pensamientos del sur

194

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  • CIIIS

    CENTRO INTERUNIVERSITARIO DE INVESTIGACIN E

    INTERVENCIN SOCIAL

    FAIA

    FILOSOFA AFROINDOABIAYALENSE

    ESCUELA DEL PENSAMIENTO RADICAL

    PENSAMIENTOS

    DEL SUR

    AUTORES [POR ORDEN ALFABTICO]

    ALEJANDRA VILLEGAS VALLES

    BIBIANA VLEZ MEDINA

    CARLOS ADOLFO RENGIFO CASTAEDA

    CRISTIAN JARA CIFUENTES

    DIANA CAROLINA CAAVERAL LONDOO

    JENNIFER ALMEIDA & LUISA MUOZ

    JORGE ANDRS GARCA

    JULIN EDUARDO SANDOVAL BRAVO

    OMAR MOISS ROSSINZ RODRGUEZ

    RICHARD AYALA ARDILA

  • A.A. V.V.

    Pensamiento del Sur. -1a. ed. - Buenos Aires, Editorial

    Abierta (FAIA) - CIIIS, 2014.

    194 pp.

    ISBN-13: 978-1499513929

    ISBN-10: 1499513925

    Edicin dirigida por

    Fernando Proto Gutierrez

    Co-Editor

    Jonnathan Narvez

    Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorizacin escrita de los titulares de

    copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproduccin parcial

    o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la

    reprografa y el tratamiento informtico, y la distribucin de ejemplares de

    ella con fines comerciales.

  • NDICE

    OTRAS FORMAS DE SOAR EL MUNDO

    BIBIANA VLEZ MEDINA

    5

    DILOGOS, PEDAGOGA CRTICA Y FILOSOFA DE

    LA EDUCACIN

    RICHARD AYALA ARDILA

    19

    UN NUEVO CAMINO EN LAS CIENCIAS

    SOCIALES DE HOY

    CRISTIAN JARA CIFUENTES

    41

    UNA EVALUACIN DE NUESTRO SISTEMA

    EPISTMICO Y CMO SIRVE DE FUNDAMENTO DE

    NUESTRAS RELACIONES

    JORGE ANDRS GARCA

    64

    DERECHOS HUMANOS SEXUALES Y

    REPRODUCTIVOS EN EL PENSAMIENTO DE

    NORBERTO BOBBIO

    DIANA CAROLINA CAAVERAL LONDOO

    87

  • LA LABOR DEL MENTRO PABLO DE TARSO

    OMAR MOISS ROSSINZ RODRGUEZ

    102

    DISCURSOS DE LIBERACIN

    ALEJANDRA VILLEGAS VALLES

    118

    RASGOS MODERNOS EN LA TEORA DEL

    CONOCIMIENTO DE JUAN MARTNEZ DE RIPALDA

    (1641-1707)

    JULIN EDUARDO SANDOVAL BRAVO

    131

    FILOSOFA DE LA EDUCACIN Y PEDAGOGA

    CRTICA

    CARLOS ADOLFO RENGIFO CASTAEDA

    158

    PRACTICAS LIBERADORAS FRENTE A LA

    GLOBALIZACION, ALTERNATIVAS HACA EL

    BUEN VIVIR

    JENNIFER ALMEIDA & LUISA MUOZ

    174

  • 5

    OTRAS FORMAS DE SOAR EL MUNDO

    Pluralismo, anarqua y emocin

    BIBIANA VLEZ MEDINA1

    Hemos soado el mundo. Lo hemos soado

    resistente, misterioso, visible, ubicuo en el espacio

    y firme en el tiempo; pero hemos consentido en su

    arquitectura tenues y eternos intersticios de

    sinrazn para saber que es falso

    Jorge Luis Borges

    No es un mundo en crisis aquel que carece de certezas, orden o

    unidad, es tan slo eso, el mundo sin cosmticos. Sin embargo,

    an inquieta y atemoriza la prdida de resistencia, la emergencia

    de la sinrazn, el predominio de la incertidumbre o el imperio de

    la confusin. Ni las epistemologas en el campo de la academia,

    ni el poder en el terreno poltico, ni las hegemonas culturales de

    Occidente, escapan a las erosiones que hoy se evidencian en la

    1 Vicerrectora Acadmica de la Universidad La Gran Colombia Armenia.

    Lder del grupo de investigacin PAIDEIA Categora B/2014. Editora Revista

    Sophia. Magster en Educacin. Estudiante del Doctorado en Ciencias de la

    Educacin: rea de pensamiento educativo y comunicacin de la Universidad

    Tecnolgica de Pereira (Rudecolombia). Correo: [email protected],

    [email protected].

  • 6

    incapacidad de construir el mundo arquetpico, utpicamente

    imaginado desde Platn hasta Hegel, sin superarlo an en

    nuestros das.

    Durante siglos, la concepcin del mundo se asent a partir de

    grandes teoras explicativas que funcionaron como sistemas

    capaces de resolver, predecir y controlarlo todo: los sueos de

    la razn (Serna, 2013) . En su momento, la religin domin el

    aparato explicativo y normativo, pero tambin goz de este status

    el positivismo, el capitalismo o el socialismo, e incluso ahora el

    consumismo.

    Tampoco las promesas acerca del progreso ilimitado resultaron

    verdaderas a la hora de verificar la calidad de vida de las

    naciones. El desarrollo mismo ha cado en descrdito porque

    perdi legitimidad y por tanto, su papel hegemnico resulta

    difcil de sostener. No obstante, ciertos intersticios de razn nos

    muestran que el mundo hasta ahora confeccionado, es falso y que

    ante el despliegue de tantas imperfecciones, nos toca repensar su

    imagen ordenada para construir otros sistemas.

    La vida no slo se concibi desde el pensar esttico, universales

    categricos, verdades absolutas, determinismos irrefutables,

    fragmentacin razn emocin, poderes invisibles o

    ponderacin del capital. Cierto es adems, que el mundo tambin

    ha imaginado otras formas ignoradas, cuando no rechazadas por

    Occidente. Si bien la academia ha privilegiado los caminos de la

    razn y ha promovido la racionalidad instrumental, no es posible

  • 7

    seguir menospreciando las oportunidades que otras culturas,

    formas sociales o ideales polticos, nos brindan para una

    comprensin ms amplia y ms cercana a la vida tal como es.

    Amrica Latina se encuentra frente a la oportunidad de

    reinventarse.

    Presentar a continuacin la decadencia o la crisis de tres

    apuestas del pensamiento Occidental, que deben alertarnos frente

    al desafo de pensar una epistemologa del Sur, ellas son: el

    egocentrismo racional, el poder totalitario y la euforia

    consumista.

    EL PRINCIPIO DE IDENTIDAD

    LA TENSIN CULTURAL ENTRE EXCLUSIN Y PLURALIDAD

    El dogmtico sufre mucho porque rara vez el mundo se acomoda

    a lo que l quiere.

    Serna (2013)

    Es curioso que la historia de Occidente haya fundado su

    racionalidad desde la fijeza, el orden y ante todo el temor al

    devenir. Mientras los poetas griegos asuman la incertidumbre

    como la nica certeza de una vida impredecible, la naciente

    filosofa promulgaba los peligros de aceptar el cambio, las

    verdades permanentes, la bsqueda del arkh (principio esencial

    de las cosas) y el ser que no admita la contradiccin.

  • 8

    Por supuesto, ante una realidad ordenada, slo era admisible la

    idea del ser como uno, nico, indivisible, inmutable y eterno

    (Parmnides, s. v a.c.). Ni Platn ni Aristteles, ni veintisis

    siglos de historia de la filosofa lograron superar el parmetro

    objetivista del ser, sino que por el contrario, la realidad subjetiva,

    concebida como fuente de error, cada vez tom mayor fuerza en

    la construccin de nuestra ciencia. Tal vez, la connotacin ms

    importante de esta filosofa metafsica, fue el principio de

    identidad como mximo baluarte para la concepcin esttica del

    hombre.

    No en vano el modo de escritura dominante en nuestra lengua

    afianz la figura de identidad e incluso, la consagr hasta

    nuestros das (Cfr.Havelock, 2008). El Yo (primera persona)

    prevaleciente en la narracin de los discursos nos hizo creer en la

    supremaca de lo individual por encima de lo social y

    democrtico.

    Mientras la identidad del yo se alimenta en Occidente a partir de

    la exclusin o diferenciacin del otro, en Oriente no puede sino

    concebirse desde la pluralidad que no admite el dominio de lo

    uno sobre lo otro. La identidad nuestra estrecha al ser y lo define

    en extremo con una serie de atributos, cualidades y defectos, que

    a la postre lo limitan. Por su parte, el sabio en Oriente carece de

    identidad por cuanto no puede reducirse a un listado de

    cualidades predominantes. Es a la vez uno y otro, no se proyecta

    desde un determinado imperativo, ni tampoco se inmoviliza en

  • 9

    una posicin preponderante. No se deja atrapar por un punto de

    vista y ante todo ha escapado de la circularidad enfermiza de la

    individualidad, del quin soy distinto a los otros, porque en

    ltimas, es un yo plural, conjugado con los otros.

    Confinados a la categora mitolgica, quedaron recluidas las

    apuestas por el conflicto trgico, las contradicciones, la

    contingencia y la finitud de la existencia o la impredecible vida

    cotidiana. Herclito, Esquilo, Sfocles y Eurpides, fueron

    considerados enemigos de la Razn por anunciar la insuficiencia

    de toda pretensin de dominio y control, por avizorar los

    peligros de la identidad esttica, por negarse a aceptar que el

    universo es un todo ordenado y predecible. La nueva academia

    se erigi desde el ideal platnico que anticipaba los esfuerzos de

    los siglos venideros en torno a creer que el elemento racional

    podra gobernar y guiar el resto de nuestra persona, salvndola

    as de vivir a merced de la fortuna (Platn, s. v a.c.)

    No ocurri lo mismo con la configuracin de la filosofa en

    Oriente, que en lugar de distanciarse de la sabidura y del

    conocimiento popular, se afianz en ellos para evitar su

    reduccin a la epistemologa. Mientras el fundamento de nuestra

    cultura ha sido la bsqueda de esencias como justificacin del

    principio de identidad, para la filosofa oriental, es precisamente

    este principio el que aprisiona al pensamiento y lo conmina al

    dogmatismo.

  • 10

    Sin embargo, en la cacera de esencias, fuimos acuando una

    lgica de identidad nica, eglatra e invariable amparada en la

    no-contradiccin. As descartamos la ambigedad del ser, su

    posibilidad de bifurcacin, las opciones de abrir futuro en medio

    de las dicotomas y terminamos arrojando nuestra persona hacia

    el lugar injusto de los inamovibles.

    ANARQUA Y DEMOCRACIA: LAS CRISIS DEL PODER

    La hegemona del poder, al igual que el imperio de la razn,

    tampoco es ahora impenetrable, duradero, ni slido como lo

    fuera hace unos aos. El inminente divorcio entre poder y

    poltica resquebraja la credibilidad en la eficacia de las

    instituciones del Estado, les resta importancia y reafirma que sus

    propuestas son cada vez ms incapaces de resolver incluso, los

    problemas sencillos y cotidianos de los ciudadanos (Cfr.

    Bauman, 2007). El poder del que gozaba la poltica ha sido

    desplazado hacia el mercado, reemplazado por los sectores

    privados, incluso sujeto a merced de los individuos conectados

    en las redes que cada vez cuestionan ms la legitimidad e

    idoneidad de quienes ostentan los cargos pblicos.

    El poder ya no es lo que era, dira Moiss Nam (Nam, 2013): se

    ha vuelto ms fcil de obtener, ms difcil de usar y mucho ms

    fcil de perder. Polticos, presidentes de compaas, altos

    mandos del ejrcito, y dirigentes de todo tipo de agremiaciones,

    logran obtener sus puestos mediante campaas mediticas que

  • 11

    masifican las posibilidades de alcanzar una victoria. No obstante,

    ostentar el ttulo no basta, cuando ms restringe, ante las cada

    vez ms limitadas opciones de ejercer un liderazgo. Son

    innumerables los factores que bloquean y dejan maniatadas las

    iniciativas de los poderosos que con mayor incidencia

    dependen no slo de inversionistas privados, fondos

    internacionales, mercados transnacionales, opinin pblica,

    delincuencia organizada con aspiraciones polticas, sino adems

    de mayoras informadas, capaces de movilizarse en contra de los

    poderes tradicionales. El poder es cada da ms efmero, y esto

    en gran medida obedece a que las barreras que protegen a los

    poderosos ya no son tan inexpugnables como antes (Nam,

    2013). Concuerda con esto anotar que segn Nam, en 2011 tan

    slo 22 pases eran gobernados por dspotas, frente a 89 en 1977,

    una clara seal de lo difcil que es hoy retener el poder. As

    mismo, en 2012 slo 4 de las 34 democracias ms ricas del

    mundo contaban con un presidente o primer ministro respaldado

    por una mayora parlamentaria (Nam, 2013).

    No hay duda que los medios de comunicacin (internet entre

    ellos con un papel preponderante), han contribuido a la

    masificacin de la informacin y al develamiento hasta de los

    mnimos errores de los ricos y poderosos. Pero, el

    inconformismo por los gobiernos no es slo un asunto de redes

    sociales, sino ante todo el resultado de una mayor conciencia de

    la corrupcin, as como de la ineptitud e indiferencia de los

  • 12

    dirigentes, que moviliza a la insatisfaccin por las precarias

    condiciones de vida de los pueblos. La democratizacin en el

    acceso a la informacin no slo ha menguado la capacidad de

    dominio y control antes ejercido por los poderes dominantes,

    sino que adems ha contribuido a la construccin de una clase

    social ms informada y con mayores capacidades para rechazar,

    decidir e intervenir en las decisiones.

    Asistimos a un escenario de desestabilizacin del poder que en su

    avanzada cede terreno a la democracia, cuando no, al

    anarquismo. En efecto, tanto para Kurz (Kurz, 2013), como para

    Gorz (Gorz, 2007) ha entrado en decadencia la era del

    capitalismo junto con la modernizacin, entendida esta como la

    implementacin y el desarrollo del poder del capital, sin importar

    si sus mecanismos provenan del capitalismo privado o del

    capitalismo de Estado. Con el fenecimiento de la modernidad, la

    contemporaneidad se diluye en la liquidez de un mundo que

    carece de fundamentos slidos, un mundo en el cual escasean las

    pautas y los cdigos claros de conducta porque las autoridades

    que las trazaban (iglesia, epistemologa, Estado, familia), ahora

    han perdido gobernabilidad.

    Al respecto dira Bauman (Bauman, 2007, pg. 13) que nuestras

    pautas y configuraciones ya no estn determinadas, y no

    resultan autoevidentes; hay demasiadas, chocan entre s y sus

    mandatos se contradicen, de manera que cada una de esas pautas

    de conducta y configuraciones de la tica ha sido despojada de

  • 13

    su poder coercitivo o estimulante. Por tanto, ya no existen

    polticas de vida, sino que el poder de auto-organizacin y

    regulacin se ha desplazado del macro-sistema social al micro-

    nivel del individuo. Como resultado, pasamos de un capitalismo

    capaz de controlar las pautas de toda una sociedad a una versin

    privatizada de la modernidad, en la que el peso de la

    construccin de pautas y la responsabilidad del fracaso caen

    primordialmente sobre los hombros de cada persona (Bauman,

    Modernidad lquida, 2007, pg. 14).

    Los nuevos escenarios de globalizacin del conocimiento que

    han posibilitado el aumento de la democracia, aunados a unos

    sistemas que delegan la determinacin de las normas en los

    individuos, han conducido a la configuracin de una anarqua

    postmoderna, en la cual la lucha no slo se centra en los poderes

    hegemnicos, cada vez ms ampliamente cuestionados, sino en la

    reivindicacin de la autonoma para el ejercicio poltico que

    requiere de un ciudadano ms consciente.

    No obstante estos modos anrquicos, que por cierto no han sido

    voluntarios, sino ms bien sobrevenidos por la prdida de

    espacio de los poderes tradicionales, corren el riesgo de ser

    maleables, fugaces e inasibles, tal como la naturaleza misma de

    la temporalidad inmediatista que subyuga al presente. La tirana

    del tiempo real, que en palabras de Virilio (Virilio, 2005) tiende

    a eliminar la reflexin del ciudadano a favor de una actividad

    refleja, connota el peligro de la actividad solitaria, egocntrica e

  • 14

    irreflexiva, que desvirta la democracia solidaria, y se ratifica en

    intereses utilitarios. Pese al riesgo, sin embargo, la nuestra es una

    poca rica en bifurcaciones, opciones de futuro y cambios

    sustanciales.

    REIVINDICAR LA EMOCIN A PESAR DEL CULTO AL

    PLACER

    Le sobrevive al capitalismo decadente la ansiedad por el

    consumo. Un lastre de la postmodernidad que en lugar de

    mitigarse, parece entronizarse. Mientras en la antigua Grecia la

    felicidad era eudaimona, en nuestros das, la felicidad tiene

    precio, se mide en mercancas y se valora en la euforia de

    instantes de placer. Segn Lipovetsky:

    Lo que ahora sostiene la dinmica consumista es

    la bsqueda de la felicidad privada, la

    optimizacin de nuestros recursos corporales y

    comunicativos, la salud ilimitada, la conquista de

    espacio-tiempos personalizados: la era de la

    ostentacin de objetos ha sido reemplazada por el

    reinado de la hipermercanca desconflictuada y

    posconformista (Lipovetsky, 2007, pg. 38)

    Si bien, desde Platn hasta el positivismo, pasando por una

    religin fundada en la represin de las pasiones, el mundo de los

  • 15

    sentidos fue cautivo de la experiencia objetiva, fra, sera,

    disciplinada, rigurosa y desprovista de cualquier halo de

    emocin, no obstante en la actualidad, las reprimidas sensaciones

    se desbordaron en avalancha de placeres con la sobrevencin del

    consumismo y los excesos de la postguerra.

    Lo que antes fuera un pecado, cuando no un sacrilegio a la razn,

    ahora se nos plantea como necesidad apremiante que en la

    urgencia del presente no admite dilatacin. Por supuesto, el

    mercado y la publicidad han hecho de la emocin una condicin

    imprescindible para la vida contempornea. Una emocin

    desbordada que en el abuso, se ha divorciado de su inseparable

    compaera, la razn. Lejos de hallar un equilibrio indispensable

    para situarnos en la contemporaneidad, ahora el trono que

    ocupara por tantos siglos la razn, le ha sido otorgado a las

    pasiones: fugaces, extremas, individuales, que actan con

    mensaje de perentoria atencin. La adoracin al presente y el

    desprecio por la espera, intensifican el placer inmediato, a la vez

    que acrecientan la bsqueda de novedosos y exticos

    estimulantes.

    Ni la racionalidad tcnico-cientfica, ni el avezado consumismo

    han logrado dotar a la emocin de inteligencia para situarla en el

    justo lugar que le corresponde en la historia de la humanidad. La

    emocin no slo ha sido la fuente de la vida y la condicin

    indiscutible para lograr nuestra preservacin como especie, sino

    que adems ha sido la fuente de nuestro pensamiento.

  • 16

    Pero no se trata de volver a aquella sobre-excitacin que

    promueve el modernismo, sino de la reintegracin consciente

    entre emocin y racionalidad. Una emocin que no evade el

    dolor, el gozo, la risa; pero, tambin la tranquilidad y el sosiego

    que se produce en la espera. Una emocin que entiende, como

    recordara Latouche (Latouche, 2013) que la felicidad la alcanza

    slo el que sabe controlar sus necesidades, y agrega:

    (Se tratara entonces de) una sociedad que elija

    vivir con sobriedad como sugieren aquellos que

    estn en contra de las sociedades de

    crecimiento, implicara trabajar menos para

    vivir mejor, consumir menos pero mejor,

    producir menos residuos y reciclar ms. En

    pocas palabras recuperar el sentido de

    proporcionalidad y una huella ecolgica

    sostenible. Buscar la propia felicidad en la

    interaccin social y no en la acumulacin

    frentica. Todo esto requiere una seria

    descolonizacin de nuestras mentes, pero las

    circunstancias nos pueden ayudar a

    conseguirlo. (Latouche, 2013)

    Tendramos finalmente que recordar que la educacin, aquella

    tarea poltica y social por excelencia, sera al modo de Latouche

  • 17

    la mejor circunstancia, quiz la nica oportunidad para recuperar

    aquel sentido de proporcionalidad que nos lleve a buscar la

    felicidad en la interaccin con los otros y no en el frenetismo del

    hiperconsumo, por supuesto, luego de descolonializar nuestras

    mentes para enfrentar los nuevos desafos que nos plantea un

    mundo plural, anrquico y emotivo.

    Escenarios como este, en el cual se discute el pensamiento del

    Sur, la descolonizacin de la razn, del poder totalitario y la

    reivindicacin de la pluralidad, son sin duda una apuesta que el

    CIIS y la UGCA plantean con la esperanza de configurar una

    mejor humanidad

    Bienvenidos al Simposio de Filosofa y Pensamientos

    Latinoamericanos.

    BIBLIOGRAFA

    Bauman, Z. (2007). Modernidad lquida. Bogot: FCE.

    Bauman, Z. (2007). Tiempos lquidos. Barcelona: Tusquets.

    Gorz, A. (12 de marzo de 2007). decrecimiento. Obtenido de

    http://www.decrecimiento.info/2012/01/la-salida-del-

    capitalismo-ya-ha.html#more

    Havelock, E. (2008). La musa aprende a escribir. Reflexiones

    sobre oralidad y escritura desde la antiguedad hasta el presente.

    Barcelona: Paids.

    Jullien, F. (2001). Un sabio no tiene ideas. Madrid: Siruela.

  • 18

    Kurz, R. (26 de enero de 2013). Sin permiso. Obtenido de

    www.sinpermiso.com

    Latouche, S. (16 de febrero de 2013). Diagonal. Obtenido de

    http://www.diagonalperiodico.net/Decrecimiento-te-guste-o-

    no.html

    Lipovetsky, G. (2007). La felicidad paradjica. Barcelona:

    Anagrana.

    Nam, M. (17 de marzo de 2013). Qu les est pasando a los

    poderosos? El pas. Espaa, pg.

    http://elpais.com/elpais/2013/03/15/opinion/1363367584_135358

    .html.

    Serna, J. (2013). Post-metafsica II. Seminario Doctorado (pg.

    12). Pereira: UTP.

    Virilio, P. (2005). El ciberespacio: la poltica de lo peor.

    Madrid: Ctedra.

  • 19

    DILOGOS, PEDAGOGA CRTICA Y

    FILOSOFA DE LA EDUCACIN

    O la imposibilidad de las perspectivas desde una

    .

    RICHARD AYALA ARDILA2*

    RESUMEN

    El presente trabajo elabora una crtica a la idea de una

    , para lo cual usa la relacin entre

    filosofa y educacin, propia de la tradicin occidental, con el

    nimo de resaltar la naturaleza simblica de la praxis pedaggica

    y en consecuencia, la inconveniencia de asumir expresiones

    como , ,

    y , entre otras.

    Palabras clave: Educacin y Formacin, Pedagoga, Filosofa de

    la Educacin, Interculturalidad.

    * Filsofo Magster en Educacin. Profesor de tiempo completo y

    dedicacin exclusiva de la Corporacin Universitaria del Meta. Jefe del

    Centro del MEUM . Investigador principal

    del grupo Pedagoga y Praxis.

  • 20

    INTRODUCCIN

    Imaginemos un hipottico rincn inexplorado de la selva

    amaznica. Imaginemos una hipottica etnia, ignota para el

    mundo occidental. Y en ese contexto socio-educativo,

    imaginemos una escuela aparecida de repente, como

    materializacin de otro mundo. Cul es la funcin de la escuela

    en ese lugar? Cul, el currculo ms pertinente?

    Entendamos por currculo la institucin y sus prcticas, es decir,

    la construccin material o fsica, la organizacin administrativa y

    sus funciones, las personas, sus relaciones y el sentido de todo el

    conjunto. Para qu la escuela? En algn momento en Occidente

    se dijo: para moldear a un ser humano en formacin hasta

    producir en l una forma humana deseada. A ello se lo llam

    humanismo. Cierto experto en currculo, de cuyo nombre es

    mejor no querer acordarnos, resume algunas respuestas

    contemporneas: Lundgren seleccin de contenidos,

    organizacin del conocimiento y las destrezas, e indicacin de

    mtodos (1992, p. 20) , Stenhouse un curriculum es una

    tentativa para comunicar los principios y rasgos esenciales de un

    propsito educativo, de forma tal que permanezca abierto a una

    discusin crtica y pueda ser trasladado efectivamente a la

    prctica, es una hiptesis (1991, p. 319), Gimeno Sacristn el

    proyecto selectivo de cultura, cultural, social, poltica y

    administrativamente condicionado, que rellena la actividad

    escolar y que se hace realidad dentro de las condiciones de la

  • 21

    escuela tal como se halla configurada (1995, p. 40), Johnson,

    citado por Kemmis, serie estructurada de resultados buscados

    en el aprendizaje (1993, p. 28), McCutcheon, citado por

    Cherryholmes, Por currculo entiendo lo que los estudiantes

    tienen oportunidad de aprender en la escuela, a travs tanto del

    currculo oculto como aparente, y lo que no tienen oportunidad

    de aprender porque ciertas materias no fueron incluidas en el

    currculo, eso que Eisner (1979, p. 83) llama el curriculum cero

    (1982, p. 19), (Cherryholmes, 1987, p. 34).

    Volvamos a preguntar: Cul es el modelo de hombre en el cual

    debe formar la institucin escolar? Cules son los contenidos

    elegidos para ser transmitidos y cul la didctica ms eficaz?

    Cul cultura se debe transmitir? Inscritos en la perspectiva

    eurocntrica u occidental, se responde: el modelo de hombre est

    establecido por la tradicin humanista y en la actualidad se

    encuentra determinado por el ideal de la ciudadana post-

    industrial. De este modo, los contenidos son los cientficos-

    tecnolgicos necesarios para ejercer la ciudadana en una

    sociedad globalizada, liberal, democrtica y del conocimiento. La

    escuela, as caracterizada, est all, en el Amazonas como en

    cualquier lugar, para ser una mquina de occidentalizacin, una

    herramienta para formar el ser humano necesitado por ella, un

    instrumento para reproducirse. Etno-educacin? Absurdo!

    No obstante, acabamos de repetir:

  • 22

    propsito educativo, de forma tal que permanezca abierto a una

    discusin crtica y pueda ser trasladado efectivamente a la

    prctica, es una hiptesis>>. Y as definida la escuela, sta se

    encuentra movida o animada por una intencin comunicativa,

    dialgica. De momento se imponen dos consideraciones: la

    primera es relativa a la tradicional vinculacin escolar entre un

    adulto en la funcin de Maestro y un infante en el rol de Alumno;

    la segunda apunta a sealar cul es el propositivo educativo

    occidental y cules son los principios y rasgos esenciales de ese

    propsito educativo. El primer asunto nos lleva a distinguir entre

    el dilogo poltico, acontecido entre iguales, y el dilogo

    pedaggico, para el cual resulta necesario el reconocimiento de la

    Autoridad del otro. En este caso, otra vez, la escuela queda

    inscrita en una situacin de dominacin, en la cual Occidente

    asume el papel de Maestro y espera del Otro la condicin de

    Alumno. O es posible una escuela de pares, aun cuando uno de

    ellos sea infante y el otro, un ciudadano? La mentira escolar en la

    cual la democratizacin del gobierno de las instituciones

    educativas no alcanza a ocultar la inevitable realidad (los adultos

    mandan, los menores obedecen y tanto los unos como los otros

    se encuentran bajo el imperio conveniente de la ley) se

    reproducira aqu en una relacin intercultural en la cual

    Occidente tiene el poder de las armas o del saber aplicado

    instrumentalmente en funcin de la dominacin. O es posible

    una escuela de pares, aun cuando uno de ellos sea un Alumno y

  • 23

    el otro un Maestro? La confusin escolar en la cual la prdida de

    Autoridad (Arendt, 1996) no sirve para llevar hasta el extremo la

    irrelevancia del docente y termina por asumir la forma clsica

    cuando en los dominios propios del conocimiento quien sabe

    gobierna la relacin y quien aprende se encuentra naturalmente

    subordinado, encontrara aqu su correlato cuando la explicacin

    cientfica del universo sea el tema del dilogo o cuando de

    comprender la realidad se trate, pues todo acto de comprensin

    se da desde el interior de la tradicin, como interpretacin. O es

    que Occidente sabe interrogar al Otro o a la Naturaleza desde una

    ptica diferente a la tcnica (Heidegger)? El segundo asunto se

    toca con este ltimo aspecto del primero y constituye el objeto de

    esta indagacin: Occidente habita la incertidumbre y en ello hay

    una oportunidad para el encuentro con el Otro, es decir, existe

    una genuina ocasin para el dilogo, pero... Occidente, aunque

    necesita creer, no sabe creer. Y como si fuera poco, practica

    desde hace quinientos aos una crtica corrosiva cuyos efectos

    son nocivos para cualquier tradicin expuesta a esa forma nica

    de promocin de la individualidad.

    Todo cuanto hasta aqu hemos consignado carecera de

    pertinencia en un evento consagrado al tema de la filosofa sino

    fuera por la tradicional asociacin entre filosofa y educacin, lo

    cual sea dicho de paso hace tautolgica, cuando no

    incomprensible, la expresin .

  • 24

    1. LA EPISTEMOLOGA EN TRES MOMENTOS

    1.1 DILOGO, FILOSOFA Y EDUCACIN. El origen,

    primer momento

    Qu es filosofa? No es sabidura. La sabidura estuvo presente

    an en los presocrticos. En la filosofa hay, entonces, cierta

    cada, degradacin o decadencia. El origen tanto de la palabra

    como de la prctica se encuentra asociado a la escuela socrtica.

    Y Scrates no escribi. Otra carencia de la filosofa? En opinin

    de Heidegger o Foucault, por citar dos ejemplos, Aristteles es el

    primer filsofo. Para Whitehead, en cambio, la filosofa son

    notas de pie de pgina a la obra de Platn. Qu es la filosofa?

    En La vida del espritu, Hannah Arendt sugiere esta respuesta.

    Hay espritu y hay naturaleza. El espritu conoce tres

    modalidades: querer, juzgar, pensar. La filosofa es obra del

    pensamiento, sin embargo, Scrates, siendo el pensador ms puro

    de Occidente no es el padre de la filosofa; en su pensamiento

    primaba la modalidad del juicio, por eso era esencialmente un

    animal poltico, preocupado por los conceptos de virtud y de

    justicia. Por eso no hay una filosofa propiamente cristiana,

    porque en ellos los frutos del pensamiento vienen marcados por

    la voluntad y sus tormentos. La sabidura de los antiguos estaba

    dictada por el pensamiento en s mismo. De ah el SER. Edad de

    oro, prxima al lenguaje y sus misterios, y por eso mismo su

    pensamiento encontr en la poesa su natural forma expresiva.

  • 25

    Los romanos crearon la cultura y por lo tanto slo conocieron el

    consuelo de la filosofa, pero no la filosofa en s misma. La

    filosofa es platnica y expresa la situacin del espritu

    encarnado maravillado ante el espectculo del mundo revelado

    en la experiencia de la comunin. De ah el dilogo.

    Ahora bien, la contemplacin no es un acto de tele-visin. Ni

    pasivo, ni lejano. No es como el acto de ver sombras en una

    pared, bien sea sta la superficie de una oscura caverna o la

    luminosa pantalla de plasma o LCD. Por el contrario, contemplar

    es ascender, crecer, ir desde la raz hasta la extrema rama donde

    el sol realiza el milagro de la clorofila. Ver significa liberarse,

    ponerse en pie, dar una vuelta de ciento ochenta grados y

    comenzar el viaje de ascenso. Cmo acontece este prodigio? De

    iluminacin en iluminacin. Es la o encadenamiento

    discursivo de preguntas y respuestas a travs de la cual el

    Maestro logra el ascenso del alumno, paso a paso, hasta que es en

    l la luz de la Verdad (), como describe Arendt (1984) las

    sucesivas intuiciones del alumno, cuya culminacin es la

    contemplacin. Fenmeno explorado por Gaston Bachelard a lo

    largo de centenares de pginas en sus hermosos libros dedicados

    a la potica, los elementos y los sueos. Fenmeno comprendido

    por Martin Heidegger en su fenomenologa.

  • 26

    1.2 INVESTIGACIN, CIENCIA Y PEDAGOGA

    La modernidad, segundo momento

    Qu es filosofa? Epistemologa. Claro, eso ya no es filosofa, si

    por tal se entiende la eleccin de una forma de vida cuya

    culminacin es la Verdad, como experiencia mstica. A partir de

    Descartes hubo ciencia. Naci el hombre-mquina. Tambin, el

    Estado Nacin y la Escuela. Naci la disciplina.

    Consultado, el Diccionario de la Real Academia de la Lengua

    Espaola nos informa: Disciplina es un . Ello en

    una de sus acepciones, porque por disciplina se entiende tambin:

    . Lo cual es otra forma de decir ms o

    menos lo mismo, pues la disciplina se usaba para azotar a

    quienes no observaban las leyes del Estado secular y los

    reglamentos de las instituciones escolares y laborales o militares.

    An nos falta decir, disciplina es y es . Ahora s, el cuadro est completo: hay instruccin

    moral, clase de moral. Moral de pizarrn!

    De este modo, como diremos ms adelante, el dilogo languidece

    y se enciende el fuego prometeico de la investigacin cientfica;

    la filosofa desaparece y en su lugar se emplaza la epistemologa

  • 27

    o la filosofa de la ciencia o la quijotada del fundamento; la

    educacin, por su parte, deja de ser conversin o transformacin

    o transfiguracin, y pasa a ser instruccin y adoctrinamiento.

    1.3 INNOVACIN, TECNOLOGA Y CONOCIMIENTO.

    La crisis, tercer momento

    Qu es filosofa? Un muerto insepulto. Todava en 1971,

    Habermas preguntaba Para qu seguir con la filosofa? No hay

    ni puede haber . La filosofa es y

    slo puede ser . O, como dira Richard Rorty ocho

    aos ms tarde, la filosofa es un enfermo terminal cuya muerte

    debemos apurar lanzando la piedra de la unidad contra el espejo de la Naturaleza. Slo queda lugar

    para la , es decir, la prctica del

    lenguaje como actividad en donde est presente el pasado de la

    tradicin occidental y se da lugar a la irrupcin de la novedad, o

    sea, los valores del otro reconocidos como propios. Direccin

    privilegiada en el discurso filosfico contemporneo y por eso se

    trata del camino tambin andado por Habermas a partir de 1971:

    o

    o .

  • 28

    En esta historia de la educacin o de la filosofa, el Siglo XIX

    tiene el carcter de punto de inflexin. En la comprensin de

    Hannah Arendt, tres autores sirven para ilustrar tal situacin:

    Marx, Kierkegaard y Nietzsche. Los tres ponen a Platn de

    cabeza. La reflexin por el fenmeno de la

    encuentra en Valry y en Huizinga dos exponentes:

    est en crisis, se halla cerca del fin. Inscritos

    dentro de la tradicin humanista, Sartre denuncia toda la

    tradicin y Heidegger hace lo propio con el existencialismo. En

    todos los casos el diagnstico es el mismo: ruptura y novedad.

    Arendt ve alterada profundamente la condicin humana: lo

    pblico y lo privado se encuentran mezclados; hay un

    marchitamiento del y del ; no se sabe

    tratar con lo espiritual, lo invisible; el pensamiento es superficial.

    Llama a todo ello, el triunfo del animal laborans y su colmena,

    la sociedad de masas. El hormiguero de la . Peligroso hbrido.

    La historia aqu recin presentada busca exponer un

    desplazamiento del a la y de

    sta a la , o con otras palabras, de la

    a la y de la a la

    , o, de la , experiencia de

    transformacin, a la , disciplina cientfica, y

    desde all al , novedosa experiencia

    productiva. Desplazamiento es un trmino cmodo para evitar el

  • 29

    determinismo histrico en esta historia en donde se expone la

    continuidad de un proceso.

    2. LA EPISTEMOLOGA, EL SUR Y EL MOMENTO

    2.1 La epistemologa entre la comprensin y el holismo

    Con frecuencia he odo decir: es opinin, es

    ciencia. Platn dicen inmediatamente a continuacin quienes as

    hablan introdujo la dualidad sensible-ideal; para l, el

    conocimiento verdadero es el conocimiento de las ideas. Leo otra

    vez El mito de la caverna intentando ver la ruptura, la

    discontinuidad: desde el fondo de la caverna hasta el sol, para m,

    solo hay continuidad. El filsofo de la caverna se encontraba

    participando animadamente de las actividades propias del gora

    cuando, de repente, tuvo una intuicin, comprendi la Verdad; de

    inmediato dio la espalda a la Ciudad y emprendi la marcha

    hacia la Academia, lo cual supuso pasar por el umbral de la

    matemtica; ya all y de intuicin a intuicin gracias al ejercicio

    artstico de la dialctica, tuvo lugar en l la experiencia teortica,

    la visin contemplativa de la comunin o armona; desde

    entonces, enva cartas (Sloterdijk, 1999). En resumen: de la

    se va hasta la transitando el camino de la dialctica; en

    ese sentido, la escuela es un gimnasio y el gora un campo de

    juego. Mas nada es ideal: ni la dialctica es una autobahn ni la

    escuela funciona como el metro o cualquier otra forma de

  • 30

    transporte masivo. El quid est en efecto en el movimiento,

    pero

    En dos breves pero significativos textos el Maestro Bernardo

    Correa ha creado el contexto para nuestra reflexin. En el

    primero afirma: la filosofa tiene un valor formativo pero ste no

    se encuentra asociado a ningn contenido. La dialctica es como

    el pensamiento en s mismo y el pensamiento es la experiencia

    formativa. Ahora bien, la filosofa no es una doctrina ni su

    enseanza consiste en la transmisin de una herencia terica; la

    filosofa es dialctica, es decir, praxis discursiva, con otras

    palabras, consiste en (Correa, 1989, p.102) La filosofa es, como el

    hombre, un pensamiento en construccin El proyecto

    inacabado e inacabable.

    El segundo texto se inscribe dentro de esta idea expresada por

    Winston Churchill: . Lo cual

    significa en la exposicin del Maestro Correa: La ciudad nos

    crea. Y por ciudad entiende: espacio pblico y justicia poltica.

    En consecuencia, el ciudadano es el hombre creado por la ciudad

    y ms propiamente por el ejercicio de la ciudadana: espacio

    pblico, ley y debate poltico. Lo cual nos pone ante el primer

    texto y su idea sobre el valor formativo de la filosofa, es decir, la

  • 31

    actividad de (Correa,

    2000, p.70).

    Concluyamos: resulta necesario distinguir, como lo hace Arendt

    en muchas pginas de su obra, entre el conocimiento, es decir la

    ciencia como forma superior del sentido comn, y la

    comprensin, o sea la filosofa en tanto se entienda sta como

    actividad de comprender y dotar de sentido lo real. La

    epistemologa naci en el siglo XVII cuando el conocimiento

    elimin a la comprensin y concluy en el siglo XX cuando se

    redescubri la necesidad de comprender, lo cual ha sido

    articulado de muy diversas maneras, por ejemplo en la filosofa

    edificante (Rorty), el inters emancipador en la ciencia crtica

    (Habermas), el pensamiento complejo (Morin), entre otras. Pero

    mientras en Platn haba una clara conciencia de las limitaciones

    aristocrticas del mtodo, desde el siglo XIX se impuso la

    democratizacin del mismo, como si la virtud se pudiera ordenar

    por decreto.

    2.2 El Sur y la epistemologa del

    Sur, qu es? Toda su realidad deriva del fenmeno de la

    exclusin frente a la riqueza de los Estados y de los individuos

    pertenecientes a los pases ms desarrollados, llamados primero

    industrializados y ahora, post-industrializados. Por as decir,

    es una carencia y un reclamo. Y o

    del Sur, una vez ms, agregar la salsa a la

  • 32

    hamburguesa adquirida mediante franquicia, o sea, aadir un

    adjetivo a un sustantivo dado desde la tradicin occidental, lo

    cual implica no elegir los trminos del debate (De Sousa, 2009).

    Simplifiquemos bastante y entendamos con la frmula el desplazamiento dado por la filosofa desde la

    conciencia al lenguaje. Nos interesan dos presupuestos: la

    anterioridad del lenguaje (el punto de partida es el lenguaje) y el

    lugar de la experiencia es el lenguaje. En la teora de Arendt tales

    premisas encuentran expresin en el lugar dado por ella al

    lenguaje, situado entre la naturaleza y el espritu, y por la funcin

    asignada al mismo, sealado como promotor de individuacin

    tanto de la esfera subjetiva o filosfica a travs del

    pensamiento, como en la esfera intersubjetiva o poltica,

    mediante la accin visible gracias a los actos y las palabras. Con

    todo lo anterior slo pretendemos dar contexto, as sea de manera

    tosca, a la pregunta por el lenguaje desde el cual ocurrira el

    dilogo y la reflexin desde el . Entre ms mestiza sea

    su realidad, ms europeo ser su lenguaje y en consecuencia,

    menos sustantivas sern el dilogo y la reflexin. En este caso,

    el nico dilogo, la nica reflexin posible es la crtica. Entre

    ms tnica sea su realidad, ms extrao ser el lenguaje desde el

    cual se dicen palabras como ,

    o . En este ltimo caso, la

    escuela ser la inhspita sede de una negociacin en la cual la

    ventaja militar est del otro lado.

  • 33

    Concluyamos con otra expresin: .

    Denota la injusticia epistemolgica cometida por la ciencia

    frente a las dems formas de conocimiento, bien pertenezcan a la

    tradicin Europea, como la religin, el arte, la poesa, entre otras,

    bien sean autctonas, como cada cosmovisin local. Desde la

    perspectiva de Arendt, aqu considerada, la expresin

    constituye una mezcla de los

    fenmenos propios del mundo espiritual, en los cuales tiene

    sentido la palabra , y los fenmenos propios de la

    naturaleza, en donde el conocimiento desempea un papel

    fundamental, pues de l depende la sobrevivencia. No hay pues,

    conocimiento justo o injusto sino conocimiento correcto o

    incorrecto, adecuado o inadecuado, mejor o peor, y todo ello

    juzgado con relacin a la adecuacin entre el fin buscado

    (sobrevivencia) y los resultados obtenidos al servirse del

    conocimiento para la consecucin de tal fin (desarrollo,

    productividad, podero militar). Y de este modo, la ciencia es

    simplemente superior. En el orden del conocimiento es posible

    determinar la superioridad de una forma frente a las dems y la

    ciencia es justamente la cima del conocimiento, pues no es algo

    diferente a la forma suprema del sentido comn.

    En nuestro medio alcanz cierta notoriedad un texto del Maestro

    Carlos Eduardo Vasco Uribe. La ciencia nos dice all es el

    arma usada por el para convertirse en el rey de

    la selva o de la creacin. Por supuesto, al hablar de este modo

  • 34

    refiere a la ciencia en tanto sta se encuentra dominada por el

    inters propio de las disciplinas emprico-analticas,

    esencialmente vinculadas al trabajo (labor en Arendt) y movidas

    por la intencin de explicar para controlar, predecir, dominar.

    Pues de acuerdo con Vasco hay otros estilos de ciencia:

    histrico-hermenutico y crtico-emancipador. Y, nuevamente

    desde la ptica de Arendt, en la exposicin del Maestro Vasco se

    mezcla la comprensin con la explicacin, el pensamiento con la

    razn, el sentido con la verdad, la filosofa con la ciencia, para

    dar lugar a las ciencias histrico-hermenuticas y crtico-sociales.

    Con otras palabras, desde la tradicin europea, desde su escuela,

    se puede llevar a cabo una investigacin en la cual fructifique

    la necesidad de hacer posible una o

    de crear las condiciones de posibilidad de una o de hacer de la escuela no el lugar de una

    negociacin sino de un encuentro en donde ocurra la

    2.3 El momento fenomenotcnico y el hombre de los

    derechos

    Bachelard acu el trmino para

    caracterizar la ciencia contempornea (Correa, 1996), segn l

    determinada por la mediacin de instrumentos, a los cuales llama

    . En su opinin, no hay fenmenos

    simples, pues el fenmeno es un tejido de relaciones. En el

  • 35

    mismo sentido, no hay ni sujeto ni objeto previamente dados,

    sino un inacabamiento esencial, un proyecto (ciencia) de

    constitucin de los mismos (sujeto y objeto). El conocimiento

    tiene una historia: nace de una problemtica, implica un sujeto

    profundizando en un objeto, requiere del contexto intersubjetivo

    de la comunidad de pares o ciudad cientfica.

    Carl Schmitt (2006) denunci la democracia liberal por

    considerarla producto y causa de una era de despolitizaciones y

    neutralizaciones, es decir de una realidad en la cual se opera un

    vaciamiento del fundamento de toda comunidad genuinamente

    poltica. Denunciaba, entonces, esa nada en donde slo hay lugar

    para el consumo y el entretenimiento, para el obeso televidente y

    la gratuita promocin de una individualidad narcisista y

    hedonista. No obstante, hay en la democracia liberal lugar para

    otra figura. Justamente, una que nos lleva de vuelta al tema del

    valor formativo de la filosofa. Si por filosofa entendemos ante

    todo, pensar, los Derechos Humanos constituyen un objeto

    privilegiado para suscitar la discusin pblica (Correa, 2001),

    pues asumirla implica dejarse interrogar por la novedad del otro,

    significa pensar al hombre desde la diferencia, lo cual termina

    siendo tanto una promocin de la subjetividad propia como una

    promocin de la comunidad, es decir de la intersubjetividad.

    Llegados a este punto en el cual tras la ciencia contempornea

    surge la idea de una actividad auto-constitutiva del sujeto y del

    objeto y en el cual tras el vaciamiento propio del liberalismo

  • 36

    emerge la figura humana del humanismo tradicional, a condicin

    de considerarla una figura inacabada, un proyecto, y no una

    esencia o una entidad ontolgica terminada y eterna, nos

    encontramos en condicin de volver al punto inicial de nuestra

    exposicin: las expresiones filosofa de la educacin y

    pedagoga crtica son pleonsticas; la filosofa no es una

    disciplina cientfica que tenga entre sus objetos de estudio a la

    educacin sino una actividad educativa per se; la pedagoga no es

    una disciplina cientfica movida por el inters de fomentar la

    crtica en el estudiante sino la actividad mediante la cual el

    maestro promueve en el estudiante el pensamiento y ste es

    necesariamente crtico. Las expresiones ya sealadas descansan

    sobre la misma conviccin: somos dilogo, cada quien un

    dilogo permanente consigo mismo; dialogo interesante en la

    medida en que se encuentre movido por el mundo y rico en tanto

    incluya diversas y profundas voces.

    3. RECOMENDACIONES Y CONCLUSIONES

    Mi principal recomendacin es desde hace ms de una dcada la

    misma: leer a Hannah Arendt para nutrirse con sus convenientes

    distinciones y clarificaciones; distinciones nacidas todas de su

    dualismo y , y clarificaciones

    debidas todas a su profunda comprensin del sentido de las

    mediaciones: el lenguaje como lugar de la mediacin entre el

  • 37

    espritu y la naturaleza, y el mundo como lugar de la mediacin

    de las subjetividades.

    En esta ocasin, por ejemplo, mantener la distincin hecha por

    ella entre , una modalidad del espritu, y

    , una facultad biolgica, clarifica para nosotros por

    qu cuando los defensores de las

    denuncian la hegemona epistemolgica de la , queriendo decir con ello,

    ve el mundo desde la ciencia y desea imponer

    esa visin, estn siendo tautolgicos, pues la ciencia no es una

    comprensin sino una explicacin del mundo, y cuando este es el

    nivel del debate lo nico importante es la dominacin. Y nos

    ayuda a clarificar por qu cuando se habla de manera original o

    creativa, es decir, cuando se dice sociologa de las ausencias,

    sociologa de las emergencias, ecologa de los saberes y

    traduccin intercultural se olvida la como

    hermenutica y la como emancipacin, lo cual

    significa olvidarse de aquellas formas discursivas en donde nacen

    palabras como sociologa de las emergencias, es decir, se quiere

    olvidar que es una expresin

    tpicamente occidental o europea.

    Como se sabe, el pensamiento de Arendt gravita en torno al

    conflicto entre y , lo cual es una

    forma de manifestar la separacin establecida por ella entre el

    espritu y la naturaleza. Referimos ya el lugar dado al lenguaje

  • 38

    como espacio de mediacin: en el pensamiento-lenguaje

    acontece la solitaria individuacin del pensador (filosofa) y en

    la promueve, realiza y exhibe la individualidad el

    ciudadano (poltica), lo cual es posible gracias a las obras y las

    palabras. Cmo se dan estos fenmenos? En el primer caso se

    habla de una misteriosa transformacin o transfiguracin en el

    individuo, debida a esta inexplicable reificacin de los logros

    espirituales (pensamientos); en el segundo caso se trata de una

    imitacin del principio, entendiendo por este ltimo

    y . En ambos casos nos

    encontramos, en opinin de Arendt, ante un misterio.

    Regresemos a nuestra situacin hipottica. La escuela ah,

    siempre, como carabela, como Claro, el capitalismo ha cambiado. Edgar

    Morin dice: . Entre nosotros hay quien encuentra en la expresin

    (Meja, 2006). Pero advirtase Morin es

    propiamente un occidental y l se encuentra ante una novedad.

    Cmo debe verse el desde

    Latinoamrica y, todava ms, desde la hipottica selva de

    nuestro argumento? Occidente es plenamente consciente de la

    necesidad de un saber en el cual no hay separacin entre el

    conocimiento y la vida buena (espiritual); de ah la crtica-

    emancipadora, la accin comunicativa, la conversacin

  • 39

    edificante, la accin participacin y, claro, la epistemologa del

    Sur. De ah, entonces, el acceso a la verdad a travs de la

    conversin Racional, en ciertos casos, y ensoacin en otros,

    la llama Bachelard. Intuicin se dijo tradicionalmente. Pero a

    diferencia del mundo helnico, el mundo de la sociedad de masas

    es optimista y por eso democratiza por decreto las bondades de la

    escuela, de la Academia. Por desgracia, o por fortuna, la filosofa

    no se puede ensear. La experiencia del pensar es individual y no

    se puede colectivizar; se puede y se debe, eso s, crear las

    condiciones para el uso pblico de la razn y realizar los debates

    pblicos necesarios. Pero, una vez ms, este debate tiene sentido

    desde adentro. Por lo dems, el pensamiento es crtico y la crtica

    es corrosiva. Con frecuencia sus efectos son el cinismo y la

    borrachera de personalidad. En ese sentido, llammoslo positivo,

    la escuela es un peligro para cualquier comunidad y por eso

    Occidente termina promoviendo una libertad tnicamente

    destructiva.

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    Valry, P. (1961). Poltica del espritu. Buenos Aires: Losada.

    Vasco, C. (1990). Tres estilos de trabajo en las ciencias sociales.

    Bogot: Cinep

  • 41

    UN NUEVO CAMINO EN LAS CIENCIAS

    SOCIALES DE HOY

    La produccin epistemolgica en un mundo intercultural y

    pluriversal

    CRISTIAN JARA CIFUENTES3

    Universidad Valparaso

    "El intelectual y el acadmico es ante todo luchar contra las

    formas de poder all donde ste es a la vez el objeto y el

    instrumento: en el orden del saber, de la

    verdad de la conciencia, del discurso

    Michael Focault

    RESUMEN

    El artculo se pregunta por la posibilidad de refutar los supuestos

    epistemolgicos que localizan la produccin de conocimiento

    solo en la academia y dentro de los cnones y paradigmas

    establecidos por el cientificismo occidental. Se argumenta como

    hiptesis que las ciencias sociales pueden y deben ser repensadas

    3 Estudiante egresado de la Carrera de Historia y Ciencias de la Universidad

    Valparaso, primer semestre 2014.

  • 42

    desde una pluri-versalidad epistemolgica que tenga en cuenta y

    dialogue con las formas de produccin de conocimientos que se

    generan en mbitos extra-acadmicos y

    extra-cientficos. Concretamente se refiere al pensamiento

    producido por comunidades indgenas y afro-andinas, que ha

    sido sistemticamente invisibilizado sufriendo la colonialidad

    que se expresa a nivel mundial, tanto en sus prcticas cotidianas

    como en el quehacer de los denominados acadmicos que

    reducen los saberes de los pueblos originarios y el de los

    oprimidos a simples tradiciones que no son objeto de un

    conocimientos cientfico y acadmico en trminos institucionales

    al estar imbuidas stas por la cultura eurocntrica\anglosajona,

    las cuales se ven como punto de referencia para pensar su propia

    realidad marcando una clara diferencia asimtrica con los

    habitantes de su espacio geogrfico.

    Es por ello, que se propone la descolonizacin del conocimiento

    por medio de un dilogo intercultural de las diferentes culturas

    considerndolas en este proceso en condiciones iguales, tanto las

    invisibilizadas como las dominantes. Lo que permitir enriquecer

    la reflexin para pensar su propia realidad e incentivar a la

    participacin democrtica de cada uno de los involucrados,

    concretndose con la liberacin de cada uno de ellos respetando

    sus distintos modos de vida y por sobretodo aprender los uno de

    los otros de las diversas epistemologas. Cuyo proceso, sin duda

  • 43

    ayudar a repensar a las Ciencias Sociales en un nuevo sendero

    descolonizador.

    Palabras clave: Interculturalidad, colonialidad, eurocentrismo,

    pluri-versalidad y descolonizacin.

    EL DESAFO INTERCULTURAL DE LAS CIENCIAS

    SOCIALES

    En Amrica Latina, como en otras partes del mundo, el campo de

    las Ciencias

    Sociales ha sido parte de las tendencias neoliberales, imperiales y

    globalizantes del capitalismo y de la modernidad. Son tendencias

    que suplen la localidad histrica por formulaciones tericas

    monolticas, mono-culturales y universales que posicionan el

    conocimiento cientfico occidental como central, negando as o

    relegando al estatus de no conocimiento, a los saberes derivados

    de lugar y producidos a partir de racionalidades sociales y

    culturales distintas. Claro es que en esta jerarquizacin, existen

    ciertos supuestos como la universalidad, la neutralidad y el no-

    lugar del conocimiento cientfico hegemnico y la superioridad

    del logo-centrismo occidental como nica racionalidad capaz de

    ordenar el mundo.

    Son estos supuestos asumidos como verdad los que han venido

    organizando y orientando las ciencias sociales hegemnicas

    desde su origen. No obstante, y desde los aos 90, se observa en

  • 44

    Latino-amrica un fortalecimiento de los mismos como parte de

    la globalizacin neoliberal extendida a los campos de la ciencia y

    el conocimiento. A partir de este fortalecimiento, evidente en la

    mayora de las universidades de la regin, la escisin cartesiana

    entre el ser, hacer y conocer, entre ciencia y prctica humana, se

    mantiene firme; el canon eurocntrico occidental se reposiciona

    como marco principal de interpretacin terico: y la eliminacin

    del lugar (incluyendo la importancia de las experiencias basadas-

    en-lugar) se asume sin mayor cuestionamiento.

    Las consecuencias, como argumenta Arturo Escobar (2005), se

    encuentran, por un lado, en las asimetras promovidas por la

    globalizacin (en donde lo local se equipara al lugar y a la

    tradicin y lo global al espacio, al capital y a la historia) y, por el

    otro, en las concepciones de conocimiento, cultura, naturaleza,

    poltica y economa y la relacin entre ellas.

    Cierto es que en los ltimos aos la ciencia, el conocimiento

    especializado de la academia en general; de las Ciencias Sociales

    en particular y las posturas polticas, sociales y culturales

    dominantes en torno a sus formas de teorizacin han sido temas

    de debate global4. Sin embargo, al parecer, el impacto de estos

    debates en el pensamiento y la ciencia social latinoamericana y

    su prctica ha sido casi nulo. En contraste con las iniciativas de

    4 Se invita al lector revisar los debates ms recientes de la temtica planteada,

    partiendo del problema de la

    modernidad/colonialidad, ver Castro-Gmez (2000), Lander (2000), Walsh,

    Schiwy y Castro-Gmez (2002).

  • 45

    los aos 60 a 70 para construir unas ciencias sociales propias y

    crticas, promover dilogos Sur-Sur e impulsar una praxis y un

    pensamiento de Amrica Latina desde adentro5, actualmente se

    evidencia en la regin un regreso a los paradigmas liberales del

    siglo XIX, incluyendo las meta-narrativas universales de

    modernidad y progreso y una posicin de no involucramiento

    (Lander, 2000).

    Pero tambin se evidencia la instalacin de una nueva

    racionalidad cientfica que

    niega el carcter racional a todas las formas de conocimiento

    que no parten de sus principios epistemolgicos y sus reglas

    metodolgicas (Sousa Santos, 1987:10-11).

    Por lo tanto, el problema no descansa simplemente en abrir,

    pensar o reestructurar las ciencias sociales como algunos estudios

    sugieren, sino ms bien en poner en cuestin sus propias bases.

    Es decir, refutar los supuestos que localizan la produccin de

    conocimiento nicamente en la academia, entre acadmicos e

    intelectuales dentro del cientificismo, los cnones y los

    paradigmas establecidos.

    5 No obstante, y como argumenta Lander (2000b), esta produccin terica

    todava permaneca dentro de las

    meta-narrativas universales de modernidad y progreso; poco consideraba las implicaciones enormes de la

    pluralidad de historias, sujetos y culturas que caracterizan Amrica Latina (521) (Crf. Quijano, 2000).

  • 46

    Tambin refutar los conceptos de racionalidad que rigen el

    conocimiento mal llamado experto, 6negador y detractor de las

    prcticas, agentes y saberes que no caben dentro de la

    racionalidad hegemnica y dominante. Tal refutacin no implica

    descartar por completo esta racionalidad, sino hacer ver sus

    pretensiones coloniales e imperiales y disputar su

    posicionamiento como nica, de esta manera cuestionan tambin

    la su-puesta universalidad del conocimiento cientfico que

    preside las ciencias sociales, en la medida en que no capta la

    diversidad y riqueza de la experiencia social ni tampoco las

    alternativas epistemolgicas

    contra-hegemnicas y de-coloniales que emergen de esta

    experiencia.

    Pueden las ciencias sociales hegemnicas ser reconcebidas y

    reconstruidas desde la perspectiva de la pluri-versalidad o

    diversidad epistemolgica y la creacin de vnculos dialgicos

    dentro de esta pluralidad? Qu implicara considerar con

    seriedad las epistemologas que encuentran sus bases en

    filosofas, cosmovisiones y racionalidades distintas, incluyendo

    en ellas las relacionadas con la experiencia social, con el

    territorio y la naturaleza, las luchas polticas y epistmicas

    vividas y con lo que Escobar (2005) llama prcticas en lugar?

    6 Como analiza Mignolo (2003), el conocimiento experto sirve como base

    no slo de la epistemologa y la

    ciencia sino tambin de la filosofa econmico-poltica, incluyendo los conceptos de democracia, libertad y su conexin con el desarrollo y progreso, todos ligados al mercado.

  • 47

    Es posible la construccin de ciencias sociales/culturales otras

    que no reproduzcan la subalternizacin de subjetividades y de

    saberes, ni el eurocentrismo, el colonialismo y la racializacin de

    las ciencias hegemnicas, sino que apunten a una mayor

    proyeccin e intervencin epistmica y social de-coloniales? Son

    estas preguntas las que guan la presente discusin.

    LA MODERNIDAD\COLINIALIDAD Y LA RELACIN

    RAZA-SABER NATURALEZA

    Un punto de partida para esta indagacin se encuentra en los

    orgenes y el desarrollo de la modernidad y en el colonialismo y

    el capitalismo como sus partes constitutivas. Entendemos

    modernidad no como fenmeno intra-europeo sino desde su

    dimensin global, vinculada con la hegemona, periferizacin y

    subalternizacin geopoltica, racial, cultural y epistmica que la

    modernidad ha establecido desde la posicin de Europa como

    centro. La colonialidad es el lado oculto de la modernidad, lo que

    articula desde la invasin de los europeos en el continente

    americano los patrones de poder desde la raza, el saber, el ser y

    la naturaleza de acuerdo con las necesidades del capital y para el

    beneficio blanco-europeo como tambin de la elite criolla. La

    modernidad/colonialidad entonces sirve, por un lado, como

    perspectiva para analizar y comprender los procesos, las

    formaciones y el ordenamiento hegemnicos del proyecto

    universal del sistema-mundo (a la vez moderno y colonial) y, por

  • 48

    el otro, para visibilizar, desde la diferencia colonial, las historias,

    subjetividades, conocimientos y lgicas de pensamiento y vida

    que desafan esta hegemona.

    Dentro de la colonialidad podemos distinguir cuatro esferas o

    dimensiones de operacin que, a partir de su articulacin,

    contribuyen a mantener la diferencia colonial y la

    subalternizacin. La primera la constituye lo que Anbal Quijano

    (1999) ha llamado la colonialidad del poder, entendida como los

    patrones del poder moderno que vinculan la raza, el control del

    trabajo, el Estado y la produccin de conocimiento. Esta

    colonialidad del poder instaur en Amrica Latina una

    estratificacin social que ubica al blanco europeo en la cima

    mientras el indio y el negro ocupan los ltimos peldaos estos

    dos grupos son construidos como identidades homogneas

    negativas. Fue este uso e institucionalizacin de la raza como

    sistema y estructura de clasificacin el que sirvi como base para

    posicionar jerrquicamente ciertos grupos sobre otros en los

    campos del saber. Esta segunda dimensin es la de la

    colonialidad del saber que no slo estableci el eurocentrismo

    como perspectiva nica de conocimiento, sino que al mismo

    tiempo, descart por completo la produccin intelectual indgena

    y afro como conocimiento y, consecuentemente, su capacidad

    intelectual.

  • 49

    La promocin de este enlace entre raza y saber, a lo que Eze

    (2001) se refiere como el color de la razn, se encuentra

    claramente en el pensamiento que, desde el siglo XVIII ha

    venido orientando la filosofa occidental y la teora social. Tal

    vez el ejemplo ms descarado es del Immanuel Kant, quien en su

    antropologa filosfica seala que La humanidad existe en su

    mayor perfeccin en la raza blanca Los negros son inferiores

    y los ms inferiores son parte de los pueblos [nativos]

    americanos (Kant citado por Eze, 2001: 231).7

    Esta perspectiva tambin se encuentra en el pensamiento

    latinoamericano. Para Sarmiento, por ejemplo, el indio representa

    la barbarie y, por tanto, hay que eliminarle para abrir paso al

    progreso y la civilizacin... definitivamente existe la

    superioridad de unas razas sobre otras; entre ellas, de la raza

    anglosajona (citado por Sacoto, 1994: 9). El mismo Jos Carlos

    Maritegui, conocido como uno de los pensadores

    latinoamericanos ms progresistas del siglo XX, fue impulsor de

    esta colonialidad que propag la idea de una jerarqua racial y

    epistmica, en este caso, en torno a los pueblos negros,

    justificando su exclusin social, cultural, poltica y econmica,

    7 Desde este sentido, el mismo escrito Kant plantea que al norte de los

    Pirineos se encuentra la humanidad, es decir, todos aqullos que poseen uso

    de razn y para l slo tenan raciocinio los hombres blancos (excluye a las

    mujeres). Bajo esta lgica, establece la primera cartografa hegemnica

    posicionando al norte sobre el sur y ms an, evidencia la primera

    discriminacin racista biolgica al establecer a la raza blanca como superior e

    inferior la amarilla, negra y roja, sta ltima es tratada an peor que los

    mismos animales en el planteamiento del filsofo alemn.

  • 50

    como tambin su silenciamiento dentro de la construccin terica

    y discursiva de la modernidad. Para Maritegui, mientras que los

    indgenas s podran hacer una contribucin social y cultural a la

    sociedad moderna, los negros no estaban en condiciones de

    contribuir a la creacin de ninguna cultura por la influencia

    cruda y viviente de su barbarie (Walsh, 2004: 336). Hasta el

    antroplogo Fernando Ortiz, quien hizo mucho por visibilizar las

    prcticas culturales de los afrocubanos, tuvo en su trabajo

    temprano un pensamiento negativo sobre los pueblos negros:

    una raza que bajo muchos aspectos ha conseguido marcar

    caractersticamente la mala vida cubana comunicndole sus

    supersticiones, sus organizaciones, sus lenguajes, sus danzas,

    etc. (Ortiz, 1917: 38).

    Es a partir de esta racializacin moderno-colonial que se forj la

    idea de que los indios y negros por s mismos no piensan;

    cualquier saber viene simplemente de la prctica de/con la

    naturaleza, as clasificado y nombrado como tradicin, nunca

    como ciencia o conocimiento. De hecho, para Kant, la raza se

    basaba en un principio no histrico de la razn. Es decir, la razn

    (el pensamiento y el conocimiento) estaba directamente ligada al

    estatus humano; los considerados menos humanos los indios y

    negros no tenan razn o capacidad de pensar.

    Es en esta relacin entre humanidad y razn la que apunta a una

    tercera dimensin de carcter ontolgico, la colonialidad del ser,

    que ocurre cuando algunos seres se imponen sobre otros,

  • 51

    ejerciendo as un control y persecucin de diferentes

    subjetividades como una dimensin ms de los patrones de

    racializacin, colonialismo y dominacin que hemos discutido.

    En este sentido, lo que seala la colonialidad del ser no es la

    violencia ontolgica en s, sino el carcter preferencial de la

    violencia que est claramente explicado por la colonialidad del

    poder; es decir, la cuestin del ser colonizado tiene un arraiga-

    miento en la historia y el espacio: La concepcin del espacio

    invita a la reflexin no solamente sobre el Ser, sino ms

    especficamente sobre su aspecto colonial, el que hace que los

    seres humanos sientan que el mundo es como un infierno

    ineludible (Maldonado-Torres, 2006: 103).

    Esta atencin al espacio es importante por evidenciar cmo la

    supuesta neutralidad de las ideas filosficas y las teoras socia-les

    esconde una cartografa imperial implcita que fusiona la raza

    y el espacio [...] en las formas de olvido de la condenacin,

    racismo epistmico y muchas otras [...] en la cartografa de lo

    que se suele considerar como trabajo filosfico y pensamiento

    crtico (Ibd.:128-129). Pero tambin es importante por lo que

    sugiere en trminos de estrategia opuesta. Escobar (2005) lo

    aclara cuando argumenta que la mejor manera de contrarrestar

    estas tendencias imperializantes del espacio propio las que

    producen la mirada de-situada y desprendida propia del

    cartesianismo y la ciencia moderna es activar la especificidad

  • 52

    del lugar como nocin contextualizada y situada de la prctica

    humana.

    Esta localizacin de seres y de sus conocimientos no slo desafa

    la nocin del vaco y no lugar del conocimiento cientfico, sino

    que tambin lleva a la discusin la cuarta dimensin de la

    colonialidad (no identificada o considerada por Quijano), la que

    refiero aqu como la colonialidad de la naturaleza. Con esta

    dimensin de la colonialidad, hago referencia a la divisin

    binaria cartesiana entre naturaleza y sociedad, una divisin que

    descarta por completo la relacin milenaria entre seres, plantas y

    animales como tambin entre ellos, los mundos espirituales y los

    ancestros (como seres tambin vivos). De hecho, esta

    colonialidad de la naturaleza ha intentado eliminar la

    relacionalidad que es base de la vida, de la cosmologa y del

    pensamiento en muchas comunidades indgenas y afros de Abya

    Yala 8y Amrica Latina. Es esta lgica racionalista, como

    sostiene Noboa (2006), la que niega la nocin de la tierra como

    el cuerpo de la naturaleza, como ser vivo con sus propias

    formas de inteligencia, sentimientos y espiritualidad, como

    8 Abya Yala, es el nombre acuado por las cunas de Panam para referirse

    al territorio y las naciones

    indgenas de las Amricas. Significa tierra en plena madurez. Para Muyulema (2001), esta forma de nombrar

    tiene un doble significado: como posicionamiento poltico y como lugar de

    enunciacin, es decir, como manera

    de confrontar el peso colonial presente en Amrica Latina entendida como proyecto cultural de

    occidentalizacin articulado ideolgicamente en el mestizaje.

  • 53

    tambin la nocin de que los seres humanos son elementos de la

    tierra-naturaleza.

    Por lo tanto, la colonialidad de la naturaleza aade un elemento

    fundamental a los patrones del poder discutidos (partiendo as de

    ellos y constantemente conectndoseles): el dominio sobre las

    racionalidades culturales, las que en esencia forman los cimentos

    del ser y del saber. Es la relacin continua del ser con el pensar,

    con el saber y el conocer, que parte de un enlace fluido entre tres

    mundos: el mundo biofsico de abajo, el mundo supra-natural de

    arriba y el mundo humano de ahora, as como las formas y

    condiciones tanto del ser como del estar en ellos. El control que

    ejerce la colonialidad de la naturaleza es el de mitoizar esta

    relacin, es decir, convertirla en mito, leyenda y folclor y, a la

    vez, posicionarla como no racional, como invencin de seres no

    modernos. De esta manera, intenta eliminar y controlar los

    sustentos, los sentidos y las comprensiones de la vi-da misma

    que parten de lugar territorio-pacha mama, reemplazndolos con

    una racionalidad moderna-occidental des-localizada que desde

    las escuelas, los proyectos de desarrollo y hasta la universidad

    procura gobernar a todos.

    En forma similar, Leff (2004) pone en discusin el problema del

    logos cientfico que intenta regir la racionalidad ambiental des-de

    las condiciones del ser el ser constituido por su cultura en los

    diferentes contextos en los que significa a la naturaleza. Por

    ambiente se entiende, el campo de relaciones entre la naturaleza

  • 54

    y la cultura, de lo material y lo simblico, de la complejidad del

    ser y del pensamiento; es un saber sobre las estrategias de

    apropiacin del mundo y la naturaleza a travs de las relaciones

    de poder que se han inscrito en las formas dominantes de

    conocimiento. [Es] el saber ambiental que entreteje en una trama

    compleja de conocimientos, pensamientos, cosmovisiones y

    formaciones discursivas que desborda el campo del logos

    cientfico, abriendo un dilogo de saberes en donde se confrontan

    diversas racionalidades y tradiciones (Leff, 2004: 4-5).

    Tanto el saber ambiental del que habla Leff como la naturaleza

    como la entendemos aqu, abren otras vas para entender y

    enfrentar el problema del conocimiento construido por la

    modernidad/colonialidad; plantean perspectivas distintas de

    comprensin y apropiacin del mundo que encuentran sus bases

    en la experiencia social y las epistemologas que se construyen a

    partir de ella. En estas perspectivas la experiencia humana no

    queda subsumida bajo la aplicacin prctica, instrumental y

    utilitarista del conocimiento objetivo, como ocurre en las

    ciencias sociales hegemnicas. Tampoco quedan fijados estos

    elementos dentro del proyecto epistmico de la modernidad: la

    representacin de lo real a travs del concepto, la voluntad de

    unificacin del ser y la objetivacin y transparencia del mundo a

    travs del conocimiento (Leff, 2004). Ms bien, estos campos de

    saber marcan una apertura (en contraste con l una apertura

    (en contraste con el cierre que hace el conocimiento cientfico),

  • 55

    donde la creencia y el precepto epistmico-vivencial central es

    que se llega al conocimiento desde el mundo desde la

    experiencia pero tambin desde la cosmologa ancestral y la

    filosofa de existencia que da comprensin a esta experiencia y a

    la vida 9. En cambio, la perspectiva moderno-occidental asume

    que se llega al mundo desde el conocimiento. Y es sta ltima

    perspectiva ya asumida y naturalizada como abstracto universal,

    que se puede observar tanto en la esfera poltica (incluyendo en

    la relacin civilizacin-progreso-mercado) como en la

    universidad, particularmente en su tendencia actual neoliberal

    corporativa, donde la localidad histrica es suplida por

    formulaciones tericas monolticas, mono-culturales y

    universales.

    REFLEXIONES FINALES

    En esencia, lo que est en juego entonces, son sistemas distintos

    de pensar y de construir conocimiento. Qu implicara para las

    ciencias sociales no limitarse a un sistema mal posicionado

    como universal sino poner en consideracin una pluri-

    versalidad de perspectivas epistemolgicas, buscando de este

    9 Un ejemplo concreto se encuentra en las luchas de los movimientos

    indgenas en contra del TLC. Ms que

    simplemente un desacuerdo con las polticas del Estado y la imposicin

    capitalista-imperial del control del

    mercado, estas luchas forman parte de una resistencia histrica en defensa de

    la existencia y de la vida en la

    cual el entretejido entre ser-naturaleza-saber tiene una posicin claves.

  • 56

    modo un dilogo entre ellas? Qu ofrecera dar visibilidad y

    credibilidad a la experiencia social, a las prcticas y a los agentes

    y saberes no tenidos en cuenta por la racionalidad hegemnica?

    Son estas consideraciones suficientes o, ms bien, necesitamos

    ser ms radicales, contemplando la construccin de ciencias

    sociales/culturales otras, que apunten hacia una mayor

    proyeccin e intervencin epistmica, sociopoltica y cultural de-

    coloniales?

    Siguiendo las breves conclusiones sealadas, es prudente

    plantearse reflexiones en torno a epistemologas des-coloniales

    para emprender un nuevo rumbo en las ciencias sociales que

    permitan la construccin de espacios interculturales. En este

    sentido, Existen distintas perspectivas desde las cuales podemos

    empezar a pensar la epistemologa y las ciencias sociales de otra

    manera. Una perspectiva propuesta por Boaventura de Sousa

    Santos (2005) en el marco de la experiencia del Foro Social

    Mundial y desde la operacin epistemolgica y ontolgica

    efectuada por los movimientos y organizaciones sociales, apunta

    la necesidad de una epistemologa del sur que de credibilidad a

    las nuevas experiencias sociales contra-hegemnicas y a los

    supuestos epistemolgicos alternativos que estas experiencias

    construyen y marcan. Para Santos, esta operacin epistemolgica

    consiste en dos procesos que podran enfrentar el sentido comn

    de las ciencias sociales hegemnicas, lo que l llama la

    sociologa de las ausencias y la sociologa de las

  • 57

    emergencias. Mientrasla primera se basa en el reconocimiento y

    la valorizacin de diferentes racionalidades, conocimientos,

    prcticas y actores sociales Claramente, la perspectiva anterior

    pone sobre el tapete el rol de la universidad tradicional, tanto por

    su aislamiento de las nuevas prcticas de los actores emergentes

    lo que resulta en conceptos y teoras que no se adecuan a las

    realidades actuales como por su academicismo, elitismo, falta

    de inters y de capacidad de apoyar procesos de teorizacin y

    reflexin con los movimientos y otros actores sociales.

    Al retomar la perspectiva de Santos, Escobar (2005) ha

    argumentado recientemente que la tarea no es la bsqueda de

    soluciones modernas a problemas modernos, sino imaginar

    soluciones realmente novedosas con base en la prctica de los

    actores sociales de mayor proyeccin epistemolgica y social. En

    s, la produccin del saber tiene consecuencias polticas. Es

    posible pensar unas ciencias sociales/culturales otras? Y, qu

    implica este pensar en relacin con epistemologas de-

    coloniales? Para terminar, propongo unas consideraciones e

    interrogantes crticas:

    Primero se debe considerar, tal como lo ha afirmado el

    intelectual-activista afro-esmeraldeo Juan Garca (Walsh y

    Garca, 2002), los conocimientos que han sido considerados no-

    conocimientos. Es decir, poner en cuestin y tensin los

    significados mantenidos y reproducidos por las universidades en

    general y las ciencias sociales en particular, sobre qu es

  • 58

    conocimiento, conocimiento de quines, y conocimiento para

    qu, es decir, con qu propsitos. Tambin significa poner en

    cuestin y tensin la utilidad de teoras eurocntricas para

    comprender la condicin colonial, pasada y presente.

    En segundo lugar, es necesario considerar el posicionamiento de

    pensamientos / conocimientos otros, entendidos no como un

    pensamiento o conocimiento ms que podra ser sumado o

    aadido al conocimiento universal (una suerte de

    multiculturalismo epistmico) sino como un

    pensamiento/conocimiento plural desde la (s) diferencia (s)

    colonial (es) conectado por la experiencia comn del

    colonialismo marcado por el horizonte colonial de la modernidad

    Es posible seriamente posicionar estos conocimientos en las

    universidades en general y en las ciencias sociales/culturales en

    particular? De posicionarlos, cmo podemos asegurar que no

    llegarn a ser simplemente un conocimiento ms, un elemento de

    la foclorizacin y, peor an, una herramienta de manipulacin y

    control poltico?

    Y como tercer punto para reflexionar: cmo pensar nuevos

    lugares de pensamiento dentro y fuera de la universidad?

    Lugares de pensamiento que permitan trascender, reconstruir y

    sobrepasar las limitaciones puestas por la ciencia y los

    sistemas de conocimiento (epistemologa) de la modernidad.

    Lugares, que a la vez, pongan en debate, dilogo y discusin

    lgicas y racionalidades diversas.

  • 59

    Hace 35 aos Rodolfo Stavenhagen public un texto con el

    ttulo: Cmo descolonizar las ciencias sociales? Como

    antroplogo, el inters de Stavenhagen fue, sobre todo, pensar las

    ciencias sociales no slo desde las formas dominantes de la

    organizacin social de su poca (el pensamiento social y poltico

    de la Ilustracin), sino tambin como un espacio de expresin de

    contracorrientes radicales y de la conciencia crtica

    (Stavenhagen, 1971: 39). Segn argumenta l, el conocimiento

    que produce el cientfico social, puede y debe volverse un

    instrumento para el cambio que, mediante el despertar y

    desarrollo de la conciencia crtica creativa, capacite a los que no

    tienen poder, a los oprimidos y colonizados, a cuestionar

    primero, luego a subvertir, y modificar el sistema existente.

    (Ibd., 39).

    No obstante, lo que Stavenhagen no tom en consideracin es la

    existencia de estos modos otros de saber. En la lucha de la

    decolonialidad del poder, saber, naturaleza y ser, lo que los

    movimientos y grupos afrodescendientes e indgenas necesitan

    no es un despertar y desarrollo de conciencia crtica creativa,

    ni tampoco recibir capacitacin por intelectuales concientes de

    la izquierda. Las ciencias sociales/culturales tampoco necesitan

    simplemente una nueva inyeccin de enfoques izquierdistas del

    posmarxismo o posmodernismo, aunque sean radicales. Lo que

    necesitamos todos/as, es un giro distinto, un giro que parta no de

    la lucha de clases, sino de la lucha de la decolonialidad, haciendo

  • 60

    ver de este modo la complicidad modernidad- colonialidad como

    marco central que sigue organizando y orientando las ciencias

    y el pensamiento acadmico-intelectual.

    En la filosofa y el pensamiento de los pueblos de Abya Yala,

    estamos entrando en una nueva era de Pachakutik, la era de la

    claridad. La entrada en esta era ya est evidencindose, tanto en

    los proyectos polticos y epistmicos de los movimientos, como

    en los giros decoloniales que estos proyectos estn moviendo.

    Por eso mismo, quiero terminar con las palabras de Evo Morales

    pronunciadas en su ponencia inaugural: Estamos ac para decir,

    basta a la resistencia. De la resistencia de 500 aos a la toma del

    poder para 500 aos, indgenas, obreros, todos los sectores para

    acabar con esa injusticia, para acabar con esa desigualdad, para

    acabar sobre todo con la discriminacin, opresin donde hemos

    sido sometidos [...] (Morales, 2006). Esta ltima reflexin es

    trascendental para repensar a las Ciencias Sociales en el mbito

    epistemolgico-filosfico desde una nueva perspectiva

    descolonial para ayudar a constituir la construccin de espacios

    interculturales que permitan el respeto de todas las culturas, lo

    que nos lleva a repensar el mbito disciplinario en trminos

    acadmicos desde una perspectiva transdisciplinaria acorde a esta

    nueva visin planteada.

  • 61

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