para acabar con el derecho del capítal - lenin brea
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Artículo de Lenin Brea sobre el capital y el derecho en la actualidadTRANSCRIPT
Para acabar con el derecho del capital: Violencia jurídica y
violencia inmanente al modo de producción capitalista1
La llamada acumulación originaria del capital y la violencia jurídica
El capítulo 24 de El capital describe, a partir de un caso concreto, el proceso
violento mediante el cual el modo de producción capitalista creó sus
condiciones de existencia y consolidó su poder de mando sobre la sociedad y
en especial sobre la clase trabajadora. Pero esta historia es también la de la
venida al mundo a sangre y fuego del proletariado. No es la cuestión aquí
resumirla. Tampoco describir las distintas coloraciones que tuvo en los
diferentes lugares y momentos, ni el orden de sucesión particular en que se
dieron las etapas descritas por Marx en cada circunstancia particular. Tampoco
lo es determinar en qué medida estas etapas se dan siempre o si se dan todas
o si han habido novedades o excepciones. Tal historia ha sido escrita ya,
aunque no siempre lo haya sido desde la tradición marxista.
Ha sido contada, narrada, relatada, por científicos sociales de diversas
tendencias, poetas, ensayistas, filósofos, periodistas, pensadores y escritores
de oficio; en un sinnúmero de novelas y obras literarias, incluso en las páginas
de algunos periódicos y medios de comunicación; de forma escrita, oral y hasta
en formato audiovisual2. Puede identificarse toda vez que ella versa sobre la
1 El presente escrito fue originalmente concebido como un epílogo a la publicación independiente del capítulo 24 de El capital. Aunque ha sido modificado para su publicación aquí, presupone que el lector tiene fresco en la memoria el capítulo mencionado. Por otra parte es necesario aclarar que para su escritura se usaron dos traducciones de El capital, la de Siglo XXI Editores y la que aparece en la página web: https://www.marxists.org. En cuanto a las citas y referencias bibliográficas se ha optado por mencionar el número de página que aparece en la primera edición referida, aunque el fragmento citado no corresponda con ella.2 Hacer el inventario de las mil y una veces que esta historia ha sido contada es cosa imposible. Las venas abiertas de América Latina de E. Galeano es un ejemplo paradigmático que ha llegado a ser constitutivo de la subjetividad de la izquierda latinoamericana. Además podemos nombrar: Calibán y la bruja. Mujeres cuerpo y acumulación originaria de Silvia Federici (Traficantes de sueños, 2010, disponible en: http://www.traficantes.net/index.php/trafis/editorial/catalogo/otras/copyleft_manual_de_uso__1) Para el caso de Latinoamérica y en particular de Venezuela: Reformas liberales y acumulación originaria en América Latina. Colombia y Venezuela en el siglo XIX de Vladimir Acosta (Ediciones UCV, 1992); De la metrópoli distante a la colonia interior (Vadell Hermanos, 2010) y De la guerra federal al gomecismo. (Galac, 2012.) ambos de Oscar Battaglini; “La estructura económica tradicional y el impacto de la industria petrolera” de Armando Cordoba (En: Aspectos teóricos del subdesarrollo. Armando Cordova y Héctor Silva Michelena. Editorial Novamex. México. 1967.); El capital comercial en Venezuela de Catalina Banko (http://empresateya.blogspot.com/2010/06/el-capital-comercial-en-venezuela.html). Pero incluso una obra como La guerra del fin del mundo de Vargas Llosa puede ser leída de tal modo que exprese el proceso de expropiación al que se han visto sometidas las clases oprimidas.
violencia con que vino al mundo la clase asalariada y con esto sobre el devenir
de la situación en que se encuentran los oprimidos en el capitalismo3. Pero
además, el despliegue de esta historia –su escritura– tiene como finalidad una
toma de conciencia que no se conforma con ser conciencia de sí –de la propia
situación en el mundo– sino que exige un consecuente advenir sobre la
situación de injusticia. En tal sentido se dirá que para Marx “el sujeto de
conocimiento es la clase que lucha”4.
Por otra parte, la historia en cuestión no ha dejado de acontecer, razón por la
cual no ha dejado de ser escrita y a la mayor parte de cada generación que ha
vivido bajo el poder de mando del capital le ha tocado experimentar, de una u
otra forma, la violencia directa asociada a la acumulación de capital. Pues el
capital, ese potentado, una vez consolidado como poder, no cesa de ejercer de
mil formas y maneras siempre renovadas la violencia expropiadora que le dio
origen y a la cual hace referencia Marx en el capítulo objeto de comentario con
el sintagma “acumulación originaria”.
Un par de ejemplos más o menos actuales:
En Latinoamérica –y en todo el llamado mundo subdesarrollado5– la guerra al
narcotráfico, hija bastarda de la guerra contra la subversión (Doctrina de
Seguridad Nacional), melliza de la guerra contra el terrorismo, no solo es –y
quizás no lo sea principalmente– una forma violenta de acabar o someter a los
enemigos políticos o de legitimar la injerencia de las potencias extranjeras en
3 La situación de opresión propiamente capitalista puede definirse a partir de la “libertad” que caracteriza a la clase asalariada: según Marx ella es “...libre en un doble sentido, pues de una parte ha de poder disponer libremente de su fuerza de trabajo como de su propia mercancía, y, de otra parte, no ha de tener otras mercancías que ofrecer en venta; [el obrero asalariado] ha de hallarse, pues, suelto, escotero y libre de todos los medios necesarios para realizar por cuenta propia su fuerza de trabajo.” C. Marx. “La jornada de trabajo”. El capital. Capítulo 8. 4 Walter, Benjamin. 1940. Tesis de filosofía de la historia. http://www.jacquesderrida.com.ar/restos/benjamin_historia.htm5 Luego de la Segunda Guerra Mundial y hasta hace relativamente poco la violencia directa como medio para la acumulación de capital tuvo preeminencia en el llamado “Tercer Mundo”, “mundo subdesarrollado” o “en vías de desarrollo”. Mediante la intervención militar hecha en nombre de la libertad y la democracia, mediante el fomento y apoyo de gobiernos abiertamente totalitarios o supuestamente democráticos, mediante la imposición de tratados de libre comercio, de paquetes de ajuste estructural y de deudas impagables el capital internacional se permitía en estos países el uso de la violencia que en todo lo posible evitaba en los centros. La situación actual tanto en la periferia del llamado Primer Mundo (España, Portugal, Grecia y también Italia) como en su propio centro (Inglaterra, Alemania, EEUU) permite pensar en una extensión de esta política, consecuencia de los límites que ha alcanzado la expansión del capitalismo. En todo caso es pertinente tener presente que desde que el capital es el modo de producción dominante han existido enclaves de subdesarrollo en el mero centro del Primer Mundo y viceversa.
los asuntos nacionales de los países más débiles6, y no es en absoluto una
forma de luchar contra el llamado crimen organizado7. En Colombia, de la
mano con el paramilitarismo, es una forma de expropiación de la tierra –con
sus riquezas minerales incluidas– y de los medios de vida del campesinado y
esto sucede incluso en las zonas urbanas8. También el paramilitarismo soporta
una gigantesca operación de cobro de “vacunas”, es decir, de impuestos por
protección y licencia para desarrollar determinada actividad económica, sea
esta legal o ilegal. Pero además el negocio del narcotráfico es una fuente de
financiamiento y valorización del capital en general9 y en particular acrecienta
los capitales del sistema bancario internacional mediante el blanqueo de
capitales, con lo cual se demuestra quién es verdaderamente el hampa seria10.
Por otro lado, en Venezuela la política de inspiración neoliberal aplicada desde
los años 80 y sus consecuentes crisis bancaria y financiera fueron una forma
de expropiación generalizada. Las reformas en cuestión –emprendidas por Luis
Herrera Campins y llevadas a su clímax por Carlos Andrés Pérez y Rafael
6 Se reitera que no se quiere decir que tanto la eliminación o sometimiento del “enemigo interno” como el intervencionismo sean fines ajenos al dispositivo llamado “guerra al narcotráfico”, sino que estos dos aspectos están subordinados a la acumulación y centralización de capital y también, en casos excepcionales a la conservación del modo de producción capitalista.7 Si de verdad se quisiera eliminar el narcotráfico bastaría con levantar la prohibición que pesa sobre las drogas ilegales. 8 Hay en la actualidad una profusa literatura sobre esto. Dos libros que tratan el tema publicados por la Fundación Editorial El perro y la rana: El terrorismo de Estado en Colombia (2007) y Crónica oculta del conflicto (2010) de Hernandez Calvo Ospina y Manuel Giraldo respectivamente. En internet es posible conseguir aun mucho mas. El informe Devolviendo la tierra a las víctimas de Colombia de ABC Colombia (http://www.abcolombia.org.uk/downloads/25Z_ReturningLandReportSPANISH.pdf. es una descripción que aunque conservadora (elaborada desde la perspectiva de los DDHH y de cierto cristianismo) da una visión panorámica bien documentada de la cuestión. En la revista Theomai ·Nº 26 (www.revista-theomai.unq.edu.ar/.../Vega%20Cantor%20-%20Colombia.pdf) se encuentra un artículo titulado “Colombia, un ejemplo contemporáneo de acumulación por desposesión” de Renán Vega Cantor, el cual remite directamente al capítulo 24 de El capital y también al trabajo de David Harvey “El ‘nuevo’ imperialismo: acumulación por desposesión” del cual hablaremos un poco mas adelante. 9 El impacto del narcotráfico en la economía de Colombia ha sido estudiado por diversos investigadores y es un tema de polémica totalmente vigente toda vez que al admitirse que la influencia ha sido y aun es decisiva no sólo se hace lo propio al respecto de el fracaso de la guerra contra las drogas llevada a cabo por los sucesivos gobiernos del hermano país sino también y más importante aquí, se admite un vinculo entre la acumulación de capital y la violencia directa. Referimos algunos artículos:“Repercusiones e institucionales del narcotráfico en Colombia” de Roberto Steiner y Alejandra Corchuelo (www.mamacoca.org/feb2002/DrugTradeEspanol.PDF); “Economía subterranea en Colombia 1976-2003: Una medición a partir de la demanda de efectivo” de Carlos A. Arango, Martha Misas A y Enrique López E. www.banrep.gov.co/docum/ftp/borra335p.pdf; Las nuevas dimensiones del narcotráfico en Colombia de Ricardo Rocha García. www.ispionline.it/it/documents/T.R.Mafie.Rocha.19.11.pdf. 10 Ver Gunter Amendt. El gran negocio del narcotráfico: La droga como mercancía, el capital financiero y la política de los EEUU. Ediciones del pensamiento nacional. Buenos Aires. Argentina, 1987; Pierre Kopp “Dinero de la droga y lavado financiero” Nueva Sociedad. Nro. 145, Septiembre-Octubre 1996, pp. 80-91.
Caldera11– implicaron una modificación en la distribución y redistribución de la
riqueza –mayormente representada por la renta petrolera– que favoreció a los
grandes capitales. Uno de los mecanismos principales para esto fue la deuda
externa12. También las repetidas devaluaciones del bolívar las cuales se
transformaron en impuestos indirectos al trabajo13. Además, ya en los 90, se
flexibilizaron –eufemismo para endurecieron– las leyes del trabajo, el
patrimonio público se privatizó afectando no solo a las empresas del Estado
que prestaban servicios (Cantv por ejemplo), sino también a los fondos de
ahorro públicos e incluso a Pdvsa, la cual marchaba campante hacia su total
independencia de la mano de la Apertura Petrolera. Entonces, cuando como
resultado de todo esto los salarios eran una miseria y el costo de vida
groseramente caro, vino la crisis bancaria y el saqueo abierto y descarado de
los ahorros públicos y privados. Algo similar a esto sucedió en Argentina a
principios de siglo y sucede ahora en la periferia Europea. Pero incluso en el
centro capitalista (EEUU, Inglaterra, Alemania) se desarrollan como cosa
normal y corriente procesos de acumulación basados en la violencia, como las
privatizaciones de las pensiones y los servicios, los desahucios, etc.
Lo que interesa destacar con estos escuetos y apretados ejemplos es que se
trata de procesos actuales de expropiación en los que juega un papel principal
la violencia directa, sea esta estatal o para-estatal. Dicho de otro modo, en
estos ejemplos la violencia extraeconómica es un medio para la acumulación
de capital.
La cuestión aquí es llamar la atención sobre un aspecto fundamental del modo
de producción capitalista. Si bien este se vale de la violencia directa,
11 Es un dato relevante que al principio la implantación de las reformas se topó con fuertes resistencias políticas tanto del statu quo como de las clases populares. Debido a esto su implantación fue gradual pasando de paquetes de medidas heterodoxas a ortodoxas. El paso a las medidas ortodoxas detonó una crisis política cuya consecuencia fue la destitución de Carlos Andrés Pérez. No obstante Caldera, contra todo lo que él mismo dijo públicamente, se encargó, obediente, de llevarlas a cabo. La conciencia de la impopularidad y antipopularidad de la política gubernamental no limitó las reformas y esto a pesar de que se anunciaban maremotos y tormentas. Este solo hecho demuestra que el capital era y es quien gobierna. 12 Aplicar medidas de ajuste estructural fue la condición para que Venezuela pudiese acceder a repetidos refinanciamientos de la deuda. Margarita López Maya y Luis E. Lander. (2001). “Ajustes, costos sociales y la agenda de los pobres en Venezuela: 1984-1998”, Capítulo 10. El ajuste estructural en América Latina. Costos sociales y alternativas. Emir Sader. Compilador. p 231. Es un dato de lo más relevante que, según Batista y Mommer, ya para 1986 el 75% de la renta petrolera se destinaba al pago de la deuda. Asdrubal Batista y Bernard Mommer. “Renta petrolera y distribución factorial del ingreso.” www.ildis.org.ve/website/administrador/uploads/RentaPetrolera.pdf 13 Asdrubal Batista y Bernard Mommer Ibidem.
extraeconómica, estatal y/o para-estatal en determinadas ocasiones, por lo
general –o normalmente– no recurre a ella y sin embargo El capital demuestra
que el modo de producción que describe es en sustancia violento. Puesto de
otra manera, la violencia asociada a la acumulación de capital no se reduce a
la que hemos llamado directa o extraeconómica y esta última no es la violencia
propia, específica, del modo de producción capitalista. En “La llamada
acumulación originaría del capital” esta cuestión se expresa en el siguiente
fragmento:
No basta con que las condiciones de trabajo cristalicen en uno
de los polos como capital y en el polo contrario como hombres
que no tienen nada que vender más que su fuerza de trabajo.
Ni basta tampoco con obligar a estos a venderse
voluntariamente. En el transcurso de la producción capitalista,
se va formando una clase obrera que, a fuerza de educación,
de tradición, de costumbre, se somete a las exigencias de este
régimen de producción como a las más lógicas leyes naturales.
La organización del proceso capitalista de producción ya
desarrollado vence todas las resistencias; la creación constante
de una superpoblación relativa mantiene la ley de la oferta y la
demanda de trabajo y, por ello, el salario a tono con las
necesidades de crecimiento del capital, y la presión sorda de
las condiciones económicas sella el poder de mando del
capitalista sobre el obrero. Todavía se emplea, de vez en
cuando, la violencia directa, extraeconómica; pero sólo en
casos excepcionales. Dentro de la marcha natural de las cosas,
ya puede dejarse al obrero a merced de las “leyes naturales de
la producción”, es decir, puesto en dependencia del capital,
dependencia que las propias condiciones de producción
engendran, garantizan y perpetúan. Durante la génesis
histórica de la producción capitalista, no ocurre aún así. La
burguesía, que va ascendiendo, necesita y emplea todavía el
poder del Estado para “regular” los salarios, es decir, para
sujetarlos dentro de los límites que benefician a la extracción
de plusvalía, y para alargar la jornada de trabajo y mantener al
mismo obrero en el grado normal de dependencia. Es este un
factor esencial de la llamada acumulación originaria.14
Se trata de prestar atención a la distinción que Marx establece entre una
violencia a la que llama extraeconómica, directa, y una violencia que es
inmanente o inherente al modo de producción capitalista. La violencia
extraeconómica, de la que hemos estado hablando, es en principio aquella que
se ejerce por medio del control del Estado en tanto que monopolio de la
violencia que se reclama legítima. Pero puede incluirse además aquella
violencia que el Estado autoriza e incluso aquella que le es funcional y frente a
la cual se hace el desentendido15. Es importante que para Marx el capital, una
vez consolidado su poder de mando sobre el obrero y la sociedad, solo se sirve
de esta violencia en casos excepcionales, no obstante tuvo un papel decisivo
en la consolidación de dicho poder.
Si Marx llama a esta violencia directa no es porque remita a una violencia física
o psíquica, digamos contra la mente o el cuerpo o ambos. Tampoco porque se
ejerza sin mediación y de hecho es todo lo contrario, la violencia directa es
necesariamente mediata. La violencia es tal cuando su sujeto –quien la ejerce–
es reconocible y la presenta como legítima, como el medio o la consecuencia
del ejercicio de un derecho. Dicho de otro modo, es violencia directa aquella
que se ejerce en nombre del propio derecho a ejercer la violencia, pero así, tal
derecho debe ser reconocido o cuando menos ser en potencia reconocible de
forma retrospectiva con respecto al acto violento. El que esta violencia sea
legal o ilegal cuando se ejerce es una cuestión secundaria, puesto que su
ejercicio mismo, bajo ciertas condiciones, crea derecho16. Así, por ejemplo, aun
los paramilitares colombianos arguyen que están defendiendo sus derechos,
los cuales son además presentados como legítimos y universales. Con esto
legitiman también sus procederes como un derecho derivado del anterior. No
es un dato menor el que hasta hace poco el paramilitarismo era legal
14 Marx Carlos. “La llamada acumulación originaria del capital”. El capital, Tomo I, Capítulo 24. Argentina: Siglo XXI Editores. p 992. Subrayado nuestro.15 Nos referimos por ejemplo al paramilitarismo sea legal o ilegal, también al reconocimiento jurídico-estatal de la seguridad como un negocio privado legítimo (los prestamistas de servicios de seguridad tipo Blackwater, ahora, Academi) el cual no sólo es cada vez más lucrativo, “una auténtica oportunidad de negocios”, sino que además le sirve a los gobiernos y a los capitales para dejar correr su agua sucia. 16 La idea de que la violencia crea y conserva el derecho es desarrollada por Walter Benjamin en Para una crítica de la violencia. www.philosophia.cl/biblioteca/Benjamin/violencia.pdf
(reconocido) en Colombia bajo la figura de las autodefensas. En el mismo
sentido, el uribismo representa el reconocimiento de la legitimidad de la
violencia paramilitar y de sus fines y esto a pesar de que en la actualidad todo
esto es ilegal. Pero el paramilitarismo es un caso extremo de violencia directa,
la cual se ejerce por lo normal desde el Estado, es decir, en nombre del
derecho público (reconocido), razón por la cual puede llamarse también
violencia jurídica. Si esta es siempre mediata es porque necesita de un recurso
a la ley, al derecho, al reconocimiento público, y si es directa lo es porque su
sujeto es reconocible. Pero además, la violencia directa es tal porque al que la
sufre –y también al que la presencia– se le presenta por lo que es: violencia.
No es tan raro, como podría creerse, que el violentado se sienta merecedor del
trato que recibe, que considere la violencia como legítima, pero siempre es
posible que cuestione su legitimidad. En estos casos decide, al final, la fuerza.
Sin embargo, el ejercicio de esta violencia no es un rasgo distintivo del modo
de producción capitalista. Hay incluso quien argumenta que existió siempre, si
no de hecho al menos sí como potencia que amenazaba con realizarse17. A la
situación creada por su imperio la vieja teoría del Estado la llamó soberanía.
Más que violencia, decía, era el monopolio de la última decisión sobre la
violencia legítima, sobre cuándo aplicarla y sobre su legitimidad misma. Para
Marx el advenimiento del capital significó su ocaso en un sentido muy
particular. Dejó de ser soberana en tanto que se subordinó, como “fuerza
concentrada de la sociedad”, a la producción y apropiación de plusvalor. Es
decir, el poder soberano dejó de ser quien decide en última instancia para
convertirse en un guachimán más o menos educado, bien emperifollado y
eficaz18.
Según lo visto, la afirmación de Marx al respecto de que el capital, una vez
17 Guilles Deleuze y Felix Guattari. (2002). Mil mesetas. Capitalismo y esquizofrenia, en particular el capítulo III.7 “El urstaat.”18 Gabriel Bracho pone en la mente de Toñito, un obrero de los campos petroleros al inicio de la explotación petrolera en Venezuela, las siguientes reflexiones: “‘No es sólo el guachimán quien vigila y cela los campos explotados’, pensaba. ‘Es todo este grupo de hombres de distintas categorías; es todo este ejército de vende-patrias que tiene por jefe al presidente de la República. ¡Es Gómez el primer guachimán!’. Claro que él no podía formular su juicio en tan explícita forma, pero se decía a sí mismo: —Guachimán es er coroner y er presidente, y er juez y er abogao, y er ingeniero y er médico. ¡Sí, guachimanes todos! ¡Guachimanes que también vigilan los pozos de donde sale el petróleo que nos roban! ¡Guachimanes, guachimanes son todos! guachimán!”. Gabriel Bracho. (2010). Guachimanes. (doce aguafuertes para ilustrar la novela del petróleo).Venezuela: Fundación Editorial El perro y la rana. p. 76.
establecido como poder de mando, solo se sirve de la violencia directa, jurídica,
extraeconómica en situaciones excepcionales, puede parecer desafortunada.
Esto porque a veces se piensa que el poder del Estado –el aparato represivo
del Estado, para usar el lenguaje de Althusser– sirve para mantener a las
clases oprimidas bajo control mediante el ejercicio de una violencia constante,
cotidiana, normal e incluso omnipresente. También, porque, para el mismo
Marx, la clase capitalista controla el Estado, es decir, es la clase que gobierna,
legisla y juzga.
Pero debe comprenderse que solo puede decirse que esta se ejerce
cotidianamente en la medida en que ella se presenta como una amenaza, esto
es, en la medida en que todo el mundo es consciente de las consecuencias
violentas de desobedecer o rebelarse contra el señor capital las cuales son
mucho peores que cuando la rebelión es exclusivamente contra el poder
“soberano”. Pero la actitud revolucionaria no es lo normal, por lo general la
mayor parte de la población se somete a la explotación capitalista sin patalear
o haciéndolo solo para sus adentros y hay incluso quienes creen que no tienen
tal derecho o como diría Marx, que su situación es “natural”. Al afirmar que la
violencia en cuestión solo se usa en casos excepcionales Marx hace referencia
a las situaciones en que se cuestiona, no tanto el derecho del “soberano” a
decidir sobre la violencia, o si se quiere, la legitimidad de la violencia que aquel
ejerce, como cuando se critica la violencia inmanente al modo de producción
de plusvalor y con esto el derecho del capital. Entonces, cuando el trabajador
se rebela –no contra el mal gobierno sino contra el mismo modo de producción
en tanto que implica la explotación más o menos intensa de la fuerza de
trabajo– interviene la violencia directa para conservar y proteger el derecho a la
explotación del señor capital.
Por otra parte, la violencia extraeconómica interviene por necesidades
inherentes al proceso de acumulación de capital. Es difícil dar cuenta de forma
completa de las múltiples situaciones en las que se presenta dicha necesidad
en el proceso de acumulación. Puede pensarse en las distintas crisis que
afectan regularmente al capitalismo como situaciones en que se hace
necesaria la violencia directa, expropiadora. David Harvey, por ejemplo,
sostiene que el imperialismo es una respuesta a la necesidad de superar las
crisis de sobreacumulación (“la falta de oportunidades para realizar actividades
rentables”) que afectan recurrentemente a la reproducción ampliada del capital
a nivel global. Según el autor, históricamente ante estas crisis el capitalismo
internacional ha recurrido a dos políticas: o bien realiza desplazamientos
espacio-temporales o bien recurre a la “acumulación por desposesión”, es
decir, a la acumulación mediante la violencia que aquí llamamos directa o
jurídica. Según él, la actualidad del imperialismo se definiría porque: “El
balance entre acumulación por desposesión y reproducción ampliada ya se ha
volcado a favor de la primera y es difícil imaginar que esta tendencia haga otra
cosa que profundizarse, transformándose en el emblema de lo que es el nuevo
imperialismo”19. Rosa Luxemburgo pensó también la intervención de la
violencia directa pero al respecto de las crisis del subconsumo (falta de
demanda efectiva). Una de sus tesis es que el militarismo existe como una
forma de crearse el capital una demanda. Aquí el poder soberano cobra
impuestos al obrero –esto es, le arrebata una parte de su salario– los cuales
invierte luego en pertrechos militares y en la guerra misma. El capital crea así
una demanda para sí mismo –ya que controla el Estado– la cual a diferencia de
aquella dispersa y fraccionada que el salario hace posible –es decir, el
consumo de la clase trabajadora– es concentrada y de grandes proporciones.20
Puesto así la violencia directa guarda una relación con aquella inmanente al
modo de producción de capital. La primera interviene: 1) cuando el proceso de
19 Para definir la acumulación por desposesión Harvey recurre al capítulo 24 de El capital:“El capitalismo internaliza prácticas canibalísticas, depredadoras y fraudulentas. [...] La
acumulación por desposesión puede ocurrir de diversos modos y su modus operandi tiene mucho de contingente y azaroso. Así y todo, es omnipresente, sin importar la etapa histórica, y se acelera cuando ocurren crisis de sobreacumulación en la reproducción ampliada, cuando parece no haber otra salida excepto la devaluación. Arendt sugiere, por ejemplo, que para Gran Bretaña en el siglo XIX, las depresiones de los 60 y 70 dieron el impulso inicial de una nueva forma de imperialismo en la que la burguesía tomó conciencia de que ‘por primera vez, el pecado original del simple robo, que siglos antes había hecho posible la acumulación originaria de capital’ (Marx) y que había posibilitado toda acumulación posterior, debía repetirse una y otra vez, so pena de que el motor de la acumulación súbitamente se detuviera”. David Harvey. “El ‘nuevo’ imperialismo: acumulación por desposesión”. Socialist register, 2004. (http://biblioteca.clacso.edu.ar/gsdl/collect/clacso/index/assoc/D8555.dir/harvey.pdf).20 Rosa Luxemburgo (1912). La acumulación de capital. Edicions internacionals Sedov. Al respecto del militarismo en particular el capítulo 27 “El militarismo como campo de la acumulación del capital”. No está de más recalcar que en muchos aspectos el gasto público así sea social funciona como una demanda propicia para la acumulación de capital. En el caso venezolano, en el que el Estado dispone unos ingresos que provienen del mercado internacional, el capitalismo se ha constituido en torno a la lucha de la clase capitalista por el control de dichos ingresos.
producción de plusvalor –y por ende el de acumulación de capital– se ve
amenazado por las luchas de la clase asalariada, y 2) cuando se hace
necesario acelerar o forzar el proceso de reproducción, concentración y
centralización de capital por necesidades internas del mismo.
La violencia inmanente al modo de producción capitalista y el poder de
mando del capital
La dificultad para circunscribir la violencia inmanente al modo de producción
capitalista a partir de “La llamada acumulación del capital” radica en que allí
Marx se concentra en la relación entre la acumulación y la violencia directa, por
lo que la inmanente queda fuera de foco. Puesto de otra manera, a Marx no le
interesa allí el aspecto propiamente económico de los sucesivos
trastrocamientos que dan origen al capitalismo sino la violencia jurídica de la
que se sirve aquel en su génesis21. Esta última violencia aparece como el
medio necesario para vencer los obstáculos y resistencias que se oponen al
alumbramiento y desarrollo del capitalismo, o inversamente, para crear las
condiciones de existencia necesarias para el despliegue de aquel modo de
producción. Si la violencia jurídica es “la comadrona de la historia”, la que en
esta parte nos interesa es una con la criatura en proceso de parto. Para
continuar con la metáfora marxiana, se dirá, que la historia al estar preñada del
capitalismo, lo está también de su violencia específica. Porque la violencia
inmanente al modo de producción capitalista tiene lugar en el proceso de
producción de plusvalor, para definirla es necesario remitirse al examen de la
criatura ya venida al mundo. Por tanto es preciso tener una idea sobre “cómo
se convierte el dinero en capital, cómo sale de este la plusvalía y de la
21 Por ejemplo en el capítulo 24 Marx afirma: “Prescindimos aquí de los resortes puramente económicos de la revolución agrícola. De lo que nos ocupamos es de los medios violentos empleados en la misma”. Marx, Carlos. “La llamada acumulación originaria del capital”. El capital, Tomo I, Capítulo 24. Argentina: Siglo XXI Editores. p 904. Por otra parte, tal como afirma David Harvey citando a Rosa Luexemburgo, es preciso reconocer que se hace “a menudo difícil determinar, dentro de la maraña de violencia política y disputas de poder, las duras leyes del proceso económico”. Tomado de D. Harvey. Op. Cit. En tal sentido es necesario tener presente que toda vez que la violencia directa, extraeconómica, sirve a la acumulación de capital tiene una función económica. A la vez la violencia inmanente al modo de producción capitalista tiene una función política en la medida que sirve a la legitimación y conservación del derecho del capital.
plusvalía más capital.”22.
Pero otra dificultad se presenta aun si suponemos que se domina la obra de
Marx a cabalidad. Para que la distinción entre las violencias y sus relaciones
con el modo de producción capitalista aparezcan en El capital como una
distinción analítica específica es necesario realizar un esfuerzo sintético y de
abstracción. Si nos referimos en concreto a la violencia inmanente esta solo
aparece clara y distintamente, como un concepto, en la medida en que es
abstraída del proceso de producción de plusvalor. Dicho de otro modo, en la
obra de Marx la violencia inmanente se presenta unida al proceso de
producción de plusvalía, es tratada al unísono que se trata cada fase, ciclo,
momento y consecuencia de este proceso, el cual es la base de la acumulación
y reproducción ampliada del capital. Por esto es necesario asirla, separarla, en
cada momento y lugar donde es nombrada, descrita, definida, expuesta, en una
palabra, tratada. La síntesis conceptual es la reunión de lo así aislado, es una
composición coherente, pero no autónoma de las partes abstraídas.
Por lo anteriormente dicho, aquí solo podremos presentar una síntesis
apretada, incompleta y tentativa del concepto a definir. Para esto nos
serviremos del esquema propuesto por Marx al inicio de “La llamada
acumulación originaria del capital”, el cual ha sido citado inmediatamente
arriba. Este alude al proceso productivo a partir del ciclo D-M-(P)-M´-D´23 y la
cuestión será identificar la violencia inmanente en cada momento del mismo.
La violencia en cuestión se ejerce en la transformación del dinero en capital en
tanto el primero sirve al capitalista para comprar fuerza de trabajo (D-M) con
miras a usarla en el proceso productivo24. Aparece otra vez en la conversión de
este capital25 en plusvalía mediante el consumo productivo de la fuerza de
22 Marx, Carlos. “La llamada acumulación originaria del capital”. El capital, Tomo I, Capítulo 24. Argentina: Siglo XXI Editores. p 891.23 “... cómo se convierte el dinero en capital, cómo sale de este la plusvalía y de la plusvalía más capital”: Transformación(-) del dinero (D) en mercancía (M) mediante la compra = D-M. Consumo productivo de la mercancía fuerza de trabajo ([P]) para obtener un plusvalor en mercancías (M´) = [P]-M´. Transformación (mediante la venta) de esta última en más dinero (D´), esto es, en más capital del invertido, = M´-D´. Todo el ciclo sería = D-M-[P]-M´-D´. Si el consumo de la fuerza productiva se escribe entre corchetes es porque en última instancia es allí donde se crea plusvalor o si se quiere, donde se valoriza el capital. 24 Es de destacar que el dinero se transforma en capital en el mismo instante en que compra mercancías –la fuerza de trabajo como la importante de entre ellas– con miras a la producción de plusvalor.25 En concreto del capital variable.
trabajo de forma no remunerada por parte del capitalista (M-[P]); lo hace de
nuevo en la expropiación al obrero del plusvalor arrojado por el gasto
productivo de su fuerza de trabajo ([P]-M´). Dicha expropiación se evidencia en
que el obrero está enajenado (separado) del producto de su esfuerzo
productivo, en que la mercancía valorizada (M´) es apropiada por el capitalista.
Por último, la violencia inmanente al modo de producción capitalista tiene lugar
en la transformación (mediante su venta) de la mercancía valorizada en más
dinero (M´-D´), el cual será reinvertido en la renovación acrecentada del ciclo.
Aquí la violencia tiene lugar en la medida en que el trabajador se ve forzado a
comprar aquellas mercancías que él mismo produjo con la sola finalidad de
repetir su triste y miserable participación en el proceso. Es el remate del
proceso de expropiación que se inicia con la venta de su fuerza de trabajo. Ser
comprado (“venderse voluntariamente”), ser consumido (“gastar el cerebro, los
nervios y músculos al servicio de otro”) y ser expropiado (esto no amerita de
una imagen puesto que no es posible que exista una expropiación no violenta)
son para el trabajador violencia que ejerce el capitalista26.
Si puede decirse que esta violencia es inmanente, consubstancial, al modo de
producción capitalista, es porque la producción de plusvalor es la base de la
acumulación de capital. Producción de plusvalía quiere decir explotación de la
fuerza de trabajo y esta explotación sintetiza la operación de compra, consumo
y expropiación de aquella fuerza, ergo, del trabajador, por parte del capitalista.
Así, esta violencia no es un medio externo del cual se sirve el capital sino algo
consustancial a su existencia, sin ella simplemente desaparecería, puesto que
del capital solo se saca plusvalor mediante la explotación del trabajo humano.
La violencia aquí definida se expresa de forma cuantitativa en la intensidad de
la presión de las condiciones de vida y en la dureza de las condiciones en que
se realiza el trabajo. Pero esta forma suya no le es esencial. En el capitalismo
la atenuación de la explotación puede tener lugar incluso por necesidades
inherentes al mismo proceso de acumulación de capital, cosa que sucede sin la
intervención del Estado y las reivindicaciones del trabajador. Pero tal
ablandamiento no niega el hecho fundamental dado en la explotación tal como
26 Los efectos que la violencia inmanente al modo de producción de capital tiene en el obrero y la situación a la que queda sometido son descritos por Marx a lo largo de todo El capital. Por otra parte unos textos muy importantes en este sentido son los llamados Manuscritos económico-filosóficos de 1844.
la hemos definido. A saber, el obrero se enajena, es consumido, y es
expropiado, solo que en menor medida27. La situación de dependencia del
trabajador con respecto al capital no cambia en esencia si la atenuación es el
resultado directo de los reclamos laborales ni si viene de la mano de la
intervención del Estado. Cuando Marx afirma que el obrero queda “puesto en
dependencia del capital, dependencia que las propias condiciones de
producción engendran, garantizan y perpetúan”, no refiere tanto al aspecto
cuantitativo de la explotación como a su aspecto cualitativo, dado en las
consecuencias de la explotación misma.
Pero la violencia en cuestión se da también entre los mismos capitalistas. A la
tendencia a la concentración de capital –de medios de producción y “comando
sobre el trabajo”– en muchas manos individuales se opone, según Marx, la
tendencia a la “concentración de capitales ya formados, a la abolición de su
autonomía individual, a la expropiación de unos capitalistas por otros, a la
aglutinación de muchos capitales pequeños para formar unos cuantos capitales
grandes”28. En la lucha por la centralización de capitales ya formados rige la
lucha de todos contra todos y las armas predilectas son la baja de los precios y
el crédito29. Por otra parte, al final, quien paga las consecuencias de esta
guerra es la clase trabajadora.
La diferencia entre la violencia directa, extraeconómica, y la inmanente al
capitalismo no pasa porque la última sea inmediata o porque no necesite de
mediación. Después de todo en este mundo en el que vivimos al capitalista se
le reconoce y envidia el derecho que ejerce a apropiarse de lo que no produjo y
a disponer de su mercancía (principalmente de la fuerza de trabajo) y de su
dinero como le plazca. Esto implica que la violencia que ejerce se le reconoce
como derecho y esto puede suceder, y de hecho sucede, aun cuando se sufra
aquella violencia.
27 Sobre ver: Marx Carlos. “La ley general de la acumulación capitalista”. El capital. Capítulo 23. 28 La cita continúa: “Este proceso se distingue del primero en que solo presupone una distinta distribución de los capitales ya existentes y en funciones; en que, por tanto, su radio de acción no está limitado por el incremento absoluto de la riqueza social o por las fronteras absolutas de la acumulación. El capital adquiere, aquí, en una mano, grandes proporciones porque allí se desperdiga en muchas manos. Se trata de una verdadera centralización, que no debe confundirse con la acumulación y la concentración”. Marx, Carlos. “La ley general de la acumulación capitalista”. El capital. Capítulo 23, p 778. Argentina: Siglo XXI Editores. 29 Ver Marx, Carlos. “La ley general de la acumulación capitalista”. El capital. Capítulo 23. Argentina: Siglo XXI Editores.
Marx da una pista de por qué pasa tal cosa al inicio del largo fragmento arriba
citado. El poder de mando del capital no impera en última instancia por el
ejercicio de la violencia jurídica ni tampoco por el de la inmanente, aunque esta
última sea muy importante, sino por el reconocimiento del obrero que “a fuerza
de educación, de tradición, de costumbre, se somete a las exigencias de este
régimen de producción como a las más lógicas leyes naturales”.
El sometimiento implica el reconocimiento por parte del obrero del derecho del
capital a la violencia “natural” al modo de producción capitalista, esto es lo
decisivo. Marx llama poder de mando del capital, o en otras traducciones
comando del capital, al resultado del reconocimiento en cuestión, el cual,
ciertamente, no existiría sin el acicate de la violencia inmanente y en menos
medida del de la directa. Así, si en última instancia el obrero está en una
situación de dependencia con respecto al capital esto se debe a que reconoce
la violencia que sufre como derecho del capitalista30.
Pero ante este derecho sucumben incluso los poderes soberanos. Por ejemplo,
las legislaciones laborales, por favorables que sean, implican la aceptación de
la venta, consumo y expropiación de la fuerza de trabajo. Hay un rasgo de
estas que revela tal reconocimiento. Ellas se presentan como una limitación del
derecho en cuestión: expropie pero de ser posible no tanto, exprima pero
hágalo suavecito, trátelo como a una mercancía humana, déjelos organizarse
mientras esto no interfiriera con sus negocios. Estas legislaciones son solo una
de las formas en que el poder soberano reconoce que en la economía el
capitalista es quien manda y, con esto, que es aquel que hace lo propio sobre
la sociedad. La llamada libertad de empresa o económica es otra de las
expresiones del poder de mando del capital, pues tal libertad solo tiene sentido
allí donde es posible enriquecerse mediante la explotación. El reconocimiento
del señorío del capital también se evidencia en el hecho de que ante cada
30 No es el espacio aquí para tratar en detalle la importante cuestión del reconocimiento por parte del asalariado de los derechos del amo capitalista. Brevemente puede decirse que de una parte este es el efecto de un conjunto de mecanismo disciplinarios cuya función no es tanto la de reprimir como la de formar la subjetividad del trabajador. Sobre esto la obra de Michael Foucault (En particular: Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión. 2005, Argentina: Siglo XXI Editores). Otra perspectiva un tanto diferente y quizás más interesante son los trabajos que vinculan el deseo humano al reconocimiento y esto a la producción de capital. Aquí es posible hacer referencia a Alexander Kojève (La dialéctica del amo y el esclavo en Hegel, 2006, Leviatán); Guilez Deleuze y Félix Guattari (Mil mesetas, arriba referido y El anti edipo, 2007, Paidos) y Jack Lacan (“Del discurso psicoanalítico”. Conferencia en Milán, 12 de mayo de 1972).
decisión que pueda afectar los procesos de acumulación y centralización, el
“soberano” lo llama –al capital o más específicamente a algunas de sus
fracciones– para consultarlo, si es que no está, sencillamente, acatando sus
instrucciones.
Ahora bien, ¿si la distinción entre las dos violencias no pasa por la cuestión del
reconocimiento por dónde pasa? La cosa es difícil. Todo lo que se puede decir
de momento es que a diferencia del poder soberano el del capital no se
presenta jamás como sujeto de una violencia que reclama en su propio nombre
como legítima. Si es interpelado al respecto de la violencia inmanente al modo
de producción capitalista, el capitalista afirmará sorprendido y escandalizado
que no hay violencia alguna en lo que hace, ni mucho menos expropiación,
¡Por dios! ¡Si la propiedad privada es un derecho inalienable y sagrado!
Entonces de su boca saldrá el derecho universal a la libre empresa el cual
ejerce como él, en condición de iguales, el empleado suyo; dirá también que
actúa como lo haría cualquier persona en su sano juicio, sacándole el mayor
provecho posible a sus mercancías; que se trata de dar trabajo a quien no
podría vivir de otro modo y que el trabajo, por supuesto, dignifica y ennoblece,
que él mismo trabajó o si no él su venerable padre o su abuelo, y que el poder
que ejerce no es tal cosa sino el producto de la diligencia y de la frugalidad,
esto es, que se lo merece como podría merecerlo usted si le trabaja obediente
y mucho. Hasta aquí lo que Marx dice de la explicación que da la Economía
Política a la acumulación originaria, es decir, que para ella todo es un idilio,
puede aplicarse sin contradicción a lo que argumenta el capitalista cuando se le
cuestiona el ejercicio de la violencia dada en la explotación31.
Pero además dirá que si hay violencia esta viene del Estado o del gobierno que
se inmiscuye en sus negocios, le cobra impuestos, le impone trámites, e
incluso llega –¡abominación!– a prescribirle precios y a garantizarle mínimas
condiciones de vida a ese zángano envidioso que es el trabajador. También
31 Parafraseando a Marx se dirá: Sabido es que en la economía real desempeñan un gran papel la enajenación de la fuerza de trabajo, el consumo para sí de las energías ajenas, la expropiación del valor producido por otro, en una palabra, la violencia. Pero en la dulce economía política ha reinado siempre el idilio. Las únicas fuentes de riqueza han sido desde el primer momento el derecho y el “trabajo”, exceptuando siempre, naturalmente, “el año en curso”. En la realidad, los métodos de la producción de plusvalor y acumulación de capital son cualquier cosa menos idílicos. Para el texto original ver Marx, Carlos. “La llamada acumulación originaria del capital”. El capital. Capítulo 24, p 892. Argentina: Siglo XXI Editores.
dirá que la violencia viene, para el amigo capitalista, del vividor mismo que se
organiza para que no le curtan el pellejo. ¡Así no se puede hacer negocios!,
exclama y en seguida quiere que el Estado intervenga para garantizarle su
libertad a explotar todo lo posible al otro.
Así, el derecho del capital a la violencia –a la explotación– sería una cosa de lo
más extraña. Al capital se le reconoce un derecho con el cual él afirma no tener
nada que ver, esto es, un derecho a la violencia. La tachadura designa la
negación en virtud de la cual él legitima la violencia que ejerce. Esta negación
se presenta como la afirmación de un derecho universal el cual es negado en
tanto que tal por la violencia ejercida. Ante esto no solo sonríe el capitalista,
también hay quienes sonríen para sus adentros deleitados con el momento en
que por fin dejarán de obedecer para mandar.
El poder de mando del capital y el poder “soberano”. A propósito de la
coyuntura venezolana.
Las relaciones entre el poder de mando del capital y el poder soberano no son
siempre tan esquemáticas como hasta aquí se han plateado, es decir, no
siempre el segundo sirve al primero como un medio para la acumulación. Por
varias razones puede darse la situación en que se opongan y en la actualidad
se oponen en muchos aspectos.
En el capítulo 24 Marx da un ejemplo de una situación histórica en la cual el
poder “soberano” intentó valerse de la violencia legal de que disponía para
limitar los efectos negativos que la génesis del capitalismo tenía para su propia
potencia de soberano32. Se trata de las leyes que se oponían a la
concentración de la tierra y al consecuente desahucio de los campesinos, e
intentaban garantizar a este último tanto alguna tierra para su propio provecho,
como el espacio suficiente para una vivienda y algunos medios de producción
indispensables. Al implementar tal política el poder soberano no hacía otra cosa
que ejercer su deber de proteger a sus súbditos a cambio de su obediencia,
buscaba pues, mantener la base de su poder33. Lo relevante de este caso es la
32 Ver Marx, Carlos. “La llamada acumulación originaria del capital”. El capital. Capítulo 24. Argentina: Siglo XXI Editores. pp. 899-900.33 Ver en particular nota al pie Nº 193bis de la página 900 de la edición de Siglo XXI Editores.
impotencia del poder de la espada frente al naciente poder del dinero.
Por otro lado, en muchas partes de El capital Marx se sirve de documentos
oficiales y examina políticas, o al menos investigaciones oficiales, que indican
un amago de intervención del poder “soberano” en los asuntos privados por
derecho propio del capital. Lo hace por ejemplo en el capítulo 8 cuando
examina el efecto de las leyes que intentan mejorar las condiciones de trabajo
y aquellas que buscaban limitar la jornada laboral y regular el trabajo infantil. Lo
hace también en el capítulo 23 cuando describe las condiciones en que vivía el
ejercito industrial de reserva si es que puede llamarse vida a eso que le
acontecía. En todos estos casos sucede lo mismo que en el ejemplo anterior.
Impotencia y complicidad, aunadas a la viveza del capitalista que mediante mil
marramuncias y triquiñuelas “burla” a los oficiales, inspectores y demás
representantes del poder supuestamente soberano, hacen de estos intentos
una nada cuando no una simple impostura.
Pero hay otros casos históricos en que el poder “soberano” se opone al
derecho del capital y con esto le disputa su poder exclusivo sobre la
producción. Así, el Estado estalinista se hizo a sí mismo el explotador único de
la Unión Soviética. Por otro lado el gobierno de Salvador Allende fue aniquilado
por nacionalizar la industria del cobre y promover el socialismo entendido como
el control de los trabajadores sobre la producción. En este caso el proyecto de
un Estado obrero desató no sólo la furia de la clase capitalista global sino
también sus más frías y calculadoras maquinaciones en torno a la mejor
manera de derrocar para luego exterminar sistemáticamente a los revoltosos.
Por otro lado allí donde existe una legislación laboral que en mínima medida
limite los derechos del capital a la explotación, hay una oposición entre el poder
soberano y el capitalista. Esta oposición se basa en el reconocimiento del
derecho a explotar, pero a la vez implica el reconocimiento por parte del
capitalista del derecho del soberano a limitar la explotación. Para el capitalista
esta limitación se le presenta muchas veces como una cosa insoportable que
acepta, cuando lo hace, por razones de gobernabilidad. Un ejemplo histórico de
esto fue el estado de bienestar europeo de postguerra, el cual fue posible en
parte por el acicate del terror que a la clase capitalista le producía la posibilidad
de una revolución mundial. Tuvo así que limitar la explotación de la fuerza de
trabajo en los centros mundiales donde tenía su residencia y hasta en algunos
sitios toleró que se le cobrase algún impuesto. No obstante esta situación de
bienestar fue posible gracias al sometimiento de los países del tercer mundo
los cuales se vieron reducidos a una situación de dependencia, y sus
poblaciones al ejercicio constante de la violencia directa. La llamada Venezuela
Saudi es un ejemplo distinto de una situación en la que fue posible conceder
algunos beneficios a los trabajadores. En este caso tal milagro se dio porque el
capital no tuvo que sacrificar nada puesto que la acumulación fue posible en
santa paz mediante la distribución de la renta petrolera34.
Pero la legislación laboral también implica el reconocimiento de los derechos
del trabajador por parte del soberano y del capital. Derechos que son, por
ahora, a perpetuar su situación política de dependencia con respecto al
capitalista, pero a fin de cuentas derechos que se ha ganado aquí y allá a
sangre y fuego.
Si enfocamos la coyuntura venezolana es posible decir que esta se define por
una contradicción que puede enunciarse en su forma general de la siguiente
manera: por razones en principio estrictamente políticas el poder soberano se
opone –más específicamente, intenta contener o limitar– a la violencia que es
inmanente al modo de producción capitalista. Incluso ha llegado a plantar
algunas semillas para la derogación del derecho del capital. Pero a la vez el
Estado reconoce el derecho a la violencia del capital, cuando, por ejemplo,
fomenta directa o indirectamente a la empresa privada35. Claro que el Estado
no reconoce esta violencia más que limitándola en nombre de la ley,
34 Batista y Mommer. Op cit. 35 Además de las múltiples formas de financiamiento directo a la empresa privada, es decir, de dinero constante y sonante que se le entrega a empresarios bajo forma de créditos, subsidios, exoneraciones de impuestos. etc., para que acumulen capital mediante la explotación limitada del asalariado (ver, por ejemplo: http://www.vtv.gob.ve/articulos/2014/10/09/presidente-maduro-entrega-bs.-1.055-millones-en-creditos-a-video-5322.html.) el gobierno recurre a otras formas de financiamiento del capital que tienen una fachada social. Un ejemplo claro de esto es la Misión Vivienda. Aclaramos que no se trata de estar en contra del deber estatal en pro de garantizar una vivienda digna a los venezolanos. Se trata de que la forma en que tal deber se cumple en la actualidad supone para los empresarios de la construcción un gigantesco y lucrativo negocio razón por la cual no debe sorprender a nadie que la Cámara Bolivariana de la Construcción haya entregado al presidente el premio a la responsabilidad social (cosa publicitada en los canales de televisión del Estado), mientras que la Cámara Venezolana de la Construcción fluctúa entre rasgamientos de vestiduras y su conformidad con lo que el gobierno le lanza. (ver, por ejemplo: http://www.mvh.gob.ve/index.php?option=com_content&view=article&id=1009:camara-bolivariana-y-venezolana-de-la-construccion-articulan-esfuerzos-con-el-mppvh&catid=91&Itemid=516).
imponiéndole condiciones para su ejercicio que favorecen a las clases
trabajadoras. Pero si con una mano hace esto con la otra busca atenuar los
efectos que las condiciones en cuestión tendrán sobre la acumulación. Sin
embargo, el Estado venezolano depende en lo tocante a uno y otro polo de
esta contradicción del ingreso petrolero, es decir, depende del sistema
capitalista mundial. Si puede hacer las dos cosas a la vez es porque cabalga
sobre la renta petrolera.
Lo anteriormente dicho es ejemplificable a partir de la Ley Orgánica del
Trabajo, los Trabajadores y las Trabajadoras (Lottt). Su promulgación es un
ejemplo de una política orientada, en principio, a la atenuación de la
explotación capitalista; o sea, es un caso en que el poder soberano se opone a
la violencia inmanente al modo de producción capitalista y al derecho del
capital. Pero si esta ley es una fuente de dolores de cabeza, rasgamientos de
vestiduras, verdaderas privaciones y supremo terror para todos los capitalistas
sin importar su tamaño, esto no es sólo porque se traduce para ellos en un
aumento de los costos de producción, en específico del costo del capital
variable e incluso en algunos casos del constante (toda vez que obliga por
ejemplo a garantizar las condiciones de seguridad de los trabajadores y
trabajadoras). Lo es más bien porque encierra en potencia la posibilidad de dar
al trasto con su derecho a la explotación.
En lo que toca al establecimiento de un salario mínimo, de aumentos de salario
anuales, de límites a la jornada laboral, de la seguridad social, del régimen de
prestaciones, de la prohibición de la tercerización del trabajo, y en general, en
lo que corresponde a los beneficios que concede a los trabajadores, no
presenta ninguna novedad, y su impacto en la explotación –en el modo en que
se realiza el trabajo y en sus fines– es meramente cuantitativo. Pero lo mismo
puede decirse de las prohibiciones que establece contra la discriminación de
género y racial, y de aquellas contra el acoso sexual o laboral. Se trata en
todos estos casos de límites contra la violencia inmanente, de atenuaciones de
la violencia inherente a la situación de dependencia en la que se halla el
trabajador, lo que implica el reconocimiento del derecho a la explotación.
También pueden incluirse aquí las garantías que protegen la organización
sindical en tanto que estas organizaciones son entendidas como un medio para
aminorar la violencia inherente al capitalismo y para exigir reivindicaciones.
Por el contrario en todo lo que obliga al capitalista a reconocer la organización
de los trabajadores para incidir en la gestión de la empresa, ella contiene en
potencia un cuestionamiento del poder de mando del capital.
Esto sucede en particular en el artículo 44 titulado “Participación en salud y
seguridad”, pero sobre todo, en el último capítulo del último título de la ley: “De
la Participación y el Protagonismo Colectivo de los Trabajadores y las
Trabajadoras en la Gestión”. Es allí donde se definen los consejos obreros,
pero dejando para una ley especial aun no existente la cuestión decisiva de
cómo estos participarán en la gestión productiva. Aun así o precisamente por
eso, se abre la posibilidad de que los CTT puedan tomar en sus manos el
conjunto de decisiones que atañen al proceso productivo, incluida la que toca a
la finalidad misma del proceso. Es este aspecto el que en realidad cuestiona el
poder de mando del capital y puede suprimir el ejercicio de la violencia
inmanente al capitalismo.
Es de destacar que la Lottt encierra y expresa de forma particular la
contradicción arriba mencionada. Por un lado reconoce el derecho del capital
en cuanto que solo atenúa y limita la explotación. Por el otro, abre la posibilidad
del control por parte de los trabajadores y las trabajadores de la gestión –del
control colectivo de la producción– y con esto del cuestionamiento del poder
basado en el ejercicio de la violencia inherente al modo de producción
capitalista. Esta contradicción funciona porque al Estado le es posible
satisfacer a ambos polos de la dicotomía valiéndose para esto
fundamentalmente del ingreso petrolero, pero también de su fortaleza política.
Esta contradicción se muestra además en otra faceta cuando se trata de las
empresas e instituciones del Estado. Allí la cuestión del control de la gestión es
mucho más problemática –y no es que la cuestión de los beneficios del
trabajador no lo sea– puesto que el patrón es el mismo que en última instancia
garantiza la vigencia de los derechos establecidos en la ley. Dicho de otro
modo si los CTT tomaran el poder en los espacios mencionados se acabaría la
transición al socialismo y este último simplemente se realizaría. Frente a esta
posibilidad el Estado se halla un poco como el catolicismo frente al nuevo
advenimiento de Cristo: desea posponerlo porque la condición de que tal cosa
suceda pasa porque advenga primero el anticristo y tal advenimiento equivale a
la disolución de la Iglesia. Esto se observa en el hecho de que la Lottt remite en
muchos aspectos conflictivos a la ley que rige el empleo público y en su mismo
texto establece excepciones a los derechos de los trabajadores de aquel
sector.
Pero no se trata solo de que el Estado posponga su muerte sino de que gran
parte de la masa trabajadora que compone el empleo público prefiere una
situación de sumisión bien pagada y de privilegios, por pequeños que estos
sean, a los peligros y luchas que entraña la activación de los CTT. En la
empresa privada sucede otro tanto. Esto se expresa en que, al menos al ojo
por ciento, la lucha sindical reinvindicativa tiene mucha más fuerza que la
consejista.
Planteado este panorama lo esencial es que la extinción del derecho del capital
no depende en última instancia del poder soberano, sino del deseo de la clase
asalariada que pugnando por su liberación se constituya en autentico poder
popular y acabe con las prerrogativas del capital para ejercer la violencia en
base a la cual ejerce su señorío.
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