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UNIVERSIDAD PONTIFICIA DE SALAMANCA CAMPUS DE MADRID FACULTAD DE TEOLOGÍA - PLAN PASTORAL - PARA UNA COMUNIDAD PARROQUIAL URBANA ALUMNO: Pascual Saorín Camacho. ASIGNATURA: Pastoral Fundamental PROFESOR: Juan Pablo García Maestro FECHA: Diciembre de 2015

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Page 1: PARA UNA COMUNIDAD PARROQUIAL · 3 1. Introducción. Como trabajo complementario de la asignatura de pastoral fundamental y dentro del máster-licenciatura en teología pastoral,

UNIVERSIDAD PONTIFICIA DE SALAMANCA

CAMPUS DE MADRID FACULTAD DE TEOLOGÍA

- PLAN PASTORAL -

PARA UNA COMUNIDAD PARROQUIAL

URBANA

ALUMNO: Pascual Saorín Camacho.

ASIGNATURA: Pastoral Fundamental

PROFESOR: Juan Pablo García Maestro

FECHA: Diciembre de 2015

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ÌNDICE

1. INTRODUCCIÓN. 3

2. ¿QUÉESUNPLAN?¿PORQUÉYPARAQUÉESNECESARIO? 32.1ELPLANCREADORDEDIOS.DIOSCREAYREDIME. 32.2ELPLANSALVADORDEDIOSENELPRIMERTESTAMENTO. 42.3ELPLANSALVADORDEDIOSENELNUEVOTESTAMENTO. 52.4ELPLANSALVADORDEDIOSENELACTUALTESTAMENTO. 5

3. UNPATRÓNGENÉRICODECOMUNIDADPARROQUIALDELSIGLOXXI 63.1DENAZARETAROMA.DELORURALALOURBANO. 63.2UNAPIRÁMIDEDEMOGRÁFICAINVERTIDA. 63.3LASOCIEDADDELASPRISASYELTIEMPOLIBRE. 73.4OTRASCARACTERÍSTICASDELASOCIEDADGLOBALIZADA. 73.5¿DÓNDEESTÁNLOSÚLTIMOS? 83.6LAHUMANIDADPEREGRINA.UNAIGLESIAENCAMINO. 83.7UNACOMUNIDADPARROQUIALHERMANA 9

4. UNAMIRADAALPLANDEJESÚSDENAZARETYAPLICACIÓNCONCRETAALAPASTORAL. 9

4.1ELMÉTODODEJESÚSDENAZARET:AGUA,LUZYVIDA. 94.2LOSDISCÍPULOSDEEMAÚS:DELAVIDAALAEUCARISTÍA.DELAEUCARISTÍAALAVIDA. 104.3LASETAPASDELITINERARIODELAFE:MISIÓN,CATEQUESISYPASTORAL. 13

5. PRIMERPASO:PARTIRDELAREALIDAD. 175.1ENCUESTA. 175.2PRESENTACIÓNDELPLANPASTORALYAPROBACIÓNDELMISMO. 17

6. SEGUNDOPASO:OBJETIVOYCRITERIOSDELAPLANIFICACIÓN. 186.1 SENTIDOYFINDELAIGLESIA. 186.2DIÓCESIS,VICARÍA,ARCIPRESTAZGOYPARROQUIA. 186.3 LACOMUNIDADQUEDIOSNOSPIDELLEGARASER.LISTADESUEÑOS. 196.4 LOSCUATROÁMBITOSPASTORALES. 20

7. TERCERPASO:PROPUESTADEESTRUCTURAPASTORALYPUESTAENPRÁCTICA. 22

7.1GRUPOS,COMISIONESYEQUIPOS.CRITERIOSDECONSTITUCIÓN. 227.2MOVIMIENTOSYESPIRITUALIDADESQUEENRIQUECENLACOMUNIDAD. 237.3ZONASPASTORALESDELAPARROQUIA.LAIGLESIADOMÉSTICA. 247.4COMISIONESYEQUIPOS.CRITERIOSPARASUFORMACIÓN. 247.5LACONSTITUCIÓNDELCONSEJOPASTORALDELAPARROQUIA.ESTATUTOSYREGLAMENTOINTERNO. 26

8. LAREVISIÓNPERIÓDICAYLAASAMBLEAGENERAL. 26

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1. Introducción. Como trabajo complementario de la asignatura de pastoral fundamental y dentro del máster-licenciatura en teología pastoral, inicio a continuación este ejercicio con el objetivo de elaborar un plan pastoral para una comunidad parroquial virtual, que en nuestro caso tratará de asemejarse lo más posible a un patrón de parroquia urbana, cuyas características más concretas se tratarán de explicitar en el apartado 3 de este trabajo. Siendo como es un ejercicio sobre un modelo virtual, quisiera aclarar desde el principio que en ningún caso se trata de un ejercicio imaginario, sino que está basado en las experiencias que durante 23 años de ejercicio del ministerio ordenado he venido realizando en diferentes países y continentes, la mayoría de ellos como párroco. Este plan pastoral tiene como base la aplicación de la teología pastoral con la que completé el bachillerato y que he ido personalmente adaptando y enriqueciendo con la lectura y aplicación de diferentes materiales teológicos y de otras áreas científicas (pedagogía, psicología, sociología…etc), junto con mi propia experiencia. Todo ello creo que me ha dado la capacidad de ir construyendo un marco general y una estructura pastoral sólida sobre la que ir forjando, según las circunstancias y el ambiente concreto, el ejercicio de mi ministerio como pastor y guía de comunidades cristianas. No se trata por tanto de un trabajo ajeno a mi propia vida, sino que en él va de alguna manera entretejida mi vocación, con sus triunfos y fracasos, pero llena todavía del mismo ánimo, o quizá mayor, de cuando comencé. Creo que con humildad no puedo sino estar agradecido al constatar que tras todo este tiempo Dios me ha dado la satisfacción de ir confirmando la validez de lo que aquí expondré. Con satisfacción puedo decir que este marco general ha dado resultado y creo que puede ser muy útil para enriquecer la andadura de otros muchos agentes de pastoral en estos tiempos de crisis e incertidumbre.

2. ¿Qué es un plan? ¿Por qué y para qué es necesario?

2.1 El plan creador de Dios. Dios crea y redime.

Un plan es un itinerario previamente diseñado entre dos puntos vitales, uno de salida y otro de llegada, que debe tener la capacidad de ser lo suficientemente amplio y flexible como para ser rehecho ante las contingencias y lo suficientemente claro como para no perder el sentido existencial y direccional. Para ir de un lugar a otro necesitamos una ruta que nos marque claramente el punto de salida, el de llegada, el itinerario que se ajuste mejor a nuestras circunstancias, el modo de ir…etc. Según esta definición, un plan es algo necesario en todos los ámbitos de la vida, tanto a nivel laboral como deportivo, cultural, educativo…etc. En nuestro caso es obvio que hablamos de un plan pastoral eclesial que estará en permanente diálogo con diferentes áreas de las ciencias humanas en las que apoyarnos para elaborarlo, realizarlo y evaluarlo, sin que esto llegue a convertirlo en una especie de proyecto empresarial, ni a nosotros en meros gestores, funcionarios o profesionales en lugar de misioneros o pastores. La clave para ello está en no perder el sentido teologal del proceso, estar firmemente cimentados en el verdadero y único plan, que es divino y no humano, tratando de que nuestros planes no sean más que la actualización de ese único y verdadero plan de

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salvación, el plan diseñado por el Padre para la salvación del mundo, desplegado por el Hijo con su propia sangre y realizado en la historia por el Espíritu santo que actúa despertando, alentando, empujando y confirmando a los hombres y mujeres convocados a colaborar con la trinidad en su consumación. Será por tanto un plan plural porque plural es la singularidad de Dios.

Por tanto podemos decir que un plan de pastoral es necesario por la

sencilla razón de que es Dios quien lo tiene y es El quien nos convoca a compartirlo para que no seamos meros receptores pasivos, sino agentes y protagonistas de nuestra propia liberación. Ante el pecado del mundo, ante la humanidad desgajada de la compañía de Dios, sabemos por la revelación que Dios reacciona no sólo expulsando al hombre del paraíso, sino haciendo todo lo posible para que vuelva a él. A esa voluntad divina le llamamos “plan de salvación”. Tuvo y tiene su origen en la ruptura con Dios, que llamamos pecado, y tiene su meta en la redención de todo el género humano con la consumación del Reino de Dios que ya ha empezado en este mundo. Toda nuestra fe, esperanza y amor se mueven por tanto dentro de ese plan. Por ello es tan importante saber de donde venimos, quienes somos y a dónde vamos. La persona que lo sabe puede sentir el aguijón de su pecado, pero a mismo tiempo la inmensa alegría de no saberse perdida, de haber encontrado el camino de vuelta a la casa del Padre y las palabras con las que reconciliarse con él después de haber malgastado la vida persiguiendo espejismos. Pero también tiene la obligación de mostrar ese camino a los que andan perdidos, de hacerse compañero de camino y, sin dirigir ni mucho menos forzar a nadie, como Jesús hizo con los discípulos de Emaús, escuchar, enseñar, dejarse invitar y celebrar la vida para abrir los ojos cerrados e iluminar las noches cerradas. El plan es de Dios, nosotros sus peregrinos; mendigos que reparten su pan, pecadores que administran su perdón, enfermos que aprenden a curar y discípulos enviados a enseñar.

2.2 El plan salvador de Dios en el primer testamento. Si el libro del Génesis nos revela la bondad de la creación de Dios y la ruptura que supuso el pecado, también nos revela desde las primeras páginas que el Dios en el que creemos no es indiferente a esta tragedia humana y que desde los primeros momentos comienza a trabajar para restituir la creación y la criatura a su estado original1 . Ese trabajo fue entendido a lo largo del primer testamento como una presencia que primero crea su propio pueblo, luego lo libera y conduce por el desierto hasta darle una tierra propia, y cuando el pueblo se muestra infiel no lo abandona, sino que lo protege y restaura, manteniendo eternamente la promesa de enviarle un mesías que lo conduzca a la salvación definitiva. Este será un pueblo liderado por jueces y reyes, por sacerdotes y profetas, pero siempre con la convicción de ser el rebaño del Señor, su único pastor. De ese pueblo emerge un hombre que bebe de sus tradiciones, engendrado en el seno de una mujer que es símbolo del mismo pueblo y en cuyo vientre el misterio de la creación se “re-crea” a través de la unión del creador con la criatura, trayendo a este mundo un ser excepcional que aúna en su persona la

1 Gén 3,15

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grandeza de Dios y la debilidad humana en su original pureza. El será el Cristo prometido que comienza a cumplir así la promesa de Dios.

2.3 El plan salvador de Dios en el nuevo testamento.

En Jesús de Nazaret, el plan de Dios se hace carne; el pueblo se torna universal y su tierra las sendas del mundo. Jesús, el Cristo, trae consigo la voluntad del Padre que es la instauración de lo que él llama el “Reinado de Dios”, es decir, el proceso mediante el cual el ser humano será restituido en él a la unión plena con el Creador, de cuyo seno nunca tuvo que separarse. Pero al tener que realizarse en este mundo, el plan de Dios tiene que adaptarse a sus valores y leyes para poder ser así asumido por el ser humano sin imposiciones, respetando su libertad. Ha de ser por tanto un plan que respete los procesos humanos, que sepa crecer en el silencio de Nazaret, caminar por las sendas de Galilea, hablar en parábolas, sanar en la fe, perdonar en la misericordia de Dios, orar en la noche, celebrar en comunidad, entregarse en el Gólgota, enterrarse en lo más hondo de la tumba y resucitar en la Vida que transciende esta vida. Con su presencia, Cristo abre a todo el ser humano un camino nuevo que arranca en la historia del pueblo de Israel, pero llega hasta la eternidad, incluyendo a todos los pueblos de la tierra. El plan de Dios se hace camino, verdad y vida, mostrándonos así en su propia persona no sólo la senda a seguir, sino también las certidumbres con las que alumbrarnos y las experiencias con las que saciar nuestro espíritu.

2.4 El plan salvador de Dios en el actual testamento.

Este plan de Dios hecho carne no pertenece sólo al pasado; es un plan que transciende la historia y que por tanto es actualizado en todo lugar y en todo momento hasta su consumación. A cada uno de nosotros corresponde hacer memorial de él, encarnándolo en nuestro “hoy” de la misma manera que Dios se encarnó en nuestra historia. La memoria y realización de este plan por parte humana ha de ser por tanto una experiencia sagrada que únicamente tendrá valor desde la unión espiritual con Dios. Es la Palabra hecha carne de Dios la que nos reveló al Padre y su voluntad, pero también la que exhaló su Espíritu en la cruz y en pentecostés para que los discípulos al pié de la cruz y los orantes en el cenáculo fueran cubiertos con la sombra del mismo Espíritu que cubrió a María, haciendo de su vientre una nueva creación2. De la misma manera, los discípulos que recibimos ese mismo Espíritu mediante el bautismo y la confirmación, hemos de dar a luz a Dios en la historia, en cada una de nuestras historias concretas, pero también en la historia humana. Son precisamente estos sacramentos de iniciación (bautismo, confirmación y Eucaristía) el culmen y la fuente de todo el itinerario cristiano que nos lleva a la fe y nos hace madurar como creyentes, repitiendo en cada una de nuestras vidas y en la vida de la comunidad y del mismo mundo, la salvación de Dios. Cada uno de nosotros formamos parte del plan de salvación de Dios. Nuestras vidas no tendrían sentido si no fueran parte del icono trinitario de Dios, un icono que sólo se entiende como relación plena y comunión de vida. De esta manera la elaboración de un plan de pastoral parroquial transciende todo método y estrategia para situarse dentro de una verdadera y mística relación espiritual que nos une a Dios y su proyecto de vida. 2 Jn 19,30; Hc 2,1-5; Lc 1, 35

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3. Un patrón genérico de comunidad parroquial del siglo XXI

3.1 De Nazaret a Roma. De lo rural a lo urbano. Siguiendo la base bíblica (algo que me parece fundamental a la hora de actualizar el plan salvífico de Dios en nuestra historia), vamos a intentar configurar un patrón de parroquia virtual que se corresponda con el arquetipo de comunidad parroquial más frecuente en la actualidad, o al menos que comparta más similitudes con nuestras comunidades parroquiales. Una de las características de la globalización en la actualidad es el imparable proceso de tránsito de lo rural a lo urbano. El campo se tecnifica y se despuebla mientras que las ciudades son ámbito de nuevas oportunidades. Buscando un paralelismo en la Palabra de Dios que pueda iluminar este hecho, nos encontramos con que la aparición del evangelio acontece siguiendo este mismo patrón. Jesús, que nace y crece en un mundo rural, comienza su misión en ese mismo ámbito pero termina muriendo y resucitando en la gran Jerusalén, dejándonos su Espíritu que hace expandirse al nuevo pueblo de Dios por los cuatro puntos cardinales, asentándose en poblaciones urbanas y aún más, llegando a conquistar la ciudad eterna de aquella época. El momento que vivimos hoy es parecido y por ello mismo hemos de pensar este plan para una parroquia urbana formada por personas que tal vez no provienen de ese ámbito: gentes venidas del campo o descendientes de los mismos, trabajadores que por culpa de la movilidad laboral exigida por el sistema económico se ven obligados a desplazarse de su tierra natal para vivir en donde encuentran trabajo, sin contar con los inmigrantes o extranjeros residentes, una realidad que irá en aumento en los próximos años y que también forma parte de la globalización. Esta comunidad plural plantea nuevos retos, como el del desarraigo y la difícil cohesión social que acrecienta el individualismo, erosiona el sentido de pueblo, menoscaba el concepto de identidad o lo exacerba como reacción contraria.

3.2 Una pirámide demográfica invertida. Sobretodo en los países occidentales y desarrollados se trata de un grave problema que marcará la pastoral de los próximos 50 años. El número de ancianos es creciente; suele coincidir también que son la última generación nacida en la cristiandad y todavía poseedora de unos valores y tradiciones arraigadas, por lo que será no sólo miembros activos de la comunidad sino demandantes de servicio pastoral. El número creciente de mayores, así como la calidad de vida cada vez mayor, hará de esta parroquia virtual una parroquia habitada de experiencia y tal vez de nostalgia, con el peligro de absorber todas las fuerzas y debilitar la pastoral en otros ámbitos más misioneros, como el necesario contacto con las familias jóvenes, la juventud o la inmigración, sin contar con el problema de las desigualdades sociales y la pobreza. Por lo general los colectivos de mayores son colectivos integrados y con amplias relaciones sociales (cosa que no ocurre con las nuevas generaciones), si bien esto puede conllevar el peligro de convertir la parroquia en una especie de “centro de día” en donde otros colectivos no se sientan representados. Por otro lado, está claro que se hará indispensable para la evangelización una

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pastoral de enfermos más activa y una pastoral de acompañamiento en los procesos de terminales y de duelo mucho más humana y cercana, que huya de la funcionalidad con la que ahora muchas veces se realiza.

3.3 La sociedad de las prisas y el tiempo libre. Mientras que las generaciones jóvenes y adultas están cada vez más ocupadas y con una agenda estresante, como ya hemos indicado los jubilados y profesionales liberales gozarán de una mayor libertad para emplear su tiempo, siendo la parroquia uno de los ámbitos donde poder emplearlo, no como un centro de tiempo libre más, sino como servicio a la Iglesia y al mundo. Comprobamos cada vez con más evidencia que hasta los niños tienen una vida realmente sobrecargada, entre la escuela y las actividades extra escolares. El acceso de la mujer al mundo laboral y los trabajos precarios está haciendo que los trabajadores tengan cada vez menos tiempo para sí mismos, y en el caso de tenerlo, que el cansancio sea tal que anímicamente no se encuentre la disposición para dedicar tiempo a la comunidad, especialmente si el nivel de formación o compromiso todavía no es muy fuerte. Por otro lado hemos de tener en cuenta la ingente cantidad de ofertas con que las parroquias han de “competir” hoy. En este sentido, una mirada realista nos obliga a tener que trabajar con colectivos jóvenes cada vez menos significativos y motivados, a la vez que con colectivos de mayores cada vez más numerosos y motivados. El lugar geográfico de la parroquia determinará también el nivel social de los cristianos. En este sentido nuestra parroquia virtual podría establecerse en el ámbito de un barrio obrero de clase media-baja.

3.4 Otras características de la sociedad globalizada. Muchos y muy variados son los aspectos que podemos introducir en este ámbito, pero como se trata de una parroquia virtual señalaré los siguientes basándome en mi propia experiencia personal: El individualismo creciente, el debilitamiento progresivo de los lazos familiares (el problema creciente del divorcio y sus consecuencias), la falta de cultura y de una educación sólida que hace que muchas personas no tengan criterios propios y mantengan un pensamiento muy superficial; el creciente aumento de trastornos emocionales y de diversas patologías psicológicas, la tecnificación y el influjo de internet en las relaciones sociales, la inseguridad laboral, las desigualdades sociales, la integración multicultural, la aparición de nuevas espiritualidades y religiones, el laicismo agresivo o la indiferencia hacia lo religioso, la sostenibilidad económica de los centros cristianos (incluida la parroquia), el inmovilismo y el miedo hacia un mundo cada vez más hostil, la aparición de nuevos movimientos que fragmentan la comunidad parroquial, el enrarecimiento de las relaciones humanas por luchas intestinales, la falta de líderes bien formados y de verdaderos maestros en la fe, el funcionariado y carrerismo del clero, sobretodo del clero joven, los escándalos que restan credibilidad a la Iglesia, el desánimo el pesimismo enquistado…

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3.5 ¿Dónde están los últimos? Es una pregunta que abre puertas y ventanas a toda comunidad parroquial, que pone en su justo lugar problemas que podrían parecer más grandes y que nos ayuda a vivir de una forma más evangélica nuestra fe. En cada comunidad parroquial habría que responder a esta pregunta mediante un adecuado análisis de la realidad desde todos los ámbitos, no sólo el económico, pues hay muchos tipos de pobrezas y de marginación. Una vez detectados los últimos, los nuevos leprosos, viudas, niños, mujeres, publicanos…, se trataría de mirarlos como los mira Jesús y ponernos en camino hacia su encuentro para que ellos nos evangelicen, transformando nuestra comunidad parroquia de una Iglesia autorreferencial a una Iglesia en salida y samaritana. Por citar algunas de la realidades últimas que nos podremos encontrar en nuestra parroquia virtual citaré a: Los parados y sus familias, sobretodo a los que han perdido o pueden perder su vivienda, los inmigrantes sin recursos, las comunidades minoritarias (gitanos), los enfermos, los ancianos que viven solos o no tienen familia, los hijos de los divorciados, las mujeres maltratadas y sus hijos, los enfermos psíquicos o discapacitados… Evitando por todos los medios una pastoral asistencialista (salvo en casos extremos) se ha de hacer de estos colectivos el centro de la comunidad parroquial, los pesebres, cenáculos y cruces en donde encontrarse con el crucificado-resucitado para que ellos purifiquen y autentifiquen nuestra comunidad.

3.6 La humanidad peregrina. Una Iglesia en camino. Creer es peregrinar. Esta es la experiencia fundante de nuestra fe. El primero en experimentarla y por tanto el padre de todos los creyentes es Abraham3, quien tuvo que ponerse en camino abandonado la seguridad de su aldea. Esta fue la experiencia de Moisés y de todos los grandes creyentes del primer testamento. Fue también la experiencia de Jesús, de sus discípulos y de todos los santos que jalonan nuestra historia. Esta ha de ser también nuestra experiencia comunitaria como nuevo pueblo de Dios. La imagen de iglesia de cemento o ladrillo ha de ser sustituida por la imagen de Iglesia comunidad, hospital de campaña, peregrina y nómada. No es lo mismo guardar un templo que custodiar el templo del ser humano. Un templo no se mueve de sitio, pero el ser humano está siempre en camino. Esta es la base de los cambios necesarios en la Iglesia, no es el esnobismo ni la moda pasajera. Cambiamos y nos transformamos porque el hombre está en camino, evoluciona y cambia, unas veces para bien y otras para mal. Junto a él siempre está el Espíritu de Dios y por ello siempre debe estar la comunidad eclesial. Pensamos por tanto en una comunidad parroquial situada en un barrio obrero forjado en el aluvión de los años cincuenta o sesenta del siglo pasado, o tal vez en una comunidad más antigua pero transformada en aquellos años a la luz del concilio Vaticano II. Tal vez sea una Iglesia un tanto desorientada o desconcertada ante el vértigo de los cambios sociales, pero que todavía conserva unas pocas tradiciones a las que aferrarse, no como clavo ardiente sino como plataforma para salir al encuentro del hombre (cofradías, fiestas patronales, bendiciones de locales privados o público, cierto acceso a colegios…etc). 3 Gén 12,1

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3.7 Una comunidad parroquial hermana Para terminar este apartado me gustaría proponer un viejo sueño y una necesidad pastoral que he ido viviendo con cierta tristeza al observar como algunas parroquias pequeñas (muchas de ellas en pequeñas poblaciones) se han ido apagando poco a poco mientras que otras situadas en grandes poblaciones han ido creciendo al margen del deterioro de sus hermanas mayores. El drama es todavía más cruel si pensamos que muchos de los miembros que han recalado en parroquias más jóvenes proceden de parroquias rurales o pequeñas en clara decadencia, muchas de ellas tras siglos de historia y con un rico patrimonio histórico y cultural. Mi sueño es el hermanamiento entre parroquias, el mecenazgo o patronazgo entre comunidades parroquiales que ponga en contacto lo urbano con su origen rural. Pongo para ello el ejemplo bíblico de María, quien aún estando embarazada no duda en salir en ayuda de Isabel4. También está la experiencia pascual, que se remite a Galilea a donde han de regresar los discípulos tras recalar en Jerusalén para volver a encontrarse con Jesús, esta vez resucitado y reiniciar así una nueva andadura5. Esta relación entre la Iglesia “joven” y urbana y la Iglesia “vieja” y rural permitirá a toda a la Iglesia no perder los vínculos con la naturaleza, donde el ritmo es más humano y las relaciones más cálidas. Puede ser una dimensión más de la Iglesia en salida que evite convertir la parroquia en un centro o club social, favoreciendo las convivencias en un hábitat diferente (tal vez sin cobertura de móviles), el acceso a las estrellas que la ciudad secuestra y sobretodo el amor por las raíces de la fe. Al mismo tiempo este apoyo de lo urbano a lo rural será como una ventana para los pueblos pequeños y ayudará a los jóvenes de dichas comunidades a sentirse unidos a toda la Iglesia universal. Este intercambio es sin duda un ejercicio maravilloso de comunión eclesial. De no existir habría que favorecerlo.

4. Una mirada al plan de Jesús de Nazaret y aplicación concreta a la pastoral.

4.1 El método de Jesús de Nazaret: Agua, luz y vida. Para elaborar un plan pastoral en cualquier parroquia lo primero que hay que pensar es en ponernos bajo la guía del Espíritu. Ese Espíritu lo hemos recibido de Jesús y por tanto debe de ser en la persona de Jesús en la que busquemos la inspiración que nos ilumine en nuestra tarea. No se trata por tanto de hacer “nuestro” plan, sino de pensar que el verdadero plan, como ya hemos señalado antes, es de Dios. La misión no es nuestra; nosotros somos convocados a participar de esa misión, pero la misión nos transciende. El plan que actualice en un contexto histórico determinado esa misión, será puesto en nuestras manos y de alguna manera dependerá de nosotros, pero siempre teniendo en cuenta que no nos pertenece.

4 Lc 1, 39-56 5 Mt 28,10 y Mc 16,7

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Mirando a Jesús de Nazaret descubrimos esta misma dinámica. El siempre estaba en búsqueda de la voluntad del Padre, no pensaba en lo que quería hacer, sino en lo que el Padre le pedía. Nosotros, como sus “discípulos misioneros”6, hemos de estar muy pendientes de lo que hizo y de cómo lo hizo, para a través de su Espíritu traducir esa acción en un “aquí y ahora” determinado. Es esa parte, y no todo el plan, lo que depende de nosotros. Por otro lado, este plan no puede ser un patrón fijo ni una plantilla que vamos aplicando acá y allá indiscriminadamente como suelen hacer algunos movimientos eclesiales, sin importarles la realidad, imponiendo su propia experiencia personal como si fuera el único color o la única forma posible dentro de la variadísima vidriera que es la Iglesia y el mundo. Más que una plantilla, se trata de un camino maleable y flexible que se adapta a cada persona y a cada circunstancia como lo hacía Jesús de Nazaret. Basta fijarnos en algunos pasajes evangélicos para descubrir la forma de actuar de Jesús, bien con la mujer samaritana a la que conduce a la fuente de agua viva que calmara su sed, con el ciego de nacimiento al que lleva a la luz o con su amigo Lázaro a quien saca de tumba liberándole para una vida nueva7. De la misma forma actuaron sus discípulos tras la eclosión de la pascua, bien haciéndose compañeros de camino de un alto funcionario etíope o buscando elementos comunes en el areópago de Atenas 8 . Todos estos relatos neotestamentarios (algunos de los cuales configuraron los escrutinios en la iniciación cristiana de los primeros siglos y los siguen configurando hoy), no son más que el modelo de los itinerarios hacia la fe que hoy podemos definir de una forma más prosaica como “planes pastorales”. El lenguaje ha cambiado, pero conviene no perder el fondo de su significado para evitar caer en la tentación del tecnicismo o la mera gestión profesional de lo que son verdaderos caminos transformadores y liberadores de la vida. Pero si hay un modelo especial que define de manera maravillosa la base de todo plan pastoral, el modelo sobre el que estoy asentando la concreción de este trabajo y que ha representado el modelo sobre el que he venido desplegando mi esfuerzo misionero y pastoral, ha sido la experiencia de los discípulos de Emaús9

4.2 Los discípulos de Emaús: De la vida a la Eucaristía. De la Eucaristía a la vida.

Una exégesis detallada de este fantástico relato de Lucas nos hace descubrir la imbricación maravillosa que existe entre el camino que lleva a la fe y la liturgia eucarística que catapulta esa fe de nuevo a la vida. No tratamos de hacer en este trabajo una exégesis completa, pues no es nuestro ámbito, pero buscaremos lograr una hermenéutica del texto amplia que nos ayude a entender la base sobre la que luego asentaré más concretamente el plan pastoral. Veamos primeramente las etapas que el relato nos presenta para luego ponerlas en relación con las dos dimensiones de la fe que bajo mi punto de vista sintetizan la experiencia nuclear del encuentro con Jesucristo

6 EG 119-121 7 Jn 4, 1-30; Mc 10, 46-52; Jn 11,1-45 8 Hc 8, 26-39; 17,22-24 9 Lc 24, 13-25

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resucitado, que está en el horizonte del plan pastoral: el itinerario vital de la fe y la Eucaristía como culmen y fuente de ese itinerario. Me voy a permitir observar, antes de adentrarme en el texto, indicar la arquitectura simétrica con la que Lucas elabora el relato y que, bajo mi punto de vista, no es casual: las etapas están conectadas de forma inversa de tal manera que la primera y la última, la segunda y la penúltima y la tercera y antepenúltima son dos momentos diferentes de una misma vida marcada por un punto de inflexión que condiciona todo el proceso: la etapa cuarta, que es el momento en el que Jesús convierte su misión paciente de acompañamiento y escucha en una dinámica más activa de enseñanza y relación cada vez más cálida… El texto no tiene desperdicio: Etapa 1. La huida de Jerusalén a Emaús: Representa la huida del fracaso y del

dolor, la no aceptación de la muerte. Es un camino que curiosamente se hace en compañía (son dos), en búsqueda de una pequeña seguridad, de un pequeño consuelo, pues Emaús no era más que una aldea. Esta etapa representa a tantas personas que huyen de sus fracasos cargando con sus miedos. Es importante que no lo hagan solos y para ello tal vez sea bueno como primer paso misionero, hacer que el que accede a la parroquia en búsqueda, reciba como primera respuesta la introducción de otras personas en su misma situación, para que descubra que sus dudas y miedos no son sólo suyos y que hay personas en su misma situación.

Etapa 2. El encuentro con Jesús: Jesús aparece por detrás, no de forma

espectacular saltándose el proceso pedagógico ni dándole ya mascada la comida anunciando de forma brusca que es él… No. Lo hace iniciando el camino desde atrás, saliendo a su encuentro y caminando a su ritmo, respetando su dolor, compartiendo el camino. Esta etapa correspondería también a un momento misionero en el que la parroquia aprende a caminar con las personas, respetando sus circunstancias, adaptándose a su ritmo sin querer ejercer de maestra, sino haciéndose compañera.

Etapa 3. El desahogo: los discípulos de Emaús se encuentran con alguien que

pregunta, no que responde a preguntas que no se han formulado, (como en el caso de la samaritana que se encuentra con alguien cuya primera palabra es una petición). Surge así espontáneamente el desahogo, el vaciado de todas las dudas, miedos y frustraciones en esa persona capaz de abrir sus oídos y escuchar sin prisa, tratando de comprender con empatía. Este es el momento, también de misión, en el que la parroquia se abre, sin juicio, a las palabras de los que buscan desahogarse, de aquellos que necesitan ser escuchados antes que enseñados, como el paciente que busca además de la medicina que lo cure, a un médico que entienda su dolor y sufrimiento.

Etapa 4. El punto de inflexión: Es el momento clave, el más difícil porque

supone echar mano de la sabiduría divina para que nos indique el momento y la palabra oportuna, ese momento en el que el silencio que tanto dice, pide a gritos una palabra que desgarre el dolor y el miedo. Jesús lo hace incluso con palabras duras: “¡Qué torpes y necios sois para entender…!”. Este momento exige un gran discernimiento durante los procesos de iniciación en la fe de nuestras parroquias, porque supone la llave que nos hace pasar de la etapa

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misionera a la catecumenal, como veremos luego en la explicitación del plan. Es un punto delicado en el conviene pensar y rezar mucho para que sea el Espíritu el que nos indique el momento y la palabra adecuada para iniciar nuestro turno.

Etapa 5. La enseñanza: Sólo cuando se ha vaciado el corazón se abre de verdad

el corazón. Jesús aprovecha este momento para hacer todo un recorrido por la historia de la salvación, “empezando por Moisés…”10 Se trata de un recorrido catequético, una interpretación vivencial que devuelve a la vida una Palabra que para ellos estaba muerta, una Palabra sacada de su misma tradición religiosa y de su misma experiencia. Se trata también un proceso pedagógico que transcurre al ritmo de cada paso, es decir, que requiere un itinerario hasta llegar al punto culmen, que es el mismo Jesucristo. Este momento coincidiría con los diferentes procesos catecumenales a través de los cuales tratamos de introducir a los creyentes en el misterio de la fe, hasta llevarles al encuentro con el Señor, un encuentro que ya está desde el principio (pues es él quien lo realiza) pero del que todavía no se tenía consciencia.

Etapa 6. La invitación a la fracción del pan y la iluminación: Son los discípulos y

no el Señor los que realizan la invitación con esa frase tan cálida como repleta de deseos: “Quédate con nosotros porque el día va de caída”. Ese día que cae es también un símbolo, el símbolo de un tiempo que desaparece para dar paso a otro nuevo. Todavía no tienen los ojos abiertos a la luz, pero algo en su interior les hace querer seguir junto a aquel compañero de camino al que ahora se reclama amistad al pedirle compartir la mesa. Y será en ese contexto de cena en el que al ver cómo se parte el pan, reconocerán en ese gesto, tantas veces repetido, las manos y la presencia del Señor resucitado. En los itinerarios de fe de nuestros programas pastorales este es el tiempo de la liturgia vivida no como una imposición, ni tan siquiera como una ceremonia previamente programada o preparada como si de un espectáculo se tratara. Es el momento de la fraternidad, del compartir, la cúspide de la iniciación donde Bautismo, Confirmación y sobretodo Eucaristía se hacen un único misterio que ilumina de repente todo nuestro pasado y todo nuestro futuro en un instante.

Etapa 7. El regreso a Jerusalén: En el instante en que Jesús es reconocido

como el Señor, su presencia física se hace innecesaria porque será una presencia que traspasa la historia y transciende toda experiencia. El seguirá ahí, a través de su Espíritu, en el corazón de unos discípulos que dejan de huir para convertirse en misioneros y regresar a Jerusalén, el lugar de la cruz y de la muerte, el lugar del fracaso y del dolor, con un nuevo mensaje de vida, transformados por la presencia del Señor resucitado. Es el culmen de nuestros planes pastorales. La transformación de los hombres y mujeres concretos en testigos del Dios vivo, en personas capaces de llamar a la Eucaristía “misa”, es decir, envío, y por tanto de no convertir la parroquia en un refugio, llevando cada uno hasta su “Jerusalén” particular la presencia viva y la alegría del evangelio.

10 Lc 24,27

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¿No se encuentran acaso estos siete momentos reflejados en la misma celebración de la Eucaristía, culmen y centro de nuestra vida? En los esquemas 1 y 2 adjuntos al final de este trabajo, se puede visualizar tanto al proceso catecumenal descrito anteriormente como la relación que existe con la liturgia de la misa.

4.3 Las etapas del itinerario de la fe: misión, catequesis y pastoral.

Siguiendo el modelo tradicional dividiremos la acciones pastorales en la parroquia en tres ámbitos que pedagógicamente pueden corresponder también a tres etapas del itinerario de la fe: la misión, la catequesis y la pastoral.

A. La etapa misionera. Es el inicio de toda actividad pastoral y supone un proceso de encarnación en la realidad que se tiene delante. No iniciar la pastoral por este ámbito es construir sobre arena y en muchos casos suponer una fe que, o bien no se tiene o es tan débil que será incapaz de entender cualquier tipo de actividad eclesial, teniendo incluso las mejores iniciativas pastorales consecuencias adversas. Aquí nos encontramos con el problema del lenguaje y de la cultura en general. Por eso es tan importante tener presente el momento oportuno en el que salir al paso de los hombres y mujeres sin pretender asaltarles en su camino, sino como Jesús hizo con los discípulos de Emaús. Es un tiempo de Nazaret y silencio, de empatía y de escucha que progresivamente se irá abriendo camino en el corazón del otro hasta poder anunciarle el kerigma, para dar sentido a todo aquello que ha volcado en nosotros, ordenar sus sentimientos, reinterpretar su historia e invitar a continuar caminando, esta vez escuchando nuestro mensaje. Este periodo tendrá los siguientes momentos: A.1 La misión: No tiene porqué desarrollarse dentro del ámbito parroquial.

Habrá actividades misioneras que se desarrollen dentro la parroquia (fiestas, teatros, competiciones deportivas o culturales…) y otras en las que los cristianos se integran como unos ciudadanos más. Durante esos encuentros por los caminos de la vida el creyente ha de buscar la ocasión, con delicadeza y sin proselitismo, de hacerse el encontradizo para acompañar y escuchar. En muchos casos esta etapa supondrá un largo periodo (incluso de toda la vida), pero en sí misma es un momento espiritual del que hay que tomar conciencia.

A.2 El anuncio kerigmático: Llegado el momento, y como hemos dicho sin

forzar la situación ni actitudes proselitistas, no hay que sentir pudor a la hora de compartir la propia experiencia de fe. No se tratará de enseñar, pues aquí el único maestro es el Padre, ni tan siquiera Jesús quiso que se le llamara así. Por tanto no se trata de “dirigir”, sino de acompañar y de encontrar las palabras oportunas para, siempre a través de nuestra experiencia vital (pues no convencen las ideas sino las emociones), tender la mano a la posibilidad de otra forma de entender las cosas y la vida, a abrir el oído sin prejuicios invitando a actividades parroquiales que puedan ser comprensibles para esa persona en concreto. Habrá que evitar por tanto provocar un impacto tan grande en una persona no habituada a nuestras reuniones o grupos que se le provoque la reacción contraria. Aquí

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es necesaria toda una sicología y pedagogía y por ello no todos los cristianos podrán están cualificados para este ministerio, el cual como veremos luego necesitará un oportuno discernimiento.

A.3 El aspirantazgo o la precatequesis: Una vez tocado el corazón, será el

tiempo de iniciar un proceso concreto, que bien podría ser un periodo de iniciación básico o de precatequesis. En realidad estaremos ya entrando en el siguiente ámbito, pues evidentemente estas etapas o ámbitos no son en absoluto compartimentos estancos; están interrelacionados unos con otros de tal manera que es posible que puedan darse incluso al unísono.

B. La etapa catecumenal.

Un catecumenado es un proceso de iniciación en la fe que ha de tener un inicio y un final que está siempre ligado a la práctica sacramental en donde se vive y experimenta el misterio salvífico de Dios. Que los procesos de educación en la fe tengan un dinámica catecumenal no quiere decir que toda formación cristiana tenga que ser catequesis. Una prueba de ello la vemos en el hartazgo que muchos niños y jóvenes tienen en sus catequesis de comunión o confirmación, que se convierten a veces en procesos interminables en los que incluso hay que “fichar” para tener completa la hoja de asistencia. Un catecumenado es una preparación concreta y en realidad no tiene que durar mucho. Otra cosas serán los procesos de formación y maduración en la fe, de los que hablaremos más tarde y que deben de estar armónicamente ligados con el catecumenado, pero que por pedagogía y metodología deben ser diferentes. Esta etapa catecumenal tendrá por tanto dos momentos: B.1 El catecumenado: Ha de ser un proceso de formación en la fe adaptado a la

edad y circunstancia del catecúmeno (catequesis infantil, juvenil y de adultos) que tiene como objetivo la formación básica en la fe desde dos ámbitos: el doctrinal, pero sobretodo el experiencial. En este sentido se ha de tener sumo cuidado en que durante el catecumenado se impartan los cimientos de la fe cristiana condensados en el credo, así como la preparación espiritual y moral necesaria para llevar una vida cristiana digna. Los contenidos de la fe han de tocar todos los grandes temas del credo de forma orgánica y pedagógicamente adaptada: Dios, la Iglesia, la oración y los sacramentos y la moral personal y social. El catecumenado reviste una especial importancia en cuanto proceso de iniciación cristiana que culmina con los sacramentos del Bautismo, la Confirmación y la primera Eucaristía. Además de estos tres sacramentos se ha de tener una adecuada catequesis a la hora de preparar al sacramento del matrimonio y en el bautismo de niños, sobretodo cuando se trata del primer hijo. En este sentido la pastoral familiar ha de caminar de la mano de la pastoral catequética o la comisión parroquial de formación en la fe. No se ha de confundir el catecumenado con determinadas catequesis puntuales que puedan servir para renovar o profundizar en algunos aspectos dentro de la formación permanente en la fe.

B.2. La celebración sacramental: como ya hemos indicado, los sacramentos del

Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía son el culmen y a la vez la fuente del catecumenado y de toda la vida cristiana. Especialmente la Eucaristía dominical ha de ser cuidada y celebrada de forma adecuada, pues toda liturgia es de alguna manera una catequesis en donde se condesa lo vivido y aprendido y se descubre desde otro ámbito (el simbólico y emocional)

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otras dimensiones del Misterio que se vive. En este sentido no se debe considerar los sacramentos, y mucho menos la Eucaristía, como una especie de ritos reservados a los ya iniciados, sino que han de ser lo suficientemente sencillos y a la vez profundos como para que puedan ser saboreados por todo el mundo. No cabe duda que la liturgia es también un lugar teológico de evangelización y formación en la fe, aunque no sean estos directamente sus objetivos. La estética y la bondad bien hilvanadas también llegan al corazón del hombre.

C. La etapa pastoral.

La etapa pastoral se refiere al momento vital de una persona iniciada en la fe, que tras la recepción de los sacramentos de iniciación (o aún habiendo recibido sólo el bautismo en el caso de los niños), ejercen dentro o fuera de la Iglesia, y según los carismas que han recibido, un ministerio que les convierte en testigos de la fe. Pastor es el que cuida, apacienta y guía al rebaño, siendo un ejemplo visual que ya desde el antiguo testamento es usado para aquellos que han recibido alguna responsabilidad en el cuidado del pueblo de Dios. De esta figura alegórica deriva la palabra “pastoral”, que es aplicable a todo cristiano y a todos los ámbitos eclesiales que, como veremos posteriormente, se sintetizan en cuatro: el testimonio, la liturgia, el servicio y la caridad. Es conveniente que tras la iniciación cristiana se tenga un periodo de mistagogia en el que profundizar en los misterios celebrados e ir descubriendo poco a poco tanto los carismas recibidos del Espíritu como los servicios a través de los cuales la parroquia ejerce su misión. Conviene por tanto que haya un discernimiento personal y grupal en donde el presbítero tenga un papel relevante a la hora de comprender qué cualidades y dones han sido puestos por Dios en cada uno de nosotros de manera que podamos ponerlos al servicio de los demás. Esa puesta en servicio es lo que se denomina “ministerios”. Por tanto la diferencia entre carismas y ministerios debe quedar clara a todo cristiano. El carisma se recibe de Dios a través del Espíritu santo, es algo que no se elige, un don, una cualidad que se ha de poner al servicio de los demás. El ministerio es un trabajo o función que la Iglesia nos encomienda y que tampoco debe ser realizada de “motu propio”. Evidentemente uno mismo puedo ofrecerse, pero siempre tratando de evitar que la comunidad parroquial se convierta en un grupo de francotiradores. Haremos a continuación una lista de servicios pastorales con los correspondientes ministerios que consideramos necesarios para la comunidad parroquial virtual a la que nos estamos refiriendo. Evidentemente esta división es susceptible de modificaciones o cambios según las circunstancias pastorales, cosa que debería ser recogida de alguna manera en los estatutos del consejo parroquial para evitar malos entendidos. Proponemos teóricamente los siguiente ámbitos pastorales y sus correspondientes ministerios:

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PASTORAL

MINISTERIOS

Equipos

FUNCIÓN

Liturgia

Ministros de la Palabra Ministros de la Eucaristía

Sacristía + Acólitos + Decoración Coro y salmistas + Músicos

Equipo de acogida

Ad intra

Juventud

Equipo de padres

Equipo de monitores

Ad intra

Educación y formación en la fe.

Equipo de catequistas

Equipo de padres Equipo de educadores

Ad intra

Caridad.

Equipo de misiones + Equipo de Cáritas

Equipo de ecología

Ad extra

Familiar.

Matrimonios monitores prebautismal

Matrimonios monitores prematrimonial Agente de mayores

Ad intra Ad extra

Mantenimiento y obras

Jardinería + Mantenimiento + Limpieza Junta de obras + Junta de cementerio

Ad intra

Economía

Equipo económico

Ad intra

Gestión y administración

Equipo de secretaría y oficina

Ad intra

Salud

Equipo de visitadores de enfermos

Ad intra

Comunicación.

Equipo de Web y redes sociales Revista parroquial + Biblioteca

Ad intra Ad extra

Evangelización

Equipo de actividades sociales “Departamento de inventos”

Ad extra

Ecumenismo

Equipo de enlace con otras Iglesias

Ad extra

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5. Primer paso: Partir de la realidad. Una vez realizado esta tan largo pero necesario proceso de cimentación de nuestro proyecto pastoral, es hora de empezar a construir hacia arriba, desde los cimientos, poco a poco. Para ello es indispensable partir de la realidad con la que nos encontramos y contar desde el principio no sólo con la opinión, sino también con el compromiso y la corresponsabilidad de todos los fieles. En este sentido cuento con la previa existencia de un consejo pastoral con sus estatutos. De no ser así la primera acción sería iniciar los trámites para lograrlo. Sólo el trabajo compartido será un trabajo apreciado. Es preferible dejar cosas sin hacer antes que hacerlas bien únicamente por una persona, pues será algo no valorado por la comunidad y en muchos casos un obstáculo, incluso aunque se haga sin maldad. Una persona carismática puede hacer muy bien las cosas, pero con su habilidad puede deslumbrar a los demás e impedir el crecimiento y el desarrollo de los hermanos. Se trata de iluminar sin deslumbrar. En la parroquia no queremos santos en los altares, ni “estrellas invitadas”, sino personas humildes que ponen lo que tienen al servicio de los demás. Para que esto no se quede en mera teoría, sería conveniente la realización de una encuesta, que tendría que llegar al máximo de cristianos posible, como paso previo a la elaboración del plan pastoral concreto. Obsérvese que estamos dando el primer paso del método de la revisión de vida aplicado a la pastoral parroquial. Sin una visión adecuada de la misma estaremos errando en los métodos, por lo que hay que saber “perder” el tiempo en este análisis. Personalmente siempre he dedicado el primera año de mi servicio en cualquier comunidad parroquial, siguiendo el método y el esquema del párroco anterior, pues en casi ninguna parroquia he logrado encontrar un plan pastoral hecho y asumido por la comunidad. Este periodo es básico para ir conociendo la problemática interna de la vida comunitaria que a veces no sale en las encuestas. Por otro lado, este mirar la realidad es ya parte del plan pastoral, pues se trata de mirar con ojos de fe, no de una manera meramente científica. Desde luego puede ser útil manejar el censo o las estadísticas municipales, elaborar análisis demográficos y demás estudios, pero lo que más llena el corazón es pasear por las calles del barrio, comprar en sus tiendas, comer en sus bares o restaurantes, saludar a los cristianos y dejarse invitar por las familias. Es fundamental que el párroco viva en el barrio, que se le vea físicamente por el barrio y que sea fácilmente accesible.

5.1 Encuesta. Hay muchas formas de hacer una encuesta y a juicio del consejo pastoral estará el realizarlo de una forma o de otra. En cualquier caso, antes de presentar un proyecto pastoral concreto sería bueno recabar la opinión del mayor número de cristianos. En la mayoría de parroquias donde he trabajado en Japón, hay un comité no oficial de hombres mayores con los cuales se suele consultar de manera informal cuando hay dificultades en la parroquia. Su voz no es vinculante, pero siempre ofrecen consejos y puntos de vista que abren nuevos caminos y serenan a aquellos que tienen que tomar la responsabilidad de las decisiones.

5.2 Presentación del plan pastoral y aprobación del mismo. Una vez concluido el estudio y elaborado un borrador del plan pastoral se ha de presentar a la comunidad para su aprobación, a ser posible no

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únicamente en el consejo pastoral, sino en una asamblea general en la que se procurará responder a todas las preguntas y tener en cuenta todas las opiniones. Los cristianos tienen el derecho a ser escuchados y valorados en sus puntos de vista. Este ejercicio implicará a toda la comunidad en la redacción final y en la formación de las diferentes comisiones, grupos y equipos pastorales creando un ambiente de alegre colaboración.

6. Segundo Paso: objetivo y criterios de la planificación. Es evidente que para la elaboración de un plan pastoral hay que tener en cuenta unos criterios sobre los que fundarlo. Estos criterios tendrán que venir dados por la encuesta realizada o por las conclusiones del tiempo dedicado al “ver”, y ser ratificados de alguna manera por el mayor número posible de la comunidad. Veremos a continuación algunos apartados en donde trataré de establecer los criterios que a mi juicio pueden ser útiles para la elaboración del proyecto pastoral.

6.1 Sentido y fin de la Iglesia.

a) Criterio de evangelización. La Iglesia existe para evangelizar11; por ello en lo primero que tendríamos que pensar como miembros de una comunidad parroquial es la manera de compartir la alegría que experimentamos como cristianos con otras personas que todavía no la han descubierto. Todas las actividades de la parroquia deberían tener como horizonte la evangelización.

b) Criterio de la unidad. Jesús oró diciendo: “Que todos sean uno para que el mundo crea”12. También el criterio de unidad tiene como objetivo despertar la fe en el mundo. Pero la unidad no es una estrategia pastoral, sino una realidad sacramental que visibiliza la esencia trinitaria de Dios. La parroquia ha de caminar unida y realizar todo el esfuerzo posible para superar las divisiones y los problemas de relaciones humanas. Las actividades parroquiales también deben ir encaminadas a afianzar la unidad, repudiando aquellas que siembren división o creen cuñas que rompan la unidad.

6.2 Diócesis, vicaría, arciprestazgo y parroquia. Ninguna parroquia actúa sola. La Iglesia católica se hace presente en diferentes regiones y territorios como Iglesia local. La Iglesia local también recibe el nombre de diócesis y como diócesis establece comunidades parroquiales que no son parte de la Iglesia, sino la misma Iglesia en esa ciudad, pueblo o barriada. Por tanto es muy importante tomar conciencia de que la andadura de nuestra parroquia virtual está estrechamente relacionada con la Iglesia diocesana a la que pertenece, especialmente con su obispo y con los planes pastorales que estén en vigor en ese momento. Dichos planes se han de conocer suficientemente y han de servir de referente básico para la elaboración de los planes parroquiales. 11 Evangelii Nuntiandi 14 12 Jn 17,21

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Por otro lado, existen otros estamentos (la mayoría de carácter geográfico) a través de los cuales vivimos la catolicidad. En unas diócesis serán zonas, en otras vicarías episcopales con sus respectivos arciprestazgos. Esta división por áreas nos ayuda a llevar una pastoral de conjunto y a vivir la comunión fuera del a veces estrecho margen parroquial. Una parroquia abierta ha de estar también abierta a las comunidades parroquiales hermanas. Sobretodo se fomentará el trabajo en equipo, no sólo de los presbíteros, sino de los mismos agentes de pastoral, colaborando, programando hasta donde se pueda y compartiendo los criterios para caminar todos en la misma dirección y no ser motivo en la sociedad de discrepancias o desunión.

6.3 La comunidad que Dios nos pide llegar a ser. Lista de sueños. Al margen de los proyectos pastorales diocesanos, en estos momentos tenemos una maravillosa guía o marco programático de reforma eclesial que nos puede ser de muchísima ayuda para encontrar la inspiración de cara a construir la parroquia del siglo XXI. Me estoy refiriendo a la exhortación apostólica del papa Francisco Evangelii Gaudium, que tanta expectación a despertado en la Iglesia y en la sociedad, siendo un momento estupendo para retomar la senda del concilio Vaticano II y seguir desplegando el aroma de renovación que nos lleve a poner las bases para la instauración del Reino de Dios. Me atrevo a soñar como lo hace el papa proponiendo las siguientes sugerencias para aplicarlas concretamente en nuestra parroquia:

v Una Parroquia que es espacio de oración y fraternidad para que sea fácil el encuentro con la persona de Jesús de Nazaret.

v Una parroquia abierta que no se mira a sí misma, sino que está pendiente de los problemas de las personas que sufren, sobretodo de los más pobres y excluidos.

v Una parroquia que no teme poner sus posesiones y locales al servicio de las necesidades de los más desfavorecidos, no sólo con obras asistenciales, sino sobretodo con proyectos de acogida y dignificación de las personas, donde los más desfavorecidos tengan un nombre que todos conocen, colaboren como uno más y se sientan parte de la gran familia de Dios.

v Una parroquia que cuida y mima la liturgia y que a través de ella hace presente el Misterio de Dios.

v Una parroquia con procesos de formación en la fe serios y bien organizados, que evita caer en la sacramentalización y en la obsesión por la cantidad.

v Una parroquia que no tiene horario de oficina, que está siempre abierta y con alguien sonriente en la ventana o despacho de acogida.

v Una parroquia donde el sacerdote es pastor y guía de la comunidad, pero no roba otros ministerios a los laicos, promueve la corresponsabilidad y se dedica con ahínco a servir al pueblo de Dios como madre y padre de todos.

v Una parroquia que es comunidad de comunidades, que se abre a las congregaciones religiosas que en ella trabajan u otros grupos, buscando siempre cauces de colaboración y comunión.

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6.4 Los cuatro ámbitos pastorales. Finalmente y como marco de referencia de todos los grupos, comisiones y equipos, trataré de encuadrar en los cuatro ámbitos pastorales clásicos todas las actividades parroquiales para encontrar así una armonía pastoral y evitar que la misión parroquial se desequilibre por la ausencia de alguno de sus ámbitos fundamentales o bien por el excesivo protagonismo de otros. Como hemos indicado antes, no se trata de ámbitos estancos que se dan de forma independiente, sino que están profundamente interrelacionados unos con otros, de tal manera que la mayoría de grupos, comisiones o equipos parroquiales se puedan vincular con dos o más ámbitos a la vez. Por poner el ejemplo que hemos visto antes, una celebración litúrgica estaría básicamente dentro del ámbito litúrgico, pero también está formado por ministros que sirven en la celebración y desde la óptica de un testimonio que trata de llegar a posibles asistentes no cristianos al mismo. Cuatro son los ámbitos donde se enmarca la actividad pastoral de la Iglesia:

a) El testimonio (μαρτυρια) Dentro de este ámbito incluiríamos aquellas actividades encaminadas a testimoniar la fe en la sociedad. Al mismo tiempo, la catequesis también puede ser considerada como testimonio de vida, constituyendo un momento ideal para hacer llegar a los catecúmenos (ya sean niños, jóvenes, parejas de novios o padres que piden el bautismo para sus hijos), la experiencia transformadora de vida que nos hace vivir en la alegría del evangelio. Evidentemente siempre hay que tener en cuenta el respeto a las circunstancias de aquellas personas que vienen a la Iglesia a realizar un cursillo, evitando todo proselitismo o falta de tacto a la hora de encontrar el momento y el lugar oportuno para hacer visible nuestra fe.

b) La liturgia (λειτουργία) Ni qué decir tiene que la liturgia es una dimensión fundamental en la Iglesia. Una comunidad parroquial celebra como vive y vive como celebra. Por ello las reformas eclesiales suelen comenzar por la liturgia, porque reformando la forma de orar, se reforma también la forma de vivir. En la liturgia usamos resortes simbólicos que tocan las fibras más íntimas del ser humano a través de un lenguaje que traspasa las palabras. Hemos de tener esto en cuenta para evitar dos peligros: convertir la liturgia en un rito hermoso pero vacío, realizado de forma correcta pero mecánica, o bien caer en la falta de respeto a lo sagrado por no saber delimitar ámbitos, hacer silencios y sacar de nuestros corazones el lado artístico y poético con el que nuestro aliento se torna mística. En este sentido se debería priorizar en la parroquia una adecuada formación litúrgica de aquellas personas que ejercen dicho ministerio, incluyendo en esta formación los fundamentos y la esencia de la oración litúrgica antes de enseñar las rúbricas o las normas.

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c) El servicio (διάκονια) El servicio es el amor visualizado, bien hacia adentro de la propia comunidad parroquial (servicios internos) o bien hacia fuera (servicios sociales o de misión). Se ha de procurar, como ya hemos apuntado antes, que los ministerios en la Iglesia sean el cauce por el que los cristianos despliegan los carismas con los que han sido bendecidos. Ello exige un discernimiento serio en el que el párroco ha de tener una responsabilidad especial. Un servicio no depende de la iniciativa propia, pues la parroquia no es de nadie en particular, ni tan siquiera de la comunidad; la parroquia, como Iglesia que es, es del Espíritu santo y ha de ser bajo su guía desde donde se reciban los ministerios y se ejerzan. Se ha de procurar mirar con profundidad para sugerir, convocar o recomendar a aquellos hermanos y hermanas que consideremos adecuados y dignos de tal o cual servicio. Algunos de ellos, por su dificultad o problemática, tendrán que depender más del criterio del consejo parroquial, de la comisión permanente o del mismo párroco (economía, oficina..etc), pero por lo general los servicios estarán abiertos a todos los cristianos, tratando de adecuarlos a la edad y situación concreta de cada fiel, así como procurando establecer un periodo determinado de servicio tras del cual sería conveniente dar el relevo a otra persona para evitar apropiaciones de espacios parroquiales por una persona o un grupo, y al mismo tiempo promocionar y ayudar a madurar en responsabilidad a otros cristianos tal vez más jóvenes.

d) La comunión (κοινωνία) La comunión es un ámbito que, aún siendo tarea de todos, depende en gran medida del pastor de la comunidad. Es condición “sine qua non” para el correcto funcionamiento de una comunidad y su verdadera sacramentalidad como cuerpo místico de Cristo. La unidad de la parroquia es garantía de credibilidad. Sobre las espaldas del sacerdote (como en una familia de los padres), recae al responsabilidad de unir, de quitar hierro a muchos problemas, de ayudar a perdonar y de reconducir los conflictos de manera que las heridas cicatricen cuanto antes. Las luchas intestinales hacen un daño terrible a la Iglesia y refleja la falta de hondura espiritual, y muchas veces hasta humana, precisamente por falta de procesos educativos en la fe que primero ayuden a madurar como personas y luego como creyentes. Todo esfuerzo será poco para lograr este objetivo, pero no cabe la menor duda que una Iglesia abierta hacia el mundo y no cerrada sobre sí misma contribuye a dimensionar en su justa medida los problemas internos, muchas veces sobredimensionados. Por otro lado, las convivencias y encuentros lúdicos son un elemento de distensión y una oportunidad de encuentro, no desde la dureza del trabajo, sino desde la gratuidad de la amistad. Se han de cuidar por tanto los tiempos de descanso, los años sabáticos y las fiestas como un elemento importante de contribución a la unidad.

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7. Tercer paso: Propuesta de estructura pastoral y puesta en práctica. Voy a tratar de explicitar ahora, todo lo que me sea posible, el mapa parroquial concreto y más visible que tendría la comunidad parroquial virtual que está en el origen de mi trabajo. Con todo, este plan de pastoral únicamente pretende ser la propuesta sobre la cual se comience a trabajar, aportando criterios y métodos que habrán de ser enriquecidos sobre el terreno según las circunstancias concretas, muchas veces cambiantes en pocos años. Por ello creo que no sería posible concretar mucho más, sino dejar orientado el rumbo y marcado el camino para caminar con libertad y amplitud de miras.

7.1 Grupos, comisiones y equipos. Criterios de constitución.

Cuando hablo de “grupos”, me refiero a grupos de fe, es decir, a un conjunto de cristianos que se reúnen periódicamente para profundizar y madurar en su fe, sea cual sea el modelo, los materiales o el itinerario que sigan, lo cual dependerá de la parroquia y de las circunstancias de la misma. En este colectivo incluyo las comunidades de base, los grupos de biblia, los grupos de catequesis de todas las edades…etc. No son por tanto grupos de trabajo, sino de oración, reflexión y formación en la fe.

Cuando hablo de “equipos” me refiero a grupos de trabajo parroquial en todos sus ámbitos. No estoy refiriéndome a grupos de reflexión o de fe, sino a colectivos que se reúnen para ejercer un ministerio, incluso cuando se trata de una formación en concreto para ejercer ese ministerio, pues no hay que confundir la formación en la fe (que sería el ámbito de los grupos) con los cursos de formación o instrucción en alguna materia en concreto (por ejemplo un curso de catequistas o acólitos). Dentro de estos equipos podemos incluir el equipo de liturgia, el equipo de catequistas, el equipo de animadores juveniles, el equipo de cáritas…etc.

Finalmente, cuando hablo de “comisiones” me refiero al grupo formado

por uno o dos representantes de cada equipo de trabajo parroquial. Que se reúne habitualmente para programar y revisar todas las acciones parroquiales según áreas (liturgia, caridad, juventud…etc). Al mismo tiempo, de estas comisiones saldrían los representantes que irían al consejo parroquial.

Con esta división logramos la división de tareas, facilitamos las relaciones humanas al dar la oportunidad de no cargar a pocas personas con demasiado trabajo, y al tener equipos más pequeños con un servicio claro y determinado. Sería bueno que los miembros de la comunidad parroquial no pertenecieran a más de tres equipos de trabajo y fomentar en todo lo posible que todos y cada uno de los miembros de los equipos estuvieran caminando en algún grupo de fe para que en su vida espiritual hubiera un equilibrio entre la acción, la contemplación y la formación. En el esquema 3 adjunto a este trabajo, reflejo el organigrama de los grupos, comisiones y equipos anteriormente expuestos, incluyendo la formación del consejo pastoral al que añado la representación de cristianos por zonas geográficas de la parroquia y otros miembros de las congregaciones religiosas que puedan participar en la parroquia.

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7.2 Movimientos y espiritualidades que enriquecen la comunidad. Con el auge que tuvieron los movimientos en la Iglesia tras el concilio, sobretodo en el pontificado de Juan Pablo II es posible que en una parroquia de ámbito urbano (difícilmente en el ámbito rural) nos encontremos con algún tipo de estos movimientos. De no estar definida su vinculación con la parroquia en los estatutos de la misma, sería muy conveniente que en diálogo común se estableciera al menos un reglamento interno que regulara de alguna manera los derechos y obligaciones de tales movimientos, teniendo especialmente cuidado en basarse en el código de derecho canónico, especialmente en cuanto se refiere a la parroquia. Es evidente que no se puede meter en un mismo saco a la gran variedad de movimientos, pero aún a riesgo de pecar de rigidez y ante el peligro creciente de fragmentación y desunión en la parroquia me atrevería a sugerir algunos consejos para que sean tenidos en cuenta: En primer lugar sería conveniente que se delimitara bien la pertenencia plena a la parroquia o su mero uso, en cuyo caso únicamente sería necesario un acuerdo (a ser posible temporal) por ambas partes sobre los derechos y obligaciones en el uso de las instalaciones. En segundo lugar se tendría que dejar claro que en caso de considerarse un grupo parroquial, aún en el caso de ser de ámbito interparroquial, nacional o incluso internacional, se reconocería una única liturgia en la parroquia para todos los creyentes, siendo en contadas y puntuales ocasiones en las que por criterios pastorales sería posible una eucaristía para un único grupo. En tercer lugar se habría de reconocer tanto al ordinario del lugar (el obispo) como al párroco como las autoridades religiosas a las que referirse en primer lugar, renunciando a “puentear” dicha autoridad en función de criterios propios. Con estas y similares medidas únicamente se pretende defender la espiritualidad diocesana para que no pueda ser en ningún caso utilizada por ningún movimiento, por legítimo que sea, para (como se dice popularmente) “pescar en pecera”. La parroquia, como una diócesis en pequeño, ha de reconocer a todas las sensibilidades que el Espíritu santo ha suscitado en la Iglesia, pero al mismo tiempo ha de velar por la unidad y por que el discernimiento de los pastores de la Iglesia sea, al menos, respetado incluso en el caso de ir en contra de los intereses de determinados grupos. En relación con este apartado, aunque tal vez en situación especial, se encuentra la realidad jurídica de las cofradías o hermandades religiosas, especialmente en las parroquias del sur de España. Para ellas es válido lo dicho anteriormente, si bien sería conveniente añadir la delicadeza con la que sería bueno afrontar su forma de entender la religiosidad popular y la gran oportunidad que suponen, no sólo para vivir la eclesialidad sino para relacionarse con muchas personas alejadas e incluso enfrentadas a la Iglesia. En muchos casos, y por desgracia, las cofradías se han convertido en la única plataforma cívico-religiosa en la que a la Iglesia todavía le queda abierto el camino para el diálogo con el mundo y la cultura. Siendo susceptible de muchas reformas y de una más evangélica purificación, creo que la situación actual aconseja una actitud menos severa y más abierta al diálogo y a la colaboración. Sólo de esta manera se podrán reconducir aquellos elementos de la religiosidad popular que no encajen con una correcta espiritualidad cristiana.

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7.3 Zonas pastorales de la parroquia. La Iglesia doméstica. En algunas parroquias es posible encontrar dentro del barrio ciertos espacios con tradiciones e historias comunes. Al mismo tiempo existen también muchos cristianos que por razones de edad, laborales u otras, les resulta muy difícil entrar a formar parte del organigrama parroquial. Estos cristianos no sólo asisten regularmente a la Eucaristía, sino que en ocasiones puntuales siempre muestran su solicitud y colaboración cuando son requeridos. Suelen ser un apoyo muy importante (y a veces callado e invisible) en la parroquia, escondiéndose entre ellos “pequeños tesoros” en cuanto a sus vidas y experiencias se refiere. De cara a una mayor integración en la parroquia, no sólo de los que están físicamente en ella semana tras semana, sino también de los que únicamente asisten a la misa dominical y en otras ocasiones puntuales, sería conveniente estudiar la posibilidad de establecer zonas parroquiales nombrando delegados en las mismas para tener así un contacto más directo con lo que ocurre en dichas zonas y con las opiniones y sugerencias de sus vecinos. Al mismo tiempo, muchas de las casas e incluso comercios de los cristianos de estas zonas podrían ser muy buenas bases de apoyo de cara a actividades más evangelizadoras (misiones populares, campamentos urbanos…etc). Al mismo tiempo, sería posible que uno o varios representantes de estas zonas tuvieran cabida en el consejo pastoral, pues voces no implicadas directamente en los asuntos de la parroquia a veces ven con más claridad lo que desde dentro somos incapaces de ver.

7.4 Comisiones y equipos. Criterios para su formación. Más arriba hemos diferenciado entre “comisiones” y “equipos”. Tratamos ahora de explicar más detenidamente esta diferenciación así como de tratar de razonarlo. Parto de la experiencia cuando al constatar que, en no pocas parroquias y cada vez con más frecuencia, un pequeño grupo de cristianos muy activos eclesialmente terminan acaparando prácticamente todas las áreas pastorales. Este grupo suele ser ciertamente un punto de apoyo fundamental para el funcionamiento de la parroquia. Pero con el tiempo, y si no se regula adecuadamente, también pueden convertirse en un obstáculo para la vida parroquial, actuando inconscientemente como un “tapón” que impide el acceso a la estructura parroquial de otros cristianos y a veces del mismo párroco recién nombrado cuando no coincide con las formas del anterior. En no pocas ocasiones y en parroquias más grandes, estos grupos suelen “atrincherarse” en determinadas áreas de la parroquia viviendo enfrentados con otros grupos que hacen lo mismo en otras. Todos sabemos que las relaciones humanas es uno de los mayores problemas a los que nos enfrentamos, especialmente en esta cultura globalizadora tan individualista. Precisamente para ayudar a encauzar el arsenal de carismas, dones y cualidades que uno por uno tenemos individualmente, sin que esa energía se canalice hacia dentro de la Iglesia en forma de confrontación sino hacia fuera en forma de misión, se hace necesaria una imaginativa forma de organizar las diversas áreas pastorales. Desde mi experiencia pastoral creo que esta forma de trabajar es útil, si bien reconozco que su puesta en marcha es complicada por lo que tiene de iniciativa personal a la que los cristianos no están acostumbrados. Es evidente que para que su puesta en marcha sea viable, ha

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de existir una clara explicación de sus objetivos. Esta concienciación tiene que ver mucho con la corresponsabilidad y está basada en una teología eclesial del pueblo de Dios, conteniendo no pocos elementos democráticos que conviene ser explicados y aceptados, también por el mismo párroco. De forma sintética trataremos de proponer la forma de trabajo de estos colectivos, puesto que la definición de “equipo” y “comisiones” ya ha sido realizada más arriba.

a) El equipo pastoral: Sus miembros trabajarán siempre en equipo, en el mismo área pastoral. No es conveniente que un cristiano pertenezca a más de tres equipos. Al equipo se accede por invitación tras la recomendación de dos o más cristianos y previo discernimiento y aprobación del párroco, que es el último responsable de todo lo que ocurre en la parroquia. Esto se hace más indispensable cuando el equipo pastoral trabaja con niños y jóvenes. Los equipos eligen democráticamente a dos representantes que se convierten así en delegados y miembros de la comisión pastoral en donde el equipo está integrado (p.e. el equipo de acólitos elige dos acólitos delegados que serán miembros de la comisión de liturgia). El servicio en el equipo comenzaría tras una celebración de envío, con una especie de “nombramiento”, que en algunos casos tendría que ser episcopal (p.e ministros de la Eucaristía) y que en ningún caso debería sobrepasar los tres años, siendo renovable no más de una vez. Tras este tiempo o entre un nombramiento y otro sería casi obligatorio el reciclaje mediante cursillos de formación específica. Finalmente se sugiere que todos los miembros de un equipo pastoral pertenezcan de alguna manera a un grupo de fe o proceso catecumenal, incluyendo en ellos a los que están realizando el proceso de iniciación cristiana.

b) La comisión pastoral: sus miembros provienen de los diferentes equipos bajo cuyo ámbito se trabaja. Se trata de un grupo de coordinación y comunión que sirve de puente entre los equipos que trabajan directamente, y el consejo parroquial que articula dicho trabajo. La comisión parroquial podría tener un acceso mayor al párroco que los equipos, si bien también tendría capacidad para reunirse, programar y revisar de forma autónoma, siempre siguiendo las indicaciones del consejo pastoral. De la comisión pastoral se elegirían democráticamente dos personas, siendo la primero miembro de pleno derecho del consejo pastoral y la segunda una especie de vicepresidente que puede suplirle. Es posible que cuando la comisión tenga muchos equipos, la complejidad económica aconseje el nombramiento de un ecónomo, en cuyo caso también pasaría a formar parte del consejo de economía, facilitando así la organización en este aspecto tan práctico de la vida parroquial. Caso aparte pueden ser algunas comisiones, como la económica o la de secretaría y oficina, que en realidad trabajarían como equipos, aún siendo comisiones. En estos casos el consejo pastoral podría definirlos de otra forma pero siempre observando que lo delicado de ciertos trabajos exige un mayor discernimiento y protagonismo del párroco.

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7.5 La constitución del consejo pastoral de la parroquia. Estatutos y reglamento interno.

El consejo pastoral de la parroquia es un órgano absolutamente

indispensable en las parroquias del siglo XXI. Constituye una plataforma ideal para poner el práctica la corresponsabilidad que actualiza el sacerdocio común de los fieles, generando una conciencia en la comunidad de pueblo de Dios y afianzando los lazos entre todos los miembros de la parroquia de forma que la comunión sea visible. Siguiendo el código de derecho canónico, el presidente del consejo pastoral de la parroquia ha de ser el párroco. El vicepresidente sería elegido democráticamente, bien de entre los miembros del consejo pastoral una vez constituido, o bien en elecciones abiertas a todos los cristianos previa presentación de candidaturas por recomendación. Otra vicepresidencia sería recomendable para compartir la responsabilidad.

El periodo de servicio en el consejo pastoral parroquial no debería

exceder los tres años, siendo posible la reelección de sus miembros una única vez, tras la cual no podrían ser elegidos de nuevo en el plazo de dos periodos. Es evidente que aunque el presidente del consejo sería el párroco, la voz de los miembros del mismo ha de ser muy tenida en cuenta. Las decisiones por consenso deben ser las pastoralmente vinculantes, evitando apelar al derecho como forma de ir en contra del sentir de la comunidad. Esta forma de trabajar es lenta, pero garantiza que los proyectos sean comunes y que todos se impliquen en ellos de corazón y no sólo por obligación.

En algunos casos, además de los estatutos del consejo pastoral

parroquial, suele ser útil un reglamento interno más concreto y que se adapte mejor a las características particulares de la parroquia, pues los estatutos suelen ser más genéricos para poder ser aprobados por el obispo, y en algunos casos ambiguos. En todo caso, más que por estatutos o reglamentos, el consejo pastoral se debe regir por el evangelio como marco supremo de opción pastoral y misionera.

Finalmente, y aunque el periodo de reunión del consejo debería ser al

menos bimensual (mejor mensual), se hace necesaria la creación de un consejo permanente del mismo para dar respuesta a problemas no previstos e incluso para elaborar el orden del día y las actas de los consejos pastorales. Este consejo permanente estaría compuesta por el párroco, el vicepresidente o los vicepresidentes del consejo y dos vocales, recomendando que uno de ellos sea de economía y el otro de oficina o administración.

8. La revisión periódica y la asamblea general. Al menos una vez al año es aconsejable que el consejo pastoral de la parroquia se reúna para evaluar la marcha de la parroquia. Esta evaluación se suele realizar en muchos lugares al final del curso académico, si bien esto equipara peligrosamente el programa de la parroquia con el calendario escolar, dando la sensación de que la parroquia es como una escuela y que los niños (y sus padres) se toman vacaciones de la Iglesia desde junio a septiembre. Hay que ir creando conciencia de que el ámbito que más se asemeja una parroquia no es un colegio, sino una familia, y al igual que una familia, hay momentos de reunión, programación y evaluación sin que nos debamos tomar “vacaciones

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de la familia”. De esta manera y a fuerza de ser realistas, tendremos que tener periodos de menor actividad pastoral, pero sin perder de vista que todo el año evangelizamos y que la formación cristiana no siempre tiene que ser catequética, sino también lúdica, divertida y que sirva también de descanso. Dentro de la programación pastoral para un año se ha de tener en cuenta la realización de una gran asamblea parroquial para “rendir cuentas” de la marcha de la misma, responder a las preguntas, asumir las sugerencias y corregir aquello que haya que corregir. A esta asamblea general asistirán todos los cristianos bautizados y miembros de esa parroquia que lo deseen, teniendo que estar presente el consejo pastoral de la parroquia en pleno y desde luego el párroco a su cabeza. La revisión periódica y la programación anual contribuirán a marcar el camino por el que la comunidad parroquial se ha de mover. Ya contamos de antemano con que las contingencias de la vida introducirán en el día a día multitud de circunstancias no programadas. Son los intangibles pastorales. Con este “caos” también hemos de contar dentro del programa, evitando hacer planes demasiados rígidos o programas tan artificiales que todo se pueda paralizar por un imprevisto. Un plan no deja de ser una herramienta cuando está concebido como algo meramente utilitarista. Pero al concebirlo como el camino espiritual por el que hemos de andar, basta a veces con asegurar el punto de partida, el de llegada y el rumbo, y eso lo hace perfectamente aquel a quien seguimos, Jesucristo que sigue la voluntad del Padre y nos envía el Espíritu santo. Lo demás, todo lo dicho en este trabajo, puede ser necesario e incluso útil, pero perfectamente prescindible.