padres de la iglesia

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SANTOS PADRES DE LA IGLESIA Padres de la Iglesia Agustín de Hipona, uno de los Padres de la Iglesia de Rito LatinoSe llama Padres de la Iglesia a un grupo de pastores y escritores eclesiásticos, obispos en su mayoría, de los primeros siglos del cristianismo, cuyo conjunto doctrinal es considerado fundamento de la fe y de la ortodoxia en la Iglesia. Tabla de contenidos 1 Introducción 2 Padres Apostólicos 3 Los Apologistas cristianos 4 Los Grandes Padres de la Iglesia 4.1 Padres orientales 4.2 Padres occidentales 5 Lista de los Padres de la Iglesia 6 Véase también 7 Enlaces externos Introducción: La importancia de este grupo de escritores radica en su doctrina en conjunto: son los puntos en común entre ellos los que se toman en cuenta. Sus enseñanzas tuvieron gran peso en el desarrollo del pensamiento y la teología cristiana según su interpretación de la Biblia o las Sagradas Escrituras, la incorporación de la Tradición y la consolidación de la Liturgia. Los Padres de la Iglesia a menudo tuvieron que dar respuesta a cuestiones y dificultades morales y teológicas en medio de un ambiente convulsionado por persecuciones externas y conflictos internos producidos por herejías y cismas de la Iglesia post apostólica. El título de «Padres» para este grupo aparece desde el siglo IV, tal como puede observarse en las palabras de san Basilio: «Lo que nosotros enseñamos no es el resultado de nuestras reflexiones personales, sino lo que hemos aprendido de los Padres». Una primera lista oficial de los Padres de la Iglesia fue hecha por el papa Gelasio I. Al estudio y análisis de la obra de estos importantísimos escritores de los primeros tiempos de la Iglesia se le llama Patrística. Al estudio de la vida y persona de los Padres se le llama Patrología. Estas dos ciencias han establecido una clasificación por generaciones y procedencias culturales para facilitar una comprensión más exacta del desarrollo de la teología cristiana.

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sintesis completa sobre la vida de los padres de la iglesia.

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T E M A S

SANTOS PADRES DE LA IGLESIA

Padres de la Iglesia

Agustn de Hipona, uno de los Padres de la Iglesia de Rito LatinoSe llama Padres de la Iglesia a un grupo de pastores y escritores eclesisticos, obispos en su mayora, de los primeros siglos del cristianismo, cuyo conjunto doctrinal es considerado fundamento de la fe y de la ortodoxia en la Iglesia.

Tabla de contenidos 1 Introduccin 2 Padres Apostlicos 3 Los Apologistas cristianos 4 Los Grandes Padres de la Iglesia 4.1 Padres orientales 4.2 Padres occidentales 5 Lista de los Padres de la Iglesia 6 Vase tambin 7 Enlaces externos

Introduccin: La importancia de este grupo de escritores radica en su doctrina en conjunto: son los puntos en comn entre ellos los que se toman en cuenta. Sus enseanzas tuvieron gran peso en el desarrollo del pensamiento y la teologa cristiana segn su interpretacin de la Biblia o las Sagradas Escrituras, la incorporacin de la Tradicin y la consolidacin de la Liturgia. Los Padres de la Iglesia a menudo tuvieron que dar respuesta a cuestiones y dificultades morales y teolgicas en medio de un ambiente convulsionado por persecuciones externas y conflictos internos producidos por herejas y cismas de la Iglesia post apostlica.

El ttulo de Padres para este grupo aparece desde el siglo IV, tal como puede observarse en las palabras de san Basilio: Lo que nosotros enseamos no es el resultado de nuestras reflexiones personales, sino lo que hemos aprendido de los Padres.

Una primera lista oficial de los Padres de la Iglesia fue hecha por el papa Gelasio I.

Al estudio y anlisis de la obra de estos importantsimos escritores de los primeros tiempos de la Iglesia se le llama Patrstica. Al estudio de la vida y persona de los Padres se le llama Patrologa. Estas dos ciencias han establecido una clasificacin por generaciones y procedencias culturales para facilitar una comprensin ms exacta del desarrollo de la teologa cristiana.

Padres Apostlicos: Desde el siglo XVII se llama Padres Apostlicos a aquellos Padres que tienen cercana inmediata con los apstoles, por lo que cronolgicamente se ubican en el siglo I y primera mitad del siglo II. Sus escritos son respuestas a comunidades eclesiales en forma de cartas, documentos o recomendaciones, la mayora de contenido moral antes que doctrinal, por lo que su estilo es sencillo y directo, ya que iban dirigidas a comunidades con situaciones especficas.

Entre estos escritores se cuenta a Clemente de Roma, san Ignacio de Antioqua, Papas de Hierpolis, san Policarpo de Esmirna y, entre los escritos sin autor conocido, la Didak, la Carta a Diogneto y el Pastor de Hermas.

Los Apologistas cristianos: A partir de finales del siglo II se pierden los testimonios directos de la vida de Jess y de la poca apostlica con la muerte de los discpulos de los apstoles. Los escritores sagrados, desde la muerte de esta generacin, solo tuvieron el testimonio de las Sagradas Escrituras, y de la Liturgia y la Tradicin mantenida en cada una de las Iglesias particulares. Estas primeras generaciones de escritores cristianos an vivieron en la persecucin y se les conoce como Apologistas por la defensa que hacan del cristianismo frente a gentiles y otras doctrinas de la poca. Entre ellos destacan san Justino, san Ireneo de Lyon, san Hiplito de Roma, Novaciano, Tertuliano; formando la Escuela de Alejandra, Orgenes el padre de la Teologa, san Panteno, san Cipriano y san Clemente; y, de la Escuela de Antioqua, san Luciano.

La inclusin de unos autores, bien como Apologistas, bien como Padres de la Iglesia, depende ms bien de criterios de estudio, que por razones generacionales.

Los Grandes Padres de la Iglesia: En principio, la denominacin de Padres de la Iglesia se guard para cuatro grandes personalidades de la Iglesia oriental, a los que se agregaron otros cuatro de la occidental:

Los cuatro grandes Padres griegos son:

San Atanasio el Grande San Basilio de Cesarea San Gregorio Nacianceno San Juan Crisstomo

Y los cuatro latinos:

San Ambrosio de Miln San Agustn de Hipona San Jernimo de Estridn San Gregorio Magno

Pero habitualmente se conoce como Padres de la Iglesia a una serie ms amplia de escritores cristianos, que va desde estas generaciones (siglo III) hasta el siglo VIII, y que se caracterizan por la ortodoxia de su doctrina, santidad de vida y el reconocimiento de la Iglesia. Su edad de oro fueron los siglos IV y V y florecieron tanto en Occidente, donde escribieron en latn, o en Oriente, donde lo hicieron en griego e incluso en siriaco, copto, armenio, georgiano y rabe. En sus obras se sirven de la cultura griega y latina para explicar con gran profundidad y claridad los misterios cristianos.

Padres orientales: Tambin conocidos como Padres Griegos, aunque no todos ellos escribieran en esa lengua. El ms antiguo de ellos es san Atanasio (295-373), obispo de Alejandra, que tuvo un papel relevante en el Concilio de Nicea I. Luego destacan los grandes capadocios, ttulo comn de los hermanos Basilio de Cesarea (329-389) y Gregorio de Nisa (335-394), as como su amigo Gregorio de Nacianzo (389), quienes escribieron abundantemente contra la hereja arriana.

En la parte oriental del Imperio romano se desarrollan posteriormente dos escuelas teolgicas muy importantes alrededor de los patriarcados de Antioqua cuyo principal representante es san Juan Crisstomo (344-407), patriarca de Constantinopla, clebre por sus homilas y Alejandra con san Cirilo (380-444), defensor de la maternidad divina de Mara en el Concilio de feso.

El ciclo de los Padres orientales lo cierra san Juan Damasceno (675-749), agudo telogo que, adems de luchar contra el maniquesmo y la supersticin, anuncia casi cinco siglos antes la incorporacin del Aristotelismo a la filosofa cristiana.

Padres occidentales: Tambin conocidos como Padres Latinos o Padres de la Iglesia de Rito Latino. El primero de los grandes Padres occidentales fue san Ambrosio de Miln (333-397), compositor de grandes himnos y persona muy influyente; bautiz al que iba a ser el mayor de todos ellos, san Agustn de Hipona (354-430), figura cumbre de la historia cristiana y de la Humanidad. San Jernimo (342-420), insigne cultivador de la historia y de la Sagrada Escritura, nos dej su clebre Vulgata, la Biblia traducida directamente del hebreo y del griego al latn.

Isidoro de Sevilla, por J. Alcoverro (1892, Madrid).La Iglesia de Occidente cuenta tambin entre sus Padres a dos Papas, a los que se les atribuye el apelativo de Magno, Len I (461) y Gregorio I (540-604) y al padre del monacato occidental san Benito de Nursia. Adems varios obispos de las Galias, como Cesreo de Arls (470-543), formulador del Dogma de la Gracia, Gregorio de Tours o Hilario de Poitiers; el gran grupo de los Padres hispnicos, en el que destacan Osio de Crdoba, Martn de Braga y los hermanos Leandro (600) e Isidoro de Sevilla (560-636), autor de la primera enciclopedia cristiana, las Etimologas; y, cerrando el ciclo, el ingls Beda el Venerable (673-735), continuador de la obra sapiencial del Doctor Hispalense.

En adicin a los cuatro padres tanto de la Iglesia oriental como la occidental, la patrstica estudia la obra de otros muchos escritores cristianos que han recibido igualmente el ttulo de padres de la Iglesia. La abundante obra de estos escritores sigue siendo a travs de los siglos lectura obligada y referencia segura en el planteamiento de las ideas y enseanzas de la Iglesia catlica an hoy en da.

Lista de los Padres de la Iglesia: En la siguiente tabla aparecen los principales Padres de la Iglesia ordenados alfabticamente y con su fecha de muerte entre parntesis.

Padres Griegos y Padres Latinos San Andrs de Creta (740) San Ambrosio de Miln (397) Afraates (siglo IV) Arnobio (330) San Arquelao (282) San Agustn de Hipona (430) San Atanasio el Grande (373) San Benito de Nursia (550) San Atanasio sinata (700) San Cesreo de Arls (542) Atengoras de Atenas (siglo II) San Juan Casiano (435) San Basilio Magno (379) San Celestino I (432) San Cesreo de Nacianzo (369) San Cornelio (253) San Clemente de Alejandra (215) San Cipriano de Cartago (258) San Clemente Romano (97) San Dmaso (384) San Cirilo de Alejandra (444) San Dionisio (268) San Cirilo de Jerusaln (386) San Enodio de Pava (521) Ddimo el Ciego (398) San Eucherio de Lyon (450) Diodoro de Tarso (392) San Fulgencio (533) San Dionisio el Grande (264) San Gregorio de Elvira (392) San Epifanio (403) San Gregorio Magno (604) Eusebio de Cesarea (340) San Hilario de Poitiers (367) San Eustacio de Antioqua (siglo IV) San Inocencio de Roma (417) San Firmiliano (268) San Ireneo de Lyon (202) Genadio I de Constantinopla (siglo V) San Isidoro de Sevilla (636) (Considerado el ltimo de los padres occidentales) San Germano (732) San Jernimo (420) San Gregorio de Nacianzo (390) Lactancio (323) San Gregorio de Nisa (395) San Leandro de Sevilla (600) San Gregorio Taumaturgo (268) San Len Magno (461) Hermas (siglo II) Mario Merctor (451) San Hiplito (236) Mario Victorino ( h. 382)) San Ignacio de Antioqua (107) San Martn de Braga (579) San Isidoro de Pelusio (450) Minucio Felix (siglo II) San Juan Crisstomo (407) Novaciano (257) San Juan Climaco (649) San Optato (siglo IV) San Juan Damasceno (749). (Considerado el ltimo de los padres orientales) Osio de Crdoba (357) San Julio I (352) San Paciano (390) San Justino (165) San Pnfilo (309) San Leoncio de Bizancio (siglo VI) San Paulino de Nola (431) San Macario (390) San Pedro Crislogo (450) San Mximo el Confesor (662) San Febadio (siglo IV) San Melitn de Sardes (180) Rufino de Aquileya (410) San Metodio de Olimpo (311) Salviano (siglo V) San Nilo el Viejo (430) San Siricio (399) Orgenes (254) Tertuliano (222) San Policarpo de Esmirna (155) San Venancio Fortunato (610) San Proclo (446) San Vicente de Lerins (450) Pseudo Dionisio Areopagita (siglo VI) San Serapin (370) San Sofronio (638) Taciano (siglo II) Teodoro de Mopsuestia (428) Teodoreto de Ciro (458) San Tefilo de Antioqua (siglo II) Nota: A veces la lista de Padres latinos se ampla tambin a san Beda el Venerable (735)

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Tradicin Apostlica, o Sagrada Tradicin(teologa)La Tradicin Apostlica o Sagrada Tradicin (del latn traditio, entregar, de tradere) es, segn la definicin de la Iglesia Catlica, la Palabra revelada por Dios que ella transmite. Esa transmisin del mensaje de Cristo fue llevada a cabo, desde los comienzos del cristianismo, por la predicacin, el testimonio, las instituciones, el culto y los escritos inspirados. Los apstoles transmitieron a sus sucesores, los obispos y, a travs de stos, a todas las generaciones hasta el fin de los tiempos todo lo que haban recibido de Cristo y aprendido del Espritu Santo.[1]La Tradicin Apostlica se realiza de dos modos: con la transmisin viva, por las generaciones de fieles, de la Palabra de Dios (tambin llamada simplemente Tradicin); y con la Sagrada Escritura, que es el mismo anuncio de la salvacin puesto por escrito.[2] Ambas conjuntamente se denominan el depsito de la fe.

San Juan Crisstomo y San Gregorio NaciancenoTabla de contenidos[ocultar] 1 Concepto y divisin 1.1 La tradicin en sentido cultural 1.2 La Tradicin en su sentido teolgico 2 La realidad de la Tradicin en Cristo y los Apstoles 2.1 El modo de actuar de Cristo 2.2 El proceder de los Apstoles 2.3 El trnsito a la generacin posapostlica 3 La doctrina sobre la Tradicin en la Edad Patrstica 3.1 Los tres primeros siglos 3.2 Del siglo IV al final de este periodo 4 La enseanza de la Escolstica 5 Las definiciones del Concilio de Trento 5.1 La existencia y autoridad de las tradiciones apostlicas 5.2 Relaciones entre la Escritura y la Tradicin 6 Del Concilio de Trento al Concilio Vaticano II 6.1 Los telogos de la poca tridentina 6.2 La Teologa y el Magisterio posteriores 6.3 Con respecto al movimiento ecumnico 7 La enseanza del Concilio Vaticano II 7.1 Naturaleza de la Tradicin 7.2 Escritura, Tradicin y Magisterio 8 Criterios de la Tradicin 8.1 El Magisterio eclesistico 8.2 Los Santos Padres 8.3 El sentir unnime de los fieles 8.4 La Liturgia 9 Bibliografa 10 Notas 11 Vase tambin 12 Enlaces externos

Concepto y divisinLa tradicin en sentido cultural La palabra tradicin (derivada etimolgicamente del verbo latino tradere, entregar) se usa para designar el hecho de la transmisin histrica de doctrinas, instituciones, usos o costumbres (tradicin en sentido activo), o tambin las mismas doctrinas o instituciones que han sido transmitidas (tradicin en sentido pasivo). La tradicin entendida en toda su amplitud, es decir, referida a la transmisin de usos o doctrinas de cualquier orden es un hecho humano universal, por cuanto est ligado a algunas de las caractersticas fundamentales del hombre: su sociabilidad, su historicidad, su educabilidad, etc. Desde esta perspectiva amplia, la tradicin puede ser definida como el transmitirse del acervo cultural de un pueblo, de una civilizacin, etc., en virtud del cual el pasado revierte sobre el presente vivificndolo y siendo continuado por l.La positividad de la tradicin es clara: el progreso humano, la civilizacin y la ciencia seran imposibles sin ese transmitirse los conocimientos y las actitudes de generacin en generacin. Es innegable, sin embargo, que, como todo lo humano, est expuesta a riesgos y deformaciones, ya que, de una parte, pueden ser transmitidos no slo verdades y valores, sino tambin errores y deformaciones, y, de otra, la viva transmisin de un patrimonio cultural puede degenerar en rutina, cerrazn ante la creatividad, apego a lo antiguo por lo antiguo, etc. Todo ello, sin embargo, no autoriza una actitud negativa frente a la tradicin, y mucho menos a identificarla con aoranza de lo pasado, oponindola, por tanto, al progreso. La polmica contra la tradicin llevada a cabo por los pensadores ilustrados estaba basada en su pretensin ingenua de reconstruir la entera cultura humana partiendo desde cero; el Romanticismo y los movimientos intelectuales e histricos posteriores pusieron de manifiesto la unilateralidad, ms an, la imposibilidad de una tal pretensin: el hombre puede proceder slo basndose sobre su pasado. Progreso y tradicin no son realidades contrapuestas, sino ntimamente vinculadas entre s.La Tradicin en su sentido teolgico Esa consecuencia de la historicidad humana que es la tradicin ha sido asumida por Dios al revelarse. Fue voluntad de Dios el santificar y salvar a los hombres, no aisladamente sin conexin alguna de unos con otros, sino constituyendo un pueblo, que le confesara en verdad y le sirviera santamente (Concilio Vaticano II, Const. Lumen gentium, 9). La Revelacin, hecha por Dios en un momento concreto de la historia, deba, segn la disposicin divina, transmitirse de generacin en generacin, y para eso quiso Dios mismo disponer de un pueblo que realizara esa transmisin: Israel en el Antiguo Testamento; la Iglesia en el Nuevo. Conviene subrayar que, en este caso, aunque encontramos analogas con el fenmeno general humano de la tradicin, hay diferencias netas: en primer lugar, porque lo que se transmite no es una simple adquisicin humana, sino las verdades y la vida divina comunicadas por Dios; en segundo lugar, porque la transmisin misma no es un acontecimiento meramente humano, sino algo que se realiza bajo una peculiar asistencia divina, que libr a Israel y, de modo especialsimo, libra a la Iglesia de caer en esas deficiencias que antes mencionbamos al hablar de la tradicin como hecho humano general. La Iglesia es indefectible: Dios puede permitir y permite de hecho que el cristiano singular caiga en el error o en el pecado; pero no permite que la Iglesia pierda la doctrina por l revelada ni los medios de santificacin por l instituidos, sino que acta constantemente en ella dndole vida y hacindole trascender las limitaciones del espacio y del tiempo. Resumiendo lo dicho, podemos definir la Tradicin, en sentido teolgico, como la transmisin por parte de la Iglesia viva de la entera realidad cristiana. Atendiendo al contenido, la Tradicin se divide en dogmtica, si tiene por objeto las verdades y las normas sobre las que se funda y por las que se rige el vivir cristiano, y ritual, si versa sobre los ritos y usos propios del culto cristiano. En sentido amplio, por Tradicin se entiende la transmisin del mensaje cristiano sea cual sea el medio o va a travs del cual eso se realiza: predicacin oral, conservacin e interpretacin de la Sagrada Escritura, liturgia, etc.; en sentido restringido se entiende por Tradicin la transmisin de la palabra revelada por medio de la predicacin oral y la fe de la Iglesia, contradistinguindola as de la Sagrada Escritura, a fin de poner de manifiesto cmo ha querido Dios que se estructurara de hecho la transmisin de la verdad revelada. La Tradicin en sentido restringido suele dividirse, y precisamente por su relacin a la Sagrada Escritura, en constitutiva, si lo que ella transmite no se halla en modo alguno en la Sagrada Escritura; inhesiva, si, por el contrario, la doctrina transmitida est contenida tambin explcitamente en los libros sagrados; interpretativa, si declara, explica o interpreta lo que, germinalmente, est contenido en la Biblia.Todas las divisiones anteriores se refieren a la Tradicin como transmisin de la palabra revelada por Dios y comunicada a la Iglesia por el testimonio apostlico, es decir, lo que suele llamarse Tradicin divino-apostlica o Tradicin propiamente dicha. Frente a ella cabe hablar de una tradicin eclesistica, para referirse a la transmisin de usos, devociones, etc., surgidas despus de la era apostlica. Como es obvio, esta ltima tiene una autoridad menor que la Tradicin divino-apostlica; no debe, sin embargo, ser identificada con una tradicin meramente humana: la Iglesia no lo olvidemos est asistida por el Espritu Santo. Por lo dems, no siempre es fcil determinar cundo estamos ante una Tradicin meramente eclesistica: en muchas ocasiones lo que a primera vista puede parecer tal, es en realidad la declaracin o explicitacin de una realidad de origen apostlico, y entra, por tanto, en el mbito de la Tradicin en sentido propio.Definida as la Tradicin, en lo que sigue analizaremos lo que al respecto nos dicen el propio Cristo y los Apstoles y lo que luego ha enseado la Iglesia, a fin de determinar con ms detalle su realidad y naturaleza, para concluir con un estudio de los criterios que permiten discernirla.La realidad de la Tradicin en Cristo y los Apstoles [editar]El modo de actuar de Cristo [editar]Jesucristo pudo escoger distintas formas de comunicar su palabra. El anlisis de su modo de proceder pone de manifiesto una especial importancia concedida a la predicacin oral. No slo los Evangelios lo muestran predicando y no escribiendo, sino que la misma forma precisa, y por consiguiente fcil de retener, que Jess daba a sus palabras estaba destinada desde el principio a ser recibida en la predicacin de los discpulos (cfr. Lc 10,1-16). Jess us los recursos del estilo oral: paralelismos, sentencias rtmicas fciles de aprender de memoria, smiles y parbolas. Su modo de actuar con los Apstoles demuestra una decisin de conceder especial relieve a la viva voz en la misin de conservar y transmitir su doctrina: les escoge para que estn con l y para enviarlos a predicar (Mc 3,13); les va formando personalmente y les va explicando el sentido de las parbolas; les da igualmente una interpretacin normativa de las antiguas Escrituras (Mt 5,20-48); y les enva a predicar e instruir a las gentes en todo lo que l les haba enseado (Mt 28,18-20). Estos hechos demuestran que Jess quiere comunicar un espritu nuevo, que expresa en palabras y que debe realizarse en vida. Para ello comunica a sus Apstoles las frmulas en las que condensa su enseanza, y a la vez la recta interpretacin de las mismas y la misin de transmitirlas.En resumen podemos decir que Jesucristo, de una parte, manifiesta un mensaje divino dando el encargo de transmitirlo de generacin en generacin, fundando as la Tradicin; de otra, instaura un medio de transmisin en el que el testimonio personal y vivo de los Apstoles y la predicacin oral tienen un papel decisivo.El proceder de los Apstoles Los Apstoles son conscientes de haber recibido el encargo de predicar y dar testimonio de la palabra recibida. El libro de los Hechos de los Apstoles narra cmo se construye precisamente la Iglesia por la palabra de los Apstoles, que comunica el misterio de Cristo y la fe de los fieles que aceptan y reciben este testimonio. Es significativo el hecho del Concilio de Jerusaln, narrado en Act 15,1 ss. Todos los all presentes tienen en comn el autntico concepto de Tradicin, o sea, la profunda persuasin de que es necesario conservar fielmente y transmitir inalterada la doctrina recibida y que los Apstoles deben velar sobre ello. Y esa proclamacin de la palabra se realiza bajo la accin del Espritu Santo (Act 4,8). El Espritu les va comunicando a los Apstoles una mayor comprensin del mensaje de Cristo, y del misterio de su persona. S. Juan, que recoge en su Evangelio la promesa del envo del Espritu Santo (Io 16,7 ss.), intercala a lo largo de la narracin diversos incisos en los que pone de manifiesto cmo ha sido l quien ha hecho penetrar a los Apstoles en la palabra de Cristo, hacindoles advertir cmo en Jess se ha dado cumplimiento a las Escrituras (Io 5,39); cul es el sentido de sus parbolas (Io 2,19), de sus actos, de sus seales (Io 16,13; I Io 2,20 ss.), en una palabra, de todas las cosas que los discpulos no haban comprendido antes (Io 2,22; 12,16; 13,7; 20,9). La Tradicin, por consiguiente, en el Nuevo Testamento no es sino el Evangelio, la Palabra, el misterio de Cristo confiado oralmente a los Apstoles, conservado fielmente por ellos y transmitido oralmente a los fieles.Los Apstoles insisten, por consiguiente, en la necesidad de ser fieles a lo recibido. Particularmente explcito es S. Pablo que hace de los actos correlativos de recibir, transmitir, conservar, es decir, del principio mismo de la Tradicin, la ley constructiva de las comunidades cristianas. Escribiendo a los fieles de Corinto, emplea en dos ocasiones diversas palabras tpicamente rabnicas para introducir frmulas de la Tradicin cristiana. Porque yo recib del Seor lo que os he transmitido (I Cor 11,23), dice al comienzo del relato de la cena del Seor; y ms adelante, al remitir a la fe en la Resurreccin de Cristo, repite: Porque os transmit... lo que a mi vez recib (I Cor 15,3). Pablo apela en estos casos a una Tradicin recibida y transmitida como algo fundamental en su argumentacin. Lo que el Apstol ha recibido y lo que por eso debe predicar debe ser firmemente retenido por los corintios, porque ha sido transmitido. El contenido de esta predicacin de S. Pablo est formado por dos grupos de objetos: por una parte, el mensaje mismo de la fe, que es preciso recibir como palabra de Dios (1 Thes 4,1,15; 2 Thes 2,15; 3,6; 1 Cor 7,40; 11,2.23-25), y cuyo centro lo ocupa el anuncio de la Muerte y Resurreccin de Cristo; en segundo lugar, ciertas reglas que se refieren a su disciplina interna o a la conducta cristiana (1 Thes 2,13; 1 Cor 15,1-11; Gal 1,11-12; Col 2,6-8). Por lo que se refiere a la autoridad de su Tradicin, S. Pablo recurre al Seor: lo que transmite lo ha recibido l mismo del Seor (I Cor 2,23), o por medio de los Apstoles que estuvieron con el Seor (1 Cor 11). La accin siempre presente de Cristo y del Espritu Santo se ejerce en relacin a una transmisin apostlica.Y como S. Pablo, los dems Apstoles. As, S. Pedro, en los discursos recogidos en el libro de los Hechos, y S. Juan, que declara que los fieles deben mantenerse firmes en el principio de la fe y de la predicacin cristiana: Lo que habis odo al principio debe permanecer en vosotros (1 Io 2,24). Permanecer firmes en lo que era desde el principio y en lo que ha sido transmitido por el testimonio de los Apstoles, es elemento esencial para que la comunidad tenga y mantenga comunin con el Apstol y, mediante el Apstol, con el Padre y con su Hijo Jesucristo (1 Io 1,3). Un rasgo, implcito en todo lo anterior, debe ser subrayado: la importancia del testimonio oral. As lo manifiesta el hecho mismo del recurso a la predicacin y el hecho de que los escritos surjan no en el primer momento, sino aos despus. Por lo dems, los escritos mismos remiten a una Tradicin que les precede y en cuyo interior se sitan. En lo que, probablemente, es el primer escrito del Nuevo Testamento, la epstola a la comunidad cristiana de Tesalnica, S. Pablo se expresa con estas palabras: Por lo dems, hermanos, os rogamos y exhortamos en el Seor Jess a que vivis como conviene que vivis para agradar a Dios, segn aprendisteis de nosotros... Sabis, en efecto, las instrucciones que os dimos de parte del Seor Jess (1 Thes 4,1-2). Lo que S. Pablo les expone aqu forma parte de la Tradicin transmitida de viva voz, como se lo dice abiertamente en la segunda epstola: As, pues, hermanos, manteneos firmes y conservad las tradiciones que habis aprendido de nosotros, de viva voz o por carta (2 Thes 2,15). Y el evangelista S. Lucas comienza su Evangelio diciendo: Muchos han intentado narrar ordenadamente las cosas que se han verificado entre nosotros tal como nos las han transmitido los que desde el principio fueron testigos oculares y servidores de la Palabra (Lc 1,1-3).El trnsito a la generacin posapostlica Pero cabe preguntar, cmo se hace el paso de los Apstoles a sus sucesores? Las epstolas pastorales son testimonio del modo y la forma como se lleva a cabo. Supuesto que quien transmite la verdad no es su fuente primera, y que debe transmitirse esta verdad inmutable por hombres llamados a desaparecer, la Tradicin adquiere necesariamente el valor de un depsito. Por eso S. Pablo advierte a su discpulo Timoteo: Guarda el depsito (1 Tim 6,20); Conserva el buen depsito mediante el Espritu Santo que habita en nosotros (2 Tim 1,14). Este depsito, cuya custodia confa a Timoteo, ha de ser siempre la norma, la base, la sustancia de toda doctrina enseada en la Iglesia: Toma como norma las palabras santas que me has odo a m (2 Tim 1,13). El depsito es la norma para juzgar de la verdad, denunciar las herejas, propagar la santa doctrina. Como la palabra de Dios ha de transmitirse a otras generaciones, el Apstol encarga a sus inmediatos sucesores que ellos, a su vez, confen a hombres fieles todo cuanto le han odo, y que stos a su vez sean capaces de instruir a otros (2 Tim 2,2). No olvidemos que S. Pablo se dirige al ministro ordenado mediante la imposicin de las manos y en presencia de muchos testigos (cfr. 1 Tim 4,14; 2 Tim 1,6; 2,2). Ello indica que se trata de un acto pblico y solemne, en el cual se transmiten al ordenado el poder de ensear y la Tradicin doctrinal. El puente que une la Iglesia apostlica y posapostlica es la Tradicin de los Apstoles convertida en depsito firme, inalterable. Esta Tradicin se confa especialmente a aquellas personas que reciben el ministerio apostlico, a fin de que cuiden las comunidades, y a las que se les da adems la misin de que transmitan luego su funcin a otros. La Tradicin queda vinculada al hecho histrico de la sucesin apostlica. Mediante la imposicin de manos, los Apstoles confan a otros hombres la continuacin de su ministerio y en l su palabra, su testimonio, su doctrina tal y como ellos la haban recibido de Cristo y del Espritu.La doctrina sobre la Tradicin en la Edad Patrstica [edLos tres primeros siglos Durante el s. I es clara la actitud de la Iglesia ante la Tradicin. Los primeros errores o desviaciones doctrinales y disciplinares que aparecen en algunos cristianos obligan a los Padres Apostlicos S. Clemente Romano, S. Ignacio de Antioqua, S. Policarpo de Esmirna a establecer y recordar normas de vida y de accin a fin de conservar la pureza de la doctrina transmitida y recibida de los Apstoles. Insisten en que es necesario cerrar filas en torno al Obispo de cada comunidad, porque l est en el lugar de Dios Padre y en lugar de los Apstoles, y es garanta de la pureza de la fe transmitida. La enseanza recibida de los Apstoles es testimoniada por la predicacin de los obispos que rigen legtimamente la comunidad cristiana, es decir, en el sentir unnime de todos los obispos de la Iglesia Catlica.San Ireneo, obispo de Lyon (ca. 180), asegura que el santo obispo de Esmirna, Policarpo, no hizo otra cosa sino predicar lo que aprendi de los Apstoles (Adversus Haereses, 3.4: PG 7,852). Su famoso viaje a Roma traduce en acto la conviccin de un obispo que tiene necesidad de confrontar su predicacin con la de las restantes iglesias. En los escritos de S. Ireneo la idea de Tradicin aparece manifestada claramente y de un modo reflejo. Contra los gnsticos, que distorsionan las Escrituras y se precian de una tradicin secreta, Ireneo se ve precisado a explicar ampliamente los medios a travs de los cuales el Evangelio del Seor ha sido transmitido por los Apstoles a la Iglesia: la Escritura y la Tradicin. Ahora bien, esta Tradicin se encuentra nicamente en la verdadera Iglesia de Cristo, es decir, en aquellos que en la Iglesia poseen la sucesin desde los Apstoles y que han conservado la Palabra incorruptible y sin adulterar (Adv. Haer. 4, 26, 6: PG 7,1053), porque estos ministros han recibido con la sucesin del episcopado el carisma cierto de la verdad (Adv. Haer. 4, 26, 2: PG 7,1053). Todo el mensaje cristiano fue confiado por los Apstoles a sus sucesores, por eso es absurdo hablar de tradiciones secretas conocidas slo por algunos (como dicen los gnsticos), porque si los Apstoles hubiesen querido ensear algn secreto especial, se lo hubieran confiado a aquellos a quienes entregaban el poder de ensear en su lugar y no a otros (Adv. Haer. 3, 3, 1: PG 7,848). La verdadera Tradicin es la que, viniendo de los Apstoles, est conservada en la Iglesia por los sucesores de los presbteros (Adv. Haer. 3, 2, 1: PG 844). sta es la razn por la que Ireneo tiene buen cuidado en mostrar los catlogos de Obispos que en una sucesin ininterrumpida se remontan hasta los Apstoles, y especialmente el de la sede de Roma. Esta Tradicin, esta accin de la Iglesia transmitiendo lo revelado, es de tal importancia que, aun en el caso de que los Apstoles no nos hubiesen dejado las Escrituras, hubiera sido suficiente recurrir a ella para resolver las dudas y para conservar la fe, como lo demuestra la existencia de muchos pueblos brbaros que creen en Cristo teniendo en sus corazones la salvacin por medio del Espritu sin escrito alguno y conservando con toda fidelidad la doctrina apostlica (Adv. Haer. 3,4: PG 7,855-856). Esta Tradicin es la que hace que, a pesar de la diversidad de lugares y de idiomas, los miembros de la Iglesia profesen una misma y nica fe, la transmitida por los Apstoles (Adv. Haer. 1, 10, 1: PG 7,549). La razn ltima que garantiza la autenticidad de la Tradicin es el Espritu Santo. All donde est la Iglesia, est el Espritu de Dios, y all donde est el Espritu de Dios, all est la Iglesia y toda la gracia. Ahora bien, el Espritu es verdad (Adv. Haer. 3, 24,1).Semejante a la doctrina transmitida por S. Ireneo es la de Tertuliano; puede sintetizarse en estas palabras: Si nuestro Seor Jesucristo envi a los Apstoles a predicar, no podemos recibir otros predicadores que a los que Cristo constituy como tales... Cul sea la doctrina predicada, nos consta por las iglesias por ellos fundadas... Estas iglesias tienen sus credenciales en las listas de Obispos que se remontan hasta los Apstoles en una sucesin ininterrumpida (De praescriptione haereticorum, cap. 32: PL 2,52). Segn Tertuliano, la discusin con los herejes a base de las Escrituras no es suficiente; se trata ante todo de saber a quin le corresponde de pleno derecho la herencia apostlica de la fe y de las Escrituras, de saber por mediacin de quin y cmo la doctrina que hace cristianos ha llegado hasta nosotros. En esta lnea se expresan todos los grandes escritores antenicenos.Del siglo IV al final de este periodo Durante los s. IV-VIII, las herejas cristolgicas, pneumatolgicas e iconoclastas obligan a los Padres y a los Concilios a recurrir con frecuencia a la Tradicin. Su doctrina a este propsito es fundamentalmente idntica a la de los Padres apostlicos. Una sntesis al respecto la constituyen estas palabras de S. Gregorio de Nisa: Tenemos como garanta ms que suficiente de la verdad de nuestra enseanza en la Tradicin, es decir, la verdad que ha llegado hasta nosotros desde los Apstoles, por sucesin, como una herencia (Contra Eunomium, cap. 4: PG 45,653). Coinciden con estas otras de S. Atanasio: Veamos, asimismo, la Tradicin que remonta al comienzo; la enseanza y la fe de la Iglesia Catlica (fe) que el Seor ha dado, que los Apstoles han anunciado, que los Padres han conservado (Ep. ad Serapionem, 28: PG 26, 593). La existencia de una Tradicin en la Iglesia, es decir, de una doctrina de origen apostlico con el mismo valor que la Escritura es un hecho claro y evidente.Los Padres de esta poca no slo dan testimonio explcito de la existencia de la Tradicin, sino tambin de otro hecho: hay verdades no contenidas en la Escritura, pero a las que debemos prestar total asentimiento porque estn transmitidas por la Tradicin oral. Citemos a este propsito las palabras de S. Basilio: "Entre la doctrina y definiciones conservadas en la Iglesia, recibimos unas de la enseanza escrita y hemos recibido otras transmitidas oralmente de la Tradicin apostlica. Todas tienen la misma fuerza respecto de la piedad; nadie lo negar, por muy poca experiencia que tenga de las instituciones eclesisticas: porque si tratamos de eliminar las costumbres no escritas con la excusa de que no tienen gran fuerza, atentaramos contra el Evangelio, sin darnos cuenta, en sus puntos ms esenciales" (De Spiritu Santo, 27,66: PG 32,188). Del mismo modo se expresa S. Epifanio: Es tambin necesaria la Tradicin porque no puede sacarse todo de la Escritura; por lo cual, los Santos Apstoles nos dejaron unas cosas en las Escrituras, otras en las tradiciones (Panarion, 61,1: RI 1098). S. Agustn afirma que el Bautismo de los nios es de origen apostlico, aunque no conste claramente por la Escritura (De Gen. ad litteram, 10, 23,39: PL 34,426; De Bapt. contra Donatistas, 1, 24,31: PL 43,174). De la misma forma asegura que la costumbre de no rebautizar a los herejes proviene de una costumbre apostlica: Esta costumbre viene de la Tradicin apostlica, como muchas cosas que no existen en sus escritos, ni en los Concilios posteriores y, sin embargo, al ser observadas por toda la Iglesia, hay que creer que han sido encomendadas y transmitidas por ellos (De Bapt. contra Donatistas, 2, 7,12; PL 43,133; cfr. 5, 23,31: PL 43,192). Coincide con este pensamiento de S. Agustn S. Jernimo; "Aunque no existiese la autoridad de la Escritura, tenemos el consentimiento de todo el orbe en esta parte como un mandato. Porque tambin otras muchas cosas que se observan en las iglesias por Tradicin reciben la misma autoridad que la ley escrita" (Dial. contra Luciferum, 8: PL 23,163).S. Juan Damasceno, el defensor del culto a las imgenes en la primera mitad del s. VIII, apel ms de una vez a la Tradicin apostlica (De Imaginibus Or., 1,23: PG 94,1256; cfr. De fide ortodoxa, 4,12: PG 94,1136). El Concilio II de Nicea nos ha legado una de las afirmaciones ms rotundas del Magisterio sobre la Tradicin: Si alguno rechaza toda Tradicin eclesistica escrita o no escrita, sea anatema (Denz. Sch. 609).Pero cmo y dnde reconocer esta Tradicin? El criterio lo expresa de una vez para siempre S. Vicente de Lerns: la universalidad, la antigedad, la unanimidad: Id teneamus quod ubique, quod semper, quod ab omnibus creditum est. Criterio justo y acertado. No basta que la Iglesia entera crea una cosa para que pueda fundar una presencia vlida de apostolicidad a no ser que sea completado por el de la antigedad. En esa lnea adquiere relieve la remisin no slo a los Concilios, sino a los grandes santos escritores, es decir, a los Padres. Ya en siglos anteriores se los ha invocado; a partir de los s. IV y V la remisin a ellos se hace ms abundante. As, en S. Atanasio, en la querella nestoriana, etc. En el Concilio de feso se comienzan las sesiones conciliares por la lectura de textos de los Santos Padres y Obispos. Los Padres, en una palabra, son considerados testigos de la Tradicin como intermediarios de la transmisin de la verdad despus de Cristo y los Apstoles.La Tradicin, por consiguiente, no es otra cosa que la misma predicacin apostlica recibida oralmente de los Apstoles, conservada y transmitida en la Iglesia, antes y despus de escritos los libros sagrados, por la predicacin magisterial de los sucesores de los Apstoles y por la fe de todos los pueblos que forman la Iglesia una y nica de Cristo. La Tradicin es necesaria y suficiente para defender la fe frente a las herejas, para discernir los libros sagrados y para la recta interpretacin de los mismos.La enseanza de la Escolstica Durante el siglo de oro de la Escolstica, el libro que sirve de base a la enseanza de los grandes maestros en las Universidades es la Biblia, porque ella es la norma infalible de la doctrina cristiana. A la vez son citados los Concilios y los Padres como auctoritates. Y, en cuestiones concretas, p. ej., la procesin del Espritu Santo del Hijo, el origen y forma del sacramento de la Confirmacin, y la veneracin de las imgenes, se reconoce que todo no ha sido escrito (cfr. S. Buenaventura, In 1 Sent. disp. 11 al ad5; In 3 Sent. disp. 9 al q2 ad6; S. Toms: In 4 Sent. disp. 7 q1 a3; Sum Th. 3 q25 a3 ad4; Escoto: In 1 Sent. Proe. q2).En el s. XIV, incluso aquellos escolsticos reducen la Teologa a pura especulacin, y reconocen que la Escritura es la fuente en la que todo el que cultiva la Teologa debe alimentarse. La conciencia de la riqueza de la Sagrada Escritura hace que todos remitan a ella y que falten declaraciones explcitas sobre la Tradicin como canal original y propio; ms an, no faltan textos que sealan la Escritura como la nica fuente de toda la doctrina. Sin embargo, Pedro de Aquila afirma rotundamente que muchas verdades nos han sido transmitidas sin que fuesen escritas en la Biblia (Libros hos sententiarum quatuor, I.l, d.11); lo mismo sucede con otros autores a propsito de ciertos temas sobre los sacramentos. Por otra parte, cuando remiten a lugares diversos de los libros sagrados no usan la palabra Tradicin en el sentido actual, sino que emplean expresiones como los Apstoles por mandato de Cristo, la Iglesia, la costumbre general, el sentido comn de los fieles, etc. Jacobo de Viterbo enumera lo que l llama instituciones santas de la Iglesia tomadas o de la Escritura, o de la Tradicin apostlica, o de los Concilios (H. X. Arquilliers, Le plus ancien tract de l'glise: Jacques de Viterbe, De Regimine christiano (1301-1302), Pars 1926, 32).A finales del s. XIV, Ockham plantea abiertamente la cuestin de la existencia de verdades catlicas no consignadas en la Escritura (De potestate ecclesiastica et politica, 1. 2, cap. 2, en Opera omnia, Francfort 1614, t. 11, 411-412), punto que, como hemos visto, fue poco considerado por los escolsticos anteriores. De l parten los ensayos de clasificacin de las verdades cristianas y que seguirn otros maestros durante el s. XV. Son importantes las declaraciones de Gerson, que reconoce que las verdades no escritas ocupan un lugar de gran importancia, aunque afirma que la Sagrada Escritura es la fuente fundamental de la doctrina cristiana y que las tradiciones apostlicas se remontan en cierto sentido a la Biblia; como criterio de discernimiento exige que las tradiciones no escritas lleguen hasta los Apstoles por una Tradicin ininterrumpida y que sean reconocidas por la Iglesia (cfr. Declaratio veritatum quae credenda sunt de necesitate salutis, en Opera omnia, 1, cap. 22).Para la Escolstica, por consiguiente, la conservacin y transmisin de la doctrina cristiana ha tenido lugar por la accin simultnea de dos factores: una carta fundamental, la Escritura, y otro elemento ms fluido, la Tradicin. No tratan expresamente el problema de la Tradicin, quiz porque ellos mismos se encuentran como inmersos en ella, y agentes de la misma (cfr. P. de Vooght, Les sources de la doctrine chrtienne, Versalles 1954, 262-64).Las definiciones del Concilio de Trento La existencia y autoridad de las tradiciones apostlicas La doctrina de la Tradicin sufre un ataque virulento por parte de los autores protestantes. Lutero emplea poco la palabra Tradicin y cuando lo hace le da un sentido despectivo. Las tradiciones son para l tradiciones humanas, con todo lo que esta expresin tiene de despectivo. Todos los protestantes, con los matices propios de cada uno, elaboran una explicacin de la Escritura como nico principio de determinacin de la existencia cristiana, excluyendo la Tradicin: la Escritura, dicen, da testimonio a favor de s misma, desarrolla por s misma su propia autoridad, se explica a s misma, se identifica absolutamente con la Palabra de Dios de manera que no hay Palabra de Dios fuera de ella. Este planteamiento equivala a negar que la Iglesia estuviera animada por el Espritu Santo y, por tanto, a destruir toda la eclesiologa cristiana.El Concilio de Trento quiso, frente a todo ello, reafirmar los principios que la Iglesia haba vivido siempre. El resultado fue el decreto De canonicis Scripturis promulgado en la sesin 4 el 8 de abril de 1546. Su intencin era conservar la pureza del Evangelio, que prometido por los Profetas, predicado ms tarde por Cristo el Hijo de Dios, el cual encomend a sus Apstoles predicarlo a toda criatura, como fuente de toda verdad salvfica y de toda disciplina de costumbres. Esta verdad salvfica y disciplina de costumbres estn contenidas en los Libros santos y en las tradiciones no escritas, que recibidas por los Apstoles de labios de Cristo o transmitidas por los mismos Apstoles, bajo la inspiracin del Espritu Santo, llegaron hasta nosotros como si pasaran de mano en mano. Por eso el Concilio con igual afecto de piedad e igual reverencia recibe y venera a todos los libros... y tambin las tradiciones mismas que pertenecen a la fe y a las costumbres, como oralmente dictadas por Cristo o por el Espritu Santo y conservadas en continua sucesin en la Iglesia Catlica (Denz. Sch. 1501). Lo primero que seala el Concilio es la unicidad de la fuente y el pleno valor fontal del Evangelio, entendiendo por Evangelio todo mensaje de Cristo, su Palabra comunicada a la Iglesia por los Apstoles. En segundo lugar, este Evangelio desde los Apstoles ha llegado a nosotros por medio de los libros escritos y por medio de las tradiciones no escritas que proceden de su predicacin oral. Son dos canales, dos cauces por medio de los cuales nosotros nos ponemos en contacto con la nica fuente que es el Evangelio del Seor.Mientras la naturaleza del primer canal, la S. E., era clara, ya que sus caractersticas haban sido anteriormente muy consideradas y precisadas, no suceda as con la del segundo: qu son y significan esas tradiciones? A los Padres y telogos les faltaba en el Concilio un concepto definido de Tradicin y de las tradiciones no escritas, por eso en las discusiones que preceden a la publicacin del Decreto pasan indistintamente del singular Tradicin al plural tradiciones. El primer problema que hubo de dilucidar el Concilio fue si entre las tradiciones habra que considerar las tradiciones eclesisticas o solamente las apostlicas. Los Legados, a pesar de la insistencia del cardenal Farnese (Concilium Tridentinum, ed. Societatis Gocrresianae, Friburgo 1900, 10,406), acordaron tratar nicamente de las tradiciones apostlicas. El orden exige, decan los Legados, que tratemos en primer lugar de los Libros Sagrados, despus de las tradiciones apostlicas y, por ltimo, de las tradiciones eclesisticas. Los Libros y las tradiciones apostlicas tienen el mismo autor (ib. 5,77). Otro punto que resolvi el Concilio fue la permanencia de las mismas: se trataba, en suma, de ocuparse de aquellas tradiciones apostlicas que -como dir luego el texto del Decreto- haban llegado hasta nosotros como si pasaron de mano en mano (Denz. Sch. 1501). Ahora bien, esas tradiciones apostlicas eran de muy diversa categora: las hay dogmticas, litrgicas, disciplinarias, etc. Era, pues, necesario esclarecer tambin este punto. Entre los Padres algunos se oponan a referirse a todas ellas en general sin hacer aclaraciones previas. El primero que se refiri a la diversidad que haba en las tradiciones apostlicas fue el jesuita Jayo: unas, deca, pertenecen a la fe y por lo mismo tienen idntica autoridad que el Evangelio; otras son simplemente de orden litrgico, y ello hace que no deban ser recibidas en la misma lnea de autoridad (ib. 1,492). No obstante esa distincin hecha por Jayo y apoyada por otros Padres, los cardenales Legados fueron del parecer que se recibieran de un modo genrico, sin especificacin de ninguna clase (ib. 1,492; 5,14). Sin embargo, en la segunda redaccin del Decreto, la palabra tradiciones fue especificada con la expresin pertenecientes a la fe y a las costumbres. El trmino costumbres se usaba, por consiguiente, para designar las tradiciones litrgicas, institucionales o disciplinares como unidas a las pertenecientes a la fe. De esta forma el Concilio explicaba qu tradiciones reciba: eran unas tradiciones apostlicas conservadas sin interrupcin en la Iglesia, de orden dogmtico, litrgico o disciplinar, no consignadas en la Escritura, y que los Apstoles, despus de recibirlas de Cristo y del Espritu Santo, haban confiado a la Iglesia.Relaciones entre la Escritura y la Tradicin En el proyecto de Decreto se deca que el Evangelio estaba contenido parte en los libros escritos y parte en las tradiciones no escritas; sin embargo, la vspera misma de su aprobacin final, las dos partculas parte-parte fueron sustituidas por la partcula y, y as fue aprobado el texto. A qu se debi este cambio? Resulta casi imposible explicarlo por falta de testimonios. Durante las discusiones habidas en el Concilio para la elaboracin del Decreto, los Legados defendieron una y otra vez la existencia de unas tradiciones no escritas con la misma autoridad que los libros sagrados. No obstante, el obispo Nachianti se opuso a esta doctrina, ya que, deca, todo lo necesario para la salvacin estaba contenido en los libros sagrados (ib. 5,19; 1,33); an con mayor energa defendi esta doctrina el general de los servitas ngel Bonucio, el cual afirm que toda la verdad evanglica estaba escrita por entero y no slo en parte (ib. 1,525). Esta doctrina tena, sin duda alguna, sus partidarios, pero tambin es cierto que escandaliz a no pocos Padres y que se la consider novedosa. El cardenal Cervino, uno de los Legados pontificios, escribiendo a Farnese afirma que el obispo Nachianti no dice ms que extravagancias y sobre todo con una de ellas esta maana ha conmovido a todo el Concilio al considerar como impa la expresin igual afecto de piedad aplicada a las tradiciones (ib. 10,433). La discusin sobre este punto continu, y al final los Legados introdujeron pequeas modificaciones en el texto del proyecto del Decreto, modificaciones que, segn dijo Cervino, no afectaban a la sustancia del contenido. Se encontraba entre estas modificaciones la que nos ocupa? No sabemos. Si as fuera la partcula y no habra cambiado sustancialmente el parte-parte, y por ello el obispo Nachianti en la votacin final se limit a decir obedecer en lugar del placet pronunciado por todos los Padres.Por ltimo, conviene sealar que el Concilio fundamenta la autoridad de las tradiciones en dos puntos: uno es la sucesin apostlica y otro la accin del Espritu Santo. Si el Concilio acepta las tradiciones es que tienen el mismo origen que las Escrituras, el Espritu Santo. Ah est, en su raz, el ncleo de la doctrina catlica al respecto, a partir del cual cabe desarrollar amplias consecuencias. El Concilio de Trento, sin embargo, no se extendi en ello. De acuerdo con su criterio general de ir a lo esencial de la doctrina catlica frente al peligro del oscurecimiento nacido de Lutero, el Concilio se limita a poner de manifiesto que son dos las formas en las que el Evangelio de Jesucristo, fuente de toda verdad salvfica y disciplina cristiana, se nos comunica en toda su pureza, y a subrayar que ambas formas han de ser recibidas con igual afecto de piedad, pero no entra a precisar ms sus relaciones.Del Concilio de Trento al Concilio Vaticano II Los telogos de la poca tridentina La realidad de una Tradicin unida a la Escritura, pero diversa de sta y con un mismo valor normativo de la fe cristiana, es una verdad sentada en Trento que los telogos contemporneos y posteriores comentan y desarrollan. Cristo no escribi ni mand escribir a sus Apstoles, sino predicar. Los Apstoles, a su vez, se acomodan a este precepto del Seor fundando las iglesias de viva voz, al menos en los primeros aos. Y una vez que los Apstoles y los varones apostlicos deciden escribir y lo hacen bajo la accin del Espritu Santo, la Iglesia no renuncia a la predicacin apostlica, que contina viva y presente en la voz, en los odos y en los corazones de los fieles. Los telogos de la poca ponen de manifiesto que la Tradicin en su sentido amplio comprende todo dogma recibido por la fe de los fieles y por la Iglesia de la enseanza de los Apstoles, y en ocasiones identifican con la vida misma de la Iglesia, con su fe, con el consentimiento unnime de todas las iglesias a travs de los siglos. No obstante, en la mayora de los casos usan la palabra en su sentido restringido, entendiendo por Tradicin la doctrina que la Iglesia ha conservado sin consignar en los libros sagrados. La Tradicin queda as definida por oposicin a la Escritura y constituida por el conjunto de verdades reveladas, transmitidas y conservadas en la Iglesia por un medio distinto a la Sagrada Escritura, es decir, de viva voz. En su sentido estricto y formal, dice Prez de Ayala, la palabra tradicin significa la verdad conservada y retransmitida de corazn a corazn por los antepasados a sus descendientes de viva voz. Conviene aclarar que aunque hablen especialmente de la doctrina como contenido de la Tradicin, no la restringen a ello: la Tradicin comprende igualmente hechos, costumbres y otras realidades reveladas por Dios.Entrando a explicar las relaciones entre Sagrada Escritura y Tradicin, afirman que las tradiciones apostlicas son de tres clases: unas, a travs de las cuales nos ha llegado la Escritura; otras, que explican y exponen el texto sagrado, y otras, que ayudan a la Iglesia a resolver las dificultades que se presentan en torno a la fe. Existen en la Iglesia, por consiguiente, unas tradiciones dogmticas que constituyen el fundamento de nuestra fe, en las que se incluyen dogmas no escritos, es decir, verdades reveladas, transmitidas oralmente y tan necesarias a la salvacin de los hombres como lo son las que nos han llegado por medio de la Escritura. Estas tradiciones se transmiten y conservan en la Iglesia en razn de dos principios: la sucesin apostlica y la accin asistencial del Espritu Santo. Una verdad fundamental muy comentada por la teologa de esta poca es, en efecto, la de la identidad de la Iglesia actual con la Iglesia del tiempo de los Apstoles: la Iglesia es siempre la misma porque su doctrina concuerda con la de la Iglesia original de los Apstoles, que a su vez recibieron la doctrina de Cristo, y Cristo de Dios. Y adems porque no slo los Apstoles sino la Iglesia en toda su historia cuenta con la asistencia del Espritu Santo. Si el Espritu Santo habla por la Escritura, lo hace tambin por las tradiciones y por la Iglesia misma. Como consecuencia de todo ello, explican que la Tradicin tiene el mismo valor que la Escritura, ya que ambas son Palabra de Dios. No se puede, pues, limitar nuestra fe a la Escritura de modo que slo se reciba lo escrito, ya que la Tradicin y la Escritura son palabra del Espritu Santo. Una y otra tienen un origen comn, una y otra se encuentran dentro de la Iglesia, una y otra tienen su primer principio en Cristo y en el Espritu Santo; y por lo mismo, una y otra tienen la misma autoridad.Una vez analizadas la existencia y la naturaleza de la Tradicin, los telogos postridentinos consideran las relaciones existentes entre la Escritura y la Tradicin, tema que sintetizan en estas palabras: la Tradicin es ms antigua, ms clara, ms comn, ms abundante que la Escritura. El aspecto ms importante es el de la abundancia. Qu sentido tiene? Existe en la Tradicin un contenido distinto al de la Escritura? Para los telogos de esta poca existen verdades relativas a la fe contenidas en las tradiciones que no estn en la Escritura. Es ste un principio repetido una y mil veces en sus obras. Sin embargo, una y otra vez repiten tambin que en la Escritura est contenida toda la Revelacin de un modo genrico, en cierto sentido, en general, implcitamente, de modo mediato, radicalmente, en semilla, lo que significa que la Escritura testifica la infalibilidad de la Iglesia, la asistencia del Espritu Santo y el hecho de unas tradiciones no escritas. En este sentido radicalmente todo queda vinculado a la Escritura. Insisten mucho tambin en otro aspecto fundamental: la Tradicin explica la Escritura. La Escritura, en algunos puntos, es oscura y necesita por lo mismo una inteligencia, una comprensin. El sentido que Dios ha colocado bajo sus palabras necesita ser descubierto de una manera progresiva. Este sentido e inteligencia, que viene del Espritu Santo, constituye un aspecto de la Revelacin divina y la Iglesia lo conserva en sus tradiciones, en su fe, en el corazn de los fieles, en su misma vida, en una palabra, en su Tradicin. (Para documentar todo lo expuesto, cfr. V. Proao Gil, Tradicin, Escritura e Iglesia, o. c. en bibl.).La Teologa y el Magisterio posteriores A partir del s. XVIII, el acento de los estudios sobre la Tradicin deja de estar centrado en el anlisis de la Tradicin como depsito, es decir, en una descripcin de su contenido, para trasladarse al de la Tradicin como rgano transmisor. En la Escuela de Tubinga se interioriza la Tradicin hasta casi identificarla con el consenso de los fieles. En la escuela que se desarrolla en torno al Colegio Romano, cuyo nombre ms destacado es Franzelin, aun sin desconocer la parte que corresponde a los fieles en la conservacin del depsito, se insiste sobre todo en la transmisin objetiva por el Magisterio (cfr. Franzelin, De divina Traditione et Scriptura, Roma 1870). Telogos posteriores de esta lnea explican el papel de la Tradicin como consistente en rendir testimonio en favor del Magisterio. La fuente cognoscitiva es el Magisterio, la Tradicin es la referencia por la que se justifica (as, con matices diversos, Bainvel, Billot, Deneffe, Filograsi, Michel).El Concilio Vaticano I vuelve a ocuparse del tema, usando trminos muy parecidos a los de Trento. Ya en el comienzo de la Constitucin Dei Filius, afirman los Padres conciliares que exponen la doctrina fundados en la Palabra de Dios escrita o transmitida (Denz. Sch. 3000; expresin que reaparece en Denz. Sch. 3006 y 3011, en el primero de esos lugares reproduciendo palabras textuales del Decreto tridentino). Al mismo tiempo (cfr. Denz. Sch., 3000, 3012, 3020, 3069) recuerda que es a la Iglesia a quien corresponde juzgar autnticamente el contenido de la palabra divina, y subraya la autoridad del Magisterio a ese respecto. Al Magisterio le corresponde conservar, guardar y declarar el depsito contenido en la Escritura y en la Tradicin.En los aos posteriores, y especialmente ya en el s. XX, el tema de la Tradicin ha sido considerado desde dos perspectivas: 1) Con respecto a la orientacin de la investigacin teolgica, lo que motiva las aclaraciones hechas por Po XII en la Encclica Humani generis, de 1950: el Magisterio es regla prxima de la labor teolgica; debe, pues, acudirse a las fuentes no para sustituir lo definido por el Magisterio con expresiones menos precisas, sino al contrario, explicando lo oscuro a partir de lo claro. En toda la exposicin Po XII se refiere al depsito de la fe como contenido en las Sagrada Escritura y la divina Tradicin (Denz. Sch., 3884 y 3886).Con respecto al movimiento ecumnico En algunos ambientes protestantes se advierte un cierto reconocimiento de la Tradicin, aunque limitado (as ocurre con Oscar Cullmann, con los ambientes relacionados con la abada de Taiz, en la conferencia del movimiento Fe y Constitucin celebrada en Montreal en 1963...). Entre algunos telogos catlicos se realiza un intento de facilitacin del dilogo interconfesional, lo que les lleva a insistir en la ntima unidad que existe entre Escritura y Tradicin, y, en algn caso, a adoptar posiciones minimistas con respecto a esta ltima.La enseanza del Concilio Vaticano II Naturaleza de la Tradicin El Concilio Vaticano II ha dedicado uno de sus principales documentos, la Constitucin dogmtica Dei Verbum, al tema de la Revelacin y su transmisin. El Concilio parte ante todo del hecho base: Cristo ha escogido como medio de la transmisin viva de la Revelacin el ministerio de sus Apstoles y de sus sucesores. Esta transmisin viva incluye amplitud de medios. No se limita a la predicacin oral, sino que comprende tambin ejemplos e instituciones, del mismo modo que los Apstoles recibieron la Revelacin no slo de las enseanzas orales de Jess, sino tambin de su vida y de sus obras. Los mismos Apstoles u otros de su generacin pusieron por escrito, bajo la inspiracin del Espritu Santo, el mensaje cristiano de salvacin. Finalmente, los Apstoles eligieron a otros sucesores suyos a los que confiaron su cargo de Magisterio, ya que por voluntad de Dios el Evangelio haba que conservarlo ntegro y vivo. De esta forma el Concilio vincula la conservacin y transmisin de la Revelacin divina al hecho de la sucesin apostlica. Los Obispos, sucesores de los Apstoles, han sido instituidos para conservar y transmitir fielmente la predicacin apostlica (n 7). La funcin conservadora de la Tradicin no se realiza solamente por medio de los Obispos, corresponde tambin a toda la Iglesia, por lo que los Apstoles amonestan a los fieles que conserven las tradiciones que han recibido de palabra o por escrito (n 8). El Concilio viene as a decir que, en el fondo, la Tradicin no es otra cosa que la misma Iglesia, que en su doctrina, en su vida y en su culto perpeta y transmite a todas las generaciones todo lo que ella es y todo lo que ella cree (III 8).Siendo la Tradicin por naturaleza algo vital, hay que admitir en ella un incremento o desarrollo homogneo correspondiente a su propia naturaleza. El Concilio, ms que demostrar el hecho de este crecimiento, explica su sentido. El crecimiento radica en la comprensin de las cosas y de las palabras transmitidas. No se trata lgicamente de un aumento cuantitativo, pero tampoco se reduce a un simple cambio en los vocablos, sino del progreso interno propio de toda realidad viva que va caminando hacia la plenitud de la verdad. La garanta de la verdad de este desarrollo radica en la asistencia del Espritu Santo, el cual vivifica toda la vida de la Iglesia y conduce hacia la verdad completa a todos y a cada uno bajo la gua y enseanza de los sucesores de los Apstoles (n 8).Escritura, Tradicin y Magisterio Pasando a explicar la funcin de la Tradicin con respecto a la Palabra escrita de Dios, el Concilio la concreta afirmando que ambas constituyen el depsito sagrado de la Palabra de Dios, confiado a la Iglesia (n 10). Precisando ms, subraya tres puntos. En primer lugar deja constancia de que es la Tradicin quien nos da a conocer el Canon ntegro de los libros sagrados, pues el hecho de la inspiracin de los libros slo es cognoscible por el testimonio de quien es testigo autorizado, es decir, la Tradicin. En segundo lugar, pone de manifiesto cmo la Tradicin hace comprender ms profundamente la Palabra de Dios, en cuanto que Dios, presente en la Iglesia, hace que en ella resuene siempre la voz de Cristo, de manera que la Tradicin transmite la verdad divina y hace comprender ms profundamente la Sagrada Escritura. Por ltimo, afirma que la Tradicin hace incesantemente operativa a la Escritura, pues la palabra escrita necesita ser aplicada a la realidad concreta de los hombres y esto le corresponde a la Tradicin y especialsimamente al Magisterio de los sucesores de los Apstoles, por lo que se refiere a la aplicacin de modo autorizado y autntico. La Tradicin y la Escritura se enlazan y comunican estrechamente entre s, porque una y otra son Palabra de Dios, manan de la misma fuente, se unen en un mismo caudal, corren hacia el mismo fin (n 9).La Escritura evidentemente no slo transmite la Palabra de Dios, sino que ella misma es formalmente Palabra de Dios. La Tradicin, a su vez, aunque palabra humana, transmite la Palabra de Dios en cuanto comunica la predicacin oral de los Apstoles y la misma palabra escrita, presentando los libros sagrados como tales y haciendo operante su contenido. De toda esta doctrina saca el Concilio dos conclusiones prcticas. La primera es la siguiente: La Iglesia no deriva solamente de la Escritura su certeza de todas las verdades reveladas (n 9). La segunda es que la Sagrada Escritura y la Tradicin han de recibirse con idntico espritu de piedad y reverencia, como haba enseado el Concilio de Trento (n 9). Como se ve, el Concilio quiere dejar claro la insuficiencia del principio protestante de la sola Scriptura, pero no decide algunas cuestiones debatidas entre los autores catlicos sobre la mutua interconexin entre Tradicin y Escritura.Concluye el Concilio sealando las relaciones de la Sagrada Escritura y la Tradicin con el Magisterio. Cristo, afirma, orden a los Apstoles que la Buena Nueva se transmitiese en primer lugar por la predicacin, o sea, por la transmisin oral, y que los Apstoles traspasaran ese mandato a sus mismos sucesores. En cumplimiento de este mandato, los Apstoles confiaron a los obispos, sucesores suyos, no slo un depsito de doctrina, sino su propio cargo del Magisterio. Ahora bien, esta misin importaba dos cosas: por una parte, la tarea de transmitir materialmente la Revelacin, y por otra, la de explicarla autnticamente. Al Magisterio vivo le corresponde, por consiguiente, conservar, transmitir y explicar autnticamente la doctrina recibida de los Apstoles. Si en la Tradicin existe un crecimiento gracias a la predicacin de los Pastores, este crecimiento no significa otra cosa que la plena conservacin de la Palabra de Dios en su pureza. As, el Magisterio sirve fielmente a la Tradicin, como Palabra de Dios transmitida. Toda esta tarea del Magisterio se realiza por mandato de Cristo y con la asistencia del Espritu Santo (n 10).Criterios de la Tradicin La exposicin histrica que acabamos de hacer pone de manifiesto la naturaleza de la Tradicin y el papel insustituible que, por institucin divina, tiene en la transmisin de la Palabra de Dios. Ahora bien, cmo conocer la Tradicin?, dnde consta?, cules son los criterios que permiten discernirla? Analicemos a continuacin los principales.El Magisterio eclesistico El Magisterio es, en efecto, a la vez intrprete autorizado de la Sagrada Escritura y de la Tradicin, y testigo y eco de esta ltima, que es recogida en sus declaraciones y definiciones. Habiendo ya sido estudiadas las propiedades y modo de ejercicio del Magisterio en la voz correspondiente, no es necesario extendernos ms aqu.Los Santos Padres Criterio fundamental son las palabras y escritos de los Santos Padres, que atestiguan la presencia viva de esta Tradicin (Const. Dei Verbum, 8). Ya en la antigedad los Concilios ecumnicos recurren al consentimiento de los Padres para conocer la doctrina tradicional de la Iglesia; as, feso para la maternidad divina de Mara (Denz. Sch., 251), Calcedonia para las dos naturalezas de Cristo (ib. 5561), el segundo de Nicea para las imgenes (ib. 602-603), etc. Ahora bien, quines son los Padres? En el primitivo cristianismo reciban el apelativo de Padre aquellos que instruan a otros en la fe, y como el oficio de ensear incumba a los obispos, stos reciban de modo especial el nombre de Padres (cfr. Martyrium Policarpi, 12,2; Cipriano, Epist. 30, 31,36). Posteriormente, S. Agustn designa con este nombre a S. Jernimo, que no era obispo, teniendo en cuenta su doctrina y santidad (Contra Jul. 1,7). Entre los telogos catlicos actuales se conocen comnmente con el nombre de Padre a aquellos escritores eclesisticos que renen las cuatro notas distintivas siguientes:1. doctrina ortodoxa, 2. santidad de vida, 3. antigedad y 4. aprobacin de la Iglesia. Aquellos autores antiguos a los que no les cuadra alguna de estas notas reciben el nombre de escritores eclesisticos, p. ej., Tertuliano y Orgenes.Para que los Padres constituyan verdadero criterio de Tradicin es necesario: que propongan una doctrina como perteneciente a la fe o a las costumbres, no slo objetivamente, sino tambin subjetivamente considerada; que la propongan como testigos de la fe o como doctores autnticos de una manera cierta y segura; que exista un consentimiento moralmente unnime entre los Padres acerca de una materia. El problema radica en sealar cundo existe ese sentir unnime de los Padres, pues pueden darse casos especiales en que el consentimiento de unos pocos, por la gran autoridad que tuvieron en la Iglesia, equivalga al de una mayora. Ms an, puede suceder que el testimonio de un solo Padre sea un criterio cierto de Tradicin, sobre todo si ese Padre es altamente significativo en la materia que trata, p. ej., S. Atanasio en materia trinitaria, S. Agustn en la gracia y S. Cirilo de Alejandra en cristologa. Por lo que se refiere a la interpretacin de la Sagrada Escritura, para que el consentimiento unnime de los Padres sea criterio cierto de Tradicin se requiere no slo el sentir unnime en una determinada interpretacin, sino que adems la propongan como el sentido que le fue inspirado al autor sagrado, es decir, que no se trate de una interpretacin acomodada con un fin puramente espiritual. El sentir unnime de los fieles Otro criterio de excepcional importancia es el sentido de la fe de todo el pueblo cristiano. Se trata de un don de Dios que afecta a la realidad subjetiva de la fe y que da a toda la Iglesia la seguridad de una fe indefectible. Ya desde la antigedad se considera este sentido de la fe como un criterio de Tradicin. S. Ireneo habla de la salvacin que muchos pueblos brbaros poseen escrita sin tinta ni papel por el Espritu Santo en su corazn y as guardan la tradicin antigua con cuidado creyendo en un solo Dios (Adv. Haer. 4,1 y 2: PG 7,855). Segn Tertuliano, el Espritu de verdad no puede dejar que el pueblo crea otra cosa que lo que Cristo predicaba (cfr. De praescrip. haeret. 28: PL 2,40). S. Agustn invoca la fe de la Iglesia a propsito de la necesidad de la gracia, atestiguada por el sentido que dan los fieles a la oracin y a propsito de la necesidad y eficacia del Bautismo, especialmente de los nios pequeos (cfr. De dono persev. 23,63: PL 45,1031; Serm. 294, c.17: PL 38,1346). El Concilio Tridentino al comienzo de algunas sesiones recurre a la fe de toda la Iglesia (Denz. Sch., 1507, 1510, 1520, 1635). Entre los telogos inmediatamente posteriores a Trento, es frecuente el uso de la expresin: El Evangelio qued escrito en los corazones de los fieles para justificar la conservacin de las tradiciones escritas. Los papas Po IX y Po XII se refirieron en la definicin de los dogmas de la Inmaculada y de la Asuncin de la Virgen al perpetuo sentir del pueblo fiel.El Concilio Vaticano II sintetiza esa enseanza. La Tradicin, dice, conserva la predicacin de los Apstoles, es decir, la doctrina transmitida oralmente, y este quehacer corresponde a los sucesores de los Apstoles y a los fieles todos, a cada uno segn la misin que le ha sido confiada. De esta forma, no slo los Obispos, sino los fieles todos se constituyen en rganos de la Tradicin, ya que en su fe conservan la predicacin apostlica. As lo ensean las palabras de S. Pablo cuando amonesta a los fieles a que conserven las tradiciones que han aprendido de palabra o por escrito, y las de S. Judas cuando invita a combatir por la fe que se les ha transmitido (Const. Dei Verbum, n 8). Corrobora esta misma doctrina el Concilio cuando hace ver que la Tradicin se identifica con la misma Iglesia, que, en su vida y en su culto, perpeta y transmite a travs de las generaciones su fe su gracia, su caridad y todo lo que ella es, y cuando al hablar igualmente del continuo progreso de la Tradicin y sealar los factores determinantes, cita en primer lugar la reflexin y el estudio de los creyentes (n 8). Por su parte, la Const. Lumen gentium declara que mediante el sentido de la fe, los fieles se adhieren indefectiblemente a la fe transmitida a los santos una vez para siempre, penetran ms profundamente en ella mediante un juicio recto y la aplican ms plenamente a la vida (n 12).Toda esta accin la realiza el Pueblo de Dios con dos condicionantes: la accin asistencial del Espritu Santo y la subordinacin al Magisterio. El Espritu Santo est presente en toda la Iglesia y la instruye en todo (1 Io 2,20. 27); y as el Concilio Vaticano II declara que si los fieles no pueden engaarse en su creencia cuando manifiestan un asentimiento universal en las cosas de fe y costumbres, ello es debido a la uncin del Espritu Santo (Lumen gentium, 12). Aun cuando se trate de un don del Espritu Santo concedido a todo el pueblo, no queda desvinculado de la autoridad docente de la Iglesia, a la que corresponde proponer autoritativamente la palabra de Dios (Lumen gentium, 12 y 25). De esa forma prelados y fieles colaboran estrechamente en la conservacin, en el ejercicio y en la profesin de la fe recibida (Dei Verbum, 10).La Liturgia [editar]El relator de la Const. Dei Verbum, al presentar la doctrina contenida en el n 8 de la misma, afirm que la Liturgia es un testimonio privilegiado de la Tradicin viva, y cit un texto de Po XII segn el cual con dificultad se hallar una verdad de la fe cristiana que no est de alguna manera expresada en la Liturgia. Esta importancia de la Liturgia como criterio y testimonio de la Tradicin es subrayado desde la antigedad. Lo us S. Agustn para defender la necesidad de la gracia y antes que l lo usaron Tertuliano y S. Cipriano. En la poca contempornea el papa Po XI habl de la Liturgia como didascalia de la Iglesia..., como el rgano ms importante del Magisterio ordinario. Con bastante frecuencia se ha repetido la venerable frmula de Prspero de Aquitania legem credendi lex ex statuat suplicandi, como sntesis de esta doctrina, cuyo sentido explica Po XII en la Encclica Mediator Dei. Las doxologas y los smbolos usados en el culto han sido siempre lugares destacados en los que se reflejaba la verdad de la fe, ya sea afirmndose contra los ataques, ya sea consignando los avances conseguidos. Por otra parte, nadie puede negar cun preciosas enseanzas se derivan de la praxis litrgica, p. ej., en la veneracin de las imgenes y en la administracin concreta de los sacramentos. La disciplina penitencial est llena de informaciones sobre la teologa de este sacramento. Por eso Po XII pudo llamar a la Liturgia el espejo fiel de la doctrina transmitida por los antiguos.La razn por la cual la Liturgia constituye un criterio de Tradicin es porque ella es la voz de la Iglesia que expresa su fe, la canta, la practica en una celebracin viviente. La Liturgia, igualmente, es una accin sagrada, una accin que incorpora una conviccin, la expresa, y, por lo mismo, la desarrolla. Por otra parte, la Liturgia, siendo ritual, tiene gran poder de conservacin, porque el rito es fijo, se transmite y practica como tal. A esto hay que aadir que el sujeto responsable de sus afirmaciones es siempre la Iglesia. La Liturgia se desarrolla a partir de un fondo comn que se remonta hasta los Apstoles. Los mismos ritos y frmulas, aunque nazcan de una iniciativa particular, para que penetren en la Liturgia han de ser aceptados por la Iglesia y aprobados por la autoridad guardiana de la Tradicin apostlica. Esto no obstante, hay que reconocer que es un criterio difcil de usar. La Liturgia, testigo privilegiado de la creencia de una Iglesia, no tiene otra autoridad que la del Magisterio que la ha aprobado. Por eso, antes de examinar la fuerza que pueda tener una doctrina extrada de la Liturgia, es preciso analizar qu antigedad, universalidad y aprobacin tiene dicha Liturgia.Bibliografa [editar] J. V. BAINVEL, De Magisterio vivo et Traditione, Pars 1905; A. BEA, La doctrina del Concilio Vaticano II sobre la Revelacin, Madrid 1968, 119-166; L. BILLOT, De Sacra Traditione, Pars 1904; ID, De inmutabilitate Traditionis, 4 ed. Pars 1929; L. CERFAUX, La tradition selon S. Paul, Vie Spirituelle Suppl. (1953) 176-188; Y. M. CONGAR, La Tradicin y las tradiciones, San Sebastin 1964; J. H. DALMAIS, La liturgia y el depsito de la fe, en A. G. MARTIMORT, La Iglesia en oracin, Barcelona 1967, 259-267; J. DANILOU, criture et tradition dans le dialogue entre les chrtiens spars, La Documentation Catholique 54 (1957) 283; J. FILOGRASSI, Tradizione divinoapostolica e Magisterio della Chiesa, Gregorianum 33 (1952) 135-167; R. FORNI, Problema della Tradizione: Ireneo di Lione, Miln 1939; J. R. 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Padres de la Iglesia y centralidad de la liturgia son esenciales en pontificado, afirma P. Lombardi

P. Federico LombardiVATICANO, 16 Abr. 07 / 10:37 am (ACI).-

El Director de la Sala Stampa de la Santa Sede, P. Federico Lombardi, seal que hay dos aspectos que le llaman profundamente la atencin del Papa Benedicto XVI: La continua referencia a los Padres de la Iglesia y la constante explicacin y vivencia de la sagrada liturgia, al celebrarse hoy el cumpleaos 80 del Santo Padre y a tres das de cumplirse el segundo ao de su pontificado.

Dos aspectos en particular nos llaman la atencin. Primero que nada la riqueza y la naturaleza de las referencias a los Padres de la Iglesia. No se ve un salto de dos mil aos de la Escritura a hoy, se ve la continuidad de las reflexiones y la profundizacin de la fe a travs del tiempo de Jess hasta el nuestro. Los Padres estaban un poco eclipsados en la cultura comn del creyente y ahora se han vuelto ms familiares, precis el P. Lombardi.

Al hablar del segundo aspecto, el sacerdote destac la profundidad del Pontfice cuando se refiere a la liturgia y la celebracin de nuestra fe: el significado de los ritos, la expresin de la relacin entre los creyentes y Dios, que crece a travs de la historia de nuestra fe. Se comprenden ahora en un contexto vivo, en donde la memoria se convierte en actualidad, y comprendemos mejor que nos ponemos en contacto con el misterio de Dios.

Asimismo, el Director de la Sala de Prensa subray que la vida del Papa ha estado caracterizada por una vocacin que se ha desarrollado en distintas fases y modalidades sucesivas de responsabilidad cada vez mayor, con una gran coherencia de unidad de inspiracin y esfuerzo. Sacerdote y telogo, hombre de fe, de cultura y servicio eclesial. La cultura y la fe no permanecen circunscritas en el mbito de la bsqueda y la vida personal, sino que se convierten en riqueza compartida en los mbitos siempre ms amplios, hasta el horizonte universal de la Iglesia y de la humanidad de hoy.

El presbtero jesuita asegur que hablar con profundidad, claridad y sistematicidad del centro de nuestra fe: demostrar y ayudarnos a todos a entender la necesidad y la belleza de la relacin continua y cotidiana entre fe y razn, estudio y espiritualidad: este parece el carisma de Benedicto XVI. La encclica Deus Caritas est y el libro Jess de Nazaret, son dos puntos de referencia para entrar en este perspectiva y mantenernos involucrados, y diramos incluso fascinados. En torno a ellos tambin crece el servicio continuo de las homilas y catequesis, que estn ciertamente impregnadas de su densidad, y sin embargo son posibles de entender por quien las escucha con seriedad.

Gustar la alegra de sentir hablar con profundidad, con dignidad y pasin, de modo no formal pero creble para nosotros, humanidad de dos mil aos, para as poder con serenidad y confianzas dar razn de la esperanza que est en nosotros. En esto Joseph Ratzinger, hoy Benedicto XVI, nos ayuda verdaderamente y comprendemos que es el sentido de su vida y servicio. Le deseamos y deseamos que lo pueda cumplir todava por mucho tiempo ms, finaliz el P. Lombardi.

------------------Doctores de la Iglesia

Doctor de la Iglesia es un ttulo que la Iglesia (el Papa o un Concilio Ecumnico) otorga oficialmente a ciertos santos para reconocerlos como eminentes maestros de la fe para los fieles de todos los tiempos.

Han ejercido una influencia especial sobre el desarrollo del cristianismo, sentando las bases de la doctrina sucesiva. En el cristianismo primitivo el ttulo se adjudic espontneamente a ocho de los Padres de la Iglesia, cuatro de rito latino:

Ambrosio Jernimo de Estridn Agustn de Hipona Gregorio Magno Y cuatro de rito griego:

Atanasio Juan Crisstomo Basilio de Cesarea Gregorio Nacianceno El Papa Po V, en el siglo XVI, defini formalmente los criterios para la declaracin de la dignidad, y desde entonces otros 25 santos antiguos y modernos han sido reconocidos como doctores de la Iglesia.

Tabla de contenidos [ocultar]1 Doctores orientales 2 Doctores occidentales 3 Doctrinas catlica y ortodoxa 4 Liturgia 5 Adiciones 6 Los treinta y tres Doctores de la Iglesia Catlica 7 Referencias 8 Enlaces

Doctores orientales [editar]La tradicin bizantina recordaba como Padres de la Iglesia en sentido amplio a todos los telogos previos al siglo VI, la poca de la primera estabilizacin de la doctrina cristiana. De entre stos, pronto se generaliz una especial veneracin por Juan Crisstomo, Basilio Magno y Gregorio Nacianceno, y ya el emperador Len VI el Sabio, instituy un festival comn para los tres el da 30 de enero con el nombre de festival de los tres jerarcas; los sermones ledos tradicionalmente en el festival son obra de Cosme Vesttor, un renombrado orador del siglo X, y las representaciones iconogrficas de los tres jerarcas son frecuentes en la arquitectura eclesistica bizantina.

La Menaea del 30 de enero narra la leyenda de la aparicin de los tres doctores al obispo Juan Euquites en sueos, ordenndole conmemorarlos conjuntamente para evitar rivalidades entre sus fieles y seguidores. La inclusin de Atanasio parece posterior, probablemente motivada por la analoga con los cuatro doctores occidentales y los cuatro evangelistas, y siguiendo a Ireneo de Lyon, que haba buscado mostrar en varios mbitos la existencia de cuatro pilares de la Iglesia.

Doctores occidentales [editar]La tradicin escolstica elabor por su parte la nocin de los cuatro doctores, y sta se vio confirmada ya en 1298 por Bonifacio VIII, que public una decretal ordenando honrarlos especialmente. En 1567 su nmero se increment al reconocer tambin las fiestas de los doctores griegos, y al ao siguiente el papa Po V les sum al primer doctor moderno, Santo Toms de Aquino, dominico como l. En 1588 el papa franciscano Sixto V aadi al tambin franciscano San Buenaventura de Fidanza.

Doctrinas catlica y ortodoxa [editar]Mientras en Oriente la dignidad de doctor no ha estado asociada a ninguna definicin formal, y otros telogos adems de los arriba mencionados se honran ocasionalmente con ese ttulo en especial San Gregorio Niseno, San Len I Magno, San Mximo el Confesor, San Juan Damasceno, Simen, el nuevo telogo, Gregorio Palams y Marcos de feso, la Iglesia catlica vincula el ttulo a tres condiciones: la eminens doctrina, es decir, la eminencia doctrinal en materia de teologa y culto; la insignis vitae sanctitas, es decir, un elevado grado de santidad; y la Ecclesiae declaratio, es decir, una proclamacin formal por parte de la Iglesia, que Benedicto XIV precis como afirmada por el Sumo Pontfice o por un Concilio Ecumnico. Ningn Concilio ha ejercido esta facultad, sin embargo.

La concesin de la dignidad de doctor de la Iglesia no implica necesariamente la convalidacin de la totalidad de la doctrina que el doctor ha sostenido; aunque la Congregacin de los Ritos Sagrados, la encargada de la proclamacin, realiza un examen de la obra del prospectivo doctor, sta no se integra necesariamente al dogma proclamado ex cathedra por la Iglesia, y an en el caso de los doctores ms reputados muchas de sus doctrinas han sido declaradas errneas tras su muerte. Los temas sobre los que los doctores han escrito varan marcadamente; adems de telogos sistemticos, como Santo Toms de Aquino, San Anselmo de Canterbury o San Alberto Magno, se cuentan entre ellos epgrafos y predicadores, msticos, como San Juan de la Cruz y Santa Teresa de vila, y an historiadores y eruditos como San Beda el Venerable, cuya Historia Ecclesiastica Gentis Anglorum es una extraordinaria fuente de informacin sobre la Inglaterra medieval.

La tradicin escolstica llama convencionalmente con eptetos que recuerdan al de doctor de la Iglesia a ciertos telogos; as, Duns Scoto es conocido como doctor subtilis, el "doctor sutil", y Roger Bacon como doctor mirabilis, el "doctor en maravillas", aunque ninguno de ellos es formalmente doctor de la Iglesia y, de hecho, la teologa de Scoto ha gozado de poca popularidad fuera de su propio tiempo. S son realmente doctores el doctor seraphicus, San Buenaventura, el doctor universalis, San Alberto Magno, y el doctor angelicus, Santo Toms de Aquino.

Liturgia [editar]Los doctores de la Iglesia son honrados con una liturgia especial en la misa dicha en su honor; esto excluye del nombramiento como doctor a los mrtires, puesto que el oficio de la misa se reserva tradicionalmente para honrar a los confesores. El introito de la misa se adopta del de Juan el Evangelista; adicionalmente, el oficio incluye la lectura del Credo y la antfona del Magnificat reza o doctor optime ("oh, excelentsimo doctor"). Estos dos ltimos son los rasgos caractersticos del oficio doctoral, pues en la fiesta de algunos santos en particular Juan Damasceno, pero tambin Atanasio, Basilio y Cirilo de Jerusaln se dicen misas especiales.

Adiciones [editar]La lista completa de doctores ha recibido aadidos hasta la actualidad, en la que cuenta con treinta y tres nombres.

En 1720 Clemente XI incorpor a San Anselmo de Canterbury; en 1722 Inocencio XIII, a San Isidoro de Sevilla; en 1729 Benedicto XIII, a San Pedro Crislogo; en 1754 Benedicto XIV, a San Len I Magno; en 1828 Len XII, a San Pedro Damin; y en 1830 Po IX, a San Bernardo de Claraval. A lo largo de su papado, este ltimo incluir tambin a San Hilario de Poitiers (1851), San Alfonso Mara de Ligorio (1871) y San Francisco de Sales (1877). En 1883 Len XIII aadira a San Cirilo de Alejandra, San Cirilo de Jerusaln y al Damasceno, y en 1899, a San Beda el Venerable. Benedicto XV proclamara a San Efrn de Siria en 1920; Po XI, a San Pedro Canisio (1925), San Juan de la Cruz (1926), y San Roberto Belarmino y San Alberto Magno (1931); Po XII, a San Antonio de Padua (1946); Juan XXIII, a San Lorenzo de Brindisi (1959). Pablo VI sumara a las primeras mujeres, Teresa de vila y Santa Catalina de Siena, en 1970 Juan Pablo II aadira a Santa Teresa de Lisieux en 1997.-------------------------------------

Los treinta y tres Doctores de la Iglesia CatlicaEn la siguiente lista aparecen la totalidad de los Doctores de la Iglesia catlica, ordenados segn la fecha de su proclamacin como tales.NombreNaciMuriPromovidoNacionalidadActividad

San Agustn de Hipona13 de noviembre 35428 de agosto 4301298Norteafricano (actual Tnez)Obispo de Hipona

San Ambrosio3404 de abril de 3971298ItalianoObispo de Miln

San Gregorio Magno54012 de marzo 6041298ItalianoPapa

San Jernimo3434291298PanonioPresbtero y anacoreta

San Atanasio2982 de mayo de 3731568EgipcioPatriarca de Alejandra

San Basilio Magno3301 de enero de 3791568CapadocioObispo de Cesarea de Capadocia

San Gregorio Nacianceno, el Telogo32925 de enero de 3901568CapadocioPatriarca de Constantinopla

San Juan Crisstomo3474071568Sirio/griegoPatriarca de Constantinopla

Santo Toms de Aquino Doctor Anglico12257 de marzo de 12741568ItalianoDominico

San Buenaventura Doctor Serfico122115 de julio de 12741588ItalianoFranciscano

San Anselmo de Canterbury1033 o 103421 de abril de 11091720Italiano/inglsArzobispo de Canterbury

San Isidoro de Sevilla5604 de abril de 6361722EspaolArzobispo de Sevilla

San Pedro Crislogo4004501729ItalianoArzobispo de Rvena

San Len I Magno40010 de noviembre de 4611754ItalianoPapa

San Pedro Damin100721/22 de febrero de 10721828ItalianoBenedictino y cardenal

San Bernardo de Claraval Doctor Melifluo109021 de agosto de 11531830FrancsCisterciense

San Hilario de Poitiers el Atanasio de Occidente3003671298FrancsObispo de Poitiers

San Alfonso Mara de Ligorio27 de septiembre de 16961 de agosto de 17871871ItalianoFundador de los Redentoristas, obispo y cardenal

San Francisco de Sales21 de agosto de 156728 de diciembre de 16221877FrancsObispo de Ginebra y fundador de la Orden de la Visitacin

San Cirilo de Alejandra3764441882EgipcioPatriarca de Alejandra

San Cirilo de Jerusaln3152871882PalestinoPatriarca de Jerusaln

San Juan Damasceno6757491890SirioMonje de San Saba y presbtero

San Beda el Venerable6737351899InglsBenedictino

San Efrn de Siria3063731920SirioDicono

San Pedro Canisio152115971925HolandsJesuita

San Juan de la Cruz154215911926EspaolCarmelita descalzo

San Alberto Magno Doctor Experto o Doctor Universal120012801931AlemnDominico

San Roberto Belarmino154116211931ItalianoJesuita, arzobispo de Capua y cardenal

San Antonio de Padua Doctor Evanglico119512311946Portugus/italianoFranciscano

San Lorenzo de Brindisi Doctor Apostlico155916191959ItalianoCapuchino

Santa Teresa de Jess151515821970EspaolaCarmelita descalza

Santa Catalina de Siena134713801970ItalianaTerciaria dominica

Santa Teresa del Nio Jess187318971997FrancesaCarmelita descalza

PATRSTICA

La patrstica es la fase en la historia de la organizacin y la teologa cristianas que abarca desde el fin del cristianismo primitivo, con la consolidacin del canon neotestamentario, hasta alrededor del siglo VIII. Adems de la elucidacin progresiva del dogma cristiano, la patrstica se ocup sobre todo de la apologa o defensa del cristianismo frente a las religiones paganas primero y las sucesivas interpretaciones heterodoxas que daran lugar a las herejas luego. Su nombre deriva de los padres de la Iglesia, los telogos cuya interpretacin dominara la historia del dogma.

Tabla de contenidos [ocultar]1 Comunidad de Alejandra, Egipto 2 Orgenes 3 frica noroccidental 3.1 Tertuliano 3.2 San Cipriano 4 Vase tambin 4.1 Patrstica griega 4.2 Patrstica latina Comunidad de Alejandra, Egipto [editar]Durante este tiempo surgieron figuras destacadas en defensa de la nueva fe cristiana. En torno de la comunidad de Alejandra, en Egipto, gran centro cultural del mundo romano, se form una escuela en la que brillaron Clemente (150- 215) y su discpulo Orgenes (185- 254):

Orgenes [editar]Orgenes escribi numerosas obras (unas 800) y aunque incurri en algunos errores graves, debido a su intento de "explicar" orgnicamente todas las dificultades que pudieran presentarse ante la reflexin de las creencias cristianas, en unos momentos en que el dogma no estaba todava fijado por completo, no cabe atribuir su actitud a afn polmico o sensacionalista, sino a un ntimo deseo de aprehender toda la verdad. Este afn comn a muchos espritus cultos de la poca, llev a polmicas apasionadas. De la pasin que se verta en los escritos polmicos de los primeros siglos de la Iglesia, podrn dar idea las siguientes palabras de Zonaro, referentes a la persecucin de Decio:

"En este tiempo (250) tambin fue llevado Orgenes, como cristiano, ante el tribunal de los perseguidores de la Iglesia, pero no recibi la corona, sin duda por no considerarlo digno de ella Decio, a causa de la impiedad de sus sentimientos; y a pesar de que padeci tormentos por la causa de la fe, perdi su rango de confesor. Ya hemos dicho que habindole inspirado excesiva vanidad la grandeza de su saber y su elocuencia, en vez de seguir la doctrina de los anti