panamá: corazón del universo
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Proyecto semestral del curso Historia de Panamá y del Mundo Global.TRANSCRIPT
UNIVERSIDAD DE PANAMÁ
FACULTAD DE COMUNICACIÓN SOCIAL
ESCUELA DE PRODUCCIÓN AUDIOVISUAL
HISTORIA DE PANAMÁ Y DEL MUNDO GLOBAL
PANAMÁ: CORAZÓN DEL UNIVERSO
Realizado por:
Lee, Tomás 8-863-2056
Montenegro, Delis 8-898-1785
Ríos, Michelle 8-898-2336
Dutary, Francisco 8-899-922
Facilitadora del curso: Prof. Rosalía Castillo Arango
5 de diciembre del 2014
P á g i n a i
INTRODUCCIÓN
Debido a su posición geográfica única, Panamá tiene un patrimonio histórico
abundante. Por cientos de años Panamá ha servido como un cruce tanto
marítimo como también territorial. Fue cerca de la actual cuidad de Panamá
que el conquistador español Vasco Núñez de Balboa fue el primer europeo
en haber contemplado el Océano Pacifico. Cristóbal Colón también hizo
visitas frecuentes para explorar las costas caribeñas del país. Incluso, Colón
hizo el intento de establecer una colonia en el norte del país, Bocas de Toro.
En este libro veremos cómo se vino desarrollando Panamá antes y después
de la llegada de los conquistadores españoles. Como cambió el ambiente, la
cultura y las costumbres. También veremos el impacto que ocasionó en el
resto del mundo con la revolución biológica.
Hablaremos de la cultura panameña: el arte, la vestimenta tradicional, la
gastronomía, los grupos indígenas y muchas otras cosas.
Simplemente este será otro libro que nos narrará por qué Panamá es corazón
del universo. Espero sea de su agrado.
PANAMÁ: CORAZÓN DEL UNIVERSO
INTRODUCCIÓN… i
I - Época Prehispánica de Panamá… 1
1. Organización socio-política… 2
2. Actividades económicas… 4
3. Creencias religiosas y rituales fúnebres… 8
II - Revolución Biológica del intercambio colombino… 12
1. Retos de los conquistadores españoles… 13
2. Efectos de la revolución biológica en el paisaje americano… 14
3. El ganado vacuno como agente importante de cambio… 15
4. Efectos sobre la población aborigen… 16
5. Efectos de la Revolución Biológica en la flora, fauna y dieta
5.1. Efectos en el Nuevo Mundo… 18
5.2. Efectos en Europa… 19
5.3. Efectos en África… 20
5.4. Efectos en Asia… 20
6. Consecuencias en la actualidad… 21
7. Resumen del capítulo en mapa conceptual… 22
III - La Cultura de Panamá… 23
1. ¿Qué entendemos por cultura? Por Rosalía Castillo Arango… 24
2. Conceptos… 28
2.1. Cultura… 28
2.2. Interculturalidad… 29
2.3. Plurietnicidad… 29
3. Orígenes del arte y la gastronomía… 29
4. Vestidos tradicionales… 31
4.1. La mola… 31
4.2. La pollera… 33
5. Culturas predominantes en el Istmo de Panamá… 34
5.1. Campesinos… 34
5.2. Afroantillanos… 34
5.3. Grupos indígenas… 36
6. Las minorías étnicas… 38
CONCLUSIONES… 39
REFERENCIAS INFOGRÁFICAS Y BIBLIOGRÁFICAS… 40
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La organización social y política era más compleja
que en los tiempos de los grupos nómadas y tenía
como máxima autoridad al cacique llamado en
algunos sitios Quevi o Quibián seguido de los
señores, Tibas o Sacos, los nobles guerreros,
piralaylos o Cabras. A las señoras principales se
les llamaba espaves y el último lugar de esta
pirámide social lo ocupaban los trabajadores y los
prisioneros de guerra tratados como esclavos. Sin
embargo, al igual que se hablaban de
innumerables dialectos, así mismo existían
diversos cacicazgos en todo el territorio del Istmo
de Panamá. Estos permanecían casi siempre en
guerra por el control de los territorios de pesca y
caza, pero principalmente por los límites de sus
respectivas zonas de influencia. Tal divisionismo, como veremos, fue hábilmente
aprovechado por los conquistadores españoles.
Para vísperas de la conquista, la población indígena a lo largo
del puente terrestre centroamericano estaba reunida en
pequeños territorios controlados por “caciques” y sus
séquitos, los cuales ejercían cierto grado de poder sobre el
resto de la población. En lo que respecta al tamaño de los
territorios y la densidad de su población, la naturaleza de los
asentamientos y la estructura del poder, había diferencias
de consideración a nivel regional, debido a variantes en la
capacidad de sostén de las distintas zonas ecológicas y
geográficas y – lo que es muy importante – a la distribución
desigual de aquellos recursos que eran importantes artículos
de subsistencia, lujo o trueque en tiempos precolombinos.
Influyeron, también, acontecimientos que obedecieron al azar, como las erupciones
volcánicas y las barreras sociales o físicas que se erigieron imprevisiblemente entre grupos
antagónicos.
Figura 1. El Quibián
Figura 2. El Cacique
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En el caso de Panamá, algunos territorios políticos se extendían desde la costa hasta la
montaña y, ocasionalmente, de costa a costa (Helms, 1979), lo cual facilitaba el
aprovechamiento de los recursos de distintas zonas ecológicas y de productos que no
estaban distribuidos de forma equitativa a lo largo del istmo, como el basalto (para hacer
hachas), el oro y el cobre aluvial y de veta, las conchas marinas, los productos selváticos,
como la caraña (para embalsamar a los muertos), las mascotas, la sal y el pescado
preservado. Evaluar a priori el potencial demográfico o cultural de una región
determinada únicamente en base a su productividad agrícola, puede conducir a
inferencias falaces.
Hay quienes aceptan sin titubeos lo
que dijo Oviedo sobre los rangos
sociales y patrones de herencia
entre los “cuevas”, un grupo
cultural heterogéneo cuyo
territorio abarcó desde las faldas
de El Valle hasta los Golfos de San
Miguel y Urabá (Romoli, 1987),
como evidencia fidedigna de las
clases sociales hereditarias en el
Panamá precolombino (Helms,
1976, 1982). El mismo Oviedo y
otros comentaristas aluden
constantemente a la importancia
de la destreza personal para la
adquisición y manipulación del
poder político: “Lo más común en
la subcession,” nos dice (1853:134),
“es quedar por señor el que más puede de los que pretenden la herencia…..” La frase “de
los que pretenden la herencia” sugiere que tan sólo una pequeña parte de la población
tenía la oportunidad de adquirir posiciones de poder por lo que tiene peso la hipótesis de
que ciertas parentelas de alto rango genealógico controlaban el acceso al poder y que los
miembros de éstas tenían obligaciones específicas con líderes con los que tenían lazos de
parentesco (Linares, 1977b). “En estas provincias (Cueva, Acla, Coiba)”, comentó
Andagoya (en Jopling, 1994), “no tenian los señores rentas ni tributos de sus súbditos,
salvo el servicio personal”. Los bribris y cabécares de Costa Rica conservan vestigios de
una jerarquía de clanes, los cuales llevan el nombre de algún personaje mítico, animal,
planta o lugar (Stone, 1961; ver Helms, 1994: 55). Estudios de la distribución geográfica de
Figura 3. División política de Panamá en la época
prehispánica
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imágenes de animales en el arte precolombino sugieren que los grupos sociales
prehispánicos también se asociaban genealógicamente con algunas especies o con figuras
míticas que eran mitad animal, mitad ser humano. Uno de los mejores candidatos para
este tipo de relaciones es el cocodrilo (Caiman fuscus y/o Cocodrylus acutus), el cual se
volvió muy popular en las artesanías prehispánicas de las comunidades cercanas a la Bahía
de Parita a partir del 500 d.C. En las sepulturas de las personas más ricas de esta región
aparece este icono ataviado como un ser importante, con bastones, cinturones, orejeras
en forma de barras y armas de guerra y, frecuentemente, rodeado de símbolos de espinas
caudales de rayas. En el ajuar funerario de gente más humilde, este cocodrilo humanizado
no posee los atributos del alto rango.
En La Yeguada se introdujo el siguiente proceso: la domesticación de las plantas cuyo
milenario desarrollo en el trópico americano condujo a la clase de agricultura que fue
presenciada y descrita por los cronistas españoles en el siglo XVI de nuestra era. La
deforestación continua y cada vez más intensa demuestra que algunas gentes
permanecieron allí quemando el bosque hasta que, para el 5000 a.C., quedaban pocos
árboles en la cuenca. Este panorama sugiere que en esta zona ya se practicaba la
agricultura de roza, es decir, se quemaba la vegetación tumbada en el verano para
sembrar al inicio de las lluvias. Después de la cosecha, el lote se abandonaba y los
agricultores buscaban otro sin talar para la siembra del año entrante. En esta época los
indígenas del istmo todavía no hacían hachas pulidas de duras piedras ígneas – tecnología
que no aparecería sino hasta el 500 a.C. – por lo que la preparación de los suelos debió ser
muy laboriosa y dependiente del fuego.
Señalábamos que los materiales que los
investigadores utilizan para investigar sobre los
orígenes y el temprano desarrollo de la
agricultura en el trópico consisten mayormente
en partículas microscópicas: el polen, los fitolitos
y los granos de almidón, los cuales se preservan,
tanto en los sedimentos y suelos formados por
las actividades humanas, como en la superficie
de las piedras de moler, la cerámica y hasta los
dientes humanos. La mayor parte de los sitios
arqueológicos panameños en los que se halla
esta clase de evidencia son asentamientos Figura 4. La cerámica
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costeros, como Monagrillo y pequeñas casitas de piedra, como el Abrigo de Aguadulce
(Coclé), la Cueva de los Ladrones (Coclé) y la Cueva de los Vampiros (Coclé), en los cuales
se ha identificado, en capas fechadas entre 6000 y 1000 a.C., alimentos que hoy casi no se
consumen como el sagú (Maranta arundinacea) y el lerén (Callathea allouia), además de
otros que posteriormente se convirtirían en el sostén alimenticio del trópico americano: la
yuca (Manihot esculenta), el maíz, los zapallos (Cucurbita), los ñames americanos
(Dioscorea) y los camotes (Ipomoea batatas) (Piperno y Holst, 1998; Piperno y Pearsall,
1998: 209-227; Piperno et al., 2000a,b). Investigaciones genéticas han confirmado que el
maíz fue domesticado originalmente en México (Doebley, 1990; Matsuoka et al., 2002), en
tanto que hay buenas posibilidades de que la yuca sea oriunda del sur de Brasil (Olsen y
Schaal, 1999), lo que señala que los agricultores istmeños probablemente adquirieron las
semillas de estas plantas mediante el trueque en cadena con otros grupos agrícolas.
Aunque se sabe que el zapallo común, Cucurbita moschata, es de origen suramericano,
dónde y cómo fueron domesticadas otras especies de estos “melones de los indios”, como
los describiera el soldado español Gaspar de Espinosa (en Jopling, 1994: 65) permanece en
misterio por lo que Oris Sanjur y Dolores Piperno llevan a cabo una investigación sobre su
ADN a fin de establecer una filogenia de variedades silvestres y domesticadas y comparar
sus fitolitos con los especímenes hallados en los sitios arqueológicos (Piperno et al.,
2000a; Sanjur et al., 2002).
Aunque estos datos afirman la gran antigüedad de la agricultura en el istmo, las
variedades de las plantas que se habrían cultivado en claros abiertos en las estribaciones
cercanas a las ‘casitas de piedra’ entre el 6000 y 1000 a.C. no eran tan productivas, ni tan
adaptables, como las que los españoles conocieron cuando llegaron a América. El maíz
tenía para estas fechas granos más menudos arreglados en pocas hileras. Se supone,
dadas las dificultades para despejar el bosque sin contar aún con hachas pulidas, que era
menos trabajo tumbar y quemar la vegetación en los cerros y en las estribaciones de
aquellas zonas del istmo que tienen veranos prolongados, que bregar con los densos
bosques situados a lo largo de los cursos bajos de los ríos donde posteriormente se
establecerían las aldeas más grandes. Recorridos realizados a lo largo del río Santa María y
en la vertiente del Caribe en la cuenca del río Coclé del Norte por John Griggs, Luís Alberto
Sánchez y Diana Carvajalhan verificado los datos paleoecológicos obtenidos en La Yeguada
y en el curso bajo del río Chagres (Lago Gatún) al señalar que gentes que usaban cerámica
del estilo llamado ‘Monagrillo’ – la más antigua del istmo – ya se habían esparcido por el
Caribe central unos 2000 años a.C. (Bartlett y Barghoorn, 1973; Piperno, 1985; Cooke y
Ranere, 1984, 1992b,c; Griggs, 1998; Griggs et al., 2002). Esta dispersión tan antigua de los
agricultores alfareros hacia bosques muy húmedos y tierras accidentadas se explica por el
hecho de que la agricultura de roza requiere que las parcelas sean cambiadas
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constantemente para que los suelos se regeneren. A medida que crece la población
humana aumentan tanto las presiones sobre las tierras disponibles para los siembros, que
las tierras no se dejan descansar por suficiente tiempo y las parcelas son invadidas por
gramíneas, maleza y arbustos lo cual impulsa a los agricultores a ir más lejos en busca de
tierras fértiles (Hansell y Ranere, 1997).
Otra investigación paleoecológica esta vez realizada cerca de la antigua mina de Cana en
el Darién oriental demostró que, para el 2000 a.C., esta apartada zona también estuvo
habitada por agricultores que conocían el maíz (Bush y Colinvaux, 1994; Piperno, 1994) –
un dato que reviste gran interés debido a que el único trabajo de campo arqueológico
realizado en la cuenca alta del río Tuyra se remonta al siglo XIX (Catat, 1889). A partir de
esta fecha, las actividades agrícolas perturbaron regularmente la vegetación hasta que, al
igual que en la cordillera Veragüense, el repliegue de los agricultores indígenas permitiese
el regreso definitivo del bosque (Cooke et al., 1996). En lo que respecta al occidente del
país, la inmigración hacia la alta y fresca cordillera de Talamanca demoró un poco más,
probablemente porque el maíz y otros cultígenos tardaron en adaptarse a este régimen
climático. Datos arqueológicos y paleoecológicos señalan que los valles de Cerro Punta y
Volcán fueron ocupados a partir del 800 a.C. por agricultores provenientes de las
estribaciones del Pacífico de Costa Rica y Chiriquí, los cuales establecieron las aldeas que
más adelante serían dominadas por el gran centro ceremonial de Barriles.
Desde luego, la agricultura no era la única actividad de subsistencia que los indígenas
practicaban en esta época. También cazaban, pescaban y recogían conchas, cangrejos y
frutas silvestres. La información más detallada sobre estos oficios proviene de sitios
arqueológicos ubicados en el ‘arco seco’, zona donde la aridez y la química de los suelos
del substrato geológico coadyuvan a preservar los restos orgánicos que nos proporcionan
información sobre el régimen alimenticio precolombino. En sitios como Cerro Mangote
(5000-3000 a.C.), y Monagrillo (2400-1200 a.C.), localizados a orillas de la productiva Bahía
Figura 5. Simulación dibujada de la actividad agrícola en la época prehispánica
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de Parita, se ha constatado mediante análisis arqueozoológicos la importancia de la
cacería de venados, iguanas, mapaches y aves costeras, la pesca en estuarios y playas
arenosas y la recolección de conchas y cangrejos (Cooke, 1995; Cooke y Ranere 1994,
1999; McGimsey, 1956; McGimsey et al., 1987; Willey y McGimsey, 1954). Estos dos sitios
estaban más cerca de la línea de la costa que en la actualidad debido a que aún no se
habían formado los deltas de los ríos Santa María y Parita en cuyas desembocaduras
estaban ubicados. Sitios coetáneos localizados en las estribaciones, más lejos de la costa,
realizaron otras actividades. Por ejemplo, los habitantes del Abrigo de Aguadulce
dedicaron mucho tiempo a la búsqueda de tortugas de agua dulce (Kinosternon,
Trachemys) y a la recolección de corozos (Elaeis, Acrocomia) (Cooke y Ranere, 1992a,b).
Hallazgos de los huesos de pequeños peces de estero como arengas (Opisthonema),
peyorras (Ilisha furthii), orquetas (Chloroscombrus orqueta) y coscochas (Ophioscion
typicus) en otros sitios más distantes del mar, permiten inferir que la costumbre de salar o
ahumar pescado en la costa misma para transportarlo tierra adentro, donde escasea la
proteína de origen animal, se remonta al 2000 a.C. o más allá (Cooke, 2001b; Cooke y
Tapia, 1994; Zohar y Cooke, 1997). Hallazgos de costillas de manatí en Cerro Mangote
indican que el envío de los huesos de estos grandes mamíferos acuáticos del Caribe a las
comunidades de la costa del Pacífico se remonta al 4000 a.C. En épocas más recientes, se
tallaban obteniendo hermosas piezas las cuales acompañaban las sepulturas de personas
importantes.
Figura 6. Simulación dibujada de la caza de animales en la época prehispánica
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En resumen, para el 1000 a.C., aquellas zonas del país donde se han realizado
investigaciones paleoecológicas y arqueológicas sistemáticas, estaban habitadas por
grupos indígenas que vivían en pequeños caseríos en las costas, estribaciones y cordilleras
y practicaban una economía de subsistencia mixta basada en la agricultura, la cacería, la
pesca y la recolección de productos silvestres. Ya sembraban variedades primitivas de
muchas de las plantas descritas por los españoles cuando llegaron al istmo. Es muy
probable si bien todavía difícil de comprobar que en zonas como la Bahía de Parita la
misma población ocupara estacionalmente los mismos sitios, cultivando en los
alrededores de las casitas de piedra como la Cueva de los Ladrones y el Abrigo de
Aguadulce durante el invierno y viviendo en sitios costeros como Cerro Mangote,
Monagrillo y Zapotal en el verano.
El conjunto de artefactos hallados en Sitio Conte
acusa un “estilo” particular que combina
motivos e íconos en formas distintivas (Lothrop,
1937, 1942). Es obvio que este llamativo sistema
semiótico, cuyas transformaciones en el tiempo
ya son bastante bien conocidas y fechadas,
estaba dirigido a un territorio mucho más
amplio que los que habrían dominado la mayor
parte de los centenares de “señoríos” o
“cacicazgos” descritos por los españoles. Desde
el Golfo de Montijo hasta la costa central de la
Bahía de Panamá y en la vertiente opuesta del
Caribe (Griggs, 1995, 1998) miles de
asentamientos, pequeños y grandes, ricos y
pobres, usaban e intercambiaban los mismos
amuletos, adornos, vasijas y armas decorados a
partir de un mismo sistema simbólico. El
conjunto de objetos e iconos de esta zona –
llamada ‘Gran Coclé’ por los arqueólogos
(Sánchez, 2000) – se distingue de otro que,
igualmente a partir del 500 a.C., llegó a
caracterizar el área que abarca desde el río Figura 7. Amuletos religiosos
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Tabasará hasta el Valle del General en Costa Rica, denominada ‘Gran Chiriquí’. En el
oriente se ha propuesto una tercera área cultural, ‘Gran Darién’, a la cual nos referiremos
más adelante.
Resulta más apropiado pensar en términos de una geografía cultural y política flexible en
la que existían epicentros y periferias, así como centros de producción de distintas clases
de artefactos en cada epicentro vinculadas a rutas de comercio cuya envergadura y
permanencia variaban de acuerdo al valor económico, suntuario o ideológico de los bienes
que cambiaban de manos. Por esto es lógico que los asentamientos costeros de Chiriquí
que fueron investigados por Linares, como La Pitahaya, hubieran recibido mayores
cantidades de la cerámica policromada fabricada en las grandes aldeas de Veraguas,
Azuero y Coclé, que otros ubicados en la cordillera (Cooke, 1980; Linares de Sapir, 1968;
Linares, 1980). Durante 30 años que Cooke ha realizado investigaciones de campo en la
cuenca del río Santa María, los llanos de Coclé y la costa este de la Península de Azuero,
jamás identificó un tiesto procedente de ‘Gran Chiriquí.’ Desde luego, sería improbable
que todos los grupos de objetos y productos tuvieran la misma importancia en los
sistemas de trueque prehispánicos. Sí se ha constatado con datos arqueológicos la
existencia de rutas que llevaban materias primas de costa a costa, como en el caso de los
huesos de manatí atrás mencionados o el de extensos talleres de basalto ubicados en la
cordillera de Chiriquí, Veraguas y Coclé los cuales producían hachas a medio hacer que
luego eran llevadas a aldeas en ambas costas donde se terminó el proceso de
manufactura (Cooke, 1978; Linares y Sheets, 1980; Ranere y Rosenthal, 1980). Según
fuentes documentales, otras rutas unieron las zonas donde se adquiría del oro y cobre
mineral con los talleres de los orfebres ubicados en aldeas grandes en el Pacífico, como las
del cacique Cori de Panamá y de Comogre quien controlaba el curso bajo del río
Chucunaque (Cooke et al., en prensa, a; Helms, 1979).
Estos procesos tan interesantes serían más fáciles de interpretar si tuviéramos en Panamá
más y mejores análisis del origen geográfico de las materias primas usadas para fabricar
artefactos, los cuales ya han avanzado en Costa Rica y Nicaragua. Esta deficiencia, así
como la escasez de datos geográficos sobre la distribución de los asentamientos
productores y recipientes de los bienes, aflige nuestra conceptualización de la arqueología
del oriente de Panamá, la cual en comparación con ‘Gran Chiriquí’ y ‘Gran Coclé’, ha
conocido muy pocas investigaciones, la mayor parte de las cuales estuvieron restringidas a
la costa del Pacífico (Martín-Rincón, 2002). Aunque en esta zona, el ordenamiento de los
grupos de artefactos en el espacio y en el tiempo está apenas iniciando y existen muy
pocas fechas radiocarbónicas, el Proyecto Arqueológico Panamá la Vieja está haciendo un
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esfuerzo loable por remediar la situación mediante excavaciones cuidadosamente
planeadas y ejecutadas (Rovira, 2002).
Pese a estas restricciones se ha
detectado, sin embargo, un
problema interesante que en
futuro merece la pena investigar
intensivamente ya que atañe a la
geografía cultural del grupo
social identificado como los
“cueva” por los españoles y para
el que existe una buena
documentación escrita gracias
principalmente a los esfuerzos de
Fernández de Oviedo. En el área que comprende entre Chame y el Darién, los arqueólogos
se han percatado de lo que parece ser un cambio en la distribución de la cerámica pintada
y modelada, el cual ocurrió entre aproximadamente el 550 y 950 d.C. En algunos sitios que
fueron importantes durante la primera mitad de este periodo (550-750 d.C.), como Playa
Venado, Panamá Viejo y algunos asentamientos en el Archipiélago de las Perlas (Linné,
1929), es frecuente una cerámica policromada iconográfica y morfológicamente tan
parecida a la de los estilos ‘Cubitá’ y ‘Conte Temprano’ de ‘Gran Coclé’, que deben
considerarse variantes locales del mismo sistema semiótico (Figura 11; Sánchez y Cooke,
2000). Hacia el final de este periodo (750-950 d.C.), no obstante, la policromía parece
haber cedido espacio a una tradición alfarera diferente, caracterizada por el modelado y la
pintura roja, ejemplificada por el conjunto de piezas halladas en los años, ’70 en
Miraflores (CHO-3) en el curso bajo del río Bayano (Figura 12; Cooke, 1976a, 1998; Martín-
Rincón, 2002; Sánchez y Cooke, 2000). Aunque resulte difícil interpretar esta situación,
una hipótesis es que, hacia el 750 d.C., ocurrieron cambios sociales o económicos – aún
pobremente conocidos – que condujeron a que la población del litoral de la Bahía de
Panamá se diversificara (Cooke, 1998a; Sánchez y Cooke, 2000). En una publicación
popular, Cooke (1992) propuso que dicho proceso pudo haberse desprendido de
desplazamientos hacia el Occidente de gentes relacionadas históricamente con los
‘chocóes’ lo cual, a la luz de recientes investigaciones, nos resulta algo ingenuo. Aún así, si
bien consideramos es una imprudencia un tanto anacrónica buscar relacionar grupos de
artefactos precolombinos con etnias o idiomas particulares, es cada vez más evidente la
similitud que guarda la creciente heterogeneidad de la cultural material precolombina a
través del tiempo en todo el puente terrestre con las cronologías y dendrogramas
propuestos para las relaciones filogenéticas entre los grupos indígenas supervivientes
Figura 8. Simulación dibujada del grupo social “los
cueva”
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(Corrales, 2000). Dicho patrón se compagina con la hipótesis de la paulatina disgregación
de una población antigua de indígenas de milenaria presencia en el istmo en unidades
sociopolíticas cada vez más pequeñas, relacionadas lingüística y culturalmente, pero
políticamente cada vez más discordantes.
El hecho de que Sitio Conte colinde con Cerro Cerrezuela, donde hay evidencia de terrazas
revestidas con piedras y con el Parque Arqueológico El Caño, cuyos arreglos de columnas
de basalto talladas y sin tallar son muy conocidos (Cooke, 1976a; Cooke y Ranere, 1992c;
Fitzgerald, 1991, 1998; Torres de Araúz y Velarde, 1998), sugiere que estos tres sitios
desempeñaban juntos la función de un sitio de especial importancia ritual y social, no sólo
para los caciques y aldeas de este interfluvio, sino para una población mucho mayor – tal
vez todo ‘Gran Coclé’ donde no se ha encontrado jamás un sitio parecido. Una situación
paralela parece darse en las tierras altas de Chiriquí con el caso de Barriles el que también
se destaca como un centro ceremonial que trascendió un territorio mucho más amplio
que el de un solo “señorío” o “cacicazgo” (Linares et al., 1975; Linares y Sheets, 1980). Se
infiere, de tal modo, que la importancia simbólica y social de los pocos sitios panameños
en donde se ha hallado algún tipo de arquitectura pública tuvo mucho que ver con la
ideología y genealogía, ya sea porque fueron los primeros asentamientos establecidos por
los ancestros de un grupo social particular en una zona geográfica específica, o porque
ocurrieron en ellos eventos reales o míticos que llegaron a tener connotaciones políticas
manipuladas, según su conveniencia, por las elites. Es curioso el hallazgo, en El Caño, de
una figura humana que lleva un animal en la espalda que si bien es cierto puede
representar una simple mascota, también puede simbolizar la costumbre, en las grandes
balserías practicadas hasta hace poco por los ngöbés, de que los mejores jugadores
carguen un animal embalsamado en la espalda como si este fuera una especie de guardián
o alter ego (Figura 6b; Young, 1976). Las crónicas españolas describen varios juegos en el
istmo en vísperas de la conquista, entre ellos uno que usaba una pelota de caucho y otro
“cañas”, es decir, lanzas de madera (Jopling, 1994:70; Torres de Araúz y Velarde, 1978).
Tal vez las hileras de columnas de El Caño (Figura 6a) definieron la cancha de los grandes
“juegos de cañas”, o balserías, a los que acudían los jugadores más destacados de todas
las aldeas que relacionaban sus orígenes genealógicos con este sitio o con los personajes
míticos o reales asociados con él.
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Muchas de las páginas más brillantes de las crónicas del Descubrimiento y la Conquista se
refieren a las penurias calamidades que tuvieron que sufrir los españoles para
sobreponerse a la dieta del indígena y a las batallas que se libraron desde el principio para
transformar el paisaje de las Indias, tratando de imponer la flora y la fauna de su mundo
familiar.
El problema de subsistencia fue, de hecho, uno de los mayores retos que tuvieron que
enfrentar los europeos tan pronto plantaron sus pies en el Nuevo Mundo. El qué comer,
sin violentar demasiado sus hábitos dietéticos, fue un problema más perentorio de lo que
a primera vista podría parecernos. Y ciertamente su fidelidad a las costumbres de la mesa
fue un motor de cambio tan decisivo como podía serlo la misma ocupación de los
territorios que caían a sus pies.
Figura 9. Conquistadores españoles llegando al Nuevo Mundo
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La fidelidad a las costumbres alimenticias impulsó que el europeo se diera la ingente tarea
a una escala e intensidad nunca antes realizada por el hombre de transformar el paisaje
para recrear en América la flora y fauna del Viejo Mundo. América entera recuerda muy
bien en su paisaje actual ese triunfo sobre la naturaleza porque la conquista de las Indias
no fue sólo una batalla contra los aborígenes y contra la adversidad de su inmensa
geografía, fue también una gigantesca conquista biológica.
El conquistador, en efecto, no sólo llevó a América sus instituciones, sus esquemas
mentales, sus costumbres óciales, sus concepciones urbanas, su religión y su lengua;
también llevó consigo sus hábitos alimenticios, y al mundo que conquistó le impuso su
dieta cárnica, sus granos panificables, su aceite (o su manteca de cerdo) y su vino, esos
cuatro pilares dietéticos que sostenían su civilización.
Ese Jardín del Edén que era América y que se abría a sus ojos maravillados (Colón mismo
creía barruntar la proximidad del Paraíso al recorrer las costas de Parita, en Venezuela) no
ofrecía, sin embargo, nada de eso al estómago europeo y, de hecho, desde el punto de
vista de sus costumbres alimenticias, era un mundo decepcionante y vacío. Los embarques
trasatlántico le llevaban, por supuesto, alimentos de casa, pero la larga travesía arruinada
muy a menudo toda la gran parte de la carga: la carne en salazón, los aceites y la harina
con frecuencia se podrían o tornaban rancios antes de llegar al Caribe y el vino se
avinagraba fácilmente al bajar de latitud.
Durante las dos primeras fases de la
conquista, el europeo tuvo que
tolerar, a disgusto y a falta de otro
pan, el áspero e insípido cazabe, y
demoró bastante en aceptar el maíz
como pan diario; y para el balance
proteínico de su dieta, pasó años
comiendo hutíes, iguanas y otros
animales de caza y pesca, hasta que
por fin logró que se multiplicaran los
animales domésticos del Viejo
Mundo: “el choque de culturas” fue
Figura 10. El casabe
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también una prueba para el estómago de los descubridores, que tuvieron que adaptarse,
como pudieron, a los nuevos platos, para evitar el hambre.
Sin embargo, el europeo, fiel a su dieta materna, y lejos de contentarse con esta variedad
de platos exóticos, no descansó hasta poder poner en su mesa todas las viandas a que se
estaba acostumbrado en la Madre Patria. Desde que se estableció en las islas antillanas,
como luego en tierra firme, puso todo su empeño en conseguirlo. Pero, como era de
esperarse, tanto en las islas como en Castilla de Oro, fracasó en sus intentos por aclimatar
el trigo, la vid y la oliva; en cambio tuvo un éxito prodigioso con la implantación de
diversas hortalizas, el azúcar, los limoneros y los naranjos, pero sobre todo con las crías de
vacas, cerdos y gallinas. Los sorprendentes resultados que ya para 1510 se había logrado
en la Española los resume Pedro Mártir de Anglería anunciando que el ganado era ya tan
abundante que los vecinos pedían que no se les enviasen más de la península.
El proceso de convertir el paisaje
americano por el europeo no se
intentó igual ni tuvo la misma
eficacia en todas partes. Pero en
algunos lugares simplemente fue
arrollador. El principal agente de
cambio fue el ganado vacuno. El
ganado iba abriendo fronteras,
primero ocupando las sabanas
preexistentes, luego penetrando
los bosques, y por todas partes
anticipándose al hombre. Si en las
fases iniciales de conquista fue la
carne vacuna la que decidió sus ritmos (y sus progresos), sería ella la que salvaría a los
indios del último exterminio y la que, a la postre, acabaría por imponerse en la gran
mayoría de los países americanos como el plato básico de la dieta colonial.
Ya desde la segunda mitad del siglo XVI, el ganado era tan abundante que en muchas
partes multiplicaban por diez el número de habitantes y la carne prácticamente era
Figura 11. El ganado vacuno
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gratuita. Estos excesos aconsejaron reducir la población ganadera para mejorar los precios
y, ya a fines del siglo XVI, en diferentes partes del continente, se generalizó la práctica de
matar en masa al ganado para aprovechar sólo el cuero y el sebo.
Panamá fue un caso típico en América. Hacia 1590 era tal la plétora de la ganadería
vacuna, que se estimaba su población en más de 150,000 reses, repartidas sólo en las
jurisdicciones de Natá y Panamá, ya que las zonas de pastoreo de Veraguas y Chiriquí no
habían sido todavía colonizadas, pues, como se sabe, los núcleos coloniales de Remedios,
Montijo y Alanje, surgieron, respectivamente, en 1589, 1590, 1591. La relación era
entonces de 10 a 15 reses por cada habitante. Esta superabundancia mantenían tan bajos
los precios. En 1571, por ejemplo, una res en pie vendida por atajo se pagaba a 1.5 reales,
lo mismo que costaba una ración de pan de 12 onzas. Para el mismo año, incluso una
fanega de maíz, que era un grano de producción local costaba cinco veces más que una
res, aún cuando el grano obtenía el precio más bajo.
Estas circunstancias obligaron en Panamá, al igual que en muchas otras partes América
donde la situación era semejante, a sacrificar en masa al ganado para provocar una
mejoría en los precios. En cosa de un año, la población ganadera de sólo la jurisdicción de
Panamá se redujo a 24,000 cabezas. Una década más tarde, no obstante, el ganado había
vuelto a aumentar y ya en 1607 la población era más del doble que la que existía en 1590-
1591, los años de la crisis. Sin embargo, los precios siguieron increíblemente bajos y, como
consecuencia, eran enormes las cantidades de carne que se consumían: una o más libras
diarias eran típicas en la dieta, incluso en las raciones de los soldados y los esclavos.
Al irse enriqueciendo la dieta americana, fueron mejorando también las opciones de vida.
Gracias a ello, la población aborigen, terriblemente devastada como resultado de la
Conquista, comenzó, primero a recuperarse, y luego a aumentar consistentemente a
medida que avanzaba el siglo XVII. La dieta cárnica primitiva se limitaba a la cacería, que
como se sabe es muy aleatoria, de modo que con la incorporación no sólo del ganado
vacuno, sino también del porcino, las cabras, las ovejas y varias especies de aves de corral
de origen europeo, el contenido proteínico de la dieta indígena mejoró sensiblemente, Si
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la conquista casi acaba con el indio, la revolución biológica que la colonia llevó al campo
americano fue su salvación.
Los indios no tenían animales de
tracción, si exceptuamos las llamas,
que se limitaban al territorio andino
y no cargaban más de un quintal, o
los perros en ciertas partes de Norte
América, donde se usaban para
arrastrar cargas pequeñas. Todo
cambió con la introducción de
bueyes, mulas y caballos después del
descubrimiento: los bueyes para el
arado y las carretas; el caballo para
la vaquería y la guerra, pero también
para el juego y el deporte y como
transporte de lujo; las mulas para el
transporte de cargas pesadas por terrenos accidentados, desde los Andes a los desiertos
peruanos, desde La Pampa al cerro de La Plata, y a través del istmo panameño con los
tesoros del alto Perú. Y los tres, para mover maquinarias y molinos de viento o agua, o
para exprimir caña en los trapiches. La incorporación de estos animales puso al alcance del
hombre americano una nueva y formidable fuente de energía de alcance revolucionario,
cuyo impacto de algunos eran equiparados al de la máquina de vapor de Watt en la
Europa de fines del siglo XVIII.
La utilidad de estos animales dependía de la zona. El caballo transformó enteramente la
cultura de los indios norteamericanos y de los araucanos de Chile, y en La Pampa
argentina dio origen al gaucho. En Norte América tribus que habían sido antes agrícolas,
se convirtieron, gracias al caballo, en tribus vaqueras, al par que mejoraron notablemente,
con la ayuda del rifle, su capacidad para caza del búfalo. Pequeñas en número y poco
eficientes para la caza, crecieron en población y florecieron después de la incorporación
del caballo a su cultura.
Figura 12. Indígenas usando caballos
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Como bien sabemos, esta revolución biológica trajo muchos cambios en las costumbres
que se tenían, pero también afectó enormemente en otras partes del mundo.
5.1. EFECTOS EN EL NUEVO MUNDO
El trigo acabó por imponerse en muchas partes al maíz, sobre todo en los centros urbanos
y entre las clases superiores. El arroz se introduce en América desde el siglo XVI, pero no
llega a ocupar una posición prominente en la dienta hasta el siglo XVIII, sobre todo en las
regiones tropicales, por ejemplo Panamá, en la zona de Cartagena, en las tierras bajas
ecuatorianas, en Cuba. Sin embargo, en comparación a la ganadería, las áreas ocupadas
por la agricultura representaban un porcentaje relativamente pequeño.
Figura 13. Cañaverales
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Fue en realidad la caña de azúcar el cultivo que más contribuyó a modificar el paisaje
americano. Se la siembra por doquier, sobre todo en las cercanías de los núcleos
poblados, generalmente para la producción de miel y panela, aunque se trata de
pequeños plantíos. Sin embargo cuando se cultiva la caña para la producción de azúcar,
los cañaverales se extienden como una mancha hasta donde alcanza a vista.
Europa pues, transformó el paisaje americano, y con la introducción de sus plantas y
animales creó una verdadera revolución biológica en el Nuevo Mundo. Durante mucho
tiempo, tal vez hasta principios o mediados del siglo XVII, esta influencia fue,
esencialmente, de una sola vía.
5.2. EFECTOS EN EUROPA
El europeo en un principio no se sintió muy atraído por las plantas alimenticias
americanas. En primer lugar lo que le interesaba era recrear en el Nuevo Mundo su flora y
su fauna familiar, sobre todo para poder alimentarse como lo hacía en casa. En segundo
término, le interesaba explotar comercialmente aquellos productos que (sin importar de
donde fuesen originarios) tuviesen en Europa un buen mercado de consumidores: el palo
de Brasil, el jengibre, el tabaco, los cueros de vaca, y sobre todo la caña de azúcar, y más
tarde el cacao y diversos colorantes como el índigo, la cochinilla o el múrice.
Pero su gran fascinación fueron en realidad, desde el principio, las drogas y yerbas
medicinales americanas, como el palo santo o guayacán, que se populariza enormemente
bajo la creencia de que servía para sanar la
sífilis, una enfermedad que, por cierto, era
de origen americano y que había llegado a
Europa en el primer viaje de Colón.
El maíz y la papa, que contribuyeron
enormemente, a partir del siglo XVIII, a
resolver el problema alimenticio, cada vez
más acuciante, y a reducir el peligro de las
carestías cuando Europa entró en un período
de crecimiento acelerado de su población. El
europeo tuvo mucho recelo y prevención de
Figura 14. Cultivo de papas
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la gran mayoría de los productos del Nuevo Mundo como el tomate, el chile americano, el
pimiento, la batata, los frijoles, la calabaza y así con muchos otros más; pero al final, se
percataron de los grandes beneficios que les traerían por lo que formaron parte de su
dieta y cultivos.
5.3. EFECTOS EN ASIA
Para fines del siglo XVIII y principios del XIX, ya el maíz le había dado la vuelta al mundo,
habiéndose aclimatado estupendamente en el Lejano Oriente.
Para esas fechas se había convertido en la cosecha primordial de extensas zonas del
suroeste de China. Al llenarse de gente el Yangtse y sus tributarios en el siglo XVIII, el
exceso de población, empujaba hacia las montañas, encontraron en el maíz la solución
para sacarle provecho a tierras antes inutilizadas. Hoy día, China es el segundo productor
mundial del grano. Sólo Estados Unidos le gana la delantera. Y cerca de un séptimo de
toda la cosecha de productos alimenticios que produce China proviene del maíz, que, al
igual que en Egipto, India e Indonesia, es básicamente un alimento humano.
5.4. EFECTOS EN ÁFRICA
El cacahuate, el cacao, el maíz, y numerosos tubérculos americanos, sobre todo la yuca
para el cazabe, viajan de regreso en los barcos negreros y pronto se multiplican en África,
Figura 15. Maizales
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donde, al par que transformar radicalmente la dieta, contribuyen a la multiplicación
demográfica, lo que a su turno mejora a provisión de brazos para la trata esclavista.
El cambio de la diera fue tan profundo que para fines del siglo XVIII muchos africano se
alimentaban casi exclusivamente de maíz, sufriendo como consecuencia deficiencias
vitamínicas. Y todavía en nuestros días, muchos africanos padecen de pelagra, una
enfermedad provocada por la desnutrición debido a la excesiva dependencia del grano.
La revolución biológica a que dio origen el descubrimiento no se agotó pues, en el siglo
XVI americano. En el siglo XVII rescató a los indios de su hundimiento demográfico y, un
siglo después, empujó a la humanidad hacia nuevos niveles de población, fenómeno que
algunos historiadores vinculan, por un lado, al origen de la revolución industrial, por otro,
al aumento de la población esclava debido al crecimiento de la población africana.
Figura 16. Cacao
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Acostumbró a los hombres a nuevos hábitos de mesa y por doquier revolucionó la dieta
tanto de ricos como de pobres.
Enriqueció notablemente la farmacopea, y gracias a los nuevos medicamentos se
encontró el remedio a enfermedades que eran tan viejas como el hombre. Cambió,
asimismo, el paisaje de todos los continentes. Pero también fue una revolución que
arruinó inmensos territorios, empobreciendo los suelos hasta hacerlos casi inútiles. Sus
consecuencias fueron inmensas y transformaron el mundo entero.
DESCUBRIMIENTO Y CONQUISTA DE AMÉRICA
Recrea fauna
Ganadería vacuna
Llegada del caballo a las tribus en el norte de
América
América rural cría mulas
Recrea flora
Caña de azúcar, modificó el paisaje
Las drogas y las yerbas medicinales (Palo de
guayacán, la guinina, el tabaco, etc)
Revolución del maíz; a principios del siglo XIX, ya
el maíz le había dado la vuelta al mundo
Revolución biológica del continente
El conquistador europeo introdujo hábitos alimenticios y
altera el paisaje a causa de la fidelidad de sus costumbres
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Por: Rosalía Castillo Arango
Investigar temas relacionados con la cultura implica conocer su significado; por
consiguiente, antes de continuar con otros aspectos, se debe abordar este concepto. Es
necesario aclarar que, siendo un fenómeno social complejo son muchas sus definiciones,
de hecho, se estiman en más de 300. Pero, después de leer algunas, es necesario
preguntarnos: ¿qué entendemos por cultura?
Etimológicamente, el término proviene del verbo latín "colo", cuyos significados elaboro,
cultivo, honro, venero, son quizás los más importantes de una serie bastante extensa. Como
consecuencia del gran número de definiciones identificadas, y tomando en cuenta los
enfoques de algunas ciencias, se realiza, a continuación, un resumen de algunas de las
utilizadas.
Entre las acepciones más significativas, se destaca la que define la cultura como aquello
referente al reflejo y prefiguración de las posibilidades de organización de la vida cotidiana;
conformadas por la estética, los sentimientos y las costumbres.
Sobre este tema, el escritor colombiano Renán Vega Cantor destaca que:
“…es un producto humano y social,…no existen hombres al margen de la cultura ni tampoco
cultura por encima de aquellos. Con esto, lo que se pretende significar es que no hay
hombres cultos e incultos, si no diversos patrones culturales que se corresponden con un
determinado espacio y con una temporalidad completa. De esta manera, la cultura es un
producto histórico, que se construye a lo largo del tiempo y en unas condiciones sociales
dadas. Sintéticamente y de manera provisional, se puede decir que la cultura es el conjunto
de actividades y productos materiales y espirituales que distinguen a una sociedad
determinada de otra. La cultura así entendida aparece como la respuesta de un grupo social
al reto de satisfacer sus necesidades básicas” (Vega Cantor, 1999).
Por su parte, el historiador francés Roger Chartier uno de los maestros de la historia de la
cultura, citado por la historiadora panameña Miriam Miranda, afirma que:
“…cualquier definición de cultura debe tener en cuenta por un lado las obras y las prácticas
que son objeto de juicio estético o intelectual, y por otro, la trama de relaciones cotidianas
que expresan la vida de una comunidad en un tiempo y lugar… porque a partir de estas ideas
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se puede: Pensar históricamente las formas y las prácticas culturales” (Miranda, 2005-
2006).
Este concepto es fundamental para las ciencias sociales, en especial para la sociología y la
antropología. Aunque, es un término polisémico y pareciera que cada profesional lo define
de acuerdo a su disciplina. Así mismo, existen diversos enfoques. Por ejemplo, Algunos han
subrayado los componentes mentales o actitudinales más que los aspectos del
comportamiento de la cultura. Así, la cultura no es más que interpretaciones compartidas
que orientan ese comportamiento y que se expresan a través de él. Sicológicamente es un
cuerpo organizado de patrones de conducta al cual han contribuido las generaciones con la
experiencia de los grupos y las costumbres de los pueblos, de ahí que se considere que es
trasmitida por herencia social. Así mismo, al indagar sobre el significado que otras otras
disciplinas le atribuyen conocemos que:
“…los etnógrafos entienden por cultura todo lo hecho por las manos y el intelecto de los
seres humanos; los arqueólogos la relacionan con la actividad material de los hombres por
la cual puede juzgarse su vida espiritual; los historiadores y otros la identifican con la
actividad espiritual de la sociedad. Otros limitan su interpretación al considerar como
cultura sólo las expresiones artísticas y literarias de la misma y algunos llegan a considerar
que no es necesario un concepto y que se debe limitar al lenguaje cotidiano y a ciertas
ciencias especiales como la sociología”. (Peralta, s/f)
Cuando investigamos el concepto cultura, en el campo de la antropología, nos percatamos
que, al decir de James Peacock:
“los antropólogos nunca se han puesto de acuerdo sobre una única definición, no obstante
pueden precisarse ciertos elementos comunes. Según la definición de Edward Tylor, la
cultura la adquiere el hombre como miembro de la sociedad, esto implica que la cultura no
se hereda por línea biológica, se aprende y es algo social no es propiedad del individuo sino
que se comparte. La cultura se aprende y se comparte. La cultura es un "lenguaje silencioso",
las tradiciones y las convenciones son silenciosas en el sentido que suelen ser inconscientes”.
(Mejía Carrión, s/f)
Como el vínculo de las relaciones existentes entre historia y cultura, en principio lo
establece la antropología, es importante reconocer que la contribución de esta disciplina a
la noción de cultura, ha sido muy útil para el conocimiento histórico. De hecho, se estima
que la más preparada para asumir el estudio de la cultura es la antropología, la cual desde
sus comienzos afrontó el análisis cultural. En la investigación desarrollada por un
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antropólogo, en su trabajo de campo o en su conocimiento indirecto de los rasgos de
sociedades de otras épocas, hay necesariamente una consideración temporal que genera
un contacto obligatorio de la historia.
La cultura es un proceso en donde participan diferentes instituciones, por ejemplo, la
familia, la escuela, la iglesia, los medios de comunicación social, los grupos de amigos, etc.;
es algo complejo que incluye creencias, leyes, lenguaje, actitudes, costumbres, valores,
vivienda, conocimientos y cualquier hábito adquirido por el hombre como miembro de una
sociedad. Eso significa que es aprendida de generación en generación, que nadie nace con
cultura, es decir, que se adquiere y se desarrolla en la interacción social; pero mientras que
parte de ésta se forma en la infancia (por ejemplo, a hablar) otra, en la madurez. Además
de que se aprende, es compartida porque una persona tiene que estar en contacto con
otras para desarrollarla.
Tal como hemos advertido, el modo de vivir de una colectividad también es una parte
integrante de la cultura, por ende, puede decirse que lo cultural subyace como cimiento y
motivación de todo comportamiento, sea individual o colectivo. Debido a eso, en todas las
esferas de la vida y actividad social que estudiemos, también tendremos unos u otros de
sus elementos. Cada grupo social tiene y genera valores particulares de la cultura con los
cuales se identifican a sus miembros, siendo la autoconciencia de estas características la
que constituye su identidad, es decir, el auto reconocimiento de la singularidad que integra
a sus rasgos personales las características de un grupo social.
Está íntimamente vinculada a las representaciones, a las prácticas, pero también a los
objetos materiales, a la cultura material. Así mismo, las herramientas que utilizamos, las
interacciones que ejercemos, las creencias y valores que poseemos forman parte de nuestra
cultura, y de nuestra existencia como animales sociales. Si bien, abarca los logros de la
producción material o espiritual, es decir, las obras artísticas, cuadros, esculturas, libros,
medios de producción, entre otros; su elemento funcional lo constituyen: los hábitos, las
costumbres, tradiciones, tecnología, cultura del trabajo, hábitos de conducta personal,
métodos de creación y otros.
La cultura es un entramado de significados compartidos, que obtienen su connotación del
contexto (geografía, clima, historia y procesos productivos), pero que habita en la mente de
los individuos dándoles una identidad cultural específica; justificándose el argumento
teórico que nos dice que está tanto en la mente de los individuos como en el ambiente en
que viven.
Como engloba todas nuestras acciones y creencias no transmitidas genéticamente, abarca
toda la información y habilidades de los seres humanos, transmitidas a través del
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aprendizaje y del lenguaje, por tanto, se identifica con el quehacer humano, los usos y
costumbres que históricamente han hecho parte del modo de ser de las varias etnias que
habitan el planeta:
“…no es estática, está constantemente siendo inventada o modificada sin ser totalmente
transformada…Este proceso de cultura puede ser estudiado a través de las
representaciones: chistes, códigos de conducta, mitos, rituales políticos y religiosos, entre
otros...Forma parte del proceso histórico y en consecuencia es constantemente creada y
recreada por la participación de los actores en el proceso social” (Vega Jiménez, 2005-2006).
En resumen, todas las anotaciones precedentes nos enseñan que la cultura envuelve todas
las facetas del comportamiento humano. Entre las innumerables definiciones que se le han
otorgado, la más simple es aquella que señala que se compone de todo lo simbólico que
aprendemos; lo abarca todo. Por consiguiente, decir que la cultura es todo lo que hacen los
hombres, además de acertada, es la más sencilla manera de expresarse sobre el término.
Los estudios sobre culturas populares han cobrado fuerza en el campo de la historia, lo
que permite hablar de un campo específico denominado Historia Popular, que ha
originado una mayor sensibilización frente a la diversidad social y una búsqueda teórica
que ayude a comprenderla.
El historiador italiano Carlo Ginzburg en la década de 1970 abandonó el concepto de
mentalidad para adoptar el de cultura popular, a la cual precisó como el conjunto de
actitudes, creencias, patrones de comportamiento, etc., propios de las clases subalternas
en un determinado período histórico. Este historiador formuló una visión original donde la
cultura popular no se confunde con la impuesta a los grupos populares por los grupos
dominantes, por lo tanto, al definirla destaca, primero que todo, la oposición de ésta con
relación a la cultura letrada u oficial.
Emplear el término “cultura popular” nos ayuda a definir un conjunto de actitudes,
creencias, códigos de comportamiento propios de las clases populares en un período
histórico, pudiendo recorrer una “otredad” dentro del imaginario colectivo. Al respecto,
señala el historiador Alfredo Castillero Calvo:
“…la nueva historia contrapone una Cultura Popular, donde lo que importa son temas como
las formas de la religiosidad, las representaciones mentales, el pensamiento crudo, confuso
y no elaborado de las mentalidades, la cultura material y la vida cotidiana, las experiencias
lúdicas como el carnaval o las fiestas religiosas, la historia de los gremios de artesanos y las
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expresiones artísticas populares, y donde el protagonismo recae en << los de abajo>> los
que no tienen historia>> (Castillero Calvo, 1996).
Según nos propone Esteban Rodríguez Doble, en su ensayo “Discordias teóricas de la
historia de las mentalidades”, se debe separar el imaginario colectivo, objeto de estudio de
la Historia cultural, del inconsciente colectivo, tratado por la Historia de las mentalidades.
En primer término, se señala que lo imaginario atañe meramente a la cultura, por eso:
“…la Historia cultural debe ser la historia de las cosmovisiones, es decir, de las percepciones
humanas en el tiempo, de las representaciones de la realidad, o la visión de mundo si se
quiere; todo estos parajes infinitos son los que debe recorrer, y tener claro que no es el
inconsciente colectivo sino el imaginario colectivo lo que se encuentra cultural y socialmente
condicionado interrelacionar la realidad concreta con el image encuentra revestido el
inconsciente colectivo en cada momento de la historia”. (Rodríguez Doble, 2005)
Sobre este tema, podemos concluir que no es fácil definir y/o delimitar el campo de estudio
de la Historia cultural; es más, puede resultar una tarea inconclusa, si tomamos en cuenta
que al estar en una constante transformación, no ha permitido aún a los especialistas
contar con una respuesta definitiva. Sin embargo, podemos destacar que es una disciplina
que, además de rescatar a los marginados de la historia, estudia los hechos históricos de
los diversos grupos de la sociedad, así como las tradiciones populares, la tradición oral, la
cultura, las representaciones, la vida cotidiana entre otros.
Panamá, noviembre de 2014.
2.1 CULTURA
El término cultura, que proviene del latín cultus, hace referencia al cultivo del espíritu
humano y de las facultades intelectuales del hombre. Su definición ha ido mutando a lo
largo de la historia: desde la época del Iluminismo, la cultura ha sido asociada a
la civilización y al progreso.
En general, la cultura es una especie de tejido social que abarca las distintas formas y
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expresiones de una sociedad determinada. Por lo tanto, las costumbres, las prácticas, las
maneras de ser, los rituales, los tipos de vestimenta y las normas de comportamiento son
aspectos incluidos en la cultura.
2.2 INTERCULTURALIDAD
El concepto de interculturalidad apunta a
describir la interacción entre dos o
más culturas de un modo horizontal y sinérgico.
Esto supone que ninguno de los conjuntos se
encuentra por encima de otro, una condición
que favorece la integración y la convivencia
armónica de todos los individuos.
2.3 PLURIENTNICIDAD (Muchas etnias).
Si bien una etnia tiene una cultura afín, involucra
afinidades adicionales, como lo dice en la
definición de la RAE, es decir, raciales y
lingüísticas.
Las obras arquitectónicas actuales están influenciadas por las tendencias internacionales y
la nueva tecnología (Ejemplo, los edificios inteligentes). El representante principal del arte
panameño actual es Brooke Alfaro (1949). Ha ido incorporando en su obra las lecciones
aprendidas de los grandes maestros del arte… Se burla de las imágenes católicas, el poder
político y las peculiaridades de la sociedad latinoamericana. El sentido de su obra se
encuentra más allá de los simples corolarios estéticos tradicionales empeñados en
caracterizar la naturaleza de la obra de arte. Su obra es un pandemónium de recursos e
ideas. Aparece la ironía, el efecto de caricaturización y el afán por lo grotesco, lo cual
asume el artista con dominio de la técnica y el conocimiento del color y la forma. De esta
manera lo absurdo y lo grotesco se revelan con la gracia y la ingenuidad de las historias de
santos, milagros y hechizados. Sus obras están repletas de figuras, en una especie de
exhuberancia barroca. Logra efectos de deformación de la imagen, el afloramiento de los
Figura 17. Plurietnicidad
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rasgos psicológicos de los personajes con naturalidad y sin necesidad de una carga
excesiva de elementos simbólicos (ver imagen).
Al igual que hemos visto en el arte internacional, hoy en día en Panamá las instalaciones
que buscan llevar un mensaje al público forman parte de la plástica actual. Al fin y al cabo,
a través del tiempo, ese ha sido el objetivo principal del artista.
La gastronomía de Panamá es el resultado
de la influencia histórica en el país por las
culturas amerindia, hispana, africana, y
afroantillana. Se caracteriza por el alto
consumo de arroz en diferentes formas y
preparaciones, así como las sopas, siendo el
sancocho la más popular. Otros insumos e
ingredientes son el maíz, plátanos, gallina,
carnes, pescados y mariscos, con los que se
preparan diversos platos y frituras. Las raíces
y tubérculos tienen preponderancia en la
dieta del panameño, destacándose la yuca, el ñame, el ñampí, el otoe y en menor grado la
papa. Pese a la pequeña extensión del país, la gran diversidad cultural del istmo permite
identificar algunas variantes regionales. En Panamá, a la hora del desayuno, son comunes
Figura 18. Arte panameño
Figura 19. Comida panameña
P á g i n a 31 | 41
las frituras, entre ellas la tortilla de maíz, la yuca frita, carnes y puerco. Para almuerzo, se
consume casi siempre el arroz acompañado de carnes, menestras y vegetales o sopas.
Para la cena se disfruta de algo un poco más ligero y rápido, dependiendo de cada familia.
El consumo y oferta de pescados y mariscos frescos es una ventaja, ya que el país tiene
costa atlántica y pacífica, lo que hace tener una variedad muy grande.
4.1 LA MOLA
La mola es una forma de arte textil tradicional, hecho por la etnia Guna de Panamá y
Colombia. Las molas son textiles cosidos en paneles con diseños complejos y múltiples
capas usando una técnica de appliqué inverso.
En el idioma kuna (dulegaya), mola significa "ropa" o "blusa". El vestido completo
tradicionalmente incluye una falda (en dulegaya: saburet), una bufanda para la cabeza
Figura 20. Mola Guna
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roja y amarilla (en dulegaya: musue), mangas para los brazos y piernas (en dulegaya: wini),
un anillo de oro en la nariz (en dulegaya: olasu), y aretes en adición a la blusa (en
dulegaya: dulemor).
Las molas se originaron con la tradición de la mujer kuna de pintar sus cuerpos con
diseños geométricos, utilizando colores naturales disponibles. Luego de la colonización
española y el subsequente contacto con los misioneros, los kunas empezaron a transferir
sus diseños geométricos tradicionales en telas, primero pintándolos directamente, luego
utilizando la técnica de apliqué en reversa. No se conoce con certeza cuando fue utilizada
esta técnica por primera vez. Se asumen que las molas más antiguas tienen entre 150 a
170 años de antigüedad.
Además de su inspiración geométrica, los kunas en los últimos 50 años empezaron a crear
diseños realistas y abstractos de flores, animales, pájaros y del mar.
Dependiendo de la tradición de cada isla de Kuna Yala, las mujeres kuna empiezan a
confeccionar las molas cuando alcanzan la pubertad, algunas otras mucho antes. Las
mujeres de esta etnia que prefieren vestirse normalmente son una minoría, tanto en la
isla como en la ciudad de Panamá.
Las molas tienen una gran importancia para los kunas, pues son una de las principales
obras de arte que identifican su tradición y su cultura, además de ser una pieza muy
adquirida como souvenir por los visitantes del istmo.
Las Molas son hechas completamente a mano
utilizando, varias capas (usualmente de 2 a 7)
de diferentes colores son cosidas juntas. El
diseño es luego formado al cortar diferentes
partes de cada capa. Los bordes de las capas
son luego cosidos. Las molas más finas tienen
un cosido extremadamente fino, en estos casos,
se utilizan agujas muy pequeñas y delgadas.
El diseño principal es regularmente cortado de
la primera capa, y luego los otros diseños
progresivamente más pequeños se van cortando de las otras capas, revelando los colores
de abajo. También es posible cortar varias capas al mismo tiempo o cambiar la secuencia
de colores. Algunas molas incorporan parches de colores contrastantes, lo que le da
variación de colores al diseño.
Figura 21. Costura de una Mola
P á g i n a 33 | 41
Las molas varían en calidad, y el precio varía de acuerdo a esto. Un gran número de capas
es un signo de alta calidad. La calidad del cosido también es un factor importante; en las
mejores molas las puntadas son casi invisibles.
Las molas pueden tomar desde unas semanas hasta 6 meses para confeccionar,
dependiendo de la complejidad del diseño.
4.2 LA POLLERA
Pollera es el nombre con que se conoce en América Latina y España a una variedad de
faldas y vestidos que se caracterizan por sus elaborados adornos. Las polleras están
elaboradas de diferentes materiales como algodón o lana y suelen llevar decoraciones
coloridas en diferentes técnicas, comúnmente bordados y encajes con diseños florales. Se
cree que la pollera deriva del vestido español del siglo XVI o XVII. Fue heredado pero de
una forma más simple y sencilla por los substratos medios y bajos de la sociedad para sus
faenas diarias o para ir a las celebraciones de las regiones donde vivían. En muchos países
de Latinoamérica es usado actualmente como traje folclórico. En algunos países se conoce
como pollera, solo a la parte inferior del vestido (el faldón), en Panamá, pollera se le llama
a todo el vestido.
La pollera, en términos generales,
es el producto de un arte anónimo
que creció y se desarrolló al calor
de los hogares campesinos, entre el
ambiente más puro de la artesanía
femenina. Es el traje típico de la
mujer panameña que está
compuesto de dos piezas separadas
que consisten en una camisa y un
pollerón, confeccionados con tela
fina:
- La Camisa: está formada, en su parte interior, por un armazón básico revestido de
un tapabalazo y las mangas. En el exterior, por la boca de la camisa adornada con
trencillas y dos arandelas, una superior y otra inferior levemente recogidas y
trabajadas con labores variadas, trencillas y encajes.
Figura 22. Una señorita modelando la pollera
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- El Pollerón: está compuesto de tres piezas: una pretina, el cuerpo y el susto de la
pollera. Estas van trabajadas sobre tela blanca o estampadas con diferentes
puntadas y enriquecidas con trencillas y encajes.2
- El tembleque es hecho a mano hecho de perlas de plástico que se usa como
adorno en la cabeza
Diversos rasgos y costumbres producto de una variada mezcla de razas caracterizan a
Panamá y su gente. Para mostrar al mundo la unión de las tres culturas que prevalecen en
el Istmo (afroantillana, campesina e indígena),
5.1 CAMPESINO
Se identifica por su área urbana de calles
empedradas, casas de madera y techos de
tejas criollas.
5.2 AFROANTILLANOS
La primera migración de afro-antillanos a
Panamá ocurre a mediados del siglo XIX. La
fiebre del oro de california inicia en 1849, y la
consecuente atracción de su riqueza puso en
evidencia la necesidad de facilitar los viajes entre la costa este y oeste de los Estados Unidos.
Esto plantea la urgencia de construir una vía férrea interoceánica en Panamá por ser el
punto más angosto del continente americano, pero el problema que enfrentaron los
ingenieros de la empresa ferroviaria fue que Panamá no tenía la cantidad de población
activa para aportar trabajadores para la construcción del ferrocarril. Va a ser justamente
por la misma época que se da una crisis de sobrepoblación en el Caribe lo que provoca
escasez de trabajo. Estas dos situaciones combinadas la necesidad de trabajadores en
Panamá y el desempleo en las Antillas explican la afluencia de afro-antillanos a esta zona
del Istmo.
Figura 23. El campesino
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Después de 1880 se expandió el cultivo de banana en Centroamérica y se estableció The
United Fruit Company en Bocas del Toro (Panamá) y Puerto Limón (Costa Rica), así como la
Chiriqui Land Company. Esto planteó nuevamente la necesidad de traer mano de obra del
Caribe.
El tercer evento que provoca la inmigración afro-antillana a Panamá será la construcción
del canal por los franceses. Los afro-antillanos habían demostrado tener resistencia física y
ser buenos trabajadores en la construcción del ferrocarril transístmico y los proyectos de
Bocas del Toro y Puerto Limón. Por esto la compañía francesa regresó al Caribe a reclutar
trabajadores.
En 1904 cuando la
construcción del Canal de
Panamá pasó a manos de los
Estados Unidos por el
fracaso de la compañía
francesa, nuevamente se va
a recurrir al trabajador
antillano. Aunque entre
1904 y 1914 la gran mayoría
de los afro-antillanos que
llegaron a Panamá lo
hicieron con un contrato por
un año y con la idea de regresar a sus islas de origen una vez terminado el proyecto
marítimo, después de la construcción del canal muchos afro-antillanos se quedaron en
Panamá.
De los afro-antillanos que permanecieron en Panamá varios obtuvieron empleos en la Zona
del Canal y se convirtieron en el grupo de inmigrantes más grande de Panamá. Sobre el
tema del afro-antillano en Panamá, Leslie B. Rout dice que cuando el canal fue abierto en
1914, unos 20.000 afro-antillanos permanecieron en Panamá.
La presencia ahora permanente del afro-antillano en Panamá causó cierto resentimiento en
la población panameña que ya había sentido la discriminación racial ejercida por los
norteamericanos.
La disconformidad panameña se manifestó en una serie de reacciones negativas contra los
afro-antillanos y sus descendientes en Panamá, principalmente en el racismo, los negros
descendientes de los esclavos introducidos por los españoles idearon el término "Chombo"
Figura 24. Agrupación afroantillana
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para referirse a los afroantillanos angloparlantes, así mismo se les humilló por no hablar
español, situación que los obligo a evitar a hablar en público en su idioma natal.
La peor reacción en contra de este grupo humano aparece en la constitución de 1941, que
negaba la nacionalidad Panameña a los descendientes de afro-antillanos de habla inglesa.
Con el pasar de los años, los problemas entre los panameños y los afro-antillanos y sus
descendientes disminuyeron drásticamente sobre todo con el nuevo mestizaje que se dio
entre ambos grupos humanos, sin embargo aún existe una discriminación débil pero latente
en la sociedad panameña.
5.3 GRUPOS INDÍGENAS
Panamá cuenta con siete Pueblos Indígenas, distribuidos a lo largo y ancho de la
República, desde las tierras de Chiriquí y Bocas del Toro, hasta los densos bosques de la
Provincia de Darién. Cada uno con sus propias características, costumbres y tradiciones,
que los hacen únicos e interesantes. Conocer a profundidad sus hábitos, comidas y
danzas, es una experiencia inolvidable. Estos pueblos a lo largo de la vida republicana, han
luchado por su autonomía e identidad cultural.
Emberá
Este pueblo anteriormente era conocido como Chocó,
término impuesto por investigadores y antropólogos,
pero actualmente, por sus movimientos de
autodeterminación se les llama Emberá (persona piel
suave o desnudo).
La gran mayoría viven en la Comarca Emberá, que
comprende los Distritos de Cémaco (1) y Sambú (2).
También habitan en Panamá Este, en la cuenca del Río Chagres y Río Gatún en la
provincia de Colón. La pintura corporal con el jugo de la fruta, conocida como jagua
(Kipara), es algo que lo distingue de otros pueblos originarios.
Figura 25. Emberá
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Wounaan
Es un grupo muy similar a los Emberá, debido a que sus
vestuarios son los mismos, pero sus hábitos y
costumbres, en especial el idioma, es totalmente
distinto. Viven en la Comarca Emberá, pero
diseminados en diferentes áreas del Darién, inclusive en
las riveras del Río Chagres en Panamá.
Gunas
Los Kunas en su mayoría viven en la Comarca de Kuna
Yala, distribuidos en las islas que componen la Comarca.
También habitan en la Comarca de Madungandí en el
área del Bayano, Provincia de Panamá, y en la Comarca
de Wargandi, Provincia de Darién. La Mola es el arte que
distingue al Pueblo Guna.
Ngäbes
Los Ngäbes viven en la cordillera central de la Provincia
de Chiriquí, principalmente en la parte oriental y a lo
largo de los Ríos Cricamola y Changuinola, hasta la
laguna de Chiriquí en Bocas del Toro, en su mayoria
habitan en la Comarca Ngöbe-Buglé. Las chaquiras,
chacaras y los coloridos vestuarios son sus principales
artesanías y atuendo tradicional.
Bugle
Los Bugles viven en la frontera entre Bocas del Toro,
Coclé y en las sabanas de Veraguas. Su idioma es el
Buglere, además poseen una rica tradición de cantos y
danzas, que practican y transmiten a sus niños.
Figura 26. Wounaan
Figura 27. Guna
Figura 28. Ngäbes
Figura 29. Bugle
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Naso
El Pueblo Naso se encuentra ubicado en la región
occidental de la Provincia de Bocas del Toro,
principalmente a orillas del Río Teribe. El Rey es la
autoridad máxima del Pueblo Naso Tjër Di.
Bribri
Este Pueblo se ubica en la frontera con Costa Rica, por el
afluente del Río Yorkín y Sixaola en la Provincia de Bocas
del Toro. Los Bri-Bri mantienen sus costumbres y
tradiciones, en especial su idioma. El Bulu es la
Autoridad Tradicional del Pueblo Bribri.
Las minorías étnicas son un segmento de la sociedad que se distingue por su lengua,
dialecto, raza, religión u origen histórico esto a menudo, constituye el motivo para que los
otros grupos discriminen contra ellos.
Los grupos étnicos minoritarios pueden identificarse con ciertos territorios, y pueden
tener o no una estructura organizada o su cohesión pueden estar basada sólo en las
relaciones propias de su calidad de grupos étnicos.
Figura 30. Naso
Figura 31. Bribri
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CONCLUSIONES
Desde hace 3 millones de años, cuando se cerró el paso entre el mar Caribe y el océano
Pacífico, el istmo ha desempeñado el papel, no sólo de puente, sino de barrera.
Por un lado, la conexión terrestre permitió que los felinos, los osos, los zorros, y, por
último, los seres humanos, sus perros y los parásitos de ambos pasaran caminando de
Norte- a Suramérica. Este flujo Norte-Sur continuó en tiempos prehispánicos cuando
productos norteños, como el maíz y la jadeíta y otros sureños, como la yuca, la orfebrería
y la cerámica, se difundieron a lo largo del istmo. Cuando los españoles se asentaron en
Panamá, sin embargo, el eje longitudinal cedió importancia al perpendicular de manera
que, hoy en día, la connotación primordial del término “puente” es la de promotor del
comercio marítimo con metrópolis lejanas. Tres cuartas partes de la población actual de
Panamá viven en esta zona de tránsito transístmica. Para muchos metropolitanos, el
“interior” es aún el mundo de la ganadería y los carnavales; el Darién, un territorio
marginado e inhóspito. La distribución de la población humana y de los recursos más
importantes de subsistencia y comercio era muy diferente antes del año 1502 cuando los
únicos seres humanos en el istmo eran los amerindios.
Por otro lado, el levantamiento del istmo constituyó una barrera tan efectiva, que hasta
donde sabemos, el sábalo real (Megalops atlanticus) del Caribe es el único pez marino que
ha logrado penetrarla aprovechando, desde luego, una brecha artificial (el canal). Muchos
peces suramericanos de agua dulce se tropezaron con otra barrera a sus desplazamientos
hacia el Norte: el empalme de la Península de Azuero con las llanuras de Veraguas y Coclé
(Bermingham y Martin, 1998). Esta barrera a mitad del istmo simboliza en el mundo
natural otra característica física que ha ejercido un impacto en el mundo cultural: el sinfín
de barreras más pequeñas, en la forma de centenares de ríos y quebradas que atraviesan
valles empinados. De esta heterogeneidad ambiental se desprendió una gran diversidad
de idiomas y culturas humanas. Cristóbal Colón se dio cuenta de esto al observar que “los
pueblos, bien que sean espesos, cada uno tiene diferenciada lengua, i es en tanto que no
se entienden los unos con los otro” (en Jane, 1988:103). Existen claros paralelos entre la
diversidad biótica y cultural.
Por esto y muchísimo más, Panamá es corazón del universo.
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