nota tecnica 3

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ÉTICA, RESPONSABILIDAD SOCIAL Y TRANSPARENCIA 3.0 LA POSIBILIDAD DE UNA VIDA LOGRADA “La vida es como una leyenda: no importa que sea larga, sino que esté bien narrada” Séneca 3.1 La necesidad de un proyecto vital La existencia humana es un camino que está siempre por construirse, una ruta que sólo se puede transitar viviendo. Nuestra vida no es un producto terminado, sino lo contrario, para los seres humanos, vivir significa hacer su vida. ¿Significa esto que todo lo que somos y vivimos depende de nosotros? La respuesta es no. En nuestra vida casi todo está en proceso de llegar a ser. En la vida intervienen diversos factores: biológicos, fisiológicos, históricos, etcétera. Lo más relevante es que a partir de ellos podemos ser libres. Los actos libres son los que más nos caracterizan. No hemos elegido nuestro aspecto físico ni el lugar en el que nacimos o la época en que estamos. Pero sí decidimos qué hacer con aquello que nos ha sido dado, qué hacer con esas condiciones iniciales que prefiguran nuestra identidad. Podemos decidir cómo conducir nuestra vida. Hay que añadir que podemos elegir dentro de un margen de posibilidades. Algunos asuntos dependen de nuestra voluntad y otros no. La madurez personal consiste precisamente en distinguirlos, primero, y después en habituarnos a encaminar nuestra voluntad a los fines más convenientes para una vida lograda. La persona madura aprende a aprovechar las circunstancias que no están en sus manos para que éstas no lo aprisionen. Consigue, en la medida de lo posible, dominar y no ser dominado por los acontecimientos. Escapa a las redes del “destino”, del “entorno” y de la “herencia” a través de una voluntad recia y una inteligencia penetrante. 1

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Page 1: Nota Tecnica 3

ÉTICA, RESPONSABILIDAD SOCIAL Y TRANSPARENCIA

3.0 LA POSIBILIDAD DE UNA VIDA LOGRADA

“La vida es como una leyenda: no importa que sea larga,

sino que esté bien narrada” Séneca

3.1 La necesidad de un proyecto vital

La existencia humana es un camino que está siempre por construirse, una ruta que sólo se

puede transitar viviendo. Nuestra vida no es un producto terminado, sino lo contrario, para

los seres humanos, vivir significa hacer su vida. ¿Significa esto que todo lo que somos y

vivimos depende de nosotros? La respuesta es no. En nuestra vida casi todo está en

proceso de llegar a ser. En la vida intervienen diversos factores: biológicos, fisiológicos,

históricos, etcétera. Lo más relevante es que a partir de ellos podemos ser libres. Los actos

libres son los que más nos caracterizan.

No hemos elegido nuestro aspecto físico ni el lugar en el que nacimos o la época en que

estamos. Pero sí decidimos qué hacer con aquello que nos ha sido dado, qué hacer con esas

condiciones iniciales que prefiguran nuestra identidad. Podemos decidir cómo conducir

nuestra vida.

Hay que añadir que podemos elegir dentro de un margen de posibilidades. Algunos asuntos

dependen de nuestra voluntad y otros no. La madurez personal consiste precisamente en

distinguirlos, primero, y después en habituarnos a encaminar nuestra voluntad a los fines

más convenientes para una vida lograda. La persona madura aprende a aprovechar las

circunstancias que no están en sus manos para que éstas no lo aprisionen. Consigue, en la

medida de lo posible, dominar y no ser dominado por los acontecimientos. Escapa a las

redes del “destino”, del “entorno” y de la “herencia” a través de una voluntad recia y una

inteligencia penetrante.

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Page 2: Nota Tecnica 3

Somos constructores de nuestra propia vida, como un arquitecto lo es de un edificio o una

casa: él no inventa de la nada los materiales ni el lugar en donde va a construir, pero sí

elige qué materiales le convienen más, cómo ordenarlos, qué lugar es más propicio para

construir. Para llegar a los mejores resultados necesita definir cuál es el fin al que quiere

llegar y qué medios se necesitan para lograrlo, debe llevar a cabo un plan, un proyecto de

construcción. Lo mismo sucede con nosotros: para lograr lo que queremos llegar a ser

necesitamos definir cuál es nuestro fin y cuáles son los medios para lograrlo.

Existen metas a corto, mediano y largo plazo. La mayor parte de éstas son medios para el

verdadero fin: la vida lograda. Se trata de desarrollar al máximo nuestras capacidades para

crecer como personas y para colaborar con el bienestar de la sociedad.

La vida humana es un proyecto que depende de cada quien, sin olvidar, como ya

mencionamos, las cosas que no podemos controlar. Somos responsables de lo que nos

sucede o nos deja de suceder. La libre elección supone responsabilidad: si elegimos, hemos

de ser capaces de hacernos cargo de nuestra decisión y sus consecuencias, al menos

mientras estén a nuestro alcance.

En gran medida nuestra vida es un acto de elección. El filósofo español, José Ortega y

Gasset, decía: “El hombre puede ser o por lo menos intentar ser lo que quiera. Por eso el

hombre es libre. Es libre porque su ser no es algo fijo y determinado, por lo tanto no tiene

más remedio que írselo buscando y esto —lo que va a ser en todo futuro inmediato o

remoto— tiene que elegirlo y decidirlo él mismo. De suerte que es libre el hombre… a la

fuerza. No es libre de no ser libre”.

Paradójicamente, lo único que no podemos elegir es dejar de elegir. Aun la abstención es

una forma de elección. Aunque podemos sentirnos controlados y obligados, la libertad es

para el ser humano una realidad innegable. La libertad es parte fundamental de la

condición humana.

La experiencia de la libertad no puede soslayar la relación con los demás. La realidad nos

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Page 3: Nota Tecnica 3

hace ver que los otros no pueden ser excluidos de nuestro proyecto vital, porque es un

hecho que los seres humanos estamos en continua relación con el mundo y con los demás.

Nadie es autosuficiente. Podríamos decir que estamos vinculados con los otros, de tal

manera que no sólo somos responsables de nuestra propia vida, sino también de sus

repercusiones sociales.

Las consecuencias de nuestros actos libres se reflejan necesariamente en nuestro entorno.

Cada una de nuestras decisiones tiene un impacto que supera nuestra individualidad. En la

medida en que nuestro proyecto vital involucra a los otros, podemos decir que tiene

diferentes niveles: el proyecto personal se articula en la familia y la sociedad.

3.2. Niveles del proyecto

De entrada, pueden vislumbrarse tres niveles distintos en el proyecto vital: el personal, el

familiar y el social. Éstos son inseparables, pero conviene reflexionar sobre las

características propias de cada uno.

3.2.1 Proyecto personal

Para estructurar un proyecto de vida no basta un instructivo o una receta. Se trata de algo

mucho más complejo e importante porque está de por medio nuestro bienestar. Además,

cada caso es distinto porque las circunstancias y posibilidades varían de persona a persona.

Sería insuficiente una declaración de buenas intenciones para concretar una vida lograda.

Hace falta trazar objetivos y metas específicas; también, asumir una actitud de auténtico

compromiso con los ideales elegidos.

La vida es intransferible: no se le puede pedir a otro que la viva por nosotros. Cada uno es

una persona distinta, particular e individual. Nuestro proyecto personal no puede estar

únicamente determinado por patrones ya impuestos, porque éstos son tan generales que no

pueden tomar en cuenta todas las circunstancias que constituyen cada historia personal y,

por tanto, lo que somos, pensamos y deseamos. Nada de lo que hacemos en la vida se hace

sin un motivo personal o social. Para entendernos y conocernos verdaderamente, es

necesario identificar el origen de estas motivaciones, aprender del pasado y así vislumbrar

el futuro.

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Page 4: Nota Tecnica 3

No podemos vivir simplemente repitiendo lo que otros han hecho o decidido, porque como

se ha mencionado, los seres humanos somos libres y no estamos determinados a actuar de

una sola manera. Seguir los patrones impuestos significaría olvidarnos o traicionarnos a

nosotros mismos. Imitar lo que otros hacen para evadir responsabilidades, implica ya una

toma de postura ante el mundo, una elección ciertamente desafortunada. Aunque no

podamos elegir lo que nos sucede, sí somos capaces de elegir cómo enfrentarlo y qué hacer

con ello.

Tener un proyecto personal significa tomar en cuenta el futuro. La palabra “proyecto”

alude al hecho de que los seres humanos miramos el porvenir. Nuestra vida está siempre en

tránsito y en movimiento. Somos el resultado de las decisiones que hemos tomado en el

pasado y que van perfilando nuestro futuro. Todo lo que hacemos tiene una motivación y

un sentido. El futuro tiene un alto grado de incertidumbre que hemos de considerar. A

pesar de esta indeterminación, el porvenir, en buena medida, depende de nosotros.

3.2.2 Proyecto familiar

El núcleo elemental de la sociedad es la familia. Vivir en ella conlleva también la

integración de un proyecto. Los vínculos familiares son los más estrechos. Por ello, la

formación de una familia supone y requiere una gran responsabilidad. Va más allá del

vínculo emocional y de la provisión y administración de bienes materiales. Al interior de la

familia se genera una red de relaciones interpersonales que representa una influencia

significativa.

¿Podría dudarse de la conveniencia de que quienes conforman una familia sean lo

suficientemente maduros para dirigirla de un modo positivo? No es fácil hallar el equilibro

entre la integridad del núcleo familiar y el respeto a la individualidad de cada uno de sus

miembros. Es importante también que los responsables de cada familia tengan la capacidad

de conocer a cada integrante para colaborar con su desarrollo personal. De lo contrario, se

corre el riesgo de imponer proyectos vitales a los otros.

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Page 5: Nota Tecnica 3

La socialización primaria que brinda la convivencia familiar repercute en la configuración

del proyecto social. La familia es el entorno adecuado para practicar la vida en sociedad.

Por ello se requiere de especial cuidado en el modelo de convivencia humana que se

propone en el seno familiar. Lo más conveniente es que dicho modelo se sustente en el

cariño, el apoyo, la comprensión y la ayuda mutua.

3.2.3 Proyecto social.

Nuestro proyecto personal y familiar está siempre relacionado, directa o indirectamente,

con determinada cultura y sociedad. Anteriormente indicamos que nuestros proyectos

personales incluyen a los otros, pues el ser humano es social. Cuando alguien desperdicia

agua, tira un papel, estorba en el tráfico o pasa de largo frente a la problemática de los

demás como si no tuviera que ver con ella, olvida su radical compromiso con la

colectividad en la que vive.

Tener un proyecto de vida de nivel social implica sentirse integrado a la comunidad y

tomar conciencia de la repercusión de los actos personales en el bienestar general. Esto

requiere pensar más allá de nuestra individualidad, vernos en función de los otros y

viceversa.

Necesitamos de los otros. La vida humana está diseñada para ser vivida con otros. Tal es la

condición humana. Los cambios sociales se generan por la acción de los individuos en la

comunidad. Las ideas se enriquecen en la convivencia, y éstas transforman profunda y

radicalmente a los individuos y a su entorno social. Muchas metas sólo se logran cuando

los seres humanos trabajan juntos. La proyección de metas comunes contribuye a la

conformación de la colectividad misma. Basta pensar en presas, plantas de energía

eléctrica, carreteras, hospitales. También la cultura es un proyecto comunitario. Detrás de

un libro está toda la humanidad, desde la maestra del jardín de niños hasta el crítico

literario, pasando por el impresor y el distribuidor.

3.3 Identidad y apertura

Los seres humanos vivimos en sociedades y comunidades porque necesitamos de los otros.

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De una u otra manera nos identificamos con ellos: somos semejantes. Esta identificación

con los demás resulta esencial para construir la justicia. Si no fuera así, sería imposible el

agrupamiento y la comunicación. Aunque cada miembro de la sociedad tiene muchas cosas

en común con el resto y su vida transcurre en circunstancias compartidas, entre cada uno

existen diferencias que nos hacen únicos e irrepetibles. La dialéctica entre lo individual y

lo común, entre lo personal y lo social, es parte de la condición humana.

Ser persona significa distinguirse de los demás, ser distinto del resto. Cada uno de nosotros

es único y original. Somos, en este sentido, poseedores de un yo. El yo se compone de

varias características que configuran la propia identidad. No es un núcleo cerrado: estamos

en continua relación con todo lo que nos rodea. En este sentido, la propia identidad se

conforma de una mezcla de individualidad y apertura. La personalidad implica un núcleo

duro, incomunicable, propio, pero simultáneamente supone comunidad y exterioridad.

Uno de los mayores logros de la sociedad moderna ha sido la defensa de la individualidad.

Al menos en el nivel teórico, estamos habituados al discurso comprometido con los

derechos humanos, la libertad de expresión, el respeto a las creencias y la integridad

personal, a la participación democrática y otros tópicos relacionados con la libertad de las

conciencias y la autonomía de las personas. Aunque en algunos debates se cuestionen

diversos aspectos del progreso social y se señalen excesos individualistas en la mentalidad

moderna, es inimaginable que alguien renuncie a los beneficios que supone el respeto a su

individualidad. Nadie querría que sus decisiones personales fueran coartadas o sus actos

coaccionados por alguna instancia ajena.

Sin duda aún falta mucho por hacer en la defensa del valor absoluto de las personas.

Vemos con desánimo que existen todavía quienes ignoran el carácter intocable de la

dignidad personal. Persisten excesos en la aplicación de las leyes y actitudes socialmente

reprobables por su connotación criminal. Cualquier modo individual de proceder que se

revierta contra el bienestar social conlleva una agresión que desequilibra las relaciones

humanas, generando miedo, desconfianza e irritabilidad. El aparato jurídico debe estar

enfocado a la prevención y el castigo de estos actos.

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Page 7: Nota Tecnica 3

Los efectos sociales de los actos individuales, sean o no favorables, nos confirman la

necesidad de armonizar la identidad personal con los intereses de la comunidad. Esto

quiere decir que un individualismo exacerbado acaba por oponerse a las condiciones que

hacen posible el desarrollo personal. Si magnificamos nuestra individualidad al grado de

perder de vista la presencia de otras individualidades igualmente valiosas, corremos el

riesgo del narcisismo. En la mitología griega, Narciso era un personaje embelesado con su

propia imagen, enamorado de su reflejo en el agua. Quien tiene una fijación con el propio

yo, lo empobrece y se autodestruye. Narciso muere ahogado, porque se lanza sobre su

propia imagen reflejada en el lago. Así sucede con quienes hacen de sí mismos el centro

del mundo. Mueren ahogados, asfixiados, sufren una especie de voluntario autismo ético.

La interacción entre individuo y comunidad reclama un delicado equilibrio para evitar que

se contrapongan y favorecer su complementariedad. Una piedra de toque para alcanzar este

equilibrio es el aprendizaje de la convivencia bajo el supuesto de que todos aspiramos a la

vida lograda y ésta no se alcanza sin la participación de todos. La individualidad se

enriquece en la apertura ante los demás. Sin embargo, “a decidir nuestro destino jamás nos

ayudará la sociedad, ni tal o cual persona, si nosotros no queremos decidirnos. Nadie nos

hará libres si nosotros no sabemos optar por la libertad. Y nuestro mundo no se hará

humano si nosotros no nos humanizamos y lo humanizamos”. Así se expresó un pensador

alemán hace algunos años.

3.4. El drama de la unidad: deber, libertad y vida lograda

La libertad le permite articular al ser humano su proyecto de vida, que de una manera u

otra, incluye a los otros. Sin embargo, es importante considerar diferentes dimensiones del

actuar humano que intervienen en el proyecto vital. Nuestra vida es un ir y venir entre

estas dimensiones: la libertad, la realidad que nos determina en cierto grado, nuestros

deseos y, finalmente, aquello que debemos ser.

El individualismo exacerbado al que nos referimos anteriormente conduce a un

enfrentamiento entre un supuesto ejercicio de la libertad y los parámetros cívicos del

deber. Parecería que la defensa de la individualidad da pie a una comprensión de la libertad

como mera liberación, como ausencia de límites. Es un lugar común pensar que la libertad

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Page 8: Nota Tecnica 3

consiste en dar rienda suelta a la espontaneidad sin otra consideración que la de las fuerzas

del individuo. Este impulso podría significar un intento positivo de originalidad y refleja la

aspiración de cada uno hacia lo que se ha planteado como meta vital. No obstante, este

impulso originario ha de ser encauzado y matizado: la libertad no es una fuerza ciega.

Necesita ciertas consideraciones racionales y algunas líneas de acción.

La libertad no elige arbitrariamente; hemos de distinguir los escenarios factibles y las

realizaciones posibles de nuestra libertad. Nuestros actos no deben lastimar la integridad

de otras personas ni violar las normas establecidas para el buen funcionamiento de la

sociedad. Los principios que se reflejan en las normas y obligaciones representan lo que

debemos hacer.

Parecería que el cumplimiento del deber se opone a nuestra libertad. La noción de deber

está íntimamente relacionada con la de razón. Ésta dictamina lo que debe o no hacerse. Las

leyes no son infalibles y, por ello, deben ser revisadas con frecuencia, y quizá reformadas.

Para que consigan incorporar los auténticos intereses individuales y comunitarios, se

requiere de una buena disposición al diálogo razonado. En este sentido, el deber siempre

tiene que estar acompañado de determinadas razones que lo justifiquen.

Aun cuando es verdad que existe la autonomía de la libertad, nuestra identidad se

configura a partir de la presencia de los demás (sociedad, instituciones, cultura, etc.). No

podemos actuar al margen de ese entorno. Éste nos sirve como parámetro de acción, como

factor orientador de la libertad. En muchas ocasiones, por ejemplo, no sabemos cómo

enfocar bien nuestra libertad y nos sirven las experiencias de los demás. La sociedad nos

enseña actitudes favorables, aunque también puede acostumbrarnos a conductas

perjudiciales. El individuo interviene en la sociedad y, al mismo tiempo, ésta participa en

la configuración de su personalidad. Esta situación parece un círculo vicioso: si hemos

nacido en una sociedad corrupta, seremos corruptos y perpetuaremos este mal hábito

comunitario.

Aunque el dilema enunciado parece convincente, aquí es en donde se impone la esencial

autonomía de los individuos. Éstos son capaces de romper esa circularidad aparentemente

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Page 9: Nota Tecnica 3

insoluble porque son capaces de discernir entre las influencias sociales que conviene

asumir y las que han de ser rectificadas. La libertad fundamental de los individuos abre la

puerta al cambio social, al verdadero progreso comunitario. Ése es nuestro principal deber

social, y sólo cuando nuestra libertad se oriente hacia él habremos iniciado el camino de la

vida lograda.

3.5. Integridad de roles

Los seres humanos somos individuos únicos e irrepetibles, pero también somos parte de

una sociedad. Nuestro proyecto de vida ha de incluir los diferentes niveles o dimensiones

en los que transcurre la vida: personal, familiar y social. En cada uno de estos niveles o

dimensiones, los individuos desempeñamos distintos roles que de alguna manera se

implican y se relacionan. Hemos insistido en que nuestro yo no está alejado de los demás;

por el contrario, se encuentra abierto y en continua relación con los otros.

Los roles que asumimos en la vida deben ser coherentes. Somos al mismo tiempo hijos de

familia, estudiantes universitarios, miembros de un grupo de amigos, integrantes de un

equipo deportivo, de un partido político o de una red de acción social. Cada uno de estos

roles es distinto, pero no están disociados: la fragmentación es nociva, genera tensión y

pérdida de la identidad personal. Aunque no nos comportamos de la misma manera entre

amigos que en la universidad, en todo lo que hacemos permanece nuestro sello personal,

esa marca que le da unidad a todo lo que hacemos y que da coherencia y consistencia al

proyecto vital. Si fuéramos un conjunto de partes fragmentadas, sin unión, nos

expondríamos a cierta “esquizofrenia existencial”: ¿quién soy yo, si no hay un vínculo

entre mis diversos roles?

Conforme crecemos, vamos adquiriendo más compromisos y responsabilidades. Esto hace

que nuestra vida se enriquezca y que los roles que desempeñamos se diversifiquen. Los

niños pequeños realizan un número limitado de actividades y trabajos. Éstos van

aumentando con el paulatino desarrollo y crecimiento.

Por el simple hecho de pertenecer a una familia y a una sociedad, desempeñamos roles

distintos que van dando sentido a nuestra vida e incrementando nuestra participación en el

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Page 10: Nota Tecnica 3

entorno.

3.6. Ordenación de finalidades

En resumen, podríamos decir que el propósito de crear un proyecto vital es aproximarnos a

la vida lograda. Ésta sólo es posible si tomamos en cuenta cada uno de los niveles,

dimensiones y roles en los que nuestra vida transcurre. Como ya dijimos en el apartado

anterior, somos un todo compuesto de partes unidas entre sí. Además del pleno desarrollo

de estos distintos niveles, se necesita reflexionar para poder definir cuáles son los motivos

que nos llevan a actuar y las metas que queremos alcanzar.

Al analizar estas metas o fines, nos daremos cuenta de que no todas están en el mismo

nivel. Existen fines que se convierten en medios para obtener un objetivo mayor y así

sucesivamente.

En nuestro proyecto de vida debemos aprender a distinguir lo más y lo menos importante,

lograr ordenar los fines de lo más inmediato a lo más trascendente. Para lograr esta

distinción, es indispensable saber quiénes somos y cuáles son las situaciones en las que

estamos inmersos. Un proyecto de vida no es un mero listado de medios y fines para

alcanzar algo que se nos ha metido en la cabeza. El primer paso en un proyecto de vida es

tomar conciencia de que somos los agentes responsables de nuestra existencia. En este

sentido, tenemos un compromiso con nosotros mismos: somos actores de nuestra vida.

Pero todo actor sabe que debe seguirse un guión, so riesgo de caer en un “teatro del

absurdo”. Este guión lo escribimos cada uno de nosotros, tomando en cuenta las

circunstancias y a los compañeros de escena. No es un escribir solitario, es una co-autoría.

En realidad, sólo al final de la obra sabremos si nuestra vida fue una tragedia, una epopeya,

una comedia o un burlesque. No obstante, mientras actuamos y escribimos —las dos tareas

son simultáneas— sí que podemos vislumbrar el final a partir del orden que hemos

seguido. La escena conclusiva es consecuencia —no lo olvidemos— de los actos que la

precedieron.

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Bibliografía recomendada

1. Cortina, A.: Ética práctica, Ariel, Barcelona, 1998.

2. Frankl, V.: El hombre en busca de sentido, Herder, Barcelona, 1998.

3. Heidegger, M.: Ser y tiempo, Fondo de Cultura Económica, México, 1983.

4. MacIntyre, A.: Historia de la ética, Paidós, Buenos Aires, 1970.

5. Mayordomo, A.: El aprendizaje cívico, Ariel, Barcelona, 1998.

6. Ortega y Gasset, J.: “Pasado y porvenir del hombre actual”, en Obras completas, tomo

IX, ed. Revista de Occidente, Madrid, 1971.

7. Sartre, J. P.: El existencialismo es un humanismo, Quinto Sol, México, 1994.

8. Savater, F.: Ética como amor propio, Grijalbo Mondadori, Barcelona, 2002.

9. Singer, P.: Ética práctica, Ariel, Barcelona, 1998.

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