¡oh Ñudo que desatÁis! - … · un nudo que se desata. la experiencia de dios en ella ha sido...
TRANSCRIPT
Pág
ina1
¡OH ÑUDO QUE DESATÁIS! LIBRO DE LA VIDA DE TERESA DESDE LA PERSPECTIVA DE GÉNERO
¿Qué influencia real podemos ejercer en las leyes o en los
negocios, en la religión o en la política, nosotras para quienes
muchas puertas están aún cerradas, o en el mejor de los casos
entornadas, nosotras que no tenemos el amparo del capital o de la
fuerza?
Virginia Woolf: “Tres guineas”. Ed. Lumen, 1983, p. 33
Introducción:
L pórtico de entrada que nos ofrece Virginia Woolf ya en el siglo XX,
pareciera quizás poco halagüeño por aquello de las puertas cerradas a
las mujeres en los negocios, la política y por supuesto, la religión. Consideramos que
Teresa de Jesús, al menos, nos deja abierta una rendija nada despreciable. Una
rendija desde la que podemos mirarnos y ver la vida, una rendija que nos hace ver
que la realidad está de parte de quienes creen que es posible atravesar las
puertas cerradas y trancadas por el miedo.
El objetivo fundamental de nuestra reflexión consiste en un acercamiento:
leer desde una perspectiva de género, el libro de la Vida de Teresa de Jesús.
Quien lee puede emplearse en:
pasar la vista por lo escrito comprendiendo la significación de los
caracteres impresos; comprender el sentido de una representación
gráfica; entender o interpretar un texto de determinado modo o
descubrir por indicios los sentimientos o pensamientos de alguien1
Nuestra acción por tanto, abarca pasar la vista por su escritura. Pero
también intentar comprender algo la cultura donde se inserta, la educación
asumida, las relaciones familiares, sus relaciones con varones y con mujeres,
eclesiásticos o no, y todo el conjunto de tramas que están en encrucijada en esta
mujer. Y así, a través de todos estos indicios, llegar a tener una visión más
globalizadora que nos permita afirmar que Teresa de Jesús no ha quedado
encerrada en unos bellos volúmenes, sino que puede ejercer una influencia real en
1 Diccionario de la RAE, leer (www.rae.es).
E
Pág
ina2
mujeres atravesadas por la dramaticidad del momento actual, que consiste en
seguir asumiendo que las puertas no sólo están para ellas entornadas, sino
fuertemente blindadas. Contra esta falsa visión, la invocamos como gurú, como
mujer, como voz interminable y fecundadora de liberación.
Por eso aquello de su “ñudo que ansí juntáis…” quiere transformarse de
repente en ñudo que ansí desatáis. Un nudo que se desata. La experiencia de Dios
en ella ha sido esto: colarse a pesar de las puertas cerradas. Sabemos que esta
tarea de “desate” de Dios trae consigo liberación. Puede ser lenta o torcida, pero
indudablemente irreversible e imparable, no sólo para las mujeres, sino también
para los varones.
El método de trabajo: con las herramientas que nos posibilita el leer-
comprender-interpretar-descubrir, nos sumergimos en los textos teresianos con
la suficiente pasión como para que se vaya produciendo también en nosotros y
nosotras una transformación liberadora a partir de la experiencia que emana de
ellos y a partir de las visiones y emociones de la autora.
Y esto porque:
“nacer hombre o mujer, como en ninguna sociedad, es un dato
biológico neutro, una mera calificación “natural”, en cierto modo inerte… Lo
que se ha convenido en llamar “género” es el producto de una reelaboración
cultural que la sociedad opera sobre esta supuesta naturaleza: define,
considera o deja de lado, se representa, controla los sexos biológicamente
calificados y les asigna roles determinados”. 2
Reelaborar la elaboración de Teresa, que no utilizó la palabra “género”. Sin
embargo, vivió magistralmente algo que nos permite a nosotras y nosotros hoy
beber de esa fuente tan abundante y considerar que su palabra, su obra, su vida,
no sólo están ahí como en museo, sino que iluminan nuestros pinitos intelectuales y
espirituales, nos interpelan a prestar atención, tal y como se expresa Simone
Weil:
2 AAVV: (Georges Duby, Michelle Perrot (dir)): Historia de las mujeres, Tomo 2: La Edad Media,
Christiane Klapisch-Zuber, Introducción, p.24,2003
Pág
ina3
Todo esfuerzo de pensamiento consiste en pensar la
experiencia. Vivir de verdad es vivir con alegría. Me ahogo en
este movimiento revolucionario que tiene los ojos vendados.3
Prestemos atención y pensemos, pues, la experiencia a través de preguntas:
¿En qué medida afectó a Teresa de Jesús la “condición de mujer”? ¿En qué medida
las visiones existentes sobre qué es ser varón y mujer del siglo XVI condicionaron
su escritura?
Y de ahí, intentar que nos sirva para algo a las mujeres del XXI, tanto como
a los varones. Quizás mujeres y varones, podremos definir desde nuestras
espiritualidades compartidas, unas nuevas relaciones entre nosotros y nosotras.
Así, quizás logremos preguntarnos también: ¿en qué medida condiciona mi escritura
a mi vida, mi vida a mi escritura, mi condición de mujer o de varón a las relaciones y
compromiso que mantengo con mi entorno, a mis decisiones políticas y sociales, a mi
forma de vivir con otros y otras? ¿En qué medida condiciona la experiencia de Dios
que me mantiene a mi condición de mujer o de varón? ¿La pertenencia a la
comunidad eclesial? ¿El compromiso con las mujeres? … Tantas preguntas a partir
de algo tan aparentemente simple como es mirar a Teresa de Jesús desde esta
perspectiva.
En todo este intento también hay una cuestión personal: viéndola a ella me
veo a mí misma y veo a las mujeres que me rodean. Mujeres de diferentes
contextos culturales: campesinas ecuatorianas, mujeres y niñas indígenas, mujeres
que de ciudad, mujeres de iglesia, compañeras de camino y maestras espirituales,
mujeres de movimientos sociales, mujeres en fin, unidas con finos o invisibles lazos.
Porque, lo que se ha producido ya se ha producido. No es posible quedarse
igual cuando se ha vislumbrado algo en las sombras. Contraigo una obligación: hacer
síntesis de la vida a la que ahora puedo mirar como una tremenda oportunidad, un
tremendo kairós, para las mujeres y para mí dentro de ellas. Y eso a pesar del
peso histórico, de las realidades constituidas como “reinas invencibles”, de los
riesgos que se corren, de las acusaciones de parcialidad, o de lo que sea que se
disfrace la dificultad.
Hay detrás de todo esto un deseo contemplativo: sigue leyendo, sigue
comprendiendo, sigue estudiando, sigan proponiendo, sigan debatiendo, sigan…
3 Weil, S: Experiencia y significado del misterio de la existencia, Revista Anthropos. Huellas del
conocimiento, n.211. 2006
Pág
ina4
hasta que las puertas cerradas caigan por el peso de la presión que ejerce la
dignidad recuperada.
1.- Qué es género. Leer a Teresa de Jesús desde
la perspectiva de género.
Según Clara Murguialday4, género es una categoría que subraya la construcción cultural de la diferencia sexual, esto es, el hecho de que las diferentes conductas, actividades y funciones de las mujeres y los hombres son culturalmente construidas, más que biológicamente determinadas.
Conductas, actividades y funciones como producto de las relaciones
culturales y no de las cuestiones biológicas. Esto, que parece estar asumido
teóricamente en la actualidad, no pasa el examen en la práctica. Todavía hay una
tarea pendiente en cuanto a Teresa de Jesús se refiere. Aunque hay estudios,
cada mujer que se acerque a Teresa debiera leerla desde esta perspectiva. Porque
eso tendría implicaciones para toda la vida de Iglesia y revirtiendo en bien. Aquí
son apropiadas las palabras de Paulo Freire refiriéndose a los oprimidos:
¿Quién mejor que los oprimidos se encontrará preparado para entender el
significado terrible de una sociedad opresora? ¿Quién sentirá mejor que ellos, los
efectos de la presión? ¿Quién más que ellos, para ir comprendiendo la necesidad de
la liberación? Liberación a la que no accederán por casualidad, sino por la praxis de
su búsqueda; por el conocimiento y reconocimiento de la necesidad de luchar por
ella. Lucha que, por la finalidad que le darán los oprimidos, será un acto de amor,
con el cual se opondrán al desamor contenido en la violencia de los opresores,
incluso cuando esta se revista a la falsa generosidad…5
Si utilizamos estas afirmaciones desde nuestra perspectiva podemos
afirmar que quién si no quienes sufren violencias, puertas blindadas, problemas,
dificultades, etc. por su condición de mujeres, pueden ir comprendiendo la
necesidad de la liberación como un acto de amor que se oponga al desamor
contenido en la violencia de quien oprime sea de la manera que sea.
4 Murguialday, C.: Diccionario de Acción Humanitaria y Cooperación al Desarrollo, Género, Hegoa.
http://dicc.hegoa.efaber.net/authors/entradas_by_author/6 5 Freire, Paulo: “Pedagogía del oprimido”, Ed. Siglo XXI, 1980, p. 40.
Pág
ina5
Pero no sólo ellas, sino todas las personas que se hagan preguntas como:
desde cuánto tiempo pasa esto, quién hace qué en la Iglesia, y quién no hace qué en
la Iglesia, quién puede qué y quién no puede qué en la Iglesia. Qué se mantiene, qué
no se mantiene y por qué.
Con Teresa de Jesús de la mano, por supuesto. Así constataciones que ella
hizo y que le llevaron a posicionarse activamente, tendremos que ir haciéndolas
también nosotras y nosotros hoy. Y si es que ya las tenemos, pero sin ella,
podemos intentar que queden iluminadas, engrandecidas y aumentadas de peso por
su contribución. Así podremos constatar tristemente esa línea invisible, solidaria
pero innombrable, que cae como un manto sobre generaciones: el patriarcado.
Afirma Patricia Bastida lo que sigue:6
Aunque durante mucho tiempo el hecho de que Teresa fuera mujer sólo sirvió para hacer aún más notable su condición de santa y mística, la crítica más reciente coincide en destacar el papel determinante que este aspecto tuvo en la vida de la santa, dada la profunda discriminación a que las mujeres se veían sometidas en la España del siglo XVI. Así lo señala por ejemplo Enrique Llamas, para quien la causa principal de que los proyectos y escritos de Teresa se encontraran tanta oposición en su entorno no parece ser otra que su sexo. Efectivamente, Llamas alude a un “misoginismo ambiental” que hacía que el enseñar, sobre todo en cuestiones espirituales, se contemplara patrimonio exclusivo del varón, algo que chocaba frontalmente con la finalidad didáctica de las obras de Teresa y de lo que ella era consciente. Esto justifica la enorme desconfianza que entonces generó su misión, que llegó al extremo de que uno de los sacerdotes encargado de examinar el Libro de la Vida amenazara con quemarlo por no considerar apropiado que textos escritos por mujeres circulasen libremente por la sociedad. Otro dato que corrobora esta tesis es el hecho de que la proclamación de Teresa como Patrona de España, ratificada por el Papa en 1626, tuviese que ser anulada tras la acalorada oposición de quienes veían en el nombramiento de una mujer un menosprecio al hasta entonces Patrón, el apóstol Santiago.
Desde estas palabras, tendríamos más que suficiente para fundamentar la
mirada de la autobiografía de Teresa desde la perspectiva de género. Sin embargo,
queremos seguir nuestra argumentación desde la palabra autorizada de la misma
Teresa y desde la confrontación con nuestras propias experiencias. De manera
que leer a Teresa de Jesús desde esta perspectiva sea una necesidad y una
obligación moral. Por eso, urge recuperarla desde miradas más y más
globalizadoras. Sí, mayor globalidad a la hora de analizar y comprender porque:
6 Bastida Rodríguez, Patricia: Santa o hereje: La otra Teresa de Ávila en Impossible Saints de
Michèle Roberts, Ed Treballs Feministes, Palma, 2006, pp.116-117.
Pág
ina6
… la adopción del género como categoría de análisis ha significado la ruptura
epistemológica más importante de las últimas décadas en las ciencias sociales, pues
ha implicado el reconocimiento de una desigualdad social que había sido hasta
entonces subsumida en la dimensión económica, tanto por la teoría de las clases
como por las de la estratificación social.7
Persistir en este intento es una cuestión vital. Nos parece que la
perspectiva de género nos permite volar más alto por un lado, y echar raíces más
profundas por otro.
Como Ana García-Mina Freire8 se pregunta, también nos preguntamos:
¿Cambia el género nuestra mirada? Ella responde claramente que sí, que esta
perspectiva cambia la mirada sobre lo real en direcciones diversas y
complementarias. Por ejemplo, incorporar la perspectiva de género como opción
epistemológica cambia el deseo de comprender la realidad. Ese cambio tiene que
ver con las preguntas que nos formulamos y con la manera de responderlas.
Así, por ejemplo, leer a Teresa de Jesús desde esta perspectiva, nos llevará
sin duda a concluir que ser varón o mujer en su contexto tanto como en el nuestro,
no es un dato irrelevante, puesto que el sexo es un organizador básico en todas las
culturas y sociedades.
Además, construimos las identidades bajo la influencia de modelos
normativos que cada sociedad prescribe para un sexo o para otro y se convierten
en un deber-ser que regule la propia identidad. Así la feminidad o masculinidad son
una especie de moldes vacíos que cada sociedad moldea en un orden social
específico.
Sin embargo, estos moldes están siempre entrelazados con otras variables
fundamentales en la vida de las personas tales como la clase social, el sexo
biológico, la etnia, la edad, la religión, la orientación sexual… Así, estas
experiencias transforman la propia experiencia de género. Esto la gran variabilidad
entre las personas de un mismo sexo y entre los sexos.
Por todas estas razones, el género se convierte en una valiosa fuente de
comprensión de la vida social, puesto que aporta un sistema de relación y
vinculación social.
7 Op.cit. Clara Murguialday
8 García-Mina Freire, Ana: “La categoría de género, historia de una necesidad”, Revista Sal Terrae,
n.1144, abril 2010, p.320-ss.
Pág
ina7
Habrá que recalcar quizás, que el género no es una categoría “de mujeres” y
“para mujeres” sino que exige estudiar la realidad de los varones y las relaciones
que se desarrollan entre los sexos. Su naturaleza es relacional.
Tampoco hay que pasar por alto que al formar parte de una sociedad
patriarcal, la perspectiva de género lleva a localizar la desigualdad y su
legitimación. De ahí, el género evidencia la diferencia y la asimetría.
Se le ha llamado en muchas ocasiones: mujer de relación. Ella misma define
la oración, su gran descubrimiento existencial, como una historia de relación, como
un “trato”. ¿Cómo se puede leer la historia de Teresa de Jesús sin tener en cuenta
sus interacciones? ¿Cómo se puede comprender su escritura sin descubrir entre
líneas las presiones sobre su “condición” de mujer?
Alguien puede decir que lo que aquí tratamos es sólo una perspectiva entre
otras. Que también está su condición de judeo-conversa y de “espiritual”. Sí, lo es.
Pero es más: tenemos una categoría de análisis desde la que provocar
solidaridades más allá de cuestiones discriminatorias (ser judeo-conversa en un
mundo de rancia cristiandad) y más allá de cuestiones de autoridad eclesial (ser
maestra de espíritu). Estas dos vertientes se engloban en la llamada cuestión de
género. El género las engloba y las profundiza. También podemos analizar desde el
eco-genéro. Tenemos más amplitud de juego, mayor capacidad de juicio, y sobre
todo, algo que desde nuestro punto de vista es fundamental, podemos acceder a un
mayor compromiso con lo que nos traemos entre manos, es decir, nuestras vidas y
nuestras relaciones cotidianas. En esta ruptura epistemológica que trae la
perspectiva de género nos jugamos mucho. Comprender es nuestra tarea.
Por último, una pregunta de carácter subjetivo: ¿Qué ha supuesto para ti el
hecho de ser mujer o varón? Parece que a Simone de Beavouir alguien le hizo la
misma pregunta, y como primera respuesta dijo: “No creo que me haya influido en
lo más mínimo”. Su interlocutor la invitó a profundizar en esa afirmación y de ahí se
produjo una conmoción en ella que cambió su manera de mirar.9 ¿Tendremos
también que afirmar que en el caso de Teresa el hecho de ser mujer no le ha
influido en lo más mínimo? ¿El hecho de ser mujeres o varones no nos influye lo más
mínimo?
9 Cf. García-Mina Freire, Ana: “La categoría de género, historia de una necesidad”, Revista Sal Terrae,
n.1144, abril 2010, p.320-ss.
Pág
ina8
2.- ESCRIBO, PERO “ATADA”
Si sus confesores le habían mandado escribir su Vida para probar la
ortodoxia de sus prácticas, era porque sus prácticas espirituales se
consideraban sospechosas. (…)10
Teresa afirma que escribe por orden de sus confesores. Pero esta
afirmación hay que contextualizarla para entender también su afirmación de que
escribe, pero atada. Qué mujer está escribiendo y qué escribe puede ser una
pregunta pertinente para adentrarnos en sus ataduras.
Teresa es una mujer hiperconsciente del contexto en el que vive. Su
condición de mujer la incluye dentro de un grupo de vulnerables. Su ascendencia
conversa también la fragiliza porque su persona puede ser objeto de delaciones y
persecuciones.
Pero los largos años de búsqueda también la han afianzado en una confianza
básica y fundamental, la de su capacidad espiritual. Esto no quiere decir que no
tenga que andar con cautela a la hora de escribir:
A pesar de su confianza en la capacidad espiritual de la mujer, Teresa tuvo
que pisar con cuidado. La Inquisición veía con recelo prácticas espirituales
que parecían animar a las mujeres a pretender a visionarias.11
La pretensión de sabiduría por parte de las mujeres no podía admitirse en
un contexto donde muchos cuestionaban incluso que las mujeres tuvieran alma.
Mayor razón para andar con cautela. Sin embargo, Teresa no puede evitar hablar.
En muchas ocasiones utilizará retóricas diversas para conseguir pasar el examen
de inquisidores y confesores. Pero de igual manera, se afirmará ridiculizando la
sabiduría de los letrados.
Pero Teresa de Jesús no tiene control de sus escritos porque son los
mismos confesores los que ejercerán influencia sobre los textos. El libro de la Vida
tendrá que pasar por muchas peripecias y estará en manos de inquisidores en
varias ocasiones. Bárbara Mújica afirma que: Los confesores a menudo pedían a sus
hijas espirituales que escribieran detallados exámenes de conciencia, que ellos dirigían y
aun retocaban. Jodi Bilinkoff señala que la orden de escribir permitía a los confesores
ejercer dominio sobre las mujeres. La relación entre confesor y penitente, en que
intervenían asuntos como el sexo, género y edad de los participantes, podía ser
extraordinariamente compleja. Sin embargo, la autobiografía, aun cuando disfrazada de
10
Mújica, Bárbara: Espiritualidad y feminismo: Santa Teresa de Jesús, Biblioteca Crítica Luso Hispánica, Universidad de Minesota, 2006, p. 43. 11
Op. cit. pp. 48-58
Pág
ina9
obediencia, era a menudo un instrumento de autoafirmación femenina. Alison Weber y Rosa
Rossi aseveran que aunque santa Teresa casi siempre escribía por obediencia, se valía de la
oportunidad para articular y legitimar su propia experiencia.12
Afirma Patricia Bastida que la particular naturaleza de la autobiografía de
Teresa está determinada por las circunstancias específicas que la originaron.
Así, no deja de ser significativo el hecho de la obediencia a Dios y a sus
confesores a la hora de escribir escrito en el Prólogo de su Vida: “[…] que con
toda claridad y verdad yo haga esa relación que mis confesores me mandan; y aun el
Señor sé yo lo quiere muchos días ha, sino que yo no me he atrevido”. Como también es
sumamente significativo que sea la única obra que escribe dirigida en principio a
varones.13
El por qué de la petición de García de Toledo para que Teresa escribiera no
deja de ser ambigua: o se trataba de autentificar su vida mística, o la misma
voluntad de García de Toledo de sacar provecho de sus aportaciones:14
Fue el padre García de Toledo quien en 1562 aconsejó a Teresa, entonces
próxima a los cincuenta años y en su plenitud religiosa, que escribiese la historia de su vida
relatando sus experiencias místicas y su desarrollo espiritual, tarea que ella concluyó en
junio del mismo año. El motivo por el que él le encomendó esta labor es ambiguo, pues para
Llamas pudo ser el deseo de autenticar su vida mística – lo que implica la prevención de
ciertos riesgos frente a la Inquisición -, la voluntad que él mismo y los lectores o lectoras
sacasen provecho de las enseñanzas espirituales de Teresa, o una combinación de ambas.
Esta primera redacción, sin división en capítulos, recibió el beneplácito del sacerdote, que
la dio a leer a otros confesores de su entorno. La admiración que el texto despertó entre
todos ellos hizo que le pidiesen redactarlo de nuevo como medio de instrucción de temas
espirituales, tarea que ella realiza entre 1564 y 1565, ampliándolo e incorporando pasajes
de acuerdo con este nuevo propósito. El significado de esta este segunda redacción, que es
la que hoy se conserva, es por tanto distinto del de la primera, dado que sus destinatarios y
su finalidad eran otros, pues según Dámaso Chicharro, “al ir dirigida a un círculo más
amplio, incide la autora en el sentido didáctico y ejemplarizante del relato, dándole un valor
admonitorio para que el discurso de su vida pudiera prevenir a algunas almas y estimular a
otras”.
El hecho de que el texto definitivo sea resultado de materiales diversos y
reelaboraciones sucesivas durante varios años, unido al sustancial cambio de finalidad que
supuso la última redacción, justifica muchas de las características que hoy presenta “El
12
Op. cit. 48-58 13
Cf. Bastida Rodríguez, Patricia: Santa o hereje: La otra Teresa de Ávila en Impossible Saints de Michèle Roberts, Ed Treballs Feministes, Palma, 2006, p.107. 14
Op. cit. 108-109
Pág
ina1
0
libro de la Vida”, tales como su particular estructura o los frecuentes cambios de
perspectiva15.
En conclusión, Teresa escribe, pero atada. Sin embargo, tiene la habilidad y la
sutilidad de su parte porque tiene el don de convertir las ataduras en posibilidades
y en afirmaciones magistrales de su persona y de su reforma.
Teresa escribe atada, pero el argumento de la obediencia no deja de ser un
disfraz, que termina convirtiéndose en un elemento de su propia autoafirmación.
Del mismo modo, en toda su obra podemos encontrar distintas estrategias
retóricas:
Una de ellas es la retórica de la incertidumbre. En ella Teresa elude las
posibles censuras utilizando un lenguaje que denota inseguridad: “podrá ser”,
“paréceme”, etc. Así sus sólidas afirmaciones se dulcifican convirtiéndose en
meras opiniones. Pero están ahí, haciendo un efecto en los receptores de su
escrito. Tiene Teresa conocimiento de casos de personas espirituales,
mujeres en concreto, que han terminado siendo un fraude. Estas personas
también están presentes en quienes le rodean. El ejemplo de Magdalena de la
Cruz es reciente. Ella pide entonces a sus directores que examinen sus escritos
y los destruyan si no les parecen bien. Así gesta su defensa antes del posible
ataque que prevé.
También utiliza la retórica de la autodeprecación, por la que aminora su propio
valor e inteligencia para no ser acusada de presuntuosa o heterodoxa ante las
autoridades.
Muchos autores espirituales utilizan también la retórica de la captatio
benevolentiae para contrarrestar su supuesta arrogancia y buscar la mirada
benevolente del receptor. El tema de la humildad es muy recurrente. Teresa lo
utilizará continuamente. Y así afirma que emprende la labor de escribir sólo
porque sus superiores se lo mandan o como escribe bajo presión, no tiene
control sobre lo escrito y necesitará la corrección de sus censores: Weber
muestra que Teresa emplea todas estas estrategias retóricas: menciona repetidamente
que escribe por obediencia y recalca su mala memoria; su estupidez, su debilidad física,
su torpeza, su ruindad y el hecho de ser mujer.16 Pero está claro que lejos de
perder autoridad, la gana, puesto que pone al mismo Dios como quien avala su
experiencia espiritual.
15
Bastida Rodríguez, Patricia: Santa o hereje: La otra Teresa de Ávila en Impossible Saints de Michèle Roberts, Ed Treballs Feministes, Palma, 2006, pp. 108-109. 16
Op. cit. 48-58.
Pág
ina1
1
Las técnicas de la autodeprecación y la incertidumbre construyen una
“heteroglosia dialogada”, que logra trasladar el aparente mensaje deprecador o
inseguro en afirmación y seguridad. Aparentemente Teresa quiere confesar sus
miserias, y dice que no la han dejado hacerlo. Pero la forma de la exposición
induce al lector a descubrir por un lado esa verdad de pecadora pero al mismo
tiempo la protege de acusaciones de vanidosa: Teresa claramente asimiló estas
técnicas, que se manifiestan en sus continuos titubeos y protestas de humildad. Pero
para Teresa el problema era más complejo. No se trataba sólo de la supervivencia
personal, sino también de la Reforma carmelita. Para adelantar su causa, tuvo que
enfrentarse con la jerarquía eclesiástica, convenciendo a los líderes de la Iglesia no
sólo de su propia autenticidad espiritual, sino también de la integridad del movimiento.
Para lograr su objetivo, fue esencial que estableciera su autoridad; pero ¿qué autoridad
podía tener una mujer?17
Veamos todo esto en la carta que escribe a García de Toledo en Junio de 1562:
Carta n. 3 Toledo, junio de 1562. Al P. García de Toledo. Toledo.
1. El Espíritu Santo sea siempre con vuestra merced, amén. No sería malo encarecer
a vuestra merced este servicio por obligarle a tener mucho cuidado de
encomendarme a Nuestro Señor, que según lo que he pasado en verme escrita y
traer a la memoria tantas miserias mías, bien podría; aunque con verdad puedo decir
que he sentido más en escribir las mercedes que el Señor me ha hecho, que las
ofensas que yo a Su Majestad.
2. Yo he hecho lo que vuestra merced me mandó en alargarme, a condición que
vuestra merced haga lo que me prometió en romper lo que mal le pareciere.
3. No había acabado de leerlo después de escrito, cuando vuestra merced envía por
él. Puede ser vayan algunas cosas mal declaradas y otras puestas dos veces, porque
ha sido tan poco el tiempo que he tenido, que no podía tornar a ver lo que escribía.
Suplico a vuestra merced lo enmiende y mande trasladar, si se ha de llevar a el
padre maestro de Ávila, porque podría ser conocer alguien la letra.
4. Yo deseo harto se dé orden en cómo lo vea, pues con ese intento lo comencé a
escribir; porque como a él le parezca voy por buen camino, quedaré muy consolada,
que ya no me queda más para hacer lo que es en mí. En todo haga vuestra merced lo
que pareciere y ve está obligado a quien así le fía su alma. La de vuestra merced
encomendaré yo toda mi vida a Nuestro Señor; por eso dése prisa a servir a Su
Majestad para hacerme a mí merced, pues verá vuestra merced, por lo que aquí va,
cuán bien se emplea en darse todo, como vuestra merced lo ha comenzado, a quien
tan sin tasa se nos da. Sea bendito por siempre, que yo espero en su misericordia
nos veremos adonde más claramente vuestra merced y yo veamos las grandes que ha
17
Op. cit. 48-58
Pág
ina1
2
hecho con nosotros y para siempre jamás le alabemos. Amén. Acabóse este libro en
junio de 1562.18
Evidentemente, partimos de una situación contextual conflictiva y un
intento autobiográfico:
“Me han mandado y dado larga licencia para que escriba el
modo de oración y mercedes que el Señor me ha hecho…”
A primera vista parecería que no es una inquietud personal la que mueve a
escribir a Teresa, sino un reclamo exterior, lo que le “han mandado”, una autoridad
externa a ella misma. Esa “voz” externa es masculina, son sus confesores y/o
“amigos”. Así lo afirma por ejemplo, François Wilhélem19:
El contexto histórico nos permite comprender las condiciones en las que fue
compuesto el Libro de la Vida. Sin entrar en detalles sobre las numerosas
vicisitudes de su elaboración y difusión, nos limitaremos simplemente a poner de
manifiesto, muy brevemente, las circunstancias más inmediatas de la redacción y la
intención general, cuestiones que, por otro lado, ya fueron bien precisadas en el
Prólogo de la obra. Teresa decide escribirla obedeciendo a sus confesores, los PP.
Ibáñez y García de Toledo (a este último es a quien dedica el libro), pero también
por obediencia interior a Dios.
Desde el comienzo pues, empezamos a escuchar ciertas voces masculinas
dentro del discurso teresiano. Un matiz me parece interesante: esa voz masculina
le manda y le da licencia. Mandar es un imperativo y dar licencia supone un cierto
acuerdo, presupone una libertad con la que Teresa va a expresarse y una capacidad
de diálogo con la que va a jugar. Pero se tratará de un equilibrio difícil, que tendrá
que mantenerse en esta situación conflictiva: a quién obedezco: a Dios, a mí
misma, a los confesores… hasta encontrar una fórmula satisfactoria que no rompa
con mi forma de vivirme, con la idea que tengo yo misma de mí misma, y que, al
mismo tiempo y ante todo, deje inmaculado el objetivo fundamental: escribir la
experiencia.
A pesar de esta fórmula satisfactoria encontrada por Teresa (decir que
obedece a una petición), a renglón seguido, expresa un deseo más amplio: lo que yo
18
VVAA: Teresa de Jesús, Obras completas, Ed. Espiritualidad, 1976, pp. 1319-1320. 19
Wilhélem, F.: Dios en la acción. La mística apostólica según Santa Teresa de Jesús, (Dios en la acción, Capítulo I: Grados de oración y compromiso apostólico en el Libro de la Vida), Estudios de Espiritualidad, BAC, 2002, p.3
Pág
ina1
3
quiero decir no es sólo esto que me piden, quiero hacer memoria de quién he sido
y cómo ha sido mi vida hasta aquí: autobiografiar mi propia historia y a la vez
ofrecer “mi visión particular” de la historia de Dios conmigo.
Quisiera yo que, como me han mandado y dado larga licencia para que escriba el
modo de oración y las mercedes que el Señor me ha hecho, me la dieran para que
muy por menudo y con claridad dijera mis grandes pecados y ruin vida. Diérame gran
consuelo. Mas no han querido, antes atádome mucho en este caso. (Prólogo, 1)
Y además, muy por menudo y con claridad. El no andarse por las ramas es un
imperativo para escribirse. Lo que sería consuelo para ella se convierte en
impedimento para quienes le mandan. Ahí rugen las voces censoras masculinas. Y
ella tiene que escribir con “ataduras”.
¿Qué son estas “ataduras”? Siguiendo toda la obra teresiana vemos que
estas ataduras tienen varios rostros, pero en definitiva, todas van a incidir en su
condición de mujer. Las ataduras siempre tienen que ver con una dependencia, con
un saberse observada de cerca… La mirada masculina censura, otorga, da licencia y
aprueba.
Las ataduras en realidad, vienen determinadas por dos niveles distintos de
comunicación en el discurso: Quisiera yo que, como me han mandado y dado larga licencia
para que escriba el modo de oración y las mercedes que el Señor me ha hecho…
a) El nivel de los varones espirituales que le mandan escribir. Éstos tienen
claro qué escribir y sus límites: el modo de oración y las mercedes de Dios a
la vida de Teresa. Con esto basta.
b) El nivel de una mujer que desea escribir: lo que ella quiere decir (no hay
fórmulas, sino una vida en juego. No se trata de técnicas, es la increíble
existencia, el milagro de haber llegado hasta aquí) tiene que salir
necesariamente porque es como una olla a presión. Y por eso avisa: no me
dejaréis decir mi experiencia de pecado pero tengo que decir que mi vida ha
sido ruin… ¿Será esto un exceso de “humildad teresiana” o se tratará de un
artificio literario para conseguir en realidad escribir con total libertad?
Estos dos niveles en pugna, plantean una cuestión: ¿a quién se debe en última
instancia la POSIBILIDAD DE LA ESCRITURA en Teresa?
Pág
ina1
4
Sea bendito por siempre, que tanto me esperó, a quien con todo mi corazón suplico
me dé gracia para que con toda claridad y verdad yo haga esta relación que mis
confesores me mandan (y aun el Señor sé yo lo quiere muchos días ha, sino que yo no
me he atrevido) y que sea para gloria y alabanza suya y para quede aquí adelante,
conociéndome ellos mejor, ayuden a mi flaqueza para que pueda servir algo de lo que
debo al Señor, a quien siempre alaben todas las cosas, amén. (Prólogo, 2)
A partir de estas palabras, podemos afirmar que en realidad, la autoridad
sobre ella en el fondo, no viene desde fuera como una imposición, sino desde
dentro, Dios que llama en ella, Dios que Es con ella, Dios descubierto en el interior,
Dios Misericordia, que espera en su vida y que orienta su misión apostólica: decirse
a sí misma lo que ha pasado, escribir y ponerlo a la luz.
En realidad, tenemos un baile, un baile hábil de interrelaciones estrechas
que si son leídas desde la perspectiva de género, dan una visión más totalizadora de
la realidad de Teresa y nos ayudan a comprenderla con una visión más depurada.
No descuidar estas interrelaciones para releer la Vida de Teresa pretende ser
nuestra tarea al leer de nuevo, una vez más, el libro de su Vida.
3.- SOY
IMPLICACIONES DE LA MIRADA Y EL OÍDO SOBRE LA “NATURALEZA
FEMENINA”
Por lo que cuentan algunos historiadores, ser mujer en la Edad Media y
también con variaciones, en el Renacimiento, tenía que ver más con aguantar el
peso de su identidad, que con una satisfacción personal. Ser mujer era sinónimo de
estar permanentemente mirada; y esa mirada incluía: custodia, vigilancia,
acompañamiento, tutela, protección, marco, límites, duda. Así, cada quien podía
estar en su sitio y todo estaba en orden. Nada más ajeno a este orden, cualquier
comportamiento femenino que se aventurara a traspasar ciertos límites. Si
además, se obtenía el beneplácito de lo Alto, el orden era completo.
¿Puede la mirada masculina definir y condicionar la identidad femenina?
Ésta es una pregunta de difícil respuesta. Algunos historiadores se inclinan por
señalar exclusivamente cómo han sido miradas las mujeres de un determinado
momento histórico por los varones, que son quienes han dejado constancia escrita
en realidad, de la identidad femenina a través de la negación de la misma. Si nos
atenemos a algunos de sus testimonios, el paisaje femenino que resulta, nos
Pág
ina1
5
permite explicarnos ese tremendísimo peso que las sociedades patriarcales han
cargado sobre las espaldas de las mujeres. También es posible comprender por qué
ese peso ha perdurado en los siglos, en espacios y tiempos, como un perverso eje
transversal que atraviesa la historia humana.
Empecemos entonces por las miradas de los clérigos20 a las mujeres.
Siguiendo a Jacques Dalarun21 podemos afirmar, que según este autor, la mirada
que los clérigos de la Edad Media dirigen a las mujeres no es muy novedosa con
respecto a siglos anteriores. De hecho, su apoyo siempre suele ser la Tradición y su
pretensión, el volver a las fuentes.
Sin embargo, según este autor, caen en una gran contradicción, porque han
llevado a la mujer al pináculo y al mismo tiempo la han cargado con el anatema, sin
dejar por ello de creer, sin fisuras, que la humanidad entera se inscribía en un
plano de salvación.22
Parece que la cosa viene de lejos23:
“Este sexo ha envenenado a nuestro primer padre, que era también su marido y su
padre, ha decapitado a Juan Bautista y llevado a la muerte al valiente Sansón. En
cierto modo, también, ha matado al Salvador, pues, si su falta no se lo hubiera
exigido, nuestro Salvador no habría tenido necesidad de morir. ¡Ay de ese sexo, en
el que no hay temor, ni bondad, ni amistad, y al que más hay que temer cuando se lo
ama que cuando se lo odia!”
Según estas palabras, Eva carga con la mayor parte de las maldiciones de
Yavé: “Multiplicaré tus dolores en tus preñeces, con dolor parirás los hijos y
estarás bajo la potestad de tu marido, y él te dominará”. Y por eso, tiene que
cargar con las consecuencias. Desde ese momento inicial tiene que ser vigilada,
porque:
20
¿Todos los clérigos? Para quien nos pueda acusar de generalizar, tenemos otras miradas de clérigos: Juan de la Cruz o Juan de Ávila, por ejemplo. Aquí nos referimos a la mirada que ha significado un peso insoportable, mirada genérica y global, y atravesada ciertamente por el miedo, la inseguridad, la salvaguarda del privilegio o del poder de los varones eclesiásticos. A esa mirada nos estamos refiriendo. Mirada que viene de lejos, y es permanente, con distintos matices de voz, pero a la que se le ve debajo de la piel de cordero, el lobo que lleva dentro. Los documentos que se han conservado no tienen desperdicio y promueven la indignación incluso de las personas menos definidas. Al menos, nos permiten comprender o vislumbrar brevemente qué significado y consecuencias ha tenido esa imagen mantenida y en ocasiones, poco transformada, sobre las mujeres en la Iglesia. 21
Dalarun, J: La mujer a los ojos de los clérigos, Historia de las mujeres, Tomo II, Edad Media, p.41-ss 22
Op. cit. p. 43. 23
Op. cit. p. 45.
Pág
ina1
6
“La mujer es quien ha sido autora de la falta para el hombre, no el hombre para la
mujer” (Ambrosio de Milán, + 397). Más lejos todavía, se oye la voz de Tertuliano
(223): “¿No sabes que también tú eres Eva? La sentencia de Dios conserva aún hoy
todo su vigor sobre este sexo, y es menester que su falta también subsista. Tú eres
la puerta del Diablo, tú has consentido a su árbol, tú has sido la primera en
desertar de la ley divina”.
Parece ser que las hijas de Eva, que sin duda son también Eva, deben
mirarse tanto como consentidoras del mal de la humanidad, como inductoras del
mal en los hombres. Lo afirman los ojos de los clérigos.
Si alguna belleza tienen, desde luego, no tiene nada que ver con sus personas
en integridad, sino que sólo se refiere al ámbito de su piel. Así, Juan Crisóstomo
(+407) alienta a los castos varones a escapar de las mujeres con los siguientes
argumentos:
“La belleza del cuerpo sólo reside en la piel. En efecto, si los hombres vieran lo que
hay debajo de la piel, la visión de las mujeres daría náuseas… Puesto que ni con la punta de
los dedos toleraríamos tocar un escupitajo o un excremento, ¿cómo podemos desear
abrazar este saco de heces?” 24
Posterior a Juan Crisóstomo, pero siguiendo también la misma línea,
tenemos a Hildeberto de Lavardin, quien hace su aportación particular:
“Los tres mayores enemigos del hombre son la mujer, el dinero y los honores: La
mujer, una cosa frágil, nunca constante, salvo en el crimen, jamás deja de ser nociva
espontáneamente. La mujer, llama voraz, locura extrema, enemiga íntima, aprende y
enseña todo lo que puede perjudicar. La mujer, vil forum, cosa pública, nacida para
engañar, piensa haber triunfado cuando puede ser culpable. Consumándolo todo en
el vicio, es consumida por todos y, predadora de los hombres, se vuelve ella misma
su presa”. 25
La mujer es enemiga, también es frágil, una especie de llama voraz que
consume, un hombre disminuido por su ser vil, predestinada al engaño. Pero además,
según este religioso, ¿será que se puede justificar cualquier trato degradante a las
mujeres?
Con estas “Evas” así, hay que poner a María en la cima de lo constituye ser
mujer. Por eso, todos estos autores, que en su mayor parte beben de los autores
clásicos latinos, encontrarán en María el cúmulo de las perfecciones, pero la
24
Op. cit. p. 46 25
Op. cit. pp.48-49
Pág
ina1
7
encerrarán, al mismo tiempo a las propias mujeres, que no podrán encontrar en ella
un modelo, puesto que la protegen en un cielo inaccesible en una maternidad
virginal sin fisura alguna.
¿Qué tienen de peculiar o característico estas miradas de varones?
- Se trata de miradas generalizadas y generalizadoras sobre las mujeres.
Por lo tanto, se convierten en un peso social, un estigma, de generación
en generación. No hay nada que pueda ser bueno en ellas. Hay alguna
excepción interesante con respecto a esta mirada clerical en el siglo
XVIII. Pero, no obstante, sabedora del riesgo que corre:
En grave empeño me pongo. No es ya sólo un vulgo ignorante con
quien entro en la contienda: defender a todas las mujeres, viene a
ser lo mismo que ofender a casi todos los hombres: pues raro hay
que no se interese en la precedencia de su sexo con desestimación
del otro. A tanto se ha extendido la opinión común en vilipendio de
las mujeres, que apenas admite en ellas cosa buena. En lo moral las
llena de defectos, y en lo físico de imperfecciones. Pero donde más
fuerza hace, es en la limitación de sus entendimientos. Por esta
razón, después de defenderlas con alguna brevedad sobre otros
capítulos, discurriré más largamente sobre su aptitud para todo
género de ciencias, y conocimientos sublimes.26
- Muestran desconocimiento de la otra parte de la relación, la del mundo
femenino.
- Esconden miedo, frustración, ira y otros sentimientos no confesables
abiertamente. Si fueran confesados, serían superados.
- Utilizan el poder que les otorga la palabra para mantener en el
silenciamiento a las mujeres.
- No cuestionan su propia identidad masculina en relación con la mujer,
sino que pretenden mantener su especificidad haciendo que la mujer no
sea más que un varón degradado.
26
{Benito Jerónimo Feijoo, Teatro crítico universal, tomo primero (1726). Texto tomado de la edición de Madrid 1778 (por D. Joaquín Ibarra, a costa de la Real Compañía de Impresores y Libreros), tomo primero (nueva impresión, en la cual van puestas las adiciones del Suplemento en sus lugares), páginas 325-398.}
Pág
ina1
8
La mirada de los clérigos no es la única mirada que se fija sobre las mujeres.
Si nos fijamos en la mirada “social”27 hay una palabra interesante que sintetiza el
contenido: custodia.
La mujer ante todo, es custodiada. Debe serlo por padres, hermanos o
maridos. Toda su existencia se mueve en estos límites. Para ser buena esposa, y
cumplir así el ideal máximo al que puede aspirar, debe dejarse custodiar, proteger,
tutelar. De nuevo, el orden social queda garantizado.
Para ejercer esa custodia con éxito, hay que “hablar a las mujeres”. Por lo
tanto, la implicación de la mirada de los varones, nos trae la irremediable palabra.
No sólo las mujeres son miradas, sino que también ejercen sobre ellas la facultad
del decir. Y esto incluye: adoctrinar, sermonear, aconsejar. A las mujeres les
corresponde escuchar.
Carla Casagrande28 ve los problemas con los que nos enfrentamos al
intentar rescatar la realidad de las mujeres. Parece que las voces de fondo
masculinas ocupan casi todo el espacio:
“no sé en qué medida las mujeres del Occidente medieval han permanecido quietas y
silenciosas entre las paredes de la casa, de la iglesia y de los monasterios
escuchando a hombres solícitos y locuaces que les proponían toda clase de
preceptos y consejos. Los sermones de los predicadores, los consejos de los padres,
las admoniciones de los directores espirituales, las órdenes de los maridos, las
prohibiciones de los confesores, nada de ello, por eficaz y autorizado que fuera, nos
restituirá la realidad de las mujeres a las que se dirigía, pero, sin duda, formaba
parte de esa realidad: las mujeres tenían que convivir con las palabras de aquellos
hombres a quienes una determinada organización social y una precisa ideología
habían confiado el gobierno de los cuerpos y de las almas femeninas. Una parte de
la historia de las mujeres pasa también a través de la historia de aquellas palabras
que las mujeres oyeron y que a ellas se dirigían a veces con expeditiva arrogancia, a
veces con amorosa amabilidad y, siempre, con preocupada insistencia.
Sin duda, las mujeres viven con ello. El caso es que la multiplicación de
palabras de los varones en los textos escritos, evidencian cada vez más la
necesidad de poner límites concretos a esa forma de comportarse que puede
resultar amenazante. De forma sutil a veces, impositivamente otras:
27
Me referiré al marco de Europa Occidental 28
CASAGRANDE, C.: La mujer custodiada, Historia de las mujeres, Tomo II, Edad Media, Ed. Taurus, pp. 105-113.
Pág
ina1
9
Desde finales del siglo XII hasta terminar el siglo XV, esas palabras se
multiplican sin cesar y se vuelven cada vez más imperiosas: una serie de textos,
escritos por hombres de Iglesia y por laicos, se siguen uno tras otro para dar
testimonio de la urgencia y la necesidad de elaborar valores y modelos de
comportamiento para las mujeres.29
Esta constatación, da pie a Carla Casagrande para preguntarse sobre qué
hicieron para provocar la atención de quienes se consideraban depositarios de los
valores morales de toda una sociedad. Parece que la entre los siglos XII y XV se
produjeron ciertos cambios en las mujeres como consecuencia de sus “experiencias
religiosas”:
Es verdad que su exigencia religiosa había adquirido gran importancia tanto en
cantidad como en calidad: algunas de ellas participaron en movimientos heréticos,
otras muchas entraron en las órdenes reconocidas, otras incluso escogieron un tipo
de vida religiosa al servicio de Dios y del prójimo al margen de la institución
eclesiástica, y muchas tomaron la palabra para escribir acerca de su deseo de una
relación más intensa y directa con la divinidad.30
Cambios imperceptibles, quizás, para ser efectivamente “revolucionarios”
capaces de dar al traste con aquella organización social y aquella ideología. Por eso,
estas extrañas31 aunque eran objeto de exclusiones y peligros, convivían e
intervenían en sus sociedades:
Entretanto, continuaban presentes en la sociedad e intervenían, de diversas
maneras, en el plano económico, político y familiar: muchas participaban en el
trabajo del campo, en la producción y en la venta de mercancías; algunas se hallaban
en el centro de los juegos de la política y del poder, pero todas asumían en la familia
los roles de mujeres, madres e hijas, y la propuesta de una definición de esos roles
fue uno de los objetivos principales de la nueva pastoral y de la nueva pedagogía.
Lo significativo de los textos compuestos entre finales del siglo XII y
comienzos del XV está en que son punto de referencia para observar la cantidad de
literatura didáctica y pastoral dirigida a las mujeres. La preocupación mayor
estaba en indicar caminos de virtud y salvación. Los protagonistas de nuevo:
frailes, clérigos, laicos:
La Sagrada Escritura, las obras de los paganos en que se podía reconocer una
sabiduría antigua, los textos exegéticos, morales, teológicos y hagiográficos de los
29
Op. cit. pp. 105-107 30
Op. cit. pp. 105-107 31
Recuerda en sus manifestaciones a la “Sociedad de las Extrañas” de Virginia Woolf, en “Tres guineas”.
Pág
ina2
0
Padres de la Iglesia, los monjes y los maestros más cercanos en el tiempo, nada se
olvidó en la construcción de un modelo femenino que, provisto de la autoridad que
venía del pasado, estuviera en condiciones de funcionar en el presente y de
proyectarse al futuro.32
Como conclusión, puede decirse que la sociedad de las mujeres se articula
desde los criterios, valores y jerarquías de los varones. Se mire por donde se mire,
la tutela es total, lo que hace que la custodia sea efectiva. Y esto,
independientemente del estatus social específico. El cuidado custodiado atraviesa
transversalmente a las mujeres:
Por un lado, la religiosas a las que se coloca en las órdenes y en los roles que
para ellas define la institución eclesiástica; por el otro, las laicas que entran
a formar parte del tejido social únicamente en tanto esposas, hijas o
madres de hombres que ejercen el poder o que lo padecen, que combaten o
que trabajan, que poseen bienes y dinero o que viven pobremente. La
relación de las mujeres laicas con la sociedad pasa, pues, a través de la
familia, y los criterios sociales que a ellas se refieren van ligados, ante todo,
a los roles familiares que ellas desempeñan. 33
¿Podemos encontrar más razones para comprender esta obsesión por la
tutela femenina? Parece que las mujeres necesitan custodia masculina porque son
mudables de cuerpo en primer lugar, y en segundo lugar, porque son inquietas de
alma.
Así, la custodia empieza a responder a algunas preguntas que nos hacíamos
en la introducción: quiénes hacen qué, quiénes no hacen qué en la iglesia, en la
sociedad, en la familia. Porque:
La custodia está para indicar todo lo que puede y debe hacerse para educar a las
mujeres en los buenos hábitos y para salvar su alma: reprimir, vigilar, enclaustrar,
pero también proteger, preservar, cuidar. Las mujeres custodiadas son amadas y
protegidas como un bien inestimable, ocultas como un tesoro frágil y precioso,
vigiladas como un peligro siempre acechante, enclaustradas como un mal que no se
puede evitar de otra manera. Esta serie compleja de intervenciones, que van desde
la represión más rígida al cuidado más amoroso, debe ponerse en práctica desde la
infancia y acompañar luego a la mujer, ya sea laica, ya religiosa, durante todas las
fases de la vida.34
32
Op. cit. pp. 105-107. 33
Op. cit. p. 113. 34
Op. cit. pp. 126-127
Pág
ina2
1
Desde la óptica de la custodia, el objetivo es educar a las mujeres.
Dependiendo de la fijación infantil35 de los educadores, o de sus obsesiones, la
custodia cambiará de color, en función de la consecución de su objetivo: proteger.
De estas fijaciones, pocos varones están a salvo. No se trata aquí de juzgar malas
o buenas intenciones, se trata de seguir cánones de comportamiento colectivos o
no. Da lo mismo que se trate de un cuidadoso amor, o de la violencia más absoluta,
el caso es que el resultado es el mismo.
Muchos textos de la literatura pastoral y didáctica se dirigen directamente a las
mujeres para llamarlas a asumir la primera y necesaria custodia de sí mismas. La
mujer ha sido creada por Dios, ha participado con la Virgen María en el misterio de
la Encarnación, ha contribuido a través de numerosas mujeres santas y piadosas al
desarrollo espiritual de la Cristiandad, posee un alma que está en condiciones de
entrar en relación con la divinidad, puede salvar y ser salvada, practicar la virtud,
huir del vicio, convertirse en ejemplo de perfección moral; y, en consecuencia, en
condiciones de autocustodiarse.36
Así, independientemente de que las mujeres sean llamadas primero a una
autocustodia de sí mismas, el hecho es que son los varones quienes tienen siempre
palabras pastorales, catequéticas o de cualquier otra índole ética para ofrecer
pautas de comportamiento y moralidad femenina. Por ello, juntamente con éste ser
custodiadas, hay una palabra mágica que funciona en ellas para mantenerlas a raya:
la vergüenza. Este mecanismo protege a las mujeres porque las aleja de la
comunidad social y las mete en casas y monasterios. La preservación de su
castidad, las relega a una loable animalidad. Por este motivo, aunque se las
considere capaces de autocustodiarse, las mujeres no lo consiguen del todo:
En el momento de máxima socialidad consentido a la mujer durante el rito
matrimonial público en el que la comunidad asiste y da su consentimiento al pasaje
35
Para iluminar lo que venimos desarrollando, encontramos muy interesante también la aportación de Virginia Woolf, con respecto a la negación de permitir a las mujeres el acceso a las órdenes sagradas en su libro “Tres guineas”. Ella escribe en 1938: La exacta naturaleza de esta fijación variará, necesariamente, en los diferentes individuos, y cuantas hipótesis se esbocen en lo referente a su origen solamente podrán tener un carácter general. Pero, cualquiera que sea el exacto valor e interpretación del material sobre el que las teorías de “complejo de Edipo” y del “complejo de castración” se basan, es evidente que la general aceptación del dominio del macho, y todavía más de la inferioridad femenina, basándose en ideas subconscientes acerca de la mujer en cuanto a “hombre manqué”, tiene su fundamento en concepciones infantiles de este tipo. Estas últimas, comúnmente, e incluso a menudo, sobreviven en el adulto, a pesar de su carácter irracional, y revelan su presencia, debajo del nivel de pensamiento consciente, por la fuerza de las emociones a que dan lugar. Esta opinión queda fuertemente abonada por el hecho de que la admisión de las mujeres a las Órdenes Sagradas, y en especial en el ministerio del sacerdocio, sea tan comúnmente considerada como algo vergonzoso. Esta reacción de vergüenza solamente puede ser comprendida a la luz de un tabú sexual, no-racional”. 36
Op. cit. pp. 126-127
Pág
ina2
2
de una mujer de un grupo familiar a otro, la mujer ideal tratada por Francisco de
Barberino, que de niña había demostrado siempre timidez y reserva en todas sus
salidas públicas, reafirma una vez más su escasa e insegura socialidad: vergonzosa,
temerosa e inmóvil durante la ceremonia, no ofrece la mano, sino que se la deja
coger casi por la fuerza y una vez llegada a la nueva casa se muestra tímida con
todos, y, en caso de ser interrogada, responde con “brevedad, en tono bajo y
temeroso” y se revela al marido “huraña y nueva… en materia de amor”. 37
Es de nuevo una razón basada en la Escritura, la que está detrás de esta
capacidad limitada de las mujeres. Las mujeres tienen una dignidad espiritual dada
por Dios. Sin embargo, ellas son Eva, llevan los signos del pecado original. Por eso,
la posibilidad que tienen de acceso a la divinidad siempre será mediada: la Palabra
de Dios custodiada, ¿por quién?
Tampoco su naturaleza protege a la mujer del mal. Si esa naturaleza la hace
ser vergonzosa en momentos, también se puede volver contra ella haciéndola
vagabunda e inquieta o excesiva. Esta ambigüedad es manejada por los clérigos,
sobre todo. Pero son padres, maridos, hermanos, predicadores, directores
espirituales, quienes comparten con Dios y con los ordenamientos jurídicos la difícil
tarea de la custodia femenina. Las mujeres deben estar sometidas desde siempre a
esta autoridad de sus compañeros:
Por tanto, las mujeres no pueden custodiarse por sí mismas, la infirmitas de su
condición, que las hace débiles y privadas de toda firmeza, exige que, junto a la
vergüenza, intervengan otras custodias. Jacobo de Varazze, como ya había hecho
san Agustín novecientos años antes, las cita en orden y seguridad: la sumisión al
hombre, el terror a las leyes, el temor de Dios.38
Estos varones modernos se basan en Aristóteles, quien considera que es una
cuestión de “naturaleza” la que hace que las mujeres deban sumisión y obediencia, y
que los hombres, también por naturaleza, tengan el deber de gobernar y tomar
decisiones. Su apoyo está en la superioridad corporal y racional que tienen con
respecto a las mujeres. Esto no significa que las mujeres no puedan ser virtuosas,
sino que cada quien lo será en relación a la función que tiene en el organismo
político. Ellos eficaces y eficientes para el gobierno. Ellas, rápidas en la ejecución
de las órdenes recibidas.
Y quienes han leído a Aristóteles son los mismos que han comentado los
textos sagrados y se apropian de las palabras de Pablo como justificación de sus
37
Op. cit. pp. 128-130 38
Op. cit. pp. 128-130
Pág
ina2
3
visiones: “Quiero que sepáis que Cristo es la cabeza de todo hombre, como el
hombre es cabeza de la mujer, y Dios lo es de Cristo” (1 Cor 11,3)
En este contexto, la lectura de Pablo se convierte así en un reconocimiento
de la sumisión de la mujer al hombre como un momento de la ordenación jerárquica
que regula las relaciones entre Dios, Cristo y la humanidad. Además, el relato
bíblico parece apuntar en esta dirección. De este modo:
… los comentaristas recogen la convicción de que la mujer ha sido creada en una
posición de subordinación al hombre. El cuerpo del hombre, creado para ser
primero, aparece en realidad superior al cuerpo de la mujer, creado en un segundo
momento y a partir del cuerpo del hombre; don de Dios ofrecido al hombre como
ayuda, la mujer es, en manos del hombre, un instrumento providencial capaz de
ayudarlo a los fines de la generación.39
Y, aunque estos mismos hombres reconozcan que las mujeres no sólo tienen
vida espiritual, sino que puede ser superior a la masculina, están convencidos de la
subordinación de la mujer al varón, incluso antes del pecado original, puesto que
Eva, ha salido de la costilla de Adán. El pecado no hace más que corroborar una
situación que será permanente desde ese momento: “Estarás bajo la potestad de tu
marido, y él te dominará” (Gn 3,16). Una maldición así, pesa sobre toda mujer. Así,
sea por la razón que sea, o bien por una ley de la naturaleza, o bien por un mandato
divino, los hombres tienen autoridad para custodiar y gobernar a las mujeres que
deben responder a esa custodia practicando virtudes sumisas: humildad,
mansedumbre, obediencia son las principales virtudes desarrolladas por los
tratados pedagógicos. Será precisamente en esta práctica virtuosa donde las
mujeres encuentren resquicios de autoafirmación. Son las obras de caridad con los
menesterosos las que le permite cierto contacto social, aunque éste sea muy
limitado.40
En este sentido, también hay que tener cuidado. Porque una mujer
demasiado locuaz y que quiere entablar relación social es propicia a la
corruptibilidad. Por eso, los predicadores y moralistas han alertado sobre las
consecuencias de mujeres habladoras en sus sermones y didácticas. Así la imagen
negativa sobre ellas se prolonga en el tiempo con la relación de casos de mujeres
que caen en pecados de lengua. Aquí también se recurrirá a San Pablo y su
autoridad:
39
Op. cit. pp.128-130 40
Cf. Op. cit. P. 138-139
Pág
ina2
4
Sobre las palabras y los silencios femeninos recae la autoridad de san Pablo, que
prohíbe a la mujer, colocada en una condición de sometimiento respecto al hombre,
enseñar (1 Tim 2,12) y hablar en las asambleas, y sólo le consiente, en caso de que
quiera saber algo, preguntar a su marido en casa (1 Cor 34-35). Estos dos pasajes
escriturales comentados durante siglos por muchos y prestigiosos exégetas,
justifican el primero y constitutivo acto de la custodia de la palabra femenina que
proponen los predicadores y moralistas: las palabras de las mujeres deben ser
excluidas de toda dimensión pública y confinadas a lo privado. La dimensión pública
negada a la palabra femenina no es tanto un problema de espacio como un problema
de funciones: toda vez que la palabra abandona el plano de comunicación de
individuos como tales, para asumir un papel político de fundación y de gobierno de la
comunidad, las mujeres deben callar, porque en ese momento corresponde a los
hombres hablar. Las mujeres no entran en los tribunales, no gobiernan, no enseñan,
no predican. Las palabras del juicio, del poder, de la cultura y de la salvación deben
ser palabras de varones.41
La pregunta inicial sobre si la mirada masculina define y condiciona la
identidad femenina queda abierta a nuestros juicios de valor y a nuestras propias
miradas y palabras. Lo que desde luego, podemos constatar es que en esa mirada
que hemos venido analizando no existe el intercambio entre personas: así me miras,
así te miro. Tampoco existe ese intercambio con respecto a la palabra: así me
hablas, así te hablo. Es decir, que entre el mirar y el hablar de unos y el mirar y el
hablar de otras se abre una grieta, un precipicio, un abismo, una frontera:
“Y además, entre nosotros y vosotros se interpone un gran abismo, de modo
que los que quieran pasar de aquí a vosotros, no puedan; ni de ahí puedan pasar
donde nosotros." (Lc 16, 19-31)
Unos tienen la posibilidad que les ofrece su “función”. Otras no tienen la
“función”, por lo tanto, no existe para ellas tal posibilidad. Lo que sí harán unas con
respecto a otros es escuchar. Y dicho así, suena a desventaja fatal incluso en el
caso de que esa cualidad o virtud será ensalzada como fundamental en la misma
madre de Dios. ¿Qué mejor espejo se puede tener?
Llegamos a la misma conclusión que Cristine de Pizán:
Yo dije entonces:
Señora, ahora entiendo mejor que antes por qué hablasteis de la enorme
ingratitud e ignorancia de los hombres que hablan mal de las mujeres. Ahora
veo que ellas han colmado de bienes a los hombres y ellos los han aceptado y aún
41
Op, cit. p. 141
Pág
ina2
5
siguen las mujeres prodigando su generosidad. ¡Que callen ya! ¡Que se callen
para siempre esos clérigos que hablan mal de las mujeres, esos autores que las
desprecian en sus libros y tratados, y que se mueran de vergüenza todos sus
aliados y cómplices por lo que se han atrevido a decir, al ver cómo la verdad
contradice lo que sostienen! La noble Carmenta ha sido para ellos como una
maestra de escuela – esto no lo pueden negar-, les enseñó la lección que tanto
orgullo y altivez les da saber, quiero decir las letras del alfabeto latino.42
Hasta aquí tenemos una identidad femenina con “perlesía o tullida”, que sólo
puede escuchar, aunque mucho menee los labios. ¿Nos ofrecerá Teresa de Jesús el
milagro del movimiento y la recuperación de los sentidos?
4.- ESTOY VIVA
“Una mujer es una hija, una hermana, una esposa y una madre, un
mero apéndice de la raza humana” (Richard Steele, siglo XVIII)43
De todo lo dicho hasta ahora, parece pertinente
preguntarse si la mirada y la palabra masculina
condicionaron también a Teresa de Jesús. Y si los posibles
condicionamientos estuvieron sometidos a un proceso, si
Teresa de Jesús consiguió o no consiguió librarse de ellos,
y en virtud de qué fuerza lo hizo.
De ella tenemos algo que no hemos conseguido de otras
muchas mujeres. Tenemos la PALABRA. Teresa, entonces,
42
Cristina de Pizán: “La Ciudad de las Damas”, Ed. Siruela, Biblioteca Medieval, 2000, p.137 43
Cf. AAVV ( Duby, G.; Perrot, M.): “Historia de las mujeres”, Tomo III: “Del Renacimiento a la Edad Moderna”, Ed. Taurus (Olwen Hufton: “Mujeres, trabajo y familia” p.33)
Pág
ina2
6
es alguien que ha ejercitado los sentidos, a pesar de todo lo que hemos venido
exponiendo. Es interesante que empiecen a publicarse sus escritos justo después
de publicarse el “Índice de Libros Prohibidos”, 1559: “Cuando se quitaron muchos
libros de romance, que no se leyesen, yo sentí mucho, porque algunos me daba
recreación leerlos, y yo no podía ya, por dejarlos en latín, me dijo el Señor: No
tengas pena, hija, que yo te daré libro vivo” (V 26,6).44
Desde el punto de vista de las ciencias sociales, el contexto del que
formamos parte nos condiciona en cosmovisiones, pensamiento, sentimientos y
emociones. Sustraerse al contexto parece una tarea imposible. ¿Funciona también
para Teresa de Jesús? Lo que podemos afirmar ya de entrada es que en ella ha
habido “proceso”. No es la misma Teresa la que tiene veinte años que la que se
enfrenta a su madurez. El conocimiento propio, del que ella ha sido tan
determinantemente defensora, se convierte en un buen catalizador de su
respuesta ante los condicionantes sociales. Pero no sólo esto. La experiencia de un
Dios Amigo, que hace que se igualen las condiciones, nos abre realmente la puerta.
Si atendemos al epígrafe de este apartado: “Una mujer es una hija, una
hermana, una esposa y una madre, un mero apéndice de la raza humana”, ella cumple la
mitad de los condicionantes para una mujer de su tiempo: se escapa al de esposa y
madre. En cambio, es hija y hermana. En qué medida ése ser hija y hermana
cambió a lo largo de su vida y en qué se pareció al ser hija y hermana de las hijas y
hermanas de su tiempo, habrá que encontrarlo a través de lo que ella misma nos
dice.
DESDE ESTA EDAD
Desde el momento en que una niña había nacido de cuna legítima, lo
que la definía, con independencia del origen social, era su relación
con un hombre. El padre, primero, y luego el marido, eran los
responsables legales de la mujer, a quienes debía honrar y obedecer.
Padre o marido, se afirmaba, le servían como parachoques ante las
duras realidades del violento mundo exterior.45
44
Las delaciones y censuras incoadas en los tribunales de la Inquisición de Toledo y Madrid, aparecen un año después de la edición Príncipe de sus obras por Fray Luis de León en 1583. (Cf. Catálogo Teresa de Jesús y el siglo XVI, Exposición Castillo interior, Catedral de Ávila, 1995, p. 244) 45 HUFTON,O.: “Mujeres, trabajo y familia”, en AAVV (Duby, G.; Perrot, M.): “Historia de las mujeres”,
Tomo III: “Del Renacimiento a la Edad Moderna”, Ed. Taurus, p.33
Pág
ina2
7
Al final del primer capítulo de su Vida, a Teresa le lleva el recuerdo de los
años de infancia y juventud. Tiene una queja, a muchos años de distancia: Fatígame,
Señor, aun decir esto, porque sé que fue mía toda la culpa; porque no me parece os quedó a
Vos nada por hacer para que desde esta edad no fuera toda vuestra. (V 1,8). Y esta queja
está motivada por la perspectiva desde la que en el momento presente se mira a sí
misma: perdí mucho tiempo, jugué mucho, di muchas vueltas, me resistí mucho y
largo tiempo. No hay aquí un sentimiento de culpa, sino el reconocimiento de la
insistencia y la gratuidad de la llamada de Dios en su vida por un lado, y su
ingratitud por otra. Sin embargo, ahora me sé salvada y la historia de mi vida tiene
un final feliz. Esta conciencia es tanto una reivindicación de la experiencia que está
narrando, como una confesión humilde de su propia verdad:
Cuando voy a quejarme de mis padres, tampoco puedo, porque no veía en
ellos sino todo bien y cuidado de mi bien. Pues pasando de esta edad, que
comencé a entender las gracias de naturaleza que el Señor me había dado,
que según decían eran muchas, cuando por ellas le había de dar gracias, de
todas me comencé a ayudar para ofenderle, como ahora diré. (Vida 1,8)
Estamos asistiendo a un tejido de miradas en estos primeros capítulos del
libro de la Vida. Los protagonistas: madre, padre, primos, parientes, criadas,
Teresa. Este tejido establece tramas de interrelación interesantes desde la
perspectiva de género. La trama de este tejido se desarrolla en una sociedad
patriarcal que sanciona y determina el papel social marginal de las mujeres. Pero
además, esta dinámica tiene la característica de ser global, en la medida que
afecta a todas las personas: padre madre, hermanos, hermanas, parientes,
amigos..., y si se puede afirmar, también es transfronteriza, no tiene límites ni
fronteras.46
Los protagonistas:
Parece que Teresa afirma que sus padres no tienen nada que ver sus
acciones. No hay que pedirles responsabilidades. Realmente, ellos responden
perfectamente al modelo de padres virtuosos. ¿Qué hacen los padres virtuosos con
sus hijos? Los custodian, los cuidan y procuran que sus hijos vean en todo lo que
lleva a la virtud. Así lo recomendaba también Juan Luis Vives cuando se refiere a
la educación de las niñas47:
46
Ortega López, M.: Casa o convento: la educación de las mujeres en la sociedad moderna y contemporánea, http://www.vallenajerilla.com/berceo/ortega/casaoconvento.htm 47
Vives, J.L: De institutione foeminae christian[a](La educación de las doncellas cristianas), La educación de la niña cuando aún no habla, Brujas, 5 de Abril de 1523, p. 43
Pág
ina2
8
Por consiguiente, debe permanecer alejada de las diversiones que exige esa edad, e
igualmente de todo cuanto signifique un obstáculo para una correcta educación,
procurando que ningún atisbo de indecencia arraigue en sus espíritus ni se aficione
demasiado a la garrulería. Sin embargo, desde esa temprana edad medite, como si
de un juego se tratara, aquellas cosas que en el futuro van a redundar en su
provecho; reciba los consejos y estímulos a través de fábulas cortas y castas;
manténgase alejada del contacto con las muñecas, porque, en cierto modo, son
remedo de la idolatría, y despiertan y acrecientan la pasión de las mujeres por los
peinados y el acicalamiento. Mejor aconsejaría yo esos juguetes, fabricados con
estaño o con plomo, que reproducen todos los utensilios del ajuar doméstico…
Pero en el caso de su madre, a pesar de todo lo dicho, hay una pequeña
fisura que tiene que ver con su afición a los Libros de Caballería. Pero esto también
está justificado, puesto que lo hacía para hacer frente a los sufrimientos y
trabajos que tenía. Por lo demás, es, viste, se comporta con la dignidad propia de
una mujer cristiana. También Luis Vives la alabaría, puesto que, según Teresa,
incluso siendo joven, parecía muy mayor. Doña Beatriz cumplía a la perfección y con
creces la virtud de la castidad, en la que tanto incide este autor en su tratado de
educación para las doncellas. Ya en la introducción que dirige a la reina Catalina,
Reina de Inglaterra, a quien dedica la obra, afirma:
Además, así como son numerosos los aspectos a tener en cuenta para
instruir a los varones, las costumbres de las mujeres pueden educarse ciertamente
con muy pocos preceptos, ya que los hombres se desenvuelven tanto en casa como
fuera de ella; en los asuntos privados y en los públicos. Por tanto, las distintas
formas de comportarse en una gama de actividades tan diversas no se detallan sino
en extensos tratados. En cambio, la única preocupación para la mujer es la castidad,
por lo que, si hacemos una exposición sobre esa virtud, parece que la dejamos con
una instrucción suficiente. Por este motivo es más execrable el crimen de aquellos
hombres que intentan corromper el único tesoro de las mujeres, como si uno se
preocupara de apagar aquella luz que le queda al tuerto.48
La castidad de Doña Beatriz no dejaba lugar a dudas. Parece Teresa
quejarse de haber roto ella esta tradición materna, que era la de poner límites a lo
que pudiera ponerla en peligro o lo que la distrajera de su ser madre y esposa.
Tenía conciencia de su hermosura, pero parece que evitaba hacer caso de ella. Sin
embargo, no había nada de forzado en su forma de actuar, puesto que era apacible
48
Op. cit. Introducción, p.27.
Pág
ina2
9
y tenía entendimiento. Teresa, en cambio, rompiendo esta tradición, no tardará en
meterse en ocasiones:
Mi madre también tenía muchas virtudes y pasó la vida con grandes enfermedades. Grandísima honestidad. Con ser de harta hermosura, jamás se entendió que diese ocasión a que ella hacía caso de ella, porque con morir de treinta y tres años, ya su traje era como de persona de mucha edad. Muy apacible y de harto entendimiento. Fueron grandes los trabajos que pasaron el tiempo que vivió. Murió muy cristianamente. (Vida 1,2)
Teresa pretende mantener una relación de complicidad con su madre en
algunos aspectos. En su caso, no tiene interiorizados los valores que definen a una
doncella cristiana según los cánones del momento. Al contrario, parece que se
rebela contra ellos cuando empieza a pensar por sí misma. ¿A qué conducirá esta
rebeldía en este momento en que Teresa no tiene interiorizados los valores de su
madre, y tampoco tiene otros elaborados críticamente desde su experiencia? Esta
rebeldía le conducirá a la pérdida. No encuentra su propia identidad. Esta crisis se
manifiesta en una confianza excesiva en la palabra de otros y otras sobre ella. Y la
destruirán. A Teresa no le sirve el modelo materno, por un lado, pero no tiene otro
en el que apoyarse, por otro. Por eso, ahora desde la madurez puede afirmar que
todo aquello paréceme que comenzó a hacerme mucho daño lo que ahora diré. (Vida 2,1)
El padre entrará también en escena. Para Teresa representa el varón
virtuoso del que hablan los clásicos, además ejerce el papel de custodia del que
hemos hablado más arriba refiriéndonos al rol de los varones en las sociedades
medievales y modernas. Al menos, en parte. Puesto que parece que en él no se
desarrollan los aspectos más negativos y extremos que se desarrollan en otros
varones custodiadores de lo femenino. Para él, el comportamiento de Teresa era un
motivo de tristeza. Pero no comprende ni comparte esas aficiones. Se asusta y ese
miedo lo traduce ciertamente en ponerse en guardia y ejercer su autoridad. Es lo
que corresponde. Por eso Teresa afirmará que había que tener aviso a que no lo viese
(Vida 2,1). ¿Tenía Don Alonso la voz de Juan Luis Vives detrás sus preocupaciones y
razonamientos?
No parece probable que sea recatado el espíritu de una mujer cuyos pensamientos se han centrado en las armas, en los músculos y en la fuerza varonil. ¿Qué lugar le queda a la indefensa, inerme y débil castidad entre tanta reciedumbre? La mujer que piensa en estas cosas llenará de ponzoña su corazón, de la que son indicio clarísimo esta preocupación y estas palabras…… Me sorprende también el que unos padres santos consientan esto a sus hijas y los maridos a sus esposas, y que las costumbres y las instituciones de los pueblos no le presten la menor atención al hecho de que las mujeres con la lectura y los poderes públicos no sólo atiendan a la actividad judicial y los pleitos, sino también a las costumbres tanto públicas como privadas. Por lo tanto, sería razonable que, mediante unas leyes concretas, se prohibiera cantar al pueblo esa clase de canciones libinidosas y desvergonzadas. … Deberían igualmente ocuparse de los libros pestíferos, como son, en España, Amadís, Esplandián, Florisando, Tirant lo Blanch y Tristán, cuyas locuras nunca
Pág
ina3
0
tienen final y de los que a diario salen títulos nuevos; la alcahueta Celestina, madre de necedades y cárcel de amores… [Pg. 66-67]49
No tenía sentido que una mujer centrara sus pensamientos en músculos y
fuerza varonil según el parecer del humanista Juan Luis Vives. Y eso porque
perjudicaba a su castidad, el tesoro más valioso de la mujer. El padre de Teresa no
era de los que consentían a su hija y esposa leer semejantes “libros pestíferos”. En
esto estaban totalmente de acuerdo el humanista y don Alonso.
¿Hay también alguna fisura en el comportamiento de su padre? Si la
“debilidad” por los libros de caballería era la fisura del comportamiento de su
madre, en el caso de Don Alonso, esa grieta se va a manifestar en una excesiva
confianza. ¿Confianza en qué?
Quizás a Don Alonso le traicionó la idea patriarcal de que la mujer en el
ámbito privado está asegurada y preservada. Su visión se correspondía con otra
idea generalizada en su tiempo: las mujeres reducidas al ámbito de lo privado, no
sólo están custodiadas, sino que también están protegidas de peligros:
… porque no es adecuado que una mujer esté al frente de una escuela, ni que
trabaje entre hombres o hable con ellos, ni que vaya debilitando en público su modestia y su pudor, en su totalidad o en gran medida, mientras enseña a otros y, luego, gradualmente, los pierda. Si ella es virtuosa, le conviene más quedarse en casa y mantenerse alejada de los demás; pero si se encuentra en alguna reunión, con los ojos bajos guardará recatadamente silencio, de manera que la vean algunos, pero sin que nadie la oiga.50
Teresa desafiaba la virtud de su padre. Si él consentía a sus aficiones,
traicionaba los valores que corresponden a un padre virtuoso. Pero no sólo su
virtud, sino su misma identidad como varón cristiano, a quien corresponde velar por
la honestidad de su hija.
La pasión por la lectura de los libros de caballería no hacía sino afianzar en
Teresa ese modelo donde los varones superan todos los obstáculos posibles para la
conquista de mujeres que los esperan, o de las heroínas que puestas a prueba y
realizadoras de gestas. La lectura genera en ella expectativas, deseos y sobre
todo, un fuerte impacto. Según Tomás Álvarez, dicho impacto se vio reflejado en la
composición, quizás con su hermano Rodrigo, de un relato:51
… se repite en la lectora un gesto similar al producido por las lecturas de
infancia. Entonces, la reiterada visión de las viñetas martiriales de santos “descabezados” inspira en ella y Rodrigo la fuga de casa, para “ser descabezados por Cristo”. Ahora, la lectura de las gestas de caballerías les hace empuñar la pluma
49
Op. cit. Juan Luis Vives, pp. 66-67 50
Op. cit. Juan Luis Vives, p. 64. 51
Álvarez, Tomás: “Cultura de mujer en el siglo XVI”, Aprendizaje de infancia y adolescencia, pp.51-ss
Pág
ina3
1
y componer - ¿entre los dos?- un relato del género. Lo cuenta su primer biógrafo, Ribera:
“Diose, pues, a estos libros no de caballerías sino de vanidades, con gran gusto, y gastaba en ellos mucho tiempo, y como su ingenio era tan excelente, ansí bebió aquel lenguaje y estilo, que dentro de pocos meses ella y su hermano Rodrigo de Cepeda compusieron un libro de caballerías con sus aventuras y ficciones, y salió tal que había harto que decir, después, de él. Sacó de este estudio la ganancia que se suele sacar…”
Sin embargo, más allá del impacto en sí mismo en el sentido de que
desarrolla la escritura en Teresa, lo que nos interesa desde nuestra perspectiva es
observar en qué medida Teresa está reproduciendo los modelos de esta sociedad
patriarcal. Y también en qué medida, se refuerzan sobre ella las medidas de
custodia y control social, que participan por otra parte, del mismo modelo.
No será sólo el padre o la madre quienes están involucrados en esa función
de custodia, sino también su hermana mayor. Teresa afirma, al igual que de su
madre, que tenía mucha honestidad y bondad. Es decir, la hermana se adecúa
perfectamente al modelo de mujer virtuosa transmitido por la madre, y “heredado”
de ella después de su muerte. Teresa también por aquí querrá desafiarlo.
Así me acaeció a mí, que tenía una hermana de mucha más edad que yo, de
cuya honestidad y bondad -que tenía mucha- de ésta no tomaba nada, y tomé
todo el daño de una parienta que trataba mucho en casa. Era de tan livianos
tratos, que mi madre la había mucho procurado desviar que tratase en casa;
parece adivinaba el mal que por ella me había de venir, y era tanta la ocasión
que había para entrar, que no había podido. A ésta que digo, me aficioné a
tratar. Con ella era mi conversación y pláticas, porque me ayudaba a todas
las cosas de pasatiempos que yo quería, y aun me ponía en ellas y daba parte
de sus conversaciones y vanidades. (Vida 2,3)
Los textos hablan en hechos. El padre, la madre y la hermana mayor Teresa
se comportan según el modelo patriarcal en el sentido de que es al padre al que le
toca velar por la custodia de la hija y de la esposa. A Dª Beatriz le corresponde
responder al rol de esposa y de madre: entrega, silencio, recato, honestidad,
virtud. Teresa reproduce estos roles y este esquema. Pero, ¿de qué manera?
Porque, en realidad, parece querer escaparse de él. Vive esa ambigüedad durante
mucho tiempo.
Responde Teresa, por un lado, al modelo de muchachas jóvenes hidalgas de
la sociedad de su tiempo cuando “desea contentar en parecer bien”.
En este particular, Juan Luis Vives es una voz crítica: No encontrarás con
facilidad una mujer mala si no es aquélla que ignora o no considera adecuadamente qué bien tan enorme es la honestidad; qué delito tan inmenso comete si la pierde;[…] cuán trivial y
Pág
ina3
2
superficial es peinarse meticulosamente, ataviarse, embellecerse y ponerse demasiados adornos, cuán pernicioso resulta atraer hacia sí las miradas y los deseos de los demás.52
No obstante, ¿le preocupa a Teresa la honestidad? Si nos fijamos en lo que
ella nos transmite, en estos momentos no mira en absoluto esta cuestión. Al menos
en el sentido que la transmisión familiar tiene. Hay un resquicio, que no viene desde
luego de las voces del padre, la madre o las hermanas. El resquicio por el que Dios
se cuela, es precisamente esa especie de “temor por ofender a Dios” que la salva
de caer en mayores peligros. Pero seguimos en la misma línea anterior, le falta
conocimiento del mundo y de sí misma, le falta consciencia de sus necesidades, no
se conoce en límites y tendencias, y aquí, las normas morales y los cuidados
paternales no funcionan. Es su cuerpo quien comprenderá por experiencia dónde
están los límites. Tiene que pasar necesariamente por la experiencia dramática de
estar derramada, por no ser dueña de sí misma.
A simple vista pudiera parecer que por cómo lee su experiencia, Teresa
fuera partidaria del encerramiento o la protección de las mujeres en las casas
cuando afirma: Tenía primos hermanos algunos, que en casa de mi padre no tenían otros
cabida para entrar, que era muy recatado, y pluguiera a Dios que lo fuera de éstos también. Eran casi de mi edad, poco mayores que yo. Andábamos siempre juntos. Teníanme gran amor, y en todas las cosas que les daba contento los sustentaba plática y oía sucesos de sus aficiones y niñerías nonada buenas; y lo que peor fue, mostrarse el alma a lo que fue
causa de todo su mal. (Vida 2,2). En realidad, lo que está diciendo con respecto a su
padre, es que ha pecado de ingenuidad, que ha dejado abierta una fisura a su
protección. Ingenuidad que también es la suya propia, la que aprende de él, porque
en realidad, ella no “conoce la vanidad del mundo”.
Todas estas situaciones, terminan en una custodia más radical, ya no en la
casa familiar, sino en el convento, el otro lugar donde la protección puede estar
asegurada. Teresa lo sabe, y experimenta el temor de quien se sabe a punto de ser
descubierta. La tensión del temor es real, pero también lo es, el hecho de que el
apartamiento le hace tomar consciencia y despertar de un sueño. Se da cuenta de
su dependencia, nota el cansancio y el rompimiento que esto le provoca.
En el mundo que conoce, el presente y el futuro es la dependencia femenina
del varón. En el nuevo mundo de relaciones con el que se encuentra, esa
dependencia está debilitada y amenazada. Sólo en el momento que escuche los
reclamos externos, (voces masculinas) le desasosiegan con recaudos:
Los primeros ocho días sentí mucho, y más la sospecha que tuve se había entendido la vanidad mía, que no de estar allí. Porque ya yo andaba cansada y no dejaba de tener gran temor de Dios cuando le ofendía, y procuraba confesarme con brevedad. Traía un desasosiego, que en ocho días -y aun creo menos- estaba muy más contenta que en casa de mi padre. Todas lo estaban conmigo, porque en esto me daba el
52
Op. cit. Juan Luis Vives, p. 56
Pág
ina3
3
Señor gracia, en dar contento adondequiera que estuviese, y así era muy querida. Y puesto que yo estaba entonces ya enemiguísima de ser monja, holgábame de ver tan buenas monjas, que lo eran mucho las de aquella casa, y de gran honestidad y religión y recatamiento. (Vida 2,8)
Sin embargo, hay algunas circunstancias que hacen que esta dependencia se
vaya diluyendo, aunque seguirá siendo una amenaza: la primera circunstancia es su
cansancio, un reclamo puramente interior, frente al desasosiego de recaudos
externos. La segunda circunstancia está relacionada con la primera, la posibilidad
de escuchar dentro, hace transparente el temor de Dios y la autenticidad
(confesarse). La tercera circunstancia son las relaciones nuevas que establece con
mujeres: Teresa reconoce estar mejor que en la casa de su padre. Las razones:
porque eran buenas monjas, honestidad, religión y recatamiento. ¿Pero no son éstos
los valores que se esperan de las mujeres? Realmente, pero la vida no está
construida desde los puntos de vista, la tutela y la protección de los varones. Hay
una independencia que Teresa necesita en este momento de encrucijada vital. Y
hay también algo fundamental: viven el evangelio. Teresa es capaz de percibir que
esto es lo que realmente le vuelve a despertar del sueño. En realidad, lo que ha
vivido se puede definir como una hipnosis, un enajenamiento.
El proceso del despertar es visible: de la preocupación por el trato con quien
por vía de casamiento me parecía podía acabar en bien; e informada de con quien me confesaba y de otras personas, en muchas cosas me decían no iba contra Dios (Vida 2,9)
pasa a otra situación espiritual en año y medio: Mas todavía deseaba no fuese monja,
que éste no fuese Dios servido de dármele, aunque también temía el casarme. […] Miraba más el gusto de mi sensualidad y vanidad que lo bien que me estaba a mi alma. Estos buenos pensamientos de ser monja me venían algunas veces y luego se quitaban, y no podía
persuadirme a serlo. (Vida 3,2). La lucha está servida. Dos mundos enfrentados. Uno
va más allá de lo moral, que Teresa describe como la tendencia de la sensualidad y
vanidad, lo podemos englobar dentro de las voces externas. El otro, es una
situación en germen difícil de definir y que tiene que ver con voces internas. La
lucha va a terminar en enfermedad.
Con el epígrafe “Desde esta edad” hemos querido sintetizar el primer
tramo de la trayectoria teresiana desde la perspectiva de género. Concluimos con
algunas apreciaciones que nos parecen importantes:
La lectura que hace Teresa de su vida está hecha en perspectiva. No
escribe una adolescente que vive los acontecimientos, sino la mujer
madura que ha leído su propia vida desde la perspectiva de la relación
con Dios y ve su unidad. No hay en ella satisfacción en su
comportamiento de juventud. Pero tampoco carga las tintas con un toque
moralista. Advierte a los padres a cuidar de la educación de los hijos y a
cultivar en sí mismos la virtud. Pero lo que en realidad le pesa es que
este comportamiento ha retrasado su entrega absoluta a Dios. Verse
Pág
ina3
4
liberada de estas actitudes significa también una liberación con
respecto a las relaciones patriarcales.
En este caso, su personal experiencia de Dios le hace entender al paso
de los años, que lo que ella pensaba que no era nocivo, era en realidad,
perjudicial para ella. Tampoco hay aquí ningún tinte moralista, sino la
constatación serena de los hechos: Comencé a traer galas y a desear contentar en parecer bien, con mucho cuidado de manos y cabello y olores y todas las vanidades que en esto podía tener, que eran hartas, por ser muy curiosa. No tenía mala intención, porque no quisiera yo que nadie ofendiera a Dios por mí. Duróme mucha curiosidad de limpieza demasiada y cosas que me parecía a mí no eran ningún pecado, muchos años. Ahora veo cuán malo debía ser. (Vida 2,2)
Cuán malo debía ser: ¿Seguir el patrón social? ¿No es lo que cualquier joven
tiene que hacer para encontrar un buen esposo, un príncipe azul? Y si no es para
encontrar marido, ¿no es natural? Si así lo es, tendremos que preguntarnos por qué
Teresa lo resalta ahora en su biografía. La luz que ilumina este proceso vuelve a
ser la misma. Es la luz que tiene una persona que sabe por experiencia hasta qué
punto, entregarse sin reflexión al “modo social”, acabas siendo esclava de él. La
esclavitud consiste en pretender “ser salvada”, “ser conquistada”, “ser querida”, sin
tomar conciencia de que no son los otros en quienes está la felicidad personal. Las
consecuencias de algo que aparentemente no reviste importancia no se hacen
esperar. Así, después de muchos años de luchas contradictorias, Teresa se queja
profundamente, lo cual va indicando un proceso de desenmascaramiento de aquel
patrón y su final. Ruptura definitiva y absoluta en la madurez de Teresa.
Este empoderamiento del cuerpo y de la vida entera es también un milagro
de la transformación que con ella va operando Dios. Porque, como afirma
Mercedes Navarro: Al principio Teresa oye y escucha todo; muchas voces le llegan como signos y le crean desconcierto; a todas quisiera responder: a las interiores y a las exteriores, a las de Dios y a las de los hombres, aun cuando sean contradictorias. Es una receptora sin más. Poco a poco, el oído va siendo acorde con las actitudes de los demás sentidos, de las restantes fuerzas que en ella coexisten. Poco a poco, Teresa escoge, limita, aprende lo que debe recibir. No quiere halagos. No quiere intranscendencias. Hubo voces más fuertes y por ellas aprende a recibir a los demás, a escuchar aquello que debe y que quiere; esto la lleva a una mayor armonía Íntima. Dios se hace tan patente en su vida que ya sólo le escucha a Él. Teresa ya conforma sus oídos desde su situación interna. No por traición a la realidad, ni por tergiversación de la misma, sino por plenitud de sentido íntimo.53
53
Navarro Puerto, M.: EL CUERPO SENTIENTE, (extracto de El cuerpo de Santa Teresa, Rev. Esp. Nº 161).
Pág
ina3
5
Al principio, escucha las voces sociales que la llevan por un camino previsible
para cualquier mujer de su estatus social y de sus posibilidades, incluyendo a las
religiosas. Pero esto provoca en ella una pérdida tan fuerte, que acabará
manifestándose en enfermedad.
La experiencia de Dios Amigo le hará entender que sólo hay un espacio
válido para aprender a vivir: el propio interior. Las dicotomías entre lo
privado y lo público que establecía la sociedad patriarcal de su tiempo, se
rompen en ella gracias a esta experiencia divina. Es el espacio interior
habitado por Dios el que hay que cultivar, y por lo tanto, la protección no
viene de fuera, sino desde dentro de esa experiencia.
Porque ahora veo el peligro que es tratar en la edad que se han de
comenzar a criar virtudes con personas que no conocen la vanidad
del mundo, sino que antes despiertan para meterse en él. (Vida 2,2)
¿Cuál es la alternativa estratégica de Teresa? Es una llamada a la
consciencia: hay que educar a los hijos y las hijas para que conozcan en qué
consiste la vanidad del mundo. Pero no sólo eso. Con ello de paso, avisa para que no
caigan en su propia ingenuidad e ignorancia. No haremos decir a Teresa de Jesús
lo que no dijo, pero sí leeremos más allá del texto lo que viene siendo una voz
demasiado potente como para no escucharla: es la irrupción y el protagonismo de
Dios en la vida de las personas la que rompe y orienta todo hacia el amor raíz. Y en
función de ese amor, todo lo demás es relativo, basura: Paréceme ahora a mí que cuando una persona ha llegádola Dios a claro conocimiento de lo que es el mundo, y qué cosa es mundo, y que hay otro mundo, y la diferencia que hay de lo uno a lo otro, y que lo uno es eterno y lo otro soñado, o qué cosa es amar al Criador o a la criatura (esto) visto por experiencia, que es otro negocio que sólo pensarlo y creerlo), o ver y probar qué se gana con lo uno y se pierde con lo otro, y qué cosa es Criador y qué cosa es criatura, y otras muchas cosas que el Señor enseña a quien se quiere dar a ser enseñado de él en la oración o a quien Su Majestad quiere, que aman muy diferentemente de los que no hemos llegado aquí (CP 6,3)
Teresa atribuye a Dios el protagonismo en este camino liberador. De la
experiencia de no saber qué es la vanidad del mundo, ella sale victoriosa
porque sabe que Dios conduce a quienes se aventuran en su camino y les da
la capacidad de conocer, analizar y discernir. Ésa es su experiencia. Las
medidas de custodia de las mujeres sirven al control social. En Teresa han
sido trascendidas en función de la relación honda y profunda con un Dios
empeñado en ella misma. Pero hay que seguir el curso de la historia. Teresa
vive el proceso de maduración humana y de fe en largos años.
Pág
ina3
6
DIOME UNA GRAN ENFERMEDAD… QUE SIEMPRE TENÍA BIEN
POCA SALUD.
Aparece la enfermedad como una situación habitual en la vida de Teresa.
Quien lee el relato que ella hace de las enfermedades que padece, no puede dejar
de cuestionarse: ¿tienen relación con su lucha espiritual? ¿o simplemente son
enfermedades separadas de su situación existencial y sus combates con los
demonios?¿son sólo meras somatizaciones de una situación que no soporta? En
nuestro caso, ¿tendrá que ver con las relaciones que puede o no puede establecer
en una sociedad regida por varones? No son preguntas ociosas, pero tenemos que
acudir a la lectura de los textos, para encontrar respuestas. También tenemos que
acudir a otros testimonios de mujeres que atraviesan situaciones de enfermedad y
encrucijada espiritual.
Empecemos por los testimonios. Elegiremos a Hildegarda de Bingen, mujer,
mística, Edad Media, que también interpreta o lee su propia enfermedad con la
perspectiva de los años transcurridos desde su particular experiencia de Dios. Uno
de sus biógrafos, relatando la vida, afirma lo siguiente:
… Transcurrieron muchos años en los que Hildegard perseveró en el santo propósito
de complacer a Dios, y llegó el tiempo en que su vida y sabiduría habrían de
manifestarse para la salvación de muchos. La voz de Dios le instaba a que se
detuviera a escribir lo que hubiera visto u oído. Ella lo retrasaba por vergüenza
femenina, temiendo además no sólo la jactancia del vulgo sino los juicios
temerarios de los hombres. Pero un violento aguijón la obligó a no dudar más en
descubrir los secretos revelados del cielo. Y así cuando en una ocasión yaciera
debido a una larga enfermedad, confesó con miedo y humildad la causa de aquel
castigo, primero al monje que había sido propuesto como su maestro, y a través de
él el abad. El abad reflexionó acerca del insólito acontecimiento y, sabiendo que a
Dios nada le es imposible, llamó a los más sabios del monasterio para que juzgaran lo
que había oído. Interrogó a Hildegard acerca de sus escrituras y visiones, y le
exhortó a que mostrara lo que Dios le daba. En cuanto comenzó a escribir la obra
que antes no se atreviera, le volvieron las fuerzas y pudo levantarse del lecho.54
Este impresionante texto muestra que la enfermedad que sufre Hildegard
es fruto de una resistencia y de un miedo. El miedo al juicio de los varones y a las
consecuencias sociales que sus visiones pudieran causar. Tener visiones y sabiduría
si se es mujer es motivo de sospecha. Hildegard debe defenderse. En el texto
aparece Dios como quien impulsa y respalda la comunicación de lo que ve y oye,
54
Theoderich von Echternach: Vida y visiones de Hildegard von Bingen, Ed. Siruela, Biblioteca Medieval, 2001, pp.39-40.
Pág
ina3
7
quizás pueda ser un artificio para justificar su vocación profética. Pero lo que nos
interesa ahora es el hecho de la enfermedad que se manifiesta como el aguijón de
Dios que le impulsa a perder el miedo para revelar sus secretos, secretos que están
reservados a los varones. Una vez vencido el miedo y organizadas las condiciones
para que pueda ser recibida su palabra, a Hildegard le vuelven las fuerzas mientras
escribe. Tiene importancia el hecho de que en cuanto comenzó a escribir la obra que
antes no se atreviera, le volvieron las fuerzas y pudo levantarse del lecho. No es una
cuestión puntual, sino que escribir y levantarse de la postración, es todo un
proceso que se seguirá manifestando. ¿Quiénes pueden o no pueden escribir en su
sociedad?¿A quiénes se les reserva este derecho?
Pero no se trata sólo de la escritura, sino de la forma de vida. Hildegard, es
llamada a vivir en comunidad de hermanas en Bingen. Pero también su miedo la
retiene. En su biografía aparece la razón: como no ejecuta el mandato divino, los
pies no caminan. Si el abad tuviera tentación de limitar su autonomía y el camino de
su existencia, tendría que enfrentar a Dios mismo. Ante esto, todos los esquemas
sociales y prejuicios por cuestión de género se caen:
Mientras tanto Hildegard, para quien se preparaban aquellas viviendas, yacía
castigada debido al retraso en ejecutar el divino mandato, negándose los pies a
cumplir su función. Además, no podía ser movida de la cama, donde había caído como
una roca. Como el abad no podía creer lo que le contaban, entró para ver. Después
de tratar con todas sus fuerzas de alzarla por la cabeza o inclinarla a un lado sin
lograr absolutamente nada, reconoció estupefacto ante tan insólito milagro que
aquello era divino castigo y no sufrimiento humano, y sostuvo que no habría de ser
contrariado por él un edicto celeste, si él mismo no quería soportar algo peor.
… Así, después de que transcurriera mucho tiempo sin que Hildegard pudiera andar,
fue decidido por ambas partes que marchara con sus hermanas al lugar que había
visto en el espíritu. El abad entró donde yacía postrada y le dijo que, en nombre de
Dios, se levantara para partir a la casa que el cielo le había destinado. Entonces ella
se levantó tan deprisa como nadie hubiera podido hacerlo después de tanto tiempo
de debilidad, y todos los que estaban allí quedaron llenos de estupor y admiración.55
Y no hay más remedio que dialogar-decidir-ratificar la experiencia.
Entonces, el proceso se puede cerrar porque Hildegard está totalmente protegida.
Su palabra no puede ser ya sospechosa de ninguna herejía. El respaldo del abad
significa que los juicios de valor de otros varones no tienen peso, con tal protector
al lado. Y la enfermedad desaparece. Pero es más. No sólo desaparece la
enfermedad en Hildegard, sino que el entorno social que es capaz de construir es
totalmente alternativo, puesto que implica la libertad con respecto a los señores
feudales: Como había adquirido el lugar en estado de libertad, decidió que sería siempre
libre, esto es, sometido sólo a la iglesia de Mainz, sin otro señor más que el arzobispo de la
55
Op.cit. Vida y visiones de Hildegard… pp. 42-43.
Pág
ina3
8
misma sede. No se arrogó ningún protector laico, pues no quería que pareciera que metía al lobo en el redil, ya que muchas iglesias en el mundo sufren de ese mal y por ello serán destruidas.56
Esta libertad con respecto a los señores feudales tiene consecuencias
sociales significativas y consecuencias ambientales, pero la enfermedad previa,
vuelve a ser la manifestación de un castigo divino, un “aguijón que avisa”, por sus
resistencias:
En cuanto la virgen conoció por íntima revelación que por tal asunto tendría que
dirigirse al susodicho cenobio, el temor la detuvo como a Jonás, y fue castigada con el látigo divino, languideciendo casi hasta la muerte. Aquel golpe le sirvió de advertencia. Se hizo llevar al oratorio y allí juró ir a donde Dios le mandara, si cesaba el castigo. Luego pidió que la sentaran en un caballo, la aguantaran por las manos y la condujeran. No habían recorrido más que un corto trecho, cuando le volvieron las fuerzas y continuó avanzando llena de alegría. Al llegar a la montaña que llevaba el nombre del confesor, explicó el motivo que le había impulsado a ir hasta allí, y llevó a cabo la liberación del lugar de su vivienda con los alodios que le pertenecían, con respecto a aquel monasterio.57
¿Tendrán algo en común Hildegarda y Teresa?
Por el título del capítulo cuarto del libro de la Vida: Dice cómo la ayudó el
Señor para forzarse a sí misma para tomar hábito, y las muchas enfermedades que
Su Majestad la comenzó a dar parece que Teresa de Jesús también atribuye a Dios
sus enfermedades. ¿Serán también como en el caso de Hildegard el síntoma de una
desobediencia a escuchar la palabra propia y vivir un estilo de vida?
En el caso de Teresa, por lo que ella misma cuenta, tenemos más datos que
nos permiten seguir un proceso.
1. En un primer momento, está en una encrucijada. Se siente determinada
a seguir su propio camino, con lo que ello significa, pero todavía debe
enfrentarse al hecho de que su padre, utiliza su autoridad como un
medio de coerción, aunque Teresa lo suaviza con la expresión “era tanto
lo que me quería”: Habíanme dado, con unas calenturas, unos grandes
desmayos, que siempre tenía bien poca salud. Diome la vida haber quedado ya amiga de buenos libros. Leía en las Epístolas de San Jerónimo, que me animaban de suerte que me determiné a decirlo a mi padre, que casi era como a tomar el hábito, porque era tan honrosa que me parece no tornara atrás por ninguna manera, habiéndolo dicho una vez. Era tanto lo que me quería, que en ninguna manera lo pude acabar con él, ni bastaron ruegos de personas que procuré le hablasen. Lo que más se pudo acabar con él fue que después de sus días haría lo que quisiese. Yo ya me temía a mí y a mi flaqueza no tornase atrás, y así no me pareció me convenía esto, y procurélo por otra vía, como ahora diré. (Vida 3,7)
56
Op, cit. 42-43. 57
Op. cit. 44.
Pág
ina3
9
No hay lugar para rendirse, aunque la tentación de abandonar está
cercándola. Busca otros caminos alternativos:
la alianza con un miembro varón de su familia, a quien convence para seguir
el mismo camino. Esta alianza es un mensaje entre líneas para su padre. Si él
sí, yo también. Pero salir del sistema patriarcal es duro, como un arrancarse
la propia vida. Las condiciones fueron fuertes: “después de sus días podía hacer lo que quisiese”.
También encuentra otra manera de defenderse: Diome la vida haber quedado amiga de buenos libros. Las lecturas que le hacen tomar fuerza
para seguir su determinación.
Es la decisión primera y más total que ha hecho Teresa hasta el momento.
Romper con los lazos familiares, lazos de amor pero también de dependencia. Pero
tomará su decisión. Al final, no escuchará la voz paterna, sino muy al contrario,
sabiendo muy bien cuáles son sus fuerzas, se “hace fuerza contra ella misma”.
Podría haber hecho caso al hecho de que se trataba de un padre viudo, que algunos
de sus hermanos también se habían marchado. ¿Quién si no la hija no casada para
no dejar “el nido vacío”?
La alegría es el efecto inmediato. Pero la decisión ha hecho algo más: Teresa
ha visto que su manera de actuar es la más adecuada para otras circunstancias
donde tenga los mismos conflictos. Esto no deja de ser interesante. No hay en ella
la consciencia de las palabras y los valores que hoy dominamos a la perfección:
quiero tener mi vida propia, busco mi realización personal, etc… sino que es la
fuerza de la llamada de Dios la que está detrás de esta ruptura. ¡Si esto es así, qué
esperanza más grande para todo movimiento emancipador y liberador!:
Cuando de esto me acuerdo, no hay cosa que delante se me pusiese, por grave que fuese, que dudase de acometerla. Porque ya tengo experiencia en muchas que, si me ayudo al principio a determinarme a hacerlo, que, siendo sólo por Dios, hasta comenzarlo quiere -para que más merezcamos- que el alma sienta aquel espanto, y mientras mayor, si sale con ello, mayor premio y más sabroso se hace después. Aun en esta vida lo paga Su Majestad por unas vías que sólo quien goza de ello lo entiende. Esto tengo por experiencia, como he dicho, en muchas cosas harto graves. Y así jamás aconsejaría -si fuera persona que hubiera de dar parecer- que, cuando una buena inspiración acomete muchas veces, se deje, por miedo, de poner por obra; que si va desnudamente por solo Dios, no hay que temer sucederá mal, que poderoso es para todo. Sea bendito por siempre, amén. (Vida 4,2)
Y toma conciencia de algo muy importante: cuáles son las voces que debe
seguir y a cuáles no debe hacer caso. La enfermedad, por tanto, viene a ser el
síntoma de no haber actuado según estas voces.
Pág
ina4
0
2. Según lo que escribe Teresa, la enfermedad se produce por el cambio
de vida y de alimentación. Afirma que su sujeto no lo resistió. Pero si
leemos entre líneas, quizás descubramos algo más entre sus
afirmaciones. Para hacer frente a la enfermedad, vuelven a aparecer los
libros. Y ahora un dato nuevo: no quiere leer otros libros que no sean
apropiados al momento que está viviendo porque sabe el mal que le han
hecho. ¿Dónde está esa mujer sin límites para leer que era hasta ahora?
Tiene otra necesidad, mucho más perentoria: hacer oración de
recogimiento. La dificultad está en que no encuentra en los varones la
capacidad para entenderla. A falta de una relación dialogadora, capaz de
ayudarla a orientarse, se arroja en manos de los libros para no quedar
totalmente desprotegida:
Cuando iba, me dio aquel tío mío que tengo dicho que estaba en el camino, un
libro: llámase Tercer Abecedario, que trata de enseñar oración de recogimiento; y puesto que este primer año había leído buenos libros (que no quise más usar de otros, porque ya entendía el daño que me habían hecho), no sabía cómo proceder en oración ni cómo recogerme, y así holguéme mucho con él y determinéme a seguir aquel camino con todas mis fuerzas. Y como ya el Señor me había dado don de lágrimas y gustaba de leer, comencé a tener ratos de soledad y a confesarme a menudo y comenzar aquel camino, teniendo a aquel libro por maestro. Porque yo no hallé maestro, digo confesor, que me entendiese, aunque le busqué, en veinte años después de esto que digo, que me hizo harto daño para tornar muchas veces atrás y aun para del todo perderme; porque todavía me ayudara a salir de las ocasiones que tuve para ofender a Dios. (Vida 4,7)
Tenemos relaciones interesantes: dos situaciones críticas y desafiantes:
enfermedades-incapacidad para encontrar interlocutores para respaldar su camino
de oración. Frente a ellas una alternativa: la búsqueda de solución en una vida
interior intensa, o lo que es lo mismo una “habitación propia” donde la relación con
Jesús le da la consciencia de que me parece traía el mundo debajo de los pies (Vida 4,7)
Teresa tiene veinte años, y si seguimos con atención el relato, podemos ver
que el cultivar la relación con Dios, no se va a mantener, muy al contrario, con el
tiempo ella descubre que en realidad, ha desagradecido la dignidad de establecer
con Dios una relación de amistad. Relacionarse de igual a igual es una cosa inédita
entre las personas de distinto sexo. Porque Dios se comporta de distinta manera a
la que se comportaría cualquier marido en el caso de infidelidad de su esposa.
Cuando ve en perspectiva la historia, descubre hasta qué punto su Dios escapa a los
patrones culturales y de qué está presa ella:
Paréceme ahora que tenía razón de no querer tan gran dignidad, pues tan mal había
de usar de ella. Mas Vos, Señor mío, quisisteis ser -casi veinte años que usé mal de
esta merced- ser el agraviado, porque yo fuese mejorada. No parece, Dios mío,
Pág
ina4
1
sino que prometí no guardar cosa de lo que os había prometido, aunque entonces no
era esa mi intención. Mas veo tales mis obras después, que no sé qué intención
tenía, para que más se vea quién Vos sois, Esposo mío, y quién soy yo. (Vida 4,3)
Las enfermedades siguen, y durante dieciocho años la imposibilidad de encontrar a
alguien que entendiese y guiase su situación espiritual. Defenderse como puede con
libro en las manos no es suficiente para evitar las ocasiones. Entonces, las
enfermedades son leídas como una posibilidad de equilibrar la balanza del
desagradecimiento a Dios:
Parecíame a mí, en este principio que digo, que teniendo yo libros y cómo tener soledad, que no habría peligro que me sacase de tanto bien; y creo con el favor de Dios fuera así, si tuviera maestro o persona que me avisara de huir las ocasiones en los principios y me hiciera salir de ellas, si entrara, con brevedad. Y si el demonio me acometiera entonces descubiertamente, parecíame en ninguna manera tornara gravemente a pecar; mas fue tan sutil y yo tan ruin, que todas mis determinaciones me aprovecharon poco, aunque muy mucho los días que serví a Dios, para poder sufrir las terribles enfermedades que tuve, con tan gran paciencia como Su Majestad me dio. (Vida 4,9)
El problema es que la sed que tiene Teresa de alguien capaz de discernir con
ella su camino espiritual es tan profunda que inconscientemente caerá en una
situación tramposa, que al final resuelve con “Dios sacó de ello harto bien”:
Venido el tiempo que estaba aguardando en el lugar que digo que estaba con
mi hermana para curarme, lleváronme con harto cuidado de mi regalo mi
padre y hermana y aquella monja mi amiga que había salido conmigo, que era
muy mucho lo que me quería. Aquí comenzó el demonio a descomponer mi
alma, aunque Dios sacó de ello harto bien. (Vida 5,3)
Parece que las condiciones externas de las relaciones son buenas: tiene el
cuidado afectivo asegurado en su familia y amiga. Y sin embargo, desde esta
situación, empieza el demonio a descomponer mi alma. ¿Cómo son posibles estas
contradicciones? O es que no bastan estos cuidados externos, o es que hay que
poner nombre a esto de “que el demonio empezó a descomponer mi alma”. ¿Qué
nombre tiene para Teresa esta acción de división del alma?
El demonio se hace ver en relación con aquello que viene siendo el anhelo
teresiano: encontrar a alguien que pueda entender su alma, con quien pueda
confrontar su espíritu. Es así donde empiezan las contradicciones y divisiones.
¿Cuáles son los motivos? Según Teresa, los motivos están ahora ya claros: los
varones que tendrían que iluminarla, la desorientan. Y ella misma, sigue la cadena
Pág
ina4
2
de confusiones y engaños para con sus hermanas: multiplica los temores, confunde
las realidades, y esto tiene consecuencias también en el seguimiento, que no le
ayuda a la radicalidad de vida, sino a una vida “concertada”. La queja que se lee
entrelíneas es una falta de visión, una ceguera, que no hace sino multiplicar ciegos,
lo cual no significa que Teresa no reconozca su propia tierra:
Esto me hizo tanto daño que no es mucho lo diga aquí para aviso de otras de
tan gran mal; que para delante de Dios bien veo no me es disculpa, que
bastaban ser las cosas de su natural no buenas para que yo me guardara de
ellas. Creo permitió Dios, por mis pecados, ellos se engañasen y me
engañasen a mí. Yo engañé a otras hartas con decirles lo mismo que a mí me
habían dicho. Duré en esta ceguedad creo más de diecisiete años, hasta que
un Padre dominico, gran letrado, me desengañó en cosas, y los de la
Compañía de Jesús del todo me hicieron tanto temer, agraviándome tan
malos principios, como después diré. (Vida 5,3)58
Vemos aquí claramente que existe una relación entre esa visión masculina
que obstaculiza el camino espiritual y el padecimiento de la enfermedad, que se
convertirá en parálisis. Si nos fijamos bien, en el hilo de la argumentación hay un
movimiento en espiral que lleva de la dificultad para encontrar a alguien que
entienda su alma a la vuelta narrativa de la enfermedad. ¿Cuándo resucita?
Resucita cuando toma conciencia del engaño. Es interesante que no utilice otras
palabras, sino las que tienen relación con la experiencia de fe pascual: proceso de
muerte-resurrección.59
Pero hay más. Teresa de Jesús tiene introyectados los mensajes y valores
patriarcales de su sociedad. Uno de ellos es el de la honestidad femenina. Y vemos
que conforme la experiencia de Dios la va reconciliando, estos esquemas van siendo
resituados y en ocasiones superados. A pesar de sus confesiones de ruindad, y de
experimentar grandes grietas afectivas por donde se escapa el manantial de su
vida, tiene algunos fundamentos que la protegen de la trampa de escuchar más las
voces externas, todas masculinas, que su propia voz. Ese fundamento está en su
forma de relacionarse y querer. Parece que afirma: tendré muchos defectos, pero
desde luego, no obligo a nadie a que establezca conmigo lazos que lo mantengan
dependiendo de mí. Así, cuando afirma que los hombres se aparten del trato de
ciertas mujeres, en realidad, el peso de su afirmación está en que Dios la ha
58
Sigue con la misma cuestión en Vida 5,10-11 59
Sería interesante comparar la biografía teresiana en este punto con el cuento de Clarisa Pinkola Estés: “Mujeres que corren con los lobos”, en el relato de la “Mujer esqueleto”.
Pág
ina4
3
librado de pretender ser querida adueñándose del afecto. Reconoce que esto no es
tanto una predisposición natural como un trabajo de atención sobre sí misma:
Yo no creo es verdad esto de hechizos determinadamente; mas diré esto
que yo vi, para aviso de que se guarden los hombres de mujeres que este
trato quieren tener, y crean que, pues pierden la vergüenza a Dios (que ellas
más que los hombres son obligadas a tener honestidad), que ninguna cosa de
ellas pueden confiar; que a trueco de llevar adelante su voluntad y aquella
afición que el demonio les pone, no miran nada. Aunque yo he sido tan ruin,
en ninguna de esta suerte yo no caí, ni jamás pretendí hacer mal ni, aunque
pudiera, quisiera forzar la voluntad para que me la tuvieran, porque me
guardó el Señor de esto; mas si me dejara, hiciera el mal que hacía en lo
demás, que de mí ninguna cosa hay que fiar. (Vida 5,5)
El modo de relación, el modo de querer, tiene que ver con el modo de
relacionarse con Dios. El proceso es paralelo. Lo mismo que tiene que hacerse
fuerza, y no fiarse de sus pasiones, también tendrá que poner bajo sospecha la
misma relación con Dios. La universalidad y amplitud para establecer relaciones
humanas abiertas se corresponde en ella con la amplitud en la experiencia de
relación con Dios:
Comencé a hacer devociones de misas y cosas muy aprobadas de oraciones,
que nunca fui amiga de otras devociones que hacen algunas personas, en
especial mujeres, con ceremonias que yo no podía sufrir y a ellas les hacía
devoción; después se ha dado a entender no convenían, que eran
supersticiosas. Y tomé por abogado y señor al glorioso San José y
encomendéme mucho a él. (Vida 6,6)
Pero también aquí hay un filtro: empecé a hacer devociones muy aprobadas.
¿Ataca Teresa la experiencia de algunas mujeres? ¿O es el temor a la no
aprobación de la experiencia de Dios por parte de los varones la otra cara de la
supuesta defensa de la honestidad femenina? Parece que lo que no puede sufrir
Teresa son devociones irracionales.
En estas cinco líneas se pueden descubrir varias interrelaciones
interesantes para nuestro estudio, que no son más que preguntas al aire sobre qué
es lo que está haciendo que el texto tenga peso: por una parte está la cuestión de
la aprobación de la experiencia de Dios por parte de los varones; por otra, la
experiencia de Dios de mujeres en sí, con sus abusos y excesos, y por otra, la
reivindicación de la experiencia personal de Teresa.
Pág
ina4
4
Toda esta trama pretende solucionarse con la adopción de un espacio de
discernimiento y de plaza pública: el mediador con quien se encuentra Teresa es
San José:
Discernimiento porque es en San José en quien encuentra el camino que da
respuesta a su dilema fundamental: la imposibilidad de maestro. La
desenreda, la saca del atolladero: la curación y la salud vienen por la
determinación de seguir el camino de la oración en compañía: Pues él hizo
como quien es en hacer de manera que pudiese levantarme y andar y no
estar tullida; y yo como quien soy, en usar mal de esta merced. (Vida 6,8)
Y plaza pública o tomar la palabra, porque es desde esa mediación desde
donde ella puede hablar, tiene libertad para comunicarse y pierde el miedo.
Hildegarda y Teresa como otras tantas mujeres empeñadas en cuidar la vida
desde dentro, se enfrentan a la enfermedad desde una perspectiva creyente.
Ambas reconocen que, en un primer momento, no hacen caso a las voces internas
que las impulsan a perder el miedo, a ejercitar su palabra, su poder y autoridad o
simplemente a seguir un camino espiritual “acompañado” aunque personal e
independiente.
Ambas reconocen que es a Dios a quien resisten cuando continúan con sus
miedos a explicitar lo que viven, y que es Dios mismo quien con la enfermedad
“presiona” y es un “aguijón” para que se rindan de una vez a su voluntad. Ambas se
reconocen en la actitud de Jonás por su resistencia a la profecía.60
Claramente lo vemos en Teresa en las sextas moradas:
Con todos estos combates, aunque haya quien diga a la misma persona que son disparates, digo los confesores con quien se tratan estas cosas, y con cuantos malos sucesos hubiere para dar a entender que no se pueden cumplir, queda una centella -no sé dónde- tan viva de que será, aunque todas las demás esperanzas estén muertas… Infinitas veces se acordaba cierta persona de Jonás, profeta, sobre esto, cuando temía no había de perderse Nínive. (6 M 3,8-9)
Si las seguimos comprenderemos que precisamente desde los combates y
trabajos que soportan, se convertirán también en sanadoras de otras porque
pueden realizar con ellas y desde sus experiencias personales, el camino de
liberarse de temores y miedos.
60
Op.cit. Vida y visiones de Hildegarda de Bingen, p. 44.
Pág
ina4
5
Si para Teresa la clave de libertad y por tanto, de la superación de la
enfermedad, está en la capacidad de discernimiento acompañado y en la capacidad
de tomar la palabra, Hildegarda nos muestra como mediación a otra persona, a una
mujer señalada por el estigma de una enfermedad mental:
Hildegard von Bingen es una mujer apasionante, un paradigma femenino en
plena crisis, en el agitado clima espiritual europeo de los umbrales del siglo XII. Fue
mística, visionaria, escritora, compositora, fundadora de dos abadías y una mujer
que sanaba. En una ocasión le llevaron a su monasterio a una mujer que decían
estaba poseída y manifestaba signos de una locura difícil de sobrellevar. Ella no
quiere dejarla en el hospicio, ni en la enfermería, ni tampoco en la casa de caridad.
Las monjas se aterrorizan al ver que va a alojarla en el monasterio. “¿Cómo podemos
aceptar esa carga tan pesada? – le preguntan. ¿Cómo podemos trabajar y rezar con
una loca entre nosotros?” Hildegard les respondió: “Hijas mías, os suplico que
confiéis vuestros temores a la Dama Sabiduría. Mientras tengamos a esta mujer a
nuestro lado, no debemos juzgarla. Nos ha sido enviada en calidad de maestra, como
un espejo, un desafío para que nos enfrentemos a los demonios que duermen en
nuestro interior y ansiamos expulsar”.61
Sin embargo, tenemos que profundizar algo más en la situación que hace se
experimente como cautiva en cuerpo y alma. La enfermedad es el recordatorio de
esa otra cautividad.
SITUACIÓN EXISTENCIAL Y ESPIRITUAL PARADÓJICA: UNA
VIDA CAUTIVA
Todo lo que hemos señalado hasta aquí es como un nudo que se ata. Teresa
debe pasar un umbral para superar los temores a tener oración, para que se desate
ese nudo. Se da cuenta de que la oración para ella es camino de liberación:
No entiendo esto que temen los que temen comenzar oración mental, ni sé
de qué han miedo. Bien hace de ponerle el demonio para hacernos él de
verdad mal, si con miedos me hace no piense en lo que he ofendido a Dios y
en lo mucho que le debo y en que hay infierno y hay gloria y en los grandes
trabajos y dolores que pasó por mí. (Vida 8,7)
Al mismo tiempo que es consciente del poder liberador de la oración,
también sabe que su situación existencial es peligrosa, porque por una parte, la
oración no fue un ejercicio apetecible para ella, y porque por otra, la mediación de
los confesores varones fue torpe. Al no entender en realidad qué estaba viviendo,
61
López Villanueva, Mariola: “Mirar por otros. Historias de sabiduría y sanación”, Ed. Sal Terrae, 2009, p.25 (citando a Joan Ohanneson, Una luz tan intensa, Ediciones Folio, Barcelona, 2001, p. 275)
Pág
ina4
6
no podían captar la sutileza de que las cosas que eran “peligros” para ella. Vivir en
esa mentira existencial, Teresa lo llama “cautividad”. Cárcel motivada por la
vivencia de relaciones dependientes que no hacen más que ahondar el espíritu de
los valores sociales patriarcales: no era impulsada a escuchar sus propias voces,
sino las voces exteriores y tranquilizadoras de algunos confesores:
Quisiera yo saber figurar la cautividad que en estos tiempos traía mi alma, porque
bien entendía yo que lo estaba, y no acababa de entender en qué ni podía creer del
todo que lo que los confesores no me agraviaban tanto, fuese tan malo como yo lo
sentía en mi alma. Díjome uno, yendo yo a él con escrúpulo, que aunque tuviese
subida contemplación, no me eran inconveniente semejantes ocasiones y tratos.
(Vida 8,11)
Esta falta de lucidez para comprender por parte de los confesores, hace
que Teresa, paradójicamente, se empeñe más aún en el trabajo interior, en su
habitación propia62, y se sepa con el favor de Dios. Dios hace en ella lo que otros
no pueden hacer. Justifican pero no pueden convencerla: Esto era ya a la postre, que
yo iba con el favor de Dios apartándome más de los peligros grandes; mas no me quitaba del
todo de la ocasión. Como me veían con buenos deseos y ocupación de oración, parecíales
hacía mucho; mas entendía mi alma que no era hacer lo que era obligada por quien debía
tanto. Lástima la tengo ahora de lo mucho que pasó y el poco socorro que de ninguna parte
tenía, sino de Dios, y la mucha salida que le daban para sus pasatiempos y contentos con
decir eran lícitos. (Vida 8,11)
Desde nuestra perspectiva podemos rescatar aún más claves de
comprensión: el esquema social patriarcal no puede ofrecer una perspectiva
globalizadora de la vida. Sólo entiende sus propias claves, es incapaz de ampliar el
horizonte. Por eso, quien, como Teresa comienza a salirse de ese esquema tiene el
peligro constante de volver de nuevo a él por agotamiento. No encontrará a nadie,
no tendrá apoyos desde fuera. En esta situación, encuentra la fuerza y el empeño
de Dios, quien acompaña sus esfuerzos por salir de su cautividad. Llegará pronto a
una situación insostenible, las lágrimas serán un síntoma de la depuración que está
sufriendo su espíritu porque la orientan de nuevo a la morada interior, donde
encontrará las claves de una vida propia en relación amistosa con Dios.
El esquema patriarcal tampoco es capaz de proteger de los peligros para la
vida humana, y en especial a las mujeres, aunque tampoco a los varones. Aunque su
mensaje principal sea el de “custodiar”, encubre miedo y fijaciones como las que
hemos desarrollado más arriba. Pero no da las claves a quienes están dentro de él a
62
Alusión a Virginia Woolf.
Pág
ina4
7
pelear por una vida autónoma. Al pretender proteger sin otorgar autonomía, genera
todo lo contrario, seres dependientes.
Esta dependencia es un signo de la cautividad que sufre Teresa.
Dependencia de personas y pérdida de energías, tiempo, creatividad y fuerzas. En
esta encrucijada, se le ofrecen dos caminos: tomarse en serio la vida de oración y
no buscar su propio daño. ¿Será ésta la puerta estrecha teresiana particular que
hará posible la entrada en el Reino?:
Parecíame que aquellas mis lágrimas eran mujeriles y sin fuerza,
pues no alcanzaba con ellas lo que deseaba. Pues con todo, creo me valieron;
porque, como digo, en especial después de estas dos veces de tan gran
compunción de ellas y fatiga de mi corazón, comencé más a darme a oración
y a tratar menos en cosas que me dañasen, aunque aún no las dejaba del
todo, sino -como digo fueme ayudando Dios a desviarme. Como no estaba Su
Majestad esperando sino algún aparejo en mí, fueron creciendo las
mercedes espirituales de la manera que diré; cosa no usada darlas el Señor,
sino a los que están en más limpieza de conciencia. (Vida 9,9)
Se ha producido un corte abrupto en el relato de la vida. Hasta el capítulo 9
podemos seguir el trayecto biográfico. Pero a partir del capítulo 10 nos
encontramos con otro relato que podemos resumir en algo así como las mercedes
que Dios le ha hecho. El capítulo 10 viene a ser un puente de separación entre el
relato de su vida y lo que sigue. En primer lugar, Teresa se siente en condiciones de
decir qué se tiene y qué no se tiene que conocer de lo que escribe. ¿Una especie de
autocensura? Todo lo que atañe a su vida pasada, que se conozca. Todo lo que
corresponde a su vida nueva, que se oculte. Esto no deja de ser paradójico. ¿Hay un
miedo detrás de todo ello? ¿Se trata de una nueva estrategia teresiana para poder
hacer uso de la palabra?
5.- CERRANDO EL CÍRCULO: “ESCRIBO CON LIBERTAD”
Al principio de la obra, Teresa afirmaba que escribía, pero atada, y en
función de la licencia que le han dado para ello. Y comprobábamos que también supo
librarse de “esas ataduras impuestas”. Ahora, todo el capítulo 10 va a ser una
declaración de intenciones y un puente con lo que seguirá: lo que importa es no qué
va a escribir sino qué se debe leer y cómo. Esto implica una nueva libertad que
se traduce en un nueva estrategia narrativa. Es dueña del discurso. Si
anteriormente había una queja implícita en el hecho de escribir: no me dejan decir
lo que quiero, ahora esa queja se convierte en afirmación tajante sobre el papel, se
ha empoderado de la palabra.
Pág
ina4
8
Y curiosamente lo que dice que no se debe leer o conocer es aquello que
constituye el pilar fundamental de su Vida: su personal experiencia de Dios. ¿No es
contradictorio?
En tiempos de vigilancias, delaciones, inquisiciones, no puede extrañarnos
esta paradoja teresiana. Pero no nos deja con tranquilidad afirmar que sólo se
trata de una nueva estrategia para terminar diciendo lo que quiere y como quiere.
No se trata del hecho de la escritura ahora, sino del hecho de la escucha y la
recepción de lo que escribe. Son los receptores quienes están en el punto de mira:
¿Quién leerá esto? ¿Qué uso harán de ello? Es preferible el anonimato, que no se
sepa quién hay detrás. Pero a renglón seguido, se levanta en defensa de esa misma
experiencia que afirma que no debe conocerse y hace una crítica a los que “no hayan
menester más de la verdad de la fe para hacer obras muy perfectas…” (Vida 10,6). Ella,
además de las verdades de la fe, expondrá las verdades de la experiencia. Dos
maneras muy distintas, ¿dos teologías diferentes? El tema género vuelve
irremediablemente a quedar transparente. Son unos “ellos” con los que Teresa se
dispone a dialogar. Y a los que también quiere clarificar:
Estos, ellos lo dirán. Yo digo lo que ha pasado por mí, como me lo mandan. Y si no
fuere bien, romperálo a quien lo envío, que sabrá mejor entender lo que va mal que
yo; a quien suplico por amor del Señor, lo que he dicho hasta aquí de mi ruin vida y
pecados lo publiquen. Desde ahora doy licencia, y a todos mis confesores, que así lo
es a quien esto va. Y si quisieren, luego en mi vida; porque no engañe más el mundo,
que piensan hay en mí algún bien. Y cierto cierto, con verdad digo, a lo que ahora
entiendo de mí, que me dará gran consuelo. Para lo que de aquí adelante dijere, no
se la doy. Ni quiero, si a alguien lo mostraren, digan quién es por quien pasó ni quién
lo escribió; que por esto no me nombro ni a nadie, sino escribirlo he todo lo mejor
que pueda para no ser conocida, y así lo pido por amor de Dios. (Vida 10,7)
Para los receptores hay una consigna que parece clara: Romper en el caso de
no estar de acuerdo con lo escrito. No se trata de que Teresa tenga un gran
desasimiento o que esté indiferente con respecto a lo que ha escrito. No afirma en
ningún momento la intención de desdecirse. El anonimato no implica esconderse. El
anonimato es una protección porque no soy yo quien está detrás de todo esto, sino
Dios. Tendrán que pedirle cuentas a él si no están de acuerdo con su escritura:
Bastan personas tan letradas y graves para autorizar alguna cosa buena, si
el Señor me diere gracia para decirla, que si lo fuere, será suya y no mía,
porque yo sin letras ni buena vida ni ser informada de letrado ni de persona
ninguna (porque solos los que me lo mandan escribir saben que lo escribo, y
Pág
ina4
9
al presente no están aquí) y casi hurtando el tiempo, y con pena porque me
estorbo de hilar, por estar en casa pobre y con hartas ocupaciones. (Vida
10,7)
Pero aún hay algo más. ¿Hace falta que queden más claras sus condiciones?
Las personas letradas y graves pueden autorizar. Se caracterizan por ser dueños
de la palabra y del tiempo. ¿No tienen otros condicionamientos o límites? Por el
contrario, ella, iletrada y sin buena vida, sin consejeros ni acompañantes, y viviendo
con la división entre lo que tiene que hacer (hilar) y lo que quiere hacer (escribir) y
con la presión económica y el estrés de vida. Sola y a contracorriente.
Si sólo comparamos lo que les define a ellos: “ser letrados y graves”, y lo
que le define a ella, la situación es muy desigual precisamente porque los
condicionamientos que pesan sobre una y sobre otros son muy diferentes.
Condiciones que marcan una enorme distancia.
Sin embargo, a pesar de esta diferencia, parecida a la de David y Goliat, el
Señor sale por ella, le da suficiente habilidad como para salir adelante con la obra.
Contra los impedimentos, que son impedimentos de género, está Dios. Y lo está
dando habilidad y memoria, posibilitando que ella sea “bendición”, que sea capaz de
decir bien. ¿Es que hace falta que se sepa su nombre? Por supuesto que no:
Así que, aunque el Señor me diera más habilidad y memoria, que aun con ésta
me pudiera aprovechar de lo que he oído o leído, es poquísima la que tengo;
así que si algo bueno dijere, lo quiere el Señor para algún bien; lo que fuere
malo será de mí, y vuestra merced lo quitará. Para lo uno ni para lo otro,
ningún provecho tiene decir mi nombre: en vida está claro que no se ha de
decir de lo bueno; en muerte no hay para qué, sino para que pierda la
autoridad el bien, y no la dar ningún crédito, por ser dicho de persona tan
baja y tan ruin. (Vida 10,7)
Conclusión: escribo con libertad. Teresa ha planteado ya las condiciones del
discurso: emisora y receptores deben encontrarse. Si es así, entonces la libertad
está asegurada. Y por lo tanto, el mensaje fluye. Si no es así, vuelven a hacerse
evidentes los obstáculos sociales y eclesiales: soy mujer y ruin. Pierdo libertad,
tengo escrúpulos, estoy en contradicción conmigo misma, no sé muy bien distinguir.
Las alas que me harían volar se me caen. Y me quedo en lo que cualquiera pudiera
hacer: escribir sin más su propia vida. Esto es lo que debe circular y ser conocido,
porque también me produce inseguridad el hecho de estar vigilada por los ojos de
la Iglesia Católica, así que, resolvamos el problema de forma radical: tómese este
relato como una cuestión privada, y si no pasa el examen de la ortodoxia oficial, hay
que hacerlo desaparecer.
Pág
ina5
0
Hay pues, unos matices en el discurso que me han sorprendido y que van del
“escribo, pero atada” al “escribo con libertad”. En ese proceso, las ataduras se van
deshaciendo mientras escribe su autobiografía. La libertad auténtica le viene
cuando, una vez que interrumpe lo autobiográfico, expone su propia interpretación
de las mercedes que Dios le ha hecho, y por extensión, que hace a las personas. La
experiencia personal y puntual de una mujer del siglo XVI en el proceso de
desatarse, se convierte en experiencia universal:
Y por pensar vuestra merced hará esto que por amor del Señor le pido y los
demás que lo han de ver, escribo con libertad; de otra manera sería con
gran escrúpulo, fuera de decir mis pecados, que para esto ninguno tengo;
para lo demás basta ser mujer para caérseme las alas, cuánto más mujer y
ruin. Y así lo que fuere más de decir simplemente el discurso de mi vida,
tome vuestra merced para sí -pues tanto me ha importunado escriba alguna
declaración de las mercedes que me hace Dios en la oración-, si fuere
conforme a las verdades de nuestra santa fe católica; y si no, vuestra
merced lo queme luego, que yo a esto me sujeto. Y diré lo que pasa por mí,
para que, cuando sea conforme a esto, podrá hacer a vuestra merced algún
provecho; y si no, desengañará mi alma, para que no gane el demonio adonde
me parece gano yo; que ya sabe el Señor, como después diré, que siempre he
procurado buscar quién me dé luz. (Vida 10,8)
Hechas las consiguientes advertencias y cautelas, la verdadera libertad
está en exponer lo que ha supuesto su batalla fundamental: la reivindicación de que
la oración para que sea tal, tiene que estar basada en la experiencia, fundada en el
riesgo y en la gratuidad de Dios, quien no necesita años para darse:
Por claro que yo quiera decir estas cosas de oración, será bien oscuro para
quien no tuviere experiencia. Algunos impedimentos diré, que a mi entender
lo son para ir adelante en este camino, y otras cosas en que hay peligro, de
lo que el Señor me ha enseñado por experiencia y después tratádolo yo con
grandes letrados y personas espirituales de muchos años, y ven que en solos
veinte y siete años que ha que tengo oración, me ha dado Su Majestad la
experiencia -con andar en tantos tropiezos y tan mal este camino que a
otros en cuarenta y siete y en treinta y siete, que con penitencia y siempre
virtud han caminado por él. (Vida 10,9)
El proceso de la escritura es circular. Se abre y se cierra en una trayectoria que va
de lo que está atado a lo que está libre. Atadura reconocida por Teresa es la
condición femenina en una situación contextual conflictiva. La libertad sobreviene
Pág
ina5
1
con la posibilidad de una escritura experiencial más allá de los datos biográficos,
con una teología propia y esto lleva a una novedad continuada y expansiva.
6.- ME LLAMO: MISTAGOGA PARA TOD@S
El capítulo 10 es una transición, un puente, una coyuntura que deja fuertes
los cimientos de la obra teresiana. A partir de ahí, comienza otra historia, la
reivindicación explícita por parte de autora de su particular visión de la vida.
¿Qué cosas atañen a esa vida? Las que se refieren a la experiencia de Dios y a su
comunicación. Este hecho en sí mismo, ya puede leerse desde la perspectiva de
género. Tomar la palabra, reconducir el discurso, hilvanar los acontecimientos más
allá de los acontecimientos, producir experiencia. Todo ello es camino vedado a las
mujeres, o al menos, llamado a ser silenciado o censurado. Teresa sufrirá esa
censura de forma real y nefasta. Pero en lo que pueda, se escapará a la mirada
inquisitorial que corta y mutila, con una propuesta creativa llena de símbolos e
imágenes. ¿Será que el recurso a lo simbólico es una puerta precisamente para esa
ruptura de límites sociales androcéntricos impuestos?
Por lo que hemos podido descubrir, la mistagogia de Teresa es laberíntica.
Como a la entrada de un laberinto, ella empieza por desentrañar el proceso con
una parábola para introducirnos en el Misterio: el curioso Huerto de las alianzas.
Con la historia vivida, amenazada de rupturas y silenciamientos, el Huerto
representa una esperanza: Dios no deja de trabajar la tierra humana, su tierra de
mujer, con el lenguaje propio del Espíritu. Desde ahora, la biografía sufrirá
interrupciones más prolongadas que un excursus y nuevas entradas, como los
meandros que se producen en un río. Pero esas interrupciones son sólo aparentes,
puesto que dan densidad a la narración, más allá del contenido autobiográfico,
recogiéndolo, sintetizándolo y haciéndolo único y universal al mismo tiempo.
El argumento fundamental para pasar este nuevo umbral de su experiencia
creativa es su condición de mujer. En los diez primeros capítulos de la Vida, narra
desde una perspectiva creyente su propia biografía. En adelante, se produce un
cambio de lugar, ella estará en el fondo, pero no es sólo para ella la escritura.
Después, volverá a retomar su relato biográfico. Pero ahora tiene que aprovechar
los recursos que tiene a mano y que pueden otorgar credibilidad a su palabra y
darle autoridad a su magisterio. Entre otros, estos recursos consistirán en crear
alegorías. Curiosamente Jesús de Nazaret también las utilizó de forma
permanente. Y a partir de la alegoría, aprovechará para justificar su autoridad
mistagógica.
Pág
ina5
2
Claves de su mistagogia desde el Huerto de las alianzas:
- Utilizar analogías como forma alternativa de obediencia:
En teoría, y en coherencia con el contexto social, por el hecho de ser mujer,
ya tiene algunas capacidades creativas mermadas. Al menos, esta discapacidad o
atrofia, entraría dentro de lo lógico. La razón no está en una incapacidad
biológica, sino en una cuestión de relaciones de autoridad y obediencia. Utilizar
estas comparaciones, alegorías, imaginaciones está vedado a la mujer porque es
camino de desobediencia, o al menos, el camino para una interpretación totalmente
libre de la realidad. Entonces, ¿por qué sabiéndolo recurre a ellas? ¿No es
consciente del peligro de trasgresión al que se arriesga? Es consciente, pero como
si no tuviera otro remedio, tiene una razón poderosa: las cosas del Espíritu si no se
explican analógicamente, no se explican. Entonces, si hay que decir algo, habrá que
pasar por aquí:
Habré de aprovecharme de alguna comparación, aunque yo
las quisiera excusar por ser mujer y escribir simplemente lo que me
mandan. Mas este lenguaje de espíritu es tan malo de declarar a los
que no saben letras, como yo, que habré de buscar algún modo, y
podrá ser las menos veces acierte a que venga bien la comparación.
Servirá de dar recreación a vuestra merced de ver tanta torpeza.
(Vida 11,6)
Primera señal de su don mistagógico, utilizar analogías: tierra, huerto, agua,
regar, plantar, sembrar, cultivar… todas las palabras aluden a acciones que tienen
que ver con la transformación y con el cambio, en ningún momento con la vida
sedentaria o terminada. Por lo tanto, no serán unas imágenes cualquiera. La
intención es ayudar al proceso dinámico de la vida que está a medio narrar. El
paréntesis, si se quiere llamar así, de estos capítulos, no es otra cosa que el haz de
luz que lo ilumina todo y le da un contenido hondo, trabado, relacional.
- Enfrentar la relación con Dios sin intereses personales:
Teresa propone que para entrar en esta nueva dimensión de las cosas, es
necesario saber cómo se tiene que cultivar este Huerto de las alianzas. Teresa
vuelve a clarificar, ahora con un pelo de sarcasmo:
Para mujercitas como yo, flacas y con poca fortaleza, me parece a mí
conviene, como Dios ahora lo hace, llevarme con regalos, porque pueda sufrir
algunos trabajos que ha querido Su Majestad tenga; mas para siervos de
Pág
ina5
3
Dios, hombres de tomo, de letras, de entendimiento, que veo hacer tanto
caso de que Dios no los da devoción, que me hace disgusto oírlo. No digo yo
que no la tomen, si Dios se la da, y la tengan en mucho, porque entonces verá
Su Majestad que conviene; mas que cuando no la tuvieren, que no se fatiguen
y que entiendan que no es menester, pues Su Majestad no la da, y anden
señores de sí mismos. Crean que es falta. Yo lo he probado y visto. Crean
que es imperfección y no andar con libertad de espíritu, sino flacos para
acometer. (Vida 11,14)
Parece decir: ahora que soy mistagoga, que he tomado la palabra, que me
han pedido que la tome, lo diré alto y claro: nosotras somos las de los
condicionamientos y limitaciones – así establece un nexo de unión con el texto de
Vida 10,7- las mujercillas divididas por muchas cuestiones, que no tenemos tiempo
para cultivarnos, que no tenemos letras, ni sabiduría, ni ciencia… De nosotras
precisamente, se esperaría un comportamiento débil, obtuso, interesado y
totalmente justificado por nuestra situación. En cambio, de los que tienen letras y
gravedad – o lo que es lo mismo: tomo, letras y entendimiento -, la lógica interesada
con respecto a Dios es vergonzante. ¿Cómo es que ocurre al contrario? En esta
forma diferente de enfrentar la relación con Dios, de cultivar el Huerto de las
alianzas, radica la autoridad de la mistagogía. Puedo, por tanto, abrogarme este
galardón.
- Estar alerta frente a lo peligroso y engañoso:
Esto no significa que las mujeres estén exentas de peligros. Tanto ellas
como sus compañeros varones tienen los mismos peligros. Los mismos significa que
las unas no tienen más ni menos peligros que los otros. Y eso, a pesar de lo que el
siguiente texto nos parece argumentar con ese “especial para mujeres”:
Torno otra vez a avisar que va mucho en «no subir el espíritu si el Señor no
le subiere». Qué cosa es, se entiende luego. En especial para mujeres es
más malo, que podrá el demonio causar alguna ilusión; … (Vida 12,7)
Porque a renglón seguido, completa la frase: aunque tengo por cierto no
consiente el Señor dañe a quien con humildad se procura llegar a El, antes sacará más
provecho y ganancia por donde el demonio le pensare hacer perder. (Vida 12,7)
Precisamente la virtud de la humildad, tan defendida como virtud para mujeres es
la que no les cierra la puerta a que experimenten a Dios en el mismo nivel que sus
compañeros varones y queda, desde la perspectiva teresiana como una llave, una
clave de acceso para ese mundo aparentemente restringido para ellas.
Pág
ina5
4
- Capacidad para contar la experiencia desde ella misma:
Por otra parte, hay también más cuestiones en juego. No sólo se trata de
experimentar sino de contar la experiencia. Esta puerta también está abierta
para Teresa. Y desde ella, se hace compartible, apostólica, testimonial: Sea el Señor
bendito por todo, que a una como yo quiere y consiente hable en cosas suyas, tales y tan
subidas. (Vida 12,7).
No sólo es necesario releer el contenido de la humildad para que se
convierta en puerta de la experiencia de las mujeres, sino que también está en
juego lo que constituye uno de los rasgos fundamentales de la distancia con
respecto a los varones. Ellos son los teólogos, los que entienden, los que tienen
peso, gravedad y letras. Ellas no tienen letras, pero no las necesitan porque, aunque
no entiendan el latín o ni siquiera el romance, Dios no deja de hacerse compañero
de camino y mostrarles sus secretos. Este Dios tiene la característica de
atravesar las fronteras, vetos y prohibiciones que impone el género:
Y es así que me ha acaecido estando en esta quietud, con no entender casi cosa que
rece en latín, en especial del Salterio, no sólo entender el verso en romance, sino
pasar adelante en regalarme de ver lo que el romance quiere decir. Dejemos si
hubiesen de predicar o enseñar, que entonces bien es ayudarse de aquel bien para
ayudar a los pobres de poco saber, como yo, que es gran cosa la caridad y este
aprovechar almas siempre, yendo desnudamente por Dios. Así que en estos tiempos
de quietud, dejar descansar el alma con su descanso. Quédense las letras a un cabo.
Tiempo vendrá que aprovechen al Señor y las tengan en tanto, que por ningún tesoro
quisieran haberlas dejado de saber, sólo para servir a Su Majestad, porque ayudan
mucho. Mas delante de la Sabiduría infinita, créanme que vale más un poco de
estudio de humildad y un acto de ella, que toda la ciencia del mundo. Aquí no hay que
argüir, sino que conocer lo que somos con llaneza, y con simpleza representarnos
delante de Dios, que quiere se haga el alma boba, como a la verdad lo es delante de
su presencia, pues Su Majestad se humilla tanto que la sufre cabe sí siendo
nosotros lo que somos. (Vida 15,8)
- No confundirse: contar experiencia no es lo mismo que argumentar
teología (pero la incluye):
Porque una cosa es la experiencia de Dios y otra cosa son las
argumentaciones de la ciencia sobre Dios. Lo segundo es muy importante, y sirve
para ilustrar la cabeza y la razón. Y eso, también con unas condiciones: “ir
Pág
ina5
5
desnudamente por Dios”, es decir, librarse de esa tentación de prestigio y
prepotencia que puede dar el saber y las letras.
¿Se trata aquí de imponer condiciones o son advertencias teresianas a la
autoridad de los varones? La respuesta de Teresa parece ser: hago un
reconocimiento explícito a su autoridad, pero no quedo ciegamente con sus caminos
y maneras si no van depurados por la experiencia de Dios. No me fío. Y aquí, en
este particular, soy mistagoga. No me arrebatarán fácilmente este lugar tan
inmerecidamente recibido pero también tan duramente conquistado a través de la
espera y el cultivo paciente de Dios.
No obstante, esta sabiduría masculina no es lo fundamental, porque la verdadera
sabiduría se adquiere mediante otras vías que tienen relación con la humildad y la
gratuidad, el no querer controlar el camino de Dios en las personas y en dejar
hacer a su Espíritu. Así ya no hay cotos cerrados, la experiencia vuelve de nuevo a
ser patrimonio de todos y todas.
- Comunidad de iguales para que fluyan y embriague Dios:
Entonces, se producen algunos milagros. A Teresa de Jesús la experiencia
de Dios la convierte en autoridad para esos mismos varones, que en principio son
los encargados de custodiar y guiar contra los posibles peligros. El milagro es
entonces que se invierte el orden: los que sermonean, instruyen, vigilan, empiezan a
perderse y pedir ser ayudados a entender cómo actúa Dios. La mistagoga reconoce
esta inversión como humildad masculina y la agradece. También aprovecha para
transmitir algo más de la sabiduría recibida de Dios: entonces ahora, hay que
disfrutar de la embriaguez que produce Dios y no buscar entender cómo
emborracha:
Creo por la humildad que vuestra merced ha tenido en quererse ayudar de una
simpleza tan grande como la mía, me dio el Señor hoy, acabando de comulgar, esta
oración, sin poder ir adelante, y me puso estas comparaciones y enseñó la manera de
decirlo y lo que ha de hacer aquí el alma; que, cierto, yo me espanté y entendí en un
punto. Muchas veces estaba así como desatinada y embriagada en este amor, y
jamás había podido entender cómo era. Bien entendía que era Dios, mas no podía
entender cómo obraba aquí; porque en hecho de verdad están casi del todo unidas
las potencias, mas no tan engolfadas que no obren. Gustado he en extremo de
haberlo ahora entendido. ¡Bendito sea el Señor, que así me ha regalado! (Vida 16,2)
Puestas las cosas en su sitio, deshecho ese orden jerárquico rígido donde
ellos eran por vocación los seguros, los guías, los especialistas y ellas eran las
Pág
ina5
6
receptoras, obedientes, inseguras y humildes, fluye la vida. Unos y otras podemos
compartirnos la Vida recibida y regalada de Dios. Ambos, unas y otros. Han hecho
falta el reconocimiento humilde de ellos y la afirmación valiente de ellas. Ambas
cosas han sido necesarias, ambos caminos recorridos. Uno hacia abajo, el de la
humildad de los varones, otro hacia dentro, el de la autoafirmación de las mujeres,
ellas también, incluidas ahora enseñan y aprenden y al hacerlo enseñan a sus
compañeros una nueva forma de relación. Éste es otro de los dones mistagógicos de
Teresa. Por eso, no puede parar de reconocer que ha sido Jesús quien la ha llevado
hasta este estado por su gran misericordia.
- Reconocer, entender, comunicar, hacer comprensible:
Esta ruptura de las fronteras impuestas por el sistema social y este
acercamiento de las experiencias espirituales, son procesos animados de forma
continuada por el diálogo. El diálogo ayuda a profundizar y a aclarar aún más lo que
hace Dios. Por eso, Teresa no duda en enfatizar su vocación mistagógica cuando
afirma:
Gustará vuestra merced mucho, de que el Señor se las dé todas si no las tiene ya, de hallarlo escrito y entender lo que es. Porque una merced es dar el Señor la merced, y otra es entender qué merced es y qué gracia, otra es saber decirla y dar a entender cómo es. Y aunque no parece es menester más de la primera, para no andar el alma confusa y medrosa e ir con más ánimo por el camino del Señor llevando debajo de los pies todas las cosas del mundo, es gran provecho entenderlo y merced; que por cada una es razón alabe mucho al Señor quien la tiene, y quien no, porque la dio Su Majestad a alguno de los que viven, para que nos aprovechase a nosotros. (Vida 17,5)
Reconocer que Dios da la merced, entender en qué consiste y otra poder
comunicarla y hacerla comprensible para quienes escuchan. Es esto muy importante
no sólo para la tranquilidad de quien tiene vida de oración, para que se analice y
descubra el modo de hacer de Dios sino por algo mucho más trascendental.
Teresa quiere atar bien su legado-descubrimiento como una forma de evitar
futuros males causados por la falta de experiencia de quienes se dedican a
“gobernar almas”. Estos que gobiernan son varones. A las que Dios está regalando
con mercedes son mujeres. Sería un mal insalvable no poder continuar ese fluido
diálogo de unos y otras, porque ellos “no han pasado por esto” o no tienen mucha
experiencia, puesto que se han ido metiendo en este camino muy recientemente:
Declárome tanto en esto, porque sé que hay ahora, aun en este lugar, personas a
quien el Señor hace estas mercedes, y si los que las gobiernan no han pasado por
Pág
ina5
7
esto, por ventura les parecerá que han de estar como muertas en arrobamiento, en
especial si no son letrados, y lastima lo que se padece con los confesores que no lo
entienden, como yo diré después. Quizá yo no sé lo que digo. Vuestra merced lo
entenderá, si atino en algo, pues el Señor le ha ya dado experiencia de ello, aunque
como no es de mucho tiempo, quizá no habrá mirádolo tanto como yo. (Vida 20,21)
Llamada de atención a estos varones a tener experiencia honda de Dios para
poder discernir, ya que tienen ese trabajo con las personas a las que deben
gobernar. Teresa tiene abundante experiencia de no haber sido acompañada
ni entendida. Y esta falta de apoyo y ratificación por parte de los varones le
produjo tanta desorientación, que ahora que ya está desengañada, no quiere
que se repita con sus hermanas, y por extensión con cualquier persona que
se atreva como ella a hacer el camino de encuentro con Dios.
- Custodiarse a sí misma para que todo se transforme:
El fruto es muy claro: la persona adquiere “señorío” y libertad, que debe
pelear, cultivar, mantener y conservar. Y no escuchar las voces que hacen temer o
que la quieren volver a cierto camino de ceguedad del que ya ha salido. Volver sería
traicionarse a sí misma, y escuchar estas voces, aunque sean de personas de
oración le quitaría dignidad. Sin embargo, el ser mujer es una limitación mayor en
este caso porque siempre está siendo “mirada” con sospecha. El camino de libertad
no es fácil, porque este orden que se ha roto ya por la experiencia de un Dios que
no es aceptador de personas, ni discrimina por cuestión de sexo o condición social,
es una dura pelea en realidad:
¡Qué lastimada de los que están en ella, en especial si es gente de oración y a quien
Dios ya regala! Querría dar voces para dar a entender qué engañados están, y aun
así lo hace algunas veces, y lluévenle en la cabeza mil persecuciones. Tiénenla por
poco humilde y que quiere enseñar a de quien había de aprender, en especial si es
mujer. Aquí es el condenar -y con razón-, porque no saben el ímpetu que la mueve,
que a veces no se puede valer, ni puede sufrir no desengañar a los que quiere bien y
desea ver sueltos de esta cárcel de esta vida, que no es menos ni le parece menos
en la que ella ha estado. (Vida 20,25)
Las recriminaciones consisten en imponer las virtudes tal y como han sido
leías por el sistema patriarcal vigente todavía en las estructuras que le rodean. Por
eso, la acusación de poca humildad, característica que leía desde el patriarcado
significa imposibilidad para tomar la palabra, para guiar la propia vida y
dependencia total al dictado de otras voces. En el caso de las religiosas, que por
vocación, están liberadas de la tutela de los esposos, la lucha es fuerte porque
otros varones querrán ejercer otra tutela, ahora espiritual sobre ellas. Y todo ello,
Pág
ina5
8
sin comprender en absoluto el espíritu que las mueve. Esto vuelve a despertar el
infierno de la cárcel que ya se ha vivido y superado. La libertad y el señorío de
Dios, sin embargo, actúan de escudo por una parte, y por otra, generan un impulso
de transformación de la realidad absoluto. Entre estas dos fuerzas se mueve
Teresa de Jesús. Custodiar su propia experiencia y asegurarse en ella, aunque
ciertas voces quieran disuadirla de lo contrario, e impulsarse con fuerza hacia la
transformación de todo:
¡Oh Señor! Si me dierais estado para decir a voces esto, no me creyeran,
como hacen a muchos que lo saben decir de otra suerte que yo; mas al menos
satisficiérame yo. Paréceme que tuviera en poco la vida por dar a entender
una sola verdad de éstas; no sé después lo que hiciera, que no hay que fiar
de mí. Con ser la que soy, me dan grandes ímpetus por decir esto a los que
mandan, que me deshacen. De que no puedo más, tórnome a Vos, Señor mío,
a pediros remedio para todo; y bien sabéis Vos que muy de buena gana me
desposeería yo de las mercedes que me habéis hecho, con quedar en estado
que no os ofendiese, y se las daría a los reyes; porque sé que sería imposible
consentir cosas que ahora se consienten, ni dejar de haber grandísimos
bienes. (Vida 21,2)
Y esta transformación de todo tiene que ver con su deseo de que los reyes,
teniendo en cuenta el papel de cabeza que tiene la monarquía en la sociedad en la
que ella vive, se beneficien de las mercedes que Dios le ha dado a ella. ¿Para qué?
Como una forma de frenar la corrupción. La corrupción es esa capacidad de
consentir la injusticia y traficar con las personas. Esta afirmación teresiana puede
descolocar hasta el extremo. Pero hay que decirles algo a los que mandan. Los que
mandan y lo que mandan. Desde su atalaya de verdades, tiene una luz y descubre
ceguedades.
Ella no tiene el estado para decir a voces su experiencia. No tenerlo es una
limitación imposible de superar. Teniendo en cuenta lo que ella misma está viendo.
Que otros, y éstos varones, son escuchados y tienen credibilidad. Si al menos Dios
le diera otro estado (¿la convirtiera en varón?), tendría alguna satisfacción. Pero
vivir con estas experiencias y encontrar con el muro patriarcal que no soporta la
palabra de las mujeres, es insoportable. De repente, se frena un poco y afirma:
Mucho me atrevo. Rómpalo vuestra merced si mal le parece, y crea se lo
diría mejor en presencia, si pudiese o pensase me han de creer, porque los
encomiendo a Dios mucho, y querría me aprovechase. Todo lo hace aventurar la vida,
que deseo muchas veces estar sin ella, y era por poco precio aventurar a ganar
Pág
ina5
9
mucho. Porque no hay ya quien viva, viendo por vista de ojos el gran engaño en que
andamos y la ceguedad que traemos. (Vida 21,4)
El Huerto de las alianzas nos ha descubierto una mistagogia femenina
particular, la de Teresa de Jesús. La alegoría es el cauce para introducir en el
Misterio de Dios. Ahora, una vez que ha escrito con libertad, quedan más evidentes
las luchas con las que Teresa se ha enfrentado. Son luchas relacionadas con el
empoderamiento necesario para el reconocimiento de su experiencia.
¿Desordena? De ningún modo, la afirmación de su propia vocación
mistagógica, hace posible que retome su biografía, que en realidad, no importa si no
es para mostrar la sabiduría divina con la que ha sido regalada.
Es interesante la forma de terminar esta exposición. ¿Una nueva
advertencia? ¿O una nueva clave de su mistagogía?
Lo que está escrito ha sido fruto de largos años de incertidumbres, de
duras pruebas, de oscuridades, y ahora, ahora Dios le concede una luz que tiene
que cuidar. O dicho de otro modo más explícito: no está dispuesta a que le
arrebaten semejante tesoro personas – varones- que, o bien no comparten la
experiencia con ella, o bien no han hecho el proceso que consiste en “cavar hasta
hallar este tesoro escondido” (5 M 1,2) y que han seguido un solo camino. Para
atinar hay que salirse de la tierra conocida. Por eso, cierra magistralmente su
discurso con una síntesis que da sentido a todo: experiencia y discreción. Y una
petición, que Dios nos la dé no por nuestros méritos sino única y exclusivamente
por su bondad:
Torno a suplicar a vuestra merced que estas cosas que he escrito de
oración, si las tratare con personas espirituales, lo sean. Porque si no saben
más de un camino o se han quedado en el medio, no podrán así atinar… Así
que en todo es menester experiencia y discreción. El Señor nos la dé por su
bondad. (Vida 22,18)
7.- COMO UN MANDALA, MI VIDA CONMIGO
Mientras callé se consumían mis huesos, rugiendo todo el día,
porque día y noche tu mano pesaba sobre mí; mi savia se me
había vuelto un fruto seco. (Salmo 31,3-4)
"Desde antiguo guardé silencio, me callaba, aguantaba;
como parturienta, grito, jadeo y resuello. (Is 42,14)
Según cierta lógica, podríamos haber puesto estos capítulos que siguen,
donde retoma el hilo de su vida, antes de la exposición sobre el proceso oracional.
Pág
ina6
0
Y tendríamos así una unidad. Pero esto, rompería la intencionalidad de Teresa –
porque se entienda mejor lo que está por venir - y su importante aportación. No es
un excursus lo desarrollado entre los capítulos 10 y 23, sino, como hemos visto, la
exposición de su palabra autorizada. Una vez dicha, la vida se puede retomar:
Quiero ahora tornar adonde dejé de mi vida, -que me he detenido, creo, más
de lo que me había de detener-, porque se entienda mejor lo que está por
venir. (Vida 23,1)
Ella misma señala el momento de su cambio radical. Y también el motivo de
este cambio: “El Señor que me libró de mí”:
Es otro libro nuevo de aquí adelante, digo otra vida nueva. La de hasta aquí
era mía; la que he vivido desde que comencé a declarar estas cosas de
oración, es que vivía Dios en mí, a lo que me parecía; porque entiendo yo era
imposible salir en tan poco tiempo de tan malas costumbres y obras. Sea el
Señor alabado que me libró de mí. (Vida 23,1)
No se puede decir más en menos líneas. Teresa pasa de vivir una vida atada,
es decir, engañada, por creer que tiene las claves de su existencia y de ellas se
adueña, a reconocer que es Dios quien vive en ella. Entonces, precisamente es
cuando recupera paradójicamente eso que es su vida, que ahora se presenta a sus
ojos como un mandala gigantesco que se multiplica sin cesar, por el que tendrá que
transitar. De nuevo los demonios sueltos, le recordarán las tremendas dificultades
a las que debe enfrentarse toda persona que quiera empeñarse en un camino
personal. Y junto con los demonios, algunos portadores de confusión, más de carne
y hueso, las relaciones conflictivas con los varones espirituales, personas
demasiado escandalizadas como para no someter a su desconfianza la experiencia
teresiana. Antes de que se revele la reformadora, tendrá que consolidarse la mujer
empoderada segura de su tesoro espiritual. Y tendrá que pasar umbrales distintos,
donde el plañir será una especie de grito innombrable del Espíritu que dará paso la
mujer sabia. Esa mujer empoderada y sabia mueve la historia.
7.1. CUANDO LOS DEMONIOS ANDAN SUELTOS…
¿En qué radica la profundidad del engaño existencial en el que vive? Ahora
lo tiene claro: no tenía una imagen de Dios ajustada a Dios mismo, sino a sus miedos
y temores. No podía crecer en la experiencia porque estaba amordazada por un
sentimiento de vergüenza. No podía creer realmente en la inmensa misericordia de
Pág
ina6
1
Dios y esto es de lo que la libera Él. Desde su óptica, le parecía imposible el cambio
operado. De las malas costumbres y malas obras, a adquirir otras costumbres y
otras obras. Y esto en tan poco tiempo, que no puede atribuirse ningún mérito
personal.
El enlace con lo que venimos descubriendo no puede ser más directo. En
primer lugar, al reconocer su desconfianza y al descubrir los engaños, ratifica con
hechos vividos en propia carne lo que advierte a confesores y personas de
gravedad: pensar de Dios mucho más y más…
De esto tengo grandísima experiencia, y también la tengo de unos medioletrados espantadizos, porque me cuestan muy caro. Al menos creo que quien no creyere que puede Dios mucho más y que ha tenido por bien y tiene algunas veces comunicarlo a sus criaturas, que tiene bien cerrada la puerta para recibirlas. Por eso, hermanas, nunca os acaezca, sino creed de Dios mucho más y más, y no pongáis los ojos en si son ruines o buenos a quien las hace, que Su Majestad lo sabe, como os lo he dicho; no hay para qué nos meter en esto, sino con simpleza de corazón y humildad servir a Su Majestad y alabarle por sus obras y maravillas. (5M 1,8)
Y desde esta atalaya desde la que ve verdades, ahora y sólo ahora puede
sentirse libre para decir cuáles han sido los inconvenientes además de lo que ella
ha ido poniendo para su aventura personal con Dios. Los obstáculos derivados de su
incapacidad para escucharse, los ha ido relatando. Y aunque en esta parte del
itinerario también hemos podido observar ciertas ataduras, ahora Teresa es más
incisiva de esas otras ataduras exteriores, como si tuviera clara conciencia de la
gravedad de su historia vivida y del peso que la mirada patriarcal ha tenido en ella.
Y a renglón seguido nos señala qué hizo para salir de esa situación
enfangada en la que se encontraba: quitarse de las ocasiones y darse más a la
oración. Ambas cosas van de la mano en ella. Ambas cosas son potentes llaves
maestras para su libertad. Ir afianzándose en ambas cosas le descubre la cara real
de los escollos, que siguen sobreviviendo en forma de miedos porque sabía que:
Yo, como en estos tiempos habían acaecido grandes ilusiones en mujeres y
engaños que las había hecho el demonio, comencé a temer, como era tan
grande el deleite y suavidad que sentía, y muchas veces sin poderlo excusar,
puesto que veía en mí por otra parte una grandísima seguridad que era
Dios… (Vida 23, 2)
A veces los miedos venían de fuera, otras veces de dentro de ella misma,
de su vergüenza. Esto la moviliza en busca de ayuda de personas espirituales y
elige a los de la Compañía de Jesús, sin conocerlos pero oliendo que la ayudarían a
Pág
ina6
2
desenredarse. No lo tiene todo claro pero se arriesga. Y en el hecho mismo de la
interrelación va fiándose de lo que pasa en ella. Pero a costa de idas y venidas, de
conflictos y de malentendidos. En primer lugar, ni encuentra quien entienda su
situación, ni quien la acompaña se percata realmente de la situación. Esto redobla
su desesperanza y desconfianza:
En fin, entendí no eran por los medios que él me daba por donde yo me
había de remediar, porque eran para alma más perfecta; y yo, aunque en las
mercedes de Dios estaba adelante, estaba muy en los principios en las
virtudes y mortificación. Y cierto, si no hubiera de tratar más de con él, yo
creo nunca medrara mi alma; porque de la aflicción que me daba de ver cómo
yo no hacía -ni me parece podía- lo que él me decía, bastaba para perder la
esperanza y dejarlo todo. (Vida 23,9)
Así, después de estos intentos, cae en la cuenta de que lo que para unas
personas ciertas flaquezas no constituyen peligro alguno, para ella es un gran
inconveniente. Es decir, va conociéndose a sí misma, sus necesidades y sus
fragmentos, la debilidad y también sus puntos fuertes. Su modo de “ser buena” es
diferente del modo de este santo varón63. Otro dato que corrobora nuestra
perspectiva:
Decíame este santo (que a mi parecer con razón le puedo poner este
nombre) flaquezas, que a él le parecían que lo eran, con su humildad, para mi
remedio; y mirado conforme a su estado, no era falta ni imperfección, y
conforme al mío, era grandísima tenerlas. (Vida 23,10)
Si quiere hacer este camino de relación con Dios tiene que tener muy claro
quién es ella, su identidad, en qué situación existencial está, cuáles son los peligros
que la atenazan, dónde están sus riesgos, etc… porque si no, desde fuera querrán
aconsejarla y poner un bienintencionado molde, pero un molde masculino después
de todo, que no se corresponde con lo que está viviendo y con quien ella es. Con
todo, Teresa dialoga, espera, sigue el camino, se afecta, quiere, se relaciona…
Como él fue entendiendo mis imperfecciones tan grandes, y aun serían pecados (aunque después que le traté, más enmendada estaba), y como le dije las mercedes que Dios me hacía, para que me diese luz, díjome que no venía lo uno con lo otro, que aquellos regalos eran ya de personas que estaban muy aprovechadas y mortificadas, que no podía dejar de temer mucho, porque le parecía mal espíritu en algunas cosas, aunque no se determinaba, mas que pensase bien todo lo que entendía de mi oración y se
63
Alonso Álvarez Dávila
Pág
ina6
3
lo dijese. Y era el trabajo que yo no sabía poco ni mucho decir lo que era mi oración; porque esta merced de saber entender qué es, y saberlo decir, ha poco que me lo dio Dios. 12. Como me dijo esto, con el miedo que yo traía, fue grande mi aflicción y lágrimas. Porque, cierto, yo deseaba contentar a Dios y no me podía persuadir a que fuese demonio; mas temía por mis grandes pecados me cegase Dios para no lo entender. (Vida 23,11-12)
Relaciones obstruidas y conflictivas: los que debieran saber gobernar su alma
¿Qué pasa para que la relación se vaya haciendo conflictiva y dolorosa? La
razón poderosa está en lo que ha comenzado a desarrollar en este capítulo y que se
ha atribuido a ella misma. Era una trampa poderosa pensar que para que Dios dé,
tiene que tener una tierra totalmente abonada y perfecta. Un concepto
mercantilista de la relación. De esto se tiene que depurar y paradójicamente la
depuración será radical y le vendrá al sentir fuertemente el peso de la mirada de
los varones que la aconsejan:
… porque entiendo yo era imposible salir en tan poco tiempo de tan malas
costumbres y obras. Sea el Señor alabado que me libró de mí. (Vida 23,1)
Y no sólo esto, sino que ella misma no sabe dar cuentas de lo que hace Dios
en su vida. Porque ponía todas sus energías en recibir la experiencia pero no había
desarrollado la capacidad de comunicarla. El resultado es que, por medio de estos
consejeros y de sus miedos introyectados desde antiguo, Dios se convierte en
demonio. Y Teresa en demonizada. Hacer el camino inverso al de los demonios y
miedos será una poderosa arma en la vida de Teresa, por la que lo empeña todo.
7.2. LLEGAR A EMPODERARSE
¿Llegar a empoderarse? ¿Es una promesa de Dios? ¿Es una esperanza
llamada a la frustración? Por ahora, es el camino por el que debe transitar. Y este
camino no se hace de elucubraciones mentales, ante todo es un camino que saca de
la pasividad ante los acontecimientos a la acción comprometida con su propia vida.
Describamos algunas acciones que desarrolla:
- Sacar todos los recursos disponibles:
¿Hay algo que hacer? ¿De dónde sacar fuerzas y recursos? Es entonces, en
esta situación desesperada cuando se le ocurre confrontar lo que vive con lo que
aparece en los libros espirituales. A través de un lenguaje que no expresara una
Pág
ina6
4
continua impotencia como ella hacía, un lenguaje tomado de otros, podría volver a
reconvertir la relación y con ello, librarse de sus dudas e inseguridades. Y dicho y
hecho:
Mirando libros para ver si sabría decir la oración que tenía, hallé en uno que
se llama Subida del Monte, en lo que toca a unión del alma con Dios, todas
las señales que yo tenía en aquel no pensar nada, que esto era lo que yo más
decía: que no podía pensar nada cuando tenía aquella oración; y señalé con
unas rayas las partes que eran, y dile el libro para que él y el otro clérigo
que he dicho, santo y siervo de Dios, lo mirasen y me dijesen lo que había de
hacer;
Éste era un buen intento, pero un tanto ingenuo por su parte. Buscar
referencia en experiencias de Dios probadas y verdaderas, ella, mirada como no
totalmente virtuosa, ¿quién le mandaría a ella haberles contado tan extensamente
sus debilidades y vida? Ahora hacía uso de ello. Subraya, confronta, tiene sed de
verdad desde la ratificación y orientación por parte de los varones amigos.
y que, si les pareciese, dejaría la oración del todo, que para qué me había yo
de meter en esos peligros; pues a cabo de veinte años casi que había que la
tenía, no había salido con ganancia, sino con engaños del demonio, que mejor
era no la tener; aunque también esto se me hacía recio, porque ya yo había
probado cuál estaba mi alma sin oración. Así que todo lo veía trabajoso,
como el que está metido en un río, que a cualquier parte que vaya de él teme
más peligro, y él se está casi ahogando. Es un trabajo muy grande éste, y de
éstos he pasado muchos, como diré adelante; que aunque parece no importa,
por ventura hará provecho entender cómo se ha de probar el espíritu. (Vida
23,12)
Debía estar enajenada Teresa cuando se atrevía a decir que dejaría la
oración del todo. Estar dispuesta a renunciar al camino iniciado y a lo que
constituye el tesoro de su vida. La presión era tan fuerte que no le importaría.
Además, razonaba: era mejor no tener oración, si tantas complicaciones trae…
Pero afortunadamente a través de los muchos trabajos que pasa por este
motivo, se manifiesta la obra del Espíritu. Ella no lo comprenderá hasta después.
Ahora le toca soportar la situación y sentirse tan perdida y con tantos peligros
como quien está en un río ahogándose.
No se puede expresar mejor la situación que la del ahogo. Apretamiento,
ahogo, situación de callejón sin salida. Todo esto añadía la visión patriarcal sobre
su vida. Esta visión, quizás inconsciente, pero que se valía de la autoridad que daba
el ser varón para decir, argumentar, confrontar y validar las experiencias de Dios.
Pág
ina6
5
- No consentir miradas que aplastan:
No sabía ella que se enfrentaba a una mirada poderosa, censora y exigente
tal y como es la mirada patriarcal. No sabía que no había salida en ello. Y que una
vez que la mirada masculina demoniza, no hay vuelta atrás. La palabra de Teresa no
vale. Tendrán que ser otras palabras masculinas las que le den certidumbre y
amplíen el horizonte. No hay otra posibilidad. El sufrimiento no tiene nombre:
Y es grande, cierto, el trabajo que se pasa, y es menester tiento, en
especial con mujeres, porque es mucha nuestra flaqueza y podría venir a
mucho mal diciéndoles muy claro es demonio; sino mirarlo muy bien, y
apartarlas de los peligros que puede haber, y avisarlas en secreto pongan
mucho y le tengan ellos, que conviene. Y en esto hablo como quien le cuesta
harto trabajo no le tener algunas personas con quien he tratado mi oración,
sino preguntando unos y otros, por bien me han hecho harto daño, que se
han divulgado cosas que estuvieran bien secretas -pues no son para todos- y
parecía las publicaba yo. (Vida 23,13)
Pero proclama: señores varones, tengan discreción. ¿Cómo son sus miradas?
Soy una persona. No declaren las cosas que son secretas a pública subasta, no se
valgan el poder que les da el acceso al interior de las mujeres, semejante
indiscreción. Cuídennos, sí, pero con otra custodia diferente de cómo entienden
ustedes la custodia. Teresa necesita compañeros de camino y se encuentra con
censores. Esto es un gran trabajo para ella. Confusión y desorientación amenazan
con hacerse las dueñas de la situación.
Las consecuencias podrían haber sido mucho peores, pero porque ella es
capaz de mirar con perspectiva creyente lo que le pasa, de resistir las miradas que
la aplastan, puede reconciliarse. Reconciliarse no significa callarse la experiencia,
sino otorgar una oportunidad a esos mismos censores, observadores, confesores,
por estar convencida de que Dios cuida a las personas. Comprende, sin embargo, el
riesgo en el que está su persona, y es consciente de que esta situación de estar
bajo la mirada crítica de ellos, podría haberle hecho mucho daño porque, entre
otras cosas, afianzaría sus temores e impediría su crecimiento:
Creo sin culpa suya lo ha permitido el Señor para que yo padeciese. No digo
que decían lo que trataba con ellos en confesión; mas, como eran personas a
quien yo daba cuenta por mis temores para que me diesen luz, parecíame a
mí habían de callar. Con todo, nunca osaba callar cosa a personas
semejantes. Pues digo que se avise con mucha discreción, animándolas y
aguardando tiempo, que el Señor las ayudará como ha hecho a mí; que si no,
Pág
ina6
6
grandísimo daño me hiciera, según era temerosa y medrosa. Con el gran mal
de corazón que tenía, espántome cómo no me hizo mucho mal. (Vida 23, 13)
- Ejercitar la sabia transparencia:
Teresa no se conforma con la primera alternativa, la de mirar libros y que
sean otros quienes digan las palabras que ella no sabe, no puede, no debe decir.
Pero con el libro, una relación de la propia vida y pecados. La interioridad de
Teresa está en manos de estos “dos siervos de Dios”. Su vida, sus debilidades, sus
tendencias, su pecado, su historia en definitiva. Ella busca confrontación de la
experiencia, y así hace todo lo que puede para ello. Ellos son personas conocidas, a
las que considera siervos de Dios. ¿Cómo no confiar en ellos? Así cree descansar.
Pero pide oraciones, ora ella misma más… Y sin embargo, la respuesta no tarda en
llegar y en generarle aún más tensión y sufrimiento. Argumentan con la mayor
seguridad y certeza que “era demonio”:
Pues como di el libro, y hecha relación de mi vida y pecados lo mejor que
pude por junto (que no confesión, por ser seglar, mas bien di a entender
cuán ruin era), los dos siervos de Dios miraron con gran caridad y amor lo
que me convenía. Venida la respuesta que yo con harto temor esperaba, y
habiendo encomendado a muchas personas que me encomendasen a Dios y yo
con harta oración aquellos días, con harta fatiga vino a mí y díjome que, a
todo su parecer de entrambos, era demonio; (Vida 23,14)
La desproporción es muy clara, y eso a pesar del amor que los dos varones
profesan a Teresa: la soledad de ella frente al acuerdo de “entrambos”. Los miedos
y la fatiga de ella frente a la seguridad de ellos manifestada en “su parecer”. La
pregunta que nos hacemos es: ¿Cambia la mirada de estos santos varones sobre
Teresa después de escucharla? Parece que por lo que se pone en marcha después,
la mirada sigue siendo la misma. Es avisada – advertida, puesta en guardia- de que
está en un mucho peligro si ella no tiene quien la gobierne. El tema de la custodia
femenina vuelve a aparecer con fuerza. Ella sí, durante años ha tenido el deseo de
encontrar a alguien que pueda entender su alma, pero esa premura de “tener quien
la gobierne” quizás fuera una urgencia que venía de otra fuente, esta vez externa a
ella misma. Con todo, está dispuesta a lo que sea.
- Ampliar espacios de diálogo y compartir perspectivas:
Por lo tanto, no está todo perdido porque en medio de este abismo se
produce un poco de luz, que paradójicamente viene también de los mismos varones
que hablan de “demonio”. Al menos, hay una posibilidad nueva que se abre. Una
tercera persona, alguien de la Compañía de Jesús que pueda confesarla, que pueda
escuchar en qué situación está, con quien pueda clarificarse:
Pág
ina6
7
que lo que me convenía era tratar con un padre de la Compañía de Jesús,
que como yo le llamase diciendo tenía necesidad vendría, y que le diese
cuenta de toda mi vida por una confesión general, y de mi condición, y todo
con mucha claridad; que por la virtud del sacramento de la confesión le
daría Dios más luz; que eran muy experimentados en cosas de espíritu; que
no saliese de lo que me dijese en todo, porque estaba en mucho peligro si no
había quien me gobernase. (Vida 23,14)
El diálogo que se ha suscitado abre puertas para Teresa. Desde su óptica, es
Dios quien lo ha hecho posible. Pero ese Dios no actúa si no es a través de sus
mediaciones. Nos podemos preguntar al respecto: ¿Qué ha tipo de relación se ha
establecido entre Teresa y Diego de Cetina? Desde luego, por los efectos que se
producen inmediatamente –conocida mejoría empezó a tener mi alma-, se trata de
una relación que genera novedad.
Esa relación nueva tiene unas marcas:
- En primer lugar, una relación que consuela y esfuerza de manera
armónica.
- En segundo lugar, una relación de escucha, donde Diego de Cetina tiene
que realizar un acercamiento al mundo de Teresa, a su situación, su
condición ¿femenina?
- En tercer lugar, tenemos delante una relación de crecimiento, donde
tienen que llegarse a acuerdos, poner límites, establecer alianzas. Parece
que Diego de Cetina ha hecho algo que hasta ahora no había hecho
ninguno de los varones que habían tratado a Teresa. Parece que hay en él
una sabiduría que rompe ciertas barreras y es capaz de provocar
también en Teresa un cambio que consiste en retomar fuerzas y
comprometerse seriamente a vivir confrontando su experiencia:
Dejóme consolada y esforzada, y el Señor que me ayudó y a él para que entendiese mi condición y cómo me había de gobernar. Quedé determinada de no salir de lo que me mandase en ninguna cosa, y así lo hice hasta hoy. Alabado sea el Señor, que me ha dado gracia para obedecer a mis confesores, aunque imperfectamente; y casi siempre han sido de estos benditos hombres de la Compañía de Jesús; aunque imperfectamente, como digo, los he seguido. Conocida mejoría comenzó a tener mi alma, como ahora diré. (Vida 23,18)
- Frenar la situación de miedo y cobrar confianza:
El empoderamiento es un proceso social progresivo, también en Teresa.
¿Cómo se manifiesta en ella? Desde el tema que nos ocupa, en ella, los miedos que
la mantienen atada – en forma de no acabarse de fiar de sus propias voces
interiores, y dar demasiado crédito a las externas - son superados y por lo tanto,
los demonios diluidos, que, según ella misma expresa, se van asustados. Se da paso
a otras estructuras de pensamiento y de comportamiento basadas en la confianza
Pág
ina6
8
en sí misma, en la autogestión de la propia vida, de modo que la dependencia
masculina deja de ser un mecanismo ciego e indefinido y se convierte en lo que
siempre ella ha deseado, un campo para la interrelación desde el señorío ahora de
Dios.
Los efectos son clarísimos. Sólo señalamos uno que nos parece
importantísimo: Comencé a tomar de nuevo amor a la sacratísima Humanidad. (Vida 24,2)
La imagen de Dios cambia. Curioso que los miedos dejen paso a fijarse en un
modelo de varón, Jesús de Nazaret, libre, no sometido al sistema patriarcal. El
volver a tomar amor implica una reconciliación, a ir a las fuentes que a ella la
dignifican, a tomar el camino que a ella misma humaniza. En la Humanidad de Cristo
encuentra ella misma su camino de humanización. Aprender es la nueva consigna,
estar abierta, escuchar, y todas esas actitudes que le pasaron desapercibidas, y
que por no valorarlas, fue pasto de los miedos. Así es posible el milagro: Por fin …
Comenzóse a asentar la oración como edificio que ya llevaba cimiento, y a aficionarme a más
penitencia, de que yo estaba descuidada por ser tan grandes mis enfermedades. (Vida
24,2).
Junto a Diego de Cetina, Francisco de Borja, obtiene Teresa la confirmación
que tanto necesitaba: su experiencia era validada, espíritu de Dios, afirmaba. Poco
después, Juan de Prádanos por la mediación de Guiomar de Ulloa hace la misma
labor que Diego de Cetina. Las nuevas relaciones alimentadas y orientadas al
crecimiento posibilitan que Teresa pueda seguir viviendo desde esta nueva
dinámica libre de miedos.
- Apoyarse en la certidumbre del poder cómplice de Dios:
Pero será Dios quien pone el broche final y corrobora a Teresa en ese
proceso. Lo hace de manera inédita, sorprendente y permanente: “Ya no quiero que
tengas conversación con hombres, sino con ángeles” (Vida 24, 7) viene a significar que no
hay vuelta atrás, ninguna relación puede hacerle daño, será desde esa relación
estrecha con el Dios Humano como podrá vencer todos los combates. Esa lucha por
la libertad que había librado Teresa durante tantos años sin conseguirlo, llega a su
fin cuando Dios mismo con ella barre los obstáculos. En su más honda realidad, el
empoderamiento de Teresa es obra de un poder cómplice, el de Dios. Y su
confianza en ese Dios libertador y deshacedor de ñudos, es absoluta y le protege
de los peligros presentes y futuros:
Tengo por muy cierto que el demonio no engañará – ni lo permitirá
Dios – a alma que de ninguna cosa se fía de sí y está fortalecida en la fe, que
entienda ella de sí por un punto de ella morirá mil muertes. Y con este amor
a la fe que infunde luego Dios, que es una fe viva, fuerte, siempre procura ir
conforme a lo que tiene la Iglesia, preguntando a unos y a otros, como quien
Pág
ina6
9
tiene ya hecho asiento fuerte en estas verdades, que no la moverían cuantas
revelaciones - aunque viese abiertos los cielos – un punto de lo que tiene la
Iglesia. (Vida 25, 12)
- Poner las propias condiciones: que sean letrados, letrados
Teresa ha vencido una contradicción: ¿Cómo escuchar a esos miembros de la
Iglesia a la que ella ama que le infunden miedo y desdicha? La nueva fe le enseña
que el modo es preguntar a unos y otros, haciendo asiento fuerte en las verdades
que se consolidan en su interior. Ésa es la manera de llegar a una integración de
esta aparente contradicción. Los escucha tanto en cuanto los puede escuchar,
tanto en cuanto confirmen lo que ella ya está viviendo. No buscará más su
aprobación como quien quiere tener asegurada la custodia y la protección, de ahí
que Teresa sea capaz ya de poner sus propias condiciones para este diálogo de
unos y otros: han de ser letrados. No está dispuesta a sufrir inútilmente y a gastar
más energías.
Letrados porque deben ajustarse a lo razonable, no deben asustarse ni
espantarse porque una mujer tenga la experiencia y gracia que ellos no huelen, sino
que se abran a la generosidad de Dios que quiere derramarse y manifestar su
acción en quien quiere y como quiere. Invitación la suya a una ruptura particular con
el orden jerárquico imperante. Por su parte, ella ya ha adquirido un compromiso de
vida sustituyendo el miedo por la suspicacia y por la actitud de sospecha ante los
engaños vengan de donde vengan. De hecho, no hay momento en que no trate de
oración y que no hable de esos engaños: Con todo, puede hacer muchos embustes el
demonio, y así no hay cosa en esto tan cierta que no lo sea más temer e ir siempre con
aviso, y tener maestro que sea letrado y no le callar nada, y con esto ningún daño puede
venir; (Vida 25,14)
- No perder la memoria de lo vivido para no volver a caer en manos
del temor:
Y sigue el relato. Sí, la condición para no engañarse, una condición para vivir
en tranquila dignidad es que sean letrados. Pero Teresa no pierde la memoria.
Introduce un “aunque” densísimo que la retrotrae a otro lugar y otra circunstancia
le despertaba temores en extremo. ¿De dónde venían estos temores en extremo?
De que ella daba crédito a varones que tenían temores demasiados: aunque a mí hartos me han venido por estos temores demasiados que tienen algunas personas. En especial me acaeció una vez que se habían juntado muchos a quien yo daba gran crédito -y era razón se le diese- … (Vida 25,14)
Pág
ina7
0
Volvemos a repetirlo. Teresa estaba en sus manos porque la relación era
desigual. La intimidad de ella no estaba salvaguardada como un amigo cuida a una
amiga. Y quizás no con mala fe, sino con la indiscreción propia del aburrido o del que
padece exceso de celo, o de quien simplemente tampoco se fía de sí mismo por ser
presa también de aquellos temores demasiados. El caso es:
… que, aunque yo ya no trataba sino con uno, y cuando él me lo mandaba hablaba a otros, unos con otros trataban mucho de mi remedio, que me tenían mucho amor y temían no fuese engañada. Yo también traía grandísimo temor cuando no estaba en la oración, que estando en ella y haciéndome el Señor alguna merced, luego me aseguraba. Creo eran cinco o seis, todos muy siervos de Dios. Y díjome mi confesor que todos se determinaban en que era demonio, que no comulgase tan a menudo y que procurase distraerme de suerte que no tuviese soledad. (Vida 25,14)
¿Qué despierta este vaivén de temores varoniles en Teresa? A su vez más
temor. En resumen, temores en escalada: Yo era temerosa en extremo, como he dicho.
Ayudábame el mal de corazón, que aun en una pieza sola no osaba estar de día muchas
veces. (Vida 25,14). Lo curioso es, sin embargo, que hay rescoldo, una pequeña
centella indomable. Porque Teresa tiene certidumbres aunque su desconfianza de
lo que pasa en ella – puesto que sus actitudes de vida y su condición de iletrada
dejan mucho que desear - le juegan malas pasadas: Yo, como vi que tantos lo
afirmaban y yo no lo podía creer, diome grandísimo escrúpulo, pareciendo poca humildad; porque todos eran más de buena vida sin comparación que yo, y letrados, que por qué no los
había de creer. Pero su sabiduría la pone en contacto íntimo consigo misma. Y desde
ese interior se tiene que hacer fuerza. De nuevo se produce la ruptura del diálogo,
de nuevo, la mirada y la visión de aquellos clérigos, no comprende la condición y
situación de Teresa. Esa mirada, en el fondo, se caracteriza por una visión miope.
Pero ella, rema a contra corriente y busca justificaciones y razones para
ratificarlos. Va directamente a lo que es su punto débil, su ruin vida. Ahí quiere
encontrar la satisfactoria verdad: Forzábame lo que podía para creerlo, y pensaba que
mi ruin vida y que conforme a esto debían de decir verdad. (Vida 25,14)
El proceso de empoderamiento no ha terminado todavía. Teresa sigue
ciertamente dependiente del crédito que da a estos varones. ¿Es que tiene otra
salida? No puede hacer nada más.
Y si seguimos el discurso de su Vida, tenemos que en los capítulos que
siguen, se mantiene la tensión que consiste en volverse a ver sola, incluso con todas
las acciones que realiza encaminadas a su empoderamiento. Vuelve a sentir de
manera fatídica su exclusión. Que esta experiencia le ayude precisamente a
levantar más firmemente el vuelo y le sirva para sacar a otras de sus “ñudos”, es
algo que puede ser celebrado más tarde. Ahora, nos debemos ceñir a este proceso
que se repite circularmente en forma de aflicción. Quizás deja atrás alguna
Pág
ina7
1
estrategia, quizás el enemigo de su bien es poderoso, quizás la vida es así, con idas
y vueltas hasta que se traspasan ciertos umbrales, se mantienen las decisiones y no
se desaprovechan las oportunidades de crecimiento que posibilitan las relaciones
humanas.
7.3. EL UMBRAL DE LA PLAÑIDORA
Teresa pasa umbrales, cruza puertas, rescata espacios. Y lo hace una y otra
vez repitiendo el proceso que le llevará a empoderarse. Intentó confrontarse con
las palabras que otros ponían a su experiencia, quiso dialogar con los varones que la
sometían a crítica, oró fervientemente, se forzaba para creer palabras extrañas a
ella misma, pero quizás verdaderas, frenaba las situaciones de miedo y demonios a
base de confianza y afianzamiento en sus certidumbres. Todo esto ya es una
práctica cotidiana, pero sometida a riesgos. Cuando ya se ha iniciado un camino,
volver atrás se hace cada vez más imposible. Cuanto más camino recorrido, mayor
es la negación a volver sobre los propios pasos para caer en situaciones pasadas.
Mejor enfrentarse a lo que no se conoce, que aquel conocimiento.
No obstante, cuando una verdad que no se corresponde con otra verdad
madurada en el interior y tocada por el Misterio, no puede dejarse así como así
sino es con una dosis enorme de sufrimiento y de negación de una misma. Teresa lo
experimenta como aflicción. Esa aflicción es una concentración de muchas
vivencias. Es la expresión más sincera y primaria de su estado. ¿Dónde apoyarse
ahora? Y atraviesa el umbral. Cambia de espacio. Por un momento deja de dar
vueltas a las palabras de aquellos santos varones, y a sus sentencias, y se
concentra en su pena, en las lágrimas que le causa la situación, y accede al espacio
sagrado de la Presencia divina. El hecho real de ir al oratorio es la evidencia del
hecho paradójico y sorprendente de lo que está vivido. Necesita cruzar umbrales:
Fuime de la iglesia con esta aflicción y entréme en un oratorio, habiéndome quitado muchos días de comulgar, quitada la soledad, que era todo mi consuelo, sin tener persona con quien tratar, porque todos eran contra mí: unos me parecía burlaban de mí cuando de ello trataba, como que se me antojaba; otros avisaban al confesor que se guardase de mí; otros decían que era claro demonio; sólo el confesor, que, aunque conformaba con ellos por probarme -según después supe-, siempre me consolaba y me decía que, aunque fuese demonio, no ofendiendo yo a Dios, no me podía hacer nada, que ello se me quitaría, que lo rogase mucho a Dios. Y él y todas las personas que confesaba lo hacían harto, y otras muchas, y yo toda mi oración, y cuantos entendía eran siervos de Dios, porque Su Majestad me llevase por otro camino. Y esto me duró no sé si dos años, que era continuo pedirlo al Señor. (Vida 25,15)
Pág
ina7
2
Entrar en el oratorio. Atravesar ese umbral para dejar atrás el peso de las
miradas y de las palabras que la humillaban. Había hecho todo lo que esas voces le
decían: no comulgar, no orar, no estar sola. Le negaban el espacio donde ella se
sentía viva y en crecimiento, donde podía estar protegida. Le quitaban todas las
defensas contra el miedo y le imponían la dura carga del descrédito, hacían de ella
un campo apropiado para el chisme y la superficialidad.
Presiones también al confesor. Presiones sutiles, enmascaradas con cierta
caridad avisadora. Indefinición del confesor, que se defiende diciendo que quiere
probar a Teresa. Pero que no expone la valía, sensatez y misericordia que
derrochaba la experiencia de aquella mujer en público sino en privado. Al menos en
privado.
Sin embargo, Teresa ha dado un paso adelante, y entra con su aflicción en el
oratorio. No consigue consolarse con nada. Porque lo más doloroso es que, de vez en
cuando, daba credibilidad a quienes decían que le hablaba el demonio. Este estigma
no puede ser peor. ¿Qué significa que públicamente se reconozca que a esta mujer
le hable el demonio? Sin contar con las consecuencias directas para su vida, se
produciría la neutralización de lo que está provocando Teresa con su empeño por la
oración contemplativa. Que no lea, ni rece, ni se informe, ni entre en contacto lo
que no puede ser sino fuente de conflictos.
En esta encrucijada Teresa no encuentra descanso ni consuelo porque si
escucha aquellas voces masculinas que le aseguran que es demonio, y hace lo que
piden, descansa algo porque hace caso a esas mediaciones, pero no se convence del
todo porque su experiencia de Dios le va confirmando una y otra vez a partir de la
paz, la seguridad y la certeza de las palabras que escucha:
A mí ningún consuelo me bastaba, cuando pensaba que era posible que tantas veces me había de hablar el demonio. Porque de que no tomaba horas de soledad para oración, en conversación me hacía el Señor recoger y, sin poderlo yo excusar, me decía lo que era servido y, aunque me pesaba, lo había de oír. (Vida 25,16)
¿Qué está viviendo Teresa? Entre otras cosas, el difícil nacimiento de un
camino autónomo y maduro. Las oposiciones y la ridiculización de eso que es lo más
sagrado que tiene, no hace sino afianzar sus cimientos sobre bases sólidas. El tira
y afloja real llega al extremo. Porque se ha enfrentado con anterioridad al mismo
fantasma en forma de duda: ¿a quién escucho? ¿A mis voces o a las de otros?
Busca y rebusca, y no encuentra solución. Porque una persona no puede dejar las
referencias exteriores para encontrar su propia identidad y vocación, pero
tampoco puede escuchar voces fundadas en el miedo y en la prevención, puesto que
Pág
ina7
3
ahí no hay posibilidad de crecimiento. La situación: está sola. ¿Se pueden movilizar
de nuevo sus recursos a partir de esta exclusión y soledad? Desde luego. Estar
sola, sin apoyos, con miedos de engaño, fatigada, alborotada, sin consuelo, temiendo
mil peligros:
Pues estándome sola, sin tener una persona con quien descansar, ni podía
rezar ni leer, sino como persona espantada de tanta tribulación y temor de
si me había de engañar el demonio, toda alborotada y fatigada, sin saber qué
hacer de mí. En esta aflicción me vi algunas y muchas veces, aunque no me
parece ninguna en tanto extremo. Estuve así cuatro o cinco horas, que
consuelo del cielo ni de la tierra no había para mí, sino que me dejó el Señor
padecer, temiendo mil peligros. (Vida 25,17)
Desde esa situación tiene que encontrar su manantial, la fuente que le
permita construir un muro de contención a tanto desconsuelo, tristeza, alboroto y
fatiga. Y lo encuentra en la relación con Dios Amigo. Descubre la amistad no desde
una situación de placidez, ni de una vida integrada. Sino desde el contacto más
hondo con la exclusión que padece. A partir de esa experiencia se identifica
realmente con quien pasó por lo mismo, se produce una solidaridad inédita con
Jesús de Nazaret:
¡Oh Señor mío, cómo sois Vos el amigo verdadero; y como poderoso, cuando
queréis podéis, y nunca dejáis de querer si os quieren! ¡Alaben os todas las
cosas, Señor del mundo! ¡Oh, quién diese voces por él, para decir cuán fiel
sois a vuestros amigos! Todas las cosas faltan; Vos Señor de todas ellas,
nunca faltáis. Poco es lo que dejáis padecer a quien os ama. ¡Oh Señor mío!,
¡qué delicada y pulida y sabrosamente los sabéis tratar! (Vida 25,17)
Ha cruzado el umbral del miedo y se afianza victoriosa en la experiencia de
relación con Jesús de Nazaret. Enhorabuena, Teresa, has descubierto la llave que
te abrirá más puertas, que permitirá que accedas a nuevo conocimiento, y que te
arriesgues a transitar todos los caminos humanos y divinos. Entonces, para Teresa,
desde ahora, todo recobra su sentido, y de un plumazo, el dolor es encapsulado y
mandado fuera. Una permanente serenidad y una paz fuerte acampan en su vida.
¿Será para siempre?:
¡Quién nunca se hubiera detenido en amar a nadie sino a Vos! Parece, Señor,
que probáis con rigor a quien os ama, para que en el extremo del trabajo se
entienda el mayor extremo de vuestro amor. ¡Oh Dios mío, quién tuviera
entendimiento y letras y nuevas palabras para encarecer vuestras obras
como lo entiende mi alma! Fáltame todo, Señor mío; mas si Vos no me
Pág
ina7
4
desamparáis, no os faltaré yo a Vos. Levántense contra mí todos los
letrados; persíganme todas las cosas criadas, atorméntenme los demonios,
no me faltéis Vos, Señor, que ya tengo experiencia de la ganancia con que
sacáis a quien sólo en Vos confía. (Vida 25,17)
Esa relación honda y profunda con el Evangelio le permite el cambio de
perspectiva sobre ella misma. Ya se mira como la mujer débil que puede ser
engañada en cualquier momento. Ya no es la mujer temerosa y dispuesta a
renunciar a lo que sea, aunque sea a su mejor tesoro, con tal de tener el crédito de
quienes le aconsejan. Esta mujer transformada por la acción depuradora del
espíritu de Jesús, es otra mujer, como otro nuevo libro es el libro que está
escribiendo.
7.4. PASANDO OTRO UMBRAL: EL ESPACIO DE LA SABIA
…Se ve el alma en un punto tan sabia… Vida 27,9
La plañidora deja paso a la sabia. Las lágrimas que arrinconan arrecian como
una tormenta, pero se abre otro espacio ancho basado en la memoria de la
experiencia espiritual de Jesús en el evangelio y en el contacto con su propia
experiencia espiritual. Si Jesús pudo acabar con la tormenta y dar lugar a la calma,
también ella, por completo, quedará inundada de luz. Esa luz que es equivalente a un
corazón compasivo como el del Maestro y a un consuelo verdadero.
Desde esta experiencia del plañir se produce la experiencia de una sabiduría
nueva que determina determinadamente a Teresa de Jesús. Este nuevo
seguimiento al Maestro no está basado en un imperativo legal o moral sino en la
lucidez a partir de la experiencia. Seguimiento que está hecho de ánimos y deseos
que se encaminan como lanzas en una única mirada: ponerse al servicio de las cosas
de Dios.
Es así, cierto, que muchas veces me acordaba de cuando el Señor mandó a los
vientos que estuviesen quedos, en la mar, cuando se levantó la tempestad y así decía
yo: ¿Quién es éste que así le obedecen todas mis potencias, y da luz en tan gran
oscuridad en un momento, y hace blando un corazón que parecía piedra, da agua de
lágrimas suaves adonde parecía había de haber mucho tiempo sequedad? ¿Quién
pone estos deseos? ¿Quién da este ánimo? Que me acaeció pensar: ¿de qué temo?
Pág
ina7
5
¿Qué es esto? Yo deseo servir a este Señor. No pretendo otra cosa sino
contentarle. No quiero contento ni descanso ni otro bien sino hacer su voluntad (que
de esto bien cierta estaba, a mi parecer, que lo podía afirmar). (Vida 25,19)
Esta personal experiencia espiritual tiene una consecuencia importante: la
pérdida del miedo. Para Teresa lo más urgente y apremiante era la posibilidad de
“trato amistoso con Dios”, la realidad de un compromiso estable, firme, maduro e
incondicional. Y Dios la determina a través de las situaciones más crudas y
contradictorias y le regala una voluntad como la suya. Los quereres semejantes, un
Dios que se abaja para ser Amigo e iguala las condiciones. Esta igualdad es una
alternativa a la desigualdad padecida. Es cierto, ella quiere servir a este señor, ¿y
quién no? Porque es un servir que vence demonios. Desde ahora, será ésta su
vocación.
La mujer sabia se ha abierto espacio y es capaz de sentenciar: Pluguiese a Su
Majestad temiésemos a quien hemos de temer y entendiésemos nos puede venir mayor daño
de un pecado venial que de todo el infierno junto, pues es ello así. (Vida 25,20)
De la experiencia ha surgido un convencimiento: que el miedo a confiar en
las propias voces acaba siendo un engaño y trae consigo parálisis y frustración.
Afrontar la vida fiada de lo que Dios va haciendo en ella, libera y fortalece. Y
junto a esta comprensión, una sabiduría mayor. Miedo hay que tener, pero avisa:
tengamos miedo a lo que nos daña, aunque sea tan pequeño que tendamos a no
darle importancia. Tengamos miedo a lo que no ha pasado la criba de nuestro propio
examen y otros – alusión a su experiencia con medio letrados - pueden juzgar como
sin importancia (pecados veniales).
Perder el miedo y afrontar la vida son dos efectos de esta lucha. Pero hay
más. Esta mujer sabia ha aprendido a poner rostro a los demonios. Por este
motivo los puede desenmascarar. Además de reconocerlos en el miedo, comprende
que tienen el rostro de la honra, los deleites y haciendas. Esta lucha entonces se
hace contracultural. No se trata de una batalla individual e interna que se produce
en ella misma. Los demonios tienen rostros cada vez más concretos y sus efectos
son más peligrosos porque ciegan el entendimiento, distraen y aniñan:
¡Qué espantados nos traen estos demonios, porque nos queremos nosotros espantar con otros asimientos de honras y haciendas y deleites!, que entonces, juntos ellos con nosotros mismos que nos somos contrarios amando y queriendo lo que hemos de aborrecer, mucho daño nos harán… (Vida 25,21)
Pág
ina7
6
Dejarse aniñar es volver al antiguo modelo y esquema de desigualdad
patriarcal. Por tanto, Teresa quisiera que ésa no fuera su característica personal.
La manera de mantenerse en su nueva vida es saber distinguir, adquirir la lucidez
de quien sabe manejarse en la ambigüedad de la vida. Y termina magistralmente
con una alusión directa a la causa del miedo: los confesores que la han inducido a
temer, la han confundido y le han inquietado tanto que no sabe cómo lo ha podido
sufrir:
Plega al Señor que no sea yo de éstos, sino que me favorezca Su Majestad
para entender por descanso lo que es descanso, y por honra lo que es honra,
y por deleite lo que es deleite, y no todo al revés, y ¡una higa para todos los
demonios!, que ellos me temerán a mí. No entiendo estos miedos: «¡demonio!
¡demonio!», adonde podemos decir: «¡Dios ¡Dios!», y hacerle temblar. Sí, que
ya sabemos que no se puede menear si el Señor no lo permite. ¿Qué es esto?
Es sin duda que tengo ya más miedo a los que tan grande le tienen al
demonio que a él mismo; porque él no me puede hacer nada, y estotros, en
especial si son confesores, inquietan mucho, y he pasado algunos años de tan
gran trabajo, que ahora me espanto cómo lo he podido sufrir. ¡Bendito sea el
Señor que tan de veras me ha ayudado!. (Vida 25,22)
El hilo conductor que nos viene acompañando en nuestro análisis, muestra un
peso, el peso tan viejo como real que tienen que soportar las mujeres que deciden
mantener un camino espiritual serio. Teresa debe defender su vida. No hay
resquemor ninguno, sino una verdad muy honda que ha nacido de todo lo que le ha
ido pasando. Por este motivo, entiende de Dios que no deje de comunicar toda su
vida y todo lo que entiende que le dice. Pero que lo haga con cabeza, no a
cualquiera, sino a un confesor letrado. A pesar de ello, no puede evitar las
experiencias con confesores que la martirizan y que Dios utilizó para sacar mejor
bien de ella misma:
Tenía yo un confesor que me mortificaba mucho y algunas veces me afligía y
daba gran trabajo, porque me inquietaba mucho, y era el que más me
aprovechó, a lo que me parece. Y aunque le tenía mucho amor, tenía algunas
tentaciones por dejarle, y parecíame me estorbaban aquellas penas que me
daba de la oración. (…)
Algunas veces me fatigaba: cuestión por un cabo y reprensión por otro, y todo lo había menester, según tenía poco doblada la voluntad. Díjome una vez que no era obedecer si no estaba determinada a padecer; que pusiese los ojos en lo que El había padecido, y todo se me haría fácil. (Vida 26,3)
Frente a este peso, la búsqueda desesperada de oasis. Encuentra Teresa a
Juan de Ávila. En este encuentro, quedan aclaradas muchas de las cuestiones que
Pág
ina7
7
suponían un auténtico martirio para ella. Las higas que le decían que hiciera se
vuelven ahora en contra de esos mismos confesores asustadizos. Interesante nos
parece la opinión que Juan de Ávila tuvo al respecto en esta situación y que supuso
una confirmación a Teresa:
Visiones imaginarias o corporales son las que más duda tienen, y éstas en
ninguna manera se deben desear; y si vienen sin ser deseadas, aun se han de
huir todo lo posible, aunque no por medio de dar higas64, si no fuese
cuando de cierto se sabe ser espíritu malo; y cierto, a mí me hizo horror las
que en este caso se dieron, y me dio mucha pena.65
A Juan de Ávila le da mucha pena el tormento –aquello era tiranía- a que es
sometida Teresa. Paradójicamente, esta mujer reconoce que de todo este
sufrimiento pudo sacar provecho. Pero también resiste porque recibe el apoyo
necesario en este varón. Apoyo y ratificación que le permite seguir más contenta y
satisfecha. ¿Qué desbordamiento de paz no sentiría al recibir estas palabras?:
Y no se debe nadie atemorizar para condenar de presto estas cosas por ver
que la persona a quien se dan no es perfecta; porque no es nuevo a la bondad
del Señor sacer de los malos, justos, y aun de pecados y graves, con darles
muy dulces gustos suyos, según lo he yo visto. ¿Quién pondrá tasa a la
bondad del Señor? Mayormente que estas cosas no se dan por
merecimientos ni por ser uno más fuerte, antes algunas [veces] por ser más
flaco; y como no hacen a uno más santo, no se dan siempre a los más santos
(…)
Paréceme, según del libro consta, que vuestra merced ha resistido a estas
cosas, y aún más de lo justo. Paréceme que le han aprovechado a su ánima;
especialmente le han hecho más conocer su miseria propia y faltas y
enmendarse de ellas. Han durado mucho, y siempre con provecho espiritual.
Incítanle a amor de Dios, y a propio desprecio, y a hacer penitencia. No veo
por qué condenarlas. (…)
64
Cf. con lo que escribe: Vida 29,6: Dábame este dar higas grandísima pena cuando veía esta visión del Señor; porque cuando yo le veía presente, si me hicieran pedazos no pudiera yo creer que era demonio, y así era un género de penitencia grande para mí. (…) yo lo hacía por obedecer al que tenía en su lugar, y que no me culpase, pues eran los ministros que El tenía puestos en su Iglesia. Decíame que no se me diese nada, que bien hacía en obedecer, mas que él haría que se entendiese la verdad. Cuando me quitaban la oración, me pareció se había enojado. Díjome que les dijese que ya aquello era tiranía. Dábame causas para que entendiese que no era demonio. Alguna diré después. 65
Juan de Ávila, A la muy reverenda madre mía y mi señora, Teresa de Jesús, (12 de Septiembre de 1568) carta n. 158, Obras completas, Tomo V, BAC, 1970, p. 574
Pág
ina7
8
Vuestra merced siga su camino, mas siempre con recelo de los ladrones y
preguntando por el camino derecho; y dé gracias a nuestro Señor, que le ha
dado su amor y el propio conocimiento, y amor de penitencia y de cruz. Y de
esotras coas no haga mucho caso, aunque tampoco las desprecie, pues hay
señales que muy muchas de ellas son de parte de nuestro Señor, y las que no
son, con pedir consejo no le dañarán. (…)66
La sabiduría tiene que hacer un trabajo arduo en Teresa. En primer lugar,
porque tiene que enfrentarse a la escucha a los confesores para seguir caminando.
Una escucha que ella debe aprender a hacer. En segundo lugar, debe hacer camino
de confianza con los confesores para poder comunicarles su intimidad. En tercer
lugar, debe hacer frente a los interrogantes que estos mismos confesores le
devuelvan. Un ejemplo significativo lo tenemos cuando ella quiere comunicar las
visiones y revelaciones que ha tenido de Cristo. Se tiene que someter a un
interrogatorio extraño y exigente en datos, en detalles que ella no puede dar. El
confesor se empeña hasta tal punto que el diálogo corre el riesgo de perderse:
Luego fui a mi confesor, harto fatigada, a decírselo. Preguntóme que en qué
forma le veía. Yo le dije que no le veía. Díjome que cómo sabía yo que era
Cristo. Yo le dije que no sabía cómo, mas que no podía dejar de entender
estaba cabe mí y lo veía claro y sentía, y que el recogimiento del alma era
muy mayor, en oración de quietud y muy continua, y los efectos que eran
muy otros que solía tener, y que era cosa muy clara. No hacía sino poner
comparaciones para darme a entender; y, cierto, para esta manera de visión,
a mi parecer, no la hay que mucho cuadre. (…)Trae consigo grandes bienes.
(Vida 27,3)
La diferencia de visiones entre Juan de Ávila, de las de estos otros
confesores se hacen manifiestas en la perspectiva con la que miran a Teresa. Para
Juan de Ávila hay que tener cuidado para no perderse en el camino, pero no infunde
miedo. Al contrario, la anima a que siga su camino. En estos otros varones clérigos y
laicos, los matices, las preguntas, los cuestionamientos, las dudas, son tan
manifiestas que literalmente la ahogan.
Otra experiencia de alivio la tendrá con el santo Pedro de Alcántara y
dejará constancia de ello, aunque quizás no sea del agrado de García de Toledo, que
quizás piense que se desvía de lo que le ha mandado escribir. A ella le sale el
retrato de un varón radical (pobreza extrema) como fray Pedro pero al mismo
66
Op. cit. Juan de Ávila, pp. 575-576.
Pág
ina7
9
tiempo afable. Él es modelo de seguidor de Jesús porque está hecho de raíces de
árboles, ha puesto a raya sus pasiones, no tiene verborrea, sus palabras tienen
sabiduría y autoridad y tiene al mismo tiempo buen entendimiento. Lo que desea
encontrar en estos otros varones llamados a gobernar su alma:
A mujeres jamás miraba; esto muchos años. Decíame que ya no se le daba
más ver que no ver. Mas era muy viejo cuando le vine a conocer, y tan
extrema su flaqueza, que no parecía sino hecho de raíces de árboles. Con
toda esta santidad era muy afable, aunque de pocas palabras, si no era con
preguntarle. En éstas era muy sabroso, porque tenía muy lindo
entendimiento. Otras cosas muchas quisiera decir, sino que he miedo dirá
vuestra merced que para qué me meto en esto, y con él lo he escrito. Y así lo
dejo con que fue su fin como la vida, predicando y amonestando a sus
frailes. (Vida 27,18)
Guiomar de Ulloa, otra mujer, mediará en esta batalla. Pero solidarizarse
significa igualarse y entrar en el mismo riesgo. Gracias a ella, Teresa puede entrar
en contacto con Pedro de Alcántara. Y pone en contacto a Teresa con su propio
provincial. Y se convierte en modelo de fe: lo que tienen que ver no ven, y de esta
mujer, que nadie esperaría nada, se revela una gran lucidez. Son las cosas de Dios y
cómo se manifiesta en la pequeñez:
Pues como la viuda sierva de Dios, que he dicho, y amiga mía, supo que
estaba aquí tan gran varón, y sabía mi necesidad, porque era testigo de mis
aflicciones y me consolaba harto, porque era tanta su fe que no podía sino
creer que era espíritu de Dios el que todos los más decían era del demonio,
y como es persona de harto buen entendimiento y de mucho secreto y a
quien el Señor hacía harta merced en la oración, quiso Su Majestad darla luz
en lo que los letrados ignoraban. Dábanme licencia mis confesores que
descansase con ella algunas cosas, porque por hartas causas cabía en ella.
Cabíale parte algunas veces de las mercedes que el Señor me hacía, con
avisos harto provechosos para su alma. (Vida 30,3)
Por estos medios y estas personas, Teresa va aprendiendo y Dios decide
aparecer en estos dilemas poniéndose de parte de la superación de los miedos. Así
deja a Teresa sabia. Pero la sabiduría en ella no es la adquisición de subidos
contenidos teológicos. ¿En qué ha consistido, entonces? La sabiduría de Dios
encarnada en Teresa se traduce en una fortaleza inmensa para defender y
Pág
ina8
0
disputar estas verdades sin miedo aunque siempre con el cuidado de no engañarse a
sí misma:
Esta comparación postrera me parece declara algo de este don celestial,
porque se ve el alma en un punto sabia, y tan declarado el misterio de la
Santísima Trinidad y de otras cosas muy subidas, que no hay teólogo con
quien no se atreviese a disputar la verdad de estas grandezas. (Vida 27,9)
Conforme vamos avanzando en el relato podemos ir sintiendo un gran alivio
porque Teresa va encontrando la manera de liberarse de los yugos impuestos. Por
una parte, mira a los varones que le aportan libertad y le animan por su estilo de
vida a una forma de vida radical. Por otra, se fía de la verdad de su propia
experiencia y de su propia palabra.
Sin embargo, hay una tensión que permanece porque con tanto sufrimiento y
con tanta lucha, no obstante, no ha podido romper la soga en el cuello de la
sociedad e iglesia en la que vive. Reconoce estos límites impuestos afirmando que
Dios le ha quitado la posibilidad de la voz a ella, pero sigue buscando alternativas.
La alternativa que encuentra es que los varones que la leen sean los que voceen.
Que no desperdicien las posibilidades que tienen de palabra. Teresa zarandea así a
García de Toledo e indirectamente a quienes ella sabe que leerán con lupa su
escrito:
Dé voces vuestra merced en decir estas verdades, pues Dios me
quitó a mi esta libertad. (Vida 27,13-15)
La insistencia en orar por los sacerdotes que expondrá también en otras
obras, puede tener aquí su origen… Realmente si no puede romper con la estructura
social y eclesial, al menos, hacer de estos varones hermanos. También ella cambia
de mirada. Entonces, el hilo del relato cambia. No se trata de hablar de ella para
ser afirmada en su experiencia, sino que se trata de alzar la voz para convertirse
ella misma, desde esta sabiduría adquirida en apóstol: ¡Santos varones, todavía no
puedo hablar pero ustedes tienen que aprovechar la autoridad de la que gozan para
hacerlo por mí, con mi mismo espíritu, den voces, voceen! Y no sólo deben dar
voces, sino vivir con radicalidad su propia vocación:
Mas ¡qué hablar he hecho, para despertar a vuestra merced a no estimar en
nada cosa de esta vida, como si no lo supiese, o no estuviera ya determinado
a dejarlo todo y puéstolo por obra! Veo tanta perdición en el mundo, que,
aunque no aproveche más decirlo yo de cansarme de escribirlo, me es
descanso; que todo es contra mí lo que digo. El Señor me perdone lo que en
Pág
ina8
1
este caso le he ofendido, y vuestra merced, que le canso sin propósito.
Parece que quiero haga penitencia de lo que yo en esto pequé. (Vida, 27,21)
7.5. EN TODOS LOS UMBRALES: LA MISTAGOGA EN MEDIO DE LA
TORMENTA
De la plañidera a la sabia, de la sabia de vuelta a la mistagoga. Un contexto
continuo y repetitivo: la tormenta. Éste es el círculo del empoderamiento
teresiano. ¿Qué querrá mostrar con tanta lágrima y con tanta palabra de ida y
vuelta? Quiere profundizar y aclarar en qué consiste su magisterio. Y quiere
testimoniar cómo Dios la salva de las poderosas garras del sistema patriarcal.
Como su conocimiento no tiene que ver con la acumulación de contenidos –
propio de quienes son letrados y varones- , quiere explicarse algo más con el fin de
dejar todo lo más clara posible una imagen ajustada de lo que ella es.
Evidentemente no es una loca, ni una poseída por el demonio sino una mujer
que se mantiene en su propio camino. Ese camino le ha dado una sabiduría que la
convierte en maestra. Maestra desde la experiencia de su propia vida, y maestra
porque Dios ha querido mostrarle sus secretos. Pero que no la idealicen y que no se
confundan, que nadie pretenda hacer de ella alguien que tiene recetas para todo o
que lo tiene todo claro, o que puede ofrecer encapsulado a Dios. Y que no
pretendan alabar su entendimiento. Dios es en persona el dador del don de la
contemplación. Por eso, no entiende más de lo que le dan, y ahora ni quiere
entenderlo. O sea, que su valía está en su capacidad de recibir mercedes. Ella no
quiere ser como los letrados. Su búsqueda de espacio no está en imitar sus formas
de acceso a Dios. Su reivindicación real es que no la excluyan por ser mujer y
reconozcan que también en ella Dios se ha manifestado y lo ha hecho como ha
querido:
Lo que yo ahora querría decir es el modo cómo el Señor se muestra por
estas visiones. No digo que declararé de qué manera puede ser poner esta
luz tan fuerte en el sentido interior, y en el entendimiento imagen tan clara,
que parece verdaderamente está allí, porque esto es de letrados. No ha
querido el Señor darme a entender el cómo, y soy tan ignorante y de tan
rudo entendimiento, que, aunque mucho me lo han querido declarar, no he
aun acabado de entender el cómo. Y esto es cierto, que aunque a vuestra
merced le parezca que tengo vivo entendimiento, que no le tengo; porque en
muchas cosas lo he experimentado, que no comprende más de lo que le dan
Pág
ina8
2
de comer, como dicen. Algunas veces se espantaba el que me confesaba de
mis ignorancias; y jamás me di a entender, ni aun lo deseaba, cómo hizo Dios
esto o pudo ser esto, ni lo preguntaba, aunque -como he dicho- de muchos
años acá trataba con buenos letrados. Si era una cosa pecado o no, esto sí;
en lo demás no era menester más para mí de pensar hízolo Dios todo, y veía
que no había de qué me espantar, sino por qué le alabar; y antes me hacen
devoción las cosas dificultosas, y mientras más, más. (Vida 28,6)
Pero vuelve otra vez a contar de nuevo lo que dijo más arriba. ¿No le será
suficiente al lector para comprender el drama que ha vivido y la denuncia explícita
que hace leerlo sólo una vez? ¿Se concentra demasiado Teresa en estos males?
Quizás es que mientras escribe, revive, y eso la lleva a querer volver sobre lo que
en realidad, no está resuelto todavía.
Ella tiene lucidez nueva, pero algo dice que tanta repetición tiene tono de
denuncia: el entorno no ha cambiado demasiado, que hay mucho por hacer, que
mujeres tendrán que leer esto para quedarse tranquilas y confrontar sus
experiencias y estar sobre aviso… Quizás Teresa añada algunos datos más que no
dijo antes, y de ahí la repetición. Veamos.
“Como podía y el Señor me daba a entender”
A Teresa toda la experiencia de confrontación con los varones que debieran
gobernar su alma, le produce bienes importantes porque no se somete al mutismo
que establece el miedo. El miedo tiende a hacer que las personas se aíslen en sí
mismas, que se encasillen o que se hagan un caparazón y que se escondan. Nuestra
mistagoga va a aprender que es manteniendo el pulso como se va a hacer la luz.
Parece que ahora va a exponer más claramente porque ella de ninguna manera es
una espectadora pasiva.
Entonces, frente a la falta de entendimiento, o la imposibilidad de razón
por parte de quienes inmediatamente creen saber qué pasa y sentencian
nombrando su experiencia como demoníaca, Teresa no deja de “dar razones”. Pero
se encuentra con un muro que se nos ha presentado antes: la falsa imagen de Dios.
¿Cuáles son las razones de los clérigos? La razón evidente es que Dios no
puede darse a quien no es perfecta. Es decir, Dios no se manifiesta si no hay una
determinada moralidad. Pero moralidad y virtud, ¿quiénes las determinan? Éste era
un gran problema para Teresa. Sabe perfectamente que su vida moral deja mucho
que desear. Pero ella es la primera sorprendida. En el momento que ha cambiado su
Pág
ina8
3
óptica y ha creído que Dios es más grande que su moral, se han ido produciendo más
y más mercedes:
Esta razón, con otras, daba yo cuando me decían que era demonio y que se
me antojaba -que fue muchas veces- y ponía comparaciones como yo podía y
el Señor me daba a entender. Mas todo aprovechaba poco. Porque como
había personas muy santas en este lugar (y yo en su comparación una
perdición) y no los llevaba Dios por este camino, luego era el temor en ellos;
que mis pecados parece lo hacían, que de uno en otro se rodeaba de manera,
que lo venían a saber, sin decirlo yo sino a mi confesor o a quien él me
mandaba. (Vida 28,12)
La otra razón de los clérigos es: Dios no se puede manifestar sino por un
camino. El camino conocido, el camino trazado, el camino caminado por tantos
varones virtuosos. Teresa reclama: Dios se manifiesta en todos los caminos, de
todas las maneras posibles, y a quien quiere, incluidas mujeres. Y a ellas
especialmente. Teresa en cambio, les invita que miren las joyas que ahora posee.
Que no se fijen en el pasado, ni en las apariencias, sino que miren las joyas, que
miren los tesoros, la desaparición de los vicios y la aparición de virtudes. Que
miren la lucidez, su lucidez actual:
Yo les dije una vez que si los que me decían esto me dijeran que a
una persona que hubiese acabado de hablar y la conociese mucho,
que no era ella, sino que se me antojaba, que ellos lo sabían, que sin
duda yo lo creyera más que lo que había visto. Mas si esta persona
me dejara algunas joyas y se me quedaban en las manos por prendas
de mucho amor, y que antes no tenía ninguna y me veía rica siendo
pobre, que no podría creerlo, aunque yo quisiese. Y que estas joyas
se las podría mostrar, porque todos los que me conocían veían claro
estar otra mi alma, y así lo decía mi confesor. Porque era muy grande
la diferencia en todas las cosas, y no disimulada, sino muy con
claridad lo podían todos ver. Porque, como antes era tan ruin, decía
yo que no podía creer que si el demonio hacía esto para engañarme y
llevarme al infierno, tomase medio tan contrario como era quitarme
los vicios y poner virtudes y fortaleza. Porque veía claro con estas
cosas quedar en una vez otra. (Vida 28,13)
Un respiro en la encrucijada
Parece que Baltasar Álvarez se pone de su lado junto a Juan de Ávila y a
Pedro de Alcántara. En esta batalla no todo son enemigos. Pero no todos están al
Pág
ina8
4
mismo nivel y en idénticas situaciones. Mientras que Juan de Ávila y fray Pedro
ratifican la experiencia totalmente y animan a que Teresa siga su camino, Álvarez
“no se fía de sí”. Tiene este santo confesor el mismo estigma que ella ha sufrido
durante tantos años. El miedo lo tiene en medio de dos fuegos. Y si Teresa necesita
en este momento algo, es definición. Pero también los clérigos necesitan que
Álvarez se desmarque a su lado y le presionan para que no la confiese. Él, sin
embargo, se tiene que dar tiempo, y ahora sí, se posiciona a favor de Teresa. Esta
solidaridad le sitúa en la misma situación de esta mujer. Teresa percibe esta
solidaridad como frágil, no las tiene todas consigo, teme que Álvarez no lo resista y
la abandone y lo que es peor, no tenga a nadie con quien confesarse. Pero la relación
entre ambos se afianza y resisten:
Mi confesor, como digo -que era un padre bien santo de la Compañía de
Jesús-, respondía esto mismo según yo supe. Era muy discreto y de gran
humildad, y esta humildad tan grande me acarreó a mí hartos trabajos;
porque, con ser de mucha oración y letrado, no se fiaba de sí, como el Señor
no le llevaba por este camino. Pasólos harto grandes conmigo de muchas
maneras. Supe que le decían que se guardase de mí, no le engañase el
demonio con creerme algo de lo que le decía. Traíanle ejemplos de otras
personas. Todo esto me fatigaba a mí. Temía que no había de haber con
quién me confesar, sino que todos habían de huir de mí. No hacía sino llorar.
(Vida 28,14)
La mistagoga crece. Y ve claramente que las raíces del miedo de Álvarez se
esconden en su desconfianza de sí mismo, y desde luego, de su propia experiencia.
No es falta de lucidez la de este varón, sino de arrojo y valentía. Esto hace sufrir
a Teresa que necesita amigos con la suficiente fuerza como para poder hacer
frente a las contradicciones ocasionadas por el miedo de los otros:
El me consolaba con mucha piedad y, si él se creyera a sí mismo, no
padeciera yo tanto; que Dios le daba a entender la verdad en todo, porque el
mismo Sacramento le daba luz, a lo que yo creo. (Vida 28,26)
El mejor ataque, una buena defensa
El miedo revestido de seguridad aparente vuelve una y otra vez a
manifestarse en forma de cuestionamientos, confrontaciones, dudas y más
preguntas. Teresa afirma que “los siervos de Dios, que no se aseguraban, tratábanme
mucho”. (Vida 28,17)
Pág
ina8
5
El caso es que no sólo la atemorizan, sino que no la dejan descansar.
¿Querían aclararse? ¿Tenían en el fondo, cierta mala conciencia? Parece que
Teresa nunca afirma que la tuvieran, sino que no iban más que por un camino y que
sospechaban de sus revelaciones por razón de su vida pasada, y porque no podían
creer que Dios fuera capaz de hacer semejantes mercedes a semejante mujer.
Teresa rinde cuentas a su confesor y está más tranquila. Pero no tiene idea
de por dónde van las personas que la escuchan. Hasta que se percata de que
hablaban dos idiomas diferentes, aunque la trataran mucho y aunque tuviera lazos
de amistad y amor con algunos, como por ejemplo, con Francisco de Salcedo:
Yo, como hablaba con descuido algunas cosas que ellos tomaban por
diferente intención (yo quería mucho al uno de ellos, porque le debía infinito
mi alma y era muy santo; yo sentía infinito de que veía no me entendía, y él
deseaba en gran manera mi aprovechamiento y que el Señor me diese luz), y
así lo que yo decía -como digo- sin mirar en ello, parecíales poca humildad.
(Vida 28,17)
En este texto se refleja con total claridad el peso y los estrechos límites
de la sociedad patriarcal: cualquier cosa dicha por labios de una mujer es falta de
humildad, quiere enseñar y adoctrinar y eso se sale del papel para el que las
mujeres están en esta vida. Se preguntan: ¿Cómo es posible que esta monja amiga
se haya alejado tanto de nuestras visiones? Y quieren ejercer su vocación de
custodia buscando a quien puede tener autoridad sobre ella, Baltasar Álvarez. De
este modo, el diálogo ya no se establece con Teresa. Baltasar se presta y le riñe.
¿Estamos ante una relación de una niña con su padre? Teresa toma la palabra y es
malinterpretada, acusada y reñida. El esquema patriarcal funciona muy bien y en
todas las direcciones: la mujer es una menor que debe ser limitada, aconsejada y
hay que ponerse en guardia:
En viéndome alguna falta - que verían muchas-, luego era todo condenado.
Preguntábanme algunas cosas; yo respondía con llaneza y descuido. Luego les
parecía los quería enseñar, y que me tenía por sabia. Todo iba a mi confesor,
porque, cierto, ellos deseaban mi provecho. El a reñirme. Duró esto harto
tiempo, afligida por muchas partes, y con las mercedes que me hacía el
Señor todo lo pasaba. (Vida 27,17-18)67
67
Sobre la misma cuestión vuelve en Vida 29,4, aunque añade un matiz más: que gran parte de estas persecuciones le venían por contar la visión que había tenido de Jesús Resucitado. ¿Qué tendrían estaría realmente en juego?
Pág
ina8
6
7.6. UMBRALES DE IDA Y VUELTA: LOS DEMONIOS SE
MULTIPLICAN
Teresa reconoce que si no es por el favor del Señor, no hubiera resistido
semejante combate. Y toda esta soledad porque no encuentra quien tenga
experiencia espiritual que pueda entenderla. Durísimas palabras, durísima realidad.
Tan dura como que sentía volverse loca.
Concluye: el esfuerzo de “vivir mi vida conmigo” me ha traído mucho
padecimiento, por muchas razones, pero desde luego, este sufrimiento – motivado
por estas estructuras férreas del patriarcado – es de los mayores. Así lo ve ella.
Quizás aquí tengamos la respuesta a sus idas y vueltas sobre el tema. Desde que ha
empezado a contar su experiencia espiritual no ha dejado de decirlo. Desde que ha
dicho que el libro que comienza es otro libro, como otra es su vida, no ha dejado de
repetirlo y de hacer alusiones a esta situación:
Digo esto para que se entienda el gran trabajo que es no haber quien tenga
experiencia en este camino espiritual, que a no me favorecer tanto el Señor, no sé
qué fuera de mí. Bastantes cosas había para quitarme el juicio, y algunas veces me
veía en términos que no sabía qué hacer, sino alzar los ojos al Señor. Porque
contradicción de buenos a una mujercilla ruin y flaca como yo y temerosa, no parece
nada así dicho, y con haber yo pasado en la vida grandísimos trabajos, es éste de los
mayores. (Vida 27,18)
Su tono no es agresivo, ni su rabia se lanza a diestra y siniestra contra sí
misma, sino que reconoce que todo esto ha sido camino providencial. Y aquí se
presenta con total audacia su humildad, porque en realidad, descubre que lo que ha
pasado la ha fortalecido: Plega al Señor que yo haya servido a Su Majestad algo en esto;
que de que le servían los que me condenaban y argüían, bien cierta estoy, y que era todo
para gran bien mío. (Vida 27,28) Pero la soledad que siente es densa e intensamente
se cierne sobre ella. Comprende dramáticamente que si habla, empeora las cosas.
Porque quienes no entienden, tienden a interpretar y a tergiversar lo que dice. Y
además, esta situación hace de ella un campo propicio para la ira. Si no es por Dios,
ella no puede irse a la mano. Así vive también consigo misma esta tensión para no
dañar a los prójimos y para no ofender al mismo Dios:
Tener, pues, conversación con nadie, es peor. Porque un espíritu tan
disgustado de ira pone el demonio, que parece a todos me querría
Pág
ina8
7
comer, sin poder hacer más, y algo parece se hace en irme a la mano,
o hace el Señor en tener de su mano a quien así está, para que no
diga ni haga contra sus prójimos cosa que los perjudique y en que
ofenda a Dios. (Vida 30,13)
El tormento que ejerce el confesor se redobla, no sólo por todo lo que ha
venido exponiendo, sino porque ella misma pierde pie. No tiene una postura
defensiva que la haría fuerte, sino ahora es ella quien duda también. Menos mal que
en esta situación límite, una y otra vez vuelven a aparecer pequeñas luces que le
hacen tener esperanza. Pero a la par, le parecía ver un muro que no se podía tirar.
Parece que la ilógica de los mismos confesores, la ilógica de la desigualdad, les
hacía a ellos mismos esclavos. Sus argumentos no eran tan sólidos como pudiera
parecer en un principio. Y si de verdad se ponían a la escucha, les volvía el sentido
común. Ciertamente estaban presos de su propio enajenamiento, y Teresa también
lo sufre y resiste. Hasta tal punto se ponía en crisis su propia masculinidad y su
propia autoridad, que decían las palabras “más disgustadas que se sufrían para
confesor”, es decir, que también ellos mismos estaban confundidos y no hacían más
que defenderse atacando:
Pues ir al confesor, esto es cierto que muchas veces me acaecía lo que diré,
que, con ser tan santos como lo son los que en este tiempo he tratado y
trato, me decían palabras y me reñían con una aspereza, que después que se
las decía yo ellos mismos se espantaban y me decían que no era más en su
mano. Porque, aunque ponían muy por sí de no lo hacer otras veces (que se
les hacía después lástima y aún escrúpulo), cuando tuviese semejantes
trabajos de cuerpo y de alma, y se determinaban a consolarme con piedad,
no podían. No decían ellos malas palabras -digo en que ofendiesen a Dios-,
mas las más disgustadas que se sufrían para confesor. Debían pretender
mortificarme, y aunque otras veces me holgaba y estaba para sufrirlo,
entonces todo me era tormento. Pues dame también parecer que los engaño,
e iba a ellos y avisábalos muy a las veras que se guardasen de mí, que podría
ser los engañase. Bien veía yo que de advertencia no lo haría, ni les diría
mentira, mas todo me era temor. (Vida 30,13)
No obstante, de vez en cuanto, disminuye el ataque, y alguien tiene una
lucidez nueva que le hace descubrir el verdadero engaño en el que Teresa cae: la
negación de su especial experiencia y la dimensión vocacional que encierra. Así, a
trancas y barrancas, encuentra consuelo de donde quizás ya no lo espera:
Uno me dijo una vez, como entendió la tentación, que no tuviese pena, que
aunque yo quisiese engañarle, seso tenía él para no dejarse engañar. Esto me
dio mucho consuelo. (Vida 30,13)
Pág
ina8
8
Volver una y otra vez a lo que constituye su manantial, es decir, acercarse al
Santísimo Sacramento, termina con las dudas, apacigua, sosiega, aclara. Y
considera que lo que ha interpretado como grandes inconvenientes, ahora ve que
son tonterías…¡tonterías!
Pero no sólo esto, sino escuchar en lo muy interior: “No estés fatigada: no
hayas miedo”… quedaba sana. Su miedo por tanto es una enfermedad. Las luchas
que la mantienen fatigada le hacen perder la salud. Jesús Humano le devuelve esa
salud. Esta experiencia conecta directamente con la de aquellas mujeres atrapadas
por enfermedades y demonios.
No es una relación pasiva la suya con Dios, porque le pide cuentas: ¿cómo es
posible que la deje sufrir tanto? La vida se abre paso entre desasosiegos,
dificultades, cegueras, no entenderse y “locos furiosos”, boberías del alma y
asnillos que pacen. Tener fuego de amor y que no le respondan ni el cuerpo ni el
contexto, es una situación que se puede sobrellevar con mucha dificultad.
El cuerpo y el espíritu acusa las relaciones conflictivas que está viviendo.
Una mujer espiritual que debe mantenerse en las “mercedes recibidas” se ve
asediada no por uno, sino por multitud de demonios, esas fuerzas amenazadoras y
disgregadoras de las nuevas relaciones – igualitarias – y unidas por la vocación
contemplativa:
… vi una gran contienda de demonios contra ángeles. Yo no podía entender
qué querría decir aquella visión. Antes de quince días se entendió bien en
cierta contienda que acaeció entre gente de oración y muchos que no lo
eran, y vino harto daño a la casa que era; fue contienda que duró mucho
y de harto desasosiego. Otras veces veía mucha multitud de ellos en
rededor de mí, y parecíame estar una gran claridad que me cercaba toda, y
ésta no les consentía llegar a mí. Entendí que me guardaba Dios, para que no
llegasen a mí de manera que me hiciesen ofenderle. En lo que he visto en mí
algunas veces, entendí que era verdadera visión. El caso es que ya tengo tan
entendido su poco poder, si yo no soy contra Dios, que casi ningún temor los
tengo. Porque no son nada sus fuerzas, si no ven almas rendidas a ellos y
cobardes, que aquí muestran ellos su poder. (Vida 31,11)
La luz y certidumbre divina de la que ella ya disfruta, la guardan y le
permiten situarse adecuadamente, sin que la marea conflictiva se la lleve también o
la envuelva en esas actitudes antiguas que la perdieron. Así, vencido el engaño,
neutralizados los demonios puede compartir lo que ha sido depurado en el crisol. Y
significativamente, se van igualando las distancias. Los que deben gobernar su alma,
Pág
ina8
9
son llevados suavemente a su lado, donde se han derribado ciertas fronteras. Esta
vez no hay riñas, ni censuras, no hay reclamos ni palabras sometidas a las dosis de
la prudencia. Lo que hay es la exposición de una mujer de la “mucha experiencia”
para andar por la vida con aviso, con cierto cuidado, con vigilancia, como aquellas
vírgenes prudentes a la espera del Esposo.
Esta mujer ahora sabe muy bien a qué tiene que temer y por cuánto tiempo:
habrá que temer todo aquello que haga poner la mirada en el estatus o en el
privilegio: porque mucho se nos pega luego, si no está ya dada la gracia para
conocer lo que es todo… Estatus y privilegio son las expresiones más plásticas de
esa sociedad patriarcal.
La gracia para conocer con realismo la vida plantearía interrogantes sobre
las propias acciones. La gracia para conocer lo que es todo, no dejaría esa
tranquilidad propia de quienes han abandonado la vigilancia. Pero esta gracia no es
algo espontáneo, sino el fruto de la atención y la sospecha sobre la validez de
virtudes que creemos adquiridas y permanentes. Por tanto, el tiempo para andar
con aviso es indefinido, toda la vida:
Y porque tengo mucha experiencia de esto, diré algo para aviso de vuestra
merced. No piense, aunque le parezca que sí, que está ya ganada la virtud, si
no la experimenta con su contrario. Y siempre hemos de estar sospechosos y
no descuidarnos mientras vivimos; porque mucho se nos pega luego, si -como
digo- no está ya dada del todo la gracia para conocer lo que es todo, y en
esta vida nunca hay todo sin muchos peligros. Parecíame a mí, pocos años ha,
que no sólo no estaba asida a mis deudos, sino que me cansaban. (…) En fin,
entendí de mí que no estaba tan libre como yo pensaba, y que aún había
menester huir la ocasión, para que esta virtud que el Señor me había
comenzado a dar fuese en crecimiento, y así con su favor lo he procurado
hacer siempre después acá. (Vida 31,19)
Toma ahora Teresa en tono dialogante con García de Toledo, el compromiso
de abrirle los ojos: no crea que es tan fácil que se consoliden las virtudes, al
menos, ciertas cosas como la honra y el crédito es algo que se nos pega y no se ve
con facilidad. ¿Hablarle de honra y crédito a un letrado? El recurso: expresarse
con la propia experiencia. ¿Tomaría nota el letrado? Y es que la mistagoga para
tod@s es la mistagoga para ellos desde la perspectiva de “ella” y así integra a
todas otras. El tema de la honra en sí mismo, puede ser leído desde la perspectiva
de género, puesto que acabar con la honra es dinamitar la dependencia patriarcal
que tenía como fundamentos esa sociedad delimitada por pertenencias de sangre y
Pág
ina9
0
linaje. Teresa de Jesús quiere con ella mujeres contemplativas a las que la negra
honra no las avasalle y no las hagan perder energías en lo que ya es visto como
basura.
7.7. EL UMBRAL DE LO MÁS PROFUNDO:
“ME HALLÉ EN UN PUNTO TODA METIDA EN EL INFIERNO”
La panorámica del infierno - ¿la vida misma?- es el culmen de todo el
proceso que hemos venido recorriendo. No deja de ser una experiencia paradójica.
La descripción de este Hades particular teresiano, se enmarca en una situación
donde ha recibido durante mucho tiempo abundantes mercedes. Experiencia
continuada de la acción liberadora de Dios. ¿Por qué verse metida toda en el
infierno? Teresa “se ve metida en un punto…” como aquel Jesús que fue llevado al
desierto para ser tentado. Al igual que él, de la experiencia surge una persona
fortalecida para la praxis en su vocación más genuina. Ahora ya puede materializar
la peculiar lucidez que se le ha dado sobre el mundo desde la bajada al sufrimiento.
La batalla con los espirituales que le niegan su experiencia espiritual,
estaba habitada por demonios. Aquí, en el infierno, Dios quiere que comprenda
cuáles son los auténticos demonios a los que tiene que temer. Esto hará de ella una
mujer verdaderamente espiritual, capaz de discernir y oler a distancia dónde se
encuentra lo que debe someterse a sospecha en sí misma y en las personas con las
que trata:
Después de mucho tiempo que el Señor me había hecho ya muchas de las mercedes que he dicho y otras muy grandes, estando un día en oración me hallé en un punto toda, sin saber cómo, que me parecía estar metida en el infierno. Entendí que quería el Señor que viese el lugar que los demonios allá me tenían aparejado, y yo merecido por mis pecados. Ello fue en brevísimo espacio, mas aunque yo viviese muchos años, me parece imposible olvidárseme. (Vida 32,1)
Son interesantes las descripciones del espacio como callejón muy largo y
estrecho, a manera de honro muy bajo y oscuro y angosto, el suelo de lodo muy
sucio, sabandijas malas en él… ¿No son éstos posibles sentimientos en su lucha por
encontrarse consigo misma y con Dios? Fuego en el alma, agonizar del alma,
apretamiento, ahogamiento, aflicción tan sentible y con tan desesperado y afligido
descontento, un arrancarse el alma, acabarse la vida, sin esperar consuelo,
tinieblas oscurísimas… ¿No son los mismos sentimientos de ese otro infierno
patriarcal en el que ha vivido? ¿No es la descripción de esa sociedad conflictiva y
esa iglesia desgarrada por los conflictos? La confirmación de su experiencia
espiritual, por fin, no sólo le da certidumbres, sino que le hace caminar en otra
Pág
ina9
1
dirección con todas sus fuerzas. Su temor es verse metida en esa situación de
nuevo. Porque el riesgo es permanente. Por esto:
Y así torno a decir que fue una de las mayores mercedes
que el Señor me ha hecho, porque me ha aprovechado muy mucho, así
para perder el miedo a las tribulaciones y contradicciones de esta
vida, como para esforzarme a padecerlas y dar gracias al Señor que
me libró, a lo que ahora me parece, de males tan perpetuos y
terribles. (Vida 32,4)
Perder miedo a las tribulaciones, como perder miedo a los demonios, como
perder miedo a quienes limitan con miedos su camino. Por esto, le aprovecha
mucho. Todo lo ve uno. La gracia de Dios es esa experiencia que acaba
saboreando viendo secretos, disfrutando de visiones globales sobre su vida,
sobre lo que pasa, sobre los peligros, los miedos y las incertidumbres. Todo se
le une – los umbrales caen de repente – y mira hacia atrás y es como si viera el
Jordán abierto para que pase a pie enjuto. Dios de las libertades y de las
libertarias.
7.8. LA PUERTA SIN UMBRAL: LAS REFORMADORAS
Un pequeño y singular pueblo sigue su camino a través del desierto. Son una
futura comunidad de mujeres. Hacen intentos de juntarse para vivir una misma
utopía. No tienen más que sus propias historias, sus deseos, poco dinero y las
enormes ganas de vivir otra cosa. Teresa va con ellas. Ellas van con Teresa. Se
han ido dando ideas, contagiándose. Están en el momento de las decisiones de
riesgo y las realizaciones intrépidas. Para frenarlas, perseguirlas, alcanzarlas y
hacerlas retroceder. Esta vuelta pretende volver al antiguo orden amenazado.
Pero para ellas claudicar, ¿qué puede significar? Una muerte lenta. Mejor
apresurarse. Pero tendrán que forjar razones para su resistencia. Les hará
falta porque: Los esfuerzos reformistas de Teresa fueron mal recibidos por ciertas
autoridades eclesiásticas, quienes interpretaban su proyecto de implementar la Regla
no mitigada como un indicio de soberbia. Al intentar fundar un nuevo convento, Teresa
parecía usurpar el poder de los dirigentes de la orden. La oposición venía no sólo de
sacerdotes, sino también de algunas monjas de la Encarnación, quienes creían que al
establecer su propia institución, Teresa se mostraba desdeñosa de la suya.68
68 Mújica, Bárbara: Espiritualidad y feminismo: Santa Teresa de Jesús, Biblioteca Crítica Luso
Hispánica, Universidad de Minesota, 2006, pp. 25-31.
Pág
ina9
2
7.8.1. La gran persecución que vino sobre nosotras
La lucidez sobre el mundo y sus mecanismos requiere de ella una respuesta.
Todo su ser de mujer está en juego. Vivirá desde su manera específica la vida
religiosa. Vivirá desplegando esa vocación definida cada vez más y bendecida
por Dios en persona. Ahondar en esa llamada a la radicalidad evangélica la lleva
a una reforma particular. No obstante, se encontrará los mismos inconvenientes
sufridos anteriormente en propia carne. El paralelismo con la situación padecida
con los clérigos amigos es completo. Porque la sociedad es la misma, las
estructuras sociales, políticas y religiosas que se fundan sobre el patriarcado
no han cambiado en absoluto. Quien ha cambiado ha sido su mirada sobre lo que
hay. Pero todo lo demás, deberá someterse al mismo proceso de lucidez y
transformación:
… sin tener persona con quien tratar, porque todos eran contra mí: unos me parecía burlaban de mí cuando de ello trataba, como que se me antojaba; otros avisaban al confesor que se guardase de mí; otros decían que era claro demonio; (Vida 25,15)
Los rasgos fundamentales de aquella otra persecución padecida fueron:
- La negación a la comunicación en el espíritu – no tenía persona con quien tratar-
- Todos – varones – estaban en su contra, no tenía apoyo en ellos;
- La ridiculización de la experiencia de por sí difícil de expresar y por
tanto, de su portadora;
- La burla y el descrédito;
- El trato como a persona enajenada o loca, o caprichosa – era antojo -;
- La defensa y el estar en guardia para no contagiarse de su relación: se
avisaban para evitarla-
- La lectura de la experiencia como demoníaca y el no reconocimiento de la
acción de Dios sobre ella.
En este momento, la situación es parecida: No se hubo comenzado a saber por el lugar, cuando no se podrá escribir en
breve la gran persecución que vino sobre nosotras, los dichos, las risas, el
decir que era disparate. A mí, que bien me estaba en mi monasterio. A la mi
compañera tanta persecución, que la traían fatigada. Yo no sabía qué me
hacer. En parte me parecía que tenían razón. Estando así muy fatigada
encomendándome a Dios, comenzó Su majestad a consolarme y a animarme.
Pág
ina9
3
Díjome que aquí vería lo que habían pasado los santos que habían fundado las
Religiones; que mucha más persecución tenía por pasar de las que yo podía
pensar; que no se nos diese nada. Decíame algunas cosas que dijese a mi
compañera; y lo que más me espantaba yo es que luego quedábamos
consoladas de lo pasado y con ánimo para resistir a todos. Y es así que de
gente de oración y todo, en fin, el lugar no había casi persona que entonces
no fuese contra nosotras y le pareciese grandísimo disparate. (Vida 32,14)
El detonante de esta otra persecución ha sido la posibilidad de reforma por
parte de unas cuantas mujeres. El sistema patriarcal sufre un duro golpe a causa
de la voluntad de unas cuantas mujeres para vivir sin patrocinios ni tutelas, y en
busca de un horizonte de vida basado en la contemplación. Y porque no es posible
tal hazaña sin que la estructura se resienta, ahora la persecución se globaliza. No
es sola Teresa quien la sufre, sino ese plural “nosotras”. Y ya no son unos “santos
varones” sino que es una sociedad entera la que grita y se opone, desde las monjas
de la Encarnación, hasta los señores principales de la ciudad y la gente de oración.
Los rasgos se repiten: burlas, dichos, risas, pensar que es disparate. Y los
estigmas vuelven sobre Teresa: loca y radical que busca novedades. Y de nuevo el
Señor confirma de la misma manera: consolando, fortaleciendo, animando… y ahora
dando razones para la resistencia:
- Todas las personas que han tocado la santidad han sido perseguidas. Por
lo tanto, una llamada a la solidaridad con ellas.
- No exagerar el acontecimiento sino ahondar en el ánimo, porque no
acaba nada más que empezar la persecución. Hay que prever lo que puede
venir para poder superarlo.
7.8.2. Dichos y alboroto
Fueron tantos los dichos y el alboroto de mi mismo monasterio, que al
Provincial le pareció recio ponerse contra todos, y así mudó el parecer y no
la quiso admitir. Dijo que la renta no era segura y que era poca, y que era
mucha la contradicción. Y en todo parece tenía razón. Y, en fin, lo dejó y no
lo quiso admitir. Nosotras, que ya parecía teníamos recibidos los primeros
golpes, dionos muy gran pena; en especial me la dio a mí de ver al Provincial
contrario, que, con quererlo él, tenía yo disculpa con todos. A la mi
compañera ya no la querían absolver si no lo dejaba, porque decían era
obligada a quitar el escándalo. (Vida 32, 15)
Pág
ina9
4
Teresa necesitaba el apoyo del Provincial, Ángel de Salazar. Estaba segura
de que con él conforme, tendría habilidad y fuerzas suficientes para hacer frente
a lo que se le venía encima. Las medidas contra doña Guiomar de Ulloa fueron
extremas y tenían que ver con una función que sólo los varones podían ejercer: la
confesión. No la absuelven. Se valen de ese poder del perdón y la reconciliación
como forma de presión que la hiciera abandonar la empresa y sobre todo, obligarla
a quitar el escándalo. Estas dos mujeres han salido del ámbito privado que les
corresponde, a una la casa y a otra el convento, y por lo tanto, han generado
escándalo y están obligadas a quitarlo. Es decir, subvierten de alguna manera el
orden y concierto social.
Lejos de paralizarlas, las dificultades tienen en ambas el efecto de la
creatividad. Seguir buscando por otros medios la manera de realizar aquello que
constituye una esperanza y una llamada del mismo Dios. No pueden claudicar, ahora
no. Buscan, se relacionan y proponen. Parece que se les niegan el cauce del consejo
y de la sensatez y se las acusa de que se fundamentan en una ilusión:
Ella fue a un gran letrado muy gran siervo de Dios, de la Orden de Santo
Domingo, a decírselo y darle cuenta de todo. Esto fue aun antes que el
Provincial lo tuviese dejado, porque en todo el lugar no teníamos quien nos
quisiese dar parecer. Y así decían que sólo era por nuestras cabezas. Dio
esta señora relación de todo y cuenta de la renta que tenía de su mayorazgo
a este santo varón, con harto deseo nos ayudase, porque era el mayor
letrado que entonces había en el lugar, y pocos más en su Orden. Yo le dije
todo lo que pensábamos hacer y algunas causas. No le dije cosa de
revelación ninguna, sino las razones naturales que me movían, porque no
quería yo nos diese parecer sino conforme a ellas. El nos dijo que le
diésemos de término ocho días para responder, y que si estábamos
determinadas a hacer lo que él dijese. Yo le dije que sí; mas aunque yo esto
decía y me parece lo hiciera (porque no veía camino por entonces de llevarlo
adelante), nunca jamás se me quitaba una seguridad de que se había de
hacer. Mi compañera tenía más fe; nunca ella, por cosa que la dijesen, se
determinaba a dejarlo. (Vida, 32,16)
Sin embargo, será la autenticidad lo que va venciendo las dificultades.
Transparencia para poner sobre la mesa lo que hay, con lo que se cuenta, qué se
pretende. Pero Teresa se reserva lo más importante, que forma parte de su
intimidad y de su tesoro preciado. No está dispuesta a que se lo pisen o la puedan
acusar además de alumbrada, endemoniada u otra cosa. Estas mujeres están
aprendiendo y se hacen maestras en la asertividad y el diálogo. Aunque el contexto
Pág
ina9
5
obliga y tienen que entrar por determinadas puertas: que si estábamos
determinadas a hacer lo que él nos dijese. No pueden escaparse del consejo y
patronazgo masculino. De hecho, lo necesitan. O es que la realidad es así, o es que a
Dios le gustan las paradojas. Porque Teresa está segura de lo que ha entendido
revelado por Dios. El sentido del gran letrado la puede convencer para aparcarlo o
para buscar otros medios y mantiene una relación en la que se arriesga.
Ángel de Salazar se ha echado atrás con argumentos relativos a la renta y
a la honra – no quería ponerse contra todos – Es decir, argumentos que son los
engaños contra los que durante tanto tiempo ha luchado Teresa.
Pedro Ibáñez, sin embargo, hace pequeños esos mismos argumentos, y evade
las presiones, aunque en principio parte de la misma lógica patriarcal. Abandona esa
vieja visión y se va abriendo a otra posibilidad hasta que encuentra la confirmación
de la misma manera que la había encontrado Teresa: “se le asentó ser muy en
servicio de Dios”. Ya no hace falta decir quién está detrás de todo, porque ha
quedado más que evidente. Esa decisión suya le permite adoptar otra óptica, en
unión y solidaridad con las dos mujeres. Nueva mirada que posibilita imposibles:
Yo, aunque como digo me parecía imposible dejarse de hacer, de tal manera
creo ser verdadera la revelación, como no vaya contra lo que está en la
Sagrada Escritura o contra las leyes de la Iglesia que somos obligadas a
hacer. Porque, aunque a mí verdaderamente me parecía era de Dios, si aquel
letrado me dijera que no lo podíamos hacer sin ofenderle y que íbamos
contra conciencia, paréceme luego me apartara de ello o buscara otro medio.
Mas a mí no me daba el Señor sino éste. Decíame después este siervo de
Dios que lo había tomado a cargo con toda determinación de poner mucho en
que nos apartásemos de hacerlo, porque ya había venido a su noticia el
clamor del pueblo, y también le parecía desatino, como a todos, y en
sabiendo habíamos ido a él, le envió a avisar un caballero que mirase lo que
hacía, que no nos ayudase. Y que, en comenzando a mirar en lo que nos había
de responder y a pensar en el negocio y el intento que llevábamos y manera
de concierto y religión, se le asentó ser muy en servicio de Dios, y que no
había de dejar de hacerse. Y así nos respondió nos diésemos prisa a
concluirlo, y dijo la manera y traza que se había de tener; y aunque la
hacienda era poca, que algo se había de fiar de Dios; que quien lo
contradijese fuese a él, que él respondería. Y así siempre nos ayudó, como
después diré. (Vida 32, 17)
No deja de producir alivio descubrir a este varón muy en contacto consigo
mismo, utilizando la autoridad que le confiere la Iglesia, no para reprimir sino para
Pág
ina9
6
ponerse a disposición, para ser instrumento de la reforma teresiana. Su sabiduría
está más que atestiguada por su inflexibilidad frente a las presiones externas. Se
fía, se fía de Dios y se fía de Teresa y de Doña Guiomar. Comparten miradas,
comparten sensibilidades, comparten él y ellas, en definitiva, el proyecto que
quiere nacer. Esta actitud del letrado tiene también consecuencias sociales
importantes. Y en estos efectos nos podemos recrear y agradecer y que nos sirvan
como también a nosotr@s como criterios de discernimiento para nuestras
reformas hoy. El primer efecto social es que la gente empieza a apaciguarse
después de su posicionamiento al lado de Teresa. Las oposiciones se van
ablandando, van remitiendo la fuerza de las pasiones desbocadas en forma de
griterío y alboroto. Hasta el punto de que algunas personas contrarias, empiezan a
ponerse de parte de lo nuevo, de esa Buena Noticia teresiana. Y no sólo esto, sino
que parece que van perdiendo peso las razones y fijaciones propios de la sociedad
patriarcal. El “varón santo” entra en otra dinámica, comienza a entender, aunque
desde las claves que le convencen, la oración; aunque sigue pensando que los medios
que se pondrán en juego no tienen camino. Y apertura nueva también le vincula a
Teresa y a su reforma de otra manera. Del mismo modo, otro varón, Gaspar Daza,
queda vinculado. Su vinculación será significativa por cuanto es espejo de todo el
lugar, es decir, su persona es una referencia; su palabra tiene autoridad y parece
que también en su criterio otras personas se miran. Teniendo este gran apoyo, la
reforma teresiana tiene más pilares en los que seguirse apuntalando y sosteniendo:
Con esto fuimos muy consoladas y con que algunas personas santas, que nos
solían ser contrarias, estaban ya más aplacadas, y algunas nos ayudaban.
Entre ellas era el caballero santo, de quien ya he hecho mención, que, como
lo es y le parecía llevaba camino de tanta perfección, por ser todo nuestro
fundamento en oración, aunque los medios le parecían muy dificultosos y sin
camino, rendía su parecer a que podía ser cosa de Dios, que el mismo señor
le debía mover. Y así hizo al maestro, que es el clérigo siervo de Dios que
dije que había hablado primero, que es espejo de todo el lugar, como
persona que le tiene Dios en él para remedio y aprovechamiento de muchas
almas, y ya venía en ayudarme en el negocio. (Vida 32,18)
Pero las dificultades no han desaparecido. Por varios motivos. En primer
lugar, el hecho de que unas cuantas mujeres quieran vivir con más encerramiento,
es decir, ocupadas estrictamente en crear un espacio propio a que se desarrolle
una vocación contemplativa, no es un proyecto realizado desde un escritorio y
puntualmente sopesado, sino que es fruto de una intuición que se va desplegando
mientras van atreviéndose a vivir. En segundo lugar, el hecho de la reforma en sí
misma, supone un cambio estructural en la congregación de origen de Teresa. Su
Pág
ina9
7
decisión de vida afecta a las demás personas. Cuestiona, plantea interrogantes,
despierta miedos, destapa amenazas, y se sufren las pérdidas. El provincial de la
orden, muda de parecer no sólo por desconfianza o por presión ambiental, sino por
esa dificultad de situarse y entrar en contacto con él mismo, es decir, uno de los
problemas que estragaban la vida en los monasterios era que se habían convertido
en espacio donde era imposible la vida interior, bien por aquello de que “vivían la
regla mitigada”, es decir, sin la radicalidad de los principios, bien porque estaban
distraídos y enredados con esas cosas del mundo que tanto daño hicieron a Teresa:
honras y linajes. Querer concertar esos contrarios lleva a la desintegración. El
provincial debe ocuparse de los asuntos del gobierno pero equilibrar tantas cosas
es una tarea complicada. Racionalmente la empresa teresiana le puede parecer
atrayente. Una vez vencidas las primeras suspicacias, incluso da su conformidad,
pero cuando vienen más dificultades, que de hecho a él le afectan en función de su
cargo, se echa para atrás. Entonces, su decisión vuelve a caer sobre la propia
reforma teresiana, que depende de la orden y de lo que los varones encargados del
gobierno, decidan. La consecuencia de esta nueva falta de apoyo vuelve a recaer
sobre Teresa. Las voces críticas vuelven a confirmarse sobre el disparate de
mujeres. Crecen las murmuraciones y por la tanto la tensión y clima de conflicto
interno y lo que está destinado a dar mucha vida, por ahora es un gran sin vivir.
Pues estando los negocios en este estado y tan al punto de acabarse que
otro día se habían de hacer las escrituras, fue cuando el Padre Provincial
nuestro mudó parecer. Creo fue movido por ordenación divina, según
después ha parecido; porque como las oraciones eran tantas, iba el Señor
perfeccionando la obra y ordenando que se hiciese de otra suerte. Como él
no lo quiso admitir, luego mi confesor me mandó no entendiese más en ello,
con que sabe el Señor los grandes trabajos y aflicciones que hasta traerlo a
aquel estado me había costado. Como se dejó y quedó así, confirmóse más
ser todo disparate de mujeres y a crecer la murmuración sobre mí, con
habérmelo mandado hasta entonces mi Provincial. (Vida 33,1)
Una de las consecuencias que Teresa debe soportar es ser “malquista en
todo su monasterio”. En la misma línea que la experiencia con los varones que le
afirman que le hablaba el demonio. Los matices y argumentos de esta oposición
ahora tienen unas características propias:
Teresa despierta oposición y conflicto y deja de ser bien querida por:
- Pretender una reforma: quiere hacer monasterio más encerrado. Es
decir, cuestiona la forma de vida que se vive en la Encarnación. Está
claro que ella quiere vivir, no tiene en su cabeza aleccionar a nadie. Pero
Pág
ina9
8
se la interpreta así. Si cuestiona el encerramiento, está cuestionando la
forma de financiación, a través de las visitas al locutorio, cuestiona en
definitiva el orden económico sobre el que se asienta. Pero también
cuestiona el orden social, puesto que en su monasterio no se tendrá en
cuenta el estatus social, ni el origen de la persona. Y cuestiona el orden
religioso, porque es partidaria de la soledad y el silencio, de una vida
entera en función de la contemplación y no limitada a los actos de coro.
- Allí también podía servir a Dios: su reforma es entendida como un
rechazo al servicio de Dios que se realizaba en la Encarnación. Con su
determinación, parecía denunciar la manera de este servicio divino, y eso
cuestionaba directamente a las que se quedaban. Y no sólo eso, sino que
se leía la decisión desde un punto de vista moralista, y en función de
competencias y grados de santidad: hay otras mejores que yo.
- Su acción es interpretada como una falta de fidelidad: “No tenía amor a
la casa”. Es decir, que durante todos los años vividos en la Encarnación,
desde el punto de vista de quienes la critican, Teresa no se ha vinculado
con ellas, no ha establecido las alianzas necesarias esperadas.
- Hay también un trasfondo económico importante el que está en juego. en
la Encarnación, la supervivencia está por encima de cualquier otro valor.
Para frenarla, intentan el argumento del miedo a la penuria. Busca renta
para la casa, contribuir puertas para dentro, y no soñar en imposibles.
El clima es tremendamente conflictivo porque afecta a la estructura misma
de la vida en la Encarnación. Por este motivo, los deseos de escarmiento crecen.
Teresa viene a romper un orden que ya de por sí está fisurado, pero que se niega a
morir del todo. De ahí que quieran darle lo que se le da a los rebeldes para que
aprendan: cárcel y exclusión.
En medio de la tormenta, como le viene ocurriendo, hay un germen, una
pequeña centella en algunas personas, que comparten o al menos no se oponen a su
propuesta. Su actitud no defensiva le hace comprender. Se sitúa en la perspectiva
de quienes sienten que todo aquello es un disparate. Ella sabe bien que no es
intachable, pero, como le pasó con los clérigos, no quiere poner al descubierto todo
su tesoro. No quiere exponer las razones últimas de sus acciones y de su
resistencia. Sabe muy bien que brindarse a ello le supondría algo peor. Por eso,
mantiene la calma y soporta las dificultades y el tiempo propicio para que fuera
posible. Así vive en pleno ojo del huracán con total serenidad:
Estaba muy malquista en todo mi monasterio, porque quería hacer
monasterio más encerrado. Decían que las afrentaba, que allí podía también
Pág
ina9
9
servir a Dios, pues había otras mejores que yo; que no tenía amor a la casa,
que mejor era procurar renta para ella que para otra parte. Unas decían que
me echasen en la cárcel; otras, bien pocas, tornaban algo de mí. Yo bien veía
que en muchas cosas tenían razón, y algunas veces dábales descuento;
aunque, como no había de decir lo principal, que era mandármelo el Señor, no
sabía qué hacer, y así callaba otras. Hacíame Dios muy gran merced que todo
esto no me daba inquietud, sino con tanta facilidad y contento lo dejé como
si no me hubiera costado nada. Y esto no lo podía nadie creer, ni aun las
mismas personas de oración que me trataban, sino que pensaban estaba muy
penada y corrida, y aun mi mismo confesor no lo acababa de creer. Yo, como
me parecía había hecho todo lo que había podido, parecíame no era más
obligada para lo que me había mandado el Señor, y quedábame en la casa,
que yo estaba muy contenta y a mi placer. Aunque jamás podía dejar de
creer que había de hacerse, yo no veía ya medio, ni sabía cómo ni cuándo,
mas teníalo muy cierto. (Vida 33,2)
En el mundo de la Encarnación Teresa sabe esperar. Sin embargo, el punto
más conflictivo le viene de nuevo de la relación con el confesor. Cabría preguntarse
por qué este apoyo en los confesores. En realidad, que las monjas de la Encarnación
se le opongan se puede entender, también que lo hagan personas ajenas y extrañas,
pero quienes tienen conocimiento de su espíritu, quienes tienen algunas de las
claves de su experiencia, eso no lo puede entender. Hay aquí una contradicción
durísima, puesto que se supondría que a mayor conocimiento personal, mayor apoyo
incondicional. Eso sucede cuando las relaciones no están sometidas a la presión del
parecer o del prestigio personal, y cuando esas relaciones se establecen desde un
plano de igualdad. Pero cuando se ocultan los temores y miedos mediante el
ejercicio de la autoridad, y en este caso, sobre la mujer Teresa de Jesús, se
produce lo que viene a continuación:
Lo que mucho me fatigó fue una vez que mi confesor, como si yo hubiera
hecho cosa contra su voluntad (también debía el Señor querer que de
aquella parte que más me había de doler no me dejase de venir trabajo) …
(Vida 33,3)
¿De qué es acusada ahora Teresa? Precisamente de no someterse a la
voluntad del confesor. O lo que es lo mismo, hacer su propia voluntad. ¿Qué
implicaciones tiene este hecho? En medio de esta conflictiva situación, la
trascendencia puede ser grande. No sólo significa perder el apoyo que le da la
seguridad de que sigue el camino trazado por la Iglesia – encarnado en sus varones
confesores - sino que pierde la esperanza de que haya entendido algo de lo que ella
con tanto trabajo y lágrimas ha podido ir sacando de sí misma. ¿Es posible que éste
Pág
ina1
00
sea el mismo Baltasar Álvarez que se puso de su lado? ¿Cómo es posible este
cambio y así, con un escrito? Ni una conversación media, un escrito para que
conste, con la dureza que eso supone en estos momentos.
Y si hay una tergiversación tan tremenda de su experiencia, ¿dónde
entonces puede encontrar apoyo? Porque la relación que intenta crear Teresa es
una relación de apoyo en las dificultades. Necesita compañeros, no jueces. En este
arrebato del confesor, de repente se encuentra con la mirada inquisidora, con la
suspicacia y ahora no con el miedo sino con la voluntad de dominio. Esta voluntad
tiene una de sus manifestaciones más claras en el desprestigio y la puesta en
marcha de estrategias para generar inseguridad: “ya vería que era todo sueño…”.
La amenaza está servida. Ya no hay demonios, ahora es una completa ilusión lo que
Teresa quiere vivir. Esto dicho por quien tiene el deber de gobernar su alma y
tiene todos los datos que le da la realidad que se está revelando tan complicada:
y así en esta multitud de persecuciones que a mí me parecía había de
venirme de él consuelo, me escribió que ya vería que era todo sueño en lo
que había sucedido, … (Vida 33,3)
Baltasar Álvarez quizás se ha ido cansando, quizás no ha soportado la crítica
a su imagen. Si seguimos los textos, vemos que evoluciona hacia posturas cada vez
más rígidas y dominadoras sobre Teresa de Jesús. Al principio, se sitúa consolando
y animando cuando todos decían que era demonio su experiencia. Después, dice
Teresa de Jesús que la riñe, y por último, la trata de rebelde – de ahí la
exhortación a que se enmiende – y utiliza su poder para decirle que no siga con la
empresa y que ni siquiera hable de ello. ¿Cómo es posible esta actitud? Quizás en la
acusación que hace a Teresa, podamos encontrar alguna respuesta:
Parece que hay un miedo patente al escándalo. Es decir, parece que
Baltasar Álvarez, conforme pasa el tiempo, resiste menos la presión social, que
quizás viene sobre él de una manera desbordante. Esto toca con su propia
inseguridad: “no se fiaba de sí”. Teresa, cuando dice que no se fía de sí, quiere
alabar su humildad y su capacidad dialogadora. Pero ahora, esa capacidad ha
revelado su parte oscura, la inseguridad de alguien que no soporta un conflicto de
semejantes proporciones. De este modo, esa inseguridad se convierte en violencia
que tiene consecuencias: en Teresa una enorme pena y un sentido de culpa
creciente que tiende a devastar todo lo vivido de un plumazo. Dinamita la confianza
de Teresa en él y hay riesgo de chantaje afectivo – si había sido ocasión y tenido
culpa en que se ofendiese-. Pero la relación que les une es una relación espiritual.
Por tanto, la actitud de Baltasar Álvarez supone el cuestionamiento y la
desconfianza con respecto a la veracidad de las visiones de Teresa, el engaño de su
Pág
ina1
01
oración y por lo tanto, la pérdida de autenticidad y la desorientación. Porque su
nueva vida, está fundada en su experiencia espiritual. Si la pierde, si se engaña,
¿qué queda? :
que me enmendase de allí adelante en no querer salir con nada ni hablar más
en ello, pues veía el escándalo que había sucedido, y otras cosas, todas para
dar pena. Esto me la dio mayor que todo junto, pareciéndome si había sido
yo ocasión y tenido culpa en que se ofendiese, y que, si estas visiones eran
ilusión, que toda la oración que tenía era engaño, y que yo andaba muy
engañada y perdida. (Vida 33,3)
Sin embargo, en todo el relato vemos el mismo hilo conductor, como si se
tratara de una letanía: “Pero el Señor está de mi parte y me auxilia”… Así, después
de la narración de las dificultades y de las situaciones conflictivas, que llevan el
dramatismo al extremo, aparece en el discurso un alivio, un descenso de la tensión
del drama, y aparece luminosa la confirmación de Quien es incondicional:
Apretóme esto en tanto extremo, que estaba toda turbada y con grandísima
aflicción. Mas el Señor, que nunca me faltó, que en todos estos trabajos que
he contado hartas veces me consolaba y esforzaba –que no hay para qué lo
decir aquí-, me dijo entonces que no me fatigase, que yo había mucho
servido a Dios y no ofendídole en aquel negocio; que hiciese lo que me
mandaba el confesor en callar por entonces, hasta que fuese tiempo de
tornar a ello. Quedé tan consolada y contenta, que me parecía todo nada la
persecución que había sobre mí. (Vida 33,3)
Y se revela una sabiduría distinta, la sabiduría que se deriva de la confianza
en Dios, y desde ella, Teresa se da la posibilidad de una escucha atenta de lo que
pasa y toma la opción de desenmascarar la violencia con la que es tratada – la
violencia impuesta por el sistema patriarcal - con unas armas específicas: las de la
espera del momento oportuno.
La sabiduría guía sus pasos y “por entonces” hará lo que dice el confesor. El
daño está hecho. Teresa tiene que pelear de nuevo la relación, tiene que volver a
reconstruir el tejido que se ha roto, y tiene que volver a redefinir los límites del
dar. Por eso este “por entonces” deja un gran alivio. La imagen de Dios que se
presenta no es la de un Dios castrador, ni juez. Se trata de un Dios que sabe las
circunstancias, que entiende y prevé los peligros, que quiere redimirlo todo y a
todos y todas. Porque no quiere que Baltasar Álvarez se pierda absurdamente en su
voluntad dominadora, o en su miedo, Teresa, como fuerte, debe ceder por ahora.
Debe someterse temporalmente a su voluntad sin menoscabo de su dignidad.
Pág
ina1
02
Porque ahora, la relación está llamada a redefinirse y cuando su confesor venza sus
miedos, será Dios quien tenga la victoria.
7.8.3. De persona en persona
No terminan los inconvenientes, sin embargo. En esta situación conflictiva,
la realidad aparece mezclada y confusa. En una sociedad donde una sola fe –
católica - pretende ser su elemento cohesionador, subyugada por el miedo a la
diferencia – limpieza de sangre – y estigmatizada por las apariencias – la negra
honra- donde quedan claros y patentes los límites que impone la asignación desigual
de roles a mujeres y a varones, una sociedad donde rige la lógica del Imperio y su
mantenimiento, el patrón común de comportamiento estará en muchas ocasiones
atravesado por el miedo, y en sus manifestaciones más extremas, por el pánico.
Teresa de Jesús ahora tiene experiencias espirituales no fáciles de definir
y menos de contar. La Inquisición es un instrumento en manos del Estado para el
control social, para mantener la disidencia a raya y para frenar las desviaciones de
la fe católica. Las delaciones eran una posibilidad cada vez que se promulgaba el
edicto de fe por parte de los inquisidores en algún lugar. Al menos, eso les parecía
a algunas personas que rodean a Teresa. La avisan con mucho miedo:
También comenzó aquí el demonio, de una persona en otra, procurar se
entendiese que había yo visto alguna revelación en este negocio, e iban a mí
con mucho miedo a decirme que andaban los tiempos recios y que podría ser
me levantasen algo y fuesen a los inquisidores. A mí me cayó esto en gracia y
me hizo reír… (Vida 33,5)
Se echa a reír, pero no deja de tratar el problema con Pedro Ibáñez.
Afirma Bárbara Mújica que: Teresa fue acusada ante los tribunales inquisitoriales
numerosas veces. Aunque nunca fue objeto de un proceso formal, la Inquisición inició varias
investigaciones de sus actividades y de las de su orden. El nombre de Teresa aparece por
primera vez en los documentos de la Inquisición en 1574, en el proceso de su amigo
Bernardino Carleval, rector de la universidad de Baeza, acusado de alumbrado. Carleval, al
igual que Teresa, era discípulo de Juan de Ávila, un influyente líder espiritual de la época.
Como ellos, contaba con conversos entre sus antepasados, lo cual seguramente despertó las
sospechas de los inquisidores. Entre la jerarquía política y eclesiástica existía la creencia,
articulada explícitamente por Felipe II, de que todas las herejías, no sólo en España sino
también en Francia y Alemania, se originaban entre los conversos. Esta posición fomenta la
obsesión con la limpieza de sangre y convierte en sospechosa a cualquier persona de
procedencia judía. Cuando María Mejías, hija espiritual de Carleval, menciona la Vida en su
testimonio ante los tribunales inquisitoriales, el Santo Oficio inicia una investigación de Teresa.
Pág
ina1
03
Al año siguiente, Teresa se encuentra de nuevo ante los tribunales de la Inquisición. Su amiga y
discípula María de San José, priora del convento de San José de Sevilla, describe el examen
inquisitorial dirigido a la Fundadora y a las monjas del Carmelo andaluz, resultado de una
denuncia hecha por una religiosa descontenta. Vuelve a caer bajo el escrutinio de la Inquisición
por causa de sus vínculos con Ignacio de Loyola, muerto casi una década antes, cuyos Ejercicios
espirituales habían sido denunciados como iluministas por Melchor Cano. Teresa logró salir
bien de estos y otros embrollos, a menudo con la intervención de amigos influyentes, pero sus
escritos – en particular sus cartas – revelan que sufrió ansias terribles como consecuencia de
las persecuciones.
Teresa tuvo otro encuentro con la Inquisición a raíz de un conflicto con la poderosa princesa de
Éboli (Ana de Mendoza y de la Cerda) sobre un convento que la imperiosa señora quería que
Teresa fundara en su propiedad, en Pastrana. El marido de la princesa era Ruy Gómez, un
poderoso consejero del Rey. Teresa terminó por ceder a la petición, pero no sin imponer
ciertos requisitos que iban en contra de la voluntad de la benefactora. Enfurecida, la princesa
logró conseguir una copia de la Vida que Teresa llevaba siempre consigo (…) Las peores
persecuciones fueron iniciadas por miembros de su propia orden, Carmelitas de la Regla
mitigada que tomaron medidas extraordinarias para detener sus actividades reformistas,
situación que sería agravada por la intervención de Jerónimo de la Madre de Dios Gracián en
1575 en Beas. “El encuentro del padre Gracián con la Madre los compenetró desde el primer
instante. Coincidían en todos los puntos de vista”. El 18 de junio Teresa escribe al padre Juan
Bautista Rubeo, prior general de la orden, que Gracián es “como un ángel”. Teresa empieza a
confesarse con él y pronto toma un voto de obediencia al joven carmelita, que en aquel
momento tiene sólo treinta años.69
Esta situación conflictiva es ocasión para estrechar más los lazos con él.
Este intercambio en los roles socialmente asignados, supone el nacimiento de otras
actitudes: frente a la vocación de los clérigos del “gobierno de su alma”, aquí
tenemos “una amistad espiritual” entre iguales. Teresa acaba ayudando a la
transformación de Pedro Ibáñez y a que éste tome decisiones más radicales sobre
su propia vida. Esta nueva circularidad en las actitudes, se ha ido realizando poco a
poco, y con motivo de tomas de postura definidas para defenderla de los
cuestionamientos de su experiencia. Este encuentro vuelve a traer paz y sosiego y
permite recobrar las fuerzas para una reforma que se va realizando a base de las
esperas impuestas desde fuera. Esas esperas no son para ella más señales de que
hay que encontrar la oportunidad de llevar a cabo el proyecto. Por eso, en las
esperas genera alianzas que mantienen la acción hacia el horizonte que persigue.
Teresa vuelve a emplearse en desarrollar estrategias posibles para que todo lo que
69 Mújica, Bárbara: Espiritualidad y feminismo: Santa Teresa de Jesús, Biblioteca Crítica Luso
Hispánica, Universidad de Minesota, 2006, pp. 25-31
Pág
ina1
04
ha sido puesto en juego no llegue a su fin. Así, en silencio ella, son Doña Guiomar
de Ulloa y Pedro Ibáñez quienes se encargan de seguir haciendo intentos para que
la fundación del nuevo Carmelo sea realidad:
El santo varón dominico no dejaba de tener por tan cierto como yo que se
había de hacer; y como yo no quería entender en ello por no ir contra la
obediencia de mi confesor, negociábalo él con mi compañera y escribían a
Roma y daban trazas. (Vida 33,4)
Ella en silencio y en cierto aislamiento y exclusión. Porque no seguir con el
proyecto es sinónimo de no entender ni hablar del negocio. Una situación que no
puede comprender por contradictoria e ilógica. Pero sigue en silencio, piensa,
reflexiona, da vueltas, deja que pase el tiempo. Pero el pensamiento de que el
proyecto sigue adelante, se ha clavado como una esperanza, y le permite no
desmayar y seguir esperando:
Pues estuve en este silencio y no entendiendo ni hablando en este negocio
cinco o seis meses, y nunca el Señor me lo mandó. Yo no entendía qué era la
causa, mas no se me podía quitar del pensamiento que se había de hacer.
(Vida 33,7)
7.8.4. Por un momento, amaina la tormenta: “Al fin de este tiempo”…
La oportunidad, como un kairós imprevisto, aparece. Coincide con la marcha
del jesuita Dionisio Vázquez como rector. Vino otro de la Compañía de Jesús, muy
espiritual, de ánimo y entendimiento y buenas letras. Es decir, tiene todas las
cualidades perfectas para iniciar con él nuevos proyectos y para sentirse liberada.
La pega del anterior es que en algunas cosas de arrojo y ánimo no se determinaba.
A sus frenos, Teresa tiene “ímpetus” que no desata por obedecerle, pero son dos
velocidades, dos mentalidades, dos formas distintas de escucha. Aquí no se trata
de una diferencia de dos personas que están al mismo nivel de relación, sino que
parece ser, que en el desarrollo de los roles propios de cada una de las partes, el
varón aflige a la mujer. Esto parecería contradictorio con lo que dice de él: que
entendía bien su espíritu y deseaba que fuera muy adelante. La pega fundamental estaba
en que no se osaba en algunas cosas determinar… Esta contradicción hace que Teresa
siga gastando energías en vano, porque tiene que luchar permanentemente al ser
puesta continuamente en tela de juicio su credibilidad. Le parece que el confesor
no la cree.
Pág
ina1
05
Necesita un cambio, las circunstancias parecen estar ahora en su favor. El
mismo Señor se lo anuncia, aunque no deja de ser cómica su primera interpretación:
me había de morir presto. ¡Qué presión no seguiría soportando!:
Estando un día con gran aflicción de parecerme el confesor no me creía, díjome el Señor que no me fatigase, que presto se acabaría aquella pena. Yo me alegré mucho pensando que era que me había de morir presto, y traía mucho contento cuando se me acordaba. Después vi claro era la venida de este rector que digo; (Vida 33,8)
Queda encontrar a la persona adecuada. Porque entre el rector y el
confesor, cada quien a su estilo, la traen apretada. Y parece que es Gaspar de
Salazar esa persona adecuada que aconseja al confesor mismo que no la apriete,
que le dé consuelo y que se fíe de lo que vive, y que viene cuando ella más lo
necesita:
Al fin de este tiempo, habiéndose ido de aquí el rector que estaba en la
Compañía de Jesús, trajo Su Majestad aquí otro muy espiritual y de gran
ánimo y entendimiento y buenas letras, a tiempo que yo estaba con harta
necesidad; porque, como el que me confesaba tenía superior y ellos tienen
esta virtud en extremo de no se bullir sino conforme a la voluntad de su
mayor, aunque él entendía bien mi espíritu y tenía deseo de que fuese muy
adelante, no se osaba en algunas cosas determinar, por hartas causas que
para ello tenía. Y ya mi espíritu iba con ímpetus tan grandes, que sentía
mucho tenerle atado y, con todo, no salía de lo que me mandaba. (Vida 33,7)
Enseguida descubre que no está equivocada hasta el punto de confesar que
nunca había experimentado un gozo espiritual como cuando se encontró con él por
primera vez. Esta alegría contrasta con aquellas penas y aflicciones. ¿Cuál es el
motivo de su alegría y la fuente de su consuelo?
En primer lugar, por lo que ve. Se trata de una persona con un estilo
característico, transparente, centrada en su vocación y con el don que ella tanto
ansiaba encontrar en alguien que “gobernara su alma”, conocer espíritus. Su lucha
no había consistido solo en vivir como mujer espiritual y pelear su camino de
oración, sino que en el proceso de darse a entender a sus confesores, se
encontraba el deseo insatisfecho de que ellos comprendieran su alma. De la falta
de esta comprensión se derivaba mucho sufrimiento. Como en la situación previa a
Pentecostés, era necesario parar de la dispersión a la comprensión de los misterios
de Dios desde el propio lenguaje. Necesitaba gente que conociera su espíritu, que
la ayudara a discernir y a seguir tejiendo su nueva vida.
Pág
ina1
06
En segundo lugar, porque el trato con él significa una vuelta a escuchar de
nuevo esta llamada vocacional nueva que se sintetiza con este “fundar monasterio”.
Los espíritus de Dios, de Teresa y de Gaspar de Salazar entran en una misma
danza. Eso significa que se instaura la armonía para responder a lo nuevo que está
brotando. Lo nuevo es esa confirmación de la reforma teresiana, lo nuevo es la
posibilidad de relaciones nuevas, de vida nueva en definitiva:
Como le comencé a tratar, luego entendí su estilo y vi ser un alma pura,
santa y con don particular del Señor para conocer espíritus. Consoléme
mucho. Desde a poco que le trataba, comenzó el Señor a tornarme a apretar
que tornase a tratar el negocio del monasterio y que dijese a mi confesor y
a este rector muchas razones y cosas para que no me lo estorbasen; y
algunas los hacía temer, porque este padre rector nunca dudó en que era
espíritu de Dios, porque con mucho estudio y cuidado miraba todos los
efectos. En fin de muchas cosas, no se osaron atrever a estorbármelo.
(Vida 33,10)
7.8.5. Algo cambia: “No se osaron atrever estorbármelo”
Esa posibilidad de vida nueva no surge de manera espontánea, sino que es
fruto de un cambio de relaciones. Ahora queda más patente aún. Al igual que
Teresa ha vencido a los demonios y ya no se atreven a hacerle daño, y parece que
son ellos los que la temen a ella, ahora se manifiesta claramente que los estorbos a
su reforma, son el signo elocuente de ese otro estorbo que hacen los demonios y
que vencerlos es una consecuencia de ese cambio de roles y relaciones entre los
varones eclesiásticos y la mujer contemplativa. Ellos ahora cambian los roles de
jueces y de frenos y si no se ponen inmediatamente de su lado, al menos, no se
atreven a frenar, a estorbar lo que es más que evidente ya.
Vencidos dos miedos: el de ella y el de ellos, vuelve una oportunidad, un
kairós, que hay que aprovechar. El medio requerido sigue siendo el “darme licencia”.
Otro camino es imposible. Soledad y poca posibilidad son los escollos reales con
los que se topa Teresa, derivados de su condición de mujer espiritual lúcida. Ella ve
y entiende verdades y posibilidades que otros y otras no huelen. En el momento que
las pone en juego, se producen los rechazos por la amenaza que suponen. Y
entonces, esas posibilidades se debilitan y en lugar acompañada, se encuentra muy
sola.
Tornó mi confesor a darme licencia que pusiese en ello todo lo que pudiese.
Yo bien veía al trabajo que me ponía, por ser muy sola y tener poquísima
posibilidad. (Vida 33,11)
Pág
ina1
07
Sin embargo, esta mujer empoderándose, en el trayecto, va adquiriendo una
sabiduría especial en el trato con las personas y aprende a estudiar las
posibilidades que la realidad ofrece. También tiene algo a su favor, los varones con
autoridad, le han dado licencia. Ahora tendrá que buscar estrategias, desarrollar
ideas para hacer materialmente posible y viable la llamada divina. Tendrá que
confiar pero también tendrá que actuar. Pide ayuda a sus deudos más cercanos, y
ve la posibilidad de que su hermana pueda adquirir una casa sin levantar sospechas.
Si hubiera sido varón, tendría muchas puertas abiertas, incluso el hecho de
conseguir financiación hubiera sido más fácil. El secreto es su mejor recurso. Así
puede actuar con cierta libertad, y garantiza la obediencia. Sabe que si lo hiciera
de la misma manera que la anterior, es decir, poniendo “ingenuamente” todas las
cartas sobre la mesa, le cortarían el camino y quizás irreversiblemente porque
estaban más en guardia:
Concertamos se tratase con todo secreto, y así procuré que una hermana
mía que vivía fuera de aquí comprase la casa y la labrase como que era para
sí, con dineros que el Señor dio por algunas vías para comprarla, que sería
largo de contar cómo el Señor lo fue proveyendo; porque yo traía gran
cuenta de no hacer cosa contra obediencia; mas sabía que, si lo decía a mis
prelados, era todo perdido, como la vez pasada, y aun ya fuera peor. (Vida
33,11)
7.8.6. Certezas y lazos que atan la reforma teresiana:
La vida le enseña. Algunas personas en la escena teresiana se convertirán en
una sencilla certeza en carne de lo vivido y de lo que debe vivir. La primera, una
mujer, la Duquesa de Alba, que le sirve de espejo para ver nuevas trampas de la
sociedad de su tiempo. La segunda, un varón, García de Toledo, que le descubrirá
aún más su vocación mistagógica. La tercera, María Yepes, una aliada provisional
que le abrirá nuevas perspectivas. También aparecerán otras como Doña Luisa de
la Cerda, Pedro de Alcántara, Juan de Ovalle o Álvaro de Mendoza. De alguna
manera, todos ellos y ellas son parte del nuevo tejido de relaciones nuevas que
Teresa trama. De fondo, Guiomar de Ulloa, “su compañera”.
Nos fijaremos más detenidamente en las dos primeras, Duquesa de Alba y
García de Toledo, como si se tratara de un díptico llamado a multiplicarse. La
tercera, María de Jesús Yepes, cerrará este pequeño círculo. Con ellas Teresa
romperá así dos nuevas fronteras: la social y la eclesial. Se ve metida en la alta
sociedad. El riesgo es no saber situarse y mantenerse fiel a su nueva forma de
Pág
ina1
08
relación. Sin embargo, la estancia en casa de la Duquesa promoverá ciertos
cambios. Vistos desde la perspectiva de género, amplían la luz y dan sentido a todo
el conjunto. Se colará también en la vida de García de Toledo ejerciendo su
vocación mistagógica de manera singular, hecho igualmente significativo por el
cambio de roles que supone.
“Tan sujeta a pasiones y flaquezas como yo”…
La experiencia sigue haciendo de Teresa una mujer sabia y paciente, más
inteligente por las batallas y el estudio sistemático que ha tenido que ir haciendo
de sus compañeros de camino, a quienes tendrá que agradecer tanto inconveniente.
Su mirada se ha hecho más global. Se le han ido haciendo dentro algunas certezas
sencillas, pero inamovibles. Ya sabe cómo funciona todo el entramado social. Ha
merecido la pena lo vivido. Los acontecimientos le ayudarán para seguir leyendo las
oportunidades. Quizás necesite otro respiro, una especie de tregua para seguir
pensando porque aunque lleva cuidado, lo que se traen entre manos conlleva su
riesgo. Tantas relaciones, tanto ruido, tantas oposiciones, habrán hecho también
más sutiles a quienes se oponen. Hay que redoblar la sabiduría y la inteligencia para
negociar con el Provincial, o al menos, para no suscitar esa pequeña susceptibilidad
masculina que se esconde detrás de la obediencia que le debe. Sabe Teresa quién
goza de autoridad y qué significa que él sepa por otras bocas y desdibujado, lo que
se está fraguando en cierto secreto. Tiene también claro que si hay una prohibición
explícita por su parte, tiene que frenarlo todo. Pero, la providencia divina está de
parte de ella, desde luego:
Pues por mucho cuidado que yo traía para que no se entendiese, no podía hacerse tan secreto toda esta obra, que no se entendiese mucho en algunas personas. Unas lo creían y otras no. Yo temía harto que, venido el Provincial, si algo le dijesen de ello, me había de mandar no entender en ello, y luego era todo cesado. Proveyólo el Señor de esta manera: que se ofreció en un lugar grande, más de veinte leguas de éste, que estaba una señora muy afligida a causa de habérsele muerto su marido. (Vida 34,1)
Una de las dificultades más grandes para su desarrollo que han tenido las
mujeres no sólo en la Edad Moderna, sino hasta nuestros días, ha sido la
dependencia económica de los varones. Virginia Woolf señalaba esta dependencia
como un escollo para su madurez y libertad e incluso para la posibilidad de evitar la
guerra en el interesante libro que hemos citado en varias ocasiones aquí.
Pág
ina1
09
Además de andar con cuidado, Teresa de Jesús se encuentra con que no
tiene dinero. Y tiene que negociar muchas cosas, tratar con mucha gente, poner en
marcha y arriesgarse. Pero su condición femenina es un atamiento que afecta a la
libertad para moverse en la dirección que quiere. Dios está remando a
contracorriente con ella. De ahí su queja a un Dios que sale al paso de las
atribuladas, las cuestionadas y las excluidas. El nudo de nuevo. Nudo que se desata:
En tener los dineros, en procurarlo, en concertarlo y hacerlo labrar, pasé
tantos trabajos y algunos bien a solas, aunque mi compañera hacía lo que
podía, mas podía poco, y tan poco que era casi nonada, más de hacerse en su
nombre y con su favor, y todo el más trabajo era mío, de tantas maneras,
que ahora me espanto cómo lo pude sufrir. Algunas veces afligida decía:
«Señor mío, ¿cómo me mandáis cosas que parecen imposibles? que, aunque
fuera mujer, ¡si tuviera libertad...!; mas atada por tantas partes, sin
dineros ni de dónde los tener, ni para Breve, ni para nada, ¿qué puedo yo
hacer, Señor?». (Vida 33,11)
Sin embargo, no se puede quejar, porque la misma falta de libertad que impone el
sistema social, aunque por otras razones, la ve en otra mujer, ésta de la nobleza,
una Duquesa de la Casa de Alba, a quien va a consolar por la muerte de su marido.
Verse en este espejo la certifica aún más en el desprecio por ese mundo que ata:
Saqué una ganancia muy grande, y decíaselo. Vi que era mujer y tan sujeta a
pasiones y flaquezas como yo, y en lo poco que se ha de tener el señorío, y
cómo, mientras es mayor, tienen más cuidados y trabajos, y un cuidado de
tener la compostura conforme a su estado, que no las deja vivir; comer sin
tiempo ni concierto, porque ha de andar todo conforme al estado y no a las
complexiones. Han de comer muchas veces los manjares más conformes a su
estado que no a su gusto. (Vida 34,4)
Este magnífico análisis teresiano nos remite al hecho de que en realidad, no
existen privilegios sociales para las mujeres de la nobleza en cuanto a
discriminación y atamiento se refiere. La rutina patriarcal es transversal. Éstas
tienen muchas cosas, asegurado no sólo el sustento, sino la posibilidad de muchos
placeres. Sin embargo, están mucho más sujetas a composturas, protocolos, formas
de presentarse. Estas mujeres ni siquiera tienen la posibilidad por la adscripción a
su clase, de manejarse según lo que les gusta, sino lo que no rompe con lo
establecido para su condición.
Pág
ina1
10
Toda esta visión de Teresa es suficiente para no desear ser señora. ¡Qué
diferente es la mujer que afirma esto de aquella otra muchacha que estaba
pendiente de galas! Como que son dos mujeres diferentes. Esta mujer sabia ha
comprendido para qué es su feminidad, sabe en qué quiere gastar sus energías, esa
reforma le ha cambiado la mirada. ¿O ha sido el trabajo de un Dios libre de nudos?
Con todo, descubre más allá de las apariencias, algo salvable, alguna centella
esperanzadora en la Duquesa. ¿Qué pensaría esta señora si viera o leyera este
retrato? Porque aunque habla de su humildad, no deja de decir que le da lástima
ese estado de sujeción. Y lo que es más importante, de denunciar a la sociedad
entera, ciega, que llama señores a quienes no son más que esclavos.
Es así que de todo aborrecí el desear ser señora. - ¡Dios me libre de mala
compostura!-, aunque ésta, con ser de las principales del reino, creo hay
pocas más humildes, y de mucha llaneza. Yo la había lástima, y se la he, de
ver cómo va muchas veces no conforme a su inclinación por cumplir con su
estado. Pues con los criados es poco lo poco que hay que fiar, aunque ella los
tenía buenos. No se ha de hablar más con uno que con otro, sino al que se
favorece ha de ser el malquisto. Ello es una sujeción, que una de las
mentiras que dice el mundo es llamar señores a las personas semejantes,
que no me parece son sino esclavos de mil cosas. (Vida 34,4)
Si a Teresa le quedaba alguna mitificación sobre la vida social de la nobleza,
se le esfuma por completo al ver a la Duquesa de Alba en su propio entorno. Esta
visión fortalece aún más su otra visión sobre la otra vida que ya ha comenzado.
Esta fortaleza espiritual es una garantía para utilizar todos los recursos posibles
para favorecer la reforma. Sabe que tiene la Duquesa influencia sobre el Provincial.
Teresa busca claves para salir adelante con el proyecto. Hará que la Duquesa se
ponga de su parte. Porque ella ya tiene el apoyo de Dios, que es quien la ha enviado
en definitiva y quien le da las primeras pautas para defenderse en aquel contexto
esclavizante:
… porque pocos me aconsejarían sin temeridad; que, aunque tuviese trabajos, se serviría mucho Dios, y que para este negocio del monasterio convenía ausentarme hasta ser venido el Breve; porque el demonio tenía armada una gran trama, venido el Provincial; que no temiese de nada, que El me ayudaría allá. (Vida 34,2)
Su particular experiencia de Dios la confirma en que pocos la aconsejarán
sin meterle miedo. En el otro extremo, blandiendo valentía a raudales, una mujer,
María Yepes. Ocasión y razón última para fiarse enteramente de Dios y para tomar
datos sobre lo vivido. Ahora está fuerte, ahora ya puede leer todas esas acciones
en forma de miedos, demonios y terrores con distancia y ese esfuerzo se
corresponderá con una mayor libertad. Desde nuestro análisis la temeridad
Pág
ina1
11
infundida es una manifestación de la violencia de género dentro de todas las
violencias en forma de miedos que ha sufrido Teresa. Porque han sido confesores
primero, y luego superiores de la propia orden, desde su función de autoridad,
quienes infundiendo temores disfrazados de prudencia, han ido contribuyendo en
definitiva a que se fortalezca la mujer capaz de ver a quién hay que temer y qué.
El argumento de la prudencia frente a la locura de unas cuantas mujeres, se
extenderá como una mancha de aceite por toda Ávila.
Pero ahora Teresa, confía en su propia visión y su propia decisión y se
encontrará ratificada precisamente por visiones que le dan amplitud – María
Yepes- o la animan a mantenerse – Guiomar de Ulloa-. Ambas cosas fundamentales
en todo proceso de empoderamiento. También tendrá que enfrentarse a las
consecuencias de ese mantenerse de pie: porque pocos me aconsejarían sin temeridad;
que, aunque tuviese trabajos, se serviría mucho Dios (Vida 34,2). Este difícil equilibrio
forma parte de las consecuencias que tendrá que asumir: dificultades,
contradicciones, oposiciones, paradojas, y todo lo que pueda entrar dentro del
concepto “tener trabajos”. No tendrá que temer nada porque el mismo Dios en
persona se pone de su parte: que Él me ayudaría allá (Vida 34,2)
Conclusión: Dios denuncia en Teresa el sistema del miedo, que aquí venimos
identificando como patriarcal. Su salvación consiste en que Teresa reconozca y
tenga visión real de lo que pasa, y que se mantenga. Y que tenga a raya sus miedos.
Que no tema nada, que en persona Dios mismo está con ella. Esta resistencia,
destruirá ese mismo sistema basado en temores, miedos, obstáculos,
persecuciones, etc. No hay otra manera.
¿Qué sucede? Que se abrirá una puerta precisamente porque es “consuelo”
para la Duquesa de Alba. Se produce una relación cómplice entre las dos mujeres, a
pesar de que Teresa aborrecerá del todo ser señora y de que tendrá que seguir
manteniendo límites frente a los agasajos, los “regalos” y el hacer tanto caso de
ella por parte de la Duquesa. Es decir, los términos de la relación se establecen
desde la liberalidad de Teresa. No hay espacio para las confusiones o las
manipulaciones. Y Teresa se fortalece en “no descuidarse”. La Duquesa recibe de
Teresa “consuelo”. Teresa recibe de Dios, consuelo y esfuerzo. Esta común
experiencia, equilibra la balanza a favor de la Reforma. De nuevo la mirada de
Teresa se ahonda y descubre que el aprieto de esta dama ha sido ocasión para que
Dios salga con la empresa. El entorno de la casa es conflictivo, se producen envidias
y rencillas. Sin embargo, la presencia de Teresa sirve para que se acerquen más a
Dios.
Pág
ina1
12
En resumen y como conclusión, Teresa experimenta mejoría de su alma. El
proceso que lo ha hecho posible:
- Desenmascaramiento progresivo de miedos y temores que tiene su
culminación en el descubrimiento intuitivo por parte de Teresa de las
trampas que impone el sistema patriarcal.
- Escucha atenta en medio de las ambigüedades de los poderosos que le
permiten adoptar una postura clara pero sin violencia, y por lo tanto,
servir de consuelo y transformar ese mismo contexto.
- Confirmación por parte de Dios de lo que ve y decide. Se le abren
continuamente en medio de los “trabajos” horizontes de esperanza para
la Reforma. En todo encuentra posibilidades.
- Cambio continuo en las relaciones con los varones, que de “estorbos” se
convierten en posibilitadores del proyecto teresiano.
La gran merced que el Señor la hizo de ser medio para que Su Majestad
despertase a una persona muy principal para servirle muy de veras, y que ella
tuviese favor y amparo después en él. Es mucho de notar
El título del capítulo 34 no tiene desperdicio. Realmente, como dice Teresa,
es mucho de notar. Forma la otra parte de este tríptico (Duquesa de Alba-María
Yepes- García de Toledo) que se posiciona a favor de la Reforma. Ahora se dirige
la mirada a un varón, García de Toledo. Teresa considera una merced de Dios haber
sido instrumento para el despertar este varón principal. Quizás sea ésa la
verdadera característica de la acción mística teresiana: despertar a otras
personas. Pero no se queda ahí. Este despertar se produce como una condición
previa para obtener el favor y el amparo posterior de él de cara a la reforma que
trae entre manos. Evidencia nueva del cambio de relaciones, estatus y roles
sociales que está generando a su alrededor.
Este cambio de roles se manifiesta en primer lugar en un cambio de las
funciones propias de un varón religioso y de una mujer religiosa. Él debe “gobernar
su alma”. Ella, debe dejarse gobernar el alma. Sin embargo, aquí Teresa elige un
camino propio y personal a la luz de toda su trayectoria y experiencia de relación.
Va al encuentro de una persona “con quien yo muchos años había tratado algunas
veces” (Vida 34,6). Una persona conocida desde hace muchos años pero a la que ha
Pág
ina1
13
tratado algunas veces. Si quiere establecer relación con él, debiera tener cuidado.
La iniciativa es de ella. La intencionalidad no es buscarle para que le gobierne el
alma, sino para “saber en qué disposición estaba aquella alma”. (Vida 34,6). Ahora
Teresa no es la mujer que desea tener compañeros de camino para que la orienten,
la fundamenten o la aseguren. Su deseo ha cambiado radicalmente: que deseaba yo
fuese muy siervo de Dios. Es una mujer en alianza con Dios, segura ya, la que
quiere hacer amigos de Dios por todas partes. Si este deseo es correspondido, las
bases sobre las que se establece la relación con los varones, experimentará un
cambio. Dicho cambio tiene su proceso, que ella narra espléndidamente.
Al deseo de que “fuese muy siervo de Dios” le sucede la decisión de actuar
en la dirección de lo deseado. Hay que poner medios. El primer movimiento es
corporal: “levantéme para irle a hablar”. Ponerse de pie, estar en marcha. Pero
tiene resistencias, experimenta el tirón de quedarse en el propio camino
conseguido. Si estoy en oración, lo mío es orar, no debo ir más allá de estas
fronteras ahora confortables. Y se produce el retroceso: “tornéme a sentar”. El
forcejeo consigo misma tiene tres movimientos más. Al final, Teresa dice que
venció el ángel bueno sobre el malo. Se encuentra con él en el confesonario, en el
lugar donde se establecen las relaciones entre quienes gobiernan el alma y las que
deben dejarse gobernar. Pero aquí la iniciativa es de Teresa: “comencéle a
preguntar”. La relación no es tan asimétrica, ni se trata de una trasposición de
roles y funciones: los que antes correspondían a los varones pasan directamente a
esta mujer. Aquí hay algo más, porque hay recirprocidad: “y él a mí- porque había
muchos años que no nos habíamos visto- de nuestras vidas”. (Vida 34,6) Si nos
fijamos en el contenido de la conversación, de lo que se hablan es de “nuestras
vidas”. Cada quien habla de su propia vida, e intenta retomar desde cuando no se
vieron, hace años. Aquí podemos observar una nueva simetría en el trato.
Teresa ahonda un poco más. Toma la iniciativa de nuevo. Nuestras vidas, sí,
pero sintetiza la suya de manera global con que “había sido la mía de muchos
trabajos de alma”. ¿Qué hay detrás de esta confesión tan singular? En principio,
podría parecer una expresión demasiado generalizadora, como quien lo dice todo y
no dice nada. Sin embargo, el interés que ha despertado Teresa en García de
Toledo, demuestra que no se trata de algo dicho con indiferencia y para suscitar
indiferencia en el interlocutor. Muy al contrario, da pie a que él quiera retomar su
función de “gobernar almas”. Quiere saber de primera mano, porque él ya tiene
datos, sabe cosas sobre la vida de Teresa que ha estado de boca en boca. Por su
parte, al decir que su vida ha sido de muchos trabajos de alma, está recobrando
dignidad delante de él, por si le pudiera quedar alguna duda al respecto. Ella ha
Pág
ina1
14
sido la víctima, la sufriente. No la lunática, ni la endemoniada, ni la de dudosa
confianza. Teresa ha sido la mujer virtuosa que ha pasado por muchos trabajos
interiores, propios de las personas que siguen con radicalidad el camino del
evangelio. Así reconduce de nuevo la relación. No vengo a expresar mis dudas, ni a
exponer mis experiencias: yo le dije que no eran para saber ni para que yo los
dijese.
Pero García de Toledo sabe de las relaciones de Teresa con Pedro Ibáñez. Y
la presiona con que ambos se comunican y que al final, se va a enterar por él. ¿Está
de nuevo su vida en un callejón sin salida? ¿Se podrá fiar? Pedro Ibáñez, Gaspar de
Salazar, García de Toledo. Los tres tienen noticia de su vida interior, ésa que tanto
le cuesta sacar a la luz, pero que tanto necesita compartir. En esta encrucijada,
Teresa tiene buen olfato, porque el forcejeo es amistoso, se puede fiar. Ni está en
su mano dejar de hablar, ni en la mano de él dejar de insistir. Ambos deseos se
compaginan. Decirlo debajo de confesión la protege, pero también siente que él ha
evolucionado: es más avisado que nunca (Vida 34,7).
Y volvemos al inicio, donde Teresa estaba buscando el camino para que
García de Toledo fuese muy siervo de Dios. Mira su condición, sus inclinaciones, sus
talentos. Y también ve como nadie es capaz de ver y de decir, sus límites, esa
pereza que parece congénita para entregarse del todo a Dios, para definirse de
manera radical por su camino. Parece que Teresa es testigo de lo entretenido que
está con otras cosas - ¿honras? ¿prestigio?¿fama?¿estatus?- y quiere sacar lo
mejor de él.
La mirada de Teresa que se convierte también palabra, hace que el interés
de García de Toledo por saber de ella, se dirija ahora a sí mismo: … “Rogóme le
encomendase mucho a Dios y no había menester decímelo, que ya yo estaba de
suerte que no pudiera hacer otra cosa: (Vida 34,8). El encuentro parece que
termina ahí. Pero en realidad se prolonga en la oración de Teresa: y voime a donde
solía a solas tener oración, y comienzo a tratar con el Señor…” (Vida 34,8). Una
oración que es relación de iguales: que es bueno este sujeto para nuestro amigo. La
clave está en que Teresa se sabe amada por Dios. La petición se cumplirá. Pero no
sin conflicto. En este sentido, es significativo el número 9 del mismo capítulo:
“Acuérdome que me dio en aquellas horas de oración aquella noche
un afligimiento grande de pensar si estaba en enemistad de Dios; y como no
podía yo saber si estaba en gracia o no, no para que yo lo desease saber, más
deseábame morir por no me ver en vida adonde no estaba segura si estaba
muerta, porque no podía haber muerte más recia para mí que pensar si tenía
ofendido a Dios; y apretábame esta pena; suplicábale no lo permitiese, toda
Pág
ina1
15
regalada y derretida en lágrimas. Entonces entendí que bien me podía
consolar y estar cierta que estaba en gracia; porque semejante amor de
Dios y hacer su Majestad aquellas mercedes y sentimientos que daba al
alma, que no se compadecía hacerse al alma que estuviese en pecado mortal.
Quedé confiada que había de hacer el Señor lo que le suplicaba de esta
persona. Díjome que le dijese unas palabras; esto sentí yo mucho…”
¿En qué consiste el conflicto? Merece la pena que nos detengamos en él.
Teresa ha vivido un día intenso. Se encuentra con alguien que hace tiempo
que no ve70, pero que es una persona significativa por muchas razones: ha
compartido con él su mundo interior. Será el censor de su escritura y al mismo
tiempo quien le anime a escribir:
Estando en San José de Ávila, año de mil y quinientos y sesenta y
dos (que fue el mismo que se fundó este monasterio mismo), fui mandada del
Padre Fray García de Toledo, dominico, que al presente era mi confesor, que
escribiese la fundación e aquel monasterio, con otras muchas cosas que,
quien lo viere, si sale a la luz, verá. (F, Pról. 2)
Pero también mantiene con él una relación que dista mucho de ser la típica
relación de quien gobierna almas. El origen social de este personaje, estamento
privilegiado, hijo de los condes de Oropesa y un letrado prestigioso: Así que vuestra
merced, señor, no quiera otro camino, aunque esté en la cumbre de la contemplación. Por
aquí va seguro… (Vida 22,7) no es obstáculo para que Teresa lo trate con la
familiaridad de quien se siente responsable de su vida: En todo haga vuestra merced
lo que pareciere y ve está obligado a quien así le fía su alma. (Carta n.3,4, Junio 1562).
La paradoja está servida: ¿Quién fía el alma a quien? Teresa pide una
correspondencia en la relación. Ella ha dado de ella misma y le ha orientado. Él
debe hacer lo que tiene que hacer alguien en un contexto de miedo: utilizar su
influencia y sus medios para que Teresa esté segura y a salvo. Quizás la censura
sea un arma poderosa para protegerse. Porque hasta por la letra la pueden
delatar. El acuerdo no se completa si no se ponen en juego las dos partes. Ella
necesita el apoyo, está expuesta a la Inquisición, a la Orden y a la presión de la
gente. Él debe darse prisa para situarse espiritualmente al lado de ella, de tal
manera que puedan disfrutar de una amistad compartida desde Dios que les
permita resistir en la dura situación:
70
Se conocieron en 1555.
Pág
ina1
16
… por eso dése prisa a servir a Su Majestad para hacerme a mí
merced, pues verá vuestra merced, por lo que aquí va, cuán bien se emplea
en darse todo, como vuestra merced lo ha comenzado, a quien tan sin tasa
se nos da. Sea bendito por siempre, que yo espero en su misericordia nos
veremos adonde más claramente vuestra merced y yo veamos las grandes
que ha hecho con nosotros y para siempre jamás le alabemos. Amén.
Acabóse este libro en junio de 1562. (Carta n.3,4, Junio 1562).
Muchos condicionantes para una relación de iguales que se sigue
construyendo. No obstante, Teresa se convierte en guía experimentada: “no quiera
otro camino” sino el de la Humanidad de Cristo. Sabe perfectamente que esta
certeza la mantiene a ella. Sabe que también mantendrá a García de Toledo. Pero
debe utilizar la palabra como palabra autorizada. En un contexto donde la condición
femenina en sí misma es un condicionante para tener alguna autoridad o crédito,
Dios mismo es quien ordena el cambio de relaciones y empuja a Teresa a que utilice
su palabra y con ella su voz, sus recursos, su experiencia, su saber, sus certezas y
convencimientos. Teresa tiene reparos. Sabe lo que tiene que decir, pero se frena
en el cómo. ¿Por qué? Porque no sabe cómo va a ser recibido su mensaje y si esta
palabra va a suponer para ella una nueva vuelta de tuerca a su propia dignidad: si se
burlaría de ella. Pero a pesar de los reparos, se sobrepone:
Quedé confiada que había de hacer el Señor lo que le suplicaba de
esta persona. Díjome que le dijese unas palabras; esto sentí yo mucho,
porque no sabía cómo las decir, que esto de dar recaudo a tercera persona –
como he dicho- es lo que más siento siempre, en especial a quien no sabía
cómo lo tomaría, o si burlaría de mí. Púsome en mucha congoja. En fin, fui
tan persuadida, que – a mi parecer – prometí a Dios no dejárselas de decir; y
por la gran vergüenza que había las escribí y se las di. (Vida 34, 10)
¿Es real esta desconfianza de Teresa? Pensar que García de Toledo se
burlará. En realidad, no nos importa que Teresa experimente inseguridad, sino
cómo se enfrenta a ella. Después de todo lo que hemos venido viendo, podemos
decir que esta inseguridad está en gran medida propiciada por el contexto en el
que vive. ¿Cómo no va a sentir que se burlan de ella si ha sufrido el estigma durante
años de que está siendo engañada? ¿Cómo no va a sentir inseguridad si casi todas
las voces autorizadas que ha escuchado en su vida provienen de varones? ¿Cómo no
va a sentir cierta inseguridad ante este varón en concreto, que tiene mucho mundo,
que tiene estatus social y que es un letrado?
Pág
ina1
17
Teresa tiene una nueva misión entre las manos: “Despertar a otras
personas”. Este despertar en el caso concreto de García de Toledo sigue un
proceso humano con unos hitos. Lo interesante es que Teresa ha roto ciertas
fronteras ya y que no hay vuelta atrás. Esta ruptura de fronteras se sigue
afirmando y se hace transparente y se prolongará en el tiempo:
- Capacidad para decir palabras que producen cambios: Bien pareció ser
cosa de Dios en la operación que le hicieron. Determinóse muy de veras de
darse a oración, aunque no lo hizo desde luego.
- Reconocimiento de que el verdadero protagonista en la vida de las
personas es Dios, quien tiene muy claro para qué provoca los encuentros:
El Señor, como le quería para Sí,
- Clara conciencia de ser mediadora: por mi medio le enviaba a decir unas
verdades,
- No posesión del proceso: que, sin entenderlo yo,
- Claridad con respecto al interior de la otra persona y de lo que posibilita
que “despierte” de su letargo: iban tan a su propósito que él se espantaba,
- Capacidad de trascendencia en ambas personas (merece la pena porque
hay sujetos): y el Señor que debía disponerle para creer que era Su Majestad.
- Clara conciencia de su propia realidad personal, de sus límites y
posibilidades: Yo, aunque miserable,
- Desarrollo de una espiritualidad arraigada en lo que ve: era mucho lo que
suplicaba al Señor
- Objetivos claros del para qué de la relación: muy del todo lo tornase a Sí y
le hiciese aborrecer los contentos y cosas de la vida.
Esta mistagogia es corroborada cuando Dios mismo realiza lo que pide
Teresa. La confirmación por parte de Dios está clara. Y da forma y hondura a esta
petición ampliamente. Dios tiene una voluntad sobre García de Toledo. Teresa es
mediadora de esa voluntad divina. A los efectos se remite. Dios lo quería para Sí.
Y así, por mediación teresiana crea otra pertenencia en él que tiene su raíz en el
conocimiento propio, y se manifiesta en la salida de sí mismo y en la libertad frente
al estatus y la honra: Y así -¡sea alabado por siempre!- lo hizo tan de hecho, que cada vez
que me habla me tiene como embobada; y si yo no lo hubiera visto, lo tuviera por dudoso en
tan breve tiempo hacerle tan crecidas mercedes y tenerle tan ocupado en Sí, que no parece
Claves de su mistagogia desde el laberinto
de una relación llamada al crecimiento:
Pág
ina1
18
vive ya para cosa de la tierra. Su Majestad le tenga de su mano, que si así va adelante (lo
que espero en el Señor sí hará, por ir muy fundado en conocerse), será uno de los muy
señalados siervos suyos y para gran provecho de muchas almas; porque en cosas de espíritu
en poco tiempo tiene mucha experiencia,
Por supuesto no se trata de algo conquistado o merecido: que estos son dones
que da Dios cuando quiere y como quiere, y ni va en el tiempo ni en los servicios. No digo que
no hace esto mucho, mas que muchas veces no da el Señor en veinte años la contemplación
que a otros da en uno. Su Majestad sabe la causa.
La mujer que se dedica a “despertar a otros” tiene claro a qué debe temer y
a qué no. A estas alturas de su vida está acostumbrada a lidiar con los verdaderos
engaños. Esta experiencia la autoriza realmente. García de Toledo es una persona
que por vocación está llamado a gobernar almas, pero no podrá hacerlo realmente si
deja el conocimiento propio que le lleva a vivir desde la autenticidad: Y es el engaño,
que nos parece por los años hemos de entender lo que en ninguna manera se puede alcanzar
sin experiencia. Y así yerran muchos -como he dicho- en querer conocer espíritus sin
tenerle.
Podrá desarrollar la tarea del gobierno de las almas a quienes tienen
experiencia de Dios. Pero no sólo desde sus “letras”. García de Toledo deberá
aprender a tratar a las personas como sujetos maduros y dueños de sí mismos: ni
ahogue los espíritus, que ya, cuanto en aquello, otro mayor Señor los gobierna, que no están
sin superior. No debe caer en la trampa y el engaño de muchos que acompañan
espiritualmente – Teresa ha sido víctima de ellos-. Debe aprender a no obcecarse y
dejarse llevar por fijaciones infantiles propias del patriarcado (creer que debe
custodiar), sino acomodarse a lo racional escuchando realmente a las personas. Su
referencia para discernir espíritus será la Sagrada Escritura. No se trata por
tanto de suplantar a quien tiene la autoridad real de la persona, que es el mismo
Dios. Para esto y no para otra finalidad le debe servir el ser letrado:
No digo que quien no tuviere espíritu, si es letrado, no gobierne a quien le
tiene; mas entiéndese en lo exterior e interior que va conforme a vía natural por
obra del entendimiento, y en lo sobrenatural que mire vaya conforme a la Sagrada
Escritura. En lo demás no se mate, ni piense entender lo que no entiende, ni ahogue
los espíritus, que ya, cuanto en aquello, otro mayor Señor los gobierna, que no están
sin superior. (Vida 34,11)
Deberá tener por tanto este letrado cuidado con los prejuicios y con el
orgullo de pensar que por su posición, condición masculina y letras, tendrá más
sabiduría. Porque no será así: No se espante ni le parezca cosas imposibles: todo es
Pág
ina1
19
posible al Señor; sino procure esforzar la fe y humillarse de que hace el Señor en esta
ciencia a una viejecita más sabia por ventura que a él, aunque sea muy letrado; y con esta
humildad aprovechará más a las almas y a sí, que por hacerse contemplativo sin serlo.
Porque, torno a decir, que si no tiene experiencia, si no tiene muy mucha humildad en
entender que no lo entiende y que no por eso es imposible, que ganará poco y dará a ganar
menos a quien trata. No haya miedo, si tiene humildad, permita el Señor se engañe el uno ni
el otro. (Vida 34,12)
Estas palabras de Teresa son iniciáticas. Introducen a este varón a su
propia mistagogia. Casi obsesivamente pretende que García de Toledo no caiga en
los mismos engaños que otros varones eclesiásticos, que tan caros le han salido. En
este despertar, como iniciadora de los misterios de Dios, quiere dejar bien
asentadas las bases de una espiritualidad contemplativa que consiste en no
encerrarse en lo que es o no es posible. Es decir, en la capacidad de cambiar
constantemente las miradas “lógicas” por la mirada “contemplativa” de Dios, que va
más allá de lo que se entiende o de lo que se comprende lógicamente. Tampoco Dios
establece las fronteras que los humanos establecemos otorgando o restringiendo
posibilidades en función de la condición sexual: una pobre viejecita puede ser más
sabia que un gran letrado. Insiste: no se trata de lo que se puede controlar con el
conocimiento intelectual sino que lo que valida y autoriza a una persona es la
experiencia de Dios. Esa experiencia ayudará al discernimiento.
Teresa es capaz de ver los resultados de su insistencia y comprende el
trabajo de Dios en esta persona que es capaz de dejarse transformar de esta
forma. La docilidad le permite ver en él una especial vocación y una ayuda
valiosísima para ella. Además de comprender de nuevo que es Dios quien la cuida a
través de la relación con él:
…”Pues a este Padre que digo, como en muchas cosas se la ha dado el Señor
(humildad), ha procurado estudiar todo lo que por estudio ha podido en este
caso, que es buen letrado, y lo que no entiende por experiencia, infórmase
de quien la tiene; y con esto, ayúdale el Señor con darle mucha fe, y así ha
aprovechado mucho a sí y a algunas ánimas, y la mía es una de ellas; que
como el Señor sabía en los trabajos que me había de ver, parece proveyó Su
Majestad que, pues había de llevar consigo a algunos que me gobernaban,
quedasen otros que me han ayudado a hartos trabajos y hecho gran bien.
Hale mudado el Señor casi del todo, de manera que casi él no se conoce – a
manera de decir- y dado fuerzas corporales para penitencia (que antes no
tenía, sino enfermo), y animoso para todo lo que es bueno y otras cosas, que
se parece bien ser muy particular llamamiento del Señor. Sea bendito por
siempre. (Vida, 34,13)
Pág
ina1
20
Como siempre, valida su argumentación remitiéndose a los efectos
concretos y específicos que observa: porque no son postizos … como quien tiene ya
conocida la verdad del mérito que se gana en sufrir persecuciones (Vida 34, 14), … le veía
con tanta humildad escuchar lo que yo le decía… hacíame tanto provecho estar con él, que
parece dejaba a mi ánima puesto nuevo fuego para desear servir al Señor de principio…
(Vida 34,15)… parece quería el Señor viese claro los tesoros que había puesto en ella (su
alma), y viendo la merced que me había hecho en que fuese por medio mío, hallándome
indigna de ella, en mucho más tenía yo las mercedes que el Señor le había hecho, y más a mi
cuenta las tomaba que si fuera a mí; (Vida 34, 17)
En 1568 Teresa sigue siendo testigo del proceso y sigue dando pasos con él:
El señor fray García está muy bueno, gloria a Dios. Siempre nos hace
merced y cada día más siervo suyo. Tomó un oficio que le mandó el
provincial, de maestro de novicios, que para su autoridad es cosa bien baja,
aunque no se le dio, sino porque su espíritu y virtud aprovechase a la Orden
criando aquellas almas conforme a él. Tomóle con tanta humildad que ha
edificado mucho. Tiene harto trabajo. (Carta 12,5)
Todo indica que se ha producido una transformación en él. Desde la
perspectiva de Teresa su peligro era utilizar su autoridad para gobernar almas
desde el infantilismo, creando dependencias o ahogando espíritus y regirse más
por criterios de status que por criterios evangélicos. Parece que estos peligros los
ha vencido a algunos años de distancia: ahora ha adquirido humildad y tiene la
oportunidad de acompañar a las personas sin aniñarlas, sino conforme a él, a su
grado de madurez.
Con todo, a Teresa no le importa utilizar el dato del estatus para hablar de
él a su hermano: … con el padre Fray García de Toledo, que es sobrino del virrey – persona
que yo echo harto de menos para mis negocios-, podrá vuestra merced tratar. Y si hubiere
menester alguna cosa del virrey, sepa que es gran cristiano el virrey y fue harta ventura
querer ir allá. (Carta 24,21; 17 enero de 1570). Este dato es importante tanto en
cuanto permitirá a Lorenzo y a su familia en América tratar y buscar alianzas y
apoyos: Agustín de Ahumada está con el virrey: fray García me lo ha escrito (Cta. 36,8, 4
de febrero de 1572)
Echa de menos Teresa sin embargo, que García de Toledo no participe más
de su reforma. Quizás no impedirla es una forma de apoyarla. Al menos en este
momento éste parece ser el sentimiento. Nueve años después, tendrá otra
perspectiva:
Pág
ina1
21
En gran manera me holgué de saber estaba ahí el mi buen padre fray
García. Dios le pague tan buenas nuevas, que aunque me lo habían dicho no lo
acababa de creer según lo deseaba. Muéstrenmele mucha gracia, que hagan
cuenta es fundador de esta Orden según lo que me ayudó, y así para con él
no se sufre velo; para todos los demás, sí, en especial y general – y con los
descalzos los primeros- que así se hace en todas las casas. (Cta. 382, 9 A
María de San José en Sevilla. Ávila, 8 noviembre, 1581).
La evolución espiritual de este hombre ha estado muy relacionada también
con su capacidad para ponerse de parte de la reforma teresiana. De 1572 a 1581 la
relación no sólo se ha mantenido sino que se ha profundizado y hecho más y más
igualitaria. Hasta el punto de que con él, las carmelitas de Sevilla deben mostrarse
“con gracia”, sin la distancia que impone el velo. ¿Por qué? Porque con García de
Toledo, Teresa encuentra el consuelo de quien comparte su mismo lenguaje. Sus
hermanas serán una prolongación de ella misma. Casi al final de su vida, a Teresa no
le preocupará que sea muy siervo de Dios, como al principio de la relación, esa meta
ya está cumplida, Dios mismo lo certifica. Esa fidelidad de Dios se ha prolongado
en el tiempo porque Teresa puede decir que tiene un interlocutor que comprende el
lenguaje del Espíritu.
Ordenó el Señor que tuviese noticia de mí una
beata de nuestra Orden… (Vida 35,1)
Cierra este tríptico, María de Jesús Yepes. En realidad, no sólo es el
contrapunto de la Duquesa de Alba, sino que también ejerce la función de abrir el
horizonte a Teresa de Jesús. En el contexto de la estancia de Teresa en casa de la
Duquesa, se produce un nuevo encuentro tan significativo, que romperá no la
frontera social o eclesial, sino la frontera del miedo y la desconfianza. Teresa
necesita fortalecerse y reconducirse. La obediencia al mandato divino pasa por la
escucha a otra mujer.
¿Quién es María de Jesús Yepes? Nace en Granada en 1522. Se encuentra
con Teresa en 1562. Viuda, ingresa en el convento de su ciudad. Sale de él y va
caminando hasta Roma obteniendo del Papa un breve para fundar un monasterio
reformado de la Orden. Lo hará en 1563, en Alcalá de Henares bajo el patronazgo
de Doña Leonor de Mascareñas, aya de Felipe II.
Dos mujeres se encuentran, con las mismas inquietudes y resoluciones. De
este encuentro ambas saldrán beneficiadas. María de Jesús muestra a Teresa la
Pág
ina1
22
posibilidad de mayor riesgo. Esta mujer ha roto graves fronteras: la frontera de la
soledad, entrevé un camino y se lanza a él. No hay intermediarios. Su carta de
presentación es su vida misma, su presencia frágil y analfabeta derrumba. Rompe
también la frontera de su condición: una mujer viuda que no se encierra en la casa
sino que es capaz de trascenderse y buscar en el convento el lugar de una salida de
sí, y una posibilidad de crecimiento. Salta la frontera de una vocación religiosa
sumisa y postrada por escuchar voces del mundo. Al igual que Teresa, siente una
llamada a vivir con mayor plenitud y radicalidad su vocación. No ve otra posibilidad
que volver a los orígenes de la Orden. La ratificación oficial también, como en el
caso de Teresa, tiene que pasar por manos masculinas. Igualadas por el contexto
que comparten, ejercitan la creatividad para llevar a término feliz lo que
vislumbran en medio de incertidumbres. María de Yepes escucha noticias de
Teresa de Jesús y experimenta la necesidad de confrontar su visión para
fortalecer su decisión:
“Pues estando con esta señora que he dicho, adonde estuve más de
medio año, ordenó el Señor que tuviese noticia de mí una beata de nuestra
Orden, de más de setenta leguas de aquí, de este lugar, y acertó a venir por
acá y rodeó algunas por hablarme” (Vida 35,1)
No tiene pereza en rodear leguas para hablar con Teresa. Las dificultades y
obstáculos que imponen el espacio y el tiempo parece que no son suficientes para
frenarla. Aparece la complicidad entre las dos mujeres. Tiene en común con
Teresa ser una mujer a la que el Señor le ha hecho grandes mercedes, enseñada
por Él, que también se ha atrevido a vivir el camino de la contemplación:“Es mujer de
mucha penitencia y oración, y hacíala el Señor muchas mercedes” (Vida, 35,2). Su pasión
no le viene de “haber andado a leer las Constituciones” sino también de una ruptura
de límites impuestos que sólo pueden ser derrocados por una fuerte experiencia
espiritual. Ella, igual que Teresa responde a un mandato del cielo:
Y aparecídola nuestra Señora y mandádola lo hiciese, hacíame tantas
ventajas en servir al Señor, que yo había vergüenza de estar delante de ella
[…] Esta bendita mujer, como la enseñaba el Señor, tenía bien entendido –
con no saber leer- lo que yo con tanto haber andado a leer las
Constituciones ignoraba (Vida 35,2)
Teresa no había pensado vivir sin renta, pero María de Jesús Yepes le abre
a un conocimiento que ella no tenía. Y con el conocimiento, unos horizontes nuevos y
una complicidad nueva. Juntas empiezan a soñar de nuevo. Vuelven a la inspiración
de los orígenes y Teresa se convence, a pesar de que antes no había visto las
Pág
ina1
23
consecuencias que tendría para esa nueva vida, el cuidado de las rentas y los
dineros. El encuentro con María de Jesús le hace escuchar otra voz. ¿En qué se
diferencia esta voz de las voces masculinas? En que se funda en la complicidad de
las dos mujeres:
Mostróme los despachos que traía de Roma, y en quince días que estuvo
conmigo dimos orden en cómo habíamos de hacer estos monasterios. Y hasta
que yo la hablé, no había venido a mi noticia que nuestra Regla, antes que se
relajase, mandaba no se tuviese propio, ni yo estaba en fundarle sin renta,
que iba mi intento a que no tuviésemos cuidado de lo que habíamos
menester, y no miraba a los muchos cuidados que trae consigo tener propio.
(Vida 35,2)
No obstante, sabe Teresa que habrá dificultades. A sus primeros temores se suma
la oposición de varones eclesiásticos, que no se lo consentirán. El problema consiste
en que Teresa quiere escuchar todos los pareceres. En esto se pierde:
Como yo en todo tomaba tantos pareceres, casi a nadie hallaba de este parecer: ni confesor, ni los letrados que trataba. Traíanme tantas razones, que no sabía qué hacer, porque, como ya yo sabía era Regla y veía ser más perfección, no podía persuadirme a tener renta. Y ya que algunas veces me tenían convencida, en tornando a la oración y mirando a Cristo en la cruz tan pobre y desnudo, no podía poner a paciencia ser rica. Suplicábale con lágrimas lo ordenase de manera que yo me viese pobre como El. (Vida 35,3)
Deberá hacer otro aprendizaje que sea más acorde con lo que forma parte de su
intuición y las llamadas que recibe. El discernimiento, como siempre tendrá su clave
en la relación personal con Dios a quien le suplica con lágrimas elegir lo que se
encamine hacia una mayor radicalidad evangélica. De nuevo el escollo con los
letrados será la piedra de toque para una liberación más total:
Hallaba tantos inconvenientes para tener renta y veía ser tanta causa de inquietud y aun distracción, que no hacía sino disputar con los letrados. Escribílo al religioso dominico que nos ayudaba. Envióme escritos dos pliegos de contradicción y teología para que no lo hiciese, y así me lo decía, que lo había estudiado mucho. Yo le respondí que para no seguir mi llamamiento y el voto que tenía hecho de pobreza y los consejos de Cristo con toda perfección, que no quería aprovecharme de teología, ni con sus letras en este caso me hiciese merced. (Vida 35,4)
Encuentra apoyo en mujeres, - Dª Guiomar de Ulloa y María de Jesús Yepes - pero
todo tiene que ser validado por los varones: Si hallaba alguna persona que me ayudase,
alegrábame mucho. Aquella señora con quien estaba, para esto me ayudaba mucho. (Vida
Pág
ina1
24
35,4) Esta dialéctica deja entrever las profundas raíces de la sociedad patriarcal.
¿En qué consisten los inconvenientes que ponen los varones? Parece que los amigos
letrados tienen razones que han estudiado mucho, razones basadas en teología y
letras. Ambas cosas, desde el punto de vista teresiano, en contradicción con el
llamamiento evangélico y el voto de pobreza. A Teresa entonces, no le sirven para
nada ni las razones ni la teología. Quien habla ahora es una mujer que tiene claro
qué quiere y para qué, que sabe acoger lo que sintoniza mejor con el seguimiento
de Cristo, y por ello, es capaz de pelear y disputar con quienes son los poseedores
de las letras y la teología.
A la luz de todos estos acontecimientos, Teresa llega a una visión espiritual de lo
que está pasando. El “demonio” está en contra de que unas cuantas mujeres vivan
una vida estrecha, de acuerdo con una radicalidad, cuyas consecuencias sólo deben
ser asumidas por ellas mismas, sus equivocaciones o sus yerros tendrán que ser
asumidas por ellas.
Espantábame yo de lo que ponía el demonio contra unas mujercitas y cómo
les parecía a todos era gran daño para el lugar solas doce mujeres y la
priora, que no han de ser más -digo a los que lo contradecían-, y de vida tan
estrecha; que ya que fuera daño o yerro, era para sí mismas; (Vida 36,19)
Evidentemente las advertencias sobre los daños al lugar son argumentos que no
tienen peso. El tira y afloja de inconvenientes se acaban concentrando en el tema
de la renta, de tal forma, que si Teresa claudica en la cuestión, darán vía libre a la
fundación. Teme Teresa por las personas que le ayudan. Se han embarcado en una
empresa que parece imposible. ¿No será mejor buscar atajos? Quizás sea mejor
entrar con renta y después dejarla una vez hecha la fundación. O quizás Dios
mismo quiera que tengan renta:
mas daño al lugar, no parece llevaba camino; y ellos hallaban tantos, que con
buena conciencia lo contradecían. Ya vinieron a decir que, como tuviese
renta, pasarían por ello y que fuese adelante. Yo estaba ya tan cansada de
ver el trabajo de todos los que me ayudaban, más que del mío, que me
parecía no sería malo hasta que se sosegasen tener renta, y dejarla después.
Y otras veces, como ruin e imperfecta, me parecía que por ventura lo quería
el Señor, pues sin ella no podíamos salir con ello, y venía ya en este
concierto. (Vida 36,19)
¿Qué significado puede tener esta oposición? ¿Se trata de un deseo de custodia
por parte de los varones? ¿O es el miedo a la independencia de las mujeres y a lo
que no se controla? Sea como fuere, la tentación toma forma en las dudas que
experimenta Teresa. Tentación que aparecerá una y otra vez a pesar de la certeza
Pág
ina1
25
que le da Pedro de Alcántara y el mismo Dios, y también a pesar de la aprobación
dominico que les ayuda:
En este tiempo, por ruegos míos, porque esta señora no había visto al santo
Fray Pedro de Alcántara, fue el Señor servido viniese a su casa, y como el
que era bien amador de la pobreza y tantos años la había tenido, sabía bien
la riqueza que en ella estaba, y así me ayudó mucho y mandó que en ninguna
manera dejase de llevarlo muy adelante. Ya con este parecer y favor, como
quien mejor le podía dar por tenerlo sabido por larga experiencia, yo
determiné no andar buscando otros. Estando un día mucho encomendándolo
a Dios, me dijo el Señor que en ninguna manera dejase de hacerle pobre, que
ésta era la voluntad de su Padre y suya, que El me ayudaría. Fue con tan
grandes efectos, en un gran arrobamiento, que en ninguna manera pude
tener duda de que era Dios. (Vida 35,5-6)
Al final, la clave del discernimiento está en no buscar más pareceres ni
confirmaciones que las que tiene ya. La victoria estará asegurada si no se deja
llevar por los pareceres de la gente, sino si se confirma en la confrontación con
personas de espíritu y se fía de sí misma y de su experiencia de Dios, es decir, si
se mantiene a pesar de que tiene en contra regidores y cabildo y un proceso
abierto en la Corte. Todas estas luchas de rostro patriarcal, tienen un resultado
favorable para Teresa porque le proporcionan una clara conciencia de dónde está la
verdadera seguridad de la vida. Ella misma puede tomar fuerzas y anima a caminar
con valentía en medio de los peligros como son las honras o los deleites. Entonces
ve claro y descubre que sus dudas no han sido más que musarañas y que su falta de
libertad sólo era una ceguera:
El Señor, por quien es, nos dé a entender cuán mala es la seguridad en tan
manifiestos peligros como hay en andar con el hilo de la gente, y cómo está
la verdadera seguridad en procurar ir muy adelante en el camino de Dios.
Los ojos en El, y no hayan miedo se ponga este Sol de Justicia, ni nos deje
caminar de noche para que nos perdamos, si primero no le dejamos a Él. No
temen andar entre leones, que cada uno parece que quiere llevar un pedazo,
que son las honras y deleites y contentos semejantes que llama el mundo; y
acá parece hace el demonio temer de musarañas. Mil veces me espanto y
diez mil querría hartarme de llorar y dar voces a todos para decir la gran
ceguedad y maldad mía, porque si aprovechase algo para que ellos abriesen
los ojos, ábraselos el que puede, por su bondad, y no permita se me tornen a
cegar a mí, amén. (Vida 35,14-15)
Pág
ina1
26
Todo el relato de la fundación debe conservarse. Importa mucho que quede el
testimonio de la apuesta de ese estilo de vida nuevo que inauguran en el monasterio
de San José. Realmente es lo importante para Teresa. Todos los trabajos y penas
han merecido la pena. Desde nuestro punto de vista, también es importante
detenernos en el proceso para maravillarnos después del significado
profundamente antipatriarcal que tiene la propuesta de vida teresiana. Como
afirma Bárbara Mújica:
Al adoptar la pobreza y la humildad como el núcleo de la Reforma, Teresa intentó liberar a la religiosa de la opresión de la objetivación. En el convento, ya no era la propiedad ni de su padre ni de su marido. No era la esclava de la moda ni tenía la necesidad de impresionar a los demás. Al eliminar las dotes (por lo menos, en un principio) y los títulos, intentó borrar las diferencias sociales, creando una sociedad igualitaria donde no operaran las divisiones de clase y raza y, sobre todo, donde no existiera la obsesión con la honra. Finalmente, al rechazar el patrocinio, Teresa se liberó a sí misma y a sus monjas de la necesidad de someterse a las demandas de ricos que pudieran subvertir el intento de la Reforma. Aunque fue imposible cumplir siempre con estas normas y crear la utopía espiritual femenina con la cual ella soñaba, Teresa de Jesús abrió nuevos panoramas para la mujer de su época al ofrecerle inusitados modelos y opciones.71
Descubrir el proceso de discernimiento que ella “sufre” arroja luz sobre la manera
de hacer frente a situaciones condicionadas por la categoría “género”. Nos parece
que dicho proceso, desde el texto teresiano, tiene varias fases que se desarrollan
en círculos concéntricos y en polos de tensión. A cada freno le corresponde una
actuación teresiana. Al final del proceso, sale victoriosa por cuanto aprende algo
más de la vanidad del mundo, de la realidad de sí misma y de las personas y porque
se sigue determinando con determinada determinación de no parar hasta llegar a
encontrar grandísimas verdades sobre la Verdad. Su fortaleza entonces es
inexpugnable.
Fases del proceso de discernimiento en un contexto conflictivo:
Lo que Teresa enfrenta desde dentro como “demonio” en forma de división,
confusión y parálisis, tiene su contrapunto en lo que debe enfrentar desde fuera
como poderes de la estructura patriarcal, vigentes y actuantes en las dificultades
que se encuentra en la Orden por un lado, y en el “escándalo público” que provoca
en regidores, corregidores y cabildo. Veamos el proceso:
71 Mújica, Bárbara: Espiritualidad y feminismo: Santa Teresa de Jesús, Biblioteca Crítica Luso
Hispánica, Universidad de Minesota, 2006, p. 70
Pág
ina1
27
El demonio pone temores sobre los pasos que ha ido dando Teresa y
cuestiona su obediencia, el haber embarcado a otras mujeres a vivir una
vida estrecha, donde no podía garantizar ni la comida. Los temores también
tienen forma de locura, disparate, osadía infundada y empujan a dar marcha
atrás: “que yo tenía monasterio” (Vida 36,7). Cuestionamientos todos que
minan la independencia, la novedad y la posibilidad de estrenar un modo de
vida alternativo en común, lejos del sistema monástico relajado de “honras y
deleites”, tan afín al patriarcado. Otros temores están enmascarados por lo
razonable: embarcarse en un proyecto que no puede garantizar las
comodidades de la Encarnación, dejar los lazos de amistad tan importantes.
Es decir, los temores pueden resumirse en frenos para lo nuevo, para salir
de los límites de una vida creada y querida por “otros” pero no por la mujer
empoderada que es ahora Teresa.
Frente a los temores, nace una determinación hecha de un sanísimo
realismo: ¡Oh, válgame Dios, qué vida esta tan miserable! No hay contento seguro
ni cosa sin mudanza. Había tan poquito que no me parece trocara mi contento con
ninguno de la tierra, y la misma causa de él me atormentaba ahora de tal suerte que
no sabía qué hacer de mí. ¡Oh, si mirásemos con advertencia las cosas de nuestra
vida! Cada uno vería por experiencia en lo poco que se ha de tener contento ni
descontento de ella. (Vida 36,9)
El cansancio es el precio que tiene que pagar pero la recompensa es que
puede reírse del demonio, de aquello que causa temor, división, miedo y
confusión. Y con ello, no perder el contento y la alegría: Quedé bien cansada
de tal contienda y riéndome del demonio, que vi claro ser él. Creo lo permitió el
Señor, porque yo nunca supe qué cosa era descontento de ser monja ni un momento
(Vida 36,11)
Actúa con cautela. Sin embargo, en el monasterio y en su ciudad se sabe lo
que ha quedado hecho, Teresa sabe que esto le traerá problemas. Lo más
probable, la cárcel. Pero incluso esto, sería un alivio porque está molida de
tanto andar con gente. (Vida 36, 11) El andar con la gente es un motivo de
cansancio, pero se compensa porque “estaba todo hecho”. La sensación de
que Dios está de su parte, porque se ha llevado a cabo algo que parecía
imposible, la fortalece internamente para pasar por lo que sea. Nada
importa, no hay nada que perder porque la confirmación viene de Dios, la
obra es suya, ¿qué más puede pedir?
Pág
ina1
28
Conversa y dialoga con la prelada y el Provincial y se enfrenta al juicio:… fui
a juicio con harto gran contento de ver que padecía algo por el Señor, porque
contra Su Majestad ni la Orden no hallaba haber ofendido nada en este caso; antes
procuraba aumentarla con todas mis fuerzas, y muriera de buena gana por ello, que
todo mi deseo era que se cumpliese con toda perfección. Acordéme del juicio de
Cristo y vi cuán nonada era aquél. (Vida 36,12). Todo merece la pena porque
Jesús pasó por ser juzgado, y el suyo no tiene comparación con el de él.
Teresa enfrentada a las dificultades como algo inevitable, pero conserva la
conciencia clara de sus motivaciones: que la Orden crezca y madure.
Crecimiento y madurez que puede costarle la vida. Pero al que no puede
renunciar. En el diálogo tiene que echar manos de ciertas estrategias: Hice
mi culpa como muy culpada, y así lo parecía a quien no sabía todas las causas. (Vida
36,12). Entra en la lógica de los acusadores, y es capaz de ponerse en un
camino de difícil tránsito: ¿cómo dialogar? ¿cómo asumir las críticas sin
doblegarse o claudicar? Parece que lo consigue aceptando la reprensión sin
disculparse.
El trabajo de poner las cosas en su sitio es arduo: En algunas cosas bien veía
yo me condenaban sin culpa, porque me decían lo había hecho porque me tuviesen en
algo y por ser nombrada y otras semejantes. Mas en otras claro entendía que
decían verdad, en que era yo más ruin que otras, y que pues no había guardado la
mucha religión que se llevaba en aquella casa, cómo pensaba guardarla en otra con
más rigor, que escandalizaba el pueblo y levantaba cosas nuevas. (Vida 36,13).
Quien juzga, interpreta. A Teresa se le acusa de haber estado buscando
prestigio, la condena de “carismática” era dura. Un argumento era
totalmente moral: ¿cómo se ponía a reformar nada si no había podido vivir
con radicalidad lo que tenía delante? Son dos lenguajes muy diferentes los
que se están hablando. Teresa habla el lenguaje de la novedad de un
proyecto que está llamado a morir si no se encuentra la levadura que lo haga
crecer. Quienes se oponen se sienten cuestionados en lo que consideran “su
vida” e interpretan lo que está sucediendo como el peculiar proyecto de
alguien que quiere conseguir protagonismo. No pueden reconocer la vida que
se está gestando. El otro argumento utilizado es el del escándalo público y
la novedad. Ambos argumentos pugnan por pesar y tener autoridad
suficiente como para frenar algo irreversible. Teresa reconoce que todas
estas cosas no la alborotan ni le dan pena, aunque no quiere demostrarlo
para no provocar más. Sabe que, en realidad, el Provincial tiene una palabra
de autoridad de la que no puede prescindir, pero no está dispuesta a
renunciar a lo que ya es un hecho: Todo no me hacía ningún alboroto ni pena,
Pág
ina1
29
aunque yo mostraba tenerla porque no pareciese tenía en poco lo que me decían. En
fin, me mandó delante de las monjas diese descuento, y húbelo de hacer. Como yo
tenía quietud en mí y me ayudaba el Señor, di mi descuento de manera que no halló
el Provincial, ni las que allí estaban, por qué me condenar. (Vida 36,13-14) Teresa lo
tiene claro: la confirmación le viene del Señor. Sin ella, no podría haber
llegado hasta aquí y mucho menos defenderse.
… todos juntos dijeron que en ninguna manera se había de consentir, que venía
conocido daño a la república (Vida 36,15). Estos todos juntos son cabildo,
regidores y corregidores. El corregidor, fue un oficial regio de carácter
extraordinario. Pero se fue convirtiendo desde el siglo XV en una institución
ordinaria de carácter municipal que afectaba a la administración urbana y al
reparto del poder político, con funciones judiciales, gubernamentales y
fiscales. La presencia del corregidor garantizaba y avalaba las decisiones
tomadas por las élites y reforzaba el poder oligárquico.72 El regidor también
es una élite en la que se estructura el gobierno de las villas y ciudades en el
Antiguo Régimen. En ocasiones están nombrados para remunerar servicios a
la Corona. Según “El perfecto regidor”, de Juan de Castilla y Aguayo, en
1586, “representan al pueblo y son toda la ciudad y cabeza de ella”73 Es
interesante ése “todos juntos”, porque implica que todo el poder oligárquico
de la ciudad se pone de acuerdo en contra de la reforma teresiana. El
argumento del daño a la república no se concreta porque no tiene otra lógica
que la de la amenaza al poder instituido por los varones: … y que habían de
quitar el Santísimo Sacramento, y que en ninguna manera sufrirían pasase adelante.
Hicieron juntar todas las Ordenes para que digan su parecer, de cada una dos
letrados. Unos callaban, otros condenaban; en fin, concluyeron que luego se
deshiciese. (Vida 36,15) Se valen de todos los posibles apoyos para acabar con
la empresa. Y reúnen a letrados de distintas Órdenes. Una auténtica alianza
de la que se desmarca un dominico, Domingo Báñez.
Los poderes más fuertes del momento representados por la Iglesia y la
Corona, se alían. Envían al Consejo Real la información que tenían del asunto
y se produjo un pleito con la Corona. La intermediación de Gonzalo de
Aranda en la Corte y de otros amigos de Teresa, como Gaspar Daza y el
obispo Álvaro de Mendoza. Duró todo casi medio año.
Poderes ostentados por varones evidentemente. Desde nuestra
perspectiva esto es importante para describir el duro proceso humano que
72
Guerrero Navarrete, Yolanda: Orden público y corregidor en Burgos (siglo XV), Anales de la
Universidad de Alicante, Departamento de Historia Medieval, n.13,2001-2002 p.6-7 73
http://saavedrafajardo.um.es/WEB/archivos/NOTAS/RES0092.pdf
Pág
ina1
30
ha tenido que hacer Teresa para adquirir semejante fortaleza y para
conservar en medio de las presiones ejercidas, lucidez y osadía para
mantenerse. El esquema de dicho proceso de discernimiento y toma de
decisiones en medio del conflicto, se sintetizar de la siguiente manera:
Evidentemente, romper con dicho círculo es golpear al sistema patriarcal. La
misma Teresa se espanta que sea en realidad la causa de doce mujeres la
que haya provocado tanta oposición y conflicto:
Espantábame yo de lo que ponía el demonio contra unas mujercitas y
cómo les parecía a todos era gran daño para el lugar solas doce
mujeres y la priora, que no han de ser más -digo a los que lo
contradecían-, y de vida tan estrecha; que ya que fuera daño o
yerro, era para sí mismas; mas daño al lugar, no parece llevaba
camino; y ellos hallaban tantos, que con buena conciencia lo
contradecían. (Vida 36,19)
Es el demonio quien pone temores, es el demonio quien pone frenos a la
Reforma. Los argumentos de corregidores, regidores y cabildo no son
Proceso de discernimiento y toma de decisiones en situación conflictiva
Situación que amenaza
la toma de decisiones:
Demonio (temores)
Cansancio
Juicio
Alternativas de actuación:
Determinación realista
Actuar con sagacidad y
cautela.
Focos de
tensión
permanente
Pág
ina1
31
argumentos sólidos, aunque son argumentos de buena conciencia. Teresa
reivindica, que incluso equivocándose, no harán daño más que a sí mismas,
por lo tanto, no ha lugar tanta oposición.
Como decíamos más arriba, Teresa quiere que quede bien relatado todo el
proceso de la fundación, aunque sea larga la relación que da de todo ello. Sin
duda, dejar constancia de este proceso es lo más importante no porque
cuenta o relata la historia de su reforma, sino porque describe después de
ocurrido, los conflictos, las amenazas y oposiciones que han tenido que
sufrir. Escribirlas es un testimonio de que en realidad su Dios es el que ha
salido con la empresa y quien se ha puesto de parte de unas cuantas mujeres
contemplativas. Así, dejando constancia de lo sufrido, se recupera la
memoria. Insistir en el espíritu del principio y no decaer o claudicar en el
estilo de vida que pretenden llevar es la consecuencia de esa vitalidad.
Muchas lágrimas y esfuerzos ha costado. Ésta es su herencia y tesoro:
Creo se enfadará vuestra merced de la larga relación que he dado de este
monasterio, y va muy corta para los muchos trabajos y maravillas que el
Señor en esto ha obrado, que hay de ello muchos testigos que lo podrán
jurar, y así pido yo a vuestra merced por amor de Dios, que si le pareciere
romper lo demás que aquí va escrito, lo que toca a este monasterio vuestra
merced lo guarde y, muerta yo, lo dé a las hermanas que aquí estuvieren, que
animará mucho para servir a Dios las que vinieren, y a procurar no caiga lo
comenzado, sino que vaya siempre adelante, cuando vean lo mucho que puso
Su Majestad en hacerla por medio de cosa tan ruin y baja como yo. (Vida
36,29)
7.8.7 Entendí grandísimas verdades sobre esta Verdad, más que si muchos
letrados me lo hubieran enseñado. (Vida 40,4)
Teresa está terminando el relato de su Vida. Los capítulos 37-40 tienen por
objeto explícito por parte de la autora de decir las grandes mercedes que el Señor
le ha hecho. Sin embargo, la afirmación que da título a este epígrafe nos pone
alerta. A estas alturas, Teresa no expone las mercedes y las bondades de Dios de
una forma aséptica. Todo lo anterior les da un cuerpo y una fuerza crítica que no
podemos eludir. Decir que el Señor le ha imprimido una Verdad más grande y que va
más allá de las verdades enseñadas por letrados, es la síntesis de todo el discurso
teresiano. No vemos una agresividad contenida en ella y expulsada de forma
imprecisa. Vemos a una mujer que a pesar de todas las estrategias utilizadas para
Pág
ina1
32
tener la aprobación de los censores, se reafirma en la certeza que rige su vida:
Dios es el Compañero que ha inspirado, llevado y acompañado su proceso de
liberación. Al final, Teresa se encuentra con una Verdad imprimida. No se trata de
un convencimiento ideológico o moral. Se trata de una seguridad interna que no hay
nadie capaz de fisurarla o romperla y que provoca un conocimiento del mundo no
equiparable con ningún tesoro. Teresa ha encontrado la defensa necesaria para
pelear contra todo enemigo, ya tenga forma de temor o de pusilanimidad, de
tristeza o de falta de riesgo. Teresa ha podido con los demonios que atemorizan a
las mujeres impidiéndoles creer en su potencial interior o infundiéndoles el miedo a
cultivarse, a ser independientes, a relacionarse como iguales y a atreverse a la
aventura de Dios Amigo:
Paréceme que en ninguna manera me pudiera imprimir así, ni tan claramente
se me diera a entender la vanidad de este mundo. Esta verdad que digo se
me dio a entender, es en sí misma verdad, y es sin principio ni fin, y todas
las demás verdades dependen de esta verdad, como todos los demás amores
de este amor, y todas las demás grandezas de esta grandeza, aunque esto
va dicho oscuro para la claridad con que a mí el Señor quiso se me diese a
entender. ¡Y cómo se parece el poder de esta Majestad, pues en tan breve
tiempo deja tan gran ganancia y tales cosas imprimidas en el alma! (Vida
40,4)
No tiene ningún empacho en decir que toda persona necesita estar acompañada en
el camino espiritual. Este apoyo, desde su experiencia, no sólo ha sido difícil, sino
que ha estado sometido en muchas ocasiones a la falta de horizontes de quienes
debieran animarla y ayudarla a crecer. Pero de igual manera, toda persona necesita
experiencia, es decir, adiestrarse en los combates de la vida y aprender. Porque – y
aquí queda reluciente su realismo – en el caso de no tener compañeros en el camino
espiritual, Dios mismo se hace Maestro cercano. Entonces, cada quien está
colocado en su lugar. Es como si dijera: necesito amigos y compañeros, pero he
aprendido que si no los tengo, siempre tengo a Dios de mi parte.
No obstante, advierte que sobre todo las mujeres necesitan guía y
acompañamiento. No puede escapar Teresa de las visiones de su tiempo. Pero a
renglón seguido dice algo sumamente clarificador:
… por esto es mejor tratarlo (como ya he dicho otras veces y aun todo lo
que ahora digo, sino que no se me acuerda bien y veo importa mucho), en
especial si son mujeres, con su confesor, y que sea tal; y hay muchas más
que hombres a quien el Señor hace estas mercedes, y esto oí al santo Fray
Pedro de Alcántara (y también lo he visto yo), que decía aprovechaban
Pág
ina1
33
mucho más en este camino que hombres, y daba de ello excelentes razones,
que no hay para qué las decir aquí, todas en favor de las mujeres. (Vida
40,8)
El confesor “que sea tal”. Desde su punto de vista, hay que buscar la
persona adecuada. El interior de las mujeres es tan importante, que no puede
tratarse con superficialidad. Sobre todo, porque “hay muchas más mujeres que
hombres a quien el Señor hace estas mercedes” y además aprovechan más que
ellos. No quiere hablar sólo por cuenta propia sino que se justifica en una persona
autorizada, fray Pedro de Alcántara.
Con esto termina el relato. Ahora lo debe poner a disposición de sus
confesores. El libro vagará de mano en mano siendo examinado, analizado y
finalmente aprobado. Aunque el censor advierte de que lo lean personas doctas y
letrados, el libro no está escrito para ser leído sólo por ellos. El lector auténtico
para el que escribe Teresa es universal. Domingo Báñez ejercerá de censor. Con
ello, no sólo hace el oficio de “matizar” lo que hay, sino que, termina aprobando
magistralmente la escritura teresiana y poniéndose de parte de Teresa utilizando
los mismos recursos que ella, basados en la cautela y prudencia con respecto a sus
experiencias místicas: Sólo una cosa hay en este libro en que poder reparar, y con razón,
basta examinarla muy bien; y es que tiene muchas revelaciones y visiones, las cuales
siempre son mucho de temer, especialmente en mujeres.
Utiliza también su misma retórica cuando arremete con cierta suavidad contra los
letrados que se pretenden adueñar de la experiencia espiritual a partir de su
erudición: siempre buscado luz y letras en sus confesores la hacen acertar a decir cosas
de oración que a veces los muy letrados no aciertan así por la falta de experiencia.
Como conclusión, esta censura, en definitiva, es un obstáculo relativo, puesto que
ha hecho posible conservar en su escritora un testimonio de su Reforma y que
Teresa escape del Consejo de la Inquisición, al que el libro ha sido delatado en
varias ocasiones.
Domingo Báñez utiliza por tanto su autoridad de letrado diez años después de
concluida la segunda redacción del libro en un informe del 7 de julio de 1575 a
favor de Teresa.
Pág
ina1
34
[Censura del P. Domingo Báñez en el Autógrafo de la “Vida”]74
Visto he y con mucha atención, este libro en que Teresa de Jesús, monja carmelita
y fundadora de las descalzas carmelitas, da relación llana de todo lo que por su alma pasa, a
fin de ser enseñada y guiada por sus confesores, y en todo él no he hallado cosa que a mi
juicio sea mala doctrina, antes tiene muchas de gran edificación y aviso para personas que
tratan de oración. Porque su mucha experiencia de esta religiosa y su discreción y humildad
en haber siempre buscado luz y letras en sus confesores la hacen acertar a decir cosas de
oración que a veces los muy letrados no aciertan así por la falta de experiencia.
Sólo una cosa hay en este libro en que poder reparar, y con razón, basta examinarla
muy bien; y es que tiene muchas revelaciones y visiones, las cuales siempre son mucho de
temer, especialmente en mujeres, que son más fáciles en creer que son de Dios y en poner
en ellas la santidad, como quiera que no consista en ellas; antes se han de tener por
trabajos peligrosos para los que pretenden perfección; porque acostumbra Satanás
transformarse en ángel de luz y engañar las almas curiosas y poco humildes., como en
nuestros tiempos se ha visto. Mas no por eso hemos de hacer regla general de que todas las
revelaciones y visiones son del demonio. Porque a ser así no dijera San Pablo que Satanás se
transfigura en ángel de luz, si el ángel de luz no nos alumbrase algunas veces.
Santos han tenido revelaciones y santas, no solamente de los tiempos antiguos, mas
aun en los modernos como fue Santo Domingo, San Francisco, San Vicente Ferrer, Santa
Catalina de Sena, Santa Gertrudes, y otros muchos que se podrían contar. Y como siempre
la Iglesia de Dios es y ha de ser santa hasta el fin, no sólo porque profesa santidad, sino
porque en ella justos y perfectos en santidad, no es razón que a carga cerrada condenemos
y atropellemos las visiones y revelaciones, pues suelen estar acompañadas de mucha virtud
y cristiandad, antes conviene seguir el dicho del Apóstol en el c. 5 (v.19-22) de la 1ª a los
Tesalonicenses: Spiritum nolite extinguere, prophetias nolite spernere; omnia probate,
quod bonum est tenete; ab omni specie mala abstinete vos. Sobre el cual lugar quien leyere
a Santo Tomás entenderá con cuánta diligencia se deben examinar los que en la Iglesia de
Dios descubren algún don particular que puede ser para utilidad o daño de los prójimos, y
cuánta atención se haya de tener de parte de los examinadores para no extinguir el fervor
del espíritu de Dios en los buenos, y para que otros no se acobarden en los ejercicios de la
vida cristiana perfecta.
Esta mujer, a lo que muestra su relación, aunque ella se engañase en algo, a lo menos
no es engañadora; porque habla tan llanamente, bueno y malo, y con tanta gana de acertar,
que no deja dudar de su buena intención. Y cuanta más razón hay de que semejantes
espíritus sean examinados, por haber visto en nuestros tiempos gente burladora so color de
virtud, tanto más conviene amparar a los que con el color parece tienen la verdad de la
virtud, porque es cosa extraña lo que se huelga la gente floja y mudada de ver
desautorizados a los que llevaban especie de virtud. Quejábase Dios antiguamente por el
74
Tomado de VVAA: Obras completas, Teresa de Jesús, Libro de la Vida, pp.371-375, 2ª Edición, Editorial de Espiritualidad, 1976.
Pág
ina1
35
profeta Ezequiel, c. 13 (22) de los falsos profetas que a los justos apretaban y a los
pecadores lisonjeaban y díceles: Moerore fecitis cor justi mendaciter, quem ego nono
contristavi, et confortastis manus impii. En alguna manera se puede esto decir contra los
que espantan las almas que van por el camino de oración y perfección, diciendo que son
caminos peligrosos y singularidades, y que muchos han caído en errores yendo por este
camino, y que lo más seguro es un camino llano y común y carretero.
De semejantes palabras, claro está, se entristecen los que quieren seguir los
consejos y perfección con oración continua cuanto les fuere posible y con muchos ayunos y
vigilias y disciplinas. Y por otra parte los flojos, los viciosos, se animan y pierden el temor
de Dios, porque tienen por más seguro su camino. Y éste es el engaño que llaman camino
llano y seguro: la falta del conocimiento y consideración de los despeñaderos y peligros por
donde caminamos todos en este mundo, como quiera que no haya otra seguridad sino,
conociendo nuestros cuotidianos enemigos, invocar humildemente la misericordia de Dios, si
no queremos ser cautivos de ellos; cuanto más que hay almas a quien Dios aprieta de manera
para que entren el camino de perfección que en cesando del fervor no pueden tener medio
sino luego dan en otro extremo de pecados. Y estas tales tienen extrema necesidad de
velar y orar muy continuo, y, en fin, a nadie dejó de hacer mal la tibieza. Meta cada uno la
mano en su seno y hallará ser esto verdad. Creo cierto que, si algún tiempo sufre Dios a los
tibios, que es por las oraciones de los fervorosos que de continuo claman: Et ne nos inducas
in tentationem.
He dicho esto, no para que luego canonicemos a los que nos parecen van por camino
de contemplación, que éste es otro extremo del mundo y solapada persecución de la virtud:
santificar luego a los que tienen especie de ella. Porque a ellos les dan motivo de vanagloria
y a la virtud no hacen mucha honra, antes la ponen en lugar peligroso; porque cuando los que
fueron tan alabados, cayeren, más detrimento padece el honor de la virtud que si nunca
fueran tan estimados. Y así tengo por tentación del demonio estos encarecimientos de la
santidad de los que viven en este mundo. Que tengamos buena opinión de los siervos de
Dios, muy justo es; mas siempre los miremos como gente que está en peligro, por buenos
que sean, y que el ser buenos no nos es manifiesto; tanto que nos podamos asegurar aun de
presente.
Considerando yo ser así verdad lo que tengo dicho, siempre he procedido con recato
en la examinación de esta relación de la oración y vida de esta religiosa, y ninguno ha sido
más incrédulo que yo en lo que toca a sus visiones y revelaciones, aunque no en lo que toca a
la virtud y buenos deseos suyos, porque de esto tengo grande experiencia de su verdad, de
su obediencia, penitencia, paciencia y caridad con los que la persiguen y otras virtudes que
quien quiera que la tratare verá en ella. Y esto es lo que se puede preciar como más cierta
señal del verdadero amor de Dios que las visiones y revelaciones. Y tampoco menosprecio
sus revelaciones y visiones y arrobamientos, antes sospecho que podrían ser de Dios como
en otros santos lo fueron. Mas en este caso siempre es más seguro quedar con miedo y
Pág
ina1
36
recato; porque en habiendo seguridad, tiene lugar el diablo de hacer sus tiros, y lo que
antes era quizá de Dios se trocará y será del demonio.
Y resuélvome en que este libro no está para que se comunique a quienquiera sino a
hombres doctos y de experiencia y discreción cristiana. El está muy a propósito del fin
para que se escribió, que fe dar noticia esta religiosa de su alma a los que la han de guiar,
para no ser engañada.
De una cosa estoy yo bien cierto de cuanto humanamente puede ser: que ella no es
engañadora, y así merece su claridad que todos la favorezcan en sus buenos propósitos y
buenas obras. Porque de trece años a esta parte ha hecho hasta una docena, creo son, los
monasterios de monjas descalzas carmelitas, con tanto rigor y perfección como los que
más, de que darán buen testimonio los que los han visitado, como es el provincial dominico
maestro en teología, Fray Pedro Fernández, y el maestro Fray Hernando de Castillo y otros
muchos. Esto es lo que por ahora me parece acerca de la censura de este libro, sujetando
mi parecer al de la Santa Madre Iglesia y sus ministros. Fecha en el Colegio de San
Gregorio de Valladolid, en siete días de julio de 1575 años.
Fr. Domingo Báñes.
¿Podremos entresacar de la carta de Báñez algo que nos ayude a llegar a
conclusiones? Este interesante testimonio nos permite descubrir de nuevo voces y
oídos masculinos que están “pidiendo” ser convencidas de que la voz de Teresa de
Jesús es una voz autorizada. La pluma de Báñez es la intermediaria entre esas
voces masculinas y la voz de Teresa.
La primera afirmación al principio de la carta, como si se tratara de un
encabezamiento, tiene una gran rotundidad: … en todo él no he hallado cosa que a mi
juicio sea mala doctrina, antes tiene muchas de gran edificación y aviso para personas que
tratan de oración. Lo que podría ponerse en tela de juicio es la “doctrina”, la
enseñanza del libro. Adoctrinar y enseñar está reservado a los varones. Sin
embargo, Teresa de Jesús se ha erigido en maestra gracias a su experiencia
espiritual probada. Y esa validación de la que ella misma es dueña, la consigue
ahora del censor. La razón es clara: Porque su mucha experiencia de esta religiosa y su
discreción y humildad en haber siempre buscado luz y letras en sus confesores la hacen
acertar a decir cosas de oración que a veces los muy letrados no aciertan así por la falta de
experiencia.
El argumento de la defensa de Báñez es que es una mujer que no se ha fiado
sólo de sí misma, sino que ha acudido a confrontarse con confesores y ha estado
dispuesta al diálogo en todo momento:
Pág
ina1
37
Teresa juzga con escepticismo no sólo las visiones en general, sino
también las suyas propias, las que somete al mismo escrutinio que las ajenas.
Al describir sus visiones, se muestra cautelosa: “Ya puede ser yo sea la
engañada; mas diré lo que me acaeció” (Vida 22,2); “no sé si sé lo que me
digo” (CV 6,1); “ni creo sé cuál es espiritual, ni cuándo se mezcla sensual, ni
sé cómo me pongo a hablar en ello” (CV 6,2). Puesto que ella no se encuentra
capacitada para evaluar sus experiencias, dice, dejará que los padres de la
Iglesia decidan. Al mostrarse humilde y tan ortodoxa como los confesores e
inquisidores, Teresa anticipa y silencia la crítica. Al mismo tiempo, insiste en
que sus visiones tienen que ser de Dios porque ella carece de la inteligencia
e imaginación para inventarlas.75
Pero no sólo esto, sino que es su mucha experiencia la que ha hecho que a
veces los letrados no hayan acertado con ella precisamente por la falta de
experiencia de ellos. ¿Denuncia Báñez a esos medio letrados que tanto han
espantado a Teresa? ¿Es un aliado incondicional de Teresa? ¿Comparte los mismos
miedos y cautelas frente a los inquisidores?
Sea como fuere, dejar clara la mistagogia teresiana es uno de sus objetivos.
¿Qué puede censurar entonces? ¿Qué habrá que matizar en la experiencia de una
mujer que puede enseñarle a él? La censura protegerá a Teresa: Sólo una cosa hay en
este libro en que poder reparar, y con razón, basta examinarla muy bien; y es que tiene
muchas revelaciones y visiones, las cuales siempre son mucho de temer, especialmente en
mujeres, que son más fáciles en creer que son de Dios y en poner en ellas la santidad, como
quiera que no consista en ellas;… Las revelaciones y visiones son peligrosas, sobre todo
para mujeres, mucho más crédulas que los varones.
En un clima de miedo y persecución de la desviación religiosa, en un clima
contrario a favorecer experiencia espiritual en mujeres, afirmar que las visiones y
revelaciones son mucho de temer, especialmente en mujeres, acaba siendo una
estrategia hábil para eludir las acusaciones que recaen sobre ella y el peligro de
una delación y persecución inquisitorial. Si no fuere así, no tendrían sentido las
palabras siguientes: porque acostumbra Satanás transformarse en ángel de luz y engañar
las almas curiosas y poco humildes., como en nuestros tiempos se ha visto. Mas no por eso
hemos de hacer regla general de que todas las revelaciones y visiones son del demonio.
75 Mújica, Bárbara: Espiritualidad y feminismo: Teresa de Jesús, Biblioteca Crítica Luso
Hispánica, Universidad de Minesota, 2006, pp. 48-58.
Pág
ina1
38
Porque a ser así no dijera San Pablo que Satanás se transfigura en ángel de luz, si el ángel
de luz no nos alumbrase algunas veces. Las voces recriminadoras de la experiencia de
Teresa tendrían un argumento sólido en la primera parte de la frase: porque
acostumbra Satanás transformarse en ángel de luz y engañar las almas curiosas y poco
humildes., como en nuestros tiempos se ha visto. Pero hay que seguir leyendo: Mas no
por eso hemos de hacer regla general de que todas las revelaciones y visiones son del
demonio. El criterio de Báñez vuelve a ponerse de parte de Teresa. Sí, conozco los
peligros y los riesgos, pero no hay que hacer regla general y medirlo todo por la
misma medida. Además, no hay que extinguir el fervor de los buenos por el miedo a
desviaciones puesto que haría cobrar confianza en el camino de quienes no son tan
buenos. Claramente en la voz de Báñez está la voz de Teresa que en tantas
ocasiones ha sufrido las consecuencias de los miedos y temores que le han
infundido. Sin esta claridad, el camino es realmente engañoso. Pero la mentira
revierte sobre los miedosos o los ingenuos que no se han parado a examinar dónde
se encuentran los verdaderos peligros, que no reconocen que estamos en el mundo
como corderos en medio de lobos: Y éste es el engaño que llaman camino llano y seguro:
la falta del conocimiento y consideración de los despeñaderos y peligros por donde
caminamos todos en este mundo, como quiera que no haya otra seguridad sino, conociendo
nuestros cuotidianos enemigos, invocar humildemente la misericordia de Dios, si no
queremos ser cautivos de ellos; Esta visión de las cosas, hará que no canonicemos
enseguida, también por ley, a cualquier persona que lleva camino contemplativo.
Eso sería irse al otro extremo y es igualmente peligroso. Báñez está apelando al
sentido común, a la escucha y al discernimiento. Y juzgar cada situación teniendo
en cuenta las circunstancias y la persona en concreto.
En realidad, lo que avala a Teresa son sus obras, su virtud, su vida. Las
revelaciones pueden ser de Dios, pero está claro que esa manifestación de su amor
se visibiliza en la Reforma, en tantos conventos fundados, en su estilo de vida y en
su calidad humana: no es una engañadora.
El ñudo del relato teresiano se ha desatado totalmente. El desenlace es
feliz: ¡soy una mujer que expresa a Dios! Llana y sencillamente. He llegado a la
plenitud de mi humanidad, empeñándome en seguir el camino de la contemplación
divina. He llegado a desarrollar al máximo capacidades transformativas que he
brindado a mi sociedad y a mi iglesia. Pero todo ello se ha producido en mi
existencia en conflicto permanente. Ahora descubro que absolutamente todo ha
merecido la pena. Estoy cansada porque el esfuerzo ha consumido mis energías,
pero al final, he logrado extraer la ganga de la joya, y mi tesoro se puede
contemplar y actualizar continuamente. Sigo esperando a ser más y más
desentrañada, en todos los contextos, en todos los lugares, en todos los tiempos.
Pág
ina1
39
Vienen bien ahora las palabras de Cristine de Pizán:
Me parece, querida Cristina, que nuestra construcción anda muy adelantada. A lo
largo de las anchas calles de la Ciudad de las Damas ya se levantan altos edificios,
magníficas mansiones y palacios, tan altas torres y atalayas que pueden divisarse
desde lejos. Ahora es tiempo de poblar esta noble Ciudad para que no se quede
vacía como una villa muerta. Al contrario, estará toda ella habitada por mujeres y
de gran mérito, porque son las únicas que queremos aquí. ¡Qué felices vivirán las
damas de nuestra ciudad! no tendrán que temer ser expulsadas por ejércitos
extranjeros, porque la obra que hemos ido construyendo tiene una propiedad
especial, la de ser inexpugnable. Ahora empieza la era del Nuevo Reino de
Femeneidad, muy superior al antiguo reino de las amazonas, porque las damas que
habiten aquí no tendrán que marcharse para concebir y dar a luz a nuevas
herederas que mantengan sus posesiones y perpetúen su linaje. Quienes se alojen
aquí, ahora, vivirán en esta Ciudad eternamente.
Cuando la hayamos poblado con mujeres de calidad, llegará a la vera de mi
hermana Justicia la Reina que supera a todas. Ella y su séquito de princesas
morarán en los hermosos aposentos que coronan las altas plantas de las elevadas
torres. Ella es la Emperatriz del Género Femenino y es justo que haga una entrada
triunfal en esta su Ciudad, donde la acogerán todas las mujeres.
¿Qué ciudadanas albergará nuestra Ciudad? Por supuesto que no queremos
mujeres frívolas y casquivanas, sino de gran mérito y fama, porque no hay mejor
morador para una ciudad ni mayor hermosura que unas mujeres valiosas. Anda,
querida Cristina, acompáñame, vamos a buscarlas.76
76
Cristine de Pizán: “La Ciudad de las Damas”, Ed. Siruela, 2000, p. 169.
Pág
ina1
40
8.- TERESA, UNA MUJER PARA LAS MUJERES DE SUCUMBÍOS
¿Qué ciudadanas albergará nuestra Ciudad? Por supuesto
que no queremos mujeres frívolas y casquivanas, sino de
gran mérito y fama, porque no hay mejor morador para una
ciudad ni mayor hermosura que unas mujeres valiosas. Anda,
querida Cristina, acompáñame, vamos a buscarlas.77
Teresa vive y escribe fundamentalmente en el reino de Castilla. Han pasado
seis siglos desde el acontecimiento y su irrupción en la historia. Teresa es una
mujer. Su condición femenina es una puerta de acceso para acortar distancias
físicas y temporales. ¿Por qué? Porque gracias a esa condición de mujer existe
una comprensión. Esta comprensión no entiende de distancias ni de tiempos, a
pesar de que sea muy necesario reconocer que esos tiempos y esas distancias están
ahí. Esa comprensión implica en sí misma el acercamiento. Teresa de Jesús se
sienta con las mujeres de todas las épocas y de todos los espacios y tiene una
palabra que es experiencia y una fe que compartir con ellas. Y las mujeres de todas
las épocas y todos los tiempos intercambian con ella sus saberes, sus experiencias
y sus dolores.
¿Qué nos impedirá cruzar el Atlántico y buscar a las mujeres que serán
ciudadanas de una ciudad nueva? ¿Qué nos impedirá situarnos seis siglos más
arriba con ellas? ¿Qué nos impedirá sentir, padecer y construir el mundo en
nuestras manos?
MUJERES INVISIBLES EN SUCUMBÍOS
Si es verdad que Teresa no puede reservarse como un tesoro sólo para las
mujeres, hay que precisar que si la leemos desde la perspectiva de género,
introducimos claves nuevas que permiten conocer la realidad de Teresa de Jesús
desde dos miradas al menos: las miradas que Teresa recibe de mujeres y las
miradas que recibe de varones. Esas dos miradas no están al mismo nivel, porque
parten de contextos muy diferentes, de experiencias diferentes y de horizontes
también diferentes. En nuestro trabajo nos vamos a detener en la mirada
femenina. Pero no dejaremos de insistir la necesidad de la mirada de los varones
para que lo real sea más real y se aleje del peligro de la deshonestidad la vida que
hay.
Un estudio de la FAO en 2008 sobre la situación de mujeres rurales en
Ecuador reconoce que hay preocupación: La situación de las mujeres rurales en Ecuador
ha sido una preocupación constante de algunos grupos de activistas e investigadores desde
hace varias décadas. Sin embargo, pese a la cantidad de estudios de caso, investigaciones e 77
Cristine de Pizán: “La Ciudad de las Damas”, Ed. Siruela, 2000, p. 169.
Pág
ina1
41
intervenciones de ONG, ha sido muy poco lo que se ha avanzado para eliminar las brechas
existentes entre el mundo rural y el urbano, así como entre hombres y mujeres,
principalmente debido a la naturaleza estructural del problema de la exclusión. A menudo el
trabajo que realizan las mujeres en su hogar no es valorado y se confunde con el realizado
en la explotación agrícola.78
Existe una brecha entre el mundo rural y el urbano por una parte, y en las
relaciones entre varones y mujeres por otra. Se trata de una cuestión estructural
derivada de la misma situación de exclusión. Sean o no los trabajos de las mujeres
tienen una característica común, el no reconocimiento, sinónimo de su invisibilidad.
Parece que las mujeres rurales son el último escalón de una escalera: donde el primer lugar está ocupado por los hombres urbanos; el segundo por las mujeres urbanas, seguidas por los hombres rurales. Son ellas, y en especial las indígenas, quienes poseen los niveles educativos más bajos, las tasas de analfabetismo más altas, los menores salarios y el menor acceso a recursos y a servicios de salud, entre otros.79
Los datos anteriores encubren una realidad: que las mujeres participan muy
activamente en el desarrollo del mundo rural en el ámbito económico, familiar y
comunitario. La situación económica es contradictoria, porque los altos precios del
petróleo a partir de 2003, han permitido compensar la vulnerabilidad tradicional
del comercio exterior. Sin embargo, existe una dependencia económica con
respecto al petróleo porque en otros sectores como el agrario los déficits son
constantes.
Las regiones de menor desarrollo humano en el país son las rurales. Y
concretamente las regiones amazónicas coinciden con ser las que tienen los
mayores porcentajes de inequidad.80
La pregunta es: ¿Qué puede decirles Teresa de Jesús a las mujeres rurales
de esta región fronteriza al norte de Ecuador?¿Tendrá algo que decir a las
desplazadas colombianas que caen en las redes de la prostitución? ¿Qué puede
decirle una mujer que no ha tenido hijos a madres de diez o más? ¿Qué apoyos
pueden encontrar para sus sufrimientos y su situación de exclusión?
78
VVAA: “Situación de las mujeres rurales Ecuador”, 2008, p. 7 ISBN 978-92-5-3059287
http://www.rlc.fao.org/es/desarrollo/mujer/docs/ecuador/cap01.pdf 79
Op. cit. p. 7 80
Op. cit. p. 29
Pág
ina1
42
9.- TERESA, UNA MUJER DE EXPERIENCIA PARA LAS MUJERES DE
SUCUMBÍOS
Tocar esta cuestión no deja de producir vértigo. Alguien puede analizar la
situación de invisibilidad de las mujeres en esta parte del mundo, en este siglo
XXI, mujeres rurales, en muchos casos pobres, violentadas e ignoradas. Mujeres
que, sin embargo, están haciendo un bello camino de construcción de su propia
identidad en medio de este contexto hostil y violento que obstaculiza de muchas
maneras su crecimiento:
“Es necesario que se vaya comprendiendo lo importante que es la
organización porque se aprende muchísimo, que claro que nuestro trabajo no
es valorado, reconocido, pero poco a poco a hay autoridades que nos toman
en cuenta, ya no sufrimos como antes que nos decían apodos, ahora ya nos
respetan, ahora nos reconocen que somos mujeres feministas que estamos
luchando por un cambio, por una sociedad justa. Es un proceso largo y
continúa la lucha, hay que continuar por todas las partes del mundo donde
estemos, en las provincias para que esta violencia vaya terminándose, vaya
acabando poquito a poco. Para fortalecer la organización las que empezamos
y estamos ahora siendo parte de ella tenemos que hacer caminitos para que
otras compañeras continúen…”81
La pregunta a Teresa de Jesús no deja de ser esperanzadora: ¿Qué puedes
ofrecernos tú una mujer del siglo XVI? Teresa de Jesús no tardará en responder
pero lo hará con total respeto a las mujeres que tiene delante y desde su ser de
mujer y desde su rica experiencia espiritual, que la hace no sólo interlocutora apta
para las mujeres de Sucumbíos de estos tiempos, sino que también el referente
espiritual que nos lega se convierte en una columna fuerte en la que apoyarse.
¿Qué aportas como mujer Teresa a las mujeres de Sucumbíos?
Ya hemos analizado en su contexto la condición y naturaleza femeninas. Hemos
podido reconocer a una sociedad basada y fundamentada en un esquema patriarcal,
que hería muy gravemente la independencia de las mujeres y su crecimiento no sólo
humano sino sobre todo espiritual. Teresa de Jesús tiene que pelear dos cosas
fundamentales en la Iglesia de su tiempo: la primera, su condición de mujer. La
otra, su condición de “espiritual”.
81
Federación de Mujeres de Sucumbíos: “La historia de Sucumbíos desde las voces de las mujeres”. Desde distintos lugares hemos llegado hasta aquí, Ed. Abya Yala 2009, p. 153.
Pág
ina1
43
Teresa ha hecho un proceso de reconocimiento de quien es, sus necesidades, sus
pasiones, su historia, su vida. Ha hecho un esfuerzo de relectura de todo lo que le
ha ido pasando a la luz de su particular experiencia de Dios y, en los momentos de
encrucijada vital ha ido cruzando umbrales:
- Teresa ha tenido que desenmascarar muchos miedos en forma de
fantasmas, demonios, enfermedades, etc. Ha cruzado el umbral del
miedo y el engaño para encontrarse con una verdad sencilla, auténtica,
basada en esa disposición a reconocer y a no dudar de sí misma.
- Teresa ha encontrado en su cuerpo de mujer un catalizador de su
experiencia espiritual: de la perlesía y el tullimiento pasa a la
recuperación del movimiento. Del cuerpo encerrado y aprisionado pasa a
un cuerpo libre para caminar en consonancia con un proyecto más grande
que su propio cuerpo y su propia enfermedad. Ha cruzado el umbral de
un cuerpo tullido a un cuerpo liberado y de su reconciliación surge una
paz que no se puede equiparar a ningún tesoro de la tierra.
- Teresa ha ido configurando su identidad desde una fuerte experiencia
espiritual. Esta experiencia le ha dado tal grado de seguridad y de
libertad, que hace de ella, una persona capaz de palabra y de acción.
Ambas cosas integradas. Ha cruzado el umbral de la superficie hacia
la hondura donde es encontrada por Dios en persona. La hermosura de
un Dios personal, concreto en la Humanidad de Cristo.
- Teresa ha ido captando la hondura de esa experiencia espiritual a través
de las mediaciones conflictivas: los confesores que de obstáculos se han
ido convirtiendo gracias a su capacidad dialéctica en aliados, amigos, o al
menos, han terminado reconociendo la validez de su camino espiritual. No
todas las relaciones con ellos han tenido el mismo nivel de conflicto, pero
Teresa ha tenido que pasar por este umbral de las relaciones
dependientes al aprendizaje de la libertad, por las cuales Dios ha
seguido apoyando su crecimiento.
- Teresa está inmersa en una sociedad y una iglesia fuertemente
patriarcales, y en esa sociedad y en esa iglesia se las ha tenido que ver
para seguir determinada. Se ha desengañado de esa sociedad, ha llegado
a reconocer las consecuencias nefastas de la honra y ha podido dibujar
así su propia renovada vocación, encontrar su sitio específico en esa
Pág
ina1
44
misma iglesia y sociedad. Ha cristalizado así la mujer de palabra
autorizada, de acción, mistagoga por vocación y misión. Pasa un nuevo
umbral, el de las metamorfosis y las transformaciones. La Reforma es
un punto de llegada y de partida al mismo tiempo.
- Teresa ha cruzado del umbral de la mujer en busca de su dignidad:
todo este camino humano y espiritual desemboca en la gracia de la
dignidad. La vocación originaria de todo ser humano, por el esfuerzo en
atravesar umbrales, se concreta en ella en el descubrimiento primero y
en el trabajo continuo después, de su propia dignidad y hermosura.
Teresa invita a las mujeres de todos los tiempos a cruzar esos umbrales
que atan y mantienen nudos a su propia liberación. Las invita a creer y hacer
procesos en su propias vidas: a reconocer los límites y posibilidades de sus
cuerpos, a ser conocedoras de las sociedades en las que están insertas, a
desarrollar recursos humanos y habilidades para la relación transformativa de las
estructuras de exclusión a las que están sometidas, a defender sus propias
experiencias de Dios, a discernirlas desde la autenticidad y a decidirse a vivir
según esas convicciones que han sido amasadas en el interior, aunque no se
correspondan con análisis oficiales y objetivos.
Hemos analizado muy brevemente la situación de las mujeres rurales en
Sucumbíos. Su papel es determinante a la hora de producir pero hay un
desequilibrio respecto a su reconocimiento. De esa invisibilidad viene a salvar una
mujer como Teresa de Jesús, que ha sido capaz, a pesar del contexto de
invisibilización que sufren las mujeres de su tiempo, y ella misma, de hacerse
visible. Con mucho cuidado, lo cual no significa falta de riesgo sino que, como quien
se afirma más y más con los datos que le va dando la experiencia de ese riesgo,
cree firmemente que Dios está a su favor, porque lo está. No desarrolla una
espiritualidad fácil y sensiblera que termina por desconocer el contexto en el que
se mueve, sino que sabe y comprende el mundo en el que vive, de tal manera, que
puede articular estrategias para llevar hasta la radicalidad máxima su propia visión
y vocación en la vida. Hubiera podido hacer más, no obstante. Si no lo hizo es
porque quizás al pretenderlo, hubiera roto la posibilidad de lo posible. Ahí está su
sabiduría. Sin embargo, no se conformó con poco de Dios, no se conformó con poco
de lo que daba de sí la realidad, no se conformó con poco de sí misma.
Los poderes establecidos no esperan nada de sus miembros invisibles.
Visibilizarse como lo hizo Teresa supone entrar en un proceso de empoderamiento
Pág
ina1
45
progresivo, consiste en demostrar sin estridencias pero con contundencia la propia
voz, la propia palabra, la propia dignidad. No dejar que pasen las ocasiones de esta
afirmación en lo secreto y en lo público, en lo pequeño y en lo grande, en lo
insignificante y en lo importante. No dejar pasar posibilidades de crecimiento y
afirmación. Hacerlo de la manera tan magistral como ella lo hizo, corresponde sólo
a ciertas personas dotadas una singular inteligencia y olfato para lo bueno.
Pudieran parecer vagas estas afirmaciones y propuestas. En el mundo
campesino de Sucumbíos a muchas mujeres les caracteriza esa misma sabiduría
teresiana que sabe a resistencia incluso en situaciones que terminan en tragedia.
La historia de una mujer joven, habla de esa resistencia que no tiene fronteras,
pero que debe seguir buscando los medios apropiados para que las mismas mujeres
no se resten a sí mismas vida. La historia de ALEJANDRA (el nombre no es real, la
historia sí) debe quedar como testigo:
ALEJANDRA vivía en un punto selvático del mundo donde el petróleo abunda, la
cachama se pierde y las familias no tienen duchas. Tenía 22 años recién cumplidos
cuando murió. Los ojos rasgados con una extraña forma de almendra. Se la veía
palidecer con su secreto a voces. Todas las personas que la rodeaban tenían
curiosamente una parálisis en manos y brazos cuando ALEJANDRA aparecía. Y
cuando su padrastro un día la llevaba a la finca, otro día bajo un árbol, mañana la
tumbaba en el camastro, las cabezas de la gente miraban a otro lado, como no
queriendo ver, un correlato siniestro de las manos paralizadas. ¿Qué tipo de miedo
las atenazaba?¿Era miedo ignorancia?¿O era esa forma complicada de desidia que
sobreviene en los callejones sin salida? ALEJANDRA llevaba las señales de la
desidia tan escritas en todas partes, que no se sabe si su epilepsia era causa o
consecuencia la pena que causa el miedo de tus iguales. ¿Dónde estás, mamita? ¿No
fuiste tú quien me dio a luz, quien me dio estos ojitos almendrados? ¿Qué dices
mamita? El otro día te vi entre las cortinas mirando y calladita. No sé, mamita.
ALEJANDRA venía a la casa comunal de Flor del Valle. Era ella la flor más sufrida
de todas. Y se sentaba con nosotras, juntitas estábamos y cantábamos algo así
como si tienes fe como un grano de mostaza, le dices a un monte que se traslade y
él va todito al mar. Claudia también cantaba, pero bajito. ¿Qué entendería ella de
montes y de mares? Si lo único que había visto toda su vida había sido el río
Aguarico llevarse a gente con su furia, y el puente derruido de Lago Agrio, y la
corriente haciendo remolinos cuando llovía.
Después de tantos años, ALEJANDRA no se había atrevido a contar su secreto a
voces hasta unos pocos meses antes de morir. O no había podido, o había sido la más
inteligente de su entorno, porque viendo las manos y los brazos paralizados, y la
cara de mamita viendo como si no viera, para qué serviría decir nada. Mejor callar y
hacer menos mucho menos ruido.
Pág
ina1
46
Pero la epilepsia no la dejaba descansar. Aquellos espasmos en medio del día o de la
noche, que no entendían de ceremonias, protocolos o actos importantes. Que no
sabían si era conveniente o no su aparición o no les importaba. Aquellos espasmos
más que desagradables debían terminarse como una señal de esperanza. Como que
ella había podido acabar con algún mal del mundo. No pudo resistir a su padrastro.
No pudo dar un grito a tiempo a su mami. No pudo hacer nada cuando aquel hombre
le prohibió ver al único novio que tuvo. No pudo hacer nada para escapar lejos.
La epilepsia era su única salida. Al fin y al cabo había estado con ella desde los
nueve años, fecha en la que su madre se unió a su padre actual. Si la vencía, algo
habría merecido la pena. Ella, ALEJANDRA habría logrado la victoria de curarse a
sí misma. Ella, desafiando a médicos, medicinas y pareceres. Sólo ella. Había oído
que se quita cuando te comes el corazón de golondrina chiquita. Crudo debe estar.
Te lo comes todo y casi sin respirar, y esperas no más. Por eso, ALEJANDRA iba de
vecina en vecina si habían visto golondrinas. Que la avisaran. Tucanes, Guacamayos y
hasta un pájaro carpintero, también gallináceas en torno a la basura, pero
golondrinas, golondrinas, no. El corazón era la única esperanza para ella. Ese
corazón purito y entero. Pasaron los días y las noches y siguieron las violaciones. El
corazón de golondrina, difícil hoy y mañana imposible.
Un día no resistía más. Cayó enferma de todo. La acostaron, las medicinas de los
médicos junto a ella, pero su medicina sin aparecer. No había más que hacer. Se las
tomó todas y se durmió. La encontraron con los ojitos rasgaditos abiertos. Su
forma almendrada de siempre se parecía quizás a los ojos de una golondrina joven.
¿Su resistencia fue un no resistir? Su resistencia estuvo en la búsqueda de
caminos de salida que no encontró en su contexto, en su hogar, en su país.
Alejandra es la voz viva de otras muchas muchachas.
Teresa nos indica otros recursos de resistencia que no acaben en muerte.
Ella no vivió situaciones tan sumamente denigrantes, pero puede brindarnos una
fuerte experiencia espiritual que aliente esa resistencia.
Fuera de Sucumbíos es significativo este otro testimonio, que en realidad se
convierte en denuncia de los poderes que callan82:
Managua, enero de 2007
Por desgracia, en América Latina los romances de palacio suelen esconder sucios ejemplos
de brutalidad y de machismo, historias más dignas de la nota roja que de la prensa rosa. El
escándalo, aquí, no podría ser más turbio: la hijastra del antiguo héroe revolucionario lo
82
Volpi, Jorge: “El insomnio de Bolívar. Cuatro consideraciones intempestivas sobre América Latina en el siglo XXI”, Ed. Debate 2009, pp. 41-42.
Pág
ina1
47
acusa públicamente de acoso sexual y, en vez de apoyarla, su madre la desmiente y
confirma la honestidad de su marido. Los personajes del drama: Daniel Ortega, ex
guerrillero del Frente Sandinista de Liberación Nacional, ex presidente y otra vez
candidato a la máxima investidura de la nación; Zoilamérica Narváez (hasta entonces
Ortega), su hijastra, y Rosario Murillo, la madre de ésta y segunda esposa del caudillo.
Una mañana de 1998, Zoilamérica comparece ante la prensa y denuncia a Ortega, con lujo
de mórbidos detalles, por haber abusado de ella desde los once hasta los treinta y un años
de edad. Para convencerla – argumenta la presunta víctima-, el líder usó la peor excusa
inmaginable: el bien de la Revolución. La respuesta de Murillo y Ortega es fulminante: la
joven está loca, se trata de una mentira gigantesca, la pobre ha sido manipulada por la
derecha, por la CIA, por el imperialismo yanqui. Los mismos argumentos empleados para
descalificar a disidentes y críticos del régimen. Los jueces que reciben la demanda, bien
seleccionados entre los adictos al neosandinismo, no tardan ni un día en sobreseerla.
Zoilamérica insiste y se dirige a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Poco
después, en otro episodio de culebrón, o más bien de esos sucios reality shows que inundan
los medios latinoamericanos, Zoilamérica y su madre se reconcilian en un programa
radiofónico ante todo el país, aunque ella afirma no haber perdonado a su padrastro. La
revelación pone a Ortega entre las cuerdas y lo obliga a negociar con su hasta entonces
archienemigo, el ex presidente Arnoldo Alemán – acusado a su vez de corrupción-,
estrategia que habrá de facilitar su triunfo en 2006. Durante la campaña, el antiguo líder
comunista se transforma en un hombre piadoso y no deja de invocar el nombre de Dios. La
denuncia de Zoilamérica queda en el olvido y, el 10 de enero de 2007, Ortega vuelve a jurar
el cargo de presidente. ¿Una telenovela? Peor: un serial de violencia doméstica que se
repite en América Latina una y otra vez.
Teresa de Jesús, al cruzar continuamente umbrales que la afianzan en ella
misma y en Dios se hace capaz de romper los círculos viciosos de violencia. Teresa
de Jesús se acerca a Zoilamérica y a todas las Zoilaméricas y alienta sus
denuncias. En primer lugar, su palabra no nacerá sólo de una rabia espontánea. Su
palabra autorizada nace de la experiencia de un aprendizaje continuado y
constante sobre sí misma, que le ha permitido mantenerse firme en las decisiones
que ha ido tomando. Aprendizaje sobre sí misma que no ha hecho a fuerza de
instrospección egocéntrica, sino a través de una continua salida de sí arriesgada,
del diálogo, la inquietud, la pregunta, el deseo alentado por una particular
experiencia del Espíritu en ella. Aprender sobre sí aprendiendo sobre Otro. Se ha
atrevido con Dios como nadie se ha atrevido a establecer una relación de intimidad
y complicidad, que se ha alimentado de esa relación para la dicha resistencia y que
ha terminado comprobando que era Dios mismo quien alentaba su lucha por ser, más
allá de las presiones culturales, eclesiásticas, morales y teológicas de su tiempo.
Pág
ina1
48
Teresa de Jesús se ha atrevido a desear mucho a Dios. En el culmen de sus
búsquedas, le ha salido al encuentro un Dios compañero de camino, que no está
lejos, sino en el interior de cada persona, habitada por Él, y por lo tanto, digna.
Teresa aprende el concepto de dignidad y hermosura con la contemplación de ese
Dios en el propio interior. Alza entonces la vista, y su mirada contemplativa se
expande en espacio y tiempo y comprende la realidad con una comprensión tan
inclusiva como la de Dios mismo. Desde ella, la dignidad y hermosura de las
criaturas es el sello de predilección y de amor apasionado de Dios por lo humano.
Dios hace llegar a este conocimiento de la realidad. De este modo, la percepción y
la valoración sobre la vida cambia. Entonces, las personas saben de los límites de
eso que llamamos “mundo” y “mundano” y empiezan a comprender a Dios de otra
manera a través de la comprobación de lo que se pierde y se gana y a través del
aprendizaje del amor y de sus efectos: Paréceme ahora a mí que cuando una persona ha
llegádola Dios a claro conocimiento de lo que es el mundo, y qué cosa es mundo, y que hay
otro mundo, y la diferencia que hay de lo uno a lo otro, y que lo uno es eterno y lo otro
soñado, o qué cosa es amar al Criador o a la criatura (esto) visto por experiencia, que es
otro negocio que sólo pensarlo y creerlo), o ver y probar qué se gana con lo uno y se pierde
con lo otro, y qué cosa es Criador y qué cosa es criatura, y otras muchas cosas que el Señor
enseña a quien se quiere dar a ser enseñado de él en la oración o a quien Su Majestad
quiere, que aman muy diferentemente de los que no hemos llegado aquí. (CP 6,3)
El recurso de resistencia “disponible” que tiene Teresa para este
conocimiento de Dios y del mundo es la oración. Hoy tenemos también otros
recursos de resistencia. Se llega al conocimiento y experiencia de Dios por la
oración y por otras vías también. El caso es hacer el camino, correr el riesgo,
lanzarse a la aventura de búsquedas y deseos que nos permitan tanto lo firme como
lo mudable. Tengamos nosotras y desarrollemos nuestros nuevos recursos de
resistencia para encontrarnos cara a cara con este Dios desde el anhelo profundo
de nuestra propia feminidad, desde el anhelo profundo de la búsqueda, desde el
anhelo profundo del amor, desde el anhelo profundo de un mundo diferente, a
nuestra manera, desde nuestras circunstancias. Porque desde el anhelo, Dios cede
y no se resiste: “De quien sepa agredirle con su anhelo amor no sabe rechazar el
asalto”83
Él está de parte de nosotras y de ellas, las invisibles, las violadas, las
inservibles, las cuestionadas, las entredichas, las que tienen que pelear con una lima
sorda indefinible pero que es clara y explícita por su efecto limitador de libertad y
movimiento. Él y ella, Teresa.
83
Cf. Luisa Muraro: “El Dios de las mujeres”, Ed. Horas y horas, 2006, p. 47 (El lenguaje del deseo. Poemas de Hadewijch de Amberes, trad. de María Tabuyo, Madrid, Trotta, 1999, p.103)