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1 Observaciones sobre la raicilla, que en lengua Indígena llaman zarzaparrilla Francisco Bravo

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Observaciones sobre la raicilla, que en lengua Indígena llaman zarzaparrilla

Francisco Bravo

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Observaciones sobre la raicilla, que en lengua Indígena llaman zarzaparrilla

Francisco Bravo

Estudio preliminar, traducción al castellano y notas de: José Gaspar Rodolfo Cortés Riveroll

Paleografía y biografías de:

Rodolfo Cortés Madrazo

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BENEMÉRITA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE PUEBLA Dirección de Fomento Editorial

BENEMÉRITA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE PUEBLA Enrique Agüera Ibáñez Rector José Ramón Eguíbar Cuenca Secretario General Lilia Cedillo Ramírez Vicerrectora de Extensión y Difusión de la Cultura Carlos Contreras Cruz Director de Fomento Editorial Facultad de Medicina Rosendo Briones Rojas Director José Luis Gándara Ramírez Secretaría Académica Margarita Muñoz Guarneros Secretaria de Investigación y Estudios de Posgrado José Gaspar Rodolfo Cortés Riveroll Secretaría Administrativa

Proyecto CONACYT 52567

Primera edición, 2011 ISBN: ©Benemérita Universidad Autónoma de Puebla Dirección de Fomento Editorial 2 Norte 1404 Tel. 2 46 85 59 Puebla, Pue. Impreso y hecho en México Printed and made in Mexico

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INDICE

Presentación 6 Manuel E. de Santiago Hernández Estudio preliminar sobre el segundo libro de Francisco Bravo 11 José Gaspar Rodolfo Cortés Riveroll Autores médicos que aparecen en el cuarto libro de Francisco Bravo 48 Rodolfo Cortés Madrazo Traducción al castellano del segundo libro de Francisco Bravo 68 José Gaspar Rodolfo Cortés Riveroll Observaciones sobre la raicilla, que en lengua indígena llaman zarzaparrilla 107 (facsimil) Francisco Bravo Bibliografía 151

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Presentación

Manuel E. de Santiago Hernández

Una rareza bibliográfica de la temprana imprenta americana del siglo XVI, la de la ciudad de México, es sin duda el libro denominado Opera Medicinalia (obras de medicina). Cuatro estudios del médico español Francisco Bravo publicados en un sólo volumen el año de 1570, manufacturado en el taller del impresor francés (de nombre castellanizado) Pedro Ocharte, el tercero en desarrollar su arte en el Nuevo Mundo.

Casi cuatro siglos y medio han transcurrido desde la aparición en la ciudad de México - Tenochtitlán, capital del virreinato de la Nueva España, de esta obra de formato pequeño pero voluminoso. No obstante que fue el primer libro de medicina salido de las prensas americanas, un elemento de su singularidad consiste en que fue poco conocido en su propia época debido a su carácter principalmente teórico, contrario a las necesidades que se manifestaban en las diferentes regiones de la Nueva España �sobre todo las de los sitios más apartados�, que exigían de la difusión de conocimientos médicos de uso y aplicación prácticos, aquellos que resolvieran los problemas acuciantes que se vivían cotidianamente.

El libro conserva algunos enigmas bibliográficos que solamente se han develado parcialmente a lo largo de más de cuatrocientos años. Los tres únicos ejemplares conocidos de esta obra —lo son desde hace más de 160 años—, han sufrido innumerables trasiegos y vicisitudes. Sus enmarañadas andanzas han sido examinadas cuidadosamente y forman parte de algunos trabajos historiográficos muy reveladores acerca de las extravagancias y aun humoradas de los bibliófilos que los poseyeron y, por otro lado, las admirables revelaciones de su contenido intelectual han producido también algunos estudios relacionados el pensamiento médico en España y en México, en el periodo renacentista.

El único ejemplar de este libro que se conserva en México está resguardado en el fondo restringido de la Biblioteca Histórica José María Lafragua de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla y su estado de conservación es bastante bueno,

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considerando su antigüedad y su azarosa historia contemporánea que registra tres robos y otras tantas recuperaciones. El libro ostenta en el canto superior una “marca de fuego” probablemente perteneciente al convento agustino de la ciudad de Puebla. La impronta de los sellos, así como alguna anotación manuscrita que demostraban su propiedad fueron borradas intencionalmente para evitar su identificación.

El libro, como objeto material, al margen de su contenido testimonial es un producto de cierto mérito tipográfico y editorial, no obstante las limitadas condiciones de la producción manufacturera que existían en el México del último tercio del siglo XVI. Ocharte, echó mano de todo su modesto equipo y utilería para la confección del libro, como es el caso de la inclusión de cuatro grandes capitulares historiadas desproporcionadas en relación con el tamaño del libro, con escenas del viejo testamento y que provenientes originalmente de Francia pasaron a través de muchos lugares y numerosas manos hasta llegar a su destino final.

Sin embargo, existe un gran número de errores tipográficos a lo largo del texto y la misma portada de la obra fue un grabado xilográfico1 reutilizado por lo menos en dos ocasiones con distinto propósito; originalmente como portada de un Nuevo Testamento impreso en Lyon, Francia, por Balthasar Arnoullet, en 1545, y como portadilla de la obra Diálogos latinos de Francisco Cervantes de Salazar, impresa en 1554 en la ciudad de Mé-xico, ni más ni menos que por el primer impresor de América, el italiano �natural de Brescia� Juan Pablos, cuyo nombre original era Giovanni Paoli.

Como ya dijimos en párrafos anteriores el libro contiene cuatro obras, dos de las cuales fueron ilustradas con sendos grabados xilográficos elaborados específicamente para el propósito de ilustrar los temas tratados. Dos de estos grabados corresponden a las representaciones de la planta de zarzaparrilla, tanto la ilustrada en el Dioscórides2, como la observada directamente por el doctor Bravo en México. Bravo distingue la especie americana de la especie europea. Ambos grabados fueron elaborados por el también

1 Elaborados con madera dura. 2 De Materia Médica, es la obra del médico y botánico griego Pedanio Dioscórides Anazarbeo (ca. 40- ca. 90 d.n.e.) que, a lo largo de toda la Edad Media y el Renacimiento, constituyó la referencia obligada en ma-teria de plantas y minerales con aplicaciones medicinales. Se hicieron numerosos códices manuscritos de este libro y a partir de la aparición de la imprenta se difundió aún más.

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francés Juan Ortiz, un grabador de la imprenta de Ocharte. Años más tarde ambos hombre de imprenta fueron encausados por el Tribunal del Santo Oficio.

Respecto de su autor no se tiene una información abundante, pero se sabe que poco después de su arribo a la Nueva España alcanzó una presencia significativa en ella, particularmente en la ciudad de México a partir del último tercio del siglo XVI: fue profesor de la Real y Pontificia Universidad de México, fue también responsable de la salud pública de la capital del virreinato y actuó como calificador de libros de su materia, principalmente.

Pero lo que hoy nos ocupa es una parte del mensaje original que el doctor Francisco Bravo quiso ofrecer a sus contemporáneos, aquel que se materializó en la manifestación de su voluntad para dar a la imprenta su texto y lograr con ello la difusión de sus ideas, aquello que el doctor Francisco Bravo quiso poner en letras de molde como aportación suya a la ciencia médica de la época.

Este mensaje no había sido develado más que en forma parcial a través del conocimiento somero del texto, el cual nunca se había traducido completamente. Muchos investigadores se atuvieron puntualmente a lo dicho por sus predecesores a lo largo de más de dos siglos, pero los detalles precisos del contenido no se conocían hasta que el doctor Rodolfo Cortés Riveroll, académico de la Facultad de Medicina de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, se aplicó diligentemente a la ingente tarea de traducir, del latín al castellano, cada uno de los cuatro libros que componen la obra. Hoy damos cuenta de la traducción de uno más de los textos de ésta.

Es importante decir que el doctor Cortés Riveroll reúne una sólida formación médica, teórica y práctica, y también un desarrollo igualmente profesional en la práctica historiográfica. Esto lo coloca en una posición de excepción para el abordaje de temáticas de la historia de la medicina: la comprensión y el desarrollo de los fenómenos médicos a través del tiempo. El conocimiento de la lengua latina es el otro ingrediente, complementario de su saber, básico en la particular intervención que él tiene respecto a esta obra, considerando que la mayoría de los impresos editados en el siglo XVI encontraban en lengua latina; el feliz resultado de esta conjunción de conocimientos es que se nos revela por primera vez en la traducción del texto de Bravo acerca de esta singular planta americana, la zarzaparrilla.

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El tema de la zarzaparrilla está tratado en el libro cuarto y último del libro del doctor Bravo, editado en Opera Medicinalia. Después del título de este texto aparece un epigrama3 de la autoría del médico Enrique Tavares, quien juega con la denominación taxonómica de la especie europea clasificada (smilax aspera) en esa época cuando dice: “…hacer salir la raíz áspera”.

La traducción del libro correspondiente a esta planta, observada y descrita por sus características botánicas, su calidad o temperamento de acuerdo a la teoría humoral, sus aplicaciones y acciones terapéuticas, nos permite entender de qué manera se producía la aproximación y consecutivas reflexiones de los hombres de ciencia del renacimiento en la observación de los fenómenos de la naturaleza, sobre todo ante la presencia de el mundo americano que les era desconocido. Traslucen las ideas prevalecientes en la España del siglo XVI —aún con buena parte de la carga cultural de la Edad Media— la tradición grecorromana, la omnipresente influencia árabe y la incorporación de los recientes descubrimientos del nuevo continente.

El traductor manifiesta haber elaborado una versión libre, no literal, que se evidencia por la interpretación de algunas ideas y procesos a la luz de los conocimientos naturalistas y médicos. Aventurar una interpretación fundada corresponde sin duda a una conducta científica, a la formulación de proposiciones acerca de un pensamiento distante ya cuatro siglos, que no se atiene a una rígida literalidad, sino que puede ser tratado como la materia prima que requiere ser procesada. Sin duda esto entraña el riesgo de ser expuesto públicamente y sometido a la crítica, pero me pregunto ¿qué sería de la ciencia sin el riesgo de la interpretación? y bienvenida aquella crítica que propicia la comunicación de los acuerdos y los desacuerdos entre pares.

Resulta fascinante ir descubriendo a lo largo del texto traducido de los 14 capítulos de este libro, las afirmaciones del doctor Bravo respecto de la planta de marras, comprometiéndose a aclarar su “temperamento” a partir de sus conocimientos y observaciones directas no sólo a partir de dibujos o grabados, sino de las propias plantas

3 Los epigramas y otras piezas literarias, de diferente género y extensión, eran elaboradas por amigos o personas conocidas del autor y a invitación de éste servían para elogiar las virtudes del texto y de su creador. En general, los documentos preliminares o paratextos se imprimían en los libros, antes del texto mismo, para mostrar que se había cumplido con las disposiciones legales que regulaban a las imprentas.

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en los lugares donde se recolectaba. Bravo manifiesta una gran insistencia a lo largo de este libro para corregir el error de sus colegas respecto a la naturaleza de la planta, para así prevenir usos equivocados y aun contrarios a las propiedades de la raíz, de uso principal.

Debemos agradecer al doctor Cortés Riveroll esta nueva traducción que, junto con el anterior trabajo “Sobre la venosección en la pleuritis, y en general de otras inflamaciones del cuerpo”, segundo libro del Opera Medicinalia, va descubriendo las obras de Bravo y dando pie al aprovechamiento cabal de los conocimientos vertidos en esta pequeña gran obra para que otros investigadores puedan tomarla como punto de partida, ahora explícito a través de su traducción.

El programa de difusión social de la Biblioteca Histórica José María Lafragua de la BUAP y el proyecto internacional “Los primeros libros de las Américas”, se ven enriquecidos por el trabajo desarrollado por el doctor Cortés Riveroll en torno a uno de los libros más significativos que custodia, pues nos ofrece la posibilidad de acercar, de mejor manera, estos objetos patrimoniales a otros sectores de la sociedad que no están familiarizados con ellos, que no son los usuarios ordinarios de una biblioteca de investigación, y de estas manera promover su conocimientos que permita una valoración social adecuada la cual garantice, finalmente, su transmisión a las siguientes generaciones.

Puebla mayo del 2011

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Estudio preliminar sobre el cuarto libro de Francisco Bravo

José Gaspar Rodolfo Cortés Riveroll Sobre la Opera Medicinalia: Hace tres años, dimos a luz la traducción de uno de los cuatro libros que Francisco Bravo publicó por vez primera en México, en el mes de septiembre del año 1570. Hoy nueva-mente aportamos a la bibliografía mexicana, la traducción de latín a castellano en versión libre, de otro de los tratados de este personaje, que aunque nacido en Sevilla, con orgullo se hace llamar médico mexicano. La obra sigue siendo considerada como una de las rare-zas de la literatura médica, tanto por ser el primer libro de medicina impreso en América como por su contenido, pero sobre todo –y especialmente para los poblanos-, por poseer en el seno la Biblioteca “José María Lafragua”, de nuestra Benemérita Universidad Autó-noma de Puebla, el único ejemplar que existe en todo el territorio nacional, obra bien conservada, en la que se puede apreciar la singularidad de sus grabados. Acercarse a los libros de medicina y en especial a los escritos en nuestro país, resulta de vital importancia para poder comprender nuestra propia historia de la medicina; no obstante, uno de los obstáculos mayores es el que éstas obras generalmente están escritas en latín, lengua mal llamada muerta y alejada de la mayoría de los investigadores médicos. Si bien, existen a la fecha traducciones de este tipo de libros, no es el caso de la Opera Medicinalia, que aunque ha sido descrita en lo general, no existe a la fecha ninguna traducción completa publicada, aunque sí varios intentos por investigadores mexicanos y españoles. Al margen de los bibliógrafos, que como Hernández Morejón, García Icazbalceta, Palau, Toribio Medina, Nicolás León, Valton o Wagner, han dedicado artículos más o menos extensos en sus Bibliografías al autor y su obra, dos son los estudiosos que de manera especial se han ocupado del tema. El primero de ellos, ya fallecido, es Germán Somolinos d’Ardois, que después de varios trabajos preparatorios, publicó en el Boletín del Instituto de Investigaciones Bibliográficas, un importante estudio sobre la biografía del autor y la significación de su obra: “Francisco Bravo y su Opera Medicinalia”. Aunque

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entre sus pretensiones estaba el editar el texto de Bravo, el mismo año en que Somolinos hizo público su trabajo, apareció en Londres, una cuidada edición de la Opera Medicinalia en dos volúmenes: “The Opera Medicinalia, by Francisco Bravo, printed in Mexico 1570, with a biographical and bibliographical Introduction”, por Francisco Guerra. Su autor, un prestigioso bibliógrafo e historiador de la medicina, analizó en el primer volumen diversos aspectos relativos a Bravo y a su obra, y en el segundo reprodujo en facsímile el texto del original perteneciente a la Biblioteca “José María Lafragua”. El resto de contribuciones al conocimiento de Bravo son menores, en comparación a las dos citadas. Cabe no obstante, mencionar los artículos de Jarcho: Medicine in Sixteenth Century New Spain as illustrated by the Writings of Bravo, Farfan, and Vargas Machuca, y de Fernández del Castillo: El cuarto centenario del primer libro de medicina impreso en América, y La Opera Medicinalia de Francisco Bravo.

La obra, con sus 312 folios en octava y con 624 páginas, es una de las publicaciones más importantes de la bibliografía mexicana y mundial, como lo han subrayado los presti-giosos historiadores de la medicina, y bibliógrafos mencionados anteriormente. El titulo di-ce: “Obras médicas en las cuales hay muchas cosas necesarias que el médico debe saber, distribuidas en cuatro libros cuyo contenido está en la página de la vuelta. Autor Fran-cisco Bravo doctor de Osuna y médico en México. En México, en casa de Ocharte, con privilegio, 1570.” Este texto se presenta en un grabado que había sido utilizado previa-mente para una edición Vulgata del nuevo testamento en Lyon, por el impresor Balthazar Arnoullet en 1545, y a continuación se escribe con letra gótica la Opera Medicinalia. El impresor del libro fue Pedro Ocharte (1532-1592), nacido en Rouen y llegado a México en 1546; años más tarde casó con la hija de Juan Pablos cuando éste ya había muerto, y se puso a trabajar con su imprenta desde 1560, hasta que la adquirió y comenzó a imprimir bajo su nombre desde 1563. Como dice el título, en el reverso está impreso el contenido de la obra:

El primer libro contiene la doctrina universal de la cruel enfermedad llamada por el vulgo tabardete, que aflige al pueblo entero y de este país de México; en el cual se expresan su naturaleza, causas, características y síntomas, y para estos se propone el debido remedio. El segundo libro contiene un diálogo sobre la flebotomía en la pleuritis y en todas las demás inflamaciones del cuerpo, en el que se expresan las opiniones de médicos españoles que se han olvidado, y se expone la

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verdadera doctrina de Galeno y otros griegos, y se expresan muchas cosas para la curación de la pleuresía. En el tercer libro se expone la doctrina universal de los días decretorios, según el pensamiento de Hipócrates y Galeno, y es mostrada la idea de algunas de sus causas nuevas y muy ciertas, hasta hoy por nadie tratadas. En el último y cuarto libro, se dispone un breve estudio sobre la pequeña raíz que el vulgo llama zarzaparrilla, su complexión natural y efectos particulares, y a qué enfermedades propiamente les pone fin.

La lectura de sus páginas es bastante complicada, por la multitud de abreviaturas,

errores y defectos tipográficos que presenta la única edición que se hizo de la obra en México, en 1570. Posteriormente sólo se han realizado dos reimpresiones facsímiles, una en 1970 y otra en 1994. Por lo demás, la historia del texto, del que sólo se conservan dos ejemplares en todo el mundo, no está exenta de aventuras y curiosidades, entre las que tal vez la más destacada sea el robo que, en dos ocasiones sufrió el original mexicano. Sobre la influencia de la Opera Medicinalia: Durante la última etapa del Renacimiento y todo el siglo siguiente, dominar los textos clá-sicos, principalmente los de Hipócrates, Galeno y Avicena, y al mismo tiempo realizar ob-servaciones clínicas y epidemiológicas, hizo que la poca herencia medieval de síndromes existentes, fructificara en textos médicos que constituían autenticas enciclopedias clíni-cas. Tal es el caso de la Opera Omnia, de Luis Mercado (1525-1611), catedrático de Valla-dolid, médico de Felipe II, de Felipe III y de la reina Margarita de Austria. Su obra editada entre 1594 y 1613, fue presentada en cuatro partes y es la suma de todo lo que hasta entonces se conocía; reconstruye el conocimiento medico tradicional y aporta ob-servaciones propias y publicadas en su tiempo. Otros médicos que siguieron a Mercado en la corte, quisieron imitarlo pero falto en ellos su calidad clínica y el soporte de su doc-trina, e intentaron compensarlas con erudición y disputas. Así ocurrió con la obra de Pe-dro Miguel de Heredia (1580-1655), catedrático de Alcalá y medico de Felipe IV, en cuyas Operum medicinalium, impresas en cuatro volúmenes en 1665, siguió moderadamente las ideas de Galeno. Gaspar Caldera Heredia (1591-1670), profesor de la Universidad de Sevilla, aunque siguió las doctrinas de Galeno, en su Tribunalis medici ilustrationes et observationes practicae impreso en 1663, aceptó los descubrimientos anatómicos y la circulación de la sangre y los vasos quilíferos, así como el uso de medicamentos; fue uno

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de los primeros en utilizar la quina y describió la epidemia de peste y tifo exantemático que padeció Sevilla en 1649. Gaspar Bravo de Sobremonte (1603-1683), catedrático de Valladolid, y médico de Felipe IV y de Carlos II, publicó su Opera medicinalia en cinco volúmenes entre 1654 y 1684, con aportaciones interesantes, defendió la circulación de la sangre y de la linfa, así como el empleo de medicamentos químicos, y dejo observaciones clínicas y ginecológicas confirmadas por la autopsia. Francisco Henriquez de Villacorta (1615-1680), catedrático de Alcalá de Henares, alcanzó la notoriedad por sus especulacio-nes en defensa de Galeno recabadas en sus Laureae Doctoralis Medicae Complutensis, en tres volúmenes, publicados en 1670 y 1680. He aquí sólo algunos ejemplos de obras médicas, posteriores a la Opera medicina-lia de Francisco Bravo. Obra que se cuadra perfectamente con las arriba mencionadas pe-ro que además les precede, lo que desde mi punto de vista es lo más atractivo de Bravo, pues lo convierte en un precursor y además se puede conjeturar, sobre la influencia que pudo haber tenido el libro de Bravo. ¿Por qué se utiliza el mismo título, o por qué son siempre cuatro partes, y aún más, por qué son casi siempre los mismos temas? Sobre Francisco Bravo: La vida de este médico, nacido en España y muerto en Nueva España, es difícil de esclarecer por la falta de fuentes; no obstante, gracias a la investigación meticulosa de algunos autores, como Somolinos d’Ardois o Francisco Guerra, y a la obra misma de Bravo, se ha podido reconstruir a grandes rasgos, la vida de este ilustre personaje. En el cuarto folio de la Epístola dedicada a don Luis de Villanueva,4 escribe: Testis e hispalis meum natale oppidum, que en traducción libre dice: “Sevilla, ciudad que fue testigo de mi nacimiento”. Aceptemos pues este documento como prueba del lugar de origen de Francisco Bravo; no obstante, la fecha del nacimiento es desconocida, y solo se puede conjeturar que ocurrió entre 1528 y 1532, basándonos en la fecha, en que él mismo menciona, haber concluido sus estudios de medicina, y encontrarse ejerciéndola en la ciudad natal. Sevilla impronta en Bravo, no sólo el humanismo renacentista sino además, su an-tiguo clasicismo romano, su medioevo cristiano y su influencia musulmana, todo ello en-riquecido por la aventura americana. La historia de Sevilla está ligada íntimamente al río

4 Presidente de la Audiencia de México y al que dedica los libros segundo y tercero de la obra.

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Guadalquivir, ya que desde sus orígenes se destacó como puerto fluvial y puente entre el Océano Atlántico y el interior de la región andaluza. Las excavaciones arqueológicas per-miten afirmar que desde el siglo IX a. C., había asentamientos humanos, y se le concede a Hércules la fundación con seis pilares, lugar al que Julio Cesar llamaría Lulia Rómula Hispalis, y se convierte en una de las principales ciudades de la Bética.5 Al finalizar este periodo, el cristianismo se extiende por toda Hispania, destacando dos mártires sevilla-nas: Santa Justa y Santa Rufina, patronas de la ciudad. Con la llegada de los visigodos, hay un tiempo de bonanza y cierta tranquilidad, tiempo en el que destacaron sus insignes obispos, San Leandro y San Isidoro.

El nombre romano de Híspalis se cambió por el de Isbiliya, cuando en el año 712 la ciudad cayó bajo la dominación islámica; y durante los cinco siglos de dominación, Se-villa desempeñó un papel político y cultural de primer orden. La caída del califato cordo-bés en 1035, provocó la desintegración de la unidad territorial andalusí, surgiendo una serie de reinos independientes, entre los cuales se encontraba el de Isbiliya, que alcanzó no sólo su máxima expansión territorial, sino también una total preponderancia sobre las demás taifas. A este periodo corresponde el Alcázar, la Torre del Oro y las de la Plata, y la torre que es símbolo de la ciudad: la Giralda. Hacia 1248, las tropas castizas de Fernando III, incorporaron el reino sevillano al mundo cristiano medieval; su población se reduce con la expulsión de los moros y la concentración de judíos en “la Judería”, hoy barrio de Santa Cruz. La ciudad entonces, se empezó a llenar de iglesias y conventos, y en 1402 se inició la construcción de la catedral, consagrada en 1507. Con el Descubrimiento de Amé-rica en 1492 da inicio la Edad Moderna, y Sevilla se erige -durante más de dos siglos-, en puerta al Nuevo Mundo. En los Reales Alcázares de Sevilla, se creó en 1503 la Casa de la Contratación –en la actualidad Archivo de Indias-, entidad fundamental para regular las relaciones mercantiles, científicas y judiciales con América. Sevilla, ahora habitada por un nutrido grupo de humanistas, llega a considerarse una nueva Roma, o una Atenas Bética, lo que también se reflejaba en el aspecto externo de la ciudad. El humanismo fue la traducción literaria del espíritu del Renacimiento, en el que destacó el amor -a veces exagerado-, por el mundo clásico, griego y latino, que llegaron a idealizar. Junto con el arte, resucitó una pasión por el bien decir y por la 5 Provincia romana en Hispania, que ocupaba parte de Andalucía. Baetis significa “el río Guadalquivir”.

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literatura, que tenía como tema central al “hombre”. La transformación de la vida coti-diana era patente y se experimentaba la sensación de vivir en un mundo renovado. Dignamente y con justicia, podemos aseverar que Francisco Bravo se incluye en este círculo de médicos humanistas; a manera de ejemplo, mostramos parte de la introducción que hace en su segundo libro:

Tu que en antaño siempre triunfaste, y empezabas a brillar, ocasionaste en tu juventud el combate con el método griego, palabra accesible que sin duda, golpea secamente a los incultos, su beneficio pronto se restitu-ye en plata, como un brillo después de una noche cerrada; acerca de esta verdad se tienen dudas, pero no obstante, por una senda se puede vol-ver, pero a causa de la variedad de pueblos y tierras, los habitantes si-guen en tinieblas, así pues, al quedar expuesta será difícil de soportar y se derrumbará.

Pero vivirás como un Hércules en su trono, que por la noche resplandece tanto como el sol; como la escolta invicta que te ayuda para hacer caer el horrendo reino de los moros, y triunfar sobre la confusión.

En el ámbito científico, ante la decadencia Escolástica caracterizada por un verba-

lismo exagerado, por la influencia de pensadores árabes –sobre todo Averroes-,6 y la in-terpretación naturalista de Aristóteles, se abrió el camino para el paso del pensamiento Renacentista. La filología7 fue en aquel tiempo, el instrumento científico que permitió a los médicos volver a saber de los clásicos grecolatinos después de la larga Edad Media. Estas fuentes serán las bases sobre las que edificaron sus propios conocimientos, aunque esta influencia no se dejará sentir únicamente desde el punto de vista doctrinal, sino que afectará también al dominio de lo formal. Surgió así la figura del filólogo-médico, que se

6 Averroes (1126-1198) es considerado uno de los más eminentes pensadores de tradición aristotélica del medioevo islámico. En su obra principal, discute los fundamentos de la medicina en siete tomos y como seguidor de Aristóteles, critica las doctrinas de galeno y pone en duda su autoridad. Sirvió en las cortes de Sevilla, Córdova y Marruecos. 7 Estudio de una lengua a través de sus textos. Se ocupaba de fijar y comentar dicho texto, adaptándolo al uso lingüístico del momento y se cree que apareció en Alejandría.

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preocupó por recuperar la forma original de los textos de su especialidad, y participando de esta manera en el movimiento humanista:

Es una pena, cuando hay que mentir y equivocar la filosofía, abatida sin consideración. Más ese género de espíritu, está menos adherido al parecer que tiene el divino Platón, que en Fedón, recuerda al verdadero filósofo, y además protector del conocimiento, que indiferente piensa, que la agitación consolida a la filosofía e incluso al juicio médico, pero que como heredero se dirige por lo menos al encuentro de las filosofías muertas, que en una barca las contempla partir.

Bajo estas circunstancias, tocó a nuestro personaje vivir su juventud y estudiar

medicina, obteniendo su doctorado en la Universidad de Osuna como él así lo declara, y formando parte del primer grupo de estudiantes, pues esta Institución se fundó en el año de 1548. Germán Somolinos, basándose en otra oración de la Opera Medicinalia, en la que Bravo trata de “condiscípulo” a Francisco Valles,8 y dado que se conoce perfectamen-te la vida académica de éste médico, considera que Bravo –al igual que Valles-, obtuvo el grado de bachiller en Medicina en 1550 y el doctorado en 1553.

El currículo de Medicina -común a todas las universidades españolas-, exigía que en el primer año se leyera el Natura Hominis, de Hipócrates, y el Temperamentis y el Fa-cultatibus Naturalibus, de Galeno; en el segundo año se leía De Morbo et Symptomate, de Galeno, y en el tercer año, se leían De Pulsibus, De Urinis y el Diferenciis Febrium, también de Galeno. El catedrático de Anatomía explicaba a cada promoción de alumnos unas veinticinco disecciones anuales, y el catedrático de Botánica salía a terreno con sus estudiantes a recoger hierbas y plantas medicinales. En la primera mitad del siglo XVI, Juan de Nebrija, el gran gramático y filólogo complutense, impuso el estudio de su tra-ducción de la Materia Medica de Dioscórides, impresa en 1518. Prosiguiendo la tradición árabe en la materia, la Corona de Castilla tuteló en forma permanente no solo la forma-

8 Francisco Valles (1524-1592) constituye el máximo exponente español de la Medicina Renacentista. Tras estudiar en varias ciudades europeas, conoce a Andreas Vesalius y le sucede como médico personal de Felipe II, quien le nombra Médico de Cámara y Protomédico General de los Reinos y Señoríos de Castilla. Fue el primer profesor de medicina que enseñó sobre cadáver en Alcalá de Henares.

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ción universitaria de los futuros médicos, sino el ejercicio profesional de la Medicina. Pa-ra ello se creó el Protomedicato, cuya función consistía en regular el ejercicio de la profe-sión y examinar a los aspirantes a médicos. Tres Reales Cédulas de los Reyes Católicos, dictadas en 1477, 1491 y 1498, definían la institución del Protomedicato. El protomédico y sus alcaldes examinadores debían examinar a médicos, cirujanos, especieros y apoteca-rios, y los que resultaran aprobados recibían la licencia correspondiente. En consecuen-cia, es el Estado y la Universidad, quienes otorgan el título de médico en la España renacentista.

Otro dato importante que no debemos pasar por alto, es que durante 1552 Bravo se hizo cargo de la Cátedra De Medicina en la Universidad de Ozuna; poca fue su experien-cia como docente pues al año siguiente, a la vez que terminó su doctorado, se trasladó a Sevilla para iniciar su ejercicio profesional. La ciudad en ese año padeció una epidemia de tabardillo y el recién egresado doctor, será impactado por la enfermedad “epidemia tan maligna y tan espantosa que en ocasiones no daba tiempo para aplicar al enfermo ningu-na medicina”. Esta experiencia le permitirá -años después-, redactar el primero de los cuatro libros que componen la Opera Medicinalia. En los siguientes años, desconocemos su trayectoria, pero seguramente es la época en que se traslada a la ciudad de México. Carlos V y Felipe II, impulsaron notablemente la colonización, por lo que a ellos se debe, sobre todo, el progreso material, intelectual y mo-ral, alcanzado en sus posesiones de América, principalmente de su Colonia favorita: Mé-xico. Pero el esfuerzo de España fue tan grande, que la dejó exhausta y semivencida, lo que también se reflejó en el virreinato de Nueva España. García Icazbalceta apunta: “ape-nas salida España de una tremenda lucha de ocho siglos, se encontró dueña de su propio territorio y de un nuevo mundo”. Así es, los Reyes Católicos habían arrojado al mar el es-tandarte de la media luna, y abatido el poder feudal; su gloria, aumentada por la unión a la del Sacro Imperio Romano, les dio derecho, y les impuso la obligación para desempa-ñar el papel principal. “Sus terribles aventureros se derramaron como un torrente sobre el Nuevo Mundo, subyugándolo todo y ensanchando el poderío de César, hasta realizar aquel arrogante dicho, de que el sol no se ponía en sus dominios”. Pero aquel esfuerzo so-brehumano, acabó postrando a España, ya no sobraban productos, porque los campos quedaban abandonados, y la riqueza pública se consumía en guerras; ya no era un territo-

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rio rebosado de gente, pues la emigración a las Indias era incontrolable. Todos los hom-bres, principalmente los jóvenes, querían ser parte de la colonización americana. Es muy probable que Bravo llegara casado, con Doña Francisca de Esquibel, la que falleció en 1600, y cuyo testamento fue encontrado por Efraín Castro Morales,9 y por el cual sabemos, que en 1599 ya había fallecido nuestro autor. Más la primera referencia americana que se tiene de Bravo, data de enero de 1570, es un documento en el que solici-ta su incorporación a la Universidad de México.10 Meses después, en septiembre del mis-mo año, aparece impresa la Opera Medicinalia. Durante su estancia en México, su desempeño profesional fue destacado, Somolinos escribió de él:

Polemiza, interviene en cuestiones de carácter internacional, emite teorías, describe cuadros clínicos, actúa, en fin, como podía hacerlo otro de los médicos situados en centros universitarios o en puestos preeminentes de la corte. Se interesa por el progreso de la medicina y lucha por su avance. [...] De Bravo nos han quedado testimonios sufi-cientes para poder afirmar [que] brilló en los primeros lugares de la medicina mexicana de su tiempo.

Efectivamente es muy justa esta apreciación de Francisco Bravo, era uno de los

cuatro médicos de la ciudad de México; mantenía comunicación con el Rey Felipe II; revi-só y aprobó los libros médicos de Alfonso López de Hinojosos,11 y el de Agustín Farfán;12 y en los años de 1587, 1592, 1593 y 1594, fue nombrado y ratificado como protomédico, par-ticipando en la toma de decisiones, sobre las enfermedades que aquejaban a la población. Sobre la medicina española del Renacimiento: A manera de consideración general, se ha estimado que el prestigio de la enseñanza y práctica de la medicina española entre 1450 y 1610, sufrió un progresivo deterioro. Entre otras causas destacaba lo obsoleto de la teoría de la enfermedad, que ya no bastaba ante 9 Comunicación personal. 10 Archivo General de la Nación, también citado por Somolinos D’Ardois. 11 Summa y recopilación de chirurgia. 12 Tractado breve de Anathomía y Chirugia.

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las nuevas exigencias que planteaba la situación histórica en que vivía la sociedad euro-pea. Este hecho, aparentemente simple, dañó tanto la educación médica como las otras características de la profesión, pues ya no era fácil defender un monopolio basado en un saber sofisticado y casi hermético, al que solamente algunos pocos iniciados tenían acceso a través de los estudios universitarios.

Desde el siglo V antes de nuestra era y para explicar el origen de las enfermedades, surgió la teoría humoral que se mantuvo con pequeños cambios, hasta mediados del siglo XIX, cuando fue reemplazada –aunque no del todo-, por la teoría microbiana. ¿En qué se basaba esta teoría humoral, y qué fue lo que le permitió subsistir a lo largo de más de dos milenios? Revisemos algunos de los conceptos básicos en que se fundamenta:

El cuerpo humano contiene sangre, flema, bilis amarilla y bilis negra, y esto es lo que constituye su naturaleza orgánica y lo que sirve de base a la salud y a la enfermedad. El hombre es, pues, tanto más sano cuanto dichos componentes se hallen entre sí en una relación de mayor ponderación y equilibrio en lo referente a mezcla, fortaleza y cantidad. El ser humano sufre, en cambio, cuando alguna de dichas substancias existe en cantidades excesivamente grandes o pequeñas, o ha sido eliminada del cuerpo, no estando mezclada con las restantes.

Este es sin duda, el fundamento de la teoría humoral, que según Aristóteles fue descrito por Polibio, yerno de Hipócrates; los cuatro humores que aparecen en el hombre, no son sino el reflejo de los cuatro elementos que había definido Empédocles de Agrigento y que se mantenían en equilibrio debido a las cuatro características contrapuestas, que por otra parte había descrito Alcmeón de Crotona: sequedad y humedad, caliente y frío. De tal forma que: “El predominio de una de ellas (monarkhía) es causa de enfermedad; […] La salud, por el contrario, consiste en la bien proporcionada mezcla de las cualidades”. Así, la proporción en que los humores se mezclan difiere de un hombre a otro y constituye su complexión o temperamento (temperamentum); un hombre sano por tanto, es aquel en que sus humores están en equilibrio, esto es, en una correcta proporción. No es fácil, alcanzar a comprender cómo concibieron los médicos hipocráticos ésta tesis, sin la ayuda de microscopio ni de reacciones químicas, y por ello es que consideramos que todo fue consecuencia directa de la simple observación de la sangre. El

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proceso de observación pudo ser el siguiente: lo primero que ocurre a una cantidad de sangre extraída, es la coagulación. La sangre, que tuvo antes la fluidez de un líquido, pasa a formar un cuerpo semisólido, el coágulo. Casi al mismo tiempo se produce un proceso de separación, el coágulo adopta en la superficie un color rojo carmesí, debido a que los glóbulos rojos situados cerca de la superficie absorben el oxígeno del aire. Por un efecto de contraste, la parte inferior del coágulo toma un color más oscuro, casi negruzco. A los médicos griegos debió parecerles que en el contenido vascular había dos componentes que tendían a separarse entre sí; la parte alta de color rojo vivo que correspondía a la “sangre” en strictus sensus, mientras que el ingrediente oscuro de abajo constituía la “bilis negra”. Al cabo de algún tiempo, empezaba a aparecer un tercer elemento, mientras el coágulo comenzaba a contraerse lentamente, aparecía un humor amarillo claro, que hoy denominamos suero sanguíneo y al que los helenos llamaron “bilis amarilla”. Mas faltaba un cuarto humor por descubrir; si se agitaba con fuerza la sangre recién extraída, aparecía una materia blanca y viscosa a la que denominaron “flema”, además de que al separarse de la mezcla restante, perdía la capacidad de coagular. De tal observación dedujeron una conclusión de cardinal importancia para comprender la patología humoral: que la coagulación de la sangre obedece a la coagulación de la flema.13 Teóricamente se concibió entonces, que las enfermedades se producían como consecuencia del aumento o disminución de uno de los cuatro humores, con sus dos cualidades: la sangre caliente y húmeda, la flema fría y húmeda, la bilis amarilla caliente y seca, y la bilis negra fría y seca. Mas, si nos trasladamos al terreno de la realidad, nos encontramos con que prácticamente sólo existía un humor en virtud de cuyo aumento o separación podían originarse las enfermedades y ese humor no era otro que la fría y húmeda flema. Una circunstancia que parecía no sólo apoyar, sino incluso demostrar que la flema aumentaba en la mayoría de los estados morbosos, la observaban al extraer sangre de individuos enfermos, procedimiento denominado “sangría” o “flebotomía”; mientras que la “flema” en la sangre sana -como ya mencionamos- sólo aparecía al agitarla; en un enfermo la “flema se presentaba” como una capa espesa superior sobre el coágulo sanguíneo. La experiencia enseñó que el espesor de esta capa se hallaba en relación directa con la gravedad de la enfermedad. Si se trataba de una sangría practicada a un paciente que sufría de un caso leve de anginas, aparecía la flema como una tenue película sobre el coágulo sanguíneo, en cambio, en un paciente con una grave congestión pulmonar, se formaba una capa hasta con el espesor de “un pulgar”. 13 La observación fue absolutamente acertada y exacta, pues el componente separado es la fibrina.

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Otra evidencia, para acentuar la importancia y significado patológico de la “flema”, consistía en ubicar el órgano en que residía cada humor en un estado de pureza y de donde pasaba a las venas. El asiento de la sangre era el corazón, el de la bilis amarilla el hígado, el bazo lo era para la bilis negra y el cerebro era el órgano en el que se generaba la flema. Se pensaba pues, que la “flema” mostraba cierta propensión en la gente enferma a dirigirse hacia las partes inferiores del cuerpo, produciendo en ocasiones una acumulación morbosa de “flema”; así, todo aumento de secreción mucosa, ya fueran nasales, faríngeas, bronquiales, intestinales, vesicales, vaginales o uretrales, se suponía que nacían de la “fluxión de flema” 14 en el cerebro. En el libro hipocrático Sobre la enfermedad sagrada, se nos explica, por ejemplo, la forma en que se suponía ocurría un ataque epiléptico:

Porque cuando la flema fría avanza hasta el pulmón y el corazón, la sangre se enfría. Las venas, al enfriarse violentamente, baten contra el pulmón y el corazón, y el corazón sufre palpitaciones, el modo que a causa de esta violencia se crea el asma y la sensación de ahogo. Porque no entra todo el aire que desea [el enfermo], hasta que el flujo queda dominado y, una vez caldeado, se pone a circular por las venas. A continuación cesan las palpitaciones y el asma. Cesan en la medida en que cesa el agobio. Si baja el flujo más abundante, más despacio; si es menor, más de prisa. Y si los flujos descendentes son frecuentes, tanto más frecuente resulta atacado el enfermo. Así que eso es lo que sufre cuando [el flujo] le llega al pulmón y al corazón; cuando le llega al vientre, le produce diarreas.

La obra de Alejandro de Tralles denominada Terapéutica, descansa en su totalidad sobre los fundamentos hipocráticos, aunque también ofrece algunos rasgos originales. Para este médico bizantino que trabajó en Roma, la naturaleza de la enfermedad está basada en la teoría humoral aunque con cierta tendencia hacia la teoría neumática,15 ya que consideraba que la impureza del aire vital también podía causar perturbaciones de carácter morboso. Estas impurezas podían acumularse tanto en las venas como en las

14 El flujo de un humor que corre a alguna parte del cuerpo dañándola. 15 Escuela filosófica fundada por Zenón de Citio en el año 300 antes de nuestra era. Los hombres toman del aire este principio dador de la vida a través de los pulmones, para refrescar el calor producido por el corazón. El pneuma junto con la sangre conserva así, las funciones del cuerpo en todas las partes y órganos.

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arterias, dando lugar a la inflamación, que tarde o temprano se hacía piógena. La diferencia entre flema y pus se hacía al ponerlas en agua; mientras que el pus se disuelve, la flema se sumerge al fondo como una masa coagulada. Así se expresa con respecto a la tos:

La tos, como ahogo o disnea, es sólo un síntoma. Tiene causas diferentes. Puede deberse a discrasia, bien caliente o fría, bien seca o húmeda, lo cual a su vez, tiene su causa en la naturaleza de la materia afluente. Así, pues, como la tos no tiene causa, sino varias, hemos de procurar, en primer término, diagnosticar la causa de que se trate. Todos los médicos están conscientes en que, sin una diagnosis escrupulosa, no es posible un tratamiento adecuado.

Gracias a la teoría de los cuatro humores, cualquier dolor o protuberancia podría ser explicado como una “hinchazón” o una desarmonía de la mezcla, y en este sentido, los humores más parecidos al comportamiento malo son la flema y la bilis amarilla. El tratamiento en estos casos, se siguió bajo la lógica de su evacuación y se componía de cuatro preceptos: a) sangría y ventosas, para deshacerse de los humores malos de la sangre; b) ayuno, para prevenir nuevas formaciones de malos humores; c) purgantes, vomitivos y lavativas, para deshacerse de los desechos, “de arriba y de abajo”, o de cualquier otra salida y, d) fomentos, fricciones o masajes, para buscar la difusión de la materia morbosa.

A nadie pareció preocuparle, que los humores buenos también salieran con los malos. Simultáneamente, había otras teorías para explicar la enfermedad, aunque seguramente fueron menos populares. Una sostenía que la enfermedad era debida a “residuos” no digeridos; otra decía, que todas las enfermedades eran consecuencia de “alientos” o “pneuma”, concepto que se halla también en la India, Egipto y en China. Pero en la práctica, el tratamiento debió haber sido semejante, fuere cual fuere la escuela de pensamiento médico, la evacuación de los malos humores fue la constante. Todo esto es bien conocido aunque hay una parte olvidada de la teoría, igualmente interesante, que explica cómo la enfermedad pasaba a un nivel microscópico. Por supuesto, los griegos no tuvieron un instrumento como el microscopio, pero se valieron de otro mucho más poderoso y peligroso: “lo que escapa a la vista de los ojos, puede ser conocido con la vista de la mente”. Imaginemos encontrar en las partes suaves del cuerpo,

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una masa sólida llamada carne, penetrada por las raíces muy finas de un sistema inerte de cañerías, las venas pequeñas que llevan la sangre. Así que había por lo menos tres cosas que podrían fallar y producir enfermedad: la sangre, las vénulas y la carne. De las tres, la sangre se consideró como la más responsable, ya que era modificable fácilmente en su consistencia por los humores y esto permitía que se estancara. Este proceso fue considerado muy peligroso, porque uno de los principios claves en la medicina griega, sostenía que la sangre estancada se pudriría. Había una comparación con el agua fresca de un arroyo y el agua maloliente de un pantano. Por supuesto, nunca existió la idea de que la sangre circulara. Al pudrirse entonces, se convertía en pus. Galeno, aceptó una transformación intensa de la sangre en pus. Un poco de verdad aquí, es que los coágulos de sangre que se quedaban en las heridas, se convertían en caldo de cultivo para las bacterias, lo que se traduce en un incremento del humor purulento. La segunda fuente posible de la enfermedad era la carne. Si estaba irritada, podría experimentar espasmos. Los espasmos corresponden a una familia grande de síntomas, que van desde tiritar hasta calambres, pasando por las convulsiones y el tétanos. Desde luego, las causas expresadas del espasmo eran inesperadas, excesivo sangrado y un purgante drástico preparado con eléboro negro,16 tiró a mucha gente con convulsiones agonizantes. Cuando la carne entraba en espasmos, además podía atraer sangre fuera de las vénulas o simplemente las presionaba ocasionando la salida de la sangre, después de lo cual ésta se pudriría. Por lo tanto, los espasmos eran un mecanismo importante en la producción de la enfermedad.

El tercer sitio posible de la enfermedad eran las vénulas. Ellas podían rociar su sangre hacia afuera por dos mecanismos, fuera por pura fatiga o cayendo en un espasmo por sí misma. Una vénula en una convulsión podía además desgarrarse y sangrar, o bien, la sangre quedaba atrapada en una vejiga, de donde se filtraba y pudría posteriormente. Los escalofríos que ocurrían después de una herida, se pensó que se originaban en estas vejigas, presumiblemente porque las vejigas expuestas se enfriaron y convulsionaron. Todas estas teorías se basaban solamente en la vista de la mente “gnomes ópesei”. En 1969, el microscopio electrónico mostró que los capilares irritados, tienden a desgarrarse. Ahora bien, si aplicamos todo esto a una herida, donde normalmente la carne es mantenida tibia bajo la piel, una vez expuesta al mundo exterior tenía que sufrir por el enfriamiento. Los huesos, los dientes y los tendones, tienen al enfriamiento como un 16 Administrado por sí solo o con escamonea y con una dracma o tres óbolos de sal, purga el vientre por abajo, haciendo salir la flema y la bilis.

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enemigo, y al calor como un amigo; porque es de estas partes de donde provienen los espasmos del tétanos y de los fríos febriles, que el enfriamiento induce, y que lo caliente quita. De aquí viene el aforismo acerca de mantener tibia la herida,17 pues con el escalofrío, las partes de alrededor de la herida desarrollarán espasmos, atraerán sangre, llegaran a estar empapadas con ésta, y se pudrirá. La corrupción originada alrededor de la herida, aunque de algún modo suene mal para nuestra ciencia hoy día, nos enseña el cómo los griegos, lucharon por explicar el mecanismo de lo que llamamos infección, o en sus términos, la corrupción. Ellos no pudieron acceder a la idea de que la causa era “algo” depositado en la superficie de la herida. Por lo tanto, usando el principio de que los estancamientos de sangre se pudren, los médicos racionalizaron que el problema tenía que surgir indudablemente de las partes de la herida: sangre que fue atraída allí, y se volvió pus. Este pensamiento esta declarado e insinuado muchas veces en el Corpus hippocraticum; vervi gratia, “todas las heridas dibujan su inflamación e hinchazón de las partes circundantes, por lo que la sangre fluye hacia ellas”. El error en este caso, es que las partes circundantes inflamadas no causan ningún problema a la herida, ellas sufren de la infección en forma leve y no tanto como la herida, si aceptamos entonces el pensamiento griego, la absurda conclusión llega a ser perfectamente racional. Para evitar la aparición del pus, se estimulaba la hemorragia, o se sangraba una vena apropiada en otra parte del cuerpo. En una herida reciente era conveniente provocar que la sangre fluyera abundantemente, y también cuando pareciera estancada; por lo que la herida y las partes adyacentes serían menos atacadas por la inflamación, cuanto más fluyere la sangre, y por lo tanto la herida empezaría a secarse. Otro hecho importante sobre las heridas en la Grecia antigua, está oculto en la misma palabra que se utilizó para designarla: hélkos, que no se puede traducir con precisión. El título del tratado hipocrático Perí Helkón (Sobre las Heridas), es traducido por Adams como úlceras y por Littré como heridas. Los dos son correctos, porque la palabra hélkos cubre ambas situaciones tisulares. Hoy esto está en desuso, porque nosotros asociamos la úlcera con una noción de la cicatrización retardada y la mirada 17 El calor, en cuanto agente supuratorio, es muy útil en las heridas [si bien no en todas]. Ablanda y adelgaza la piel, calma el dolor, modera los escalofríos, las convulsiones y el tétanos; quita la pesadez de cabeza y es muy conveniente también en las fracturas de los huesos, principalmente en las que quedan al descubierto. Aun es más útil en las heridas de la cabeza, aplicado a las partes que están ulceradas o mortificadas por el frío, así como a los herpes pruriginosos, a los órganos genitales, al ano, a la matriz y a la vejiga. Por último, es muy de provecho a todas estas partes provocando su crisis. En cambio el frío amortigua en ellas la vida y, por tanto es su enemigo mortal.

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sucia de infección; pero en la antigua Grecia eso precisamente era lo que le pasaba a la mayoría de las heridas, no había ninguna necesidad de hacer una distinción. Lo más trágico de todo, es que estos conceptos son verdaderos para ambos traductores, Adams y Littré que vivieron durante la primera mitad del siglo XIX. La infección era casi inevitable, y por consiguiente casi natural, el médico griego tenía sentimientos ambivalentes sobre el pus, ya que ante su presencia invariable, no podía ser algo completamente malo. A veces se le tomó como un humor bueno, pero en ocasiones era turbio y apestoso, a éste lo denominaron ichor. Al primero se le interpretaba como flema madurada por un proceso de coction, o pepsis, que nunca definieron claramente. Este tipo de pus era inodoro, fluía puro y blanco, por lo que era de buen pronóstico. Hoy, por supuesto, el significado de los dos tipos de pus es obvio: infección severa contra más infección. Para los griegos, equivocando la infección “benigna” con el buen y natural curso del evento, hicieron todo lo posible para asimilarlo. No fue, sino hasta el siglo XIX, cuando Lister puso en claro que ese alentador “pus bueno y laudable” estaba en relación directa con las bacterias. En defensa del iatrós, debemos decir que había varias razones para crecer que el pus era una cosa buena. Primero, pacientes con blanco y puro pus tenían un pronóstico mejor que aquellos con pus malo, esto es verdad. Segundo, en una supuración de la herida, lo machucado ayuda, porque el pus limpiaba el tejido muerto. Esto es defendible, ya que los pedazos de tejido muerto también impedían cerrar la herida. Los modernos cirujanos prefieren sacarlos, para una esmerada limpieza de la herida. Los griegos recortaron los pedazos mayores y permitieron que el pus destruyera el resto. Un uso hábil de los procesos naturales. Tercero, si las “hinchazones” no se manifestaban en heridas severas, era un gran mal. Esto en verdad, en una herida, la ausencia de inflamación puede significar que el cuerpo es incapaz de defenderse. Cuarto, los griegos sostenían que “la pus blanca era buena” previniendo realmente peligrosas complicaciones. Esto, también era el resultado de su lógica peculiar, pensaban que el tiempo brumoso previene los tiempos lluviosos. Quinto, el concepto de “pus buena” era necesario para llenar un hueco en su corriente medico-filosófica. Tenía que ver con el proceso para eliminar los humores malos, por “maduración” y lo denominaron apóstasis o absceso. Si bien, todo lo anterior puede aplicarse a las heridas externas, no ocurre lo mismo con las lesiones internas. En afecciones tales como la pleuresía, perineumonía, nefritis, afecciones del colon, o del hígado, del bazo, de la vejiga o de cualquier otra parte

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semejante, fueron los dolores y las secreciones que se expulsaban a través de sus orificios, lo que les indicaba a los médicos antiguos el lugar afectado, si no con exactitud, por lo menos en una forma aproximada. Una vez conocido el sitio donde radicaba la enfermedad, había que descubrir cuál era el humor que se encontraba afectado y si existía alguna de las dos intemperancias, una para lo frío y lo caliente y otra para lo seco y húmedo. Cuando las cualidades antes descritas estaban en equilibrio, la enfermedad se denominaba atemperante. Las secreciones fueron clasificadas por Galeno en tres clases: aquellas que salían del lugar afectado al disolverse o consumirse la sustancia propia del órgano; aquellas que contenían lo que producen dichos órganos; y aquellas que acarreaban materias que acompañan los estados patológicos.

La sangría fue considerada como la forma curativa más antigua desde el inicio de la humanidad, también llamada flebotomía, se le reconoció en todos los ámbitos del planeta y para muchas culturas, fue el remedio más importante y de aplicación más frecuente durante el periodo más largo de la Historia de la Medicina. Resulta difícil concebir cuáles fueron las especulaciones y racionamientos, que indujeron al hombre al empleo de este método para tratar a los enfermos y como muchas veces ocurre en la historia, los primeros datos se presentan en forma de mito. Heródoto nos relata que los egipcios aprendieron la flebotomía de los hipopótamos, ya que después de haber comido demasiado, frotan su piel contra un objeto puntiagudo hasta hacer fluir la sangre. No obstante, la explicación más verosímil sobre el origen de la sangría, se basa en la creencia mágica de los demonios que causaban enfermedad y que podían abandonar el cuerpo con la sangre extraída, calmando o mejorando la dolencia.

El fundamento natural en el que se basó este procedimiento, se dio con la concepción de la patología humoral que revisamos anteriormente. La observación de los fenómenos morbosos, fue propiciando la idea de que las enfermedades tenían alguna relación con el contenido líquido del organismo. De hecho, el primero de todos los conocimientos sobre el interior del cuerpo humano, fue sin duda, el saber de qué está compuesta la sangre, ya que contenía todos los productos líquidos segregados por un organismo enfermo. De un absceso o de una herida manaba un humor espeso de color blanco-amarillento, que también podía fluir de un oído, del conducto urinario, o de cualquier lesión del cuerpo. En la caso de la viruela, aparecían las vesículas purulentas y en el caso de un resfriado, fluía de la nariz una sustancia acuosa que en ocasiones, se hace más espesa y pegajosa. A estos ingredientes líquidos se les denominó “humores sanguíneos”.

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Pero la importancia de la sangre al observar desangrar a un hombre o a un animal hasta llegar a la muerte, desapareciendo el color rojo característico en la piel y las membranas mucosas y dar paso a la palidez cadavérica, dio paso a la idea de que la sangre era necesaria para la conservación y mantenimiento de la vida, más cuando aparecía la enfermedad, la sangre tenía un aspecto muy diferente, considerando entonces, que algunas dolencias ocurrían por alteraciones en la sangre. Estos fueron los pilares en que se sustentó la “patología humoral”.

En lo concerniente a las venas apropiadas para la sangría, Alejandro de Tralles recomendaba hacerlas en la vena cubital, en el pliegue poplíteo, en los maléolos, en las regiones temporales, debajo de la lengua, alrededor de los ojos y en el cuello. Sin embargo discutía que “todas las venas guardan relación unas con otras”, por lo que no importaba dónde se realizara la sangría. Antes de realizarla, el enfermero preparaba previamente todo lo relacionado con la operación: una toalla para ponerla sobre la cama del enfermo o sobre los muslos si se sangraba sentado; una venda de lienzo delgada, como de dos dedos de ancho; un cabezal18 de lienzo fino; una bujía19 encendida; una taza u otra vasija para recibir la sangre y dos vasos, uno con agua limpia y otro con vinagre. En caso de que la sangría fuera del pie, era necesario además un barreño o lebrillo20 con agua caliente. Durante la sangría, el enfermero alumbraba y presentaba el recipiente en que se recibía la sangre y después no se separaba del enfermo por si ocurría algún desmayo, revisando frecuentemente el vendaje y la herida para saber si había “soldado la sangre”. La sangría se utilizaba principalmente en todas las enfermedades inflamatorias generales como la “pleuresía” o la “peripneumonía” y en las inflamaciones localizadas en los intestinos, en la matriz, la vejiga, el estómago, los riñones, etc. También se practicaba en padecimientos como el “asma”, la “ceatica”, todos los dolores de cabeza, el reumatismo, la “apoplejía sanguínea”, la epilepsia y después de caídas, contusiones y/o golpes violentos, sin olvidarnos de aquellas personas que hubieran sido sofocadas por un “ayre impuro ó mefítico”.21 Esto es, había que sangrar siempre que se alterara el movimiento vital por cualquier causa que fuere, exceptuando aquellos casos en que el

18 Pedazo de lienzo que se dobla y se pone sobre la cisura de la sangría, asegurado con una venda para que no salga la sangre. 19 Vela de cera blanca como de media vara de largo y de diferentes grosores. 20 Especie de barreño vidriado, redondo, de una cuarta más o menos de alto, que desde la base se va ensanchando hasta la boca y sirve para lavar ropa, para baños de pies y otros usos. 21 Aire viciado, que causa daño al que lo respira.

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movimiento vital quedara parado por un síncope como en el escorbuto, la hidropesía y la “cacoquimia”.22 Recordemos que antes de realizar una sangría, se interrogaba al paciente sobre los “accidentes” que podían impedirla como: “calosfríos, sudores, cursos, el menstruo, erupciones o flujos hemorroidales”. Si el enfermo había comido a plenitud previamente, se esperaban de tres a cuatro horas para realizar el procedimiento, pero si sólo había tomado líquidos, con una hora de espera era más que suficiente. En las inflamaciones locales, la sangría se hacía lo más cercano a la parte afectada y en los demás casos, en los que sólo se sangraba para disminuir la cantidad de sangre, el brazo era la parte más cómoda para realizar la operación. Se podía elegir la vena más larga de la región; en la mitad de la cara anterior del antebrazo, se puede observar la vena mediana cefálica que se une a la basílica mediana, las que pueden abrirse con mucha seguridad. El mejor instrumento para practicar la sangría era la lanceta y la mejor de las lancetas era la simple, aunque cada cirujano podía requerir de otros tipos de lanceta de acuerdo a su comodidad y a sus circunstancias.23 Cuando la sangría era impracticable en ocasiones, se recurría entonces a las sanguijuelas o las ventosas. Antes de iniciar, se aplicaba primero una ligadura una o dos pulgadas por arriba del sitio que se iba a sangrar y se aflojaba cuando empezaba el sangrado. La cantidad de sangre dependía de la edad, la fuerza y la constitución del paciente, pero en todos los casos era el médico quien disponía la toma. En los niños generalmente se utilizaban sanguijuelas, sin embargo, aunque éstas eran muy necesarias su éxito también era incierto, ya que era imposible determinar la cantidad de sangre extraída, por lo que Bouchan sólo recomendaba las sanguijuelas para sangrar las sienes. Cuando se realizaba una sangría en el pie o la mano, como el sangrado se detenía antes de terminar el procedimiento, convenía meterlos en agua caliente y tenerlos ahí hasta sacar la sangre necesaria y cuando este problema se presentaba en otra parte del cuerpo, convenía entonces utilizar una esponja o compresa empapada en agua caliente aplicada a la vena que se quería abrir, hasta que estuviera bien dilatada. Las venas que se utilizaban del brazo para las sangrías fueron designadas como: mediana, basílica y cefálica; la de la mano salvatela y safena la del pie.

Desde que Pablo de Egina, en la Alejandría del siglo VII, concedió mucha importancia a la sangría, sus indicaciones al respecto fueron tomadas como dogmáticas,

22 Vicio que consiste en la abundancia de malos humores. 23 Si el ángulo de la punta de la lanceta era abierto, se le llamaba “grain d’orge”; si era más cerrado se le denominaba “grain d’avoine”; su la punta era muy larga y muy aguda se llamaba lanceta piramidal.

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lo que con el correr del tiempo se convirtió en algunos casos, en un abuso de este método, ya que señalaba que salvo a los niños de catorce años y los viejos de más de sesenta, quienes debían ser sangrados sólo en caso de extrema necesidad, para los demás, la regla era “sangrar al paciente hasta que se desvanezca”. Hubo dos criterios en la ejecución de este procedimiento: los que seguían la doc-trina de los griegos de la sangría “derivativa”, esto es, lo más próxima al sitio enfermo, y otros que seguían a los autores árabes que hacían una sangría “revulsiva”, lo más lejos po-sible o del lado contrario del sitio enfermo. La polémica comenzó temprano, con motivo de la sangría en el dolor de costado o enfermedad pleurítica, entre otros, con el médico que acompaño a Colón al Nuevo Mundo en 1493, Diego Álvarez Chanca, en su Tratado nuevo para curar el mal de costado, de 1506. Intervinieron después -entre otros-, Nico-lás Monardes (1512-1588), planteando las ventajas de cada técnica en De secanda vena in pleuriti inter Graecos et Arabes concordia, publicado en 1551, y no hubo médico que no manifestara su preferencia, e incluso se llegó a solicitar del poder real, que se prohibiera las sangrías por las muertes que causaban. La famosa polémica entre Antiguos y Modernos, tan usual al interior de las univer-sidades y los círculos intelectuales del Renacimiento, en el caso de la Medicina asumió una forma ligeramente diferente, puesto que entre los médicos se presentaba como posi-ciones antagónicas la experiencia por una parte, y el saber teórico y humanístico por la otra. Los estudios tradicionales sobre la base de un análisis humanístico de los autores clásicos, fueron defendidos por el médico portugués Jorge Enríquez, graduado en Sala-manca y luego catedrático de esta universidad y la de Coimbra, ha dejado lo que podría definirse como el perfil del médico ideal en su Retrato del Perfecto Médico, una obra pu-blicada en 1595. Según Enríquez para llegar a ser un buen profesional, el estudiante de-bía memorizar toda la obra hipocrática, leer a Galeno y conocer la obra médica de los árabes. El buen estudiante de Medicina “debe trabajar mucho por imitar [a] estos graves varones en todo lo bueno y provechoso que escribieron para su facultad, porque con la imitación menguan los errores, el arte crece, lo difícil se vuelve fácil y el entendimiento se alivia”. De este modo, el médico ideal era concebido más como un humanista que como un hombre de experiencia. Otro médico con esta pauta, fue Luis Mercado quien a pesar de conocer las novedades en materia de ciencia médica, refutó aquellas que le parecía que comprometían la credibilidad de Galeno. En su obra De pulsus arte et harmonia (1584), Mercado negó -por ejemplo-, la existencia de la circulación pulmonar de la sangre, a pe-sar de conocer las ideas de Miguel Servet y de Juan Valverde y Hamusco, el más célebre

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anatomista español del siglo XVI, que en 1556 había publicado una Historia de la Com-posición del Cuerpo Humano, en la que describía el paso de la sangre por los pulmones. El objetivo de Valverde es demostrar el valor de la propia experiencia en el conocimiento del cuerpo humano, principalmente mediante las disecciones. También critica severa-mente a quienes aún se escudan en la autoridad de Galeno para disimular su pereza e ig-norancia. De acuerdo a Valverde, los médicos tradicionalistas creen ciegamente en el testimonio de los Antiguos, rechazando la sola posibilidad de criticarlos. Estos seguidores incondicionales de Galeno -a quien Valverde agradece su contribución a la ciencia médi-ca-, no reparan en la pésima calidad de las traducciones que griegos, árabes y judíos hi-cieron de sus textos: “Cuanto más que como antiguamente todos los libros eran escritos a mano, allende que se hacían grandes errores en trasladarlos, se le antojaba a uno añadir algo en el margen del libro y el que después tornaba a trasladarle, no sabiendo si lo aña-dido era del mismo autor o de otro, metía lo que estaba en el margen dentro del libro. De esta y de otras muchas maneras que cada uno podrá de por sí considerar, es de creer que se hayan corrompido en tal manera los libros de los Antiguos que no puede ni debe nin-gún hombre de juicio darles tanto crédito [...]". La experiencia entonces, se definía como la aprehensión sensorial de lo que realmente son las cosas y los fenómenos naturales, y fue un elemento importante en el proceso de autonomía de la filosofía natural con respec-to de la teología. Ante este panorama, la terapéutica fue congruente con la forma de ver la enferme-dad; si el médico se guiaba por la doctrina humoral y por lo tanto había el predominio de alguno, el tratamiento debía consistir en restaurar el equilibrio o en expulsar el humor responsable del mal, fuere por sangría o por purgantes. Por otra parte, la terapéutica in-cruenta del Renacimiento, recogió la gran tradición clásica de los herbarios, adoptando la Materia Médica de Dioscórides, Galeno y Avicena; es conveniente recordar que uno de los motivos aducidos por Colón en el viaje del Descubrimiento, fue abrir una nueva ruta de las drogas y las especias para evitar el monopolio que de ellas tenían los venecianos y genoveses. Antonio de Nebrija publicó en Alcalá una edición latina de Dioscórides en 1518, que luego el segoviano Andrés Laguna mejoró con su edición en castellano de 1555, con glosa y grabados que en poco tiempo alcanzó trece ediciones. Pero el gran impulso vino después con el mundo vegetal americano y el sevillano Nicolás Monardes publicó dos libros sobre las Cosas de nuestras Indias Occidentales que sirven al uso de la medi-cina en 1565, que fueron traducidos a varias lenguas en pocos años, y en ellos describió muchas drogas y sus efectos. Le siguió el toledano Francisco Hernández (1514-1587), mé-

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dico de Felipe II que en 1570 marcho a México, y al cabo de siete anos de exploraciones elaboró un estudio, cuyo sumario se publicó en 1628 bajo el titulo Rerum midicarum no-vae hispaniae thesaurus, con 350 grabados en madera, reeditado varias veces y que se convirtió en la obra hispanoamericana más importante de la materia médica renacentista. Aunque la actividad farmacológica de la mayoría de las plantas medicinales intro-ducidas entonces en la terapéutica fue nula, si hubo algunos medicamentos de actividad comprobada, como los purgantes, de uso frecuente para evacuar los malos humores. El opio fue otro medicamento empleado racionalmente, cuya virtud se ha mantenido hasta nuestros días. Hubo además, un medicamento de naturaleza química cuyo empleo ilustra los invisibles arcanos que intervenían en el uso de las drogas; en el tratamiento de la Sífi-lis, que constituía entonces gran parte de la practica médica, se recomendaban el palo de guayacán y la zarzaparrilla para “depurar” el humor sifilítico. El monopolio de importa-ción sobre el guayaco, fue vendido por Carlos V a sus banqueros, los Fugger, para amorti-zar un préstamo que le sirvió para su ascenso como Emperador, del que se hizo un amplio comercio, con los consiguientes beneficios. Sobre la zarzaparrilla: La zarzaparrilla fue una de las plantas americanas que junto con el palo de guayaco o palo santo, la raíz de Michoacán, la Jalapa, el bálsamo del Perú, y algunas otras más, produjeron una gran conmoción en la terapéutica europea. Para Francisco Hernández, el Mecapatli o zarzaparrilla: “tiene mezcladas partes cálidas y sutiles en virtud de las cuales produce sudores, aumenta el calor del estómago, limpia los riñones y el conducto de la orina, y provoca la micción”.

En la actualidad se han descrito más de un centenar de zarzaparrillas, y está perfectamente comprobado que la especie Smilax aspera de la flora mediterránea, habitual en España e Italia, es completamente distinta en aspecto morfológico a la Smilax medica que crece en las laderas orientales de las montañas de Orizaba, Veracruz y Tabasco, y más diferente todavía, a la llamada Smilax mexicana, habitual desde México central hasta Panamá, la cual es a juicio de Somolinos D’Ardois, la que describe Bravo.

La zarzaparrilla perteneciente a la familia Smilacaceae género Smilax y está ampliamente distribuida por el mundo, principalmente en regiones tropicales del este de Asia y por todo el continente americano. Al género Smilax pertenecen 350 especies que a pesar de sus diferencias morfológicas comparten la característica de ser parte de la medicina tradicional de innumerables culturas. Los romanos y los griegos usaron las

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especies europeas de Smilax como antídoto contra algunos venenos; en la medicina tradicional árabe Smilax officinalis fue usada en intoxicaciones por plomo y mercurio. Fallopio, Alpino y Amato Lusitano, introdujeron la zarzaparrilla en la Materia Médica de Europa a mediados del siglo XVI, pues se consideraba como una de las “nuevas medicinas” para las “nuevas enfermedades”.

Esto sucedió después de que cientos de europeos que habían viajado al Nuevo Mundo contrajeron sífilis, una enfermedad que hasta entonces era desconocida en el viejo mundo, y que ocasiono la muerte de muchos de ellos. La gran difusión de esta enfermedad contagiosa, suscitó grandes controversias para intentar aclarar su etiología, se hablaba de la conjunción planetaria, el contacto sexual entre mujer sana y hombre leproso, ser mulato o negro, o bien como castigo divino; de igual forma el tratamiento fue especulativo, se recomendaban unciones mercuriales ya conocidas en la Edad Media, y que conllevaban el gran riesgo de intoxicación. Los médicos de aquella época, al considerar a la sífilis como una importación del Nuevo Mundo, se enfocaron en las plantas existentes en nuestro continente para el tratamiento de la enfermedad; destaca entonces el “palo santo, o leño de Indias, o palo de guayaco, o guayacán”. Se empleaba la raspadura de su madera en cocimiento, el cual resultaba aromático pero amargo y que debía ingerirse tres o cuatro veces al día, con propiedades sudoríficas, estimulantes y diuréticas. En forma de tintura se utilizaba para el reumatismo y la gota, y en forma de enjuague era bueno para limpiar la boca y el dolor de muelas.

Posteriormente, se buscaron sustitutos como la zarzaparrilla, que se introduce en Europa en 1563 y la que también se convirtió en un tratamiento popular y valioso para la sífilis.24 Destaca al respecto, la obra: Secretos de chirurgia de las enfermedades de Morbo gálico y lamparones y Mirrarchia, y assi mismo la manera como se curan los Indios de llagas y heridas y otras pasiones en las Indias, muy útil y provechoso para en España y otros muchos secretos de chirurgia hasta agora no escriptos, de Pedro Arias de Benavides, impresa en Valladolid a principios de 1567. Este libro es una buena fuente de hechos no sólo médicos o quirúrgicos, sino también de aquellos que llamaron su atención durante su estancia en el continente americano; también contiene una significativa descripción de la medicina mexicana utilizada para el tratamiento de las bubas, para lo que afirma ser muy diestro pues practicó “en un hospital que tuve a mi

24 Es muy probable que el monopolio que detentaban los Fugger sobre el guayacán, motivara la búsqueda de plantas alternativas con mejores características, tanto de recolección como de tratamiento -lo que redundó sobretodo-, en mejores perspectivas económicas.

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cargo años en México, donde se cura esta enfermedad más que en toda España”, y en donde también cambió “el método curativo de las bubas, por otro mejor”. Arias de Benavides inicia su libro describiendo las bubas de Santo Domingo y sus tratamientos, destacando una yerba de Honduras “maravillosa” para el mal de orina; a continuación empieza a referirse a un lugar a cinco leguas de Guatemala, a donde los españoles van a tomar la zarzaparrilla y sanan con ella. El capítulo 5, lo dedica completamente a cómo se curan los españoles con zarzaparrilla en las Indias, y en el siguiente capítulo habla sobre el palo de guayacán, al que no concede ningún beneficio y a su parecer “cura más la dieta que el palo de las Indias”.

Bien se puede suponer que la difusión de este libro en España, con información nueva y novedosa proveniente de las Indias sobre el nuevo tratamiento de la sífilis, y con especial interés para los españoles, promovió un nuevo comercio de zarzaparrilla que desplazó al del guayacán. En la relación de la plata, reales y otros géneros que se registraron en la flota del general Miguel de Echazarreta, que zarpó el 14 de octubre de 1630 rumbo a los reinos de Castilla, se anotan 91 quintales de zarzaparrilla y ninguno de palo de guayaco.25

El tratamiento contra las bubas, se iniciaba dándole a beber al paciente una infusión de zarzaparrilla e induciendo la fiebre, ya fuera mediante actividad física, saunas, o mantenerlo al sol todo el día; en otros casos lo que se empleaba eran tisanas de la zarzaparrilla que se colocaban sobre la piel del enfermo y por las propiedades diaforéticas de la zarzaparrilla el enfermo sudaba profusamente. Este tratamiento muchas veces mejoró al enfermo; los médicos al ver este resultado pensaron que era la infusión de zarzaparrilla la causa de la curación y de allí que entrara en la farmacopea moderna el uso de extractos de zarzaparrilla para tratar la sífilis. Actualmente sabemos que el treponema muere a temperaturas elevadas y la verdadera razón por la cual los enfermos mejoraban fue la fiebre.

En el centro del país aún se consume una bebida preparada con zarzaparrilla, a la que algunas personas le otorgan propiedades medicinales: “Esta planta medicinal restaura poco a poco las funciones alteradas del cuerpo y favorece la vitalidad. Tiene efectos diuréticos, promotores de la transpiración (sudorífico), depurativos (elimina toxinas), es favorable en las afectaciones de la piel. Además es un espléndido digestivo, anti-tusivo, complemento idóneo en el tratamiento del reumatismo (artritis) y se dice que 25 Flor Trejo Rivera: La Flota de la Nueva España 1630-1631, México, Instituto Nacional de Antropología e Historia, 2003, p. 57.

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estimula la actividad de la testosterona, por lo que algunos suponen, tiene cierto efecto afrodisíaco”. De esta forma es como se promociona la bebida natural de Zarzaparrilla en la comunidad de Teocelo, cercana a Coatepec en el Estado de Veracruz. Por comunicación verbal, nos enteramos que desde 1910 la familia Flores Hernández, comenzó a elaborar un refresco casero a base de zarzaparrilla, adicionado con jengibre, anís estrella y azúcar, según la receta original. En la actualidad, la raíz de zarzaparrilla es muy cotizada por la gente de la región, quienes la recolectan de las laderas de las montañas veracruzanas, aunque también se da en Hidalgo, Michoacán, Puebla y Estado de México.

Posteriormente con el advenimiento de los antimicrobianos y con opiniones encontradas, el tratamiento estándar de la sífilis dejo de ser la zarzaparrilla quedando al igual que muchas otras plantas en el olvido. Sin embargo, con el resurgimiento de la fitoterapia ha sido necesario investigar composición, mecanismo de acción, cualidades e interacciones de numerosas plantas de amplio uso entre los miembros de algunas culturas, ya que la fitoterapia ofrece opciones terapéuticas no existentes en la medicina convencional. La zarzaparrilla no ha sido la excepción pues alrededor del mundo se han publicado numerosos estudios al respecto. Como punto de partida, están los usos tradicionales de la zarzaparrilla como antiinflamatorio, antioxidante, diurético, antimicótico, y tónico general en el tratamiento de condiciones como gota, gonorrea, heridas, artritis, fiebre, tos, escrófula, hipertensión, alteraciones digestivas, psoriasis y eccema entre otras. Desde el punto de vista biológico se han documentado las propiedades antiinflamatorias, modulación del oxido nítrico, actividad antileprósica, androgénica y antifúngica de saponinas obtenidas de Smilax medica.

A mediados del siglo XX, se analizaron los componentes químicos de la raíz de la zarzaparrilla y se logro aislar un compuesto del grupo de las sapogeninas.26 Este descubrimiento constituyó uno de los pasos más importantes para lograr la fabricación de hormonas sintéticas a partir de materias primas vegetales. De Smilax officinalis se han extraído también tres sapogeninas esteroideas. Es ampliamente difundido el hecho de

26 Las saponinas esteroidales son compuestos que poseen una estructura compleja formada por un núcleo esteroidal hidrofóbico, y una parte hidrofílica constituida por unidades de monosacáridos. Están ampliamente distribuidas en el reino vegetal. Las saponinas tienen un amplio rango de actividades biológicas tales como su acción antimicótica, antiviral, anticancerígena, hipocolesterolémica, hipoglicémica, antitrombótica, diurética, antinflamatoria y molusquicida. Son precursoras en la síntesis de hormonas y corticoides.

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que la zarzaparrilla se usa como tónico sexual; al respecto se ha pensado que tal efecto puede ser atribuido a que al interactuar competitivamente con los corticoesteroides por los receptores de glucocorticoides presentes en las células de Leydig, se reduce la inhibición que estos causan al disminuir la actividad de la 11 B hidroesteroide deshidrogenasa, la cual inactiva a los corticoesteroides; al disminuir su actividad los corticoesteroides pueden unirse más ávidamente a los receptores y así causar un estrés oxidativo adicional en las células de Leydig. Al no permitir la unión de los corticoesteroides, se evita la oxidación progresiva de las células y así la producción de testosterona aumenta. Actualmente y desde hace más de veinte años, existen en el mercado preparaciones hidrolizadas de Smilax officianalis, (IDS 17 hydroxy-mesterone).

Por otro lado, de Smilax medica se han aislado tres sapogeninas esteroideas, las cuales han demostrado potencial antifúngico contra Candida albicans, C. glabrata y C. tropicalis. El modo primario de las sapogeninas se considera que es mediante la interacción con los esteroles de la membrana plasmática.27 La efectividad de Smilax en el tratamiento del acné en adolescentes causado por andrógenos, ha recibido cierto soporte experimental. Entre otros países que utilizan zarzaparrilla para tratar los síntomas de enfermedades venéreas se incluyen: China, Tailandia, Filipinas, Malasia, Vietnam y Camboya. En un estudio controlado sobre 92 pacientes, la “sarsaponina” de Zarzaparrilla mejoró significativamente la psoriasis en 62 % de los pacientes y logró erradicar la enfermedad en 18 % de los casos.

Si Eun Lee y colaboradores,28 reportaron el papel antioxidante de la raíz de la zarzaparrilla, al concluir que los extractos que obtuvieron de la misma en cantidades elevadas, poseen actividad contra radicales libres de 1-1 difenil-2- picril hidracilo (DPPH), inhiben la peroxidación lipídica, promueven la viabilidad celular, y aumentan la actividad de las enzimas antioxidantes catalasa (CAT) y glutatión peroxidasa (GPX). Estos hechos sugieren fuertemente que la raíz de Smilax posee un potencial quimioprotector contra el

27 Sautour M, Miyamoto T, Lacaille-Dubois MA.: Steroidal saponins from Smilax medica and their anti-fungal activity. J. Nat. Prod. 2005 Oct. 68(10):1489-1493. 28 Si Eun Lee, Eun Mi Ju and Jeong Hee Kim.: Free radical scavenging and antioxidant enzyme fortifying activities of extracts from Smilax china root, Experimental and Molecular Medicine, 2001 Dic. 33(4):263-268.

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estrés oxidativo. De la raíz se aisló el “resveratrol”, cuya presencia en algunas plantas no fue de interés hasta que se descubrió el enorme potencial antioxidante de éste.29

En otro estudio realizado por Ju Yeon Ban, se verificó que el resveratrol tiene un efecto protector contra la neurotoxicidad inducida por N-metil-D-aspartato (NMDA) en cultivos de neuronas corticales. Muchas de sus propiedades neuroprotectoras se asocian a la capacidad de eliminar radicales. En el mismo estudio se afirma, que Smilax es un neuroprotector que disminuye el volumen del infarto cerebral, como fue demostrado en modelos in vivo. En adición a su mecanismo antioxidante, se han propuesto la activación de la proteincinasa (PKC); la activación de receptores hormonales PPAR a/g; así como la supresión de la actividad de la caspasa 7.30

Otro componente activo obtenido de Smilax, es la “astilbina”; un flavonoide que muestra actividad en la inhibición de la coenzima A reductasa, aldosa reductasa, y como antioxidante. También inhibe significativamente la dermatitis por contacto y daño hepático inducido por hipersensibilidad tardía. En la hipersensibilidad tardía se producen citocinas proinflamatorias como factor de necrosis tumoral alfa (TNF a) y (IFN a). Entre las enfermedades que son la causa de este tipo de hipersensibilidad, esta la dermatitis por contacto, la esclerosis múltiple, y la artritis reumatoide.31 La astilbina inhibe significativamente la elevación de la actividad de las transaminasas, reduce la producción de TNFa y atenúa cambios histológicos como infiltración linfocitaria, necrosis hepática, degeneración e hiperplasia de las células de Buffer. Adicionalmente inhibe la adhesión de las células esplénicas y linfocitos T a la fibronectina, laminina y colagena IV del hígado lesionado.32

Por otro lado, está comprobado que la astilbina posee selectividad inmunosupresora, debida posiblemente a la presencia de una ramnosa en el carbono tres

29 Belhouchet Zineddine, Sautour Marc, Miyamoto Tomofumi, and Lacaille-Dubois Marie-Aleth: Steroidal Saponins from the Roots of Smilax aspera subsp. Mauritanica. Chem. Pharm. Bull, 2008 56(9):1324—1327. 30 Ju Yeon Ban, Soon Ock Cho, Sun-Ha Choi, Hyun Soo Ju, Ju Yeon Kim, KiHwan Bae, Kyung-Sik Song, and Yeon Hee Seong: Neuroprotective Effect of Smilacis chinae Rhizome on NMDA-Induced Neurotoxicity In Vitro and Focal Cerebral Ischemia In Vivo. J. Pharmacol Sci., 2008 106(1): 68 – 77. 31 Wang J, Zhao Y, Xu Q.: Astilbin prevents concanavalin A-induced liver injury by reducing TNF-alpha production and T lymphocytes adhesion. J. Pharm Pharmacol. 2004 Apr. 56(4):495-502. 32 Jianming Guo, Feng Qian, Jianxin Li, Qiang Xu, and Ting Chen: Identification of a New Metabolite of Astilbin, 3_-O-Methylastilbin, and Its Immunosuppressive Activity against Contact Dermatitis. Clinical Chemistry, 2007 53(3): 465–471.

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a diferencia del resto de las flavonas. Esta inmunosupresión selectiva es de vital importancia, ya que es la que determina que los efectos secundarios sean mucho menores a diferencia de los que se presentan con otros tratamientos. De la astilbina se ha obtenido un metabolito la 3'-o-metilastilbina, la cual se ha demostrado está presente de manera natural en múltiples órganos de mamíferos y posee actividad biológica.33

Como antagonista de la TNF a una citocina pivote en la patogénesis de la artritis reumatoide, el empleo de la astilbina y su metabolito en el tratamiento de esta enfermedad es un avance y definitivamente un hecho que debe estudiarse más a fondo. La proteína esmilaxina obtenida de las raíces frescas de Smilax estimula la captación de timina por los esplenocitos, macrófagos peritoneales y células de la medula ósea, promueve la producción de NO por los macrófagos peritoneales y aumenta la captura de glucosa por el tejido adiposo.34 En cuanto a su actividad inmunomoduladora se ha demostrado que disminuye los niveles de IL-1 y TNF a. la IL-1 se ha postulado como parte de la destrucción de las células B del páncreas, su inhibición podría ser coadyuvante en los pacientes con Diabetes mellitus. Por otro lado la zarzaparrilla asociada con Gotu kola es útil en condiciones autoinmunes incluyendo la artritis psoriásica y esclerodermia. Su acción antiinflamatoria se ha demostrado por la inhibición de edema inducido por carrageninas. Su actividad es similar a la del acido acetilsalicilico al inhibir la actividad de COX-2 y la expresión de COX-1.

Con el surgimiento de la fitoterapia, se han planteado numerosas dudas al respecto de su efectividad en el tratamiento de muchas enfermedades. Es necesario realizar detalladas investigaciones que permitan verificar la presencia de tales cualidades en las plantas. Smilax officinalis es aún muy utilizada en nuestro país, por lo cual es necesario que se inicie un cuidadoso estudio que permita identificar adecuadamente la presencia de compuestos curativos; si bien es cierto que muchos de los mecanismos de acción están siendo dilucidados, aun es necesario esclarecer qué especies los contienen en mayor cantidad, cual es la vía óptima de extracción de éstos, la dosis adecuada para los pacientes, y otras tantas características que aun no están uniformadas.

33 Shu XS, Gao ZH, Yang XL.: Anti-inflammatory and anti-nociceptive activities of Smilax china L. aque-ous extract. J. Ethnopharmacol. 2006 Feb. 103(3):327-332. 34 Chu KT, Ng TB,: Smilaxin, a novel protein with immunostimulatory, antiproliferative, and HIV-1-reverse transcriptase inhibitory activities from fresh Smilax glabra rhizomes. Biochem Biophys Res Commun. 2006 Feb. 340(1):118-24.

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Sobre el contenido de la obra: Este libro es el más pequeño de los cuatro, más no por ello tiene menor interés, pues para la historia de la medicina mexicana, constituye el primer documento americano impreso, del proceso de fusión médico cultural que caracterizó a toda la medicina en su primer siglo después de la conquista. En este libro, Bravo se desprende de su revestimiento doctoral europeo y se interesa por un tema americano. Descubrió en los médicos mexicanos que la utilizaban, un error en la apreciación de sus cualidades y trató de enmendarlo, imponiendo su criterio. La descripción botánica está bien desarrollada y la compara con la Smilax aspera, descrita por Dioscórides y comentada por Andrés Laguna, en cuyo libro identifica a ambas como una sola especie. Bravo, detalladamente expone sus diferencias hasta llegar a una conclusión completamente admitida hasta nuestros días: nostra salsaparrilla non est smilax aspera dioscorides, sed diversa planta.35

Las discrepancias que tiene con Nicolás Monardes -médico sevillano contemporáneo de Bravo-, en relación con la venosección en la pleuritis, van más allá de este problema conceptual, pues Monardes para 1570, ya ha publicado dos ediciones de su libro “Sobre todas las cosas que traen de nuestras Indias Occidentales que sirven al uso de la medicina”, en el que existe un capítulo dedicado a la zarzaparrilla. A Monardes se le reconoce como el principal introductor de la terapéutica indígena mexicana, en la farmacopea de Europa y es posible, que controlara los embarques que llegaban a Sevilla con la planta americana, lo que se había constituido en un monopolio al que Bravo no tuvo acceso. Tal vez, esta sea una de las razones por las que Bravo viaja a México, pues en su Epístola señala: “[...] hay que llegar allí, al origen de la hierba (vulgarmente llamada zarzaparrilla), particularmente en esas regiones, donde se hacen escritos sobre sus cualidades y eficacia, como si en ese lugar fuera nueva, y porque su eficacia en el cuerpo humano, es seguida a la disposición de la enfermedad y se aplica con provecho. Médicos ignorantes que de aquella ciudad la han desterrado, cuya desgracia la sufre la plebe; la opinión de ellos es presentarla como todo lo demás, en tinieblas y fracasando.” Este libro cuarto de la Opera Medicinalia, lleva por título: “Observaciones sobre la raicilla, que en lengua indígena llaman zarzaparrilla, que por algún modo tiene poder curativo, y que comúnmente en esta ciudad mexicana equivocan, afirmando que hace salir con eficacia el frío, en las partes aisladas del cuerpo donde se encuentran las enfermedades, y en otras, lo cual necesita explicaciones experimentadas, que sean

35 Nuestra zarzaparrilla no es la Smilax aspera descrita por Dioscórides, sino una planta distinta.

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claras y apropiadas para divulgarlas de esta manera”. Al finalizar el título, dedica este libro a Luis de Villanueva, doctor en leyes y oidor de la gran Audiencia de México; y a continuación presenta otro epigrama del mismo médico Enrique Tavares,36 quien ya había hecho uno para el libro segundo. El epigrama dice: “He aquí para ti la iluminación, si alguna cosa oculta hay en esta hierba, para que deslumbre ante la oscuridad de la pátera.37 Resuena Bravo, al rodear con ímpetu las ruinas sucias y comunes, para descubrir el camino opuesto. Donde la oscuridad, mueve el deseo para corregir y auxiliar en esa destrucción, estando obligado a hacer salir el origen de áspera”. A partir de aquí, se inician los catorce capítulos que componen el libro, aunque sólo están numerados trece, con una repetición del tercero, por lo que en este trabajo, nos referiremos a éstos como primer tercero y segundo tercero. Capítulo primero. He aquí por qué de ordinario, se creé equivocadamente en la ciudad mexicana, que la raíz (como vulgarmente llaman a la zarzaparrilla) es fría, y me comprometo que en este libro quedará bien explicado. Inicia este capítulo, señalando la equivocación de que en México se considere a esta raíz y a otras como frías, y no como un antídoto natural de temperamento cálido y seco, rechazando categóricamente que sea fría y húmeda, al no poder acabar con la calentura; y a continuación, expone su método: “[este] razonamiento físico está de acuerdo con las cosas médicas, máxima pretensión, que como oficio del médico es un deber, penetrar ahí donde hay cosas desconocidas para llegar hacia alguna parte; después y por alguna razón, se descubre su eficacia en el cuerpo humano para protegerlo constantemente de las enfermedades, y con justicia se puede mostrar que tienen poder, estando obligado a explicar con razón en cuales épocas y regiones de la tierra, se establece su utilidad final”. Capítulo segundo. Exponemos que esta raicilla es una planta nueva, no identificada por los médicos anteriores, en donde hay un error capital que asegura Andrés Laguna; con una verdadera imagen y descripción de esta raicilla, como se cita en esas regiones en que nace. Inicia Bravo, señalando que esta planta no fue descubierta en la antigüedad y que fue llevada a la isla La Española y de ahí a Europa por los españoles, desde Nueva España, Perú y Honduras, de donde considera que es originaria. En este punto señala el error de Andrés Laguna, quien la identifica con la Smilax Aspera de Dioscórides, y considera al final: “¿De dónde sale esta opinión absurda de Laguna, que de acuerdo con el

36 Médico portugués, titulado en España y llegado a México a mediados del siglo XVI. Residió en Zacatecas y en 1590 se le nombró para dirigir el Hospital de San Miguel en Guadalajara. (Somolinos, 297). 37 Vaso poco hondo en el que se vertía el vino para las libaciones en los sacrificios.

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herbario, en verdad es una definición torpe?” Efectivamente, Laguna escribe: “La Smilice áspera, no es otra cosa sino la zarzaparrilla tan celebrada por el mundo universo. Sus flores son blanca, y fuertemente olorosas, y su fruto se parece cosa de no creer a las uvas salvages. Hallanse dentro de cada grano, uno, dos, y a vezes tres cuexquezicos redondos, duros, lisos, y relucientes, teñidos de un roxo oscuro. Sus rayzes son luengas de diez y doze brazas. Nace copiosamente por los setos, y por las zarzas; y ansi no cumple yr a las Indias por ella”. [Primer] Capítulo tercero. En donde guiaremos hacia una definición de nuestra zarzaparrilla, para alcanzar solamente esto; y del mismo modo hacer una descripción veraz de la enredadera áspera de Dioscórides. Este capítulo se inicia con una descripción de la zarzaparrilla: “Por algún medio son muchas las raíces que tienen la facultad de salir por la tierra, elevándose y equilibrándose, las cuales, nosotros frecuentemente llegamos a emplear para la curación de las enfermedades. El sarmiento echa fuera, dos o tres raíces delgadas y doradas, y algunas veces un mayor número; unas veces, los sarmientos están llenos de muchas espinas agudas con intervalos sólidos, por lo que se comprende que es extensa y grande, y en el vértice se presentan unas bayas sin punta, las cuales, ciertamente son habitualmente blandas en su interior, y por fuera son completamente ásperas y llenas de espinas muy agudas. No tienen ningún fruto ni echan flores, más una planta sin frutos es por completo un sarmiento, y así se eleva hasta lo alto como trepando un árbol -parecida a la vid o bien a la hiedra-, saliendo y abriéndose paso tanto, hasta que lo cubre totalmente y con él formar un conjunto. De acuerdo con esta razón, el nombre vulgar de sí misma se compara con una zarza parricida, puesto que allí donde trepa solo hay espinas.” A continuación presenta la descripción que hace Dioscórides de Smilax: “Smilax aspera, habitualmente tiene hojas delgadas semejantes a los sarmientos y a muchas zarzas; trepa por el tronco de un árbol hasta llegar a la punta, o bien abriéndose paso hasta formar con él un conjunto; presenta racimos pequeños que cuando maduran son rubicundos, levemente mordaz al gusto; nace en lugares pantanosos y ásperos.” Ante estas descripciones, Bravo advierte la semejanza con la zarzaparrilla, pero sobretodo las diferencias, pues no posee frutos ni flores olorosas. El segundo error, tiene que ver con la característica médica que le da Dioscórides de alexifármaco, 38 y Galeno la considera aún nociva para el cuerpo, provocando envenenamiento si la proporción es elevada, en este sentido, un veneno se cura por su contrario, que es un alexifármaco, más si se prolonga su 38 Se dio este epíteto a los remedios propios para combatir los efectos de los venenos que obran exterior-mente, dándose el de alexifármaco a los que combaten los venenos desde el interior.

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uso, o se consume en grandes proporciones, o bien, si el enfermo ha curado, entonces el alexifármaco se convierte en un veneno para el cuerpo. Termina el capítulo presentando dos láminas, con las diferencias entre las dos plantas. [Segundo] Capítulo tercero. En donde se anticipa la eficacia común y cotidiana de esta raicilla, además de argumentar que es caliente y seca. Como consecuencia del capítulo anterior, Bravo afirma entonces que no se han estudiado las virtudes de la planta, ni la naturaleza de su temperamento, y señala que Galeno: “En presencia de sus discípulos acostumbraba aproximarse a la práctica, y también revisaba severamente lo que era de utilidad, incluso reflexionaba allí, en lo que se está de acuerdo, lo cual no afecta a nuestro medicamento, por el contrario, todos están de acuerdo en hacer el examen de este modo para examinar su naturaleza.” Y llegando a la conclusión que su poder es “secar”; efectivamente, aquí considera que la forma de encontrar su virtud, es conociendo los humores (pituita o bilis) que provocan la enfermedad, que primero se vuelven gruesos y después duros,39 precedidos de un sudor copioso; el tratamiento debe hacer que los humores se vayan adelgazando o cuando la dureza es externa, se pueda hacer un corte para vaciarlos. “Aquí se debe iniciar con una bebida caliente de la raicilla, negando su temperamento, y aquí completamente se distingue la norma según sus efectos, con el fin de examinar lo más posible, las facultades particulares de esta planta, [la cual] es llevada en general a todas las partes del cuerpo para llevar a cabo su efecto: penetrar en lo profundo; romper lo externo sin hacer un corte; destruir y hacer salir los humores gruesos por el aliento, por las orinas y aún por un sudor copioso. Todo eso se lleva a cabo con eficacia penetrando hasta lo profundo o a las vísceras, y parcialmente separando lo que está adherido profundamente en el interior.” Así es como describe la acción de la planta, aceptando que el único temperamento que puede adelgazar un humor es lo caliente. Capítulo cuarto. En donde se confirma de acuerdo con el testimonio de Galeno, que esa raicilla es caliente. En este capítulo se expresan varias opiniones de Galeno con respecto a la evacuación de los humores, y en donde se dice que toda purgación por los poros es caliente, y arremete ahora contra Villalobos, 40 “que en sus Comentarios de cosas médicas, capítulo sobre la zarzaparrilla, observa que tiene dudas sobre lo cálido de la

39 Tumor o callosidad que se hace en el cuerpo por causa de algunos humores que se detienen o extravasan, también se le conoce como absceso. 40 Francisco López de Villalobos (1473-1549),

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zarzaparrilla, incluso se atreve a situarla como fría, ni se transporta o se desvía hacia la parte afectada, lo cual ciertamente, es otro modo de pensar y reflexionar.” Capítulo quinto. En qué punto habitan los sudores que son atraídos y ocasionados por el mercurio, según la naturaleza del temperamento, y de acuerdo con el camino que manifestaron los griegos. En esta parte, Bravo trata de reflexionar sobre la producción de los sudores, si es fría o caliente, y utiliza como ejemplo los provocados por el mercurio: “En verdad existe una necesidad de calmarse, y perseverar repetidas veces como en los ejercicios piticos,41 y a cambio de ello tener por la mañana alivio, y el mercurio no lo cumple ni tampoco las sales; y en un envenenamiento, hay decir que sí a otro [remedio] distinto, porque de ese modo son conducidos completamente y destruidos no en magnitud; entre los tejidos, el mercurio comparte el calor con el veneno para poder conducirlo, pero no pronunciemos cantidad, pues en quienes hay frío hay veneno.” A continuación, entra en una controversia con Laguna por el mercurio y sobre su poder de envenenar. Capítulo sexto. En donde se divulga la opinión más frecuente de una medicina no común; y he aquí por qué conduce, el grado de temperamento de la raicilla. En este capítulo, se habla nuevamente del calor corporal, haciendo diferenciar la edad del individuo y la estación del año, por lo que Bravo considera que deben tomarse precauciones con el uso de medicamentos, para no provocar accidentes, manifestando que la planta tiene la gran ventaja de no originarlos: “Nuestra raíz no solamente actúa en esas condiciones, sino en todo tiempo y situación, aún en regiones sombrías rápidamente se suda sin cesar. Por lo cual, éste es el argumento del razonamiento sobre de que por sí misma es caliente, no ocasionando accidentes de la misma manera que el agua, como también arriba lo ha manifestado Galeno, en donde solamente se diferencia de la posibilidad de perecer, quienes se alejan de la ocurrencia de un accidente en el sitio. También tiene la facultad por sí misma, de que en todo momento es visible completamente, la eficacia de no producir accidentes y solo alguna rara vez.” Así, Bravo llega a la conclusión de que la zarzaparrilla es cálida y seca en segundo grado. Capítulo séptimo. En donde se rechaza otro error sobre la raíz, de los médicos de esta ciudad. En este capítulo, se ofrece una disertación sobre el temperamento de cada planta, considerando que de ninguna manera éste puede cambiar, siendo lo mismo en España

41 Los Juegos Píticos fueron realizados en Delfos y consagrados a Apolo. Inicialmente consistían únicamente en un concurso musical, donde cada candidato cantaba un himno en honor de Apolo, acompañándose de una lira.

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que en América, aunque menciona como ejemplo, que Persea arbore en Persia envenena, mientras que en Egipto su fruto es saludable. Explica entonces, que tal vez por esta causa, también haya confusión con la planta americana. Capítulo octavo. Hacer salir todo lo que produce la enfermedad, en vez de una ventosa, diría que esta hierba es saludable, y aún diría de otro modo, que el daño es responsabilidad de su uso. La acción básica de la planta, queda descrita de la siguiente manera: “es un antídoto que encuentra sobre todo y completamente el motivo de la enfermedad, que solamente es favorable a partir de su uso, cuando el remedio es evacuatorio, y no solo altera el sitio [de la enfermedad], hace cesar toda causa de la enfermedad, lo que es suficiente para dividirla y separarla, de ahí que diría: cuando se reúne con los fluidos, los excita.” Expresada su acción, Bravo empieza a describir las enfermedades que pueden ser curadas con la planta: “Cuando el motivo de la enfermedad es la bilis [amarilla], se originan fiebres que pueden ser erisipelatosas, tercianas, intermitentes o puras, que se pueden acompañar o no, de frenitis, manía, dolor de cabeza o hemicraneal, y aún por ésta bilis, hemorragias, hemoptisis, cólera disentérica, herpes y otras, se pueden producir. Otras [enfermedades] se pueden causar por bilis negra, o por bilis requemada si no es buena, o bien si la sangre es melancólica,42 y enfermedades de la piel en las que de algún modo se altera la pituita,43 como la úlcera serpiginosa, el impétigo, las escoriaciones y aún las [enfermedades] llamadas corruptas por los griegos, como la sarna, la lepra y úlceras en todo el cuerpo; incluso las [enfermedades] parcialmente pútridas y malignas, las cuales son crónicas como el cáncer inveterado, úlcera del pezón y otras de esta naturaleza. Otras son por abundancia de sangre, o bien por su alteración continua, como son las fiebres sínocas y los dolores de cabeza, y todas las inflamaciones que nacen del agotamiento corporal, tanto internas como externas como el flemón, el carbunco, los furúnculos, la phyma,44 el granuloma, la pleuresía y la perineumonía, la apoplejía y el debilitamiento, enfermedades todas causadas por la

42 Biliosa. 43 Flema. 44 Término griego que se puede traducir por absceso o tumor y que se describe de la siguiente manera: “Una phyma se forma en el pulmón cuando se acumulan flegma o bilis, se pudren y, mientras aún están bastante crudos, ocasionan un ligero dolor y una tos seca. Cuando están maduros, en cambio, sobreviene un dolor agudo por delante y por detrás y se ven afectados de calenturas y de tos fuerte. Y si madura y estalla y el pus se abre paso hacia arriba, es expectorado por completo y la cavidad en la que estaba el pus se deshace y se seca, el enfermo sana por completo.” Hipócrates, (1990), Tratados Hipocráticos VI, Enfermedades, traducción al castellano de Assela Alamillo y Dolores Nava, España, Editorial Gredos, 74 pp.

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abundancia de sangre. Hay otras que provienen de los humores mucosos y grasientos, tal como la epilepsia, la podagra y la artritis, originadas por la fuerza vital de la pituita; tumores internos y externos, edemas y fiebres cotidianas y aún de larga duración, resolución de hidropesías, afectación comatosa y letárgica, catarro y flujos catarrales que caen gota a gota y que en todas las circunstancias se permiten con frío y humedad. Por último están, las que son producto de la grasa y de la tierra, y como resultado de la fuerza vital de la melancolía, observa que es posible la ictericia, la hinchazón cirrótica, fiebres cuartanas y tumores escrofulosos; otras formas melancólicas son la obstrucción del bazo, dolores hemorroidales, dureza de vientre y várices, en todas las circunstancias, la fuerza que las genera es el sedimento que se arrastra por largo tiempo, materia que atrae la enfermedad; en estas enfermedades hay otro tipo de materia, y diría un día, que lo que garantiza la salud, es consecuencia sobre todo del uso de esta hierba que presentamos, que disuelve la enfermedad así como la bilis, o incluso lo que origina el agotamiento aún cuando sea cálido y sean incluso delgados los humores que conducen ese daño, sobre todo cuando el sitio es claramente caliente; cuando el calor es mayor igualmente es comparable con el sitio, no así en las enfermedades de la sangre y aún en las biliosas, y aquí se puede dar la raicilla completamente de otro modo.” Capítulo noveno. En donde se ven todas las manifestaciones causadas por las afecciones45 y enfermedades, en las cuales esta raicilla se recomienda por ser saludable y potente. En este capítulo, continua con una explicación de cómo actúa la planta en algunas afecciones: “Así pues, en un largo dolor de cabeza y queriendo dar la vuelta hacia la curación, escuchamos [al paciente] con mucho trabajo y aún teniendo los ojos húmedos, [la planta] tiene el poder de calmar la enfermedad; a veces, da gusto probar cómo [el paciente] se restablece del padecimiento, y él mismo compara la fuerza que suele auxiliarle. Cuando se produce una copiosa humedad que transita desde la cabeza y el aliento liberado se agota, los suspiros pueden ser útiles, pues sin duda, la mucosidad gruesa en los pulmones se arroja por los conductos cuando un hombre apura la respiración; a menudo la flema que causa la corrupción, se acostumbra curar principalmente según la constitución de los humores fríos, y la molesta nausea al alimento, no logra restablecer su alteración. En una afección hepática y también en una del bazo, muchas veces el tratamiento abre una obstrucción, y aún hay utilidad en la afección localizada del bazo, así como en una enfermedad ictérica. A menudo, la curación 45 Estado morboso adquirido del cuerpo, considerado en sus manifestaciones actuales, sin tomar en cuenta la causa etiológica.

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es diligente en todos los escirros indurados del bazo y hepáticos, tanto internos como externos y que permanecen solamente un poco sucios, además de que esta substancia fluye y los consume. Tritura los cálculos del riñón sin importar que sean de tierra sucia, y aún con facilidad calma y limpia la orina contenida y de trabajosa [expulsión]. Hace cocer lo difícil en el estómago y más bien restablece la debilidad de la boca del estómago, desinflamando y vaciando; se ha confirmado también [su uso] en la inflamación del bajo vientre que dura mucho tiempo, y cuando se une a daños por corrupción, [la hierba] hace salir completamente todo, aún los fluidos pituitosos retenidos; éstas mismas materias se consumen luego y completamente en las mujeres, además de que hacen salir los meses del útero; penetra y más bien detiene las hemorroides, y en seguida abre y pone en movimiento las orinas copiosas, es más, también [mejora] a los enfermos de gota completamente y arranca los fluidos de las articulaciones; por aquí y siguiendo este razonamiento, también en los que padecen de mucha agua intercutánea, se debilitan los humores a los que precisamente se les atribuye la hidropesía, para abandonarla particularmente como lo que llamamos leucoflegmacia, debiendo completamente tomar vino y no agua, la que perjudica a un hidrópico. Por algún medio y por causa de una irregularidad del aspecto corporal (lo que llamamos caquexia), también le es un remedio muy bueno, de tal forma que lo sobrante lo separa; esta [planta] auxilia algunas veces en la elefantiasis, incrementando la fuerza vital y hasta el tétanos no es raro curarlo por medio de ella; [también] en las convulsiones y en todos los nervios inflamados, aún cuando están extendidos se relajan a fin de que adquieran su ritmo y también una parte se libera (en cierta manera lo que llamamos parálisis) y con frecuencia se cura.” Capítulo décimo. Aquí en este punto decimos la época, la región, la duración y otras condiciones, que cuando se adaptan bien, la raíz es muy conveniente. En estas líneas, Bravo describe las características del clima para que la planta pueda tener mayor efecto, así como la edad del paciente, recomendando no aplicarla en los niños, pues según su experiencia, tiene efectos muy ligeros. Capítulo undécimo. En donde se refuta la opinión médica de quienes dicen que esa raicilla, actúa por su forma específica, o por la esencia de su tierra y no por su complexión. En este apartado se discute si es la esencia de la planta o su temperamento, lo que produce el bienestar; cita frecuentemente a Galeno y propone experimentar con la planta y su forma de curar. Capítulo duodécimo. Donde se refutan las declaraciones comunes y necias de esta ciudad, sobre ésta nuestra hierba. “Nadie está en divergencia con nosotros, e incluso con

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nuestra [hierba], de que en verdad vacía y separa en forma diligente, argumento tomado de acuerdo con la experiencia, por lo que se puede compartir y reconocer de forma común y duradera. Por esto uno puede ser testigo, cómo al añadir ese antídoto que es caliente, tiene ese poder en la mujer cuando está afectada de dolor uterino y además, cuando se sale el útero, mal que se tiene que abatir continuamente, porque es muy poco el poder para colocarlo en su posición ya que no está frío, pues cuando el daño del útero es enteramente frío –de acuerdo con Hipócrates y con el libro 3, Sobre las Enfermedades Agudas, de Galeno-, lo caliente tiene un poder completo.” De esta manera inicia este capítulo, en el que demuestra que la planta sirve para controlar enfermedades uterinas, las que se aceptan son producto del frío y por lo tanto, si son curadas por la planta, ésta es caliente. Capítulo decimotercero. Sobre la habilidad y utilidad que unas veces presenta esta raicilla, para mantener el cuerpo en buen estado. En este capítulo, Bravo se refiere a la forma de preparar la raíz de la planta como medicamento, señalando: “Es verdad que se le reconoce libremente como polvos, o bien, se presenta como jarabe y como ejemplo, ninguno es perjudicial para el cuerpo, y no obstante, declara habilidad para aliviar completamente, de tal modo que al hacer cocer esta raicilla en agua, es un hecho aceptado que protege al cuerpo.” Aunque se acepta de las dos formas, bravo prefiere la decocción en agua y agregarle miel o azúcar para formar un jarabe, como la mejor manera de administrarla. Termina recomendando una dieta blanda a base de caldo de gallina, para robustecer al enfermo.

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Autores Médicos que aparecen en el cuarto libro de Francisco Bravo

Rodolfo Cortés Madrazo

Introducción: Con respecto a las fuentes utilizadas por Bravo, ya se mencionó que es galenista, y por lo tanto, Galeno es a quien cita el mayor número de veces, muy poco a Hipócrates, pues ge-neralmente cita los comentarios de galeno sobre Hipócrates. Con respecto a la descrip-ción de la zarzaparrilla, cita desde luego a Dioscórides y sobre todo la traducción que hace Andrés Laguna de Materia Médica. Con respecto a los libros de cada uno, se presentan con su traducción al castellano, y a pie de página se presenta su título en latín. Creemos haber encontrado todos los libros citados; al respecto, es importante señalar las diferen-cias encontradas entre las referencias de Bravo, que son en latín, y las traducciones de que disponemos de Hipócrates, pues son del griego. Sumemos a lo anterior, una gran cantidad de equivocaciones en las citas, sobre todo, en la forma de numerar lo párrafos o

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los capítulos, incluso erratas de tipografía, que son muy abundantes. A continuación pre-sentamos, una semblanza, de los autores más citados, lo que ayuda con mucho, entender sus puntos de vista con respecto al tema en cuestión. Galeno: “Yo suplico que tu no tengas nada que ver con médicos”, escribió Cato, un patriota romano, varios siglos antes del nacimiento de Cristo. El cuidó a su propia familia y a sus esclavos, frotando una hoja de col verde, en cualquier parte dolorosa o herida, o dándoles de comer col a los que estaban débiles, cruda o cocinada, y lavada en un barril de vino. Sus amigos aseguraban que él vivió más que ochenta y cinco años con su tratamiento, y desde luego, muchos de ellos siguieron su ejemplo. Los médicos no eran necesarios donde la col era plantada y cosechada en abundancia. Muchas personas en Roma pensaron como lo hizo Cato, por lo que la atmósfera romana, era asfixiante para los médicos. Y aunque había algunos esclavos egipcios, que actuaban como médicos, muchos los llamaban envenenadores. Aunque, existían algunos médicos de hierbas, las personas no tenían la oportunidad de conseguir algún tipo de medico profesional. Aquellos, iban a través del Imperio, tratando a los romanos con sus hierbas, con sus conjuros y amuletos. Y toda la gente creía en dioses y diosas como Carna, el protector de los intestinos; Febus, la diosa de la fiebre; Lucina, la diosa del parto. Fueron grandes creyentes, como también en la Grecia de Asclepio, al cual llamaron Esculapio, y para el que hicieron templos, como al de los griegos. Aunque las brillantes ideas romanas, eran muy pocas acerca de la practica de la medicina, pusieron un gran almacén para preservar y salvaguardar la salud pública. Sus enormes piscinas abiertas a todos, estaban llenas; las piscinas de Caracalla, podían acomodar seiscientas personas al mismo tiempo, y las piscinas de Diocletia tenían espacio para tres mil. Aquí, había cuartos de vapor y cuartos para masaje, albercas de agua tibia y agua fría, y baños calientes y fríos; grandes piscinas como estas, eran construidas y patrocinadas en todas partes del Imperio. El sistema romano de alcantarillas, era mucho más ambicioso que la de las piscinas. La Cloaca Máxima, la mayor alcantarilla romana, que fue construida en el siglo VI a.C., fue tan grande, que se decía que montones de heno

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podían ser llevados a través de ella. Esa misma alcantarilla fue copiada en muchos otros lugares, el agua corría, incluso en pueblos pequeños. Pero salud pública y sanidad, no era medicina. No había médicos de ninguna materia en Roma, cuando Galeno empezó a practicar en Pérgamo, en Asia Menor. Esto ocurrió en el siglo II d.C. Fue tan eminente en tan poco tiempo, que se volvió plática de todos, y fue reconocido como una gran autoridad, por generaciones después de su muerte. Nadie pensó que valía la pena, tratar de hacer cualquier investigación nueva, pues Galeno sabia todo lo que se tenía que saber de medicina. El padre de Galeno, Nikon, tuvo la intención de volverlo filosofo, no médico. Pero una noche, un sueño le ordenó a Nikon educar a su hijo como médico. Siempre había creído indudablemente en los sueños, por lo que el muchacho fue enviado a estudiar medicina. “Mi padre era calmado, amigable y honorable”, escribió Galeno, pues tenia por costumbre, introducir partes de su historia personal, en sus escritos de medicina. Por el contrario su madre, decía que era de mal humor. Para estudiar medicina en aquellos días, era necesario viajar, y después de que Galeno aprendió todo lo que pudo en Pérgamo, fue a Esmirna para ocuparse de los textos de un médico llamado Pelops; y desde ahí viajo a Grecia, Cilicia, Fenicia, Palestina, Creta y Cyprus. En todos estos lugares busco a los médicos más reconocidos, para aprender de ellos. Al final llego a Alejandría, esa gran ciudad en la boca del Nilo, con su enorme biblioteca y escuela. Las disecciones se había hecho hacía mucho tiempo, en esa escuela de medicina y aunque éstas fueron olvidadas, aun había esqueletos humanos completos que se podían estudiar. Se quedó cinco años en Alejandría, aunque fue poco lo que pudo aprender, “el arte de la medicina era enseñado por ignorantes, en largas e ilógicas lecturas, a muchos niños de catorce años, que nunca habían estado cerca de la enfermedad”. Resolvió entonces, que la práctica era mejor que la teoría, así que regresó a Pérgamo. La suerte estaba con él, se dirigió a recibir un nombramiento como el cirujano oficial de los gladiadores, lo que trajo con ello, un gran prestigio. Quería cuidar a los hombres, que habían sido gravemente heridos en los sangrientos combates del anfiteatro, porque quería experiencia. Quería saber mas acerca del cuerpo humano, acerca de los cuerpos que habían sido cortados, acerca de huesos rotos y cráneos aplastados. Y realizó

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bien su trabajo. En los tres años que sirvió en la escuela de gladiadores, se dijo que ni un solo hombre murió, a pesar de que estaban seriamente heridos. Todo el tiempo que trabajó en Pérgamo estudió, escribió y dio clases, y muy pronto, obtuvo una gran reputación, pero estaba cansado, quería ir a Roma, y finalmente lo consiguió. Las cosas no fueron fáciles en Roma, en Pérgamo todos le conocían; muchos habían conocido a su padre antes que a el, pero en Roma era un extraño y nadie le ponía atención. En un esfuerzo para hacer obtener un lugar, empezó a llamar a varios médicos establecidos, que había llegado a Roma desde Pérgamo. Un día visitó a un médico llamado Eudamus, que estaba enfermo; no podía mover el tercer y cuarto dedo de su mano derecha, y los médicos mas reconocidos de la ciudad, fueron llamados para tratarlo, pero sus esfuerzos habían sido en vano, se temía que la parálisis se extendiera al resto de su cuerpo. ¿Dejarían que intentara tratar al paciente? Galeno les preguntó, y como los médicos ya no sabían en que mas hacer, estuvieron de acuerdo en dejar que lo intentara. Pues bien, Galeno había hecho algunas disecciones en animales cuando estuvo en Alejandría; una vez diseco la médula espinal de un simio, y aunque era lo suficientemente sabio, como para mencionar que no podría haber alguna similitud entre su paciente y el simio, le bastó recordar los nervios conectados a la medula espinal, y comenzó su interrogatorio a Eudamus, quien había sido arrojado de una carreta algún tiempo atrás, y se había golpeado el cuello contra una piedra, aunque la lesión no había sido muy grave. Entonces eso fue, Galeno se dijo a si mismo. Y trató el nervio en el cuello, y no el dedo. Después de algún tiempo, Eudamus fue capaz de mover sus dedos otra vez. La reputación de Galeno se disperso; hombres y mujeres ricos, de todas partes venían a consultarle, entre los celos de los médicos romanos, pero ¿Qué le importaba eso? Estaba ocupado tratando a sus pacientes, haciendo discursos, escribiendo, el mismo dijo, que escribió ciento veinticinco tratados de temas médicos. De repente dejo Roma, sin que nadie supiera por qué. Regresó a Pérgamo, y cuando un mensajero le trajo una invitación para servir como médico a Marco Aurelio, el emperador, Galeno acepto de inmediato. Después de la muerte de Marco Aurelio, fue médico del Emperador Commodus y después de que éste fuera asesinado, lo fue del Emperador Septimus Severus. Tal vez, los emperadores no fueron pacientes tan interesantes, como lo fueron los gladiadores, pero mientas estuvo a su lado, Galeno siguió

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dando clases, escribiendo, estudiando, investigando y amontonando, una gran cantidad de conocimientos, y también de errores, los cuales pasaron a las siguientes generaciones. Murió, probablemente en el año 200 d.C., durante el reinado del último Emperador al que sirvió. Muchos estudiosos se han preguntado, qué fue lo que consiguió al final de su vida, y por qué su influencia fue tan grande, tanto, que aún se le mencionaba como una autoridad, mil quinientos años después de su muerte. El fue un médico experimental muy bueno, y aunque siguió la enseñanza de Hipócrates, también hizo aportaciones propias. Si bien, las disecciones humanas habían sido olvidadas en sus días, él diseccionó simios y cerdos, y de estas, hizo deducciones ingeniosas. Muchas veces sus deducciones no fueron del todo correctas, pero el método fue brillante: “Un médico necesita estudiar anatomía, como un arquitecto necesita seguir un plano”. Nunca entendió la circulación de la sangre, pero distinguió entre los nervios que llevaban los sentidos al cerebro, y aquellos que controlaban los movimientos; también clasificó diferentes variaciones en el pulso, y trató de relacionarlas con las enfermedades de los pacientes. Una vez, fue llamado para tratar a una mujer melancólica, que persistía en la creencia de que estaba muy enferma. Mientas Galeno se sentó cerca de la ventana, examinándola, pasó Pylades, un bailarín atractivo, que caminaba en la calle, entonces se percató, que el pulso de la mujer se volvía rápido. “Hay una conexión entre la mente y el cuerpo”, pensó y dedujo: “La enfermedad de mi paciente tiene su origen en su mente”. En los años siguientes, con el crecimiento del cristianismo, la gente estaba menos interesada en la verdad científica, y por consecuencia, creyeron más en la autoridad. “Solo hay un médico: Galeno”, dijo Marco Aurelio. Hipócrates: La pequeña isla rocosa de Cos yace al norte de Rodas, lejos de la costa de Asia Menor. Si llegas a caminar por lo alto de las colinas, cerca del golfo, ahí te encontrarías con un antiguo árbol (algunos dice que fue un platanar), cuyas ramas extendidas arrojan un molde de luz y sombra en el suelo arenoso. “Fue bajo ese árbol donde Hipócrates enseñó a sus discípulos”, los aldeanos te contaran, “un gran hombre, Hipócrates, [...] él vivió aquí, en Cos, hace mucho tiempo”. Pero si los presionas, descubrirás que saben muy poco acerca de él, sin embargo, hay muchas leyendas que comprueban su grandeza, pues

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“después de su muerte, un enjambre de abejas anido en su tumba”. También dicen: “Cuando las abejas volaron fuera de la tumba, tuvieron poderes milagrosos, de tal manera que su picadura podía curar todo tipo de enfermedad”. O si no, te hablarán de la terrible plaga que afligió a Atenas, en la Era de Pericles, “Hipócrates acabo con la plaga construyendo fuego”, así lo dicen. No muy lejos del antiguo árbol, una estatua desmoronada de mármol, de un hombre en prendas clásicas, y con una barba rizada, se encuentra en una reciente plataforma de piedra. “Esa estatua, fue hecha en mil novecientos veinte nueve”, te dirán, “es el gran Hipócrates, [...] como ve, el era un hombre muy bajo”. Pero, a pesar de que vivió en la era dorada de Grecia, y hay mucho escrito sobre sus contemporáneos, existe poca mención de Hipócrates, el hombre. Probablemente vivió la mayor parte de su vida en Cos, viajó demasiado en un periodo, y murió en Larissa en Tesalia, alrededor del 377 a.C. Eso es todo lo que sabe acerca de Hipócrates, la leyenda de su grandeza, y lo brillante de su pensamiento y de su trabajo. Ese brillo llega a nosotros, no directamente, pero como un tipo de luz reflejante, no por un libro, o incluso una sola hoja escrita por Hipócrates, que permanece para ser leído por nosotros. Sin embargo sabemos sus ideas, tan claras como si las hubieras dejado escritas, para eso, durante los años que estuvo enseñando y practicando, sus discípulos hicieron notas cuidadosamente de lo que él decía. Estas notas fueron reunidas y preservadas, traducidas en varios idiomas, citadas y discutidas. El gran conjunto de estas notas hoy en día, son conocidas como Corpus Hipocrático. Cada vez que se afirme: “Hipócrates dijo esto”, o bien, “Hipócrates dijo aquello”, significa que estas son las ideas que se escribieron en el Corpus Hipocrático. Las ideas son nuevas para su tiempo, originales y valientes, como si hubieran sido dichas por el mismo gran hombre. Como muchos de los griegos de su tiempo, Hipócrates debió haber visto con desprecio al polvoriento pie, haciendo su camino hacia el templo de Asclepio. Y aunque era un hombre religioso, pero no creía que las enfermedades podían ser curadas por dormir en el templo, o rezando a los dioses. La enfermedad no es enviada por los dioses o retirada por ellos, él señaló: “Hay alguna causa material para cada enfermedad. Si podemos encontrar la causa, podemos curar el mal”.

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Era un gran anuncio éste, como si el hombre se hubiera parado sin miedo, protestando que él confiaba en su propia razón, de frente ante todos los dioses, en una orgullosa declaración, colocando a un lado, los hechizos y conjuros, las supersticiones, en un esfuerzo para tranquilizar, las fuerzas hostiles que molestaba a la humanidad. Si Hipócrates hubiera vivido en otra era, posiblemente sus enseñanzas hubieran sido olvidadas o ignoradas, pero estaba en la Grecia Antigua, y la búsqueda de la verdad, iba paralela por su camino. Los geógrafos griegos, creían plenamente que la tierra era redonda, y trataban de calcular su circunferencia, preguntándose si existían habitantes del otro lado del planeta. Los astrónomos griegos, habían anunciado su creencia de que el sol era muchas veces más grande que la tierra, que ésta, rotaba en su propio eje y que giraba alrededor del astro rey. Un científico griego, Eratóstenes, declaró que la mente y no los dioses, gobernaban el universo. No era pues sorprendente, que un médico griego lanzara nuevas teorías sobre la enfermedad, y sus seguidores escuchaban atentos: “Si, hay una causa material para la enfermedad”, y ellos debieron preguntarle: “¿Cuál es esa? ¿Qué es la enfermedad, y que es salud?”. Hipócrates entonces, dio la respuesta; fue llamada, la doctrina de los cuatro humores: “El cuerpo del hombre por si solo tiene sangre, flema, bilis amarilla y bilis negra [...] Ahora el disfruta de la mas perfecta salud, cuando estos elementos están debidamente proporcionados, el uno al otro con respecto al poder compuesto, y cuando están perfectamente mezclados. Se siente dolor, cuando alguno de estos elementos tiene defecto, o se encuentra en exceso, o se encuentra solo en el cuerpo, sin ser compuesto con todos los demás.” En casos donde la enfermedad ocurría, porque uno de estos elementos estaba en exceso, Hipócrates sostuvo que era posible aliviarla purgándose, con el uso de eméticos, o sangrando, así el cuerpo de deshacía del exceso, y los cuatro humores volvían a estar balanceados. La practica del sangrado continuó por varios siglos, un médico acompañado por su ayudante, con un tazón sangrador, era común verlos donde quiera que la medicina fuera practicada, durante la Edad Media y en tiempos modernos. Pero mientras la enfermedad podía ser causada por una mezcla desproporcionada de los cuatro humores, Hipócrates pensó en las cualidades contrarias que había planteado Alcmeón de Crotona: “La salud está sostenida por el equilibrio de las potencias, lo húmedo y lo seco, lo frío y lo

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cálido, lo amargo y lo dulce y las demás”. Excesivo calor o frió, excesiva humedad o sequedad, también podría originar una enfermedad. Pero cuando has encontrado la causa de la enfermedad, sea el desequilibrio de los humores, u otras condiciones, ¿Como puede ser curado, sino por una purga, eméticos o sangrado? “La naturaleza es la cura de la enfermedad,” dijo Hipócrates, “La naturaleza por si sola encuentra significados y caminos. La tarea del médico es ayudar a la naturaleza de la manera que pueda, no tratando de hacer demasiado por si solo, pero hacer lo posible para que la naturaleza efectué su cura.” ¿Y como puede suceder esto? Como los médicos de nuestros días, Hipócrates, de acuerdo al reporte de sus estudiantes, creía que era imposible para él, ayudar a la naturaleza a curar las enfermedades, a no ser que tuviera un entendimiento de la complicada estructura del cuerpo humano. Pero aquí tenía dificultades; los griegos estimaban al cuerpo humano con gran reverencia, fue impensable que alguien pudiera diseccionarlo. ¿Cómo podría alguien describir, lo que se encontraba debajo de la piel de un hombre, si jamás lo había visto? Mediante los animales sacrificados en el altar, o por las heridas abiertas de soldados en campo de batalla, pudo tener una idea muy vaga de la estructura y organización del cuerpo humano. No es sorprendente, que aunque Hipócrates intentaba escribir acerca de los órganos, músculos y la estructura del esqueleto, su trabajo era muy básico y lleno de errores. No tuvo la mínima idea sobre la circulación de la sangre. Sin embargo, supo que la concepción, era el resultado de la unión de la semilla del hombre, en el útero de la mujer; y como los egipcios, el creyó que el cerebro era el asiento de la conciencia: “Del cerebro solo surgen nuestros placeres, alegrías, risas y bromas, al igual que nuestras penas, culpas, dolor y lagrimas [...] sostengo que el cerebro es el órgano mas poderoso en el cuerpo humano [...] Ojos, oídos, lengua, manos y pies actúan de acuerdo con la percepción del cerebro [...] Para la conciencia el cerebro es el mensajero.” Si él no pudo obtener una idea clara de fisiología, dado que la disección era imposible, no obstante, pudo comprender muy bien la enfermedad, observando y escribiendo los síntomas de sus pacientes. Sus estudiantes reportaron, que hizo más de mil casos clínicos, recordando en cada uno su tratamiento y resultado. Y no hizo ningún

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esfuerzo para cubrir sus fallas: “Yo he escrito esto deliberadamente”, así es citado, al final de un caso, cuando murió el paciente, pues “creo que es valioso aprender de los fracasos, y sobre las experiencias de los errores”. Hipócrates estaba interesado en la cirugía, así como en la medicina. El Corpus Hipocrático da indicaciones para casos de fracturas y dislocaciones, de lesiones de la medula espinal, o lesiones del esqueleto: “Aquellos que miran después al paciente, presenten la parte para la operación como quieran, y sostengan rápido el resto del cuerpo como si estuviera muy firme, guardando silencio y obedeciendo a su superior”. En otro lugar se discute el tipo y la situación de las luces, la posición del operador cuando una operación es realizada, los instrumentos y las drogas que producen anestesia: “Las uñas [del cirujano] no deben exceder ni acercarse a la punta del dedo. Practica usando la punta de los dedos. Practica usando el extremo del dedo. Practica todas las operaciones con cada mano y con ambas juntas, objetivo para conseguir práctica, gracia, rapidez, sin causar dolor, elegancia y facilidad”. Estas cosas las enseño Hipócrates bajo su árbol antiguo en Cos; pero mejor que cualquiera de sus otras enseñanzas –sabias, cuidadosas y originales como eran–, fueron sus enseñanzas con honor, para las relaciones que deben existir entre el médico y su paciente. “Yo los impulso a no ser muy desagradables y considerar cuidadosamente la abundancia y medios de sus pacientes. A veces presta tus servicios por nada, sin importar un beneficio anterior o una presente satisfacción. Y si hay una oportunidad de servir a alguien extraño con pocos recursos, da toda la ayuda posible. En donde haya amor para un hombre también hay amor para el arte de sanar. Para algunos pacientes, teniendo conciencia de que su condición es peligrosa, recuperan su salud simplemente a través de su satisfacción con la bondad del médico. Y es bueno combatir la enfermedad para hacerles bien, cuidar la salud para mantenerles bien, pero también cuidarse uno mismo, tan solo para observar que es parecido”. Se dice que cuando sus discípulos en Cos habían terminado su curso de entrenamiento, eran requeridos para tomar un juramento antes de empezar su práctica. Hoy en la mayoría de las escuelas de medicina el mismo juramento, adaptado al tiempo moderno, es requerido. Es llamado el Juramento Hipocrático.

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Juro que observare a aquel que me haya enseñado este arte incluso como un padre [...] Seguiré el método de tratamiento, de acuerdo a mi habilidad y juicio, considerado para el beneficio de mi paciente, y abstenerme de cualquier perjuicio y malicia. No daré medicina mortal a nadie si me lo piden, [...] Con pureza y con santidad pasare mi vida y practicare mi arte. [...] En cualquier casa que entre, iré a ellas para el beneficio de la enfermedad, y me abstendré de cualquier acto voluntario de imprudencia y corrupción [...] Lo que en el tratamiento o incluso fuera de él, pudiera ver y escuchar, en relación a la vida de los hombres, aquello que no puede ser expresado, no lo divulgare, tales cosas, que son como secretos sagrados.

Avicena: Abu Alí ibn Sina, Avicena para la gente de Occidente, príncipe de los médicos, cuya sabi-duría y prudencia deslumbraron a todos los hombres, ya fueran califas, visires, príncipes, mendigos, jefes guerreros o poetas. De Samarcanda a Shiraz, de las puertas de la Ciudad Redonda, a las de las setenta y dos naciones, de la magnificencia de los palacios a los hu-mildes burgos de Tabaristán, resuena todavía la grandeza de su nombre.

Nació en el año 980, en una pequeña población de la provincia persa de Jurasán. Cuando su padre fue nombrado funcionario de la capital Bujara, ibn Sina le acompañó, y estudió allí durante toda su infancia. Desde el principio, demostró sus extraordinarias do-tes como estudiante, aprendiendo el Corán de memoria, y estudiando jurisprudencia, físi-ca, matemáticas, y filosofía, aún por las noches, superando con mucho a sus maestros, cuando apenas contaba con catorce años.

A los 17 años, su fama como médico era ya conocida, y fue llamado por el emir de Bujara, Nun inb Mansur, que padecía una grave intoxicación por plomo, producida por su hábito de beber en una copa de terracota pintada con pigmentos minerales. Ibn Sina con-siguió salvarle la vida, pidiendo como recompensa autorización para entrar en la bibliote-

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ca real de los samaníes, famosa por el gran número de libros que contenía. Durante los dos años siguientes, profundizó sus conocimientos de jurisprudencia, matemáticas, as-tronomía, filosofía y música.

Cuando cumplió veinte años, a petición del jurisconsulto Abú Bakr el-Barjuy, re-dactó un conjunto de 10 volúmenes “El tratado del resultante y del resultado”, así como un estudio sobre las costumbres de la época “la inocencia y el pecado”. A partir de enton-ces, su fama se extendió por toda Persia, y en los años siguientes, ibn Sina viajó como es-critor, médico, astrónomo, y filósofo por todas las cortes de Persia. Uno de sus discípulos, Abú Obeid el Jozjani -al que le salvó la vida practicándole una traqueotomía, cuando el muchacho padecía de una angina diftérica-, cuenta que en tres días, le dictó de memoria un comentario a la Metafísica de Aristóteles.

Trabajaba hasta la noche, divirtiéndose después con mujeres y vino hasta bien en-trada la noche. En el año 1012, es decir, cuando Ibn Sina contaba 32 años, emprendió la obra de su vida, redactando el famoso Canon de Avicena, un compendio estructurado de todos los conocimientos médicos existentes en la época. El Canon constaba de 5 libros específicos: el primero consagrado a las generalidades sobre el cuerpo humano, la salud, el tratamiento y las terapéuticas generales. El segundo comprendía la materia médica y la farmacología simple. El tercero exponía la patología expuesta por órganos y por sistemas; el cuarto se iniciaba con un tratado de las fiebres, los signos, síntomas, diagnósticos y pronósticos, cirugía menor, tumores, heridas, fracturas y venenos. Para terminar, el quin-to contenía una farmacopea.

En conjunto, la obra de Avicena fue monumental. Además de los libros del Canon, se han encontrado 105 obras, algunas de las cuales tienen carácter enciclopédico, como el “Libro de la salvación” conjunto de 18 libros que tratan de las ciencias fundamentales, de la lógica, matemática, física y astronomía.

Estábamos en el 428 de la Hégira, el año 1037 para los hijos de Cristo, cuando el príncipe de los médicos se extinguió de un cólico, arruinado prontamente, en parte, por la vida disipada que llevó, tenía cincuenta y siete años. Está enterrado en Hamadán, donde todavía hoy se le venera. Dioscórides:

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Aunque se sabe muy poco sobre la vida de este médico, se encuentra enmarcada en el mundo greco-romano de la primera época del Imperio, cuando Grecia ya tenía más de un siglo de ser provincia romana. Nace en fecha desconocida alrededor de la tercera o cuarta décadas de la era cristiana, en Anazarbo, ciudad griega de Cilicia, cerca de Tarso; de una familia romana toma el nombre de Pedanio, y de ahí su denominación Pedanio Dioscóri-des Anazarbeo. En la carta que precede a su obra, que es a la vez prefacio y dedicatoria, se encuentra la mayor parte de las noticias que conocemos de su vida. Está dirigida a un amigo suyo, Lecanio Ario médico erudito de Tarso, en reconocimiento a su afecto y quien escribió un Compendio de los remedios medicinales. El mismo Dioscórides señala la im-portancia que tuvo este personaje, sea por la estima que le muestra al dedicarle su obra, bien por la amistad con C. Lecanio Baso su protector, y de quien tomó el nombre cuando fue cónsul en el año 64 d. C. A partir de estas fechas, suponemos que Dioscórides empezó a escribir bajo el mando de Nerón, entre los años 54 y 68 d.C.; fue médico militar en la armada romana en tiempos de Claudio y Nerón. El mismo le señala a Lecanio Ario: “tu bien sabes, mi vida fue siempre militar”. Esta circunstancia le dio –como él afirma-, la oportunidad de viajar mucho y de conocer numerosas provincias del Imperio Romano, enriqueciendo con sus propias observaciones los conocimientos recibidos de sus antecesores en materia de plan-tas y drogas medicinales, y de desarrollar esa vocación suya que confiesa: “desde mi tem-prana juventud –como bien lo puedo afirmar- fui inclinado con un apasionado deseo al conocimiento de la materia médica”. Aunque se le atribuyen varios escritos, actualmente el único tratado considerado auténtico de Dioscórides es Plantas y remedios medicinales, que lleva el mismo título que la obra de Sextio Níger –perdida para nosotros-, de la que hace uso Dioscórides para la composición de su escrito. Dioscórides fue contemporáneo de Plinio el Viejo, quien es-cribió Historia natural; parece que Plinio no conoció directamente la obra de Dioscóri-des, sin embargo, existen ciertas semejanzas entre sus textos, que pueden ser explicadas porque ambos utilizaron fuentes comunes, particularmente el texto del médico Sextio Ní-ger que ya mencionamos y el del también médico Cratevas, autor de un herbario en el que los dibujos coloreados de las plantas eran acompañados de sus usos medicinales. Dioscó-

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rides cita y se apoya extensamente en el texto y los dibujos de Cratevas, tanto para com-pletar sus descripciones de las plantas como para refutarlas. Nicolás Monardes: ¿Hubo lugar para la investigación clínica, el método experimental y la innovación en la España del Renacimiento? En general, la respuesta es negativa; sin embargo, existe al menos un caso al que se podría recurrir: el del médico sevillano Nicolás Monardes. El es representante de la nueva clase, que escala pujante las alturas del poder económico y el prestigio social que confiere la superioridad intelectual. Vástago de una familia de inmi-grantes, médicos e impresores; nació en Sevilla alrededor del año 1493, y murió en la misma ciudad en 1588. Nieto de un librero de origen genovés, optó por seguir la carrera de su abuelo materno, el médico Martín de Alfaro. Estudió en Alcalá, donde obtuvo el ba-chiller en medicina en 1533, y recibió la influencia de la corriente encabezada por el hu-manista Antonio de Nebrija. Se doctoró en la Universidad de Sevilla en 1547. Se casó con la hija del famoso médico García Pérez de Morales, y a la muerte de su suegro, heredó su clientela, entra la que se encontraba lo mejor de la aristocracia de Sevilla.

Monardes ejerció la medicina en Sevilla durante más de cincuenta años; la práctica médica, le permitió adquirir prestigio social y prosperar económicamente, condicionando en buena medida, sus otras tres actividades destacables: la publicación de obras médicas centradas en la terapéutica y la materia médica, las colecciones de plantas medicinales, y los negocios relacionados con el tráfico comercial trasatlántico, especialmente las relacio-nadas con el comercio de medicinas, y el tráfico de esclavos.

Con respecto a sus obras, la primera fue el Diálogo llamado pharmacodilosis (1536), donde, siguiendo la corriente humanista, recomienda el estudio directo de los clá-sicos, sobre todo de Dioscórides. Una orientación parecida sigue en De Secanda Vena in pleuriti Inter Grecos et Arabes Concordia (1539), que se ocupa de la sangría en mal de costado, tema de agria polémica entre los seguidores del humanismo, y de la tendencia arabizante. Él defiende la posición arábiga del problema, con una postura tradicionalista y medieval. Siguió un libro dedicado a las rosas y los cítricos De Rosa et partibus eius (1540), otro en relación con la nieve (1571), y otro al hierro, Dialogo del hierro, (1574).

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Su libro más importante fue Historia Medicinal de las cosas que se traen de nues-tras Indias Occidentales (1574), que consta de tres partes; la primera fue publicada en 1565, la segunda en 1571, y la tercera en 1574. Tuvo conciencia del extraordinario interés de los productos medicinales que llegaban del Nuevo Mundo, y se propuso estudiarlos con detenimiento y experimentar con ellos, ya que su situación era privilegiada; Sevilla era puerto y escala de todas las Indias Occidentales. Contaba con un huerto donde cultivó plantas americanas. Describió por vez primera muchas especies como el cardo santo, la cebadilla, la jalapa, el sasafrás, y se ocupó con detalle de otras conocidas tan sólo parcial-mente o incorrectamente descritas. Según López Piñero, familiarizó a los europeos con plantas de gran trascendencia como la piña tropical, el cacahuate, el maíz, la batata, la co-ca o la zarzaparrilla.

Su contribución al conocimiento de la farmacia fue muy relevante. Según Guerra, rebasó el antiguo concepto de los herbarios tradicionales, para ahondar en el origen y ca-racteres de identificación, además de los usos de los materiales americanos, apuntando la similitud y diferencias con los productos de la farmacia clásica. Se consagró a la difusión del guayaco (guayacán), un arbusto considerado como muy eficaz en el tratamiento de la sífilis. Los Fugger, los poderosos banqueros de Ausburg, poseían la concesión de las ex-portaciones de guayaco desde el Nuevo Mundo, por lo que no deja de llamar la atención que Jacobus Fugger visitara Sevilla en 1565, justo cuando Monardes preparaba el último borrador de su texto sobre el tratamiento de la sífilis con guayaco. No existen pruebas do-cumentales sobre posibles sobornos de los banqueros alemanes al médico sevillano, pero la coincidencia es sugerente. Poderosos intereses económicos hicieron estallar en los Es-tados alemanes, ente los años 1529 y 1560, una violenta polémica sobre las cualidades del guayaco para la curación de la sífilis, en desmedro del mercurio. Una publicación de Ul-rich von Hutten favoreciendo al guayacán motivó la airada crítica de Paracelso, ferviente partidario del uso del mercurio. La opinión del famoso Paracelso afectó el mercado del guayacán, cuyo monopolio pertenecía, como se ha señalado, a los Fugger. Estos banque-ros, al no poder hacerse del monopolio del mercurio, recurrieron a los médicos más céle-bres de la época -tales como Heinrich Stromer, decano de Medicina en Leipzig, y el flamenco Charles de l'Escluse-, para publicitar el guayacán.

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Las innovaciones de Monardes se centraron en el estudio y clasificación de fárma-cos de origen vegetal, seguida de la experimentación farmacológica y la aplicación tera-péutica. Otra innovación importante fue elegir el sistema clasificatorio de Dioscórides para las plantas medicinales, en lugar de la ya tradicional de los médicos árabes y judíos. Si bien la tradición grecolatina está presente en la obra de Monardes, fiel creyente en la doctrina hipocrática de los humores y en el principio galénico contraria contrariis curan-tur, sus textos sobre los nuevos medicamentos se apoyan en investigaciones personales, en su conocimiento de la Medicina nahua (mexicana), y en los autores contemporáneos que publicaban sobre esta materia. El mismo Monardes se encarga de subrayar el carác-ter innovador de su obra, señalando que “se verán en [mis libros] cosas nuevas y secretos que pondrán admiración, nunca hasta hoy vistos ni sabidos”.

Nicolás Monardes no fue un gran teórico, pero sí un experimentador experto. Sus mejores cualidades son su gran curiosidad, se tenacidad y su espíritu innovador. Miem-bro de la pujante burguesía española del siglo XVI, su comportamiento profesional co-rresponde al que Edgar Zilzel define para los grandes científicos-artesanos del Renacimiento, en su trabajo sobre el origen del progreso científico. Para Zilzel, quienes hicieron posible la ciencia moderna sustentaban las siguientes creencias: a) el conoci-miento científico progresa paso a paso, a través de las contribuciones de generaciones de exploradores, sucesivamente enmendadas y actualizadas por sus sucesores; b) este proce-so nunca termina; y c) las contribuciones al desarrollo de la ciencia ocurren, ya sea por-que los hombres de ciencia buscan su satisfacción personal, o porque piensan en el beneficio social que ellas representan.

Monardes se adapta bien a este patrón. El piensa que es el primero en investigar el poder curativo de las plantas del Nuevo Mundo, pero luego vendrán otros que “añadan con este principio, lo que más supieren y por experiencia más hallaren”. Sus explicaciones sobre la sífilis demuestran además, su concepción racional y pragmática sobre la enfer-medad. Coincide con otros médicos acerca del origen geográfico de este mal -que todos ubican en América-, pero difiere de ellos en cuanto a la forma de transmisión, que algu-nos de sus colegas creen, incluso que se debe a la conjunción de Saturno y Marte. Monar-des en cambio, testifica que la clave del mal es el comercio carnal con personas infectadas. Durante su ejercicio profesional rechazó toda influencia astrológica y fue un escéptico sobre el poder de las brujas y nigromantes. Para él, el demonio actuaba a través de la acción nociva de ciertas hierbas, como el opio, el tabaco y el hashish.

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Gabriel Falopio: No deja de ser curioso, pero el hombre que más supo acerca de nuestra anatomía durante la época renacentista fue un italiano que a temprana edad decidió que la castidad era su camino, por lo que ingresó al clero e incluso llegó a ser canonizado de la catedral de Módena, su ciudad natal. Un hombre que en sus múltiples biografías se desconoce si alguna vez tuvo pareja y menos aún si tuvo descendencia. Por irónico que suene, fue este estudioso italiano el que descubrió las trompas de Falopio –nombradas en su honor–, y el que introdujo términos como vagina y placenta. Incluso es calificado como uno de los fundadores de la anatomía moderna; como si eso fuera poco, Falopio incluso se embarcó en el primer intento de confección de un preservativo masculino, toda una aventura en esa época. Gabriel Falopio nació en 1523 en Módena, Italia, en el seno de una familia bastante modesta con dificultades económicas.

Pero como sus intereses iban por el lado de la anatomía, decidió estudiar medicina en Ferrara, en aquél tiempo una de las mejores escuelas de Europa, y más tarde se trasladó a Pisa y de ahí a la prestigiosa universidad de Padua. Se caracterizó por ser un hombre muy metódico, paciente, meticuloso y por supuesto observador. Fue en medio de una crisis de sífilis, que creó el primer preservativo masculino; aunque fue bastante rústico, su idea luego sirvió como base para crear el condón tal cual hoy se conoce. Demostrando que imaginación no le faltaba, el preservativo de Falopio consistía en un forro de lino, hecho a la medida del pene al que le agregaba una mixtura de hierbas varias. En esa época el mismo Shakespeare bautizó poéticamente su invención como “el guante de Venus”. Para llegar a tal creación, Falopio experimentó con dos sapos. Dejando en claro que era un hombre meticuloso y bastante paciente, le colocó al batracio macho una especie de calzoncillo de de lino impermeable, de esta forma constató que este material no impedía el coito, pero sí el fecundación.

Otro de los notables descubrimientos de Falopio, y por el más se le recuerda, fue el hallazgo de de los conductos que unen los ovarios al útero, nombrados como trompas de Falopio. También observó la naturaleza de las inflamaciones y los tumores, y fue el primero en distinguir si estos últimos eran malignos o benignos. Además, hizo una descripción minuciosa del oído interno. En 1560 fueron publicados sus primeros trabajos médicos, a tan sólo dos años antes de su muerte. Su obra Observaciones anatómicas, fue uno de los tratados más influyentes del siglo XVI, y en 1606 se publicó en Venecia su monumental obra en tres volúmenes sobre anatomía y medicamentos. Dado que este

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estudioso se destacó como botánico, también llegó a ejercer como director del Jardín Botánico de Padua, ciudad donde falleció en 1562 a los 39 años de edad.

Pietro Andrea Gregorio Mattioli: Fue un médico y naturalista nacido el 23 de marzo de 1501 en Siena, y fallecido por la peste en Trento en 1577. Recibió su doctorado en la Universidad de Padua en 1523, y subsecuentemente practicó la profesión médica en Siena, Roma, Trento y Gorizia, pasando a ser facultativo personal de Fernando II, Archiduque de Austria en Praga y en el Castillo de Ambras, y de Maximiliano II de Habsburgo en Viena. Fue un cuidadoso estudiante de Botánica, describió cien nuevas especies, y coordinó la botánica médica de su época en su obra de 1544, Di Pedacio Dioscoride Anazarbeo Libri cinque Della historia, et materia medicinale tradotti in lingua volgare italiana da M. Pietro Andrea Matthiolo Sanese Medico, con amplissimi discorsi, et comenti, et dottissime annotationi, et censure del medesimo interprete, también conosido como Discorsi, con más de 500 grabados. Después de su primera edición aparecida en italiano, hubo otras posteriores con traducción al latín (Venecia, 1554), al checo (Praga, 1562), al alemán (Praga, 1563), y al francés. Fue tal el éxito que más de 32,000 copias se vendieron de sus innumerables ediciones, que fueron incorporando más imágenes, llegando a mil doscientas.

Además de identificar las especies originalmente descritas por Dioscórides, Mattioli agregó otras descripciones de especies que no figuraban en Dioscórides, y no solo las de uso medicinal, creando una transición desde el estudio de la flora, como campo de la Medicina a su estudio por sí mismo. Describió por ejemplo, especies nuevas recolectadas en el Tirol, así como también especímenes que le hacían llegar, por ejemplo, gracias al médico del embajador de Turquía, recibió activa ayuda de su amigo el botánico Ghini. Debe advertirse además, que las xilografías en la obra de Mattioli se hicieron con un alto estándar, permitiendo reconocer las plantas aún con un texto un tanto oscuro. Hay una inclusión -digna de atención-, de una temprana variedad de tomate, este es el primer ejemplo documentado de que estaba siendo cultivado y comido en Europa.

Francisco López de Villalobos: Nacido en 1473, debe su apellido a la modesta población del área de Benavente, en la actual provincia de Zamora, donde creció en el seno de una familia judía bajo la protección de los marqueses de Astorga, a la sazón también señores de Villalobos. Según

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testimonio propio al inicio de su primera obra impresa, El sumario de la medecina con un tratado sobre las pestíferas buvas (Salamanca, 1498), su abuelo había sido médico y su padre también. Después de concluir sus estudios de medicina con el grado de “licenciado” a mediados de la década de 1490, Villalobos optó por instalarse profesionalmente en Zamora. En una carta enviada por Villalobos a su padre a mediados de agosto de 1498, en respuesta a los consejos de éste para guiarle en sus primeras actuaciones profesionales, ilustra bien las dificultades profesionales con las que el joven médico debió de toparse entonces; Villalobos argüía la imposibilidad de seguir su consejo de aceptar “gustoso menos aún de lo que ellos [sus conciudadanos] le ofrecieren en premio de su trabajo”, dada su exigua clientela como principiante y la amistad que le unía a la mayoría de ellos. Se quejaba también del escaso tiempo del que disponía, para consagrarse “con tal ardor al estudio, que su maduro saber le permita abarcar juiciosamente la inmensidad de los individuos universales”. Finalmente, juzgaba que el consejo paterno de no pronunciar “de ligero el diagnóstico, menos aún el pronóstico de las enfermedades, como suelen hacerlo los médicos de aldea y las viejas ridículas y supersticiosas”, era posible seguirlo sólo en el caso de “algunos pocos, miserables y despreciados enfermos”, e imposible en el resto, dada la presión en sentido contrario que sobre la práctica médica ejercía el entorno del paciente.

Para 1506, se encuentra ya al servicio del duque de Alba y el 9 de junio de 1508, Villalobos es designado «físico» de la Casa Real de Su Majestad, con un salario anual de 30,000 maravedíes. En octubre de 1510 —tras haber recibido una respuesta escrita, largo tiempo esperada del obispo de Plasencia—, Villalobos le daba, en tono lastimero, razón de sus últimos infortunios, en particular de su reciente paso por prisión a resultas de haber sido encausado por el Tribunal de la Inquisición de Córdoba. De su relato se desprende que la detención, que le retuvo encarcelado durante ochenta días, había sido posterior a su nombramiento como “cortesano y médico del Rey” (curialis regiusque phisicus). Villalobos la atribuía a la envidia suscitada por este nombramiento “en el pecho de hombres por demás miserables y necios” que habían lanzado contra él el infundio de haber conseguido el cargo merced a su supuesta condición de “mago, conocedor de filtros y meleficios”. Responsabiliza de su encarcelamiento al juez Diego Rodríguez Lucero, feroz perseguidor de los judíos y titular del Tribunal del Santo Oficio.

En octubre de 1515, donde se encontraba acompañando al rey Fernando el Católico para presidir las Cortes de Aragón allí celebradas, aludía a “la grave enfermedad” del Rey y a la atención profesional que él le prestaba; esta fue la última enfermedad de Fernando

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el Católico, quien falleció en enero de 1516, escasamente tres meses después. Villalobos debió asistirle hasta el final y no parece aventurado suponer que sus estrecheces económicas de 1517 fueran debidas a la pérdida de su patrono, por más que entretanto conservara aparentemente su posición de médico de cámara. Tras un periodo de cuatro o cinco años fuera de la corte, Villalobos volvió a ejercer su oficio de médico de cámara del emperador Carlos V entre 1522 y 1525, alcanzando “gran valimiento por su saber, por sus letras y, sobre todo, por sus donaires”; y se sitúa en 1524 el inicio de un nuevo conflicto cortesano de nuestro médico, en esta ocasión ligado a su desacuerdo con el tratamiento que un médico italiano de nombre Narciso Ponte, que había prescrito para unas fiebres cuartanas que por entonces afectaban al Emperador. Hacia abril de 1525 Villalobos abandonó la Corte, probablemente después de haber renunciado a su cargo y se trasladó entonces a Extremadura para ponerse al servicio del Marqués de Priego, aunque veinte meses después lo encontramos de nuevo prestando sus servicios al Emperador.

Parece claro que Villalobos formó parte de la junta de médicos que la atendieron en su última enfermedad a la Emperatriz, que falleció en 1539, aunque probablemente esto no le hizo caer en desgracia con el Emperador, puesto que él mismo afirma haber continuado en la corte hasta cumplidos los setenta años (es decir, hasta 1542 o 1543) y haberse retirado de ella de forma voluntaria. Murió en 1549. Andrés Laguna: Conde Palatino, Médico de Cámara del Emperador Carlos V, médico, filósofo y humanista célebre. Nació en Segovia hacia el año de 1499, y murió allí mismo en el de 1560. Según Diego de Colmenares y otros historiadores, fue hijo de un médico judeoconverso. Estudió dos años de artes en Salamanca y se trasladó en 1530 a París, donde se graduó en artes y estudió medicina. Se formó también en lenguas clásicas con helenistas y latinistas de prestigio para poder leer en lengua original a Dioscórides, recibiendo el influjo del Eras-mismo. Regresó a España en 1536 y luego viajó a Inglaterra, viviendo algunos años en los Países Bajos, haciendo herbolarios de todos los lugares a donde iba para comprobar las prescripciones de Dioscórides. Entre 1540 y 1545 residió en Metz, contratado como médi-co por la ciudad y después, hasta 1554 permaneció en Italia, donde la universidad de Bo-lonia lo nombró doctor y le honraron los papas Pablo III y Julio III, llegando a ser médico de este último pontífice. Posteriormente estuvo hospedado en Venecia por el embajador español Diego Hurtado de Mendoza, humanista excelente y propietario de una nutrida

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biblioteca. Regresó a España a finales de 1557, tras otra larga estancia en los Países Bajos durante tres años; fue médico de Carlos V y Felipe II, logrando que este último creara el Jardín botánico de Aranjuez.

Laguna trató temas literarios, históricos, filosóficos, políticos y médicos, pero la más célebre de sus obras fue su traducción castellana, con interesantes comentarios y adiciones que doblan el texto original, de la Materia Médica de Dioscórides. Su primera fuente fue la edición traducida al latín por Jean de la Ruelle e impresa en Alcalá de Henares en 1518 bajo supervisión de Antonio de Nebrija, pero también las clases del pro-pio Ruelle, al que conoció durante su estancia en París entre 1530 y 1536. La obra salió con el título de Annotationes in Dioscoridem Anazarbeum (Lyon, 1554). En ella señaló los errores cometidos por Ruelle y que notó al cotejar su traducción latina con varios có-dices griegos. Terminó estas anotaciones en Roma (1553) y un año más tarde, en una de sus visitas a Venecia, se realizaron las xilografías de la edición en el mismo lugar donde se realizaron las de las ediciones de Andrea Mattioli, principal difusor de Dioscórides en Europa. Laguna comprobó en persona todas las prescripciones de Dioscórides y añadió sus propias observaciones, opiniones y experiencias como botánico y farmacólogo que había experimentado con hierbas recogidas en numerosas zonas de Europa y las costas mediterráneas. Su traducción es clara y precisa y los comentarios constituyen una fuente de primer orden, no sólo para la botánica médica de la época, sino para otras actividades científicas y técnicas. El texto se reimprimió en Amberes en 1555 y se reeditó veintidós veces hasta finales del siglo XVIII; fue mucho más influyente que otras ediciones de Ga-leno o Teofrasto en el Renacimiento europeo, ya que las prescripciones de Dioscórides te-nían un carácter más práctico.

Aunque Laguna siguió considerando vigente la teoría humoral, se mostró escéptico respecto a la alquimia. Pese a ello, incluyó información a veces no de primera mano sobre productos americanos, como el antisifilítico guayaco, a veces de forma muy confusa, o como en el caso que nos ocupa sobre la zarzaparrilla, motivo por el que Bravo lo ataca. Entre sus obras originales destaca el Discurso breve sobre la cura y preservación de la peste, donde afirma que “no hay instrumento más apto que el médico para introducir la pestilencia por todas partes”, y propone la formación de un cuerpo de médicos especiali-zado en esta enfermedad. Andrés Laguna había tratado a enfermos de peste en el Ducado de Lorena con una infusión realizada a base de camaleón blanco -aunque también reco-mendó el camaleón negro-; Recomienda también la aplicación de suero de leche en ayu-nas, agua con sal y vinagre, y prohíbe los baños calientes; siguió practicando la sangría así

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como el uso de gemas y piedras preciosas. Otras de sus obras fueron el Método de Ana-tomía, Sobre la vida de Galeno, Tratado de pesos y medidas medicinales; Abecedario de los Dogmas o sentencias de Galeno sobre Hipócrates; Europa heautentimorumene es decir, que míseramente a sí misma se atormenta y lamenta su propia desgracia, discur-so publicado en 1543, a los pocos días de su lectura en la Facultad de Artes de Colonia, en la imprenta de Johann von Aachen (Colonia). Aunque Laguna se olvidó de esta famosa oratio -y no la volvió a reeditar-, en ella se adelanta a pensadores como Montaigne, Des-cartes, Montesquieu y Voltaire, en fraguar la idea moderna de civilización europea opues-ta a la barbarie: neutralidad religiosa, secularización del orden y de la acción pública, principios idénticos de moral social y personal, etc. Es un discurso pacifista al modo de la Querela pacis de Erasmo de Rotterdam.

LIBRO CUARTO

Observaciones sobre la raicilla, que en lengua indígena llaman zarzaparrilla, que por algún modo tiene poder curativo y que comúnmente en esta ciudad mexicana equivocan, afirmando que por alguna razón hace salir el frío de las partes aisladas del cuerpo, de las enfermedades en que se encuentra, y en

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otras, lo cual necesita una explicación experimentada, clara y apropiada pa-ra divulgarlas, a la manera del varón Luis de Villanueva.46

Francisco Bravo ozunense y doctorado en el mismo lugar, pero además médico mexicano.

Epigrama que alaba el libro sobre la zarzaparrilla, pronunciado por el bachiller Enrique Tavares, cirujano mexicano.47

He aquí para ti el iluminación, si alguna cosa oculta hay en esta hierba, para que deslumbre ante la oscuridad de la pátera.48

Resuena Bravo, al rodear con ímpetu las ruinas sucias y comunes, para descubrir el camino opuesto.

Donde la oscuridad, mueve el deseo para corregir y auxiliar en esa destrucción, estando obligado a hacer salir la raíz áspera.

Capítulo primero, he aquí por qué de ordinario, se creé equivocadamente en la ciudad mexicana, que la raíz (como vulgarmente llaman a la zarzaparrilla) es fría, y me comprometo que en este libro quedará bien explicado. Desde el instante en que llegué a esta ciudad ilustre, he prestado atención a la manera en que muchos hombres, caen sobre todo en un error letal, al aseverar que millares de raici-llas -las cuales son comunes-, presentan una utilidad medicinal para curar enfermedades,

46 Doctor en Leyes y oidor de la gran Audiencia de México. 47 Médico portugués, titulado en España y llegado a México a mediados del siglo XVI. Residió en Zacatecas y en 1590 se le nombró para dirigir el Hospital de San Miguel en Guadalajara. Somolinos d’Ardois, p. 296-297. 48 Vaso poco hondo en el que se vertía el vino para las libaciones en los sacrificios.

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y desde que conocen la palabra zarzaparrilla, dicen que es fría. Por lo cual, el pueblo aún le da una estimación constante, sin embargo es decepcionante no reponerse, mientras que el médico supone también que por el mismo camino hay que indagar, teniendo hasta que dar a su esposa sus curaciones, con otras dos medicinas a las que llaman zarzaparrilla (que justamente son una opción), que son una imitación y que las dos al mismo tiempo son frías y fortalecen, aunque por el contrario siento, que por muchas razones hay que persuadirles, pero a veces hay mucho dolor por estos errores médicos, que hacen desapa-recer la luz de Dios, que no se consume siguiendo otros métodos. Por lo que yo con pena me opongo, aún a la gran y distinguida política -de la que no cobro ni un ligero bien-, ese error que te destruye, y que gracias a la disposición de la administración pública, no se continúa, porque el uso virtuoso de esa raicilla, aún de naturaleza desconocida, y se deba-te en quienes padecen una enfermedad cálida, y como ésta es caliente hay que tener cui-dado; más su riqueza es ilimitada porque primero se usa como antídoto natural, (y así es en efecto, esa raicilla suya machacada es denominada superior y agradable) su tempera-mento innato es cálido y seco, y ni es fría ni húmeda, y sin embargo puede doblar la ca-léndula y acabarla, y de ningún modo por ser fría ni humedecer, y sobre todo no es delicada ni sencilla parcialmente, sino que es otro medicamento, razonamiento físico que está de acuerdo con las cosas médicas, máxima pretensión, que como oficio del médico es un deber, penetrar ahí donde hay cosas desconocidas para llegar hacia alguna parte; des-pués y por alguna razón, se descubre su eficacia en el cuerpo humano para protegerlo constantemente de las enfermedades, y con justicia se puede mostrar que tienen poder, estando obligado a explicar con razón en cuales épocas y regiones de la tierra, se establece su utilidad final. He aquí la manera y explicación de la preparación de este antídoto. Capítulo segundo. Exponemos que esta raicilla es una planta nueva, no iden-tificada por los médicos anteriores, en donde hay un error capital que asegu-ra Andrés Laguna; con una verdadera imagen y descripción de esta raicilla, como se cita en esas regiones en que nace. Pues bien, en primer lugar emprendamos suponiendo falsamente, que esa planta fue co-nocida por los principales médicos de otras épocas, tanto griegas como árabes, pero no reconocida entre ellos. Si en verdad nuestros médicos de hoy día declaran, que la consti-

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tución del fluido de esa raicilla que existe en las regiones occidentales es medicinal, ¿có-mo prevaleció por generaciones sin ser examinada por los hombres, los cuales nacieron, habitaron y se educaron en esas mismas regiones? Los españoles que la designaron y transportaron de Nueva España, Perú y Honduras, lo anunciaron cuanto antes en Espa-ña, de donde se comunicó a los hombres de todas las regiones de Europa. A pesar de que ya era conocida, ahora se estaba de acuerdo en el mayor valor de ella, la cual, estaba si-tuada en su país natal denominado Honduras, de donde fue transportada hacia nosotros, tal como es: gruesa, adornada, y que puede adaptarse a otros sitios. Al mismo tiempo en la isla La Española, el divino Señor nos permitió conducirla en gran cantidad cuando vi-vimos en aquel lugar. Según esto, haciendo un uso médico frecuente solamente con ella, enfermedad, se adapta mucho y favorablemente a la enfermedad; es posible, que por la apatía de los hombres de aquella isla, esté colocada en un sitio menor, y contrariamente a su utilidad se le ha cogido con aversión. En este punto se expone la equivocación de An-drés Laguna -doctor en medicina-, quién en sus comentarios a Dioscórides, capítulo cien-to nueve sobre el ébano,49 y capítulo ciento cuarenta y seis sobre la Smilax aspera,50 intenta probar que esa raicilla fue conocida por Dioscórides, y que por lo cual, es probable que la Smilax aspera de Dioscórides sea similar; ¿cuántas Smilax aspera se tienen, pues por aquí hay inquietud de esta raicilla? Quién en verdad, hace un escrito médico por el simple hecho de conocer y no tanto por el deber, aunque sea tan débil la razón que nos mueve y nos hace llegar a esto; pues el hecho de que muchas plantas son parecidas entre sí por su imagen y porque excitan, hay que tomar en consideración sus muchas varieda-des. ¿De dónde sale esta opinión absurda de Laguna?, que de acuerdo con el herbario, en verdad es una definición torpe, entremos en materia. Capítulo tercero, en donde guiaremos hacia una definición de nuestra zarza-parrilla, para alcanzar solamente esto; y del mismo modo hacer una descrip-ción veraz de la enredadera áspera de Dioscórides. Cómo es la planta de la zarzaparrilla, y más bien cómo lleva encima su gruesa raíz. Por al-gún medio son muchas las raíces que tienen la facultad de salir por la tierra, elevándose y equilibrándose, las cuales, nosotros frecuentemente llegamos a emplear para la curación de las enfermedades. El sarmiento echa fuera, dos o tres raíces delgadas y doradas, y al- 49 Dioscórides, el ébano capítulo 98, p. 96 y 97. 50 Idem, la zarzaparrilla capítulo 142, p. 205 y 206.

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gunas veces un mayor número; unas veces, los sarmientos están llenos de muchas espinas agudas con intervalos sólidos, por lo que se comprende que es extensa y grande, y en el vértice se presentan unas bayas sin punta, las cuales, ciertamente son habitualmente blandas en su interior, y por fuera son completamente ásperas y llenas de espinas muy agudas. No tienen ningún fruto ni echan flores, más una planta sin frutos es por completo un sarmiento, y así se eleva hasta lo alto como trepando un árbol -parecida a la vid o bien a la hiedra-, saliendo y abriéndose paso tanto, hasta que lo cubre totalmente y con él for-mar un conjunto. De acuerdo con esta razón, el nombre vulgar de sí misma se compara con una zarza parricida, puesto que allí donde trepa solo hay espinas, y la vid solo ascien-de por el árbol; nace en lugares húmedos, y muy poco en los que son completamente se-cos. Esta es la verdadera definición de esta planta, cuya raíz para nosotros es muy útil, y de la que hay mucha abundancia en este Reino de la Nueva España, en donde se ve y se recoge con mucha frecuencia. Se puede acceder a una descripción completa de Smilax aspera, por Dioscórides en su libro 4 capítulo 127, donde hace un juicio simple: “Smilax aspera, habitualmente tiene hojas delgadas semejantes a los sarmientos y a muchas zar-zas; trepa por el tronco de un árbol hasta llegar a la punta, o bien abriéndose paso hasta formar con él un conjunto; presenta racimos pequeños que cuando maduran son rubi-cundos, levemente mordaz al gusto; nace en lugares pantanosos y ásperos,” hasta aquí con Dioscórides. Esta planta la menciona con familiaridad Plinio, lo que consta en su li-bro 16 de Historia Natural, capítulo 35, de quien he aquí sus palabras: “Es parecida a la hiedra de Cilicia,51 la que en verdad se presentó primero, más en Grecia es frecuente que la llamen del mismo modo; sus ramas están llenas de espinas con numerosos nudos en forma de col; sus hojas son pequeñas como en la hiedra; las ramas que salen desde el pie del brote no hacen ángulo y se entrelazan enseguida como la vid silvestre; sus flores son blancas y olorosas como el lirio y no se tiñen de rojo como en la hiedra.” Un poco más abajo en el mismo capítulo dice así: “Es enemiga de todo acto sagrado y de las guirnaldas, porque ya puesta se ve lúgubre en las doncellas, por esta misma causa y por un amor ju-venil, se le cambió el nombre de azafrán por el de zarzal.” La etimología de esta planta fue tomada de Ovidio, de su libro 4, Las Metamorfosis,52 así, cuando el azafrán es pequeño,

51 Región del Asia Menor. 52 “¡He vencido y es mío!, exclamó la Náyade, y arrojando lejos sus vestiduras todas, se lanza en medio de las aguas y le aprisiona mientras lucha y le arranca los besos a la fuerza, le pasa las manos bajo el cuerpo y toca su pecho rebelde, le rodea ahora por este lado, ahora por el otro. Finalmente, mientras lucha e intenta

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sus flores son parecidas, en este punto se colocan y van dando la forma parecida a una guirnalda, llamándola furiosamente “azafrán, amor de juventud”; de acuerdo con este gi-ro y desde entonces, esas plantas así son denominadas. Como se ha dicho aquí, la postura de Plinio es considerarla lúgubre y enemiga de todo acto sagrado, en cuanto a la descrip-ción de la planta, las palabras de Dioscórides están de acuerdo con las de Plinio, pues di-cen que la planta tiene espinas, está llena de retoños y hojas pequeñas, de tal modo que tiene similitud, aún con los racimos que se comienzan a teñir de rojo y que se administran como remedio; todo lo cual fue citado por Dioscórides, quién dijo en efecto, que presenta un follaje pequeño como la hiedra, y de ese modo Dioscórides en el capítulo 12 de su libro 4, solamente puso a prueba esto, alejándose también de Plinio, cuando dice que genera flores que exhalan un olor a lirio; sobre esto no hay mención en Dioscórides. Según esas descripciones se ha llegado a observar que esa hierba, de algún modo es muy parecida con Smilax aspera, pues muestra planta de zarzaparrilla es espinosa, y además asciende por los árboles y justamente los envuelve; en este punto hay acuerdo de su parecido con Smi-lax aspera. Por cuanto y de acuerdo con la proporción de sí misma, Laguna mantiene la creencia de que nuestra zarzaparrilla común, es Smilax aspera. Sobre todo por esta equi-vocación, es que muchos teniendo zarzaparrilla, recurren a ella por similitud, ya que se han hecho esas ideas de ella, pues la zarzaparrilla no posee ningún fruto ni se coloca des-pués algo similar; no obstante, Smilax aspera presenta frutos, los cuales en la parte más alta se maduran y se ruborizan como señaló Dioscórides. Nuestra zarzaparrilla no solo se defiende con púas introducidas en los sarmientos; en efecto, el follaje particularmente se muestra lleno de espinillas, las cuales son muy poco visibles en las hojas de Smilax de acuerdo con Dioscórides, y aún Plinio señala que la hoja de Smilax es completamente pa-recida a la hoja de la hiedra, presentando lo menos posible de espinas. Sin omitir, de acuerdo con lo establecido por Plinio, cómo con todo esto se puede hacer caer por denso. Las flores de Smilax, despiden un olor a lirio, y en verdad, nuestra planta omite esto ni tampoco posee frutos, y no echa fuera ningún tipo de flores, por cuanto es menos olorosa. Así también, se valoran realmente sus hojas al contrario de Plinio, pues las hojas de la hiedra son pequeñas, aunque su estructura sea muy similar a la descrita para Smilax, puesto que de ningún modo es visible en nuestra planta; aquí sus hojas son grandes, has-ta toda la mano extendida completamente y algunas veces es más grande, y ninguna tiene hojas como la hiedra en forma parecida. Agreguemos a esto nuestra opinión, y afirmemos escabullirse, le enlaza como una serpiente […] Tal como las hiedras suelen enlazarse por el troco de los árboles gruesos”. Ovidio, p. 72.

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con admiración, la eficacia de nuestra zarzaparrilla, que trabaja para extirpar el mal del cuerpo y para dar alegría a la vida, servicio que indudablemente se muestra menor con Smilax. Más allá de esas verdades, ¡he aquí!, nuestros escritos que son muy interesantes si observamos el texto de Dioscórides, con lo más importante y característico sobre Smi-lax. Entre un antídoto alexifármaco53 y toda clase de envenenamiento, se enfrenta esta planta para restablecerlo; pues teniendo por completo un remedio alexifármaco natural, nuestro cuerpo contrariamente puede ser envenenado completamente por algo similar, y así, cuando se toma abundantemente es pesado para todo cuerpo viviente y lo comprime como cosa seria. Galeno lo manifiesta en su libro V capítulo 17, Sobre las facultades de los medicamentos simples,54 -con justicia a ésta nuestra planta siempre que sea parecida-, pues ella tiene la facultad de sacar el daño lo más posible. Pues con un completo y fecun-do desarrollo de su experiencia, observa que es posible presentar el más alto grado de co-nocimiento como se acostumbra. De ninguna manera, debemos abandonar la comparación con Smilax, desde donde la ha situado el público, hasta el punto en que por error se ha alterado, y cuántos médicos españoles rectos se han alejado de este remedio, quienes por lo difícil de soportar la han suprimido como defecto físico (colocando tam-bién a nuestra planta), en tanto que por aquí no se reconoce el parecido con Smilax. He aquí por lo que Dioscórides la declara como un alexifármaco y Galeno la coloca exclusi-vamente para uso alexifármaco en el hombre insano y aún la pone como nociva, como por ejemplo, para provocar envenenamiento si la proporción es elevada. Siempre que en nuestro cuerpo haya un alexifármaco contra un envenenamiento, éste no causará daño y se irá mezclando completamente con los elementos semejantes, lo que se origina por al-gún medio dentro del cuerpo al tomarlo, del mismo modo ocurre con otras substancias; cuando se tiene un envenenamiento, el veneno es atraído hacia él y lo hace salir del cuer-po, allí donde no hay veneno ocurre mucho daño. Nadie duda de lo auténtico de nuestra ciencia y ¡he aquí!, que se tiene confianza en lo escrito. Galeno en su libro V, capítulo 17 Sobre las facultades de los medicamentos simples, lo dice rápidamente de este modo: “Ciertamente, existe la posibilidad de destruir el veneno por su contrario; por medio de la

53 Lo que tiene virtud preservativa o correctiva de los malos efectos del veneno. 54 Galeni Operum, Quintus tomus, De Simplicium medicamentorum facuktatibus líber V, cap. 17: “Un alexitérico y un alexifármaco, tienen facultad de cambiar, de la misma manera que lo mortífero puede ayudar, cuando se evacua completamente el daño. Y aún en esos cambios se puede dudar de lo que hacen en esencia sus cualidades. Del mismo modo quienes evacuan una sustancia parecida, caliente, delgada y tenue”. p. 143.

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naturaleza se extiende el veneno por todo el cuerpo, destruyéndolo entonces ella misma, tal como es posible observar en el mismo sitio que se presenta en el cuerpo, de acuerdo con su facultad alexitérica,55 la cual en aquel lugar lo destruye. Por el contrario de la des-trucción alexitérica, las sustancias de los alexifármacos por estar cerca de aquel lugar de manera completa, hacen que la destrucción cambie -siempre que se hayan tomado por mucho tiempo para calmar la gravedad del cuerpo vivo-, por lo cual es necesario, moderar la cantidad de toda especie que muestre estas facultades, ni tampoco en extrema abun-dancia porque puede molestar el cuerpo y no destruir el veneno, o hacerlo muy poco y en pequeña cantidad, así es.” En efecto, tal como hemos elucidado, gracias a la totalidad de la búsqueda, conviene tener un conocimiento de todas las facultades destructivas de lo adverso, en un cuerpo que esté bien temperado,56 en el cual precisamente ocurre alguna de las dos. Así de este modo, las medicinas siempre evacuan de forma muy parecida pero moderada, y ¡he aquí!, la existencia de una naturaleza corporal contraria, de hecho, es contraria hasta un cierto punto, con todo, no hasta tal grado como para abolir el veneno, hasta aquí con Galeno. Por cuanto sobre las cosas que consultan los médicos españoles, como porque de una u otra manera son tan graves, hay que abstenerse de usar medicinas que envenenen, y verdaderamente nuestra raíz es suficiente de acuerdo con la gravedad y extermina la enfermedad más obstinada. De todos esos hechos señalados por Laguna, so-bretodo la excitación y el delirio que se pueden producir, hay que considerarlos y exami-narlos en persona, no de lo que deja en su lugar la oportunidad, sino observar de nuestra raicilla solamente lo más acertado para hacer salir el veneno y observar que así es en efec-to, y no sólo sobre tantas mentiras que se dicen por ahí. Por esto Mattioli,57 hace olvidar lo que está establecido, quien lo minimiza en su Epístola Médica, libro 3, capítulo 7; y aún el lucano58 Falopio, y otros profesores italianos de cosas médicas, e incluso consideran el asunto, experiencia extranjera. Quien en este mismo punto vacila es Laguna, al ser testigo con seguridad de nuestra planta con respecto a Smilax aspera, quien de acuerdo con es-tas cosas, seguramente la conoce, haciendo manifiesta la verdadera imagen de nuestra zarzaparrilla, como en esas regiones occidentales de donde procede hasta describir su

55 Se dio este epíteto a los remedios propios para combatir los efectos de los venenos que obran exterior-mente, dándose el de alexifármaco a los que combaten los venenos desde el interior. 56 Constitución y disposición proporcionada de los humores del cuerpo. 57 Pietro Andrea Mattioli (1500-1577), Epistolarum Medicinalium. 58 Lucania fue un distrito antiguo de Italia meridional. Bravo se equivoca al señalar que en este lugar nació Falopio, pues nació en Modena.

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energía. Cuando con facilidad se da origen a esos conocimientos, los cuales niegan ser la comprensión de lo natural, sólo se magnifican; esto mismo se cumple con la Smilax aspe-ra de Dioscórides, que describe una forma verdadera, como cualquier cosa al principio, sobretodo al estar en medio de esas plantas con las que se está en desacuerdo. Figura 1 Hay que advertir al lector, que en las representaciones de aquí, no solo se dibuja una planta, sino muchas de la misma estructura, ya que tienen por todos lados tanto follaje como rugosidades dispuestas sobre ellas.

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A. Representación verdadera de la planta, generalmente llamada zarzaparrilla como en esas regiones en que nace con frecuencia.

B. Representación verdadera de la Smilax aspera de Dioscórides

Capítulo tercero, en donde se anticipa la eficacia común y cotidiana de esta raicilla, además de argumentar que es caliente y seca. Así es como nuestra planta, no ha sido examinada en la antigüedad como remedio, y aún nadie ha penetrado sobre sus virtudes, o bien, sobre la naturaleza de su temperamento, ni aquellos quienes manifestaron que la examinaron desde la antigüedad, por lo cual, hay una necesidad como la de ellos, quienes justamente expusieron las reglas generales de inicio, quienes con habilidad médica, se aplicaron sobre las cosas desconocidas compa-

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rando su propio saber. Teniendo en efecto este precepto por regla, por algún medio los médicos no identificaron el temperamento de este simple, hasta llegar –como suele suce-der-, a estar de acuerdo con la eficacia que por alguna razón, afirmaban que el simple ha-cía materia externa, tal como Galeno expuso este argumento en su primer libro Sobre las facultades de los medicamentos simples,59 en el último capítulo. En presencia de sus dis-cípulos acostumbraba aproximarse a la práctica, y también revisaba severamente lo que era de utilidad, incluso reflexionaba allí, en lo que se está de acuerdo, lo cual no afecta a nuestro medicamento, por el contrario, todos están de acuerdo en hacer el examen de es-te modo para examinar su naturaleza; en efecto, estamos de acuerdo en que no es vinagre, ni tampoco agua marina,60 lo que nosotros ocupamos para secar, y quizá ésta manifesta-ción de poder secar, sea su facultad. ¿Si en verdad esto es así, cómo se manifiesta allí donde hay humedad? Si realmente se nos muestra secando, decimos que hace secar; tam-bién hay quienes dicen que algunas veces es cálida, y fría y húmeda en el mismo lugar. Por supuesto, allí donde hay inflamación enfría y humedece, y un poco más abajo del mismo capítulo lo dice del modo siguiente: “No hay lugar para una presentación conoci-da; ¿cuál es su naturaleza, para que pueda ser colocada como medicamento, y por qué motivo impide que sea conocida la forma de producir su poder?” Según quienes han ob-tenido de este sitio la norma de Galeno, y aún los médicos que no la han examinado pero la abrazan, llegan incluso, por un acto de valor a asegurar que el medicamento tiene po-der. Quienes en el presente están adheridos a la regla de que este antídoto tiene una ac-ción eficaz, y que al instante cambia cualquier cuerpo humano, sin duda exponen el conocimiento verdadero y a la vista de todos, y aún concluyen que se vende porque es po-deroso. Lo cierto es que el razonamiento es desconocido y la profesión médica ordena po-ner en un extremo el deber; como ningún partido ha investigado con diligencia la eficacia del medicamento, el vulgo ordena al instante que se abrace esta opinión. Hay en efecto junto a estos médicos, sonrisas de aprobación de algunos profesores por esta regla gene-ral, quienes piensan que se llega al oscuro conocimiento, en cierta manera como un des-cuido; de ningún modo, los nombres de éstos médicos son dignos de mencionar, pero 59 Galeni Operum, Quintus tomus, De Simplicium medicamentorum facuktatibus. Libro I, capítulo 40: “No todo lo que se piensa, revela el temperamento o facultad de un medicamento, así la filosofía pone a prueba nuestra naturaleza”. p. 33. 60 El agua de mar pura y sin mezcla de agua potable, si se guarda pierde el mal olor. Otros la cuecen pre-viamente y así la guardan. Se administra también para la purgación, por sí sola o con vinagre aguado o con vino o con ojimiel y, después de la purgación, suelen dar a tomar encima caldo de gallina o de pescado, para templar la agudeza de su mordicación. Dioscórides, p. 262.

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cuyo sacrificio ordinario para obtenerlo ha sido realizado por los italianos. Por alguna ra-zón se sigue tomando esta raicilla que por costumbre protege el interior [del cuerpo], por lo que la investigación es accesible a todos los hombres, que en general opinan son dos formas en las que se manifiesta: la dureza61 del cuerpo, tanto interna como externa y vin-culadas; cuando es completa, algunos medicamentos producen su expulsión, y al contra-rio no son poderosos para disiparla, ni para disolverla del todo interiormente, y sin embargo, el dolor externo nace de los humores gruesos, que por alguna razón, los médi-cos desprecian esta clase de poder para expulsar, sin terminar el padecimiento. En una úlcera completamente pútrida, ningún tipo de medicamento es capaz de curarla, aunque la afectación sea irregular y aún de naturaleza fuerte, y de manera cotidiana sin suprimir las molestias. Hay que profundizar e intercalar en el cuerpo del enfermo por el camino de los humores, otros medicamentos de potente arrastre que sin tardanza los saquen, y di-suelvan lo grueso y en seguida la dureza, que algunas veces están unidas en el interior del cuerpo, y que una ventosa con facilidad disipa y separa en un lugar; así, los humores gruesos se van adelgazando, y se puede hacer un corte previendo su abundancia. A me-nudo, la razón da pruebas de que un sudor copioso la anuncia y puesto que es insensible el aliento, debe estar expuesto al sol justamente para separar lo pequeño, y así de este modo comienza la enfermedad, donde la pituita gruesa, o bien la bilis con sedimento sue-le producirse, sin ningún daño por un débil tratamiento; de acuerdo con todos, hay admi-ración al comprimirla y se piensa en común, que su empleo no es un descubrimiento, sino un razonamiento por falta de experiencia. Aquí se debe iniciar con una bebida caliente de la raicilla, negando su temperamento, y aquí completamente se distingue la norma según sus efectos, con el fin de examinar lo más posible, las facultades particulares de esta plan-ta y opinar manifiestamente, cómo se avanza y qué se relega, particularmente apoyándose en el capítulo 8 del libro de Galeno Sobre las facultades de los medicamentos simples,62 de esta forma: “En este lugar, conviene recordar que después de toda discusión, siempre habrá una deferencia de lo que se muestra evidente, de donde se recogen las facultades del medicamento,” hasta aquí con Galeno. De acuerdo con quienes lo ejecutan, he aquí cómo lo describen: en efecto, siempre que se tenga un antídoto para beber, de qué modo es mejor tomarlo y por qué causa, es llevado en general a todas las partes del cuerpo para

61 Tumor o callosidad que se hace en el cuerpo por causa de algunos humores que se detienen o extravasan, también se le conoce como absceso. 62 Galeni Operum, Quintus tomus, De Simplicium medicamentorum facuktatibus. Libro VIII, Proemio, p. 219.

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llevar a cabo su efecto: penetrar en lo profundo; romper lo externo sin hacer un corte; destruir y hacer salir los humores gruesos por el aliento, por las orinas y aún por un sudor copioso. Todo eso se lleva a cabo con eficacia penetrando hasta lo profundo o a las vísce-ras, y parcialmente separando lo que está adherido profundamente en el interior. En ge-neral, el público sabe que se debe a un temperamento cálido, lo que además facilita el crecimiento de los humores, pues es insensato que un observador de las ciencias natura-les se aleje de esta confianza, cuando todos esos efectos se consumen en un temperamen-to frío y que con facilidad se dispersan, pues en quienes están fríos ocurre lo opuesto y no penetra hacia el interior del cuerpo, ni se destruyen, ni se disminuyen, y no se puede ha-cer una incisión, ni se evacuan los humores por la exhalación, los sudores y las orinas. Con todo, la bebida sujeta y obtura, espesa y endurece todas las evacuaciones retenidas cuando el cuerpo está frío, tal como Galeno lo describe en su libro primero Sobre las fa-cultades de los medicamentos simples, capítulos 16 y 22,63 y en el último capítulo del li-bro Sobre el uso de las partes del cuerpo humano,64 señala: “Hay que reflexionar, que espesar y endurecer permite llegar al fin, y la fluidez lo priva.” Pero no obstante, lo calien-te lo atenúa y se puede remover lo que ha penetrado abriendo una incisión, y por otro la-do, arrastrando los fluidos completamente por las orinas o por el sudor. En verdad, de nada vale pensar en el poder físico de la naturaleza, hay que dirigir las investigación hacia otros que tienen poder para disminuirlo y atenuarlo; en una incisión que limpiar lo que ha penetrado y lo resuelve; y por otro lado, en el calor que provoca la acción de arrojar con fuerza; ni tampoco, el agua que por otra parte espesa, endurece o condensa la obs-trucción, y retiene la evacuación cuando está fría. Así, de este modo lo manifiesta Galeno en lugares distintos, y más bien completo. Capítulo cuarto, en donde se confirma de acuerdo con el testimonio de Ga-leno, que esa raicilla es caliente.

63 Idem, Libro I, capítulo 16: “Acerca de esto, cuando se agrega un simple de prisa no inflama, aunque nos parezca caliente”. p. 16. Capítulo 22: “Con estos razonamientos, entonces es usual que en alto grado calientan, y después en alto grado enfrían, a estos se les nombra vinagres”. p. 20. 64 Galeni Operum, Primus tomus, De usu partium corporis humani. Libro XVII: “Capítulo de argumentos, del libro de Galeno sobre la utilidad de la respiración. Por otra parte, una distribución más grande de numerosas observaciones en el texto señalado; nuestra respuesta menor de argumentos”. p. 848-849.

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Más allá de la expulsión de la dureza, está claro que el antídoto sigue manifestando que es caliente, pues toda expulsión, o bien está de acuerdo con las razones que da Galeno en su libro 5, Sobre las facultades de los medicamentos simples, 65 capítulos 2 y 7, o son mode-radamente calientes, haciendo endurecer completamente lo que está frío. Más allá de continuar penetrando en el cuerpo, el curso de los humores que penetran hacia el interior va desapareciendo y se evacuan porque es caliente, como señala Galeno en el mismo libro 5, Sobre las facultades de los medicamentos simples,66 capítulo 11: “La purgación com-pleta por los poros es caliente, sin embargo debe ser dirigida a la parte; si luego se añade una ventosa, se disminuye lo grueso y se hace una incisión en la carne que está caliente.” Pues la posición de Galeno en el mismo libro 5, Sobre las facultades de los medicamentos simples, es que allí donde se disminuyen completamente [lo grueso] por hacer una inci-sión es caliente. Por último, si los sudores, las orinas y los meses retenidos se hacen abundantes, es un hecho de que es caliente; aún cuando sean delgados parcialmente, se hacen abatir constantemente. Siguiendo a Galeno en su libro 5, Sobre las facultades de los medicamentos simples, cuando las orinas se ponen en movimiento completamente, y los sudores y los meses son delgados parcialmente, son calientes. ¡He aquí cómo!, el ma-ravilloso antídoto saca muchas cosas por los poros del cuerpo, haciendo que rara vez que-de algo de manera aislada, de tal modo que todo es caliente sin dar origen a diferencias, pues rara vez se proclama que se puso a prueba del todo. Galeno en su libro 5, capítulo 13 Sobre las facultades de los medicamentos simples, dice que es caliente completamente, y que constantemente es débil en la parte [afectada], y de hecho, también se mueven las orinas del todo y la transpiración se remueve por todo el cuerpo, que al final estimula y manifiesta lo caliente, lo que obligada a dirigirse a la parte débil, que no es fría, ni gruesa. Claramente lo expresó Galeno y lo muestra en su comentario 40, al libro 3, Sobre las en-fermedades agudas,67 en este sitio explica el sentir de Hipócrates, quien dice que es el

65 Galeni Operum, Quintus tomus, De Simplicium medicamentorum facuktatibus. Libro V, capítulo 2: “Sobre el movimiento del pus, y más bien de los medicamentos que lo suavizan.” página 126. Capítulo 7: “Los medicamentos suavizan este pus con diferentes movimientos, por lo que son calientes cuando suavizan y moderadamente separan y hacen salir la humedad; y efectivamente, se mueve el pus sin duda y del mismo modo con nuestro calor constante, no obstante, se observa salir más humedad.” p. 131. 66 Idem, Libro V, capítulo 11: “Acerca de esto, un medicamento también limpia los poros, cuando el sitio está caliente y la parte es tenue, pues todos son amargos y nitrosos.” p. 136. 67 Galeni Operum, Tomus sextus classem septimam habet, quae et artem morborum curatricem, et eiusdem in Hippocratis chirurgica commentarios continet. De victus in morbis acutis commentarius. Libro 3, comentário 40: “Sobre el agua.” p. 673.

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agua y no las orinas, ni el esputo, ni el cuerpo lo que hace las transpiraciones, así de este modo, dice que cuando las orinas no se mueven de su sitio, está lleno el sitio de agua y no hace salir el esputo, por lo contrario y no por causa del cuerpo, se remueven las transpira-ciones; en efecto, lo que hace que la sustancia se dirija parcialmente hacia el sitio en el que se hace el trabajo, es causa del calor y no del frío, y aún lo grueso es alejado parcial-mente del sitio, lo que es muy usual, pues es muy evidente que por ahí se introduce, lo que hacen las transpiraciones, y en medio de todo esto está nuestra raicilla, sobretodo tiene la necesidad de conservar el calor, aún si parcialmente es tenue, obligando por esto a los tejidos para que claramente hagan salir esto, Por lo que hasta aquí se ha pretendido argumentar sobre nuestra raíz, se puede observar que es caliente y es parcialmente tenue, pues por medio de ella, hace [su efecto] a distancia, en los poros de la piel y en las orinas, y he aquí que es caliente y es tenue parcialmente. Galeno se obligó a describir principal-mente esto, en establecer si ocurre en verdad o contrariamente, particularmente el que ésta raicilla esté al servicio de del cuerpo humano, a quien le produce ventajas familiares. Naturalmente por medio de los sudores copiosos, son atraídos los humores corporales, por cuanto irregulares y corrompidos son empujados, hasta el punto de producir mucho sudor. Un escalofrío no solo es causa del frío, sino que también sucede sin duda, porque hay excesivo calor; también Galeno lo manifiesta en un sermón conocido, escrito en el li-bro 4, capítulo 18 Sobre las facultades de los medicamentos simples,68 en este punto, es-tablece la diferencia entre lo amargo y lo que produce el gusto; sus palabras son diferentes para el calor, por lo menos cuando es excesivo así como la naturaleza de esta raíz, y aún en presencia de una úlcera tiene la facultad de ser eficaz aunque sea tenue, po-ne en movimiento la orina y provoca el sudor, efectivamente se aprecia en su totalidad al caer enfermo, y se distribuye [el calor] por medio del aliento. D e acuerdo con lo estable-cido y lo manifestado por ahí, los sudores se producen por un excesivo calor (muy cercano a perder el juicio) que es sutil en la parte [afectada]; en efecto, no se producen los sudores de otro modo; por otra parte, Galeno en su libro 9 Sobre el Método Curativo, señala que para el restablecimiento, la desembocadura de la herida debe quedar abierta, la que anti-

68 Galeni Operum, Quintus tomus, De Simplicium medicamentorum facuktatibus. Libro IV, capítulo 18: “¿Cuál es la diferencia entre el sabor amargo y el agrio? Ciertamente es amargo cuando el sitio está caliente y también es seco; en cambio, siempre es agrio cuando se expulsa algo y se conserva humedad.” p. 115.

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guamente se cerraba y era ligada.69 Pues bien, siempre que por esta razón se hacen salir los sudores, se está de acuerdo con Galeno, y solamente se puede abrir un camino para el calor y de ningún modo para el frío, abandonando sólo se el calor verdadero que da salida a esos sudores. Estos razonamientos e incluso la observación de pruebas, son argumentos suficientes de que esta planta es caliente, por lo cual, con justa razón está claro para mi, que representa un profundo mar en el que se precipitan opiniones, como las del médico lusitano Villalobos,70 que en sus Comentarios de cosas médicas, capítulo sobre la zarza-parrilla, observa que tiene dudas sobre lo cálido de la zarzaparrilla, incluso se atreve a si-tuarla como fría, ni se transporta o se desvía hacia la parte afectada, lo cual ciertamente, es otro modo de pensar y reflexionar. Galeno está de acuerdo con lo esencial, y sin em-bargo, la mente de él vuela, pues los hechos que según Galeno son testimonios, prevale-cen claramente más bien hacia lo caliente, antes que se incline hacia lo frío. Capítulo quinto. En qué punto habitan los sudores que son atraídos y ocasio-nados por el mercurio, según la naturaleza del temperamento, y de acuerdo con el camino que manifestaron los griegos. Hay que caminar lo más posible, y vencer del todo nuestros errores. ¿Quién puede aseve-rar no haberse equivocado una vez? ¿Cuáles características provocan el sudor, cuando se está caliente? Cuando observamos que el mercurio ocasiona copiosos sudores, no obstan-te, se puede tener frío, y he aquí un razonamiento sofista de lo mismo, por medio de la in-vasión de esa raíz del mismo modo (parecida al mercurio); los demás sudores son depositados por estar frío; Para mí, existe una discusión que tienen los distinguidos mé-dicos de esta ciudad; los hombres replican a Galeno esta situación, demostrando plena-mente que en general lo que causa la pérdida de los sudores copiosos, es causa obligada y exclusiva del calor, y de ellos es la equivocación que disipa Galeno en su libro 5, capítulo 18 Sobre las facultades de los medicamentos simples,71 en donde el mercurio en los teji-

69 Galeni Operum, Tomus sextus classem septimam habet, quae et artem morborum curatricem, et eiusdem in Hippocratis chirurgica commentarios continet. Methodus Medendi, id est de morbis curandis. Libro 9, p. 215. 70 Francisco López de Villalobos (1473-1549), 71 Galeni Operum, Quintus tomus, De Simplicium medicamentorum facuktatibus. Libro V, capítulo 18: “Acerca de estos medicamentos que llaman anodinos, esto es, que calman o desaparecen el dolor, o que lo

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dos es caliente y no frío, (así es como tal la sentencia), así de este modo se establece, aunque hay en quiénes lo esencial de la naturaleza conocida es contrario, pero esto mis-mo, se asume que ocurre lo menos posible. En verdad existe una necesidad de calmarse, y perseverar repetidas veces como en los ejercicios piticos,72 y a cambio de ello tener por la mañana alivio, y el mercurio no lo cumple ni tampoco las sales; y en un envenenamiento, hay decir que sí a otro [remedio] distinto, porque de ese modo son conducidos comple-tamente y destruidos no en magnitud; entre los tejidos, el mercurio comparte el calor con el veneno para poder conducirlo, pero no pronunciemos cantidad, pues en quienes hay frío hay veneno. Galeno lo llamó “cantidad de veneno” en su libro 3, capítulo 18, Sobre las facultades de los medicamentos simples,73 y no se conduce del todo, así mismo cita este pensamiento en su libro 4, capítulo 18, Sobre las facultades de los medicamentos sim-ples, del modo siguiente: “Ciertamente los calores que son conducidos por el cuerpo son similares”, con este ejemplo, quedará terminado el misterio. De acuerdo con esto, el arsé-nico, el mercurio, el litargirio de plata,74 y por otro lado la excesiva grasa, son en efecto, parte de todo este género, e incluso con el poder de provocar calor, además, el tiempo en que se extiende éste, se asocia por lo tanto a la causa, la cual se altera en los seres vivos, y no como en las piedras en el caso contrario; si se come una pequeña chispa [de mercurio], puede entonces formar úlceras en el vientre, pues es claro que ésta partícula pesada, tiene el poder de distribuirse por el cuerpo. Por esto, el mercurio penetra claramente en los te-jidos que están calientes y por la sustancia grasa ahí colocada; se debe impedir lo más po-sible comerlo para no irritar los intestinos y quemarlos; el primero en declarar esta opinión fue Dioscórides, que en su libro 5, Sobre la Materia Medicinal, capítulo 60 escri-

alivian o lo alejan, realmente son de la misma manera, del mismo modo que el calor originado se une a la parte más delicada; por otro lado, todavía son estimados completamente como por ejemplo los llamados adormecedores o paralizantes. ¿De qué modo hacen un alivio completo?” p. 144. 72 Los Juegos Píticos fueron realizados en Delfos y consagrados a Apolo. Inicialmente consistían únicamente en un concurso musical, donde cada candidato cantaba un himno en honor de Apolo, acompañándose de una lira. 73 Galeni Operum, Quintus tomus, De Simplicium medicamentorum facuktatibus. Libro III, capítulo 18: “¿Cuáles medicamentos destruyen el frio? Si ninguno se conduce directo hacia el sitio enfermo, pero además, destruir solo una cantidad.” p. 86. 74 Óxido de plomo en forma de láminas o escamas muy pequeñas, semividriosas, de colores blancos rojizos y algo lustrosos.

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be: “El mercurio sin plata es un veneno enérgico y devora el intestino por su peso”,75 de donde hay que hacerlo salir siguiendo a Dioscórides (parecido a Galeno), pues es caliente y no frío. Quien llega a comerlo, además de roer y destruir, tiene un calor desmesurado, pero si no lo come el calor no es excesivo, tal como lo manifiesta Galeno, en el mismo li-bro quinto, capítulo 18 Sobre las facultades de los medicamentos simples,76 en donde po-demos colocar una observación final de Andrés Laguna, la cual es impertinente, hecha con las palabras de Dioscórides en su capítulo Sobre el Mercurio, ésta interpretación la hace suya allí donde Dioscórides aprecia que se consume el intestino, escribiendo el mis-mo su traducción y juzgando que el intestino se hace pedazos; los autores que traducen este hecho absurdo y fuera de razón, consideran que se revienta [el intestino] por la can-tidad, a condición de que socava y corroe completamente, con todo, su manera de ser es aguda y atormenta. En verdad, el mercurio ni es solo un veneno que destruye, ni tampoco tiene poder para reventar el intestino como dice falsamente Laguna, sino porque es pesa-do y en mucha cantidad, obstaculiza lo que se arrastra por el intestino, lo corroe y le atormenta, y por su excesivo calor lo puede consumir de forma aguda, y sobre esto, tam-bién Galeno y Dioscórides lo indican en los textos anteriores. Observa a quienes se dedi-can en extremo a ser como Laguna en cuanto a estas cosas, y así llaman la atención superficialmente, y teniendo mucha cautela y empeño se pueden dar explicaciones en re-lación con el texto de Dioscórides. Por cuanto a esto, y por otras innumerables equivoca-ciones, cuántos se hallan en estas declaraciones, y nadie que esté con nosotros opina con desorden sobre la acción que produce el mercurio, y en general del modo de su tempera-mento. En el pasado contenía plata,77 metal activo en general con el que se hacía la mate-ria sulfurosa, dicho por el sabio Aristóteles en su Método, y hasta aquí sobre el estado del temperamento. Con todos los metales dispuestos y colocados sobre la materia, nosotros vemos de otra manera lo que los griegos adoptaron, y con razón examinar la misma opinión, pues si el mercurio atraviesa mucho por allí [la piel], más bien se adhiere a algo y aún el sudor es un excelente conductor, brotando un calor antes de lo que arriba se dijo que hace y que de

75 El texto en cuestión dice: “Si se bebe, tiene virtud destructiva; con su peso devora los intestinos. Se socorre contra él con mucha leche bebida y vomitada o con vino de ajenjo o con semilla de apio o de hormino o con orégano o con hisopo bebido con vino.” Dioscórides, p. 313-314. 76 Ver nota 54. 77 El mercurio en latín se denomina Hydrargyrum, del griego hydros que significa agua y argyros que significa plata.

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acuerdo con Galeno se ha indicado. Con qué ansiedad e ingenio, fácilmente se tensan y ponen furiosos los árabes, alejando su espíritu de la sabiduría, y más bien con esfuerzo violento, denuncian que el mercurio es frío y seco, y que por medio de esta facultad tiene poder. De acuerdo con ellos, también atormenta adentro como un horno, y cotidianamen-te insisten en que hay que impedirlo a los afectados de epilepsia, pues produce terribles convulsiones e igual proceso en muchos nervios que se afectan y corrompen. He aquí en verdad, un razonamiento por el que ninguno de esos se afecta después: porque cuando se tiene frío en donde están situados los nervios, se afecta y debilita la penetración, y por el calor innato se destruye, y al contrario de esas cosas, la causa se modifica. En donde hay muchísimo engaño, sin saberlo hay división; acerca de esto mismo, lo cierto es que tam-bién puede haber un accidente, he aquí del todo la actividad del mercurio, y procura que no haya accidentes en el mismo lugar [de la aplicación], por esto, echa copiosamente vino sin mezclar como se tiene por costumbre, con la finalidad de aplazar y modificar un acci-dente por el calor desmesurado que nace y destruye los nervios, y así del mismo modo, el calor desmesurado del mercurio con el calor innato del sitio, puede quitar la vida a esos nervios y por su afectación, producir un accidente. De acuerdo con lo dicho arriba, en verdad hay una oposición e inquietud con respecto a la disolución del mercurio y su pene-tración, y aún de la acción del sudor, pues de acuerdo con lo establecido por Galeno en su libro quinto, capítulo 18 Sobre las facultades de los medicamentos simples, solamente penetra [el mercurio] por aquel lugar, y el sudor tiene mucho poder para ponerlo en mo-vimiento, sin omitir la acción del calor desmesurado y la tenue esencia húmeda que exis-te; no obstante, la naturaleza del mercurio es contraria a la de su colocación, lo que se puede observar, si la piel tiene mucha grasa y aún tierra –como se dijo arriba según Ga-leno-; en el sitio de su exploración cualquiera puede examinar, que [el mercurio] está obligado a penetrar y no tiene la facultad de provocar sudor, pues tiene una esencia den-sa, y se retarda mucho para penetrar en el sitio, y no tiene el poder de llegar a lo profun-do. Quienes por su juicio, contrariamente consideran que el mercurio fácilmente se disuelve, una parte atraviesa la grasa, la que por otro lado tiene que ser fina y aún tenue, y la parte que penetra provoca ardor y humedad en el sitio; porque en aquellos que tienen mucha grasa en el sitio, penetra lo menos posible y ningún sudor lo pone en movimiento. Así pues, después de haber penetrado, aún con la acción del sudor, se sujeta después por completo a la grasa, e incluso la devora produciendo una úlcera. Del mismo modo se acercan hasta nosotros las opiniones de los griegos sobre el mercurio, confirmando el ca-lor y probando con éxito que no es diferente, por lo cual es peligroso y de hecho, un ve-

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neno mortal (que los españoles llaman comúnmente soliman) cuando se toma. Acerca de esto, el mercurio es un veneno letal por el camino de la sublimación en el sitio, por ello la sublimación es enérgica para poder obtener la plata; los españoles denominan completa-mente la alteración sublimada con el vocablo “soliman”.78 Por cierto, este envenenamien-to es tan intenso, que se considera afecta el calor corporal, tal como una corrosión breve y una consunción interna (parecido a una inflamación). Para probar que el mercurio, desde el sitio en que se coloca provoca calor intenso, se tiene la opinión de Galeno, de acuerdo con los Aforismos, donde manifiesta que se escapa, del mismo modo por cuanto una substancia fluye, se puede observar que de no ser así es porque está frío, por lo demás, por medio de la sublimación del veneno fluye el calor. Con todo, más bien se tiene frío cuando en caso contrario, se abate completamente lo manifestado; hay que comprender los hechos de acuerdo a la experiencia, y entender los efectos del mercurio, de tal modo que el calor de su temperamento se propaga, pues siempre es causado por este veneno, el calor y la acción corrosiva; y estos son los hechos sobre el mercurio. Capítulo sexto, en donde se divulga la opinión más frecuente de una medici-na no común; y he aquí por qué conduce, el grado de temperamento de la raicilla. Acerca de este punto, no hay médico insigne que sea capaz de hacer de la misma manera, lo que los habitantes de una ciudad hacen con frecuencia, ni docto que lo aconseje; pues quienes por hábito tienen una discusión, sobre la atracción del sudor y también por el ca-lor que hay en el sitio [de la lesión], se atreven a decir que no ha sido transportado hasta aquí por causa de una raicilla que siempre es caliente y también húmeda; sin embargo, cuando se observa el agua y la carne de un joven, ésta es caliente, y por su edad tiene una disposición que provoca copiosamente la sudoración, ¿cuántos [jóvenes] existen que ten-gan frío y que no sean cálidos? Así de este modo, éste es nuestro origen, aunque hay quien puede tener sudores (a quienes debe darse importancia) y tener frío. ¿Cuál es el pensa-miento humano que seguramente y por completo está en desacuerdo, cuando sin saberlo discrepa de esto? ¿Para qué perderse y alejarse del resultado? ¿Por qué cuando se hace de ese modo ocurre un accidente?, y aún ¿Qué medicamentos están más cercanos a la regla y

78 Mercurio (Azogue) sublimado.

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son capaces de distinguir la naturaleza y su temperamento? En verdad se está en desacuerdo sobre esto, por lo cual todo trabajo perece, y alejarse es estar de acuerdo con los accidentes, y además de perecer el esfuerzo siempre se da el mismo resultado, ya sea aplicando calor en una región fría, o calor en una constitución física fría, o bien sea calor en la época fría de un año. Quien completamente provoca un accidente por hacerlo al contrario, no siempre es visible que la responsabilidad sea de la ejecución, sino de al-guien, o incluso de la época del año y aún de la región del cuerpo y su constitución. Así como al agua fría le llamamos muerta, también es evidente que siempre cumple la tarea de enfriar en todo tiempo, edad, condición y región del cuerpo, allí donde entre en con-tacto con ella. No obstante, lo caliente resuelve un accidente; cuando no siempre se ca-lienta, examina si alguna vez allí hubo calor de la carne y cuerpo juvenil, entonces su calor desmesurado se dirige hacia lo frío, estableciendo esto hacia el interior, en caso contrario siempre y completamente estará frío. Tal como Galeno manifiesta en su discusión introductoria Sobre las facultades de los me-dicamentos simples,79 capítulo 4, ¿Qué cosa es verdaderamente conocida y que sea supe-rior a las ideas? En el libro primero Sobre las facultades de los medicamentos simples, capítulo 2,80 lo dice del modo siguiente: “Muy recientemente, se han podido diferenciar los accidentes que ocurren por la causa primaria e incluso suprimirlos; porque en efecto, cuando el agua fría se aplica al calor, la piel se restablece y enfría, disminuyendo cuanto más el calor e incluso lo condensa”. En efecto, se deduce que este calor se restablece como se manifiesta en el libro 3, Sobre los temperamentos.81 Por el contrario, también el mis-mo calor con frecuencia se enfría aprisa, pues sin duda, la inflamación separa los humo-res; en efecto, si se está de acuerdo con la regla de que éstos se separan, hay que tratar de descubrir la posibilidad de observar su acceso, no sin esfuerzo, pues en verdad aún enga-ña a mi pensamiento. Y he aquí cómo se dice en el mismo capítulo: “De acuerdo con este punto, [el calor] se excita al salir, por lo cual siempre es el mismo [humor] que lo produ-ce”, sin embargo, a fin de que nosotros pongamos un remedio en este punto, debe ser de acuerdo a la facultad de un juicio propio, y en el capítulo 3 lo dice del modo siguiente: “En efecto, cuando desde el comienzo, la finalidad es aplicarlo continuamente y más bien ca-lentar sin cesar, no se causa un accidente.” Según esto, todo líquido lo abate lo más posi-ble, probando el error de muestra curación, la que termina más bien por provocar sudor y

79 Galeni Operum, Quintus tomus, De Simplicium medicamentorum facuktatibus. Libro IV, Proemio, p. 93. 80 Idem, Libro I, capítulo 2: “Acerca de esto, ¿cuántos pactos y opiniones facultadas son necesarias?” p. 7. 81 Galeni Operum, Primus tomus, De temperamentis. Libro III, p. 83-84.

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enfriar el sitio por el agua que contiene. Y así, nuestra raicilla puede provocar sudor co-pioso y hacer que se enfríe, lo cierto es que el error en este caso, tampoco se puede dife-renciar, de que se aleje un accidente del sitio, porque sobre la supresión, en verdad el agua que conduce el sudor es fría, aunque he aquí que esto no ocurre en todo momento, sino solamente en la carne joven, y cuando hace calor y en la época ardiente del año, y de ningún modo se absorbe, aún en la vejez. Es cosa sabida, que la carne joven está fría, y al contrario de suceder un accidente en el lugar, por medio del calor interno se restablece. Nuestra raíz no solamente actúa en esas condiciones, sino en todo tiempo y situación, aún en regiones sombrías rápidamente se suda sin cesar. Por lo cual, éste es el argumento del razonamiento sobre de que por sí misma es caliente, no ocasionando accidentes de la misma manera que el agua, como también arriba lo ha manifestado Galeno, en donde so-lamente se diferencia de la posibilidad de perecer, quienes se alejan de la ocurrencia de un accidente en el sitio. También tiene la facultad por sí misma, de que en todo momento es visible completamente, la eficacia de no producir accidentes y solo alguna rara vez. De acuerdo con esto, no ayuda mucho apartarse de ella, como quienes no le tienen confianza y rechazan a esa raicilla y también opinan que en todo momento el sudor es cálido. Deli-mitemos hasta este punto, que los médicos llevan cosido este engaño, y engendran sus ar-gumentos por aquí, en palabras y opiniones que preservan lo falso, y nuestra verdad (si es lo justo es que es apropiado), muestra claramente su fortaleza y comprensión, y de ese modo se hace visible, sobre todo para decepcionar algún médico de ciudad, que no tome partido por esta hierba, investigando con diligencia su situación fría (como vulgarmente se acostumbra mandar a ejecutar), además, en esto se debe extender cuando por insensa-tez común se está de acuerdo. De otro modo, a partir de aquí se debe hacer un juicio críti-co, teniéndome a mi entonces como oyente, e incrementarse las pruebas, y sobre todo con autoridad y un razonamiento agudo; finalizando, de acuerdo con esto llegamos a la con-clusión de que es caliente, por mis conocimientos arriba afirmados sobre esa planta, es cálida y seca en segundo grado y también, su primer y tercer estado es sutil, y al contrario de otros medicamentos es un auxilio. Capítulo séptimo, en donde se rechaza otro error sobre la raíz, de los médi-cos de esta ciudad.

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Ay de mí, todavía a veces, me produce tanto dolor revelar el temperamento de esta raici-lla, a ciertos médicos de esta ciudad, que de acuerdo con esto, escuchan mis razonamien-tos convencidos con los ejemplos y así desisten un poco de su equivocación. Se concede que es cálida esta raíz hasta en España, pero no obstante, estos occidentales, quienes por proceder de esta región señalan que es fría; acerca de esto, en verdad hay un error y tam-bién se tienen dudas insensatas, o bien, son las dos cosas las que se admiten con agrado, porque si es cálida por admitir su naturaleza, este temperamento siempre se debe admitir en toda región, pues ningún remedio abandona o excita su naturaleza, en la medida en que solo puede haber diferencia si procede de sitios o regiones diversas. En efecto, de este modo la pimienta, el ajo y la cebolla ofrecen humedad, y por esta naturaleza tanto en las regiones orientales como en las occidentales, son de hecho cálidas. Una región no puede ser fría completamente y por otro lado caliente completamente; y así, la lechuga que pro-viene solo de nuestra región es considerada fría por quienes la producen en España, y así de este modo es en general con otras hierbas que son sembradas o por lo menos existen. Hay quienes en verdad son tan ignorantes, de que aquí en nuestra región mexicana, el beneficio no se hace por el mismo temperamento, por lo cual solo se compara con lo que procede de España. Con todo esto nuestra [raíz] es fría y otros aseguran que completa-mente es cálida. En efecto, debemos observar del todo este hecho más de cerca y el tem-peramento natural, ya sea en Italia, ya sea en España, o si se puede aplicar sólo a su procedencia, aunque la diferencia sea por completo del alimento y aún con razonamien-tos mayores, o bien permitir razonamientos menores. Acerca de esto, son evidentes para nosotros estas alteraciones; quienes han tenido que cambiar de sitio hacia diversas par-tes, han traído alimentos de colores y sabores variados, y sustancias más o menos pareci-das al vino, incluso de [regiones] cálidas y no completamente frías, y de otras en las que ellos mismos se establecen y nos transmiten acerca de cómo es su agricultura, describien-do tardíamente su emigración, que es verdad de acuerdo con otros; por otro lado, muchos de esos sitios con frecuencia, solo tienen una distancia de cuando menos dos estadios, y después del color y el sabor de la sustancia, ocurre un cambio moderado, aunque no completamente cuando el temperamento es innato de sí mismo, abandonando el otro. Y esto fue observado por Galeno, con estas mismas palabras en su libro tercero Sobre las causas de los síntomas, capítulo primero cerca del final.82 La molestia que arriba he de- 82 Galeni Operum, Tertius tomus classem scriptorum eius tertiam complectens, cui in sunt quae de morborum ac symptomatum causis differentiis quam et reliqua hisce finitima materia per artem totam

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clarado, se opone al examinar el pensamiento de Dioscórides en su libro 1, Sobre la histo-ria de las plantas,83 en el último capítulo, en donde se ocupa de Persea arbore, donde di-ce que ese árbol en Persia envenena y además es letal, pero al llevarlo hasta Egipto el fruto que da, se adaptó e incluso es saludable; quien comprende después esto, es Galeno en su libro tercero Sobre las causas de los síntomas, capítulo 1, cerca del final y en su li-bro 2, Sobre las facultades de los alimentos, capítulo 36, acerca del árbol Persea.84 Sobre este árbol, después se dijo que el beleño se comportaba de forma similar,85 así lo escribió Aristóteles en su libro primero, Sobre las Plantas, cerca del final, en donde se establece su letalidad y en Egipto se describe como saludable. De acuerdo con esto, se establece que para tener confianza en Dioscórides, la historia de ese árbol se debe cambiar. Dos razo-namientos conocidos sólo para el mismo árbol, y en su elegante poema Columela, en su libro Sobre el cultivo de los huertos, lo expone de este modo:

Tierna ciruela blanca ó damascena,86 Y la fruta que un tiempo (según fama) De la bárbara Persia recibimos Con su veneno patrio corrompida Y hoy olvidada del mortal oficio, Y despojada del poder siniestro, Nos da jugo de célica87 ambrosía.88

traduntur, una cum commentariis in libros Hippocratis De moebis vulgaribus. De symptomatum causis. Libro III, capítulo 1, p. 98. 83 En realidad se trata del libro De Materia Médica, que en el capítulo 129 del libro I, aborda La Persea, con una nota en la que hace referencia al libro Historia de las Plantas de Teofrasto. El texto es breve y señala: “La Persea es un árbol de Egipto, que produce un fruto comestible, estomacal, en la que se encuentran las tarántulas, llamados Kranokólapta, principalmente en Tebaida. Sus hojas, secas, majadas, aplicadas en polvo encima, tienen virtud de restañar las hemorragias. Algunos dijeron que este árbol en Persia era mortífero, y que, una vez llevado a Egipto, se transformó y se volvió comestible”. Dioscórides, p. 130. 84 Existe una variedad americana de Persea (Ahoacaquahuitl). “Es un árbol nativo de América tropical y cultivado por su fruto comestible. En la medicina tradicional se usa contra dolores musculares, problemas cutáneos, digestivos, respiratorios, ginecológicos y contra parásitos intestinales. El aceite de su fruto se utiliza en la elaboración de productos cosméticos”. Su nombre común es aguacate. Parrilla Álvarez, p. 67. 85 La diferencia en este caso se debe a dos especies distintas, beleño negro que vuelve loco, adormece y es inadecuado su uso, y beleño blanco que tiene acción analgésica y antiinflamatoria. 86 Natural de Damasco. 87 Celeste, por lo que pertenece al cielo.

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Las más pequeñas de éstas Que conservan el nombre de su patria Se apresuran a madurar;89

Quienes en ese lugar son testigos, añaden plantas y alimentos de acuerdo con la región y aún con la variedad de su naturaleza, además del conjunto de alteraciones, pues éste ár-bol establecido en un sitio es venenoso y en Egipto es completamente saludable, y aún se puede ver la ira opuesta a mi opinión, por cuanto los argumentos de Galeno sobre las re-giones elevadas, y ningún alimento se diferencia, ni cambia de naturaleza, y ninguna cosa puede temperarse más cerca; sin embargo, ¿Quién puede llegar a la verdad, sin la mente aguda de Dioscórides y sin las palabras escritas de Galeno? Fácilmente se puede percibir nuestra más firme opinión y no esa que con violencia intenta llegar a la verdad del árbol persea. Por otro lado, uno a uno se fueron estableciendo los cambios en Egipto (aspecto y poder natural). Con todo, al mismo tiempo la manifestación letal del árbol que se estable-ció en Egipto, se hizo completamente saludable, así de este modo, no cambió su naturale-za como alimento, sino solamente el veneno que causa daño a los hombres. Por lo cual y según el recto razonamiento médico, se deduce que persea no va hacia el interior, razón por la cual su veneno no se establece. Con todo, es falso que en el pasado, [la planta] en-venenara por el aire corrupto de las tierras elevadas de una forma confusa, y aún obte-niendo beneficios en su misma persona, se llegaba a la conclusión de que el resultado sería fatal. Quienes en Egipto son indiferentes por este alimento y por su completa bon-dad, desde que existe es conveniente porque si bien, su naturaleza envenena muy poco en Egipto, ésta no se abandona, sino que se destruye y se deja marchar. Según algunos, es posible que este árbol no tenga una sustancia que destruya como la del opio o como la de la cicuta, sino que por un accidente solo se trasmite en lugares elevados. He aquí cómo lo concibe el texto de Dioscórides, en donde dice que por esto cambia su naturaleza y se acepta como alimento; en este punto se establece por medio de su temperamento, que no se conoce específicamente pero envenena, por lo cual, es posible que por esto haya mu-chísimos que se equivocan sobre nuestra hierba, hasta aquí, en las regiones occidentales se le considera completamente fría -como en España-, nosotros siempre afirmaremos que

88 Término aplicado a cualquier vianda o bebida de gusto suave y delicado. 89 Lucius Junius Moderatus, de sobrenombre Columela, nació en la Bética al igual que Séneca, de que fue amigo, estuvo un tiempo en el ejército romano y fue tribuno en Siria el año 35 d. C. Después se trasladó a Roma donde se dedicó a la agricultura a gran escala, poniendo en práctica sus conocimientos al respecto.

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es completamente caliente y que por algún medio se puede reconocer verdaderamente que parcialmente es caliente llevándola al extremo, al mismo tiempo esta raíz de estas nuestras regiones, es menos cálida que en España y en otros sitios adonde la han trans-portado; porque en estos sitios hay mucho más humedad y por razonamiento, hay abun-dancia de humores y menos salida. Con calor, un humor cálido se debilita completamente en Europa, hasta el punto que lo lleva fuera y por causa de más calor la abundancia del humor se disuelve. He aquí como en verdad, se pone fin a la formación de un humor en un sitio por una cosa caliente; cuando hay una formación [de humor], el calor de la natu-raleza se excita para corregirlo; en verdad podemos observar que están calientes, hasta el punto que la formación [de humor] sale por lo caliente, para que observemos mejor esto, podemos usar vino, aceite y otros que se sabe sin duda lo producen, es un hecho absurdo y fuera de toda línea filosófica, que ese humor se desplace hacia otra parte. Capítulo octavo. Hacer salir todo lo que produce la enfermedad, en vez de una ventosa, diría que esta hierba es saludable, y aún diría de otro modo, que el daño es responsabilidad de su uso. Allí donde es completamente evidente, debemos mostrar lo conocido, donde se revela como innata esta raicilla, sin omitir la garantía que ofrece a la vista de todos sobre la en-fermedad, diría que ésta, es un antídoto que encuentra sobre todo y completamente el motivo de la enfermedad, que solamente es favorable a partir de su uso, cuando el reme-dio es evacuatorio, y no solo altera el sitio [de la enfermedad], hace cesar toda causa de la enfermedad, lo que es suficiente para dividirla y separarla, de ahí que diría: cuando se reúne con los fluidos, los excita. Cuando el motivo de la enfermedad es la bilis [amarilla], se originan fiebres que pueden ser erisipelatosas, tercianas, intermitentes o puras, que se pueden acompañar o no, de frenitis, manía, dolor de cabeza o hemicraneal, y aún por ésta bilis, hemorragias, hemoptisis, cólera disentérica, herpes y otras, se pueden producir. Otras [enfermedades] se pueden causar por bilis negra, o por bilis requemada si no es buena, o bien si la sangre es melancólica,90 y enfermedades de la piel en las que de algún modo se altera la pituita,91 como la úlcera serpiginosa, el impétigo, las escoriaciones y aún

90 Biliosa. 91 Flema.

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las [enfermedades] llamadas corruptas por los griegos, como la sarna, la lepra y úlceras en todo el cuerpo; incluso las [enfermedades] parcialmente pútridas y malignas, las cua-les son crónicas como el cáncer inveterado, úlcera del pezón y otras de esta naturaleza. Otras son por abundancia de sangre, o bien por su alteración continua, como son las fie-bres sínocas y los dolores de cabeza, y todas las inflamaciones que nacen del agotamiento corporal, tanto internas como externas como el flemón, el carbunco, los furúnculos, la phyma,92 el granuloma, la pleuresía y la perineumonía, la apoplejía y el debilitamiento, enfermedades todas causadas por la abundancia de sangre. Hay otras que provienen de los humores mucosos y grasientos, tal como la epilepsia, la podagra y la artritis, origina-das por la fuerza vital de la pituita; tumores internos y externos, edemas y fiebres cotidia-nas y aún de larga duración, resolución de hidropesías, afectación comatosa y letárgica, catarro y flujos catarrales que caen gota a gota y que en todas las circunstancias se permi-ten con frío y humedad. Por último están, las que son producto de la grasa y de la tierra, y como resultado de la fuerza vital de la melancolía, observa que es posible la ictericia, la hinchazón cirrótica, fiebres cuartanas y tumores escrofulosos; otras formas melancólicas son la obstrucción del bazo, dolores hemorroidales, dureza de vientre y várices, en todas las circunstancias, la fuerza que las genera es el sedimento que se arrastra por largo tiem-po, materia que atrae la enfermedad; en estas enfermedades hay otro tipo de materia, y diría un día, que lo que garantiza la salud, es consecuencia sobre todo del uso de esta hierba que presentamos, que disuelve la enfermedad así como la bilis, o incluso lo que origina el agotamiento aún cuando sea cálido y sean incluso delgados los humores que conducen ese daño, sobre todo cuando el sitio es claramente caliente; cuando el calor es mayor igualmente es comparable con el sitio, no así en las enfermedades de la sangre y aún en las biliosas, y aquí se puede dar la raicilla completamente de otro modo. ¡Veámos! En los estados melancólicos y en los pituitosos, o bien cuando también se reúnen los dos, he aquí cómo se propone: cuando sean enfermedades calientes por humores con olor quemado (se tiene olor a quemado cuando hay calor en el sitio), mira pues, que ninguna hierba tiene poder de hacer salir el calor del sitio por aquí; en efecto, el calor más grande

92 Término griego que se puede traducir por absceso o tumor y que se describe de la siguiente manera: “Una phyma se forma en el pulmón cuando se acumulan flegma o bilis, se pudren y, mientras aún están bastante crudos, ocasionan un ligero dolor y una tos seca. Cuando están maduros, en cambio, sobreviene un dolor agudo por delante y por detrás y se ven afectados de calenturas y de tos fuerte. Y si madura y estalla y el pus se abre paso hacia arriba, es expectorado por completo y la cavidad en la que estaba el pus se deshace y se seca, el enfermo sana por completo”. Hipócrates, p. 54.

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se produce en el cuerpo y de este modo da como resultado que sea fuerte y quemado, y se transforme en una enfermedad difícil de soportar. ¿Quién puede contestar sobre todo, lo que en esas enfermedades se acostumbra hacer salir?, he aquí por qué, se presenta un an-tídoto conocido con el que está clara su frecuente experiencia en llagas y en alteraciones mucosas de la piel, y en todo tipo de ulceraciones y escoriaciones, todas las cuales son semejantes solo por la afección de la fuerza vital quemada, que se propaga mucho, de tal modo que requiere ayuda. ¿De quién es este razonamiento?, porque en esas enfermeda-des agudas la bilis está mezclada con humores grasientos que vienen de otra parte al sitio [de la enfermedad], por cuanto entonces, se razona que la muerte de las cosas la propicia la grasa. Observa el error de las cosas que se imponen sobre la carne: “así de este modo, también se causan ulceraciones de acuerdo con agudeza de la enfermedad en el sitio.” La carne no tiene poder de producir úlceras porque no posee grasa y aún la misma carne se aprecia de ser poderosa; muchas de estas cosas muestran el poder que ésta raicilla pre-senta parcialmente sobre los humores grasientos, los cuales son combustible para ser quemados, por lo que se acostumbra disolverlos por medio de la exhalación y los sudores, aún cuando estén formados abundantemente. Observa que es mejor por aquí conducir es-te razonamiento, porque de una u otra manera la hierba destruye y extirpa la enfermedad producto de la fuerza vital quemada cuando es poderosa. Capítulo noveno, en donde se ven todas las manifestaciones causadas por las afecciones 93 y enfermedades, en las cuales esta raicilla se recomienda por ser saludable y potente. Contrariamente a ese método general que nos auxilia [a tratar] las manifestaciones de las enfermedades, y que tiene por costumbre usar un antídoto, se presenta un remedio que ha sido ensayado, además de que su uso es por demás conocido y aprobado; por esto y más bien con razón, esta planta (que aunque fue consagrada), [fue olvidada] desde que Galeno dijo que su teriaca, borraba todo lo que los griegos sobre ella habían pronunciado, y porque desde algún tiempo se había dispuesto con cierta tranquilidad, que ella misma no conciliaba un cuerpo adolorido. Así pues, en un largo dolor de cabeza y queriendo dar

93 Estado morboso adquirido del cuerpo, considerado en sus manifestaciones actuales, sin tomar en cuenta la causa etiológica.

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la vuelta hacia la curación, escuchamos [al paciente] con mucho trabajo y aún teniendo los ojos húmedos, [la planta] tiene el poder de calmar la enfermedad; a veces, da gusto probar cómo [el paciente] se restablece del padecimiento, y él mismo compara la fuerza que suele auxiliarle. Cuando se produce una copiosa humedad que transita desde la cabe-za y el aliento liberado se agota, los suspiros pueden ser útiles, pues sin duda, la mucosi-dad gruesa en los pulmones se arroja por los conductos cuando un hombre apura la respiración; a menudo la flema que causa la corrupción, se acostumbra curar principal-mente según la constitución de los humores fríos, y la molesta nausea al alimento, no lo-gra restablecer su alteración. En una afección hepática y también en una del bazo, muchas veces el tratamiento abre una obstrucción, y aún hay utilidad en la afección loca-lizada del bazo, así como en una enfermedad ictérica. A menudo, la curación es diligente en todos los escirros indurados del bazo y hepáticos, tanto internos como externos y que permanecen solamente un poco sucios, además de que esta substancia fluye y los consu-me. Tritura los cálculos del riñón sin importar que sean de tierra sucia, y aún con facili-dad calma y limpia la orina contenida y de trabajosa [expulsión]. Hace cocer lo difícil en el estómago y más bien restablece la debilidad de la boca del estómago, desinflamando y vaciando; se ha confirmado también [su uso] en la inflamación del bajo vientre que dura mucho tiempo, y cuando se une a daños por corrupción, [la hierba] hace salir completa-mente todo, aún los fluidos pituitosos retenidos; éstas mismas materias se consumen lue-go y completamente en las mujeres, además de que hacen salir los meses del útero; penetra y más bien detiene las hemorroides, y en seguida abre y pone en movimiento las orinas copiosas, es más, también [mejora] a los enfermos de gota completamente y arran-ca los fluidos de las articulaciones; por aquí y siguiendo este razonamiento, también en los que padecen de mucha agua intercutánea, se debilitan los humores a los que precisa-mente se les atribuye la hidropesía, para abandonarla particularmente como lo que lla-mamos leucoflegmacia, debiendo completamente tomar vino y no agua, la que perjudica a un hidrópico. Por algún medio y por causa de una irregularidad del aspecto corporal (lo que llamamos caquexia), también le es un remedio muy bueno, de tal forma que lo so-brante lo separa; esta [planta] auxilia algunas veces en la elefantiasis, incrementando la fuerza vital y hasta el tétanos no es raro curarlo por medio de ella; [también] en las con-vulsiones y en todos los nervios inflamados, aún cuando están extendidos se relajan a fin de que adquieran su ritmo y también una parte se libera (en cierta manera lo que llama-mos parálisis) y con frecuencia se cura. Lo cierto es que si al mismo tiempo se altera la melancolía, este medicamento la calma, o si se presenta incrementada la saca o le quita lo

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negro desde el bazo, por lo cual, la bilis del bazo de una fiebre cuartana encuentra lo ne-gro, ya que esta fiebre nace de la bilis negra y esta medicina se inclina a disolverla; si lo hecho precisamente se hace lo suficiente en su parte esencial, este remedio en breve se li-bra de todas las enfermedades pituitosas y melancólicas, aún de la bilis negra quemada que produce no una enfermedad en general, sino por alguna razón la corrupción gálica, en la que este remedio tiene mucho [poder]; éste lo hace pronto y bien en [las enferme-dades] que se han enumerado desde otro tiempo, como por ejemplo, se coge una medici-na y se reflexiona con justicia sobre su poder y en cuáles enfermedades es capaz de ser un antídoto por el camino más corto y que tengamos a la mano. Capítulo décimo, aquí en este punto decimos la época, la región, la duración y otras condiciones, que cuando se adaptan bien, la raíz es muy conveniente. Con toda dedicación y de ninguna otra manera, estamos obligados para auxiliar a esos que inician su enfermedad, en donde la duración perjudica mucho, pues su excelente fuerza vital con la duración [de la enfermedad] se va deformando por la agitación y el movimiento, y en los que no se puede por causa de esto [evitar] la mucha disipación y su consunción. ¿Cuál de los humores entonces, está agitado y no fluye?, es necesario particu-larizar cada parte por la que recorre y que de igual modo es difícil de soportar para el en-fermo, por cuanto es mínimo lo que se presenta de la causa al inicio de la enfermedad; este consejo con gran elocuencia, lo advierte Galeno en su libro 5, Sobre el Método Cura-tivo,94 donde escribe: “El cuidado de la enfermedad al comienzo, siempre debe ser rápido y el medicamento débil, para después llegar a la intensidad y fuerza.” Teniendo así todos [los humores] su fuerza abatida, este medicamento no se puede dar sino después de otro remedio. Desde que los médicos están investigando su administración para la curación de enfermedades, quién no se dirige hacia allí, a fin de buscar que este medicamento sea un asilo (a fin de consagrarlo como áncora,95 por ejemplo). Por otra parte pero al mismo tiempo, esta es la razón de no purgar antes el cuerpo, de modo que es conveniente usar un antídoto, ya que del cuerpo sale mucha fuerza vital e incluso se pone en movimiento la 94 Galeni Operum, Tomus sextus classem septimam habet, quae et artem morborum curatricem, et eiusdem in Hippocratis chirurgica commentarios continet. Methodus Medendi, id est de morbis curandis. Libro 5, p. 113. 95 Refugio, sostén.

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corrupción y cambia completamente, [produciendo] sobretodo un síncope, vértigos y au-sencia del principio vital por la boca del estómago -lo que causa la muerte-, y ningún hu-mor en particular fluye hacia las partes [del cuerpo] ni se pone en movimiento; hasta aquí se recomienda sobre estas cosas. Cuando alguien por aquí, mira atentamente esta hierba, como una opción para suministrar al cuerpo, es suficiente para preparar los humores e incluso disminuir su abundancia, lo que basta para hacer catarsis y hacerlos evacuar; ¡He aquí cómo!, esta hierba ofrece una evacuación completa y su empleo corporal garantiza su apoyo. Acerca de esto, Galeno nos enseña por medio de todos los libros Sobre el Método Curativo, y de su libro Técnica, los lugares en los que de ningún modo se deben usar para producir la resolución [de la enfermedad], a no ser que se proporcione a un cuerpo sucio de espíritu y hacer salir la fuerza vital. ¡Pues bien!, examinemos al mismo tiempo en un año de duración, la región y la época que debe tener aquel lugar, [donde] como aquí se emplea la raíz, pues por verano, de ningún modo se puede aconsejar [su uso] en mayor medida, puesto que el aire se calienta y se eleva, calor que también molesta, es difícil de soportar y queda sin poder el cuerpo, esto es del mismo modo que el muy admirable Hi-pócrates [lo sentenció] por ahí: “Hay que considerar cómo se presenta el medicamento antes del nacimiento de la canícula y después de ella, enseñanza que es difícil de hacer.” Acerca de esto y todavía sobre los medicamentos, esta hierba es conocida no por el tiem-po, sino por su modo de sacar el frío, porque los humores están en este tiempo muy den-sos e incluso crudos, y aún la respiración corporal está muy poco oprimida y obstruida; por algún medio y sobre esta circunstancia, esa [hierba] no es transportada sino por me-dio de la exhalación insensible, por las orinas siempre pero no por los sudores, los humo-res [aquí] situados son ligeros en este tiempo. El tiempo completamente conveniente para quien quiera tomarla para sí, es el otoñal o bien el primaveral; [para] quienes en verdad en este tiempo tienen calor aún siendo de constitución fría; así como en todo tipo de ca-lor, no se deben consumir [cosas] frías porque es perjudicial para disipar los humores y auxilia mucho la eficacia [del tratamiento]. Acerca de esto, el consejo de Hipócrates está en el libro sexto de Aforismos, aforismo 47 y en los Comentarios, que de él hace Galeno,96 en donde este tiempo se adapta y es aprobado para ejecutar sobretodo las evacuaciones; este es el conocimiento verdadero que se debe investigar minuciosamente frente a cada enfermedad, y de ninguna manera se debe poner el mismo remedio completamente, por-que allí cuando la enfermedad se origina, he aquí que el tratamiento del que disponemos 96 El aforismo en cuestión dice: “A cuántos conviene una sangría o una purga, a éstos púrgueselos y sángreselos en primavera”. Hipócrates, p. 288.

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no solo debe dirigirse por el tiempo [en que se manifiesta], sino por otro lado, donde no sea muy grande o se imponga el calor, no obstante, por algún medio y por la época flori-da, se pronuncia y demuestra este parecer. Por el contrario hay que evitar esta hierba en todos los niños, puesto que su grandeza es mayor y sin peligro en los hombres, y aún co-locada en el cuerpo, con facilidad y prontitud disuelve lo que extingue al espíritu innato. Si, perfectamente cura y es evidente cómo un sorbo de aceite, con facilidad hace desapa-recer una inflamación abundante, tal como Galeno con sabiduría lo dice en su libro Sobre la Venosección.97 Yo, así de ese modo he puesto a prueba lo que se menciona sobre los niños, algún día y de manera intempestiva use la raicilla y he aquí que fue débil [su ac-ción]; en efecto, cuando se padece de una fiebre de mucho tiempo la dimensión del cuer-po se hace delgada, sea en hombres enfermizos y también con mucho vigor, hay que tener cuidado, además, quien tenga como yo este juicio médico, debe observar también él mis-mo la hierba para darle utilidad o rechazarla, y disminuir con apremio su necesidad; en-tonces, si su efecto es reducido y se tienen otras mezclas de medicamentos los cuales sean eficaces para refrescar, se admite que se den, en caso contrario de ningún modo. Por otra parte, si en las regiones de ningún modo se altera el calor o bien el frio, es aquí cuando se puede trasmitir y prevalecer este razonamiento, más solamente en las regiones [donde] el calor o el frio no atormentan naturalmente. ¿De qué clase es ésta nuestra hierba mexica-na, por cuanto sin temor y felicidad se usa, y es conveniente para los que estamos enfer-mos y por causa de una región templada admitimos su poder?, ahora es clara la explicación del temperamento innato de esta raicilla, y no por algunas enfermedades tan inflamadas como conviene en sus manifestaciones, y en qué tiempo del año, edad y región se debe demostrar [su uso] con justicia. Por otro lado, resta la obligación de un conocedor para discutir y cambiar. Capítulo undécimo, en donde se refuta la opinión médica de quienes dicen que esa raicilla, actúa por su forma específica, o por la esencia de su tierra y no por su complexión. Para decir verdad, es muy poco lo que alguien puede creer que es apropiado para sí mis-mo. Esta raíz por su esencia, o por su forma específica y no por su complexión, alcanza su

97 Galeni Operum, Quintus tomus, De venae sectione adversus Erasistratum. p. 1057.

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eficacia como protectora del cuerpo; acerca de esto, he aquí el razonamiento cotidiano ob-tenido por la misma experiencia, que no ayuda cuando observamos el cuerpo, y con sabi-duría le aplicamos un medicamento caliente. ¿Hasta qué punto esta hierba es caliente?, la cual no obstante, tiene su efecto en el mismo lugar, donde de ninguna manera es respon-sable de producir su adaptación. ¿Desde dónde arrastra [los humores] de esta forma?, ¿Es por su esencia y no por su calor?, esto se aprecia cuando el cuerpo está en movimien-to; una sentencia de Galeno [señala] que el verdadero buen estado de salud, aleja las ho-ras de paz, puesto que, quienes por su esencia personal son activos, solo [requieren] una sexta parte del medicamento. Es un hecho que consta, que ningún medicamento en prin-cipio va por [un humor] acuoso; siguiendo con Galeno, efectivamente por esta esencia personal la actividad es innata. Observa que está permitida la catarsis, o bien un veneno, o bien un alexitérico y alexifármaco, o incluso un amuleto, o si no el alimento; también debes tomar en cuenta una parte exclusiva del cuerpo, tal como una vejiga causada por cantárida, la buena marcha del hígado, la capacidad de la corteza del bazo, existencia de estrecheces, y otras. Para quienes van en busca de Galeno, revisen los lectores (sin dete-nerse en ellos), el libro quinto Sobre las facultades de los medicamentos simples, y el ter-cero Sobre los Temperamentos, el sexto de las Epidemias y su opúsculo Sobre los Amuletos, hasta este punto con los libros. Teniendo así lo demás por conocido, este medi-camento solo excita la esencia individual, y en ninguna de estas tierras penetra ni es visi-ble esta hierba. Lo que queda es: ¿Cómo hace su efecto de manera posible en la esencia individual? Realmente no es catártico este medicamento, no es veneno, ni alexitérico o alexifármaco, ni alimento, ni amuleto, ni es de esos peculiares que se dirigen parcialmen-te a la complexión, cuando de ese modo son utilizados y no la efectúan en su esencia; re-cordemos que fue conocida oportunamente por un razonamiento físico y al mismo tiempo, se manifiesta con la actividad, incidiendo, atenuando, expulsando y rara vez hace penetración rompiendo; y provoca sudores, orinas y los meses, como si esta raicilla fuera la responsable de manifestar sobre el cuerpo, principalmente una manera temperada (como arriba se deduce de Galeno) y difundiendo el calor. Con el conocimiento físico es-peculativo acostumbrado en este lugar, la esencia de ningún modo es rechazada, o dismi-nuida, o disuelta, o bien que penetre, o incluso es incurable en alguna de esas tierras, pues en efecto, éstas regularmente son completamente calientes. De otro modo y comple-tamente en los catárticos, el resultado va hacia la perfección en forma similar, arrastran-do la esencia del sitio y hasta el veneno. ¿Hasta dónde es perjudicial la virtud de rechazar la esencia que fluye con los alimentos, amuletos y otros que la alejan rápidamente? ¿Qué

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resultado [puede] realizar un juicio recto, por rechazar la esencia que brota y es descu-bierta? Así pues, hay que mantener este antídoto por ahí -quienes del cuerpo quieren se-parar el calor y de un modo apresurado, de forma similar, [debemos] aconsejar que es excelente y parcialmente tenue. Quienes aconsejan que [la hierba] sea excelente y par-cialmente tenue, es motivo también para ponerla frente a otros calores y a esas medicinas calientes que en el sitio [de la lesión] realizan la expulsión. En efecto, se pueden abando-nar por esto, o bien, porque sean más calientes, sin embargo, la parte tenue que tiene la hierba en este lugar es inferior, por esto es que también se abandona cuando la actividad es superior. Capítulo duodécimo, donde se refutan las declaraciones comunes y necias de esta ciudad, sobre ésta nuestra hierba. Nadie está en divergencia con nosotros, e incluso con nuestra [hierba], de que en verdad vacía y separa en forma diligente, argumento tomado de acuerdo con la experiencia, por lo que se puede compartir y reconocer de forma común y duradera. Por esto uno puede ser testigo, cómo al añadir ese antídoto que es caliente, tiene ese poder en la mujer cuan-do está afectada de dolor uterino y además, cuando se sale el útero, mal que se tiene que abatir continuamente, porque es muy poco el poder para colocarlo en su posición ya que no está frío, pues cuando el daño del útero es enteramente frío –de acuerdo con Hipócra-tes y con el libro 3, Sobre las Enfermedades Agudas, de Galeno-, lo caliente tiene un po-der completo. Para quienes este sofisma no es razonable, les corresponde opinar de qué otro modo es, cuántos manifiestan que no están tan de acuerdo con lo que aquí se ha pre-sentado de esta hierba, pero indebidamente la han usado regularmente. Esto es realmen-te frecuente en los médicos, y he aquí por qué, los ciudadanos habitualmente acostumbran en las mujeres, una mezcla de una pequeña porción de esta raicilla por mu-cha cantidad de agua, hasta el punto en que llaman “simple” a esta bebida de la hierba, y esta no se anticipa a la prolepsis,98 o bien a la evacuación. De acuerdo con quienes con ra-zón, asumen de este modo el resultado como refrigerante para el daño, por otro lado y del mismo modo lo produce para el daño uterino. Acerca de esto, de ningún modo la tierra

98 Conocimiento de lo general que obtenemos de la experiencia de modo espontáneo, a diferencia del concepto, que resulta de la reflexión. En retórica es sinónimo de anticipación.

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proporciona las condiciones necesarias para su uso, sin embargo, una bebida “simple” de esta hierba refrigera y como consecuencia rechaza; también, una pequeña porción de esta raicilla mezclada con mucha agua, muy poco incide, atenúa, disuelve o expulsa por sí misma, esto es lo más semejante a lo que es capaz de realizar por excelencia, pero sola-mente hay en el campo esta bebida y agua, agua con la que groseramente se puede enjua-gar bien el interior del cuerpo y que penetra más de prisa, de allí que esta agua sea poderosa y que su trabajo en el cuerpo aunque es más rápido es inferior en poder, así de este modo, más bien refrigera y humedece, el útero y otras partes dañadas en lugar de en-friarlas, en donde el calor realmente es escaso en proporción a la mucha agua de la mez-cla, esto es lo que la bebida ocasiona para expulsar. Observa que es posible, que una mayor cantidad de agua se distribuya en las partes profundas, colocada en este punto, tanto el agua como su efecto de expulsión se hace más pronto, y tiene el poder incluso de enfriar y humectar, ya que así lo introdujo Galeno en su libro 1, Sobre las facultades de los medicamentos simples, capítulo 31, efectivamente dice: “porque si en alguien robusto se sitúa el agua tardíamente y el tiempo de demora es muy grande en los hipocondrios, no se retira hacia abajo ni se disipa por el mismo cuerpo, esto perturba mordazmente sobre aquel lugar, tanto, como a cada parte que [el agua] lleve como vehículo, de este modo también, siempre que se bebe vino se tiene sed, la que desaparece eficazmente con agua”.99 ¿Hasta qué punto por sí sola, ella misma mueve y distribuye el vino? Es claro el razonamiento de que refrigera y es un hecho que se llega a la curación por la abundancia de agua, tal como si estuviera colocada una naturaleza fría y húmeda, la cual es un apoyo para todo lo demás, incluso el hombro como ejemplo; en aquel lugar y en todas partes del cuerpo, conviene entonces que penetre el vino con su espíritu caustico, los cuales por sí mismos, de ningún modo son fríos y húmedos. De acuerdo con quienes se debe hacer sa-lir con algo similar -como por medio de una mezcla de agua con vino-, así de ese modo, lo ejecuta la hierba por una porción pequeña y por medio de una mezcla con mucha agua, con su pequeño calor también; entonces como ejemplo, el agua es entregada hacia el hombro y se sostiene en ese sitio, aunque penetre hacia lo más profundo del cuerpo y sus cualidades sean contrarias al cuerpo, y así de este modo, las partes que por naturaleza son frías, no lo aumenta [la mezcla] colocada aquí, y más bien el útero se comprime. ¿Hasta dónde se han alejado esos médicos, quienes quieren obtener mucho con un simple en un

99 Galeni Operum, Quintus tomus, De Simplicium medicamentorum facuktatibus. Libro I, capítulo 31: “¿Cuál de los dos, un oxizacre [salsa preparada con jugo de limón, leche y miel] o el vinagre, tiene el poder para ayudar en el sitio así como sacar el agua, además de que ahí mismo también enfríe?” p. 26.

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solo tiempo? Esta raicilla tiene el suficiente poder para apartar y extirpar del cuerpo la enfermedad y curar sin discriminar, pues si alguien se lamenta de la bebida de una simple hierba, tiene que admitir más bien, que un vientre difícil de soportar indica que el útero está mal, y más bien, una naturaleza fría causa mucho daño, por esto, cuando se da este resultado, de acuerdo con semejante fuerza, se desplaza [al útero] tal como ocurre en las mujeres, y sin consentimiento del mismo útero se organiza la sintomatología, una irrita-ción y mucha molestia, por lo cual, siempre que ocurra se debe consultar sobre las cosas médicas. He aquí por qué se admira el poder de esta raicilla de acuerdo con su absorción y experiencia, tal como antiguamente el cuerpo se acomodaba a los medicamentos prepa-rados y evacuaba, después de reducir mediante cocción en agua la fuerza de la hierba, y de ese modo se empleaba la preparación, sin llegar a ser completamente débil. De este modo, el cocimiento [de la hierba] debe ser lo suficiente para llegar enteramente a la alte-ración y ver con asombro en seguida cómo se corrige, y de su obra incólume es el resulta-do. En las otras vísceras está permitida por las consideraciones que arriba mencionamos apresuradamente, y acerca de esto, Galeno asume que en aquel lugar no es favorable, no por causa del camino recto adoptado –lo que rechaza categóricamente-, sino que también el útero puede ser dañado por esa hierba que es fría, pues así es conocida, que a causa de mucha excitación, el útero es con todo caliente y no sea frío, tal como se manifiesta en to-dos las épocas. Hay quienes ponen mucho interés en el útero y en el modo de sacar lo ca-liente; de este modo, el pelo asado contiene amoniaco y por otro lado comprime el útero. Así pues, no está bien aconsejarse uno a otro que esa raíz rechaza [el calor], porque tam-bién se debe añadir que el útero está frío, sin omitir que esta raíz tiene la facultad de no dañar la sustancia propia del útero o al contrario, y no está de acuerdo con una forma de ser manifiesta, pues así es cómo muchas de nuestras partes o bien se dañan, o bien se comprime su sustancia. Esto se puede mostrar cuando se infesta el pulmón por lupus ma-rino, y en las vejigas por cantáridas; del mismo modo y por otro lado, son muy progresi-vas, tal como he podido admirar personalmente en el bazo, el corazón y la pierna. Así de este modo, se ha registrado solo para evaluar cómo es sobre el útero, pero mira, también se puede a veces, presentar lo mismo parecidamente a la sustancia, como el mismo Hér-cules sobre la piedra lo hizo hábilmente; por otro lado, más allá de oponerse o estar en desacuerdo con lo que ocurre con la sustancia en aquel lugar, no es bueno juntar y añadir, que esa raíz se proclama fría, así como que refresca y que es en extremo húmeda; tal co-mo en esas regiones y con esta raíz, hay quienes contrariamente tratan la sustancia en aquel lugar, y por causa de esto se hace costumbre.

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Capítulo decimotercero, sobre la habilidad y utilidad que unas veces presen-ta esta raicilla, para mantener el cuerpo en buen estado. La manera es completamente ingeniosa por la cual ésta raicilla debe curar, y presentamos a la vista de todos lo que ofrece, para que ninguno de por aquí eche de menos su carácter. De una forma simple –como se acostumbra-, se admite esta raicilla por los profesores del arte médico, o bien, un tipo semejante a lo que ella presenta en verdad, o incluso, reduci-da en forma de polvo antes de hacerla cocer en agua; he aquí cómo, esas diferentes en-fermedades se alteran al dirigirla de este modo para su corrección. Es verdad que se le reconoce libremente como polvos, o bien, se presenta como jarabe y como ejemplo, nin-guno es perjudicial para el cuerpo, y no obstante, declara habilidad para aliviar comple-tamente, de tal modo que al hacer cocer esta raicilla en agua, es un hecho aceptado que protege al cuerpo. De acuerdo con este razonamiento, es cosa sabida que aquí se tiene co-nocimiento de este hecho, pues la eficacia de esta hierba en un sitio en particular, es pe-netrar hacia lo profundo y llegar al interior de las partes del cuerpo, a las venas y las arterias, y de ahí hacia los capilares y a la médula de los huesos y entonces allí se disuelve; además, se disipa también por medio de un copioso sudor, o bien, a causa de la disper-sión insensible de los humores, los cuales por alguna causa, hacen salir el medicamento sin fuerza por la grasa; por lo que entonces, ésta es la ventaja de la raicilla cuando se pone a reducir en agua para ser de utilidad, puesto que de ésta manera y por causa del flujo de agua, con facilidad y comodidad, el líquido se va hacia los extremos corporales, y aún por un pequeño vaso llega potente, con un resultado completo cuando se le pone abundante miel, e incluso se puede elaborar con azúcar, y de esta forma presentarlo en forma de ja-rabe. Cuando no se tiene miel o azúcar, generalmente no hay aglutinación y como las par-tes del cuerpo están unidas, el antídoto no tiene fuerza para ir hacia el interior del cuerpo, de tal modo que su facultad se aleja a otro sitio. El mismo resultado se provoca cuando en el cuerpo se reduce a polvo, pues los polvos, además de ser gruesos son de la tierra, y tampoco pueden llegar hacia el interior, o bien, si éstos llegan no lo hacen de manera rá-pida, además de que como tales, no son lo bastante convenientes para alejar la enferme-dad; según esto, lo que la hace salir comúnmente en este tiempo con la práctica médica, es el que se presenta en forma de jarabe,100 y sin embargo, los polvos de esa hierba son un hecho inconveniente cuando se hacen con habilidad a manera de una baya, además, el 100 Sirops.

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buen camino para hacerla salir [la enfermedad], sólo es completo y presenta destreza cuando se hace cocer en agua. Por alguna razón, presenta mayor eficacia cuando está lleno de miel, además se hace de este modo por comodidad; por lo que siempre que esos polvos, o bien el jarabe, sean ventajosos para defender la salud, su uso sólo se puede ad-mitir en un estado de sufrimiento y enfermedad fría, como irritación intestinal o localiza-da en el bazo, pues cuando está localizada hacia este punto, éste antídoto fácilmente tiene el poder de llegar ahí con vigor por causa de su afinidad, y no por causa de los polvos gruesos, ni por aglutinar con azúcar o con miel. No obstante, rara vez la afección [irrita-ción] se liga a la cabeza, a los nervios, al riñón, a la vejiga, a un sangrado de una parte del cuerpo o a otro, y de ésta manera, la diferencia es muy poca con la naturaleza de esa raíz, sea convertida en polvos, o bien con azúcar, o también preparada con miel, admitiendo un razonamiento superior que se debe transmitir. Más acerca del agua en que se debe ha-cer cocer y de acuerdo con esto, se pueden obtener muchas que se alejen de los médicos de estas épocas, quienes en esas partes diferencian con terquedad para la enfermedad, los polvos o bien los jarabes de zarzaparrilla, con los que están de acuerdo en su empleo, so-bre todo cuando la dolencia es gravosa, teniendo así que demostrar hacia qué parte [del cuerpo] tiene poder y hacer suya la recomendación. De otro modo -completamente salu-dable-, será su aproximación, siempre que la presentación de la hierba se haga cocer en agua; en verdad son muchas y múltiples las variedades, por las que se expulsa secunda-riamente [la enfermedad], sea la edad, o bien la fetidez de la enfermedad, o los muchos humores, o bien otras cosas. De esta manera hay que pensar en el agua que se reduce al cocimiento y de este modo, se hace su preparación para uso médico. Así que ¡ea!, vamos a descubrir la habilidad de ésta medicina, puesto que es completamente un juicio médico y en este punto de apreciación violenta, puesto que el agua se mezcla secundariamente, he-cho que rebasa la enseñanza y que hay que dejar escapar, en efecto, ya que ninguna mez-cla está regulada, o presenta poder por ley. Mi demostración de esta raicilla, se forma a la vista de todos para presentar cuánta es su utilidad y conveniencia, quedando muchas ex-periencias que lo confirman, y que semejante mezcla así se prescribe: en todas partes [se ponen] tres o cuatro onzas de esta raíz que primero fueron trituradas medianamente, e incluso hasta que sean lo menos posible de dividir, en una clase de agua limpia o de ma-nantial, echándolas por ocho horas para remojar eficazmente, además, basta ponerla a fuego lento para que esté bien cocida y pura, como queda después de una tercera decoc-ción, así de este modo, es como se equilibra un [jarabe] de clase superior, cuando se em-pieza a transformar el color, que de acuerdo con la práctica médica, esta bebida restablece

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y aleja todo lo que se presenta de forma cotidiana, de donde es muy conveniente para el mismo punto otro día, y así como esta bebida sola es suficiente por un día, y de hecho así es, robusto y eficaz, y cumple como protector del cuerpo; yo he estado experimentando con esta infusión cotidianamente y de este modo lo he presentado recientemente, y no por hacer salir [la enfermedad] desde hace mucho tiempo, y porque se conserva en agua cuando se pone en reposo al aire, el que fracasa para corromperlo. Una segunda bebida [se obtiene] de preparar esta raicilla en una primera cocción y de ella reducirla cociendo en una segunda agua; tal como se hace, se debe procurar que esta bebida se presente al enfermo de forma cotidiana. La primera bebida presentada es caliente, así es mejor para que penetre y es enérgica para atraer el sudor y la enfermedad por tres horas, para con-servar los sudores se cubre [al enfermo] enteramente con muchas vestiduras; está permi-tido por la experiencia médica demorar los sudores, dejando a la segunda [bebida] que sea diferente la manera de dirigir la infección. Libre y pausadamente, se debe tomar lo que queda de la raíz, como de la misma forma, la experiencia médica puede ser distinta, pero asegurando expulsar la enfermedad, o la corrupción, o la dolencia en un tiempo del año, sobretodo en quienes de ningún modo y sin duda, tienen la virtud que da la regla, teniendo que calcular con mucho cuidado la cantidad, pues Galeno en su libro I, Sobre el arte de las medicinas,101 no lo describe y por ello seguramente, no he sido capaz de en-contrarlo, habiendo rebuscado extensamente por aquella parte del método del régimen, y he tenido que renunciar después de muchos días sin poder progresar, ¿Cómo hacer en aquellos en los que dominan los humores, preparando el cuerpo para que fácilmente se libre de la enfermedad? Por esta parte es posible, en quienes por causa de sus alimentos se hace la cocción [de los humores] y el sufrimiento, y se conducen moviéndose hacia lo seco -no siempre elogiado-, pues es muy débil, ya que rara vez esos tejidos son del todo biliosos, los que dañan precisamente en el sitio. Para quienes sin temor admiten virtud a la alimentación grasa, como gallina asada y pequeños pollos asados y hacer un caldo de gallina como se acostumbra, acerca de esto y del mismo modo, la medicina se pone en un extremo y prescinde de esto. Para nosotros en general, es verdad lo que aquí se ha dicho de la hierba y una obligación experimentar con ella, pues aún no han sido descubiertas todas sus virtudes, ni descritas las experiencias en particular de quienes han violentado por el camino más corto esta medicina, y tomar posición descansada, frente a la práctica que tienen los pequeños cuidados. 101 Galeni, Cl.: Pergameni asiani, excellentissimi semper, post unicum Hippocratem, medici ab omnibus habiti opera, Ars Medicinalis. p. 241.

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Pongo fin.

En alabanza a nuestro salvador Jesucristo, a su gloriosísimo padre y a la Virgen María. Fue acabado este trabajo y hecho salir por

el tipógrafo Pedro de Ocharte. Año milésimo, quingentésimo septuagésimo, mes de

septiembre, día duodécimo. Alabado sea Dios

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medici ab omnibus habiti opera, Forben, Basileae, 1549, Omnia per Ianum Corna-rium Medicum Physicum recognita, et innumeris locis emendata. Este tomo con-

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tiene: De medicae artis constitutione, Galeno Ascripta Introductio seu Medicus, capítulo 15, De curationis per medicamenta divisione, De optima secta liber ad Thrasybulum.

16. Galeni Operum, Primus timus classem primam continet, quae humani corporis fabricam, a primis eius exorsa initiis, elementis scilicet, temperaturis, et reliqua huic finitima materie, tum sectionibus, tum alia haud dissimili oeconomia, uni-versam tradit; ordine clarissimo. Forben, Basileae, 1549, Omnia per Ianum Cor-narium Medicum Physicum recognita, et innumeris locis emendata. Este tomo contiene los diecisiete libros: De usu partium corporis humani.

17. Galeni Operum, Secundus tomus scriptorum eius omnium classem secundam con-tinens, quae totius artis partem minime postremam complectitur, quorum libro-rum catalogum versa pagina docevit. Forben, Basileae, 1549, Omnia per Ianum Cornarium Medicum Physicum recognita, et innumeris locis emendata. Este tomo contiene los seis libros: De sanitate tuenda, los tres libros De alimentorum facul-tatibus.

18. Galeni Operum, Tertius tomus classem scriptorum eius tertiam complectens, cui in sunt quae de morborum ac symptomatum causis differentiis quam et reliqua hisce finitima materia per artem totam traduntur, una cum commentariis in li-bros Hippocratis De moebis vulgaribus. Forben, Basileae, 1549, Omnia per Ianum Cornarium Medicum Physicum recognita, et innumeris locis emendata. Este tomo contiene: De differentiis morborum.

19. Galeni Operum, Quartus tomus ea quae ab ipso de morborum agnitione prea-notione que tradita sunt, et Quartae Classi asscripta, completens; quorum cata-logum versa pagina reperies. Forben, Basileae, 1549, Omnia per Ianum Cornarium Medicum Physicum recognita, et innumeris locis emendata. Este tomo contiene: De causis pulsuum, y los tres libros De diebus decretoris.

20. Galeni Operum, Quintus tomus classes duas quintam et sextam complectens, quarum illa medicamentorum cum simplicium tum compositorum materiem, et eorundem compositionis rationem; haec varios detrahendi sanguinis modos tra-dit, Forben, Basileae, 1549, Omnia per Ianum Cornarium Medicum Physicum re-cognita, et innumeris locis emendata. Este tomo contiene los libros: De

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hirudinibus, revulsione, cucurbitis, scarificatione, ac venae incisione libellus ; De curandi ratione per sanguinis missionem liber, y De venae sectione adversus Erasistratum.

21. Galeni Operum, Tomus sextus classem septimam habet, quae et artem morborum curatricem, et eiusdem in Hippocratis chirurgica commentarios continet. Froben, Basilae, 1549. Omnia per Ianum Cornarium Medicum Physicum recognita, et innumeris locis emendata. Este tomo contiene los catorce libros: De methodo me-dendi, y los dos De arte curativa seu ratione medendi ad Glauconem.

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