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José Cela

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    En una de las novelas cortasde Camilo Jos Cela, C a f de art i s t a s, que data de1953, el editor don Serafn, trasun-to de Joaqun Calvo Sotelo, le ex-plica al novelista Cirilo, alter egodel autor, que la novela no puedeatentar ni un adarme contra sustres elementostradicionales, clsi-cos, esenciales, a saber: p l a n t e a-miento, nudo y desenlace, e inclu-so le ofrece un regocijante arg u-mento para rehacer su obra. Elpropio Cela desvel en todos susdetalles la significativa ancdotareal que recre literariamente aqu,y aada que para cobrar los durosque le daban por su original arbitrvolver al buen camino, dejarmede zarandajas y de modernismos yarreglar mi novela hasta los preci-sos lmites de la ortodoxia (O. C. ,tomo III, Destino. Barcelona,1965, pgina 632). Buen caminoque, por ventura para el gnero en-tre nosotros, abandon repetidasveces en su invariable afn por in-vestigar nuevas frmulas narrati-vas. Paradjicamente, ello no legranje, en la mayora de los ca-sos, sino el juicio crtico de que era un excelente artfice de la prosa, pe-ro un mediocre novelista, ya que casi todas sus obras sacrificaban al hu-morismo tremendista, a los tipos y a los primores de estilo elementos

    NOVELISTAS ESPAOLES DEL SIGLO XX (XIV)

    Camilo Jos Cela

    * BAJO la rbrica de Ensayo, el Boletn Informativo de la Fundacin Juan Marchpublica cada mes la colaboracin original y exclusiva de un especialista sobre un aspecto deun tema general. Anteriormente fueron objeto de estos ensayos temas relativos a Ciencia,

    fi

    Daro V i l l a n u e v a ( Vi l l a l b a ,Lugo, 1950) es catedrtico deTeora de la Literatura yLiteratura comparada de laUniversidad de Santiago deCompostela, de la que fuerector entre 1994 y 2002, yvicepresidente primero de laFundacin Camilo Jos Cela.Ha publicado diversos trabajossobre este autor y editado sunovela La colmena. Entre suslibros se cuentan El polen deideas. Teora, crtica, historia yliteratura comparada(Barcelona, 1991), E s t r u c t u r ay tiempo reducido en la novela(segunda edicin, Barcelona,1994) y Theories of LiteraryR e a l i s m (Nueva York, 1997).

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    fundamentales de la novela como la estructura, el desarrollo de los ca-racteres, la trama o la complejidad temtica. En todo caso, que aquel de-sencuentro del joven novelista iconoclasta con el editor de gustos tradi-cionales no qued del todo olvidado nos lo viene a demostrar el hecho deque en 1994 Camilo Jos Cela, ya Premio Nobel, dispusiese irnicamen-te una de sus novelas posmodernas, La cruz de San Andrs, en sendos ca-ptulos titulados Dramatis personae, Argumento, Planteamiento,Nudo y Desenlace, coda final y sepelio de los ltimos tteres.

    A raz del fallecimiento del escritor, acaecido el 17 de enero de 2002,fueron innumerables las pginas sobre su personalidad y sobre su obraque se publicaron tanto en la prensa diaria o semanal como en revistas li-terarias. As, n s u l adedicaba un cuadernillo central de su nmero de mar-zo a la presencia de Camilo Jos Cela en algunas de sus primeras entre-gas, y reproduca, entre otros, dos artculos suyos de 1947 y 1948, titula-dos justamente A vueltas con la novela y Ms sobre la novela, quehablan de la temprana preocupacin del autor de La familia de PascualD u a rte por las posibilidades y lmites del gnero literario al que contri-buir, despus de sta su primera obra y hasta Madera de boj, que es de1999, con una docena de ttulos ms (o trece, si consideramos novela To-bogn de hambrientos) .

    El Cela de los aos cuarenta, que haba confirmado ya su vocacin no-velstica con Pabelln de re p o s o(1943) y Nuevas andanzas y desventu-ras de Lazarillo de Tormes (1944), denunciaba en n s u l ados grandeserrores a este respecto: proclamar, como se vena haciendo desde princi-pios de siglo, la muerte de este gnero literario, y creer que Novela es

    Lenguaje, Arte, Historia, Prensa, Biologa, Psicologa, Energa, Europa, Literatura, Cultura en lasAutonomas, Ciencia moderna: pioneros espaoles, Teatro espaol contemporneo, La msica enEspaa, hoy, La lengua espaola, hoy, Cambios polticos y sociales en Europa, La filosofa, hoyy Economa de nuestro tiempo. Novelistas espaoles del siglo XX es el ttulo de la serie que seofrece actualmente. En nmeros anteriores se han publicado los ensayos Luis Martn Santos, porAlfonso Rey, catedrtico de Literatura espaola en la Universidad de Santiago de Compostela(febrero 2002); Wenceslao Fernndez Flre z, por Fidel Lpez Criado, profesor titular de Litera-tura espaola en la Universidad de La Corua (marzo 2002); Benjamn Jarns, por Domingo R-denas de Moya, profesor de Literatura espaola y de Tradicin Europea en la Universidad Pom-peu Fabra, de Barcelona (abril 2002);Juan Mars, por Jos-Carlos Mainer, catedrtico de Lite-ratura espaola en la Universidad de Zaragoza (mayo 2002); Miguel de Unamuno, por RicardoSenabre, catedrtico de Teora de la Literatura en la Universidad de Salamanca (junio-julio2002); Gabriel Mir, por Miguel ngel Lozano Marco, profesor de Literatura espaola en laUniversidad de Alicante (agosto-septiembre 2002); Vicente Blasco Ibez, por Joan Oleza, cate-drtico de Literatura espaola en la Universidad de Valencia (octubre 2002); E d u a rdo Mendoza,por Joaqun Marco, catedrtico de Literatura espaola en la Universidad de Barcelona (noviem-bre 2002); Ignacio Aldecoa, por Juan Rodrguez, profesor titular de Literatura espaola de la Uni-versidad Autnoma de Barcelona (diciembre 2002); Max Aub, por Manuel Aznar Soler, catedr-tico de Literatura espaola en la Universidad Autnoma de Barcelona (enero 2003); Luis MateoD e z, por Fernando Valls, profesor de Literatura espaola contempornea en la Universidad Au-tnoma de Barcelona (febrero 2003); Ramn Prez de Ay a l a, por Dolores Albiac, profesora deLiteratura espaola en la Universidad de Zaragoza (marzo 2003); y Rafael Snchez Ferlosio, porJordi Gracia, profesor de Literatura espaola en la Universidad de Barcelona (abril 2003). To d o sellos pueden consultarse en Internet: w w w. m a rc h . e s

    La Fundacin Juan March no se identifica necesariamente con las opiniones expresadas porlos autores de estos Ensayos.

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    tan slo una manera determinada de novela. Desdeentonces, no dejara nunca de afirmar una y otravez lo mismo que defenda Baroja, uno de susmaestros indiscutibles, al que el escritor galle-go debe tambin la articulacin marcadamenteepisdica y fragmentaria de sus discursos na-rrativos, la proliferacin de personajes en todosellos y el tratamiento de los mismos con la tc-nica del improperio de que hablaba Ortega yGasset a propsito de don Po. Me refiero en parti-cular a la tesis barojiana de que la novela es un oficio sinmetro, el reino de la libertad absoluta en la forma y en el contenido.

    Las declaraciones de Camilo Jos Cela en idntico sentido se repitena lo largo de su cumplida carrera literaria, pero acaso el texto que mejorrefleje su pensamiento en esta lnea sea el prlogo a la primera edicinde Mrs. Caldwell habla con su hijo(1955): Es posible que la nica de-finicin sensata que sobre este gnero pudiera darse fuera la de decir quenovela es todo aquello que, editado en forma de libro, admite debajo delttulo, y entre parntesis, la palabra novela.

    Quizs por ello en los prrafos siguientes del mismo prlogo el au-tor se jacte de haber ensayado hasta 1953 cinco variedades distintas, yde haber utilizado cinco tcnicas diferentes de novela, entre ellas, en1951, el colectivismo simultneo y unanimista de La colmena, sin dudauna de sus obras ms trascendentales. En la misma conviccin escribir,en 1955, La catirasegn las pautas tradicionales y ortodoxas de la no-vela con argumento, propondr en 1962 que Tobogn de hambrientose s ,mejor que una sarta de cuentos, una novela inusual, y romper de nue-vo los moldes gastados de su obrador en San Camilo, 1936.

    Esta novela de 1969 sobre las vsperas y el estallido de la guerra ci-vil en Madrid fue la nica que Cela public en los aos sesenta, si con-tinuamos manteniendo en el limbo de la indefinicin genrica aTo b o-gn de hambrientos. El novelista pareca sumido en un perodo sabticoque se prolongar a lo largo del decenio siguiente. No fue, sin embarg o ,un interregno de inactividad creativa. As, por caso, en abril de 1970 Ce-la estrenaba en el Carnegie Hall el oratorio Mara Sabina, con msica deLeonardo Balada. Un mes ms tarde, el Teatro de la Zarzuela reciba conmanifiesta hostilidad de crtica y pblico esta pera inscrita en una lneade ruptura que por aquellos tiempos alcanza otra significativa expresinnovelstica. En 1973, en el acto de presentacin de su desconcertante no-vela potica de estirpe surrealista, que traspasa las ltimas fronteras delexperimentalismo formal, Oficio de tinieblas 5, Camilo Jos Cela afir-maba: Les ofrezco a ustedes el acta de defuncin de mi maestra, de la

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    que abdico. Me niego a convertirme en mi propia caricatura y tambinen mi propia mascarilla mortuoria. Tuve todo y renuncio a todo; quieroseguir creciendo y, para ello, me niego a construir. Sobre parecidasideas, en especial la de que la literatura no es ms que una mantenidapelea contra la literatura, vuelve a manifestarse el escritor en su inter-vencin en el ciclo sobre la novela espaola actual celebrado en la Fun-dacin Juan March en junio de 1975 bajo la direccin de Jos MaraMartnez Cachero y con la presencia sucesiva de cinco novelistas y cin-co crticos. Recuerdo muy bien lo que aquel evento pudo significar,pues me correspondi intervenir en una de las jornadas junto a Juan Be-net, y cmo Cela quiso ratificar entonces su carcter de novelista expe-rimental y en constante renovacin que le reconocen los especialistasms acreditados, desde Gonzalo Sobejano hasta Ignacio Soldevila Du-rante. Carcter que no desdecirn las cuatro novelas que le quedabanpor escribir hasta la ya mencionada Madera de boj: M a z u rca para dosm u e rt o sy Cristo versus Arizona, de 1983 y 1988, respectivamente, y lasdos publicadas el mismo ao de 1994: El asesinato del perd e d o ry L ac ruz de San Andrs.

    Con la perspectiva completa que nos otorga revisar la novelstica deCamilo Jos Cela el mismo ao de su muerte, y cuando se cumplen se-senta de la publicacin de La familia de Pascual Duart e, no resultaaventurado afirmar que, al margen de las valoraciones concretas de ca-da una de sus obras, el escritor de Iria Flavia ha estado en la brecha enlos tres o cuatro momentos decisivos (cuatro, si incluimos como tal lams reciente desvertebracin posmoderna) de nuestra novelstica del si-glo XX posterior a la guerra civil, contribuyendo a romper con lo este-reotipado y a abrir caminos que otros consolidaran despus. Pero tam-bin cabe contarlo entre los escritores espaoles que mejor supieron em-parentar con la tradicin narrativa precedente, siempre discontinua en-tre nosotros y gravemente perjudicada por la escisin resultante de laguerra civil, actualizndola a la luz de los intentos renovadores del g-nero producidos en Europa y Amrica desde principios de aquella cen-t u r i a .

    Ciertamente, la dispersin en el exilio republicano de la mayora delos escritores consagrados o en vas de serlo, junto con el aislamientopoltico y cultural, la utilizacin propagandstica de la literatura postb-lica y el deseo de evasin de los lectores presagiaban un futuro desola-dor para la novela en la Espaa de los aos cuarenta. Este estado de co-sas se comienza a superar cuando Camilo Jos Cela escritor, entoncesnovel, perteneciente a la generacin de la guerra publica, en 1942, L afamilia de Pascual Duart e, inaugurando una vigorosa forma de realis-mo existencial, ms vitalista que filosfico, estticamente matizado por

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    un expresionismo muy hispnico, que encuentra eco y apoyo en otrasplumas como las de Carmen Laforet o Miguel Delibes. Adems, Cela,buen conocedor de toda la literatura clsica y moderna espaola, persi-gue enlazar con ella en su integridad, desde la picaresca, Quevedo yCervantes hasta Galds, Baroja y Valle-Incln, Eugenio Noel, Jos Gu-tirrez Solana y Ciro Bayo, a los que oportunamente recuerda AlonsoZamora Vicente, su amigo desde los aos juveniles de la Facultad deLetras, en Camilo Jos Cela(A c e rcamiento a un escritor), que fue, en1962, el primer libro de crtica que le haca justicia.

    En los aos cincuenta el rumbo de nuestra novela es el de un rea-lismo abierto ms hacia lo social que hacia el individuo. Una nueva ge-neracin, la del medio siglo, se da a conocer, y en su deseo de plasmarla situacin del pas, practica inicialmente un neorrealismo cercano al delos escritores y cineastas italianos rigurosamente coetneos, y se inclinaluego por una modalidad de literatura comprometida, polticamente mi-litante, segn pautas de una potica precisa: el realismo socialista.

    Pues bien, es evidente la referencia que La colmenaseal para losAldecoa, Fernndez Santos, Lpez Pacheco, Ferres, Grosso, GarcaHortelano o Rafael Snchez Ferlosio, a quien ya antes Nuevas andan-zas y desventuras de Lazarillo de To r m e sle haba abierto el camino pa-ra sus Industrias y andanzas de Alfanhu( 1 9 5 1 ) .

    Cela defendi desde un principio el carcter testimonial de La col-m e n a. En una nota a la primera edicin afirmaba ya que no era otra co-sa que un plido reflejo, que una humilde sombra de la cotidiana, spe-ra, entraable y dolorosa realidad. (...) Esta novela ma no aspira a serms ni menos ciertamente que un trozo de vida narrado paso a paso,sin reticencias, sin extraas tragedias, sin caridad, como la vida discu-rre, exactamente como la vida discurre. Por su parte, el ltimo nme-ro de Revista Espaola, vocero de la nueva promocin neorrealista, de-claraba en 1956 como propsito central del grupo afrontar las realida-des que nos afectan y darles expresin artstica. La colmenaest, porsupuesto, mucho ms cerca de estos postulados de saludable equilibrioentre el compromiso social y la exigencia artstica que del pretencioso einane engagement ideolgico posterior, que lleg a soar en la litera-tura como eficaz instrumento de destruccin de una sociedad injusta.Pero incluso algunos de los defensores a ultranza de este ltimo reco-nocieron en su da la deuda contrada con aquella novela de 1951. Asel crtico Jos Mara Castellet, cuyo ensayoLa hora del lector( 1 9 5 7 )fue breviario de realismo socialista, valora extraordinariamente el ejem-plo de La colmenapara los jvenes novelistas en el libro Notas sobre li-teratura espaola contempornea(1955), su prlogo a la traduccinfrancesa La Ruche(1958) y un artculo sobre la narrativa celiana de la

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    Revista Hispnica Modernapublicado en un monogrfico de 1962,donde llega a afirmar que la novela de denuncia social y los libros deviajes que entonces se escriban haban bebido de la fuente de La col-m e n ay Viaje a la Alcarr i a(1948), respectivamente. Pero no menos sig-nificativo es que el neorrealista y realista social Juan Goytisolo equipa-re La colmenacon dos obras arquetpicas de aquella tendencia L o sb r a v o sde Jess Fernndez-Santos y El Jaramade Rafael Snchez Fer-losio en su libro-manifiesto P roblemas de la novela( 1 9 5 9 ) .

    La integracin de La colmenaen el concepto novela o literaturasocial me parece obligada. Es una obra comprometida o social por loque cuenta, pero tambin por cmo lo cuenta. En mi libro E s t ructura ytiempo reducido en la novela(1977, segunda edicin ampliada de1994), que pretende describir e historiar la tcnica de la novela espao-la contempornea y sus conexiones con los intentos renovadores del g-nero en la literatura europea y americana del siglo XX, se estudian co-mo precedentes inmediatos de la potica neorrealista y realsocialistados obras de extraordinarias similitudes entre s, aunque de desigual va-lor artstico: Las ltimas horasde Jos Surez Carreo, nacido dos aosantes que Cela, y La colmena. Aunque aqulla apareci un ao antesque sta que, por otra parte, estaba escrita desde 1946, su influenciafue, sin embargo, mucho menor.

    En resumen, no iba desencaminado Camilo Jos Cela cuando en unartculo de 1962 titulado Dos tendencias de la nueva literatura espa-ola y publicado en su revista mallorquina y liberal Papeles de SonA r m a d a n s, reivindicaba su papel de inspirador del llamado tremendis-mo del decenio de los cuarenta, y del objetivismo otra de las de-nominaciones de la novela social de los cincuenta. Pero su sentido cr-tico le exiga asimismo mostrarse reticente ante los extremos a que ha-ba llegado este ltimo, y denunciar como una de las ms dolorosasculpas histricas del escritor espaol contemporneo su grave faltade inters por la aventura intelectual. Esto mismo pensaba Luis Mar-tn Santos, que precisamente en ese ao de 1962 publica una deslum-brante novela contra la pobreza artstica e intelectual de las de su gene-racin del medio siglo. Tiempo de silenciodenuncia el presente de Es-paa la accin transcurre en el Madrid de hacia 1949, no muy distintodel de La colmena, pero lo hace en un estilo suntuoso, barroquizante,y sin limitarse a la mera presentacin documental de una ancdota ma-niquea, sino transformndola en un discurso donde los hechos estn in-terpretados desde la historia y la filosofa. La obra conecta, por otra par-te, con la misma tradicin latente en Cela desde Quevedo a Valle, eincorpora tanto como La colmenalas tcnicas y los modos de la nove-lstica europea de vanguardia, en especial de U l y s s e sde James Joyce.

  • Entre el individualismo existencialista de los aos cuarenta y el colec-tivismo socialista de los cincuenta, Martn Santos opta por armonizar alSartre de L t re et le Nanty a Karl Marx. Es el suyo un realismo dia-lctico que reconcilia la novela con el arte y refleja un decisivo cambiode sensibilidad.

    La aparicin de Tiempo de silencioprodujo una fuerte conmocin yno poco desconcierto entre los novelistas espaoles ms significativosdel momento, que tardaron en reaccionar varios aos. Un interregnopara la reflexin. Y para la retractacin pblica. En uno de los ensayosde su libro El furgn de cola, aparecido en 1967, Juan Goytisolo haceuna confidencia que trasciende los lmites de lo personal: Supeditan-do el arte a la poltica rendamos un flaco servicio a ambos: poltica-mente ineficaces, nuestras obras eran, para colmo, literariamente me-diocres; creyendo hacer literatura poltica, no hacamos ni una cosa niotra. En el prlogo a la quinta edicin de La colmena, de 1963, Celahaba afirmado: No hay ms escritor comprometido que aquel que sejura fidelidad a s mismo, que aquel que se compromete consigo mis-mo (...) Al escritor que se siente lazarillo de poltico, qu ingenua so-berbia!, seguir el escritor que lo despreciar.

    Hacia 1966 comienzan a aflorar los frutos de la requisitoria de LuisMartn Santos, entonces ya trgicamente desaparecido. Ttulos comoCinco horas con Mariode Miguel Delibes, ltimas tardes con Te re s ade Juan Mars, Seas de identidaddel propio Juan Goytisolo, o Vo l v e-rs a Reginde Juan Benet erigen el remozado edificio de una noveladialctica, potica e intelectual, en la que se abordan a la vez realidadesproblemticas del individuo y la colectividad en que se integra. A la lla-mada de esta nueva tendencia acude tambin Cela en 1969 con V s p e-ras, festividad y octava de San Camilo del ao 1936 en Madrid, escri-ta con gran libertad en forma de vasto monlogo en segunda personaun t reflejo subjetivo del yo del narrador sobre el gran drama co-lectivo de la guerra civil, que representa el decidido apoyo del autor ala superacin de un realismo mostrenco.

    Mas si en 1962 Tiempo de silenciodenunciaba que la balanza delarte novelstico se haba peligrosamente escorado hacia el referente,aquel exceso da paso, diez aos despus, al contrario: la novela aban-dona la historia y se hace slo discurso. La palabra se convierte en elfin, no el medio de la obra narrativa, y por este sendero el realismo dia-lctico acaba diluyndose en la experimentacin formal.

    De ello es ndice, asimismo, la novela de Camilo Jos Cela publi-cada en 1973 a la que me he referido ya. Oficio de tinieblas 5carece decualquier vestigio de trama, y el nico personaje identificable es el y o -t , cuya voz sustenta ms de mil unidades textuales, distintas e indivi-

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    sibles, pero trabadas entre s, tomos literarios a travs de los cuales elautor ofrece una subjetiva interpretacin del caos del mundo. Estos p-rrafos, que toman su nombre de las mnadas de Leibniz, sirven a lo na-rrativo levemente; a lo intelectual y a lo imaginativo con ms decisin;pero en todo caso y, primordialmente, a lo lrico. Y desde su propio t-tulo, esta obra hace suya la impronta litrgica que ya asomaba en S a nCamilo, 1936y que perdudarar de un modo u otro en sus libros de losochenta y noventa. Lo mismo cabe decir del extremado nfasis experi-mental que reaparece quince aos despus con otra de las novelas msincomprendidas junto a La catiray Oficio de tinieblas 5 de CamiloJos Cela, Cristo versus Arizona, si bien aqu el fragmentarismo de1973 es reemplazado por la intensa trabazn de un discurso compues-to por un solo prrafo de doscientas treinta pginas, carentes, adems,de una trama claramente diseada y de otra sustancia narrativa que nosean los aspectos ms broncos y elementales de la visin carpetovet-nica de la naturaleza humana, esta vez encarnados en un escenario noespaol, pero s hispnico: las ridas tierras del sur de los Estados Uni-d o s .

    Cristo versus Arizonaresulta, por todo, una obra arquetpicamenteceliana, por su librrimo uso del oficio sin metro que es la novela, poresa polaridad esencial de Eros y Tnatos que lo impregna todo en ellay adquiere aqu como antes en Oficio de tinieblas 5 profundas y di-fcilmente descifrables resonancias autobiogrficas; y, singularmente,por su escritura reiterativa, recurrencial, a modo de letana, donde cadapalabra afirma su presencia literaria inexcusable.

    Entre el experimentalismo exacerbado de Oficio de tinieblas 5 y sureafirmacin en Cristo versus Arizona, Cela vuelve en 1983, con M a-z u rca para dos muert o s, a la rbita de una muy elaborada, pero al tiem-po sumamente gratificadora narratividad. Fabin Minguela, Moucho,de los Carroupos, mata en noviembre de 1936 a Baldomero MarvsVentela, Afouto, de los Gamuzos, en medio del vendaval blico re-cin iniciado. Tres aos ms tarde, en enero de 1940, el asesino esmuerto por unos perros azuzados por Perello Tanis Marvs Ve n t e-la en cumplimiento de una decisin tomada por el consejo familiar:Es la ley de la tierra (...) por estos montes no se puede matar de balde,por aqu el que mata muere, a veces tarda un poco pero muere, vaya simuere! An quedan hombres capaces de hacer cumplir la ley, en nues-tras familias se respeta la ley.... La guerra civil no ha sido, pues, sinoun pretexto, y la novela ofrece en ella una faz por completo desideolo-gizada, y en este sentido posmoderna, desposeda de todo gran relatol e g i t i m a d o r. Una guerra que le presta al escritor un episodio concretopara que sea trascendido, por la va de la mitificacin, hacia una cons-

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    tante ahistrica, la de las ancestrales venganzas del mundo rural gallego. En este sentido, tngase en cuenta un dato que viene a confirmar la

    concepcin global de toda su obra que Cela tuvo al parecer desde el co-mienzo mismo de su carrera literaria. En 1947, con motivo de una visi-ta a su Galicia natal, declaraba al diario compostelanoLa nochelo si-guiente: Pienso escribir una triloga de novelas gallegas: la heroica no-vela del mar, la epicrea novela del valle, la dura novela de la montaa.El sitio elegido para la segunda es el Ulln y, naturalmente, su corazn,Iria Flavia.

    Este ltimo libro ya que no novela propiamente dicha est escritodesde 1959: es La ro s a, primer tomo de la serie autobiogrfica que tuvocontinuidad en Memorias, entendimientos y voluntades(1993). La du-ra novela de la montaa tendra que esperar los treinta y seis aos quevan desde aquel 1947 hasta 1983, cuando aparece M a z u rca para dosm u e rt o s. Y la primera de las obras prometidas, la novela del Finisterre,tena ya ttulo y una primera pgina escrita, al menos, cuando en 1989Camilo Jos Cela fue el primer novelista espaol galardonado con el Pre-mio Nobel de Literatura. Madera de bojtardar, no obstante, diez aosen publicarse como ltima novela de su autor, que cumpla as aqueltemprano compromiso narrativo con Galicia finalmente incrementadocon otro ttulo, La cruz de San Andrs(1994), de ambientacin urbanaen este caso, pues la accin transcurre en la ciudad coruesa representa-da tambin aqu, a su modo, como una colmena donde se trenza una his-toria de fanatismo, sexo y muerte fragmentariamente narrada.

    Ese fragmentarismo, que tanto tiene que ver con el sustrato potico detodas las novelas celianas, conforma igualmente el texto de Madera deb o j, y no deja de ser sino la exacerbacin del procedimiento narrativo se-cuencial que apareca en La colmena, se reiteraba ya con mayor intensi-dad en San Camilo 1936y alcanzaba su culminacin en las mnadas deOficio de tinieblas 5, uno de los ttulos fundamentales de su autor.

    Gonzalo Sobejano, en un artculo reciente de El Extramundi y los Pa-peles de Iria Flavia(n XXIX, primavera de 2002), la revista que Celacre y dirigi desde la Fundacin que mantiene todo su ingente legadoliterario, identifica el impulso del Cela novelista con tres modelos, laconfesin, la crnica y la letana. Esta tercera variante vale tanto paraOficio de tinieblas 5o Cristo versus Arizona como para El asesinato delp e rd e d o r, La cruz de San Andrso para Madera de boj. Pero hay en es-ta ltima un sincretismo de temas y formas integradoras del complejosistema novelstico de Camilo Jos Cela que la sealan como el brochefinal de una cumplida aventura novelstica que se haba iniciado en 1942con La familia de Pascual Duart e.

    Cela aborda aqu, como haba prometido ya en 1947, la heroica no-

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    vela de la mar, pues su letana de Madera de bojmana de la sucesinimplacable de los naufragios que jalonan de tragedia y de mito la lla-mada Costa da Morte, en torno a un Finisterre que para el escritor esla ltima sonrisa del caos del hombre asomndose al infinito. Mas lasmicrohistorias de Madera de boj, esos centenares de accidentes ver-dicos que en ella se recuerdan, son narradas desde tierra por un escritorque ha sido vagabundo por todos los vericuetos de las Espaas, paraquien la mar no perdona pero la tierra tampoco, son dos animales car-niceros, dos bestias sanguinarias. Galicia es un pas legendario, comoIrlanda, Cornualles y Bretaa, que acta como un imn: por tierra atraea los peregrinos del camino jacobeo y desde la mar a los marineros quenaufragan en sus costas. En Madera de boj, donde se lee que el ruidode la mar va y viene como el latido del corazn o el pndulo de los re-lojes, el nfasis litrgico de lo que en La cruz de San Andrs( P l a n e-ta, Barcelona, 1994, pgina 213) se denomina montona melopea, secompadece a la perfeccin con la temtica, la intencionalidad expresi-va, la reiteracin rtmica y lrica de un texto narrativo que queda ya con-sagrado definitivamente como el colofn novelstico de Camilo JosC e l a .

    Con todo ello, el escritor consigue realizar una ambicin siemprealentada por l y ya percibida tempranamente por el crtico y poeta Eu-genio de Nora: la identificacin de la novela, sin que sta reniegue desu irreductible esencia, con el poema. En 1963 manifestaba el escritor:Una pgina se escribe en verso o en prosa y en ella puede esconderse,o no, la poesa. (...) Prosa es un concepto puramente formal, como lo esverso; poesa, en cambio, es un quehacer del espritu, inaprehensiblepor esencia y, a lo que hasta hoy se va viendo, indefinible. Poesa, eti-molgicamente, significa creacin (y poeta, creador). Prosa y verso, encambio, tienen un origen puramente adjetivo, administrativo, procesal(O. C., t. II, 1964, pgina 21). Toda la creacin narrativa de Camilo Jo-s Cela tiene su norte en la novela lrica, desidertum al que se accedepor la fragmentacin y poematizacin del captulo, el acendramiento dela prosa, la subjetividad en la estructura modalizadora, y una especialtensin en la ancdota, las situaciones y los personajes.

    Y no resultar arbitrario recordar ahora cmo el Camilo Jos de losaos treinta era un aprendiz de poeta que se traa entre manos un librosurrealista de ttulo gongorino, Pisando la dudosa luz del da, cuyasprimicias aparecern en revistas argentinas al filo de la guerra civil. Es-ta tragedia, en la que el escritor tom parte, alter el rumbo de su plu-ma, e hizo de l un novelista singular, pero en cierto modo, y desde elexistencialismo de Pascual Duart ehasta la posmodernidad de M a d e-ra de boj, en l sigui siempre vivo el poeta. n