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PRACTICUM UNIDAD DE TRASTORNOS DEL MOVIMIENTO
Descripción de las bases neuroanatómicas de la Enfermedad de Parkinson, sintomatología
y tratamientos
La enfermedad del Parkinson (EP) es un trastorno neurodegenerativo, cuya afección
neural está localizada en la degeneración de las neuronas dopaminérgicas del sistema
nigroestriado a nivel mesencefálico, concretamente de la porción de este núcleo denominada
pars compacta (Sáez, 2012). Debido a esta pérdida de neuronas dopaminérgicas en la sustancia
negra, y de sus proyecciones al estriado, se produce una disfunción progresiva de los circuitos
de los ganglios basales que intervienen en control motor.
Junto con la degeneración de neuronas dopaminérgicas, el segundo signo más frecuente
de esta patología es la presencia de cuerpos de Lewy en la sustancia negra, también detectada en
el bulbo olfatorio, otros centros mesencefálicos y en la corteza cerebral (Fernández, 2007).
A continuación se describirá el sustrato anatomo-funcional que se encuentra afectado en
la enfermedad del Parkinson.
El sistema de los ganglios basales consta de tres estructuras: el cuerpo estriado, el
núcleo subtalámico y la sustancia negra que forman un circuito de control motor cuya función
es grosso modo, la selección y facilitación de un movimiento o una secuencia de movimientos,
suprimiendo otros (Hall, 2008).
El cuerpo estriado es una región de sustancia gris situado en la base de cada hemisferio,
constituido por tres núcleos: caudado, putamen y globo pálido. Entre el caudado y el putamen
existe una continuidad morfológica, puesto que la parte anterior o cabeza de éste, se encuentra
unida al putamen (Redolar, 2010). En cuanto a sus implicaciones funcionales, es probable que el
putamen posea un papel más releante en las funciones motoras porque su mayoría de
conexiones se establecen con áreas corticales motoras, mientras que el caudado parece estar
involucrado en funciones cognitivas puesto que recibe proyecciones de áreas de asociación de la
corteza y las envía a la corteza prefrontal (Redolar, 2010). El globo pálido se sitúa en posición
medial en relación al putamen, y está constituido por dos partes: segmento lateral o externo y
segmento medial o interno. Las combinaciones de estos núcleos se denominan de diferentes
formas, al caudado y putamen se le denomina neoestriado o simplemente estriado, el globo
pálido recibe el nombre de paleoestriado, y el putamen y el globo pálido forman el núcleo
lenticular (Redolar, 2010)
Los circuitos motores de los ganglios basales se suelen denominar también circuitos
motores extrapiramidales haciendo alusión a su función reguladora de los movimientos no
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voluntarios. Estos circuitos ejercen un control indirecto sobre el movimiento a través de su
influencia en la corteza cerebral y no por acción directa sobre las vías que descienden hacia la
médula espinal (Snell, 2008). Su organización anatómica y funcional está basada en dos ejes
fundamentales: 1) las aferencias dopaminérgicas de la sustancia negra compacta y las aferencias
glutamatérgicas corticales como vías de entrada al circuito que modulan la actividad estriatal; 2)
El globo pálido medial como estructuras de salida, con eferencias que alcanzan a la corteza
cerebral y los núcleos tronco encefálicos retroalimentando el circuito, y cuya actividad está
modulada por el estriado (Rodríguez et al 1997)
Entre las áreas corticales que inervan el cuerpo estriado, las proyecciones más iportantes
son las áreas de asociación en los lóbulos frontal y parietal, pero también forman parte de esta
vía corticoestriatal proyecciones de las cortezas temporal, insular y cingular (Hall, 2008).
En la descripción del circuito motor de los ganglios basales, se ha identificado que las
áreas motoras precentrales (4,6), y áreas sensitivas postcentrales (3, 2 y 1) se unen con el
estriado, que a través de dos vías diferentes regresan a las área corticales motoras de
asociación (premotora y suplementaria) por medio de los núcleos talámicos VA y VL
(Rodríguez et al. 1997). Antes de pasar a explicar el recorrido anatómico de las dos vías, es
importante destacar el papel central que juega la corteza motora secundaria y área
suplementaria, como principal input cortical del estriado. Estas áreas participan en la
planificación de patrones específicos de movimiento tras recibir instrucciones generales de la
corteza prefrontal dorsolateral, además de recibir input también del área de asociación parietal
posterior (Pinel, 2007).
Los siguientes dos apartados están dedicados a describir las dos vías que conforman el
circuito de los ganglios basales y que se diferencian en su tanto en su recorrido anatómico,
como en su efecto sobre el movimiento.
1. Vía directa
Las aferencias de la corteza motoras de asociación (motora secundaria y suplementaria
motora) y las áreas sensitivas postcentrales llegan al cuerpo estriado mediante una conexión
excitadora. En el estriado se suma a dicha aferencia cortical la aferencia también excitatoria de
la sustancia negra pars compacta (SNpc), lo que da como resultado una inhibición sobre el
globo pálido interno (GPi), ejerciendo así una influencia inhibitoria sobre la actividad tónica de
las neuronas del GPi (gabaérgicas) y dando como resultado un aumento de la actividad
excitatoria de los núcleos ventral anterior (VA) y ventral lateral (VL) que alcanzan las áreas
motoras de asociación, propiciando el movimiento (Rodríguez et al. 1997).
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En resumen, cuando se activa el estriado a través de esta vía directa, aumenta la
actividad de los núcleos talámicos, porque se inhibe la inhibición del globo pálido sobre los
mismos (Hall, 2008). Consecuentemente, los núcleos talámicos activarán la corteza motora
suplementaria, desde dónde se envía la orden de movimiento a la corteza motora primaria.
Finalmente la corteza motora primaria envía la orden a las motoneuronas de la médula espinal
para que se ejecute el movimiento (Pinel, 2007).
La dopamina favorece la continua activación de la vía directa, y por tanto, se hace
posible el curso normal del movimiento. Si la dopamina no se proyecta sobre el estriado, se
produce hipoquinesia (reducción del movimiento) porque el tálamo no está activo (Hall, 2008).
Es decir, la actividad del tálamo estaría siendo inhibida por la alta actividad del GPi a causa de
la falta de dopamina en el estriado.
Figura 1: organización funcional de la vía directa de los ganglios basales. Las flechas color rojo
indican conexiones excitatorias y las color azul inhibitorias.
1. Vía indirecta
Las aferencias de la corteza motoras de asociación (premotora y motora suplementaria)
y las áreas sensoriales llegan al cuerpo estriado mediante una conexión excitatoria . En el
estriado se suma a dicha aferencia cortical la aferencia también excitatoria de la SNpc, lo que da
como resultado una inhibición del la sección lateral del globo pálido (GPl). Consecuentemente
el GPl, tiene una influencia inibitoria sobre el NST, lo que da como resultado una conexión
excitatoria en su proyección hacia el GPm y aumentanto así la actividad de los núcleos de salida
o GPm. Como resultado, se produce una disminución de la actividad excitatoria de los núcleos
VA y VL.
El aumento de actividad en el GPm inhibe a los núcleos talámicos, lo cual produce
inhibición de la corteza premotora, favoreciendo la inhibición de los movimientos indeseados.
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A diferencia de la vía directa que tiene dos sinapsis inhibidoras, esta vía indirecta tiene tres, lo
que hace que se invierta el sentido de la estimulación (Hall, 2008).
Figura 2: organización funcional de la vía indirecta de los ganglios basales. Las flechas color
rojo indican conexiones excitatorias y las color azul inhibitorias.
De acuerdo con la descripción de las dos vías, la fisiología motora de los ganglios
basales se caracteriza por dos aspectos funcionales que suceden en paralelo (Rodríguez et al.
1997):
- La inhibición neuronal en los núcleos de salida (GPm/SNpr) que conduce a una
facilitación eventual y fásica de determinados patrones motores
- El aumento de actividad neuronal en los núcleos de salida conlleva a la detención o
inhibición del movimiento durante la realización de secuencias motoras. La activación
de esta vía proporcionará señales temporales de fin e inicio y facilitará el
encadenamiento de varias secuencias
Además de estar implicados principalmente en el circuito motor, los ganglios basales
también modulan la actividad cognitiva y emocional, mediante dos circuitos correspondientes:
- El circuito cognitivo tiene origen en la región dorsolateral prefrontal que se proyecta a
la porción dorsolateral del núcleo caudado, que a través del globo pálido llega a los
núcleos talámicos ventral anterior (VA) y dorsomedial (DM) para volver a cerrar el
circuito en la corteza de origen (Hall, 2008). Anormalidades en el funcionamiento de
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este sistema repercute en las capacidades ejecutivas, como memoria de trabajo y de
acción pudiendo producir también apatía (Hall, 2008).
- El circuito límbico, parte del cortex frontal ventro-lateral para proyectarse a regiones
ventromediales del núcleo caudado, pasar a través del núcleo accumbens (que a su vez
recibe aferencias excitatorios del hipocampo, la amígdala) y el globo pálido para
regresar a la corteza de origen mediante las vías de los núcleos VA y DM del tálamo
(Hall, 2008). Este circuito es especialmente relevante para las funciones de
personalidad, como socialización, restricción de impulsos, empatía, etc. Además, ejerce
un rol fundamental como circuito de recompensa, por lo que su alteración puede tener
consecuencias a más como conductas adictivas, irritabilidad, impulsividad y
desinhibición, o conductas a menos como la anhedonia (Hall, 2008).
En cuanto a la sintomatología de la Enfermedad del Parkinson (EP) hay cuatro síntomas
cardinales, de los cuales, han de reunirse dos para cumplir el criterio clínico del diagnóstico de
EP son (Sáez, 2010):
- Temblor: en reposo, lento y rítmico que afecta a las extremidades y no a la cabeza y a
menudo dismiuye con el movimiento voluntario. Desaparece con el sueño.
- Bradicinesia: lentitud en la realización de movimientos.
- Rigidez o aumento del tono muscular: incremento en la resistencia a la movilización
pasiva de las extremidades.
- Inestabilidad postural y dificultad en la marcha: alteración de los reflejos posturales,
especialmente el de enderezamiento, que está relacionado con las caídas. El paciente
suele inclinar la cabeza y el cuerpo hacia adelante, y entre las dificultades de la marcha
más habituales se encuentran los bloqueos, pulsión-retropulsión y festinación.
De entre la sintomatología no motora asociada a esta enfermedad se encuentra la
manifestación de trastornos psiquiátricos como problemas depresivos y de ansiedad, deterioro
cognitivo y demencia, alteraciones del sueño y síntomas autonómicos como ciertos trastornos
urinarios (urgencia miccional, nicturia) y estreñimiento (Rojo, 2009)
El tratamiento farmacológico consiste predominantemente en la administración de L-
Dopa, que consigue que las neuronas no afectadas liberen una mayor cantidad de dopamina,
reduciendo así los síntomas de la enfermedad (Redolar 2010). La razón por la cual se administra
este fármaco en lugar de dopamina, es porque éste último no atraviesa la barrera
hematoencefálica. Por el contrario, la levodopa sí puede ser transportada y convertirse en
dopamina por la acción de la enzima descarboxilasa. Junto con la L-Dopa, se suele tomar un
fármaco que impide su metabolización en dopamina fuera del cerebro: carbidopa o hidrocloruro
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de benseracida (Redolar 2010). Sin embargo, esta terapia farmacológica es paliativa puesto que
no frena la neurodegeneración de neuronas dopaminérgicas y además presenta la limitación de
causar efectos motores indeseados. Es habitual que aparezcan discinesias (movimientos
espontáneos irregulares) asociadas a la terapia dopaminérgica a largo plazo, con el añadido de
que en algunos pacientes la terapia médica está limitada por la corta duración del beneficio de
las dosis de levodopa (fases “on”), las cuales pueden ser demasiado breves como para ser
prácticas (Collins et al., 2010). No obstante, en la mayoría de los pacientes se observa un
período durante el cual el tratamiento farmacológico es efectivo (denominado periodo de “luna
de miel”), tras el cual aparecen complicaciones motoras como las mencionadas discinesias y
fluctuaciones motoras, las cuales son difíciles de controlar (García –Ruiz et al. 2004).
Hoy en día existe la posibilidad de tratar dichas complicaciones del tratamiento
farmacológico a largo plazo con neurocirugía, concretamente mediante Estimulación Craneal
Profunda (ECP). Dicha intervención mejora los síntomas motores, y consecuentemente la
calidad de vida del paciente en relación al tratamiento farmacológico (Pötter-Neger, Volkmann,
2013). En los últimos años se está demostrando que incluso en estadíos tempranos, la
neuroestimulación en combinación con la terapia farmacológica mejora los síntomas motores
en comparación con la terapia farmacológica sola (Schuepbach et al. 2013).
Según el documento de consenso sobre estimulación cerebral profunda en la EP (2009),
para aumentar las probabilidades de éxito de dicha intervención se deben tener en cuenta tres
factores fundamentales: la adecuada selección de candidatos quirúrgicos, la correcta colocación
del electrodo en la diana quirúrgica y la optimización en la programación del sistema de
estimulación.
El citado documento de consenso establece como recomendaciones en relación a la
selección de candidatos, escoger sólo a aquellos que padecen EP idiopática (que no muestran
síntomas de otras enfermedades) y entre estos escoger a aquellos pacientes que presentaron una
respuesta sostenida a la levodopa y una aparición tardía de las fluctuaciones motoras y
discinesias (5-7 años desde la enfermedad). Se exige una evolución mínima de cinco años de EP
con ausencia de demencia y patología psiquiátrica grave. Se recomienda una edad inferior a los
70 años y que el estado de salud del paciente sea lo suficientemente bueno como para someterse
a la operación. Por último, el estado cognitivo ha de estar preservado o ligeramente alterado,
siendo el deterioro cognitivo grave un criterio de exclusión.
Las dos dianas quirúrgicas más frecuentes son núcleo subtalámico (NST) y el globo
pálido interno (GPi). La estimulación tanto del GPi como del NST es efectiva para el
tratamiento del temblor incidiendo directamente sobre la disminución de discinesias, rigidez y
bradicinesia y mejorando la estabilidad postural (Obeso et al., 2001). En relación al NST se ha
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observado que los síntomas que mejoraron en respuesta al tratamiento con levodopa antes de la
cirugía mejoran con la estimulación del NST (Schüpbach, 2012). Esta diana quirúrgica además
presenta la ventaja de que permite la reducción de la dosis de medicación antiparkinsoniana, lo
que ayuda a que disminuyan las discinesias asociadas al estado “off” de la medicación (Collins,
2010). Algunos estudios que han comparado la estimulación del GPi y NST han informado de
un beneficio añadido en el caso del NST en relación a las bradicinesia del estado off de la
medicación y lo que repercute en una disminución del sentimiento de incapacidad de los
pacientes (Anderson et al., 2005). Parece por tanto, haber acuerdo en que la ventaja de la
estimulación del NST no es la mejora cuantitativa de un mejor estado “on”, sino cualitativa por
la prolongación de este estado durante el día (Schüpbach, 2009).
Continuando con la comparación de estas dos dianas quirúrgicas, un meta-análisis
informó de un efecto ligeramente inferior de la estimulación del GPi en comparación con el
NST sobre la inestabilidad postural y las dificultades de la marcha, dentro del primer año post-
operatorio (Bakker et al., 2004). También se ha observado una tendencia a mayores efectos
sobre los síntomas acinéticos comparando ambos tipos de cirugía durante los cinco años post-
cirugía (Moro et al. 2010)
La mayoría de los estudios muestran una mejora general con la estimulación del NST
más que de la estimulación del GPi (Gelabert-González , Relova, Castro-García, 2013). Sin
embargo la estimulación del GPi reduce las discinesias inducidas por la medicación más
efectivamente, por lo que aquellos pacientes que no presentan muchas posibilidades de reducir
la medicación y son predominantemente discinéticos, pueden beneficiarse más de la
estimulación del GPi (Green, 2009). Otra razón para escoger el GPi frente al NST sería evitar
efectos cognitivos indeseados que pueden derivar de la estimulación del NST. Existe una
pequeña proporción de pacientes de NST que desarrollan psicosis o alteración de la función
ejecutiva frontal relacionado con la estimulación de áreas no motoras del NST (Green, 2009).
Por tanto, se puede preferir esta diana en aquellos pacientes con antecedentes de demencia o
psicosis o en pacientes de edad avanzada.
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