notas para incorporar la poesía a cualquier curso o
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Notas para incorporar la poesía a cualquier curso o programa escolar
Luis Porter
“El verdadero poema es la mente del poeta, la verdadera nave es el astillero.”
Ralph Waldo Emerson, Self-Reliance and Other Essays
Resumen
El presente artículo es una reflexión sobre las traiciones a las que estamos sometidos los docentes
que trabajamos con palabras, cuando paulatinamente las dejamos de ver como flores o como
arboledas que dan dirección a nuestros pasos. Busca, asimismo, comunicar al estudiante
preocupado por decir su palabra, que no es menester ajustarse a formatos y modalidades que le
den a su discurso un tono científico, siguiendo un determinado orden, así como hacerle ver que,
en cambio, lo que en realidad late en un texto, en cualquier texto, es esa libertad interior que
deberíamos ejercer si no en la misma universidad, al menos en el camino de ida o de vuelta hacia
esa institución que pretende formarnos. Decir nuestra palabra, manifestar nuestra capacidad
artística, es responder al dictado de nuestras ansias, de las más íntimas y personales pulsiones, de
esa fuerza interior que está por encima de condicionamientos biológicos, históricos, culturales, y
que solemos llamar poesía. Cuando contemplamos una obra que nos conmueve, escuchamos
música sublime o leemos un texto que nos emociona, el que ello experimenta deja de ser un
individuo para convertirse en una comunidad que dentro y alrededor suyo está compartiendo ese
mínimo segundo de vida.
Palabras clave: amistad, bondad, lenguaje, estudiantes, poesía.
Abstract
This article is a reflection on the betrayals to which we as teachers, working with words, are
subjected when we gradually stop seeing them as flowers or as groves of trees that mark our steps.
It also seeks to communicate to the student who is concerned about saying his word, that it is not
necessary to adjust to formats and modalities that give his speech a scientific tone, following
certain order, and make him see, instead, that what actually reverberates in a text, in any text, is
that inner freedom that we should exercise if not within the university, at least on the way to or
from the institution that intends to educate us. To say our word, to manifest our artistic capacity,
is to respond to the dictum of our desires, of the most intimate and personal drives, of that inner
strength that is above biological, historical, cultural, and usual conditions, called poetry. When we
contemplate an art work that moves us, listen to sublime music or read a text that touches our
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emotions, the one living the experience ceases to be an individual and becomes a multitude, a
community, that in and around him or her, is sharing that minimum second of life.
Key words: friendship, goodness, language, students, poetry.
Introducción
¿De dónde proviene la falta de interés y de curiosidad del estudiantado universitario por
nuestra literatura, por la poesía como género, o por algún autor local que lo llame a la admiración?
Podríamos pensar que esa apatía es producto de una visión pedagógica que ha marginado las artes
para dar paso libre a otras áreas del conocimiento. O también relacionarla con una forma particular
de sordera o ceguera propia de un saber dividido en compartimentos que ignora las enriquecedoras
relaciones entre arte, ciencias y humanidades. ¿Quiénes, entre nosotros los profesores, hemos
sabido relacionar nuestros temas específicos, con lo universal de la poesía y la literatura? Parecería
que para un profesor de química, veterinaria o ingeniería detenerse a hablar de poesía con los
estudiantes estaría traicionando un acuerdo tácito celebrado con su disciplina, rompiendo un pacto
de sumisión y resignación a su lenguaje específico, del que, por otra parte, se ufana. Mucho se
habla de la trans, inter, multi, disciplina, mientras se mantiene una permanente marginación
disciplinaria que obliga a renunciar a lo mejor que podría ofrecer como docente, que es el
desarrollo de una visión amplia y sensible que incluya y promueva la consideración de nuestros
mas grandes creadores. Pensemos, por ejemplo, en incorporar al programa bajo nuestro cuidado,
el pensamiento de un Juan Rulfo, o de un Octavio Paz, como parte indispensable de cualquier
bibliografía.
Existe en la universidad un concepto de arte como una entidad que está allá afuera, en
manos de aquellos cuya particular sensibilidad los sitúa en el reino de los sobre dotados, a los que
hay que acercarse con actitud contemplativa. Así surgen las visitas a museos, a recitales, u otras
muestras desde una actitud de reverencia cultural, que acaban adquiriendo un carácter de prenda
de vestir o accesorio ornamental. Podrán cumplir una función, pero no es la que aquí nos interesa.
A lo que nos referimos cuando pensamos en incorporar el arte a todos nuestros planes y programas
de estudio, es al papel que el docente puede jugar para que el estudiante haga un ejercicio
introspectivo y ponga atención a su propio potencial de artista, al poeta que lleva en su cuerpo,
mismo que debería descubrir, reconocer y potenciar.
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El estudiante creativo-corporal emancipado dejará que surja de su interior el ser
primitivo, básico, fundamental que le ha legado su herencia cultural que lo liga con su pasado, con
la tierra, a través de su etnia, innegable y altamente evidente en su ethos (González, 2016, Miller
2005). Hay un pasado cultural, con fuerte peso indígena que prevalece en la identidad del joven
mexicano, de todo joven que reside en este territorio, respirando y absorbiendo su cultura. Esa
peculiaridad, o ese don, es lo que le da fuerza, personalidad, y lo distingue de otros grupos
humanos. Es un acervo que está por encima de la preparación escolar formal previa, que moviliza
su orgullo, su conciencia de pertenecer a una familia, a un grupo, a una región, a la historia de una
determinada cultura.
“Vivimos en un tiempo en que las palabras han sido ganadas por el ciclón de la electrónica”
escuché decir no hace mucho a alguien. Retratar el tiempo de estudio, los temas, los asuntos que
preocupan a la academia, significa hacerlo con palabras. Estos asuntos y esas palabras otrora, en
algún tiempo, o alguna vez, tuvieron un aire rural, o al menos, provenían de un territorio cuya
gente vivía pegada a la tierra, a la milpa, a la sierra, a los animales, a las plantas. Paradójica, mas
venturosamente, el proceso de urbanización de México, producto de las mareas de crecientes y
diversos movimientos migratorios constantes, no ha podido ante la fuerza de la tradición, y en el
intercambio de influencias ha sido el campo el que terminó inundando a la ciudad. Nuestras
ciudades se han ido transformando en un amalgama desigual en donde la contaminación urbana se
empecina en borrar el paisaje cubriendo con las mas burdas agresiones visuales, su fisonomía
natural que incluye los rasgos campesinos de sus habitantes. Pero esos rasgos no han podido
borrarse y han quedado pegados al blanco de la cal y del azul añil de aquellas primeras manos con
las que se pintaron los muros de adobe de aquellos ejidos y magueyales que velozmente se fueron
invadiendo. En esa textura brillan las expresiones de nuestros estudiantes como espigas de trigo
empotradas en los filones de la tierra de sus ancestros. De ese mundo interior dorado, azul y blanco
continúan emergiendo las palabras que los abuelos pronunciaron alguna vez para que se repitieran.
Basta poner atención en el habla del joven estudiante para distinguir las peculiaridades fonéticas
de su entonación o el ritmo de sus expresiones, rasgos de la prevalencia de un preámbulo donde
yacen preservadas las formas más entrañables de vida y pensamiento de cada individuo.
El camino introspectivo hacia las cualidades poéticas del joven estudiante es una clave que
despeja el camino hacia su auto-valoración. En el caso mexicano es tan sólo cuestión de recordar.
Un ejercicio urgente de recuperar es la memorización de citas significativas, (como se dice en
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inglés: “aprenderlas de corazón” - know by heart -), es una capacidad referencial que otorga a todo
diálogo una calidad semejante a la de los actores interpretando a un autor sobre el escenario de un
teatro o en las escenas de un film. Caracteriza a los poetas su capacidad de vivir como un histrión
en pleno ensayo, preparando en todo momento su actuación, improvisando y pasando en limpio.
Memoria que es el humus que impregna la imaginación y lleva a la plenitud del pensamiento
poético. Aquellos maestros sabios que aplicaban correctamente sus ejercicios de mnemotecnia o
simplemente señalaban como obligación saberse al dedillo un largo poema, sabían lo que hacían.
Los académicos poetas, hoy, llegamos a nuestra universidad de otros y entrando por la puerta nos
quedamos fuera, por ser esos, allí a la intemperie, que hablan con palabras que no se amigan, ni
sabemos qué sean, pues nos ha sido vedado, anclados en el pupitre o parados frente a uno de esos
pizarrones que todavía se usan, asumirnos poetas.
En el camino hacia el poeta que somos, un primer paso es enriquecer nuestro lenguaje. Por
eso nos acercamos a ellos (los poetas) y les preguntamos cómo hacer para dejar que brote o permitir
que nos penetre, la palabra bien dicha, el texto juiciosamente escrito, respetuoso de sus reglas,
producto de una mente culta y a la vez sensible, respetuosa de la memoria, sin miedos, que
represente nuestra sensibilidad y forme parte de nuestra personalidad. Y ellos nos respondieron a
raudales y aquí trasladamos algunas de esas ideas que encontramos adecuadas, resumidas en seis
sesiones que buscan dar la pauta de un posible “taller de poesía”, redactadas con esas palabras que
aun no sé o aún no puedo decir, y en ocasiones también con las mías, intercaladas entre las de
ellos, a veces tal como llegaron y otras transformadas.
Sesión 1 - Nostalgia de los jardines de palabras
Para aprender a escribir se necesitan dos cosas: conocer la lengua, es decir, el sistema
lingüístico y sus reglas, y escribir todos los días. Al escribir ponemos en práctica lo que logramos
conocer leyendo y memorizando, escuchando o experimentando. La lectura forja desde la niñez,
una base emocional que fija los parámetros sociales y vitales para la convivencia. En ello radica
la bondad de la literatura, y ese derecho se gana leyendo y escribiendo, que son las maneras más
efectivas de aprender a escuchar, y de escucharnos a nosotros mismos. De allí que el primer paso
vaya justamente en esa dirección, la de nosotros mismos, que se hace real en la autobiografía, al
contar eso que nos pasa o “que me ha pasado”, un ejercicio de bondad ejemplar porque estaremos
poniéndonos en juego a nosotros mismos, en esa conexión entre el texto y nuestra subjetividad.
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(Larrosa, 2014). Los trabajos que muestran un efecto liberador en el estudiante, son los que lindan
con la poesía, es decir, los que hacen uso de asociaciones inesperadas, en donde se dice una cosa
por otra y esa otra toca la fibra interior del joven, o del lector, afectando su subjetividad que le
permite reconocerse en las huellas que ha ido dejando durante su recorrido. No importan las
evidencias empíricas, la documentación de lo que realmente haya sucedido, salvo aquellas cuyo
contenido poseyeran una clara presencia poética. En lugar de recomendar la búsqueda de álbumes
y comprobantes dejábamos a la imaginación la narrativa que debía contar “un pasado o una niñez
ideal”. No la descrita por la abuela, la madre u otro testigo, sino la que nacía del propio estudiante,
al imaginar el mundo en el que le hubiera gustado vivir.
El resultado fue notable, los estudiantes trabajaban recurriendo a sus fantasías, pero la
materia prima que usaban era la de sus recuerdos. Con permiso para crear, con la explícita consigna
de "reinventa tu niñez", esas vagas o sub-sumidas memorias, afloraban con mas fluidez y realismo
que si hubieran buscado reflejar algo “cierto”. Las nuevas reglas de juego disminuían su miedo a
decepcionarse y a decepcionarnos y sufrir por causa de ese desencuentro o del encuentro con lo
que más temían. Pareciera que el estudiante se decía: - "cuando llegue ese instante que no quiero
sentir, que no puedo sentir, que aun no se sentir, puedo cambiarlo por otro, puedo cambiarlo por
mi propio sentimiento, ¡y ya!". Así, de esta manera, al ir quitando las sombras que envolvían y
ocultaban sus recuerdos, éstos emergían de la penumbra a la que habían sido condenados, y en el
profundo interior de ese joven, surgía una nueva capacidad de aceptarse y verse a sí mismo.
Vernos a nosotros mismos, cobrar conciencia de nuestro ser, es tener capacidad de
conocernos. De esa noción ha de provenir la forma en que se saludan los Tseltales en Chiapas, tan
lejano de nuestro “adiós”. Ellos dicen: “Te x awil aba”, que quiere decir: “que tengas la capacidad
de mirarte a ti mismo”. Un ejercicio que requiere de una previa reconciliación con nosotros
mismos, la existencia de un diálogo vivo y una confianza que nos permite “pensar por mí mismo,
y hacerlo con mis propios pensamientos”. Dice Borges (en su Arte Poética): “a pesar de que la
vida de un ser humano se componga de miles y miles de momentos y días, esos muchos instantes
y esos muchos días pueden ser reducidos a uno: el momento en que un hombre averigua quién es,
cuando se ve cara a cara consigo mismo”.
Escribir todos los días es una capacidad que deriva de la buena o mala relación que
llevemos con nosotros mismos. No es un encuentro común. La poeta Ana Merino (que este año
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2020 obtuvo el 76º premio Nadal1), dice que los personajes de su libro El mapa de los afectos, con
el que ganó el premio, ”son buenos; yo creo en la bondad”. El progreso del mundo no depende de
la inteligencia sino de otros valores, como la amistad y la bondad, que nos permiten empatizar,
celebrar estar vivos; la empatía, la bondad, se aprenden y la literatura es el mejor instrumento para
ello: “Nos da un respiro para observar y entender al otro; pero para entenderlo hay que escuchar y
la literatura permite detenerte a escuchar, darte tiempo en soledad para entender unos personajes
que expresan tramas humanas y ver cómo se resuelven…o no” (Merino, 2020). Leer y escribir es
reflexionar, hay que hacerlo de forma armónica y concentrada. Escribir todos los días en el papel,
equivale a escribir cada mañana y no de vez en cuando. Para ejercer la libertad de manifestarse por
escrito, es recomendable escribir sin preocuparse por equivocaciones o errores que se cometan en
el intento. Nadie escribe en limpio. Es cierto que existen escritores cuyos borradores ya no
requieren corrección, pero aún ellos escriben en sucio. Muchas veces al escribir le hablamos a
alguien ausente, otras a alguien que no se deja convencer, muchas veces a los que no nos quieren.
Preguntémonos a quién le hablamos y procuremos alejarnos de los que no nos quieren. Mejor
reconciliémonos con nosotros mismos y hablémonos desde la amistad.
Conviene tratar nuestros escritos como textos desechables de los que nos guardamos el
último como recuerdo para no perder el hilo. Es una recomendación parecida a la que le daba
Gabriel Zaid a Don Arnaldo Orfila Reynal2, “publiquemos libros desechables que sirvan como
cuadernos de trabajo”. No deifiquemos al libro, mejor vaciemos nuestra biblioteca, regalemos
nuestros libros para que otros los lean, aprendamos a utilizar las bibliotecas y hagámonos amigos
de la hoja en blanco. Escribamos en un principio sin preocuparnos por las reglas, luego revisemos
y veamos quién tuvo razón. Produzcamos texto como tormenta, como la lluvia tropical que cae
en las tardes y se bifurca en multitud de riachos, huellas del súbito diluvio que se escurre por las
zanjas y corre por las acequias. Escribamos para la trituradora de papel y no para el encuadernador.
Me dicen: “escribir es como caminar por una calle extraña, meternos en un terreno baldío
y convertirlo en jardín”. Como en el barrio de Florida, allá en Vicente López, la exuberancia de
los baldíos durante los veranos, invitaban a brincar el cercado, y buscar caminos escondidos.
Eramos niños y merodeábamos por entre las altas hierbas y las flores silvestres para dejarnos
1 El premio Nadal de literatura, es para obras inéditas. Es el reconocimiento literario mas antiguo de España. 2 Zaid, Gabriel miembro del consejo de administración de la editorial Siglo XXi, colaboraba desde los primeros
años, 1965, en la definición de sus políticas editoriales, junto con otros colaboradores como Eugenia Huerta,
Concepción Zea, Marti Soler, entre otros.
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envolver por la sombra de los árboles hasta ser habitados plenamente por ellos. Recorrer las grietas
de las urbanizaciones disrruptivas es un ejercicio que atrae especialmente a los jóvenes de edad y
de espíritu, esa vocación lleva el título de “pathfinder” en el idioma inglés, (buscador de caminos)
(Hamilton, 1954). Eramos arrieros en bicicleta, conquistadores, especialmente en las zonas
ribereñas donde los terrenos se ganan y se pierden al río, nacen brechas, senderos, intersticios fuera
de la norma, producto de errores topográficos cometidos por los agrimensores (para nuestro
deleite), en la que se emplazaban construcciones temporales que resultaban espléndidos puertos
de llegada entre veredas rodeadas de imágenes como brisa, follaje, nubes, juncales, arena,
resplandores. Es verdad, meterse en un terreno baldío y sus recovecos es abrir la percepción para
que nazcan narrativas poéticas. Basta poner atención con los sentidos abiertos, como cuando desde
el muelle miramos hacia el horizonte.
– Hagamos un alto: hasta aquí hemos llegado por hoy, ir mas allá es cuestión de ánimo.
Salgamos a pasear, a recorrer nuestros jardines verbales, nuestros horizontes, los conocidos y los
desconocidos; recordemos que las reflexiones del maestro no son guía, son compañía. Dejemos
que nos invada la nostalgia por aquellos jardines de la niñez, regresemos a visitarlos. Remontarse
hacia la niñez y reconocernos en ese niño que corre sobre el césped al borde del cantero, no es más
que seguir un consejo de Rilke en sus cartas a un joven poeta. Evocar la equilibrada curiosidad
que vivimos durante tantos días inmovilizados en (j)aulas, tantos días de lecciones impartidas y
recibidas bajo el pupitre, de recortados recreos en patios de escuelas donde el tiempo se mide con
timbrazos, teniendo al asta bandera como callado testigo. Mejor pongámonos en movimiento en
el tiempo detenido. Mejor sigamos aprendiendo juntos.
Sesión 2 - Tener “capacidad de proyecto” es saber contar cuentos
Contar cuentos, narrar, decir historias es la modalidad más antigua del pensamiento
humano. Se trata de un impulso que nos lleva a compartir con otros una historia y de paso, también
con nosotros mismos. Muchas veces contamos algo para entender que pasó, porque al ir contando
reconstruimos aquellos significados en los que nuestras experiencias adquieren sentido. Al
aplicarlo estamos ejerciendo una forma autodidacta de aprender, nos hacemos preguntas y nos las
contestamos para dilucidar determinada preocupación o duda. Una técnica de investigación que ha
comprobado que puede cambiar la forma de ser de las personas es la que Jane Clandinin (2019)
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llama “narrative inquiry”, produce cambios que poseen un profundo significado ético en la forma
en que nos relacionamos y nos comprendemos así como en la toma de posición que asumimos.
Los cuentos, también conocidos como narrativas, han sido básicos para el desarrollo de la
inteligencia y la memoria humanas. William Calvin, científico del conocimiento, explica nuestra
capacidad de diseñar y planear, como producto de las historias o los cuentos que nos contaban o
leían en nuestra niñez. Según este autor, es a través de los cuentos que el niño aprende a “imaginar"
un curso de acción, el efecto de un acontecimiento sobre otro, y decidir qué hacer o no hacer"
(Calvin, 1994). Lo que nos interesa dejar claro como punto de partida es que la capacidad de
planear, y la capacidad de contar una historia, están fundamentalmente relacionadas. Esto tiene
implicaciones tanto para los que estudian filosofía y letras, como para los que estudian cualquier
otra carrera, ingenierías, química, diseño, planeación y lo ejercen. En particular para los que
quieren fortalecer su “capacidad de proyecto”. Recordemos que la vida cobra sentido cuando la
guía un proyecto (o más de uno) y nuestra acción nos lleva mas lejos cuando está planeada.
La teoría de la narrativa es un tema especializado y por tanto, complejo. Sin embargo algo
nos queda cuando recorremos esos laberintos de ideas y conceptos que nos brindan los que la
explican. Es bueno entender que cada maestro (como cada individuo aunque no sea maestro) tiene
su propio marco teórico personal (MTP) que no coincide con ningún otro, porque su elaboración
es similar a la de una huella digital. Sin embargo es común que se tienda a creer que nuestro marco
teórico es universal, que lo poco que hemos leído es lo mismo que han leído otros, y es además, lo
que deberían de leer todos, y en especial, nuestros alumnos. Sin embargo cada “bibliografía”3 no
es más que el mínimo resultado parcial del azaroso camino personal que cada individuo recorrió
para llegar a pensar como piensa. Habiendo aclarado esto, no veo obstáculos para recomendar
algunos autores favoritos de mi personal MTP. La construcción del MTP es una aventura
autobiográfica emocionante y única, producto de lo inabarcable del conocimiento que se bifurca
por múltiples caminos todos ellos inalcanzables. Comienzo con la Dra. Liliana Weimberg (2010)
investigadora del Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe de la UNAM4. Sus
3 Bibliografía va entrecomillada para señalar la arbitrariedad de creer que lo que sabemos los hemos aprendido
exclusivamente a través de lecturas. Soslayamos la infinidad de fuentes que hacen nuestro marco teórico personal, y
nos centramos en el libro como objeto único de conocimiento. A todas vistas una actitud sesgada, injusta y
extemporánea que ignora las formas actuales de consumo cultural. 4 Weinberg Liliana, nacida en Buenos Aires, (1956) es hija del escritor, historiador y educador argentino Gregorio Weinberg.
Doctora en Letras Hispánicas por el Colegio de México, se ha especializado en el ensayismo hispanoamericano. YouTube,
escuchado en diciembre 2017: https://www.youtube.com/watch?v=OtSsXxCobqc
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estudios sobre el ensayo, el concepto de “amistad intelectual” mas su trabajo sobre teorías literarias
son algunas de las líneas en las que destaca. Esta profesora, que bien podría ser mi hermana porque
su padre fue mi maestro, nos hace ver la diferencia que tendrían nuestras formas de comunicarnos
en la academia (pasar al frente, dar una conferencia, levantar la mano, escribir una ponencia), si
ello ocurriera “desde la amistad” y no como usualmente sucede, desde la sospecha o la
animadversión. Ella dijo lo siguiente: "De todas las conversaciones que establecemos con los
demás, la más libre de todas es la que se da en la amistad alrededor de una mesa de café”. Mas
tarde, en la misma entrevista declaró: “La amistad se da en una conversación libre donde nadie
quiere apoderarse de la voz del otro”. Esta afirmación cuestiona directamente toda reunión
organizada bajo un esquema jerárquico (escenario-podio-butacas) o donde el poder se distribuye
de manera desigual como en el aula (pupitre-pizarrón-estrado). Ello nos desafía a entender el
significado que encierra la metáfora “mesa de café”. Cuando la Dra. Weinberg, sugiere que
debemos comunicarnos con el público “a partir de la amistad que encuentra su lugar en una mesa
de café” (o en la mesa hogareña, podríamos intercambiar), es necesario enfatizar que no es el
conocimiento el que está en juego, sino el sentimiento de estar entre amigos. Es claro que una
conferencia o ponencia que va a ponerse (VLR5) a juicio de un auditorio, igual que un texto que
va a ser dictaminado por pares doblemente ciegos, nada tiene que ver con dicha metáfora. Los que
trabajamos en educación, - nos sugiere la Dra. Liliana Weinberg - deberíamos ubicarnos siempre
en el espacio de la amistad por una razón primordial: la confianza permite que hablemos con
soltura de lo que no sabemos. No costará trabajo aventurarnos a improvisar, como los músicos de
jazz, sin nerviosismos, con naturalidad, cumpliendo con una práctica social creativa, nacida de la
inspiración sensible, del conocimiento técnico, de la destreza artística, que es la actitud creativa
que solo nace de la reflexión, similar al humor con que llegamos a una mesa de café. En el café no
sabemos de que hablaremos, pero sabemos que tenemos mucho que decir y que no cargamos ni
desplegaremos una ponencia escrita.
Una manera efectiva de abordar la narrativa es comenzar situando la escena y los actores o
protagonistas, como si fuéramos dramaturgos, y emprendiéramos el guión de una obra de teatro
describiendo la escenografía, los actores y lo que el público verá una vez que se levanta el telón.
Presentamos a los personajes por orden de aparición, situamos dicho escenario en su contexto, y
5 Valga la Redundancia.
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una vez establecido introducimos el “conflicto dramático” para crear la tensión necesaria que dará
cuerpo a la historia y atraerá la atención del auditorio, o del lector. Puede tratarse de un desafío,
de una oportunidad, de una amenaza, un peligro, de posibilidades que queremos que ocurran o que
no ocurran. La tarea del escritor es establecer la tensión que mantenga atento al lector. Así se irá
desarrollando el relato hacia la resolución del conflicto, preferentemente en forma que satisfaga y
que convenza. ¿Cómo se superan los obstáculos, cómo se resuelven las necesidades, cómo se
atienden las limitaciones? Con un argumento lógico y conciso, específico para la situación, que irá
llevando a resoluciones que sorprendan, satisfagan, digan lo inesperado, o lo que se esperaba.
En este caso no es práctico memorizar cuentos enteros, pero sí leerlos, y de esa manera
identificar la estructura, el contexto y las circunstancias específicas en que el autor situó y resolvió
el problema planteado. El abordaje literario no tiene como único objetivo un logro estético
destinado al placer del literato. Es útil también para todos aquellos que elaboren proyectos, (de
todo tipo, de investigación, de negocios, educativos, arquitectónicos, políticos, etc) la idea es
“presentar dicho proyecto como una narrativa y no como un listado con viñetas rojas” (Gordon,
Shaw, Brown, et.al. 1998, p.41). Contar la da vida y contenido al documento y además aleja de la
tentación de caer en una estructura mecánica, con un lenguaje técnico, abstracto y proclive a la
aridez o a lo innecesariamente críptico. Darle forma de narrativa a una propuesta o proyecto, tiene
ventajas como las siguientes:
a) Aumenta la posibilidad de que se revelen de nuestro inconsciente o de nuestra escondida
visión del mundo, nuestros supuestos acerca de causas y efectos.
b) Se hacen evidentes los valores que damos por hecho, nuestro bagaje cultural, nuestros
prejuicios, nuestras potencialidades, nuestra creatividad.
c) Al escribir una narrativa lógica, esta acción estimula u obliga a aclarar nuestro
pensamiento, y al hacerlo sale a flote la complejidad y las sutilezas de nuestras ideas,
surgen matices inesperados, posibilidades novedosas muchas veces sorprendentes.
d) Nos sentamos a escribir creyendo que tenemos claro lo que queremos, pero encontramos
dificultad en manifestarnos, y esta lucha por encontrar las palabras adecuadas, expone
nuestros vacíos, nuestras dudas, las zonas poco claras que iremos llenando, construyendo
contenidos.
e) El esfuerzo por escribir nuestro proyecto como un cuento también ayuda a la audiencia,
al interlocutor, a que entienda mejor lo que queremos comunicar.
Dice Alberto Ruy Sánchez que un cuento suele surgir de aquello que es particular, de lo
inesperado y sorprendente, de cosas que no deberían pasar y pasan, que se alejan de lo establecido.
Ahora bien, una ventaja de este pensamiento narrativo es que no sigue una lógica lineal y de
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razonamiento verbal lógico o matemático. Se fundamenta en imágenes, es analógico. La analogía
es la relación entre dos cosas, que consiste en la semejanza, no de las cosas por sí mismas, sino de
dos o más atributos, circunstancias o efectos. La metáfora, por su parte, es el recurso consistente
en trasladar el sentido recto de las palabras a otro figurado, por medio de una comparación tácita.
En algunos casos la metáfora puede ser una analogía con vuelo poético. (Lackoff, 2008)
Ejemplos: Los sueños constituyen un tipo de narrativa que reflejan bastante bien la realidad
inconsciente o tácita del sujeto. Contienen una trama narrativa con un lugar de la escena, episodios
aparentemente desconectados entre si y conectados en esa trama, con la ventaja de plantear escenas
imposibles en la realidad, una especie de cortometraje interno donde la mente es una especie de
cine o pantalla que sirven para la construcción, mantenimiento y remodelación de la personalidad.
También podemos hacer un paralelo con la novela policial. Los relatos de este género
generalmente plantean su “conflicto dramático” alrededor de un crimen y la búsqueda del culpable.
Todo lo que el escritor nos cuenta en su novela lo hace para situarnos en el lugar de alguien,
generalmente el detective, los posibles caminos que puede tomar y las pruebas y evidencias que
puede encontrar para señalar al o los culpables, que es decir, para resolver el conflicto o dilema.
Para resumir este escenario diremos que toda propuesta encierra siempre una historia que
cuenta una lucha entre oponentes en donde el bueno o el mejor triunfa haciendo cosas inteligentes
(“happy end”). Toda buena historia tiene un punto que se hace claro a través de su narrativa que
habrá que pulir y perfeccionar porque constituye el proyecto. Este proyecto que asume una forma
determinada es susceptible de presentarse como un cuento que relata un plan. La narrativa puede
ser considerada como la base teórica que fundamenta dicho plan o proyecto. De allí que poseer
“capacidad de proyecto” implica el uso de la imaginación que formula el guión de una historia en
términos literarios o poéticos.
Sesión 3 ¿Enseñar poesía?
Un profesor o profesora de cualquier programa de estudios, que asume su propia dimensión
artística y por ende la de sus estudiantes, por el sólo hecho de actuar desde esa consciencia, estará
compartiendo desde nuevos ángulos sus conocimientos. No se le pasará por la cabeza la idea de
“dictar” clase y menos de “prepararla”. Al contrario, estará dispuesta e intrigada por abordar cada
sesión como una aventura desconocida llena de sorpresas. Tendrá claro que su tarea como maestra
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o maestro, no es la de enseñar, sino la de aprender, y siguiendo dicha consigna tendrá claro que la
poesía no se enseña. Si bien la poesía, como cualquier arte, no se enseña, sin embargo, se aprende.
¿Cómo resolvemos esta aparente contradicción? Entendiendo que la capacidad de crear es un acto
que surge del atrevimiento al que nos empuja la búsqueda de placer. Aquellos que valoran lo bello,
y que lo buscan, son “pathfinders” de caminos que nunca recorrieron antes. Son atrevidos, están
dispuestos a tomar riesgos, a superar su timidez, a equivocarse. Al hacer todo ello, en un papel en
blanco, en una mesa de trabajo, en un escenario, frente a un grupo de estudiantes, en un
instrumento musical, se ponen en evidencia y con ello su poesía, la muestran. Si el maestro no
“muestra” poesía, el receptor (el alumno) que está con él o ella, no la podrá aprender. Aquello que
no se enseña, se aprende al crear una situación cuyas condiciones permiten que se muestren solas.
Si creo en la poesía y por lo tanto poseo poesía, ella se dejará ver. Ahora bien, la poesía s un ente
autónomo, tiene vida propia, una vida que nosotros le damos, pero que ella asume desprendida.
Por lo tanto, si en nuestra búsqueda de placer, o de belleza, la poesía se deja ver, aparece (o
desaparece) es cuestión de ella, de la poesía, y no nuestra, del creador, sea maestro o sea alumno.
Precisemos, si hay disposición en el maestro (yo) y hay disposición en los “receptores”
(estudiantes) a recibirla, a compartirla, el enseñar de la poesía, cerá en su dejarse ver, en su
mostrarse. La aprenderemos al verla,
Estas enseñanzas aparecen mejor escritas, desde hace muchos años ya, en la columna del
periódico La Jornada, titulada “Isocronías” cuyo autor es el poeta Ricardo Yáñez (2008, 2011,
2015, 2018). Lector asiduo de dicha columna, allí recuerdo haber leído y espero, entendido, que la
poesía no se aprende, que se descubre como habitante de nosotros con el ejercicio que permita que
se deje ver. Quitar el velo que la guarda, develar, es el trabajo del docente atrevido que desnuda y
nos permite identificar e incrementar los casos, así como las figuras o modelos, los gestos al hablar,
giros y actitudes por parte de los estudiantes, donde la poesía se asoma dejándose ver. Aparece en
un principio con cierta timidez, otras veces más resuelta, otras menos, pero allí está, apareciendo.
Eso provoca una sensación reconfortante, vivificante, como un tónico reparador, algo que solo se
puede experimentar en las reuniones con estudiantes, siempre que ocurran en términos de igualdad
entre adultos, es decir, horizontales, no-autoritarias6. Todos somos poetas, o si se prefiere, todos
6 Recordemos que en el ambiente escolar nuestro donde el autoritarismo se proyecta por todas partes, tratar al
estudiante con el respeto y la consideración propias que se le da a un igual, tiende a desconcertarlo y enmudecerlo, a
veces incluso a defraudarlo. El estudiante mexicano en términos generales, no es un adulto acostumbrado a ser
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poseemos poesía, y si apelamos a ese duende interno, a esa llama o luz, algún reflejo dejaremos
ver, y de esa manera estaremos reconociendo nuestra poesía. Es cuestión de bailarla y no se puede
bailar sentado. La única manera de aprender a escribir es desplazándonos sobre el escenario, danzar
mientras movemos la pluma.
Hay conclusiones que se destilan con el tiempo. Décadas atrás, al dialogar con el chileno
Carlos Matus creador del método PES (Planificación Estratégica Situacional), me sorprendió
escucharlo afirmar que bastaba entrar a la oficina de muchos políticos, tomadores de decisiones,
para ver reflejado desde el mobiliario hasta en la persona, que es gente “que no sabe que no sabe”.
Más tarde pude ver dicha aseveración como el revés del pensamiento socrático, que afirma el
“saber que no sabía nada”. Mas tarde aún, leyendo al filósofo y sinólogo Francoise Jullien, quien
me introdujo al filósofo chino Xhuangzi7, supe que la mente no es el principal depositario del
conocimiento, que hay otro órgano, que reside en esa arteria principal (du) sensible: la línea de
vida. Decir sensibilidad, sentidos, emociones, es decir belleza. Hablar de belleza nos remite al arte,
a la capacidad artística y al placer estético, diferente al que da la inteligencia por si misma y motor
que impulsa al poeta. Todos somos sensibles, todos somos creativos, no sólo los músicos los
pintores, o los literatos, sino todos. Tiempo después, leyendo a Ranciere (2015), reconocí que la
característica del buen estudioso o del intelectual sabio, es asumir que el conocimiento es infinito
y por tanto inabarcable y que es una empresa destinada al fracaso correr tras él, que, en todo caso,
lo que es de sabios es asumir nuestra ignorancia. De allí resultó simple admitir que el maestro es
maestro, no porque sepa, sino porque está dispuesto a compartir con los otros lo que no sabe, o
todavía no sabe, y quizás nunca sabrá, pero le interesa saber. “El conocimiento, no es lo que
sabemos sino lo que quisiéramos saber” es la conclusión y la forma de resumir esta serie de pasos
que aquí resumo. Por eso los estudiosos abren los libros y los escudriñan, no para saber más sino
para bordear ese océano, y poder exclamar como jugando con las palabras: —¡Me gusta compartir
lo que no sé! Para después preguntarse pedagógicamente, —¿y cuál será la mejor manera de
hacerlo?” —Jugando también, alguien responde, —no podemos enseñar lo que no sabemos, pero
podemos ir sabiendo lo que tratamos de enseñar. La educación no es “transmitir” (respuestas,
tratado como tal. (Es un indicador sorprendente el uso generalizado entre los maestros mexicanos de llamar “chicos”
a sus alumnos ya adultos). Es un doble o triple desafío respetar el desconcierto y consecuente silencio del estudiante
cuando se le da el trato igualitario que corresponde. Hay que ser pacientes, pero sin ceder, estar decididos a que
asuman su condición de adultos, dispuestos y confiados en llegar a ver brotar su flor. 7 Ver http://www.biografiasyvidas.com/biografia/z/zhuangzi.htm
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conocimientos) sino “compartir” (preguntas, dudas), y lo más importante, hablar sobre aquello que
no sabemos a ciencia cierta, pero estamos resueltos a saber porque su intriga nos atrae y apasiona.
La pasión del educador reside en ese “tentalear” a ciegas del conocimiento, y no en la repetición
ad-infinitum de una cátedra. ¿Es dicha búsqueda como el susurro de un poema que nos toca la
piel? Al parafrasear las reflexiones de poetas, aprendemos poesía, porque esos pensamientos nos
llevan a dejar salir o dejar ver la poesía que hay en nosotros. Para eso hay que dejar que las palabras
suenen, murmuren y entonen su música y se fijen en el oído del que escucha. ¿Es la poesía música,
o es piel que susurra? Es música y es piel que acaricia.
Entonces, la poesía no se enseña (ni necesariamente se escribe), sino que se palpa, se toca,
como cuando cogemos la mano de una amiga o de un amigo. Busca uno tocar, y de pronto se
siente tocado. La poesía hace la gracia de tocar. Ese haber sido tocado, a la vez se toca, como el
paladar toca y pone en evidencia el sabor de la manzana al morderla. Dicho de otra manera, la
experiencia del poeta pasa como experiencia o no pasa. Es decir, se siente. Pero no se siente si no
te atreves y haces la prueba. La poesía es un fenómeno, es semejante a una manifestación de la
Naturaleza (un rayo, un trueno, un sismo). Lo que ocurre en el momento de la aparición o
surgimiento de lo poético es que la atmósfera cambia y los perros ladran (como cambia la luz y
vibra, durante un eclipse). La experiencia, el sentir, la sacudida, son tales, que el hecho es una
conmoción que se torna inolvidable.
Breve intervalo para memorizar un poema ilustrativo
¿Qué es ser poeta?
Si no somos los poetas que creemos ser,
seamos poesía.
Aunque sea la poesía que no se reconoce como tal.
Poeta que no es poeta está destinado a ser
el poeta que no es.
Cuando en la mañana sale el sol y entra por la ventana,
entonces somos.
Y si no somos poesía ¿qué somos?
Somos el poeta que no se reconoce, somos,
aunque no lo queramos, poesía.
La labor del poeta es cantarle a la vida,
como quien teje y desteje las horas de un reloj
Escribamos lo que nos pasa, porque al hacerlo
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la poesía nos dirá que sin ser, somos,
y sin saber, sabemos.
Abrí Isocronías y encontré la palabra.
La palabra no era mía, pero era poesía.
Dejé que entrara y la volví a dejar salir en estas líneas.
—¿Qué es ser poeta? les pregunté - es dejar entrar esa palabra
que sale transformada -
—¿Qué es un poema? - Es algo que siempre está allí,
como esa casa de adobe
o el colibrí.
Sesión 4 - Alarma sísmica - punto de reunión
La poesía nunca es eso que pensamos, ni es siempre eso que sentimos; es algo más. Cuando
intentamos escribir lo que escribimos nos rebasa, nos colma, hasta desbordarnos. ¿Qué significa?,
que al dejar que salgan libres tus palabras y con permiso, ellas dirán más de lo que pretendías y al
releer te sorprenderá que tantas cosas hayan salido de ti, te desconocerás y te reconocerás. La
bondad de la poesía no está en la mano de obra sino en lo que te va ocurriendo durante la obra con
la mano al escribir. Hay un lenguaje corporal que termina convocando a la poesía. Es decir intentar
hacerlo, moverse, convoca a la poesía, la invita a entrar o a salir. El poema, como el susto, está
mas cerca del temblor, que de la calma. Ahora, el susto aparte de que es miedo, es otras cosas,
como cuando suena la alarma sísmica, y en el punto de reunión al centro del jardín nos
reconciliamos con la tierra. Asusta, pero con suerte, al final te da la mano.
No se trata de que la poesía traiga su mensaje, que le diga algo a tu cerebro, sino que te
toque los sentimientos. Por eso lo auténtico, lo que nos nace y se expresa, te toca, comunica. No
todas las veces el mensaje, el comunicado que así existe, es. No es ese hecho aislado lo que cuenta,
sino ser parte de un todo, como ser parte del cielo, por ejemplo, y comunicarlo. No podemos
disectar un poema, porque es una unidad, un todo, un todo vivo, indivisible. La voz del poema le
habla a quien lo escribe. El que lo escribe no siempre escucha todo lo que el poema le dice, porque
el poema tiene vida propia y sigue hablando después de haber callado. Cuando leo poesía que me
dice me sorprende que alguien se me haya adelantado a decir lo que creía tener en la punta de la
lengua. Hacer poesía es fácil, pero es un tipo de facilidad muy difícil de poseer. Se trata de algo
verdaderamente simple, tiene que ver con nuestro ritmo interno y nuestra tonalidad o tesitura. En
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resumen, es una facilidad a la que muy pocos tienen acceso (a menos que hagan la prueba todos
los días, hasta lograrlo).
Ponerse en armonía con las propias palabras, tiene que ver con aquel susto que produce la
alarma sísmica y nos lleva al centro del jardín y con esas palabras que dejan de oponer resistencia
y se hacen nuestras. Algo las sujeta, como el listón que ata un regalo esmeradamente envuelto. La
poesía no se deja desenvolver fácil, no es regalo ni se regala, es dueña de lo que guarda. El susto,
el movimiento telúrico, nos lleva a decir: “por fin llegas al punto de reunión, ¿adónde estabas?”
Nuestras palabras no son sólo nuestras, son del lenguaje, son de la poesía, hacerlas nuestras
requiere seguir esa voz, la de la poesía, que es más y menos nuestra que el lenguaje porque requiere
modestia, sumisión, obediencia, y un estricto recato.
Sesión 5 - Cuerpo sano y mente sana: talentos y dones musicales propios
Algunos dicen que la poesía es un misterio, que por eso no se puede enseñar, que solo
algunos nacen con esa facilidad, unos pocos privilegiados, gente con un don, gente con una
estrellita en la frente. Ahora, podríamos preguntar: ¿hablar, decir cosas, tener la capacidad de
encontrar en nuestro cerebro por medios puramente biológicos, orgánicos, fisiológicos, naturales,
comunicarnos, hablar, no es también un misterio, o si se prefiere, una inexplicable maravilla?
Cuando por casualidad nos toca presenciar de cerca a un niño que habla en un idioma que
no es el nuestro, cuando en las comunidades o en los tianguis escuchamos a niños hablando con
sus padres alguna de las múltiples lenguas que se siguen hablando en México, o a una jovencita
francesa, discurriendo con alguien en el transporte público, ¿no nos deslumbra esa capacidad?
Necesitamos cierto tiempo para reconocer que es un atributo que nosotros también ejercemos con
nuestro español. Si, el lenguaje es un milagro que nace de la mente y lo usamos para darnos a
entender, el lenguaje poético, que nace del alma nos permite mostrar algo mas. Nos dice Ricardo
Yáñez: “No hay lengua que no sea encantadora, más la de la poesía lengua es encantada.” (Yáñez,
2016)
John Dewey (1859-1952) el más importante filósofo y pedagogo de la primera mitad del
siglo XX, nos dijo: “El arte es una actitud de vida y no una capacidad de crear objetos”. Las
palabras no son objetos sino tramos de música poética, manifestaciones musicales. ¿Cómo
podremos dejar que nuestra poesía, nuestro arte se vea, salga, suene? ¿cómo lograr transformarnos
hacia esa actitud? La práctica, se sabe, conduce a la maestría. Hacer y hacer se convierte en saber,
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en sabiduría. Si uno quiere avanzar en una capacidad hay que intentarlo cada día, una y otra vez.
No es lo mismo ser un profesional diestro, que un profesional sabio. ¿Y cómo lograr que en unas
breves sesiones para hablar de poesía, humildes y frágiles, despierte al poeta que llevamos dentro,
al artista que todos podemos ser? —¡Ah… jóvenes estudiantes, muchachas y muchachos, tan solo
es cosa de reconocer el aparato admirable que somos como cuerpo y admirar nuestra mente
humana, frutos de una madre y un padre, es decir, producto de la vida y la Naturaleza!
En UAMX trabaja un profesor conocedor y estudioso de la cultura Maya, su nombre es
Antonio Paoli Bolio (2008); en dicha universidad se formó la bióloga dedicada en el Indecol, de
Coatepec, a estudiar las antiguas tradiciones de la agroforestería Maya, Luciana Porter, (2019).
Ambos me han compartido máximas y principios de la cultura Maya muy reveladores. Meditemos
sobre el siguiente: “el bienestar del individuo está contenido en el bienestar de la comunidad”.
Somos producto de la humanidad que nos rodea y en nuestra calidad de individuos contribuimos
a la construcción de dicha comunidad. Tengamos confianza, demos credibilidad a nuestros
poderes. No dudemos, no titubeemos, ni tampoco demos por regalados la maravilla de nuestros
poderes. No los subvaloremos ni los ignoremos. Sentémonos a dibujar, a escribir, a actuar.
Miremos nuestras manos, movámoslas, admiremos ese milagro de ingeniería natural que es
nuestro. Busquemos en nosotros mismos los hilos y conductos que nos conectan con la
creatividad, el lenguaje es uno de ellos.
Condición del lenguaje es la musicalidad – de la calidad que sea nos decía Schneider,
(2010). Igual que en un pentagrama se reparten las blancas, las negras o las corcheas, la puntuación
en un escrito es la clave para que emerja la musicalidad del lenguaje (Yáñez 2008). Ese fluir que
desde dentro nuestro va dictando un ritmo, esconde una tonada, un fraseo, y no es otra cosa que
nuestra musicalidad, un don casi secreto, por discreto, que aun siendo invisible, está en nosotros,
y se trata de dejarlo salir, para así ir afinando el canto de lo que escribimos.
La poesía que traemos dentro no siempre se hace evidente. Está allí hasta que de pronto
brota, se deja ver, como la flor. Aparece en pequeñas dosis, no es voluminosa, tiene la misma
dimensión que un tallo, más lo que mida su flor en relación al árbol o la planta de la que nace. Tu
eres el árbol y la poesía es tu flor. Mal poeta es aquel que no sabe distinguir las flores que salen
en sus ramas. No las ve porque tiene los ojos demasiado abiertos. No quiere entrecerrar los ojos
como hacen los que caminan bajo la penumbra y necesitan agudizar sus sentidos para que lo
invisible tome forma. “Lo en verdad importante habita en la penumbra” nos dice Ricardo Yáñez
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(2018). Distráete, porque si estás pendiente de todo, no verás todo. Con tus palabras y sus flores,
ve proyectando tus imágenes, para que todos las oigamos, las olamos y las veamos.
Nada ocurre, nada se muestra, nada nace, sin esfuerzo, sin intento tras intento, todos los
días hasta que se derrama en forma abrumadora. Los espermatozoides fluyen por millones, sin
embargo el óvulo que espera, espera sólo a uno. Son muchos los que navegan para llegar a puerto.
Las semillas que dejan volar los árboles también son millones, y sólo unas cuantas caen en tierra
fértil. Pasarán muchos meses, para que ese germen nazca a la vida.
La creación artística es similar a un lápiz y un papel que se multiplica sin límite. Con ellos
producimos miles de bocetos, borradores que descartamos y volvemos a crear, hasta que alguno
de ellos contiene la idea que nace con una fuerza irrefrenable, y ese nacimiento provoca placer.
Vuelan las semillas como parvadas de pájaros, y al final poblamos la hoja de papel con trazos,
señales y dibujos, hasta que aparece el hijo, una metáfora, una melodía, el boceto de un diseño, la
buena idea.
Sesión 6 - Hablar con nuestros ancestros.
El maestro se asomó al salón 02 de la planta baja y vio a los estudiantes
trabajando en diferentes equipos. Ninguno de ellos jugaba un papel fijo, al contrario,
constantemente cruzaban fronteras dejando poco claro quién hacía una cosa y quién hacía la otra.
Era común que se comunicaran entre ellos con gestos, porque no les gustaba mucho hablar.
Parecían jugadores de cartas, mimos o magos de galera, comunicándose sin mirarse, por medio de
códigos secretos. Podría decirse que esa forma de trabajar era un juego de invenciones que creaba
figuras que tomaban cuerpo en el aire y forma de texto e imagen en el papel, y por fin saltaban al
escenario, para la exposición final.
—¿Por qué los estudiantes habrán dejado de cantar y de bailar en la vida de
todos los días? ¿Por qué no llegamos al salón y nos ponemos a hablar rimando, en lugar de ser
prosaicamente silenciosos? Eran preguntas propias de un maestro jubilándose después de 45 años
de servicio ininterrumpido. Las dudas lo regresaban a aquella lejana niñez cuando consultaba el
Espasa Calpe en la oficina de su padre y se quedaba conversando con él, hábito que seguía
practicando hasta el día de hoy con la imaginación. Diálogos internos donde encontraba todas las
respuestas.
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—No solo la Enciclopedia, la poesía te enseña mucho por otros caminos - le señalaba el padre, que
aunque fallecido en 1979, seguía hablándole al oído.
—Cierto, todo está en el Espasa Calpe, pero no encuentro respuesta a cuándo y por qué la gente
dejó de cantar o bailar en la escuela, en el aula, en la calle, o en sus casas, y menos aún por qué
dejaron de hablar rimando, en sucesiones de versos líricos que fueran formando columnas.
—La educación es un acompañamiento siempre cambiante, se esta siempre inventando.
— Papi, la gente ha dejado de cantar, no hay música en el salón. ¿Dejaremos algún día también de
utilizar la palabra? (Luis le hablaba de vos al padre, porque el padre y él, cuando se juntaban,
volvían a ser argentinos.)
—Como dice un amigo chileno “somos humanos en el lenguajear”. No usamos el lenguaje para
ser humanos, sino que lo usamos porque somos en el lenguaje y siempre importarán las palabras,
es decir, la poesía (Maturana, 1985). Las palabras contienen música, en cada letra, en cada sílaba,
agregaba el padre.
—¿Pero qué va primero la letra o la música?.
— Las palabras son música hecha letra. Por eso se encuentran en constante nacimiento, las
alimenta la música que está en su aliento. Hay un razón poderosa por la que en la escuela hemos
dejado de expresarnos poéticamente. —¿Cuál es? Preguntó enseguida muy interesado Luis.
— Es la falta de interés por el otro, por nuestro semejante. La carencia de ligas afectivas lleva al
silencio, pero al mal silencio, al que podríamos llamar vacío. Una indiferencia que a veces
queremos confundir con timidez, y no es otra cosa que miedo.
—¿Qué pasa con la timidez y el miedo? Preguntó Luis que era tímido y miedoso.
—Vivimos en un mundo en el que en lugar de amistad se ofrecen juicios. Es un mundo en el que
hay que tener éxito y demostrarlo para que te acepten. El miedo a fallar apaga a la persona, le da
inseguridad, lo inhibe. El miedo a no tener éxito es lo que mata la palabra, enmudece.
Luis pensó enseguida en la escuela formal y sus constantes exámenes, sus exigencias, la idea de
disciplina, los celadores vigilando, las constantes demandas de silencio, el asta bandera.
—La solución es que nada de eso te importe y cantes o bailes cuando se te de la gana - prosiguió
el padre. Que cantes porque quieres darle un mensaje a ese otro que te importa, al que va destinado
tu música, ese otro que en el fondo es tu espejo, y todo lo que le envíes, como un bumerán,
regresará contigo.
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—Si, claro, se dice muy fácil, papi, pero imagináte entrar al salón y ponerte a cantar, así porque
sí, en cualquier momento, para que ese otro te escuche, y que eso salga natural, formando columnas
de palabras, como quien no quiere la cosa… ¡me cuesta trabajo imaginarlo!
—Ah!… ¿ves? vos también formas parte de los que esconden sus emociones, de los que no se
sienten con el derecho de decir su palabra, de manifestarse, de comunicar su sentimiento. Allí
tienes un punto pendiente a resolver con urgencia, dijo poniéndose súbitamente serio. Después de
un instante de reflexión continuó: —Para eso sirve entrenarse en las artes teatrales. Lo primero
que te impone una buena escuela de arte dramático, es tocar madera, ¡porque el que toca madera
está salvado! añadió con súbita voz aguda, estentóreo.
—Pero papi, ¿por qué te va a salvar tocar madera?
—¡Ah!… porque tocar madera, es encomendarse al árbol, y por el árbol te conectas con la tierra y
con el cielo, por las ramas y por las raíces. Terminó gesticulando con ambos brazos abiertos.
—¿Y si estás lejos de un árbol?
—El árbol está en todas partes, en el bastón de un viejo, en la baranda de una escalera, en el parqué
del piso, en la mesa en que te sirven la comida, en la silla en que te sientas, hasta en el lápiz con
que escribes o dibujas…
— ¿Y de dónde saca tanta fuerza el árbol?
—De la Naturaleza que permite que sostenga al pájaro que canta, que invite al rayo para que no
lastime a nadie, que llama al viento para que encienda su eco, que es el alma de la rima. El árbol
está hecho de brillos y de sombras, de savia, y de brotes, de ciclos que son renacimientos. En suma,
el árbol acepta todo: la flor, el pájaro y el rayo.
—¿Y el teatro, cómo lo logra?
Con reglas del juego que se establecen y en las que te entrenas. Primera regla, partimos de la
amistad, y en la amistad no existe la posibilidad de hacer el ridículo. Nada de lo que hagamos bajo
ese sentimiento, es o puede ser ridículo o vergonzoso, porque no hay tal cosa como quedar mal,
equivocarse, eso no existe, son reglas de juego borradas, son conductas imposibles por
inexistentes. No importa lo que piense o diga el compañero no amistoso que critica. En el teatro
se obtiene permiso para todo, tropezar y caerte, olvidar un parlamento y callarte, ponerte colorado,
titubear, y abatatarte, quedarte congelado o enfriarte. Lo que mas temor te imponga, todo puede
suceder, todo se acepta y de eso trata el entrenamiento. No hay error que cometas que pueda hacerte
fallar… ¿y sabés por qué? - preguntó el padre inquisitivamente, abriendo una pausa de suspenso.
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—No, no lo sé, contestó Luis, —pero quiero saberlo, prosiguió urgido.
—Porque sobre el escenario, como en la vida real de todos los días, uno está para decir la verdad,
su verdad. Uno es uno y el personaje que representa, uno es uno con el personaje, dijo, subrayando
la palabra con.
—¡Qué extraño!… en el escenario uno actúa simulando ser otro, y sin embargo, lo hace desde su
verdad. Uno no deja de ser uno, aunque haga el papel de Hamlet, de Segismundo o de Tartufo. La
verdad es el motivo, la razón, el fin más importante del actor.
—¿Por qué? se preguntó el padre a sí mismo antes de que su hijo lo hiciera. —Porque no es posible
decir la verdad con miedo o timidez, porque cuando decimos la verdad no estamos ocultando nada,
y no hay temor o inseguridad o timidez que nos asalte. El que nada debe nada teme.
El escenario es como el árbol, más que el árbol, es el jardín, es el bosque entero, es la misma
primavera, es decir, es la entrada a la madera.
—¿La entrada a la madera?, preguntó Luis y a continuación creyó escuchar al padre diciendo: “—
y hagamos fuego, y silencio, y sonido, y ardamos, y callemos, y campanas—” Sin embargo la boca
del padre no se movía. Luis miró hacia las ramas del árbol que se mostraban tras la ventana y las
vio inclinarse haciendo una reverencia. Después de un silencio, retomó el aliento:
—¿Entonces, si estudio teatro, me van a dar permiso a que sea como me salga ser, callado,
conversador, o sonoro como una campana?
—Si Luis, te dejarán ser, como si fueras un pájaro en una de sus ramas, la flor que nace o el rayo
que fulmina… ¿qué timidez le encontrarás al pajarito, a la flor o al rayo? ¡ninguna!…son libres y
eso mismo te van a decir en el teatro:
— Luis, sos libre, hace lo que tengas que hacer, hacelo como lo entiendas, como mejor te salga.
El escritor que escribió lo que vas a decir, el director que te guía en la forma de actuar, necesitan
que seas libre, para que hagas tu papel sin sombra de titubeo, ni de duda. Lo mismo pasa con los
concertistas, con las bailarinas, con el poeta que recita, o el jugador de futbol que al jugar da un
espectáculo. El pianista sale al escenario, se sienta frente al solemne piano de cola negro, y lo que
menos le preocupa es equivocarse, porque sabe que un dedo le puede trastabillar y lo acepta sin
dejar de creer en la exactitud de su interpretación, entonces sus errores no cuentan, ni se notan,
porque son parte de su perfección.
—¿Y el público? - preguntó Luis - sabiendo que su pregunta los involucraba.
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—También el público, y hasta un joven como vos, (mi padre me ve joven cuando platicamos)
deben ejercer su libertad, es decir, debemos todos actuar libremente dentro y fuera del teatro, arriba
o abajo del escenario, adentro o afuera del salón de clases, o de toda la escuela, en tu caso, como
cuando allá en la biblioteca de casa o en mi oficina encontrás respuestas en la Enciclopedia.
Luis sonrió, no le sorprendían esos acuerdos tácitos con el padre, que lo invitaba a imaginar
la escuela como un teatro, que lo llevaba a verse a si mismo en un bosque, en un escenario de
madera, y entonces pudo imaginarse y enseguida atreverse a verse a si mismo como un actor o
como un espectador, como un payador o un huapanguero, percibiendo lo que podía significar ese
sentimiento de libertad…
—Libertad artística, - subrayó el padre - como si hubiera estado leyendo sus pensamientos.
Luis entendía la palabra libertad, le gustaba escucharla, le parecía una palabra fantástica. La
palabra es el principal medio que se usa en el teatro, y también en la composición de una canción,
o de una poesía, donde palabra y música forman una indisoluble unión. Ninguna está sobre la otra,
primero o después, no hay respuesta a esa duda, van juntas, se alimentan mutuamente, aunque una
haya hecho su aparición primero.
Ahora comenzaba a entender el impacto emocional que provocaban los instrumentos
musicales de la orquesta o las palabras del coro. Ahora podía comenzar a imaginar la vida como
una comedia musical, una ópera, en la que hablar o cantar, inclusive hablar rimando, se aceptaban
como opciones posibles.
—Así debería de ser cada día - pensaba feliz y entusiasmado- si así fuera, ir a la escuela sería
mucho mas divertido - y al decirlo se imaginaba llegando al salón 02, acercándose a los estudiantes
aparentemente indiferentes, que no se ponían de pié ni lo saludaban al llegar, que poco o ningún
caso le hacían, invitándolos a adaptar el rey de los huapangos llamado “Querreque”8 en una
versión para bailar sobre una trajinera. —No es mala idea, la trajinera sirve como base de madera
para bailar, no olvides que la palabra “huapango” se deriva del vocablo náhuatl, que significa
“árbol”, y se refiere al tablado o tarima sobre la que lo bailan. Las trajineras son tablados que
navegan rítmicamente a lo largo de los canales bajo las hileras de los ahuejotes que contienen las
chinampas. En ese paisaje, en su calidad de maestro comenzó a dar el un, dos, tres, taconeo, un,
dos, tres, taconeo, y así con las manos cogidas atrás pespunteaba meneando la cadera, dando
8 Querreque por un trío huasteco: https://www.youtube.com/watch?v=QnPpLoionOc
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inesperados giros de molino y algunos innecesarios gritos agudos, se quedó imitando a su admirado
requinto jarocho Macario Cruz.
Esa tarde, cuando regresaba a su casa, atravesando su amplio jardín lleno de flores, se sintió
contento, y como hacía automáticamente y sin pensarlo cuando se sentía feliz, se puso a silbar. No
le importaba qué canción silbaba, era un hábito que según su madre lo había heredado de su tío
Luis a quien nunca conoció, el hermano de su madre que murió antes de que él naciera y también
le heredó el nombre. Lo que sabía y no tenía duda de ello, era que le gustaba silbar y que silbar lo
acompañaba muchas veces en el camino, haciéndolo más corto y llevadero, aunque nunca, hasta
ese momento, había pensado que silbar pudiera ser una manera de hacer música, poesía, de actuar
y menos de actuar en público.
Con los ojos abiertos de asombro ante ese descubrimiento, que desató una seguidilla de
revelaciones, como que silbar tenía cierta semejanza con tocar la armónica, se dijo:
—¿Entonces, soy libre para actuar en público? - y repitió: ¡en público y sin ninguna timidez, ni
mucho menos miedo!…. En ese instante le hubiera gustado tener un saxofón en la boca y ponerse
a soplar como músico de jazz y decirle a todos los que se le acercaran:
—Silbo y canto porque soy libre, y no soy el único que silba, hay otros que se me han cruzado en
el camino, y también silban. Convocar al público para compartir con ellos su libertad y ya con
todos sentados alrededor de él, seguirles explicando:
—Amigos, cuando yo silbo, es como si me subiera a un árbol para estar mas cerca del aire, para
estar por encima de las sombras, porque desde arriba de las ramas tengo mas valor para alzar mi
voz y también cantar, como canta Plácido Domingo o Luciano Pavarotti, o quien mas te guste, y
hasta para bailar en la banqueta de la calle Roca allá en Florida, por donde tantas veces fui
caminando y silbando, porque en esa calle quedaba mi casa.
Todo eso dijo dejando su pensamiento volar, mientras abría la pesada puerta de madera de
la nueva casa que había reconstruido lentamente gracias a las quincenas que cobraba en la
universidad. Empujó con el hombro esa pesada puerta que había construido su carpintero, el
maestro Miguel Nieto, utilizando maderas diferentes, con tablones de dos pulgadas de grosor,
donde un ojo educado bien hubiera podido reconocer, al observarla con cuidado, al roble, al abedul,
al cedro, y también al fresno que desde siempre había sido su árbol favorito.
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Epílogo - “Pensar arte / Sentir arte”
“El arte no es una forma de expresión, sino una forma de pensar” (Luis Camnitzer, 2017), pensar
arte equivale a pensar como artista, a asumirnos poetas desde una mirada-pensamiento sensible,
en el que la creatividad se despliega gracias a la capacidad de conceptualizar y problematizar
cualquier situación en términos de arte. En ese "pensar" también está presente el "sentir". La
dicotomía entre racionalidad y sensibilidad; mente y cuerpo, objeto y sujeto, acción y pensamiento
la heredamos en el lenguaje. Platón fue uno de los que contribuyeron a este dualismo. Lo vivimos
en una educación superior que se empeñó siempre por separar cuerpo y mente, dándole prioridad
el agente cognitivo y marginando e ignorando al cuerpo, que al darle presencia y movimiento nos
aporta con su herencia cultural de siglos.
Las concepciones primitivas de lo esencial son realistas, artísticas e intuitivas si
consideramos todo nuestro pasado mexicano con sus códices, sus glifos, y sus múltiples lenguajes
que hasta hoy prevalecen, mientras que las concepciones más elaboradas intelectualmente, mas
cercanas a las modas de hoy, las importadas, las que devienen de la globalización, son geométricas,
con una forma de impostura científica y por ende abstractas. La forma prevaleciente de conocer,
encuentra su lugar en el reposo, en las formas o en las ideas puras. Lo accidental y cambiante se
ve como exteriorizaciones imperfectas de las ideas. Mientras la alta civilización “piensa” y
sistematiza conscientemente sus ideas por medio de signos abstractos (símbolos), los primitivos
“bailan” y “cantan” sus ideas, que viven en las capas básicas de su conciencia. Mientras los
estudios superiores se engalanan con métodos, procedimientos y técnicas distribuidos en el
currículo, los estudiantes recurren a su bagaje de escasos recursos en donde los esperan sus grandes
tesoros. La diferencia entre ambos abordajes a la realidad se observa en sus expresiones artísticas
y en la estructura interior que las ordena. Estas diferencias de concepción creemos que pueden
servirnos en nuestro intento de relacionar a la nueva educación con la poesía, que es decir, con la
vida y el amor.
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BIBLIOGRAFÍA
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http://williamcalvin.com/1990s/1994SciAmerCALVIN.pdf
Camnitzer Luis, (2017) Entrevista con Guillermo Busutil, El País 29-ene-2017
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primer ingreso, y su arraigo a la Universidad. El caso CyAD-UAM-X, Tesis de maestría [sin
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