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DESMINADORES Caminan a diario sobre uno de los lugares más minados del mundo. Buscan y destruyen explosivos enterrados sin apenas medios, conscientes de que cada paso que den puede ser el último. Así es el día a día en uno de los tra- bajos más peligrosos que existen. Texto y fotografías: KARLOS ZURUTUZA EN KURDISTAN SUR Ni un paso en falso Un desminador en el campo de minas Gre Barojy, en Kurdistán Sur

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Page 1: Ni un paso en falso DESMINADORES EN KURDISTAN … · tros de la frontera turca.La convicción ... retrasar así la marcha de un pelotón –ex- ... mienzo a una ceremonia lenta a

DESMINADORES Caminan a diario sobre uno de los lugares más minados

del mundo. Buscan y destruyen explosivos enterrados sin

apenas medios, conscientes de que cada paso que den

puede ser el último. Así es el día a día en uno de los tra-

bajos más peligrosos que existen.

Texto y fotografías: KARLOS ZURUTUZA

EN KURDISTAN SUR

Ni un paso en falso

Un desminador en el campo de minas Gre Barojy, en Kurdistán Sur

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Un día fantástico para tra-bajar», exclama Faris Zu-ber mientras se enfundaun peto y un casco de kev-lar. Se refiere al tiempo,

por supuesto:soleado y con un ligero to-que de viento del norte. Por lo demás,nos encontramos en Gre Barojy, unomás de entre los 6.000 campos de minasen Kurdistán Sur donde operan losmiembros del IKMAA (Acción de Des-minado del Kurdistán Iraquí). Zuberlleva más de veinte años en esto y ocupaun cargo de dirección que le permitiríacumplir con su jornada laboral desde undespacho. No obstante, prefiere el tra-bajo de campo, aunque en este caso, el“campo” esté sembrado de minas.

Gre Barojy, que debe su nombre alde una víctima de mina, se encuentra enel distrito de Dohuk, a escasos kilóme-tros de la frontera turca. La convicciónde Saddam Hussein de que la invasiónde Irak llegaría desde el norte fue lo queprovocó el minado sistemático de todaesta área.Lo mismo ocurrió con la fron-tera de Irán, país con el que Irak mantu-vo un conflicto armado en los ochenta.Así las cosas,Kurdistán Sur es hoy, juntocon Afganistán, el territorio más mina-do del mundo. Se estima en unos veintemillones el número de minas aquí ente-rradas,o lo que es lo mismo,unas cuatropor habitante.

En contra de lo que se pueda pensar,en un campo de minas no hay máquinas,ni ordenadores, ni monitores… ningúnrastro de tecnología en la que apoyarsepara realizar un trabajo tan peligroso co-mo el de localizar y desactivar explosivosenterrados bajo tierra.Al menos aquí,no.

Y es que, visto desde fuera, Gre Ba-rojy bien podría ser una huerta de la ex-

tensión de medio campo de fútbol,aproximadamente. Una chabola de cu-yo techo de paja ondea una banderakurda ofrece la única sombra en este pá-ramo; a su lado, un montón de estacasapiladas, idénticas a las que se usan paraacotar un terreno. De no ser por la cala-vera y las dos tibias en una señal oxida-da, hasta podríamos olvidar que no sonprecisamente patatas lo que se escondebajo tierra. La ambulancia de la medialuna roja también nos daría alguna pista,pero está siempre aparcada a cien me-tros de aquí. Por si acaso.

Italianas explosivas«Empezamos a “limpiar”este campo

en mayo de 2007. Hasta el momentohemos eliminado 48 minas, pero nos hacostado tres accidentes graves. La culpaes de la Valmara, una mina italiana con-tra la que no tenemos protección», se la-menta Faris Zuber, señalando a una deellas a escasos 30 cm de nuestros pies.

Lo que la mayoría entendemos por“mina” es ese artefacto que explotacuando se pisa produciendo la amputa-ción del pie, lo que en la jerga militar seconoce como una “mina de presión”.Pe-ro la creatividad de los ingenieros vamucho más allá, hasta el punto de pro-ducir monstruos como la Valmara 69:un artilugio que se asemeja a un peque-ño Sputnik caído del espacio, pero queresulta ser la mina más peligrosa delmundo.

«Las minas convencionales están di-señadas para mutilar a un solo soldado.Su objetivo no es matar sino mutilar yretrasar así la marcha de un pelotón –ex-plica Zuber–, pero la Valmara es dife-rente: en cuanto se activa,da un salto demedio metro y luego explota lanzando

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Valmara 69, la mina más letal que existe.

Un desminador con su herramienta principal. Abajo, estacas “rojas” para indicar la localización de una mina y la única sombra de Gre Barojy.

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al aire más de mil fragmentos de metra-lla; mil balas al doble de la velocidad deun fusil que hieren y matan en un radiode 25 metros».

El peto y el visor de fabricación bri-tánica que visten aquí los operarios ape-nas protegen lo que un albornoz y unasgafas de sol ante la explosión de la italia-na.De ahí los tres accidentes graves quemencionaba antes Zuber.

El veterano desminador recuerdaque fue precisamente su padre la prime-ra víctima de mina que conoció: «Com-pramos unas tierras que resultaron estarsembradas de minas.Mi padre aprendióa retirarlas con cuidado, y más tarde adesarmarlas.Al final, le estalló una en lacara. Era cuestión de tiempo».

A pesar de tan terrible antecedente,Zuber describe las prestaciones de losartilugios explosivos sin ninguna afecta-ción, como un mecánico al que se le pi-de que diserte sobre su colección de lla-ves inglesas. Nada extraño, por otra par-te, ya que las minas han formado partede su rutina diaria durante las últimasdos décadas. Según dice, la Valmara esuna mina de fragmentación (por lo delos mil fragmentos),pero luego tambiénestán las anti-carro, mucho más grandesy con forma de fiambrera; las que expul-

san proyectiles en forma de aguja he-chos de uranio empobrecido; las minasquímicas, que hacen lo propio con todotipo de gases letales; las que se activanpor control remoto o esas que lo hacenpor “alivio de presión”(no cuando las pi-sas, sino cuando levantas el pie).

Produce escalofríos pensar en cuálesserán las nuevas ideas que revoluciona-

rán una industria en la que todo pareceestar ya inventado.

«Hace unos años,nos invitaron a Jor-dania en el marco de un programa de co-operación», recuerda Zuber. «Era de ri-sa: tenían un mapa con la colocaciónexacta de las minas, sabían cuántas erany dónde estaban.Además, el paisaje allíes llano y desértico, nada que ver con el

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Kurdistán de Irak. La nuestra es una zo-na llena de arbustos, por eso tenemosque quemar el terreno antes de empe-zar a desminar. Un territorio montaño-so como éste tampoco facilita las cosas:muchos de los campos están en zonasescarpadas y de difícil acceso; además,los continuos corrimientos de tierrasprovocados por las lluvias desplazan los

explosivos de sitio a zonas que conside-rábamos seguras. Y luego está el clima:en verano la temperatura alcanza los 50grados, que parecen cien bajo nuestroequipo de kevlar. En invierno, sin em-bargo, la nieve lo cubre todo y tenemosque interrumpir el trabajo hasta la pri-mavera. Pero la mayor diferencia conrespecto a los jordanos es que no tene-

mos ningún mapa que indique dóndeestán las minas.Saddam Hussein no en-tregó ninguno a la ONU…».

ProtocoloUn sencillo detector de metales,

idéntico al que solemos ver a veces ennuestras playas, es la herramienta prin-cipal de un desminador. Se maneja co-mo el bastón de un ciego para tantear elterreno pero,a diferencia de éste,nuncadebe tocar el suelo.

La frecuencia que emite el “báculo”electrónico provoca un pitido que se vahaciendo más agudo a medida que nosaproximamos a un objeto de metal. Esentonces cuando el operario interrum-pe su trabajo e informa de la presenciade un objeto susceptible de ser una mi-na al jefe de sección. Éste avisará al res-to del equipo,que suspenderá toda acti-vidad y guardará una distancia de segu-ridad de no menos de 50 metros. Trashaber observado estas precauciones, seprocederá a excavar el suelo, dando co-mienzo a una ceremonia lenta a la parque laboriosa: el operario se arrodilla,saca una regla y empieza a remover cui-dadosamente la tierra con una espátulaa unos 15 centímetros de la señal exactadada por el indicador.

Un desminador informa a su jefe de sección sobre un objeto sospechoso de ser una mina. Aproximación a lo que puede ser una mina.

Minas anti-carro junto a otras de tipo Valmara 69 encontradas en Gre Barojy. Gráfico que indica el desarrollo del trabajo en Gre Barojy.

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Si finalmente se trata de una mina, seseñala su localización con unas estacas demadera roja hasta que el explosivo es de-sactivado por detonación al final del día.El proceso se da entonces por terminado

y se sustituyen las estacas rojas por otrasde color azul.Más frustrante que la lenti-tud del proceso en sí es que la mayoría delas veces se trate de una falsa alarma.Y esque los ocho años que duró el conflicto

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Irán-Irak dejaron miles de restos de metalen el Kurdistán Sur, aunque tambiénpuede ser una lata de algún refresco laque haga arrodillarse al desminador yponga a prueba sus nervios.En ocasiones,

el detector avisa de una concentración talde restos de metal que el operario se veobligado a realizar una “excavación to-tal”; algo así como remover la tierra deuna huerta con una cuchara.

Según Zuber, hay tractores-excava-dora que cuentan con una pala específi-ca para esta labor y una cabina blindadapara el conductor. También hay perrosespecialmente adiestrados que detectanlas minas por el olor del gas que des-prenden. Desgraciadamente, ambos re-cursos quedan fuera del alcance del pre-supuesto de la IKMAA.

«Las minas más peligrosas de desar-mar son aquellas que se encuentran enun lugar delicado, por ejemplo, junto auna casa», continúa Zuber. «En ese ca-so, no las podemos hacer explotar, asíque las tenemos que desactivar a mano.Yo he recibido una formación específi-ca que me capacita para desactivar unamina Valmara, pero no es el caso de to-dos los desminadores y menos el de loslugareños. Muchos de ellos intentanhacerlo por su cuenta y, claro, ocurrenaccidentes…».

Prueba de ello son las decenas denuevos pacientes que recibe cada mes eldepartamento de prótesis del hospitalde Dohuk.Éste y el de Diana (en la fron-tera iraní) son los dos únicos centros deestas características del Kurdistán Sur,así como de todo Irak.

Paradójicamente, son los soldados,junto con los lugareños, los que más ac-cidentes de mina provocan: «Se saltantodo el protocolo de desactivación y uti-lizan atajos para hacer su trabajo», afir-ma Zuber. «Ponen en peligro su vida y lade sus compañeros. No tienen pacien-cia, por eso no admitimos a ex-militaresentre nosotros».

Tras quitarse el equipo y dejarlo secaral sol, el grupo se reúne al final de la jor-nada en la chabola de Gre Barojy. Hoy«sólo» han desactivado tres minas: dosValmaras y otra “de presión”, de fabrica-ción rusa. Pero más importante es quehayan vuelto los cinco que empezaron atrabajar esta mañana. Generalmente, lajornada laboral es de siete horas, que sereducen a séis durante el Ramadán. Sinembargo, ninguno de ellos espera a quese ponga el sol para recuperar todo el lí-quido que el calor, pero sobre todo latensión inherente a su trabajo, les haceperder a diario.Dos de ellos llaman a ca-sa y tranquilizan a la familia entre sorbosde agua helada.Sin duda,otro de los ges-tos que conviene no olvidar en la metó-dica rutina de Gre Barojy.

Lleva cinco años caminando entreminas, calculando sus pasos conprecisión milimétrica. No se ha

planteado cambiar de trabajo.

¿Por qué eligió este trabajo? Nací enuna aldea a cinco kilómetros de aquí.És-ta es mi tierra.Si no la limpio yo,nadie lova a hacer por mí.

¿No tiene miedo? Cuando salgo decasa cada mañana sé que es posible queno vuelva. No obstante, no es buenoperder el miedo en este trabajo. El mie-do te mantiene alerta y evita que pierdasla concentración. La mayoría de los ac-cidentes se producen por un exceso deconfianza, quizá por la falta de miedo.

¿Qué requisitos son imprescindi-bles en una labor de este tipo? Cierta ha-bilidad con las manos y, sobre todo,grandes dosis de paciencia. Es impor-tante cumplir el protocolo de desactiva-ción de principio a fin,por muy absurdoque pueda parecer en ocasiones.

¿Cuál es la procedencia de las minasen esta zona? En este campo la mayoríason italianas, pero también aparecen al-gunas de fabricación iraquí y alguna queotra rusa. En el Kurdistán de Irak, en ge-neral, son francesas, alemanas, estadou-nidenses, suecas…

¿Suecas? Pues sí. Una vez vino unperiodista sueco y se resistía a creérselo;decía que era imposible,que su país «ha-bía firmado el Tratado de Ottawa»… Letuvimos que enseñar un par de ellas pa-ra que se convenciera.

¿Cuántas pueden llegar a desactivaren un día? Depende del día y del campo.En mi primer año de trabajo recuerdo dí-as en los que desactivábamos más decien. De todas formas, hay más de 6.000campos como éste en Kurdistán Sur y lascifras pueden variar mucho de uno a otro.

¿Me permite preguntarle por su suel-do? El pasado abril convocamos unahuelga porque cobrábamos lo mismoque un policía de tráfico: 300$ al mes.Gracias a aquella movilización, el go-bierno kurdo se dio cuenta de semejan-te disparate y nos doblaron el sueldo.Ahora no me quejo.•

Haji KubanDesactivador de minas del IKMAA

Un miembro del IKMAA con un detector de minas, frente a las estacas rojas que delimitan una zona minada sin desactivar.

Faris Zuber (con camisa blanca) y su equipo. Mina de presión de fabricación rusa aún sin desar- mar. Muestras de ortopedia en la sección de prótesis del hospital de Dohuk, en Kurdistán Sur.