noé descubre su oficio

M. CRISTINA DA FONSECA

Siete veiitas había apagado Noé en su última torta de cumpleaños cuando supo que sería doctor de animales

La vocación le vino durante unas vacaciones en el altiplano, en casa de su tío veterinario, pero la culpa la tuvo Señorita.

Era invierno cuando Noé, su papá y su hermana mayor, Francisca, emprendieron viaje hacia el Norte. La mamá no iba con ellos, porque tuvo que quedarse trabajando en la ciudad.

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Noé y los suyos llegaron donde el tío después de bordear lagos, bofedales y salares, y de hacer un largo camino por el desierto, pasando frente a muchos de esos gigantes blancos llamados volcanes.

Como el sol ya se estaba ocultando, y quedaba poca luz cuando llegaron donde sus familiares, sólo vieron una vizcacha que huía, dos flamencos de plumas sonrosadas dormitando, parados en

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una sola pata, tres gallinetas amarillas como la paja brava, y un zorro blanco con manchas negras asomado en su casita negra con manchas blancas,y una vizcacha que silbaba.

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La gente del caserío los habían traído para que el tío los sanara.

"Parece un zoológico"-pensó Noé antes de dejar la vela en el velador, meterse en el saco de dormir y ponerse a roncar.

Francisca, muy por el contrario, se quedó despierta mirando por una ventanita abierta en el techo.

Desde el tragaluz, el cielo parecía una copa de vidrio llena de burbujas brillantes que alguien había dado vuelta sobre la tierra.

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"¡Qué lindo! ¡El cielo está vivo y respira¡" -pensaba la niña comprendiendo, al fin, por qué su papá siempre decía que sólo existían dos clases de estrellas en el mundo: las del Norte de Chile y las demás...

Noé aún dormía como un tronco cuando la voz de su hermana lo despertó muy temprano por la mañana.

-¡Estamos rodeados de llamas! -gritaba Francisca sin bajarse del piso al que se había subido para asomarse por el tragaluz.

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-¡Rápido, rápido, avisa a los bomberos! -gritó Noé asustado -¡No te acerques al fuego!

-Pero si son llamas con hocicos, orejas y ojos almendrados. No creo que le tengan miedo al agua -respondió la niña con toda calma.

Y así era, pues cuando Noé, con mucho sigilo, asomó la nariz por la ventanita, sus pupilas tropezaron con un rebaño de llamas, de esas con cuatro patas, que no se apagan con el agua.

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Fue la primera vez que Noé vio a Señorita y a sus hermanas...

-Estas llamas son calientitas, pero no queman. Sus pieles se parecen a los chalecos que teje la abuela -comentó Noé cuando, luego de levantarse a toda prisa, y sin siquiera lavarse ni tomar desayuno,fue con Francisca al lugar donde el rebaño pastaba.

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-¡Mira, mira una tiene una "chispa" recién nacida a su lado! -exclamó la niña, indicando una hembra de melena blanca que amamantaba a su cría.

-Yo las encuentro parecidas a los camellos de las películas -reflexionó Noé-. A lo mejor son primos, es decir, de la misma familia -agregó.

Todas las llamas eran silenciosas y elegantes, pero sólo una tenía ojos azules y se llamaba ^ ^' ^ Señorita.

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Según Cipriano, el pequeño encargado de los animales. Señorita era un animal sagrado, capaz de ver en la obscuridad y cuidar a los demás.

Quienes la miraban, veían la laguna a cuyas orillas había nacido, la nieve entre cuyos copos había brincado y los límpidos cielos bajo los que había pastado...


Eso era, por lo menos, lo que desde hacía siglos venían repitiendo los abuelos del poblado, que hablaban de la tierra y de los cerros como si fueran sus padres, y estaban siempre dando gracias a las vertientes.

Los ancianos atácamenos eran sabios. Las mismas llamas les habían enseñado cuanto sabían y hablaban. ¡Señorita tenía un poder parecido al de los anillos de ciertos magos!

Cada vez que Noé observaba las pupilas de Señorita, tenía la impresión de hundirse en

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las profundidades de un ojo de agua y de ser nnuy pequeño. La llama lo hipnotizaba al punto que le bastaba recordar sus ojos azules para creerse navegando por el cielo, en una barca en forma de uñita y quedarse dormido...

Los muchachos estaban tan encantados con Señorita, que con el pretexto de cargar los juguetes en sus alforjas, no se separaban de ella ni por un instante. La llevaban cuando iban a chapotear en la quebrada, cuando acompañaban a Cipriano a buscar pasto donde algún

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campesino, o a hacer trueque con los pastores errantes que pasaban camino de alguna parte.

Noé, Francisca, Cipriano y Señorita caminaban sigilosos por los bordes de los salares donde anidan


los flamencos rosados, cuando se iban inspeccionar el viejo campanario y la iglesia de barro y paja.

-Si quieren tanto a Señorita, van a tener que florearla -les dijo un día Cipriano en forma misteriosa.

Ni Noé ni Francisca sabían de verdad, verdad, qué era florear un animal.

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Pero pronto lo averiguaron... El pequeño pastor apareció con una cesta llena de ovillos de lana recién teñidos y, sin ninguna explicación, empezó a adornar las orejas de las llamas con pedazos escarlatas, morados, verdes y amarillos.

A la limpia de canales-fiesta que los campesinos del lugar celebran todos los años, en honor del agua que riega sus huertos- también asistieron acompañados de Señorita. No se alejaron de ella ni a la hora de probar la comida, ni de brindar

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con una bebida hecha con agua, miel y especias, ni de bailar.

Y cada vez que aparecía un perro, aprendieron a protegerla diciendo muy rapid¡to:"San Roque, San Roque dile a tu perro que no la toque',' mágico talismán de palabras que los amiguitos de Cipriano usaban para librarse de los peligros.

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Pero, pese a todo, Francisca se sentía indecisa en relación a Señorita. A ella, la llama de ojos azules le gustaba y mucho, pero no más que el tragaluz.

Por las noches se levantaba cuando todos dormían y, asomada por la ventanuca del dormitorio, observaba el cielo.Y se quedaba allí, mirando las estrellas palpitantes como peces luminosos o veiitas encendidas en un lago de obscuridad.

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Hasta que finalmente una mañana, Francisca, con gran decisión, declaró en la mesa donde desayunaban que iba a ser pastora de estrellas cuando grande.

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-¿Si Cipriano vigila las llamas, por qué no puedo yo hacer lo mismo con los luceros y cometas? -preguntaba.

Fue justo entonces cuando Noé comenzó a pensar que a él le gustaría ser"zoolog¡quero'.' Pero esa palabra ni aparecía en el diccionario ni él sabía explicarla.


Tampoco era cuestión de preguntarle a Cipriano sobre el asunto, pues aunque era un mapa ambulante y conocía toda clase de leyendas -decía que los que se olvidan de sus leyendas pasan frío por las noches-, ignoraba el significado de otras muchas cosas, ya que recién comenzaba a ir a la escuela, y no sabía "hacer hablar a las letras'.'

Pero un día, luego de volver de una larga excursión en auto hacia los chorros de vapor caliente que brotan de la tierra, Noé se enteró que Señorita había aparecido con una pata herida.


Por huir de unos asnos salvajes que Ib perseguían y correr entre las piedras volcánicas, se había enredado en unos Cíictus gigantes.

Sólo cuando se dio cuenta del estado en que la llama se encontraba, y vio cómo

A tío comenzó a curarla, Noé entendió jue deseaba ser doctor

de animales.

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Y desde ese día, repetía cada vez que podía:

-¡Voy a ser veterinario cuando grande! Y le pediré a la abuela que teja unos abrigos largos, largos, para las culebras resfriadas.Y voy a nnandar a edificar un hospital con acuarios para peces sedientos, piscinas para ballenas con hipo, cajas de cristal para arañas afiebradas, una terraza desde donde los elefantes nniren los circos que puedan pasar por el camino y muchas, muchas ventanas desde donde los burros y las llamas divisen la cordillera, el cielo y los lagos.

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Sin olvidarse de su hermana, Noé también prometió construir una gran torre con techo de vidrio, desde donde Francisca pueda vigilar tanto a los animales como a las estrellas.


-Y a la entrada -decía el niño a quién quisiera oírle-, voy a colgar un letrero grandote y luminoso que diga:

'"Arca de Noé. Clínica para animales grandes y pequeños"

V )

Y todo eso, por culpa de una llama que no se apaga con el agua...

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