¿nos encontramos realmente ante un ......por persona en el año 1995 a consumir 34,8 en el año...

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T res referencias recientes para ir haciendo boca en estas cosas del consumo de vino: "El vino, uno de los productos tradi- cionales de la dieta alimentaria de los españoles, ha experimentado en los últimos años una caída vertiginosa en su consumo, coincidente con un cam- bio en los hábitos culturales y alimenta- rios de nuestra sociedad. Los datos son concluyentes: el consumo nacional de todo tipo de vinos se ha reducido en un 30% en tan sólo seis años, pasando de 46,6 litros por persona consumidos en 1987 a tan sólo 32,5 litros en 1992" (Distribución y Consumo, nº 13, diciembre 1993-enero 1994). "Los hábitos de consumo de los españoles han sufrido importantes transformaciones en las últimas déca- das, una de las cuales ha afectado sen- siblemente a su conducta ante el con- sumo de vino, que implica cambios relevantes tanto cuantitativos como cualitativos. Dentro de los primeros destaca el descenso continuado y de gran magnitud que ha experimentado el consumo agregado de vino en el mercado español desde principios de los años setenta. Los datos elaborados por el Ministerio de Agricultura indican que el consumo anual nacional pasó de 26 millones de hectólitros en la década de los setenta a una cifra inferior a los 20 millones de hectólitros a principios de los ochenta. Los datos más recientes que aporta el panel de alimentación que confecciona y publica el mismo Ministerio desde el año 1987 advierten del mismo fenómeno. Así, mientras en 1987 el consumo global de vino en el mercado español superaba ligeramente los 18 millones de hectólitros, en 1995 solo se alcanzaba una cifra próxima a los 12 millones de hectólitros. En térmi- nos per cápita, el consumo ha descen- dido en más de 12 litros por persona entre 1987 y 1995". (Angel Millán Campos y Mª Jesús Yagüe Guillén, Dis- tribución y Consumo, nº 32, febrero- marzo 1997). "A pesar de la tendencia al aumento de los precios, los hogares nacionales bebieron en 1997 un 12% más de vino que durante el ejercicio anterior, lo que es lo mismo, cada español consumió a lo largo del pasado año una media de 34,8 litros de tan preciado elemento (frente a los 30 litros por persona de 1995). Unos datos que apuntan a una recuperación de la demanda de este producto que había sufrido un fuerte retroceso en las dos últimas décadas (más del 50%) a favor de otras bebidas alcohólicas como la cerveza". (Cinco Días, 23 septiembre 1998, págIna 13). TENDENCIA AL ALZA Hay que mirar las cifras, por lo que les remito a los excelentes trabajos mono- gráficos publicados por esta revista en el último quinquenio y cuya referencia NUEVAS TENDENCIAS EN EL CONSUMO DE VINO ¿NOS ENCONTRAMOS REALMENTE ANTE UN AUMENTO CONSOLIDADO DE LA DEMANDA O SÓLO SE TRATA DE UN ESPEJISMO COYUNTURAL? EMILIO BARCO ROYO Distribución Consumo Y Nº 42

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Page 1: ¿NOS ENCONTRAMOS REALMENTE ANTE UN ......por persona en el año 1995 a consumir 34,8 en el año 1997. ¿Estamos ante un cambio en la tendencia o se trata de un espejismo como el de

Tres referencias recientes para irhaciendo boca en estas cosas delconsumo de vino:

"El vino, uno de los productos tradi-cionales de la dieta alimentaria de losespañoles, ha experimentado en losúltimos años una caída vertiginosa ensu consumo, coincidente con un cam-bio en los hábitos culturales y alimenta-rios de nuestra sociedad. Los datos sonconcluyentes: el consumo nacional detodo tipo de vinos se ha reducido en un30% en tan sólo seis años, pasando de46,6 litros por persona consumidos en1987 a tan sólo 32,5 litros en 1992"(Distribución y Consumo, nº 13,diciembre 1993-enero 1994).

"Los hábitos de consumo de losespañoles han sufrido importantestransformaciones en las últimas déca-das, una de las cuales ha afectado sen-siblemente a su conducta ante el con-sumo de vino, que implica cambiosrelevantes tanto cuantitativos como

cualitativos. Dentro de los primerosdestaca el descenso continuado y degran magnitud que ha experimentadoel consumo agregado de vino en elmercado español desde principios delos años setenta. Los datos elaboradospor el Ministerio de Agricultura indicanque el consumo anual nacional pasó de26 millones de hectólitros en la décadade los setenta a una cifra inferior a los20 millones de hectólitros a principiosde los ochenta. Los datos más recientesque aporta el panel de alimentaciónque confecciona y publica el mismoMinisterio desde el año 1987 adviertendel mismo fenómeno. Así, mientras en1987 el consumo global de vino en elmercado español superaba ligeramentelos 18 millones de hectólitros, en 1995solo se alcanzaba una cifra próxima alos 12 millones de hectólitros. En térmi-nos per cápita, el consumo ha descen-dido en más de 12 litros por personaentre 1987 y 1995". (Angel Millán

Campos y Mª Jesús Yagüe Guillén, Dis-tribución y Consumo, nº 32, febrero-marzo 1997).

"A pesar de la tendencia al aumentode los precios, los hogares nacionalesbebieron en 1997 un 12% más de vinoque durante el ejercicio anterior, lo quees lo mismo, cada español consumió alo largo del pasado año una media de34,8 litros de tan preciado elemento(frente a los 30 litros por persona de1995). Unos datos que apuntan a unarecuperación de la demanda de esteproducto que había sufrido un fuerteretroceso en las dos últimas décadas(más del 50%) a favor de otras bebidasalcohólicas como la cerveza". (CincoDías, 23 septiembre 1998, págIna 13).

TENDENCIA AL ALZAHay que mirar las cifras, por lo que lesremito a los excelentes trabajos mono-gráficos publicados por esta revista enel último quinquenio y cuya referencia

NUEVAS TENDENCIAS EN EL CONSUMO DE VINO

¿NOS ENCONTRAMOS REALMENTE ANTE UN AUMENTO CONSOLIDADO

DE LA DEMANDA O SÓLO SE TRATA DE UN ESPEJISMO COYUNTURAL?

■ EMILIO BARCO ROYO

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encontrarán en la bibliografía que secita, para comprobar que, efectivamen-te, según los datos publicados en elúltimo panel del MAPA, durante 1997los españoles hemos vuelto a bebermás vino que el año anterior, algo quetambién hicimos ese año. ¿Qué hapasado? ¿Podemos a partir de las cifrasde los dos últimos años hablar ya de uncambio en la tendencia en el consumode vino? Si así fuera, ¿por qué?

Borracho por las cifras que dancuenta de la cantidad de vino que cadaaño nos bebemos por aquí y con lavista todavía nublada por los bonitosgráficos que ilustran la tendencia quenarran los textos, viajo desde mi tierra,La Rioja, hasta Rueda, pasando por laRibera del Duero.

Sin prisa. Disfrutando del paisaje ydel color plomizo del cielo de estos pri-meros días de otoño que parece anun-ciar la vendimia. Surcos en las tierrasbarbechadas. Rastrojos quemados quepintan de negro el paisaje. Manchas depinares. Campos sembrados de girasol.Parras todavía verdes que dan color alpaisaje en días previos a la vendimia enlas tierras con vides.

Cambia continuamente el paisaje yse alternan los colores muertos de ras-trojos y barbechos con los verdes quepintan viñedos y pinares. Paisaje que

recuerdo igual cuando pienso en viajesanteriores, pero que ha ido cambiandocon el tiempo: nuevos cultivos queantaño no veía y más cepas en los últi-mos años. Paisaje que ayer, igual quehoy también está sometido a los airesdel mercado.

Cambios imposibles de explicar concifras. Cifras como estas que hoy nospermiten pensar en positivo como ayernos llevaban a pintar un cuadro ennegro. Cifras en las que, algunas veces,buscamos la razón de nuestros pensa-mientos y otras las utilizamos para ves-tir de verdad nuestros deseos.

¿Cambió en realidad la tendenciacomo cambió el paisaje a pesar delrecuerdo que conserva el viajero? Nopuedo evitar pensar en ello mientrasrecorro estas tierras con viñedo.

Después de tanto tiempo actuali-zando cada año en mi memoria esapreciosa gráfica en forma de tijeraabierta que muestra la tendencia diver-gente que dibuja el consumo de vino yde cerveza, con " el tornillo que uneambas piezas" situado en la década delos ochenta, vienen ahora algunos aanunciarme que parece ser que la tijerase cierra. ¿Deseo disfrazado de realidadcon las cifras? ¿Realidad?

Los datos de los paneles quepacientemente elabora cada año elMinisterio de Agricultura, Pesca y Ali-mentación avanzan, respecto a 1998,que la tendencia, en términos genera-les, parece confirmarse: bebemos másde todos los vinos, esto es, de mesa ycon marchamo de calidad.

ARGUMENTOS QUE YA NO SIRVENSigo mi viaje cambiando de paisaje yya no sólo estoy borracho por las cifrassino que ahora, además, siento ciertadesazón: todo el trabajo acumuladodurante veinte años, tratando de justifi-car con observaciones sociológicasaquello que la gráfica evidenciaba, seva al carajo.

Urbanización de la sociedad, nue-vos hábitos alimentarios, incorporaciónde la mujer al trabajo, identificaciónsimbólica del "recio caldo" con unasociedad rural que ya no queda y del"rubio líquido" con una juventud urba-

na, culta y emergente.... Justificaciones.Interpretaciones de una realidad adap-tadas al comportamiento que las cifrasindicaban. Me resisto a creerlo: no esposible tanto trabajo perdido, comotampoco lo es seguir viajando en esteestado. Hay que sosegar la menteempezando por el estómago. Paro.

Comedor de un restaurante decarretera en la frontera de una de laszonas productoras de vino con másprestigio, la Ribera del Duero. Tierra dela que hace ya bastantes años se arran-caron las viejas cepas y a la que toda-vía no llegaron las nuevas, tierra hoy devinos prestados (la de la frontera digo)."¿Se atreve usted con un cocidito?""Venga", me animo por ver de arreglarel cuerpo. Catorce mesas, veintiseiscomensales: Transportistas, trabajado-res de la construcción, comerciantes...Ocho frascas con vino tinto y una conrosado; dos botellas con vino tinto bienvestidas; tres botellas con agua y nuevecon gaseosa. Diecisiete telefonillosmóviles sobre las mesas. Una muestra.

Mientras llega el cocido leo en ElNorte de Castilla (24 de septiembre,página 13, estos días abundan las noti-cias sobre vino en las páginas númerotrece de los diarios): "Las estimacionesprevias a la vendimia apuntan que elprecio de la uva de la Ribera del Duero

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puede pasar esta temporada de las 200a las 375 pesetas por kilo, a pesar deque las previsiones hablan de unaabundante cosecha. El Consejo Regula-dor de la Denominación de Origenempieza a considerar ‘alarmante’ estaescalada de los precios, por su repercu-sión negativa en la venta de los caldos,equivalente a entre 150 y 200 pesetaspor botella de vino joven". Un dispara-te, dice el Presidente del Consejo Regu-lador que vela por la calidad de estosvinos. Sin duda.

Cuando salí de mi tierra –La Rioja–se cortaban las primeras uvas y sehablaba de precios en torno a las 200pesetas (tener en cuenta que los vinosde Rioja representan el 40% del vinocon Denominación de Origen consu-mido en el mercado nacional). Otrodisparate, se comenta también por mitierra. El cocido, excelente. El trato,agradable. El vino, malo. Una pena, lodel vino, digo.

NOSTALGIA DEL VINOAcompañado ahora, además de por laborrachera de las cifras, por los efluviosdel cocido, sigo camino entre tierrasrobadas a los pinares. Tarde de paseo.Mujeres que caminan entre dos pue-blos. Abuelos sentados sobre el pretilde un puente. En el paisaje algunas

cuevas abandonadas que recuerdan unpasado de cepas y de vino. El cuerpopide una pausa. No hay prisa, siempreaprendo algo en el pasado. Siempre megustó buscar las razones de cambios yabandonos. Hubo suerte: una puertaabierta, una vieja prensa de madera yun hombre amable. Hace años quedejó de funcionar la prensa, mediosiglo, pero abajo, en el calado, hayvino. Viejas barricas que se llenaroncon vino de otra tierra prestaron susabor de antaño. "No probará otroigual" oigo mientras cojo el vaso.

Y, efectivamente, así fue: sabor apez. Hablamos de los precios de lasuvas disparados; del vino recio; de losvinillos de ahora; de cuando por aquíhabía cepas; de las que quieren plantarahora; de La Rioja, de Rueda, de laRibera... y después de hablar y de apu-rar un par de vasos cada cual siguió ensus trece: yo sin apreciar en aquel vinootra cosa que la amabilidad con la quese me ofrecía y la agradable charla quepropiciaba, y él convencido de que nohabía otro igual.

Y así era. Pienso en la nostalgia quesiempre suele traernos el paseo por elpasado, que en esta bodega se acompa-ña del sonido que llega del lago con lasuvas fermentando, del crujir de los"marranos" de las prensas y del primermosto que cae en los "capazos".

Dejo Lastras de Cuéllar, que ese erael pueblo en el que Manuel me enseñósu bodega, y el recuerdo de las cifras,atizado por el par de vasos de vinodegustado, amenaza con hacerme pocoagradable la tarde. Algo no acaba deencajarme. Una de dos: o es el vino, oson las cifras. Claro está que tambiénpuede ser cosa del cocido. Sigo.

"El sector empieza a levantar cabe-za" dicen los titulares. Su apoyo: quehemos pasado de consumir 30,55 litrospor persona en el año 1995 a consumir34,8 en el año 1997. ¿Estamos ante uncambio en la tendencia o se trata de unespejismo como el de 1993?

LOS CIRCULOS DE LA HISTORIALitro arriba, litro abajo, bebemos ahorapor persona lo que dice la estadísticade 1860 (sí, de hace siglo y medio) que

se bebía por aquel entonces, cuandotodo era mucho menos complejo enestas cosas del vino que ahora y, porsupuesto, mucho peor el vino.

Claro está que poco importaba éstopor aquel entonces, siendo como era elvino, más un alimento con alto aporteenergético que un producto de consu-mo; que algunos bien quisieran hoy eli-minar de nuestra dieta por considerar-lo, además de prescindible, poco salu-dable, en una identificación con sucomponente alcohólica que cuandomenos resulta bastante sospechosa yrecuerda mucho a aquellos informesque elaboraban los ingenieros de pro-vincias en los años centrales del siglopasado, para informar de los efectosdesastrosos que de la ingesta de vino sederivaban para las estadísticas crimina-les que laboriosamente elaboraban, sinconsiderar siquiera aquellas otras razo-nes económicas y culturales que alabuso del vino conducían: "los riberie-gos son menos morigerados que losserranos y de hábitos más feroces debi-do sin duda al abuso que hacen delvino y bebidas espirituosas.

Si se examina con detenimiento laestadística criminal de la provincia seobserva que en la sierra, en donde losalimentos no son ni tan abundantes nitan nutritivos como en la vega y care-

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cen de vino o lo tienen a unprecio que no está al alcan-ce de la mayor parte de lostrabajadores, apenas sonconocidos los delitos querevelan instintos feroces: suscostumbres son más dulces yhay más desarrollo en ellosde inteligencia y razón.Desde el límite o zona enque concluye el cultivo de lavid, que es en la parte altade la provincia, siguen unaprogresión creciente los deli-tos a medida que aumenta labaratura y calidad espirituo-sa del vino,..."

Corrió el tiempo, cambió el paisaje,cambió el vino, y cambió la forma deexpresarse. No podía ser de otra mane-ra. Ahora leemos cosas como esta: "Escorrecto pues admitir un consumomoderado de vino en las campañas depromoción de la salud, dado que el

objetivo fundamental de las medidashigiénico-dietéticas que se establecenpretenden demorar al máximo posiblelas lesiones ocasionadas por una agre-sión oxidativa y evitar, reducir o pospo-ner la secuela de problemas clínicosderivados. Es decir, se trata fundamen-talmente de intentar alcanzar una salu-

dable longevidad, con unadecuado nivel de salud yde capacidad funcional".(Mª del Carmen de la TorreBoronat, Distribución yConsumo, nº 32, febrero-marzo 1997).

Dos mensajes bien dife-rentes. A estas alturas delmilenio, me quedo con elsegundo. Buen trabajo elrealizado por el sector a tra-vés de la FIVIN (Fundaciónpara la Investigación delVino). Inversión que bienpudiera tener algo que ver

con eso que muestran las cifras: 1,2millones de litros en 1995 y casi 1,4millones de litros en 1997. Si las cosassiguen en esta línea y se sigue manifes-tando el poderío del "trans-resveratrol",del "piceido" y de los polifenolesvarios, para abordar algunos problemasserios de nuestra salud en esta sociedad

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moderna, como así parece ser queestán haciendo por el otro lado delAtlántico, no se yo si en la bodega deManuel, en Lastras, no volverán a oírsede verdad esos sonidos fantasmales queesta tarde nos acompañaban.

A lo mejor resulta que se ha empe-zado a atacar alguna de esas cuatrocausas que en años anteriores servíanpara explicar la evolución negativa delconsumo del vino en el mercado nacio-nal (Angel Millán Campos y Mª JesúsYagüe, en Distribución y Consumo, nº32, febrero/marzo 1997):

1.- Los cambios producidos en loshábitos sociales y de consumo.

2.- La asociación con una imagende producto tradicional poco atractivapara la juventud; en este sentido, losmayores descensos se registran en elsegmento de población con edadesinferiores a los 30 años.

3.- La presión de las campañas con-tra el consumo de bebidas alcohólicas.

4.- Principalmente, el aumento delconsumo de las bebidas sustitutivasmás próximas.

Dándole vueltas a estas cosas, porver de encontrar la manera de sosegarel ánimo, el viajero va matando la tardemientras se va adentrando en las tierrascon vides y el color de las parras detempranillo, de garnacha, de mazue-lo... le va calmando el desasosiego.Bien pudiera ser cosa de las cifras, másque del vino o del cocido, ese malestarque le acompaña durante todo el viajeentre una y otra tierra con viñedos.

¡Anda que no nos ha dado juegoeso de "los hábitos sociales y de consu-

mo" desde la década de los años seten-ta para interpretar las cifras, una vezconvenida la bondad de las mismas!Como si fuera fácil reducir a cifras con-ceptos tan abstractos y motivacionesvariopintas que nos acercan o alejandel consumo del vino en las comidas,pongamos para el caso.

CAMBIO DE COSTUMBRESNo son necesarias las cifras para saberque en estos tiempos que corren bebe-mos más vino en "la calle" que en casa,como tampoco lo son para darnoscuenta que reservamos para nuestrobebercio en público los vinos de máscalidad, que casi siempre suelen ser losde mayor precio, conforme a las prefe-rencias que hemos ido definiendo ennuestra particular culturización en estascosas del vino, que como casi todo ennuestra formación como ciudadanos-consumidores responde a estímulosexteriores, de los que rara vez llegamosa conocer su procedencia.

Sólo hace falta conocernos un pococomo consumidores. Hace ya muchotiempo que aceptamos el carácter pasi-vo que nos asigna nuestro rol de consu-midores. Algo normal cuando el vinopasa a ser un objeto de consumo.

En la medida en que hemos idodesplazando el vino desde su funciónde alimento (en tanto que aporte ener-gético), y lo hemos colocado en sunuevo papel como complemento en lascomidas, en el mejor de los casos,cuando no de mero comparsa en larepresentación social que de vez encuando escenificamos para el manteni-

miento de nuestro status (cada cual delsuyo), esto es, lo hemos hecho objetode consumo, se hace necesario utilizarlas cifras como espejo para justificareso que llamamos "hábitos".

Cuando se entiende este cambio enel papel desempeñado por el vino ennuestra sociedad moderna, estas cosasdel consumo, de los consumidores ydel mercado se ven de otra manera.Esto creo que también ha ocurrido enlos últimos años: buena parte del sectorse ha aplicado a levantar algunos viejospuentes que siempre le habían mante-nido unido con los consumidores y quealgunas ventoleras de modernidad malentendida habían desmantelado.

Siempre fue que allí donde habíapatatas mayormente se comían patatas.En la provincia de Logroño, a mediadosdel siglo pasado, nuestros bisabuelos sebebían 68 litros al año por cabeza; losmismos que los segovianos, un pocomenos que los palentinos y un pocomás que los zamoranos, vallisoletanos,burgaleses, manchegos y madrileños.En las islas, menos diez litros; y pocomás en las tierras no productoras delsur. No presenta grandes diferencias elmapa de la distribución territorial delconsumo de vino hace un siglo ymedio con los datos que ofrecen hoylos paneles oficiales.

Claro está que entonces todavía nose había "articulado el mercado" y lasdiferencias en los precios entre unas yotras zonas (productoras y no producto-ras), eran considerables; y por ello,parece ser que, en esto del beber más obeber menos, además del "hábito" que

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daba el "nacer en tierra con cepas",influía también el precio.

Más o menos como ahora: "Para elvino en general, el mercado interior seenmarca en un contexto de contrac-ción paulatina de la demanda, por uncambio en los hábitos alimenticios delos españoles y por el alza de los pre-cios del vino debido a la escasez demateria prima”. (Pau Roca, Distribu-ción y Consumo, nº 32, febrero/marzo1997, página 12). Un par de cosechas

buenas y las cosas vuelven a ponerseen su sitio. ¿Será por esto lo del cam-bio de tendencia?

CUESTION DE PRECIOSQue los precios medios de compra hanaumentado durante estos años esbuena prueba de que lo que estápasando no es sólo una cuestión demayor volumen de cosecha y de pre-cios a la baja; o, al menos, no lo espara todo tipo de vino. Cosechasrécord en cantidad, en muchas zonasproductoras desde el año 1995, no hanconseguido invertir la tendencia alcistade los precios; y algunas Denominacio-nes de Origen han conseguido lo nuncavisto: alcanzar cifras récord de ventas yal mismo tiempo posicionar sus vinosen segmentos de precios más altos.

Esta situación le ha dejado a uno lasensación de que la euforia que estosaños se vive en muchas zonas produc-toras a ras de suelo, se expande hasta

alcanzar con sus vahos las partes máselevadas del mercado.

Pero es que, además, esta situacióntrae también el recuerdo de aquelloque hace algunos años se decía sobre“la segmentación del mercado” y lanecesidad que tiene el sector de estaratento a las señales que puntualmentele llegan de los consumidores a travésdel mercado, buscando “la conexióndirecta” con ellos, sin falsos operadoresque ejercen la labor de intermediarios

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en un juego de intereses confundidos,en el que nunca se sabe muy bien cua-les son los intereses de algunos comu-nicadores que ofician perfectamente eljuego de la confusión.

Cuando el negocio del vino está enbuena parte desvinculado de la produc-ción (como no podía ser de otra mane-ra en este proceso y en esta sociedad),no podemos sorprendernos de las difi-cultades existentes para que, tanto a losproductores como a los consumidores,les resulte complicado ver el otro extre-mo de la cadena y sentirse compenetra-dos con él. Claro está que el comercio,como parte importante del negocio,dispone hoy de herramientas suficien-tes para facilitar esta visión. Otra cosaes si se utilizan y cómo se utilizancuando se hace uso de ellas, y en estopuede encontrarse alguna justificacióna eso que decíamos de “los cambios delos hábitos sociales y de consumo”.

Siempre se quejaron las empresasvínicas de los ajustes que estaban pro-vocando los cambios en la distribucióny algunas respuestas dieron en los últi-mos años, buscando eliminar obstácu-los que impidieran la visión entreambos extremos de la cadena. De estasinversiones se han obtenido, sin duda,buenos resultados. El peligro está ahoraen que, después de algunos años, hayuna cierta sensación de relajo, propi-ciada por eso que últimamente oímoscon cierta frecuencia en algunas impor-

tantes zonas productoras: “me quitan elvino de las manos”.

VINO Y PAISAJEDesvincular el consumo de vino delpaisaje es, desde mi particular punto devista quizás demasiado pegado al terre-no, un error; por mucho que argumen-ten quienes se mueven mejor en lasartes de identificar el producto con unamarca y a los consumidores con ésta.Tal y como están las cosas en este sec-tor, y no parece ser que vayan a cam-biar a corto plazo, hasta un vino comoel que me ofreció Manuel, es de reciboen las condiciones en las que me fueofrecido. Ya no les digo nada si ademásel vino hubiera resultado de mi agrado.

Los paneles de consumo van aseguir todavía algunos años alegrándo-nos la vista con su cifras y sus gráficos;y ello por algo tan simple como elhecho de reflejar las consecuenciassobre la demanda de los movimientosen el lado de la oferta: nuevas bodegas,

acceso de productores al mercado,inversiones en el posicionamiento delproducto, venta directa, relaciones nue-vas con los consumidores, liquidez...,esas “pequeñas cosas” que tantas veceshemos reprochado al sector que noatendía debidamente y que animan elconsumo y abren vías nuevas para lacomunicación entre productores y con-sumidores.

Todo el movimiento que en los tresúltimos años se está viviendo entre lascepas y las bodegas, los viticultores ylos bodegueros, no ha sido todavíareducido a cifras, o lo que es lo mismo,todavía no se refleja en los paneles deconsumo, ni en los del Ministerio deAgricultura ni en los otros.

Aquí van algunos datos: Las ventasde vinos con Denominación de Origenen 1997, según el panel del Ministeriode Agricultura, alcanzaron la cifra de303 millones de litros; y según el Infor-me elaborado por Nielsen por encargodel Consejo Regulador de la Denomi-nación de Origen Calificada Rioja, losvinos de esta Denominación represen-taron el 40% del vino con Denomina-ción de Origen vendido en el mercadonacional. Pues bien, según los datos delos correspondientes registros del Con-sejo Regulador el vino vendido en elaño 1997 en el mercado nacional fuede 137 millones de litros. Conclusión:hoy se bebe más vino que el que dicenlas cifras que bebemos, y la razón no es

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otra que el sector no se ha estado dor-mido estos años en los que cada vezque llovía los que están en el negociodecían: “esto es vino”. En muchaszonas productoras de vinos de calidady en algunas otras en las que sus vinosno gozan de la protección de unaDenominación de Origen, se han reali-zado importantes inversiones y esto seestá notando.

En algunas zonas en las que los pre-cios siguen subiendo, al igual que elvolumen de cosecha y las ventas,queda una incógnita por resolver: Pro-ducción abundante y precios al alza¿será un problema o una paradoja? Enmi tierra los viticultores llevan tres añospreguntándose hasta cuando va a duraresto, y frotándose los ojos cada campa-ña cuando llega el tiempo de vendimia,como si fueran niños pequeños que nosaben muy bien si lo que está pasandoforma parte todavía de su sueño.

Si de problema se tratara ¿dóndeesta el nivel que hace caer las ventas?Si paradoja fuera, esto es jauja.

CUESTIONES DE COYUNTURA Y ESTRUCTURAPrudencia pide el Presidente del Con-sejo Regulador de la Ribera del Duero,a productores y embotelladores, antelas posibles consecuencias del encare-cimiento del fruto sobre la actual cuotade mercado de la Denominación “que

nos ha costado muchísimo tiempoconseguir“, y que puede llevar a losvinos de esta zona a convertirse en un“ producto elitista en virtud de un pre-cio demasiado alto, lo que va a sermalo para todos”. O no, porque nonecesariamente se tienen que derivarconsecuencias negativas del hecho deser "un producto elitista de preciodemasiado alto"; a no ser, claro está,que el temor nazca precisamente de laposibilidad de abortar la consecuciónde este objetivo/sueño en un procesode mala administración de todos losdemás factores que junto con el preciolo hacen posible.

Cuando hablamos de estas cosas,mi amigo Maca, que cuida algunascepas en Fuenmayor, siempre acabadiciéndome: “Lo que nos pasa a noso-tros es que no sabemos pensar en ricoy por eso siempre estamos esperandoque nos llegue el estacazo”. Macalleva cuatro años esperándolo, elmismo tiempo que otros llevan “pen-sando en rico”. Claro que hay zonas, yzonas; y hay vinos, y vinos.

Esto tampoco es nuevo. Los histo-riadores que se han ocupado de estascosas de los precios, hace ya tiempoque llegaron a la conclusión de que asícomo en el trigo, en la cebada e inclu-so en el aceite, la homogeneidad delcomportamiento de los precios en lasdiferentes provincias permitía hablar de

la formación del mercado interior y deun precio medio representativo a nivelnacional, en el vino esto no era posible,y concluían preguntándose: en Españacuando hablamos de vino, de qué vinohablamos, del de Rioja, del de Jumilla,del del Penedés..., del vino común odel supurado, del añejo o del vino delaño. Esto era así en la simplicidad delsiglo XIX y lo sigue siendo en la com-plejidad de ahora.

Muchos y variados vinos que seencuentran en esa cosa abstracta quellamamos mercado y en el que hastahace algunos años coincidían en elmismo terreno para competir en pre-cios vinos de mesa con vinos protegi-dos por el marchamo de alguna Deno-minación de Origen. La confusión noera buena, y el tirón de estos años havenido a clarificarla.

SEGMENTAR EL MERCADOPosicionar los vinos con D.O. en seg-mentos de precios más altos era tareapendiente y en ello anda el sector estosaños, después de entender que la seg-mentación que venía mostrando lademanda dejaba huecos para todos enel mercado. Tirón en los precios quetambién parece estar ayudando a clari-ficar la confusión que se daba (y aún sesigue dando) entre vinos jóvenes y decrianza; o entre vinos superiores,medios y populares si de esta manera

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gustan segmentar el mercado. Las opor-tunidades para los vinos de D.O. y tam-bién para los de mesa han aflorado amedida que se ha ido abandonando suenfrentamiento y se ha profundizado enla diferenciación.

Cosas estas del mercado, de lostipos de vinos, y de los precios que, sinduda, han venido influyendo en esoque llamamos “los cambios en loshábitos sociales y de consumo”; sóloque del año 1995 a esta parte hanactuado de forma bien diferente acomo venían haciéndolo en años ante-riores. Que en ello haya influido larecuperación de los niveles habitualesde cosecha después de algunos años desequía, bien pudiera ser para algún tipode vino, pero más me inclino a pensarque en el esfuerzo realizado para dife-renciar unos y otros tipos de vinos,junto al posicionamiento de los vinosde mayor calidad en segmentos de pre-cios más altos ante los consumidores,se encuentra buena parte de la explica-ción de eso que venimos llamando“cambio en la tendencia del consumode vino en el mercado interior”.

Tarea bien empezada pero todavíano concluida, desde mi perspectiva, yque la relajación en el esfuerzo y una“ambición desmesurada” puede poneren peligro lo hasta ahora conseguido, yque no es poco: aumentar el volumende vino en el mercado interior, cuandohasta los más optimistas hace tan sóloalgunos años se conformaban con no

perder la posición alcanzada en el mer-cado nacional frente a la temida com-petencia de los vinos procedentes deotros países, recomendando al sectorbuscar su expansión en los mercadosexteriores, verdadera piedra angularpara el futuro del mismo.

Por todo ello, termina dando la sen-sación de que en estos tres últimosaños ambas cosas se han abordado ypor lo que muestran las cifras no pare-ce que se haya hecho demasiado mal.El camino está suficientemente señala-do, para hacer frente a eso de “los cam-bios en los hábitos...”

LA ACTITUD DE LOS JOVENES ANTE EL VINOLo de “la imagen del producto tradi-cional (vino) poco atractiva para lajuventud” es otra de las tesis que repe-tidamente hemos venido utilizandopara justificar lo que las cifras nosmostraban y hasta nos atrevíamos a daralguna recomendación a quienesarriesgan su dinero en una u otra cam-paña publicitaria que las más de lasveces identificaba al vino con cosasmás muertas (piedras, madera...) quevivas, contribuyendo a crear más queuna “imagen tradicional” del vino una“imagen rancia” nada atractiva para lajuventud, utilizando un producto vivocomo el vino para trasmitir a los con-sumidores mensajes que ni siquierarepresentaban ya la actual cultura exis-tente en este sector.

Entre la vieja bodega de Manuel enLastras y el sector vitivinícola actual nohay más punto en común que el quepudiéramos encontrar entre ManoloEscobar y Kiko Veneno, pongamos parael caso si cuestión de vida o muertefuera el ponernos a buscar alguna cosacomún entre cosas tan dispares.

Algo se ha hecho también paraestablecer la mínima comunicaciónentre el vino y los jóvenes, aunque laverdad es que creo que es bien poco lohecho y que sigue siendo ésta la másvieja de las asignaturas pendientes,claro está que en estas cosas del vino yde los jóvenes siempre tuve una duda:si “tan malas relaciones” eran cuestiónde una mala comunicación (más omenos como eso de las diferenciasgeneracionales y el diálogo entrepadres e hijos) y, por lo tanto, se hacíanecesario establecer un nuevo marcode relaciones entre iguales; o más bientodo era mucho menos romántico yconsecuencia de cosas más tangiblescomo los precios.

Y mira por donde, en las páginasde esta misma revista (nº 37, diciembre1997-enero 1998) Carlos J. Rodríguezy Angel F. Villarejo nos aclaran queaunque “el joven consumidor prefierebebidas que se asocian más con sutiempo, rechaza estereotipos socialesque considera trasnochados y se iden-tifica con la bebidas refrescantes sím-bolo de una sociedad sana y modernay con la cerveza como bebida alcohó-

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lica blanda” al tratar de demostrar “quela falta de acercamiento de los produc-tores vitivinícolas al segmento de losjóvenes, provocado por la escasez deinformación que a través de la comuni-cación comercial les llega desde estasempresas del sector, hace que el con-sumo de esta bebida se haya estanca-do, y no se haya incorporado a la listade preferencias de los jóvenes, que enel futuro serán los consumidores delproducto.

Los mismo antores descubren, en suestudio, que “contar con informaciónobjetiva sobre tipos de vinos, marcas,denominaciones de origen, etc... nomodifica sustancialmente el comporta-miento de compra de los vinos de cali-dad” y “que el precio sí ha tenidoinfluencia en la decisión de compra”,para venir a concluir que “el precio delvino es un factor causal de diferentescomportamientos de compra entre losjóvenes” entre los que estos autoresobtuvieron la muestra para realizar suinvestigación.

EL DEBATE DEL ORIGENOtra vez el precio en el centro deldebate. Esto nos obliga a recordar cues-tiones tales como la estructura de laproducción, de la elaboración y delcomercio del sector vitivinícola en estepaís, la normativa existente y el debatesostenido durante estos últimos añosentre quienes abanderan un mayorgrado de libertad (o la libertad total) y

quienes apoyándose en la filosofía queintroduce el concepto de Denomina-ción de Origen defienden su propiavisión de la posición de nuestros vinosen el mercado.

Debate de interés, hoy por hoyinclinado del lado de quienes apoyansus argumentos en la concepción euro-pea mediterránea del vino/cultura/terri-torio, frente al modelo que llega desdenuestras antípodas y desde el otro ladodel Atlántico basado en el dominio delmaterial vegetal: la variedad en el cen-tro de la estrategia para alcanzar la cali-dad y con ello los precios elevados alos que se cotizan hoy algunos vinosidentificados por su origen.

Marcas de propiedad privada ymarcas de propiedad común o genéri-cas, otro debate no pocas veces estérilque durante mucho tiempo estuvotirando a la contra en estas cosas deganar posiciones en el mercado y quepasa a un segundo plano cuando lasventas se recuperan. En mi tierra no seoye ahora nada sobre "la bodega comu-nitaria" y esas cosas de la obligatorie-dad que impone la norma sobre elembotellado en origen, cuando hacetres años eran los temas sobre los quese articulaba el debate acerca del futurodel sector.

De tantas guerras absurdas entreunos y otros tipos de vinos (de mesa ycon Denominación de Origen; del añoy con crianza...) y del olvido, cuandono desprecio, por parte del sector de las

herramientas que hoy existen para ani-mar el consumo, se han beneficiadodurante muchos años esas otras "bebi-das sustitutivas más próximas" y quizásprecisamente porque sí las utilizaron yademás las utilizaron bien.

La dispersión de marcas que hoyexiste en el sector vitivinícola y quetantas veces se utiliza como argumentopara justificar estas cuestiones, frente ala concentración existente en otrasbebidas, lo que plantea no es tanto unadebilidad del sector, como la necesidadde utilizar estrategias diferentes.

No querer verlo así y seguir queján-dose de la atomización empresarial delsector no es otra cosa que renunciar aabordar el problema aplazando su reso-lución a la espera de una deseada con-centración empresarial, que mucho metemo, a la vista de cómo es este sectory de cómo está evolucionando, no seva a producir ni a corto ni a medioplazo. Un sector en expansión es loque se ve en aquellas zonas en las queesto así se ha entendido.

Algunas cuestiones pendientes quese abordaron estos años con acierto;otras que se empezaron a encauzar porel camino correcto y las menos quequedaron todavía sin resolver, dibujanhoy un escenario algo diferente del quepresentaba el sector vitivinícola en losprimeros años de esta década.

Muchas cosas para reducir todo loque ha pasado a una mera cuestión deprecios. Ahora parece más claro que la

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posición del vino en el mercado y latendencia que nos muestra su consumodepende de muchas más cosas que dela capacidad de competir en precios.Para algunos vinos esto está bastanteclaro, mientras que para otros seguirásiendo el precio “el lugar común en elque sigan librando su batalla en el mer-cado”, sin que la calidad pase por elloa un segundo plano.

Que ambas estrategias se diferen-cien es bueno, y en esto parece ser queanda el sector en los últimos años, aun-que algunos sólo vean en ello “fuegosde artificio” que no hacen otra cosaque aplazar “la desregulación del sec-tor vitivinícola europeo” que reiterada-mente vienen reclamando para mejorarla competitividad del sector.

CANTIDAD Y CALIDADEn esta pelea de intereses, disfrazadade “juego de profecías”, se dibuja unescenario para el primer cuarto del pró-ximo siglo de menor consumo de vinopero de mayor calidad “Europa venderámenos vino pero con mayor valor aña-dido” (Carlos Falcó, nº 32. Distribucióny Consumo, diciembre 1996-enero1997, página 50) con un “crecimientodel consumo de vinos finos y la progre-siva desaparición del consumo de vinoscomunes “lo que llevará al sector a unacompetencia creciente”.

¿Y si la profecía fallase? ¿Porque nopensar en un mercado fragmentado enel que “los pobres” también podamosde cuando en cuando “emborrachar-nos”? Si además conseguimos tambiénestar capacitados para captar “la pro-funda cultura” que esconde todo vinode calidad, ¡gloria bendita!

Que en estas cosas del consumo talfragmentación existe no es cosa nueva.

¿Por qué iba a ser en el vino de formadiferente? Quienes nos movemos entreagricultores, pastores, molineros, bode-gueros y gentes varias del mundo de laalimentación, a ras de suelo, hace yatiempo que venimos contemplando dosescenarios en esto del consumo y delmercado: producciones estándar a pre-cios bajos para abastecer a la granmasa y producciones diferenciadaspara procurar satisfacciones a quienestienen sobradamente cubiertas susnecesidades básicas. Hay pocos pro-ductos en los que puedan desarrollarsesimultáneamente estrategias tan dife-rentes. Si el vino es uno de ellos, ¿porqué seguir ignorándolo?

INCERTIDUMBRES Y OPORTUNIDADES Viejas recetas muchas veces repetidaspor quienes se mueven con agilidadentre cepas, tinos, barricas, botelleros,mesas y estanterías, parece ser quecomenzaron a condimentarse estoscuatro o cinco últimos años, lo queunido a una oferta abundante, variaday de calidad ha contribuido a clarificaralgunas cosas que venían estando bas-tante confusas en este sector por lomenos desde hace un cuarto de siglo.

Con "el guiso" crecieron las oportu-nidades y menguaron, que no desapa-

recieron, las incertidumbres, lo que vaa permitir al sector entrar con buen pieen el próximo milenio (si la gananciano le nubla la visión y no pierde elcamino); algo bien diferente a lo ocu-rrido ahora hace un siglo cuando de la"edad de oro del vino español" se pasóa la ruina más absoluta del viñedo, delos viticultores y de las regiones quetenían puestas todas sus ilusiones en elvino. Aquella ruina sí que fue un ver-dadero cambio de paisaje (y del "paisa-naje"), y hasta mereció "el honor" depasar a formar parte de la cultura popu-lar propia de la época en forma decopla con "ramalazo machista" y que,esta tarde, recordaba Manuel en elcalado de su bodega, allá en Lastras deCuellar, tierra de caldo prestado, mien-tras apurábamos un par de vasos devino: "maldito sea el gusano que trajola filoxera, desde que no bebo vino lamujer se me apodera".

En estas estaba, esto es, pensandoque algo habremos aprendido en todoun siglo (¿o no?) y dándole vueltas atodas esas pequeñas cosas que del via-jero se han apoderado desde que nobebe vino, cuando me sorprendió lanoche con sus sombras y la vista tuvoque dejar paso a otros sentidos paraseguir disfrutando del placer que pro-cura un paisaje con vides estos días deotoño y en el aire comienza a notarseese olor dulzón de los primeros mostosal que huelen estos días los pueblos enlos que se vive de las uvas y del vino.Sosegado el ánimo y olvidadas lascifras, hora era de volver a beber vino,mayormente por ver de recuperar todoslos sentidos. ❑

EMILIO BARCOExperto en agricultura y mundo rural

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