascomo aquella comulticacion del doctor Ar-teaga, Jefe de la Junta Superior ele Sani- 1dad, en que se dice: «En Caunao no obede-cen laos disposiciones de esta Jefittura, cadauno hace lo que quiere çr•c.» y mi sorpresa su-bió de punto al llegar al oficio (le! Sub-pre-fecto Fernando Varona, por lo que motivóese fatal oficio que quiero reproducir con lasobservaciones caldereteras que me sugiere.

Dice así: «Sub-prefectura del Cuarton deAltamira—J. de la R...... Participo á V.que hace tiempo que habiendo sabido quéen la Bigia (1), sitio de Juan Recio y corres-pondiente á este cuarton, había un calderogrande, propio para hacer sal......,,

Lo de la sal ale tranquilizó, porque el cal-dero de Jesus del Monte tambien era gran-de, aunque era propio para hacer asfalto yno sa:; de modo que no debia este calderoser el otro caldero. Sin embargo, por lit coa-la voluntad para el trabajo que mostró aquelcuyo recuerdo me persigue, bien pudo per-tenecer al partido reformista, y con el pre-texto de preferir la sal al asfalto haberse idoá disfrutarlas.delicias de Ç!lbita , libre, . á . finde no hacer* asfalto ni sal, lii ninguna ótracosa Veamos, continuando la copia del oficio.

«Le pregunté al C. Antonio Serrano, quees el que vive en esa como alojado, y me di-jo era falso, que no había tal caldero.»

¡Valiente tunante debe ser ese AntonioSerrano! dije yo, al ver cómo, negando, afir-maba la existencia del caldero. Esto es cla-ro, pues, por aquello de que dos negacionesafirman, el decir que es falso que no existeuna cosa, equivale á declarar que es ciertoque la cosa existe; pero el Sub-prefecto Va-rona, que es de los que entienden-al revés loque se les dice, creyó que el C. AntonioSerrano negaba la existencia del caldero, se-gun se deduce de estas palabras de su mea-cionado oficio:

«Sin embargo, despues me dijeron que lotenia escondido; volví á mandar por él elviérnes para derretir la cera del Joyo y des-pues determiné pasarlo á esta Sub-prefectu-ra para cocinar en él el sábado, cija de la vo-tacion.,)

Miren ustedes para qué quería el calderoel Sub-prefecto Varona, ¡para cocinar el sába-do, dia de la votacion! Bien que eso es natural,porque despues de hacer el rancho para loselectores en el caldero, el Sub-prefecto ha-ria servir al tal caldero de urna electoral parael depósito de las papeletas, confirmándoseasí el título que á dicho caldero he dado enel epígrafe de este artículo, y me sostengomas en mi opinion al ver que las eleccionesse hacian en sábado, dia en que las brujas

EL MORO MuzA 343

ya el tal mueble, puesto que no hay quiend.é razon de Céspedes ni de los principaleslibertadores de calderilla.

EL MORO MUZA.

DONDE MENOS SE PIENSA SALTA LA LIEBRE.

NOVELA QUE NO ES CULPA I)G St AUTOR, SI TIENE ALGO 'D}:. SENTIMENTAL. .'

Muchos dias continuaron los alegres pa-seos de la jóven pareja, con gran satisfaccionde Ernesto, que impacielite esperaba todoslos dias la hora de ver á. su amada, de cuyoamor estaba tan orgulloso, que bien podiatenerse por el hombre alas feliz de La tierra.

Sin embargo, el amor de Ernesto, .Habien-do llegado á su apogeo, empezó 4 deseen-der, que no hay corno llegar á la posesíon delos mas ansiados bienes para tenerlos en po-co, y tanto mas decrecia el amor de . Ernes-to, cuanto mas aumentaba el de Adela.

Al cabo de algun tiempo, nuestro galan,que de todo se cansaba, empezó á cansarsede los referidos paseos, y con varios pretextostrató de hacerlos menos frecuentes.

Insisto en ello. El hombre es el animalmas raro y caprichoso de la creacions Nun-ca se encuentra satisfecho. No vive mas queansiando alguna cosa, para volver á desearotra, cuando logra aquella por la que antessuspiraba.

Y cuenta que Ernesto estaba enamoradode veras; Adela era la única mujer que lehabia fijado, y sin embargo, ¡cuánta diferen-cia en tan corto tiempo! ...... Por uno deaquellos paseos que ahora le mortificaban,hubiera dado antes su existencia.

Si la mujer conociera sus verdaderos inte-reses, nunca baria concesiones de as que alfin ha de arrepentirse, y que suelen tener unfunesto desenlace.

Para sostener á un hombre en los límitesde una verdadera pasion, es necesario ciertotira y afloja en el que no todas están duchas.Bien es 'verdad que esto no se puede exigirdE una cándida paloma como Adela, que noestá eti condiciones de conocer las mil tretasde que unhombre sevale parallacerla caer ensus redes: verdad es tambien que las hay que lohacen caer uno sin dejarle siquiera el tiem-po necesario para pensar lo que le ha suce-dido; y váyase ,o uno por lo otro.

Un toro placeado ya,' no hace caso del en-gaïïo, y se va derecho al bulto menospre-ciando la suerte del diestro, pero á un pobre.becerrito que sale por primera vez • L la pla-za, con muy pocos pases de muletas se le tras-tea, y viene á doblar la cerviz ante el diestroque se engrie con su victoria, cuando esta.,mas que á su habilidad, es debida á la inex-periencia del animal.

En este caso se hallaba la pobre Adela.La comparacion podar, tal vez no ser elegan-te, pero es exacta, y todo cede ante la exac-titud y la verdad.

Tal vez llegue algun dia en que Adela,práctica ya en lides amorosas, conozca elengaño, y haciéndose recelosa, se vaya de-recha al bulto y maree al diestro que trate detrastearla.

Hemos dicho que Ernesto, que de todo secansaba, empezó á, cansarse de aquellos pa-seos, y trató, con varios pretextos, de quefueran menos frecuentes. Adela lo conocióal momento, y puso en juego todos los re-sortes que le sugirió, no solamente su amor,sino su dignidad ofendida, para despertar denuevo la pasion en el corazon de Ernesto;pero aquella pasion no despertó, por la sen-cilla razon de que no estaba dormida. Eraque habia muerto del todo; y para hacerlaresucitar otra vez, so necesitaban mediosque no están al alcance de la mujeriii de na-die. Tal vez, dejándolo al tiempo, á la casua-

hdad, ocurriria, sin pensarlo, algun aconte-cinjiento que variara por completo la faz delas cosas y bis 'trajera á su primitivo estado.

Adela lo comprendió así, porque las mu-jeres, aun lis mas inocentes, comprendenestas cosas con suma facilidad, y no encon-trando.réfugio alguno, ni otra esperanza queD. Ambrosio, volvió los Ojos hácia él.

Está de Dios que en todos los lances amo-rosos, y aun en -muchos que no lo son, ha dehaber uno que'desempeñe el papel de vícti-ma, y hasta que lo sea en 'realidad. Siemprehay lá persona que hace, y la persona quepadece. Veremos siesta última lo será DonAmbrosio.

Antes de decidirse Adela, quiso' tocar elúltimo resorte.

' Hacia dias que'se encontraba triste, por-que no veia á Ernesto, y siempre que man-daba recado á su casa, le contestaban quehabia salido. No había razon para engañar-se respecto al motivo de aquellas contesta-ciones.

Una mañana se asomó al balcotl, á la ho-ra en que D. Ambrosio tenia la costumbrede pasar por lis, acera de enfrente. Le viollegar, y sea dicho en honor de la verdad, nole pareció tan ridículo como otras veces. Loestuvo contemplando largo rato, y cuandolo vió próximo á doblar la esquina inmedia-ta, se atrevió á saludarle. D. Ambrosio que,corno hacia todos los dias, habia vuelto lacara para contemplarla antes de marcharse,quedó como clavado en aquel sitio, y noatreviéndose á dar crédito á lo que sus ojoshabian visto, volvió para atrás todo confu,so. Al pasar por delante del balcon, Adelale hizo un saludo amistoso con la.mano y sesonrió con coquetería. El pobre hombre sedeshizo en cortesias, sin saber lo que le pasa-ba. Ella notó el buen éxito que habia tenidoaquella pequeña prueba de su ascendientesobre D. Ambrosio, y satisfecha de que to

-davia lo podria manejar á su antojo, se re-tiró del balcon, haciendo una pirueta y fro-taíiidose las manos con aire satisfecho.

—Bravo, bravísimo, dijo; toquemos ahorael último resorte. Y bajando precipitada-inente la escalera, se dirigió á casa del Viz-conde, donde entró sin hacerse anunciar ysin que ninguno de los criados se atrevieraá detenerla.

(Continuar(.)CIDE HAMETE BENENGELI.

CUATRO VERSOS BIEN PAGADOS,

A lord Byron llegó á pagársele una libraesterlina por cada verso. Victor Hugo no haconseguido tanto, en general; pero cuatro desus versos han obtenido una recompensamuy superior á la que por todos los suyosalcanzó el poeta inglés.,

Nos dia hecho, recordar esta historia la re-ciente muerte del célebre revolucionario Ar-mancl Barbés, y el haber leido en los apun-tes biográficos que de dicho personaje hanpublicado los periódicos, la especie de que en1839 fue indultado de la pena de muerte, áinstancias del duque y de la duquesa de Or-leans.

El hecho fue el siguiente:Barbes habia sido sentenciado á muerte y

estaba en la capilla esperando su llora. Eran,terça de las doce de la noche, y el duque yla duquesa de Orleans que, efectivamente,intercedian en favor del reo, no habian con-seguido nada de Luis Felipe, quien, de acuer-do con su Consejo de ministros, persistia enla ejecucion de la sentencia. Víctor Hugollegó entónces á las Tullerías solicitando veral rey, gracia que no le fué concedida. Perodaba la rara casualidad de que en aquel mis-

mo dia acababa de nacer un niño y de mo-rir otro en la familia real francesa, estandouno en la cuna y otro en el ataud. El autorde las Orientales pidió tintero y papel, y es-cribió en la ante-cámara lo que sigue:

Par cet ange, envolé ainsi qu' une colombe;Par ce royal enfant, tendre et fréle rossau:

Grace au nom de la tombe!Grace au nom du bereeau! (1)

Víctor Hugo.

Era cerca de la una cuando reaparecióLuis Felipe, cada vez mas resuelto á negarAl perdon de Barbés, que en vano solicitabanpersonas de la mayor influencia, entre otras,los duques de Orleans; se acercó á la mesa,tomó el papel que sobre ella habia dejadoVíctor Hugo, leyó los cuatro citados versos,que le hicieron llorar como un niño, y sinhablar una palabra mas, entró corriendo áfirmar la conmutacion de la pena.

Los cuatro versos valieron, pues, al autorla vida de dos hombres; porque Blanqui tam-bien habia sido condenado con Barbés.

¡Ah! ¿Por qué ese insigne poeta que se lla-ma Víctor Hugo, y que hace tan preciosos

versos, ha de haber invadido el terreno de lapolítica en que desbarra tanto y con tantafrecuencia!

OLLA PODRIDA.

Carta escrita por un .jóven gnambíí, en quese dicen muchas verdades, pero con ese des-órden de ideas tan propio de los que han te-nido una educacion mas revolucionaria quecientífica. He aquí ese anárquico documento.

Mi querido papaito,De todo mi corazon:Le escribo para decirloQue me encuentro muy mejor.

Ya sabrá, Vd. que QuesadaPara el Norte se fugó,De lo que me alegro mucho,Pues no era mas que un ladron.

Yo pasé el cólera morbo,Y convaleciendo estoy,

• Por lo cual, dele un abrazoA mi amigo Nicanor,

Y otro á mi prima Tomasa,Y otro .í mi primo Simon;De modo que aquí las cosasMarchan de mal en peor.

Petrona tuvo la culpaDe mi desventura atroz,Pues con no poco trabajoEl médico me salvó.

El caso fué que Petrona.Por quien tuve tanto amor,Venir quiso á la manigua,Y yo de ella vine en pos.

Y así fué que, en cuanto pudoLa Cámara un puntillonSacudir al tal Quesada,Duro se lo sacudió.

Bien me acuerdo, papaito.Del teatro de Tacon,De mis camisas bordadasY mis botas de charol.

Porque, como en todas partesDe miedo Quesada huyó,IHoy con Dome, Emilia viveConspirando en Nueva York.

Tanto, que ando sin zapatos,Con un roto pantalon,Y ¿qué tal? ¿Murió el lorito,Que era tan conversador?

Solo diré que Petrona,Por el viejo borrachonDe Aguilera perseguida,A Céspedes se quejó.

Tres lavativas me echaron,Y con el agua de arroz,Dándome fL oler ti menudoUn poquito de alcanfor;

Me libré de ir t, la tumba,Y Agramonte no tardóEn decirle al PresidenteQue era un solemne bribon.

Ya se vé, yo alimentabaEl mas bárbaro rencor

(1) Por ese angel que ha volado como una paloma; porese real niño, débil y tierna planta ¡Gracia en nombre d'la tumbal !Gracia en nombre de la cuna!

344 EL MORO MUZA

Que me infundió mi maestroContra todo 1ó espaíïol;

Y así fué que, á pocos dias,Petrona me abandonó,Marchándose la bribonaCon un negro cimarron.

Pues como Céspedes piensaConvertirse en dictador,Dígame si á,RosalíaSe le ha curado la tos.

¡Ah! ¡Quien hubiera creidoQue Petrona, sin rubor,Me olvidase! Va.descalza;Lleva un sucio camison,• Y en lugar de enaguas, niguas;

De modo que, hasta el relojMe quitó mi digno jefe,Don Aquilino Tuñon.

Hoy el General CavadaEs el que lleva la voz,Y ya he podido vestirme,Con permiso del doctor.

De manera, papaito,Que otro ingenio se quemóAyer, pues el tal CavadaSiente falta de calor,

Y pensando que en la guerraTodo ha de sercombustion,Usa la tea incendiariaCon desusado furor.

Veo, así, que mamaítaTuvo sobrada razon, .Cuando dejar á la ingrataPatrona me aconsejó;

Pues, como siempre resultaEl contrario vencedor,En el ejército libreReina la consternacion.

Por eso, para ChantoTambien memorias le doySi esta llegare fi sus manos,Cual lo espera el portador;

Pues como aquí; en la manigua,No hay cartero, ni buzon,Yo no llegué á confesarme,Por no encontrar confesor.

Pero mi amigo Barriles,Que siempre fué farolon,Por údio á los españolesHa parado en salteador.

¡Él, que brillaba en el Louvre!¡Lo que va de ayer á hoy!Como que nadie obedeceAquí la Constitucion.

Y además, el Sub-Prefecto,Ante quien ya se casóGinés, marido de Blasa,Con Chucha, mujer de Anton,

Es mi mayor enemigo,Y así espero, por quien soy,Que pida Vd. el indultoDe este pobre pecador.

Yo sé que en los españolesAbunda la compasion,Aunque les he calumniadoCuando estaba en el error.

Conque, pues nada me valeLa presente profesion,Que no cobro corretaje,Siendo mambí corredor:

Haga por mí lo que pueda,Y no se olvide, por Dios,De decir á mamaitaQue me he quedado pelen.

Así se lo recomienda,Llena el alma de temor.Este, que besa su mano,Su hijito,

JULIAN PEROL.

MISCELANEA.

Hole, hole, si ote eligen.—La guasa ha esta-do á la órden del dia en todos los círculossociales durante la última semana, con mo-tivo de la candidatura del príncipe....... ¿có-mo se llama? Creo que me acercaré á la ver-dad nombrándole:

Leopoldo, Gil, Francisco, Juan, Antonio,Tomás, Martin, Ginés, Eugenio, Pablo,Segismundo, J ulián, ilIodesto,,Lúcas,Severino, Prudencio, Estéban,Cárlos,Ruperto, Ambrosio, Nicanor, Neniesio,Gustavo, Adolfo, Gumersindo, Ignacio,Pedro, Mariano, Veremundo, Higinio,Ramon,-Manuel, Jacinto y Todos-Santos.

¿Y por qué esa guasa? ¿Por los nombrespropios? No, puesto que sabemos que todoslos Príncipes los '-llevan á centenares, sinopor el apellido Hohenzollern Sigmaringen, queningun español pronuncia con formalidad, yque se presta en nuestro idioma, ya que noá traducciones, á onomatopeyas capaces deimprimir el mas mortal ridículo en la cosamas séria que pudiera ofrecerse. Uno decia:Hole, hole, si me eligen, otro.....,.... pero hanocurrido equívocos que no pueden repetirse,nues traen á la . memoria este final de uncuento bastante verde:

«Y, válgate Barrabás,Yo tambien tengo vergüenza,Y no quiero decir masar

Y que la candidatura Hole, hole, • si me eli-gen era cosa séria, dígalo la general alarmaque ha producido en Europa._

Dichosamente se arregló todo, de la únicamanera satisfactoria que entraba en lo posi-ble. Si; porque apoyando el gobierno españolla tal candidatura, hubieran bastado las ame-nazas de una nacion' poderosa para que lasCórtes votasen con el gobierno, y de consi-guiente, para que el pueblo español sostu-viese lo acordado, por aquello del personajede Breton que recordamos en el número an-terior, aunque al dia siguiente de acabar laguerra, nuestro pueblo, quedando con honor,hubiese despedido al Príncipe por quien ha-bia derramado su sangre. Solo ese príncipepodia impedir los males de la guerra, reti

-rando su candidatura y así lo ha hecho. Ennombre de la humanidad felicitamos, pues;por su noble - comportamiento al príncipeLeopoldo, Esteban, Cárlos, -Antonio, Gusta-vo, Eduardo, Thossi11 Hohenzollern Sigmaaringen, hijo del Burgrave de Nuremberg, -Conde de Sigmaringen y Veringen, señorde Halgerloch y Woehrsteïn, con otras cosasqne nos recuerdan lo de la señora que apreu-dia'la lengua de Racine: «Estos franceses,decia, tienen cosas tan raras, que escribencouteau, y pronuncian cuto, ¿N o les seria niasfácil escribir y pronunciar cuchillo?»

Nuestro querido amigo, el Sr. 'Ferrer. deCoúto, ha publicádò"en los apreciables éóle-gas Diario de la Marins y Voz de Cuba del•viernes, un comunicado, 'cuya lectura reco

-mendamos á todo buen español. Se trata dela vida ó muerte de El Cronista, único órga-no de la prensa que defiende la honra y los'intereses de España en Nueva York, dondenuestros enemigos manticuen varios perió-dicos consagrados á 'la tarea permanentede mentir, para dar 'á los mambises la ini-portancia que no tienen, de calumniar ánuestros hombres de ' gobierno, á nuestrosvoluntarios, á todos -los .leales defensores dela integridad nacional, enaltecïeudo á crimi-nales como. los de Cayo sieso y á piratascomo los del 'Upton. ¿Y será pDsible que allí,donde tanto. se escribe y conspira contranosotros, no haya quien ponga las peras ácuarto á los calumniadores?. ¡Oh! Conocemosel patriotismo de nuestro pueblo, y estamosseguros de que se protejerá, corno es justo ycon veniente,.la pub'licacion del Cronista.

A propósito de los mocitos vapuleados por.El Cronista; ;pàrece. cine. Quesada y, su dignoayudante D. Pepito, se han ido á Paris átrabajar por cuenta propia. Eso les faltaba álos pobres parisienses; que despues de lapeste de viruelas que estan sufriendo, lesllegase la peste del laborantismó, llevada porun ladron desorejado.

Mas si el tal,desorejadoPor sacàr algo se afana,

Pienso yo que va por lanaY ha de volver trasquilado.

Lo que podrá suceder es que sea portadorde la viruela, cuando regrese á los EstadosUnidos, cosa que no daria plato de gusto áDoña Emilia, aunque quizá con las viruelaslograse la bordadora de banderas inspiraralguna compasion;

Porque si esa impertérrita amazonaViera mal tan horrible en su persona,

. ¡Jesus! ¡Ave Maria!¡Virgen de las Candelas!

El mundo entelo, con razon diría:• «¡Pobre señora! ¡A la vejez viruelas!!'

«Un hijo ha tenido Irene,»A Pepe le dijo Andrés.«Pues eso no va conmigo),Contestó al punto José.

((Es que, se dice que es vuestro"Repuso al momento aquel.«Y bien, replicó, el buen Pepe,Eso no va con usted.»

Conque ya sabernos lo que valen lassimpatías que los emigrados. ganan en losEstados Unidos. Habíaée anunciado una fun-cion á beneficio, de ellos en la Academia mu-sical de Brooklyn, ofreciéndose uua'r fa conpremios, hasta de diez mil pesos, á los con-currentes. Pues bien; aun así no pasaronmucho de cien personas, segun el Herald yel World, las que .fueron á la funçion de. be-neficio.

Y aun esas allí no fueronPor aliviar con pecuniaLa suerte de los cubanos,Sino...... por probar la suya.

Eso es muy comun en las sociedades de-mocráticas. Cuando se trata de ostentar sen-timientos filantrópicos, los oradores se ins-piran y comunican su entusiasmo al audito-rio en tales términos, que todo el inundo seenternece, llora y aplaude. Pero á la prácti-ea. Si quieren ustedes ver disuelta una deesas reuniones como por encanto, no tienenmas que pedir en ellas la palabra y decir:«Señores, puesto t ue todos estamos de acuer-do èn aliviar al' que sufre, demos cada unoun par de pesos para llevar á cabq la idea.»

Sin mas que esto, veráír ustedes reir a losque..11oraban, y desfilar todos coli tai pronti-tud; como-si se les hubiese asegurado` que enaquel punto habia uta inina . .-.pí'óximà"á- ha-cer explosion.

Ün zapatero sc . puso. á . cantalEl rey le dijo' la zaina,

La reina le dijo alièyY no salió de estos. dos versos en todo el

dia. Los vecinos, algunos transeuntes y lamisma mujer del 'zapatiió, sintiendo ya ve-heinentísimos deseos dé ísaber eu qué parabael cantar, interrogaron seriamente al cantor,diciendo: -. —Y bien: ¿Qué es le que el rey y la reinase dijeron mi:tuauiente?

-¿Qué se yo? contestó el zapatero; yo vi-vo de mi trabajo, como ustedes ven., y niquiero, ni, me conviene mezclarme en los ne

-gocios de Estado.

NOLUCION DEL ACERTIJO INSERTO EN EL N° 40 UE EL MORO MUZA.

Difícil es, vive el cielo;Mas lo he podido acertar,Sí señor, ¿Sabe V. cómo?Comiéndome un calantaì

M. S

EL Iais,,» Usisro 20.

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