orueta lirica
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N O M B R E : J U A N PA B L O O R U E TA T R I C I O
P R O F E S O R : C R I S T I Á N R A M Í R E Z V E N G A S
A S I G N T U R A : L E N G U A J E
F E C H A : 11 / 0 4 / 2 0 1 2
Lirica chilena
Lirica del siglo XIX
Reseña del poeta: Rosa Araneda Orellana fue una poetisa popular chilena del siglo XIX nacida en San Vicente de Tagua Tagua en 1861. Alcanzó popularidad en su tiempo por su trabajo literario que recreaban la vida del pueblo chileno,
poesia
Dos plagas más el volcán Calbuco y el cambio tan bajo.
El volcán vomita fuego (Nuestra tierra está en un duelo)en la noche y en el día:¡Ay, Jesús, Virgen María,atiende este triste ruego!
Señas del juicio finalson las que ya se están viendo:en todos, según lo entiendo,es la ruina en general;contra el terrible malhabrá que ponerle luego,y así vivirá en sosiegola gente, según se opina,y para aumentar la ruinael volcán vomita fuego. (Nuestra tierra está en un duelo)
El cambio a trece peniquees otra plaga infernal,que no podrá serle igualel Calbuco aunque se pique;no digan que esto es palique,ni descaro y villanía;es sobre la carestíaque reina con tal pelambre;mueren hoy los pobres de hambreen la noche y en el día.
Yo me admiro del Gobierno,aunque tranquilo repose;¿por qué diablos no conoceque esto es un castigo eterno?Pronto su boca el avernoabrirá por tal orgía,viendo, pues, la tiraníaque en Chile reina en sí mismo,y abrense las del abismo...¡Ay, Jesús, Virgen María!
El volcán es un aviso (El tsunami es un aviso)para los hombres de cienciaque han perdido la concienciapor la plata de improviso;al pensar me aterrorizo;y de mi patria reniego;ya que a la razón me allegoa nombre de la nación,¡santo Dios de la mansión,atiende este triste ruego!
Al fin, señores ¿por quénos hacen tanto sufrir?¿No piensan que han de morir,que tienen tan poca fe?Después les acordaré,para el año venidero;por si acaso antes me muerodaré a saber sin demora:para los ricos de ahorasolo es el dios Don Dinero.
Análisis lirico
Lirica del siglo XX
Reseñas del poeta: Pablo de Rokha 17 de octubre de 1894 en Licantén, Chile – m. 10 de septiembre de 1968 en Santiago, Chile, poeta chileno.
Lirica siglo XX
Soy el hombre casado, soy el hombre casado que inventó el matrimonio;varón antiguo y egregio, ceñido de catástrofes, lúgubre;hace mil, mil años hace que no duermo cuidando los chiquillos y las estrellas desveladas;por eso arrastro mis carnes peludas de sueñoencima del país gutural de las chimeneas de ópalo.Dromedario, polvoroso dromedario,gran animal andariego y amarillo de verdades crepusculares,voy trotando con mi montura de amores tristes...Alta y ancha rebota la vida tremendasobre mi enorme lomo de toro ;el pájaro con tongo de lo cuotidiano se sonríe de mis guitarras tentaculares y absortas;acostumbrado a criar hijos y cantos en la montaña,degüello los sarcasmos del ave terrible con mis cuchillos inexistentes,y continúo mis grandes estatuas de llanto;los pueblos futuros aplauden la vieja chaqueta de verdugo de mis tonadas.Comparo mi corazón al preceptor de la escuela del barrio,y papiroteo en las tumbas usadasla canción oscura de aquel que tiene deberes y obligaciones con lo infinito.an, desde la otra vida...—
Lirica siglo XX
Además van, a orillas mías, los difuntos precipitados de ahora y sus andróginos en aceite ;los domino con la mirada muerta de mi corbata,y mi actitud continúa encendiendo las lámparas despavoridas.Cuando los perros mojados del invierno aúllan, desde la otra vida,y, desde la otra vida, gotean las aguas,yo estoy comiendo charqui asado en carbones rumorosos,los vinos maduros cantan en mis bodegas espirituales ;sueña la pequeña Winétt, acurrucada en su finura triste y herida,ríen los niños y las brasas alabando la alegría del fuego,y todos nos sentimos millonarios de felicidad, poderosos de felicidad,contentas de la buena pobreza,y tranquilos,seguros de la buena pobreza y la buena tristeza que nos torna humildes y emancipados,...entonces, cuando los perros mojados del invierno aúll
Lirica el siglo XX
Bueno es que el hombre aguante, le digo—,así le digo al esqueleto cuando se me anda quedando atrás, refunfuñando,y le pego un puntapié en las costillas.Frecuentemente voy a comprar avellanas o aceitunas al cementerio,voy con todos los mocosos, bien alegre,como un fabricante de enfermedades que se hiciese vendedor de rosas;a veces encuentro a la muerte meando detrás de la esquina,o a una estrella virgen con todos los pechos desnudos.Mis dolores cuarteladastienen un ardor tropical de orangutanes; poeta del Occidente,tengo los nervios mugrientos de fábricas y de máquinas,las dactilógrafas de la actividad me desparraman la cara trizada de abatimiento,y las ciudades enloquecieron mi tristezacon la figura trepidante y estridente del automóvil:civiles y municipales,mis pantalones continúan la raya quebrada del siglo;semejante a una inmensa oficina de notario,poblada de aburrimiento,la tinaja ciega de la voluntad llena de moscas.Un muerto errante llora debajo de mis canciones deshabitadas.Y un pájaro de pólvoracanta en mis manos tremendas y honorables, lo mismo que el permanganato,la vieja tonada de la gallina de los huevos azules.
Analisis lirico
Lirica siglo XXI
Reseña del poeta: Barquero pasó la infancia entre el ambiente campesino de su pueblo
natal, Piedra Blanca. Estudió Derecho en la Universidad de Chile, y Pedagogía en Castellano en el Instituto Pedagógico
Lirica del siglo XXI
FUEGO HUMANO La gente hablaba de la proximidad de su muerte y él vio por primera vez la muerte con rostro humano. Entiérrame en ti misma, le pidió a su mujer. Quiero estar al lado tuyo cuando enciendes el fuego, cuando soplas la cara dormida de las piedras. Al inclinarte me oirás respirar sordamente y sentirás calor durante toda la noche. El hombre calló, ambos se estremecieron como dos sombras friolentas en la penumbra. Ella obedeció, arrodillándose para hacer el fuego, y él comenzó a morir desde ese mismo instante. Fue como una sombra que oscurecía los ojos de su mujer quien ya no lo miraba igual que antes y comenzó a nombrarlo de otra manera. Con uno de esos nombres que nos dan y nos quitan de niños. Y el hombre sólo la reconocía al alumbrar el fuego cuando toda ella se convertía en ella misma. Menos sus ojos oscurecidos por las llamas.