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21 Lecciones de literatura e ingeniería Por Pablo Fernández Christlieb* El mundo se divide en literatura e ingeniería. Los niños y otros ociosos hacen este tipo de experimentos: levantan la mano, y entonces tratan de averiguar cómo lo lograron. Es un misterio. Van y preguntan a sus mayores y otras autoridades, y la respuesta es como sigue: la mente le dio la orden al cuerpo para que levantara la mano; aquí se pueden incluir datos adicionales respecto a impulsos neuronales y nervios aferentes. El niño regresa al rincón de sus experimentos y entonces ordena con su mente algo así como mano levántate y la mano se levanta; pero uno no se queda muy convencido de que eso de las órdenes y la información haya sido lo que sucedió, que la conciencia se haya transformado en movimiento muscular. Así que el siguiente experimento consiste en hacer trampa, y uno ordena con la mente aquello de mano levántate pero mientras lo piensa sabe que no lo va hacer y tal cual nomás no levanta la mano: uno puede decir mano levántate y si no quiere no levantarla. Y claro, aquí vendrá la discusión de los mayores y autoridades que acompañan de que así no se dan las órdenes y de que la información es de carácter electroquímico y muchas cosas más, aunque qué clase de órdenes son éstas que no se pueden dar y no se pueden recibir. La verdad es que las manos no se levantan con el pensamiento, sino con las manos: no son una cuestión de literatura, sino de ingeniería. Pero, entonces uno se rasca la cabeza preguntándose dónde está la mente y el pensamiento, porque cuando se usan no sirven para levantar la mano porque la mano se levanta sola cuando se le pega la gana, como ahorita que sin pensarlo levantó la mano para rascarse la cabeza. Hay pues que preguntarse seriamente si es cierto que la mente da órdenes al cuerpo para que se mueva, y, seriamente, la respuesta es que eso es muy pero muy dudoso. Podría decirse que no es la mente sino que en rigor es el cerebro el que da órdenes a la mano para que se levante, pero como el cerebro es una parte del cuerpo eso es como decir que el cuerpo le da órdenes al cuerpo para que el cuerpo se mueva, lo cual no es muy distinto de decir que la piedra le dice a la piedra que se quede como piedra. Y mientras tanto, la mente, bien gracias. Y es correcto: eso es lo que hacen precisamente los deportistas o los obreros o los que van a la tienda de la esquina: dejan que el cuerpo se mueva como se le antoje para que se mueva bien, y no tratan de intervenir con la conciencia porque eso nada más los interrumpe y los hace fallar como a los tenistas cuando se ponen nerviosos. Y así parece que la cuestión es una de dos, o bien la mente no interviene, o bien el cuerpo es una como mente muy a su manera donde la mente no interviene. O dicho de otro modo, la literatura no puede resolver problemas de ingeniería, y la ingeniería no puede saber de qué habla la literatura. * Pablo Fernández Christlieb, investigador del Departamento de Psicología Social de la UNAM, ha dedicado su labor académica a la recreación de una psicología teórica que dirige su mirada a la cultura cotidiana, una recuperación de esa tradición de pensamiento que es la Psicología Colectiva. Es autor de El Espíritu de la Calle, La afectividad colectiva, La sociedad mental y La velocidad de las bicicletas.

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Lecciones de literatura e ingeniería Por Pablo Fernández Christlieb*

El mundo se divide en literatura e ingeniería. Los niños y otros ociosos hacen este tipo de experimentos: levantan la mano, y entonces tratan de averiguar cómo lo lograron. Es un misterio. Van y preguntan a sus mayores y otras autoridades, y la respuesta es como sigue: la mente le dio la orden al cuerpo para que levantara la mano; aquí se pueden incluir datos adicionales respecto a impulsos neuronales y nervios aferentes. El niño regresa al rincón de sus experimentos y entonces ordena con su mente algo así como mano levántate y la mano se levanta; pero uno no se queda muy convencido de que eso de las órdenes y la información haya sido lo que sucedió, que la conciencia se haya transformado en movimiento muscular. Así que el siguiente experimento consiste en hacer trampa, y uno ordena con la mente aquello de mano levántate pero mientras lo piensa sabe que no lo va hacer y tal cual nomás no levanta la mano: uno puede decir mano levántate y si no quiere no levantarla. Y claro, aquí vendrá la discusión de los mayores y autoridades que acompañan de que así no se dan las órdenes y de que la información es de carácter electroquímico y muchas cosas más, aunque qué clase de órdenes son éstas que no se pueden dar y no se pueden recibir. La verdad es que las manos no se levantan con el pensamiento, sino con las manos: no son

una cuestión de literatura, sino de ingeniería. Pero, entonces uno se rasca la cabeza preguntándose dónde está la mente y el pensamiento, porque cuando se usan no sirven para levantar la mano porque la mano se levanta sola cuando se le pega la gana, como ahorita que sin pensarlo levantó la mano para rascarse la cabeza. Hay pues que preguntarse seriamente si es cierto que la mente da órdenes al cuerpo para que se mueva, y, seriamente, la respuesta es que eso es muy pero muy dudoso. Podría decirse que no es la mente sino que en rigor es el cerebro el que da órdenes a la mano para que se levante, pero como el cerebro es una parte del cuerpo eso es como decir que el cuerpo le da órdenes al cuerpo para que el cuerpo se mueva, lo cual no es muy distinto de decir que la piedra le dice a la piedra que se quede como piedra. Y mientras tanto, la mente, bien gracias. Y es correcto: eso es lo que hacen precisamente los deportistas o los obreros o los que van a la tienda de la esquina: dejan que el cuerpo se mueva como se le antoje para que se mueva bien, y no tratan de intervenir con la conciencia porque eso nada más los interrumpe y los hace fallar como a los tenistas cuando se ponen nerviosos. Y así parece que la cuestión es una de dos, o bien la mente no interviene, o bien el cuerpo es una como mente muy a su manera donde la mente no interviene. O dicho de otro modo, la literatura no puede resolver problemas de ingeniería, y la ingeniería no puede saber de qué habla la literatura.

* Pablo Fernández Christlieb, investigador del Departamento de Psicología Social de la UNAM, ha dedicado su labor académica a la recreación de una psicología teórica que dirige su mirada a la cultura cotidiana, una recuperación de esa tradición de pensamiento que es la Psicología Colectiva. Es autor de El Espíritu de la Calle, La afectividad colectiva, La sociedad mental y La velocidad de las bicicletas.

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El problema Mente-Cuerpo o el asunto Teoría-Práctica Éste es el típico problema mente-cuerpo que a veces quieren resolver la ciencia y el sentido común, que últimamente se vuelto neurocientífico debido a tanta publicidad y divulgación. Y también se le puede llamar el problema espíritu-materia, alma-cuerpo, idea-acto, pensamiento-acción, o psique-naturaleza, pero hay que avisar que con sólo mencionarlo de este modo ya se está decidiendo de antemano que en el cuerpo está todo, hasta la mente, porque el alma, las ideas, el pensamiento y la psique se mencionan como si estuvieran de suyo localizados en el cuerpo y por ende fueran parte de la naturaleza. Sin embargo, esto mismo se enuncia de otras maneras, como, por ejemplo, el asunto de la relación entre conocimiento y técnica, lenguaje y referente, verdades y hechos, teoría y práctica, o ciencias humanas y ciencias naturales, con lo cual se está decidiendo que en la mente está todo, hasta el cuerpo, porque la existencia de las cosas depende de su conocimiento. En suma, ésta es la cuestión, que es interesante, porque según como se pregunte, con eso ya se está haciendo una definición de cómo es el mundo, quién es el ser humano y qué es lo que hay que hacer. Al respecto, ora sea mente y materia ora sea teoría y empiria, se pueden opinar varias cosas: se puede decir que es irresoluble porque está muy difícil; se puede decir que efectivamente hay un contacto entre lo mental y lo material pero todavía hay que esperar que avance más la ciencia, sobre todo la ciencia natural; se puede decir por el contrario que toda respuesta es equivocada porque la pregunta es falsa, debido a que esa separación entre mente y cuerpo no es una cualidad inherente del mundo sino que es un producto histórico, cometido por las maneras en que se desarrolló la cultura

occidental, aunque esto no quita muy bien que no se sepa de que manera la pregunta es falsa, pero habría que averiguar qué es la conciencia para que se deshaga la dicotomía, aunque la conciencia que tenemos no da para averiguar qué es la conciencia. Como sea, por el momento, todo mundo seguirá haciendo la pregunta, generalmente de las siguientes maneras: ¿y eso, cómo se puede aplicar a la realidad?, ¿y eso, para qué sirve?, ¿y esto, cómo se puede llevar a la práctica?, ¿y cómo le hacemos para cambiar el mundo? En este momento y a la mejor en todos los demás, lo único seguro es que la respuesta siempre hace agua por algún lado, nunca es concluyente, es convincente a veces y a veces no, a veces el mundo parece de una manera y a veces el mismo mundo parece de otra, y por lo tanto, en última instancia es un asunto casi de gustos, de decisión pues, pero no de descubrimiento: uno no puede averiguar cómo es el mundo, pero como de todos modos tiene que saber cómo es, debe tomar una decisión al respecto. Y bueno, aquí se decide que si bien puede admitirse que hay tal cosa como mente y cuerpo con todas sus variantes, en cambio no se admite que hay conexión ninguna entre las dos: no hay contacto ni relación ni vínculo ni nexo entre espíritu y materia; no es posible conectar la teoría a la práctica, el pensamiento a la acción: las verdades van por su lado y los hechos por el suyo. Son dos realidades que se han constituido especialmente para que no se junten, como si el mundo no se pudiera conocer todo al mismo tiempo, y opinar lo contrario es puro rollo, mala ingeniería pero peor literatura. La literatura y la ingeniería La diferencia entre mente y cuerpo, entre espíritu y materia, entre teoría y práctica, entre pensamiento y acción, entre ciencias

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humanas y ciencias naturales, entre conocimiento y técnica, entre hablar y hacer, o entre psicología y que ésta sirva para algo, es la diferencia que hay entre la literatura y la ingeniería. La literatura es aquélla que habla sobre algo pero no hace nada, o lo único que hace es hablar. La ingeniería es aquello que hace algo pero de lo que no se puede decir nada, incluyendo esta misma frase, que si logra definir a la ingeniería, entonces la ingeniería justamente no es eso. Las palabras no se pueden volver cosas: en lo único que pueden convertirse es en otras palabras. Las cosas se pueden convertir en otras cosas, pero no volverse palabras. Una no se puede volver la otra. Por lo tanto, tiene que haber dos psicologías, la que sabe hablar, y la que hace, pero como una no se puede volver la otra no se pueden juntar en una sola, así que la única posibilidad de unificación de la disciplina es que una psicología destruya a la otra, y hay quien se está empeñando en ello. Cuando se nota que alguien no tiene ni la más mínima intención de cumplir lo que dice, o lo que dice nada más suena bonito pero de plano es inaplicable a todos los efectos, uno opina que entonces eso es puro rollo, pura literatura. Esto sucede cuando los políticos hacen sus promesas de campaña o los gobernantes dan sus informes, o cuando los artistas del espectáculo declaran en entrevista que con amor se puede componer al mundo, pero también cuando los psicólogos o sociólogos son contratados para intervenir eficazmente en las soluciones de los problemas de la gente y de la población, porque, invariablemente, al final del día, cuando se ponen en práctica esas soluciones resulta que no funcionan o, con alguna frecuencia, algo funciona pero no es lo que se propuso en la solución. Es como cuando Julio Cortázar difundió unos manuales de instrucciones para subir una

escalera o para darle cuerda al reloj, y mucha gente los leyó con muchísimo gusto, pero a ninguna se le ocurrió que le iba a servir para tales propósitos, porque se trataba, por supuesto, de literatura, y de la mejor. Todo lo que se hace en las asambleas, parlamentos, cafés, salones de clase de colegios y universidades, hojas de papel, pantallas de computadora, libros, juntas, reuniones y consejos en la política, la antropología, la filosofía, la conversación, el chisme, el derecho, la teología, y la literatura, es pura literatura, y sus palabras, discursos, teorías, conocimientos, verdades, son interesantes, pero no pueden transformarse en cosas o actos o hechos, y cuando estos autores juran que su trabajo sí se puede aplicar, su juramento es una bellísima pieza de oratoria: retórica y opinión, pero no cosa. La psicología quiere convencernos de que es ingeniería, pero para su desgracia se queda siempre psicología, que es literatura. No obstante, es cierto que muchos políticos, filósofos, psicólogos, periodistas y literatos pueden ponerse a hacer cosas, y unas muy buenas, pero ahí están haciéndola de administradores, técnicos, activistas, aplicadores de tests, militantes, mercaderes, gerentes, empleados, encuestadores, comerciantes, hacedores, y, ciertamente, han dejado de hacer literatura para ponerse a hacer cosas, pero lo que no resulta comprobable es que lo que hicieron se derive de lo que pensaron, escribieron o dijeron: ya se encuentran en el territorio libre y autónomo de la ingeniería, donde las cosas no se dicen sino que se hacen. Las más de las veces la literatura y la ingeniería pueden encontrarse extremadamente mezcladas en este mundo, como cuando uno bate muy fuerte el vinagre y el aceite, pero nunca se van a disolver ni a convertirse el uno en el otro, como el vinagre y el aceite. Las ciencias

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humanas pertenecen a la literatura, y las ciencias naturales a la ingeniería, y las unas no se pueden reducir a las otras. Es por razones de literatura e ingeniería que la gente no vive conforme a lo que piensa y no hay congruencia entre sus pensamientos y sus acciones, entre sus valores y sus actos, ya que dicen una cosa pero siempre hacen otra, y los que la critican y hacen chismes al respecto (no que muy socialista y mira cómo roba dinero; eso sí, dizque muy cristiana pero a la hora de la hora es de lo más egoísta; etc.), están haciendo literatura, que tampoco será congruente con lo que hacen, porque incluso dicen que no son chismosos ni criticones. Las realidades del mundo Es facilísimo encontrar ejemplos que desmientan lo aquí dicho: alguien tiene un problema, lo reflexiona, se pone manos a la obra y lo resuelve; a alguien más le sucede cualquier cosa en la vida práctica, y puede luego hacer una explicación de lo que le sucedió. Los que van a la universidad después aplican sus conocimientos; otros que también van a la universidad luego escriben artículos donde explican lo que pasa en la realidad. Las leyes de la física gracias a las cuales sin duda vuelan los aviones o estallan los misiles nucleares parecen ser enunciados teóricos altamente abstractos. Etcétera. En suma, da la impresión, a juzgar por los ejemplos, que la literatura sí habla sobre unos hechos, y que la práctica sí obedece teorías. Esta impresión es correcta, pero de una manera muy especial, a saber, que efectivamente, la literatura si habla sobre una realidad, las verdades si son respecto a unos hechos, el pensamiento si se refiere a una acción, y así sucesivamente, pero la realidad de la cual está hablando la literatura, la materialidad a la cual se

refiere la mente, no es la realidad práctica de las ciencias naturales, sino otra, específicamente una realidad hecha de literatura, inventada por la literatura y para uso exclusivo de la literatura, a la cual bien podría llamársele interpretación. En efecto, la mente, el pensamiento, la teoría, inventan una realidad sobre la cual hablar, a la que igualmente llaman la realidad, y suponen que es la misma de la cual habla por ejemplo la física o la biología, pero no es ésa, es otra, es aquello que la mente construye como realidad y que por lo tanto sigue siendo mental. Lo complicado es que se llama igual, y se pronuncia igual: esta realidad de la literatura tiene el mismo nombre, verbos y adjetivos que la realidad de la ingeniería. En el caso de la historia se puede ver con cierta claridad: lo que acontece en el mundo es quién sabe qué cosa, una serie de cambios y no cambios más bien indescifrables, y sin embargo, de eso, la historia saca unos eventos que llama hechos, y son los que ella opina que sucedieron: son hechos adecuados a la historia, pero van a ser distintos de los hechos de la química o la mineralogía, así que la historia es siempre un acontecimiento mental, nunca práctico ni fáctico. De los hechos de la psicología, ni se diga: el hecho de que el inconsciente, la motivación, la representación, la emoción, la conducta, la percepción, la actitud, la sensación, sean un hecho, es totalmente psicológico. La literatura, la mente, el pensamiento, el conocimiento, producen su propia realidad que no tiene nada que ver con la ingeniería. La actividad práctica de la literatura se puede llamar opinión. Y del mismo modo, por su parte, la ingeniería inventa su mente, que tiene el mismo nombre que la otra pero que es una mente hecha con las manos, una mente manual, práctica, factual, interventora y manipuladora del mundo, una mente para ingenieros, y asimismo,

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genera por su lado y a su vez algo que se llama teoría, pensamiento, e incluso lenguaje y literatura, con las mismitas palabras y reglas gramaticales, con las mismas definiciones pero que están refiriéndose a otra cosa, porque aquí los pensamientos se mueven no como palabras que se profieren, sino como manos que trabajan, es decir, ideas que son en sí mismas cosas, como en el caso de las fórmulas, de modo que esas ideas o enunciados son otras tantas cosas de la misma naturaleza, solamente que más indirectas, oblicuas y elaboradas. La ingeniería utiliza las teorías como herramientas para intervenir en el mundo. Por mente se entiende inteligencia de ésa del IQ más que competencia simbólica. Entre unas manos que construyeron un puente y los cálculos de resistencia de materiales no hay diferencia de sustancia, sino de sofisticación. Por ello, a la postre, un modelo como la doble hélice del DNA se puede traspasar a ingeniería genética, que son nanomanitas pequeñísimas cambiando piezas. Por eso en las ciencias naturales el criterio de verdad es su aplicabilidad: una teoría es correcta si con ella se puede hacer algo. En suma, la realidad o los hechos generan sus propios pensamientos prácticos a los que también se les llama pensamientos pero que no tienen nada que ver con los pensamientos de la mente. La teoría de la ingeniería se llama técnica. Se puede notar la diferencia entre lo uno y lo otro en el hecho de que la realidad que construye la literatura es una realidad a imagen y semejanza del pensamiento y no de la práctica, y que emplea como criterio de verdad los argumentos, las secuencias, las narraciones, y que, por último, además, no cuesta (mucho) dinero. Es una realidad de bajo presupuesto. En cambio, por el contrario, el pensamiento que genera la ingeniería está hecho de la misma sustancia de los hechos: es un

pensamiento que opera a base de fuerzas y causas y resultados de múltiple índole, y que por lo demás, siempre está necesitando muchísimo más dinero. Su pensamiento es una superproducción tamaño Hollywood. O sea que el dinero es un recurso práctico, pero no teórico. Para más señas, la literatura no actúa por objetivos, sino que con su propio proceso ya se cumple; además, la literatura no puede decir mentiras, porque en su ámbito las mentiras no tienen mayor función; es obvio que la ficción no es mentira; en cambio, las mentiras suelen ser útiles en el ámbito ingenieril, toda vez que una mentira es un pequeño dispositivo instrumental para lograr un objetivo. Lo anterior quiere decir algo muy extraño, y es que el lenguaje empieza dos veces, una vez para la mente y otra vez para el cuerpo, y no obstante, estos dos lenguajes emplean las mismas exactas palabras y por eso no se nota que son dos, y por eso se confunden todo el tiempo, porque cómo saber si la palabra agua, la palabra hachedosó, la palabra saber, la palabra verdad, la palabra ciencia, la palabra realidad, la palabra psicología se están utilizando como forma de la literatura o como pieza de la ingeniería. La frase “la psicología estudia la mente” es en rigor dos frases distintas que se dicen igual; si se pronuncia dentro de la dimensión de lo mental y de lo teórico quiere decir que la psicología es una literatura que habla sobre el significado del lenguaje, pero si se pronuncia dentro de la dimensión de lo corporal y de lo práctico quiere decir que la psicología es una ingeniería que explica cómo funciona el cerebro y la conducta; lo malo del asunto es que la frase “la dimensión de lo mental” que se acaba de decir apenas arribita también es dos frases y así sucesivamente. Y entonces la psicología es el jardín de los senderos que

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se bifurcan, para mencionar a Borges, o la psicología es una asíntota, para decirlo de otro modo. Asimismo, la mente se presenta dos veces, una para lo mental y otra para lo material, y por ende, la realidad se produce dos veces, una realidad hecha para la teoría y la literatura, y una realidad propia de la práctica y de los hechos, y no se sabe por lo común en cual de las dos está uno, y por eso se complica. De cualquier manera, si la conciencia pudo aparecer una vez en el mundo, que era lo difícil, no hay mayor problema en que pueda aparecer dos veces; eso es fácil. Por razones de confusión de la duplicidad de repente puede parecer que se está aplicando teoría, pero es mera confusión semántica, o puede parecer que se está teorizando una práctica, pero es mera confusión semántica. A últimas fechas, es decir, en los últimos doscientos años, da la impresión de que la realidad de los hechos ha ido dominando a la realidad de las teorías, y así, se exige, hoy en día, que el pensamiento se aplique, incluso en las ciencias humanas, como la filosofía, la historia o la psicología; mientras tanto, la teoría, la literatura, el pensamiento en sí mismo, se van volviendo más escasos, y aunque no vayan a desaparecer, ya sólo parecen tarea de poetas y otros marginados, aunque, paradójicamente, porque así son las confusiones, esta presunción de que las ciencias humanas sirven para algo y se pueden aplicar, o incluso de que todo mundo se dedica a la técnica, no son ciertas, son puro rollo. Es literatura. Lo triste es que es mala literatura. Mala y Buena Literatura En conclusión, hay una realidad empírica, dura, con sus verdades y sus métodos que se pueden conocer, pero no con la mente, sino, por decirlo así, con los resultados que arroja, pero, la psicología,

cuando no es neurociencia, es literatura, al igual que todas las ciencias humanas o blandas. Lo que pasa es que hay literatura, y mala literatura, que es literatura publicitaria, como la de los anuncios de perfumes. Lo curioso de este mundo actual, sin menoscabo del párrafo anterior, es que es más literario que ingenieril, pero sólo produce mala literatura, porque todos, desde la cosmética hasta la política, desde la nutrición hasta la globalización, afirman estar hablando de los hechos. Lo de ser mala literatura no se refiere a si se escribe bonito o no, sino a que se dice una mentira, a pesar de que, paradójicamente de nuevo, siga siendo cierto que en literatura no existen las mentiras, o sea que la mala literatura se convierte en dudosa ingeniería, y, como se ve, resulta que nunca se sabe en qué realidad andamos; en fin, dice una mentira, una en especial: la mala literatura es la que afirma que lo que dice no son palabras, sino hechos, que los discursos que pronuncia se refieren a las cosas, y que obliga a aceptar por anticipado, antes de empezar a leer u oír, que se está hablando directamente de la realidad empírica, y que lo que dice es una descripción de las causas y las fuerzas, de las leyes de la naturaleza, y que lo que está diciendo no es verbal, sino objetivo y verificable: está obligando a admitir, sin decir ni cómo ni por qué, que lo que se dice no son palabras, sino acciones, aunque las diga con palabras. La mala literatura es aquélla que dice que no es literatura. A la psicología se le exige que haga ingeniería, y lo único que le sale es mala literatura; se le pide que pueda ser aplicada y que sirva para cambiar algo en la realidad de los hechos, y como prácticamente a la psicología le gusta mucho el dinero, se la pasa asegurando con muchas palabras que puede hacer cosas, y esto de ganar dinero diciendo

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mentiras, es ingeniería financiera, mejor conocida en el ámbito moral como charlatanería. Las cosas, efectivamente, se pueden hacer, pero no con psicología sino con ingeniería, que si se quiere se puede llamar ingeniería mental, pero la verdad es que no hace falta la mentira de que están aplicando sus teorías, que luego resulta que ni las tienen, ni hace falta la mentira de que eso es psicología. Una buena literatura sería, por ejemplo, aquélla que acepta que lo que dice son mentiras, y que todos sus rollos de causas y efectos son puras palabras. Cuando se acepta que la psicología no habla de hechos, sino de lo que ella misma crea, es el momento en que los hechos dejan de existir y entonces lo único que empieza a contar son las palabras, no por lo que describen sino por lo que construyen, que son imágenes, percepciones, recuerdos, ritmos, sensaciones, significados, sentido, etcétera, que es de lo que está hecha su realidad; es como si las palabras empezaran a producir objetos que tienen su propio espesor y su propia materialidad, y es como si el lenguaje fabricara entidades que son algo más que lenguaje. En efecto, la literatura es algo más que lenguaje; el lenguaje, como simple medio de transmisión de mensajes o de distinción de cosas, puede ser incluso un hecho, pero la literatura es una forma de ser y es la aparición de una realidad que nada tiene que ver con las fuerzas y con las causas de veras, sino con lo bonito y lo feo, lo interesante y lo aburrido, lo iluso y lo decepcionante, lo digno y lo vergonzoso, lo decente y lo impresentable, con las razones de estar vivo y las sinrazones de la vida, y así sucesivamente. Es dentro de la dimensión de la literatura donde aparecen los colores, en tanto lóbregos o radiantes, los sonidos en tanto sinfónicos o ruidosos, las historias como un orden del mundo, las teorías con las cuales contemplamos,

comprendemos y pertenecemos a la realidad. El cuerpo necesita comer, pero la vida humana es mayoritariamente literaria. Cuando se asume a la literatura como única posibilidad, de la psicología por ejemplo, ahí lo que sucede es que el lenguaje, que da la impresión de ser una línea delgada donde sólo va cabiendo una palabra después de la otra y otra más, como en estos renglones, o en los cables de un teléfono que da o no da línea, empieza como a ensancharse, no solamente moviéndose hacia el frente sino hacia los costados, como cuando se dice que se está leyendo entrelíneas, de manera que le caben más cosas en los bordes, otras palabras, diversos significados, algunas asociaciones, ciertas ambigüedades, y luego, después de ensancharse, empieza a adquirir peso, densidad, profundidad y finalmente consistencia, esto es, consistencia de realidad. O sea, empieza a adquirir materialidad, pero una materialidad que no tiene relación con el material de la física, sino que es otra materia, a la que se le puede llamar sentido, significado, comprensión. El sentido es la materialidad del lenguaje. Como se ve, es una realidad más vasta que lo que se entiende por palabras o lenguaje o literatura, ya que tiene formas, volúmenes, durezas, texturas, que son mentalmente tocables, visibles, audibles, y no solamente legibles. Proust acostumbraba decir cosas como que sentía una vergüenza “casi física”; a esto se refería. Por estas razones no se le puede pedir a la psicología que se aplique, que intervenga, que arregle, ya que eso no está en su naturaleza. A partir de aquí, la psicología se puede poner a hablar con toda soltura de la realidad, de los hechos, de intervenir, de actuar, de hacer algo, de transformar la realidad, de cambiar el

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mundo, en el entendido, en el fondo, de que eso lo está diciendo en teoría. Instrucciones para bajar la mano Y en teoría, puede plantearse otra paradoja. La paradoja es que puede decirse que la separación entre mente y cuerpo, entre teoría y práctica, no existe, y sin embargo, para decir que no existe se tiene que decir dentro de esta misma separación: para negar la separación hay que aceptar que existe, y de hecho, se puede hasta resolver, pero por separado; se puede unificar, pero por separado, o sea, que volverá a tener dos soluciones: las ciencias humanas encontraran la conciencia en el cerebro, y las ciencias humanas encontraran la materia en la teoría. Después de esto, el niño que levantó la mano, ya puede bajarla, y que lo haga como quiera.

Donde estaba. Lirba Audirac Cano